Sólo escombros, gracias
Campaña de la Comunidad Autónoma de Madrid. Consejería de Infraestructuras
16 de febrero de 2007. Entro en ARCO con más ganas que expectativas. De una librería me acabo cansando al rato, los macroconciertos me agotan a las tres horas, pero puedo pasar doce horas seguidas de pie, observando obras de arte y caminando entre ellas, casi sin descanso. Quizá he llegado demasiado temprano, parece que estén montando todavía algunos stands, pero esto no empezó hoy, sino ayer. Luego no están a medio montar, es que algunas piezas son así, incompletas, con restos de construcción, escombros, ladrillos, escobas, recogedores. Por ejemplo, las obras de Aggtelek, mezcla de reciclaje y puro desperdicio; por ejemplo, la escultura o instalación del artista chino Ai Weiwei, que ha recogido maderas e hierros procedentes de la destrucción de un templo para salvarlos en una especie de muro artístico. O como esto:
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"Se trataba de una pieza que reflexionaba sobre la existencia, el espacio y el tiempo. Unos trozos de madera y aglomerado amontonados con obsesión de performance daban el toque a una obra de prestigio. Pero pasaron las limpiadoras y tiraron los ladrillos. Desde entonces, las limpiadoras de la Feria de Arte Contemporáneo (ARCO) no se atreven a tocar nada (...) La galerista Magda Belloti narra esta anécdota como una de las más divertidas de la Feria." (“¿Parque temático o escaparate sagrado?”, El Mundo (ed. Andalucía), febrero 2000).
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Al poco rato me rindo a la evidencia: hay una insensata, compulsiva, sustitución del arte por el mercado. La pregunta es: ¿habría, hay, algún arte o estética que fuera capaz de convertir todo este mercado en arte, leerlo estéticamente y hacer algo aprovechable con él?
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Xavier Bru de Sala: “Vivimos tiempos de confusión entre el arte y la publicidad (…) habida cuenta de que es imposible penetrar en la intimidad del acto de concepción de la obra, ¿cómo distinguiremos la voluntad artística de la simple publicidad encubierta del arte?”
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En el principio no fue el Verbo sino la basura.
J. M. Pérez Álvarez, Cabo de Hornos
"Tras asistir al Royal College of Art de Londres, y entrar en contacto con los principales representantes de la escultura británica del momento (...) A finales de la década de los setenta, Cragg empezó a recorrer y observar la ciudad, para recoger aquellos elementos que conforman nuestro paisaje urbano, acumularlos y ordenarlos, ofreciendo nuevas visiones sobre nuestra cultura industrial. Él mismo cuenta cómo en esa época su proceso de trabajo se basaba en viajar, pensar, y hacer. A raíz de sus exposiciones se trasladaba a una ciudad y empezaba a localizar todo tipo de materiales para realizar sus obras, gracias a lo cual tenía la posibilidad de absorber su atmósfera y podía acercarse a lo que le interesaba de la gente de la comunidad (...) La escultura abandonaba el 'pedestal' convencional para desplegarse en el espacio, evitaba los materiales tradicionales para inclinarse por aquellos que la misma sociedad está habituada a rechazar, escudriñaba la ciudad y el paisaje industrial (...) e iniciaba algo que nos atreveríamos a llamar como una estética del contenedor.” (Gloria Picazo)
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ARCO, Stand PR41: DNA – Berlín. El artista ha dejado la pintura literalmente fuera de la exposición. Las paredes permanecen blancas y las figuras han sido sacadas: compuestas con grandes pegotes de pintura de varios colores, yacen en una vitrina exterior, desechadas, como un muestrario de posibilidades exiliadas.
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“El espectáculo –decía Debord en La sociedad del espectáculo, acabo de recordarlo al colocarme frente a la pieza flotante de Damián Hirst– es un dinero sólo para mirar”; todo empieza a cuadrar ahora. El objetivo del espectáculo, en términos de arte internacional, es la circulación del producto, no del capital en sí. Es el movimiento, la sucesiva adquisición de la pieza, el cambio de coleccionista, el paso del coleccionista al museo, el que mejora el valor de cambio. Debord tenía razón, siempre la tuvo, pienso mientras camino contemplando el gigantesco espectáculo del arte contemporáneo extendido bajo el cielo gris del Pabellón 9.
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“Cuando la mierda apareció en el arte, la desublimación regresiva produjo su postarte más consumado”, escribe Donald Kuspit en El fin del arte.
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Leo últimamente mucho al filósofo Eduardo Subirats, quien en su ensayo La cultura como espectáculo decía que "el mundo ha devenido enteramente en su representación y la imagen se ha convertido en todo su ser", sobre todo en temas culturales. La cultura, a base de ser confundida con la representación espectacular, acabará siendo espectáculo en sí misma. Si observamos los reportajes que vienen apareciendo en prensa sobre y televisión sobre ARCO, ¿acaso son las fotos de las mejores obras las que acaparan protagonismo? En absoluto; son más bien las imágenes de las instalaciones más atrevidas las que cobran interés para los medios. La parte artística –que no es poca– de ARCO queda sepultada bajo las toneladas de información inútil sobre su parte espectacular –que es la mayoría, no nos engañemos–. La saturación de lo esencial por lo menos importante acaba, con el tiempo y la presión de los medios, por ahogar a la primera, de modo que la rémora se hace más grande y fuerte que el pez al que chupa la sangre. El espectáculo, la cáscara, vale más y ocupa más espacio que la almendra cultural.
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En los últimos diez años, una serie de cosas bastante sorprendentes han recibido el nombre de esculturas: estrechos pasillos con monitores de televisión en los extremos; grandes fotografías documentando excursiones campestres; espejos situados en ángulos extraños en habitaciones ordinarias; líneas provisionales trazadas en el suelo del desierto. Parece como si nada pudiera dar a un esfuerzo tan abigarrado el derecho a reclamar la categoría de escultura, sea cual fuere el significado de ésta. A menos, claro está, que esa categoría pueda llegar a ser infinitamente maleable.
Rosalind Krauss, “La escultura en el campo expandido”, October, nº 8, 1979
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Son múltiples las obras, instalaciones y exposiciones que cuentan con tecnología para intentar incluir al espectador. Una galería de Montreal ofrece una interesante experiencia de inmersión tridimensional. También hay mucho arte interactivo, sensores que te detectan, proyectos de vida artificial que procuran entornos virtuales de comunicación, contadores que te cuentan si te colocas delante y un largo etcétera. Es curioso que las obras de técnicas tradicionales intentan excluirnos con propuestas cada vez más epatantes, herméticas o excéntricas, mientras que la presunta inhumanidad de los robots y las nuevas tecnologías persigue lo contrario: contar con nosotros, incluirnos, tocarnos, escucharnos, sentirnos. Algo parecido sentí al día siguiente en la exposición llena de circuitos, cables y televisores de Nam June Paik. No nos emociona el resultado (obviamente, es una ficción técnica, lo sabemos), pero sí el propósito. El arte tecnológico contemporáneo, al menos, intenta ser humano.
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En una mesa redonda (15:00 h. Salón N108), la joven comisaria neoyorkina Amy Smith Stewart cuenta que una vez comisarió una exposición sobre arte y mercado, explicando el modo en que cada uno de los jóvenes había recogido su reto. Contó cómo algunos artistas se habían vestido de obreros, o se habían imaginado en situaciones de contenido social. Sólo uno, a mi juicio, se había enterado de algo: tomó el dinero que le dio la señorita Smith y contrató a otro para que le hiciera el trabajo.
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En una galería de arte de Copenhague vi una instalación junto a una serie de pantallas de televisión, cada una con grandes subtítiulos en los que se leía: “La tierra prometida”. Esta instalación me pareció que estaba muy bien pensada y que era a la vez una invitación a pensar, y ello no menos por la escoba y la hebilla que había en el rincón, al final de la serie. Sin embargo, antes de que tuviera tiempo de meditar sobre ese significado al final de la instalación, una operaria de limpieza vino a recoger sus herramientas, que había dejado en el rincón durante la hora del almuerzo. (Zygmunt Bauman)*
Francisco Calvo Serraller, en una de sus crónicas, cita para criticarla la opinión de la Teoría general de la historia del arte de Jacques Thuiller: “hoy en día se puede decir que la palabra arte se aplica a cualquier cosa”. Creo que ambos tienen razón; Thuiller porque, en efecto, se llama arte, como es sociológica y mediáticamente comprobable, a cualquier cosa (y basta ir a ARCO para verlo); Calvo Serraller porque cree que aún hoy es posible hablar de arte auténtico sin mezclarlo todo en un maremágnum ingobernable. También creo que eso es posible. A mi juicio, hay arte y hay mercado, dividido el espacio de esta forma:
1) Arte sin mercado.
2) Arte más mercado.
3) Arte menos mercado.
4) Mercado.
1) Arte sin mercado: arriesgado, demasiado avanzado en unos, demasiado clásico en otros, es un arte que no encuentra posibilidad de venta, y permanece apartado del círculo de Ferias, Bienales y galerías poderosas. Depende de pequeñas galerías independientes o del impulso personal de sus autores.
2) Arte más mercado: como el anterior, es arte de verdad, auténtico, pero ha alcanzado además el reconocimiento del mercado y la academia, cotizándose por un alto y seguramente justificado valor. Aquí podemos citar a todos los artistas internacionales que, vivos o muertos, siguen vendiéndose y triunfando, sin renunciar –al menos, en demasía– a sus propósitos originales: Pollock, Chillida, Tapiès, Warhol, Barceló, Hopper, Koons, Bourgeoise, etc.
3) Arte menos mercado: arte “vendido”, arte de autores que pudieron ser grandes pero prefirieron someterse a las exigencias del mercado; arte que no es capaz de tener más miras que su propio consumo. Incluye a los artistas del grupo interior que han rebajado su musa con el objetivo de ser más accesibles y vendibles, o se han estancado en una estética rentable; también a quienes planifican cuidadosamente una estrategia de provocación y escándalo –algo instalado en el establishment artístico londinense– para forrarse.
4) Mercado: todo lo demás. Pura basura.
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“El arte es el antimercado en tanto pone la multitud de las singularidades contra la unicidad reducida a precio”; Toni Negri, Arte y multitud.
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Estas categorías tienen claros equivalentes literarios:
1) Arte sin mercado: literatura experimental o de riesgo.
2) Arte más mercado: grandes maestros consagrados, como Vargas Llosa, Pombo, García Márquez, etc.
3) Arte menos mercado: mainstream literario, cazapremios, novelistas de “novela al año” secuestrados por grandes grupos.
4) Mercado: best-sellers y lo demás.
Buscando soluciones:
“La basura puede ser una mina de oro si se calienta a 10.000 grados Fahrenheit (5.537 grados Celsius). Una planta que se construye en Florida usa la tecnología Plasma Arc Gasification para convertir 3.000 toneladas de desechos diarios en vapor para las fábricas cercanas, además de 120 megawatts de electricidad.” (Ciberpaís, El País 01/04/2007)
Eso era la posmodernidad ¿no? El arte como acumulación fetichista.
ResponderEliminarNos queda no claudicar y resistir.
Nuno Vasa: Home (2004): una pieza que resume a la perfección la distopía imaginada por Javier Fernández en su novela Cero absoluto (2005): la sociedad de individuos burbuja, desconectados unos de los otros, viviendo aislados y sólo unidos por los media.
ResponderEliminar---
También los neohumanos de la posibilidad de una isla.
Según lo que deja escrito Vicente, el arte sólo puede ser, como máximo, contemporáneo. O sea que es imposible figurarse las corrientes artísticas venideras. Fantástico.
ResponderEliminarSin embargo, y aunque se que sólo son tecnicismos, me gustaría que aclarase lo del arte sin mercado. Segun yo entiendo el arte sin mercado es una imposibilidad. No, en cambio, el artista. El artista sí se puede presagiar.
Artista sin mercado, vale. Arte sin mercado...me suena mal.
Tipo, yo tampoco creo en el arte sin mercado, sólo digo que los libros que se quedan en el cajón y los cuadros sin galerista existen. Por supuesto, eso es una pena, y un déficit de pluralidad del sistema y, como apunta genaro, hay que combatirlo (con sistemas alternativos de difusión, con blogs como éste, por ejemplo). Las propuestas de riesgo necesitan apoyos que vengan de fuera del mercado para poder optar un día al mismo. Pero no tienen esa puerta cerrada, y creo que el caso de la novela de Agustín Fernández Mallo es un caso claro. Y espero que no sea el último. Saludos a todos.
ResponderEliminarHola Vicente:
ResponderEliminarARCO satura algo más de lo que pensamos. Pero el ruido de fondo pertenece a la feria, no sólo al arte contemporáneo. Hay mucha moqueta que cortar. No te canses. Un saludo.
PS: Seguro que sabes de la obra de D R Hofstadter. Godel, Escher Bach: Ese Eterno y Grácil Bucle. Hay edición de Tusquets, un poco difícil de encontrar, pero no imposible. Sobre la autorreferencialidad, por ejemplo, habla del concepto -y libro- Reviews of this book:
"Tan sólo se trata de una fantasía. Me encantaría ver un libro cuyo contenido fuera una serie de reseñas sobre el libro que hubieran aparecido (por supuesto después de su publicación)en periódicos y revistas. Suena paradójico, pero se podría resolver con mucha planificación y trabajo duro."
Aquí os dejo un enlace con la idea más desarrollada
http://www.reenigne.org/review.html
Clarividente y demoledor. Felicidades, Vicente. Has puesto el dedo en la llaga.
ResponderEliminarAnte las objeciones de tipo a la etiqueta "Arte sin mercado" propongo, a modo de sugerencia, dos variantes: "Arte en las fisuras del mercado" o "Arte periférico". Se trata de lo que genaro con toda la razón nos propone: jamás renunciar, resistir.
Por otra parte no es de extrañar la decadencia del arte en manos de la industria cultural y la sociedad del espectáculo. El sujeto burgués yace muerto. ¿Qué puede ofrecernos sino su descomposición? El hombre-masa y el arte-basura son dos caras de la misma moneda: el productor y su producto. Pero no cabe el desaliento. Permanecer en el desánimo, insistir en la constatación negativa del derrumbre, paraliza nuestras fuerzas de cara a la renovación. Por ahí acabamos siendo involuntarios esclavos del pensamiento único. Nos quedamos en testigos de un mundo que se derrumba e indirectamente aceptamos la derrota, asumimos la inmovilidad a la que nos invita.
Pero la dinámica histórica es incesante, ¿no? A la negatividad le sucede la nueva afirmación. Si el arte de un ciclo histórico extinto se descompone se nos ofrece ahora la oportunidad de generar un nuevo sujeto y un nuevo arte. Tras tiempos oscuros tan sólo puede aguardarnos un nuevo amanecer.
«Abrumado por el ruido doméstico, con su entrechocar de giros, voces, mansedumbres, me quité la chaqueta y me encaminé hacia el museo. El arte contemporáneo, el arte.
ResponderEliminarPasen las décadas que pasen, cada una con su innovación sin riesgo, el museo seguirá siendo prudente, lento, silencioso, sólo llenado por su tonta apología del ruido.
Nada más entrar se me presentó un cartel: “exposición permanente”, que designaba a una superficie de varias toneladas de cemento en sacos, vigas en orden, cajones de ladrillos y kilos de pintura. En el folleto que me conciliaba con las obras, leí que se escribía con cautela: “materiales para una casa”.
En este tiempo, el derrotismo ya no cantará a la construcción decadente, ni siquiera la que acaba en ruinas, sino a la que nunca se producirá. Los materiales para la composición de una casa en quietud permanente son los impulsos para una revolución social en eterna latencia, y en eterno fracaso.
Alguien había dicho que todo es arte menos el arte; que todo es arte mientras no tenga conciencia de serlo. Yo, convertido en enorme obra de mí mismo, privado por un momento de una conciencia que me había contagiado el arquitecto sin fines, salí a la calle a compartirme con el resto, a ser admirado por la tensión creativa de mis ojos, y tal vez a ser vendido. Bajó la tarde y quitó luz a mi ansiedad; yo busqué algo con que tapar tanto estropicio, y me puse de nuevo la chaqueta.»
joaquín arenas, “el auditorio de la soledad”
"Colar en Arco un cuadro pintado por niños de dos años no puede traer nada bueno, sobre todo si los 'entendidos' se lanzan a opinar sobre la obra"
ResponderEliminarhttp://www.elconfidencial.com/videos/indice.asp?id=326&edicion=20/02/2007&pass=
Impresionante: por favor, ved el video que ha colgado Tipo. No hay mucho más que decir. Saludos.
ResponderEliminarA raíz del vídeo que nos ha enlazado Tipo, hablé el viernes con un artista plástico. Me dijo que sí, que estaba muy bien desacreditar ARCO, porque hay mucha mentira, pero se preguntaba por qué siempre es el arte contemporáneo el objeto de estas bromas. Me decía: estos tipos tan simpáticos de las cámaras ocultas, ¿por qué no van a una exposición de Gaultier o de Valentino y le cuelan a una modelo un diseño falso, hecho de bolsas de basura? Verás como cuando salga, todos los críticos y entendidos alaban el "atrevimiento" de Valentino, y lo consideran no sólo moda, sino Alta Costura. ¿Por qué -me decía- sólo es objeto de chanza el arte, cuando en cualquier otra faceta de las nuevas "artes", como la gastronomía o la moda, hay total reverencia a las mayores chorradas que se le puedan ocurrir a los supuestos maestros?
ResponderEliminarMe dio que pensar. Saludos a todos.
Hace un tiempo tuve una divertida y perniciosa idea. Harto de enviar una obra a concursos de poesía y ver como ganaban auténticas patadas en los testículos, y de que ni siquiera apareciese entre los finalistas, me paré a pensar. Consciente de la incapacidad de uno mismo para juzgar su obra y de la benevolencia de los amigos, escribí en seis días un poemario vacío pero efectista.
ResponderEliminarGané el primer concurso al que lo envié.
Ahora bien podría justificar la poesía española actual diciendo que esto es así, y que es lo que hay. Mirar para otro lado, y como poseído por un político, decir que los demás también atufan, incluso más.
Si la comparación con la gastronomía no la entiendo demasiado, pues si eso es arte, metamos de paso el fútbol, los toros y la petanca; la comparación con la moda si la encuentro muy acertada: el funcionamiento del “arte contemporáneo” se parece cada vez más al del pret a porter, justo como no debiera ser.
Saludos.
Tal vez porque el arte permite la reflexión, mientras que la moda, la cocina, etcétera, son territorios donde impera el mero gusto.
ResponderEliminarSaludos:
Amanda.
Ambos tenéis razón, pero:
ResponderEliminar1) El arte contemporáneo es, y ARCO y el éxito de mercado son la mejor prueba de ello, cuestión de gusto desde hace mucho tiempo.
2) La idea de arte que se nos "vende" desde los medios no es, por desgracia, la que tenemos los tres, y seguramente todos los lectores de esta página, sino un concepto laxo que admite como arte no sólo la gastronomía, sino incluso los pases de Beckham y los bombones de la Preysler -ahora de una paisana mía-.
La cuestión es otra: el arte se ha convertido en epítome ("Resumen o compendio de una obra extensa, que expone lo más fundamental o preciso de la materia tratada en ella", RAE) de nuestro tiempo, para lo bueno y para lo malo. Y es tan vasto que caben en él las chorradas de Hirst y las últimas obras maestras de Tàpies. Y el arte actual verdadero tiene que expiar las culpas del "otro", amén de aguantar las críticas de los mismos medios que lo han convertido, en gran medida, en lo que es...
(aparte): Genaro: lo que describes que te pasó con tu libro da la razón a lo que expuse en Singularidades: si se abandona la voz personal, y se escribe según cierto código, se obtienen premios y reconocimientos. Gracias por tu testimonio, que contribuye a aclarar las cosas.
Saludos a todos.
La cuestión podría considerarse de modo inverso a tu planteamiento, es decir, si sólo lo que nosotros consideramos arte es víctima de "bromas" que ponen de entredicho calidad, es porque a pesar de que nos venden como arte un territorio donde todo cabe, en realidad el arte no acaba de ajustarse a eso. No sé si me explico. Lo diré de otro modo: precisamente porque es víctima de "bromas" que apuntan a una esencia (el arte debe ser X, y no lo está siendo porque acabo de colgar en tal museo un dibujo de mi primo de dos años y está pasando por obra de arte), es porque no se puede equiparar a la cocina, la moda, etc.
ResponderEliminarCreo que ese tipo de gamberradas es señal de la buena salud de lo que lo que al menos yo entiendo por arte.
Por otra parte creo que el arte siempre ha sido epítome de la época (aunque no sólo). Es un epítome que pretende ponerse en entredicho, o que se autoexplora con una finalidad moral (que no moralista).
En fin, y resumiendo: que por más que nos intenten vender el "arte" como tal o pascual, el simple ejercicio del arte, la creación misma, deslegitima la ideología imperante (en este caso, la del mercado). La historia es siempre la misma, y el arte pondrá en entredicho la ideología no porque sea político, sino porque se sitúa en el territorio del conocimiento, aunque no sea racional.
Se me olvidó firmar lo anterior.
ResponderEliminarAmanda
(Vicente: te acabo de enviar una versión de esto mismo. En caso de que lo recibas –si es que lo has recibido- el válido es éste)
ResponderEliminarUna percepción particular, siempre que me la acepten pertinente: me parece que los medios de comunicación (la cuestión del cuadro falso en Arco) no venden. Nunca venden (aunque esa sea la apariencia), se mantienen y se sostienen de y con eso. Utilizan ese truco del vídeo "desvelador" contra el Arte en cuanto lenguaje superior a ellos. Pretenden dañar a un lenguaje de alguna manera "superior" al propio de los mismos medios de comunicación. Por ello no hay que plantearse que se le puede hacer (el truco de la cámara oculta) a otros lenguajes: la moda, la cocina... etc. Todo quedaría prontamente realmente desvelado (el mismo truco) al comprobar que con quien mejor funcionaría es cuando se le hace al propio medio de comunicación. El efecto del truco, si se dan cuenta, no es en último término absurdo, porque los comentarios que provoca en los "inocentes" siempre es "superior" y, pese a todo, "verdadero". La verdad de la observación siempre es interesante (aunque el truco en sí no lo sea). Ahora bien, aplicado el truco al propio medio de comunicación nunca será interesante, porque su observación no es más que el aprovechamiento de una mentira, un bulo como si fuera verdad. Los medios de comunicación vendían hace un par de décadas. Hoy no hacen más que fagocitarse amamantados por una supuesta "actualidad", además sin molestarse en desvelar un rumor. Es más, no les interesa desvelarlo, sino que rule, rule y rule. En todo caso entretiene, no vende. Si acaso vende algo precisamente es a los sujetos menos "artísticos", a los más "básicos" y menos "intelectuales", aquellos que “no saben” comprar. El truco del vídeo hubiera sido válido si el cuadro fuera de un anónimo sin mala intención entre cuadros de famosos sin desvelar el nombre. La inquietud que creara, esa sí que podría haber sido una buena crítica mordaz al Arte, e instructiva: el cuadro sin firma (es decir, sin mercado garantizado), apreciado por las sugerencias que provoca en el que mira, entre otras cosas. No sé si estoy errado, pero si lo estoy no importa, es simplemente un matiz posible.
(Por cierto, para ti Vicente: el texto que has colgado no deberías considerarlo una parida, pues me ha interesado mucho esa apuesta expresiva, muy interesante. Abre mucho la discusión: desde el hecho en sí mismo (Arco y sus pormenores) hasta teorizaciones espléndidas y genéricas (el Arte y su problemática actual). Me gustaría que hicieses eso al menos alguna vez con textos literarios, con recortes de otros autores sobre otros autores, apuntes, pinceladas, a favor en contra). Me parece que has dado -queriendo o sin querer- con una manera de proponer discusión muy sugestiva e indirecta entre todos los participantes en tu blog, aparte de manifestar tus posibilidades de ingeniosidad como escritor-proponedor. Gracias. No lo consideres, por favor, una pendejada. Gracias por la sugestión)
Toto
Tomo nota de la propuesta, Toto, me parece interesante aplicarlo a textos literarios. ¿Por quién comenzamos? Hum...
ResponderEliminarSaludos.
Me parece que, nuevamente, este post da para una amplia y profunda conversación. Los comentarios se inician con una mención a la posmodernidad, en la que efectivamente estamos (v.g. dialogando en este instante a través de la red) pero la acumulación fetichista es una característica inmemorial del coleccionista de arte. Otra cosa es que a alguien no le guste, no entienda o no acepte la tradición artística que viene de Duchamp, el Pop y los artistas conceptuales y que llega hasta nuestros días: eso que sí es llamado arte posmoderno. Y allí el mercado y el sujeto hace mucho que están bajo observación.Y por supuesto que hay resistencias (que difícilmente se pueden buscar en ARCO, que es una reunión de galerías).
ResponderEliminarOtra cosa es que la crítica y la producción del arte más contemporáneo, al aparentemente homologar a Rembrandt y a Jeff Koons, también avale a niños, orates o monos que pintan (ojo: casos estrictamente ciertos)y que los medios no dejen de hacer su negocio, el show business, como siempre.
¿Algún logro? Quizá el Hombre Masa o la Cosa Humana (en versión Marvel o Rimbaud)diría: sí, pero sin esencialismos, por favor.
Estoy completamente de acuerdo en que “la acumulación fetichista es una característica del coleccionista de arte”.
ResponderEliminarEl problema según yo lo veo, radica en la fagocitación del arte por la sociedad de consumo; demasiada gente demandando mercancías exclusivas que los diferencien del resto de la población, cuyos objetos adquiridos son de otra “categoría”.
Coches más caros, ropas exclusivas y casas más grandes que adornar con obras de arte.
No tienen, muchos de ellos, ni la más mínima noción de arte, ni siquiera les interesa, pero las pautas de comportamiento de su clase social, o de la clase social a la que quieren pertenecer, los obligan a consumir arte.
El vídeo se podría entender como una crítica a ARCO, pero yo no veo que hayan hablado de las obras presentes, como sí ha hecho Vicente en su Post, sino que han dado muestras del “postureo” que se gasta mucha de la gente que allí va. Gente que es objeto de crítica por parte de muchas obras y artistas posmodernos, y que, sin saberlo, consumen sus productos, y sonríen.
Luego están la imitación y las modas. Tener éxito es simplemente hacer las cosas de cierta manera, para ello no hace falta ser fiel a uno mismo, ni siquiera tener algo a que serle infiel. El arte Pop son unos cuantos artistas y mucha bazofia, y con el conceptualismo pasa lo mismo, pero supongo que siempre ha sido así.
"La lógica económica de la transmutación de valores es la ley de la cultura en cuanto tal. La cultura es siempre una jerarquía de valores. Cada acción cultural confirma esa jerarquía, la modificia o -en la mayor parte de los casos- hace las dos cosas a la vez. Ésas son las razones por las que una investigación económico-cultural no necesita invocar al mercado como si éste fuera una realidad exterior a la cultura"; Boris Groys, Sobre lo nuevo; Pre-Textos, 2005, p. 33.
ResponderEliminar"La humanidad quiere convertir a los poetas [artistas] en periodistas, agentes de publicidad o sacerdotes, géneros muy distintos y respetables en diversos grados. Pero el poeta [artista]no es nada de ello. Es solo alguien que responde a preguntas formuladas por algo que se asemeja a la nada. Y su voz tiene resonancia que no podría evitar aunque quisiera." Juan Eduardo Cirlot
ResponderEliminar"No es propio de un emperador negar la libertad de palabra"
ResponderEliminarSan Ambrosio
encomiable energía desaprovechada,querido vicente, hace tanto que sabemos que la ingenuidad es ir a una feria a ver gran arte...
ResponderEliminarno hay hit parade de comentaristas?
Tuyo
Baudrillard
Qué bueno verte, Baudrillard. Lamento lo del ranking, si alguna vez tuviera tiempo intentaría sumar los posts de ambos blogs... Pero tú sabes que estás de los primeros en el ranking afectivo. Un abrazo.
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