Eladio Orta, Tácito; Diputación Provincial de Málaga, 2007
Eladio Orta es un poeta singular, extraño, deliberadamente colocado en la periferia (espacial y simbólica) de la poesía española contemporánea. Desde un hábitat rural, escribe una poesía a ratos combativa, a ratos estrambótica (véase su Leche de camello, incluida en la antología Feroces, DVD, 1998), y a ratos de una delicadeza insólita, caracterizada por un modo distinto de mirar y escribir. Tácito se inserta en lo que llama Riechmann la poética del ahí, de la naturaleza vista desde un lado humano, no como refugio aislacionista sino como entorno ético. Su ya amplia obra quizá requiera dentro de unos años una antología que rescate las no escasas vetas de oro de su mina lírica personalísima.
Eloy Tizón, Parpadeos; Anagrama, Barcelona, 2006
Recomendar a Tizón es una obviedad, por supuesto, pero hacer como si un libro suyo no hubiera salido a la luz es absolutamente inmoral. Cada libro de Tizón es necesario, es un punto aparte en la narrativa española y, con los lógicos altibajos de cualquier libro de relatos, de seguro estará entre lo más granado de ese año. Con mucho retraso, he leído Parpadeos y he disfrutado de algunas de sus maravillas. Destacaría “Los invasores”, por su fascinante visión del esquizofrénico como doble, pero hay algunas piezas de literatura fantástica e incluso de ciencia-ficción (no se pierdan la revisión de Star Trek) que no tienen desperdicio.
Revista Paralelo Sur, nº 5, junio 2007, especial “Nueva literatura española”
Curioso número, en el que un heterogéneo conjunto de escritores y críticos intentan o intentamos hacer una aproximación a la situación actual de la literatura patria, o lo que sea que se esconda bajo esa inquietante rúbrica. Valls le pega caña a los jóvenes, yo a los viejos, y Jordi Gracia a mí. Para todos los gustos. Nombres del índice: el citado Eloy Tizón, Fernando Valls, Domingo Ródenas, Jordi Gracia, Ana Rodríguez Fischer, Jordi Doce, Cristina Cerrada, Ricardo Menéndez Salmón, Enrique Falcón, Juan Luis Calbarro, Pilar Adón, Agustín Fernández Mallo, Xavi Calvo, Hernán Migoya, Robert Juan-Cantavella, Marcos Canteli, Mariano Peyrou, Eduardo Moga y un servidor. Petición a paralelosur@paralelosur.com.
Sergi Pàmies, Si te comes un limón sin hacer muecas; Anagrama, Barcelona, 2007
Si no tuviera una periódica y dotada habilidad para la ternura, pensaríamos de Sergi Pàmies que es un cínico. Sus relatos están escritos desde un escepticismo a prueba de bombas; su ironía está a un paso de la crueldad, su acidez es rayana con la amargura y su humor se sumerge sin disimulo en lo vitriólico, pero aun así hay siempre un resquicio de humanidad y de esperanza en los cuentos de Pàmies que nos hace pensar (a lo mejor sin motivo) que quizá no piense el autor que nada vale la pena y que vivimos en una sociedad donde todo da lo mismo. Porque a la hora de la verdad no todo vale igual, para Pàmies no es lo mismo escribir bien que mal, no es lo mismo dejar morir que dejar matar, ni las vidas –aún– son intercambiables. Pàmies es impío, sí, pero no inmoral. La ética deja todavía rastros en sus personajes, que se resignan ocasionalmente al todo vale pero con la clara consciencia de que están cayendo en algo que no desean. Sus caractereses serán grises, pero se niegan a llevar a cabo actos que cercenen su posibilidad de cambio (véase al efecto la última y significativa frase del libro).
En esta nueva entrega de cuentos, Si te comes un limón sin hacer muecas, publicada como casi todas las suyas por Anagrama, y enriquecida por un prólogo cómplice y esclarecedor de Enrique Vila-Matas, Pàmies ha desnudado hasta el extremo la prosa: sus historias ya no admiten vaguedades, las digresiones cuentan, las aparentes florituras vienen al caso, todo arroja luz. Se ha perdido el descaro de piezas antiguas, como Sentimental, de errores tan memorables como los aciertos[1], pero es innegable que el conjunto ha ganado en eficacia narrativa. Quizá es demasiado eficaz, quizá ahora los cuentos son tan expeditos que parecen demasiado elaborados, cerebrales, y le cuesta mucho a Pàmies destilar humanidad. Este sistema de depuración narrativa máxima dificulta al lector intimar con los relatos, y provoca que junto a textos excelentes, como “Brindis” o “Sangre de nuestra sangre”, haya otras piezas más flojas, como la titulada “Como dos gotas de agua”: el mecanismo es tan milimétrico que si no funciona, ni el estilo (despojado al límite) ni los añadidos retóricos u oníricos (deliberadamente laminados) pueden acudir en su auxilio. Un ejemplo de cuento malogrado, en este caso traicionado por su frase final, es “Pozo”, que hasta su antepenúltima línea es o podría haber sido un asombroso cuento alegórico, digno de antologías pobladas de escritores ciegos; pero diríase que al autor le ha preocupado que el cuento pareciera demasiado profundo, matándolo al quitarle hierro. Los cuentos de Pàmies son monumentos a la construcción cuentística, pero en su virtud está su peligro: por la extrema delgadez que visten, están a un corto paso de la belleza y a otro de la anorexia.
Pero es innegable y reconfortante comprobar que seguimos en territorio Pàmies; es evidente, conforme avanzamos en la lectura de Si te comes un limón sin hacer muecas, que la atmósfera habitual de sus narraciones sigue estando presente, sobre todo –en algún lugar lo hemos apuntado ya–, por la sabia elección de los caracteres protagonistas, magistralmente construidos con dos apuntes a vuelapluma, evitando las patologías fáciles y los tics intercambiables. Observemos la disección espiritual de un escritor: “te deleitas en la adulación con la satisfacción de quien siente en los hombros las manos de una masajista” (p. 50). Lo curioso de los personajes de Pàmies es que podrían ser nuestros vecinos, o que podríamos ser nosotros, como apunta Vila-Matas en su prólogo. Pàmies no gasta su imaginación en buscar escenarios increíbles o personajes exasperados, no necesita de patologías psíquicas para causar extrañeza ni de complicados saltos espacio-temporales para generar exotismo (véase declaración explícita al comienzo de “Ficción”, relato que hace las veces de poética del conjunto, y no sé si de su obra completa). Los huecos de las escaleras comunitarias, los coches, los cuartos de baño, son espacios perfectamente adecuados para hacer literatura fantástica. La de Pàmies es una literatura sin nombres propios, sin negritas, en la que cabemos todos. Quizá esa sea, siga siendo, su ética irrenunciable.
Notas
[1] Por cierto, el personaje de Sentimental o el comportamiento del personaje de Sentimental (un belga que inopinadamente abandona a su familia) aparece en la página 75; lo que antiguamente era el argumento de una novela corta ahora se ve, por otro personaje, como una excentricidad. No sé si estamos ante una broma íntima para críticos y lectores cómplices, o si es un significativo cambio de vista sobre las necesidades de verosimilitud de la narración breve. A la vista de algún cuento anterior de Si te comes un limón…, como “Juego”, donde uno de los personajes muere y, tras un diálogo con San Pedro que recuerda al de Woody Allen con la Muerte en Para acabar de una vez por todas con la cultura, resucita, me inclino por la primera opción.
11 comentarios:
Memorable E. Orta desde Feroces:
callada
y triste
como una niña
sin respuesta
busca la lluvia
mi brazo y
recorremos la arboleda
rompiendo versos
a pedazos
escribiendo mal a
conciencia
porque bien
ya otros lo hacen y
no ha ocurrido nada
tan sólo
han levantado admiraciones
pues a mi eladio nunca me ha terminado de convencer del todo...
en huelva hay gente que merece mucha más atención y no la tiene (y hablo de su generación, of course)
Saludos, Manolo, cuánto tiempo. Orta no es el único poeta onubense que me gusta, pero danos esos nombres a los que te refieres, así ponemos las cartas sobre la mesa. Un abrazo.
manolo arana dijo...
pues a mi eladio nunca me ha terminado de convencer del todo...
en huelva hay gente que merece mucha más atención y no la tiene (y hablo de su generación, of course)
11:40 PM
______________________________
¿Por qué este tipo de frases suelen resultar siempre tan patéticas? No digo que no haya esa tal gente superior (o superiora) al tal Eladio en Huelva. Lo que digo es que el tono quejumbroso, mansurrón, en el fondo burocrático de este otro tal, el tal Arana, me pone de los nervios.
No hay nada que ocultar. Nuestros maestros: Paco Ruano y Ángel Poli.
Dos perfectos casi desconocidos en el panorama español y andaluz, que deberían rescatarse. Los que frecuentábamos la tertulia "Madera Húmeda" les debemos muchos versos. El problema es que a algunos les cuesta reconocerlo.
Qué le hago Montano, qué le hago. cada uno es como es.
Y citando al Tomasito, en su temazo "Pitágoras" del disco de los G-5:
"No le des más vueltas al bombo,
que si a tu padre el gustan las setas,
Pitágoras, al mío le gustan los hongos."
Manolo, ¿cuáles creen que son las razones para que Ruano y Poli sean tan poco conocidos fuera de Huelva?
De todas formas, para que el tal Arana se quede tranquilo, hay que decir que el tal Eladio tampoco es *tan* conocido fuera de Huelva.
No te preocupes, nene, que yo tranquilo estoy.
Y con respecto a las razones, supongo que las de siempre. La literatura provinciana es lo que tiene, es algo así como una sátira política de tres al cuarto mezclada con un programa del corazón. Eso y la dejadez (sobre todo por Ruano, porque Poli se mueve, de hecho ha ganado muchos premios, supongo que no los adecuados) hacen que sean unos desconocidos.
En fin, la historia se repite de provincia en provincia (creo). Me da pena porque sé que son buenos. Sí, soy un sentimental.
Gracias por la franqueza, Manolo. Un abrazo.
Venga, un abrazo también al tal Ruano y al tal Poli: con estos posts ya ha empezado a hablarse de ellos también fuera de Huelva.
Publicar un comentario