jueves, 25 de junio de 2009
Paranoien
Escribo desde una terminal de Internet en el aeropuerto de Zurich, terminal A. Tengo la sensación de estar viviendo un cuento de Ballard. Los parpadeos de las pantallas es lo único que se mueve aquí. No hay nadie más, a pesar de ser las 3 de la tarde de un jueves. Cuando digo nadie quiero decir nadie: ni seguridad, ni viajeros, ni equipos de limpieza, ni ser humano alguno. Centenares de metros de tiendas vacías, sillas huecas, mostradores descuidados, pasillos inacabables y cintas transportadoras me contemplan en silencio. Solo esta terminal y las máquinas expendedoras generan algo parecido a un movimiento, y es pura vibración de píxels, parpadeo estático. Cinco minutos en el contador de internet. Nadie alrededor. Cuando llegué había miles de personas, que han desaparecido como por ensalmo, uno a uno. Deben creerme. Estoy oyendo ruido de pasos, pero no veo a nadie. No son tacones, parecen pasos de hombre. Un minuto en el contador. Los mostradores me tapan al creador del ruido rítmico. No veo reflejos, no oigo su respiración, solo los pasos. Vienen hacia mí, pero no consigo ver su
.
Me creo la descripción que haces de ese aeropuerto, que puede adquirir un aire bastante ballardiano, también por el impresionante lujo de las tiendas de marca, y el resplandor de toda su estructura. Espero que no te atacara el fantasma de David Greenwood...
ResponderEliminarRIP
ResponderEliminarVicente
...Me recuerda a esa viñeta de Mafalda en la que alguien escribe en una pared: basta ya de censu
ResponderEliminar...Sigo el blog desde hace tiempo. De hecho, desde que sigo este blog siento que te debo una respuesta a una crítica tuya lejana en el tiempo que en un primer momento me tomé a mal pero que ahora (incluso) veo con buenos ojos a pesar de mi desacuerdo en alguno de sus puntos, y gracias a que, como todas las buenas críticas, abren puertas...
...Uno de estos días te escribiré un email, mientras tanto te mando un saludo...
Me ha gustado. No sé si creerme que es cierta la historia, pero me ha gustado la manera de acabarla. Espero que no hayas desaparecido y te encuentren en algún desierto, perdido y desmemoriado. En plan película.
ResponderEliminarBueno, ya nos contarás cómo acabó todo.
¿y la historia continúa cómo...?
ResponderEliminarlo que es la mente y lo condicionados que estamos por el cine. Esa inquietante presencia que se acerca podría ser un securata del aeropuerto perfectamente, pero como no lo vemos ya nos vamos paronoien total a pensar que debe ser algo chungo... esa es la magia del suspenso, el puntillo de lo siniestro. Igual que los huecos, lo mejor del relato se construye en nuestra imaginación, y eso es un logro, sí.
ResponderEliminarTenía 8 minutos exactos para crear la historia. Ocho minutos es el tiempo de acceso que consigues por 2 euros en las terminales del aeropuerto. Fue un curioso experimento de microrrelato contrareloj. Llegué justito, no me dio tiempo apenas a corregir, porque tenía que crear la estructura sobre la marcha.
ResponderEliminarUn rato después de colgar el post me di cuenta de que no tenía cámara de fotos, pero sí algo mejor: la web cam del ordenador. De modo que lo grabé -seguía sin haber nadie- para dejar constancia de este momento tan extraño en un no-lugar, pensado para el tránsito de miles de viajeros.
A las seis de la tarde, inexplicablemente, el aeropuerto volvía a ser un hervidero de gente. Pero, durante dos horas, alguien le dio al "pause" del tiempo en Zurich.
Saludos, Miguel Ángel, mi correo sigue abierto siempre. Ésta es una casa abierta, bienvenido.
¿Tenías? Deduzco que te habías impuesto a ti mismo escribir un microrrelato para variar o, quizás el impulso de describir algo cierto, algo que era inusual en ese sitio.
ResponderEliminarLa web cam ilustra muy bien este micro, para mí de ciencia-ficción, me imagino seres extraños de otra galaxia que te dejan sin habla.
Isabel, en literatura, al menos para mí, no hay diferencia alguna entre el deseo y la necesidad. Saludos.
ResponderEliminarinquietantemente extacto: el micro y tus gafitas asomándose por la esquina de la pantalla.
ResponderEliminarMe he puesto hasta nerviosa al final con el suspense... me ha gustado!
ResponderEliminarHubiera estado tambien genial haberte derpertado en el avión, y verlo vacio, con la puerta de la cabina cerrada, volando hacia alguna parte.
ResponderEliminarVicente,
ResponderEliminarMe ha parecido muy interesante tu relato del proceso creativo que has llevado a cabo.
En relación con lo del no lugar tienes razón, recordé algo parecido que me pasó aproximadamente hace un año. Durante cinco minutos me dio una paranoia tremenda. Era un lunes y alrededor de las tres de la tarde estaba comprando en un mercadona. De repente me dí cuenta que estaba yo sola en el pasillo, voy al siguiente e igual, voy a la pescadería e igual. Fue una sensación de pánico, como de película de ciencia ficción, “¿qué pasa donde está la gente?”. Se dieron una serie de coincidencias: no había ningún comprador, la mayoría de trabajadores estaba comiendo, los que no estaban reponiendo, la única cajera que había estaba agachada, no sé, ahora que lo pienso fue muy raro.
Me sentí un poco como Eduardo Noriega en “Abre los ojos” cuando está corriendo por la Gran Vía a la luz del día y completamente solo.
En los próximos días conseguiré el ejemplar de “Eñe” dedicado a Ballard.
Saludos
Hola. Esto de los ocho minutos por dos euros me ha recordado la longitud de los últimos escritos de Robert Walser -los microgramas-, determinada por el tamaño y formato del papel disponible en aquel momento. Y estupendo ese espacio en blanco al final. Un saludo.
ResponderEliminar--
c.m.
Microgramas
http://www.siruela.com/catalogo.php?opcion=buscar&id_libro=852
Una canción del verano de hace tiempo, para evitar ataques de pánico en soledad:
http://www.youtube.com/watch?v=QFEyoL3YCRQ
/Miedo
ResponderEliminarHay lugares que no están hechos para verlos sin movimiento.
P.D: Consejo, crea una cuenta de Youtube y cuelga ese vídeo (y cualquier otro vídeo) ahí en lugar de subirlo directamente a blogger, donde "se perderá".
Muy ballardiana la experiencia, desde luego... La arquitectura vacía y sus signos.
ResponderEliminarVicente,
ResponderEliminarMe ha gustado "Los viajes de Saasbeim".
Gracias, Ana, la verdad es que me divertí mucho haciéndolo. Para los que no sepan de qué hablamos, en el número de junio de la revista EÑE se incluyen unos poemas míos de ciencia ficción, titulados "Los viajes de Saasbeim". Saludos.
ResponderEliminarMe alegro que te divirtieras.
ResponderEliminarCreo que es lo más maravilloso que puede haber: disfrutar con lo que uno esté haciendo.
Saludos
Me ha gustado. Ha conseguido intrigarme,desde luego, y te quedas con ganas de más. Sólo he tenido una experiencia parecida, en una sala de cine, en Madrid. Ni recuerdo la película.Sólo estaba yo en aquella enorme sala, disfrutando de las formas, los márgenes, la indiferencia de las cosas. Me sentí más espectadora de mi propio rededor que de la película. Una de las experiencias que,muy a mi pesar, imagino que no se volverá a repetir.Saludos.
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