sábado, 11 de noviembre de 2006

Hamburguesas y poesía



Cada vez me interesa más ir uniendo aspectos sociológicos con los literarios; esta técnica aporta una saludable dosis de proximidad a lo real (sea éso lo que sea) y un acicate para no dejar de tocar suelo al hablar de poesía. Bien. En los últimos años he detectado una creciente presencia de McDonald’s y Burger King en los poemas publicados en España. Especialmente intenso es el tratamiento que Manuel Vilas dedicaba en Resurrección (2005) a sus visitas al McDonald’s en Zaragoza, hablando del poder “democrático” de obtener carne por tres euros. Y no es el único: Jorge Riechmann, desde una perspectiva radicalmente opuesta a la de Vilas, lo ha hecho en Poesía desabrigada (Ediciones Idea, Tenerife, 2006, p. 80) y Mercedes Cebrián, en un saludable e irónico punto intermedio, si bien más próximo a Riechmann, ha tocado también el tema, en un excelente poema, titulado “Contra la grasa, en vano”, incluido en su miscelánea de relatos y poemas El malestar al alcance de todos (Caballo de Troya, 2004), de la que pronto hablaremos aquí.

Si hacemos caso a ciertos politólogos internacionales (lo que haremos ahora a título pedagógico, para partir de algún sitio), Estados Unidos quiere transmutar el antiguo poder inervador de la burguesía en el poder conservador de la hamburguesa. A juicio de ensayistas norteamericanos como Barber, Ritzer o Schlosser, las multinacionales de su país están desarrollando un proceso para hamburguesar al mundo. Su hipótesis se basa en que los fenómenos de todo tipo, ya sean culturales, económicos o sociales, tienden a la racionalización, y, como expresa George Ritzer (La macdonalización de la sociedad, Ariel, 1996), el paradigma contemporáneo de la racionalización formal es el restaurante de comida rápida. Su modelo (rapidez, flexibilidad, eventualidad laboral, franquicia como rápido sistema expansivo) se desarrolló geométricamente durante los años 80 (allí) y 90 (en Europa), y demostró velozmente sus aptitudes para desarrollarse sin límites en un mercado global. La receta es también aplicable a otros modelos de negocio típicamente norteamericanos, como el Nasdaq neoyorquino, el índice bursátil tecnológico más importante, que suma en importancia económica lo que todos los demás juntos. Leamos las razones expuestas por su directora, D. Davis, por las que este mercado se independizó físicamente de Wall Street, sede tradicional de la Bolsa neoyorquina: "Es imprescindible que el público nos vea, que tengamos un gran escaparate, porque tenemos muchos pequeños accionistas. (...) necesitamos un sitio popular. Cuanto más público, más nos conocerán, luego más venderemos". Como saben los lectores, ese sitio es... la calle. Los índices salen en Times Square, proyectados en gigantescas pantallas que pueden ver al año 458 millones de transeúntes. El autor del artículo de donde extraigo la información, Javier Martín, señala con perspicacia: "Los directivos del Nasdaq han copiado la estrategia del fast-food para popularizar el fast-stock. Hamburguesas y start-up tienen en común la riqueza en calorías y su alta volatilidad; y su público, que entra con la misma velocidad que sale". Así es, en efecto, porque ese es el modelo general americano. Dice Vicente Verdú en ese imprescindible ensayo para entender la metrópoli, El planeta americano:

La hamburguesa es algo más. Aparte de comportarse como alimento se comporta como documento. (...) Más allá de un simple negocio, McDonald's se ha desarrollado como un doble patriótico de Estados Unidos. (...) Una hamburguesa americana actúa como signo de un sistema cultural y cada local opera como un centro de propaganda incomparablemente más eficaz que los institutos oficiales. El ideal americano no busca conquistar el mundo en sentido duro, prefiere la dominación mediante la mímesis blanda de la hamburguesa.
Posteriormente se ha sumado a esta opinión Eric Schlosser con su libro Fast Food Nation (Fast food. El lado oscuro de la comida rápida; Grijalbo, B., 2002). Esta visión es exacta. Es el primer paso para entrar en el american way of life, tal como lo desean las multinacionales: el atontamiento, la aniquilación del individuo por el consumidor y del obrero por el elemento productivo, la sustitución programática (empresarial, ojo, no estoy hablando de “lo norteamericano” en abstracto, error metonímico en que muchos suelen caer) del ciudadano por el espectador. Como explica Schlosser, la hamburguesa es la muestra perfecta del universal deseo de gratificación instantánea, que busca el placer, la ebriedad o la curación aquí y ahora. "El exagerado consumo de alcohol y la casi universal prescripción de tranquilizantes por los médicos", que denunciaba el psicólogo Nicholas Cummings hace años, consecuencia de que nuestra sociedad farmacocéntrica "no tolera la tristeza, la enfermedad ni el dolor" (José Cabrera), contribuyen a generalizar la modorra mental hasta los límites del electroencefalograma plano.

Esto es lo que combaten, cada uno a su manera, Riechmann y Cebrián. Para el primero, lo interesante es destacar, desde la visión del “Intelectual meditabundo” (así se titula su poema), la perspectiva de mercantilización de la que, a su juicio, McDonald’s es el paradigma antonomásico: “pues me pagan / para que me deje comprar”. Pero reconozco que me encanta la versión crítica y malvadamente naïf de Cebrián en “Contra la grasa, en vano”, con que finalizamos:

(…)
Escuchad el chisporroteo descarado
de las patatas al freírse en
enormes cubetas
de nuevo orden mundial;
ajenas al lejano girasol, a la
bíblica oliva,
sumergidas en grasas de procedencia
innoble.

Grasa, a ti me dirijo: mírame
a los ojos con algo de
respeto
-es mi única compensación,
las dos tenemos claro que la flecha de
líneas discontinuas
acabará sin remedio en mi metabolismo,
produciendo
tejidos monstruosos.




Nota bibliográfica: Declaraciones de D. Davis: Ciberp@ís mensual 5/2000, p. 11. Verdú: El planeta americano; Anagrama, Barcelona, 1996, pp. 165-166. Ignoro si el título de este ensayoo de Verdú proviene del libro de Jacques Spitz, un escritor francés de literatura fantástica, que en La agonía del globo narra cómo América se despega del resto del mundo para formar un planeta independiente. “En cualquier caso, nuestras mocedades viven el patriotismo de la hamburguesa, se cuelgan de pepsi y rebeldía, y, queriendo ser globales, sólo son subciudadanos yanquis”; Francisco Umbral, “La hamburguer”, El Mundo, 19/1/2001. Según escribía en 1973 el gran teórico de la pulsión de gratificación instantánea, Konrad Lorenz, la intolerancia hacia el desagrado tiene como resultado “esa petición impaciente exigiendo la satisfacción inmediata de todos los deseos incipientes” (Los ocho pecados mortales de la sociedad civilizada; Plaza y Janés, Barcelona, 1973, p. 49), algo que Paulino Castells e Ignasi de Bofarull relacionan agudamente con la generalización de la domótica y la ley tecnológica del mínimo esfuerzo (Enganchados a las pantallas. Televisión, videojuegos, Internet y móviles; Planeta, Barcelona, 2002, p. 55). La de sociedad “farmacocéntrica” es una memorable definición de P. García Barreno en El Cultural de El Mundo, 21/3/2001. La cita de Nicholas Cummings está tomada de José Antonio Marina, Crónicas de la ultramodernidad; Anagrama, Barcelona, 2000, p. 132. “La gente quiere vivir en seguida, aquí ahora, conservarse joven y no ya forjar el hombre nuevo”; Gilles Lipovetsky, La era del vacío (1983), Anagrama, Barcelona, novena edición, 1996, p. 9.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Anoche vi la película de Goya de Milos Forman. No me gustó demasiado, pero hubo una cosa, muy probablemente impremeditada, que sí me gustó: la película deslizaba la idea de que Goya lo único que hizo fue estar allí, mirándolo todo. Era tal la fuerza de lo que ocurría, que sólo podía representarlo. Corregir lo que ocurría hubiera sido hipocresía, hubiera sido una falta de compasión para el dolor y la destrucción y poco entendimiento de la vida. Pasaron Carlos IV, la Inquisición, los franceses revolucionarios, volvieron la Inquisición y los reyes absolutos, y Goya allí estaba, pintando.No sabía pensar, no tenía ideología (ya no podía tenerla), estaba espiritualmente muerto, sólo tenía unos sucios pinceles y la sordera.Era vulgar hasta la saciedad. Sólo sabía pintar.

Vicente Luis Mora dijo...

Veo por dónde vas, Manolo. Gracias por tu comentario. Saludos.

Anónimo dijo...

No me gusta pensar que por ser la hamburguesa un elemento tan de nuestro tiempo, algunos autores traten de integrarla a su obra para darle a ésta un toque de "modernidad". Porque quiero descreer de dicho pensamiento, rogaría que los aquí lectores colgaran algunos de estos poemas vacunos.Gracias.
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(siempre me pregunto si colgar es el verbo adecuado. En un sentido metafórica está claro que vale; pero la cuestión es que en la acepción informática de "colgar" el DRAE estipula:
colgar: 16. prnl. Inform. Dicho de un ordenador: bloquearse. U. t. c. tr.
¿Cómo referirme al "acto de colgar" sin caer en la imprecisión de la metáfora?)

Anónimo dijo...

Tipo, si no te gusta pensar eso, pues no lo pienses.

Anónimo dijo...

McDonalds (con todo lo que significa) está ahí y no podemos obviarlo. La cosa está en ser de los que arrojan piedras a los escaparetes o de los que se quedan dentro comiendo mientras todo va perdiendo. Si es que ya no es demasiado tarde. A veces pienso que McDonalds ha ganado la partida hace tiempo. Si Jesucristo volviera de nuevo a la tierra, la última cena se serviría con cubiertos de plástico y el vino se tomaría en vasos de papel.

Vicente Luis Mora dijo...

COMENTARIOS EN EL BLOG ORIGINARIO

El poema de Vilas es fabuloso (todo su libro lo es); y el extracto del de Cebrián también. Espero con entusiasmo su reseña sobre el libro. Saludos.
lauzier — 13-11-2006 07:12:24

La idea de que una hamburguesa o un local de hamburguesas aparecen en una obra para darle un "toque de modernidad" es tan sorprendente como habitual entre nosotros. Las hamburguesas y sus locales norteamericanos son ya clásicos, antiguos, habituales, cotidianos, no tienen nada que ver con nuestra modernidad última, líquida o estricta. En El Corán aparecen camellos, mal le pese a Borges, y en las novelas de hoy día aparece comida basura, como parte del paisaje. La novela que evita eso, como evita la música pop, la tecnología, las hipotecas o los dibujos animados, es una novela anacrónica, arcaizante, ridícula. Mayoritaria.
J.C. — 13-11-2006 14:20:38

Me ha dado la impresión de estar leyendo a Foster Wallace.
(sobre)impresionado. — 13-11-2006 18:41:11

Por un lado, no creo que para demostrar "actualidad" uno tenga que hablar de hamburgueserías o de emails. En este mundo ultrarrápido, se hable de lo que se hable, a ese nivel digamos superficial (como paisaje o trasfondo de la acción), es susceptible de ser visto, en cuestión de días como un anacronismo. Las hamburgueserías, de hecho, son ya un anacronismo. ¿Acaso entrar en un McDonalds o en un Burger King no da siempre la impresión de entrar en un local un tanto decrépito (sin valoración moral), anacrónico, de otra época? Uno sólo puede situar en un local de ese tipo a un personaje si pretende hablar, precisamente, del derrumbe del presente (sin valoración moral). Y, por favor, no caigamos en decir que, precisamente, ese es el signo de los tiempos... el derrumbe y todo eso.
Por otra parte, qué difícil nos resulta librarnos de la visión europea al tratar ciertos temas propios de la idiosincrasia estadounidense. Recuerdo un comentario del respetable Philip Roth en el que criticaba que los europeos siempre arremetiesen contra los locales de comida rápida como los de McDonalds. Aludía a su carácter democrático diciendo algo así como que eran limpios, luminosos y resguardaban del frío a todos aquellos que no tenían dónde ir. De ahí también, supongo, esa visión un tanto decrépita de las hamburgueserías, pues su razón democrática afecta principalmente a los indigentes o vagabundos, a los que no tienen otra cosa. ¿Quién más querría pasar el rato allí, aparte de los adolescentes? Porque los adolescentes siguen encontrándose en el McDonalds, ¿no? O al menos una parte de los adolescentes.
Por último, el problema con lo que comentabais sobre la cultura de la hamburguesa, y sin remitir en sentido estricto a lo metafórico, no es la hamburguese en sí, que no es más que carne (carne picada y fácil de comer, eso sí, pero carne auténtica, no procesada), si no lo que acompaña a esa carne. El problema de la cultura de la hamburguesa es el azúcar. ¿Azúcar? Sí. El azúcar de los superrefrescos, de las salsas para las patatas... El azúcar presente en todos los productos de McDonalds. Ese es el auténtico enemigo. Y lo que hay que pensar es por qué todo ese azúcar y también el efecto que eso crea en el organismo y en el cerebro. Las neuronas necesitan azúcar, una sobredosis genera un grave problema. Un problema real, pero también extensivo metafóricamente.
Nolan — 14-11-2006 10:04:37

Imagino que ya no soy pobre, o ya no soy tan pobre como lo fui,o ya no soy pobre del todo, o hay muchos más pobres que yo. Pero aunque tenga ingresos regulares, aunque escasos o ridículos, según el día, me siento pobre. Si te sientes pobre como yo, el único sitio en donde tienen compasión de tu pobreza es el MacDonald´s. Estoy de acuerdo con lo que dice Nolan (un beso si eres, como imagino, Nembrot, y si no eres Nembrot, pues igual te doy un beso)respecto a lo de la visión europea, y estoy infinitamente de acuerdo con Roth: allí, en MacDonald´s, te quitan el hambre. Eso es lo que a mí me ha interesado del MacDonald´s, que te quiten el hambre.
Pero no te quitan el hambre a base de pan y chorizo, no, te quitan el hambre con cierta delicadeza (puede ser una delicadeza para advenedizos, o una delicadeza falsa, no lo niego): la carne lleva pepinillo, ceboza, queso, la carne es a la brasa, el pan es especial; los pobres agradecemos esto, agradecemos un poco de delicadeza, aunque sea falsa y grosera, pero es un detalle. En fin, que soy pobre y en MacDonald´s estamos los pobres y lo pasamos un poco bien; nos cuidan, nos tratan como si fuésemos personas de verdad, como si fuésemos comensales auténticos; y luego están las patatas fritas, baratas, y las ensaladas, baratas. Es todo barato, pero parece algo. Ese "parece algo" es el éxito de MacDonald´s. Un bocadillo de chorizo no parece nada. Una BigMac parece algo, y aún es más barata la BigMac que el bocadillo de chorizo. Y eso es todo amigos.
Manuel Vilas — 14-11-2006 14:37:55

"Acaso entrar en un McDonalds o en un Burger King no da siempre la impresión de entrar en un local un tanto decrépito (sin valoración moral), anacrónico, de otra época?"

McJob (Coupland)
ïndice Big MaC (the economist)
Más de 5 millones de googles.

Literatura, tecnología y economía están de acuerdo: la hamburguesa está de moda.
(Billones de clientes y centenares de miles de empleados también lo aseguran)
((Acabo de enterarme: http://www.mcdonalds.com/corp/career/hamburger_uni...))

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Otra cosa: Vieron ustedes el programa de FSD? Un poeta,cuyo nombre he olvidado, CASI recomienda las Singularidades (el libro) de VLM. Se podría decir que VLM ya es CASI mediático. Y yo, claro, me alegro.
Tipo — 14-11-2006 20:23:57

No tenía ni idea. ¿Qué significa casi recomendó? ¿Que habló bien o mal? ¿Quién era el poeta? ¿Me espera Aquí hay tomate? ¿Puedo saludar?

Pues eso, saludos.
vicente luis mora — 14-11-2006 23:59:57

(colgado en el otro blog)

McDonalds (con todo lo que significa) está ahí y no podemos obviarlo. La cosa está en ser de los que arrojan piedras a los escaparetes o de los que se quedan dentro comiendo mientras todo va perdiendo. Si es que ya no es demasiado tarde. A veces pienso que McDonalds ha ganado la partida hace tiempo. Si Jesucristo volviera de nuevo a la tierra, la última cena se serviría con cubiertos de plástico y el vino se tomaría en vasos de papel.

djs — 15-11-2006 00:05:39


TIPO
1-El programa de FSD lo repiten a eso de las 22:00 este miércoles (hoy!) en Telemadrid Sat, esto es, el canal 91 del CSD.
2-El poeta es Jesús Urceloy.
3-Digo casi porque desafortunadamente el tiempo, impertérrito asesino de sí mismo, no lo permitió. Aún así, el libro relució su verde fosforito mientras urceloy, apurando el tiempo, declamaba los versos de no sé cuál poemario de no sé qué autor. What a pitty!

(Yo creía que el saludo era parte implícita en cualquier comentario)


Tipo — 15-11-2006 01:40:00



VICENTE LUIS MORA
Urceloy es un poeta poco conocido, que debiera serlo mucho más. A ver si un día hablamos aquí de él.

Y no, Tipo, el saludo es para quien se lo gana. Así que

Saludos.
vicente luis mora — 15-11-2006 08:09:17



AGUSTÍN FERNÁNDEZ MALLO
Estoy muy de acuerdo con lo que dice Manuel Vilas. De hecho, quizá lo anacrónico sea criticar sistemáticamente, porque sí, la hamburguesa y la cultura de la hamburguesa.
Que alguien me explique qué tiene de mejor la cultura del chorizo, tanto culturalmente como alimenticiamente.
Yo cuando entro en un local de comida de este tipo, me siento bien, me da la impresión de que estoy en un lugar familiar, donde nada me puede pasar, donde me vuelvo a hacer amigo del mundo. ¿Una ficción? En efecto, es una ficción, pero es la mía, y la de muchos millones de personas. Pero de la misma manera que ser afecto a lugares contrarios a los McDonalds, es vivir otra ficción, otro manierismo. O acaso, aplicando la misma lógica de los que tachan a McDonalds de decadente, ¿no lo son lugares decadentes los locales que imitan las costumbres, cultura y comida de nuestros bisabuelos? ¿No son un folclore tan vacuo y falso como los McDonalds ?
¿Por qué se afirma siempre, en términos generales, que nuestros antepasados comían mejor, cuando es científicamente falso? ¿Pero alguien se ha pasado a pensar de qué se moría la gente hace 200 años? ¿Pero alguien se ha pasado a pensar que los supuestamente malos "conservantes" que comemos no son malos porque, precisamente, conservan? En fin, habría tanto que desmontar de de esa nueva mitolgía-bucólico-pastoril-mercadotécnica de lo "natural", "lo de siempre", del producto comestible "ecológico", donde hay mucha estafa, falta de información para pobres despistados, y una ideología detrás muy reaccionaria manejada por grandes empresas disfrazadas de "naturales” (y aquí se incluyen desde compañías petrolíferas a no pocas ONGs). Para empezar, “natural” lo es todo en tanto existe (del lenguaje al átomo de uranio, pasando por la hamburguesa). Para terminar, “artificial” lo es todo en tanto está “fabricado” por una cultura y costumbres humanas (del lenguaje al átomo de uranio, pasando por la hamburguesa). La controversia natural vs artificial es falsa, estéril, y filosóficamente muy antigua y superada; no existe tal dicotomía.
A mí, por lo menos, que no me den por sistema lo mismo que ya comieron mis abuelos, que eso ya me lo conozco; sé de qué murieron.

Y todo esto tiene mucho que ver con la literatura, con la definición de los “géneros”, de los gustos y lecturas de la gente. Porque es un esquema que tiene correlatos en todos los ámbitos de la cultura de un pueblo (me refiero a cultura como modo de vida y costumbres, no como ilustración).

Agustín Fernández Mallo — 15-11-2006 13:03:56



J.C.
Así es, como dice Fdez. Mallo (te he leído, pero no te conozco, te va un saludo) en las cuatro últimas líneas de su post: se comienza denostando las hamburguesas y se acaba denostando también toda literatura que se aparte del canon de literatura nacional, es decir, todo lo que no sea el bocadillo de chorizo.

Pero hay algo en este comentario de Vicente que me ha interesado especialmente y por eso me he decidido a intervenir: me refiero a los procesos de representación de la realidad (sea la realidad lo que sea, como da a entender Vicente).
Nunca he acabado de entender por qué la poesía española no es permeable a la representación de las realidades históricas, sociales, económicas, etc, como sí es permeable la novela, el cine o la fotografía.
Probablemente, esto es así porque la poesía tal como se entiende hoy no es cultura exactamente sino institución cultural. Y de las instituciones se espera protocolo y normativa.
De ahí surge algo un poco preocupante: que la poesía no forme parte de la literatura en la medida en que la poesía no refleja los procesos vivos de una sociedad sino arquetipos lingüísticos del pasado, es decir, arquetipos institucionalizados.
Si no hay representación de la realidad (sea la palabra realidad cuanto queramos siempre y cuando tenga un nexo racional con la Historia), no puede haber literatura.
Manuel Vilas — 15-11-2006 19:35:50

Eso es una falacia. La comida basura es basura. El chorizo del pueblo no es basura, aunque tenga colesterol del malo.
Eso no quita que la utilización literaria de ambos elementos simbólicos no remita, como dice Agustín, a unos campos semánticos e ideológicos falsos, en cuyo fondo esté el elogio de la villa y el menosprecio de la corte.
En cualquier caso, que cada cual utilice los aspectos de la realidad que le parezcan más fértiles para su mundo literario. Pero con la conciencia de que se trata de una elección, no de una imposición de la mimesis inconsciente de nuestro tiempo, que oculta muchos de sus rasgos esenciales.
J.C. — 15-11-2006 21:31:37


J.C.
Eso es una falacia. La comida basura es basura. El chorizo del pueblo no es basura, aunque tenga colesterol del malo.
Eso no quita que la utilización literaria de ambos elementos simbólicos no remita, como dice Agustín, a unos campos semánticos e ideológicos falsos, en cuyo fondo esté el elogio de la villa y el menosprecio de la corte.
En cualquier caso, que cada cual utilice los aspectos de la realidad que le parezcan más fértiles para su mundo literario. Pero con la conciencia de que se trata de una elección, no de una imposición de la mimesis inconsciente de nuestro tiempo, que oculta muchos de sus rasgos esenciales.
J.C. — 15-11-2006 21:33:40



J.
PASTORAL AMERICANA (Hamburger Dream)

En el South Side de Chicago, mientras un griego impasible trata de convencerme de que durmamos en un motel de putas que se llama Pink Palace.

En el barrio muy pijo de Beacon Hill (en Boston), donde compro con ella un paraguas blanco y negro, blanco y negro, blanco y negro, pero no puedo jugar a las damas.

En un callejón vacío y oscuro de San Francisco, mientras un policía lleno de costras me pide los papeles del coche sin quitarse las gafas de sol y yo suplico por una llamada del capitán Furillo.

En una esquina cercana al Art Institute de Minneapolis, después de compartir con A un Miró y un beso furtivo/cautivo/diminutivo bajo la atenta mirada de la vigilante.

En el mall de Des Moines, junto a gordos de postal, barbis permanentadas y sonrientes dependientes (la rima es accesoria) con manchas de mostaza en sus feas corbatas de trabajo.

En el estadio de los Chicago Bulls, destellados a dentelladas por el oro encadenado de un pandillero que nada sabe de la globalización y sus valores más allá de su barrio hecho pedazos.

Y ahora más que nunca, otro sobre de ketchup y a otra cosa.

j. — 15-11-2006 21:37:31


CLEMENTE
Mi infancia son recuerdos de hamburguesas y aritos de cebolla. Dicho esto, con el tiempo como más chorizo que hamburguesas. Si eso es una vuelta a los orígenes, me suda el nabo -por seguir continuar el símil gastronómico-, pero creer que una hamburguesa conlleva un proceso de universalización cultural me parece aún más ridículo. Hay un interesante libro, Naciones literarias (Edición de Dolores Romero, Anthropos) con un capítulo recomendable:"Contra la globalización: la importancia de lo nacional para una historia comparada de las literaturas ibéricas" de Randolph D. Pope. Recomiéndolo.
A pesar de que nos preeciemos de una cultura universal, creo que este blog tiende a una identificación -bien como modelo o antagonista- de la universalidad con los estados reunidos de américa. Y eso debe de ser la idelogía: los dibujos que vimos de niños, la ropa, los discos.
Qué aburrimiento.
Clemente — 16-11-2006 12:43:03


JUANJO
Mc’Donalds tiene unos precios bastante homogéneos en el mundo. Por eso en Estados Unidos, Francia… resulta barato; aquí no del todo: he comido muchos bocadillos de chorizo y muchas hamburguesas (por cierto son mucho mejores las del Burger King) y éstas, salvo ofertas muy excepcionales, suelen costar el doble que los primeros; en países con niveles de vida inferior es un sitio caro.

Respecto al último comentario de Manuel Vilas yo no creo que la poesía deba ser permeable a la “representación de las realidades históricas, sociales, económicas…” simplemente debe ser permeable a la historia, sociedad, economía, ciencia, tecnología… Y, por otra parte (o quizá la misma), ¿es o ha de ser literatura? (yo no lo tengo nada claro).
Juanjo — 16-11-2006 13:37:24


CLEMENTE
Por cierto. El último libro de Mercedes Cebrián -excelente excelente- tiene una parte significativamente titulada "España Limita". En esa gramática heredada, la niña lee Segovia donde dice Secuoya, y así se hace un mundo de arquetipos, algunos yankees -vistos con la mirada provinciana de una niña española-: de arquetipazos.
Libro magnífico. ¿Para cuándo una crítica, Vicente?
Clemente — 16-11-2006 14:21:03



DAVID MURDERS
Hola, ¿qué tal? Todo el mundo parece tener cierta razón, incluso Clemente al quejarse así. Lo último que dice J.C. me parece muy razonable, lo que dice Manuel Vilas (una saludo, Manuel) también; creo que entiendo su punto de vista sobre la necesidad de realismo (en tanto que capacidad de representación o diálogo con la realidad) en la poesía y lo comparto (sin que nos hayamos puesto de acuerdo en ello jamás), pero me gustaría matizar un poco lo que yo pienso ahora mismo sobre la hamburguesa como elemento (¿nuestra magdalena de Proust?) representativo o elemento desde el que se pueda partir para indagar en la realidad y representarla y dialogar con ella mediante la literatura. Pienso que “ese algo” del que habla Manuel que tiene el MacDonalds y que indentifica como clave de su éxito, es algo que podríamos llamar “estilo” una porción de arte norteamericano del S. XX, y el arte norteamericano del S. XX, si se caracteriza por algo, en mi opinión, es por su carácter “democrático” (y ahí está el supremo sacrilegio: la unión de pueblo y arte, la superación de esa ficción clasista, de ese paradigma de control social). Es decir, ellos cogieron el democrático bocadillo de chorizo alemán, y lo transmutaron artísticamente, con total naturalidad, igual que los edificios, los coches, la moda o la música, al ritmo de su desarrollo social, un desarrollo más primaveral que el que podemos haber experimentado nosotros los europeos mientras tanto, o sea, un desarrollo con más acné y más flores, con muchos colores, salvaje y violento pero con color, mientras nosotros padecíamos una violencia mucho más gris, más terrible, más vieja, más enferma y también más letal. Es decir, el arte norteamericano del S. XX es esencialmente democrático porque la mayor parte de sus destinatarios y ,en grandísima medida, los propios artistas, han sido gente llana, más o menos pobre, y también joven. Eso –la combinación pueblo-juventud-arte ha sido algo peligroso en EE.UU., pero menos que en Europa. Mirad el punk, por ejemplo: a Malcon Mclaren se le ocurrió la gracia de montar algo parecido a lo que hacían los punks de Nueva York (Ramones, Heartbreakers; las pintas fueron copiadas de Richard Hell) y lió un pitote de la hostia, porque claro, en Europa había una tradición revolucionaria y de diálogo social que en EE.UU. no existía, y lo siguiente que ocurrió fue que tenías a los Clash haciendo música política y millones de grupos que vinieron después. Si pensáis que esto no ha sido “peligroso”, estudiad por ejemplo lo que fue el llamado Rock Radical Vasco y veréis por qué, en este país europeo llamado España, se ha preferido que la poesía no sea cultura sino institución, como dice Manuel, y por qué se prefiere siempre fomentar la (in)cultura de masas y nunca la cultura popular en todas las artes.
Saludos.

David Murders — 16-11-2006 14:53:15



CHEMA
Lo mal que comen los poetas. No es nuevo. Así se construyen las leyendas y se os agradecerá este sacrifio ulceroso. El sentido del gusto (literario) también corre un grave riesgo con una poesía insabora. Supongo que un mordisco a una hamburguesa es hincarle el diente a una forma sagrada contemporánea, es el cuerpo del capitalismo, de lo que el capitalismo nos tiene reservado, y no es mero símbolo: la representación de su posibilidad material (granjas de ganadería intensiva, cartonajes y talas) es inmediata. Esclavitud: el cliente deposita su propia basura en el minicontenedor, un inmigrante con visera sabe que el cliente es otro empleado malpagado.
Chema — 16-11-2006 21:16:56

eme dijo...

- ¿Sí, señor?
- Menú doble whopper con coca-cola light
- ¿Quiere hacerlo gigante por 50 centavos?
- .... ¿Perdón? Eh.... no, no, está bien, está bien
- Perfecto señor, serán 6,50 señor
- Ss..sí, sí, claro. Aquí tiene.
- Gracias, señor
- ...Disculpa, ¿es ése tu verdadero nombre?
- ¿Perdón?
- Si es ése tu verdadero nombre, el de la chapa, digo.
- Sí, señor.
- ¿Y de qué es la A?
- De Arthur, señor.
- ¿Arthur? ¿Quieres decir que te llamas Arthur Rimbaud?
- Pues sí, señor
- ¿Pero tú sabes quien es Arthur Rimbaud?
- No le entiendo... Yo soy Arthur Rimbaud.... mi padre es Arthur Rimbaud... no sé qué quiere decir.
- Ya, perdona, Rimbaud es un poeta francés muy famoso...
- ¿De veras? No tenía ni idea...
- Pues sí... no tiene importancia... en fin... muchas gracias... por cierto... ¿De dónde eres hijo?
- De París, señor. De París, Texas.

Autor Mariam Shall Die, http://asicomoasi.blogspot.com/2006_06_01_asicomoasi_archive.html, a partir de una anécdota real de Luis Escribano Cauqui, quien se encontró con un camarero llamado Arthur Rimbaud que no sabía quién era Arthur Rimbaud.

Anónimo dijo...

Hace un tiempo pensé que la poesía podía abrir sus nobiliarias habitaciones, extender su dominio: representar la vida histórica, contemporánea, dar cabida a lo que le ocurre a los seres humanos de este tiempo. En tres palabras: salir del aburrimiento. Creo que me equivoqué. Me equivoqué completamente. Es imposible.

Joseóscar dijo...

Aplicando la hamburguesa a la poesía en cuanto al proceso técnico de elaboración, (yo creo que por ahí van todos aquellos que denostan el McManjar, el repelús que nos pueda dar el fordismo aplicado a lo que comemos, el fordismo no maquillado, quiero decir...), yo creo que toda esa poesía que deja de lado la representación icónica de nuestro presente, aquel "los escritores españoles escriben como si la televisión no existiese" de Loriga, hace ya unos años, es mala (que no toda lo es, claro) cuando aplica esa manufactura en cadena al verso, ya sabéis: verso blanco endecasílabo, saco el libro de tópicos poéticos y a hilar metáforas no demasiado audaces, para no asustar al público.

El problema viene cuando se cae en el mecanismo contrario, que alguien ha denunciado: metamos la hamburguesa, seamos contemporáneos. Al modo de la parodia de Eloy Fernández Porta publicada en este blog (¡exijo más libros de este señor, por cierto! Lo último que leí de él, no sé si publicado antes o después de sus "Caras B", fue aquel glorioso texto en el almanaque de ciencia-ficción de Mondadori. ¡Papa Pitufoooorll!)

Total, que la poesía sigue siendo ese misterio inconmesurable. Ah, qué relax.

Impresionante tu "Resurrección", por cierto, Manuel.

PD: Yo también prefiero las del Burger King. Pero en casa podemos conseguir grandes resultados, también. Probad a fundir ligeramente queso emmental en una sartén o plancha, sin aceite, y luego ponedla sobre la carne... Con un poquito de cebolla frita... Mmm...