domingo, 9 de marzo de 2025

Dos parodias del realismo narrativo




Percival Everett, Cancelado. Trad. Javier Calvo. Madrid: De Conatus, 2024.

Rachel Cusk, Desfile. Trad. Catalina Martínez Muñoz. Madrid: Libros del Asteroide, 2025.

La escritura era la más reacia de todas las artes a la disociación de la identidad. Una novela era una voz, y una voz tenía que ser de alguien. 

Rachel Cusk, Desfile

Si el objetivo del realismo literario, tras su consolidación decimonónica, es en buena medida la reproducción exacta e inconfundible de cierta idea de realidad que tiene su autor/a (un absoluto disparate teórico, como intenté demostrar en Singularidades, 2006, pp. 62-69), penetrar en la médula de esa supuesta reproducción no intercambiable, para ponerla en solfa, tiene dos virtudes: la primera, demostrar que quien parodia el procedimiento comprende la falacia conceptual del realismo ingenuo y la combate; la segunda, producir obras por lo común sugestivas, artísticamente inteligentes y ambiciosas, porque son, a su manera, manifiestos de lo que el arte y la literatura deberían ser: construcciones intelectuales complejas capaces de asombrar, interesar y divertir a quien lee, puesto que ver discurrir un pensamiento ingenioso ante los ojos es siempre tan fértil como divertido.05

Estas cualidades están presentes en dos obras recientemente traducidas: Cancelado, de Percival Everett (en versión de Javier Calvo) y Desfile, de Rachel Cusk (traducción de Catalina Martínez Muñoz). Las dos novelas combaten la literatura realista: Cancelado, de un modo explícito, riéndose abiertamente de un modo “magnetofónico” de reproducir la realidad a través de un lenguaje mimético excesivamente forzado; Desfile, a través de la desactivación minuciosa del propósito realista de identificar a la perfección a cada personaje, escenario o hecho: Cusk borra las identidades y hace de la ambigüedad psicológica y argumental el eje de su trama narrativa.

Cancelado es una novela muy compleja; un análisis completo de sus planteamientos requeriría varias páginas, y no tengo tiempo de acometerlo ahora, pero bastará con apuntar que el protagonista es un escritor que se venga de su falta de éxito perpetrando una parodia de una exitosa novela magnetofónica que renuncia a cualquier profundidad o estilo para reconstruir, discutiblemente, una psique marginal afroamericana a través de la jerga de sus personajes (algo similar, por buscar una analogía patria, a lo que hizo Greta García en Solo quería bailar). Su réplica irónica generará una cadena de hilarantes consecuencias en cascada que no quiero revelar, pero que actúan en tres frentes: la memorable crítica del realismo ingenuo, la discusión sobre qué significa ser un escritor afroamericano, y una honda cavilación sobre los límites de la traición estética a uno mismo. El resultado, configurado como novela experimental crítica a su vez con ciertos experimentalismos, a lo mejor no es tan impactante como Los árboles (DeConatus, trad. Javier Calvo, 2023), una de las novelas más salvajes y desasosegantes que he leído en los últimos años, pero desde luego Cancelado es una obra sólida, desafiante y de recomendable lectura, que nunca olvida que “el arte halla su forma y que nunca es una simple manifestación de la vida” (p. 59).

También es experimental Desfile, pero no en la estructura ni en los juegos de lenguaje, como en la novela de Everett, sino en el plano subjetivo, mediante una dilución posmoderna de los caracteres de tal grado que coquetea con su completo borrado (en una entrevista al New Yorker, Cusk declaró que no creía en los personajes). Una serie de artistas, mujeres y hombres, todos llamados simplemente “G” –algunos son fáciles de reconocer, como George Baselitz o Louise Bourgeois; otros han sido identificados como Paula Modersohn-Becker o Éric Rohmer–, comparecen a lo largo de las cuatro partes del libro, a veces descritos en tercera persona y otros apelados por una narradora intradiegética que no está claro que sea siempre la misma –de hecho, en la cuarta parte se pasa a un nosotros elocutorio–. Este desafío a dos de las leyes básicas de la literatura comercial, la claridad argumental y la reconocibilidad de narrador y personajes, lleva a Cusk a un vertiginoso discurrir por psiques y hechos que muestra acaso que esos artistas recreados no son importantes, sino que lo nuclear es la continuidad de ciertas experiencias de insatisfacción, secreto, dolor, silencio y la imposibilidad de distinguir entre éxito y fracaso. Un tema este último, por cierto, que también aborda el narrador Monk de Cancelado de Everett.

Me parece muy original que Cusk trabaje más el impacto de las obras de arte sobre los familiares de los artistas que sobre el mito del genio y la gestación creadora de las piezas, como suele ser habitual en “novelas de artista”. En Desfile se desplaza el enfoque tradicional de la atención, aboliendo las personalidades arrolladoras: aunque hay someros análisis de las obras de arte, el énfasis narrativo se sitúa en las personas cercanas, en la interpretación que estas realizan de las obras, en cómo sufren la actividad creativa de la esposa, del marido o del padre o madre, en los devastadores efectos familiares, afectivos y sentimentales del arte, mostrando la creación a la vez desde dentro y desde fuera.

En resumen, dos novelas valiosas, diferentes, antirrealistas, destacables por su valentía y por ir de frente contra todo tipo de convencionalismos.

 

[Relación con autores y editoriales: ninguna]

miércoles, 26 de febrero de 2025

Breverías completas de Pérez Estrada


Fragmento de mi prólogo al recién publicado libro de Rafael Pérez Estrada, (2025). Breverías completas. Barcelona: Galaxia Gutenberg. 

 

"He oído y leído decenas de citas, chascarrillos y anécdotas de Pérez Estrada, que revelan una personalidad arrolladora, aguda y desopilante, capaz siempre de decir la phrase juste en el momento exacto, y esa capacidad ingeniosa de síntesis suele conducir, más temprano que tarde, al aforismo. En la mayoría de los estudios sobre el género aforístico se dedica un apartado a reunir las diversas terminologías personalizadas que el género concita, y entre ellas siempre se incluye la de «brevería», creada por Rafael Pérez Estrada para sus creaciones minúsculas y afortunadas, claro indicio de la importancia que el autor tiene en nuestro país dentro del “hipergénero” (Paulo Gatica Cote, El aforismo hispánico en la encrucijada digital) más breve. Esas breverías son las reunidas en este volumen, ordenadas con un criterio riguroso –que invita más a seguir los temas que la cronología– por José Ángel Cilleruelo, albacea modélico y esforzado de la obra de Pérez Estrada.

Este conjunto de aforismos puede funcionar como una especie de modelo a escala de la obra de Pérez Estrada. Como un espejo roto, refleja casi toda la unidad difusa de su obra, porque su proyecto aforístico está compuesto a partir de una radical hibridación de géneros literarios. Así, comienza con un adagio donde se aúnan palabra y deseo, «Se alzó tanto el lenguaje entre nosotros que tuve que besarla», y a partir de ahí se van encadenando otras fulguraciones semánticamente entrelazadas. En ocasiones el autor crea un tipo de frase o párrafo breve que oscila entre el apunte, el aforismo, el poema en prosa y el microcuento, algo que ya apuntó Francisco Ruiz Noguera, cuando escribió que Pérez Estrada «se acoge, tanto en lo formal como en lo conceptual, a la tradición literaria de lo conciso, así como a una textualidad –fronteriza entre lo lírico y lo narrativo– que está en la línea de las nuevas maneras del microrrelato». Estos imaginarios anfibios le permiten al autor inventar libérrimamente anécdotas y teorías entre lo realista y lo surrealista; invenciones que pueblan sus textos en general, y este libro en particular, de imágenes poéticas ambientadas en las culturas más diversas. La creatividad y el sentido del humor se aprecian también en los personajes apócrifos: filósofos, cortesanas, religiosos o sabios que nunca existieron fuera de estas páginas, y que funcionan como sosias o pseudónimos de su inteligencia.

Como ha señalado Ana Cabello, la escritura de Pérez Estrada tiene una característica singular: «la obra de Rafael Pérez Estrada hay que concebirla como una obra total, donde el poeta hace, deshace y rehace continuamente». No hablamos de una reescritura continua –a la manera de Juan Ramón Jiménez, donde los textos son trabajados individualmente hasta la exasperación–, sino de otro tipo de operación literaria, más compleja, que parte de una visión de la escritura propia como un cosmos, cuyas galaxias o piezas pueden alearse, desatarse y alterarse a voluntad, produciendo resultados diversos según la ordenación resultante en cada momento. La secuencia de piezas, en su nueva ubicación y afectada por las recientes vecindades, arroja resonancias distintas, y la consecuencia de la novedosa agrupación de piezas es otra estrella, otra galaxia u otra nebulosa que sigue haciendo obra, creando universo conceptual. Y por su naturaleza paradojal, solitaria y agrupable a la vez, los aforismos tienen una condición errante que se ajustaba especialmente al gusto metamórfico e inquieto de Pérez Estrada, «señor del instante, […] maestro de las intuiciones cinceladas para siempre», como lo ha definido Jesús Aguado.

Pocas veces un creador ha pisado con tanta fuerza a la vez lo fantasioso y lo real; es raro que alguien sea capaz de recrear el deseo, el cuerpo o un lugar concreto, y de ahí pueda saltar sin dificultad, como puede verse en la «textura brillante y transparente» (José Luis Morante) de estos aforismos, a lo angélico o lo maravilloso. Como explicó José Ángel Cilleruelo en 1999, en Pérez Estrada «El arte —lo azul— es un “estado de gracia”, pero una vez constatado, su efecto languidece frente a una belleza sensual, concreta y penetrante: el “inquietante perfume” de la verdadera realidad; esa realidad —parece querer decirnos Pérez Estrada en sus “poéticas”— que ha escapado del realismo y solo es posible capturarla en las Málagas inventadas, en las infinitas alas del ángel o en sí misma —su perfume, su tacto, su imagen... En suma: en la imaginación». Calidad, la imaginativa, que ha sido destacada siempre por los estudiosos como la característica más constante y reseñable de la obra del malagueño."

 

lunes, 17 de febrero de 2025

Las hogueras de Concha Alós

Comparto el vídeo de la sesión del Club de lectura de La Malagueta sobre Las hogueras de Concha Alós de hoy lunes. Hemos contado con la inestimable participación de la investigadora Nieves Ruiz, que escribe su tesis sobre la escritora castellonense.

 


sábado, 1 de febrero de 2025

Diario de un hombre superfluo de Iván Turguénev

Comparto el vídeo de la sesión sobre Diario de un hombre superfluo (1850) de Iván Turguénev, dentro del Club de lectura del Centro Cultural La Malagueta:



martes, 28 de enero de 2025

Lyric Poetry and Visual - Audiovisual Media

 

Me siento feliz porque ha aparecido un texto sobre teoría poética al que dediqué infinitas horas de trabajo. Cuando el proyecto Poetry in Notions, que vincula a varias universidades europeas (liderado por Ralph Müller de Friburgo, Gustavo Guerrero de Cergy-Pontoise y Kirsten Stirling y Antonio Rodriguez, de Lausana) me contactó para colaborar en un Compendio en línea de poesía, no imaginaba la complejidad que supondría la redacción de la entrada "Lyric Poetry and Visual / Audiovisual Media", que aborda (dentro de la síntesis obligatoria en cualquier compendio, que no en vano es la "breve y sumaria exposición, oral o escrita, de lo más sustancial de una materia ya expuesta latamente") cuestiones que van desde la écfrasis a la poesía digital, de los caligramas a la fotopoesía, de la escritura asémica a slammers y videopoemas. El proyecto está publicado en inglés, aunque se está trabajando en su traducción a otras lenguas, y se caracteriza por ser un compendio vivo, en marcha, que debe ser actualizado de cuando en cuando. Me alegra que ya esté disponible y, sobre todo, me alegro de haber trabajado con colegas de medio mundo en este proyecto. Enlace al texto: 

https://www.poetry-in-notions.net/tableofcontents/textual-forms-modes-and-subgenres/lyric-poetry-and-visual-audio-visual-media/#title-1

sábado, 30 de noviembre de 2024

Contra el contenido

 

 

"Contra el contenido (escribir no es informar)", conferencia inaugural del Máster en Escritura creativa de la Universidad de Sevilla, impartida en la Facultad de Comunicación ayer día 29/11/2024.

sábado, 16 de noviembre de 2024

El curioso lector conectado


 

Luis Rodríguez, Visaje. KRK Ediciones, Oviedo, 2024.

Si no… ¿cómo consigues trascender? Probando con las esquirlas.

Luis Rodríguez, Visaje

Puede que Visaje sea la historia que escribe una narrador consciente de que no va a ser leído, contada por un escritor que sabe que será leído con dificultad, en el sentido de que no da por supuesta la lectura de su obra por otras personas. Es decir, es el cruce de una posibilidad con una rareza. El periodista que escribe el diario en que consiste Visaje ha tenido vedado el acceso a la publicación durante años, por motivos que se explican en la novela, y en consecuencia la publicación de los textos no le resulta esencial para escribir. La motivación es otra, autotélica, “se encuentra a sí misma” (p. 93), se consume en la propia búsqueda, y en ese sentido no es imposible pensar que se corresponde con la radical idea que tiene Luis Rodríguez de la escritura literaria, que podríamos simbolizar en una radio submarina que emite constantemente, despreocupada de si hay buzos por los alrededores.

Aunque sus primeros libros apenas gozaron de lectores con escafandra, su difusión mejoró con la editorial Tropo y la posterior llegada a Candaya, donde consolidó lectores y obtuvo el merecido premio Tigre Juan por Mira que eres (2021). Cada uno de sus libros es un experimento singular, aunque hay algunos elementos (e incluso algunos personajes) comunes a varios títulos, y diría que Visaje tiene a la vista el proyecto literario de las últimas novelas de David Markson, además del proyecto propio de Rodríguez. Fragmentos preparatorios de una historia se mezclan con curiosidades, estupendos aforismos propios (“De no haber sido mis padres, no me habría fijado en ellos”, p. 45), paradojas, juegos lógicos, frases ajenas intercaladas o datos históricos o científicos, boicoteando la progresión diegética —lo cual trae a la memoria Peripecias del no. Diario de una novela inconclusa (2007), de Luis Chitarroni—. El origen exacto de las frases breves intercaladas se puede encontrar en el apéndice final (hay apéndices similares en 8.38 y Mira quién eres, pero mucho más breves), donde se reconocen los préstamos, que para el periodista son síntoma de su inoperancia: “¿Debe escribir alguien que reconoce que se expresa mejor por boca ajena?” (p. 104). Los crímenes que va investigando y escribiendo el periodista-narrador son en sí mismos relatos breves o microrrelatos que van ramificando la historia principal, conectada a veces con la Historia en mayúsculas, a cuyos horrores se va aludiendo mediante menciones más o menos explícitas (p. 100). Sin embargo, esta silva de varia lección parece plantear qué relaciones existen entre el escritor que actúa como “pequeño dios” (Huidobro) sobre sus criaturas y el asesino que decide sobre vidas ajenas.

A lo largo del libro se saltean menciones de nombres propios, sin más aclaración, que invitan a quien lee a convertirse en una nueva especie del “curioso lector” al que se dirigía el Guzmán de Alfarache (1599) de Mateo Alemán, mediante la búsqueda digital en línea. Quien lee, suspicaz por la aparición aislada en una página en blanco de un nombre, como “Alec Cawthorne”, en la p. 103, entra rápidamente en un buscador para saber quién es, o quién no es Cawthorne, y tanto en ese caso como en otros (pp. 21, 137, 234) el resultado de esas búsquedas extradiegéticas harán que vuelva a la historia con aún más desconfianza que tenía cuando la abandonó momentáneamente, porque los acólitos de las novelas de Rodríguez ya saben que en sus libros no puede uno fiarse de nada, y mucho menos de su propia lectura.

Esta inesperada actualización del “curioso lector” barroco o prebarroco en una versión 2.0, implica que Visaje pide una figura lectora conectada, un lector activo que ya no solo debe investigar el texto hacia dentro, sino también extramuros. El sentido del texto ya no reside siquiera en el receptor final, sino en un lector colectivo: hay que leer con todo, con todos, con la época. El resultado es un experimento que impugna que lo inconcluso tenga conclusión, en el sentido de que lo finito no excluye lo infinito, tanto en los modelos matemáticos de Gödel como en los narrativos de Rodríguez.

La suspicacia es, como antes decía, el modo de lectura por defecto de las obras de Rodríguez. Al estar el escaso texto del periodista-narrador sumergido en citas ajenas, que a veces llenan páginas enteras, pero que no son explicitadas como tales, se produce una desestabilización lectora, una excesiva ambigüedad que deviene desconfianza receptiva. Se tiene la impresión de que el discontinuo textual aprovecha el talento ajeno no para escoltar la logomaquia propia, sino para justificarla, de modo que hay que buscar las pepitas autoriales de Rodríguez entre la lluvia de párrafos prestados. E incluso la brillantez de las citas, de tan seguidas y abundantes, acaba empañándose, por un “efecto gabinete de pinturas” o síndrome Stendhal que satura y produce la sensación de que nada puede ser ya valorado, por la indistinción y la falta de contexto. 

 

 

 

 

[David Teniers, El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas en Bruselas (1647-1651). Muse de El Prado]

 

 

 

 

 

En el fondo, necesitamos saber quién dice qué, para que el brillo refulja. El motivo lo explica una cita de Ernesto Sabato que Rodríguez incluye en la página 215 y que creo que ha tomado, curiosamente, de aquí (esta reseña también requiere un curioso lector conectado). A mi juicio, discutible, el libro mejoraría con añadir la atribución autorial de las citas debajo de cada una, así se vería el diálogo, desambiguando las procedencias se materializaría la confrontación de diferentes estéticas que súbitamente pueden conversar entre ellas. El borrado de los nodos impide leer la red. Los fantasmas no viajan si trasladas el castillo.

[Apunte al margen: frente a los defensores de la “escritura no creativa” (Goldsmith, Mata, Dworkin), creo que la autoría sí tiene un sentido: no hacer lo mismo que los algoritmos de procesamiento informático masivo conocidos como IA, no borrar el origen, no crear una sopa o pulpa indistinta de lenguaje, no actuar como si todo valiera lo mismo; no hacer, en fin, lo que el mercado de los “grandes modelos de lenguaje” informáticos hacen con nuestras obras para enriquecerse. Un libro de literatura quizá pueda definirse como un minúsculo modelo de lenguaje identificable y no susceptible de intercambio.]

En resumen, creo que Visaje constituye una inflexión experimental dentro de la ya de por sí arriesgada obra de Rodríguez, algo siempre saludable dentro de un panorama normalizado. Con sus riesgos y apuestas, es un libro de lectura interesante y recomendable, primero porque la mirada de los fragmentos firmados por Rodríguez tiene su brillantez habitual y, segundo, porque es sugerente saber qué considera el autor valioso gracias a su remezcla. 

 

[Relación con el autor: amistad. Relación con la editorial: ninguna]