Cómo vivir. Qué hacer
[Texto leído en Neo3, Barcelona, marzo 2007, mesa redonda sobre censura y autocensura]
Caso 1.
Me llamo Jesús de los Dolores. Tengo 20 años. ¿Qué sería capaz de hacer por publicar? No por escribir, que es lo de menos, sino por publicar. Soy parecido al Max Frisch joven: “Yo escribía para los periódicos, y me sentía orgulloso cuando se imprimían mis cosillas. El afán de hacerme valer, creo yo, fue la primera cosa mía que le decepcionó. Yo necesitaba ganar dinero. Eso, por descontado, él lo entendía, pero lo que yo escribía le resultaba penoso. Me animó a dibujar” (M. Frisch, Montauk; Laetoli, Pamplona, 2006, p. 28). Me gusta el poema de Wallace Stevens: “Cómo vivir. Qué hacer”.
Sé que no puedo ser demasiado original. Los experimentos son incompatibles con los comités de lectura y los jurados de los premios literarios. Tengo mucha literatura dentro, pero la dejaré para después, para dentro de unos años. Ahora lo que tengo que hacer es escribir un pelotazo, algo que me catapulte enseguida a los medios, a la fama y a las grandes editoriales. El riesgo para después, para más tarde. A ver, qué dicen los suplementos: Guerra Civil, memoria histórica. Ah, no, esto es la sección de Nacional. El suplemento literario está aquí. Anda, qué curioso: Guerra Civil, memoria histórica.
Caso 2.
Me llamo Jesús de los Dolores. Tengo 45 años. Gané un premiecillo, salté a la discretísima fama de centro cívico y diarios provinciales. Una vez le di la mano a Juan Cruz en una fiesta, y Herralde se me acercó en un hotel de Barcelona, confundiéndome con Muñoz Molina. Ahora tampoco puedo publicar lo que me gustaría, los editores me obligan a recortar partes de mis novelas porque me dicen, textualmente, que son demasiado literarias. Mi agente me va sugiriendo los temas sobre los que debo escribir, los personajes que debería quitar, el tono de las escenas de sexo. Porque ahora meto un huevo de sexo, vende mucho, lo he visto en las páginas de contacto de los periódicos, las únicas que no pierden nunca espacio, esas páginas llenas de microcuentos y definiciones stendhalianas de un trazo. Cómo vivir, qué hacer, qué escribir. Mi próxima novela va a ser hiperviolenta, por lo visto eso mola mucho a los jóvenes. Y si matas a un cura o a un imán con la suficiente mala leche te aseguras salir en todos los periódicos y en el Estrafalario ése del Rioyo. He encontrado una cita que me ha gustado mucho en un libro que me encontré tirado por la calle, de un tal Félix Duque, con ese nombre cómo va a vender una mierda: “en el nihilismo no pasa nada, ni nada puede inquietar a quien cumple con su ‘deber’ de ‘buen ciudadano’: última añagaza de un Orden en que la idea misma de ‘civilización’ (…) ha dejado ya de tener sentido. El nihilismo no es sino la manifestación última de una metafísica cuyo ideal de redonda y plena autorreferencialidad se plasmaba fenoménicamente en el automovimiento, o sea, en el perpetuum mobile del ourános griego y, modernamente, en la ‘máquina perfecta’” (F. Duque, El cofre de la nada. Deriva del nihilismo en la modernidad; Abada, Madrid, 2006, p. 80).
Eso es lo que funciona, la máquina total, el mercado continuo. Lo he visto en las páginas de economía de los periódicos, esas páginas llenas de cuentos de terror disfrazados de novelas. Pastoriles.
Caso 3.
Me llamo Jesús de los Dolores. Tengo 70 años y una tesis doctoral sobre mi obra. Soy casi como el Frisch adulto: “Me asusto levemente cuando alguien a quien no conozco me habla de repente y se revela como lector. ¿Qué hacer? A menudo valoran lo que hoy día ya no quiero escribir, y entonces me siento como un traidor. Entonces, por lo general, finjo que tengo prisa. También suele ocurrir, claro está, que alguien, un borracho en un bar, me dé la lata, o por lo menos lo intente. Da por supuesto que estoy entusiasmado conmigo mismo. (…) Al hombre le encona en realidad, no mi manera de pensar, sino el éxito” (op. cit., p. 49). Era normal que al fin las cosas funcionaran. 50 años plegándome por completo a las exigencias del mercado, a las advertencias de mis amigos, a las órdenes de mi agente, a las recomendaciones de los editores, tenían que producir un buen resultado, un gran final. Tenía que hacedlo, comprendedme. No podía dejar de salir. No podía rechazar el aparecer, el estar a costa de lo que fuera. Hubo que tocar puertas. Que vender amigos. Que dejar editores tirados. Que hacer llamadas por la noche. Pero era necesario, todo era necesario: la máquina era imprescindible, y no podía pararse. Eso sí. No he podido escribir literatura. No he tenido tiempo. Y ahora que lo tengo, no recuerdo cómo se hace. A los veintipocos lo tenía claro, pero tanto tiempo aparcando las buenas ideas puede hacer que éstas desparezcan. Lo he visto en las necrológicas de los periódicos, esa sección llena de grandes relatos. Qué hacer. Cómo vivir. Qué escribir. Todo eso ya no importa. Tengo un nombre. Pero os lo advierto: antes de disolverme en la nada, después de una vida siguiendo cerrilmente fórmulas de éxito, tópicos manidos y tradiciones anacrónicas, os lo advierto: una vida de éstas, en cualquiera de mis resurrecciones, voy a empezar a escribir literatura, voy a hacer libros de riesgo, y os vais a cagar.
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15 comentarios hasta ahora:
Carlos dijo...
Personalmente, lo que menos verosímil se me hace del texto es el tercer monólogo. No creo que la insatisfacción sea precisamente un rasgo característico del "tipo" que nos presentas.
9:33 PM
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Vicente Luis Mora dijo...
Bueno, yo pensaba, evidementemente, en una insatisfacción puramente literaria. Los abundantes representantes de este especimen están, como dices, bastante satisfechos de sí mismos, pero les entra un extraño nerviosismo cuando ven en otros la literatura que les gustaría haber escrito a ellos. por eso ya no leen nada...
10:48 AM
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Pablo García Casado dijo...
querido vicente: He visto reflejado en tu texto una gran parte de los males de nuestra generaciòn. Creo que nos hemos fascinado con la posibilidad de estar en el mercado, pero para la gran economía somos sólo un pequeño y purulento forúnculo. Le damos tanta importancia al hecho de aparecer que dejamos a un lado lo que verdaderamente nos da satisfacciones: el momento de escribir y el momento en que nos leen. Sé que entre esos dos momentos hay mucha política -entendido en sentido amplio-, pero a veces nos preocupamos demasiado por la temperatura de la piscina cuando lo que deberíamos hacer es nadar.La gran mayoría de los que aparecen en tu blog, como la mayoría de quienes esceriben, son mejores personas que la gente que te puedes encontrar en otros órdenes de la vida.Gente que dedica su tiempo de forma gratuita a dar lo mejor de sí mismos sin esperar, apenas, otro premio que el de satisfacer a un hipotético lector. Sé que en este foro se dirimen cuestiones de mayor calado intelectual que mi comentario. Pero también es de recibo señalar nuestra generosidad como escritores y como críticos a cambio un puñado de arena. suyo siempre, Pablo García Casado
7:59 PM
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Vicente Luis Mora dijo...
Gracias, Pablo. Creo que tienes razón en lo que dices. La poesía en general -y desde luego este blog en particular- se hace por amor al arte. Y al espectador del arte, claro que sí. Por cierto, me atrae esa imagen del forúnculo, no está mal ser un grano en el culo del sistema. Un abrazo.
9:46 PM
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Iban Zaldua dijo...
Excelente aproximación, Vicente Luis. Pero la pregunta es: ¿se puede escapar realmente de todo eso? Yo, sinceramente, soy pesimista al respecto.Copio un fragmento de la introducción del libro de Dubravka Ugresic "Gracias por no leer" (aunque igual no haría falta, porque seguro que lo conocéis):"¿Qué le queda, pues, al escrito? ¿Fingir que no se entera y aceptar la eternidad en términos fatalistas como medida de valor? ¡La eternidad, sí, sí! Y eso que la esperanza media de vida de un libro es de unos treinta años en tiempos de paz (menos en guerra), antes de que las bacterias del papel lo hagan papilla. ¿Fijar su rumbo a partir de una justicia literaria superior? ¡La justicia, sí, sí! Cuando al lector se le engatusa con todo lo que se le pone delante de las narices: poderosas cadenas de librerías, tiendas de aeropuertos y amazon.com.El escritor que no acepta las reglas del mercado muere, así de sencillo. El lector que no acepta lo que el mercado le ofrece está condenado al ayuno literario o a la relectura. El escritor y su lector (los dos personajes por y para quienes existe la literatura) viven hoy una existencia semiclandestina. El mercado literario está regido por los productores de libros, pero producir libros no significa exactamente producir literatura".Hasta aquí la cita de Ugresic. En cuanto a la intervención de Pablo García Casado, estoy de acuerdo en general, con algún pero a lo de que "la mayoría de quienes escriben, son mejores personas que la gente que te puedes encontrar en otros órdenes de la vida": lo dudo mucho. Y además, no me importa demasiado si son mejores o peores (siempre que no me toquen de vecinos en la escalera): como lector, lo que quisiera que hicieran es un buen libro. De hecho, casi me atrevería a invertir la afirmación y decir que entre los escritores anda(mos) lo peorico del género humano, pero seguramente me estaría pasando y, además, me llevaría demasiado espacio argumentarlo.Un saludoIban Zaldua.
11:43 AM
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Anónimo dijo...
¿Dónde el caso de la gente -digámoslo así- más honesta? Hay quienes escribimos y publicamos sin perder el culo por el mercado. Más aún, sin saber si se es leído, siquiera, por alguien.Y la curiosidad: ¿por qué no interesamos a quienes critican el mercadeo antiliterario?Toto
2:31 PM
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enlejaniadesoles dijo...
Yo como no tengo publicación alguna me lo puedo tomar de forma menos dramática. Pero digame señor Vicente el pelotazo de su amigo en qué consiste, que también uno tiene ansia de fama. Y mejor, no me digas como hacía M. Frisch para ganar el dinero que necesitaba. Un abrazo, en tono jocoso.
3:09 PM
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Anónimo dijo...
Lo veo complicado.Veo complicado que alguien que es capaz de firmar un bodrio, con la única intención de poder ir a las ferias y salir en Qué leer, esté realmente capacitado para hacer literatura de verdad.Me parece muy complicado que alguien que consigue renunciar a sus verdaderos impulsos y necesidades artísticas para sucumbir ante el mercado, tenga verdaderos impulsos y necesidades artísticas.A fin de cuentas, el arte es un acto de fe, y es irrenunciable.
4:54 PM
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Vicente Luis Mora dijo...
Querido y anónimo amigo, tienes razón en parte: sí, es verdad que alguien con talento difícilmente renunciará a escribir bien. Pero en el sistema actual de publicación de narrativa, no es nada difícil que alguien se pase cerca de 10 ó 15 años con una maestra en el cajón, por ser demasiado literaria, demasiado larga o demasiado difícil para las editoriales de prosa. Y ese autor puede decir: bueno, pues escribo algo más ligero, me sitúo, y después la publico. Y ocurrir que, efectivamente, escriba una ligereza, la publique, y siga sin encontrar jamás editor para su novelón maestro, por seguir siendo difícil o hiperliterario. Y tirarse la vida así, publicando in/dignidades. El caso más frecuente es el del novelista que empieza bien, con un par de buenas novelas, para dar de pronto con un "tono" o un "tema" que resultan exitosos; entonces no suele importante, para mantener ese éxito, rebajar sus pretensiones artísticas. Eso está a la orden del día. Luego hay un tercer grupo, el de autores que nunca han escrito nada bueno y que nunca lo harán, y que sin embargo escalan rápidamente hasta los puestos más altos de las listas de ventas. Ellos son hoy la literatura, no los otros, para los medios de comunicación -y algunos editores descerebrados, o sólo preocupados por el negocio-. Así nos va, y así está el panorama. Saludos.
6:23 PM
rafayiyo dijo...
¿Por qué no hablamos de los buenos libros y nos olvidamos de lo demás? No merece la pena tanta lamentación y tanta ansiedad (que no la coja un psicoanalista, que le parecerá envidia sublimada o algo así...) Yo lo tengo muy claro: cada uno que escriba como pueda o quiera, que como lector ya separaré el grano de la paja... Siempre ha sido más o menos así: ¿alguien se sorprende todavía? Pese a todo, no me digáis que el que se empeña no logra publicar, tanto si lo suyo es buenísimo (raro, pero hay) como malísimo (a miles). ¡Si hoy publica todo el mundo! ¡Basta de quejas apocalípticas y a escribir y/o a leer! Y otra cosa: ojo con huir del mercado y caer en el solipsismo del purismo adolescente, que tan malo es uno como otro...
11:09 PM
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Vicente Luis Mora dijo...
Sabía yo que este tema levanta ampollas. Por cierto, Iban. Ya sé que andas ocupado, pero ¿por qué no expones, siquiera sintéticamente, los motivos por los que crees que los escritores somos seres especialmente execrables? Si tú das tu opinión, yo doy la mía -que hasta ahora no he dado...-.Un abrazo,Vicente
9:10 AM
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genaro dijo...
Predata: Me olvidé de firmar un comentario anterior, lo hago ahora, aunque no creo que importe demasiado.A Rafayiyo. Tienes mucha razón, la cosa es bastante simple. Ahora: “solipsismo del purismo adolescente”.No hay tampoco que confundir las cosas. El proceso artístico es anterior al mercado, y ahí debe permanecer. Lo dijo Gamoneda ya antes: “La experiencia de la emisión -o la recepción- de la poesía, intensifica mi vida y yo vivo esta intensificación como una forma de placer”.El mercado es posterior, insisto.Cuando Gimferrer, embajador de sí mismo, escribió algunas de sus joyas como L’espai desert, no creo que estuviese pensando en las ventas; eso no quita que una vez terminadas las obras, se tuviese que negar a la promoción y difusión de las mismas. Pero eso, viene después.Por machacar un poco en lo ya dicho, no entiendo demasiado como alguien con verdadera “pasión” por la literatura es capaz de escribir algo que no le gustaría leer, pudiendo hacerlo mejor; aunque sí entienda que hay que comer, y que el ego a veces juega muy malas pasadas.
10:23 AM
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Litvan dijo...
Supongo que hay de todo, Vicente. Gente que publica sin problemas, en editoriales potentes, y que es buena. Gente que publica en esas mismas editoriales, pero sin ninguna calidad. Gente buena con sus textos en el cajón (o en el ordenador). Gente que se cree buena simplemente porque tiene sus textos en el cajón (o en el ordenador). Gente que elabora currículos literarios como el que acumula méritos para un puesto en la administración. Gente que es consciente de que rebaja su calidad sólo por publicar. Gente que NO es consciente de que ha rebajado su calidad (o que simplemente NO tiene más calidad que ofrecer). Gente muy joven que cree que abre caminos nunca abiertos y que desdeña a los de 30 años que aún no han publicado. Gente muy joven y muy interesante. Gente muy trillada y muy metida en las instituciones y muy bien colocados. Gente muy trillada, pero también a veces muy interesante. Premios amañados y premios justos. Resentidos y generosos. Frustrados y geniales. Orgullosos e inseguros. En fin, toda una fauna ésta de la literatura, no mejor ni peor que el resto de las faunas humanas... Conclusión: leamos y escribamos... lo demás es, en gran parte, azar.Saludos.
11:24 AM
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Sergi Bellver dijo...
Para demostrar mi voto de brevedad (una epifanía reciente) voy a obviar todo lo que iba a decir con mi habitual abuso de la metáfora y suscribiré al 99% lo que han dicho rafayiyo y litvan.pd: has (hemos) salido ganando con la versión en blogspot, Vicente.Dale recuerdos a Eduardo García y a su maleta parabólica, de mi parte.
3:42 PM
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Anónimo dijo...
¿i donde se situa el autor del blog en esos retratos sucesivos? ¿o no se siente reflejado i definido en ninguino?
i-masclet
4:08 PM
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Iban Zaldua dijo...
Bien. Una de las razones por las que se me ocurre que los escritores no solemos ser buenas personas es por el síndrome de "mataría a mi madre por hacer un buen chiste", es decir, la tendencia a recurrir a la realidad que nos circunda (familiar, amistades, conocidos... empezando por nosotros mismos, claro está) para fundar o alimentar nuestras ficciones; creo que de esto pecan los cultivadores de casi todos los géneros (poesía, novela, relato etc.), con la posible excepción del ensayo (pero ni de eso estoy seguro). Pienso que es inevitable (escribimos desde lo que vivimos, por una parte, y desde lo que leemos, por otra; perdonad el topicazo), pero no deja de ser peligroso y, en demasiadas ocasiones, doloroso para quienes rodean al escritor: a veces no nos paramos a considerar las consecuencias. O nos paramos, durante un instante, pero continuamos, porque mataríamos a nuestra madre por un buen chiste. Ya habrá tiempo de arrepentirse más adelante.
Relacionado con esto: el egoísmo, la dedicación suprema a la propia obra. No hay más que recordar cómo trataron, yo qué sé, Juan Ramón Jiménez o Bertolt Brecht a sus mujeres. Etc. Aunque en esto no haya quizá diferencias con las demás artes, para qué nos vamos a engañar. Por otra parte la envidia, sobre todo la insana, y el rencor son sentimientos muy comunes entre los escritores, grandes, medianos y pequeños: es un mundo muy competitivo, desde hace mucho además, desde antes que se inventara el mercado tal y como lo conocemos hoy; no hay más que leer a Marcial para darse cuenta de lo que digo. Hasta un apóstol del desvanecimiento literario y de la humildad como Robert Walser tenía sus momentos de debilidad en ese sentido, como lo demuestran algunos de los comentarios que le hacía a Carl Seelig en sus paseos (cfr. Paseos con Robert Walser, editorial Siruela).
De acuerdo, es posible, como han comentado más arriba, que la fauna literaria no sea ni “mejor ni peor que el resto de las faunas humanas”, pero en todo caso los que practican la literatura serían peores gentes por contraste, es decir, por contraste con una actividad que se tiene por sublime y generosa (“el arte es un acto de fe, y es irrenunciable”, decían más arriba; en fin, yo también tengo mis dudas sobre el carácter sagrado de la literatura -y del arte en general-, pero, bueno, por hoy las voy a dejar apartadas). Sin embargo, asumiendo que es así, que la Literatura (con mayúsculas) es una actividad tan noble y sobrehumana, la práctica social de los que la hacemos posible es tan burdamente humana, que no podemos parecer sino peores de lo que realmente somos. O quizá lo seamos, a fin de cuentas.
9:57 AM
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vicente luis mora dijo...
1) Para i-masclet: nunca me encontré en el primer retrato; no estoy, evidentemente, en el segundo, y espero no identificarme jamás con el tercero. Si ocurre o crees que ocurre, avísame. Saludos
2)Para Iban: gracias por tu estupendo post. Mi opinión no difiere mucho de la tuya en cuanto a la descripción del estereotipo de escritor torturador (Montauk, el libro que cito de Frisch, es especialmente significativo a ese respecto), pero creo que el hecho de que seamos conscientes de ese peligro hace que, en ocasiones -espero que muchas-, la tentación de hacer daño a los próximos y prójimos desaparezca. Lo de la competitividad es cierto, Iban, pero: ¿en qué profesiones no la hay? ¿Acaso no hablan mal unos cerrajeros de otros, unos abogados de otros; acaso no habla de chanchullo el médico que ha perdido la plaza fija frente a otro? No podemos caer en el ingenuismo. Observa cómo se tratan diariamente entre sí políticos y periodistas de distintos partidos o grupos mediáticos: comparadas con ésas, nuestras trifulcas son juegos de niños. Mirando hacia atrás, veo que entre los escritores he encontrado algunas (bueno, bastantes) malas personas, pero también he encontrado personas excelentes y casi modélicas, sobre todo entre escritores hispanoamericanos, bastante más humildes que los patrios. En la nuestra hay de todo, como en todas profesiones. Pero el perfil medio de mis mejores amigos responde a estos caracteres:
a) Buen o excelente escritor.
b) Autocrítico o muy autocrítico.
c) Sin agente literario, sin aspiraciones de gran público y sin ínfulas.
d) Considera el resto de cosas de la vida más importantes que la escritura.
e) Serían incapaces de jugármela o jugársela a alguien a quien aprecian por conseguir algo en el mundo literario.
Espero que ellos me consideren a mí dentro de un grupo de parecidas características.
Un abrazo, Iban.
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[Texto leído en Neo3, Barcelona, marzo 2007, mesa redonda sobre censura y autocensura]
Caso 1.
Me llamo Jesús de los Dolores. Tengo 20 años. ¿Qué sería capaz de hacer por publicar? No por escribir, que es lo de menos, sino por publicar. Soy parecido al Max Frisch joven: “Yo escribía para los periódicos, y me sentía orgulloso cuando se imprimían mis cosillas. El afán de hacerme valer, creo yo, fue la primera cosa mía que le decepcionó. Yo necesitaba ganar dinero. Eso, por descontado, él lo entendía, pero lo que yo escribía le resultaba penoso. Me animó a dibujar” (M. Frisch, Montauk; Laetoli, Pamplona, 2006, p. 28). Me gusta el poema de Wallace Stevens: “Cómo vivir. Qué hacer”.
Sé que no puedo ser demasiado original. Los experimentos son incompatibles con los comités de lectura y los jurados de los premios literarios. Tengo mucha literatura dentro, pero la dejaré para después, para dentro de unos años. Ahora lo que tengo que hacer es escribir un pelotazo, algo que me catapulte enseguida a los medios, a la fama y a las grandes editoriales. El riesgo para después, para más tarde. A ver, qué dicen los suplementos: Guerra Civil, memoria histórica. Ah, no, esto es la sección de Nacional. El suplemento literario está aquí. Anda, qué curioso: Guerra Civil, memoria histórica.
Caso 2.
Me llamo Jesús de los Dolores. Tengo 45 años. Gané un premiecillo, salté a la discretísima fama de centro cívico y diarios provinciales. Una vez le di la mano a Juan Cruz en una fiesta, y Herralde se me acercó en un hotel de Barcelona, confundiéndome con Muñoz Molina. Ahora tampoco puedo publicar lo que me gustaría, los editores me obligan a recortar partes de mis novelas porque me dicen, textualmente, que son demasiado literarias. Mi agente me va sugiriendo los temas sobre los que debo escribir, los personajes que debería quitar, el tono de las escenas de sexo. Porque ahora meto un huevo de sexo, vende mucho, lo he visto en las páginas de contacto de los periódicos, las únicas que no pierden nunca espacio, esas páginas llenas de microcuentos y definiciones stendhalianas de un trazo. Cómo vivir, qué hacer, qué escribir. Mi próxima novela va a ser hiperviolenta, por lo visto eso mola mucho a los jóvenes. Y si matas a un cura o a un imán con la suficiente mala leche te aseguras salir en todos los periódicos y en el Estrafalario ése del Rioyo. He encontrado una cita que me ha gustado mucho en un libro que me encontré tirado por la calle, de un tal Félix Duque, con ese nombre cómo va a vender una mierda: “en el nihilismo no pasa nada, ni nada puede inquietar a quien cumple con su ‘deber’ de ‘buen ciudadano’: última añagaza de un Orden en que la idea misma de ‘civilización’ (…) ha dejado ya de tener sentido. El nihilismo no es sino la manifestación última de una metafísica cuyo ideal de redonda y plena autorreferencialidad se plasmaba fenoménicamente en el automovimiento, o sea, en el perpetuum mobile del ourános griego y, modernamente, en la ‘máquina perfecta’” (F. Duque, El cofre de la nada. Deriva del nihilismo en la modernidad; Abada, Madrid, 2006, p. 80).
Eso es lo que funciona, la máquina total, el mercado continuo. Lo he visto en las páginas de economía de los periódicos, esas páginas llenas de cuentos de terror disfrazados de novelas. Pastoriles.
Caso 3.
Me llamo Jesús de los Dolores. Tengo 70 años y una tesis doctoral sobre mi obra. Soy casi como el Frisch adulto: “Me asusto levemente cuando alguien a quien no conozco me habla de repente y se revela como lector. ¿Qué hacer? A menudo valoran lo que hoy día ya no quiero escribir, y entonces me siento como un traidor. Entonces, por lo general, finjo que tengo prisa. También suele ocurrir, claro está, que alguien, un borracho en un bar, me dé la lata, o por lo menos lo intente. Da por supuesto que estoy entusiasmado conmigo mismo. (…) Al hombre le encona en realidad, no mi manera de pensar, sino el éxito” (op. cit., p. 49). Era normal que al fin las cosas funcionaran. 50 años plegándome por completo a las exigencias del mercado, a las advertencias de mis amigos, a las órdenes de mi agente, a las recomendaciones de los editores, tenían que producir un buen resultado, un gran final. Tenía que hacedlo, comprendedme. No podía dejar de salir. No podía rechazar el aparecer, el estar a costa de lo que fuera. Hubo que tocar puertas. Que vender amigos. Que dejar editores tirados. Que hacer llamadas por la noche. Pero era necesario, todo era necesario: la máquina era imprescindible, y no podía pararse. Eso sí. No he podido escribir literatura. No he tenido tiempo. Y ahora que lo tengo, no recuerdo cómo se hace. A los veintipocos lo tenía claro, pero tanto tiempo aparcando las buenas ideas puede hacer que éstas desparezcan. Lo he visto en las necrológicas de los periódicos, esa sección llena de grandes relatos. Qué hacer. Cómo vivir. Qué escribir. Todo eso ya no importa. Tengo un nombre. Pero os lo advierto: antes de disolverme en la nada, después de una vida siguiendo cerrilmente fórmulas de éxito, tópicos manidos y tradiciones anacrónicas, os lo advierto: una vida de éstas, en cualquiera de mis resurrecciones, voy a empezar a escribir literatura, voy a hacer libros de riesgo, y os vais a cagar.
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15 comentarios hasta ahora:
Carlos dijo...
Personalmente, lo que menos verosímil se me hace del texto es el tercer monólogo. No creo que la insatisfacción sea precisamente un rasgo característico del "tipo" que nos presentas.
9:33 PM
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Vicente Luis Mora dijo...
Bueno, yo pensaba, evidementemente, en una insatisfacción puramente literaria. Los abundantes representantes de este especimen están, como dices, bastante satisfechos de sí mismos, pero les entra un extraño nerviosismo cuando ven en otros la literatura que les gustaría haber escrito a ellos. por eso ya no leen nada...
10:48 AM
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Pablo García Casado dijo...
querido vicente: He visto reflejado en tu texto una gran parte de los males de nuestra generaciòn. Creo que nos hemos fascinado con la posibilidad de estar en el mercado, pero para la gran economía somos sólo un pequeño y purulento forúnculo. Le damos tanta importancia al hecho de aparecer que dejamos a un lado lo que verdaderamente nos da satisfacciones: el momento de escribir y el momento en que nos leen. Sé que entre esos dos momentos hay mucha política -entendido en sentido amplio-, pero a veces nos preocupamos demasiado por la temperatura de la piscina cuando lo que deberíamos hacer es nadar.La gran mayoría de los que aparecen en tu blog, como la mayoría de quienes esceriben, son mejores personas que la gente que te puedes encontrar en otros órdenes de la vida.Gente que dedica su tiempo de forma gratuita a dar lo mejor de sí mismos sin esperar, apenas, otro premio que el de satisfacer a un hipotético lector. Sé que en este foro se dirimen cuestiones de mayor calado intelectual que mi comentario. Pero también es de recibo señalar nuestra generosidad como escritores y como críticos a cambio un puñado de arena. suyo siempre, Pablo García Casado
7:59 PM
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Vicente Luis Mora dijo...
Gracias, Pablo. Creo que tienes razón en lo que dices. La poesía en general -y desde luego este blog en particular- se hace por amor al arte. Y al espectador del arte, claro que sí. Por cierto, me atrae esa imagen del forúnculo, no está mal ser un grano en el culo del sistema. Un abrazo.
9:46 PM
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Iban Zaldua dijo...
Excelente aproximación, Vicente Luis. Pero la pregunta es: ¿se puede escapar realmente de todo eso? Yo, sinceramente, soy pesimista al respecto.Copio un fragmento de la introducción del libro de Dubravka Ugresic "Gracias por no leer" (aunque igual no haría falta, porque seguro que lo conocéis):"¿Qué le queda, pues, al escrito? ¿Fingir que no se entera y aceptar la eternidad en términos fatalistas como medida de valor? ¡La eternidad, sí, sí! Y eso que la esperanza media de vida de un libro es de unos treinta años en tiempos de paz (menos en guerra), antes de que las bacterias del papel lo hagan papilla. ¿Fijar su rumbo a partir de una justicia literaria superior? ¡La justicia, sí, sí! Cuando al lector se le engatusa con todo lo que se le pone delante de las narices: poderosas cadenas de librerías, tiendas de aeropuertos y amazon.com.El escritor que no acepta las reglas del mercado muere, así de sencillo. El lector que no acepta lo que el mercado le ofrece está condenado al ayuno literario o a la relectura. El escritor y su lector (los dos personajes por y para quienes existe la literatura) viven hoy una existencia semiclandestina. El mercado literario está regido por los productores de libros, pero producir libros no significa exactamente producir literatura".Hasta aquí la cita de Ugresic. En cuanto a la intervención de Pablo García Casado, estoy de acuerdo en general, con algún pero a lo de que "la mayoría de quienes escriben, son mejores personas que la gente que te puedes encontrar en otros órdenes de la vida": lo dudo mucho. Y además, no me importa demasiado si son mejores o peores (siempre que no me toquen de vecinos en la escalera): como lector, lo que quisiera que hicieran es un buen libro. De hecho, casi me atrevería a invertir la afirmación y decir que entre los escritores anda(mos) lo peorico del género humano, pero seguramente me estaría pasando y, además, me llevaría demasiado espacio argumentarlo.Un saludoIban Zaldua.
11:43 AM
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Anónimo dijo...
¿Dónde el caso de la gente -digámoslo así- más honesta? Hay quienes escribimos y publicamos sin perder el culo por el mercado. Más aún, sin saber si se es leído, siquiera, por alguien.Y la curiosidad: ¿por qué no interesamos a quienes critican el mercadeo antiliterario?Toto
2:31 PM
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enlejaniadesoles dijo...
Yo como no tengo publicación alguna me lo puedo tomar de forma menos dramática. Pero digame señor Vicente el pelotazo de su amigo en qué consiste, que también uno tiene ansia de fama. Y mejor, no me digas como hacía M. Frisch para ganar el dinero que necesitaba. Un abrazo, en tono jocoso.
3:09 PM
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Anónimo dijo...
Lo veo complicado.Veo complicado que alguien que es capaz de firmar un bodrio, con la única intención de poder ir a las ferias y salir en Qué leer, esté realmente capacitado para hacer literatura de verdad.Me parece muy complicado que alguien que consigue renunciar a sus verdaderos impulsos y necesidades artísticas para sucumbir ante el mercado, tenga verdaderos impulsos y necesidades artísticas.A fin de cuentas, el arte es un acto de fe, y es irrenunciable.
4:54 PM
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Vicente Luis Mora dijo...
Querido y anónimo amigo, tienes razón en parte: sí, es verdad que alguien con talento difícilmente renunciará a escribir bien. Pero en el sistema actual de publicación de narrativa, no es nada difícil que alguien se pase cerca de 10 ó 15 años con una maestra en el cajón, por ser demasiado literaria, demasiado larga o demasiado difícil para las editoriales de prosa. Y ese autor puede decir: bueno, pues escribo algo más ligero, me sitúo, y después la publico. Y ocurrir que, efectivamente, escriba una ligereza, la publique, y siga sin encontrar jamás editor para su novelón maestro, por seguir siendo difícil o hiperliterario. Y tirarse la vida así, publicando in/dignidades. El caso más frecuente es el del novelista que empieza bien, con un par de buenas novelas, para dar de pronto con un "tono" o un "tema" que resultan exitosos; entonces no suele importante, para mantener ese éxito, rebajar sus pretensiones artísticas. Eso está a la orden del día. Luego hay un tercer grupo, el de autores que nunca han escrito nada bueno y que nunca lo harán, y que sin embargo escalan rápidamente hasta los puestos más altos de las listas de ventas. Ellos son hoy la literatura, no los otros, para los medios de comunicación -y algunos editores descerebrados, o sólo preocupados por el negocio-. Así nos va, y así está el panorama. Saludos.
6:23 PM
rafayiyo dijo...
¿Por qué no hablamos de los buenos libros y nos olvidamos de lo demás? No merece la pena tanta lamentación y tanta ansiedad (que no la coja un psicoanalista, que le parecerá envidia sublimada o algo así...) Yo lo tengo muy claro: cada uno que escriba como pueda o quiera, que como lector ya separaré el grano de la paja... Siempre ha sido más o menos así: ¿alguien se sorprende todavía? Pese a todo, no me digáis que el que se empeña no logra publicar, tanto si lo suyo es buenísimo (raro, pero hay) como malísimo (a miles). ¡Si hoy publica todo el mundo! ¡Basta de quejas apocalípticas y a escribir y/o a leer! Y otra cosa: ojo con huir del mercado y caer en el solipsismo del purismo adolescente, que tan malo es uno como otro...
11:09 PM
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Vicente Luis Mora dijo...
Sabía yo que este tema levanta ampollas. Por cierto, Iban. Ya sé que andas ocupado, pero ¿por qué no expones, siquiera sintéticamente, los motivos por los que crees que los escritores somos seres especialmente execrables? Si tú das tu opinión, yo doy la mía -que hasta ahora no he dado...-.Un abrazo,Vicente
9:10 AM
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genaro dijo...
Predata: Me olvidé de firmar un comentario anterior, lo hago ahora, aunque no creo que importe demasiado.A Rafayiyo. Tienes mucha razón, la cosa es bastante simple. Ahora: “solipsismo del purismo adolescente”.No hay tampoco que confundir las cosas. El proceso artístico es anterior al mercado, y ahí debe permanecer. Lo dijo Gamoneda ya antes: “La experiencia de la emisión -o la recepción- de la poesía, intensifica mi vida y yo vivo esta intensificación como una forma de placer”.El mercado es posterior, insisto.Cuando Gimferrer, embajador de sí mismo, escribió algunas de sus joyas como L’espai desert, no creo que estuviese pensando en las ventas; eso no quita que una vez terminadas las obras, se tuviese que negar a la promoción y difusión de las mismas. Pero eso, viene después.Por machacar un poco en lo ya dicho, no entiendo demasiado como alguien con verdadera “pasión” por la literatura es capaz de escribir algo que no le gustaría leer, pudiendo hacerlo mejor; aunque sí entienda que hay que comer, y que el ego a veces juega muy malas pasadas.
10:23 AM
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Litvan dijo...
Supongo que hay de todo, Vicente. Gente que publica sin problemas, en editoriales potentes, y que es buena. Gente que publica en esas mismas editoriales, pero sin ninguna calidad. Gente buena con sus textos en el cajón (o en el ordenador). Gente que se cree buena simplemente porque tiene sus textos en el cajón (o en el ordenador). Gente que elabora currículos literarios como el que acumula méritos para un puesto en la administración. Gente que es consciente de que rebaja su calidad sólo por publicar. Gente que NO es consciente de que ha rebajado su calidad (o que simplemente NO tiene más calidad que ofrecer). Gente muy joven que cree que abre caminos nunca abiertos y que desdeña a los de 30 años que aún no han publicado. Gente muy joven y muy interesante. Gente muy trillada y muy metida en las instituciones y muy bien colocados. Gente muy trillada, pero también a veces muy interesante. Premios amañados y premios justos. Resentidos y generosos. Frustrados y geniales. Orgullosos e inseguros. En fin, toda una fauna ésta de la literatura, no mejor ni peor que el resto de las faunas humanas... Conclusión: leamos y escribamos... lo demás es, en gran parte, azar.Saludos.
11:24 AM
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Sergi Bellver dijo...
Para demostrar mi voto de brevedad (una epifanía reciente) voy a obviar todo lo que iba a decir con mi habitual abuso de la metáfora y suscribiré al 99% lo que han dicho rafayiyo y litvan.pd: has (hemos) salido ganando con la versión en blogspot, Vicente.Dale recuerdos a Eduardo García y a su maleta parabólica, de mi parte.
3:42 PM
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Anónimo dijo...
¿i donde se situa el autor del blog en esos retratos sucesivos? ¿o no se siente reflejado i definido en ninguino?
i-masclet
4:08 PM
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Iban Zaldua dijo...
Bien. Una de las razones por las que se me ocurre que los escritores no solemos ser buenas personas es por el síndrome de "mataría a mi madre por hacer un buen chiste", es decir, la tendencia a recurrir a la realidad que nos circunda (familiar, amistades, conocidos... empezando por nosotros mismos, claro está) para fundar o alimentar nuestras ficciones; creo que de esto pecan los cultivadores de casi todos los géneros (poesía, novela, relato etc.), con la posible excepción del ensayo (pero ni de eso estoy seguro). Pienso que es inevitable (escribimos desde lo que vivimos, por una parte, y desde lo que leemos, por otra; perdonad el topicazo), pero no deja de ser peligroso y, en demasiadas ocasiones, doloroso para quienes rodean al escritor: a veces no nos paramos a considerar las consecuencias. O nos paramos, durante un instante, pero continuamos, porque mataríamos a nuestra madre por un buen chiste. Ya habrá tiempo de arrepentirse más adelante.
Relacionado con esto: el egoísmo, la dedicación suprema a la propia obra. No hay más que recordar cómo trataron, yo qué sé, Juan Ramón Jiménez o Bertolt Brecht a sus mujeres. Etc. Aunque en esto no haya quizá diferencias con las demás artes, para qué nos vamos a engañar. Por otra parte la envidia, sobre todo la insana, y el rencor son sentimientos muy comunes entre los escritores, grandes, medianos y pequeños: es un mundo muy competitivo, desde hace mucho además, desde antes que se inventara el mercado tal y como lo conocemos hoy; no hay más que leer a Marcial para darse cuenta de lo que digo. Hasta un apóstol del desvanecimiento literario y de la humildad como Robert Walser tenía sus momentos de debilidad en ese sentido, como lo demuestran algunos de los comentarios que le hacía a Carl Seelig en sus paseos (cfr. Paseos con Robert Walser, editorial Siruela).
De acuerdo, es posible, como han comentado más arriba, que la fauna literaria no sea ni “mejor ni peor que el resto de las faunas humanas”, pero en todo caso los que practican la literatura serían peores gentes por contraste, es decir, por contraste con una actividad que se tiene por sublime y generosa (“el arte es un acto de fe, y es irrenunciable”, decían más arriba; en fin, yo también tengo mis dudas sobre el carácter sagrado de la literatura -y del arte en general-, pero, bueno, por hoy las voy a dejar apartadas). Sin embargo, asumiendo que es así, que la Literatura (con mayúsculas) es una actividad tan noble y sobrehumana, la práctica social de los que la hacemos posible es tan burdamente humana, que no podemos parecer sino peores de lo que realmente somos. O quizá lo seamos, a fin de cuentas.
9:57 AM
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vicente luis mora dijo...
1) Para i-masclet: nunca me encontré en el primer retrato; no estoy, evidentemente, en el segundo, y espero no identificarme jamás con el tercero. Si ocurre o crees que ocurre, avísame. Saludos
2)Para Iban: gracias por tu estupendo post. Mi opinión no difiere mucho de la tuya en cuanto a la descripción del estereotipo de escritor torturador (Montauk, el libro que cito de Frisch, es especialmente significativo a ese respecto), pero creo que el hecho de que seamos conscientes de ese peligro hace que, en ocasiones -espero que muchas-, la tentación de hacer daño a los próximos y prójimos desaparezca. Lo de la competitividad es cierto, Iban, pero: ¿en qué profesiones no la hay? ¿Acaso no hablan mal unos cerrajeros de otros, unos abogados de otros; acaso no habla de chanchullo el médico que ha perdido la plaza fija frente a otro? No podemos caer en el ingenuismo. Observa cómo se tratan diariamente entre sí políticos y periodistas de distintos partidos o grupos mediáticos: comparadas con ésas, nuestras trifulcas son juegos de niños. Mirando hacia atrás, veo que entre los escritores he encontrado algunas (bueno, bastantes) malas personas, pero también he encontrado personas excelentes y casi modélicas, sobre todo entre escritores hispanoamericanos, bastante más humildes que los patrios. En la nuestra hay de todo, como en todas profesiones. Pero el perfil medio de mis mejores amigos responde a estos caracteres:
a) Buen o excelente escritor.
b) Autocrítico o muy autocrítico.
c) Sin agente literario, sin aspiraciones de gran público y sin ínfulas.
d) Considera el resto de cosas de la vida más importantes que la escritura.
e) Serían incapaces de jugármela o jugársela a alguien a quien aprecian por conseguir algo en el mundo literario.
Espero que ellos me consideren a mí dentro de un grupo de parecidas características.
Un abrazo, Iban.
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Personalmente, lo que menos verosímil se me hace del texto es el tercer monólogo. No creo que la insatisfacción sea precisamente un rasgo característico del "tipo" que nos presentas.
ResponderEliminarBueno, yo pensaba, evidementemente, en una insatisfacción puramente literaria. Los abundantes representantes de este especimen están, como dices, bastante satisfechos de sí mismos, pero les entra un extraño nerviosismo cuando ven en otros la literatura que les gustaría haber escrito a ellos. por eso ya no leen nada...
ResponderEliminarquerido vicente:
ResponderEliminarHe visto reflejado en tu texto una gran parte de los males de nuestra generaciòn. Creo que nos hemos fascinado con la posibilidad de estar en el mercado, pero para la gran economía somos sólo un pequeño y purulento forúnculo.
Le damos tanta importancia al hecho de aparecer que dejamos a un lado lo que verdaderamente nos da satisfacciones: el momento de escribir y el momento en que nos leen.
Sé que entre esos dos momentos hay mucha política -entendido en sentido amplio-, pero a veces nos preocupamos demasiado por la temperatura de la piscina cuando lo que deberíamos hacer es nadar.
La gran mayoría de los que aparecen en tu blog, como la mayoría de quienes esceriben, son mejores personas que la gente que te puedes encontrar en otros órdenes de la vida.Gente que dedica su tiempo de forma gratuita a dar lo mejor de sí mismos sin esperar, apenas, otro premio que el de satisfacer a un hipotético lector. Sé que en este foro se dirimen cuestiones de mayor calado intelectual que mi comentario. Pero también es de recibo señalar nuestra generosidad como escritores y como críticos a cambio un puñado de arena.
suyo siempre, Pablo García Casado
Gracias, Pablo. Creo que tienes razón en lo que dices. La poesía en general -y desde luego este blog en particular- se hace por amor al arte. Y al espectador del arte, claro que sí.
ResponderEliminarPor cierto, me atrae esa imagen del forúnculo, no está mal ser un grano en el culo del sistema. Un abrazo.
Excelente aproximación, Vicente Luis. Pero la pregunta es: ¿se puede escapar realmente de todo eso? Yo, sinceramente, soy pesimista al respecto.
ResponderEliminarCopio un fragmento de la introducción del libro de Dubravka Ugresic "Gracias por no leer" (aunque igual no haría falta, porque seguro que lo conocéis):
"¿Qué le queda, pues, al escrito? ¿Fingir que no se entera y aceptar la eternidad en términos fatalistas como medida de valor? ¡La eternidad, sí, sí! Y eso que la esperanza media de vida de un libro es de unos treinta años en tiempos de paz (menos en guerra), antes de que las bacterias del papel lo hagan papilla. ¿Fijar su rumbo a partir de una justicia literaria superior? ¡La justicia, sí, sí! Cuando al lector se le engatusa con todo lo que se le pone delante de las narices: poderosas cadenas de librerías, tiendas de aeropuertos y amazon.com.
El escritor que no acepta las reglas del mercado muere, así de sencillo. El lector que no acepta lo que el mercado le ofrece está condenado al ayuno literario o a la relectura. El escritor y su lector (los dos personajes por y para quienes existe la literatura) viven hoy una existencia semiclandestina. El mercado literario está regido por los productores de libros, pero producir libros no significa exactamente producir literatura".
Hasta aquí la cita de Ugresic. En cuanto a la intervención de Pablo García Casado, estoy de acuerdo en general, con algún pero a lo de que "la mayoría de quienes escriben, son mejores personas que la gente que te puedes encontrar en otros órdenes de la vida": lo dudo mucho. Y además, no me importa demasiado si son mejores o peores (siempre que no me toquen de vecinos en la escalera): como lector, lo que quisiera que hicieran es un buen libro. De hecho, casi me atrevería a invertir la afirmación y decir que entre los escritores anda(mos) lo peorico del género humano, pero seguramente me estaría pasando y, además, me llevaría demasiado espacio argumentarlo.
Un saludo
Iban Zaldua.
¿Dónde el caso de la gente -digámoslo así- más honesta? Hay quienes escribimos y publicamos sin perder el culo por el mercado. Más aún, sin saber si se es leído, siquiera, por alguien.
ResponderEliminarY la curiosidad: ¿por qué no interesamos a quienes critican el mercadeo antiliterario?
Toto
Yo como no tengo publicación alguna me lo puedo tomar de forma menos dramática.
ResponderEliminarPero digame señor Vicente el pelotazo de su amigo en qué consiste, que también uno tiene ansia de fama. Y mejor, no me digas como hacía M. Frisch para ganar el dinero que necesitaba.
Un abrazo, en tono jocoso.
Lo veo complicado.
ResponderEliminarVeo complicado que alguien que es capaz de firmar un bodrio, con la única intención de poder ir a las ferias y salir en Qué leer, esté realmente capacitado para hacer literatura de verdad.
Me parece muy complicado que alguien que consigue renunciar a sus verdaderos impulsos y necesidades artísticas para sucumbir ante el mercado, tenga verdaderos impulsos y necesidades artísticas.
A fin de cuentas, el arte es un acto de fe, y es irrenunciable.
Querido y anónimo amigo, tienes razón en parte: sí, es verdad que alguien con talento difícilmente renunciará a escribir bien. Pero en el sistema actual de publicación de narrativa, no es nada difícil que alguien se pase cerca de 10 ó 15 años con una maestra en el cajón, por ser demasiado literaria, demasiado larga o demasiado difícil para las editoriales de prosa. Y ese autor puede decir: bueno, pues escribo algo más ligero, me sitúo, y después la publico. Y ocurrir que, efectivamente, escriba una ligereza, la publique, y siga sin encontrar jamás editor para su novelón maestro, por seguir siendo difícil o hiperliterario. Y tirarse la vida así, publicando in/dignidades.
ResponderEliminarEl caso más frecuente es el del novelista que empieza bien, con un par de buenas novelas, para dar de pronto con un "tono" o un "tema" que resultan exitosos; entonces no suele importante, para mantener ese éxito, rebajar sus pretensiones artísticas. Eso está a la orden del día.
Luego hay un tercer grupo, el de autores que nunca han escrito nada bueno y que nunca lo harán, y que sin embargo escalan rápidamente hasta los puestos más altos de las listas de ventas. Ellos son hoy la literatura, no los otros, para los medios de comunicación -y algunos editores descerebrados, o sólo preocupados por el negocio-. Así nos va, y así está el panorama. Saludos.
Sabía yo que este tema levanta ampollas.
ResponderEliminarPor cierto, Iban. Ya sé que andas ocupado, pero ¿por qué no expones, siquiera sintéticamente, los motivos por los que crees que los escritores somos seres especialmente execrables? Si tú das tu opinión, yo doy la mía -que hasta ahora no he dado...-.
Un abrazo,
Vicente
Predata: Me olvidé de firmar un comentario anterior, lo hago ahora, aunque no creo que importe demasiado.
ResponderEliminarA Rafayiyo. Tienes mucha razón, la cosa es bastante simple.
Ahora: “solipsismo del purismo adolescente”.
No hay tampoco que confundir las cosas.
El proceso artístico es anterior al mercado, y ahí debe permanecer. Lo dijo Gamoneda ya antes:
“La experiencia de la emisión -o la recepción- de la poesía, intensifica mi vida y yo vivo esta intensificación como una forma de placer”.
El mercado es posterior, insisto.
Cuando Gimferrer, embajador de sí mismo, escribió algunas de sus joyas como L’espai desert, no creo que estuviese pensando en las ventas; eso no quita que una vez terminadas las obras, se tuviese que negar a la promoción y difusión de las mismas. Pero eso, viene después.
Por machacar un poco en lo ya dicho, no entiendo demasiado como alguien con verdadera “pasión” por la literatura es capaz de escribir algo que no le gustaría leer, pudiendo hacerlo mejor; aunque sí entienda que hay que comer, y que el ego a veces juega muy malas pasadas.
Supongo que hay de todo, Vicente. Gente que publica sin problemas, en editoriales potentes, y que es buena. Gente que publica en esas mismas editoriales, pero sin ninguna calidad. Gente buena con sus textos en el cajón (o en el ordenador). Gente que se cree buena simplemente porque tiene sus textos en el cajón (o en el ordenador). Gente que elabora currículos literarios como el que acumula méritos para un puesto en la administración. Gente que es consciente de que rebaja su calidad sólo por publicar. Gente que NO es consciente de que ha rebajado su calidad (o que simplemente NO tiene más calidad que ofrecer). Gente muy joven que cree que abre caminos nunca abiertos y que desdeña a los de 30 años que aún no han publicado. Gente muy joven y muy interesante. Gente muy trillada y muy metida en las instituciones y muy bien colocados. Gente muy trillada, pero también a veces muy interesante. Premios amañados y premios justos. Resentidos y generosos. Frustrados y geniales. Orgullosos e inseguros. En fin, toda una fauna ésta de la literatura, no mejor ni peor que el resto de las faunas humanas...
ResponderEliminarConclusión: leamos y escribamos... lo demás es, en gran parte, azar.
Saludos.
Para demostrar mi voto de brevedad (una epifanía reciente) voy a obviar todo lo que iba a decir con mi habitual abuso de la metáfora y suscribiré al 99% lo que han dicho rafayiyo y litvan.
ResponderEliminarpd: has (hemos) salido ganando con la versión en blogspot, Vicente.
Dale recuerdos a Eduardo García y a su maleta parabólica, de mi parte.
¿i donde se situa el autor del blog en esos retratos sucesivos? ¿o no se siente reflejado i definido en ninguino?
ResponderEliminari-masclet
Bien. Una de las razones por las que se me ocurre que los escritores no solemos ser buenas personas es por el síndrome de "mataría a mi madre por hacer un buen chiste", es decir, la tendencia a recurrir a la realidad que nos circunda (familiar, amistades, conocidos... empezando por nosotros mismos, claro está) para fundar o alimentar nuestras ficciones; creo que de esto pecan los cultivadores de casi todos los géneros (poesía, novela, relato etc.), con la posible excepción del ensayo (pero ni de eso estoy seguro). Pienso que es inevitable (escribimos desde lo que vivimos, por una parte, y desde lo que leemos, por otra; perdonad el topicazo), pero no deja de ser peligroso y, en demasiadas ocasiones, doloroso para quienes rodean al escritor: a veces no nos paramos a considerar las consecuencias. O nos paramos, durante un instante, pero continuamos, porque mataríamos a nuestra madre por un buen chiste. Ya habrá tiempo de arrepentirse más adelante.
ResponderEliminarRelacionado con esto: el egoísmo, la dedicación suprema a la propia obra. No hay más que recordar cómo trataron, yo qué sé, Juan Ramón Jiménez o Bertolt Brecht a sus mujeres. Etc. Aunque en esto no haya quizá diferencias con las demás artes, para qué nos vamos a engañar. Por otra parte la envidia, sobre todo la insana, y el rencor son sentimientos muy comunes entre los escritores, grandes, medianos y pequeños: es un mundo muy competitivo, desde hace mucho además, desde antes que se inventara el mercado tal y como lo conocemos hoy; no hay más que leer a Marcial para darse cuenta de lo que digo. Hasta un apóstol del desvanecimiento literario y de la humildad como Robert Walser tenía sus momentos de debilidad en ese sentido, como lo demuestran algunos de los comentarios que le hacía a Carl Seelig en sus paseos (cfr. Paseos con Robert Walser, editorial Siruela).
De acuerdo, es posible, como han comentado más arriba, que la fauna literaria no sea ni “mejor ni peor que el resto de las faunas humanas”, pero en todo caso los que practican la literatura serían peores gentes por contraste, es decir, por contraste con una actividad que se tiene por sublime y generosa (“el arte es un acto de fe, y es irrenunciable”, decían más arriba; en fin, yo también tengo mis dudas sobre el carácter sagrado de la literatura -y del arte en general-, pero, bueno, por hoy las voy a dejar apartadas). Sin embargo, asumiendo que es así, que la Literatura (con mayúsculas) es una actividad tan noble y sobrehumana, la práctica social de los que la hacemos posible es tan burdamente humana, que no podemos parecer sino peores de lo que realmente somos. O quizá lo seamos, a fin de cuentas.
1) Para i-masclet: nunca me encontré en el primer retrato; no estoy, evidentemente, en el segundo, y espero no identificarme jamás con el tercero. Si ocurre o crees que ocurre, avísame. Saludos
ResponderEliminar2)Para Iban: gracias por tu estupendo post. Mi opinión no difiere mucho de la tuya en cuanto a la descripción del estereotipo de escritor torturador (Montauk, el libro que cito de Frisch, es especialmente significativo a ese respecto), pero creo que el hecho de que seamos conscientes de ese peligro hace que, en ocasiones -espero que muchas-, la tentación de hacer daño a los próximos y prójimos desaparezca. Lo de la competitividad es cierto, Iban, pero: ¿en qué profesiones no la hay? ¿Acaso no hablan mal unos cerrajeros de otros, unos abogados de otros; acaso no habla de chanchullo el médico que ha perdido la plaza fija frente a otro? No podemos caer en el ingenuismo. Observa cómo se tratan diariamente entre sí políticos y periodistas de distintos partidos o grupos mediáticos: comparadas con ésas, nuestras trifulcas son juegos de niños. Mirando hacia atrás, veo que entre los escritores he encontrado algunas (bueno, bastantes) malas personas, pero también he encontrado personas excelentes y casi modélicas, sobre todo entre escritores hispanoamericanos, bastante más humildes que los patrios. En la nuestra hay de todo, como en todas profesiones. Pero el perfil medio de mis mejores amigos responde a estos caracteres:
a) Buen o excelente escritor.
b) Autocrítico o muy autocrítico.
c) Sin agente literario, sin aspiraciones de gran público y sin ínfulas.
d) Considera el resto de cosas de la vida más importantes que la escritura.
e) Serían incapaces de jugármela o jugársela a alguien a quien aprecian por conseguir algo en el mundo literario.
Espero que ellos me consideren a mí dentro de un grupo de parecidas características.
Un abrazo, Iban.
Aunque me he divertido mucho con tu triplete de Jesús de los Dolores y seguro que una gran mayoría de escritores encajan en alguno de los tres, estoy con los que creen que nos falta perspectiva, ángulo. En todas las épocas ha pasado algo parecido. Y la expresión, creo que de Zaldua, "anterior al mercado" no tiene mucho sentido para mí. La literatura es mercado y competición como todo (aunque recuerdo los críticas que desde tu otro blog hizo Reichmann a esta posición). La poesía se escapa un poco porque apenas se vende. Si se vendiera caería también dentro de las leyes de la literodinámica.
ResponderEliminarPodría continuar el juego y añadir otros tipos. Por ejemplo uno que llamaremos Kevin Álvaro, de buena familia, colegio concertado, ganador sistemático del premio literario de su cole. Con gran futuro en cualquier profesión que elija. Pero le pica el gusanillo literario y decide probar por ahí. Un amigo de papá le publica en una editorial de provincias su primer libro de poemas (que él considera el primer ladrillo para el nobel). Pronto convence a sus padres para que le paguen un año sabático en la metrópoli, donde todo se cuece. Al llegar allí pronto descubre que no tiene ni idea de nada. Que no sirve leer a Cernuda, que su conocimiento de la literatura extranjera se reduce a los que salen en los libros de texto, que de música, peor, se quedó en U2. Términos como grunge, indie no le dicen nada. Hay editoriales de poesía que ni siquiera sabía que existían, blogs en internet de crítica en marcha, revistas digitales (él, asiduo lector de Babelia cuando quedaba tiempo antes de comer el domingo tras la crítica deportiva). Además hay que ir a Arco, a una media de diez exposiciones o tertulias al mes. Y no digamos lo último que le han dicho: leer filosofía. ¿Qué tendrá que ver? Vale con leer algo de narrativa, que no sólo de poesía vive el hombre culto, pero filosofía, más allá de Kant y Heidegger, los pensadores posmodernos.
En el colegio mayor que paga papá vemos a Kevin Álvaro con los cascos puestos y docenas de cds piratas esparcidos por la cama: Rice, Los Planetas, Astrud, Los piratas, Coldplay... mientras estudia las letras, con un libro de Agamben abierto -que no entiende- y varios montones de libros y fanzines esperando su atención de las más variadas literaturas.
Con el rostro congestionado, pero seguro de sus posibilidades. Escuchemos su propia voz: "Sólo tengo que estudiármelo todo, como cuando sacaba la mejor nota en clase. Llego de provincias, llego tarde (en mi casa sólo se escuchaba a Ana Belén y el pensamiento entraba en forma de flor). Llevo diez años de retraso, pero cuando me ponga al día, ya veréis lo que voy a escribir. Os vais a cagar".
Un retrato que me resulta, todo hay que decirlo, cercano.
Un saludo.
Bueno, Alcaide, por eso añadía a lo de antes de que se inventara el mercado la precisión "tal y como lo conocemos hoy".
ResponderEliminarY por supuesto que creo que la literatura (o el arte), sea eso lo que sea, es previa al mercado. Pero lo mismo que varios modos de producción pueden convivir bajo uno hegemónico (entre los poros del feudalismo podían encontrarse células capitalistas, etc., y lo mismo puede decirse de nuestro sistema económico actual), lo cierto es que siempre hay uno que domina, y en nuestro caso y en nuestro tiempo no hace falta decir cuál es (¿o sí?). Tal y como lo conocemos hoy, claro está.
De acuerdo con lo que dices, Vicente Luis. Pero queda la cuestión del contraste; creo que es importante. Aunque me callo ya, no quiero ser pesado.
Salud.
"En ciencias sociales, la anomia, es la falta de normas o incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos lo que les sería necesario para lograr las metas de la sociedad. Se trata de un concepto que ha ejercido gran influencia en la teoría sociológica contemporánea. También ha ofrecido una de las explicaciones más importantes de la conducta desviada. El término (etimológicamente sin norma) se emplea en sociología para referirse a una desviación o ruptura de las normas sociales, no de las leyes (esto último es "delito")."
ResponderEliminarwikipedia
Suena viernes santo en la calle, tambores y trompetas. Pero vamos al caso, que me he enganchado a la discursion.
ResponderEliminarAlguien decía por ahi, para ser citado de nuevo: "Una de las razones por las que se me ocurre que los escritores no solemos ser buenas personas es por el síndrome de "mataría a mi madre por hacer un buen chiste", es decir, la tendencia a recurrir a la realidad que nos circunda (familiar, amistades, conocidos... empezando por nosotros mismos, claro está) para fundar o alimentar nuestras ficciones"
Y me vino a la memoria el pobre Gerald Durrel que se ganó la enemistad de su familia (sobre todo su insigne y más sesudo hermano) por aquellas novelas y aquellos relatos (Un novio para mama, mi familia y otros animales); y sin embargo nunca le consideré un mal hombre aunque que sabré yo del bien a mis 22 años por cumplir.
Según lo veo yo, el escritor no es más listo, más bueno o más sensible que el común de los mortales. Está dotado de una habilidad diferente para la palabra, para narrar historias, para imaginarlas (bueno, aquellos que lo estan... dejemos a Dan Bronw fuera de esta historia) pero no son por ello mejores personas. En esta sociedad tendemos a idealizar a las figuras públicas (más a los deportistas que a los escritores, todo hay que decirlo) pero lo políticamente correcto nos lleva a indignarnos (o al menos deberiamos segun la polémica que parece estar de moda) cuando descubrimos que el autor es un hombre ruin, que sus historias y sus poemas estan muy lejos de ser reflejo de su vida. Nos rasgamos las vestiduras (o se las rasgan muchos) y soltamos pestes. ¿Pero acaso importa su vida? ¿Gil de Biezma pierde su valor por las sombras de su vida? No creo que eso tenga mucho que ver para la Literatura, aunque a los amigos les importe mucho.
En cuanto al "tipo escrituril" del chaval de provincias, no le veo muy realista. No me imagino que alguien se dedique a "estudiar" para escribir. Tal vez ensayo si...
Pero, me da la sensacion de que la intertextualidad es algo asumido, no memorizado, de tal forma que Blas de Otero, cuando recita a Juan Ramón en sus poemas, lo hace consciente si, pero sólo por que en cierto modo, esas lecturas se han convertido en parte de él, de tal forma que no se trata de un ejercicio de copia o de vomitar lo aprendido en un exámen, sino que esas palabras son tomadas de la superficie de la memoria donde andan flotando.
Por cierto, aprovechando que el pisuerga pasa por valladolid (como me gusta este dicho), ando leyendo Nova y me pregunto: ¿Por qué no usas signos de puntuación? Hay algunos poemas en los que acabo perdido por completo.
Como despedida: Me ha encantado Elogio de la lectura, aunque creo que si a alguna le llenara la casa de te quieros, llamaría a la policía.
Un saludo
He dado un respiro tras leer el Diario y comprobar que no me hallaba en el perfil dibujado.
ResponderEliminarYo creo que hoy día lo único que tiene que mantener un intelectual o un escritor es su insobornabilidad y su autonomía con respecto al mercado; Es la única llave para la libertad de escritura.
Aunque esta declaración de principios siempre suscita una de esas preguntas recurrentes:¿Por qué escribir? Hay tantas respuestas, y a menudo son tan insatisfactorias que da para organizar un ciclo de conferencias.
Además, buscar el máximo beneficio (calidad literaria/nivel alto de ventas) es poco menos que un esbozo del Dilema del prisionero en formato literario (una de las dos partes acaba fallando).
Yo, personalmente, prefiero ir por libre, aunque eso signifique estar abocado a que el mercado te fagocite o ni tan siquiera llegues a la existencia literaria, es decir, que no haya publicación y te conozcan cuatro gatos. Al menos, tendré la seguridad de que siempre hice lo que quise (y no lo que me habría gustado hacer).
Perdona por esta pequeña reflexión en voz alta, Vicente.
Un abrazo, Óscar
Este Santo fin de semana me he visto en un par de situaciones que vienen un poco al caso.
ResponderEliminarPrimera: un conocido, que se dice músico, recién edita un disco. Ahora, gurú, sermonea a todo aquel que quiera escucharlo. En alguna de sus iluminaciones dice que los compositores clásicos (?) como Bach o Schönberg hacían una música fácil y que ahora mismo ya no dicen nada. Bach, Schönberg, música fácil… no dicen nada… Dijo también algo sobre el Jazz pero para aquella ya debía estar contando los pelos del brazo. Siendo buena persona se le dice que cuando vaya por el “mundo alante” intente guardarse ese tipo de comentarios, no sea que se esté poniendo en evidencia. (Aclarar, por si acaso, que no había nada de espíritu punky o iconoclasta en sus palabras). La respuesta ante la recomendación dada fue algo así como: “Tú que sabrás, nunca llegarás a nada”.
El segundo suceso aconteció en un bar que regenta un insigne poeta de la villa. Con la botella de tequila mediada, agarró un micrófono y se puso a destrozar a Lorca. Con sus más de treinta años y varias publicaciones a la espalda, el único poeta nacido en la segunda mitad del siglo XX que conoce es Luis García Montero (al que llama maestro); por dar una pequeña muestra. Por supuesto, Sócrates era un futbolista, y del resto, peor.
Pero él es un bohemio, que eso mola.
A veces me pongo un poco extremo en mis comentarios, que más que comentarios son declaraciones de intenciones, pero, que le voy a hacer, si vivo en un hoyo (también hay gente normal, pero son pocos).
Da igual que no se tenga el más mínimo interés por la literatura, la gente lo que quiere es ser es literato. Publicar: facilísimo, sobre todo si lo haces en gallego. La ley de normalización lingüística establece la compra de 300 ejemplares de cada publicación editada en gallego, sólo con eso ya se gana dinero; un par de decenas más de ejemplares para regalar a los colegas, y pista.
Saludos a todos
y disculpad que siempre me vaya un poco del tema.
Hola Vicente,
ResponderEliminarMe animo a comentar aquí porque me ha parecido interesante el debate.
No soy escritor, no creo que nadie lo sea antes de que una editorial te publique una obra. No soy artista. Supongo que el arte nos es necesario porque podemos imaginar que la emoción que provoca es algo que, por resultarnos inexplicable, quizá acabe explicándonos algo. De esto que vemos.
Pero a veces no puedo evitar preguntarme si la labor de un físico o de un ingeniero de caminos no es más importante que la de un literato.
Hablando en general, claro.
Un saludo a todos,
Xavie, gracias a ti por venir. Tu opinión es interesante, aunque tu pregunta final me parece, quizá, algo capciosa. Todo depende del sentido que le demos a la palabra "importante". Si equivale a "útil", acepto que un puente es más importante que un libro. Si importante es lo que dice el diccionario de la R.A.E., "que importa" o "que tiene importancia", habrá que deslindar. Un puente sobre un río italiano minúsculo en el siglo I d.C. fue muy útil, y su ingeniero tuvo cierta importancia para su colectividad, no lo niego. Su obra sirvió a cientos de personas. Los poemas de Ovidio, escritos en el siglo I, nos llevan sirviendo e importando a millones de personas desde entonces, muchos miles de puentes después. Como podrás apreciar, todo es cuestión de perspectiva. Ahora, eso sí, en el caso de que preguntes: ¿un libro es más importante que el descubrimiento del genoma, de la penicilina, o de la física cuántica?, te respondo:
ResponderEliminarDepende del libro.
(Es broma)
Un abrazo y bienvenido.
Hola otra vez Vicente,
ResponderEliminarLlevas razón en lo del puente sobre el minúsculo río italiano del siglo I y Ovidio. Aunque tu comparación también sea algo capciosa. :-D
Y sí, cuando he escrito el comentario quería hacer referencia a la Literatura como algo general. Como algo enfrentado a otras disciplinas, otras maneras de conocimiento (digámoslo así).
Una reflexión que muchas veces echo en falta en las conversaciones literarias (un mundo algo autofágico, en mi opinión)
Pero estoy de acuerdo contigo en que depende del libro. Cómo no.
Un saludo,
Me parece que este tipo de parábolas en las que sólo los "malos" pueden identificarse tienen mucho de autoayuda, secta adventista o cienciología. ¿A quién le importa, a estas alturas, que la literatura sea un mercadeo... con el genio adeloescente? Menuda obviedad: hacer nuestro cenáculo burla burlando. Y nadie se cree que el narrador del primer caso sea tan leído con 20 años. Como relato es malo. Como moraleja, ambigua. Lo comprensible es que uno que empieza quiera ser Shakespeare y vender como Almudena Grandes.
ResponderEliminarCaramba, Clemente, no sé qué es lo que has leído, pero lo que he colgado no es un cuento, ni se dice en ningún momento que el joven de 20 sea "leído", sino que quiere serlo. No sé por qué te molesta tanto. En fin. Saludos.
ResponderEliminarMalas noticias desde el Matadero 5.Un saludo.
ResponderEliminarhttp://www.elpais.com/articulo/cultura/Muere/novelista/Kurt/Vonnegut/84/anos/elpepucul/20070412elpepucul_2/Tes
Buenas tardes,
ResponderEliminarEntiendo que la caracterización del escritor postmoderno se propone con buen tino en el libro Singularidades. Sin embargo, aquellos que pretendemos ser solo lectores necesitamos que se nos fijen también unas condiciones mínimas. En su libro Vicente habla de las imperdonables carencias en lo filosófico de muchos autores, pero ¿y las de los lectores? Comprendo que las responsabilidades no son las mismas, que no se le puede exigir al lector la misma suma que al autor, pero estos mínimos deberían existir y creo que nadie aún los ha establecido.
Hola de nuevo.
ResponderEliminarMiren, estaba leyendo el libro en el que Anna Caballé entrevista a Carlos Castilla del Pino. Les transcribo un fragmento que me ha parecido interesate:
(Para ponerles en situación: En la respuesta anterior Del Pino se ha mostrado indigado por el lenguaje esotérico y absurdo de Heidegger que cree desafortunado.) AC:Anna Caballé CC: Carlos.
AC: Es un lenguaje para iniciados al que no puedes acudir sin una preparación...
CC: No, no, eso es la falacia: heidegger es demasiado profundo, hay que estar preparados, hay que estar introducido en su mundo, en su obra...Todo eso es una mentira. Te voy a leer un párrafo cualquiera, al vuelo, de su Introducción a la metafísica. Espera, voy a buscarlo.
"Pues si el valor no deja ser ser al ser que es lo que es como ser mismo, la supuesta superación es ante todo consumación del nihilismo" Si se toma en serio esta tontería, nos puede llevar varias horas de discusió tratando qué es lo que Heidegger quiere decir en este párrafo. Y yo creo que uno debe exigirle al señor que escribe que lo haga con claridad, para que sepamos realmente lo que quiere decir. (...) O se hace literatura o se hace precisón o se calla uno."
Bueno yo disiento algo con Castilla del Pino: Yo no creo que al autor deba exigírsele claridad. Cierta lógica y razonamiento, eso sí, pero ¿claridad? Además, la traducción del pensamiento en palabras (y más si éste es profundo) nunca podrá ser todo lo transparente que el autor desea.
Sea como sea, lo que está claro es que donde nunca puede prevalecer la claridad frente al pensamiento es en literatura. Cuando hablamos de filosofía, es opinable; pero en literatura (y las artes en general) creo que no. ¿Puedo yo entender un cuadro, cualquiera, de pongamos...Pollock, o de Velázquez si lo prefieren...puedo entender TODA la belleza que subyace en sus cuadros? ¿Veré yo lo mismo en el cuadro que el diletante de turno? Naturalmente que no. Tampoco cuando se escucha a Mompou o se lee a Pessoa la transmisión es la misma para todos. Por esa razón creo que mi reclamación anterior (del post anterior) es justificada: es necesario establecer unas mínimas bases, una ¿ontología? (no sé si es la palabra que busco) literaria. Y los primeros que deberían proponerla son aquellos que critican las minusvalías del espectador.
Hombre, supongo que por edad y situación personal el Caso 1 me es el más cercano.
ResponderEliminarAunque la verdad... dibujar nunca se me dio muy bien... :P
Un saludo... desde el otro lado
Tipo, las carencias de los lectores son, precisamente, las que nosotros deberíamos contribuir a llenar como escritores. Somos nosotros quienes debemos presentarles las ciencias, la filosofía y el arte como lo que son: interesantes; estimularles debe ser uno de nuestros objetivos. Pero para transmitir conocimientos, of course, hay que tenerlos...
ResponderEliminarA Tipo, a Vicente, a todos:
ResponderEliminarTampoco creo que sea justo el cargar con más responsabilidades a lectores y escritores de las que éstos, uno a uno y por su cuenta, quieran asumir. Es decir, el escritor es libre de tratar de parir el tipo de obra que cree que será más eficaz para el propósito que se haya marcado: ganarse la vida con las letras, pasar a una posteridad que difícilmente podrá disfrutar, conseguir que le dejen leer en el Ateneo o llevarse al huerto a la chica de la mesa de enfrente con un poema garabateado en una servilleta y dos cubatas. El lector es libre de aprender a disfrutar a un Heidegger, si es que tal cosa es posible, que yo creo que sí, o de quedarse en un cómodo y embrutecedor Coelho y autoayudarse mucho, mucho.
Probablemente me haya trabado en lo semántico y todos estemos de acuerdo en aquello en lo que creo que discrepamos, pero soy de la opinión de que revestir al hecho literario de una trascendencia que sólo tendrá para el amante de la literatura, y ésta es una especie escasa, huidiza y en constante peligro de extinción, es un error y un exceso de alegría por nuestra parte. Ojo, me refiero al hecho literario "puro", no al filosófico o científico vehiculado en libro, que ésos sí pueden tener una importancia objetiva y un peso casi susceptible de ser medido en el desarrollo o la destrucción de la sociedad.
¿Qué es más trascendente, desde el punto de vista social digo, una corrida de toros o la poesía? ¿Sería lógico que habláramos de la responsabilidad del torero, la del toro, la del público del tendido siete, que se supone que es el que más entiende?
Un abrazo, amigos.
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ResponderEliminarA mi lo que me parece irregular es lo que dice del Pino, que la lectura de Heidegger no debería inducirle a uno a rascarse la cabeza un poco. Yo creo que el lector de Heidegger debe estar avezado al rasgamiento pues ya la filosofía es lo que requiere. Decir que Heidegger debe ser claro para el lector bisoño, es como decir que uno debería ser capaz de interpretar un balance de situación sin tener idea de contabilidad, y eso no. Casi lo mismo pasa con la literatura. Uno no puede, así sin más, tomar cualquier libro de los estantes y empezar a leerlo. El proceso, creo, no debería ser éste.
ResponderEliminarYo ya sé que no es tarea de los escritores enseñar a leer y que la cuestión pertence al ámbito jurisdiccional de la educación obligatoria. Sin embargo, si ésta falla, alguien debe tomar el relevo ¿y quién menos que los escritores?
Al fin y al cabo son ellos los que necesitan a los lectores para poder seguir tomándose su bread&butter diario.
Hola V. y los demás.
ResponderEliminarLeyendo el último libro de Dawkins (el espejismo de Dios) me ha picado el gusanillo de la cosmología. ¿Alguién puede recomendarme un par de libros sobre el tema?
Gracias
Una cosa es escribir y ser escritor, y otra querer vivir de la literatura. El personaje que describes parece que lo que pretende es lo segundo. Hay muchos así hoy en España, que dedican a esto todo su esfuerzo, tanto escribiendo lo que les dicen, como obteniendo un acomodo en el mundo de la “cultura” (periodismo, fundaciones, ayuntamientos, autonomías, museos, editoriales... facultades de letras) ¡Cuánto mejor es ser cartero, ingeniero, zapador, ladrón, camarero o inspector de aduanas y escribir en los ratos libres! Por cierto, me llama la atención que Jesús de los Dolores se compare con el suizo Frisch y no con un español. ¿Cuál hubiera podido ser éste? ¿El joven Cela ofreciéndose a trabajar en la censura?
ResponderEliminarProblemas de egos, como bien ha dejado expuesto Pablo es un problema que probablemente azotase a vuestra generación y que la nuestra lo ha recogido al dictado, mala copia, el ochenta por ciento de la gente que se dedica a la poesía lo hace bajo la mayor gratuidad y como satisfacción personal,encomiable es, además, que haya gente como Vicente, Pablo, Salva, etcétera que encima dediquen parte de su tiempo a echarle un vistazo a escritores inéditos, claro ejemplo grandísimas personas y una humildad brutal.
ResponderEliminarCon respecto a los comentarios de Iban Zaldua, es un problema más educacional y de humildad que otra cosa, la guerra de los egos, el recelo del escritor, es un problema más de su personalidad y carácter que del mundo literario propiamente dicho, el escrito es un narrador, los halos para los espíritus, la cercanía del poeta y el escritor es lo que le llevará al éxito personal, no mostrarse en un altar, el mercado literario es un mundo montado con una estructura particular, pero al que suele accederse de diversas formas. Todos los escritores que voy conociendo poco a poco (buenos escritores) viven de su trabajo, que en la mayoría de los casos nada tiene que ver con la literatura, bajo mi punto de vista creo que el que quiera hacerse famoso hoy en día lo tiene sumamente fácil, que se vaya a un programa de televisión y a partir de ahí, si es un poco despierto conseguirá ganarse un público comercial y efectivo con Odas a Mariñas, Jesulín, la Pantoja o Dinio, con suerte, incluso pudiera vivir del asunto durante buena parte de su vida.
Cuánto dinero hubiese ganado Catulo con toda esa gente en estos tiempos...
Pues, por llevar la contraria, yo casi que sí me vendía.
ResponderEliminarPersonalmente, no escribo por necesidad vital, ni por expresarme, ni por aportar nada a nadie. Escribo porque me apetece, lo que me apetece y cuando me apetece. No creo necesariamente que sea bueno ni creo que nadie tenga la culpa de que no publique. Si finalmente hay "salida de cajón", bienvenida sea. Y, si no, bueno... el papel se recicla. Pero, eso sí, si me fuera dado componer al margen la novela más tópica y mejor vendida del país, allá que iba yo (eso sí, no la titularía, mi huachafería tiene límites, La sombra del viento). Y trabajar, como dijo el italiano, cansa.