Paco Inclán, Dadas las circunstancias. Zaragoza:
Jekyll&Jill, 2020. / Hay quien piensa que Paco Inclán toma sus vivencias y les
introduce unas gotas de ficción para hacer sus libros. Algo me dice que no es
así; sospecho que, en realidad, es justo al revés: Inclán toma un lugar y una
anécdota, puede que reales, puede que conocidos de primera mano (o no) y, desde
ahí, comienza a ovillar y fabular y tejer posibilidades hasta que localidad y
anécdota quedan indisolublemente unidos, como si hubieran sido paridos así
desde el principio de los tiempos. Alguna pista ofrece al explicar en la página
69 que sus modos de investigación no son los convencionales: no es un modo de
abrirse al encuentro de lo inesperado, sino de reconocer que “investigación”
aquí es lo mismo que “ficción”. / Todos los libros de Inclán son
extraterritoriales —que no globales— e insertan los mapas donde sucede cada
historia; aunque las geografías son distintas y están bien re-construidas, hay
un aire de familia de lo humano a punto de fracasar, o recién fracasado, que
une todos los cuentos: “a ciertas horas, el mundo se parece demasiado” (p. 57),
sostiene una frase memorable. / El lenguaje, que se supone vía de comunicación,
lo es aquí de distorsión: tortilogos, erralengua. Muchos de sus personajes,
ya desde el monje tibetano de Tantas mentiras (2015), están lost in
translation y de ese equívoco comunicativo surgen otros tipos de
encuentros. Esa devoción lingüística de Inclán puede moverle a estructurar un
cuento sobre el filo entre las dos acepciones de la misma palabra, como sucede con
la anfibológica “escatología”, que le permite acercarse a la figura de Arnau de
Vilanova en tonos tan quevedianos como impredecibles. Otro ejemplo es ese delirante
congreso sobre el idioma esperanto al que Inclán supuestamente acude y que
tanto me ha recordado —por el humor y los paraísos artificiales— a “Badajoz”,
el fascinante relato de Robert Juan-Cantavella incluido en Proust Fiction (2005), también basado en la lectura delirante de la
realidad de un congreso académico escrito desde el otro lado del espejo. Con “Viaje
al país del esperanto” y “Badajoz” se puede dar un taller sobre las
posibilidades de dinamitar los límites entre realidad y ficción desde la
calidad literaria —detalle que no pocas veces se olvida al cruzar ese
transitado río—. Juan-Cantavella hace en ocasiones periodismo gonzo; Inclán, en
cambio, utiliza el gonzo como género literario, como forma donde sus
semánticas chapotean felices y rotundas. / Si aparece la merecidísima segunda
edición, estaría bien corregir el apellido Burke por Bourke en la página 82. /
En resumen, Inclán hace crítica social geopolítica disfrazada de crónica humorística
implacable con el propio narrador de la historia. Es lo contrario de la
autoficción, vestido de autoficción. / Lo mejor de esta intuición mía sobre su
naturaleza estructuralmente ficcional es que, incluso si es falsa o despistada,
me hace disfrutar el doble de sus libros. Déjenme permanecer en el error. / La
voz del narrador de los libros de Inclán puede parecer sencilla o accesible al
lector no avisado, por la empatía que despierta, pero es una diabólica obra de
arte: la de un escritor tan bueno que teme parecer soberbio y se hace pasar por
otro más enrollado y humano, al que le cae la vida en lo alto. / Es una
literatura singular, humana hasta la médula, brillante. Aquí tiene un fan duradero.
[Relación con la editorial: ninguna. Relación con el autor: ninguna]
[Relación con la editorial: ninguna. Relación con el autor: ninguna]
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