lunes, 3 de septiembre de 2007

Inmaterialidad y mercado. La gestión cultural de lo invisible

[Disculpen la extensión; recomiendo copiar en word y aumentar tamaño de letra, o imprimir, para una lectura cómoda. Este texto nace de la ponencia “Del tranvía al blog. Narrativa española contemporánea entre dos siglos”, impartida en el “IV Curso de Gestión cultural. Literatura del Siglo XXI: la Novela”, desarrollado por la Universidad de Zaragoza en Jaca (Huesca), del 31 de agosto al 2 de septiembre de 2007.]


Inmaterialidad y mercado. La gestión cultural de lo invisible



–Nunca leo los anuncios –dijo O’Shea desafiante.
Le sonreí.
–En esa declaración está encerrado nuestro mejor triunfo.

Frederic Pohl y C. M. Kornbluth, Mercaderes del espacio


Lo que nosotros llamamos Pangea se ha establecido sobre márgenes económicos muy claros, que no son otros que los de la globalización. Para los economistas José Miguel Andreu y Carmen Arasa, el mercado global es beneficioso “porque es posible que la mayor competencia derivada de la mayor libertad internacional de los movimientos de capitales haya dado lugar a un incremento de la eficiencia y a una mejora de la asignación de los recursos financieros existentes, a las distintas necesidades regionales y sectoriales del planeta”[1]. Pero añaden a continuación que también ha podido conllevar la fragilización de ciertos bancos o sistemas cambiarios, la falta de transparencia de los balances de los intermediarios financieros, siendo también responsable del incremento la velocidad de la transmisión de información, lo que hace más dificultosa la posibilidad de control y remedio por los gobiernos (Lamfalussy); igualmente dificulta los controles monetarios internacionales, y las concentraciones de capital irreversibles y negativas. En resumidas cuentas: la globalización ha convertido al capital en un simulacro[2], una red planetaria de cifras que circulan en mercados continuos de 24 horas, cuyos capitales especulativos, como apuntaba Baudrillard, “no salen para nada de su órbita: se acumulan y se pierden en su propio vacío especulativo”[3]. A este poder de lo económico, que como sabemos conforma nuestra sociedad, al establecer los mecanismos de producción, de trabajo y de relaciones laborales –las cuales determinan, en principio, la vida de cada uno de nosotros– hay que añadir que “la aldea global define una humanidad virtual, un sistema de realidades intangibles, ya se trate de sexualidad, guerra o finanzas, y no comprende, en fin de cuentas, sino un mundo etéreo y extático de simulacros”[4], difundidos a todo lo largo y ancho del globo por los medios de comunicación. Así que ya tenemos inmaterialidad económica y comunicativa; pero hay más: como se ha señalado, “las nuevas comunidades y estructuras sociales que nacen articuladas por las tecnologías de la información y la comunicación (…) no se caracterizan por tener un territorio físico como elemento de identidad, ni tampoco como canal de comunicación y cohesión social. Hoy en día se articulan principalmente en torno a Internet, aunque también empiezan a hacerlo a través de la telefonía móvil. Desde los colegios invisibles de la ciencia y las comunidades Linux hasta las smart mobs (muchedumbres inteligentes) y flash mobs (agrupamientos relámpago) –dos términos creados por Howard Rheingold–, adoptarán múltiples formas y tendrán un impacto cada vez mayor en la construcción de la identidad política y social de los individuos”[5]. Incluso los 3.000 trabajadores de la empresa a la que pertenezco nos comunicamos por una Intranet que evita que tengamos que movernos de sitio para dar un recado, o desplazarnos a otra ciudad para entregar un documento importante. Cuando trabajamos, a pesar de estar dispersos por varias Comunidades Autónomas, somos uno.

Todo esto tiene su efecto, por tanto, no sólo en la macroeconomía, en los grandes números de las bolsas internacionales, sino también en las economías de pequeña escala, e incluso en la bolsa de la compra de cada uno; como últimamente se ha visto, un resfriado en los tipos de interés del Tesoro estadounidense suponen unos muy tangibles y delicados sesenta o noventa euros de más al mes en nuestra hipoteca. Se ha producido, al menos en economía –y yo sostengo que en más sectores– lo que Kuhn denominaría un cambio de paradigma. “La vieja circunscripción de la idea del trabajo a la economía productiva y a la producción de objeto está quedando patentemente obsoleta, y no sólo por el desproporcionado mayor peso que la economía financiera y de la pura circulación de capitales está adquiriendo en las nuevas sociedades, sino también por el hecho de que la producción inmaterial y la circulación del sentido, de la información, se están convirtiendo en las modalidades de intercambio más importantes en las sociedades emergentes”
[6].

Y descendiendo hasta lo que nos interesa, el terreno cultural, ese cambio económico está redefiniendo, también, los espacios culturales, puesto que está reconceptualizando y descontextualizando las antiguas nociones de obra, autor, producción, autoría, mercado artístico, distribución, venta y derechos morales de autor. La aparición de Internet, sobre todo, con el nuevo net-art, las posibilidades interactivas, la creación en red, la “gran conversación” de la blogosfera
[7] y nuevas formas expresivas que luego veremos, como el hipertexto, están volviendo a pasos agigantados nuestra idea sobre el producto artístico. Ya no es posible hablar, en el sentido de Benjamin, de “aura” del objeto estético, porque en la mayoría de casos, éste no se ha producido, no ha tenido materialidad, en ningún momento. Benjamin decía que el original era siempre más valioso que la copia, porque “incluso en la reproducción mejor acabada falta algo: el aquí y ahora de la obra de arte, su existencia irrepetible en el lugar en que se encuentra. En dicha existencia singular, y en ninguna otra cosa, se realizó la historia a la que ha estado sometida en el curso de su perduración[8]. Esto era así en 1936, cuando Benjamin publicó su famoso y fabuloso ensayo, pero ya no hay ni aquí ni ahora: el ahora es continuo, un gran instante global de tiempo agotado[9], y el aquí está, como el centro de Nietzsche o Ben Arabí, en todas partes. El cambio de la producción física y tangible a la inmaterial e invisible, y no sólo en lo artístico, nos suscita un grave problema al que pocos filósofos o pensadores han prestado atención, y es que a día de hoy, en realidad, todas las consideraciones marxistas o materialistas de la cultura se enfrentan ahora a un grave problema, expresado de manera quizá algo extrema por José Luis Molinuevo: “lo inmaterial de la comunicación había triunfado sobre la cerrazón del materialismo marxista[10]. Digo que es un grave problema porque las tesis más razonables que teníamos sobre mercado y producción, objeto y sujeto productivo, capital y trabajo, las hemos aprendido en teorías de trasfondo más o menos marxista o, cuanto menos, materialista. ¿Cómo manejarse con esos mimbres en un mundo nuevo donde la producción a veces coincide con la distribución, donde hay sectores en los que han desaparecido los intermediarios, donde no es necesario el desplazamiento del objeto producido, ni existe ya el “mito del intercambio”[11], donde el producto no necesariamente es de un trabajador y su valor no reside siempre en su valor de cambio, sino a veces en su ausencia de valor, como ocurre con el software gratuito Linux? La imponente y soberbia descripción que hace Marx en 1844 de la sociedad capitalista –hoy diríamos paleocapitalista, con la que está cayendo– en sus Manuscritos: Economía y Filosofía es inapelable para la época, pero salvo algunas hipótesis generales y alguna expresión puntual, es inaplicable a la nuestra[12].

Necesitamos nuevas formas de análisis que no olviden la inmaterialidad consustancial a nuestro mundo, a nuestra realidad más cercana. Esa pantalla que tienen ahí es material, pero lo que se proyecta en ella, el conocimiento, no lo es. Lo esencial no es la pantalla, podríamos proyectar una imagen de net-art contra la pared; lo esencial es la imagen, intangible, compuesta por bytes de información, vertida sobre ella. Necesitamos nuevas formas de análisis, por tanto, que deben, como La sociedad del espectáculo de Debord, no olvidar que el simulacro es esencial a las nuevas formas artísticas. Una reactivación, actualizada a los nuevos paradigmas, de la filosofía escéptica. En Circular 07. Las afueras, de inminente salida, desarrollo un paseo real que me di en febrero por la madrileña Feria Internacional de ARCO de 2007. En un momento dado reflexiono de la siguiente manera:

Una pista. “El espectáculo –decía Debord en La sociedad del espectáculo, acabo de recordarlo al colocarme frente a la pieza flotante de Damián Hirst– es un dinero sólo para mirar”; todo empieza a cuadrar ahora. El objetivo del espectáculo, en términos de arte internacional, es la circulación del producto, no del capital en sí. Es el movimiento, la sucesiva adquisición de la pieza, el cambio de coleccionista, el paso del coleccionista al museo, el que mejora el valor de cambio. Los artistas no quieren piezas paradas en la galería, quieren verlas circulando por Ferias Internacionales, ya que su presencia genera crédito para ellos. Debord tiene razón, siempre la tuvo, pienso mientras camino contemplando el gigantesco espectáculo del arte contemporáneo extendido bajo el cielo gris del Pabellón 9. (Berenice, 2007, p. 191)



Mercado y gestión cultural


A vosotros cinco no tengo que explicaros nada
sobre la parcialidad de lo invisible.
Jorge Riechmann, Conversaciones entre alquimistas

En los últimos tiempos, y mientras leo novedades literarias en mi trabajo de crítico, advierto un gradual crecimiento de los temas referentes al dinero, el consumo y la sociedad capitalista en las novelas y libros de poemas, antes alejados, en su mayoría, de estas cosas. Los centros comerciales, las hamburguesas, el shopping, las marcas de lujo y el consumismo desenfrenado comienzan a ocupar el espacio que antes tenían las flores, los cisnes y los atardeceres. Pero la visión, quizá por fortuna, es muy crítica. En un artículo titulado “La globalización: vida y muerte de una ideología”, el economista John Ralston Saul opina que "la ilusión neoliberal globalizadora tenía todos los elementos de una fe religiosa. Pero a fuerza de fracasos, hasta los devotos han empezado a dudar”[13]. Y en los nuevos catecismos se nota que también el lujo y el consumismo provocan desencanto. Alguno pensará que, sobre todo, decepcionan cuando no se pueden tener. Quizá algo de eso haya.

Pero el mercado y el consumo no son temas que afecten sólo a la creación, sino también a la gestión institucional que actúa sobre la actividad artística, lo que se conoce como gestión cultural. En Historia y crítica de la opinión pública (1962), Habermas sitúa a la publicidad política, la prensa y el mercado de bienes culturales en un terreno intermedio entre lo privado y lo público. Su configuración es esencialmente mercantil, en todos los casos, incluidos los bienes culturales[14]. Eso es cierto, pero ya hemos visto que el mercado de productos culturales ha cambiado y, en consecuencia, debemos revisar nuestros esquemas sobre la gestión cultural de los mismos. “El mercado de consumo y el patrón de conducta que requiere y cultiva se adaptan a la líquida ‘cultura de casino’ moderna, que, a su vez, se adapta a las presiones y seducciones de ese mercado. Ambos concuerdan bien, se alimentan y se refuerzan mutuamente. Para no malgastar el tiempo de sus clientes, ni condicionar o adelantarse a sus goces futuros aunque impredecibles, los mercados de consumo ofrecen productos destinados al consumo inmediato, preferiblemente de un solo uso, de rápida eliminación y sustitución, de suerte que los espacios vitales no queden desordenados una vez que pasen de moda los objetos hoy admirados y codiciados. Los clientes, confundidos por el torbellino de la moda (…) deben aceptar (y así lo hacen, agradecidos) las promesas tranquilizadoras de que el producto que hoy se ofrece es ‘justo lo que buscan’, ‘la bomba’, ‘lo imprescindible’, y aquello ‘en lo que tienen o con lo que tienen que ser vistos’”[15]. Ello ha producido un cambio de perspectiva en las empresas, instituciones y entidades que crean los nuevos productos para satisfacer esa demanda. Ya no se busca un producto cultural exigente y elitista, de alto standing y que requiera una gran cultura previa, sino que se van facturando productos culturales de perfil bajo, dentro de lo que Eloy Fernández Porta llama en Afterpop “pop de baja calidad”, fácilmente consumible y fácil de sustituir por otro producto, y su creador por otro creador. Esto ha favorecido la aparición de otro tipo de gestor cultural, al que llamaríamos gestor de baja cultura, formado sólo para atender estas necesidades básicas, más próximas al consumo de ocio que al de deglución de formas artísticas de cierto valor y complejidad.

Como dice Bauman en otro lugar, el problema es que los criterios de estos gestores “son los criterios del mercado de consumo, tal y como lo establecen la preferencia por el consumo instantáneo, la gratificación instantánea y el provecho instantáneo. Un mercado de consumo que satisficiera necesidades a largo plazo (…) sería una contradicción en sus términos. El mercado de consumo propaga la circulación rápida, la distancia más corta del uso al deshecho (…) y todo en pro de uno recambio inmediato de bienes que ya no son aprovechables. Todo esto está en manifiesta oposición a la naturaleza de la creación artística y del mensaje de las artes”
[16], que en teoría busca lo duradero, los valores estéticos permanentes. Dilucidar el alcance de nuestro subrayado de las palabras en teoría es un propósito demasiado complejo para entrar ahora, nuestra preocupación va por otros derroteros, que son el encaje entre los valores culturales actuales y los valores de mercado.

El valor de mercado contemporáneo es un complejo que incluye, desde luego, elementos como la fácil sustituibilidad, la reciclabilidad inmediata y el continuo cambio de tendencia al efecto de generar necesidades continuas (y caras): todo ello viene facilitado por la inmaterialidad, porque elimina muchos de los costos tradicionales de producción. Mientras que el consumo tradicional, por su producción de residuo material, genera luego un costoso tratamiento de residuos, el inmaterial tiene la ventaja de que sus productos se destruyen apretando el botón de suprimir: no sólo no hay residuo, no hay basura a reciclar, sino que encima el resultado es doblemente satisfactorio: amén de eliminar lo superfluo, libera espacio en la memoria. El modelo de consumo cultural de hoy en día es el “Modelo Youtube”. Si hay una canción que gusta al consumidor, éste ya no tiene que molestarse en bajar al comprar el disco. La busca en Youtube y aparece al instante el vídeo musical, el clip que la discográfica difunde gratuitamente. Ni siquiera hace falta almacenarlo, basta con volver a entrar en Youtube, teclear de nuevo el nombre de la canción y en breves segundos el videoclip aparecerá, con una calidad de sonido aceptable, ya que en el pop o rock de baja calidad la buena audición de los graves, la delectación ante la limpieza de los agudos de una soprano o la buena reproducción de los rasgueos de Paco de Lucía no tiene la más mínima importancia. El consumidor cultural del modelo Youtube no busca la perfección, ni la música de calidad en la mejor de sus condiciones, sino sólo la satisfacción inmediata de su deseo de satisfacer aquello de lo que se habla, la canción de moda, esa de la que todo el mundo habla y que aparece en el último anuncio de telefonía móvil. En estas coordenadas de cultura Youtube, la gestión cultural responde, por desgracia, al “Modelo Emule”; es decir, a la capacidad de distribución inmediata, por los mismos canales de comunicación por los que viene la demanda, de los productos culturales instantáneos. El Emule, como el Kazaa, es un programa informático P2P (peer to peer, entre iguales) que permite el intercambio de archivos digitales, desde ordenadores situados en cualquier parte del mundo. Por mucho que se limite judicialmente este tipo de programas, a través de páginas-espejo y servidores periféricos siempre se encuentran medios para que sigan funcionando, al margen de los derechos de autor y de los royalties. Hay artistas que cuelgan libremente en ellos sus creaciones, como la mayoría de artistas plásticos que exploran el net-art, y otros que los demandan en los tribunales, como el grupo de rock Metallica. En esta cultura de lo misceláneo, donde el consumidor ya no quiere álbumes, sino canciones, y no quiere novelas, sino antologías de microcuentos o poemas
[17], la gestión cultural deberá aprender a hacerse un hueco como distribuidora, como difusora especializada de esa cultura de baja intensidad que genera millones de movimientos y descargas de nivel. Su papel consistirá en dar un servicio inmediato de podcasting, pero también en una selección de ofertas alternativas o consecutivas, del modo de las librerías digitales: “los clientes que compraron este libro, también compraron…”: definir, a la vista de un solo producto, un posible perfil de cliente, unos gustos, para ofrecer inmediatamente una amplia gama de posibilidades alternativas fructíferas al consumidor, para ganar su confianza y que haga descansar en esa empresa mediadora-gestora el suministro habitual de productos de consumo. Estamos en una cultura de la circulación de la información a toda velocidad[18], y del buen acomodo a ese movimiento digital depende buena parte del futuro de cierto tipo de cultura, y de cierto tipo de gestión cultural. Como dice José Luis Brea, “En las sociedades del siglo XXI el artista no percibirá sus ingresos de la plusvalía que se asocie a la mercantilización de los objetos producto de su trabajo, sino que percibirá unos derechos asociados a la circulación pública de las cantidades de concepto y afecto que su trabajo inmaterial genere (será una generador de riqueza inmaterial, no el primer eslabón en una cadena de comercio de mercancías suntuarias). La nueva economía del arte no entenderá más al artista como productor de mercancías específicas[19]. Una vez más lo inmaterial, al fondo de todo.


Redefinición de productos culturales y de gestión de productos culturales

Bauman, a pesar del pesimismo de su visión, coincide con T. W. Adorno en que los productores de la cultura y los gestores culturales están condenados a entenderse, porque su ámbito de trabajo es el mismo: la creación de valor alternativo a la vida cotidiana, en expresión de Joseph Brodsky. A partir de nuestra afirmación, por supuesto discutible, de que la gestión cultural tendrá que tener cada vez más en cuenta la distribución, porque la sociedad se construye económica e incluso intelectualmente como una circulación de bienes inmateriales, podemos avanzar en que esa circulación ininterrumpida también es un punto de contacto entre ambos, creadores y gestores. Brea apunta, a mi juicio con acierto, que “en las sociedades del siglo XXI, el arte no se expondrá. Se producirá y distribuirá, se difundirá[20]. Y el también filósofo especialista en estética Boris Groys concuerda con él: “La universalidad el pensamiento es sustituida por la universalidad de la difusión mediática de cualquier pensamiento local”[21]. En realidad, producción y difusión coinciden, es la segunda la que da carta de naturaleza a la primera, las obras del net-art son, tienen existencia, sólo al difundirse.

Por ese motivo, las partes materiales de la obra comienzan a sobrar, son restos excrementicios de materialidad, cuyo valor es relativo o simplemente desaparece. Estamos comenzando a ver claros ejemplos de esa tendencia, incluso de artistas mundialmente conocidos. En la serie de 21 conciertos que está dando Prince en Londres, su último disco, Planet Earth (2007), se regala a la entrada. Lo importante ya no es el producto material, sino el inmaterial de los conciertos, que no se graban ni se registran; lo importante es estar ahí, viendo a Prince en el auditorio, en vivo. Se paga por la experiencia. Existen ya, como vimos en Pangea (2006), editoriales de audiolibros que sólo los “publican” en Internet, e incluso Stephen King colgó hace poco un de sus novelas en Internet, que no ha llegado a publicarse en papel; sus lectores debían de pagar por leerla on line. En nuestro país, Jesús Ferrero, con bastante menos éxito, ha hecho algo parecido, y ahora mismo hay varias experiencias de novelas interactivas por Internet, una de ellas patrocinada por La Vanguardia. En todo este cambio de panorama, aparece todo un movimiento de nuevas ideas sobre el concepto de propiedad intelectual. El copyleft
[22], el software libre tipo Linux, las licencias Creative commons han alterado el concepto tradicional de propiedad artística, desnaturalizándolo. No son pocos los autores que publican sus libros y trabajos, incluso en formato libro, bajo licencia Creative commons, para hacer su trabajo accesible y cesible para un número indefinido de personas, renunciando a parte de los tradicionales derechos de autoría. Todo esto está contribuyendo a alterar nuestro antiguo modo de entender la cultura y su difusión. El nuevo espacio literario digital tiene la ventaja de que limita las posibilidades de injerencia del mercado en la producción de la obra, que nace de este modo, por inmaterial, más limpia de pretensiones mercantiles. Al no actuar sobre ella figuras de corte económico como el editor, el agente literario o el distribuidor, la posibilidad de influencia sobre la obra disminuye. También es cierto que al desaparecer el buen editor literario (una figura que escasea, es cierto) también se corre el peligro de que algunas obras aparezcan con más errores estructurales de los deseables, por no hablar del peligro de dejar en manos del corrector del procesador de textos la corrección ortográfica y gramatical del texto, en vez de un corrector profesional. Como vemos, estamos en un momento de tensión estructural, de apertura de muy diversas posibilidades que pueden cambiar o están cambiando ya los modos de producción artística, de creación individual y de difusión y, en consecuencia, los modelos de gestión cultural, cada vez más encaminados al abandono de la visibilidad y al negocio con lo invisible. Así lo vaticinaba, por lo demás, el poema de Antonio Méndez Rubio[23]:


Se está nublando.

No hay camino
donde se encuentran
sólo
señas sin completar
del extravío.

Se ve en su
mansedumbre
cómo esta luz oculta
sombra o más
luz. Es así
como lo
que no llega
viene a tientas a ser
lo necesario.



.
Notas:

[1] José Miguel Andreu y Carmen Arasa, Banca universal versus Banca especializada: un análisis prospectivo, Sª. de Estado de Economía, Ministerio de Economía y Hacienda, Madrid, 1990, p. 20.
[2] Véase Eduardo Subirats, La existencia sitiada (Fineo, México, 2006).
[3] Jean Baudrillard, “La impotencia de lo virtual”, Pantalla total; Anagrama, Barcelona, 2000, p. 74.
[4] Eduardo Subirats, Viaje al fin del paraíso; Losada, Madrid, 2005, p. 137.
[5] Javier Bustamante, “De la catedral al bazar: nuevos paradigmas éticos en comunidades virtuales”, Debats, nº 84, primavera 2004, p. 10.
[6] José Luis Brea, “Redefinición de las prácticas artísticas s.21”, Debats nº 84, “Lo virtual”, Valencia, primavera 2004, p. 71.
[7] Véase el Manifiesto Cluetrain (2001) en www.cluetrain.com.
[8] Walter Benjamin, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” (1936), en Discursos ininterrumpidos, I; Taurus, Madrid, 1990. p. 20. El subrayado es mío.
[9] Explicado con detenimiento en V. L. Mora, “El tiempo ha muerto”, Pangea. Internet, blogs y comunicación en un mundo nuevo; Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2006, pp. 231ss.
[10 ]José Luis Molinuevo, La vida en tiempo real. La crisis de las utopías digitales; Biblioteca Nueva, Madrid, 2006, p. 25.
[11] Ver T. W. Adorno, Consignas; Amorrortu, Buenos Aires, 2003, p. 46, y J. Baudrillard, El intercambio imposible; Cátedra, Madrid, 2000.
[12] Aunque alguna sí; observemos la potencia metafórica de esta frase de Marx para extrapolarla a ciertas formas de creación del narrador o del yo elocutorio del poeta actual: “el objeto que el trabajo produce se enfrenta a éste como algo extraño, como una fuerza independiente de quien la ha creado”; ver al respecto Sidney Finkelstein, “La expresión artística de la alienación”, en VVAA, Marxismo y alienación; Edicions 62, Barcelona, 1972, p. 70.
[13] Citado en Joaquín Estefanía, “La globalización y la Unión Europea”; El País 24/10/2005.
[14] J. Habermas, Historia y crítica de la opinión pública; Gustavo Gili, Barcelona, 1994, p. 68.
[15] Z. Bauman, Vidas desperdiciadas; Paidós, Barcelona, 2005, p. 153.
[16] Zygmunt Bauman, “Caer de la sartén al fuego o las artes entre la administración y el mercado”, en Andrés Alonso Martos, Vicente Raga Rosaleny y Juan D. Mateu Alonso (eds.), Surcar la cultura; Pre-Textos, Valencia, 2006, p. 20.
[17] Véase el interesante ensayo de David Weinberger, Everything is miscellaneous. The Power of the Digital Disorder; Times Books, New York, 2007.
[18]"La velocidad es la forma de éxtasis que la revolución teórica ha brindado al hombre. Contrariamente al que va en moto, el que corre a pie está siempre presente en su cuerpo. (...) Todo cambia cuando el hombre delega su facultad de ser veloz a una máquina: a partir de entonces su propio cuerpo queda fuera de juego y se entrega a una velocidad que es incorporal, inmaterial, pura velocidad, velocidad en sí misma, velocidad éxtasis". (Milan Kundera, La lentitud).
[19] José Luis Brea, “Redefinición de las prácticas artísticas s.21”, Debats nº 84, “Lo virtual”, Valencia, primavera 2004, p. 70.
[20] J. L. Brea, op. cit., p. 69.
[21] Boris Groys, “La ciudad en la era de su reproducción turística”; Zut, nº 1, primavera 2005, p. 16.
[23] En el curso de estas jornadas de Jaca, una relevante novelista me comentó que su próxima novela, incluida en una prestigiosa colección nacional, aparecerá bajo copyleft.
[24] A. Méndez Rubio, Trasluz; Calambur, Madrid, 2002.

29 comentarios:

José Ignacio Montoto dijo...

Me resulta muy interesante este textos que nos has posteado hoy amigo Vicente, en cuanto tenga tiempo ( un poco más de tiempo) lo diseccionaré un poco más, pero en una primera lectura del mismo, me apetece rescatar un claro ejemplo de lo que puede llegar a ocurrir en Córdoba -ya en algunos sectores de la gestión cultural cordobesa empieza a darse-

A tenor de esta frase: Bauman, a pesar del pesimismo de su visión, coincide con T. W. Adorno en que los productores de la cultura y los gestores culturales están condenados a entenderse.

Entendiendo por Córdoba como productora de cultura (Aunque ello englobase a los individuos, colectivos y asociaciones propios de la ciudad y externos de cara a la capitalidad) y a los gestores culturales propiamente dichos (de nuestra ciudad o fuera de ella).

No sé por qué "extraño" motivo no terminan de casar unos con otros.

Quizá sea un caso muy concreto, pero creo que puede ser uno de los problemas que se puede plantear en un futuro a corto plazo, en cuanto al interés concreto de la capitalidad cultural cordobesa, no sé si están condenados a entenderse esos productores y gestores o solamente están condenados.

Sé que es entrar en una discusión, quizá, en un segundo plano con respecto al hilo principal de tu post, pero cuanto menos, es un "daño" colateral al que está expuesta la Cultura y los gestores culturales.


Saludos Vicente

Anónimo dijo...

Doy alguna información más, Vicente, sobre música; ya que la nombras bastante en tu artículo. Hay que referirse también a Myspace, un espacio que sin exagerar, ha finiquitado el concepto de "maqueta" o "demo". La carta de presentación de todo nuevo grupo musical ya pasa por ahí. A su vez es casi la hoja promocional para los grupos con trabajos editados, donde se unen presentaciones, promociones, encuentros con fans, etc... Sobre los conciertos, es cierto que hoy por hoy son la única fuente de ingresos de un músico, independientemente de los derechos de autor -y en grupos consagradísimos, también los derechos editoriales-. Muchas discográficas están mutando en agencias de manager, o tienen su propio servicio, con lo que las consecuencias son previsibles: precios más elevados en las actuaciones.

También, y sin profundizar, toda esta vorágine de youtubes, emules, kazaa, soulseeks -el mejor en mi opinión- están trayendo el efecto contrario entre esos consumidores de "alta cultura" interpretando libremente afterpop. La venta de vinilos, por ejemplo, un soporte que ha estado al borde de la extinción salvo por djs y coleccionistas, ha crecido en España. Hasta el punto de que en sitios como FNAC se están volviendo a promocionar en zonas especializadas, por ejemplo. Y al tiempo, veremos platos y equipos de música de nuevo con capacidad de reproducción de estos albums.

Otro dato, y ya termino porque solo pretendía apuntar algunos nuevos caminos si sigues investigando sobre esto, es la facilidad con la que se puede hoy en día grabar una o varias canciones. Si bien la grabación hasta hace no mucho era una inversión draconiana para las disqueras, hoy en día con cuatro pluggins y dos micros puedes terminar y empaquetar unas pocas canciones. Los estudios han bajado sus tarifas hasta un nivel sonrojante. Resultados: todo el mundo tiene un grupo, y la calidad de las grabaciones es cada vez peor (algo parecido a lo del corrector de word y esa autoedición que nombrabas, pero a nivel sónico).

Encantado de leerte, siempre...

Jorge Riechmann dijo...

Hay elementos de análisis de mucho interés, y también juicios que comparto, Vicente. Donde matizaría quizá algunas cosas sería en las líneas siguientes:

1) Creo que se sobrevalora lo "inmaterial" en el discurso de la "sociedad de la información", ideológicamente tan robusto desde hace ya un par de decenios. Entiendo hacia lo que apuntas con la expresión "inmaterialidad económica" pero la expresión no me parece afortunada (eso tiene que ver con los debates sobre "desmaterialización de la economía" entre los economistas ecológicos y ambientales). En otro post pegaré un par de páginas de mi libro BIOMÍMESIS que van de eso.

2) Entiendo que --por ejemplo-- un escultor tradicional, al saltar al net-art, se vea algo afectado de vértigo desmaterializador: pero creo que los literatos y poetas deberíamos estar ya más vacunados. ¿Qué más "inmaterial" que el lenguaje natural humano, con el que ya bregábamos hace 100.000 o 150.000 años?

3) Sobre la "cerrazón del materialismo marxista" habría bastante de que hablar. Los marxismos más interesantes de los siglos XIX y XX, cuando dicen "materialismo", se refieren a (A) inmanentismo, renuncia a los trasmundos ideales, y (B) primacía de la práctica humana, reconocimiento del papel transformador de la acción humana en el mundo. No se trata del materialismo de los ilustrados franceses hacia 1750. Y a propósito del software gratuito no habría que hablar de "ausencia de valor", sino emplear el muy marxiano término de valor de uso, en contraposición al valor de cambio...

4) Con lo anterior no pongo en duda que la sociedad y la cultura se ven profundamente afectadas por las innovaciones en tecnologías de la comunicación, faltaría más. Pero frases como "la sociedad se construye económicamente como una circulación de bienes inmateriales" me parecen una exageración que desvía nuestra mirada de fenómenos importantes, y alienta ilusiones de omnipotencia tecnolátrica. Un abrazo

Jorge Riechmann

Jorge Riechmann dijo...

¿ECONOMÍAS DE SERVICIOS “DESMATERIALIZADAS”?

“Cada vez me parece más claro el sentido ideológico de la sobrevaloración de la información: eliminar ideológicamente el trabajo.”
Manuel Sacristán

Seguramente vale la pena someter a escrutinio crítico una argumentación relacionada con la temática de la eficiencia que acabamos de considerar. En los años noventa, una corriente de opinión importante ha mantenido que las transformaciones tecnológicas inducidas por la informática y las telecomunicaciones (la expresión ya consagrada es NTIC, o “nuevas tecnologías de la información y la comunicación”), vinculadas con las transformaciones económicas que conducen al predominio del sector servicios y la “nueva economía”, nos encaminan por sí mismas hacia un modelo más ecológico: una economía menos intensiva en energía y materiales (de forma que se abriría la posibilidad de mantener con pocos cambios los actuales modelos de producción y consumo, sin atender a los costes ambientales que provocan).
Ha de hacerse notar que los servicios necesitan una importante base material para su funcionamiento. Actividades tan intensivas en recursos como el transporte o el turismo se clasifican de ordinario bajo la rúbrica de “servicios”. Óscar Carpintero recuerda que el economista danés Jens Jespersen se sirvió de las tablas input-output para explorar la intensidad energética de más de cien sectores económicos, llegando a la conclusión de que un millón de euros de PIB procedentes del sector servicios privados –incluidos hoteles, comercios y transporte— demanda casi la misma intensidad energética que el sector industrial (6’9 terajulios frente a 8’4 terajulios de éste último). Además, se da la circunstancia de que eran precisamente los servicios tradicionalmente ofrecidos por el sector público (educación, sanidad, etc.) los que menor intensidad energética por millón de euros necesitan: sólo 3’1 terajulios.
Si se arroja alguna luz analítica sobre el desordenado cajón de sastre que es el “sector servicios”, lo que aparece es que el grueso de los mismos está compuesto por actividades intensivas en energía y materiales (transporte, comercio, hoteles, viajes, telecomunicaciones, etc), mientras que, en un país como España, el total de los servicios no destinados a la venta (de carácter básicamente público) apenas llegan al 25% del total, al mismo tiempo que los servicios de reparación y mantenimiento alcanzan apenas el 3%. Esto es, los servicios más intensivos en trabajo (y menos en energía y materiales), o los servicios con capacidad para evitar la compra de nuevos bienes por parte de los consumidores y consumidoras, que son los que de verdad permitirían disminuir la presión que la economía causa sobre el medio ambiente, tienen poca importancia en relación con los servicios con mayor impacto ambiental.
También la idea del “teletrabajo” ofrece, a primera vista, interesantes ventajas ecológicas asociadas con la reducción de desplazamientos (y los consiguientes consumo de energía y emisión de contaminación); pero un examen más detenido de la cuestión hará aflorar dudas. En 2003 se hizo público un interesante estudio finlandés sobre el “teletrabajo”, llevado a cabo por varias instituciones gubernamentales, la Universidad de Helsinki y el Ayuntamiento de la misma ciudad. Se realizaron unas 19.000 entrevistas en 2001, y resultó que sólo el 5% de los trabajadores practicaba el teletrabajo. Lo más notable de los resultados: ¡casi todos los supuestos “teletrabajadores” visitaban de hecho sus empresas casi a diario! En concreto, menos del 1% de los teletrabajadores se quedaba al menos un día entero cada semana trabajando en su casa.
De manera que parecen muy desenfocadas las expectativas de que el teletrabajo, basado en las NTIC (nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones), vaya a reducir significativamente el impacto ambiental de las sociedades industriales (por la vía de la reducción del tráfico motorizado asociado con desplazamientos de trabajo), al menos si no cambian muy profundamente otros rasgos de dichas sociedades. En este ejemplo como en otros, vemos que la deseada ganancia en ecoeficiencia no llega a materializarse, pues otras condiciones sociales “no acompañan”.

LOS ORDENADORES TAMBIÉN CONTAMINAN
La industria -liderada por Microsoft, Intel y los fabricantes de ordenadores- ha establecido un ciclo de vida para los ordenadores de tres años basado en que, transcurrido este tiempo, las prestaciones de los equipos quedan desfasadas. Ahora, un estudio de la Universidad de las NN.UU. en Tokio pone en entredicho el planteamiento de cambio continuado tomando en consideración el coste ecológico que conlleva la fabricación y el descarte de estos equipos.
Según el estudio de la citada universidad, la fabricación de un ordenador requiere diez veces su peso en materias derivadas del petróleo y otros productos químicos. Por ejemplo, un monitor de tubos catódicos que pese unos 20 kilos necesita 240 kilos de productos fósiles, 22 kilos de materiales químicos y tonelada y media de agua.
En porcentaje, estas cifras son mucho peores que las de la fabricación de coches o frigoríficos, ya que estos bienes requieren aproximadamente el doble de su peso en productos contaminantes. Y adquieren su importancia si se tiene en cuenta que cada año entran en el mercado unos 130 millones de ordenadores y que hay países hasta ahora poco desarrollados que se están informatizando a gran velocidad.
Asimismo, el desmantelamiento de los viejos se ha convertido en un problema de primer orden, ya que algunos países optan por enviarlos a zonas de Asia donde se están creando grandes basureros electrónicos, con desastrosos efectos medioambientales. Plomo, mercurio, cobalto, arsénico y cadmio son algunos de los materiales contaminantes que contienen estos equipos. Quinientos ordenadores producen más de 700 kilos de plomo, casi 2 de cadmio y 300 gramos de mercurio, por citar sólo algunos ejemplos.
Según el rector de la Universidad de las Naciones Unidas, Hans van Ginkel, "este estudio demuestra que nuestro actual conocimiento del impacto de la industria de los ordenadores en la salud y en el medio ambiente es inadecuado". El estudio recomienda potenciar la actualización de los equipos, en lugar de descartarlos rápidamente por otros nuevos, y en este sentido pide una nueva propuesta por parte de la industria y una nueva actitud por parte de los usuarios. Según Eric Williams, uno de los editores del estudio, "los usuarios deben pensar detenidamente si de verdad necesitan comprar otro ordenador o si actualizar la máquina que tienen también puede servirles. Colocar las antiguas máquinas en el mercado de segunda mano también es importante".
Fuente: La Vanguardia, 9 de marzo de 2004

De igual forma, resulta ingenuo pensar que las NTIC son tecnologías “ligeras” simplemente porque las estructuras “pesadas” involucradas en su fabricación y uso no resulten visibles, o no siempre. El Instituto Wuppertal ha calculado que la mochila ecológica (es decir, la cantidad de residuos que genera la fabricación de un determinado producto) de un teléfono móvil pesa 75 kg., y la de un ordenador personal 1.500 kg. El catedrático de arquitectura de computadores Mateo Valero (de la Universidad Politécnica de Cataluña) indica que el costo energético de fabricar un ordenador personal asciende aproximadamente a un millón de watios; que 500 millones de ordenadores personales conectados a internet todo el día consumirían a lo largo de un año 4.000 terawatios/ hora (cifra superior a la potencia eléctrica generada en EE.UU., de 3.600 terawatios/ hora); y que en el país hoy más informatizado, EE.UU., los ordenadores personales consumen aproximadamente el 3% de la energía eléctrica producida, los servidores otro 3%, y la fabricación de infraestructura informática el 1%, lo cual “supone ya una ingente cantidad que puede crecer hasta niveles difícilmente viables si no se buscan soluciones tecnológicas apropiadas” . Diversos estudios muestran que la basura electrónica de los países ricos acaba degradando y contaminando los entornos de la gente pobre en China, India, Pakistán u otros países del Sur.
La informática no ha conducido a la “oficina sin papel” , el teléfono móvil no elimina al fijo , el ordenador portátil (o la blackberry) no jubilan al ordenador de sobremesa, las energías renovables se sobreañaden pero no jubilan a las energías fósiles, el teletrabajo a la postre no elimina los desplazamientos de trabajo, las actividades “inmateriales” del sector servicios presuponen otras actividades muy materiales y por ello con elevado impacto ecológico... Ni la terciarización de la economía, ni la aplicación masiva de las NTIC garantizan por sí mismas un menor deterioro ecológico, si –como decíamos antes-- otras condiciones sociales y económicas “no acompañan”. Como recordaban en 1992 los esposos Meadows y Jorgen Randers, “a veces uno oye hablar de una sociedad postindustrial que utilizará menos materiales porque la economía consistirá en menos industria y más servicios. Esta idea no tiene en cuenta hasta dónde los servicios dependen de la base material y de los materiales traídos de todo el mundo”.

Anónimo dijo...

Unas reflexiones muy interesantes, Vicente Luis. Ahora bien, ¿no exageras un poco al tirar por la borda –"salvo algunas hipótesis generales y alguna expresión puntual"- el bagaje del que disponemos para hacer la crítica del capitalismo realmente existente? (y no me estoy refiriendo sólo al materialismo histórico, desde luego). Por muy desmaterializada que esté parte de la producción del valor, por mucho Linux y mucha multitud à la Negri que haya por ahí etc., me da la impresión de que las reglas básicas del juego siguen siendo las mismas, aunque, como bien dices, siempre haya que actualizar los análisis concretos y la letra pequeña, que suele ser muy abundante. En ese sentido, tanto tu texto como las referencias que ofreces son de mucha utilidad, aunque reconozco que no me ha quedado claro cuál es tu propuesta en lo que respecta a la relación entre producción cultural y gestión cultural (puede ser que no haya leído el texto con la suficiente profundidad; si es así te pido perdón, pero te agradecería algún ejemplo concreto –más- de lo que se esté haciendo o pueda hacerse, a tu entender).

Anónimo dijo...

En fin, creo que tenía que haberme quedado calladito: mi anterior y anémica respuesta sobra, después de la de Jorge.
Un saludo.

Anónimo dijo...

El caso de Prince, regalando sus discos en sus conciertos, que VLM señala como muestra del imperio de lo inmaterial, ¿por qué no sería un intento de retorno al arte aurático? Es lo que tú consideras producto/material (disco) lo que Benjamin o Adorno veían como reproducción, simulacro, de una interpretación material. En ese sentido puede leerse también como nostalgia del aura la turba de amateurs que cuelgan en Youtube sus propias rendiciones de canciones pop más o menos conocidas. Pero lo que más me interesa del caso de Prince es la dificultad que tiene ahora la "industria cultural" (Bürger) para valorar de alguna manera Planet Earth, que tanto con la distribución en los conciertos como con The Mail On Sunday: el criterio-mercado, el más frecuente (nosécuántos millones de fans de Elvis no pueden equivocarse), queda imposibilitado, en la medida que se ha renunciado a él en cierta medida.

Otro punto que no me parece tan claro es que el coste de los desperdicios que genera el producto cultural "de usar y tirar", en la medida en que la producción de tales productos anega completamente el campo cultural. Pongamos por caso la tv. Debería ser sencillo deshacerse del producto que no nos interesara, cambiando de canal. Pienso en los programas del corazón y los reality, pero también en los zappings de diversa índole: prgramas cuya producción es baratísima y que se retroalimentan continuamente, generando así una demanda inexistente de forma previa. La única manera de deshacerse de tales "excrecencias" es renunciar al medio o recurrir a los productos HBO y, en menor medida, NBS o Fox, que indiscutiblemente asumen un criterio clásico de alta cultura. Tales excrecencias se dan en todos los ámbitos desde "los demasiados libros", hasta los mil y un cortos en vídeo digital. Por no hablar de lo que supone la publicidad, que es un tema que en este momento obvias.

También cuestionaría ese "ahora continuo" globalizado, pero Vicente me mandaría hacer los deberes y leerme su libro. Y haría bien. Me voy a poner de cara de la pared, hasta luego.

Saludos.

Anónimo dijo...

Muchas cosas son las que podrían comentarse a partir de tu texto, Vicente. Sólo he hecho una lectura de él y así, a botepronto, se me ocurren unas cuantas.

a) Habría que discutir si la circulación de la obra de arte (la publicidad y la promoción no serían sino catalizadores de este cinetismo artístico), además de acrecentar su valor económico(por el mero hecho de cambiar de lugar, como tú comentas) añade algo a su valor estético. La pregunta sería: ¿puede haber una estética -digamos- de los flujos?

b) No tengo nada claro que el aura, tal y como la entiende Benjamin, sea algo periclitado. De hecho, cada vez se demanda por parte del público una mayor "presencia". El receptor de arte (y hasta el ciudadano que poco tiene que ver con el arte) siente cada vez una mayor nostalgia de la presencia, algo que se nos hurta con demasiada frecuencia en este mundo donde la distancia entre realidad y ficción deja de ser nítida (a propósito me parece acertado lo que comenta Antonio acerca de la "búsqueda del directo" por parte del público que acude a un concierto).

c) La imagen no es sólo un conjunto de bites (ceros y unos). Es preciso reflexionar precisamente sobre lo que hay detrás. Reivindicar el aura no es sino adoptar la postura que consiste en convertir el espacio donde reside la imagen, en tiempo. El secreto, como reconocía Benjamin, está en la memoria: la que guarda la imagen y la de aquel que la contempla. Una obra de arte debería llevar consigo un espacio y un tiempo (aunque sean imaginarios). Y, uniendo esto al primer punto,

d) Si prescindimos del tiempo y hacemos de nuestro mundo un acontecer subitáneo basado en la metafísica del "tiempo real" sólo resta entonces un continuo, una imagen sin contenido y sin sentido (sólo la reflexión accesible a través del tiempo permite dotar de sentido al acontecimiento). Se nos quiere hacer vivir en el alef anonadante de Borges (internet equivalente a la potencia del continuo), pero el hombre y su mortalidad sólo puede mantener una relación cordial aunque distante con el infinito.

e) ¿Es posible crear algo a partir de este simulacro del infinito? Posiblemente sí, con los útiles -nada nuevo bajo el sol- de la selección y la disposición. El creador es el que es capaz de transitar del ruido indiferente a la forma. Para ello se requiere el paso de lo continuo a lo discreto. Sin distancia, sin fisuras, no es posible la estética. Tampoco la metáfora.

f) Si el arte representó alguna vez la ficción en un mundo instalado en algo que pudiera llamarse "la realidad", en estos tiempos parece que la hipótesis invierte sus términos. El arte como configurador de espacio-tiempos (realidades) frente a la ficción continua (en todos los sentidos) en que parece haberse convertido "la realidad".

g) La crítica representaría el papel de discriminadora dentro de ese magma continuo, señalando aquello destacable en la masa de productos culturales caracterizados por su "baja intensidad" artística.

Espero que estas reflexiones "en voz alta" no contribuyan a confundir más que a aclarar los términos de la discusión.

Un saludo.

Vicente Luis Mora dijo...

Bueno, creo que en general habéis sido buenos conmigo, teniendo en cuenta que, como inteligentemente ha visto Iban, mi postura no está presente en el texto. Nacho, en Córdoba lo que ocurre es que hay demasiados creadores, y los gestores no pueden/podemos estar encima de todo/a/s. Es broma. Antonio, gracias por tu interesante aportación sobre el tema musical, sobre todo por lo de la devaluación de la grabación y su símil con el corrector de word.

Jorge e Iban: cuando releí mi ponencia me di cuenta de que, con tanta postura descriptiva, se había quedado bastante fuera una postura al respecto, que es, por supuesto, crítica con estos cambios. Que en algunos casos, como el de MySpace que cita Antonio, o en la indiscutible facilidad que otorgan las tecnologías para llevar conocimiento al otro lado del mundo, sus efectos sean benéficos, no puede hacernos olvidar sus defectos. Sus muchos defectos y peligros. Pero dejé la ponencia tal cual, para ver si provocaba, y parece que sí provoca. Porque lo que se describe es algo parecido a un mundo distópico donde, en efecto, la desaparición del producto (no del lenguaje, Jorge, sino del libro como objeto de valor económico y cultural) nos deja en manos del simulacro estructural. Es cierto que ahora, de momento, podemos disfrutar el simulacro para defendernos; pero en algunos países como China sólo pueden sufrir el simulacro sin utilizarlo en legítima defensa, bien para alertar de estos y otros peligros (que es lo que ha hecho Jorge, usando Internet para criticar virtualmente las desmaterializaciones tendenciosas), bien para añadir un simulacro añadido que quiebre la verosimilitud del otro. Pero no me ando por las ramas. La andanada que la nueva economía y la circulación inmaterial de la información producen en nuestro entorno y seguirán produciendo no son temas baladíes, y me temo que Marx ya no basta. No digo que eso signifique la rendición de algún sector crítico y su entrega sonriente al mercado, sino que quizá hay que hacer: 1) o una relectura/actualización de Marx con una visión más amplia del término "materia", y su correlato "materialismo" o 2) crear una nueva teoría, completa y compleja, para explicar fenómenos complejos y -he ahí el problema, que en tiempos de Marx no existía- globales.

Mi postura, por tanto, Iban, es crítica con respecto a esto, pero no estoy planteando -aún- ninguna de esas dos soluciones, sólo observo con detenimiento el panorama, detecto los problemas, los traigo aquí y los comento en voz alta, precisamente para que entre todos los comentemos, o para que alguien -más inteligente y con superior perspectiva- trace un nuevo mapa de la situación y la clarifique mejor. Si te digo que creo que debemos aprovechar -aquí, ahora, lo estamos haciendo- lo bueno de las N.Tecnologías para llevarlas a nuestro terreno y ampliar las posibilidades de creación y conocimiento, estoy diciendo una obviedad, pero en realidad creo que un discurso práctico no debe olvidar que el simulacro lo que pretende ocultar es, entre otras cosas, ese tipo de obviedades. En Venezuela y fuera de ella todo el mundo sabe que no hay libertad de expresión, pero lo que se está haciendo es el secuestro progresivo de los medios de comunicación independientes -o dependientes, pero contrarios al poder- para que no puedan decir esa obviedad, para que, a falta de pronunciación expresa, los temas importantes se olviden. Internet puede funcionar bien como memoria parcialmente democrática -de momento, insisto, en China no es ni eso-, y si la circulación informacional está obliterando una serie de realidades que son importantes para nosotros, quizá nuestro deber es hacerlas circular, rodarlas universalmente para que no se olviden... allí donde puedan leerse, claro. No sólo la gestión cultural futura pasa por el ancho de banda, también una parte, cada vez mayor, de nuestra libertad de expresión.

Creo.

Abrazos.

Vicente Luis Mora dijo...

Carlos y Javier: me he tirado 20 minutos contestando a Jorge e Iban, os ruego que me permitáis contestaros mañana. Tengo que entregar un texto y no doy más de mí. Un abrazo y gracias.

LA PALABRA ITINERANTE dijo...

Ufff, no sabe uno si decir algo o seguir atentamente la conversación y punto. Tu texto, Vicente Luis, me parece muy interesante como descripción de lo que pasa en el ámbito de la cultura. Como Jorge comenta, esto es parte de la realidad pero no toda, error en el que solemos caer a veces los tekis irrendentos, como es mi caso. En todo caso, la figura del "Gestor" y del propio "creador" (palabra temible con connotaciones religiosas que no pueden soslayarse) están sujetas a un proceso de cambio que no tengo claro a donde nos lleva. En un texto que preparé para el congreso de poesía canaria, plantee, un poco a modo de provocación, que los nuevos espacios vinculados a la Red: los blogs, el net-art, el podcasting, etc... nos devuelven a una época en la que oralidad vuelve a ser importante, y donde, al estar sujeta cualquier producción convertible en ceros y unos a la manipulación por terceros, la autoría de una obra puede llegar a ser difusa (no me refiero aquí a obras colectivas, sino al proceso de cambio que toda copia o reproducción conlleva de alguna manera)... Cómo gestionar este cambio es complicado. Hay una frase de Willaim Gibson que utilizo mucho porque me encanta, es como si estuviéramos "dentro de “un perverso experimento de darwinismo social, ideado por un investigador aburrido que mantuviese el dedo permanentemente apretado en el botón de avance rápido"

A ver si puedo dedicarle tiempo a aesta entrada tuya en mi blogo uno de estos días. Hay que ver como ha vuelto todo el mundo después de agosto, qué energías...

Guión_Bajo dijo...

Quizá sea gilipollez irrumpir en la discusión con un análisis marxista de básica, del marxismo que pude aprehender en bachillerato y que confirmé con algunos trabajos (nada mejor para entender el concepto "plusvalía" como verla escapar de ti desde detrás de la barra o en la fábrica de muebles). A mi juicio, toda la discusión se sitúa en los cambios estructurales y de infrestructura (avances técnicos) y su efecto en la superestructura cultural. Eso se observa muy claramente en música, donde los avances técnicos del siglo veintiuno están cambiando el funcionamiento de la industria musical (finiquitándola, si nos ponemos apocalípticos) que estaba sustentada a su vez en unos avances técnicos que, a lo largo del siglo veinte, la habían convertido en lo que era. Nada nuevo. Supongo que todo lo que habéis dicho empieza "a partir de ahí". Donde el debate se pone interesante es en hasta que punto ese cambio de soporte afecta al producto cultural en sí: lo que comentábais de la devaluación del producto debido al nuevo medio de producción (su inmediatez, universalización de los medios de creación, etcétera). Por un lado, creo que no estoy de acuerdo con ello. Es decir, es cierto que esta degradación puede alcanzar a gran parte de la producción y afectar a gran parte de los consumidores, pero ¿no puede ello ser debido a una democratización del consumo? ¿No habrá siempre un reducto vanguardista, preocupado por la calidad? Un reducto, que, en porcentaje, quizás sea más o menos invariable a lo largo del tiempo: los que leían a Joyce no eran todos los que leían en la época de Joyce

También puede ser que esté metiendo la pata otra vez, diciendo la obviedad, y que, de nuevo, el análisis empieza "a partir de ahí". De como el nuevo "paradigma" superestructural generalizado afecta, inevitablemente, también a ese reducto.

Otro que habla alguna vez de estas cosas y dice cosas interesantes es Slavoj Zizek, no sé qué os parece.

Anónimo dijo...

Apuntes a partir -también- de una lectura del post de Vicente, de los comentarios y de enlaces que me parece pueden encontrarse.

Inmaterialidad.
Jorge Riechmann pregunta ¿Qué más "inmaterial" que el lenguaje? Aquello a lo que el lenguaje, cualquier tipo de lenguaje, intenta representar, ¿qué opinas Jorge?

Presencia
Recuperación de la experiencia.
Música apoyo para la trascendencia, (Bisbal no, lo siento); conciertos: ceremonias ¿reales o ficticias? Reales si así los tomamos sabiendo que, como todo, no es más que ficción en el fondo (construcción)

¿estética de los flujos? no tengo respuesta. Estética fluida o intentando atrapar lo fluido, sí. Fluida: again, música. Mientras no se cansen no se me ocurre nada más parecido a un río.
Intentando atrapar lo fluido: pintura china shan shui o su poesía clásica.

Con esto, lo continuo, no carece de sentido. Implica otra manera de mirar, recuperar una forma de lectura castrada. El sentido no vendría tanto por la reflexión, más por -parecido a lo que estamos haciendo ahora- los encuentros significativos particulares del espectador con la obra. Dependerá del espectador, en parte, encontrarle más o menos, contenido. Más o menos significados y de qué tipo. Y el uso que quiera darles.

"la realidad" ficción continúa. Perfecto. Juguemos con las ficciones. Aprovechemos para manipularlas. Celebremos el retorno de Giordano Bruno.

Un ejemplo, lo escrito arriba y lo que había subrayado en el texto de Vicente:

- un mundo etéreo y extático de simulacros

- somos uno.

- hay ni aquí ni ahora: el ahora es continuo, un gran instante global de tiempo agotado[9], y el aquí está, como el centro de Nietzsche o Ben Arabí, en todas partes.

- lo esencial es la imagen, intangible

- fe religiosa

- "la naturaleza de la creación artística y del mensaje de las artes”[16], que en teoría busca lo duradero, los valores estéticos permanentes"


No es nuevo. La realidad es particular, llueve y se moja, como las demás. Me ahorra porclamarme dueño de la única lectura posible, de la única realidad. Sólo soy propietario de mi casa. Leonor Watling -su fantasma desgraciadamente- me visita a menudo.

Quizás no exista el mito del intercambio. ¿Y si intercambiáramos (los) mitos?

Saludos

LA PALABRA ITINERANTE dijo...

Hola Vicente Luis,

Al final tu texto me pudo, y he escrito algo al respecto en mi blogo. Echale un ojo y me comentas lo que consideres oportuno (vía correo, yo tengo el sistema de comentarios estropeado y sin visos de arreglo...) o via tu propio blog. Un placer leerte. Daniel
http://www.islasenlared.net/297

Anónimo dijo...

Pienso que el "aquí y ahora" de Benjamin puede corresponder con el "aquí y ahora" de Nietzsche, o de Ben Arabí si tomo la obra original en un sentido de medio tanto para el autor como para el espectador (alguno) de transmitirle algo importante. La importancia del aquí y ahora quizás interese más que lo lindo dibujaba Miguel Ángel por decir algo.

Nuevas formas de análisis que no olviden la inmaterialidad consustancial a nuestro mundo, a nuestra realidad más cercana.

Se me ocurre mirar ¿qué tal la de Asia del este? qi es material e inmaterial, todo es qi + li + vacío, un proceso cambiando constantemente, conceptos sin definir, todo son bytes (pintura, caligrafía, poesía; trazos)... O los buddhismos, vacio otra vez, interdependencia, apariencias, considera la vida como un sueño...

Hay estéticas desarrolladas a partir y con estas bases. Tratados literarios (con otra contemplación de la literatura y evolución), un desarrollo alternativo. Atención a la mente, relación de esta con el exterior, más cambios, valorar las zonas límites...

Se me ocurre la magia renacentista, la mente, otro espacio infinito, otra internet. Lugar dónde materializar fantasmas, simulacros de palacios con amuletos en las habitaciones, mnemotecnia, el vacío otra vez, fantasmas convocados concentrando memoria, y montañas-agua-vacío-ser humano (always)

El paisaje no es un territorio físico, está pintado para que no lo parezca, no es realista, no solían pintarlos en el aquí y ahora, lo visitaban bastante, esperaban tenerlo dentro para pintarlo en el aquí y ahora, se encontrara dónde se encontrara (incluso metiendo mano)
Si es un desconocido y nos regala flores, lo podríamos llamar Impulso casi del cierto. ¿Es lo mismo?
Eso, el momento de ir a pintar, qué nombre le habrán puesto? Estará cerca de la tienda de flores?

Si partimos de que la realidad no la vemos nunca, que todo pasa en el interior, descodificamos señales.
En ambos lugares el referente divino no habría muerto: consciencia de símbolo, divino diferente concepto en uno, diferente idea de imagen religiosa en ambos respecto a la usual, de servicio, uso, se podría -con suerte- recuperar un poco de la importancia de la imagen o del tipo de imágenes, pienso.

Por eso mismo, porque la realidad indica un simulacro always. De la sensación a la representación cognitiva va rápido pero si falla no recibes bien. No vivimos afuera. Por eso, toda experiencia (y simulacro) de la realidad será (y es)interno. Quizzás hayan varias capas de simulacros, personas con más capas, más afectadas. No uniformidad. No se recibe igual. No lo sé, pero me sirve de justificación por si no me he sabido explicar "demasiadas capas, chico, gracias por probar"


Volvemos. ¿Quién decide tipo de imágenes? ¿Quién guía? vosotros según Javier Calvo en el suplemento Culturas. Ha secuestrado la verdad secuestrada por la COPE, sois raros oh yes

Vicente Luis Mora dijo...

Lamento no tener tiempo estos días para responder a todos los interesantes comentarios que aquí se cuelgan, pero estoy absolutamente desbordado de trabajo. Os pido perdón, intentaré encontrar un momento para contestar como os merecéis, en el dudoso caso que mis limitaciones mentales lo permitan. Un abrazo a todos.

Anónimo dijo...

Ante todo, felicidades por el blog. Siempre es de agradecer algún espacio para la reflexión.
Pero afirmar que nadie se preocupa de la inmaterialidad... Para el abuelo Platón creo que era una de sus prioridades, eso sin tener en cuenta que la tan traída y llevada teoría literaria basa fundamentalmente en ella uno de sus objetos de estudio. Por otra parte, pensar que internet supondrá algún coto a algo, y a la inmaterialidad en concreto, me parece excesivamente optimista. Ojalá así fuera. ¡El trabajo de los críticos sería mucho menos cuestionable!

Un afectuoso saludo

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias por el comentario, Logiciel, aunque no he visto dónde había puesto yo que nadie se preocupa por lo inmaterial, no suelo ser tan radical, precisamente para no encontrarme con comentarios como el tuyo. Un cordial saludo y bienvenido.

Anónimo dijo...

Como no sé si vale en una entrada u otra os lo pongo aquí también. Mejor sería abrir un post nuevo y empezar de cero a debatir...

La historia de la nocilla
JAVIER CALVO


A principios de la década de 1920, el poeta escocés Hugh MacDiarmid reaccionó con aplomo a la indiferencia con que eran recibidos sus libros de poemas. Desde las páginas de varias revistas editadas por él mismo, y usando incontables pseudónimos en la prensa, se dedicó a reseñar docenas de veces sus propios libros, lamentando una y otra vez el despiste de los lectores y explicándoles por qué su obra tenía que liderar el modernismo internacional. Su deliciosa histeria didáctica es un prototipo no sólo de lo que medio siglo más tarde se llamaría Cultura DIY (Do It Yourself),sino también de las disfunciones del escritor moderno frente al patio de butacas vacío: coprolalia, infantilismo, síndrome de Napoleón y esa cosa negra que los franceses llaman le cafard.

Asociada en sus inicios con el punk y con la ética anticonsumista, la Cultura DIY se vigoriza, como es natural, en los momentos de mayor ostracismo de la escena cultural. O sea, cuando productores, editores y agentes no encuentran posibilidad de beneficio material en la creación emergente. La Cassete Culture de los ochenta, el movimiento Guerrilla Girls o Bomb The Music Industry son algunos casos clásicos. En la escena literaria española, donde casi hay que remontarse a la antología de los Novísimos para encontrar un programa literario colectivo que no se apoye en insulsas proclamas de diversidad, resulta asombroso ver aparecer un foco de energía y de actitud allí donde parecía imposible que brotara algo. El grupo literario bautizado este año como Generación Nocilla por las periodistas Nuria Azancot y Elena Hevia puede carecer de impulso punk (y a veces dar cierta impresión de reunión de empollones), pero está claro que esa energía y esa actitud son reales.

Sus señas de identidad como grupo pueden parecer confusas a tenor de lo escrito sobre ellos, pero en realidad son bastante claras. Su asociación con editoriales minúsculas (aunque en muchos casos después de intentar publicar en editoriales más grandes, lo cual contradice su pathos anticomercial); el blog como forma de comunicación interna; la reivindicación del experimentalismo español de los setenta y del americano de las últimas décadas; y la influencia de la teoría literaria, así como la conexión con el mundo académico y su afición por celebrar congresos para discutir sus teorías. Puede que estos cuatro elementos sean revulsivos o puede que no, pero está claro que suponen una ruptura con el panorama literario existente. ¿De dónde ha salido la Generación Nocilla, entonces? La respuesta requiere un poco de historia reciente.

Cierto afán maximalista, a menudo promovido por sus propios integrantes, ha construido una nómina desproporcionada de integrantes de la Generación Nocilla. Pese a su nombre, el grupo tiene poco de generacional: al fin y al cabo, gente tan dispar como Espido Freire o Nicolás Casariego también nacieron en los 70, mientras que otros como Kiko Amat, Lolita Bosch, Isaac Rosa o yo mismo no compartimos realmente la mayoría de sus preceptos, aunque a veces la Generación Nocilla haya buscado la fuerza en los números. En su origen, el grupo se aglutina en torno a la publicación de La fiesta del asno (2005) de Juan Francisco Ferré, continúa con Proust Fiction (2005) de Robert Juan Cantavella y Subterráneos (2006) de Vicente Luis Mora, y tiene sus obras más representativas en Nocilla Dream (2006) de Agustín Fernández Mallo y Afterpop (2007) de Eloy Fernández Porta, cerebro indiscutible del grupo. La rabiosa anticomercialidad del quinteto es a la vez la causa de la escasa circulación de su obra y el resultado de la indiferencia editorial y mediática durante los años larvarios del grupo. Es en esa indiferencia donde encontramos la verdadera génesis y razón de ser de la Generación Nocilla.

Cuesta encontrar un momento más deprimente para iniciarse como escritor en España que los últimos cinco años: las ventas bajan todos los años, el thriller histórico devora el mercado y el establishment cultural cierra filas en torno a lo consolidado y en contra de cualquier cosa que huela a nuevo. Editores como Jorge Herralde proclaman a los cuatro vientos que no hay autores jóvenes interesantes. En este entorno, los proto-integrantes de la GN, liderados por Fernández Porta, desarrollan las bases de su beligerancia. Las puertas cerradas de las editoriales los llevan a la autogestión, a través de internet, de sellos como Berenice, Plurabelle y DVD y de órganos como la revista LateralydespuésQuimera.A la desatención responden con endogamia orgullosa y con aridez: el desapego por la narración y por los personajes es una de sus señas de identidad, incluso en Nocilla Dream,la obra más leída del grupo. Su entramado de blogs teje densos argumentos de teoría literaria en torno al tema favorito, y a veces obsesivo, del grupo: la diferencia con las generaciones precedentes, así como sus propios rasgos de identidad como grupo. Es cierto que los artículos de Hevia y Azancot son miradas desde fuera, pero solamente hace falta rascar un poco para ver que no se apoyan tanto en análisis propios como en las premisas propuestas por la propia gente Nocilla.

¿Y en qué se cimenta esa diferencia con los predecesores? Ahí radica paradójicamente uno de los puntos flacos del ataque Nocilla.El problema está en que, mientras que casi toda vindicación histórica del experimentalismo suele ser la reacción a una generación previa anquilosada, esto dista mucho de ser cierto en el caso de los Nocillas. Autores como Ray Loriga, Rodrigo Fresán, Francisco Casavella o Luis Magrinyá son de todo menos conservadores, y es evidente que han asimilado en su obra a Ballard, Burroughs, los posmodernos americanos y otros muchos referentes reivindicados por Fernández Porta y compañía. Resulta difícil defender que la GN esté introduciendo en la literatura española, tal como se puede leer en alguna parte, cosas como la fragmentariedad, la influencia americana, la cultura pop o la mezcla de géneros, que ya hace tiempo que estaban por aquí. Por otra parte, la idea de que la literatura considerada seria en realidad es pop y que la literatura poppy es la verdadera crítica cultural, presente en el ensayo Afterpop,el principal documento teórico del grupo, es tan compleja que requiere un libro entero para ser explicada, y tampoco ayuda mucho a entender el grado de innovación de las obras del grupo. En última instancia, el hincapié continuo en la teoría parece indicar incluso que dichas obras no consiguen transmitir por sí solas el mensaje que el grupo se ha propuesto transmitir.

He dicho antes que la Generación Nocilla es una energía y una actitud, y también un insulto al sistema. Esa es la verdadera diferencia con proyectos literarios anteriores, y es bajo ese prisma que tiene valor su peculiar mezcla de ética DoIt Yourself,desprecio al mercado, histeria teorizante, provocación, histrionismo y amor por la controversia. Como MacDiarmid inundando la prensa de reseñas de sí mismo, la Generación Nocilla reinvindica el síndrome de Napoleón (verte a ti mismo mucho más grande de lo que te ven los demás) y no duda en autopromocionarse en términos mesiánicos. Los cinco libros que he mencionado antes, mi canon nocillero personal, son el inicio de algo probablemente efímero, en la medida en que probablemente sus autores irán pasando de forma gradual al mainstream (el primero Fernández Mallo, que ya ha fichado por Alfaguara). Sin embargo, hasta que eso pase, vale la pena disfrutar del momento de forma de estos angry youngmen,ya un poco creciditos pero todavía dispuestos a dar mordiscos y patadas.

Vicente Luis Mora dijo...

Me gustaría responder a algunas opiniones, unas publicadas en abierto en el blog y otras privadas, que ha generado este post. Ocurre que cuando uno cierra demasiado los términos del debate y expresa contundentemente su opinión, se le considera de manera inmediata como tiránico, intempestivo, enfant terrible o torturador, según casos y afectos. En cambio, cae uno en lo disperso, lo incongruente o inconcluso, en lo “débil”, si su objetivo no es sentenciar, sino meramente problematizar, abrir caminos de reflexión sin intentar cerrarlos. Esto último ha pasado con este post, a mi juicio. Abre caminos que otros han intentado cerrar, a mi juicio demasiado deprisa. Estamos en un mundo en construcción (el de las tecnologías en su relación con las formas conocidas de lo social y de lo cultural) que, por la propia dinámica de la técnica, requiere de un modelo bastante abierto y dialogante, puesto que muchas cosas que puedan ser válidas hoy, no lo serán mañana.
Lo que sí me gustaría despejar es cualquier interposición de “idealismo” a que haya podido dar lugar el texto. Muy al contrario, mi texto está bien clavado en la gestión cultural cotidiana, que bien o mal aplico –en la realidad, no en el mundo platónico de las ideas– todos los días. No he apelado en ningún momento a la dialéctica real/irreal, ni tampoco a la real/ideal. Todo es real en Pangea, todo produce efectos (una profesora alemana se ha hecho rica especulando con los terrenos virtuales –que no irreales, ni ideales- de Second Life) en el ciberespacio, y todo es cotidiano. La postura del post no es ni más ni menos que preguntar/se por el modo en que habremos de lidiar con una evidente e ingente carga de conocimiento y valor cultural inmaterial, en el sentido de virtual, de no tener asiento en lo físico, cuando el capitalismo está en buena parte sustentado en ese concepto tan poco virtual: la “mercancía”. De esa dialogía o conflicto entre una economía –y un modo de gestionarla, que es lo importante- eminentemente física y una realidad principalmente “metafísica” o “afísica”, es de lo que habla el post, de sus posibles consecuencias, de los peligros que tiene cualquier resquicio donde no hay leyes claras –porque entonces se aplican las leyes del mercado. Y como el mercado ha superado las leyes de la mercancía, y se ha vuelto un simulacro alfanumérico que circula por la red global, pues la cuestión se complica aún más, porque lo económico está utilizando la paradoja en su propio beneficio: “si es real o más bien tangible es mío; y, si es intangible, también”. Esclarecer el marco, nuestro marco de trabajo, o más bien preguntarse por el mismo, es la razón de mi post, que intenta ser más que discurso en pos de otro discurso. Como decía Antonio Méndez Rubio en un ensayo, “el material se reproduce transformándose a la vez en realidad(es) y lenguaje(s) que intenta(n) comprenderla(s) y problematizarla(s), puesto que ambos, realidad y lenguaje, resultan no diferenciables en sentido estricto: comparten su mutua condición discursiva” (Encrucijadas. Elementos de crítica de la cultura; Cátedra / Universidad de Valencia, Madrid, 1997, p. 207). Ese es el tema: lo que hace quince años sonaba nominalista hoy suena temiblemente “positivista”, matérico. Porque el discurso es la materia de Internet.

Anónimo dijo...

En realidad yo también estaba jugando con las palabras, Vicente. Entiendo que te refieres a lo 'no material' como sinónimo de 'no tangible físicamente', pero en mi modesta opinión creo que ese es un estado transitorio del objeto cultural en internet, como cualquier estado de la materia, por seguir con los símiles.
Desde el momento en que me bajo al disco duro algo que me interesa deja ser 'no material' para convertirse automáticamente en algo material a lo que podré dar la forma física posterior que me apetezca. Naturalmente no me lo voy a bajar todo. Solo lo que me interese, como tampoco voy a linkarlo todo. Y ahí es donde la otra inmaterialidad hace acto de presencia, la que no responde a ningún criterio preestablecido pero que condiciona indefectiblement el valor del objeto cultural, como siempre. No sé si me he explicado mejor ahora.

Un saludo

Anónimo dijo...

Pienso que se puede reconducir, reducir más, reabrir...

Supongo que, como en todo debate, toda lectura, a algunos les llama más la atención unos aspectos y de una determinada manera reaccionando como le parece.

Utilicemos la cita de Méndez Rubio traída por VLM "el material se reproduce transformándose a la vez en realidad(es) y lenguaje(s) que intenta(n) comprenderla(s) y problematizarla(s), puesto que ambos, realidad y lenguaje, resultan no diferenciables en sentido estricto: comparten su mutua condición discursiva"

Realidad y lenguaje comparten, ¿son lo mismo? Creo confundir realidad con signos es un error parecido al de las películas de LA Mosca
Vemos una no-realidad fusionada con su no-palabra. Podemos crear un concepto nuevo, diría que hay muchos refiriéndose a lo mismo. Pero por otro más. (Reconozco, me disperso)

Interpreto discursos cuando leo, también cuando escucho, también cuando navego por internet. ¿No soy crítico con la realidad entonces? ¿Y con mi realidad? ¿Con mi interpretación de la realidad, mi lectura de los discursos?

La COPE da por supuesto que no.

Gestión de la cultura
Leí no recuerdo dónde, en la medicina virtual por ejemplo, ocurriría una gestión parecida al word of mouth.

Otra figura será la del traductor cultural.

Puede que no tenga relación con el tema, puede que sí y lo sepa, puede que explicada avanzado el debate tenga más, puede que encuentre alguna explicación más tarde o la encuentren otros, puede que...

"el material se reproduce transformándose a la vez en realidad(es) y lenguaje(s) que intenta(n) comprenderla(s) y problematizarla(s)"

El texto de Javier Calvo es cierto. Toni lo reproduce. Vicente habla de mensajes "internos"

La COPE da por supuesto que no sabemos leer. Quién no lo pille, allá con su realidad-mosca (un traductor cultural, ya le hemos encontrado enlace) También podemos observar, utilizar, los efectos de estos pocos pasos -publicación, mención menos importante en un post, reacciones (realidad, lectura de la realidad, respuesta)- y encontrar relaciones con la gestión intangible. Por ejemplo, el público.

Puede utilizarse la misma actitud del artículo para experimentar. Imaginar la gestión de un producto cultural inmaterial (por inexistente) en una sociedad de economía global, dónde los Estados parece no pintarán mucho, ¿habrán inversores culturales? Y se podría reconducir y cambia la realidad para quien escoja esta.

También.
Si la realidad es parecida a una lectura, si hay un nuevo acercamiento multidisciplinar se diría, pareciendo internet una metáfora de la mente y más pero quedándonos con la mente, sería una lástima, pienso, descartar agenciamientos los cuales, al partir de una posibilidad de realidad distinta, dirigida a la mente (por eso nos quedamos con la mente) en el caso de G. Bruno y colegas, sus obras serían más útil, más cercana a propósitos de uso relacionados con internet.

Hay un artículo que explica. Diseños en 3D.
El artista tiene el rol de "codificador", diseños de espacio de recuperación de datos, diferentes formatos combinados si se quiere.
Los softwares no són difíciles para usuarios poco expertos.
Comenta algo que olvidé. Luego se pone a hablar del tiempo. Al final.
El Arte de la Memoria.
Uno de los expertos, Bruno y sus colegas.

Creación de productos culturales, ¿gestores-empresarios? Arte de la Memoria - literatura ¿literatura digital? ¿Tradición? ¿Cómo hacer atractivo algo que no lo es? etc
El río intentando encauzarse otra vez

No lo veo cerrado. Es muy amplio por sí también. El arte en general, en concreto de la música, literatura. Macroeconomía, microeconomía. Aún así, se lee debate:

Cultura y gestores culturales, música, nostalgia, ecología, experiencia artística o función del arte


Saludos

PS: He abierto una cuenta de correos (perfil del blog) por si alguna vez sienten necesidad de aclaraciones

Anónimo dijo...

Hola,

Últimos trapecios lanzados. Aquellos que que quieran hacer alguna pirueta agarren alguno. Menos aquel, aquel trapecio está prohibido (en las historias acostumbra a haber algo prohibido y en esta no podía faltar. Falta. No lo hay)

Un ejemplo de teletransportación: proyecto Open Mind Commonsense

http://csc.media.mit.edu/CommonsenseHome.htm

Aplicaciones. Una: a search engine that, when you entered a gift for my brother, would suggest buying him some new furniture because he had just moved into his first apartment.

Una aplicación de asesoría parece. Un asesor intangible, ofreciendo productos según vayamos perfilando.


Aplicaciones: This list continues to grow as we discover new ways to incorporate commonsense into applications.


El proyecto intenta construir una base de datos en lenguaje natural de frases consideradas de "sentido común"

Giving computers common sense is the opposite of the problem artificial intelligence researchers have traditionally faced. Rather than it being a problem of how to give computers a great deal of knowledge about how to think about some particular area such as chess playing or circuit design, to give computers common sense we must program them with knowledge about many different areas: physical knowledge of how objects behave, social knowledge of how people interact, sensory knowledge of how things look and taste, psychological knowledge about the way people think, and more. Furthermore, each of these different facets of life requires its own specialized methods of reasoning about them. Giving computers common sense is not about figuring how to make some particular method of reasoning work over a particular type of knowledge, it is about how to make systems that are abundant with many types of knowledge and many ways of thinking about different things. There are two parts to this problem:

The first problem is how to give computers commonsense knowledge, the millions of ordinary pieces of knowledge that every person learns by adulthood. Many of these are so obvious we take them for granted:

* Every person is younger than the person's mother
* A butcher is unlikely to be a vegetarian
* People do not like being repeatedly interrupted
* If you hold a knife by its blade then the blade may cut you
* If you drop paper into a flame then the paper will burn
* You start getting hungry again a few hours after eating a meal
* People pay taxi drivers to drive them places
* People go to parties to meet new people
* People generally sleep at night

http://www.kurzweilai.net/articles/art0371.html?printable=1

El intermediario, otra vez. ¿Será imprescindible? ¿entre producto y mercado solamente?

Un proyecto de este tipo, otra vez también, diversas visiones, disciplinas, trabajando sin predominio de una, las aplicaciones pueden ser inacabables. Hay obras que se acaban con una lectura rápida.
¿Convertir al arte una necesidad?

Insistiendo con lo mío y por si alguien quiere continuar mi acrobacia (me temo que no y lloraré) Cuerpo vajra, palabra vajra y mente vajra, lamaismo, viene a significar que, en el fondo, una ilusión se relaciona con un mundo ilusorio llegando a una comprensión ilusioria.
Pienso que una cosmovisión parecida , en el terreno del teletransporte, puede ser bastante más útil que otra dónde está más presente un rollo distinto (supongo que no hará falta explicar lo obvio otra vez)

Por otra parte, la economía será parecida, la realidad pienso que no. Quiero decir, los valores estéticos culturales no creo que se globalicen del todo. Hay rock japonés, diferente al gusto mayoritario chino. A lo mejor ramoncín gusta allí. Una gira larga, medio siglo de promoción, a lo mejor gusta allí.

Intermediarios otra vez. Productos culturales e interculturalidad.
¿O pensáis, cultura común mediante internet etc? ¿O individual favorecida por internet etc?

Salimos de Arco , ¿nos hemos planteado?

Saludos

Anónimo dijo...

La situación actual me recuerda ligeramente a la nunca bien ponderada movida madrileña de los 80. Yo la pillé ya en su declive, pero creo recordar que Almodóvar empezó cantando con Fabio algo que iba de calamares y boquerones... Me da la sensación de que el tiempo se encargará de poner las cosas en su sitio.

Vicente Luis Mora dijo...

“toda postura ante la postmodernidad en la cultura —se trate de una apología o de una condena— también es, a la vez y necesariamente, una toma de postura implícita o explícitamente política ante la naturaleza del actual capitalismo multinacional.”; Frederic Jameson, Teoría de la postmodernidad, Trotta, 1996, p. 24.

Anónimo dijo...

No he leído a Jameson. Me lo apunto. Pero imagino que sigue las tesis de Lyotard. Si es así - ya me lo confirmarás, Vicente - estoy de acuerdo. Otra cosa es dar por hecho que nos hayemos ya en ella.

Anónimo dijo...

Mmmm.. los nervios del directo y la reducida pantalla del portátil... hallemos, naturalmente. Pido disculpas.

Anónimo dijo...

“Comentaba Adorno que, en las sociedades modernas, el artista se había liberado del clero y de la corte a costa de pagar un precio muy alto, el de encarnar al liberal puro, a la persona que produce un objeto y lo pone en el mercado para quien desee adquirirlo”; Iñaki Esteban, El efecto Guggenheim. Del espacio basura al ornamento; Anagrama, Barcelona, 2007, p. 100.

Anónimo dijo...

http://www.elpais.com/articulo/cultura/industria/sube/decibelios/elpepucul/20071220elpepicul_1/Tes