Pablo García Casado, Cada uno es mucha gente (Visor, 2025).
Aunque hablaré de este libro el próximo año en un artículo académico, me gustaría apuntar al menos alguna idea sobre el último libro de poemas de Pablo García Casado, Cada uno es mucha gente (Visor), porque veo en él un retorno deliberado a ciertos temas de varios de sus libros anteriores. Hasta el punto de que me pregunto si este poemario no es una suerte de mapa a escala de toda su obra. Además de la predecible coherencia estética y de las continuidades de tono y de desubjetivación, hay un hilo tenue que va desde el personaje de Las afueras (1997) que le pide a una prostituta que lo trate como lo haría una esposa (“Personal cualificado”) hasta la protagonista de “Tinder” de Cada uno es mucha gente, que encuentra un momento de intimidad afectiva y plenitud postcoital tras el comercio de cuerpos. La imagen que leíamos en El mapa de América (2001) de la mujer “fogueada por los faros de todos los camioneros” (“Garner, NC”), reaparece en “Mohair” (“corriendo desnuda por el arcén de la autopista, los faros de los camiones”, p. 74). La angustia económica y laboral de Dinero (2007) se advierte en poemas como “Los minutos de la basura”, “Lobo” o en “Dos mujeres”. Los viajantes de comercio de El mapa de América vuelven a conducir en poemas como “Creep”. La precariedad protagonista de García (2015) y Dinero vuelve en “Equipo”. Los poemas sobre la paternidad de García regresan en “Playground”, o en “Genoma”, un tipo de poema que hasta ahora no había utilizado el autor cordobés. El asunto del futbol como metáfora sociológica, pero también existencial, especialmente presente en su novela La madre del futbolista (2022), vuelve en piezas como “Cesarini” o “Césped artificial”, y también hay ecos de la pandemia en ambos libros (“Todo saldrá bien”). Los poemas políticos e identitarios de García regresan en “Tos” y “This land is your land”. Se siguen manchando las tapicerías de los asientos traseros de los coches, pero ya no por el sexo, como en Las afueras, sino por el vómito fiestero, quizá metáfora del paso de los años.