miércoles, 6 de enero de 2010

Warburg


Aby Warburg, El ritual de la serpiente; Sexto Piso, Madrid, 2008




Mi primera noticia de Aby Warburg (Hamburgo, 1866 – 1929) me llegó mientras leía hace muchos años el magnífico ensayo de Edgar Wind, La elocuencia de los símbolos (1983), donde el retrato de la figura (y de la biblioteca) de Warburg que hacía Wind me cautivó desde el principio:


“A pesar de una considerable vena de melancolía en su temperamento, que desde los primeros años le hizo presa fácil de ataques de abatimiento y depresión nerviosa, Warburg no era un introvertido malhumorado, sino solamente un ciudadano del mundo que, sabiéndose poseedor de un caudal intelectual y económico, desempeñó su papel con un entusiasmo expansivo y con un gran sentido del humor, por no hablar de la considerable dosis de vanidad personal que siempre caracterizó su porte. Admirado en su juventud como un bailarín espléndido, llegó a ser conocido cuando estudiaba en Bonn como uno de los más tumultuosos estudiantes juerguistas”[1]



Warburg fue, además de uno de los grandes estudiosos de la imagen simbólica, mecenas, erudito, coleccionista de libros, historiador del arte, lector universal. Lo que me conquistó de su persona fue que renunciase a su parte en un banco que legara su padre a favor de su hermano, pidiéndole a este a cambio que le fuese comprando todos los libros que necesitase durante su vida. Enis Batur esa anécdota cuenta en su breve y ameno ensayo Las bibliotecas de Dédalo (Errata Naturae, Madrid, 2009, p. 69) y recoge una frase memorable de Warburg: “no puedes establecer como norma que el libro que buscas es siempre el que mejor cubre tus necesidades. El que tiene justo al lado puede ser una elección mejor”. He leído sobre Warburg y sobre las aventuras de su fabulosa biblioteca de 80.000 volúmenes [imagen arriba a la izquierda] a través de Wind, de Batur, de Gombrich, de Didi-Huberman, y últimamente de Fernando R. de la Flor que lo cita mucho y bien en su interesante ensayo Giro visual (Ediciones Delirio, Salamanca, 2009). Fue precisamente en este último ensayo donde supe que Warburg había escrito un texto sobre los indios pueblo de New Mexico, y sobre sus danzas típicas, a las que he podido asistir en persona.




El libro en cuestión es El ritual de la serpiente, que publicara ese lujo editorial que es Sexto Piso. Warburg planteó la escritura de esta conferencia como un desafío personal, para demostrarse y demostrar que, después de un largo estadío en el sanatorio mental de Kreuzlingen, estaba en condiciones mentales de volver a la investigación y al mundo. Diría que a la vista del texto puede comprobarse que el sabio superó la prueba con creces. A partir de una serie de fotografías tomadas en su visita a los pueblos indios en 1895, Warburg analiza, partiendo de los rituales y tradiciones indios de la zona sur de Estados Unidos, cómo el símbolo de la serpiente es uno de los más poderosos y enraizados en las culturas ancestrales. Y así es, desde luego: amén de los antecedentes que cita Warburg, debemos recordar que desde la tradición bíblica a la nórdica del Uroboros, pasando por la alquímica que la relaciona con Hermes o el Agatodaimon griego[2], sin olvidar su profuso tratamiento poético y narrativo (de Horacio Quiroga a César Aira), la serpiente conecta con el inconsciente y la psique profunda precisamente porque apela, como señala con agudeza Warburg, a lo enterrado, a lo que vive por debajo del suelo y sube para traer la muerte (p. 51). Warburg estudia también sus conexiones con lo religioso y establece paralelismos con otras culturas, con una metodología con la que no es preciso estar de acuerdo para disfrutar. A título de anécdota, comentaré que la foto de los danzantes indios vestidos de antílope recogida en la página 29 podría pasar por actual, 110 años después: los trajes de los celebrantes y la disposición de los cuerpos en el baile es exactamente la misma que cuando yo los vi el pasado año.

La inteligencia del planteamiento, la elegancia del estilo de Warburg y la cuidada edición de las fotografías y los textos llevada a cabo por Sexto Piso (que sólo tiene un fallo, el excelente epílogo es de Ulrich Raulff, pero en la página 67 aparece el nombre de Ulrich Tabbi) nos hacen recomendar vivamente este libro.




[Relación con el autor reseñado: ninguna.

Relación con la editorial del libro: ninguna.]




[1] E. Wind, La elocuencia de los símbolos; Alianza Editorial, Madrid, 1993, p. 16.

[2] Cf. Carl Gustav Jung, Mysterium coniunctionis. Obra completa, vol. 14; Trotta, Madrid, 2002, pp. 19-20.

13 comentarios:

Hautor dijo...

Estupendo libro para empezar el año, Vicente. Warburg se ha convertido en una referencia ineludible dentro de la teoría acerca de la imagen. Huberman, de la Flor, Rosalind Krauss, Burcucúa... La teoría de la Pathosformel resulta como poco sugerente, y sus estudios sobre el Renacimiento son apasionantes. Leí ese libro hace tiempo. Anhelaba su lectura. Hace muchos años tuve sueño en el que aparecía un magnolio, un colibrí y una serpiente, todo muy simbólico. Fue a partir de ese sueño que empecé a escribir. Años más tarde leí una escena muy similar a la de mi sueño en la Ilíada. No daba crédito. A veces uno no tiene más remedio que creer en las Pathosformel, por no llamarlo de otra manera.

Vicente Luis Mora dijo...

Interesantísimo lo que cuentas, autor. Nunca me lo habías comentado, aun sabiendo de mi interés por las formas simbólicas. Niño malo. Un abrazo y feliz año.

Anónimo dijo...

Este no lo he leído. Parece un libro muy interesante.

Sobre la autopsia del sueño del colibrí, Barry Windsor-Smith, en uno de los pasajes de OPUS, describe su alucinante encuentro en un balcón de New York (es un artista británico) con lo que él supone fue una de estas aves, y cómo esta visión empezó a modificar su percepción del entorno, su manera de apreciarlo.



Con este ritual me has recordado, además de toda la serie de Anaconda de Quiroga, los libros de Virgilio Rodríguez Macal, La mansión del pájaro serpiente (el quetzal) o El misterio del mundo verde. Si lo recuerdo bien, hablaban de los reptiles como los seres del vientre de la selva. Normal que tenga resonancias simbólicas, casi tanto como no tener extremidades sino "serlas"(dejemos el bifrontismo para otro día)

A la espera de la emboscada en una selva centroeuropea o la revelación del código de Quetzalcoatl, un saludo y hasta otra.
--
c.m.

Vicente Luis Mora dijo...

Pues sí, se me había olvidado la serpiente emplumada, es cierto. Saludos, Carlos.

Ana dijo...

Mi primera noticia de Warburg ha sido leyendo tu entrada. Me ha parecido muy interesante su biografía, sus ideas.

¡Qué suerte haber presenciado esa danza!

¡Feliz año|

Vicente Luis Mora dijo...

Agradezco a Dolan Mor que haya observado una equivocación; la fecha de deceso de Warburg fue 1929, no 1922. Gracias, es un placer tener lectores así de atentos. Saludos.

Anónimo dijo...

Your blog keeps getting better and better! Your older articles are not as good as newer ones you have a lot more creativity and originality now keep it up!

Vicente Luis Mora dijo...

Thanks, man. I was a fool and what I saw made me two fools...

Manuel G. dijo...

Parece que Warburg como investigador igualaba los datos de las culturas indígenas con los de la cultura clásica occidental (lo cual quizás fue algo luego desarrollado plenamente por Levi Strauss).

Por traer el asunto a la actualidad y a los temas que se discuten habitualmente en este blog: ¿no sigue funcionando en cierta manera esta separación y menosprecio (de forma ampliada), entre el prestigio de la ciudad, la tecnología, los medios... como cultura "universal", y las culturas entendidas como "locales", en todas sus variantes, indígenas, nacionales, rurales, aldeanas...etc?.

Y sin embargo, ¿no habría que preguntarse en qué nuevas formas la serpiente sigue presente en internet y los medios?.

Vicente Luis Mora dijo...

Bueno, yo diría que Warburg más bien rastrea el posible origen común de ambas (de muchas) culturas y cómo ese origen se puede advertir tanto en unas como en otras. Y para nada Warburg defiende la tecnología, más bien dice que su mal uso ha devastado muchos saberes antiguos irremplazables. Apunta que ha sustituido la contemplación por el conocimiento. Cito: "de esta manera, la cultura de la máquina destruye aquello que el conocimiento de la naturaleza, derivado del mito, había conquistado con grandes esfuerzos: el espacio de contemplación" (p. 64). Y, como apuntas, Manolo, sería muy interesante que un antropólogo rastrease ese y otros mitos o arquetipos en las arcas digitales. A mí eso me viene grande, para mi desgracia no tengo esos conocimientos. Saludos, Manolo.

Anónimo dijo...

Ya que estamos: en una exposición del MACBA en 2008(Arxiu Universal), los visitantes pudimos apreciar una traducción íntegra al castellano del 'Atlas Mnemosyne' que podía disfrutarse en una sala dedicada a los paneles de Warburg.

No tengo ni idea de si va a publicarse en formato libro, pero debería. Me consta que cada día desaparecían tres o cuatro ejemplares de consulta.

Saludos.

juan

Anónimo dijo...

Tal vez sería interesante que trasladaras parte de tus conocimientos sobre Warburg a Wikipedia que carece, en castellano,de referencias sobre este ser privilegiado. Mi aportación, para tener una visión general y amplia del universo Warburg, es visitar la exposición del Reina que con el título genérico de "ATLAS, ¿como llevar un mundo a cuestas?.

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias, anónimo, aunque no tengo tiempo de entrar en wikipedia, darme de alta y completar la entrada. Si tú pudieses hacerlo, integrando el link al post se mejoraría, aunque en SalonKritik se han publicado más cosas y mejores que las mías sobre él.
No pude ir a la exposición en navidad, y me duele, porque tenía muchas ganas de hacerlo.
Un cordial saludo.