Max Power, Fuck Data. Granada: Sonámbulos, 2022.
El nombre de
Max Power es, por supuesto, un pseudónimo, perteneciente a un escritor español que
ha decidido dar un giro a su interesante pero poco conocida trayectoria mediante un nom de
plume diferente. Pero eso en realidad no importa demasiado.
Lo destacable es el valor esta novela crítica de anticipación, especulativa,
a medio camino entre la ciencia-ficción y la distopía política, así como la
oportunidad de su aparición justo en este momento —aunque escribir un empeño ambicioso
como Fuck Data ha debido llevar años—, al tratarse de una
obra que ahonda críticamente en el transhumanismo tecnológico, en el escepticismo
producido por los deepfakes y la opacidad oligárquica de las
corporaciones dedicadas a convertir el mundo en simulacro. Y lo hace con una
profundidad desusada que, sin caer en el ensayismo ni en el cólico informativo —defectos
frecuentes en numerosas narraciones especulativas actuales— penetra hasta la
médula en los asuntos que aborda, sobre todo en las complicaciones psicológicas
y hasta psicoanalíticas que puede traer consigo el desarrollo transhumanista de
la personalidad humana. En este aspecto psíquico, la novela contiene algunas de
las mejores páginas que he podido leer sobre este asunto, y recordemos que es
un tema sobre el que han escrito autores como Kazio Ishiguro, Michel
Houellebecq o Ian McEwan, entre otros.
Fuck Data tiene elementos muy novedosos, y otros más clásicos,
como el uso —obviamente actualizado— del manuscrito encontrado como recurso de
partida para organizar la trama (los 27 capítulos se corresponden con otras
tantas “transcripciones”). Pero, a partir de ahí, el narrador demuestra
virtuosismo a la hora de organizar la información que va recibiendo quien lee, un
lector que poco a poco va comprendiendo un argumento bastante complejo, sin ser
consciente de cómo se almacenan en su memoria lectora las capas narrativas. Los
diversos marcos de conciencia que se proponen en la novela se corresponden a la
perfección con la entrada y salida de una primera persona verbal, cuyo desarrollo
es parte clave para entender el sentido de la historia. Sin adelantar nada de
esta, no me resisto a citar este párrafo de un ensayo reciente sobre psicología
cognitiva:
“Imagina que una versión futura de mí mismo, tal vez no muy lejana en
el tiempo, te ofrece el trato de tu vida: puedo sustituirte el cerebro por una
máquina que sea igual a él en todos los sentidos, de tal forma que, desde fuera,
nadie puede notar la diferencia. […] Pero […] no te puedo garantizar que vayas
a tener experiencias conscientes si aceptas esta oferta. Tal vez las tengas si
la conciencia depende únicamente de la capacidad funcional, del poder y la
complejidad de los circuitos del cerebro, pero quizá no las tengas si la
conciencia depende en realidad de un material biológico específico (las
neuronas, por ejemplo). Por supuesto, como tu cerebro-máquina produce
comportamientos idénticos a los anteriores en todos los sentidos, cuando le
pregunto a tu nuevo tú si estás consciente, tú nuevo tú dirá que sí. Pero, ¿y si,
a pesar de esa respuesta tuya, la vida -para ti- ya no es una
experiencia en primera persona?” (Anil Seth,
La creación del yo. Una nueva ciencia de la conciencia. Sexto
Piso, 2023, p. 16)
En ese sentido, Fuck Data guarda cierto parecido con una novela
no demasiado transitada, la habilidosa Génesis
de Bernard Beckett (Salamandra,
2009), que en su momento planteaba una especie de diálogo platónico sobre inteligencia
artificial.
Otro de los aspectos relevantes de la obra es su tratamiento del tiempo,
tanto del narrativo como de la experiencia cronológica en general, un asunto
que en las manos del autor se llena de sutilezas y de mañosas vueltas de tuerca
conceptuales. Y, conectado con esto, agregaremos el hondo entendimiento de
nuestro tiempo, de esta época, sobre la que hay, como en toda buena distopía,
diagnósticos implacables (p. 145).
Lo que consigue el autor presentado como Max Power es una eficaz mezcla
de anticipación, presentismo y crítica psicosocial, pasada por un tenue tamiz
teórico y metaliterario que apoya y refuerza la narración sin aprisionarla. Sorprendente,
distinta y radicalmente libre, Fuck Data tiene, como casi todas las
novelas, aspectos mejorables —comenzando por el título—, pero merece ser atendida
y entendida, y creo que gustará no solo a los aficionados a la ciencia ficción,
sino también a los partidarios de la buena narrativa.
[Relación con autor y editorial: ninguna]