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La crítica literaria es una actividad que ha de definir constantemente sus límites; también debe sobrepasarlos constantemente; la única norma invariable es que, cuando el crítico excede sus fronteras, tiene que hacerlo con plena conciencia.
T. S. Eliot, Goethe como sabio
Qué es la nube
Según la sabia Wikipedia, “La computación en nube, del inglés Cloud computing, es un paradigma que permite ofrecer servicios de computación a través de Internet. La nube es una metáfora de Internet”.
Desde hace varios años, muchos expertos en computación se dieron cuenta de que, por mucha capacidad y/o velocidad que mostrasen los ordenadores personales, Internet tenía una potencia y unos recursos que permitían que muchas operaciones complejas fueran resueltas extrayéndolas de los PC o Macs personales y solucionadas mediante computación en nube. Primero fueron las empresas, por obvias necesidades de agilización y reducción de presupuestos, quienes aprovecharon esta posibilidad. Luego se ha extendido y también hay aplicaciones sociales o comunitarias que se han desarrollado gracias a la cloud computing.
En un fundador artículo publicado en Wired en 2006, George Gilder exponía que lo bueno de las tecnologías de nube es que su estructura y funcionamiento es muy similar a la del cerebro humano y que tienen la ventaja de que lo sucede en el exterior, en el borde de la nube, dota de inteligencia al centro y lo mejora, realimentando todo el sistema en aras del perfeccionamiento progresivo.
Nubes literarias
En nuestro país hay varias personas que llevan tiempo examinando este tema en cuanto a sus posibilidades para la lectura. Una de las más activas es Javier Celaya, experto en nuevas tecnologías y responsable del portal www.dosdoce.com. El otro día Celaya colgaba un post en su blog sobre la plataforma estadounidense Copia (http://www.thecopia.com/home/index.html), que me pareció muy interesante. Copia no sólo permite descargar y compartir libros en todo tipo de formatos (Internet, teléfonos, lectores digitales, iPads, etc.), sino también compartir sus lecturas. Planteada como una aplicación social, gracias a Copia los usuarios leen un libro determinado, pero también los comentarios, subrayados o anotaciones al margen hechos por otros lectores de la misma plataforma, a los que pueden responder y a los que pueden añadir los suyos propios. El resultado es una especie de comunidad de lectura, donde la valoración y puntuación de otros usuarios de Copia ayuda a elegir libros; los gustos de los lectores con los que uno sienta mayor afinidad o sintonía, a la luz de sus comentarios, pueden orientar a la siguiente compra. El global de comentarios de lectura sobre un libro le da una nueva dimensión a este, al formar una enorme glosa interactiva sobre algunas de sus partes o sobre el texto entendido como un conjunto. De momento Copia no funciona más que en Estados Unidos, lo que no es casual puesto que es el país con un mercado más activo de venta y lectura de libros digitales. Pero esta y otras experiencias pueden permitirnos ya comenzar a pensar en las puertas que pueden abrir a potencialidades insospechadas para la lectura y la crítica literaria.
Posibilidades para la crítica literaria
A la luz de Copia se me ocurren al menos dos posibilidades en las que ésta u otras plataformas similares pueden utilizarse para expandir nuestro viejo concepto de crítica literaria y aprovecharlo en beneficio de una hermeneusis más actual, la edición en nube y la crítica en nube.
1) La edición crítica
Las ediciones de libros, como saben, consisten en tomar un libro clásico o canónico y volver a publicarlo con un prólogo erudito o un epílogo crítico, y poblar el texto de notas que lo expandan
o completen, como la interpretación de algunas palabras oscuras o términos tomados de otros idiomas, o insertando notas aclaratorias al pie. Es un mundo editorial muy protocolizado y cuyos procedimientos, con escasas excepciones, siguen siendo prácticamente los mismos desde hace decenios o incluso siglos, pues no varían demasiado de los comentarios del Brocense a Garcilaso o de los primeros hermeneutas de Góngora. La edición electrónica ha mejorado las cosas, por supuesto, y de este modo existen proyectos como la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, el Centro Virtual Cervantes (aquí, un ejemplo de una Rima de Bécquer editada) o el Proyecto Cervantes de la Texas A&M University, que están elaborando una edición del Quijote en estos términos:
Por lo tanto, concebimos ahora nuestro proyecto en términos no de una edición variorum, sino de un archivo hipertextual capaz de producir y visualizar un sinnúmero de ediciones individualizadas a partir de diferentes textos base, con incorporación dinámica de diversos tipos de variantes, múltiples categorías de anotación y niveles de comentario crítico.[1]
Estos recursos han supuesto un gran avance para investigadores y lectores interesados, pero no hay por qué detenerse, sino seguir buscando fórmulas de trabajo. Ahora imaginemos cómo sería una edición crítica en nube. El lector iría leyendo, en su ordenador, su móvil o su ebook el texto de cualquier libro en su pantalla y podría decidir sobre la marcha qué acotaciones o notas desea leer o contrastar y cuáles no. Estas notas se marcarían con colores o signos pequeños, para no entorpecer la lectura, y una vez abiertas pueden tener un espacio libre, que iría desde la mera referencia etimológica de una línea hasta un ensayo entero sobre la importancia que esa palabra o ese párrafo tienen para la interpretación del autor. Pueden incluirse enlaces a otroas ediciones, así como las variaciones y demás glosas ecdóticas como posibilidad.
La edición puede ser unipersonal, de un comentarista, o de varios a la vez, que vuelcan cada uno su visión sobre el mismo pasaje, por ejemplo. Una edición de las Soledades de Góngora puede hipotéticamente salir en versión digital comentada a la vez por Dámaso Alonso, Robert Jammes, John Beverley, etc., cada uno con sus marcas o notas distinguidas por colores. El lector elige si quiere consultar una nota, todas, o ninguna. Puede además añadir a las presentadas las suyas o las aportadas por miembros (profesionales o no) de la comunidad lectora, que es lo que diferenciaría estas ediciones de la mayoría de hipertextos y ediciones electrónicas existentes, que no son sociales al no permitir la interactividad de modo instantáneo (o la impiden en absoluto). Los trabajos de doctorado de las universidades pueden consistir en la edición colectiva y en nube de un mismo texto, donde el corpus original se enriquece con los debates y las aportaciones de todos. Un coloquio sobre la narrativa de Borges puede acabar siendo una edición digital de uno de los libros (si es que se logra el permiso de los agentes) completada y expandida por todos los participantes del coloquio con sus ponencias, más las intervenciones en los debates. Eso renovaría el conservador formato de las “actas” de los congresos y seminarios. Yendo más allá, las ediciones pueden consistir en la superposición de dos libros. Pienso en el Ulysses de Joyce y en el James Joyce’s Ulysses de Stuart Gilbert, que podrían publicarse juntos mediante una edición en nube, y a su vez perfeccionarse con la publicación conjunta e íntegra del Ulysses anotated de Don Gifford. Estas metaediciones pueden llevarse a todo lo lejos que uno quiera. Con la ventaja de que, al ser comunitarias, son siempre ediciones en marcha, susceptibles de ser ensanchadas y mejoradas por sucesiva oleadas de lectores y críticos, lo que revelaría en tiempo real la relevancia y pujanza de un libro clásico o su pérdida de vigor pasado un tiempo. Frente a todas las ediciones críticas tradicionales, y creo que la inmensa mayoría de las electrónicas (sé que la UOC y otras universidades tienen ediciones electrónicas, pero no puedo acceder a ellas), estas ediciones en nube pueden ser refutadas y a su vez criticadas al estar puestas en comunidad. De la misma forma, los lectores pueden compartir sus anotaciones o las de otras personas en las redes sociales a las que pertenezcan, y pueden establecerse sistemas de avisos automáticos cada vez que se produzca un nuevo comentario o actualización.
2) Cloud criticism: la crítica como edición, como reedición, como versión y como retorsión.
peinar el viento, fatigar la selva
Luis de Góngora
Mientras que lo ya expuesto me parece bastante obvio y predecible, creo que tenemos que usar la imaginación para ver hasta qué punto la crítica literaria puede ser reactivada, actualizada, revivida e incentivada por estas posibilidades tecnológicas. La crítica ha estado asociada desde su nacimiento no tanto a posibilidades de escritura como de lectura. De hecho, su nacimiento histórico como “género” propio suele asociarse a la difusión estable y generalizada del periódico a muy finales del siglo XVIII y principios del XIX[2]. De modo que estos tremendos cambios que se están produciendo en la forma actual de leer necesariamente acabarán teniendo su influencia en el modo de analizar los libros, puesto que la crítica no es más que una lectura de segundo grado, o una lectura profesional de los mismos textos que leen los lectores.
Por supuesto, todo lo anterior referido a la edición crítica apela también a la crítica, puesto que la edición es uno de sus medios. Pero pueden crearse otras formas de conexión entre texto y crítica a través de la nube.
A diferencia de la crítica tradicional, que crea un texto nuevo o diferente frente al texto originario, la crítica nube podría significar una novedosa intervención sobre un texto ya existente. Tenemos, curiosamente, un ejemplo narrativo de cómo podría funcionar la crítica en nube: la novela ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007), de Isaac Rosa. En ella Rosa lleva a cabo una valiente retorsión sobre una novela suya anterior, La malamemoria (1999), a la que critica sin reparos con excursos intercalados dentro del propio libro. El mecanismo me parece de una singular potencia para explicar qué sea la autocrítica, pero también la crítica y aun la cloud review: imagínense que además del propio Rosa pudieran usted intervenir el texto, comentar los párrafos de La malamemoria, pero también comentar los comentarios de Rosa, así como los comentarios de otros lectores, e incluso los potenciales comentarios de Rosa a los comentarios de sus comentarios. Sería una selva, sí, pero el resultado es justo lo que toda crítica intenta: ver más, esclarecer sentidos, establecer vínculos, contextualizar, discurrir sobre lo ya escrito, sea para dirimir su alcance o para ensanchar su horizonte de entendimiento. Y ahora, imaginen que todo ese material creado a partir de la novela-origen pueden editarlo, compartirlo, comentarlo, valorarlo, discutirlo o seguir ampliándolo hasta el infinito en una pequeña, grande o inmensa comunidad de lectores interesados. Esa locura, esa imposibilidad, esa maravilla, esas escritura desatada, será la crítica en nube.
Pero podemos seguir pensando otras vías de expansión del terreno crítico. Una de ellas, a través también de las opciones en nube, permitiría a los editores ofrecer versiones enriquecidas de sus libros, como segunda edición especial, donde el propio volumen en su versión electrónica incorpore reseñas consideradas especialmente valiosas sobre el texto. En los últimos tiempos se han editado versiones expandidas de textos como El año que viene en Tánger, de Ramón Buenaventura (edición electrónica), o El viajero del siglo, de Andrés Neuman (edición de bolsillo en papel), que venían completadas por textos de los propios autores y de otras personas, referentes a las ediciones originales. En el caso de la de Buenaventura se incluyen incluso ensayos y entrevistas con el autor sobre la novela. Este enriquecimiento textual contribuye a crear un horizonte de sentido sobre los textos que, en principio, en la crítica en nube, debería agrandarse también a las reseñas o críticas negativas, no sólo a las favorables, siempre que ambas fueran interesantes. Habría diversas formas de editar la crítica dentro de la edición electrónica, pero sería interesante que cuando la reseña se refiera a párrafos o pasajes puntuales del libro, pueda accederse a ella desde éstos. Por ejemplo, cuando hubiese una influencia, cita o intertexto no aclarado por el autor de la obra original, se podría hacer una marca en el lugar y aclararlo en nota marginal. La intervención crítica podría ampliarse también a enlazar determinados contenidos digitales que aclaren o amplíen lo escrito. Del mismo modo que en este blog colgamos el vídeo de Dan Graham a que DeLillo hace referencia en su novela Point Omega en nuestra reseña de la obra, esto puede hacerse en los lectores digitales de tercera generación y el lector puede tener una idea clara de a qué se está refiriendo el autor con la alusión. Si en la obra se habla de un óleo famoso, puede insertarse como cita la imagen del mismo (si los gestores de derechos lo permiten, claro, como siempre). De nuevo aquí los lectores podrían subrayar, seleccionar, comentar y compartir todos y cada uno de los materiales incorporados.
La crítica en nube admite más posibilidades. Otra es la edición de un libro comentado por un crítico. De la misma forma que los deuvedés admiten desde hace tiempo una versión de la película con los comentarios del director o los actores, no es imposible una edición electrónica crítica de la obra que vaya explicando o comentando el libro. La segunda lectura, supuestamente autorizada, está ahí en segundo plano, sin entorpecer la primera. Sólo cuando el lector quisiera aparecería, quizá al margen o subimpresionada, la lectura crítica, que estaría especialmente indicada para las relecturas del libro o para lecturas de investigación.
Cuando se habla de la autoedición (esto es, de la posibilidad de editar el propio libro sin intermediarios) a través de la Web, siempre se apela a un gran problema: al desaparecer el editor, no sólo desaparece el “impresor”, sino que también y de forma fundamental se esfuma la persona que cuida la edición, que revisa el texto, que detecta contradicciones no atisbadas por el escritor, que procura el equilibrio y elimina errores de todo tipo, desde la estructura de la obra a la sintaxis. Un buen editor es el mejor aliado posible de un escritor, como bien saben todos los que han tenido la suerte de tener uno o varios buenos. La autoedición, por el contrario, confía el acabado final a la persona que hace el primer acabado, lo que siempre es peligroso, sea porque los autores no tienen la necesaria autocrítica o porque no tienen el necesario conocimiento de su propio idioma (lo que sucede más de lo deseable, por increíble que parezca). La figura de un crítico podría ser una solución a este problema, ya que en cierta forma un buen editor es el primer crítico de la misma. Si un escritor publica en su web su propia obra sin intermediarios nos hará sospechar, pero si esa edición viene avalada por el comentario en nube de un crítico reconocido, podrá restaurar la confianza del lector, ya que entonces es el crítico quien pone en juego su prestigio, al lado del autor.
Otra posibilidad serían las ediciones de crítico, en que sin el rigor académico esperable en una edición crítica, un crítico elabora un comentario constante a una obra o a una figura que conoce a fondo. Pienso en una edición de Bolaño hecha por Echevarría, o una de Julián Ríos hecha por Julio Ortega, en la que comentarios incluso personales y no literarios se sumaran al texto, ampliando de forma extraordinaria el horizonte de recepción y comprensión. Muchos críticos o escritores han escrito páginas memorables recordando cómo tal o cual amigo escribió determinado párrafo o motivo o personaje de sus obras. Esos textos u otros similares, encargados al efecto, podrían suponer otro modo de reeditar clásicos o de publicar textos inéditos con un mayor aliciente para posibles compradores. Una edición de Rayuela donde veinte o treinta escritores conocidos relatasen cómo vivieron el primer encuentro con ciertas frases, párrafos o personajes, en glosas anotadas sobre el propio libro, constituiría una maravillosa forma de releer la novela de Cortázar.
Estas son algunas de las posibilidades que se me han ocurrido a vuelapluma, pero seguro que hay más. Tantas como lectores o como libros. La crítica en nube nos pone a las puertas de posibilidades con las que antes no habíamos ni siquiera soñado. A las aquí defendidas crítica-red y crítica-blog se une ahora esta desmesura en nube que tiene la ventaja de ser democrática y horizontal, eliminando las jerarquías o dando al menos los instrumentos discursivos y técnicos para ponerlas en cuestión. Nunca los libros habían podido ser tan libres, y tampoco la crítica literaria. Si, como decía el gran Cyril Conolly, “el objetivo del crítico es vengarse del creador”, ahora tiene este instrumentos para resarcirse de la venganza de aquél, y aquél de acrecentar la suya a cada párrafo, a cada frase, de cada obra de cada escritor. Y nosotros, como lectores, medios para vengarnos de unos y otros. O de aplaudirles, claro.
[1] Cf. Eduardo Urbina, Richard Furuta, Rajiv Kochumman y Eréndira Melgado, “La edición electrónica variorum del Quijote: avances y estado actual”, Proyecto Cervantes, Center for the Study of Digital Libraries Texas A&M University, accesible en http://cervantes.tamu.edu/pubs/AC-Roma1.pdf.
[2] T. W. Adorno, “Sobre la crisis de la crítica literaria”, Notas sobre literatura. Obra completa, 11; Akal, Madrid, 2003, p. 642.
Muy interesante el post.
ResponderEliminarAnéctoda: Tuve que documentarme sobre el poeta Pere Serafí, renacentista él, que se basaba en Emblemas franceses para sus composiciones. Hay una web fantástica, gallica.bnf.fr, que recoge diversas ediciones facsímil de una misma obra. Pues bien, tras consultarla observé que el poeta había escogido no el Emblema original, con sutiles errores de transcripción que alteraban el significado del poema, sino una copia. Si hubiera elegido el otro hubiera sido más fiel.
Imagínate el tiempo que hubiera empleado en llegar a esta conclusión si no existieran las ediciones digitales.
Saludos
La propuesta me parece fascinante y comparto el entusiasmo por el mar de posibilidades que abre a la crítica y a a lectura de obras, sobre todo de aquellas más emblemáticas, que merecen una relectura. El texto bien podría ser observado como un texto Wiki, y cada texto canónico (digamos, Rayuela, o Los detectives salvajes) como una mini-enciclopedia de sí mismo, que propusiera, a través de los links que van ofreciéndose en la lectura, un subtexto de creación colectiva que además iría mutando a tiempo real.
ResponderEliminarEl Kindle de Amazon ya ofrece esa posibilidad, es decir, la de compartir y a la vez leer los comentarios hechos por otros usuarios sobre un determinado libro. También permite compartir citas y notas a través de Twitter o Facebook a tiempo real. Estas aplicaciones todavía están ligadas a una plataforma corporativa, pero no me cabe ninguna duda de que en poco tiempo disfrutaremos de aplicaciones freeware para nuestros e-book, y e-book construidos a partir de la filosofía de código libre y creación colectiva que rige en lenguajes linux.
También veo algunas objeciones. En primer lugar, me parece difícil fomentar una nueva crítica basada en ideales tan altruistas, cuando el sistema literario en todo su conjunto se está mostrando tan refractario a la nueva filosofía de libre circulación de la cultura que se impone gracias a la configuración de internet. Somos una generación educada en la descarga gratuita, en la utilización de miles de aplicaciones informáticas cuyos programadores las ofrecen libremente ofrecen a través de la web,.. Pero, paradojicamente, el mundo de las letras se muestra mucho más desconfiado que los programadores, quizás por la excesiva intervención del mundo editorial en el campo literario actual. Quizás también por una concepción heredada de la cultura como capital ostentado por unos pocos, que no puede ni debe ser compartido sin cobrar un precio. Mi pregunta es si hay tantos comentaristas cualificados que se sientan inclinados a compartir sus conocimientos de forma tan desordenada, tan democrática y mezclada, sin beneficiarse de los réditos que da una edición diferenciada, con un aparataje material y simbólico que subraye su nombre en letras bien gordas y los permita mantener un monopolio crítico sobre la obra.
También, como siempre, esta el tema de la diferencia de calidades. La literatura crítica es igual que cualquier otra literatura. Exige de prescriptores que seleccionen los discursos más válidos, que discriminen aquello que merece la pena ser leído, ahorrándole al lector un rosario de lecturas frustrantes para dar con una perla de tanto en tanto. Por ejemplo, pensando en una obra que ahora se está devorando en medio mundo "los detectives salvajes", me pregunto a qué ritmo endiablado se añadirían aportaciones de la más diversa índole, desde la del confuso adolescente en pleno delirio postpoético, a la de un Ignacio Echevarría u otro exégeta de nivel. ¿Qué filtros anti-spam se podrían desarrollar para que los libros no acabaran siendo un cajón de sastre? ¿Y cómo plantear esos filtros sin destruir el espíritu democrático, abierto, que es tan consustancial a esta propuesta? Lo que está claro es que haría falta un muy buen diseño estructural de las aplicaciones para sacar lo máximo de esta crítica nube. Personalmente, me parecen especialmente democráticos los sistemas de votación o filiación de la web. Crear un link a una página te sube en Google. Apretar el botón "me gusta" te multiplica en Facebook. Un sistema de votaciones o filiaciones que fuera ya en sí mismo una crítica colectiva sobre la crítica, y también sobre el propio texto. A largo plazo, ese sistema podría sustituir a los prescriptores tradicionales. Pero claro, para todo esto, lo primero que se necesitaría es una renegociación masiva de los derechos de propiedad intelectual de la literatura, que permitieran este tipo de intervenciones. Y para que eso sucediera, antes haría falta un cambio profundo de actitud en la mayoría de los escritores respecto a la literatura digital. El tema es infinito... un saludo.
Interesante comentario, Logiciel, gracias. Miguel, los reparos que formulan son válidos, pero piensa que ya hay numerosas personas que están dedicándose a hacer crítica literaria de forma desinteresada y gratuita, entre ellos tú y yo. El sistema universitario también permite que se puedan hacer contribuciones de valor y sin coste, puesto que quien las hace se beneficia de su valor curricular, no necesita el monetario. De forma que caldo de cultivo y tejido intelectual para empezar hay. REspecto a la selección, se hará de la misma manera que los blogs. Cualquiera puede abrirse gratuitamente un blog, pero no todos los blogs tienen el mismo seguimiento ni el mismo prestigio, ¿verdad? Pues lo mismo ocurrirá con la crítica en nube: pronto correrán los rumores respecto a quién seguir. Sucederá un poco como en Twitter; los comentaristas más inteligentes ganarán rápidamente adeptos y respeto. Creo que en esto soy más positivo que tú. En cambio, respecto al tema de los derechos literarios y la gestión de los textos, comparto tu escepticismo. Saludos y gracias.
ResponderEliminarCentrándome en lo que dices, la verdad es que no confío demasiado en las bondades de la masificación, más bien al contrario, ya que supone una tendencia a la baja en cuanto a calidad general y nivel de confianza. Sí me parece útil en segmentos especializados, que no busquen la gran difusión ni la comercialización.
ResponderEliminarNo creo que haya problema, Logiciel. ¿Cuánta gente crees que entrará a comentar/leer comentarios sobre una obra de Pierre Michon, por ejemplo? Ojalá hubiera masificación, eso implicaría que hay interés en masa por cierta literatura.
ResponderEliminarMuy interesante la entrada. Saludos. JMM.
ResponderEliminarGracias, JM, saludos
ResponderEliminar¿Los mismos que a Pere Serafí? ; )
ResponderEliminarsaludos
Los mismos...
ResponderEliminarTienes mucha razón, Vicente. Existen personas. Sobre todo, en los círculos más distanciados de la élite intelectual, que es lo mismo que decir en los más distanciados de los mecanismos de capitalización de la cultura, como el académico o el bloguero. Además, personalmente, me siento muy inclinado a dejarme contagiar por tu entusiasmo. Mis objeciones van más dirigidas a intentar adelantarse a los fallos de ese sistema futuro, algo fundamental para afinar el diseño de su filosofía y sus aplicaciones. Con todo, por mucha buena voluntad que haya, será difícil de llevar a cabo cualquiera de estas iniciativas, si el objeto en sí (o sea, la literatura), no se libera. Ahí es donde se hace tan necesario abrir un debate profundo entre los escritores, y recuperar el espíritu humanista que es inherente a la escritura. Iniciativas como la tuya las que ayudan a abrir brecha.Ojalá hubiera muchas más.Saludos
ResponderEliminarLa leche. Os pongo el enlace a un video que explica la idea de Vicente visualmente muy bien desde un punto de vista del usuario: http://vimeo.com/15142335.
ResponderEliminarSimplificando, creo que la idea fundamental es similar a hacer una visita turística a la Sagrada Familia, guiada por un nutrido grupo de estudiosos y forofos. Y que además ese turista tuviese la posibilidad de quedar inmortalizado vía comentario propio en la columna que más le gustase o le diese la gana. Aparecer en papeles, aunque digitales, que va a seguir leyendo más gente. Esto sustituiría a esos foros tan cutres que hay. Podría ser también el fin de los blogs literarios por obsolescencia ontológica. Con un cambio a mejor, puesto que eliminaría el componente de tribuna en favor del de grupo abierto.
Pero no hay que dejar el aspecto económico de lado. Pues la idea también da pie a construir una comunidad que ofreciera los libros en sí, con el conjunto de características que apuntas. Las empresas editoriales se pegarían de leches por aparecer en la Home del cacharro digital en la pausa que media entre el encendido y la apertura del libro que el usuario haya dejado en standby desde la última vez. Si es que sabe de antemano lo que va a leer. Si no, se abre la posibilidad de brindarle un conjunto de sugerencias por medio de algo así como coachings literarios de cara al usuario. Gente que recomienda lecturas (y no puedo dejar de escribir la posibilidad cachonda de ver a un crítico en pantalla rodeado de la parafernalia de una echadora de cartas; el usuario abriendo el skype de turno y preguntando al oráculo o pitoniso literario qué le recomienda leer y por qué...). Todo un mundo de anuncios. Hasta podría haber merchandising digital: puntos de lectura animados, esponsorización de libros mediante la inserción dinámica (en función de perfiles de usuario y lecturas acumuladas) de anuncios entre página y página para así reducir el coste de edición (un libro de viajes de Carrión patrocinado por una agencia de viajes o una aerolínea o TripAdvisor...) e incluso permitir grupos de edición en línea compuestos por críticos o gente con criterio y diseñadores gráficos e informáticos, todos freelance...
Miguel me contagia el entusiasmo... Sería cuestión de comenzar a involucrar a gente (creadores y críticos y gente con criterio). Pero lo primero sería el diseño comercial de la plataforma (me refiero a la interface, no al hardware, que creo debería ser como aparece en el video y por ahora sólo conozco como parecido el iPad) y pensar en un pago miserablemente bajo por acceder a contenidos full en línea y cambiantes (para animar a pagar cuotas), y en un acceso libre pero repleto de anuncios (Spotify). Me parece que este tipo de cosas ya no deben ser habladas en abierto, por si los cazanegocios están al acecho...
Muy interesante propuesta... hasta que he leído el tema de liberar los derechos sobre las obras literarias. Considerando que en la universidad no están impartiendo clases los mejores, sino aquellos que interesan en determinada circunstancia, sugerir que la mayoría de los lectores expertos colaborará porque su aportación irá en provecho de su currículo --como ya se hace en la mayoría de publicaciones especializadas en papel--, explica por qué tantas publicaciones se dan el lujo de pagar precios ridículos por colaboraciones que requieren tantas horas de lectura y de discriminación crítica y por qué tantos textos publicados solo tienen un interés erudito. Los que no andan en el cotarro universitario esperan cobrar decentemente por su trabajo. De prestigio solo no se vive.
ResponderEliminarvamos, que el bucle se traslada a la red.
Siempre será necesario que alguien discrimine qué intervenciones enriquecen el texto.
Mientras tengamos que comer varias veces al día, el pago por trabajar siempre será un tema a poner encima del tapete.
A fin de cuentas, el sueldo de los universitarios los pagamos con impuestos los que estamos fuera de la universidad.
Para que la propuesta tuviera un valor real y no sólo simbólico tendría que haber una institución de prestigio detrás que avalará y seleccionara las aportaciones. Lo veo complicado. No sé si estarían muy por la labor.
ResponderEliminarRespeto vuestra opinión, pero me niego a pensar que siempre tiene que haber una institución detrás para hacer las cosas. Hay numerosos clásicos que están libres ya derechos; lo aquí expuesto puede hacerse con ellos sin esperar a que nadie pague por lo que podemos hacer. La cultura tiene un margen de autoorganización de los interesados que me parece más necesario ahora que nunca. No todo es economía en esto o, más bien -puesto que todo puede ser considerado como económico, incluso lo gratuito-, no todo es interesado en esto o no tiene por qué serlo. Esta misma conversación, por fortuna, no la patrocina el Corte Inglés, ni está amparada por universidad alguna. Saludos y gracias.
ResponderEliminarNo se trata de mercadoctenia, Vicente, al contrario. Se trata de confianza. Se trata de garantizar la validez de las voces amables y las discordantes. El cabo de la calle, como siempre, que cada vez más parece un abismo.
ResponderEliminarY eso no lo resta valor a tu propuesta. Creo que le suma. De nada.
Son distintas formas de verlo, Logiciel. Tú pareces defender una especie de selección previa. Yo digo que la calidad se abre paso por sí sola. En el fondo es la misma postura con distintos modos de operar.
ResponderEliminarEs un placer tenerte por aquí siempre, presto a la conversación y el intercambio de ideas, Logiciel. Un abrazo.
Sería fantástico que la calidad se abriera paso finalmente por sí sola. Confiemos, pues. The privilege, the pleasure is mine, como diría aquél.
ResponderEliminarSaludos.
Hay ediciones gratuitas en internet: en el Instituto Cervantes, en el Proyecto Gutenberg, en la Biblioteca Americana, en la Biblioteca Nacional, etc. ¿Quién va a pagar por una edición crítica?
ResponderEliminarPodemos pensar que los críticos y comentaristas lo harán gratis et amore, pero ¿el editor? Si no saca beneficio, ¿de qué vive?
Gran post.
ResponderEliminarCuriosamente, leyendo hace unos días el último libro de Menéndez Salmón pensaba que era un pasillo de puertas abiertas y que su formato electrónico (si existe, no lo sé) podría ir acompañado de hipertextos, reflexiones, comentarios...
Me parece que invita a ello.
He leído TIEMPO. Enhorabuena, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, José María, saludos.
ResponderEliminar¿Según la tesis de "Presencias reales", de George Steiner, esto sería una idea espeluznante.
ResponderEliminarSiempre he leído y respetado mucho a Steiner, pero el suyo es el mundo cultural del siglo XX. Sus planteamientos no son extrapolables para estos temas, o lo serían con unas limitaciones tales que no los hacen operativos. Hay ya discursos teóricos más recientes, más actuales, disponibles para enfrentar esta revolución de la lectura. Saludos, Manuel.
ResponderEliminarLo suyo es un alegato contra la multiplicación infinita de los discursos secundarios, académicos, comentarísticos y críticos que entierran a las obras de arte.
ResponderEliminarEs decir, internet sería el verdadero "horror" ¿Y se quiere concentrar aun más ese horror?
Propones que las obras en su propio formato sean ya inseparables de una ingente o infinita escolástica.
¿No es extrapolable el pasado? Pero esta idea (e internet) vendría a ser como el sueño desaforado de la antigua escolástica hecho realidad. Los lectores (y estudiosos) penaremos enterrados en materiales secundarios infinitos..jaja
A mí la verdad es que todo eso de la crítica como "ciudad secundaria" y demás sentencias irrecurribles de Presencias reales me da un sueño tremendo. Es comenzar a ver la crítica como una actividad distinta de la creación y me entran unos bostezos horribles. La escolástica no es la crítica, sino la crítica hecha mediante protocolos y siguiendo unos cánones anticuados. Para mí la crítica es otra cosa, la que practico y la que leo en mayor medida (aunque también leo la otra, claro). La crítica es creación pura, Manuel, y tú pareces entender que lo que yo planteo en mi post es un texto central y una miríada de textos accesorios dando vueltas al original como polillas a la luz. No, yo propongo un tejido, una red, en la que cuando los nodos sean valiosos pueden llegar a ser igual o más imprescindibles que el texto comentado. Recuerda que algunos textos de Enrique Banchs o Evaristo Carriego tuvieron como mejor de los destinos ser comentados por Jorge Luis Borges. El texto en principio accesorio, el de Borges, no es que valga infinitamente más que el presunto texto "principal": es que dentro de unos años (si no ya), nadie sabría quiénes eran ni Banchs ni Carriego si no fuera por Borges. Las ciudades secundarias no existen, Manuel. Sólo hay textos de primera (todo libro de creación es un libro de crítica, todo libro de crítica es un libro de creación) y textos de segunda. Lo demás es silencio y presencias reales y ronquidos.
ResponderEliminarAbrazos.
La crítica literaria ya sólo se hace en blogs.
ResponderEliminarLa mejor crítica de todas es la que saca todos los fallos posibles; en dos palabras: crítica acompasada.
A Lector Iracundo, con todos los respetos: afirmas que "la mejor crítica de todas es la que saca todos los fallos posibles". Para mí eso no es crítica. Me hace gracia cuando Senabre ejerce de corrector ortotipográfico, pero la crítica no consiste -a mi juicio- en sacar "todos los fallos posibles", sino en hacer todas las preguntas posibles al libro, al autor, al lector mismo que es el crítico.
ResponderEliminarNo. Ni el autor ni el lector son importantes en crítica. Sólo es importante que una obra vuele sola o no. Las alas prestadas son superfluas y efímeras. Por eso las reservas. Y no se trata de sacar fallos. No hay ni una gran obra que no los tenga. Se trata de saber detectar qué fallos la engrandecen y cuales son inadmisible. Hasta que no dejemos de considerar las obras desde un punto de vista lector no habrá crítica. El lector, lo siento, sólo sabrá decir si le gusta o no. Y la crítica no debería ser eso. Lectores somos todos. Críticos no.
ResponderEliminarPero la importancia de la crítica de Borges seguramente viene impulsada a partir de un autor de ficciones llamado Borges.
ResponderEliminarPor otro lado, una cosa es dar la importancia debida a la calidad de ciertas críticas, y otra dársela a toda una proliferación infinita de textos sobre algo... ¿Es que acaso no hay un problema básico de tiempo?
¿Una crítica cualquiera es completamente autónoma del texto comentado? (cuando no es un hoax)
¿Se pueden leer las críticas y dejar de lado el texto comentado, ya que este en principio no tendría ni siquiera una mínima preeminencia referencial?
En condiciones de restricción de tiempo como tiene la vida humana, ¿nos podemos permitir no dar prioridad ninguna a un "texto referente" antes que a cualquier comentario, crítica, reseña, artículo académico...?
Aquí hay un ejemplo de edición en nube, aunque no he podido bucear para ver si hay comentarios o notas; es "El origen de las especies" de Darwin"
ResponderEliminarhttp://www.archive.org/stream/originofspecies00darwuoft#page/n5/mode/2up
Algo parecido, pero aplicado al mundo de la música, se lleva haciendo ya un tiempo en soundcloud
ResponderEliminar(www.soundcloud.com)
No sé si lo sabíais, sólo apuntaba el dato.
Un saludo.