Si tomaramos la decisión, más o menos inflexible, de buscar cineastas con espacios singualres, Jia Zhang-Khe sería uno de los más adecuados para hacerlo. Sus películas todas asumen singularidades y, precisamente, la más decepcionante ha sido la que ha tratado de concretar el lugar más previsible en su filmografía, la simple industria y su interior. Platform (2000) ya era un magnífico prólogo a lo que en The World, lo ha (d)escrito Jonathan Rosenbaum, “adquiere proporciones míticas”. El cambio es evidente y la periferia de los actores obsesionados con un happening en la mitad de una transición política pasa a ser casi una tensión emocional o amorosa entre los dos protagonistas. Y el espacio está en Beijing, en un parque temático donde se reproducen todos los monumentos que parecen metaforizar la grandiosidad industrial de la que nueva China quiere hacerse partícipe: especialmente sugerente es ese Nueva York intacto. En fin, una película obligada.
Cómo me alegra ver este homenaje visual a una de las grandes películas de la década. Me sumo a los acertados juicios del amigo Alvy. Si no te importa, copio aquí lo que escribí hace un año sobre Jia Zhang-ke en mi viejo blog de cine, especulando sobre la estética geopolítica de Jameson y el arte del cineasta chino:
"En una situación como la presente, en que la gran farsa de los Juegos Olímpicos chinos tiende un velo hipócrita sobre los aspectos más crueles de la realidad de los estados y la economía mundial (¿por qué el deporte se ha terminado convirtiendo en la ideología que encubre todos los crímenes tras un manto de disciplina física y mental, competición reglada y respeto al adversario, sino porque representa la sublimación del espíritu del capitalismo postmoderno?), y el espectáculo televisivo de los cuerpos gimnásticos o atléticos compitiendo en un escenario globalizado, como en una coreografía kitsch del cineasta oficial Zhang Yimou, hacen olvidar enseguida todo el horror y la injusticia de un proceso histórico como el chino, y la complicidad del resto del mundo con él, el mejor anticuerpo que se me ocurre contra tanta falacia, tanta condescendencia y tanta mentira institucionalizada e interesada, es una revisión exhaustiva de la filmografía de Jia Zhang-ke, que es no sólo uno de los grandes cineastas actuales sino una de las miradas más penetrantes sobre una realidad en plena mutación como la china de las últimas décadas. Ya desde su primera película (Xiao Wu), donde ya planteaba la paradójica cuestión del estado chino, la relación entre lo privado y lo público, la propiedad privada y la colectiva, a través de la figura marginal del carterista profesional que es humillado por un régimen que prefiere la indistinción a la transgresión de las normas de conducta comunitarias. Platform y Unknown Pleasures son de visión obligada para quien quiera hacerse una idea de la historia reciente, la complejidad étnica y cultural de la China interior, como suele decirse, y el impacto de la subcultura americana en las vivencias de los jóvenes, entre otros motivos tratados con la cámara analítica de Jia (un gran artista del plano secuencia y la organización interna de cada plano, por no hablar del montaje milimétrico de las secuencias). O la prodigiosa The World, quizá la más compleja y lograda de todas las suyas, en la que las vivencias y conflictos de los personajes se ven retratados sobre el fondo de la globalización de un parque temático consagrado a los grandes monumentos del mundo exterior (la torre Eiffel, la Torre de Pisa, el Taj-Mahal, las Torres Gemelas, etc., reconstruidas a escala). Este horizonte de simulacros hacia el que supuestamente se dirige toda la actividad del país actúa, precisamente, como superyó estructural, cultural y económico sobre los pobres empleados que tienen que realizar la hazaña de colocar al país a esa altura descomunal y quizá inaccesible (el suicidio final de los amantes es una prueba de dicha imposibilidad y un signo de pesimismo moral). Y no me olvido de Naturaleza muerta, una película que, como los mejores productos artísticos de nuestro tiempo (pintura, fotografía, instalación, etc.), sabe transgredir los códigos estéticos en que se inscribe, circulando con atrevimiento crítico entre el neorrealismo, el hiperrealismo y el surrealismo para captar de un solo vistazo panorámico las cataclísmicas metamorfosis de la China actual".
Gracias Don Ferré. Por cierto, muy hábil lo de Yimou como cineasta oficial y kitsch. ¿Se ha fijado que hace diez años era, precisamente, la voz alegórica y crítica del cine Chino?
Yao a yao yao dao waipo qiao (1995) es acojonante en ese aspecto. El contexto, que diría Sontag, ahora lo ha convertido en todo un kitsch, que sin el talento de un Chang Cheh y King Hu (genuinos cineastas populares currantes de Hong Kong en tiempos de oposición y colonia) se ha dedicado a revestir de poesía (horterada) el 'wuxia', género nada menor y ya con sus estetas bien orgullosos de serlo. 'Hero' puede tener un pase, pero la última...es otra obertura de los juegos Olímpicos.
Aunque con un mes de retraso, gracias por la recomendación. Ayer me bajé la película y hoy la he visto. Si la cosa sigue así, Vicente Mora acabaré apareciendo en esas listas de personajes influyentes que publican las revistas... Gracias también por los comentarios críticos. Pero yo introduciría un matiz en estos comentarios. Hablan de la película como si fuese un reflejo de China, como si el autor hubiese querido hablar sólo de China. Creo que es un tic que tenemos los occidentales cuando vemos películas o leemos novelas asiáticas. Las circunscribimos a otro ámbito cultural; es como si adoptásemos una "mirada exótica": nos está hablando alguien de fuera, vamos a ver lo que pasa por ahí(no nos sucede lo mismo cuando vemos una película inglesa, alemana, americana: en estos casos, aun siendo obras extranjeras, es como si nos hablase uno de los nuestros sobre cosas nuestras). Creo que lo que cuenta Jia Zhangkhe en The World no es específico de China, ni su forma de contarlo es "específicamente china": la historia de estos emigrantes desarraigados, que sólo ven el mundo como en un parque temático, aplastados por una realidad que sólo les permite soñar a través de lo digital, podría transcurrir en cualquier ciudad española. De hecho, me temo que está transcurriendo ahora mismo en muchas ciudades españolas.
Si tomaramos la decisión, más o menos inflexible, de buscar cineastas con espacios singualres, Jia Zhang-Khe sería uno de los más adecuados para hacerlo. Sus películas todas asumen singularidades y, precisamente, la más decepcionante ha sido la que ha tratado de concretar el lugar más previsible en su filmografía, la simple industria y su interior.
ResponderEliminarPlatform (2000) ya era un magnífico prólogo a lo que en The World, lo ha (d)escrito Jonathan Rosenbaum, “adquiere proporciones míticas”. El cambio es evidente y la periferia de los actores obsesionados con un happening en la mitad de una transición política pasa a ser casi una tensión emocional o amorosa entre los dos protagonistas. Y el espacio está en Beijing, en un parque temático donde se reproducen todos los monumentos que parecen metaforizar la grandiosidad industrial de la que nueva China quiere hacerse partícipe: especialmente sugerente es ese Nueva York intacto.
En fin, una película obligada.
Gracias por la recomendación.
ResponderEliminarDillinger
Cómo me alegra ver este homenaje visual a una de las grandes películas de la década. Me sumo a los acertados juicios del amigo Alvy. Si no te importa, copio aquí lo que escribí hace un año sobre Jia Zhang-ke en mi viejo blog de cine, especulando sobre la estética geopolítica de Jameson y el arte del cineasta chino:
ResponderEliminar"En una situación como la presente, en que la gran farsa de los Juegos Olímpicos chinos tiende un velo hipócrita sobre los aspectos más crueles de la realidad de los estados y la economía mundial (¿por qué el deporte se ha terminado convirtiendo en la ideología que encubre todos los crímenes tras un manto de disciplina física y mental, competición reglada y respeto al adversario, sino porque representa la sublimación del espíritu del capitalismo postmoderno?), y el espectáculo televisivo de los cuerpos gimnásticos o atléticos compitiendo en un escenario globalizado, como en una coreografía kitsch del cineasta oficial Zhang Yimou, hacen olvidar enseguida todo el horror y la injusticia de un proceso histórico como el chino, y la complicidad del resto del mundo con él, el mejor anticuerpo que se me ocurre contra tanta falacia, tanta condescendencia y tanta mentira institucionalizada e interesada, es una revisión exhaustiva de la filmografía de Jia Zhang-ke, que es no sólo uno de los grandes cineastas actuales sino una de las miradas más penetrantes sobre una realidad en plena mutación como la china de las últimas décadas. Ya desde su primera película (Xiao Wu), donde ya planteaba la paradójica cuestión del estado chino, la relación entre lo privado y lo público, la propiedad privada y la colectiva, a través de la figura marginal del carterista profesional que es humillado por un régimen que prefiere la indistinción a la transgresión de las normas de conducta comunitarias. Platform y Unknown Pleasures son de visión obligada para quien quiera hacerse una idea de la historia reciente, la complejidad étnica y cultural de la China interior, como suele decirse, y el impacto de la subcultura americana en las vivencias de los jóvenes, entre otros motivos tratados con la cámara analítica de Jia (un gran artista del plano secuencia y la organización interna de cada plano, por no hablar del montaje milimétrico de las secuencias). O la prodigiosa The World, quizá la más compleja y lograda de todas las suyas, en la que las vivencias y conflictos de los personajes se ven retratados sobre el fondo de la globalización de un parque temático consagrado a los grandes monumentos del mundo exterior (la torre Eiffel, la Torre de Pisa, el Taj-Mahal, las Torres Gemelas, etc., reconstruidas a escala). Este horizonte de simulacros hacia el que supuestamente se dirige toda la actividad del país actúa, precisamente, como superyó estructural, cultural y económico sobre los pobres empleados que tienen que realizar la hazaña de colocar al país a esa altura descomunal y quizá inaccesible (el suicidio final de los amantes es una prueba de dicha imposibilidad y un signo de pesimismo moral). Y no me olvido de Naturaleza muerta, una película que, como los mejores productos artísticos de nuestro tiempo (pintura, fotografía, instalación, etc.), sabe transgredir los códigos estéticos en que se inscribe, circulando con atrevimiento crítico entre el neorrealismo, el hiperrealismo y el surrealismo para captar de un solo vistazo panorámico las cataclísmicas metamorfosis de la China actual".
De todas toda de sumo interés.
ResponderEliminarGracias Don Ferré. Por cierto, muy hábil lo de Yimou como cineasta oficial y kitsch. ¿Se ha fijado que hace diez años era, precisamente, la voz alegórica y crítica del cine Chino?
ResponderEliminarYao a yao yao dao waipo qiao (1995) es acojonante en ese aspecto. El contexto, que diría Sontag, ahora lo ha convertido en todo un kitsch, que sin el talento de un Chang Cheh y King Hu (genuinos cineastas populares currantes de Hong Kong en tiempos de oposición y colonia) se ha dedicado a revestir de poesía (horterada) el 'wuxia', género nada menor y ya con sus estetas bien orgullosos de serlo. 'Hero' puede tener un pase, pero la última...es otra obertura de los juegos Olímpicos.
Aunque con un mes de retraso, gracias por la recomendación. Ayer me bajé la película y hoy la he visto. Si la cosa sigue así, Vicente Mora acabaré apareciendo en esas listas de personajes influyentes que publican las revistas...
ResponderEliminarGracias también por los comentarios críticos. Pero yo introduciría un matiz en estos comentarios. Hablan de la película como si fuese un reflejo de China, como si el autor hubiese querido hablar sólo de China. Creo que es un tic que tenemos los occidentales cuando vemos películas o leemos novelas asiáticas. Las circunscribimos a otro ámbito cultural; es como si adoptásemos una "mirada exótica": nos está hablando alguien de fuera, vamos a ver lo que pasa por ahí(no nos sucede lo mismo cuando vemos una película inglesa, alemana, americana: en estos casos, aun siendo obras extranjeras, es como si nos hablase uno de los nuestros sobre cosas nuestras). Creo que lo que cuenta Jia Zhangkhe en The World no es específico de China, ni su forma de contarlo es "específicamente china": la historia de estos emigrantes desarraigados, que sólo ven el mundo como en un parque temático, aplastados por una realidad que sólo les permite soñar a través de lo digital, podría transcurrir en cualquier ciudad española. De hecho, me temo que está transcurriendo ahora mismo en muchas ciudades españolas.