El resultado del referéndum del pasado jueves, por el que Inglaterra decidió salir de la Unión Europea por una corta mayoría ("48% Sense and Sensibility, 52% Pride and Prejudice", según resumió agudamente en su cuenta de Twitter el humorista y presentador estadounidense Bill Maher), parece haber resucitado en Europa un tradicional odio a los ingleses, fácil de detectar en muchas obras literarias y filosóficas continentales.
Rescato sólo algunas perlas de las muchas posibles:
Los ingleses tienen una individualidad tan acentuada, que son
los mismos en todas partes, y verdaderamente no sé por qué viajan, pues llevan
consigo sus costumbres y transportan su interior al hombro como si fueran
caracoles. En cualquier parte que se halle un inglés, vive exactamente como si
estuviera en Londres.
Teófilo Gautier, Viaje por España (1843)
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(…) y me encaminé hacia la literatura inglesa, a la que tantos
poetas frustrados acababan dedicándose como profesores vestidos de tweed con la
pipa en los labios.
Vladimir Nabokov, Lolita (1955)
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Un inglés simpático es una
curiosidad, pensé para mí (…)
Thomas Bernhard, Maestros antiguos (1985)
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En medio de algunos gemidos patrióticos, alguien –creo que
Alderman– dijo: “la pobre Inglaterra está perdida”. Johnson: “Señor, no es de
lamentar tanto que Inglaterra esté perdida como que los escoceses la hayan
encontrado”.
James Boswell, Vida de Johnson (1791)
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-En
realidad soy inglés.
-Lo
siento.
De la película Austin Powers (Jay Roach, 1997)
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¿Cabe
ser pobre y, sin embargo, ser inglés?
José Ortega y Gasset, Meditación de la
técnica (1939)
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Reginald Gulliver se presenta al lector en el primer capítulo
como filósofo-diletante y bacteriólogo ‘amateur’ que un buen día, hace
dieciocho años, tomó la decisión de enseñar a las bacterias la lengua inglesa.
Stanislaw Lem, Magnitud imaginaria (1973)
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Ella dijo que también los ingleses pueden manifestar su dolor
por los muertos, y me dio muchos ejemplos de duelo por perros.
Elías Canetti, Hampstead (1994)
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