domingo, 16 de octubre de 2011

Melancolías intelectuales


Jordi Gracia, El intelectual melancólico. Un panfleto; Anagrama, Barcelona, 2011.

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No es habitual para mí coincidir con las opiniones de Jordi Gracia, con quien tengo continuas (si bien cordiales) disensiones, tanto públicas como privadas, respecto a cuestiones de historiografía literaria, canon, nombres y valías, estética y un larguísimo etcétera. Pero no tengo más remedio que reconocer que podría suscribir El intelectual melancólico en más de un 90% de su brevísimo contenido, por el exacto diagnóstico que realiza de un mal extendido en nuestra cultura actual, el de la melancolía narcisa. Resumiendo a trazo grueso el retrato de Gracia, el intelectual melancólico retratado en este ensayo es una figura bastante reconocible: escritor o profesor universitario, mayoritariamente varón, de más de 50 años de edad (aunque puede ser más joven), portador de un narcisismo herido que critica todo lo posterior a él; un catastrofista que defiende en negros artículos que la civilización ya no es lo que era, que diagnostica con impostada gravedad una carencia de fuste humanista en cualquier proyecto literario o artístico ulterior, que ya sólo “relee clásicos”, que trata con dureza o con patética condescendencia a los jóvenes, que ve cómo sus libros acumulan polvo en las estanterías mientras que los de otros comienzan a ser adquiridos y comentados, que ve en las nuevas tecnologías el fin de la raza humana y que, en general, disfraza su propia invisibilidad como si fuera un error de los tiempos, tan equivocados y malditos que son incapaces de reconocer el talento forjado a la antigua. Un grandilocuente dinosaurio que contempla la realidad desde un risco nublado, como el conocido óleo de Friedrich que Gracia cita en el ensayo y que hemos incluido más arriba.

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La cuestión es que si le hubiésemos preguntado a muchos narradores jóvenes ejemplos de esta actitud intelectual catastrofista, reacia a reconocer en los descendientes rastros de valor, no sería difícil que uno de los nombres que hubiesen surgido de profesores universitarios melancólicos y con dificultades para valorar lo nuevo fuera el mismo Jordi Gracia, que solo o en compañía de otros ha ignorado en su trabajo crítico narrativas de distinto signo a las de su preferencia, sobre todo en dos direcciones: las de tipo experimental y las de corte social, como las de Gopegui o Isaac Rosa, para preferir escrituras de superventas más que discutibles (y no me refiero a Cercas, por supuesto, sino a otros autores a quienes prefiero no mentar siquiera para no darles inmerecida publicidad). En algún momento del ensayo (p. 12) llega el autor a reconocer que ha advertido en sí mismo alguna vez síntomas preocupantes de melancolía intelectual. Pero a esta declaración de Gracia, planteada quizá como captatio benevolentiae, deben puntualizarse dos cosas: la primera, que algunos de los autores denostados por el ensayista son de su misma edad e incluso mayores (Gracia nació en 1965; Gopegui, en 1963), con lo que el crítico y profesor no atiza a los jóvenes, sino a escritores de su quinta, en la mayoría de los casos. La segunda, que la publicación de este ensayo desmonta por completo el argumento, y nos sitúa en otro escenario: la resistencia de Gracia a ciertas narrativas (entre ellas, la mía), se debe a un respetable criterio propio, y no a la pertenencia a un colectivo disperso de resentidos que él conoce bien y al que critica a fondo.

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Gracia entra a degüello en el retrato de este intelectual decadente, lleno de acedía, superado por las circunstancias y renuente tanto a la actualización referencial como a la renovación de sus mimbres teóricos, y desarma su figura sin visos de piedad ni complacencia, analizando su modus operandi en varias facetas: intelectual, ideológica, cultural, social, estamental, etc. Como es lógico, una andanada panfletaria de este calibre exime a Gracia de cualquier sospecha y le configura como un extraneus en un mundo, el de la filología universitaria (¿…barcelonesa?) que se cuenta, con las pertinentes excepciones, entre los más antediluvianos y desfasados de la cultura española actual, donde tales anacronías son más frecuentes de lo debido. Por supuesto, habría y habrá muchas cosas que seguirle discutiendo a Gracia, sobre todo algunos errores graves, así como ciertas minusvaloraciones, extrañas ausencias e imperdonables presencias cometidos en Derrota y restitución de la modernidad (tomo 7 de la Historia de la Literatura Española publicada por Crítica este mismo año, escrito junto a Domingo Ródenas de Moya), y lo haremos en su momento; pero firmemos por un día la pipa de la paz, actuemos con honestidad y recomendemos como creo se debe El intelectual melancólico, que entiendo puede ser del agrado de los lectores de este blog.

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[Relación con Jordi Gracia: it’s complicated. Relación con la editorial: ninguna]

18 comentarios:

  1. Has descrito a Nietszche; salvo que él ya pensaba así con 25 años.

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  2. Gracias por hacernos partícipe de la lectura.

    Hay algo que creo se te escapa por cuestiones de geografía. No puede olvidarse que este título de Gracia surge como respuesta a un libro de Jordi Llovet, Adéu a la Universitat (Galaxia Gutenberg, 2011), publicado en catalán y cuya versión española, creo, es inminente.

    Aquí otra reseña:
    http://liucriticaliteraria.wordpress.com/2011/10/07/el-intelectual-melancolico-de-jordi-gracia-o-el-estropicio-de-la-critica-literaria-made-in-catalonia/

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  3. Uf, yo no sé quiénes me dan más grima, si los unos o los otros. Los unos por no dejar entrar y los otros por no dejar de desearlo. Pero quiero, necesito, compartir el adjetivo de "barcelonesa" con todos. No nos merecemos tanta distinción los catalanes ; )

    Saludos

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  4. A pesar de ciertas tendencias apocalípticas, yo también comparto afirmaciones con Mora y Gracia. Dejo la prueba de ello. Mi comentario en mi blog:
    http://bit.ly/ou9ht9

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  5. En este caso, lo que más me gusta de la reseña (sin menospreciarla para nada) es algo que queda ya propiamente fuera de la reseña. Me refiero a: Relación con Jordi Gracias: It´s complicated (esto es sublime). En otro post reciente, Logiciel aludía lo de relación con Baudelaire: ninguna. En fin, que espero con ansía el pie de la próxima reseña y, por descontado, todo lo que hay de tobillo para arriba. Un saludo, camaradas.

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  6. Gracias a todos por los comentarios. Y sí, como diría Darío Villanueva, los paratextos son importantes :)

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  7. Sí, también he leido ese tomon 7 de Gracia y espero con ansia el ajuste de cuentas... Si no ando desencaminado, promete...

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  8. hombre, ajuste de cuentas no. Simplemente expondré mis disensiones y mi distinto parecer tanto en asuntos globales como particulares. Pero es así, debatiendo y arriesgándose a escribir ensayos, como mejoran las cosas. Saludos

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  9. Creo que estarás de acuerdo (me permito el tuteo) en que tan peligrosa es esa melancolía solipsista y ciega al presente /futuro como la superstición contraria: el entusiasmo a veces acrítico por lo tecnológico; la demonización de todo lo académico; la patente de corso a lo nuevo, o lo que adopta su apariencia...

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  10. En efecto, Preocupín, por eso aquí nos cuidamos tanto de una cosa como de la otra. Un cordial saludo.

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  11. Habrá que leer ese panfleto, para discrepar o asentir según aspectos, pero hay que reconocer a Gracia (a pesar de que, por tener ya en Anagrama un sello que le publica lo que quiera, lo tiene fácil) cierta valentía por criticar ese mundo ciertamente tan anquilosado y anacrónico de la "filología hispánica", a cuyos alumnos no se pude sino compadecer salvo excepciones. Cuándo llegará a España algo así como la noción de "estudios culturales" para que la literatura sea vista como un medio más, y no como un repertorio de clásicos explicados a lo Dámaso Alonso, junto a pesadísimas fonéticas, morfologías y demás pseudociencias?

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  12. Comparto su visión, Martín, aunque no estoy seguro de que los estudios culturales -que ya existen- sean la solución al problema. Gracias por su aportación

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  13. Ah, no, no, no puedo consentir ese comentario, Martín. Lo siento. La fonética es preciosa, y la morfología básica, y la sintaxis "crucial", como dirían los ingleses, para entender los mecanismos mentales que se producen en la lengua. Siento discrepar, pero yo disfruto una barbaridad. Rarezas, no digo que no.

    Saludos

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  14. Estimado Logiciel, sobre gustos no hay nada escrito, pero como antiguo estudiante de ese engendro llamado "Filología Hispánica" habría agradecido que se me diera la opción de profundizar en cuestiones lingüísticas y literarias y, por ejemplo, leer más literatura hispanoamericana o tener asignaturas sobre cine, en lugar de pesadísimas fonéticas y fonologías históricas o morfologías y sintaxis. Lo mismo para algún lingüista vocacional, no le obligaría a leer decenas de dramas barrocos o novelas bizantinas.

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  15. Siguiendo el debate sobre los estudios de Filología que se ha abierto, yo opinaría exactamente lo contrario que Martín: no sólo no separaría la lengua de la literatura, sino que enlazaría ambas disciplinas con otras varias. Precisamente uno de los problemas del actual sistema de estudios es la excesiva parcelación del conocimiento (que en muchos casos impide análisis más profundos). ¿Que sería mucho contenido? Pues mejor: voto porque las carreras humanísticas requieran de tanto estudio como medicina, por ejemplo. Muchos de mis compañeros de Filología pasaron por la carrera como quien pasa por el paseo de Gracia.

    Y, por supuesto, que se abra a una profunda reflexión cultural pero, por Dios, que no se copie el modelo de los "Estudios Culturales" (o al menos su aplicación mayoritaria, que favorece la desidia intelectual en nombre de la reivindicación de igualdades obvias). Un ejemplo muy concreto: ¿de verdad lo que más merece estudio en la poesía de Sor Juana es el poema "Hombres necios que acusáis..."?

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  16. Bueno, humildemente yo no creo que se pueda hablar de literatura sin saber de lengua. Hombre, poder hablar sí, pero no ir mucho más lejos del 'me gusta' o 'no me gusta', que también está bien, pero tiene su ámbito. Pero puede que yo sea más lingüista que otra cosa.

    Saludos

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  17. Opino que hablar de literatura sin saber de lengua es como pretender ser cirujano pasándote por alto el estudio concienzudo de la anatomía. Es más, opino que hablamos de cosas inseparables, algo así como pretender montar un puzzle sin piezas. Un saludo.

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  18. Lo decía porque yo considero la literatura - además de muchas otras cosas- un campo para la experimentación del lenguaje. No creo que se pueda valorar adecuadamente este aspecto si no se dispone de ciertos conocimientos lingüísticos previos. Pero solo es mi opinión.
    Saludos.

    Logiciel

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