sábado, 6 de octubre de 2007

Firma digital invitada: Martín Rodríguez Gaona

Como alguien reclamaba en los comentarios volver a tratar de temas referentes a Posmodernidad, cuelgo este texto de Martín Rodríguez Gaona, que siempre ha sido uno de los visitantes asiduos de la página.

Martín Rodríguez-Gaona (Lima, 1969) ha publicado los excelentes poemarios Efectos personales (Ediciones de Los Lunes, 1993), Pista de baile (El Santo Oficio, 1997) y Parque infantil (Pre-Textos, 2005), y ha vivido en Perú, Estados Unidos y España. Tiene un Master in Arts en Romance Languages por la Bowling Green University y ha sido becario y coordinador de la Residencia de Estudiantes de Madrid.



EN TORNO A LA POSMODERNIDAD Y LA MUERTE DEL POSMODERNISMO


Nada ha cambiado en las calles, ni en las universidades ni en los televisores. Una generación se viste de acuerdo a las recomendaciones del Corte Inglés, otra incrementa su colección de manga o hentai, e insiste en depurar su clínica ironía –o el buen rollo-, mientras come kebabs y, con un ipod, huye del fútbol y la prensa del corazón. Nadie sabe qué pensar frente a los sucesos que se repiten hace ya varios años: incendios petroleros o forestales, escándalos inmobiliarios, despidos intempestivos y trepidantes viajes en yates y pateras. En los cursos de verano se celebra el aniversario de un gran poeta, muerto en extrañas circunstancias. Los partidos políticos preparan sus baterías para discutir, en los noticiarios, por lo que esté más a tiro.

De alguna manera, los ciudadanos de a pie constatan, día a día -pese a que el concepto rara vez se haga explícito- que la posmodernidad es un hecho. Los egresados de empresariales buscan un posible destino para becas en comercio exterior: hay que elegir entre Eslovenia y Marruecos, Bélgica o China. En Lavapiés, la solución al casticismo y al problema de la inmigración resulta espontánea: en las fiestas de la Paloma niñas ecuatorianas bailan en trajes goyescos. El posmodernismo puede ser definido también como la conciliación de la decoración minimalista y el jardín zen, sumando algunas velas aromáticas, según la tienda favorita de la treintañera becaria, que ha descubierto hace poco que Gwyneth Paltrow tiene una película sobre Sylvia Plath, ´poeta suicida inglesa´. En internet los escritores emergentes conversan y conspiran, muestran su fascinación por Foucault, Lacan y Baudrillard, y comentan acaloradamente las desventuras y los aciertos en las novelas de Douglas Coupland y Bret Easton Ellis, proponiendo también, mediante largos intercambios, nombres y taxonomías para evaluar sus propias propuestas... pero, pese a todo, no hay optimismo. No hay respuestas, salvo la constatación de una crisis: conviviendo en la mutación de la cultura en las sociedades postindustriales.

La posmodernidad, como fenómeno social, parece cada vez más desligada de los discursos y las propuestas estéticas que se asociaron con el posmodernismo, nombre que cobijó a la mayoría de las producciones que, en cinco continentes, han sido determinantes para las artes, la literatura y la cultura popular de los últimos años. La brecha entre la vida cotidiana, en cualquier rincón del planeta, y las aproximaciones teóricas para comprender los cambios de sensibilidad sufridos en un frenético fin de siglo, parece ser insalvable. Un sentido de agotamiento se suma al de futilidad, y no es simplemente una cuestión de tono lo que separa el escepticismo inicial -que se propuso como emblema generacional a inicios de los noventa- de la sensación de impotencia que impregna la creatividad o la cotidianidad de todos aquellos que hoy deciden no desempeñarse en función del reconocimiento o del éxito comercial más inmediato y masivo.

Un aspecto peligroso del debate posmoderno ha sido la homogenización derivada de un discurso relativizado -tanto ética como estéticamente- surgido en torno a la indeterminación y la diferencia. Un relativismo muy sugerente que ha significado una gran libertad creativa, forjando un clima propicio para la experimentación, la integración de las artes y la exploración de nuevos medios y protagonistas. Sin embargo, esta diversidad que a veces es notable por su energía, abiertamente reconoce una inevitable dependencia de la sociedad de consumo, lo que ha terminado por marcar la producción artística de las últimas décadas de un peculiar determinismo de mercado.

Pese a que el discurso posmoderno ofrece algunos espacios para la resistencia -lo que en sus versiones más masivas se concede como el predominio de lo políticamente correcto y la representatividad por cuotas, la tolerancia y la curiosidad frente a lo lejano, lo ajeno- el escaso calado de esas disidencias -incluso en la articulación de asociaciones culturales o colectivos- no hace sino más visible el clima general de escepticismo, trivialidad y apatía derivado de un relativismo moral por completo afín al liberalismo económico. Parece evidente que dichas loables alternativas, en términos prácticos y en su estado actual, no sólo han sido insuficientes, sino que han contribuido involuntariamente a consolidar un escenario cada vez más enrarecido.

Hasta hace poco se podía pensar que en la pugna entre una concepción del mundo que acababa y otra que estaba en marcha, el balance para la segunda no era del todo negativo. Las críticas a la modernidad y al proyecto ilustrado eran ciertas: dos guerras mundiales, la insatisfacción de las sociedades desarrolladas y el hambre en el Tercer Mundo lo demostraban sin lugar a dudas. Pero la contundencia de los hechos -la violencia militar surgida a partir de la caída de las Torres Gemelas- ha cambiado definitivamente este panorama. Con sus múltiples facetas, muchas aún sugerentes e imprescindibles para interpretar los cambios en un escenario globalizado, el posmodernismo filosófico y sus proyecciones artísticas facilitaron también una vía al pensamiento único: el de un nuevo fundamentalismo, el económico.

APUNTES SOBRE UNA DESAPARICIÓN ANUNCIADA

Dentro de la mentalidad capitalista, los objetos, los individuos y las ideas dejan de existir simplemente cuando no brindan más beneficios. El posmodernismo, desde el año 2002 aproximadamente, ha dejado de ser útil: su misión está cumplida, dentro de la agenda cultural del capitalismo tardío. El cuestionamiento posmoderno de la razón instrumental significó, antes que cualquier aportación estilística, crítica o liberadora, la instrumentalización de la teoría en beneficio del Nuevo Orden Mundial.
Nadie se sorprenda de no recordar propuestas abiertamente totalitarias u oscuras (más allá del sensacionalismo de Baudrillard, las provocaciones nihilistas de Foucault o la impudicia de Fukuyama), pues la función del posmodernismo ha sido tan sutil como efectiva, dentro de lo que podría denominarse como una política de desinformación global. Curiosamente, aquel momento en el que la eficacia pragmática legitima el conocimiento aplicado (sea en los manuales técnicos, el libro de autoayuda o la literatura de entretenimiento) coincide con el del furor editorial y académico que internacionalizó el debate posmoderno. Así, el posmodernismo y el posestructuralismo, en la confusión de la pluralidad de sus discursos, nunca representaron un desafío y, más bien, fueron rentables e inocuos para la economía globalizada: producían un efecto sedante similar al de la televisión, en una versión dirigida a un público minoritario y más imaginativamente sensible. El posmodernismo siempre tuvo el atractivo de lo inasible, dentro y fuera de las universidades, y supo proporcionar un rasgo de distinción, un signo diferenciador, tan necesario para la reivindicación simbólica de las clases medias. Y esto se puede percibir de igual forma en sus versiones audiovisuales o académicas como al visitar un museo o un restaurante de diseño.

El posmodernismo, ya se sabe, fue el reino de la paradoja, el pastiche, la ironía y el fluir libre de significantes y significados. Aunque en su proyecto se pretendía potenciar la importancia de lo concreto frente a lo abstracto, de lo local frente a lo universal, emancipando así al cuerpo de ataduras y convencionalismos históricos o morales, en la práctica muchos de sus autores potenciaron un tipo de alienación tan poderosa, tan cerebral, que la realidad misma terminó siendo un asunto irrelevante. Los poetas del posmodernismo -Foucault y Baudrillard, pero también Derrida o Lacan- son forjadores de nuevos grandes relatos que se impusieron por su poder de sugerencia, por sus habilidades para fundar nuevos mitos, repitiendo los patrones de dominación (relaciones centro-periferia) que supuestamente criticaban: un discurso articulado desde puntos privilegiados de las sociedades avanzadas, pero que buscaba proyección en escenarios globales.

Es cierto que las críticas y las refutaciones al posmodernismo han sido paralelas a su crecimiento -desde las advertencias del propio Frederic Jameson y el abierto rechazo de Jurgen Habermas, hasta su poco entusiasta calado en las pensadoras feministas o, ya en otro plano, el activismo cívico global de Noam Chomsky- pero lo que escasamente se ha señalado es que toda la producción intelectual de finales del siglo XX ha sido canalizada hacia la consolidación de un debate tan atractivo como interminable, cuya finalidad puede haber sido distraer o despolitizar a aquellos sectores aún renuentes a una seducción por el consumo. Si esto es meramente una hipótesis, al menos una prueba de la futilidad del debate sería el aún persistente uso del término moderno, en la vida cotidiana, para referirse a algo positivo, nuevo o recientemente elaborado, o aquellos ciudadanos que, de otra parte, reconociéndose en signos y prácticas posmodernas, difícilmente logran atisbar una definición del concepto.

Recordemos que en una apropiación típica del capitalismo, las universidades estadounidenses han tenido participación activa en este proceso. Centros de estudios como Cornell, Yale y Columbia acogieron a Paul De Man, Jacques Derrida y Gayatri Spivak, quienes contribuyeron a la metamorfosis del discurso posestructuralista y su posterior aplicación en el multiculturalismo, en búsqueda de un bálsamo para el contexto social estadounidense, en crisis desde los años sesenta. Logrando apaciguar a las minorías, manteniéndolas en compartimentos incomunicados, y además proporcionando identidades diferenciadas y rentables para el mercado, el remedio parecía contentar a todos. Ese atractivo fue rápidamente potenciado por los medios de comunicación, que a través de la música y el cine irradiaron los productos que la nueva sensibilidad proponía a nivel planetario. Y la potencia, y la legitimidad del discurso se seguía construyendo, con el invalorable apoyo de los intelectuales del Tercer Mundo, sin otra opción laboral que la Academia estadounidense, quienes finalmente se encargarían de propagar el discurso en sus zonas de influencia.

A pesar de gestos concretos, como la confrontación entre Derrida y Fukuyama -cuando la prédica neoliberal de este último no mostraba aún indicios de mala conciencia-, el error de los pensadores posestructuralistas y posmodernos consistió en no aplicar sus teorías a un debate económico. Se comprende esto quizá por su rechazo al pensamiento marxista, agotado ciertamente en sus versiones dogmáticas, ortodoxas y cómplices de regímenes asesinos, pero tampoco ninguno de ellos intuyó, quizá porque pese a todo mantenían una visión eurocéntrica, la relevancia que la globalización tendría para su propio discurso. Una mundialización de los mercados y de la cultura que, ante todo, es un fenómeno de naturaleza económica y geopolítica, y que fue clave en la difusión y la institucionalización de sus ideas.

Es decir, una vez que Margaret Thatcher y Ronald Reagan imponen al consumo como el paradigma que resuelve un largo periodo de crisis, el posmodernismo se convierte en la ansiada alternativa, multifacética pero única, puesta a disposición tanto de quienes cedían a la tentación de los nuevos mercados –y sus innovadores lenguajes o tecnologías- como para aquellos que anhelaban un reciclaje ideológico tras la caída del muro. Así se popularizaron objetos e ideas de variados tamaños y colores, globalizando términos -tecnología digital, worldwideweb, diversidad, mestizaje, diferencia, alternativo, desaparición de las fronteras nacionales, etc.- pero siempre adaptándolos a los propósitos de la economía de mercado.

Otra forma de corroborar el fin de, al menos, esta fase ´desideologizada´ del posmodernismo ha sido su propio éxito como corriente o movimiento. El desgaste es claro desde la observación de la banalización de sus problemáticas y rasgos estilísticos, también ya asimilados y transformados en retórica. Pese a que, prácticamente por su propia concepción antihistoricista y antijerárquica, quizá nunca sea posible establecer un canon o una antología de obras posmodernas internacionales, parece indudable que las manifestaciones más influyentes del posmodernismo, en lo que respecta a difusión y consumo, valores supremos que reconoce el mercado, son dos documentos textualmente importantes y estéticamente insufribles como Matrix y El código Da Vinci: la hiperrealidad y la deconstrucción al alcance del instinto de las mayorías; distopías y conspiraciones comprensibles en todos los idiomas y culturas del planeta. Tarkovski y Eco, desde esta perspectiva, habrían sido homenajeados y al mismo tiempo superados en buena ley.

Sin embargo, el aspecto más grave del colapso del posmodernismo es el desvanecimiento de aquellos conceptos que se proponían como una alternativa socialmente practicable en sustitución a la ética esencialista y a la noción de ciudadanía del proyecto ilustrado. La acción militar occidental en Oriente Medio comprueba que la diferencia ha sido efectivamente diferida hasta que lleguen tiempos mejores, que el Otro insiste en devolvernos una imagen brutal de nosotros mismos, y que la resistencia no surge con éxito siempre que se ejerce el poder, sobre todo en enfrentamientos desproporcionados. Es decir, el neoconservadurismo en Estados Unidos ha decretado el fin de la tolerancia, por lo que el lenguaje de la legalidad internacional ha quedado sin referentes, y no sólo se debe asumir la monstruosidad de los hechos, sino la interpretación tendenciosa de los mismos, mediante la manipulación informativa construida por los medios de comunicación. Quizá nunca la ausencia de verdad haya sido más palpable. Algo que excede las arenas artísticas o políticas: las iglesias protestantes del país continente organizan actualmente seminarios con títulos como “Deseando a Dios en los tiempos posmodernos”.

Paradójicamente, desde una orilla completamente distinta, el desfase entre textos e imágenes y la realidad sensible, experimentado en pocos años sucesivamente en Madrid, París, Bagdad o Beirut, se va haciendo intolerable, y es evidente que no sólo son síntomas de dolor psíquico, miedo a la precariedad laboral, estrés o alienación. Las nuevas tecnologías y su aplicación cotidiana mediante bitácoras de texto e imagen van creando un flujo de opiniones en el que se percibe el malestar y la indignación globales. Es un fenómeno incipiente pero crucial, pues ha dinamizado tremendamente la distribución, que sigue siendo la raíz de la desigualdad en las transacciones capitalistas. Por el momento, uno de los debates más urgentes es el que busca mantener el libre acceso y la independencia de estos medios de expresión e intercambio (v.g. las plataformas free software y creative commons). Así, mientras la posmodernidad como fenómeno social es cada vez más cotidiana, en el uso individual de las tecnologías y en la interconexión comunicativa que difumina las fronteras nacionales, el posmodernismo, como discurso distanciado, irónico o celebratorio, en el mejor de los casos, agoniza.

No obstante, el reconocer las carencias del discurso posmoderno, desde la actual coyuntura, no significa la refutación o la negación de sus contribuciones. El posmodernismo introdujo la sospecha, la curiosidad y el contraste de perspectivas y, sobre todo, masificó estos cuestionamientos, antes circunscritos a especialistas científicos o políticos. Ahora probablemente sea el momento de darle un sentido a estos planteamientos, quizá en la forma de un nuevo humanismo que supere imposturas e intereses inmemoriales, y tenga una auténtica proyección global, democrática y participativa.

En esta línea de acción, las aportaciones filosóficas de pensadores como Lyotard, Deleuze y Derrida podrán ser aún valiosas pero -al igual que con los productos artísticos y mediáticos surgidos en su espectro discursivo- tras haber sido sometidas a una urgente revisión (al fin y al cabo, el término nunca tuvo el consenso de sus protagonistas). Existe, todo parece indicar, la necesidad y el espacio para un acercamiento más contextual -que supere tanto la ansiedad de la pertenencia histórica como la prepotencia del mercado- en el que ideas y técnicas innovadoras logren aprovecharse en la apertura de una etapa en que sea posible el anhelo y la articulación de identidades múltiples, locales y transnacionales. Una vía que incluya tanto el goce y la realización individual como la elección de responsabilidades cívicas.

Martín Rodríguez-Gaona.

55 comentarios:

Anónimo dijo...

Veamos. Una pregunta que me hago a menudo, y que aprovecho para formular aquí a propósito de los últimos post del anterior debate. En este caso, ¿por qué Vicente Luis Mora ha de respetar la opinión de Juan Carlos Márquez? ¿Por qué Juan Carlos Márquez respeta asimismo la opinión de Vicente Luis Mora? ¿Resulta que si no respetas la opinión ajena, faltas necesariamente al respeto de quien sustenta dicha opinión? Si dos opiniones chocan entre sí, se contradicen, son opuestas, ¿a qué viene hablar de respeto? Una opinión no es una persona. Puedo entender que entre persona y opinión haya una delgada línea, fácil de traspasar. Pero no debería. Yo defiendo esta opinión que aquí expongo, pero no soy ni mucha menos esa opinión. No me ofenderé porque alguien venga con otra opinión en ristre distinta a la mía y la machaque con razonamientos, porque alguien venga y la discuta, la ponga en duda e, incluso, la ataque con otros argumentos. En cambio, si la opinión se respeta se entiende que se acata, aunque luego ocurra que no se comparte. Demasiada corrección para mi gusto. A fin de cuentas, una opinión no es más que un juicio, un juicio que se forma de algo cuestionable. Opino que mientras se respete a la persona que sostenga esa opinión, una opinión que, por ser discutible, lógicamente acabará encarándose con otra, seguiremos cumpliendo igualmente con las reglas del juego.

Vicente Luis Mora dijo...

Quizá tenías que haber colgado este comentario en su sitio natural (el anterior post, donde Juan Carlos Márquez da su opinión y luego yo la mía), pero es lo mismo: se puede respetar la opinión y rebatirla, o discutirla; justo es lo que he hecho a continuación de la afirmación de Márquez. Pues claro que se puede discutir, hombre, aquí no hacemos otra cosa.

Anónimo dijo...

En eso de la educación de los valores se menciona el respeto como si "respeto" fuera árbol de paisaje compartido.

¿Respeto a?
¿Definición de respeto?
¿No es más fácil respetable?
Las ideas, opiniones, puntos de vista ¿son respetables? No. Son para eso, para debatirlas.

¿Quién se atreve a ser la autoridad que dicte qué es el respeto y qué una falta del mismo? ¿Permitirá que se le cuestione? Espero porque sino ya me veo fuera o dentro (respetuoso-irrespetuoso) según lo que diga. ¿Respeto a la autoridad? ¿Cuál? La que considera que la cosa está en ver lo mismo o en no joder sus planes. Ah, vale. Educando los mismos valores perdidos. Si es necesario perderlos 2 veces para darse cuenta de a dónde llevan a la larga, pos dale.

Necesitaremos, supongo, también vida extraterrestre. Descubierta Nuevos Mundos. Conquista. Colonialismo. Imprescindible.

Mis respetos a los pies de su señora (soy fetichista)

Saludos

Juan Carlos Márquez dijo...

Vicente Luis Mora no "ha de respetar" mi opinión y viceversa, ambos lo hacemos, porque nos place así, porque participamos del debate civilizado: de los acuerdos y los desacuerdos. Yo visito esta página porque me interesan los debates que se suscitan y me parece un lugar muy bien acondicionado de encuentro para escritores y aficionados a la crítica y a la literatura en general. Lo que no entiendo ni entenderé nunca es por qué quienes parecen detestarla pierden su tiempo aquí y se dedican a tocar las pelotas al personal. Uno no va todos los días a un restaurante donde la comida le parece una bazofia, a no ser que le guste la bazofia.

Vicente Luis Mora dijo...

Buena, observación, Juan Carlos. Pero es que la gente es muy masoquista...

Anónimo dijo...

Seguramente es porque enfadarse libera endorfinas o algo parecido, y muchos gustan de solazarse con semejante cosquilleo químico en el cerebro (ya sé que nadie me ha dado vela en este entierro, no se tomen en serio lo anterior)

Respecto a la posmodernidad, su desaparición seguramente haga posible replantear lecturas de Foucault o Deleuze que nos los conviertan en "poetas de la posmodernidad", y así podremos ver lo que efectivamente plantearon. Hay sin duda consecuencias incómodas de las filosofías de la diferencia, que se hayan convertido (habría que ver hasta qué punto y en qué aspectos, y cómo) en la ideología dominante. En un anuncio -creo que de coches- se podía leer el slogan "feel the diference".

Así que hay que afrontar una situación en la cual discursos de resistencia se han acomodado perfectamente en la lógica del consumismo y, mediante su uso esteticista, se han vuelto compatibles con la ideología neoliberal.

Pero la necesidad de politizar la economía (si la hay) de denunciar la falsa neutralidad del discurso económico (la econonomía es la más moral de las ciencias, decía el viejo Marx) no debe llevar a una reacción que simplemente declare nefastos a todos los pensadores que se etiquetan con el nombre "posmodernidad". Descalificar a los Deleuze, Foucault, Barthes, Derrida, Lacan, etc, acusándoles de "neoconservadores", al estilo Habermas, es hurtar la dificultad de la situación y eludir la comprensión de esos autores (además que son muy diferentes, Deleuze habla un lenguaje incompatible -por suerte- con Derrida).

Se abre, pues, un período de recepción del pensamiento de estos autores más sosegado, alejado ya de la infértil y eterna polémica modernidad/posmodernidad.

Más que una tesis que yo "sostenga", esto que he dicho no es más que una vaga sensación, que tendré que ir perfilando.

Gran blog, Vicente, acabo de descubrirlo y de descubrir tu existencia, por lo que aún no he podido leerte, pero sin duda lo haré. Saludos

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias a ti, Sr. S. Qué alegría cuando llegan personas con ganas de sumar, y no de restar. Justificáis la existencia del blog. Un cordial abrazo.

Anónimo dijo...

Lo que Juan Carlos Márquez no entiende ni entenderá nunca es por qué quienes parecen detestarla (esta página) pierden su tiempo aquí y se dedican a tocar las pelotas al personal. De lo que se deduce que una mera opinión de uno que, según él, parece que detesta esta página, le ha tocado las pelotas. Más aún, cuando a renglón seguido, esta observación encuentra el beneplácito de Vicente Luis Mora, para quien, por lo visto, la gente es muy masoquista. Demasiadas conclusiones, ¿no os parece? para alguien que gusta de pasar casualmente por aquí, cuando el trabajo se lo permite, para leer los debates que se dan en este blog, en ocasiones con sumo interés, y a quien por lo demás le gustaría participar más a menudo si tuviera recursos para armar un argumento propio sobre crítica, literatura y posmodernidad. Visto lo visto, a partir de ahora, lo demás volverá a ser silencio. Saludos. (PD. Vicente, traté de colgar el comentario sobre la opinión y el respeto en el anterior post, pero fue en vano).

Vicente Luis Mora dijo...

Estimado Uno-que-pasa, extraes conclusiones algo aceleradas. Juan Carlos responderá sobre a quién iban dirigidas sus quejas, desde luego tú no eras el destinatario de las mías, sino otras personas. Allá tú si quieres darte por aludido, o si quieres regresar al silencio, como dices. Pero yo no seré el culpable, porque nada he dicho contra ti. Si sigues el blog desde hace algún tiempo, sabrás a quien o quienes podía referirme. Saludos.

Vicente Luis Mora dijo...

P.D. a Uno que pasa...: es cierto, a veces, raras veces, el sistema se atasca, y el comentario se pierde. Te recomiendo, antes de darle a "Publicar comentario", copiar el texto escrito, por si acaso. Si no vuelves al silencio, claro. Saludos.

Juan Carlos Márquez dijo...

Yo paso de explicarme. Eso es lo bueno de no ser el anfitrión, que no tiene porque charlar uno con todos los invitados y mucho menos darles explicaciones.

Anónimo dijo...

uno que pasa casualmente por aquí, permite un detalle, Juan Carlos Márquez quienes parecen detestarla pierden su tiempo aquí y se dedican a tocar las pelotas al personal.

A no ser que personal sea argot privado entre vosotros (boxeo de underground) no encuentro tu nombre. Es más, Juan Carlos habla por él a pesar de la tercera persona.

Eres responsable de tus decisiones.

Ocurre que a tu pregunta:¿por qué Vicente Luis Mora ha de respetar la opinión de Juan Carlos Márquez? ¿Por qué Juan Carlos Márquez respeta asimismo la opinión de Vicente Luis Mora?

Respondes:
Yo defiendo esta opinión que aquí expongo, pero no soy ni mucha menos esa opinión.

Parece entenderse (no es fácil escribir, un punto en común con todos, incluso con los que acusan de no saber escribir (cómo si fuera fácil), si es que es acusación. Si lo es, affirmanti incumbit probatio es lo que toca. ¿Qué más podría ser?) la poca utilidad del insulto por una opinión contraria.

No soy esa opinión, la defiendo pero nada más. No me ataques. Por eso pudieron respetarse, encontrar puntos de contacto, voluntad de entenderse, JCM i VLM

Pero si la opinión se respeta se entiende que se acata

Aquí lo interpreto de otra manera.
Si las posturas son contrarias, a destrozarse. Dadme que no soy la opinión que expongo. No pasa nada mientras se respete a la persona con tal de destrozar el argumento. Imponer una verdad sobre la otra, hasta que se imponga otra vez el más fuerte.

¿Por qué se respetan VLM y JCM? Son dos posturas contrarias. Que se destrocen. No pueden coexistir.

Entonces, sí, se acabaría la pluralidad. ¿Destrozar el argumento del otro para que gane mi equipo?, no sé, ¿dan minipuntos?
Entonces no obstante, el reconocer las carencias del discurso posmoderno, desde la actual coyuntura, no significa la refutación o la negación de sus contribuciones. El posmodernismo introdujo la sospecha, la curiosidad y el contraste de perspectivas y, sobre todo, masificó estos cuestionamientos, antes circunscritos a especialistas científicos o políticos.

Además. Mi ningún equipo. Mi solo.

Si he interpretado bien, no iba dirigido a ti y, en mi opinión no va de eso. Nada impide un hilo o un post, como Vicente prefiera, sobre
los debates. Lo tengo claro: no es lo que recibe el mismo nombre en el congreso o allí dónde participa el conde Lecoq

---
El regalo "no sabes escribir", si es insulto, desvelado rasgos del insultante.
¿Examino esquizofrenia como insulto?

¡Vaya regalos! por mi se los queden, no los necesito.
---

Ante el poco esfuerzo. No mencionaré autores. Sus textos en cursiva, evidenciando su función de incorporación (¿momentánea?)

Para [guayo] evitar no sé qué de capillitas nombrando para ser modernos. Esto lo he soñado. Seguro, sería una tontería por parte de alguien capaz de buscar a Forrest Gump, sólo para decirle "Eres tonto porque haces tonterías" y regresar corriendo. (Con razón: tonto es el que hace tonterías ¿verdad mamá? Acaban de hacer una)

Pues, a menos que sepamos para qué era una cosa y qué se esperaba que comunicase, carecemos de base para el juicio artístico, el cual consiste en saber en qué medida la cosa en cuestión fue hecha bien y fielmente, y no es, ciertamente, una cuestión de gusto, a menos
que nuestro gusto haya sido educado en el campo poco familiar hasta que hayamos aprendido a que nos guste lo que conocemos más bien que a conocer lo que nos gusta. Todo estudio «objetivo» y que no compromete a nada, ya sea del arte o de la naturaleza, empieza y
termina con la ignorancia; el conocimiento sólo sustituye a la observación cuando hay conformidad del conocedor y lo conocido, sin distinción, en un único acto de ser. Al igual que al artista se le exige en primer lugar que sea lo que ha de representar (y Dante coincide aquí literalmente con las prescripciones indias y chinas), también el espectador, a su vez, sólo puede conocer lo que se ha representado cuando se convierte él mismo en el tema de la obra, y ve que ésta lo expresa a él mismo.

Anónimo dijo...

Volvamos al debate posmoderno, que es lo interesante.

Me ha encantado el texto. Yo también creo que la posmodernidad está superada (o debería estarlo pues el mundo ha cambiado mucho desde el 11-S). Pero podría sacar algunas conclusiones descabelladas (siempre interesantes para la discusión).

¿Podríamos decir que la posmodernidad ha llevado a una estética imperial dirigida por el mercado, a un nuevo clasicismo de signo económico?

¿Es esto producto del fin de la Guerra Fría y la victoria liberal?

¿Qué opinan? (espero los palos)

sísifo k. dijo...

Querido Uno que Pasaba por Aquí,

No te rayes, tío. Eres valioso para el blog. O al menos lo eres para mí como lector del blog.

Cada quien tiene sus razones.
Vicente tiene las suyas, JCM tiene las suyas... Que no se insulten es lo mínimo que cabe esperar de gente civilizada. Yo hubiese deseado una discusión mucho más compleja, acalorada y expensa, peeeeeeeero.... como no estamos en reyes...
No creo que JCM ni VLM hablasen de ti (aunque siempre es preferible etiquetar los “regalitos”. Evita confusiones ;) ).
Tus razones para estar en el blog me resultan specialmnt cercanas. No soy obrero, pero curro bajo el sol. Sé lo complejo que es mantener vivo tu propio plan pa dominá la’galasia cuando los músculos queman y los ojos traen tierra a casa. Te queda, claro, la lectura silenciosa, pero nos construimos dialógicamente, el acto de la recepción enriquece siempre menos en soledad, que secundado por el ejercicio de "armar" una réplica.

Por cierto, no es necesario ser la wikipedia para discutir. En los discursos ajenos suele estar todo el material necesario. Por eso es importante leer bien los discursos en vez de hacer muestrario de citas y/o/u opiniones.
(Hay un poema de David Leo García (menudo pibe) sobre eso (la opinión) que me encanta. Voy a ver si lo encuentro.)

P.D. ¿cabe la posibilidad de que yo me haya bajado alguna vez un poemario tuyo del emule?

sísifo k. dijo...

querid@ _-_

(¡arg%&@! Cómo odio tu nick :D)

Me ha gustado mucho esa cursiva. (he estado a punto de preguntar quién era “guayo” pero después del café ha regresado la luz)

Analiza esquizofrénico como insulto, porfa. Tengo curiosité.
[La verdad s que a mí me ha resultado un delicioso colofón del “ejercicio” (aunq me da un poco d pena dsd la prspctiva personal), del mismo modo que el “esquizofrénico, no sabes escribir” fue una deliciosa invitación.:D ]


Y a todo esto, Martín Rdguez Gaona debe estar bastante disgustado por nuestra falta de interés. Quién trincha primero el post-pavo? Yo estoy perezoso...

P.D. Mí ningún equipo tampoco. Mí solo también. :D (lo voy a incluir en mi citario personalísimo si me lo permites)

sísifo k. dijo...

Lo he encontrado en otro blog:

http://antonioasencio.blogspot.com/2006/10/david-leo-garca-urbi-et-orbi.html


CUANDO OPINO

Soy ciudadano, voto y me perfumo,
pienso, devoro el pienso mortecino
y la alfalfa forzada. Cuando opino
de entre mis labios sale un triste humo.

Siempre entre mis congéneres mesumo
y en colmenas de plástico me hacino,
ansioso de insultar a algún vecino
si en mi vacía ocupación me abrumo.

Éste es mi oficio: masticar mi sombra,
arderme en ese juego del conjunto,
vestir el polvo del gentío zafio.

Descalzo voy, pero sobre una alfombra
roja y mullida. Sólo me pregunto
que es lo que han de grabar en mi epitafio.


P.D. (

sísifo k. dijo...

querido Carlos Gámez
(Ers Carlos VG tb?)

Podrías ampliar un poco tus preguntas? Creo haberlas entendido pero me gustaría verlas un poco ampliadas para observar mejor desde qué perspectiva usas el término postmodernidad.

un saludo

sísifo k. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
sísifo k. dijo...

ok, :)

sísifo k. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

El post me ha hecho reflexionar. Si cambiamos el término 'posmodernidad' por 'barroco' me parece plantarme en pleno siglo XVII. ¿Será una época propicia para otro Siglo de Oro?

Anónimo dijo...

Hola Sísifo, no es importante lo que te voy a decir, pero pareces la voz inguinal de este blog... Sabes cuándo escribí más y cuándo menos, cuándo tomé el ave y cuándo el tren de cercanías. Me estás sisifeando, y no quiero.

Toto

Anónimo dijo...

Intento aclarar un poco mi apreciación anterior.
No estoy de acuerdo en que la posmodernidad se haya superado, sino que pienso que todavía no nos hemos acostumbrado a ella. Se sigue valorando la producción artística y literaria siguiendo los mismos principios estéticos de siempre, tal y como sucedió en el barroco, sin tener en cuenta el enorme potencial que el cambio de mentalidad puede provocar - digo puede, no me parece que lo haya hecho todavía- en la producción artística y, sobretodo, en su recepción por parte del consumidor. Creo que la posmodernidad tiene mucho que ofrecer todavía. Falta ver si se sabrán aprovechar las oportunidades que ofrece.

José A. Sáinz dijo...

Creo que la posmodernidad continúa en nuestra cultura, pero de “otro modo”. Tras la exaltación y el éxtasis en su propia imagen (como un niño que se descubre por primera vez en el espejo) durante las últimas décadas del pasado siglo, ahora se ha convertido en una actitud que duerme debajo de la primera capa de nuestra piel. El discurso envarado, trascendente, resulta irrisorio más que anacrónico. La ironía, el distanciamiento (tantas veces intentado en las corrientes literarias del siglo XX), la conciencia permanente de lo que uno se trae entre manos, está todo ello presente en todas nuestras obras. Hemos heredado el escepticismo posmoderno y lo hemos incorporado al proyecto de la Modernidad. Al menos en cuanto al arte se refiere. La sociedad, lo que se denomina de una forma general y compleja “cultura”, va por otro lado. Por muy permeable que sea la cultura al arte, nunca han sido dos imágenes cuyo perfil coincida. Es una confusión muy corriente. El código da Vinci puede considerarse un producto perfecto desde el punto de vista industrial, comercial, “cultural”, pero nunca artístico. Se apoya sobre los presupuestos de la cultura posindustrial, no del arte posmoderno, del arte, con sus peculiares evoluciones temporales. Quizá la primera obra posmoderna fue El Quijote. Me parece un buen referente: la modernidad y la posmodernidad nacen a la vez y en la misma obra.

Anónimo dijo...

¿Carlos Gámez? No. Yo es un otro.
Ya me detendré por aquí si saco algo de tiempo.

Anónimo dijo...

Sobre "El Código da Vinci" (cine) en su comparación con "El nombre de la rosa" (novela):

El posmodernismo quiebra las jerarquías artísticas: el arte es eso envarado y trascendente que parece hoy imposible o impracticable. Todo es texto, y con suerte, documento. La película en cuestión es un texto y un documento más rico que la novela, simplemente porque nos permite analizar mejor la era democrática en la que estamos inmersos y que que tanto le revienta a alguien como Harold Bloom.

En cuanto a un hito de la génesis del posmodernismo, estamos de acuerdo en que podría ser "El Quijote": el de Pierre Menard, por supuesto. Pero también podríamos mencionar a los diálogos platónicos apócrifos o al Romancero. Esa libertad de crear cada quien una genealogía es parte de lo divertido y lo peligroso de este juego.

Y un pequeño homenaje a un amigo con el que hablaba de estos temas en la época pre internet: posmodernidad y posmodernismo no son la misma cosa. La posmodernidad está en las ciudades globalizadas y en la pantalla del ordenador, en la calle y en este foro. El posmodernismo de fórmulas retóricas, el de la ironía, el sentido lúdico y la esquizofrenía discursiva quizá ya esté agotado, al menos en su perfil adánico, lo que puede comprobarse, efectivamente, en su trivialización en los spots publicitarios.

Javier Abdel-Malek dijo...

No me parece que la gran discusión de estos comentarios esté muy alejada de las cuestiones posmodernas. Es más, yo diría que es perfecta.
Creo que las chispas que encendieron el fuego de la posmodernidad las encontramos primero en Nietzsche y después en la caída del muro de Berlín. Nietzsche como destructor de la historia de la dialéctica (1900), el muro como símbolo del comienzo de la globalización (1988). A partir de aquí el fuego ha sido abrasador.
Y encuentro la discusión sobre el respeto muy nietzscheana, y por tanto, también muy deleuziana. Las ideas luchan para vencer. Gana una. Damos un paso en la evolución metafísica. Así ha sido hasta Nietzsche. A partir de él ha sido diferente. Las ideas luchan. No gana ninguna. Todas se integran. Y aunque el alemán tenía malas pulgas, no debemos confundirnos: es él quien funda esta especie de respeto en el ring. A muerte, pero aprendiendo de las hostias que nos dan, disfrutándolas en parte, integrándolas como nuestras. Por tanto, el respeto no son modales, no es civismo. Es que Hegel ha muerto. El respeto, paradójicamente, es posmoderno. No es sino la constatación de que no existe la esencia de nada. Lo único que existe es la vida, la diferencia.

Anónimo dijo...

Yo creo que una de las problemáticas en que estamos inmersos ahora mismo es la insostenibilidad de una actitud descomprometida políticamente. No me refiero a que el arte deba ser social e impartir lecciones de moral. Comprometidos en cuanto ciudadanos. Y ello por acontecimientos como el 11-S (que dibujan un nuevo escenario geopolítico), o el cambio climático, por ejemplo.

De ahí que cuando se asocia la posmodernidad a la indiferencia respecto al espacio público y a un relativismo moral incapaz de establecer valores más allá de la autocreación artística del yo y demás, se diga que está superada. Habría, no obstante, que cuestionar esa asociación un tanto simplista.

Otro tema interesante sería la cuestión del sujeto, que según Badiou es el campo de batalla de toda la filosofía francesa de la última parte del siglo XX. Una enorme discusión sobre Descartes, donde se lleva a cabo la destrucción del sujeto metafísico y las concepciones esencialistas de la realidad. Una gran aventura filosófica que, sin embargo, hoy, se enfrenta a nuevos retos.

Algunos pensadores, entonces, creen necesaria la configuración de un sujeto ético-político, digamos más sólido, dado que, desde esta perspectiva, la subjetividad posmoderna, cambiante, plástica, en permanente proceso de diferenciación, etc, es incapaz de ofrecer resistencia y está muy bien integrada en la lógica del capitalismo de consumo (si no, peor, es su producto). Esta perspectiva, si no me equivoco mucho, sería la de Zizek o la del propio Badiou.

Pero la superación de la posmodernidad (acabo ya) puede ser inclusiva en muchos aspectos. No se trata de volver a un mundo de esencias, identidades sustanciales, desechar la ontología del acontecimiento, etc.

Anónimo dijo...

En realidad, señor S, antes de entrar a esa problemática que apunta de la insostenibilidad de una actitud descomprometida, habría que abordar la sostenibilidad de una actitud comprometida. La academia posmodernista no sabe qué hacer con el Chomsky político, por ejemplo. Todo movimiento cultural no irónico hacia una democratización del discurso sociopolítico es conflictivo.

Para Martín Rodríguez Gaona: me ha encantado e iluminado este artículo. Ni lo digo por decir ni por hacer la pelota.

Anónimo dijo...

No creo en la disociación tradicional arte-cultura-sociedad, como mínimo ya no. Y me parece que una de las aportaciones fundamentales de la posmodernidad -o posmodernismo - radica fundamentalmente ahí, en el enfoque. De hecho también tiene - o debería tener- una aplicación retrospectiva. Los movimientos culturales nunca han sido uniformes ni generales, aunque así se haya tendido a considerarlos, básicamente para simplificar.

Anónimo dijo...

Claro, habría que abordar las formas del compromiso político. Chomsky, en el debate que mantuvo con Foucault, apela a nociones esencialistas, "naturaleza humana", "justicia", y para Foucault no es posible oponer una "justicia en sí" a unos supuestos dominadores perversos, que no se sabe ni dónde están.

El poder no es un concepto jurídico, institucional, no pertenece a la "superestructura"; la relaciones de poder atraviesan todo el cuerpo social y constituyen al sujeto.

Entonces la cuestión es el cuidado de sí mismo, sin que esto signifique egoísmo, pues el "alma", real e incorpórea, no es una sustancia, sino, por decirlo a lo Marx, el conjunto de sus relaciones sociales.

La pregunta es cómo existir en cuanto individuos en los ámbitos en que surgen relaciones de dominio, de explotación, etc.

Chomsky no tiene razón al decir que Foucault es poco menos que un monstruo sin moral. Nada de eso, el gran tema de su filosofía es el sujeto, el individuo en su dimensión ética y práctica. Sólo que la moral esencialista de Chomsky choca con la de Foucault

Anónimo dijo...

¿Cómo se reconoce una muerte antes de que suceda? Quizás después de haber visto la misma muerte montones de veces.

Si dejamos estar la historia como tiempo lineal (de la creación - pausa para[guayo ;) ] las palomitas cuando la encarnación - al fin) y la tomamos en circular, este tipo de muerte, montón de veces antes.

Si algo ha de salir, opino (no es la palabra exacta pero bueno) no vaya a morirse de nuevo.

¿Cuáles son los rasgos de este tipo de muerte? En eso estamos o cómo diría el modelo estamos trabajando en ellou

Pienso (tampoco es la palabra) muchas de las verdades que el modelo emana llevan a esa muerte: verdades únicas, bien/mal, uso del miedo, el invento de una conspiración que no detectaron en su momento (de profesión: político), ¿qué pinta la iglesia o qué pinta una sola?

Estos rasgos los hemos visto.
No los definiría, acabarían por perder significado. Los bautizamos sin definir y a evitarlo.

No sé cuántos de acuerdo con lo mismo, casi mismas palabras. Palabras significan. O les han dado el significado o las palabras.

Es como salir de la escuela para seguir en ella. Escuela que llama "educar" a "socializar"

Eso a lo que hemos puesto nombre y no hemos definido, lo hemos visto antes, en un sistema ""socialista"", en otro, en otro

Si sale algo , estaría bien que no pudiera acabar

Tampoco, me parece, puede ser un paraíso, no se puede prometer eso, ni condiciones chupi para todos, la fin del hambre y tal.

Cierto lo de los anuncios.
Y el público al que se dirigen estos anuncios. Qué productos. Qué tono. Ya no es criminal seguir en casa con 34, el banco te da crédito para que "vivas" y a Richard Clayderman en su piano XD

Se populariza banalizando. En plan circular también se ha visto.
Teosofía con lo religioso y publicidad Nueva Era
Jesusito y publicidad Benedicto
Filosofía y publicidad del no saber

Recuperar el habla. Arte es una ayuda. El nombre se refiere a la cosa (la de los 4 fantásticos) pero no la es y la cosa (la de los 4 fantásticos) a la que nos referimos la vemos en el coco. Nos ayudamos para hablar de ésta, la del coco, no se puede, me parece, afirmar una verdad de descripción.

Si algo sale, no sería bueno que fuera una verdad de este tipo. A su lado se opondría otra. Luego se sumarían defensas de ambas. Durante siglos. Y la cosa, mientras,la de los 4 Fantásticos, siglos ya que la palmó. Hablando sobre la cosa, discutiendo quién la conoce, la tiene, la ha visto mejor y lo que se parecería más sería el polvo. Polvo por la erosión de tantos dientes [dientes que es lo ] que jode a las palabras.

La ciencia, el rigor científico para tomarse en serio lo que ha ignorado: los movimientos entre significados, la efectiva relación arte/sabiduría/religión/ética/conocimiento
No es desconocida, parece no se la han tomado en serio ni A (iglesia como entidad) ni B (academia)
O no se ha desarrollado. Se ha preferido insistir en otra relación coherente, vale

Si uno practica con rigor científico , responsabilidad individual, de lo único que es uno realmente responsable (la representación del mundo en su coco) , cualquier do, por ejemplo el ken-do tiene su propia comprensión del zen, del Una palabra muy muy antigua que no se ha gastado, se comprende sin ser definida, siendo practicada, que es una actitud ética, sagrada relacionada con el sufrimiento (no con su desaparición. Eso no puede prometerse)

El lenguaje, las palabras banalizadas por muchas muchas partes, desde hace mucho
Muchas sobran: culpa, Verdad
Habría que hacer limpieza. ¿Qué palabras? ¿Qé sentidos sobran? ¿Cómo recuperar el original? [Ramoncín es lo que busca cuando cobra, creo. El retorno al original mediante lo económico. Puede que sí. El original lo hizo sólo para eso. ¿Cuánto cree que vale? Aún se le ocurra decir que "mis obras no tienen precio"

[Pongo comillas para indicar que se puede entender de muchas maneras siendo un ejemplo de esquizofrenia para el amigo sísifo:

-mal uso, pérdida significado, ¿por qué? ¿para qué? usa una frase hecha que no corresponde (representa que cobra por el precio de su obra, vale, ¿cuánto pides? te la compro y tate quieto ya) No digas nada. üsala cuándo lo pienses, cuando lo veas, cuando lo sientas, cuando litros de alcohol corran por tus venas, digo yo]


Me pauso XDD

Sí, sísifo, claro, sin problema, para tu citario. Me parece que seguiré sin citar, no-citario es como se pronuncia _-_
_-_ se ha pronunciado.
Se pronunció.
Se ha pronunciado antes muchas veces, se va reconociendo
Reconociendo también esto no, esto sí (curioso el regreso de la presencia Chimo Bayo)

Saludos

Anónimo dijo...

Hola a todos,

Aunque supongo que resulta más sencillo y cómodo hablar de la "posmodernidad" así, a mogollón, creo que el defecto capital de este debate (como de casi cualquier debate al que uno ha asistido) es la absoluta falta de concreción.Intentaré ser yo claro, concreto y breve.

- Aquí (en el artículo de Rodríguez Gaona y en los comentarios) se habla de la "posmodernidad" como si todo el mundo supiera qué es. Yo he leído a algunos filósofos llamados "posmodernos" y confieso que no tengo una idea clara de qué cosa pueda ser la posmodernidad. Creo también que aquí no se ha hecho un intento por definir sus coordenadas fundamentales. ¿O es que soy yo el único que no se ha coscado?

- Dicho esto: aquí se aborda la "posmodernidad" en sus implicaciones: políticas, morales, estéticas, económicas, etc. Pero también se habla de ellas, creo, como si todos supiéramos ya cuáles han sido esas consecuancias, sin explicar en qué han consistido exactamente. O es que soy yo el que no sabe cuáles son.

- ¿No sería más útil clarificar cuáles han sido las consecuencias que ha tenido el pensamiento posmoderno (?) en -por ejemplo- la moral? Una vez clarificado este asunto, quizá deberíamos justificar (con argumentos claros y distintos) si consideramos esas consecuencias benéficas o perniciosas y en qué grado lo son.

- Una vez justificado esto, podríamos cometer la ingenuidad de plantear alternativas más felices ante los efectos perniciosos de ese pensamiento posmoderno (?).

Si les soy sincero, tanto el artículo de Rodríguez Gaona como -sobre todo- la mayoría de los comentarios que aquí leo me transmiten la impresión de que se hace un uso indiscriminado de términos que no se explican y que se manajan "argumentos" que no se justifican.

No es que escriba esto con la intención de restar. Ni mucho menos. Confieso sinceramente que no me entero de nada y me gustaría enterarme un poco para así poder participar en el debate.

Simplificando:

- ¿En qué consiste, a grandes rasgos, la posmodernidad?

- ¿Cuáles han sido sus implicaciones políticas, morales, estéticas, económicas, etc.?

- ¿Qué valoración nos merecen estas implicaciones y por qué nos merecen esa valoración?

- Ante las consecuencias negativas de la "posmodernidad", ¿podemos imaginar alternativas más felices?

- Ante las consecuencias positivas, ¿podemos imaginar formas de potenciarlas?

Esta propuesta puede parecer tediosa; pero, sin aclarar nada, el debate es tan inteligible -me temo- como una disquisición sobre el sexo de los ángeles o el color de alma.

Un saludo cordial y gracias de antemano.

Anónimo dijo...

A petición de sísifo (no soy ese carlos que dices) y observando la deriva del debate especifico un poco más (perdón por la tardanza en contestar, trabajo y problemas técnicos).

Yo también creo que posmodernidad es un término demasiado generalista. Presentaré esbozos, no visiones generales (no citaré, no tengo tiempo).

Mis descabelladas afirmaciones nacían de dos puntos:

1) El debate del concepto de progreso en el seno de la posmodernidad que llevó a afirmar que el futuro, pese a los avances técnicos, podía ser la misma mierda (ciberpunk) o incluso algo peor (steampunk). Podemos decir que algunos pensadores posmodernos no creían que existiera ningún progreso moral de la humanidad.

2) La preocupación de los artistas norteamericanos/comunistas posteriores a la II Guerra Mundial de llegar al público/pueblo: ruptura con las vanguardias artísticas y no elitización de la cultura, cultura pop + mercado/cultura popular (comunista), democratización del arte/el arte al servicio de la dictadura del proletariado.

Con la victoria final del liberalismo se impone la visión de la cultura de masas como cultura de consumo. Ahí es donde afirma Rodríguez Gaona que los grandes productos culturales de las últimas décadas son matrix y el código. Y esto es un problema, porque Shakespeare tuvo un gran éxito de público, y era profundo, como el Quijote. Pero no matrix o el código, que son demasiado simplistas. Y con la negación de la idea de progreso parece que el sistema este inmóvil, que no haya futuro (recordáis el punk). Creo que leí de alguien en este blog que ahora tenemos la sensación de vivir un eterno presente. Por ahí iría la idea de imperio del consumo. Por ahí y por la homogeneización cultural en occidente (otra vez matrix y el código). Aunque es lógico, el mercado ganó la guerra fría.

Sin embargo, creo que el verdadero producto cultural de la última década son The Simpsons. Gustan a todo el mundo, tienen muchos niveles de compresión, son divertidos, guiones inteligentes (no siempre), plasman al hombre occidentakl. Pero son dibujos animados (cultura pop, alta (Fdez Porta) ). Y literariamente, los best sellers no están tan mal en USA (Las correcciones de Franzen lo fueron, y Eggers. Ya Capote lo hizo en su tiempo). O en el Japón de Murakami. El problema lo veo en Europa, donde el best seller debe ser malo a rabiar, y la separación entre público y élites culturales es grande.

No me enrollo más, saludos.

Anónimo dijo...

Estoy completamente de acuerdo contigo, francisco. Me parece que cada cual tiene su propia definición de posmodernidad. Se suele mezclar a Barthes, Foucault i Deleuze con Lyotard, Baudrillard, Bataille... Yo personalmente creo que no comparten demasiado. Naturalmente que los posteriores siempre heredan o incorporan postulados de los anteriores, no podría ser de otra manera, pero creo que estamos hablando de cosas, o más que cosas conceptos diferentes. ¿Dónde empieza para unos la modernidad y dónde acaba para otros? O mejor aún, ¿no es más lógico pensar que nada empieza ni acaba, sino que evoluciona, se adapta, se modifica a medida que se comprueba el grado de acierto o de error de las hipótesis filosóficas en la sociedad? Démosle un poco de tiempo al tiempo.

Anónimo dijo...

Sólo un pequeño inciso para intentar ilustrar alguna de mis afirmaciones. Se ha nombrado a la publicidad como ejemplo de banalización de la cultura. _-_ (¿lo he dicho bien?) ha matizado con acierto el comentario. Y automáticamente me he acordado de los carteles publicitarios modernistas. ¿Alguien se atrevería a afirmar hoy que no son arte, cuando han sido objeto de mil exposiciones en diversos museos?
Otra cuestión es la de la calidad, aplicable a todos los ámbitos de expresión artística y cultural, como bien señala c. gámez, más peliaguda que la del concepto.

Anónimo dijo...

Bueno, más que banalización yo diría que la publicidad usa la estética para mover al espectador a comprar. No es que se banalice el arte, es que no se trata de arte sino de puro esteticismo.

Rasgos posmodernos de estas estrategias o prácticas publicitarias quizá sean la desvinculación total de la descripcción del producto y la imagen que se ofrece, por ejemplo.

Pero no se le niega valor estético, al contrario, en eso basan su eficacia.

Quizá podamos considerar como arte carteles publicitarios antiguos precisamente porque ya no están cumpliendo una función publicitaria.

Valor estético y arte no son lo mismo, y aquí nos adentramos en la peliaguda tarea de definir el arte, tan peliaguda o más que la de definir la posmodernidad. ¿Es el criterio institucional suficiente, es arte lo que la institución arte dice que es arte? no sé...

Claro que además las prácticas artísticas, de ocio o de entretenimiento, están mezcladas e integradas en procesos económicos que mueven mucho dinero, así que parece que el arte ha perdido su lugar privilegiado de "autenticidad" frente a la lógica del capital... muy complejo

Anónimo dijo...

Bueno, tú te referías a la publicidad como banalización de la cultura, y yo lo circunscribí al arte. Cultura es más abarcador. Pero creo que sí, efectivamente la publicidad banaliza ciertas conceptos posmodernos, como el de la "diferencia". Si un anuncio de coches de te dice "siente la diferencia", uno no puede sino extrañarse, ¿coches producidos en serie, objetos funcionales, que no obstante son asociados en el nivel icónico a propiedades maravillosas y culturalmente relevantes, como la belleza, la libertad, etc? Ya no dicen "un coche para todos" dicen "este coche único es para ti, que eres único, diferente" y en realidad el consumo es más homogeinizador (lo siento por usar este horroroso término) que nada.

Vicente Luis Mora dijo...

Por si aporta algo, cuelgo este artículo que aparecerá mañana en el diario Córdoba:

Nuevas formas artísticas

Desde el siglo pasado, asistimos a una revolución en el arte de entender a las relaciones entre la literatura y la imagen, hasta entonces tiranizadas por el adagio “ut pictura poesis”, proveniente de la época romana. Desde la poesía de Mallarmé a finales del XIX, pasando –ya en el XX– por la revolución de las vanguardias históricas que supusieron un cambio total en el modo de concebir el “espacio” literario, y hasta las innovaciones creadas por la poesía visual, ya casi puramente plástica de un Joan Brossa a un Chema Madoz, la confusión de límites entre la poesía y el arte ha llegado a una casi total indistinguibilidad.

Como decía el poeta René Char, refiriéndose a la pasada centuria, “este siglo zanjó la existencia de nuestros dos espacios inmemoriales: el primero, el espacio íntimo donde jugaban nuestra imaginación y nuestros sentimientos; el segundo, el espacio circular, el del mundo concreto. Ambos eran inseparables. Subvertir uno equivalía a perturbar el otro”. El arte contemporáneo (sin distinguir aquí arte plástico y arte escrito) ha terminado por juntar esos dos espacios, el íntimo y el exterior, el público y el privado, para lograr una inmanencia soldada en la que nada de lo humano es extraño a su contenido (ni, por supuesto, a su continente).

Y, en último lugar, las nuevas tecnologías han venido a ocupar definitivamente ese espacio nuevo, para quedarse. El “net-art” o arte digital, aún en sus comienzos –y todavía sin un Picasso, sin un Matisse que llevarse a la boca– supone un espacio virtual donde el texto y la imagen, el movimiento y lo estático, la plástica y el vídeo, coalescen y se muestran juntas sin el menor recato, haciéndose indiferentes. Proyectos como los de Mark Amerika o Zush no están a medio entre lo literario y lo plástico, sino muy por encima de ambas posibilidades. Sí, es cierto que sus obras quizá no nos entusiasman o emocionan tanto como las de Beckett o Bacon (disculpen que no diga Flaubert o Monet, va pasando el tiempo, y los modelos antiguos comienzan a ser… prehistóricos), pero hay en ellas un atisbo de esperanza, el color y el olor de lo nuevo, de la apertura, de la posibilidad. No les tengamos miedo. Sólo están haciendo nuestra habitación más grande.

Anónimo dijo...

Fíjate francisco que superando la voluntad de querer ser claro, concreto y breve necesitas (¿es necesidad?) un subapartado "Simplificando" Más breve, concreto y sencillo (imagino) todavía.

El contenido de "Simplificando" son las preguntas que entorno a las que nos estamos moviendo. Es decir, a pesar de los pesares, se comprende. Y en el caso contrario, pues eso, se pregunta.

Repito, si no se entiende algo de lo que digo: correo electrónico. Lo que no pienso hacer es llenar este espacio con notas a pie de blog.
Tampoco justificar. No justifico nada, porque a) todo puede justificarse b) ¿Qué justifico? La respiración, que la necesito?

Demostrar, explicar, o ilustrar vale. Justificar, por mi parte no.

Si quieres lo hago, te justifico 2 cosas, las que quieras (y la postura contraria), comienza tú, justifica el llamamiento a más voces (si sólo eres tu quién no se ha coscado, ¿qué? ¿no vale? sí vale, opino. No justificaré porqué una única voz vale, justifica porqué no) y la despedida epistolar.

No sé, no hace falta, justificar, más argumentos, intentar llegar a un acuerdo general sobre algo sin que esté acuerdo sustituya al algo. No es sencillo.
¿Cuándo comienza? Históricamente? Sociologicamente? Psicologicamente?
Es parecido a preguntar, justifica porqué eres. No es sencillo. Y hemos, opino fallado intentando responder a esa pregunta con una justificación. Ser no es una justificación. Ni una pregunta. Un desarrollo, quizás.

El texto de Martín Rodriguez Gaona separa posmodernidad de posmoderno.
Imagina maternidad y maternal.

Una madre percibe desde la maternidad. La estructura, actitud maternal es independiente de dar a luz.

Si el Código da Vinci y Matrix son métaforas banalizan integrando postulados del posmodernismo, pues por allí está la cosa y el problema de la cosa. La realidad y la ficción, lo cierto y lo falso, la realidad cómo constructo, la sustitución/olvido de la experiencia, de la vida, del lenguaje entre medio, el individuo más entre medio.

Un poco de esfuerzo de comprensión, y sino, se me pide y aclaro. No justifico nada. Me niego a encontrarme en telarañas, las mismas, las que han hecho posible, seguro que junto a otras, la muerte inevitable del posmodernismo, y de todo.

La crisis del posmodernismo la entiendo como la no sé cuántas ya vueltas alrededor del propio edificio. Subimos a casa para descansar, no ha servido de nada. Preparemos otro viaje, ahora sí argonautas.
Salimos, damos la vuelta, regresamos con el vellocino. Todo igual. Miramos la dorada lana: "Made in Taiwan"

Ese no es el problema, me parece, que no sea el auténtico o que no exista. Sino que, hacerlo real, depende de nosotros, de cada uno. No me parece un problema, algo sencillo no es, sobretodo es algo que no debería convertirse en un reglamento.

Científicamente no existe una única realidad.
Ya se había dicho, pero bueno.
Entonces, más motivo, aprovechar la propia vida para una que lleve a

a dónde pensábamos íbamos/podíamos llegar cuando salimos de casa? ¿a dónde sabemos no podemos llegar? ¿Qué esperábamos de cada sistema? ¿Qué han dado? ¿Que se puede esperar?

Vale. Pues sí tanta vuelta y seguimos en el mismo sitio, cansados, frustradillos, escépticos ya. Ya que estamos otra vez en la puerta, ¿por qué no la miramos? Viajar por viajar. No había mirado la puerta. Ni escuchado a los vecinos (del este, sur, etc) No creo que sirva más que para verme mejor, que ya es algo más que todo lo que hemos estado haciendo: establecer bases para una revolución que, absolutamente del cierto, traerá el paraíso a la Tierra. Pues no, ninguna.

Sin embargo, la apuesta de Olvido García o Chantal Maillard son escritas desde la posmodernidad y una alternativa al posmdernismo, reflejan, opino, la misma solución que apunto a mi manera (mi voz, me da lo mismo si se comprende mucho, poco o nada. Me interesa otra cosa) y es la frase final del texto de Martín Rodríguez Gaona.

Acabo, realidad-realidad, 11-M, fue ETA. La Tierra vuelve a ser cuadrada: google maps.

Señor s.
Murakami, perfecto. Al sur de la frontera, al oeste del sol

Hajime, la primera, significa: principio.

La segunda, Izumi: agua, primavera

La tercera sin nombrar

Yukiko: nieve (Izumi de otra manera) > Histeria siberiana (granjero siberia, nada en ninguna dirección, sale el sol, arar el campo, se pone, dormir, comer entre, invierno en casa, nada en ninguna dirección, un día caminan hacia el oeste sin descansar ni comer ni beber, caminan, sin haber nada siguen caminando hacia el oeste hasta que dejan de caminar) > > el agua y el desierto y Lawrence de Arabia > párrafo final:

[traduzco] Dentro de aquella oscuridad, miraba llover sobre el mar. Era una lluvía que caía en secreto sobre un vasto mar, sin que nadie lo supiera. La lluvía picaba en silencio sobre la superficie del mar y ni siquiera los peces se habían dado cuenta.
Hasta que no viniera nadie y me pusiera la mano en el hombro, continuaría pensando en el mar


No parece mucho, pero se puede interpretar mucho. Un combate que empieza , acaba con la muerte, combate de reconocimiento en el amor, de conocimiento falso si queremos, pero conduciendo al agua y no al desierto. La construcción oficial, la verdadera por decirlo así, histeria siberiana-desierto.

Está con lo mismo que estamos por aquí, diría.
Diría que lo simbólico se redescubre como básico.


Está bien pronunciado logiciel, el símbolo, antiguamente conocido como Prince, redescubierto, un concierto básico:I never meant to cause you any sorrow, I never meant to cause you any pain, I only wanted to one time see you laughing.
I only wanted to see you laughing in the purple rain.


¡todos!

Purple rain, purple rain

Anónimo dijo...

Aquí unas imágenes de mímesis, sustitución y ruina. Un saludo.

Una grieta artificial, por Doris Salcedo: "Shibboleth", 2007. Tate Modern. Unilever Series Project.

www.lafm.com.co/fotos/dorisgrieta2.jpg

http://www.london-se1.co.uk/news/imageuploads/1191885611_62.49.27.213.jpg

http://i.oem.com.mx/d519b1a5-8049-4cd9-9ca1-a506a2767ba6.jpg

http://a.abcnews.com/images/International/rt_tate_crack_071009_ms.jpg

Y la reconstrucción minuciosa en madera de un tronco abandonado, obra de Charles Ray: "Hinoki", 2007

http://www.regenprojects.com/files/706a6827.jpg

http://artscenecal.com/ArtistsFiles/RayCh/RayChJPGs/ChRay2a.jpg

Vicente Luis Mora dijo...

Por si os interesa, cuelgo esta entrevista con el teórico de la literatura Antonio García Berrio, publicada hoy en ABCD:

Antonio García Berrio:«El Postmodernismo es un despropósito exótico»

Por Enrique Baena

ABCD de los libros y las artes, 13 de octubre de 2007 - número: 819


Antonio García Berrio es hoy un referente de la crítica literaria en el ámbito hispano. Como su colega Harold Bloom, ha contribuido de manera fundamental y especialmente rigurosa y creativa a la renovación de los estudios sobre Teoría de la Literatura y Literatura Comparada. Entre sus libros, destacan títulos como Significado actual del formalismo ruso, Teoría de la literatura: la construcción del significado poético y Crítica literaria, que hoy constituyen la aportación más decisiva en nuestro idioma a la bibliografía esencial del presente intelectual de las Humanidades.

¿Considera todavía modernos los comienzos en la cultura del siglo XXI, y no postmodernos o transmodernos?

Resueltamente sí, aunque con los necesarios matices naturales. Al menos, yo no veo otra alternativa convincente para la continuidad básica del concepto «Moderno» en el pensamiento estético y las artes en el siglo actual. El arte intencional y declaradamente postmoderno, como el de Warhol por antonomasia, manifiesta tal debilidad que hay que inventarle toda una teoría postmoderna ad hoc para justificar sus propósitos y sus inocultables insuficiencias técnicas. Se me hace difícil diferenciar entre la abstracción, minimalista o pobre o astillada, y el arte tecnológico o las subliteraturas, que un teórico de lo postmoderno como Frederic Jameson ha inventariado como expresión genuina de la ideología postmoderna, y los frutos artísticos de la que un crítico moderno bien informado de la plástica de los años setenta y ochenta, Arthur C. Danto, denominaba «segunda -o tercera, si hiciera falta- abstracción». Esto por no asumir el turbio expediente de «canibalización» de nombres modernos a favor de un presunto postmoderno -en ese caso inexplicadamente expandido y hasta poco convincentemente «constante» a lo d'Ors-. Según ese tipo de manipulaciones postmodernas, a la nómina de la Modernidad canónica del más genuino «Moderno» literario del siglo XX habríamos de restarle nombres tan constitutivos como Joyce o Kafka. Tal despropósito historiográfico y exótico creo que se califica por sí mismo.

¿Nos encontraríamos ahora en un momento continuista o empobrecido de la cultura artística?

Desde la perspectiva historiográfica clásica de las vastas «edades duraderas», que yo no veo razones para acelerar en el caso de nuestra edad Romántico-Moderna (de Hegel a Habermas), cabe perfectamente la asimilación artística de las variaciones de signo tecnológico, sobre las originalidades mayores de las varias abstracciones: la literaria de Joyce a Celan, o la plástica: la hiperbólico-irónica en la pintura épica de un Kiefer o de nuestro Barceló, la material-paradójica de Tàpies o la referencial metonímica de Rothko o de Uslé? Cosa diferente sería si, como lo ha pretendido la «narración» postmarxista desde Adorno a Lyotard y sus numerosos glosadores, se hubiera registrado en el último cuarto del siglo XX algún impacto histórico equivalente al descubrimiento de América o la Revolución francesa. Ese nivel de reactivos históricos con sus consecuencias culturales no se ha dado aún, que yo sepa, en ninguna de las modificaciones de la etapa actual de «capitalismo tardío», o de internacionalización de la violencia terrorista.

¿No será que exige un calado excesivamente radical a las raíces históricas y a las formas artísticas de las modificaciones?

Sobre el caso actual de la Modernidad no actúo por una reacción temperamental o un partido gratuito. Trato de comportarme ecuánimemente como historiador de la Estética. Así, si pienso en la precedente Edad de «larga duración», la gran Edad Renacentista, puedo diferenciar en ello momentos y figuras tan reconocibles como el relativo primitivismo de Giotto o del Dante frente al exquisito manierismo del Tasso o de Rafael Sanzio, o al barroquismo de Góngora y de Rubens; para no hablar de tantas otras diferencias según los distintos países y momentos.

Pero todos ellos dentro siempre de un mismo sistema estético; un paradigma general en evolución constante si se quiere, pero mantenido dentro de la arquitectura fundamental de sus principios generales: a saber, el de la mimesis especular caracterizada por Yeats y por Abrams, o el de las tres grandes dualidades causales -eficiente, final y material-formal- que he recordado yo mismo en algunos de mis libros.

¿Cree que es prioritaria la determinación de la Modernidad como hecho contemporáneo?

Necesaria y además urgente; identificarla, delimitarla y sobre todo caracterizarla mediante una descripción, la más ilustrativa y abarcante posible. Observe que, mientras que en contraste con numerosos ensayos, desde los de Ihab Hassan, Charles Jenks, el arquitecto Venturi y sobre todo los pensadores más recientes Lyotard y Vattimo, se ha tratado de caracterizar diferencialmente lo postmoderno, no resulta explícita y manejable todavía, a estas alturas aún, una visión histórica exhaustivamente descriptiva sobre la Modernidad; al menos no como se correspondería con la entidad de «Gran Edad» o período de longue durée, tal como tradicionalmente se la viene viendo desde Baudelaire y, en este momento preciso, Bloom o yo mismo, y más que nadie tal vez Habermas en el plano del discurso filosófico. En esos términos, contando ya con la definitiva renuncia a la tesis liquidadora de lo postmoderno reconocida por todos, la cuestión más importante y hasta urgente es la de elaborar panoramas característicos sobre la realidad peculiar y definitoria de la estética, la literatura y el arte, en el tiempo transmoderno que vivimos. Un tiempo contemporáneo, este nuestro, que implica ya una extensa vigencia demorada de la Edad del concepto de lo «Moderno».

¿Qué papel disciplinar tiene la Teoría de la literatura y de las artes en la descripción crítica de nuestro tiempo actual?

Esa tarea crítica e historiográfica está, desde luego, pendiente y es además, a mi modo de ver, urgente e importante para orientarnos sobre dónde estamos y ayudarnos a entender razonablemente el tiempo en que vivimos. Desde el punto de vista de la Teoría literaria y artística contemporánea, es la libertad y naturalidad con la que ahora mismo podemos y debemos proceder, sin la obstaculización aporética de los lastrantes prejuicios relativistas y nihilistas que fueron tan obsesivos y paralizantes para la crítica obedientemente postmoderna; confesionalmente postestructuralista y deconstructiva sobre todo, así como después en el autoproclamado conjunto anglosajón de moda de «estudios culturales». Conviene no olvidar que el pensamiento crítico sobre la literatura y las artes es tan antiguo e inextinguible en Occidente como Platón y Aristóteles, y tan penetrante y de tan costosa recuperación exhaustiva como lo es el de Kant, Hegel, los Schlegel, Dilthey, Husserl o Max Scheler. Eso para no hablar de las disciplinas de procedencia interiormente filológicas como la Retórica tradicional o las Poéticas formales del siglo XX.

Por lo demás, y no por último, la teoría, con su crítica correspondiente, no está en ningún caso obligada a dejarse encerrar en los estrechos márgenes -ridículos en sí mismos comparados con la inmensidad de la literatura y el arte universales- de la producción artística estrictamente contemporánea. No, el pensamiento teórico-crítico sobre la literatura y el arte no puede olvidarse de la inmensidad de su tarea histórica en sus objetos, por más que su necesaria renovación en cada nueva etapa lo obligue a reajustarse en sus procedimientos y objetivos según las claves de su contemporaneidad.

Anónimo dijo...

De acuerdo en su conjunto pero con algunos 'peros'. Antonio García Berrios no cree que se haya producido ningún hecho comparable al descubrimiento de América o la Revolución francesa digno de marcar algun 'antes' y 'después'. A mi modo de ver, desde la Guerra del Golfo hasta el atentado de las Torres Gemelas (no veo diferencias entre un acontecimiento y otro, a diferencia de Baudrillard)se ha producido un cambio de consecuencias todavía imprevisibles en la sociedad. La realidad más atroz se ha visto servida en una especie de irrealidad virtual, como si de otro vídeojuego más se tratara. Creo simplemente que la sociedad todavía no es consciente de lo que eso significa, pero a mi modo de ver este hecho es tan remarcable histórica y socialmente como los acontecimientos anteriores que señala, y tendrán sin duda un efecto en la sociedad. No estoy hablando de terrorismo internacional (cabría preguntarse quién lo es más), sino de la percepción que hemos acabado teniendo todos de los desastres que se han venido provocando desde el 90.

Anónimo dijo...

Me parece que lo dicho por García Berrio es en líneas generales cierto, pero que hay algunos puntos que, por sensibilidad, me imagino, no comprende:

"El arte intencional y declaradamente postmoderno, como el de Warhol por antonomasia, manifiesta tal debilidad que hay que inventarle toda una teoría postmoderna ad hoc para justificar sus propósitos y sus inocultables insuficiencias técnicas. Se me hace difícil diferenciar entre la abstracción, minimalista o pobre o astillada, y el arte tecnológico o las subliteraturas".

Warhol tiene muchos niveles y es extremadamente poético, con una poesía que descansa en lo conceptual, en la lectura del receptor, de una manera totalmente distinta a los casos de Degas o Soutine, por ejemplo. Otra cosa es que no nos guste su obra o el aparato cultural-institucional que la respalda.

Es decir, me parece que la aproximación formalista de García Berrio quizá llega al estructuralismo pero no asimila el paso posmoderno más allá de lo textual, por eso no le importa mucho para su análisis ni internet, ni el 11-S, ni el mercado como sistema.

Sin embargo hay un punto clave en su exposición que se refiere a la diversidad de propuestas dentro de un mismo movimiento y periodo:

"Así, si pienso en la precedente Edad de «larga duración», la gran Edad Renacentista, puedo diferenciar en ello momentos y figuras tan reconocibles como el relativo primitivismo de Giotto o del Dante frente al exquisito manierismo del Tasso o de Rafael Sanzio, o al barroquismo de Góngora y de Rubens; para no hablar de tantas otras diferencias según los distintos países y momentos."

Algo de esto yo señalé en los primeros e intensos debates que se dieron en este blog hace más de un año (¡se echan de menos aquellos días de fiebre iniciática!), básicamente que existen muchas aproximaciones a lo posmoderno y que, por ejemplo, hay posmodernos de derecha y de izquierda, urbanos y tecnológicos, de metropoli y periféricos, etc.

Pero supongo que tanto él como yo, como cualquiera que se haya documentado al respecto, le debemos mucho a Ihab Hassan, cuyas tablas coloco aquí (para quien pidió definiciones), rogando disculpas por la diagramación, los derechos y la traducción:

MODERNISMO / POSMODERNISMO


1.

M: Lo urbano
P.M: La aldea global (McLuhan), la tierra como nave espacial (Fuller), la ciudad hecha cosmos- ciencia ficción. La anarquía y lo fragmentario.

2.

M: Tecnologismo.
P.M: La tecnología desbocada. Los nuevos medios de comunicación, nuevas formas de arte. La dispersión sin fronteras por los medios. El mundo de la informática como sustituto de la conciencia o extensión de la misma.

3.

M: Elitismo.
P.M: Antielitismo, antiautoritarismo.
Erradicación del ego. Participación. Comunidad. Anarquía.

4.

M: Ironía
P.M: El ludismo radical. Entropía de significado. La comedia de lo absurdo. Humor negro. Lo camp.

5.

M: Abstracción
P.M: Nuevo concretismo. El objeto encontrado. El arte conceptual.

6.

M: Primitivismo
P.M: Lo Beat y lo Hip. La cultura del rock. El ego dionisiáco.

7.

M: Erotismo
P.M:. La nueva sexualidad. La homosexualidad, el feminismo, el lesbianismo. La pornografía cómica. El rechazo a la censura.

8.

M:Antinomianismo. P.M: La contracultura. Más allá de la alienación. El más allá de la ley. En contra de las formas occidentales. Non Serviam. El zen, el budismo, el hinduismo. Lo oculto, los apocalípticos.

9.

M: Experimentalismo.
P.M: La forma abierta, lo discontinuo, la Innovación
formal. Improvisación, el antiformalismo. La indeterminancia. Nuevo lenguaje. La estructura aleatoria. El minimalismo. La colaboración de distintos géneros y medios.

(Ihab Hassan, POSTmodernISMO: Una bibliografía paracrítica. 1971)


Lo que si me ha hecho gracia, para terminar con lo de García Berrio, es lo del posmodernismo exótico porque efectivamente lo es (o lo fue) en su sentido antinormalizador, reconociendo, además, que en cierta forma toda la producción de España e Hispanoamerica es excéntrica para el debate (lo que es casi una ventaja). Somos todos indios o toreros y a veces indios toreros, como no me dejarán mentir nuestros amigos Sísifo K y _-_. El asunto quizá es el regreso a la utopía, el cómo ser indios toreros cowboys califas samurais y dormir como algo radicalmente distinto a un testigo en un crimen.


Y un recuerdo también para ti, Adam Ant, estés donde estés, que tan bien vestido y pintado como siempre titulaste en español una canción de las buenas: "Picasso visita el planeta de los simios".


-Martín Rodríguez-Gaona

Anónimo dijo...

Vengo leyendo con mucho interés toda esta discusión (re)generada por el pertinente artículo de Martín, pero nunca encuentro un momento para intervenir. Vamos a ver si aplazando un poco el almuerzo dominical logro apuntar algo...

Convengo plenamente con la exposición de Martín, que tiene la virtud de hilar fino en el basto tejido de lo que se viene definiendo como posmoderno, posmodernidad y posderivados. Las universidades estadounidenses han estado plagaditas de metatextualidad desde los setenta y, tiene razón Martín, en que esta estrategia de apropiación del pensamiento francés ha resultado de lo más rentable (muy clarificador al respecto es el libro de Francois Cusset, "French Theory" publicado en Melusina en 2005) proporcionando una teoría 99% apolítica y autorecursiva: por una parte, vía Cultural Studies, que han permitido cientos de análisis sobre los más variados productos de la industria del entretenimiento, sin que se cuestione nunca su estatus mercantil. Y, por otra, nos reporta toda una serie de Identity Studies (mujeres, negros, homosexuales, asio-americanos, todos han tenido su parte del pastel en forma de departamento universitario) que han mantenido a los intelectuales provenientes de estas minorías bien entretenidos realizando nuevas genealogías y nuevos sub-cánones de literaturas escritas por mujeres, por negros, por homosexuales..., y totalmente apartados de los problemas reales que puedan encontrarse más allá de los campus y las revistas universitarias.

A mediados de los años ochenta llegaron los neoconservadores con un discurso muy similar al de García Berrio, diciendo que hay que ver, que la universidad se había llenado de indeseables (es decir, de mujeres, negros, homosexuales y cosas así) que se estaban cargando la verdadera cultura con tanto estudio sobre Madona y otras gentes de igual calaña. Ante este panorama decidieron hacer ver a la población la necesidad de entregarse de nuevo, como Dios manda, al Canon Occidental de toda la vida. (Contra todo esto, no hay que dejar de escuchar a Félix de Azúa http://blogs.elboomeran.com/azua/2007/10/lanzas-espadas-.html). En fin, que desde luego es difícil entregarse hoy a la alegría de los multiculturalismos y las culturas populares, pero si tengo que elegir entre eso y pensar que la renovación viene en la línea de Celan, Kiefer, Barceló y Tàpies, no sé cuál de las dos sogas elegir para ahorcarme.

La propuesta de Martín me parece sensata, tomar el relevo de los logros posestructuralistas, pero sin que los textos nos impidan ver el bosque y sus lobos. Se me ocurre, que la filosofía de Zizek, que es lo que de un tiempo a esta parte está de moda, apunta ya en esta dirección. Buscar una salida a lo políticamente correcto, a lo exclusivamente metaliterario y, al menos, preguntarse si el cambio fuera del texto es posible (todo ello sin dejar de citar a los hermanos Wachowski, si es menester).

Bueno, pues esto es todo lo que se me ocurre con el estómago vacío. Sé que han salido en los comentarios muchos temas interesantes, a ver si encuentro otro ratito para seguir conversando.
Un abrazo a todos.

Anónimo dijo...

Me ha gustado la conclusión de Martín. Sí, por ahí debería andar la cosa.

Anónimo dijo...

Imagino, querido Vicente, que lo de colgar la entrevista con García Berrio es una manera -más- de provocar. Porque nadie puede estar más alejado de la reflexión teórica que, oh paradoja, este ilustre catedrático de Albacete. Lo que le gusta, claro, es que lo pongan al lado, al nivel de Harold Bloom -menudo compañero de viaje, manteniendo el canon a canonazos- defendiendo la esencia, la excelencia estética, los valores absolutos, propugnando
una visión no política, no ideológica de lo literario y de sus discursos circundantes, como si ello fuera posible, como si su propuesta no estuviera cargada de ideología. A Berrio nadie le discute sus conocimientos: sí su dejación de responsabilidades y su arrogancia.

Anónimo dijo...

El fin de la creencia de la gente en los grandes relatos de legitimación del mal, que decía Lyotard a finales de los ochenta no ha llegado todavía. Lo que ha ocurrido es que las opciones ideológicas se han reducido a una: la creencia en el individuo que sabe lo que hace y hacia donde va, creencia que al mercado le viene de perlas para mnantener la situación actual.

Anónimo dijo...

Desde luego que no te dejaré por mentiroso, Martín. El asunto quizá es el regreso a la utopía, el cómo ser indios toreros cowboys califas samurais y dormir como algo radicalmente distinto a un testigo en un crimen.[bonita frase final]

indios toreros cowboys califas samurais y también, para ilustrar lo que entiendo como un posmoderno exótico: Tommy

pero sólo para que me tomen como encarnación de lo posmoderno, y esperen respuestas de alguien

pero sólo para que vengan y poder decirles:

So put in your earplugs,
Put on your eyeshades,
You know where to put the cork!


y sólo para escuchar:

We're not gonna take it,
Never did and never will,
Don't want no religion,
As far as we can tell!
We ain't gonna take you,
Never did and never will!


ninguna de fe en algo la reostia (un único dios, la razón, una sola teoría, un único modo de verdad), universal, perfecto, nunca más.

No es extraño más de un motivo para ser Tommy. Otro: PollofritoQueen no es mi imagen de frontman, por eso el frontman de los Who. No es exactamente ésta tampoco, es igual, más da ahora detalles.
Para sentir la música como un frontman, vivir la vida como un frontman, pedir un café como un frontman, me esperaran groupies en casa como a un frontman. 5 groupies, bueno, 10, bueno 10, 5, es igual, más da estar con detalles, touch me más, touch menos.

hombredebarro dijo...

No sé lo que es la posmodernidad, ni siquiera sé qué es la modernidad, ni tampoco tengo claro si ya vivo en el futuro, pero el signo más claro que yo encuentro en los nuevos tiempos con relación al hecho artístico es la gran superficie comercial.En ese espacio de ocio y negocio confundidos malintecionadamente es el planeta donde vamos a vivir en los próximos años. Ahora que lo pienso, yo ingresé en la modernidad aquella vez que siendo un niño puse un pie en las escaleras mecánicas de Almacenes Mérida. Hoy esos almacenes han desaparecido y en su lugar hay un hotel. El futuro hace años que se quedó atrás. Supongo que tener ese pensamiento es un síntoma de padecer posmodernidad, que será de lo que se mueran todas las personas tarde o temprano.
Un saludo de una antigualla.

Anónimo dijo...

Entrevista a Robert Wyatt , excusa nuevo disco, en allmusic
http://www.allmusic.com/
cg/amg.dll?p=amg&sql=61::7:PP

AMG: There seems to be a much more organic quality to "Comicopera", despite its rather wide-ranging cast of musicians from all over the world, from different generations and backgrounds.

Robert Wyatt: This is very conscious. I wanted to make a record this time out where it sounded like all of the musicians were in one room playing together. In many cases, that is exactly what we did. One of the reasons I love records by Mingus and Ellington is that ability to communicate that so directly. There is such a warm feeling on those records, that those people are all together and you can hear that shared space between them.

AMG: Jazz is perhaps the one element -- besides that dry reedy voice of yours -- that unites all of these songs, even those which are more pop-oriented, but "Comicopera" is not a jazz record.

Robert Wyatt: No, it isn't, but that thread is not random: many of those who play on this record have feet in that world, like Orphy Robinson, obviously Annie Whitehead, Gilad [Aztmon], and even Anja Garbarek's father is the great saxophonist [Jan Garbarek]. I listened to a lot of jazz growing up, but I do like popular music too. I obviously don't keep up with it so much because I don't get out much and I am 62 [laughs], but I hear things I like all the time.

AMG: You had the opportunity to work with a lot of old friends again: you mentioned Ms. Whitehead, and then there is Phil Manzanera and Brian Eno; Paul Weller, who you've worked with before; and then a bunch of new people as well. You're really in the catbird's seat when it comes to having your pick, aren't you?

Robert Wyatt: I don't know about that, but I do seem to have a lot of worlds that are interconnected -- much like modern life. Yes, to be able to work with people you know, with friends, is an experience I appreciate, in many ways more than I can explain. These people understand me, and I them, there's a lot of intuition that comes into play and a lot of traps that can be and are avoided. I do think, however, that I felt that way with many of the newer musicians on this album who lent so much to its particular parts: Anja Garbarek's voice for starters, and then Orphy Robinson's steel pans on "Pastafari," gave us so much, and it was very easy to get. There wasn't a lot of slaving overtakes to get everything right, because there was a great deal of comfort in the process because of mutual respect.

AMG: How did you decide on the structure for "Comicopera"?

Robert Wyatt: This album is not as high concept as it seems. I don't really think about anything and then decide to put together a concept record. It's more like I get pieces of things, little bits. It's more like, as I get older things seem to be an accumulation of loose ends rather than big sweeping ideas. The narrator on the first song, "Stay Tuned," is a fine example: the narrator is simply "particles."

AMG: Did you initially plan on sections, and how do those three sections interrelate?

Robert Wyatt: I didn't really plan on anything; when I decide to record it's because there are a number of songs that have been finished or seem to be related on a certain topic, and here these three are not of a single piece, but all related to the things I have experienced recently, felt, and am thinking about. On the first part, "Lost in Noise," there are songs about relationships, ending, loss -- of trust and husband -- or going on differently, about failure in them. There are people who have passed out of my life at my age, many of them family, friends, those I respect and admire, who are now gone. More than this, though, is how primary relationships, personally, can change when one person is not cognizant of the other properly. Alfie [Alfreda Benge, Wyatt's partner and collaborator for decades], who wrote a lot of the material in this section, really gets into that in "Just as You Are." The narrator, Maria Vasconcelos, is speaking about how she's been treated shabbily, betrayed really, when she hasn't expected anything from another, and still loves the other person for who they are but can't let this go unnoticed any longer. Then there's me, signing from the apologist's point of view, and he doesn't really come up with a proper response, and so there has to be some kind of loss, even if that relationship goes on. It's the most personal section of the album. The second part, "The Here and Now," has to do with being English, and part of the English-speaking world. Many think after the disastrous decision to follow America into this war -- and that's where we live now is in a war, but it's not on our soil, so when something happens, we can't accept the consequences of being engaged in a war -- that we've somehow become less than English, but we were an empire once too; we know how it goes, so there's a kind of déjà vu there. There's a certain putting your head in the sand and pretending it's alright when nothing is alright. And then there's the third section, "Away with the Fairies," which is me getting fed up with it all and just leaving. That's why I refuse to sing in English.

AMG: That notion of signing near the end in Italian and in Spanish is like a new possibility or something, that somehow the world ended when the bomb goes off earlier when "everything seems just fine." It's a perfectly lovely peace time, and the rest. The lack of English is in some ways this wild, heady kind of feeling -- despite that these topics in these songs can be very serious and your use of irony is very precise -- but almost surreal.

Robert Wyatt: Well that's it, isn't it? How can any solution, any real solution to these things, come from societies and cultures, empires and former empires; cultures where war, and the environment and world economies failing, don't really touch them on their own soil? We can see bombs going off in someone else's neighborhood on TV, someone else's country, and their very alienness to us makes it all seem surreal and like a television program. Well, it seems to me that the only places where real solutions to these very serious problems come from is from the places where people are impacted very directly in the first person, on their soil. Non-English speaking nations will become the places where what comes next comes from. There's something very comforting to me in that last third of the record.

AMG: And yet, despite the relative lush aspect of the sound, the beautiful interacting of the various instruments, from Yavi Staron's violins and Gilad Aztmon's clarinet and the percussion and backing vocals -- and you're playing trumpet! -- there is some real anger in that last section, not just the sense of sadness in the first part, the bitter irony in the second, but genuinely being pissed off in the last.

Robert Wyatt: Yes, and no. Certainly what I observe, what I see going on around me, can make me angry, but all I am is a witness, not so much an activist. What can I really do sitting here like this? So, I let things come in, and sort them into songs, and make records and do whatever else I can. But I am well aware that this war is not being fought on my soil, not in my home or garden. There are absolutely crazy people on both sides of this. I sing "I admire Christians and Muslims" in one song, but not because they have a belief in God, but because of the comfort that whatever they do to one another is sanctioned by that belief -- even when it is horrific. There are those of us who do not have that comfort, and since we don't, we tend to act a bit more responsibly, because we are facing what's really human in our actions and in the consequences for them.
(...)"

Es una entrevista.
Un hipertexto:

logiciel: desde la Guerra del Golfo hasta el atentado de las Torres Gemelas

Robert Wyatt: Well that's it, isn't it? How can any solution, any real solution to these things, come from societies and cultures, empires and former empires; cultures where war, and the environment and world economies failing, don't really touch them on their own soil? We can see bombs going off in someone else's neighborhood on TV, someone else's country, and their very alienness to us makes it all seem surreal and like a television program. Well, it seems to me that the only places where real solutions to these very serious problems come from is from the places where people are impacted very directly in the first person, on their soil. Non-English speaking nations will become the places where what comes next comes from. There's something very comforting to me

Antonio García Berrio: manipulaciones postmodernas, a la nómina de la Modernidad canónica

¿eso es posible? con nombres vale, con personas sí de acuerdo pero ¿tan gilipollas que no se dan cuenta? Joyce no se daría cuenta. Puede que ni le importara. A mi qué me importa dónde me sitúen (aunque me alegro de no resultar moderno, prefiero el modernismo), that's not me

Martín Rodríguez-Gaona: me parece que la aproximación formalista de García Berrio quizá llega al estructuralismo pero no asimila el paso posmoderno más allá de lo textual, por eso no le importa mucho para su análisis ni internet, ni el 11-S, ni el mercado como sistema.

Sandra Santana: Contra todo esto, no hay que dejar de escuchar a Félix de Azúa

Félix de Azúa: La melancolía de un tiempo en el que los Reyes del Arte eran coronados por un tribunal de expertos sólidamente formados (casi siempre profesores de prestigio capaces de un razonamiento complejo), aunque mermada, no ha abandonado por completo el lamento. Todas las semanas se asoma alguien a la prensa y declara: "¡Hay que ver cómo está la literatura!", como si hablara del precio de la merluza.

La causa es, sin duda, la inconcebible extensión del campo llamado "cultural" y la entrada como consumidores de miles de millones de ciudadanos que hasta hace pocos años no manifestaban el menor interés por esos productos. La masificación de los museos es cosa reciente: yo me he paseado por un Louvre absolutamente vacío, excepto en dos salas contaminadas por la notoriedad. Los escritores norteamericanos de la posguerra sabían que caracterizar a un personaje como aficionado al béisbol le daba un inconfundible sello popular, pero que si visitaba un museo o leía un libro quedaba marcado como blanco de clase media y posiblemente judío. Hemingway era sutilísimo en esas pinceladas que hoy pasan inadvertidas.

Cuando hablamos de masificación cultural deberíamos en realidad emplear otra expresión para ser más exactos: democratización cultural. El proceso de masificación no es sino el efecto industrial de la democratización aplicada al campo "artístico". Y los viejos escritos de Th.W. Adorno contra lo que él llamaba "cultura popular", así como los de tantos otros elitistas inconscientes que escribieron contra la "industria cultural" no estaban sino tratando de prolongar el sistema rotundamente clasista de la Europa más tradicional. No en vano casi todos los críticos de la "industria cultural" provenían de la izquierda. Una izquierda que creía en la clase política, es decir, en ellos mismos, como vanguardia de una población ignorante ("alienada", se decía) a la que despreciaban. No han cambiado mucho las cosas en España.

(...)la pertenencia del protagonista a una sociedad secreta. Este sueño de todo adolescente viene de lejos, posiblemente del "Wilhelm Meister" de Goethe. Y ha provocado siempre una emoción intensa en el lector, como ha demostrado con creces Harry Potter.


_-_: ¡vaya merluza!

La entrevista es un diálogo.
Es un texto.
Es Wyatt con palabras sobre la realidad de lo no acabado de expresar en el disco (o no completado por nosotros) o quizás deba admitirse accesos a la realidad, definiciones no definitivas, el uso ampliado de la retórica (otra señal puede ser), Pablo Palazuelo:la técnica avanzó mucho más que el arte, el avance técnico se veía como moderno-progreso, los fracasos de los diferentes Tommy's Holliday Camp eran soportados por fe en nuestro sistema de conocimiento, cada vez mejor (en técnica y política, no se me ocurre mucho más. Aparte, ¿otras competiciones? deportes, sí)

Wyatt habla de su música con palabras. Dos maneras de acceder a lo mismo, por tanto de expresarlo.

Una definición no contiene matices, ni grados. Me temo que en demasiados casos, no sólo las definiciones, las palabras, son sólo anuncios.

sr. s: creo que sí, efectivamente la publicidad banaliza ciertas conceptos posmodernos

Aquello de
Dame una definición y
te diré quién eres
moveré el mundo
te adivino el futuro
otra cosa, no dejar manos vacías.

He visto al profesor Jordi Llovet Jordi Llovet:[sobre el Proceso de Bolonia] si humanidades fueran , no sé, de las que dan dinero estaría de acuerdo. Humanidades no funcionan así. Es un trabajo de conocimiento. Aquel refrán quant més savi menys ric y no es que yo sea muy sabio ni rico, bueno, no me puedo quejar, hay gente que está en situaciones lamentables

(...)


el resistente [entre Adorno], ésta creo que es la función del intelectual resistir para transformar el mundo, [y] fue Benjamin

Robert Wyatt: How can any solution, any real solution to these things, come from societies and cultures, empires and former empires; cultures where war, and the environment and world economies failing, don't really touch them on their own soil? We can see bombs going off in someone else's neighborhood on TV, someone else's country, and their very alienness to us makes it all seem surreal and like a television program. Well, it seems to me that the only places where real solutions to these very serious problems come from is from the places where people are impacted very directly in the first person, on their soil. Non-English speaking nations will become the places where what comes next comes from. There's something very comforting to me

El profesor Llovet (no lo había escuchado antes, me gustaría un profesor así, me pido un maestro así, un programa de la tele que es la culpable de todo)

Una definición pertenece a un conocimiento que cae en lo mismo una y otra vez.

¿Joyce un resistente? A la presión católica, según las biografías, yo que sé. Como todo el mundo. En un sentido sí, en otros no. Es decir, en muchos y en muchos más (los que no se conocen) En acentuación de los juegos en Joyce, cómo si no hubiera, desde la posmodernidad se puede ver como antecedente. ¿Por qué no? Ni que fuera algo malo.

El texto de Martín es esperanzador: lo que se está dejando extender como posmoderno muestra el error de siempre

Martín Rodriguez Gaona: una desaparición anunciada

dejando espacio para intentar otra cosa, recuperar lo perdido no por el camino de siempre, no se puede, otra mirada, más miradas, resistir al irse lejos, alejarse, sólo a Tommy le sirvió el millón, sólo Townshend sabe de qué va, querido explicar un poco lo de Tommy del otro día (cada uno su yo, cómo mejor le funcione, jugar con la imaginación) ¿cómo llegar a saber qué? Pues nada,te lo reproduzco, tapo ojos-orejas-boca y juega al millón.
¿No funciona? Científicamente ¿qué falla? y explico ahora tanta coma, el profesor Llovet (mi maestro) comprende la importancia, no meramente formal, de la falta de resistentes. Las humanidades no importan, el lenguaje se pierde, lo importante qué es una coma, lo difícil qué es saber cuándo como o punto y coma. No proteste ningún académico, ninguna universidad y ningún estudiante es lo que más le sorprende. Se acepte el Proceso de Bolonia sin crítica alguna, sin resistencia alguna, lo comamos todo.

Todo está bueno, lo que está cara es la merluza

Anónimo dijo...

"haciendo a un lado la maldad, consideraremos que nos anima la misma fe en la construcción"; Le Corbusier.

Anónimo dijo...

Para Robert Wyatt

"Well, it seems to me that the only places where real solutions to these very serious problems come from is from the places where people are impacted very directly in the first person, on their soil."

Ok

"We can see bombs going off in someone else's neighborhood on TV, someone else's country, and their very alienness to us makes it all seem surreal and like a television program."

Well, Robert, it seems to me a very serious problem. We can see bombs going off in someone else's neighborhood on TV, someone else's country, and their very alienness to us makes it all seem surreal and like a television program. It seems to me, like to you, that the real solutions to this very serious problem will come from the places where people are impacted very directly in the first person, on their soil.

Anónimo dijo...

Martín Rodríguez-Gaona:

Las imágenes y la violencia que se marcan en la psiquis son nuestras cicatrices: una herencia desafortunada e irrenunciable que asoma tras la experiencia, pero que también entrega pequeñas alternativas (al menos a los supervivientes, al menos en lo artístico). El dolor y la muerte son experiencias reales y, por lo mismo, definibles, abarcables y, en alguna medida, factibles de superación :)

Las negitas no están en el texto original.

El original aquí: http://www.elhablador.com/
resena10_3.htm

El original en Martín.

Las negritas no están sólo en definibles. Las veo también en
superación , en supervivientes en artístico en

No me parece vano, superficial, liso, tonto, una chorrada.

Lo tonto es cuando hemos de explicarle a los médicos sus recetas: "No, si me la tomo así es peor, no, ya, el médico, por eso, si no me extraña, usted recete, yo me lo tomo, así no, si me lo tomo así es peor, el enfermo, coñe"

Anónimo dijo...

No siempre defender es atacar. La defensa de un hipotético pensamiento postmoderno es por esencia incapaz de mostrarse como una alternativa eficaz contra la deriva de los medios de formación de masas, ni en su vertiente italiana de pensamiento debil(¿o habría que decir ya a estas alturas del romance teológico- heideggeriano de Vattimo postpensamiento debil?)ni en ninguna otra.