sábado, 12 de junio de 2010
Entrevista a Diego Doncel sobre "Mujeres que dicen adiós con la mano"
1) Debería comenzar preguntándote si crees, como yo, que tu poesía tiende al intimismo mientras que tu narrativa se asoma a la exterioridad (por supuesto, con cruces entre ambas esferas, como es natural). Mujeres que dicen adiós con la mano es una novela muy anclada en el presente, pero también lo era El ángulo de los secretos femeninos, tu otra obra de narrativa (Mondadori, 2003). La diferencia quizá es que ésta era intemporal, mientras que Mujeres... está historizada, fechada en un presente próximo.
En realidad es una cuestión de intereses concretos. Mi novela anterior inventaba una isla que no era otra que la Mallorca y la Ibiza que conocí en los años 80 y 90, los años de la alucinación consumista. En Mujeres que dicen adiós con la mano la Historia entra en la narración contada por las víctimas que esa Historia va dejando en el camino. Una, en ese vertedero social que son los suburbios de París; y otra, en la irracionalidad de un acto terrorista. Pero además, tanto en un caso como en otro, está la perturbación de la gente ante los discursos políticos, ¿dónde está la verdad?, se preguntan, y como no hay una respuesta que se pueda aceptar el drama todavía es mayor. Por otra parte está el deseo de intervenir, el deseo de cambiar la realidad. Creo que los acontecimientos de este principio del siglo XXI son apasionantes: inmigración global, terrorismo global y crisis global.
2) ¿Cuál crees que es la relación de la narrativa española con la realidad?
Naturalmente no se puede hablar de una sola forma de plasmar la realidad en la novela española de nuestros días. Hay decididamente un movimiento que no acepta las cosas y otro (espero que cada vez más minoritario) que las asume sin ningún problema. Estos últimos son los que dicen que el paraíso es El Corte Inglés, los que caen continuamente en la trampa de la sociedad de consumo y de la cultura como consumo en la era del hipercapitalismo. A esta cultura le interesa subrayar, por ejemplo, la falta de diferenciación entre alta y baja cultura, que la literatura esté invadida por los iconos del mercado, que el escritor no sea una conciencia crítica sino un elemento más del espectáculo, una más de las estrellas en el firmamento pop, además que sea el mercado el que dicte una visión de las cosas. Es el discurso de la sociedad del espectáculo, como diría Debord. Un discurso que asume todo el imaginario de las sociedades capitalistas sin ningún tipo de crítica. Eso sin contar que han asumido la publicidad como gran recurso crítico. Creo que la cultura debe ser un medio para vigilar la realidad que quiere crear ese hipercapitalismo, no para convertirse en su portavoz o en su cómplice. Por cierto, el hipercapitalismo no es sólo una concepción económica, es una concepción social y una cosmovisión.
3) Respeto tu opinión, y coincido en parte con ella, pero es un asunto muy complejo y con muchas aristas (una por escritor) y facetas (una por novela publicada en castellano durante los últimos 20 ó 30 años) como para entrar ahora a fondo en el tema. Otro día lo haremos, pero ahora estamos aquí para hablar de tu libro, o de tu trabajo narrativo. De los dos títulos de tus obras parece deducirse un claro interés por lo femenino en tu narrativa.
La mujer, como sujeto literario, es apasionante. En otros ámbitos también, claro. En realidad lo es desde el punto de vista de las nuevas formas sociales. Hay que darse cuenta que hace poco no tenían alma, ni podían votar, ni decidir sobre su vida sexual. Hay que darse cuenta también que, en el terreno de la sexualidad, en la visión de la mujer predominan los componentes machistas. No digamos nada en la sociedad de consumo donde la mujer es fundamentalmente un objeto para provocar fantasías y placer. En mi novela, se explora el lado de la maternidad, de la maternidad elegida o de la maternidad rota por la violencia. Creo que es una de las cosas más terribles que le puede pasar a una mujer, a un ser humano. Creo que cuando una mujer que ha perdido a su hijo o a su hija en un acto de violencia, es el modo más atroz de ser víctima.
5) Totalmente de acuerdo, Diego. El dolor, en efecto, es una de las preocupaciones más importantes de Mujeres que dicen adiós con la mano. He visto pocos análisis tan penetrantes como el tuyo respecto al abismo humano y su capacidad de crear dolor. La novela, por esa causa, resulta muy dura en muchos momentos, pero me ha parecido que había algún resquicio de esperanza, que aparece (es mi opinión, corrígeme si me equivoco) relacionada de continuo con la música. ¿Es la música en la novela un símbolo esperanzador? ¿Podemos decir que tu novela es nihilista, o crees que se ha dejado hueco a expectativas de consuelo?
Creo que la sociedad de consumo ha apartado el dolor. La televisión nos ofrece continuamente dolor, pero es un dolor que vemos a distancia, es un dolor que vemos en frío. Estamos creando, en este tipo de sociedad, espacios de neutralización. El dolor o es una ficción o es un espectáculo, no es algo vivo, no es algo que a nosotros nos pueda importar. Además hemos apartado la reflexión sobre el dolor, hemos neutralizado esa reflexión. Y esto, en el fondo, es una postura muy años 80, muy pensamiento o literatura ligth. Creo que ahora estamos en otra fase. Queremos mostrar el dolor de los que viven en los vertederos sociales, en los vertederos íntimos. Queremos que la gente sepa que compartir el dolor es lo más revolucionario. Y sobre todo queremos por ello que la literatura no sea un espacio de neutralización, un nicho de neutralización. Frente al pensamiento débil de los 80, debemos proponer un pensamiento fuerte y arriesgado, profundo, y de radicalidad ideológica.
En ese sentido me da miedo la utilización de dolor como sinónimo de nihilismo. En realidad el nihilismo se basa en una cosmovisión mecánica, sin alma, donde el hombre sufre un proceso de cosificación. Esa es la cosmovisión del hipercapitalismo y de la sociedad de consumo. En ese sentido, claro, mi novela no participa de esa visión: la combate. Habla de víctimas que buscan la dignidad en medio de su propia perturbación.
5) Tienes razón, Diego. Quizá utilizar nihilista no fue lo más adecuado por mi parte, el nihilismo tiene una larga y profusa historia intelectual, y aunque quise utilizar la palabra en el sentido vulgar de desesperanzada, no era la más apropiada al caso. Pero volviendo al tema, entiendo que crees que hay alguna forma de esperanza mediante la concienciación, para que los lectores sean o seamos conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor. Participas, en ese caso, de una visión digamos brechtiana de la literatura, que es muy interesante y valiosa cuando se hace bien, pero que está –cuando mal hecha, lo que no es el caso de tu novela– en un borde próximo al panfleto –cuando mal hecha, insisto–. ¿Qué instrumentos literarios has tomado para tomar distancia de los hechos históricos y convertirlos en literatura? ¿Qué preguntas técnicas te has hecho al respecto? Siempre has mostrado en público tu interés por las narrativas de las disfunciones sociales, como las de A. M. Homes o Alice Munro; ¿han sido éstas u otras las referencias literarias que has tenido presentes?
Me gusta partir de la realidad para construir mis historias. Pero creo que la realidad debe ser manipulada precisamente para que sea más expresiva. En ese sentido, la disfunción no la utilizo como un recurso sino como un modo de lo real. Los escritores norteamericanos, por ejemplo, no sólo crean realidades disfuncionales sino también psicologías disfuncionales. Y por supuesto un estilo adaptado a ambas. Una manera de narrar claramente disfuncional. Creo que es lo que mejor se adapta a nuestra época. La sociedad del hipercapitalismo es la sociedad de la mercancía, donde la subjetividad está condenada a un mero receptor de placer, de placer en el consumo. Se quieren sentimientos básicos y no problemáticos. Cuando hay sentimientos problemáticos, saltan los sistemas para contrarrestarlos. Pero el hecho es que el ser humano soporta un inmenso caudal de perturbación. En mi novela, por ejemplo, la identidad personal no es algo fijo, ni siquiera se la conoce del todo. Es algo que aparece en constante mutación. ¿Por qué? Porque estamos hechos de secretos, de mentiras, de opiniones, de estrategias, de ambiciones, de fracasos y de logros. Hay cabos sueltos que un día parecen conducirnos a algún sitio. Se unen cosas y se separan otras. Y la novela debe ser fiel a esto. Por eso la novela actual debe encontrar nuevos cauces expresivos. No puede plegarse a un sistema simplista de las cosas. La vanguardia siempre es ese horizonte de búsqueda. De inconformidad. Por eso me parece muy importante la utilización del fragmento, de la simultaneidad, las rupturas y las conexiones sorprendentes.
Respecto a que determinada literatura social acaba cayendo en el panfleto, es cierto. Pero podemos pensar que de la misma manera es panfletaria cierta literatura de consumo o incluso alguna del llamado realismo sucio. Lo panfletario tiene que ver con la falta de calidad literaria y con la falta de profundidad de visión. Quiero, en este sentido, llamar la atención sobre algo. Desde mi punto de vista, en las últimas décadas se produce un cambio en la lectura de la realidad. Esa lectura, esa escritura se basa fundamentalmente en cuestiones que tienen que ver con la recepción que se quiere para la obra literaria en la sociedad de consumo. Baricco las resumió con acierto en su ensayo titulado Los bárbaros y son: superficialidad, rapidez y adaptación al mercado. La literatura, por tanto, adaptada y cómplice de lo que quiere el sistema del hipercapitalismo. Es más: esa literatura como la única posible hoy. Me gustaría, por ello, que los narradores más conscientes intentaran crear un nuevo sistema de lectura y de escritura. Tal vez es el momento de hacerlo desde posiciones arriesgadas, incluso editorialmente arriesgadas. Tal vez es el momento de crear una nueva conciencia, tanto en la cultura, como en la política como en la economía. Creo que estaría bien que volviera el espíritu de los 60. Que tuviéramos la capacidad de refundar las cosas.
6) ¿Crees que tu narrativa continuará por este camino o estás embarcado en proyectos diferentes?
Debord decía que no sólo queremos un cambio político sino que queremos un cambio de civilización. Tal vez mi literatura vaya por ahí. Hay pensadores que ya están en ello. Que buscan una nueva forma de cosmovisión más allá de esta concepción del universo donde parece que todo vale porque no hay finalidad, sólo azar desprovisto de sentido. El sentido es el hombre. Pero esta apertura conceptual no puede darse si a la vez no hay una apertura estética. Necesitamos embarcarnos en nuevas experiencias de escritura. Tal vez haya que desempolvar papeles. Por ejemplo, cada vez me interesa más el movimiento Dadá, las técnicas de combinación, de repetición, de montaje. Las técnicas de mezcla de realidades, de inestabilidad. Necesitamos nuevos horizontes expresivos. Esa es la nueva conciencia y en eso estamos.
[Relación con el autor entrevistado: amistad.
Relación con la editorial: en la actualidad ninguna; publicó� mi primer libro de cuentos]
Interesante entrevista para los amantes de la buena literatura, ya sea en forma de verso o prosa. Me encanta tu blog Vicente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Rosalía.
Excelente entrevista, Vicente, pronto leeré la novela con mucho interés.
ResponderEliminarMuy interesante la entrevista. Entran ganas de leer el libro. Una pregunta:
ResponderEliminar¿Puede una novela concebirse como panfleto si siendo acrítica con el hipercapitalismo, o incluso siendo claramente celebratoria está mal escrita?
Un saludo.
Yo describiría el panfleto -a ver si te vale esta definición, Oche- como todo aquello que intenta pasar por literatura cuando sus fines son otros. El panfleto no es más literatura ni menos, es otra cosa disfrazada de aquélla. Está mal escrita -como literatura- por naturaleza, aunque sea eficaz como panfleto. Un saludo, Oche.
ResponderEliminarSí me vale. Muchas gracias. La pregunta viene motivada por una situación que se repite. Creo que a veces se tilda de panfletaria a toda novela que contenga una mínima intención política. Y eso tampoco es. Hasta he oído decir que narrativa de Belén Gopegui es SÓLO panfletaria.
ResponderEliminarUn saludo, Vicente.
Y, por si no lo he dicho ya , me gustó bastante Alba Cromm. Lo de que el antisistema fuera un completo gilipollas es valiente, gracioso y da que pensar. No me molaría nada llegar a ese punto.
Ya sabes que obras como las de Gopegui, Jorge Riechmann y Enrique Falcón, entre otras, me interesan mucho. Eso no quiere decir que suscriba todas y cada una de sus líneas, claro: ¡no lo hago ni con las mías!. Todas las novelas son políticas (las que no lo aparentan, también), y la política es un tema fundamental de nuestro tiempo, de todo tiempo. Lo único importante es que el tratamiento que de ella se haga sea digno, literariamente exigente, con eso basta. El panfleto sucede cuando el escritor (de izquierdas, de derechas, de centro, de donde sea) olvida por completo la literatura y se centra en la política. Eso es lícito y no es pernicioso, pero se ha dejado fuera el arte, se está ya en otra zona de la vida. Saludos, Oche.
ResponderEliminarHan llegado un par de comentarios anónimos de, supongo, nuevos visitantes del blog. Los antiguos ya saben que aquí al único escritor que se puede insultar es al administrador. Ruego que si alguien quiere opinar argumente y debata, en faltar de faltar a nadie. Saludos.
ResponderEliminarYo vengo en son de paz Vicente...ja,ja,ja. No entiendo mucho de literatura pero leer tus entradas me ayudan a tener una idea, aunque algunos detalles se me escapan debido a mi desconocimiento sobre el tema. ¿Me la recomiendas entonces?
ResponderEliminarUn saludo.
No sé si cuando dices que todas las novelas son políticas te refieres a que todas las que describen relaciones humanas, en una sociedad real o imaginaria, muestran los principios del autor sobre el orden social.
ResponderEliminarA mí me ha gustado mucho, Norma, aunque es muy dura. Haz la prueba, quizá te guste. Saludos.
ResponderEliminarY sí, Alejandra, es como lo dices, aunque hay que hilar muy fino algunas veces, sobre todo en novelas donde el protagonista cuenta la historia en primera persona, para no confundir la visión del mundo del personaje con la visión del mundo del autor. Por lo general en esos casos las contradicciones u otros detalles reveladores de los personajes suelen dar pistas respecto al juicio moral que le merece al autor lo que está ocurriendo. Saludos.
¿ Cómo se calificaría a esta novela postmoderna, postpostmoderna,nocilla, afterpop, o nada?
ResponderEliminarLa definiría como tardomoderna, creo.
ResponderEliminarEn un comentario, que creo perdido, decía que oí hace unos meses a Diego Doncel en una conferencia del Máster sobre estética. Su intervención me interesó tanto como sus " Mujeres..." Distinguía entre lector activo y lector pasivo. El lector pasivo es el que sigue la estética de la literatura de consumo. Leer para divertirse/ entretenerse/ pasar el rato/ estar a la moda cultural. El lector activo crea/ participa/ critica/ mantiene una actividad ideológica/ une cabos/ conforma la narración. Yo esta novela la veo así, como algo activo. Creo que la entrevista es interesante pero que no habéis tratado este tema. La estructura, la participación del lector
ResponderEliminarBueno, más que hablarlo lo hemos hecho, ¿no crees? Una entrevista es una forma extrema de lectura y una forma clara de colaboración en la construcción de sentido. Creo que lo interesante sería, A., que cuando leas el libro, si no lo has hecho ya, des tu propia experiencia de lectura y la comentamos. Saludos y gracias por el apunte.
ResponderEliminarOK. La he leído. La he recomendado. Me parece muy buena. Me parece que es una novela que hace de la estructura no una retórica sino un bicho viviente. Un monstruo con tentáculos. Un monstruo con mente. Debes adivinar su sentido porque si no quedas fuera. No es un animal fácil. No es un artefacto. ¿ Por qué no prescindimos de los artefactos?
ResponderEliminarEste blog es muy interesante y Alba Cromm aunque no sea una maravilla tampoco creo (como tantos) que sea una bomba fétida.
ResponderEliminarSoy un chico limpio, no creo que pueda oler tan mal un texto mío, pero todo es posible. Saludos.
ResponderEliminarSaludos, es la primera vez que me atrevo a comentar, aunque no la primera vez que visito el blog, creo que es muy interesante- aunque la palabra sea terrible-. Me ha encantado la entrevista, aunque reconozco que no he leido el libro, pero prometo hacerlo; básicamente porque me intirga, y me explico, hay muy pocos autores masculinos que al leerlos desde la voz de una mujer me hallan resultado creibles, eso unido al reto que supone novelar una realidad tan cercana es un verdadero ejercicio de audacia y no lo digo en mal sentido, me encantan los escritores que se atreven con algo tan complejo e incluso comprometido porque conlleva una implicación muy personal.
ResponderEliminarenhorabuena por el blog, espero poder darte pronto una opinión sobre el libro, si te interesa claro.
Un saludo
Isabel, tus comentarios serán siempre bienvenidos. Gracias por dejar tu voz aquí.
ResponderEliminarA mí también me intrigó por lo mismo. La leí. Me ha gustado. Como tampoco yo nunca escribo en blogs sólo quiero decir que enhorabuena por haber sabido tratar lo que es la maternidad. Me llamó la atención la cita del principio: sólo soy los restos de la madre que fui.
ResponderEliminarUn saludo
Sí, ojalá haya una literatura social en tiempos de crisis. Pero más allá del capitalismo ¿ quçe nos queda?
ResponderEliminarVicente, ¿tú crees que existe en la literatura última una novela social?
ResponderEliminarDEfinitivamente sí, Anónima. Pienso en lo último que han publicado Rosa, Gopegui, Hernández Riaño, Morella... Es más, creo que también mi última novela puede ser considerada a la vez como social y experimental. Saludos.
ResponderEliminarPero tal vez novela social no significa novela politica, ¿ Es Alba Cromm una novela política? ¿Y Mujeres...?
ResponderEliminar¿ Por qué diferencias entre social y experimental? No lo estimo apropiado. Lo social debe ser experimental ( La literatura española tiene "Tiempo de silencio") ¿ No te parece?
ResponderEliminarSaludos a Diego Doncel.
Ernesto Sánchez
¿quién está oponiendo social y experimental? Yo, desde luego, no lo he hecho nunca. No sólo Tiempo de silencio, también ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! o Alba Cromm son experimentales. La obra de Joyce me parece profundamente social, por ejemplo, creo que son dicotomías superadas. Sería complicado, Anónima, saber qué es literatura política, toda literatura es política, en esto estoy de acuerdo con Orwell. También es política la que no es ideológica. Saludos.
ResponderEliminar¿El arte por el arte/ la poesía escapista de los novísimos/ los poetas más tradicionalistas de la experiencia/ los blogs de los nocillas, mucha de su narrativa? ¿Arte ideológico? ¿ Dónde?
ResponderEliminarErnesto