No voy a esperar a las líneas azules, ya características, al final del post, para aclarar que Jesús Aguado es mi amigo, un amigo entrañable como tengo pocos. Los prólogos se hacen por diversos motivos y la amistad es uno más que legítimo para prologar. No obstante, creo de mucho interés aclarar cómo acabé siendo amigo de Jesús Aguado, a la hora de explicar por qué es tan importante esta Poesía reunida que acaba de publicar Vaso Roto.
Cuando tuve noticia de la existencia de un poeta llamado Jesús Aguado, con ella llegó la de que vivía en la India, en Benarés. Era, por tanto, un poeta virtual, un poeta situado -casi exóticamente- fuera del sistema. Leí su poesía, algunos de sus primeros libros, y me gustaron mucho. Pero luego llegó Lo que dices de mí. La lectura de ese poemario me produjo dos tremendos golpes; literario el primero, pues era y sigue siendo un poemario magnífico. El segundo fue diferente. Al terminar de leer el libro, pensé: hay un gran ser humano detrás de este libro. Así que hice todo lo posible para entrar en contacto con él. Pedí a alguien su correo electrónico y le escribí inmediatamente. Tras su afable respuesta comenzó una larga y sostenida correspondencia, donde los temas intelectuales se mezclaron pronto, como no puede ser de otro modo con Jesús, con cuestiones personales: la existencia, el amor o el dolor (temas de ese poemario). Más tarde conseguimos vernos en persona, congeniamos y desde entonces nos vemos siempre que podemos.
He aquí como, a veces, las amistades llegan a través de conductos puramente intelectuales y luego se transforman en otra cosa, más profunda y enriquecedora. No siempre sucede, pero cuando ocurre es un privilegio.
Y para mí ha sido un privilegio, en efecto, haber prologado este importante volumen, en el que los lectores tienen acceso a un retrato integral de la enorme aportación de Jesús Aguado a la poesía en castellano. Sus libros estaban publicados en varias editoriales, casi todas las importantes, pero a mi juicio era necesaria una reunión, como la presente, que diese una imagen de conjunto: gracias a esa visión global puede entenderse mejor la magnitud y diversidad del talento de Aguado. Por eso es tan valiosa esta compilación, porque permite acceder por completo a un universo poético extraño en nuestras letras, hecho desde extrarradios espaciales e intelectuales (filosofía oriental, poesía india), y que arroja una mirada nueva sobre lo que es posible escribir en poesía.
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A continuación adelanto algunos extractos de mi prólogo:
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"Piezas de un puzle destinado a quedar incompleto y en incesante reconstrucción o, quizá, diferentes puzles superpuestos en paralelos estratos temporales. No existe la angustia ante los senderos que se bifurcan, Aguado envía un yo poético a cada uno."
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"En especial, recomiendo al lector que compare los poemas aquí aparecidos de El fugitivo con los que en su momento recogía la versión de Pre-Textos de 1998. Son dos libros distintos, pero es que Aguado es también ahora una persona distinta, certeza visible en este poema de Verbos:
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recordar
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muchas cosas suceden hacia atrás
en el pasado cambios
no archives no regreses
no estás ahí nunca estuviste
al desandar el tiempo
cierra su laberinto y te devora"
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"Su larga experiencia de traductor (Kabir, la poesía devocional india, la poesía popular) parece haber sido para él muy enriquecedora, al obligarle a estudiar las diversas místicas y filosofías de la India, como medio para entender debidamente los textos. En un segundo lugar, parece haberle fascinado, algo normal en un vate, el modo en que esos poemas se ideaban y componían, la filosofía poética que los informaba. En cierto modo ambos análisis eran simultáneos: lo técnico y lo cósmico se encontraban para él en el mismo plano de lo real. De ahí la declarada afinidad del autor con María Zambrano, la filósofa malagueña que también indagase en la raíz de la razón poética. Incluso en los libros aparentemente más racionales de Aguado, ordenados de forma enciclopédica, como su valioso Diccionario de símbolos (2010), la presencia de lo simbólico agrega un relieve mítico que sirve de compensación a lo que cabe dentro del marbete “sentido común”, para convertirlo en sentido a solas."
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Gracias, Vicente, por saber estimular a leer poesía y por tu magnífico blog. Esta semeana seré uno de los que apoyen la poesía de Aguado comprando su libro.
ResponderEliminarNo te arrepentirás. Sáltate el prólogo y disfruta.
ResponderEliminarLo conocí en Lucena, en unas jornadas de lectura en la escuela, principalmente. Me pareció cercano en el café compartido. Hablamos de poesía sin que pareciera estar la poesía de por medio. Había leído algo, pero no lo suficiente entonces. Los homenajes, la astuciA del vacío. Poco más. Pero importa la persona, eso pensé, como sdices bien, amigo Vicente. También yo me he encontrado amigos por la vía intelectual. Por el blog, por los libros, por compartir una barra de bar después de unas jornadas poéticas. O viceversa.
ResponderEliminarGracias Vicente por la recomendación, voy a leer detenidamente a Jesus Aguado. Ahora mas que nunca necesitamos poesía. (J.J)
ResponderEliminarEntiendo lo que dices y entiendo lo que hay delante y detrás de los textos de Aguado. Sólo lo he visto una vez, en el CAL de Málaga hace ya un año. Presentó un librito compendio de sus artículos en un periódico de aquí. Sin embargo la presentación fue tediosa hasta la muerte. No recuerdo haber bostezado tanto desde mis clases de Derecho Administrativo de 5º. Juro que dormí en aquella sala abarrotada. Y no podía escabullirme sin provocar una ola de levantamientos y molestias a uno u otro lado. Es una de las sensaciones más frustrantes del aparato y pompa literarios, el sopor que acompaña a las presentaciones. En realidad fui porque Bonilla amenazó con ir y presentar él a Aguado, pero se puso malo o se arrepintió o tenía líos en otra ciudad, no lo recuerdo. En fin.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Emilio y J.J.
ResponderEliminarJosé Luis, no entiendo bien tu comentario, que no tiene nada que ver ni con el libro, ni con Aguado como poeta, y más parece algún tipo de exabrupto o ajuste de cuentas malagueño que una opinión inteligente, que es lo que siempre suele venir de ti. Pero bueno, aquí queda. Saludos.
No, Vicente. El libro no lo he leído aún, claro. A Aguado sí, y entiendo lo que dices "sobre la persona". No se trata de un exabrupto sino de un recuerdo más o menos reciente sobre una presentación muy, muy tediosa. Inmensamente aburrida. Si consideras que tiene poco que ver con el tema, perdona. Pero entendí que el "tema", aparte del nuevo libro de Aguado, podría ser ampliable.
ResponderEliminarSiento que no lo hayas entendido y que te haya molestado.
No hay ajuste de cuentas. Yo me llevo bien con todo el mundo. Además, no soy malagueño.
No es que me haya molestado, es que no entiendo bien la relación. Pero bueno, eres libre y siempre eres bienvenido aquí, como bien sabes. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bueno. Da ganas de leerlo.
ResponderEliminarYo tuve la suerte de descubrir a Jesús Aguado en Cosmopoética 2007. Incluyo esta antología en mi ya extensa carta a los Reyes Magos. Yo acostumbro a leer los prólogos una vez finalizada la lectura del libro. Ignoro si se trata de un sinsentido o si, por el contrario, posee alguna ventaja hacerlo de este modo. Supongo que lo hago para evitar que el prologuista, en este caso Vicente, condicione o contamine en modo alguno mi lectura de la obra que, a fin de cuentas, es lo que verdaderamente importa. En cambio, leer los prólogos a posteriori, me sirve para mantener una especie de diálogo con conocimiento de causa con el prologuista, con alguien que también ha leído la obra de manera profusa. Sería algo así como contraponer mi visión y la suya o ampliar un poco el conocimiento acerca del autor y de la obra o de elementos colaterales a ésta. También es como conservar un (espacio) que me permitirá separarme del libro menos bruscamente, menos traumáticamente (esto sobre todo me sucede con libros que me gustan especialmente). A veces he llegado a pensar que los prólogos deberían ir al final de las ediciones. No sé si Vicente tendrá alguna teoría al respecto. Un saludo.
ResponderEliminarYo también lo hago a veces, Francisco. Y de hecho fíjate que lo primero que le he dicho a Juan Antonio es que se salte el prólogo. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias por esta explicaciòn. Hacer el pròlogo a un amigo me parece la màs legitima de las razones, sin embargo el hecho de que hayas explicado el por què de tu admiraciòn por Aguado hace muy motivante la lectura de la poesìa. Si detràs de su obra, hay un gran ser humano, quiero conocerlo yo tambièn. Sara
ResponderEliminarDescubrí a Jesús Aguado con aquel libro al alimón con Chantal Maillard, "Semillas para un cuerpo" (que es del '84, creo); pero pienso que el libro que me enganchó definitivamente a su personalísima manera de ver las cosas fue "Libro de Homenajes". Por eso pienso que hacerse con este libro es hacerse con un tesoro inagotable. Que nadie me diga que es caro. En realidad es una ganga! Un saludo a todos.
ResponderEliminarMe encanta tu blog.. Se me hace muy reflexivo, desde que lo descubrí, lo leo.
ResponderEliminarGracias, Sara. Abrazos y felices fiestas
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