Veamos si soy capaz de hacer una aportación constructiva.
Partamos del hecho de que yo no he estudiado más que la literatura del Bachillerato y que toda aproximación a la crítica y a la literatura actuales pasan por el tamiz de amistades, autodidáctica extracurricular, clases de oyente, versátiles y demás subterfugios. Yo, si hay algo para lo que me haya formado es para el oficio de Historiador.
Y dicho esto, habría que constatar que el problema de la uniformidad en el estudio es algo presente no sólo en la literatura sino también en la disciplina histórica. En la disciplina histórica el debate (que parece no andar muy lejos de la crítica literaria) gira en torno no sólo a la forma de aproximación sino también a la parcialidad del historiador. Esa "línea editorial" no declarada es algo que lleva viviendo la publicación histórica desde la declaración de ésta como Ciencia. Como si dicho título garantizara la imparcialidad o la neutralidad.
Sin embargo, es curioso ver que, si bien en la disciplina de la Historia del Mundo Actual (allí donde el historiador se confunde con el periodista en una suerte de Tucídides moderno), los historiadores han reconocido la necesidad de ahondar en el conocimiento adyacente (la periferia del hecho histórico) mientras que los críticos se impermeabilizan ante el resto de ciencias.
Quizá tenga que ver con la necesidad casi patológica de los historiadores de justificar su labor y reafirmar su tarea recurriendo a ciencias auxiliares mientras que el crítico literario, justificado por y para el establishment (administrativo o estético), no ha sentido dicha necesidad.
Este ir de un tema a otro en tu blog espabila el ánimo ahora que empezamos, como quién dice, el año real. Crítica literaria y otras disciplinas. Interesante asunto. Si me lo permites me gustaría añadir algunas ideas a tu reflexión con el simple anhelo de seguir discutiendo. Por interés propio me gustaría, especialmente, contraponer los ámbitos de la crítica literaria y las ciencias sociales, cuestionar así de manera radical la posición que en tu artículo catalogas de “interiorista” (yo, incluso, denominaría filológica) y que defienden Lázaro Carreter y Evaristo Correa.
Quiero comenzar apuntando una idea que, a mi juicio, influye en el tema que estamos abordando: “El desarrollo humano no supone una progresiva independencia, sino una creciente interdependencia” (Caporael). Como podemos imaginar esto no sólo guarda relación con los fenómenos sociales, sino también con los artísticos. La creación (poética, narrativa, literaria en una palabra) cada vez más se haya entretejida entre otras muchas interacciones que, en cierta medida, la condicionan (no determinan, pero sí influyen). Tratar de aislar la creación literaria de los entornos sociales, culturales, políticos y económicos, lejos de ser un “reduccionismo metodológico” más o menos práctico en términos explicativos (por ejemplo, buena parte de la filología creen en él), se convierte en una camisa de fuerza obstaculizadora para su comprensión. Yo creo que esta hermenéutica sesgada (la que practican quienes defienden esta posición interiorista) viene dada por una interpretación arbitraria del modelo lingüístico de Saussure. Me explicaré. Siguiendo a Amparo Gómez (Filosofía de las Ciencias Sociales, Alianza, 2003), los que defienden que el acercamiento a un texto debe hacerse sólo desde las propias claves del texto, es decir, que “el lenguaje significa por sí mismo (semiótica) con independencia del sujeto y el contexto histórico (semiótica social), en el fondo lo que están haciendo es arbitrariamente escoger (como “norma”) la interpretación que la Escuela de Praga hizo de la lingüística sausseriana. Sin embargo, el gran logro del modelo lingüístico (independientemente de sus objeciones posteriores) radica en poner de relieve el intercambio entre el sistema de la lengua, el sujeto hablante y el contexto histórico. Claro que cada uno de ellos tiene cierta autonomía, pero tampoco es menos cierto que son autonomías “en relación”. Por eso algunos filósofos y lingüistas vuelven a poner el acento en la “reapropiación” del significado por parte del sujeto (Ricoeur), o incluso en la resituación del lenguaje no tanto como fundamento y objeto, sino como medio sobre el cual se establece el sujeto y descubre el mundo (Chomsky). Es decir, que la aproximación crítica a un texto literario sólo desde la autonomía del propio texto, constituye un exceso metodológico tan arbitrario, como vaciarlo de contenido y convertirlo en una mera correa de transmisión de las dinámicas sociales. En definitiva: confunde lo semiótico con lo semántico. Este sería, al menos para mí, el gran pecado del acercamiento “interiorista” y que está, creo yo, muy extendido en buena parte de nuestra crítica.
Pero quiero ir más allá. Este mal no sólo existe en el mundo de la crítica literaria. Desgraciadamente está presente en buena parte de la propia creación literaria. La sobreabundancia de poetas-filólogos, en detrimento de otras realidades (poetas-abogados, poetas-sociólogos, poetas-fontaneros…), ha empapado el discurso poético de esta arbitrariedad, despojando al quehacer literario de buena parte de su potencialidad en tanto que territorio mestizo, donde confluyen la autonomía del lenguaje, la autonomía del sujeto, y la autonomía del contexto. Por eso estoy especialmente de acuerdo con tu artículo, con tu modelo de crítica literaria, porque sabe restituir (creo yo) la complejidad del hecho textual a sus coordenadas esenciales: la interacción y la disputa.
Disculpa Vicente por la extensión del comentario. Te mando un abrazo.
Considero que en el comentario: “la crítica más influyente se escribe hoy en los suplementos semanales de libros” más que crítica en estos suplementos se hace comentarios de libros, no crítica literaria.
Cuando se hace una crítica formalista, basada en la pura literariedad, no se asume otros factores de interpretación porque una cosa es la crítica y otra la hermenéutica o interpretación. La hermenéutica o interpretación de una obra se realiza después de hacer la crítica formalista y está basada en esta para que la hermenéutica o interpretación no sea disparada, digamos, o mejor dicho intuitiva. La interpretación (hermenéutica) basada en la crítica formalista (o en cualquier otra herramienta teórico-literaria) es una interpretación (una lectura, no la lectura) no intuitiva, sino fundamentada. Esto es precisamente, esa apertura con otras realidades, estéticas (filosóficas, sociológicas, ciencias de la información, de la computación, del diseño, de la imagen, etc., la interpretación puede tomar cualquier ciencia social para realizarse, siempre basada ya en la crítica literaria realizada con alguna herramienta teórico-literaria, para que no sea intuitiva, o sea: un comentario que “me parece”, “siento”, “creo”, etc.).
Si se realiza una crítica tomando como base una herramienta teórico-literaria para realizarla y después, con todo lo que nos ofrece esta crítica, se lleva a cabo el proceso hermenéutico o interpretativo, se da lo que llamas: intexterior.
En México, como dices que sucede en EU, los críticos literarios también se interesan por las ciencias sociales para su ejercicio hermenéutico ¡por supuesto! Basta con ver los estudios semióticos actuales (tan interesantes) .
Hay algo que usted deja caer con sutileza, pero que yo me atrevo a explicitar: ¿Dónde se estudia la crítica literaria? ¿Cuál es el currículo a presentar para alcanzar una mínima cosmovisión? ¿Y la crítica musical, en la era atomizada del Internet, o la cinematográfica, en la era de los weblogs y demás sitios que incitan a la idiocia generalizada?
Carrión y Fernández Porta provienen de las Humanidades, yo puede que me incline por la tentativa de la Literatura Comparada y así. En Estados Unidos hay carreras mayores y mejores dedicados a la Estética, el Arte y el resto de "estudios culturales". Aquí no. Si uno estudia periodismo, olvídese de la crítica cultural porque le hablaran de la subjetividad y de la necesidad de ser un grisáceo redactor. El ambiente literario universitario en Estados Unidos es de una riqueza incomparable, puede que con el británico sí, y una cantera para todos esos críticos que luego escriben en magazines de referencia o al menos un espacio para profundizar sobre ciertos temas con libertad.
PostData: Escribo esto estrenando el Chrome, una delicia para todo navegador.
Hola, Vicente. Me ha gustado tu artículo por la síntesis: creo que esa puede ser una característica de la escritura en publicaciones más o menos convencionales que puede perderse en el formato blog. Pero eso no tiene importancia. Lo que sí la tiene, creo, es un par de posibles matices: El primero es sobre la permeabilidad. No sólo el crítico debe ser permeable porque el escritor "lo ha sido". Eso no se elige. Todos los seres humanos somos permeables a la cultura, en todas sus expresiones. Negar ese apriori conduce a lo que sabemos, esto es, la crítica hiperliteraria y sólo literaria y nada más que literaria (tradicional) de lo que debe ser analizado con todas las herramientas y factores posibles. No hay que decir que el "crítico" es un "escritor" y viceversa. Me tiene harto Javier Marías con sus comentarios sobre los "críticos", como si Cervantes o Gil de Biedma no lo fueran. El segundo es sobre el conservadurismo. Yo sí creo que la crítica conservadora, como la escritura de creación conservadora, son políticamente reaccionarias. Impiden la progresión de las ideas. Impiden el avance. Y la justicia extratextual. Tienes mucha razón, por otro lado, que pese a nuestros intentos en Quimera, o en Letras Libres, o en Revista de Libros (no en Qué leer, donde no se practica la crítica), la crítica literaria más influyente es la de los suplementos. Es "la que cuenta", de algún modo. Menospreciarla, llamarla "reseñismo", no conduce a nada. Hay que leerla. Y presionar, con esa lectura y su circulación, para que quien la haga y quien la publique sí la piense como pensamiento crítico. Por lo que citas, no estoy de acuerdo con lo que la generación de nuestros padres piensa sobre crítica y suplementos. Mi experiencia en ABC me dice que su línea editorial no tiene nada que ver con mi poética de escritura, y ellos no han interferido en ello. Habría que hacer un trabajo de campo, intra y extra, en los textos y en las dinámicas de gestión interna de la redacción del suplemento, para dictaminar cómo están realmente las cosas. Te mando un abrazo desde Lima. Jordi C.
La verdad es que es un tema bastante interesante. No tengo ni idea de crítica literaria,sé los libros que me gustan y los que no. Sin embargo he tenido la oportunidad de trabajar con varios críticos,además de conocerlos personalmente, y he llegado a la conclusión de que realmente la formación que tengan,( unos eran periodistas, otros filólogos)es lo que menos influye en lo acertado o desacertado de una crítica, así como en su profesionalidad.Considero que es de justicia que al igual que el oficio de escritor no requiere de unos estudios concretos,el crítico se pueda asomar a su trabajo desde diferentes formaciones y, por supuesto, desde diferentes ámbitos y concepciones de la realidad. Saludos.
Estoy de viaje, pero en cuanto regrese contestaré a todos los comentarios, este es un tema en el que me apetece echar el resto. Saludos y gracias a todos.
Vuelvo de vacaciones y me encuentro con esta más que sugerente propuesta crítica: intexterior. Jodeeer.
Menos mal que estaba releyendo las Seis propuestas... de Italo Calvino y en Exactitud, cuando explica sus tensiones entre racionalidad y conocimiento verbal al escribir, comenta esto:
"Son dos impulsos diferentes hacia la exactitud que nunca llegarán a la satisfacción absoluta: uno porque las lenguas naturales dicen siempre algo más de lo que dicen los lenguajes formalizados, entrañan siempre cierta cantidad de ruido que perturban siempre la esencialidad de la información; el otro porque, al expresar la densidad y la continuidad del mundo que nos rodea, el lenguaje se muestra fragmentario, con lagunas, dice siempre algo menos respecto a la totalidad de lo experimentable."
Y pienso, coño, esto es lo mismo que dice Vicente de otra manera. Qué alivio, esto supera los intentos cientifistas perfectos de la semiótica.
Y no crean que no entiendo la crítica exclusivamente filológica: crisis ideológica, desconfianza del mundo exterior, de la ciencia, de la filosofía, de la política; la literatura como refugio ante la decadencia. Pero esa fue una época, y ya pasó (y Calvino, qué curioso, dijo esto en 1985).
Jordi, ese trabajo de campo del que hablas se está haciendo desde diversos sectores. Modestamente hago mis aportaciones desde las introducciones o prólogos de mis libros, donde me cebo en el sistema editorial y crítico patrio. Coincido contigo, y en esos espacios lo he dicho, que una crítica -y una escritura- conservadora es, consciente o inconscientemente, ideológicamente reaccionaria. Y, por supuesto y como decía mi tocayo Vicente Gaos, todo poeta es crítico (y todo novelista es crítico: elige críticamente a qué tradiciones adscribirse o qué lineas combatir mediante la indiferencia o la ironía). Seguiré contestando cosas después de la publicidad.
Pero siento que algo tan obvio tiene que seguir siendo dicho, y defendido. Como la existencia de la posmodernidad. Y es agotador. Por otro lado, a los que dicen que en España no hay crítica, ¿no se les podría responder que tampoco hay creación literaria? Una afirmación es tan ridícula como la otra. Cuando se dice que los árbitros españoles (de todas las ligas, hasta las locales) son malos, no se tiene en cuenta que están al nivel del fútbol que arbitran. El malentendido, por otro lado, ha sido arrastrado durante siglos. A propósito del cambio de siglo (XIX a XX), Adriana Rodríguez Pérsico escribe: "Autoconcebida como sistema simbólico central, la literatura busca imprimir su lógica en otras esferas, al tiempo que interroga la práctica específica, detectando y desmenuzando momentos de autorrepresentación (...). La imaginada posición central permite enjuiciar lo institucionalizado y las instituciones". Esa centralidad se perdió. Pero no se acepta. Hasta que lo hagamos, no se podrá expandir la perspectiva para pensar lo literario.
Esa pérdida de la centralidad se tiene muy clara fuera de España, también los profesores españoles que viven fuera lo tienen claro. Germán Gullón decía en La Venus mutilada -no tengo ahora el libro aquí y no puedo citar la página concreta, sorry-, algo así como que "el paradigma de lo literario pasó al paradigma de lo visual en el siglo XX y quien no sepa reconocerlo se engaña". En efecto, hay muchos autoengañados, pero la ceguera -ya lo explicó Paul de Man- es un componente esencial de la experiencia literaria, tanto o más que la visión...
Veamos si soy capaz de hacer una aportación constructiva.
ResponderEliminarPartamos del hecho de que yo no he estudiado más que la literatura del Bachillerato y que toda aproximación a la crítica y a la literatura actuales pasan por el tamiz de amistades, autodidáctica extracurricular, clases de oyente, versátiles y demás subterfugios. Yo, si hay algo para lo que me haya formado es para el oficio de Historiador.
Y dicho esto, habría que constatar que el problema de la uniformidad en el estudio es algo presente no sólo en la literatura sino también en la disciplina histórica. En la disciplina histórica el debate (que parece no andar muy lejos de la crítica literaria) gira en torno no sólo a la forma de aproximación sino también a la parcialidad del historiador. Esa "línea editorial" no declarada es algo que lleva viviendo la publicación histórica desde la declaración de ésta como Ciencia. Como si dicho título garantizara la imparcialidad o la neutralidad.
Sin embargo, es curioso ver que, si bien en la disciplina de la Historia del Mundo Actual (allí donde el historiador se confunde con el periodista en una suerte de Tucídides moderno), los historiadores han reconocido la necesidad de ahondar en el conocimiento adyacente (la periferia del hecho histórico) mientras que los críticos se impermeabilizan ante el resto de ciencias.
Quizá tenga que ver con la necesidad casi patológica de los historiadores de justificar su labor y reafirmar su tarea recurriendo a ciencias auxiliares mientras que el crítico literario, justificado por y para el establishment (administrativo o estético), no ha sentido dicha necesidad.
Hola Vicente,
ResponderEliminarEste ir de un tema a otro en tu blog espabila el ánimo ahora que empezamos, como quién dice, el año real. Crítica literaria y otras disciplinas. Interesante asunto. Si me lo permites me gustaría añadir algunas ideas a tu reflexión con el simple anhelo de seguir discutiendo. Por interés propio me gustaría, especialmente, contraponer los ámbitos de la crítica literaria y las ciencias sociales, cuestionar así de manera radical la posición que en tu artículo catalogas de “interiorista” (yo, incluso, denominaría filológica) y que defienden Lázaro Carreter y Evaristo Correa.
Quiero comenzar apuntando una idea que, a mi juicio, influye en el tema que estamos abordando: “El desarrollo humano no supone una progresiva independencia, sino una creciente interdependencia” (Caporael). Como podemos imaginar esto no sólo guarda relación con los fenómenos sociales, sino también con los artísticos. La creación (poética, narrativa, literaria en una palabra) cada vez más se haya entretejida entre otras muchas interacciones que, en cierta medida, la condicionan (no determinan, pero sí influyen). Tratar de aislar la creación literaria de los entornos sociales, culturales, políticos y económicos, lejos de ser un “reduccionismo metodológico” más o menos práctico en términos explicativos (por ejemplo, buena parte de la filología creen en él), se convierte en una camisa de fuerza obstaculizadora para su comprensión. Yo creo que esta hermenéutica sesgada (la que practican quienes defienden esta posición interiorista) viene dada por una interpretación arbitraria del modelo lingüístico de Saussure. Me explicaré. Siguiendo a Amparo Gómez (Filosofía de las Ciencias Sociales, Alianza, 2003), los que defienden que el acercamiento a un texto debe hacerse sólo desde las propias claves del texto, es decir, que “el lenguaje significa por sí mismo (semiótica) con independencia del sujeto y el contexto histórico (semiótica social), en el fondo lo que están haciendo es arbitrariamente escoger (como “norma”) la interpretación que la Escuela de Praga hizo de la lingüística sausseriana. Sin embargo, el gran logro del modelo lingüístico (independientemente de sus objeciones posteriores) radica en poner de relieve el intercambio entre el sistema de la lengua, el sujeto hablante y el contexto histórico. Claro que cada uno de ellos tiene cierta autonomía, pero tampoco es menos cierto que son autonomías “en relación”. Por eso algunos filósofos y lingüistas vuelven a poner el acento en la “reapropiación” del significado por parte del sujeto (Ricoeur), o incluso en la resituación del lenguaje no tanto como fundamento y objeto, sino como medio sobre el cual se establece el sujeto y descubre el mundo (Chomsky). Es decir, que la aproximación crítica a un texto literario sólo desde la autonomía del propio texto, constituye un exceso metodológico tan arbitrario, como vaciarlo de contenido y convertirlo en una mera correa de transmisión de las dinámicas sociales. En definitiva: confunde lo semiótico con lo semántico. Este sería, al menos para mí, el gran pecado del acercamiento “interiorista” y que está, creo yo, muy extendido en buena parte de nuestra crítica.
Pero quiero ir más allá. Este mal no sólo existe en el mundo de la crítica literaria. Desgraciadamente está presente en buena parte de la propia creación literaria. La sobreabundancia de poetas-filólogos, en detrimento de otras realidades (poetas-abogados, poetas-sociólogos, poetas-fontaneros…), ha empapado el discurso poético de esta arbitrariedad, despojando al quehacer literario de buena parte de su potencialidad en tanto que territorio mestizo, donde confluyen la autonomía del lenguaje, la autonomía del sujeto, y la autonomía del contexto. Por eso estoy especialmente de acuerdo con tu artículo, con tu modelo de crítica literaria, porque sabe restituir (creo yo) la complejidad del hecho textual a sus coordenadas esenciales: la interacción y la disputa.
Disculpa Vicente por la extensión del comentario. Te mando un abrazo.
Lo que comento es obviamente solo mi opinión:
ResponderEliminarConsidero que en el comentario: “la crítica más influyente se escribe hoy en los suplementos semanales de libros” más que crítica en estos suplementos se hace comentarios de libros, no crítica literaria.
Cuando se hace una crítica formalista, basada en la pura literariedad, no se asume otros factores de interpretación porque una cosa es la crítica y otra la hermenéutica o interpretación. La hermenéutica o interpretación de una obra se realiza después de hacer la crítica formalista y está basada en esta para que la hermenéutica o interpretación no sea disparada, digamos, o mejor dicho intuitiva. La interpretación (hermenéutica) basada en la crítica formalista (o en cualquier otra herramienta teórico-literaria) es una interpretación (una lectura, no la lectura) no intuitiva, sino fundamentada. Esto es precisamente, esa apertura con otras realidades, estéticas (filosóficas, sociológicas, ciencias de la información, de la computación, del diseño, de la imagen, etc., la interpretación puede tomar cualquier ciencia social para realizarse, siempre basada ya en la crítica literaria realizada con alguna herramienta teórico-literaria, para que no sea intuitiva, o sea: un comentario que “me parece”, “siento”, “creo”, etc.).
Si se realiza una crítica tomando como base una herramienta teórico-literaria para realizarla y después, con todo lo que nos ofrece esta crítica, se lleva a cabo el proceso hermenéutico o interpretativo, se da lo que llamas: intexterior.
En México, como dices que sucede en EU, los críticos literarios también se interesan por las ciencias sociales para su ejercicio hermenéutico ¡por supuesto! Basta con ver los estudios semióticos actuales (tan interesantes) .
Hay algo que usted deja caer con sutileza, pero que yo me atrevo a explicitar: ¿Dónde se estudia la crítica literaria? ¿Cuál es el currículo a presentar para alcanzar una mínima cosmovisión? ¿Y la crítica musical, en la era atomizada del Internet, o la cinematográfica, en la era de los weblogs y demás sitios que incitan a la idiocia generalizada?
ResponderEliminarCarrión y Fernández Porta provienen de las Humanidades, yo puede que me incline por la tentativa de la Literatura Comparada y así. En Estados Unidos hay carreras mayores y mejores dedicados a la Estética, el Arte y el resto de "estudios culturales". Aquí no. Si uno estudia periodismo, olvídese de la crítica cultural porque le hablaran de la subjetividad y de la necesidad de ser un grisáceo redactor. El ambiente literario universitario en Estados Unidos es de una riqueza incomparable, puede que con el británico sí, y una cantera para todos esos críticos que luego escriben en magazines de referencia o al menos un espacio para profundizar sobre ciertos temas con libertad.
PostData: Escribo esto estrenando el Chrome, una delicia para todo navegador.
Hola, Vicente.
ResponderEliminarMe ha gustado tu artículo por la síntesis: creo que esa puede ser una característica de la escritura en publicaciones más o menos convencionales que puede perderse en el formato blog. Pero eso no tiene importancia. Lo que sí la tiene, creo, es un par de posibles matices:
El primero es sobre la permeabilidad. No sólo el crítico debe ser permeable porque el escritor "lo ha sido". Eso no se elige. Todos los seres humanos somos permeables a la cultura, en todas sus expresiones. Negar ese apriori conduce a lo que sabemos, esto es, la crítica hiperliteraria y sólo literaria y nada más que literaria (tradicional) de lo que debe ser analizado con todas las herramientas y factores posibles.
No hay que decir que el "crítico" es un "escritor" y viceversa. Me tiene harto Javier Marías con sus comentarios sobre los "críticos", como si Cervantes o Gil de Biedma no lo fueran.
El segundo es sobre el conservadurismo. Yo sí creo que la crítica conservadora, como la escritura de creación conservadora, son políticamente reaccionarias. Impiden la progresión de las ideas. Impiden el avance. Y la justicia extratextual.
Tienes mucha razón, por otro lado, que pese a nuestros intentos en Quimera, o en Letras Libres, o en Revista de Libros (no en Qué leer, donde no se practica la crítica), la crítica literaria más influyente es la de los suplementos. Es "la que cuenta", de algún modo. Menospreciarla, llamarla "reseñismo", no conduce a nada. Hay que leerla. Y presionar, con esa lectura y su circulación, para que quien la haga y quien la publique sí la piense como pensamiento crítico. Por lo que citas, no estoy de acuerdo con lo que la generación de nuestros padres piensa sobre crítica y suplementos. Mi experiencia en ABC me dice que su línea editorial no tiene nada que ver con mi poética de escritura, y ellos no han interferido en ello. Habría que hacer un trabajo de campo, intra y extra, en los textos y en las dinámicas de gestión interna de la redacción del suplemento, para dictaminar cómo están realmente las cosas.
Te mando un abrazo desde Lima.
Jordi C.
La verdad es que es un tema bastante interesante. No tengo ni idea de crítica literaria,sé los libros que me gustan y los que no. Sin embargo he tenido la oportunidad de trabajar con varios críticos,además de conocerlos personalmente, y he llegado a la conclusión de que realmente la formación que tengan,( unos eran periodistas, otros filólogos)es lo que menos influye en lo acertado o desacertado de una crítica, así como en su profesionalidad.Considero que es de justicia que al igual que el oficio de escritor no requiere de unos estudios concretos,el crítico se pueda asomar a su trabajo desde diferentes formaciones y, por supuesto, desde diferentes ámbitos y concepciones de la realidad. Saludos.
ResponderEliminarEstoy de viaje, pero en cuanto regrese contestaré a todos los comentarios, este es un tema en el que me apetece echar el resto. Saludos y gracias a todos.
ResponderEliminarVuelvo de vacaciones y me encuentro con esta más que sugerente propuesta crítica: intexterior. Jodeeer.
ResponderEliminarMenos mal que estaba releyendo las Seis propuestas... de Italo Calvino y en Exactitud, cuando explica sus tensiones entre racionalidad y conocimiento verbal al escribir, comenta esto:
"Son dos impulsos diferentes hacia la exactitud que nunca llegarán a la satisfacción absoluta: uno porque las lenguas naturales dicen siempre algo más de lo que dicen los lenguajes formalizados, entrañan siempre cierta cantidad de ruido que perturban siempre la esencialidad de la información; el otro porque, al expresar la densidad y la continuidad del mundo que nos rodea, el lenguaje se muestra fragmentario, con lagunas, dice siempre algo menos respecto a la totalidad de lo experimentable."
Y pienso, coño, esto es lo mismo que dice Vicente de otra manera. Qué alivio, esto supera los intentos cientifistas perfectos de la semiótica.
Y no crean que no entiendo la crítica exclusivamente filológica: crisis ideológica, desconfianza del mundo exterior, de la ciencia, de la filosofía, de la política; la literatura como refugio ante la decadencia. Pero esa fue una época, y ya pasó (y Calvino, qué curioso, dijo esto en 1985).
En fin, gracias por el debate y un saludo.
Jordi, ese trabajo de campo del que hablas se está haciendo desde diversos sectores. Modestamente hago mis aportaciones desde las introducciones o prólogos de mis libros, donde me cebo en el sistema editorial y crítico patrio. Coincido contigo, y en esos espacios lo he dicho, que una crítica -y una escritura- conservadora es, consciente o inconscientemente, ideológicamente reaccionaria. Y, por supuesto y como decía mi tocayo Vicente Gaos, todo poeta es crítico (y todo novelista es crítico: elige críticamente a qué tradiciones adscribirse o qué lineas combatir mediante la indiferencia o la ironía). Seguiré contestando cosas después de la publicidad.
ResponderEliminarPero siento que algo tan obvio tiene que seguir siendo dicho, y defendido. Como la existencia de la posmodernidad. Y es agotador.
ResponderEliminarPor otro lado, a los que dicen que en España no hay crítica, ¿no se les podría responder que tampoco hay creación literaria? Una afirmación es tan ridícula como la otra. Cuando se dice que los árbitros españoles (de todas las ligas, hasta las locales) son malos, no se tiene en cuenta que están al nivel del fútbol que arbitran.
El malentendido, por otro lado, ha sido arrastrado durante siglos. A propósito del cambio de siglo (XIX a XX), Adriana Rodríguez Pérsico escribe: "Autoconcebida como sistema simbólico central, la literatura busca imprimir su lógica en otras esferas, al tiempo que interroga la práctica específica, detectando y desmenuzando momentos de autorrepresentación (...). La imaginada posición central permite enjuiciar lo institucionalizado y las instituciones". Esa centralidad se perdió. Pero no se acepta. Hasta que lo hagamos, no se podrá expandir la perspectiva para pensar lo literario.
Jordi C.
Esa pérdida de la centralidad se tiene muy clara fuera de España, también los profesores españoles que viven fuera lo tienen claro. Germán Gullón decía en La Venus mutilada -no tengo ahora el libro aquí y no puedo citar la página concreta, sorry-, algo así como que "el paradigma de lo literario pasó al paradigma de lo visual en el siglo XX y quien no sepa reconocerlo se engaña". En efecto, hay muchos autoengañados, pero la ceguera -ya lo explicó Paul de Man- es un componente esencial de la experiencia literaria, tanto o más que la visión...
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