Bueno, las reglas y el protocolo de la crítica dicen que uno no puede criticar sus propios libros, o aquellos donde uno aparece. Yo creo que eso es verdad, siempre que la crítica sea positiva. Es decir, que un crítico puede poner a caldo sus propios libros (yo lo he hecho, en
Singularidades), pero no hablar bien de ellos -dentro de una reseña, claro; en otros foros es su obligación defender su obra-. El caso es que creo que este es un libro importante, por la cantidad y variedad de autores que contiene, y como yo estoy antologado no me pareció ético encargarme de su análisis. Pensaba poner sólo una nota de aparición, como hice otras veces, pero mientras lo pensaba el profesor Antonio Gil González me envió una conferencia donde hablaba de varios de estos escritores. Como le vi interesado, le propuse la posibilidad de hacer una reseña de
Mutantes, ya que yo no podía hacerla, advirtiéndole de que era totalmente libre en contenido y espacio, de modo que podía poner el libro a caldo, si quisiere. El resultado de su reseña está ahí abajo, y creo que abre interesantes líneas de investigación sobre nueva narrativa, nocillismo (por cierto, dentro de poco tendremos sorpresas), mutaciones, y otras hierbas.
Mutantes. Narrativa española de última generación.
Selección y prólogos de Julio Ortega y Juan Francisco Ferré.
Por Antonio Gil González
Pequeña paradoja inicial: de nuevo todos coinciden en desear novedades. Por todos me refiero a los agentes del mundo literario (autores, editores, críticos); por paradoja me refiero a la disparidad de intereses y criterios de unos y otros, y especialmente a la polaridad existente en particular entre los de tipo inevitablemente económico y comercial de los primeros, y la reivindicación estética de renovación desde el sector de la vanguardia de los segundos.
Pero en cualquier caso, el resultado es un ambiente propicio para, una vez más, alzar la bandera de la nueva narrativa. Y digo de nuevo porque, evidentemente, se trata de una denominación cíclica y recurrente en todas las literaturas en la época contemporánea, acompañada del gentilicio correspondiente a su consideración nacional: lo que nos deja ante la propuesta, en este caso, de una nueva narrativa española que podrá o no ─dependerá tanto de la producción narrativa misma como, sobre todo, de factores contextuales con los que consiga diferenciarse desde el punto de vista de su recepción─ institucionalizarse como una denominación crítica o caracterizar una época de nuestra historia literaria. La novedad de lo nuevo, que permite barruntar que la tendencia fragüe en este caso, es la densidad con la que se está reclamando campo por parte de los creadores, y la buena acogida que, en apariencia, le está deparando el mercado, y, tímidamente, la crítica: primero, como es obvio, la de carácter periodístico e informativo y, después la de carácter académico.
La cronología, también es propicia, y el cambio de siglo (y de milenio, ni más ni menos) no puede resultar más favorable para una operación historiográfica de este tipo. Y también suele resultar necesario un icono, una denominación, una obra, una fotografía de grupo, un manifiesto, ¡una antología!, un autor o escuela a los que endosar la etiqueta, y que le dé al fenómeno la requerida visibilidad mediática, y, en segunda instancia, consiga hacerle pasar a los anales de los libros de texto ─y especialmente a los programas de literatura de secundaria, que es en realidad, no nos engañemos, el espacio en el que se juega verdaderamente el canon─.
¿Será Nocilla Dream de Agustín Fernández Mallo ese icono detonante, o esta Mutantes la antología que se leerá obligatoriamente en el bachillerato de las próximas décadas (la pervivencia escolar de la novedad es asombrosa, véase si no lo relativo a Tiempo de silencio, Señas de identidad o La verdad sobre el caso Savolta, todavía imbatidos en el hit parade de los últimos cincuenta años) como paradigmas de la renovación narrativa del siglo XXI?
Desde luego, denominaciones novedosas y cargadas semánticamente de novedad, no les faltan: y entre las que hemos podido recoger, además de algunas clásicas como las de nuevos narradores, posmodernos o novísimos de los años noventa, abundan las de carácter llamativo, como generación nocilla, ciborgianos, pangeicos, indies, ciberpunks, narrativa mutante, avantpop, afterpop, narrativa de la imagen, narrativa último modelo, de última generación, literatura zapping, posthumana, i+d…; es posible que generación nocilla lanzada por Helena Hevia y Nuria Azancot sea la que más posibilidades tenga de éxito, pese al rechazo, que, en general, ha recibido por parte de los propios autores.
La visibilidad mediática del texto de Fernández Mallo entraña una nueva pequeña paradoja, al tratarse de la opera prima (narrativa) de un escritor que hasta entonces (2006) sólo había publicado poesía y ensayo ─de ánimo asimismo renovador─ en relación con un proceso muy anterior desde el punto de vista de la creación, e incluso desde los de su visibilidad e institucionalización, que llevaba en marcha desde algunos años antes, y cuyos hitos fundacionales podrían arrancar en 2004 en Kosmópolis Fiesta Internacional de la Literatura, organizado por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y en el I encuentro de nuevos narradores, organizado en Santiago de Compostela por la Fundación Gonzalo Torrente Ballester ese mismo año, y continuado en las jornadas homónimas que tuvieron lugar en el Instituto Cervantes de París en octubre de 2005, en las que la presentación de los nuevos estaba apadrinada por el magisterio de Juan Goytisolo y Julián Ríos (quien también había estado presente, a su vez, en Santiago de Compostela); y en el congreso de literatura Neo3 celebrado en Barcelona en marzo de este mismo 2007.
La antología de Juan Francisco Ferré y Julio Ortega, no puede llegar en un momento, por lo tanto, más oportuno, para sumarse al debate, con el añadido incómodo de su consustancialidad nominal: necesariamente se dirá de ella que es parcial o incompleta, que faltan o sobran nombres, que es demasiado generosa o demasiado cicatera en la selección de autores y obras antologados… de otro modo, no cumpliría su función. Por mi parte, apartaré de mí ese cáliz constatando que como dice el dicho, si no estuvieran todos los que son, o no fueran todos los que están al menos es seguro que el núcleo de la tendencia, el que podríamos considerar en términos matemáticos el máximo común divisor de quienes figuran en todas las listas, está convenientemente recogido; aunque no en todos los casos, me parece, perfectamente representado.
Pero juguemos limpio y tomemos la pauta propuesta por el propio Juan Francisco Ferré en el texto “La literatura del post” que sirve de prólogo a la antología, para evaluar la idoneidad y representatividad de los textos antologados en relación con la nueva narrativa española:
Por nueva ha de entenderse una literatura, que, ante la pérdida de su centralidad en el sistema cultural, responde adoptando una actitud contaminada tanto en relación a la baja cultura como en relación a los otros medios dominantes. En este sentido, si hay que juzgar la pertinencia del título, sería, en efecto, mutante. También habría de exhibir un título innovador respecto a la Tradición (así, con mayúscula de canon), tanto en sus ambiciones formales, como en la adecuación de sus contenidos. También sería en esto una narrativa mutante. Y más aún en el requisito de lo avanzado y vanguardista que se espera de ella respecto a los nuevos entornos de la ciencia y la tecnología, pero también de la economía o la ideología; y por lo tanto, una escritura cada vez más mutante en relación con un mundo contemporáneo en continua (y acelerada) metamorfosis.
Y mutante, en fin, respecto de su misma nacionalidad, en la que se inserta como un cuerpo extraño una narrativa escrita con el cuerpo, plenamente consciente de la realidad mediática, en cuyos referentes virtuales y televisivos se encuentra como pez en el agua. La orfandad o el desarraigo más notable se produce, creo yo, en este último aspecto de su conexión con la que Ferré describe como la adicción a la droga más barata, sexi y poderosa de nuestro entorno: la información que informa la gran matriz computerizada de la realidad, en algunas de las líneas más felices de su texto:
cada uno a su manera, por supuesto han comprendido que habitan una época de saturación mediática y mediación sistemática (…) Así creen responder también, generando narrativas interferidas de uno u otro modo por la cultura de masas circundante, a la pixelización del relato colectivo y la digitalización de la realidad (Ferré: 2007, 17)
Esta conexión tecno-pop, de adecuación, por una parte, a los nuevos entornos tecnológicos de la cultura audiovisual, mediática o electrónica, y, por otra parte, a sus referentes e iconos de la cultura de masas absorbidos generacionalmente, constituirían su rasgo diferencial más acusado, y en el que menos se reconocería como parte de la tradición española una narrativa que, también de acuerdo con el signo de los tiempos, es transeúnte, inmigrante y global. Por eso las referencias que manejan han de buscarse en el ámbito del posmodernismo, casi por definición anglo, de los Pynchon, Robert Coover, Sukenik, Barthelme, Barth… Y, algo más en particular en relación con la tematización de la tecnología en sus universos narrativos, en dirección a la ciencia ficción y el ciber-punk de autores como Philip K. Dick (Ubik), J. G. Ballard (Crash), William Gibson (Neuromante), William Burroughs (La máquina blanda), Mark Z. Danielevski (House of leaves), David Foster Wallace (La broma infinita), Don Delillo (Cosmópolis), etc.
Julio Ortega, por su parte, incide en un aspecto crucial para el éxito de la empresa renovadora: la arriesgada apuesta por encontrar, o construir, un lector venidero que cierre el circuito y le brinde la oportunidad del arraigo, la pervivencia, y por qué no, también algo de los beneficios y la tranquilidad de la consagración, e incluso, después de la huida y el trotamundeo, conocer el placer de la vuelta a casa.
Aunque no todos los textos seleccionados están a la altura de la novedad anunciada, cumplen en este sentido las expectativas de extrañamiento de los referentes y las referencias culturales (reflejado en sus mismos títulos y onomástica) los cuentos de Germán Sierra (“Artemio Devlin”, una historia de tonalidad noir y evocación cinematográfica ─serie B─ de músicos blue-jazz y ambiente angloamericano), Flavia Company (“Madame Bel”, un fragmento de road movie detenido en una pausa del camino en un extraño hotel pueblerino que amenaza ser el de Psicosis), Braulio Ortiz Poole (“¿Fue Lucy Melville víctima de una maldición egipcia?”, la crónica apócrifa del ascenso y caída de una actriz provinciana de dudosa reputación, con ingredientes de un esoterismo y humor negro propios de la mejor televisión basura), Javier Calvo (“Camber Sands”, relato, en clave de thriller surreal, de la atmósfera opresiva de la espera previa a su detención de un traficante de antigüedades). Y por supuesto los fragmentos de Nocilla Dream, de Agustín Fernández Mallo, articulado sobre la ya célebre imagen del árbol de los zapatos en medio del Desierto de Nevada, las viejas carreteras abandonadas, los hoteles, prostíbulos y gasolineras y otros (no) lugares del mediascape americano y televisivo
Mención aparte merecen los relatos de Carmen Velasco “Spiroot” y Javier Fernández, extracto de su novela Cero absoluto, por manifestar de forma expresa algunas de las líneas más específicas de la narrativa mutante contemporánea: la ciencia ficción, el ciber-punk o la distopía radical: la primera con un elíptico y enigmático relato cargado tanto de erotismo ciborg como de sugerentes lecturas de género; y el segundo, tematizando críticamente el tan cinematográfico asunto de la realidad virtual futura, en el lenguaje tradicional de la prensa escrita, con alardes tipográficos y de variedad de registro tan notables como la cartelera de estrenos de narrativa final. Y no deja de resultar curioso, en este sentido, que el fragmento de la novela aquí recogido, fue primero publicado de forma autónoma en El día de Córdoba.
(Con contenido y resultados muy diferentes, también el texto de Eloy Fernández Porta “El eco del pantano” ensaya, a dos columnas, el traslado irónico al registro periodístico de la modalidad conversacional ─hecha pasar, mediante la crónica, por una paródica jerigonza culto-jurídica─ sobre la trivialidad de las relaciones humanas).
También el mundo de “El deslumbrado” de Robert Juan-Cantavella, parece sacado de los alucinados universos ciberpunk y del ocaso de la civilización (imaginario Mad Max, para entendernos), en la historia de unos soldados que no saben por qué luchan, aguardan en su puesto entre las ruinas y la putrefacción de los cadáveres, el momento decisivo del combate, en un relato pasado por el absurdo kafkiano, y con un giro cervantino final tan sorprendente como surrealista.
El apunte metaliterario al que acabamos de aludir no es, en modo alguno, un caso aislado en el conjunto de la obra, sino que puede considerarse uno de los rasgos que dotan soterradamente de una cierta unidad a la heterogeneidad de las narraciones reunidas: Desde el título mismo, “500 % Costa” Jordi Costa inicia su relato con un abismado “Me ha pasado algo muy divertido mientras venía de camino hacia esta antología”, Juan Francisco Ferré juega a la amplificación oulipiana de una cita, con toda seguridad, apócrifa, en la construcción de “Moda de Londres”. En otro sentido de lo metaficcional, que apunta en dirección de lo fantástico, David Roas construye en “palabras” un relato de horrores cotidianos centrado en la inquietante historia sobre el suicidio de un escritor al que se han rebelado sus palabras, con ecos simbólicos sobre la autonomía de las ficciones, el silencio y la inefabilidad del lenguaje…
Podrían señalarse otros hilos de la trama que relacionan entre sí algunos de los relatos: la intriga y las situaciones de tensión, que articula, además de los citados, “Respuesta de lucha, respuesta de huida” de Isaac Rosa; el registro autobiográfico-memorial presente en el citado “500% Costa”, o en “Cuando despertó, la República todavía estaba allí” de Imma Turbau, o en “Boxeo sobre hielo” de Mario Cuenca Sandoval, rico también en cambios de modalidad genérica (el relato personal, la interpolación ensayística sobre el cine de vampiros, el test psicológico de la asociación de palabras); o la crítica de las alienantes formas de vida contemporáneas, sobre la que se articula casi en exclusiva, la ácida “Ventriloquía” de Mercedes Cebrián; el fragmentarismo y el carácter elíptico y elusivo de las tramas…
El texto introductorio de Ortega discurre aparentemente alejado del motivo que concita los textos antologados, y revisa el (escaso) peso de la tradición cuentística y del microrrelato en la tradición literaria hispánica. Pero, por otra parte, el debate en dicha cuestión genérica, entablado inevitablemente con la novela como forma dominante, alcanza de lleno la antología, en la que, al contrario, la integración de extractos novelescos se lee de un modo mucho más problemático y menos efectivo que los relatos dotados de autonomía incluidos en la misma.
Es el caso del texto de Esa ciudad, de Javier Pastor, de suyo fragmentario, pero que resulta inconexo e incluso presuntamente anodino, a falta del hilo narrativo que le podría brindar su contexto narrativo original. También se echa en falta la cohesión que daría al conjunto la lectura completa de Boxeo sobre hielo. En el caso de “Magia” dudamos entre lo que en el título se anuncian como capítulos de la novela Magia y la nota final que lo atribuye al libro de relatos Zeta, aunque de cualquier modo su contenido, tomado autónomamente, apenas permite la construcción de una mínima narratividad, sino, a los sumo, una atmósfera urbana de viajero, hotel y prostitución, que ya nos resulta familiar (con la presencia, por cierto de un personaje, el gasolinero, que podría relacionarse con Nocilla Dream). Y a la inversa, Jordi Costa trata de articular, también con un punto de reflexión metaliteraria, fragmentos de varios de sus textos en un collage abrupto de memoria familiar, la descripción de un parque temático de Annibal Lecter y la de un cómic de aventuras, en un texto que por ello resulta abigarrado e inconexo.
Desde el punto de la modalidad genérica de la escritura, el texto más osado e innovador, es, a mi juicio, el de Jorge Carrión “Búsquedas”, que explora las fronteras de la narratividad ensayística y autobiográfica, en una especie de ejercicio de narrativa google que, sin embargo, no va en perjuicio del interés, la capacidad crítica ni la modalidad de lectura tradicionales y analógicas.
Pero, para terminar, en mi opinión, la nota más sorprendente del volumen es la que afecta a la selección de los textos de algunos de los autores más representativos de la tendencia, como los mencionados de Fernández Porta, Vicente Luis Mora o el propio antólogo, en el sentido, precisamente, de la representatividad de los mismos en tanto muestras de sus escrituras eminentemente más renovadoras desde los puntos de vista formal o temático. En particular, en el caso de Vicente Luis Mora, en lugar de una sección de Circular 07. Las afueras, por poner un ejemplo, mucho más arriesgada temática y genéricamente, se ofrece en “Solteth” la historia de una ciudad de la antigüedad enterrada bajo las arenas de un desierto africano, de indudable interés narrativo y evocaciones borgeanas, pero mucho más difícil de conectar con su tiempo, a no ser que hagamos del relato de las motivaciones y el extraordinario desarrollo tecnológico que permite a dicha civilización sepultarse voluntariamente, una lectura de ciencia ficción retrofuturista.
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