Christopher Orchard, Precarious 2
“El oficio de
las letras es a pesar de todo el único en el que se puede, sin hacer el
ridículo, no ganar dinero”.
Jules Renard, Diario,
1906, en Notas sobre el oficio de escribir. Trad.
Abel Vidal. Palma de Mallorca: José de Olañeta Editor, 2015, p. 50.
*
Algunas notas sobre
el trabajo cultural en la actualidad, resultado de la lectura conjunta de los
libros de Remedios Zafra, El entusiasmo (Anagrama, 2017) y William Deresiewicz,
La muerte del artista. Cómo los creadores luchan por sobrevivir en la era de
los billonarios y la tecnología (Capitán Swing, 2021):
- Pérdida
del techo institucional y de sus beneficios y garantías.
- Conversión
de la persona creativa en producto de sí misma: empresaria de su yo
entendido como marca.
- Falacia
del concepto de long tail y triunfo del principio the winner
takes it all (no hay sitio para todos, sólo para pocos).
- El
estado natural del artista es la precariedad, justificada por algunas
voces de los grupos de poder de varios modos: el artista tiene “dedicación
trascendental al arte”, o “la cultura es tan importante que no se paga”.
- Aumento
de visibilidad de las obras culturales (no de su práctica, ni de su
remuneración, porque se regalan), que no repercute en la mejora de
la situación económica, porque no genera prestigio.
- Aprovechamiento
del entusiasmo (Remedios Zafra) de las personas creadoras para que cedan y
compartan gratuitamente su trabajo.
- Captación
comercial de las obras más populares, sin importar su calidad, incluso por
la institución artístico-literaria.
- Desvaloración
del resultado: el artículo, la foto, la película o el libro se sumergen en
un mundo de millones de piezas indistintas, de oferta únicamente movida
por la novedad, por la última agregación.
- Búsqueda
de la distinción procedente de la celebridad (firme o pasajera, viral o
duradera) y rechazo a la tradición cultural: “Las encuestas muestran […]
que el 81% de los estadounidenses quiere escribir un libro algún día […]
No estaría mal que esa cantidad de personas quisiera leer un libro algún
día” (Desierewicz, p. 223).
- Generar
la sensación de que, si no produces, no existes.
- Surgimiento
de la insolidaridad gremial: si no lo haces tú, lo hará otro
(materializado en insolidaridad laboral: desaparición de los sindicatos y
de la autoorganización frente a la empresa o el patrono).
*
“Mientras
hablaba con su jefe parecía que realmente tenía un plan. Pero ¿ahora qué? ¿Iba
a convertirse en una directora de cine de renombre? ¿A postular a un fondo
audiovisual para perderlo otra vez? ¿Para perderlo mejor? ¿Desde cuándo
perseguir los sueños se había convertido en un gerente de operaciones tan
opresivo? Ojalá fuera miedo.”; Paulina Flores, Isla Decepción;
Barcelona: Seix Barral, 2021, p. 44.
*
En su novela Una
pareja feliz (Tres
hermanas, 2021), Mar Gómez Glez describe sin ambages las condiciones en
las que se desenvuelve una pareja de creadores (guionista él, dramaturga ella),
en Estados Unidos. La autora describe el mismo panorama que Deresiewicz: “Las
exageradas rentas sólo podían entenderse por una generación de padres
enriquecidos, quienes creían que dando a sus hijos todas las oportunidades,
esos hijos que habían engendrado años atrás, cuando no se cuestionaba el
crecimiento económico ad infinitum, acabarían triunfando” (Una pareja
feliz, p. 150). Y, en la página siguiente: “Los más guapos, los más listos
o los más resentidos de cada pueblo se mudaban a LA para probar suerte, sin
tener en cuenta las mentiras históricas de la tierra del milk and honey.
Aquella era una tierra durísima en donde constantemente se borraba la historia
para que el mito del éxito sobreviviera y, con él, uno de los salarios más
bajos del país”. Si Deresiewicz apuntaba que, más que el talento o la suerte,
son los contactos los que acaban abriendo puertas en las industrias culturales
(estadounidenses, pero no sólo), la protagonista de la novela de Mar Gómez
apunta: “tragándonos el orgullo, revivíamos amistades y acudíamos a las fiestas
a las que nos invitaban en busca de una tarjeta con un número de teléfono, un
nombre o una recomendación que facilitase la entrada a algún despacho” (p.
152).
*
“-A veces me pone
triste pensar que es casi imposible ganarse la vida con algo creativo o
cultural en España —decía siempre Erika—, a no ser que seas el hijo de alguien.
O que tus padres tengan pasta. Mucha pasta.”
Carlo Padial, Contenido.
Barcelona: Blackie Books, 2023, p. 18.
*
Ilustración de @imaiages, tomada de aquí *
“Curiosamente,
siguiendo el análisis de Tokumitsu (2014), los empleos que suelen asociarse al
seguimiento de una pasión —creativos, estas, académicos— caen en condiciones
laborales cada vez menos favorables, como los contratos temporales o los malos
salarios. Si no existe el trabajo y sólo venimos a divertirnos, la ganancia
para el trabajador, lejos de traducirse en una remuneración económica justa, debe
provenir del placer que trabajo genera por sí mismo (el jefe no contrata
empleados sino que le permite desarrollarse), situación que, en un
régimen capitalista 24/7 sin límites espaciales y temporales, abre las puertas
al trabajo sin descanso.”
Emmanuel Godínez
Burgos, Sea usted exitoso. Dinámicas del éxito y del fracaso en la sociedad
contemporánea. Salamanca: Delirio, 2016, p. 72.
*
El escritor Carlos Manuel Álvarez en su muro de
Facebook, 11/03/2022:
«Me piden un
cuento de siete cuartillas para una editorial italiana. Tiene que ser inédito.
Yo no escribo ni cuento ni cosas de siete cuartillas, pero bueno, a ver,
¿cuáles son los honorarios? Respuesta: "No habrá compensación ni para
nosotros los traductores ni para ustedes porque es un proyecto que tiene como
objetivo darlos a conocer en Italia. Si te parece bien este proyecto que es
casi como una oportunidad para los escritores españoles y de América Latina
podemos hablar del proyecto y del tema del relato". No me jodas. ¿Quién te
dijo que yo quiero que me den a conocer? ¿Y si me ofrecen, en cambio, un
proyecto que me va a dar a desconocer? Sería mejor. Cada vez que me dicen que
no hay dinero porque ya me están haciendo un favor de otra manera me dan ganas
de mandar un word vacío y decir que lo publiquen así, que es una instalación
con el inmejorable título de "La retórica inflamada del mutismo", que
lo traduzcan del silencio del español al silencio del italiano, ¿verdad? Esto
me ha pasado varias veces, incluso cuando pagan, como un fotógrafo gringo que
quería un prólogo para su libro de los campos de Cuba y básicamente, después de
dos versiones, pedía más sudor, más guateque, más jolgorio festinado. Él sí
pagaba, y bien, pero lo mandé pa la pinga porque dijo que me estaba perdiendo
la oportunidad de salir en un libro que se publicaría en Europa y Estados
Unidos. Perdón, te estás perdiendo tú la oportunidad de que yo piense tus
fotos. No necesito que me descubran. Yo ya estoy descubierto desde antes de cualquier
cosa, me fueron dadas las posibilidades del hombre. Afortunadamente me traducen
a esas lenguas en editoriales maravillosas y con traductores y editores
exquisitos, pero si no me tradujeran, nunca, ni siendo inédito, ni en Cárdenas
ni en Manhattan, he dejado de vivir en el corazón del mundo, en el meridiano de
cualquier encrucijada cultural.»
*
“Trabajaba cada
vez por menos. Gratis es la forma
cristalina, me
decía, más pura del trabajo”
Erika Martínez, Chocar
con algo (Pre-Textos, 2017, p. 26)
*
«“No puede ser un
hábito de la mayoría de los actores de la industria relegar al autor en nombre
de la cultura. La cultura no necesita de las editoriales para existir. A las
editoriales las necesita el mercado. Donde hay una industria hay un negocio.
Los autores y autoras tenemos derecho a ser parte de ese negocio”, concluye
Maqueira.», Silvina Friera, “Cuánto deberían
cobrar por su trabajo los escritores y escritoras: Presentan el
primer tarifario de referencia”, Página 12, 30/04/2022
*
Forges
*
“[…] cabe
plantearse qué ocurre con nuestra forma de hablar cuando se impone la
percepción de que la posibilidad de vida intelectual pasa por estar siempre a
la vista o por el miedo a desaparecer”, Javier Pérez Alós, “El intelectual
precario”, El País, 08/11/2022.
*
Tokumitsu: “Al
enmascarar los mecanismos explotadores del trabajo que alimenta, DWYL (haz lo
que amas) es, de hecho, la herramienta ideológica más perfecta del capitalismo.
Hace a un lado el trabajo de los demás y disfraza nuestro propio trabajo a
nosotros mismos. Esconde el hecho de que se le conociéramos todo nuestro
trabajo como trabajo, podríamos establecer límites apropiados para este,
demandando una compensación justa y horarios humanos que permitan tiempo para
la familia y el ocio.”
En Godínez Burgos,
Sea usted exitoso, p. 100.
*
“Como decía,
sacarme de contexto siempre me gustó, por eso a veces, en aquel empleo, pensaba
no tanto en la precariedad sino en lo increíble de formar parte de algo que me
parecía grande”.
Azahara Alonso, Gozo.
Madrid: Siruela, 2023, p. 19.
*
“Alimentar un
sistema apoyado en el entusiasmo y en la suficiencia de un pago inmaterial es
otro factor que nos resulta tristemente familiar. Bien promoviendo la resignación
o bien sustentándose en la idealización de prácticas vocacionales, afectivas y
altruistas, allí habita mucha precariedad feminizada, ese terrorífico mito de
las mujeres que ya están pagadas con el ‘amor que reciben’”.
Remedios Zafra, El
entusiasmo, p. 200.
*
“ […] nosotros
si siquiera teníamos dinero suficiente para pagar el alquiler de nuestra
pequeña buhardilla de mierda, que parecía salida de una peli portuguesa. El
piso era tan pequeño que no podíamos ni discutir. No había casi puertas con las
que dar portazos, ni ángulo o cuarto al que desaparecer en plan dramático
después de soltar alguna frase fuera de tono”.
Carlo Padial, Contenido,
p. 146.
*
“Ahora sigo
habitando un carísimo minipiso en el centro de una ciudad donde no me gusta
vivir, mi nuevo trabajo está a veinte kilómetros, a seis paradas de tren y dos
de metro, a más de una hora de distancia. Se puede aprovechar ese tiempo para
leer o responder mensajes pendientes, pero prefiero ponerme al día en un parque
y no encogida entre personas tristes en general y contentas en particular
porque han alcanzado a tiempo el tren de las 8.12”.
Azahara Alonso, Gozo.
Madrid: Siruela, 2023, p. 202.
*
[Viñeta de Riki Blanco]
*
el gato va a morir
/ eso es seguro
la culpa según el
vete
rinario es de la a
limentación / mala
de supermer
cado verdad? /
podemos operarlo
pero nada
garantiza su supervi
vencia / serían
215€ los medi
camentos aparte /
adiós
gato me gustó
darnos
calor estos años
perdón
por la comida
y por la pobreza /
la consulta son
45€ la inyección
30€ se paga a
parte
José Daniel Espejo, Perro
fantasma. Barcelona:
Candaya, 2023, p. 65.
*
Autoemprendimiento
“Es hora para mí —y
para ti— de tomar una elección de las grandes marcas, una lección que es
verdadera para cualquier persona que esté interesada en lo que se necesita para
sobresalir y prosperar en el nuevo mundo del trabajo. Sin importar la edad, sin
importar la posición, sin importar la empresa en la que estemos, todos nosotros
necesitamos entender la importancia del branding. Somos los CEO’s de nuestras
propias compañías: Yo Inc. para estar en el negocio hoy en día, nuestro trabajo
más importante es ser el publicista en jefe de la marca llamada Tú.”
Tom Peters, “The
Brand called You”, 1997, citado en Emmanuel Godínez Burgos, Sea usted
exitoso, 2016, p. 67.
*
“Alerta roja:
hay que producir conocimiento.
Amorosamente,
con sensibilidad y cariño, los autónomos nos exprimimos, los unos a los otros,
hasta la última gota. Te propongo una participación puntual en una newsletter
a cambio de cincuenta euros brutos. Quince mil caracteres por 40 euros brutos.
Levántate un sábado a las seis, haz un viaje en tren de tres horas, participa
en el gran coloquio de una organización reformista y toma el camino de vuelta
esa misma tarde sin haber ganado un euro. Te pago la reseña de un cómic a 10 euros
brutos (no te olvides de enviar la factura, que nos conocemos).
Nos conocemos.
Nos apoyamos.
Nos hundimos.
Juntos. Las manos entrelazadas.”
Eloy Fernández
Porta, Los brotes negros. En los picos de ansiedad. Anagrama, 2022, pp.
85-86.
*
“Y es que el
encargo parte siempre de una necesidad ajena, de criterios y puntos de vista
que sólo con esfuerzo podemos hacer nuestros. Es primordial resistirse o, mejor
dicho: sustraerse, rehuir la respuesta, el requerimiento. El encargo es un
engaño sutil: nos hace sentir importantes —falsamente importantes—,
porque nos convierte en medio de la importancia ajena, en instrumento para su
realización. El encargo crea un campo magnético donde la naturaleza de los
distintos elementos que trabajan para él queda reducida fatalmente, supeditada
a un cumplimiento que, por lo demás, apenas nos devuelve algo de la energía que
le dimos.”
Jordi Doce, Todo
esto será tuyo (Cuaderno de notas 2014-2019]. Valencia: Pre-Textos, 2021,
p. 23.
*
En el horror del
emprendimiento ajeno
Deresiewizc habla
de las “empresas creativas”, esas no siempre malintencionadas compañías que
“engloban software, diseño de productos, medios de comunicación, publicidad, moda y tal
vez aquellas artes que requieren grandes inversiones en bienes como la
arquitectura y la producción de películas, pero no son el arte en sí” (La
muerte del artista, p. 137), y explica su modelo de funcionamiento, que por lo común
consiste en precarizar aún más a personas creativas, salvo raras excepciones.
A una de esas
empresas, más o menos ficticia —creo vislumbrar el posible modelo— dedica Carlo
Padial su última novela, Contenido (Blackie Books, 2023), un crudo e hilarante
relato de toda la estupidez contemporánea, idiocia que, vista de golpe, al leer
su novela, resulta realmente escandalosa por su variedad, sofisticación e
inverosímil cantidad. La novela está narrada desde el punto de vista de Moisés,
un millennial criado de niño en una secta New Age mallorquí, que al llegar a
Barcelona entra a trabajar en una secta de otro tipo, Zenfire, una de esas
empresas digitales vendehúmos con ínfulas, que se presenta como “un Walden
digital” (p. 161) con trabajadores mileuristas que se creen ejecutivos
coreanos: “Los sueldos eran muy bajos, y aun así la gente jugaba a simular que
estaba en las oficinas de Google o de Apple” (p. 153). Contenido
destripa
los desoladores entresijos de esa bisagra en la que coinciden el mundo
analógico y el real, ese filo sanguinolento que divide los despidos y las
tendencias, la precariedad y el filtro Valencia, el descontento y los vídeos de
gatitos, la atención y el acoso. Padial entra en el teatro del bajopijerío
cultureta con el bisturí del humor, sin dejar títere con cabeza, analizando la
sociedad del siglo 21 en general y la barcelonesa en particular, criticando la
falta de creatividad de los creativos digitales, los perfiles de narcisismo
autista, la mentecatez (mentecatech) de los empresarios tecnológicos que se
creen visionarios hasta que un cambio del algoritmo los devuelve a la casa de
sus padres, los trabajadores precarioentusiasmados, los trepas pasivo-agresivos
(parafraseando aquel título de Mario Muchnik, a veces lo peor no son los
jefes), la infantilización colectiva, el uso acrítico de términos en inglés
para disfrazar el trabajo desempeñado, la idiotez de la masa complacida 2.0, el
odio arbitrario alimentado por las empresas de contenidos (¿cuántas venganzas y
peleas nos ofrece Instagram al día?), y un sinnúmero de fantoches y zarandajas
de todo pelaje que necesitaban pasar por el humor narrativo, a veces
chestertoniano y a veces canalla, de Padial. Un retrato que será estudiado por
los sociólogos del siglo 22 para averiguar cómo una sociedad pudo llegar —con
las debidas excepciones, entre las que esperamos encontrarnos quien esto
escribe y quien lo lee— a ser tan gilipollas.
*
“Eso es porque no lo comparas con cómo me
iría si la edición no estuviera muerta y si el dinero no se hubiera marchado y
si los editores todavía se dedicaran a editar; mi generación está jodida —no
somos la experiencia de la inmigración, no somos la experiencia de la
asimilación—, somos la primera generación nada, no tenemos nada de que escribir
y nadie que lo lea, todo el mundo está demasiado ocupado tecnologizándose y
demasiado agobiado sacándose títulos”.
Joshua Cohen, Cuatro
mensajes nuevos. Traducción de Javier Calvo. Madrid: De Conatus, 2019, p.
115.
*
“Al artista se le
desprecia un poco porque no gana dinero, pero él, por su parte, comete el error
de envanecerse de ello.”
Jules
Renard, Diario, 1905,
p. 40.
*
“A esta tarea
literaria no puedo entregarme por completo, tal como habría de ser, y ello por
diversas razones. Aparte de mi situación familiar, no podría vivir de la
literatura debido al lento proceso de elaboración de mis trabajos y a su
carácter especial. Por añadidura, mi salud y mi carácter me impiden dedicarme a
una vida que, en el mejor de los casos, sería incierta. Por consiguiente, estoy
empleado en una compañía de seguros sociales. Ahora bien, estas dos profesiones
jamás pueden soportarse mutuamente ni permitir una felicidad común. La menor
felicidad en una se convierte en una enorme desgracia para la segunda. Si una
noche logro escribir algo bueno, al día siguiente no consigo hacer nada en la
oficina. Este continuo contraste empeora cada vez más. En la oficina cumplo
externamente con mis obligaciones, pero no así interiormente. Y toda obligación
interna no cumplida se convierte en una desgracia, que ya no se mueve de mí”.
Franz Kafka, Diarios, anotación de 28
de marzo de 1911 (Galaxia Gutenberg, 2000, traducción de Andrés Sánchez Pascual
y Joan Parra Contreras).
*
Gran final:
Poema de
Gabriela Wiener, tomado de su libro Una pequeña
fiesta llamada Eternidad (Madrid: La Bella Varsovia, 2023):
TENGO
QUE ESCRIBIR UNA COLUMNA
Cuando
es Navidad
me
cuesta andar por la calle
y
no quedarme mirando
las
lonchas de jamón ibérico
de
los anuncios.
No
sé si esto tiene algo que ver
con
la situación del periodismo global,
pero
hace tres días
que
no me baño.
No
tengo tiempo.
Debo
entregar una columna.
Hijos:
dos.
Agua
caliente: poca.
En
invierno se acaba rapidísimo.
La
chimenea devora pellets
como
un monstruo insaciable.
Cada
dos por tres
hay
que ir al Leroy por más pellets
y
a Wester Union a mandar plata a Perú.
Lo
que quiero decir es que trabajo
con
poncho en Europa,
como
Chavela Vargas,
soy
una montaña de jerséis
y
mantas de las que brotan
mis
pequeños dedos tecleadores,
por
eso todo lo que sale de mi pluma
empieza
a ser cavernoso.
Me
gustaría escribir
pero
no tengo tiempo
porque
debo escribir.
Si
no fuera periodista, eso sí, seguro,
no
tendría estos pelos de momia inca.
Paso
demasiado tiempo
con
la cabeza apoyada en algo,
en
una idea, en un párrafo,
en
un cojín, en algo que no cierra y que enmaraña.
No
me peino. No tengo tiempo.
Ayer
fui al Ali
a
comprar pan en pantuflas
y
le debo 50 céntimos.
Gracias
al invierno
me
vale con ponerme el abrigo
encima
del pijama
y
mandar mails de trabajo
mientras
camino.
Salgo
tan terriblemente desarreglada
a
buscar a mi hija al cole
que
me veo en el cristal del vagón
y
pienso en el tema literario del doble.
Mi
hija espera estar un poco lejos
de
la puerta del cole
para
darme un beso.
Me
paso todo el camino en metro
desenredando
la bola de pelo de mi cabeza
como
si estuviera en la ducha
y
soltando hilachas de cabello roto por el suelo.
Igual
es una experiencia demasiado personal
que
no tiene nada que ver con el oficio,
la
profesión, los sueldos precarios,
pero
a esta hora de la temprana tarde,
cuando
aún fermentan
las
lentejas en mi estómago,
una
mujer latina como yo
me
mira desde su duermevela
y
no sé si va o vuelve del curro,
porque
seguro ponemos la misma cara cansada
de
ida como de vuelta.
Hacemos
click cuando ambas
miramos
que he dejado
una
alfombra de pelos bajo mis pies.
Es
la señal.
Camino
sobre ellos hasta la puerta del tren
y
salgo de allí,
con
otra pelusa gorda
que
no puedo desprender de mi mano
y
así me paso varios minutos
sacudiendo
los dedos en el aire
sin
poder echarla de mí,
como
si mis desechos
quisieran
seguirme
hasta
el fin del mundo.
El
otro día una amiga periodista
freelancer
me
decía: una trabaja y trabaja,
y
no le pagan.
Lo
que es peor, le dije,
yo
ni trabajo y no me pagan.
Me
gustaría trabajar pero no tengo tiempo.
Me
gustaría cobrar pero tampoco tengo tiempo.
Debo
entregar una columna.
O
sea, me toma más tiempo
hacer
una factura
o
preguntar varias veces
cuándo
me van a pagar
que
gastarme la plata
que
no me pagan por un artículo.
Todo
se queda en mi mente.
La
columna, la factura, la pasta.
Me
he dado cuenta
de
que me sale más a cuenta
permanecer
absolutamente improductiva
que
producir algo absolutamente impagable.
No
sé si esto tiene algo que ver
con
la crisis del papel o la posverdad,
pero
estoy comiendo más arroz
y
pasta que nunca en mi vida.
No
quiero sonar miserabilista ni populista,
el
ser humano es algo más que basura,
pero
no voy a seguir quejándome.
No
tengo tiempo.
Debo
escribir una columna.
Es
Navidad
y
como cada año desde que me hice freelance,
me
cuesta caminar por la calle
y
no abrir las cajas vacías de las smart TV
de
la basura pensando
que
se han olvidado la tele dentro.
Claro
que así no es toda mi vida,
no
siempre estoy superada,
no
siempre no tengo sindicato,
ni
tiempo,
no
siempre mi agente literaria
me
dice que no hay un euro
para
mí.
Una
vez al día reviso mis privilegios,
que
tengo por millones.
Por
ejemplo, escribir este poema
me
está saliendo caro, carísimo.