domingo, 7 de mayo de 2017

Nota sobre Hologramas y la narrativa española actual











Teresa Gómez Trueba, y Carmen Morán Rodríguez, Hologramas. Realidad y relato del siglo XXI; Trea, Gijón, 2017.


No me es posible reseñarla, pero al menos quiero dejar constancia de la salida de esta importante monografía, que resume con bastante acierto varias de las líneas de fuga de la narrativa española de lo que va de siglo. Las autoras, que suman cada una sus propias preocupaciones y enfoques, a veces claramente detectables, también logran un tercer discurso, superador o sintético de sus posiciones, que constituye una de las mayores riquezas del volumen. Su propósito es claro y Hologramas se ajusta a él: “aunque muy diferentes entre sí, todas las novelas de las que hablaremos […] se hallan incardinadas en una corriente de sospecha ante la realidad y su enunciación” (p. 56). Y así es, y una de las virtudes del volumen es demostrar que esa corriente de sospecha -no “frankfurtiana”, salvo excepciones puntuales- es mucho más extendida de lo que pudiera pensarse, y quizá es hija de estos tiempos de espectáculo, simulacro y postverdad en los que nos encontramos.

Entre los puntos fuertes de la monografía, las autoras entran al trapo del uso y el abuso de lo metaficcional; examinan -con alguna reserva, pero, en general, con demasiada benevolencia- en la epidemia de autoficcionalidad o “hibridez”, como ellas prefieren denominar al fenómeno; prefieren hábilmente hablar de la distinción entre discurso y realidad, en vez de distinguir entre ficción y no-ficción, para apreciar la “creciente fluidez entre compartimentos” (p. 156); hacen una excelente lectura de las relaciones de la literatura actual con la tecnología, la televisión y la fotografía, y llevan a cabo una necesaria recuperación de la figura del novelista Mariano Antolín Rato como antecesor necesario en el XX de algunos fenómenos literarios del XXI. En efecto, antes de Loriga y Casavella, Antolín Rato había llevado a cabo un claro movimiento de apertura a otras realidades literarias, y está por estudiar su huella en los contemporáneos y en las añadas siguientes.

Como reparo, pondría la excesiva presencia de Javier Cercas en el volumen, inversamente proporcional a sus méritos literarios -a mi juicio, por supuesto-. Para una segunda edición sugeriría a las autoras una referencia a los complejos juegos metaficcionales con los cuatro narradores que Ramón Buenaventura en NWTY (2013, que a su vez traen causa de los narradores de su novela El año que viene en Tánger), añadir a la parte de “falsos documentales” una referencia a La fórmula Miralbes (2016) de Braulio Ortiz Poole, y a Los últimos días de Adelaida García Morales (2016) de Elvira Navarro (imagino que el volumen se cerró antes de la aparición de estos libros), y sería conveniente rectificar el apellido de Rafael Pérez Estrada, llamado “López Estrada” en la p. 241.

En suma, es el de Gómez Trueba y Morán Rodríguez un manual más que útil para entender lo que ha cambiado y crecido en este siglo la narrativa española actual.