Javier
Moreno, Un paseo por la desgracia ajena. Salto de Página, Madrid, 2017.
He
procurado juntar lo seco de la filosofía con lo entretenido de la invención, lo
picante de la sátira con lo dulce de la épica (...) En cada uno de los autores
de buen genio he atendido a imitar lo que siempre me agradó: las alegorías de
Homero, las ficciones de Esopo, lo doctrinal de Séneca, lo juicioso de Luciano,
las descripciones de Apuleyo, las moralidades de Plutarco, los empeños de
Heliodoro, las suspensiones del Ariosto, las crisis del Boquelino y las mordacidades de Barclayo.
Gracián, “A
quien leyere”, El Criticón
“[…] una
muestra de la abismal distancia que separa el virtuosismo del verdadero
talento” (p. 111). Esta frase del relato “Dos camisas iguales”: puede funcionar
para explicar la obra literaria de Javier Moreno (Murcia, 1972): si en novela y
poesía Moreno es un virtuoso, alguien que domina los recursos técnicos y los
lleva a cabo con apabullante capacidad, en el cuento es donde creo que Moreno
alcanza el verdadero talento. Si su poesía y sus obras narrativas largas se
dejan llevar a veces por el alcance conceptual y la endiablada capacidad de
observación sociológica y diagnóstico del autor (en este sentido, Moreno es lo
más parecido que tenemos a Don DeLillo, que gustosamente firmaría un cuento BlackMirroriano como “ELLO”), en el
relato breve Moreno encuentra la libertad, la extensión y la variedad de tonos
necesarios para que sus desafíos estéticos se encuentren ferazmente con el
desarrollo justo de unos personajes, sin que ello signifique que están ahí como
simples instrumentos al servicio de sus ideas, al modo de teorías personificadas o de máquinas lullianas de pensar (como
pasaba a veces en sus novelas La
Hermogeniada o Acontecimiento). Desde Atractores extraños (2009), Moreno resuelve
en sus cuentos con un par de detalles sintéticos la psique y
sus posibilidades de sus criaturas, emplazándolas en una situación crítica (“El
discurso del método”, “Dos parejas”, “Un accidente”), lo que le permite exponer
sus cul de sac vitales y sus
recorridos psicológicos sin salida (como en “Dos camisas iguales”, donde el
protagonista, que tiene dos camisas idénticas, cree que una le queda bien y
otra mal). La camisa del cuento le sienta a Moreno a la perfección, lo que no
significa que no le ajusten las de la poesía (sobre todo, Cortes publicitarios, 2006, y Renacimiento,
2009), o las de la novela (quizá las mejores sean Alma, Acontecimiento y 2020).
Además, hay que explorar los pasadizos que Moreno tiende entre sus obras de uno
y otro género, que revelan un proyecto coherente, en el que las obsesiones de
su autor adoptan diferentes encarnaciones:
(Un paseo por la desgracia ajena, p. 17)
(Javier Moreno, La
imagen y su semejanza; Santa Coloma de Gramenet: La Garúa, 2015, p. 205)
Javier Moreno
es un escritor tan complejo que le gusta trabajar con niveles de accesibilidad, para no expulsar a ningún lector.
Sus relatos se proyectan en dos dimensiones -al menos-: una, digamos de close reading o lectura próxima al
texto, donde aparecen tramas ambientadas en nuestros días y protagonizadas por
personajes bastante reconocibles. El otro plano es más conceptual y menos
evidente, se materializa o desmaterializa en una hipótesis filosófica elaborada
o sugerida por medio de lo contado en el relato. Si recordamos los diálogos
platónicos, o algunos tratados filosóficos, donde el razonamiento se detiene
para incluir alguna historia real o caso
que viene a completar el análisis, los cuentos de Moreno son las historias o novelas intercaladas en una novela
mayor, casi filosófica, que Moreno prefiere no escribir, dejando sólo los
relatos que la prueban. Este modo de proceder, habitual también en sus libros
de poemas, poblados de referencias filosóficas, artísticas y científicas más o
menos ocultas, es una de las señas de identidad de Moreno y, de todos los
escritores que conozco que usan o usamos parecidas herramientas, a mi juicio él
es el que mejor las emplea, y el que más lejos las lleva.
Moreno es uno de los mayores tratadistas que tenemos sobre dos asuntos: la crítica frontal a la tecnología y el examen de la identidad. Sobre lo primero, ya desde el relato "Mnemosyne" de Atractores extraños el autor ha logrado una notable capacidad para encontrar metáforas adecuadas para expresar hasta qué punto podemos ser terminales al antojo de las máquinas o aplicaciones que se supone que vienen a "liberarnos". Sobre el segundo aspecto de Moreno, su profunda lectura de la subjetividad contemporánea, ya he hablado en La literatura egódica y en El sujeto boscoso, por lo que a ellos me remito para el lector interesado. Para terminar, de entre todos
los relatos de Un paseo por la desgracia ajena quiero destacar “Selfie Vamps”, no sólo por su lugar central dentro
del libro (de hecho, la sombra de sus aterradores personajes se proyecta sobre
uno de los últimos relatos, “D.J.”), sino por su capacidad representativa del Zeitgeist de nuestra era de
exhibicionismo icónico instagramero: “Ada y Cloe […] habían inventado,
tal vez sin darse cuenta, llevadas por un método fundado a la par en la
inconsciencia y en la frivolidad, un nuevo género. Se trataba del turismo por
la desgracia ajena. Por eso su sonrisa y su belleza resultaban imprescindibles,
el contrapunto erótico frente a la muerte y la catástrofe que transcurrían en
segundo plano” (p.
58). La historia de las dos chicas, sociópatas a la vez que ídolos sociales, toca
la fibra del colectivo y revalúa y reinventa el clásico encuentro entre eros y tanatos, constituyéndose como uno de los mayores hallazgos de un cazador
habitual de hallazgos, que logra un cuento que llevarse a la memoria para
siempre.
No he leído al autor, pero la reseña despertó un profundo interés en mí. “Un paseo por la desgracia ajena” está en mi lista de libros por leer.
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