jueves, 31 de octubre de 2013

Dos destrucciones creativas





Mario Martín Gijón, Rendicción; Amargord, Madrid, 2013.


Pocas veces un título refleja de modo tan perfecto su contenido como en la última obra del poeta, narrador y ensayista extremeño Mario Martín Gijón. El poemario persigue la reconstrucción de una experiencia amorosa y lo hace honradamente: desde la conciencia de que la univocidad y la verosimilitud son imposibles a la hora de reelaborar una historia en la que uno ha estado involucrado hasta la médula. La forma de lograr la debida y esquiva acción expresiva [e(s)quivocac(c)ión, diría él] es mediante la voladura controlada del discurso que recupera la trama y la inserta, con la debida ambigüedad, en lo poético.

Por ello Martín Gijón busca la palabra dentro de la palabra, el hipotexto que subyace al discurso. Las palabras se enredan unas con otras aunque aparecen separadas, y las mónadas o lexias (esto es, las partículas significantes mínimas que aparecen en el texto) cobran nueva articulación leídas sin solución de continuidad con las demás, multiplicándose los sentidos y reverberando los sonidos de unas en las otras. De este modo, como en la experiencia amorosa, en la experiencia poética cada palabra significa al menos dos cosas, en una anfibología estructural. Un ejemplo: “di / lu / vió // entre nos otros // el inmen so(y) / ojo azul / de los días sin / sus lagrim(í)as” (p. 55). Términos manidos del idioma son así reactivados y resu(s)citados, e incluso se generan neologismos al cruzar varias lenguas, como “rencoeur” o el memorable “aus(es)encia”, donde el aus alemán dinamita el concepto de esencia, que es lo que debería estar dentro del ser, y no fuera (en el tú, en el otro, en el cuerpo del otro) del mismo. El procedimiento es similar al de los desplazamientos de Raymond Roussel, y Rendicción se construye como una poesía de parcial destrucción/reconstrucción del lenguaje lírico, cuyos antecedentes podrían ser cierta poesía de Vallejo, Girondo, Eduardo Milán o el Francis Ponge que distinguía “una única salida: hablar contra las palabras”[1]. Tiene razón Benito del Pliego cuando dice en su prólogo que “la alteración de lo previsto es lo que deben esperar los lectores de este poemario”. Y de cualquier otro, añado, si hablamos de poesía de verdad; pero al menos en el caso de Rendicción es completa y absolutamente cierto.



Manuel Darriba, El bosque es grande y profundo; Caballo de Troya, Madrid, 2013.


Imaginemos esta historia: tras un Cataclismo (global o regional), que deja las ciudades vacías y llenas de cráteres, las escasas personas sobrevivientes regresan a la naturaleza, donde viven aisladas o dispersas en pequeños grupos, en una sociedad neo-rural y hobbesiana fecunda en violencia y en escasez; en ella establecen relaciones afectivas duras, salvajes, donde apenas pueden conseguir algo más que un poco de calor corporal para aliviarse. Así descrita la historia, se me ocurren algunas novelas ya clásicas que la encarnan (La tierra permanece, de George R. Stewart; La carretera, de Cormac McCarthy), pero también, y esto es más curioso, un puñado de novelas escritas en Hispanoamérica y España en los últimos años, desde las terribles fantasías postapocalípticas de Rafael Pinedo y Mike Wilson a otros tres libros publicados en este mismo 2013: El niño que robó el caballo de Atila, de Iván Repila; No tendrás rostro, de David Miklos, y El bosque es grande y profundo, de Manuel Darriba. Incluso, desde otra perspectiva, no distópica sino retrópica (disculpen el palabro, pero lo creo oportuno), podríamos entender que Intemperie (2013), de Jesús Carrasco, se adapta hasta cierto punto a este mismo género.

¿Por qué cuatro libros, excelentes los cuatro desde sus muy diversos enfoques literarios, abordan en el mismo año la crudeza de un retorno híspido a la vida en los bosques, en la naturaleza, donde la deshumanización y la supervivencia al horror son los elementos de la historia, narrada por lo común con un lenguaje frío, bien elaborado y detallista pero construido sobre frases breves, que parecen recrear la escasez con su parquedad, pero que cortan como cuchillos? Podríamos arriesgar que los escritores actuales detectan la llegada de un fin de ciclo histórico y fabulan un escenario distópico posterior. Podríamos jugar a sociólogos, pero no lo somos. Tampoco podemos entrar en sus mentes para esclarecer las razones que les llevan a elegir topos, tonos y temas. Creo que nuestro papel como críticos literarios termina, y ahí lo dejamos, en apuntar la similitud temática y tonal. El tiempo nos dirá si estamos ante simples casualidades o premoniciones poligenéticas; esperemos, por el bien de todos, que se trate de lo primero.

En la novela del gallego Manuel Darriba el subtexto sobre el que gira la trama es Hansel y Gretel, el conocido relato de los hermanos Grimm. Se mantiene el nombre de los protagonistas y se retuerce apocalípticamente la historia, con numerosas variantes pero también con algunas semejanzas. En el cuento infantil, si recuerdan, los dos hermanos deben abandonar la casa porque su padre y su madrastra no pueden alimentarlos y se pierden por el bosque; también a salida por culpa del hambre y el bosque son elementos estructurales de este relato, y las migas de pan esparcidas por los Grimm son transformadas aquí en algo bien distinto (pp. 101-102). Lo que hace Darriba en la primera parte de la novela, “Hans”, es profundizar en la parte más simbólica del subtexto para mitificar el bosque, quizá como metáfora nihilista de la existencia. La forma de reelaborar el mito es mediante la personificación del bosque, la atribución de cualidades sobrehumanas, chamánicas, que pueden verse de diferentes formas: “el bosque da y quita. Cada cual recibe lo que merece” (p. 25); “El bosque es una masa burbujeante (…) Por la noche el bosque está poblado de aullidos” (p. 26); “el bosque es grande. Da miedo” (p. 45); “el bosque (…) parece vivo y lleno de ira” (p. 47); “cuando escuchan el bosque, se encogen y tiemblan” (p. 99). Una personificación que no es extraña en Galicia ni, desde luego, en la literatura gallega, donde las leyendas populares sobre la naturaleza preñan el imaginario cultural.

En la segunda parte, “Gretel”, se abandona el relato en tercera persona sobre el viajero, que suponemos que es su hermano Hans (de Hansel), y la niña cuenta el relato en primera persona. Se hace amiga de una profesora que lee una y otra vez Heart of Darkness de Joseph Conrad. La historia termina con una entrevista y un epílogo que contribuyen a dar dimensión temporal a Hans, uniéndola con una realidad hipotéticamente contemporánea a la nuestra.

Aunque el interés de la novela decae, a nuestro juicio, un tanto al final, el tono medio de la obra es muy bueno y logra detalles de alta calidad. La economía de medios no es fruto de la limitación, sino de un estudiado trabajo de contención dirigido a lograr la frialdad necesaria en el relato, en el camino en que la utilizan Cormac McCarthy o Rafael Pinedo en sus desasosegantes fábulas postapocalípticas. La desolación no es fruto tanto de la guerra aludida brumosamente en la novela, como del tenebroso corazón humano y sus terribles expansiones cuando acucia el estado hobbesiano de naturaleza. Darriba nos recuerda que el hombre es un hombre para el hombre, con todas las consecuencias, cuando las cosas vienen mal dadas. Ojalá todas estas fábulas se queden en eso, en simples fábulas.

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[Relación con los autores: con Manuel Darriba: ninguna; con Mario Martín Gijón, correspondencia cordial. Relación con las editoriales: ninguna]

[1] F. Ponge, “Razones para escribir”, en De parte de las cosas (proemios); Monte Ávila, Caracas, 1968.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Recientemente he leído El bosque es grande y profundo y me ha parecido una novela muy innovadora y de alta calidad literaria. Recomiendo vivamente su lectura.

También me parece acertada esta entrada sobre la obra.

Vicente Luis Mora dijo...

Le agradezco sus palabras. Cordiales saludos

Ana Bande dijo...

¿por que tardaría eu tanto en atopar este sitio co tempo que ando a fuchicar pola arañeira? pois ala, cheguei e aquí me quedo un tempiño, pero pouco ¿eh? que este non é un non sitio para saciar a sede. parabens polo que lle levo lido impreso VL, agardo que os díxitos lle sexan tamén ben acaídos.

Anónimo dijo...

Muy interesante reseña ;-) habrá que localizar estos libros

saludos,

L.