En esta semana coinciden en la salida dos textos de mi autoría, por si alguien está interesado. El primero es: “Concha García: de la deambulación del verso a
la disolución subjetiva”, en Antonio Agustín Gómez Yebra (ed.), Estudios sobre el patrimonio literario
andaluz (V). Homenaje al profesor Cristóbal Cuevas; AEDILE, Málaga, 2013. El segundo trabajo es “Sujeto a
réplica: el estatuto narrativo del sujeto palimpsesto y formas literarias de
identidad digital”, en Jesús Montoya Juárez y Ángel Esteban (ed.), Imágenes de la tecnología y la globalización
en las últimas narrativas hispánicas; Iberoamericana Vervuert, Madrid 2013.
De este último incorporo a continuación algunos párrafos, por si estimulan a la lectura:
Sujetos a réplica
No preguntes
por qué ya no eres nadie, sólo unos fragmentos pixelados, unas pocas imágenes
inservibles, letras que nada significan, signos vacíos.
Diego Doncel
(2011:114)
¿Dónde
descubrir en el mundo un sujeto metafísico?
Ludwig
Wittgenstein, Tractatus, 5.633
Pero más bien
quisiera creer que la idea de la personalidad absolutamente libre y la de la
personalidad peculiar no son la última palabra del individualismo; antes bien,
que el incalculable trabajo de la humanidad logrará levantar cada vez más
formas, cada vez más variadas, con las que se afirmará la personalidad y se
demostrará el valor de su existencia.
Georg Simmel (2001:424)
La Cyclosa Mulmeinensis es un espécimen de arácnido
excepcional. Cuando acaba de tejer sus redes construye, en tres dimensiones,
una réplica de sí misma. A partir de restos, basuras y pequeñas secreciones
levanta una copia corporal a tamaño real, del mismo volumen, con la misma
tonalidad, con idénticas forma y apariencia. Según los científicos chinos Ling
Tseng y I-Min Tso (2009), que han estudiado la especie, el objetivo de esta
maniobra replicadora (variante de lo que en biología se llama mimetismo batesiano) no es evitar a los
posibles depredadores, sino dirigirlos hacia un objetivo falso. Este mecanismo
de defensa de la Cyclosa recuerda a un extraño proyecto que surgió circa 1917 para construir un París
alternativo, cuyo único propósito consistía en ser destruido por los bombardeos
alemanes en lugar del original. En aquellos tiempos, cuando todavía no existía
el radar, los bombardeos se hacían a simple vista. El objetivo era construir
una réplica de la ciudad lo suficientemente grande como para atraer las bombas:
The story of Sham Paris may have been “broken” in The Illustrated London News of 6 November 1920 in a remarkably
titled photo essay, “A False Paris Outside Paris—a ‘City’ Created to be
Bombed”. There were to be sham streets lined with electric lights, sham
rail stations, sham industry, open to a sham population waiting to be bombed by
real Germans. It is a perverse city, filled with the waiting-to-be-murdered in
a civilian target. Sham Paris seems to me like a reverse city. And
a reverse city in the manner of the cities created by the guilty Cain and
Romulus—these two were murders who created cities; Sham Paris is a city of
created murders to save the innocent.[1]
Recordemos
que, durante la primera Guerra del Golfo, en 1991, los aviones estadounidenses
destruyeron multitud de tanques de cartón que los iraquíes habían diseminado
por el desierto. El objetivo, como el de la Cyclosa, no era evitar el ataque,
vano empeño ante un enemigo muy superior, sino hacerlo inútil, lograr que el
enemigo gastase la pólvora en salvas. La Cyclosa, por tanto, es una excelente
estratega y una excelente constructora. Ha aprendido a disfrazarse de ella
misma, a ser una réplica de sí.
(...)
El reconocimiento social es una parte del proceso constructivo de la
identidad muy importante, y desde el primer momento constituye, como apunta
Honneth, no una libertad –como podría pensarse, en el sentido de fundar un espacio político de influencia– sino
todo lo contrario, una limitación:
“una persona o un grupo es reconocido mediante la aplicación de determinaciones
de cualidades o atribuciones de identidad que son experimentadas por las
personas o los miembros del grupo como restricción del espacio de juego de su
autonomía”[1]. Internet, como exponíamos
en Pangea y El lectoespectador, ha terminado con esa identidad cercenada. Plantea,
en realidad, el reconocimiento en la forma berkeleyana del esse est percipi y propone una posibilidad infinita de recomenzar
el juego identitario y de reinventarse desde
la otredad digital (seudónimos o avatares) o desde la notredad digital
(anonimato). El estatuto digital, por su volatilidad, por el hecho de estar
sometido a la dictadura de lo nuevo y estar marcado por la dificultad de
concitar la atención debido a la vastedad de la oferta, necesita ser
continuamente renovado. Uno debe actualizarse, contarse mediante updates o actualizaciones de su estado.
Como ha explicado Raúl Minchinela, “la narración
mediante updates no es sólo una nueva
herramienta literaria: es un indicador de nuestro tiempo; el arma que
enarbolamos como la modernidad mientras simultáneamente nos borra el pasado
inmediato. Convertir tu vida en titulares te aplica el conocido adagio sobre
los diarios: no hay un periódico más viejo que el de ayer. Nos estamos quedando
sin historias. Eso cabe en un update”
(2009). Si la narrativa reciente es, en cierta forma, un
espacio de simulación autorial[2], es comprensible que
exista una relación natural entre las ficciones narrativas de autor y la
ficción personal facilitada por la dúctil identidad digital. Desde ese punto de
vista el ciberespacio aparece como un campo de juegos identitario aunque el
juego, en estos temas, suele ser bastante en serio, como ha visto el narrador
argentino J. P. Zooey:
En estos
tiempos el hombre disuelve su identidad de barro en fluidos perfiles
informáticos. Deshace su único nombre en múltiples nicks. Su sexualidad deviene
en identificación provisoria con emoticones mutantes. Y cuando el punto G se
pulsa en un joystick, en la pantalla explota extasiado un ser que no es ni
hombre ni mujer. El retrato estable se disgrega en granos de Photoshop hasta
ser otro, y luego otro, en constante devenir (2009:42-43).
Erving Goffman
describió tempranamente en Presentation
of Self in Every Day Life (1959), los procesos performáticos por los que
nos presentamos en público y nos singularizamos identitariamente. A su juicio,
el modo de re-presentarnos es muy similar a lo que sucede en la representación
teatral: “whatever it
is that generates the human want for social contact and for companionship, the
effect seems to take two forms: a need for an audience before to try out our
vaunted selves, and a need for teammates with whom to enter into collusive
intimacies and backstage relaxation” (1959:206). Interpretación
de un papel más interacción personal
relajada: estos parecen ser también los resortes que mueven la comunicación en
las redes sociales. Respecto a la interpretación actoral, de hecho, hay incluso
aplicaciones informáticas que permiten la creación de una película del yo (http://www.timelinemoviemaker.com/) y de un museo de mí partiendo
de la información volcada en Facebook. En la descripción del programa The Museum of Me (http://www.intel.com/museumofme/r/index.htm),
se lee: “Esta exposición es un viaje de visualización que explora quién soy”.
La impresión que intenta generarse en el internauta-consumidor es que su vida
no sólo es novelable, como decían los
antiguos, sino que también es rodable,
convertible en espectáculo cinematográfico[3], y
que es digna de guardarse en un museo, como formas santificadoras del
egocentrismo de archivo. En el mismo sentido, lo que Facebook llama la “biografía”
es también una especie de fotonovela del periplo autobiográfico, mitad
discurso, mitad espectáculo.
(...)
[1] Y continúa: “Esto significa que un reconocimiento
normalizante no puede motivar el desarrollo de una imagen de sí mismo positiva
que conduzca a una asunción voluntaria de tareas y privaciones decididas por
otros”; Axel Honneth, “El reconocimiento como ideología”, Isegoría nº 35, julio-diciembre 2006 [pp. 129-150], pp. 141-42.
[2] “El
fingimiento y la simulación están en la base del comportamiento humano y forman
parte de los fundamentos creativos de las autoficciones”; Manuel Alberca,
“Finjo ergo Bremen”, en Vera Toro,
Sabine Schlickers y Ana Luengo (eds.), La
obsesión del yo. La auto(r)ficción en la literatura española y latinoamericana.
Madrid: Iberoamericana / Vervuert, Madrid, 2010, p. 32.
[3] “(…) cada vez
más evaluamos nuestra propia vida ‘según el grado en que satisface las
expectativas narrativas creadas por el cine’, como insinúa Neal Gabler”; P.
Sibilia, La intimidad como espectáculo;
Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008, p. 60.
Extraordinario ensayo.
ResponderEliminarSé que lo que voy a decir no tiene mucho que ver con la entrada, pero sí con el título.
ResponderEliminarEstoy leyendo con gusto otra publicación tuya, el libro Singularidades: ética y poética de la literatura española actual, y me ha sorprendido gratamente que un crítico literario tenga la valentía de hablar de la falta de conocimiento, por parte de los escritores de poesía en este caso, del paradigma científico en que nos encontramos.
No obstante, creo que la percepción que se tiene de la física nueva está bastante desfigurada por la falta de comunicación entre el mundo de las artes y las ciencias.
Me gustaría desmontar un par de clichés:
Primero, Einstein no contradijo a Newton al elaborar su teoría, como la idea de la curvatura terrestre no contradice la geometría plana de los griegos. Yo diría que una teoría asimila a la anterior, formando la primera parte estructural de la segunda.
También me gustaría apartar un poco la visión de la física y de la física cuántica como ruptura última de la realidad. La física ya dejó hace mucho de ser física experimental moviéndose al terreno puramente teórico, es decir, matemático (la relatividad dentro de la geometría diferencial y la física cuántica dentro de los avances en análisis funcional, sin olvidar la teoría de cuerdas que tiene más que ver con la geometría algebraica). Desde este punto de vista, creo que los verdaderos revolucionarios de la ciencia son esos seres condenados perpetuamente a la sombra de los físicos, que no han sabido divulgar lo suyo, y que tampoco han recibido mucha atención por parte de la filosofía.
A modo de reflexión personal, me gustaría que en un futuro personajes como Boltzmann o Feynman fuesen tan conocidos como Grothendieck o Weil
Gracias por el blog y por una lectura tan interesante!
Señor García González, le agradezco mucho su interesantísima aportación y sus palabras. En mi caso no creo que la física sea una "ruptura de la realidad", ni recuerdo haber sostenido tal cosa. Más bien creo que la realidad venía rota de casa. Como ya he dicho en otros lugares, no soy científico, y me limito a utilizar la ciencia para crear analogías. Le agradezco sus explicaciones. Por cierto, que si puedo esta misma tarde colgaré otro texto en el que hablo de la ciencia desde una perspectiva muy diferente, que quizá le interese. Saludos y gracias.
ResponderEliminarGracias por la aclaración, como dices en el texto se refiere más a un ataque al realismo, o la forma de interpretar y representar la realidad (con intención de reproducirla fielmente).
ResponderEliminarMe parece muy enriquecedor que alguien ajeno al mundo científico hable de ciencia, creo que hay que perder ese miedo a conectar la ciencia con la cultura humanística.
Estaré al tanto del blog pues, gracias!