miércoles, 24 de octubre de 2007

Materiales (diversos) para entender la nueva narrativa


5 Visiones sobre nueva narrativa


Yo quizá vivo en 1908; mi vecino, sin embargo, hacia 1900; y el
de más allá, en 1880.
Adolf Loos, Ornamento y delito (1908)


El pasado lunes, la FNAC Triagle de Barcelona nos reunió al escritor y crítico Eloy Fernández Porta, la poeta Miriam Reyes, el joven crítico Pablo Muñoz (administrador del blog El Rincón de Alvy Singer
http://elrinconalvysinger.blogspot.com), rellenando la mesa con un servidor. El objetivo era aclarar qué era eso de la Generación Nocilla y el tema se aclaró pronto: los cuatro convinimos en que el concepto de “generación literaria” es una chorrada anacrónica y que, a partir de ahí, todo lo demás es un invento periodístico. La cuestión, una vez dejado eso claro, ahondó en terrenos más interesantes. Por ejemplo:

1) Eloy Fernández Porta abordó los mecanismos de transversalidad que, a su juicio, se están produciendo en varias ramas de la literatura y el arte contemporáneos, y que en lo literario afectan a una serie variable de autores. Apuntó las posibles claves de esta narrativa, en la estela de su ensayo Afterpop (2007), y que hemos desarrollado en otro lugar de este blog. En otro momento abordó un tema interesante, que denominó “La popización imperativa del escritor joven”. A su juicio, y basándose en las experiencias que sufrieron en sus principios tanto Javier Calvo como él mismo, al ser abordadas por la crítica sus primeras obras, el establishment literario nacional tiende a normalizar las propuestas estéticas alternativas o arriesgadas de los más jóvenes. Lo hacen buscando en los libros cuatro referencias pop, sacándolas de contexto (esto es, sin explicar si están ahí como modelo o como estereotipos culturales a destruir) y encajando rápida y fácilmente la obra bajo el marchamo “pop joven fresquito”. A su juicio, así fue laminado, entre otros, el primer libro de cuentos de Calvo, desactivando lo que de renovador, afterpop y crítico con el sistema de referencias habituales tenía, precisamente, la propuesta. Algo parecido sucedió con su Caras B de la música de las esferas (Debate, 2001), un libro de relatos magnífico, deconstruccionista y ambicioso que apenas fue entendido como un satélite excéntrico del pop de finales de los noventa. Así se escribe, así se ha escrito, la crítica literaria en este país.

2) Miriam Reyes mostró su preocupación, precisamente, por la falta de entendimiento que el corpus crítico muestra ante manifestaciones literarias que superan la letra impresa y que se insertan en dinámicas multidicisciplinares, digitales o próximas a las artes plásticas. A su juicio hay una resistencia evidente ante cualquier forma de novedad, lo cual parece algo paradójico en una sociedad que deglute semanalmente varias novedades científicas o tecnológicas -radicales y muy avanzadas-, sin apenas pestañear. Agradeció la renovación que esos autores, mal agrupados bajo la rúbrica de marras, están aportando a la narrativa actual, y dijo algo que me pareció muy interesante: “recibimos señales de todos los medios, y es natural que intentemos devolverlas de la/s misma/s forma/s”. Se mostró partidaria de un arte poético libre, y defensora de una renovación de la crítica que permita la asimilación natural y la completa comprensión de estas nuevas formas de producción artística.

3) Pablo Muñoz, A.K.A. Alvy Singer, fue el gran descubrimiento de la noche, imagino, para quienes nunca hubiesen hablado antes con él. Quienes sí lo habíamos hecho nos admiramos de que fuera capaz de hilar tan bien en la que era su primera intervención en público. Asistimos al nacimiento de una gran promesa de la crítica cultural, ya que Pablo es capaz de hablar, al alimón e indistintamente, de cine, literatura española o norteamericana, y teoría crítica de ambas estéticas, siguiendo caminos muy originales y personales. Dio una lección hermenéutica sobre la última película de Quentin Tarantino, a partir del problema de entendimiento de las referencias planteado por Fernández Porta. Más tarde hizo una interesante comparación con la recepción de la literatura de Don DeLillo y de los autores agrupados bajo la rúbrica comercial “next generation”, que produjo –tanto en USA como en España– idénticos fenómenos de misreading o mala lectura crítica. Se marcó dos frases bastante sustanciales: sobre la mayor parte de la crítica literaria en blogs, apuntó como, por desgracia, “la blogosfera convierte las tesis en síntesis”. Y en otro momento, sobre las cuestiones estéticas, sentenció: “una discusión sobre formas no puede ser constituir un debate serio”. Ahí queda eso. En fin, asistimos al nacimiento público de alguien que dará mucho que hablar en los próximos años por su bulimia lectora pero, sobre todo, por su capacidad de hilar y trazar lecturas transversales entre ámbitos epistemológicos muy distintos, que es lo difícil.

4). Mi explicación de lo que está ocurriendo en la nueva narrativa discurrió por los términos ya vistos en La luz nueva, completados por esta maravillosa cita que había encontrado esa misma mañana, leyendo Mensaje a los estudiantes de arquitectura de Le Corbusier:

Y discierno que la vida, actualmente, en esa cuestión de viviendas que nos interesan, no se expanderá sino donde encuentre un equivalente arquitectónico de la ventilación totalmente nueva traída por el libro (…), el disco, el periódico, la revista. (…) La investigación de nuestros espíritus es otra, por consiguiente también la elección de nuestros compañeros, deseo hablar de estos objetos con los cuales nos gusta rodear nuestra vida cotidiana, manteniendo con ellos una conversación constante. Objetos compañeros que pueden ser objetos poéticos. Tendremos el placer de reunir series de objetos que declararemos contemporáneos a nuestra sensibilidad, aunque en el tiempo de alguna manera lo sean. Aquí, el anacronismo no se mide con la escala del tiempo: sólo surge en el hiato de las cosas dotadas de almas extrañas. En este plano de la sensibilidad, lo contemporáneo es el reencuentro de las almas gemelas.[1]

Este párrafo (¡de 1942!) nos pone en la pista de dos cosas que venimos sosteniendo. Una, que en lo contemporáneo se dan anacronismos. Libros publicados en 2007 pueden, perfectamente, ser antiguos, y de hecho lo son la mayoría de la lista de los más vendidos: utilizando otra metáfora de Le Corbusier, sus autores podrían decirse: “comenzamos a construir en hormigón, pero continuamos pensando en la piedra” (p. 49). Por otro lado, libros de Juan Goytisolo, Miguel Espinosa o Julián Ríos publicados hace décadas, son coetáneos nuestros. Dos: ni hay generación, ni hay grupo, ni hay nocilla: lo que hay es una agrupación, no de “almas gemelas”, que es un poco cursi, sino de inquietudes intelectuales parecidas, que sin embargo generan obras de estéticas distintas e incluso contrapuestas. Sin embargo, entre nosotros estamos cómodos, desde ahí podemos sentirnos cómodos con obras que en principio no son demasiado asociables a las nuestras: en mi caso, me siento fraternalmente próximo a obras de Menéndez Salmón, de Ángel Zapata, de Iban Zaldua, de Elvira Navarro, de Julián Herbert, de Miriam Reyes, de Krompotic, de César Aira, de Rober Juan-Cantavella, de Jesús Aguado, de Nagarjuna, de Homero, de D. F. Wallace, de Melville, de Francis Bacon, Dubuffet y otros pintores de la metamorfosis, de Grosz, de Cage, de Satie, de Tarkovski, Soderbergh o von Triers, de Eisenman, Frank Miller o Ito. Si la nueva narrativa tiene una característica común, es su ausencia de límites: se plantea todo, sus referencias son globales y cualquier cosa, estructura, tratamiento temporal y planteamiento subjetivo son posibles en ella. Por eso me parece rica, y por eso me parece válida: porque encarna a su tiempo, que es lo que suele decirse de todas las obras que, con los decenios, alcanzan el valor de clásicas.

Pues eso.

Y para que no digan que aquí no hay tensiones, disensiones o puntos de vista contrapuestos, copio a continuación un texto del escritor Iban Zaldua, que responde parcialmente al post escrito por Fernández Mallo en septiembre, “La otra historia de la nocilla”. Creo que es un texto interesante no sólo por sus disensiones, sino porque también se plantea otros modelos –estructurales y hasta geográficos– de hacer nueva narrativa. Aquí os lo dejo:



Una nota (muy) marginal y periférica en torno al asunto nocilla

5). Por Iban Zaldua

He seguido con mucho interés algunos de los vaivenes de las respuestas al artículo de Fernández Mallo en el blog Diario de Lecturas. Y, por otra parte, acabo de terminarme Nocilla Dream, cuya lectura me ha parecido, como poco, sugestiva; por lo menos me la he leído de cabo a rabo, que no es algo que me suceda muy a menudo con muchas novelas contemporáneas. Aunque no todo el libro me ha convencido, pienso que hay algo ahí, algo que no sé si es futuro o pasado pero que, en todo caso, creo que tiene que ver con la literatura en el sentido más duro de la palabra; me alegro de haber leído Nocilla Dream. La proclama “La otra historia de la nocilla” de Fernández Mallo, por otra parte, cumple todos los requisitos de un manifiesto más o menos generacional: altas miras, nada de concesiones a los matices, ambición y asesinato de los padres, de los abuelos y de unos cuantos primos; por ese lado, nada que objetar.

Parece que la Novela tiene dificultades para cumplir el papel que se autoasignó en los siglos XVIII y XIX, el de dar una visión, más o menos cabal, más o menos crítica, pero en todo caso estructurada y unívoca de la nueva sociedad burguesa que se estaba construyendo sobre los cimientos del primer capitalismo. Puede que esa posibilidad, la de que la novela así entendida siga sirviéndonos para hacernos una idea de la marcha de la sociedad actual (que no me atrevo a definir) haya saltado en mil pedazos por las causas históricas que todos conocemos. Y que el hecho de que la propia literatura haya dejado de ser central a la hora de entender el mundo (porque le ha surgido mucha competencia: el cine, la televisión, el cómic, internet, los juegos informáticos, la música pop, la misma ciencia que cada día deviene más literaria…) lleve a quienes intentan seguir escribiendo a beber de todas esas fuentes y también de algunas más que seguro me estoy olvidando.

Sin embargo, todo esto conduce a Fernández Mallo a escribir una novela, todo lo distinta que se quiera, pero que sigue valiéndose del mismo armazón de sentido de la novela decimonónica, como puede observase en la función de las ideas centrales del mapa de Nocilla Dream y, sobre todo, o eso me ha parecido a mí, en el eje del shoe tree de Nevada que atraviesa todo el libro. Y mi pregunta es: ¿por qué una novela y no, por ejemplo, un libro de poemas? Y, sobre todo, y barriendo para casa, ¿por qué una novela y no un libro de cuentos?

No me vale mucho lo de la ruptura del concepto de género, o que Nocilla Dream sea un proyecto que vaya a tener continuación en alguna otra cosa, porque de lo que disponemos por ahora es de Nocilla Dream. Y del mismo modo que algo es Economía (ciencia económica) desde el momento en que lo hace un economista, un libro es novela, con toda la carga que eso supone, si así se define en su contraportada (lo mismo que una blog-novela es novela desde su misma denominación: las entradas de un blog, de por sí, sin calificación añadida, serían más bien cuentos…)

Con la cuestión nacional –que es otra de las cosas que ha saltado en mil pedazos con la postmodernidad o como queramos llamar a esto– ocurre algo parecido. Me acuerdo de lo que decía Rodrígo Fresán sobre los Países Cuento y las Naciones Novela, donde por ejemplo –recreo rápido y sucio– Estados Unidos, con su sólida trayectoria histórica, sería una Nación Novela (que tendría sus honorables excepciones, claro está) y Argentina, con su esquizofrénico e interrumpido pasado (y presente), sería un País Cuento (cfr. la poética de Fresán en el primer volumen de la serie de antologías Pequeñas resistencias). En el País Vasco, por ejemplo, me da la impresión de que no hay una novela que acabe de reflejar bien lo que nos está pasando, aunque haya acercamientos muy interesantes, como los de Ramón Saizarbitoria (Los pasos incontables), Bernardo Atxaga (El hombre solo), Anjel Lertxundi (Felicidad perfecta), Juanjo Olasagarre (Ezinezko maletak) o Joseba Sarrionandia (Lagun izoztua). Sin embargo, pienso que libros de relatos como Letargo de Jokin Muñoz o Eta handik gutxira gaur de Eider Rodríguez nos ofrecen, desde su naturaleza escindida, rota de por sí –son, efectivamente, libros de cuentos–, una visión más completa (más compleja) de lo que nos está pasando en este país, nación, autonomía, provincia, cuadrilla post o preternacional, o como demonios queramos denominarlo/la. Pero me doy cuenta de que esto, la verdad, apenas si nos interesa a nosotr@s, las vascas y los vascos (y ni siquiera a todos): mil perdones.
Haciendo una traslación espacio-temporal de la propuesta de Fresán, y siempre en el terreno de la narrativa, quizá los nuestros sean más Momentos Cuento, que Tiempos Novela.

Iban Zaldua



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Notas.

[1] Le Corbusier, Mensaje a los Estudiantes de Arquitectura; Ediciones Infinito, Buenos Aires, p. 47-48.

54 comentarios:

Juan Carlos Márquez dijo...

Coincido plenamente con Iban Zaldua en lo de que vivimos un momento cuento. Las dos últimas novelas que me han satisfecho, La ofensa, de Menéndez Salmón, y Nocilla Dream, de Fernández Mallo, son novelas que se alejan de la novela a la vez que beben del cuento contemporáneo y de la poesía. No en vano, son novelas narradas por un cuentista consumado y un poeta. En La ofensa no hay lugar para la paja ni la digresión, todo el discurso se articula en torno al personaje protagonista, que siempre está en foco. En Nocilla Dream, en cambio, ocurre todo lo contrario, la cámara va de un lado a otro, como una abeja durante la polinización, como un rabioso zapping. Yo creo que los cambios de toda índole que se produjeron en el último cuarto del siglo XX están empezando a manifestarse en la narrativa actual con bastante retraso (al fin y al cabo los más afectados por los cambios son siempre los niños, y nosotros somos los niños de los sesenta y los setenta), y de ahí estas nuevas búsquedas: “No sé quién soy hasta que no sé cuándo soy”, que escribió Proust, o algo parecido.

Oscar Sáenz dijo...

Acabais de salvar a un lector muerto. Es difícil encontrar una auténtica y apasionada visión de lo qué está sucediendo. Tuve mala suerte en no asistir el lunes a la FNAC, mi mala salud no me lo permitió. Es más, me he sorprendido de que una compañera de clase, que no me conoce pero yo sí a ella (Miriam Reyes) fuera una de las ponentes, ahora me dará todavía más vergüenza pedirle apuntes en clase. Acabo de comprar tu nuevo libro, La Luz Nueva, y acabo de mandar a la mierda a todos mis compañeros de facultad al mismo tiempo. Supongo que os haceis una idea de lo que se cuece en la universidad, nos siguen dando cláse los críticos-cadaver. En una ocasión asistí a una conferencia sobre video poesía de Eloy Fernandez Porta, en mi facultad de Filología invitado por la doctora Virgina Trueba y casi al año descubro que él tambien es culpable de mi nueva felicidad. Supongo que os parecen palabras cursis, pero he estado a punto estos días de quemar mi biblioteca y borrar mis lecturas al estilo de "Olvidate de mí". Gracias a "BLOOG" he visto la luz, nueva.

Anónimo dijo...

Es que la ciencia económica no es sólo economía, aunque la haga un economista. En su hacer contiene psicología, sociología y esas cosas que parecen desperdigadas, se enseñan de manera aislada: aquí la cocina, aquí el comedor (a veces como en la cocina, pero bueno), aquí la cama (a veces duermo en el comedor, pero es igual)

Me estiro en el sofá del comedor miro la tele hasta que me recoge el sueño. O escucho música hasta que me voy con ella, nos vamos. O leo. Leo mediante el portátil -instalado en la mesa del comedor, delante del sofá- este blog y sí, me siento cómodo.

No sé, una novela es más que una novela me parece. No ya un todo completo y suficiente, -aquí Perec nos guiñaba sin conocernos o me lo imagino (da lo mismo, lo hacía o me lo figuro, da lo mismo)-, sino, como dijo sísifo k., un hacia el infinito y más allá

¿Un más allá después de acabar el libro, al hablar sobre éste? La aparición del infinito al cerrar la tapa. ¿Sólo entonces tiene permiso el más allá?
Polvo al polvo, ahora sí, concedido el cielo

Y las otras miradas, expresiones respecto a este infinito y más allá o sobre este cielo que ya no es un simple cielo (pudo haberlo sido, ahora es mucho más), igual que una novela ya no es una novela, ¿no son válidas?


Renovación de la crítica. Y del pensamiento académico. Y de...
Del pensamiento.

Como escribe Iban, las cosas que ha saltado en mil pedazos con la postmodernidad o como queramos llamar a esto



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He leído a Alvy, no extraña, si hablando era parecido, fuera el gran descubrimiento carnal.

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Mis próximos (no coña) encuentran desde Raimon Panikkar a Buster Keaton

Saludos

El Miope Muñoz dijo...

Muchas, muchas gracias, no sé como agradecer que a uno le adornen con tamañas palabras, nunca mejor dicho. Del debate aprendí mucho pero he de decir que venía del anterior, en la UPF, en el que la sabiduría le ganó más de una partida de ajedrez al tiempo, una jam session Luis Mora-Fernández Porta con el segundo reescribiendo críticamente poemas del primero y así.

Sólo sé añadir: ¡gracias, gracias por dejarme ver esto!

Vicente Luis Mora dijo...

Alvy, eres un crack, me vas a mandar a los albañiles. Un fuerte abrazo a ti.

Óscar, _-_, saludos, muchas gracias por venir.

Lindyhomer dijo...

Gracias a todos, no es fácil encontrar tanto estímulo intelectual en tan poco metro cuadrado

Anónimo dijo...

Oscar,

Envié a la mierda a mi Universidad, no por lo que se está cociendo (poca cosa), por no permitir ni calentar agua. Algo que no dio vergüenza en su momento, no sé qué tal sentaría ahora si digo dónde, qué, cómo y quiénes. (Me descuidaba el porqué XD)

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Apreciado Vicente,

Gracias a ti, y a por el porvenir, o como diría mon semblable (un hipócrita lector)

It's too late too stop now!

Anónimo dijo...

Iban, gracias por tu comentario. Por lo demás, coincido con él casi en su totalidad. Respecto a lo que dices de NocDream, ¿por qué una novela y no un poema o un libro de cuentos? Para mí es un poema, sin más, ya que su origen y gestación es idéntica a los procesos que se ponen solos en marcha cuando escribo poemas. Además, en todo momento de su escritura me acechaba el estímulo poético.
Celebro que Juan Carlos Márquez saque a colación a Menéndez Salmón, un autor tan sólido como persona que como escritor.

Anónimo dijo...

Se dijeron en esa mesa algunas cosas interesantes, pero lo que me consternó es lo que contó Miriam Reyes: la habían inviado a Granada para preguntarle qué influencia habían tenido de la poesía de la experiencia. Uno se imagina esas maquinaciones para alterar el valor de las cosas, pero cuando aparecen las pruebas se queda frío.

Hubo un matiz que me llamó la atención, Mora: EFP y tú aparecíais como críticos de la nueva narrativa, pero en el discurso se percibían muchas divergencias: la posmodernidad es una de ellas, en tus palabras es un punto de partida, pero él evita hablar de ella, o la riduculiza. EFP, por otra parte, se sitúa en la vanguardia del uso de los medios tecnológicos, pero cuando alguien los utiliza a fondo (como Tarantino), entonces realiza una crítica desde el punto de vista de la retaguardia (que sería, por ejemplo, el mío: lo digo, porque lo que dijo de Tarantino lo podría haber dicho yo, pero no lo debería de haber dicho él... ¿o si? No sé).

Por otra parte, este simulacro de realidad que crea la prensa, en una poética posmoderna, debería ser asumido como un rasgo de la realidad con el que jugar. Empeñarse en denunciarlo es una postura muy antigua (también podría ser mía, pero, ¿vale la pena denunciarla desde una óptica de posmodernidad o es mejor jugar con ella, incorporarla, adoptarla y ver qué pasa? No sé, son casas que se me quedaron en el aire. Y que si existieron ya dan cuenta de que me lo pasé bien. De la mayor parte de mesas redondas a las que asisto no recuerdo nada a los cinco minutos.

Saludos

Anónimo dijo...

Jjajajajajaja Vicente.

Creo que el título de esta entrada tenía que haber sido el siguiente:

"MATERIALES (NUEVOS) PARA ENTENDER LA DIVERSA NARRATIVA"

Un chiste nocillista y sin acritud, pero así me lo parece.

Toto

Vicente Luis Mora dijo...

Bueno, Caminante, yendo por partes, es cierto que ciertos encuentros poéticos de Granada eran sólo a la mayor gloria del grupo organizador, para insistir en su faceta normalizadora; esto es, para anular lo estético y potenciar lo políticamente dominante -hablo de política literaria, aunque también podríamos tender jugosos lazos hacia enjuages ideológicos-. Era todo muy triste, como lo es siempre lo endogámico y provinciano. Por fortuna, había más Granada que aquella, y menos provinciana.

Respecto a lo otro... eres de los pocos que ha percibido (o que lo ha manifestado, al menos) que, en efecto, hay varias diferencias en el modo que tiene Eloy Fernández Porta de enfocar la situación actual y el mío. No son contrapuestos, sin embargo; me parece que su espacio lógico es la complementariedad. Lo que apuntas de la prensa es oportuno, pero... hay juegos en los que hay mucho dinero e intereses creados por medio, Caminante, jueguecitos que influyen en otras líneas estéticas más válidas, suprimiéndolas, obliterándolas o cerrándoles el paso. Cuando la prensa se presta a eso no me parece tan divertido, porque no es juego sino tergiversación; no es ocio, sino negocio.

Y no mola que sólo haya juego y buena disposición en una de las partes, ¿no crees?

Saludos y bienvenido.

Isabel dijo...

Muy interesante todo lo que contáis y me alegro que dejéis atrás palabras como generación etc..., me gusta más y, por lo que percibo, os expresa mejor: agrupación de inquietudes...

¬ - dijo...

Lo que me parece fantástico es que en un lugar culturalmente casi estéril, 4 personas (una de ellas partiendo de un medio que no hace tanto tiempo que existe) hablando de literatura-cine-música- en la FNAC y en una Universidad.

Seguramente se llenaría FNAC por el tema Nocilla -no recuerdo dónde, Judith Mascó, algo parecido ¿generación nocilla? deben ser de mi quinta- y lo primero que hacen es liquidar el tema.

A partir de aquí, ahora mismo, personalmente, no me interesa tanto analizar lo que hayan dicho sino el hecho en sí.

Y el hecho me parece fantástico.

La emoción de Alvy, por ejemplo, también me alegra.

No espero de ellos que salven la literatura, que encuentren respuestas a mis preguntas, que sean Sanchez Dragogurús o Faces a imitar.

No espero nada más aparte de lo que intuyo (no sólo en ellos 4): un trabajo que no se ha acabado, comienza: llamadas a reconsiderar el valor-valor del arte como acompañamiento/función vital

It's too late to stop now seguir y seguir

Vicente Luis Mora dijo...

Lo has pillado, amigo: lo que me interesa no es terminar, sino seguir.

A ti, Isabel, gracias.

Saludos a todos.

Vicente Luis Mora dijo...

Y añado, recordando la canción de Red Hot Chili Peppers: there's no better time than right now

Antonio Rafael dijo...

Gracias a Vicente por abrir esta ventana para que podamos colarnos todos. Esta cocina huele a guiso sabroso.

Un fuerte abrazo desde Córdoba,

Antonio R. López, amante de las especias

Vicente Luis Mora dijo...

Saludos desde Madrid, Antonio.

Anónimo dijo...

Gracias Vicente, escrito por ti hasta parece como si hubiera dicho algo.
Me gustaría hacer una aclaración en relación al comentario que hice sobre Granada.
Caminante: No tuve la sensación de que nos invitaran al encuentro para hablar de nadie, sin embargo, es cierto que salió a colación la pregunta por nuestras influencias y nuestra relación con las generaciones anteriores. Pero ésta es una pregunta frecuente en cualquier encuentro, entrevista, mesa redonda, charla, coloquio o donde sea que te pillen.

Vicente Luis Mora dijo...

De nada, Miriam, es que sí dijiste cosas, como persona inteligente que eres. Saludos.

José Ignacio Montoto dijo...

Esto de la nueva narrativa tras leer Especies de Espacios de Perec o Volverás a región, me suena un poco a eso de coca cola Zero. Tras devorar nocilla dream, circular 2007, alternándolo con poemas/relatos de Raymond Carver o Pavese, tras seguir devorando híbridos, me acuesto ante toda esta series de comentarios sobre posmodernidad y populismo, después de haber disfrutado una más que interesante semana en el segundo festival chilango andaluz donde se han reunido poetas andaluces y mejicanos, toda una experiencia. Sin desviarme del hilo, decir que para entender la nueva narrativa, y sí, es de perogrullo, pero es mi modesta opinión, sólo hay que empaparse de la "antigua" narrativa, ni más ni menos. Esto de las nuevas tendencias literarias es un reciclaje literario, dentro de poco cerca de nuestras casas existirá un contenedor para reciclar aquellos libros antiguos que guardamos en nuestras estanterías, ( ya me imagino a Madame Bovary actuando bajo un pseudónimo en un chat de MSN en una próxima deconstrucción de Baudelaire)En fin, buenas madrugadas al personal.

Anónimo dijo...

Después del shock de ver Babelia convertido en un suplemento con portada de anuncio de gafas de sol, y de que alguien dijera en él que "Los árabes del mar" de Jordi Esteba es el mejor libro de viajes escrito en nuestra lengua (mal que le pese a Bejamín de Tudela, a Sarmiento o a los Goytisolo), me tropiezo con comentario de un tal Antonio Jiménez Morato en su blog sobre la generación Nocilla y la Generación Quimera.
¿El mundo al revés?
¿Estamos todos locos?

Juan Carlos Márquez dijo...

Anónimo, a ese tal Morato también te lo puedes encontrar en las reseñas literarias del nuevo diario Público, por ejemplo.

Sergi Bellver dijo...

Cucharas de palo en casa del herrero, y lo que haga falta.

La crítica y la teoría literaria tienen estas cosas, una está siempre supeditada (y a veces hasta sub-editada, con tanta prisa, con ese afán de figurar) a la subjetividad. Por muy honesta que sea la intención, aquí no hay nada empírico. Y la otra es como un castillo de cartas que nunca se sostiene. Se eleva, se desmorona, se arma, se tambalea... y al final lo más que consiguen la ortodoxia y su supuesta antagonista (da igual el eufemismo, el afuera, la tangente, lo que sea, sólo es alternativa de veras si no aspira a ocupar el nicho "lo dice sursuncorda y va a misa", si acepta los carriles paralelos del arte) es ponerse en bravo desacuerdo sobre el dorso de las cartas, más o menos reconocible para todos.

Pero no hay baraja concluyente (seguir, me gusta que uses esa palabra, Vicente, seguir, Hacer). La literatura es un fenómeno tan poliédrico e inasible como el mismo género humano. Por eso me interesa más un creador genuino, patoso, si cabe, pero obstinado en su deseo, que los que sancionan, evalúan y otorgan. A no ser que en esa misma crítica y teoría estén tramando un proceso creativo auténtico. Por eso hay una crítica (la imperante) funcional, que cumple su cometido X (vender el libro de la editorial dueña del diario, hundir al enemigo, agasajar al amiguete, provocar para que reparen en uno, llegar a fin de mes, lo que sea) y una crítica tan honesta, sea torpe o lúcida, como la de ese creador obstinado.

¿Me explico? Discernir una de otra no es fácil tampoco, a veces hay una cortina de humo de cultismo que acongoja al neófito o al acomplejado y le hace asentir, como traje de emperador. Me da la impresión de que a veces, esa misma crítica "alternativa" (sólo independiente, en realidad, si no está en plantilla, pero no alternativa de veras, muchas veces), se permite desmanes que no perdona en los textos que comenta.

Al fin y al cabo, si estamos aquí, si leemos este Diario de Lecturas, y no estamos con el Babelia, será porque mueve algo, quiero pensar.

Un saludo, VLM.

Por cierto, ¿aún estás en Madrid? ¿Hace un café y te enseño el tinglado?

hombredebarro dijo...

Totalmente de acuerdo con Nacho Montoto. Lo más moderno resulta que hace tiempo que ya los inventaron nuestros abuelos. Me acuerdo en este momento de Alfred Döblin y su Berlín Alexanderplatz con sus influencias de los futuristas y del emergente mundo publicitario para retratar el Berín de entreguerras.El recorta y pega de los collages y el barrido de la cámara son tan antiguos como aquel Homero posmoderno que se vindicaba hace unos días. Se trata de elegir el artificio. Saludos.

Anónimo dijo...

me he vuelto a dejar barba, con barba me parezco -en la barba- a sergi bellver, ostras, esa forma de escribir tiene cosas que me gusta y de pensar también chaval, por eso me he vuelto a dejar barba

La cosa está en la barba. El tipo de barba. La manera de entenderla. Nos reconocemos por la barba. Miriam -mujer barbuda- lo expresa perfecto a la pregunta "¿contento con el resultado del partido?"

Linaje generación barba

Influencias

Ni idea pero allmusic contiene eso para enlazar grupos.

Intentar definir un estilo mediante sus próximos, sin nombrarlo. Se parece a, después de él, a la vez

Desde luego todo lo que empieza tendrá un final y acabará este inicio igual que los anteriores, la diferencia me parece es que éste es consciente de que muere - renace - muere cuando parecía que no habían más capítulos.

Se limpia el polvo, se habla cómo se significa hasta que esté sucio otra vez

no, la barba no identifica nada, el pelo largo sí, a esos jóvenes, ¿cómo se llaman? hippies yeyes

Sergi Bellver dijo...

¿Era Gil de Biedma quien dijo que las influencias hay que merecerlas?

No espero que los demás digan qué influencias tiene un texto cuando lo leo y me llega. No me pregunto qué acreedores tienen los méritos de un relato de Sam Sheppard, o de Cheever, por ejemplo, ni siquiera me importa reconocerlas cuando leo. Me da que los mejores escritores no las transparentan, no emulan, sino que aceptan unas herramientas, un modo de disponerlas en el taller, un determinado algoritmo de las manchas de grasa en el mono de trabajo, luego se olvidan de todo eso, como otros -y yo mismo- de las mesas redondas, que creen olvidar el goteo, cuando en realidad les cala. Olvidan, o al menos dejan de tener en cuenta, si son o no hijos de esos padres putativos, su artesanía, olvidan la in-sania del que quiere lucir galones a toda costa, y se ponen a trabajar, simplemente, como sanísimos hijos de puta, defendiendo su faena a cualquier precio.

¿Qué influencias tiene Nocilla dream? La crítica está siempre al quite, es su tarea, encontrarle un meollo fundacional o quemar cruces a lo KKK, pero esas piedras de Sísifo no deben comprometer la lectura. Fernández Mallo dijo que escribió esa novela braquial -ramificada, zapatera, atrevida- mientras "zapeaba", y la teletienda, los culebrones o la publicidad eran su absenta postmoderna, su ventanal al Sena, su Erik Satie deconstruido -bueno, estas sandeces las digo yo-. Ponerse a buscar la luz glauca de las buhardillas puede parecer decimonónico y mugriento a estas alturas, pero me parece una im-postura, o una ilumi-nación tan "buena" o tan "mala" como este afán e-timo-lógico (electrónico, rana, racional) de algunos por hacer y deshacer gene-raciones, atribuir nacionalidades literarias, dosis de herencia genética artística.

Gil de Biedma.

Bueno, pues yo no me merezco ninguna, porque sigo en cueros -la barba apenas abriga-, pero al menos no me disfrazo de nada, asumo mis vergüenzas y desde ahí puedo levantar la ceja ante las ajenas.

Influencias, ya quisiera.

A ver, me voy a ceñir al cuento, porque es lo que más me mueve ahora mismo (aúpa, JCM), y en español, porque sí.
Medardo Fraile, sí, barba de franciscano, y maestro de maestros.
Ángel Zapata, barba de carbonero, y cuentista forcluyente -de cualquier tiralevitas-.
Eloy Tizón, no, no tiene barba, ¿o sí, y le crece hacia dentro, como a los hombres lobo o un guante vuelto del revés?
Hipólito García Navarro, joder, eso sí que es una barba, tolstoiana (aunque no se pueda hacer silbar Guerra y paz y me utilice La vida ausente de ocarina).

En fin, no sé, _-_, deberías encontrar algún signo para dejarte barba -sardónica, mesopotámica-, algo como Û, por ejemplo.

Sé que mi delirio es inútil, y no citaré a Ionesco por ello, pero no puedo evitarlo. ¿Por qué escribimos en este Diario? Hay tantas razones como andenes, tantas direcciones como billetes de ida.

Anónimo dijo...

Jamás diría que tu delirio es inútil Sergi, de haberlo pensado así, así lo habría dicho. Ningún delirio me lo parece, ni el de Don (de Lirio) o el de Carmen (Delillo)

Me he vuelto a dejar barba, es verdad.

Sin: ¬ -
Con: _-_

Me gusta como escribes ¿por qué iba a mentir?

Babilónica no, sardónica en el mejor sentido.

Recordaba la conversación escrita en otro poste de teléfonos sobre los escritores quieren ser Bono.

Bo no no, Van Morrison sí (a veces ha llevado barba y pelo largo, a veces no, a veces lleva sombrero, a veces es más joven) por ejemplo.

Hay tradiciones musicales, influencias que se ganan en la música hasta que las sueltas. Hay unas raices en la música que se han mantenido. Se mantienen. Hay discos actuales que son capaces de transmitir/narrar experiencias que me cuesta encontrar en otras partes.

Una estrella de rock no, un músico (Satie, buena barba) sí.

Inmediatez, honestidad, desnudez (sin nombre), espontaneidad, juego, mujeres barbudas (un halago, espero, para Miriam), intensidad, calma muy calma, por aquí miro.

También lo pienso. Claro que hay influencias, pero ¿qué más da? lo que quieres es vivirlo tu

La misma pregunta se la podrían hacer a cualquiera, no se la hacen. ¿cuales han sido tus influencias? (como persona, por decir algo) Dudo que se aprenda soólo. Dudo de milagros o apariciones espontáneas.

¿Influencias de Aznar? No encuentro nada malo en conocer su tradición de arte político.

No me parece ninguna vergüenza si las técnicas-palabras son más menos próximas, para eso están las bifocales, se aprende del pasado y se suelta cuando llega el momento. O eso estaría bien. Por ahí miro.

Generaciones. (aquí sí Û Babilónico) Es falso por principio reduccionista.

No me extrañaría, si no existe, que saliera alguna especie de allbooks, cultura del capital: Marx; Similar Artist: Engels; Followers: Mao, Lenin...

Cada uno es uno (o intenta serlo)

Un abrazo

Anónimo dijo...

El caminante aburrido de dejar caminos sin terminar llega a Nocilla, ciudad de su propio tiempo y espacio, con la esperanza de que esta sea una de esas ciudades para visitar más de una vez, pero paseando por sus calles se dá cuenta de una cosa: Nocilla es en realidad dos ciudades, una para vivir y otra para definir, ultimamente la Nocilla de la definición modela a la de la vida, y esto, piensa el caminante, la deforma, la fuerza, le roba el aliento, la amortaja y finalmente se la come con las ropas de difunto que la Nocilla de la definición estaba tejiéndole a la de la vida desde el principio.

Anónimo dijo...

Interesante, anónimo, más que en la ciudad Nocilla, ¿mejor el blog de Vicente? A partir de aquí, ciudad Nocilla podría ser cualquiera en la que te encuentres

(al final la marca va a quedar. Vicente ¿qué te parece consultar a Ramoncín? lo digo por el tema derechos. No vaya a venir Nutrexpa. Ramoncín, más bueno que el pan)

Anónimo dijo...

Dejo aquí un link a un blog que me parece muy interesante, de un tal JordiX, o algo así:
http://habitacioarles.blogspot.com/

Hay unos textos de Dr.en Alaska tuneados que creo muy buenos.

Anónimo dijo...

Me he tronchado en el texto de Dr. en Alaska, el locutor de la radio delirante (más de lo que era)

He aprovechado para ver la entrevista de Silenci a Agustín.
La reivindicación de outsider parece otro acierto.

No significa nada. Debemos compartir gustos por la música outsider.

O lo desconsiderado se descubre. O se está descubriendo.

---
cada personaje de Dr. en Alaska me parecía nerd y outsider a la vez.


Los otros textos están muy bien.

La presentadora de Silenci a mi me gusta

Vicente Luis Mora dijo...

Reglas para la superviviencia de la novela
VICENTE VERDÚ - Babelia - 17/11/2007


"Que los últimos cinco premios Herralde de novela hayan recaído sin cesar sobre escritores latinoamericanos no debe considerarse un simple azar. La novela que todavía se premia responde al molde tradicional y este producto no se cultiva con la debida dignidad sino en la periferia del sistema. Sucede de la misma manera que con las películas de autor, que, si antes procedían de Italia, Francia o Alemania, ahora brotan en Irán, Irak, China, India, Argentina o Senegal, puesto que el cine de autor como la novela de argumento son productos que caducaron en territorios de la Metrópoli mucho antes de iniciarse el siglo XXI.

Paralelamente, así como en la pintura es inconcebible producir sin tener presente la fotografía, la televisión, los videojuegos, el avión, los grafitis o cualquier pantalla, en la narración es torpe seguir como si no existiera publicidad, correo electrónico, chats, cine, YouTube, MySpace o la blogosfera. Quienes en los países donde se han desarrollado las nuevas formas de comunicación continúan redactando novelas a la antigua usanza atienden sólo a los lectores vetustos, incomunicados o burdos. Y también a los que aprecian los libros en cuanto les parecen películas o telefilmes impresos y en donde la escritura cumple la simple función de entretener durante el trayecto en avión o metro.

Nada que ver, pues, con el carácter propio y especial de la escritura literaria, en donde la nueva narración debería caracterizarse por estos diez componentes, al menos:

1. La novela actual -o como quiera llamarse- deberá mostrarse enérgicamente resistente al intento de trasladarla al cine, al telefilme o a la vida el videojuego: la literatura hoy más que nunca debería alzarse como intransferible porque las historias novelescas al aroma del siglo XIX han sido ya usadas con diferentes métodos de explotación y lo fueron, precisamente, porque no existían entonces los guionistas a granel que actualmente redactan para crear productos audiovisuales. El destino de aquellas novelas fue atender precisamente a una demanda general sin capacidad para vivir otras vidas adicionales que no fueran las servidas por la fantasía de los libros.

2. La fantasía, la intriga -y tanto más cuanto más enrevesada resulta- debe considerase un recurso estereotipado e indicio, a la vez, de no aspirar a mucho más que un sudoku. Cualquier obra literaria actual debe insistir más que nunca en la categoría de su escritura. Es decir, en su habilidad para hacerse indispensable como medio de conocimiento y comunicación peculiar, insustituible en la iluminación y la clase de disfrute que procura. El gusto de la lectura se obtendrá no del artificio argumental, el suspense policiaco, los agentes especiales, los cofres por descerrajar o los misterios divinos, sino de la intensa degustación del texto, sin necesidad de conspiraciones ni extrañas travesías. Los intríngulis de esta literatura son más intríngulis que literatura. Vale para lo que vale y ni una distinción más.

3. No habrá de valerse la obra de ninguna estructura prefabricada mediante la cual el lector será conducido entre añagazas del oficio hasta la apoteosis final, tan propia de las antiguas revistas y la vulgaridad en las prestaciones. La narración literaria consciente de sí no aspirará a apoteosis final alguna tal como el destino tampoco existe en el proyecto vital de ahora, mientras la metafísica se disipa.

Lo que sucede día a día tiene hoy la forma del accidente y el carácter de la inmanencia, posee la belleza de lo instantáneo y la inteligencia de la negligencia. Ha terminado el proceso, la idea de la historia y de su trascendencia. Lo que cuenta es la belleza de la inmediatez, el texto convertido en un gozoso bocado de por sí.

4. La fragmentación de las historias, con sus anotaciones e intervalos mentales, tiende a copiar del blog y de la comunicación fragmentada omnipresente. Una novela contemporánea que no haya asumido esta clase de comunicación se ahogará en su jactancia. La ignorancia del blog y de los mensajes cortos, del discurso corto y cambiante, puede llevar, excepcionalmente, a una obra apreciable pero se tratará de esa clase de valor que encuentran las alhajas y los cuadros escondidos en el polvo de los museos. Una obra viva debe tener en su alma la actuación de su presente porque de otro modo contribuirá a hacer de la literatura la estampa de una dedicación embalsamada. ¿La muerte de la literatura? Sin duda diversos novelistas de hoy perviven gracias al culto funerario del género y al amparo de lectores melancólicos que transpiran alcanfor.

5. El desarrollo pues del libro no obedecerá a un hegemónico hilo argumental sino a una red de experiencias que hiladas, entrecruzadas o en racimo planteen un tutti frutti para el multipolar lector de hoy. Las obras con hilo -o cable- que se lanza pero que se enreda, que da a entender esto pero resulta ser lo otro, que juega, en fin, con el lector, denota no poseer otra cosa mejor de la que vivir y comercia con artículos de feria. Obras de escritores que imitan arrobados a aquellos otros que se ganaban la vida gracias a que sus clientes los leían o los escuchaban leer a la luz de las velas y, en general, no habían salido de la provincia.

6. La novela eminentemente nueva no deberá, desde luego, agarrarte por el cuello y llevarte así, del pescuezo, hasta su final, entre meandros y malabares. Contrariamente a estos modos circenses, la buena novela del XXI considerará la multiplicada sensibilidad del receptor mediático y la interacción. Estimará la belleza eficiente de la forma, la seducción estética y no el uso instrumental o perruno del lenguaje. Es decir, la lectura no será una ansiedad que, entre jadeos y vigilias, buscará cuanto antes la revelación de la última página sino que paladeará cada párrafo a la manera de la slow food.

Lo propio de la literatura excelente será, hoy más que nunca, la belleza y perspicacia de la escritura. Para contar una historia hay ahora abundantes medios, desde el telefilme al vídeo, más eficaces, más plásticos y vistosos. La escritura, sin embargo, es insustituible en cuanto agudiza su ser, emplea las palabras exactas y no la palabra como un andén para llevar la obra a otra versión.

Los novelistas que escriben con la ambición de ser llevados al cine delatan su menosprecio por la escritura. O su incompetencia. Mejor harían con emplearse de cuentacuentos o copys.

7. El cine, la televisión, la realidad virtual pueden presentar escenarios y vicisitudes con mayor riqueza exterior pero la peripecia interior es el juego especial de la escritura y su máxima legitimación. Si la novela, el cuento, el ensayo, el libro, en fin, se justifica todavía sólo alcanza su indiscutible mérito en esta dirección. La dirección propicia para explorar en el interior de uno mismo o del otro hasta la extenuación.

8. ¿Ficción? Si la obra literaria, las fórmulas matemáticas, las piezas musicales son siempre y en todo caso autobiográficas, entonces ¿para qué fingir? Si, como se reconoce, la realidad supera siempre a la ficción, entonces ¿para qué fantasear? El autor habla mucho mejor de lo que conoce personalmente y peor de lo que maquina deliberadamente. La ficción, en fin, pertenece a los tiempos anteriores al capitalismo de ficción. Si la literatura aspira a conocer algo más sobre el mundo y sus enfermos su elección es la directa, precisa y temeraria escritura del yo.

La transmisión de lo personal da sentido, carácter y contenido a la comunicación. No hay comunicación sin comunión, no hay comunión sin comunidad, no hay comunidad sin sinceridad, no hay sinceridad sin volcar lo personal.

9. La voz, en consecuencia, será la de la primera persona del singular. Trato directo entre el autor y el lector, entre las aventuras, las pasiones o los dolores que se comparten en la secuencia del texto.

El estilo en tercera persona es hoy el colmo de la falacia, la hipocresía, la cursilería, el amaneramiento o la vana pretensión de saberlo todo por parte del narrador a la manera insufrible de la voz en off en los años cincuenta del cine. No hay verosimilitud en esa voz que ahora se recibe como el cénit de la impostación, el reverso de la verosimilitud y la frescura. El autor/creador, que se endiosa atribuyendo a sus personajes el don de criaturas que adquieren vida propia, se despeña en su misma metáfora de acartonado Frankenstein.

10. Mejor haría en jugar y reírse de sí mismo porque ahora, toda obra de aire severo, sin humor, carece de un lugar soleado en el mundo de la comunicación. Podría decirse, incluso, que ninguna obra sin humor forma parte de la producción intelectual inteligente puesto que ningún genio en la historia de la humanidad prosperó sin la ironía sobre sí mismo. Los novelistas más serios son a la vez los más tediosos y, como corolario, los peores.

Sin ironía no hay contemporaneidad, sin ironía no existe visión de la iridiscencia del mundo y su variable composición.

Frente a estos diez virtuosos componentes se cometen los correspondientes pecados capitales. La novela -o como quiera que se llame- sin insustituible escritura, sólo con tema, se suicida actualmente por falta de destino. Muchos leen y suponen que están leyendo literatura o incluso un libro cuando, en realidad, prestan su atención a enmascarados guiones de cine, borradores de telefilmes o largos bocadillos de cómic. También, claro está, leen como algo contemporáneo a los sucedáneos del siglo XIX, sin cuestionarse su momificación, bien porque amen la palidez del vintage, abracen el olor a polvo, o bien porque no posean sentido del gusto en general.

El lector, como el consumidor, hoy más que nunca, se encuentra en condiciones de elegir entre una oferta muy personalizada, surtida y extensa. De su elección depende dar vida a los novelistas que escriben como estafermos o no.

La novela puede ser de este modo tanto un asunto de guardarropía, un legado apreciable como fruto histórico, o una literatura donde el autor, todavía vivo y despierto, se desafía para conocerse, conocer y comunicar. Todo ello sin la obispal solemnidad de los novelistas a la violeta que siguen autoestimándose como demiurgos y atribuyen a la literatura una supuesta misión de libertad, de salvación universal y de formidables tontadas por el estilo.

El novelista, como el pintor o el diseñador, como el compositor o el arquitecto, son trabajadores que, como todos los demás, tratan genéricamente de mejorar la vida. Nada de diferencias entre el productor y el creador, el trabajador y el artista. Unos y otros con sus condiciones y habilidades tratan de colocar su mercancía y se interesan por el placer que provocan en el receptor. ¿Gozos divinos? ¿Placeres indecibles? Zarandajas: el placer sólo reconoce la verdad o el sucedáneo, la ficción del placer, sólo distingue entre buenos y malos amantes. Brillantes y opacos escritores, como lúcidos y lelos ebanistas, lozanos y mustios cantautores, actrices o masajistas."

VICENTE VERDÚ 17/11/2007

j.t. dijo...

Vicente Verdú em recorda sempre el típic professor d'institut que a la festa de final de curs es fica al mig de tot a ballar com si encara fos jove. Sospito que no ha entès res de res. Ni sobre les perifèries ni sobre la comicitat ni sobre la linealitat (o no) de la Història (per entendre'ns).

Anónimo dijo...

estoy de acuerdo, vionera. bajo esa capa de cibernetica late un corazon antiguo...

Suetonio dijo...

Coincido en buena parte con lo que dice Verdíú, si bien la comparación con el cine de autor según él hoy periférico o la alusión a quién ganó los últimos Herralde me parecen no muy afortunadas. El recsto bien, aunque, como en el catecismo, podría haber resumido el decálogo en 5 puntos porque algunos son ciertamente lo mismo.

Juan Carlos Márquez dijo...

Yo, si me apuran, estamparía mi firma al final de artículo de Verdú y hasta sonreiría de satisfacción.

Hay un concepto esencial, no obstante, el que vertebra todos los demás, que me gustaría recalcar: se refiere a la contemporaneidad, que se ha instalado en el cuento, siempre más acorde con su tiempo (cuando me refiero al cuento, me refiero al cuento que escriben los cuentistas, no a los libros de nocuentos o mininovelas que sacan los novelistos de siempre para ocupar su cuota de mercado), pero apenas comienza a asomar en la novela.

¿Por qué? Yo tengo una teoría: por culpa de la industria del ocio, que no quiere que nada se mueva, porque los mercaderes están muy a gusto con lo rancio y lo tardomoderno y con sus amplios márgenes de beneficio. Y porque a los mercaderes no les gusta que los lectores piensen, qué narices, no sea que se le venga abajo el tinglado.

Eso sí, señor Verdú, le imploro un poco de coherencia, porque chirría mucho hablar de cánones de novela contemporánea y otras exquisiteces sobre la misma página-cadáver que se dedicó hace nada, por ejemplo, a loar engendros como los de Boris Izaguirre y compañía.

De hecho, si yo fuera el director de Babelia le despediría, porque lo que usted ha hecho con ese artículo es como hacer un calvo a la Guardia Civil dentro del cuartel.

Pepe Cervera dijo...

"Sin ironía no hay contemporaneidad, sin ironía no existe visión de la iridiscencia del mundo y su variable composición".

El párrafo que antecede está extraído del artículo de Vicente Verdú y es, en mi opinión, de lo poco en lo que acierta: la mayor parte de los argumentos de los que se vale son pura ironía.

Si la creación literaria se limitara a las instrucciones que se nos facilita difícilmente existiría la iridiscencia a la que según parece hay que tender. La creación es un acto solitario que no conviene someter a estructuras o intenciones predeterminadas. De lo contrario sería demasiado sencillo, la génesis de toda obra perdería el misterio que debe poseer para que nos seduzca. Un buen texto conjugará reflexión y visceralidad, si no a partes iguales, sí en la proporción que el autor considere conveniente, que para eso es el único responsable de su trabajo. El compromiso del escritor se suscribirá únicamente con sus libros, y estos se plantearán ajenos a que sean o no llevados al cine, y eso también significa que el lenguaje cinematográfico o televisivo es tan válido como cualquier otro. Las novelas, cuentos, poemas o lo que sea, perderán credibilidad si se plantean pensando en posibles lectores.
Para escribir no hace falta ningún decálogo, tal vez sea más necesario poseer una idea y una voz para trasladarla y emocionar con ella. De la habilidad que un autor demuestre para impregnar al lector con su obra dependerá la importancia de la misma.

Anónimo dijo...

Premios Herralde, cines de autor como demostración de su tesis, me parecen discutibles o flojas. No hacen falta, vamos. (me parece)

Es torpe seguir como si no publicidad, correo electrónico, chats, cine, youtubeetc. Totalmente de acuerdo.

Carácter propio y especial de la escritura literaria me parece lo deja definido lo contrario de la atender sólo a los lectores vetustos, incomunicados o burdos. Y también a los que aprecian los libros en cuanto les parecen películas o telefilmes impresos y en donde la escritura cumple la simple función de entretener durante el trayecto en avión o metro Tema complejo lo del carácter propio XD

Entiendo

Punto 1
Experiencia intransferible

Punto 2
medio de conocimiento en su propio carácter de escritura

Punto 3
Lo mismo, antes con el argumento, ahora con el final.
Experiencias de conocimiento inmediato.

Punto 4
Aquí ya me lío.
El carácter propio de la escritura según parecía no me concuerda con esto esa clase de valor encuentran las alhajas y los cuadros escondidos en el polvo de los muebles Estas imágenes son transferibles. Propias de aventura, de final apoteósico.

Punto 6 me pasa igual. No deberá llevarte entre meandros y malabares. La construcción del punto 4 está genial en saltos referenciales a la muerte.

Quiero decir, de acuerdo en bastantes cosas (fragmentación, conocimiento, palabra justa, ironía (sin que sea obligación, claro), sobretodo lo último) lo que no me queda claro es cómo o dónde considera la fantasía. Como artículo de feria o el juego especial de la literatura: la peripecia interior.

Imagino que al utilizar metáforas quiere producir ese efecto. ¿Una metáfora no es fantasía? Quiero decir, no lo entiendo. En un blog hay literatura, en ese sentido de descubrimiento interior expositivo, dependiendo de nosotros, pero , que es esa exposición sino , en el fondo, una fantasía, una cuestión del imaginario, un hablar de algo que si lo estoy escribiendo no estoy en el algo, explicarlo de acuerdo a más como era, más real, más lucidez, escribir pueda servir para esto, interés por la realidad, por mirar, cosas así ¿sin dar imágenes? hasta una página en blanco las crea, imposible. Aquí no lo pillo.

Anónimo dijo...

Me parece comprenderlo mejor en el video+canción(música+palabras) "La Fuerza"

http://blogs.ccrtvi.com/factodelafe.php

Anónimo dijo...

Aunque haya aspectos que comparto, sin duda, el decálogo y el rollo doctrinario, de Quiroga al Piglia de las dos historias de todo cuento, siempre me molestan. Que cada cual haga lo que le dé la gana, en tercera o en segunda o en primera del plural. La excelencia no sigue reglas. Y este artículo está llamado a ser el manual de una generación de jóvenes escritores a quien nadie le ha enseñado que cada poética es singular, que no puede ser decalogizada. Jordi C.

Anónimo dijo...

Es normal que Vicente Verdú levante suspicacias de base al ser titular de un medio que confunde a menudo su política cultural con su estrategia industrial. Lo mismo sucede con Juan Cueto, que hace poco habló de la Generación Nocilla en un artículo de El País Semanal, tan bienintencionado como salpicado de errores de documentación. Ambos han ocupado cargos de gran responsabilidad dentro de PRISA, y hoy son firmas que atraen lectores y por todo ello se les permite una total libertad de expresión. Esas cátedras están contadas y que ellos las ocupen no es una mala noticia.

Sí, Vironera, a menudo leo a Cueto o a Verdú tratando estos temas y tengo la misma sensación (Vironera compara a Verdú con el profesor “enrollado” que se pone a bailar con los alumnos en el baile de fin de curso, pero no se entera de nada). Pero, la verdad, más valor tiene alguien así que quien, en vez de exponerse, ironiza con cinismo desde la barrera. Siguiendo con la bonita parábola, puede que V.V no baile tanto para los alumnos como para los profesores. Quien conoce bien El País sabe que tiene algo de club de la edad dorada (por el sol de Levante, se entiende) que participó en las refriegas de la transición. Una generación que tuvo razones para sentirse joven y que, por cierto, “nosotros” estamos entendiendo a nuestra manera, como debe ser y como demuestra su aparición en la narrativa de autores que consideramos “nuestros” (Sandoval, sacando el hacha en “Boxeo sobre hielo”, e Isaac Rosa, en “El vano ayer”, con más profundidad). ¿Que quiénes somos “nosotros”? Bueno, supongo que sus hijos, ¿no es así?

Por eso me resisto a ver el decálogo de Verdú como un manual de instrucciones para nuevos narradores, sino más bien como una llamada de atención a los viejos lectores (esos que no siempre se sintieron viejos, que por lo mismo están dispuestos a sentirse otra vez jóvenes). Perder el miedo al ridículo tiene mucho que ver con perder el miedo a las formas con que nos anquilosaron desde niños. Formas de baile, formas narrativas, da lo mismo, todo es un código que denota pertenencia a un grupo, en este caso a una generación. Puede que el profesor molongui quede como un panoli, pero está enviando un mensaje inequívoco a sus colegas: ahora son otros los que marcan el paso.

El texto de Verdú no es un discurso; es una regañina. El No está más presente que el Sí; más que definir lo que se ha de escribir, se define lo que bajo ningún concepto se debe seguir leyendo. Así se educa a los niños, a través del No, a menos, claro, que tu padre sea Confuncio. Puede que Verdú también hable también para los escritores, pero, como periodista de amplia conciencia de su medio, los lectores han de ser su primer objetivo; aquellos a los que hay que regañar con formas indirectas, agasajándolos, o lo que es lo mismo, desplazando la culpa a la otra parte –los escritores- cuando en realidad son los lectores, y sus decisiones de consumo, lo que atrae la literatura hacia las formas conservadoras. Hemos llegado a un punto en que hay un escritor para cualquier clase de lector, pero no un lector para cualquier clase de escritor.

Así que yo solo le pediría una cosa al señor Verdú y al señor Cueto: bailen, por favor, sigan bailando. Y gracias. Por educar a sus amigos, que son nuestros padres, y no queremos que desaparezcan antes de entendernos.

Anónimo dijo...

Ahora lo entiendo Miguel, gracias. Excelente comentario.

Anónimo dijo...

Los Diez Mandamientos.
Lo primero que me resulta sospechoso es que se presente el discurso como Decálogo normativo de lo "literariamente correcto".(¿Porqué no doce o cinco?, etc.)El señor Verdú, tan permeable a la cultura yanqui parece que deja salir un resabio judeo-cristiano al menos en la forma y en el carácter apodíctico.
Pero empezando por el principio, no creo que la pintura ni la narración requieran los presupuestos que propone.
Si una obra llega a ser arte se basta a sí misma, guste o no guste.
El problema de fondo es que todavía se cree en la noción de "Progreso".
Repasando el decálogo:
Punto 1.: No veo necesario que la literatura deba ser intransferible. ¿Porqué esa pureza de sangre?
2.: ¿Porqué la trama debe considerarse caduca frente a lo fragmentario o tesélico? O es buena literatura o mala y ahí empiezan y acaban todas las consideraciones.
3.:Estoy de acuerdo en principio debido a los últimos abusos de los plumíferos, pero en el párrafo final detecto una especie de transformación de la literatura en producto de consumo similar a lo que puede ser por ejemplo una hamburguesa ("gozoso bocado"). Lástima que muchos no busquen sólo llenar el estómago.
4.:Relacionado con el punto 2. No entiendo que se afirme que hoy sólo es posible el estilo bloguero y el fragmento omnipresente para no ser jactancioso. (!)
5:. Más de lo mismo. Al señor Verdú le revientan los hilos argumentales, pero no por ello nos debe obligar a deglutir (nuevamente el ejemplo gástrico) tutti frutti.
6.: Puede que no sólo se busque un éxtasis esteticista sino un juego de inteligencia.
7.: ¿La peripecia interior como única posibilidad? Me temo que hay otras posibilidades además de mirarse el ombligo.
8.: Ahora caigo: al señor Verdú lo que le gustan son los diarios.
9.: Se clarifica lo del punto 8. Los que no escriban en primera persona ¡A la hoguera!
10. De acuerdo con la ironía, pero si todos los escritos fueran de ese tono ¡Que (irónico) aburrimiento!
En fin todo lo anterior lo he escrito a vuela-teclado. Quizá Vds. me puedan ilustrar.
El final de la admonición o reconvención es ya la puntilla: "El novelista es un trabajador que trata genéricamente de mejorar la vida..." !Por Dios, si parece que me estoy leyendo un panfleto de los soviets!

Anónimo dijo...

¿El señor Verdú se comporta como "un ingenioso aliado de sus sepultureros"? Puede ser.
Este artículo ha sido escrito deliberadamente con una lupa unifocal para que los lectores, y no los jóvenes escritores, tengan claro (y distinto)lo que a estas alturas ya no se puede seguir leyendo de lo que a estas alturas se está escribiendo.

Anónimo dijo...

Esa idea es agradable. Permite un decálogo -dirigido a otros ya sólo por su forma de decálogo- exigente que no va a ser obedecido.

Ver en el profesor que baila sin miedo a hacer el ridículo una señal para sus compañeros para que se arriesguen es un punto de vista agradable. Permite enlazar con la canción de Facto Delafé y Las Flores Azules cuento con expertos capaces de cagarla y reírse en el intento

Me parece bueno pensar que se dirige al lector. La forma de leer se lleva a todas partes. Leer tiene su qué.

En el post Pangea, Vicente escribe sobre las posibles metáforas que la red sugiere. Menciona algunas realidades. Hay docentes en instituciones de enseñanza universitaria virtual que no corren ningún riesgo. Los decálogos que llevan no puedes imaginarlos como láminas con huellas multi-adhesivas para aprender bailes: son las tablas de la ley (intenta mover algo en estas)

Respecto a intentar mover, el moverse de los bailes, las huellas, el riesgo y de todo un poco.

"Cabe insistir todavía en que la maquinaria del universo tecnológico es ‘como tal’ indiferente a los fines políticos; puede revolucionar o retrasar una sociedad (…) sin embargo, cuando la técnica llega a ser la forma universal de la producción material, circunscribe toda una cultura, proyecta una totalidad histórica, un mundo
Un profesor presencial se arriesga bailar ridículo para que le lean los suyos.

Mientras, en el interior de una Universidad virtual, consultores escriben según dicta la ley. Calculan el tiempo según el reloj. Piensan el espacio según su...
Responsabilidades -será no hay expertos- no intervienen.

Parece está correcto. No pasa nada. Será eso. O parte del general síndrome Kitty Genovese, esa especie de anestesia de la que hablaba Martín Rodríguez-Gaona en otro post, la cual podría sumarse a la comodidad o desconocimiento

el sustrato de Pangea y la auténtica raíz del éxito desmedido y global de la Red es su alto contenido económico, que por una vez ha aunado las voluntades de los anacrónicos Estados territoriales y de las dinámicas e implacables multinacionales empresariales, con la aquiescencia, sea por comodidad o desconocimiento, de los ciudadanos.

manteniendo en funcionamiento la adormidera presencial en el reino virtual.

La distopía será real, me parece, si mantenemos el mismo comportamiento inactivo en el lugar más dónde eres más cercano al pensamiento. Le dejamos dormido. Le demostramos que la retórica de las nuevas tecnologías es igual de insignificante que las anteriores. Le hacemos apostar -no me sea ludópata en el mundo presencial- acceso al conocimiento, importancia nuevas tecnologías, cambio epistemológico y todo, docente no dicta te conduce, por fin una Universidad que se adapta a mi y no al revés. Desengañemosles. Ya están acostumbrados. Si algún político empezara a hablar en castellano antiguo parecería lógico. No es ningún mundo nuevo este de las tecnologías, de internet. Es el mismo reino de el Castillo. Cuántos K's nos están saliendo ¿te has fijado? ¿Megas, gigas?

El asunto quizá es el regreso a la utopía, el cómo ser indios toreros cowboys califas samurais y dormir como algo radicalmente distinto a un testigo en un crimen.

Cada cual su utopía. La de vivir no estaría mal.

[Música final: twist como base genética, variaciones libres]

(la información exterior del post Pangea rehecha junto a otra información (más o menos la expuesta o a partir de ella, no me he fijado) en mi interior me han permitido devolver un Kafka transformado para Agustín. Gracias a todos ellos. No habría sido posible sin su colaboración)

j.t. dijo...

de acuerdo, miguel. ningún problema con el intento de comprensión por parte de verdú. el problema arranca del inicio, básicamente (y luego sigue, pero al tiempo): ¿latinoamérica es periferia respecto a españa? ¿literariamente, lo es? ¿miguel delibes era un avanzado (por ser de la metrópolis) respecto a jorge luis borges (por ser de la colonia)? ¿pío baroja más avanzado que macedonio fernández? aparte de esto: plantear cuál debe ser la narrativa del momento, da un cariz generacional a un tema que, que yo sepa, no se había planteado (acertadamente) así. que conste que estoy de acuerdo con la idea de las novelas inadaptables (a pesar de que incluso william burroughs lo es). pero no con llamar "vetustos, incomunicados y burdos" a los que, disfrutando con sterne, seguimos disfrutando con flaubert.

Anónimo dijo...

Os copio un texto de Alejandro Gándara que responde muy certeramente al decálogo de Verdú. El texto está colgado en el blog El escorpión.

Suerte en el Cervantes, Vicente.

Un saludo:

Elvira.

Ahí va lo de Gándara:

LA NOVELA EN EL SINAÍ

Lo primero que resalta de la propuesta de Verdú es que utiliza como referencia de la novela "antigua", identificada en general con la del XIX, elementos como la intriga, el relato lineal rematado con "apoteosis" y el hilo argumental bien tirante y llevando al lector del anzuelo.

Es difícil saber de qué novela habla, pues ni Stendhal, ni las Brönte, ni George Eliot, ni Flaubert, ni escritor alguno de cierta altura se adhiere a semejante esquema. No digamos los clásicos de principios del XX, Joyce y demás. Lo único equivalente son las novelas de cordel, los folletines y la novela popular en general, de ahora y de siempre.

Otra cosa es que, cegado por la actual confusión, en que la literatura de masas trata de hacerse pasar por obra de arte con la confabulación de todos, al autor del artículo le haya parecido que es culpa de la antigüedad y no de las supercherías del presente. De modo que la mayor parte de sus disparos o se gastan en salvas o cañonean mosquitos.

La segunda cuestión de importancia tiene que ver con el ser moderno y actual. Bien, precisamente la modernidad de la novela y de la literatura en general se edificó sobre dos pilares fundamentales: la autonomía de la creación y del creador respecto de los poderes y el canon social, por un lado, y la construcción de realidades alternativas a la realidad construida por la comunicación y las fuerzas económicas y políticas, por otro. (La idea de "modernidad" como ruptura total con el pasado, como inspirada exclusivamente en sí misma, sin nada detrás, es más bien "posmoderna" y warholiana).

Dicho de otro modo, lo "moderno" de la novela ha sido siempre un cierto desapego, cuando no directamente una reacción ante los cambios y las imposiciones de la sociedad. Stendhal despreciaba la meritocracia del dinero, los románticos atacaban a la burguesía de su tiempo, Conrad odiaba el motor de combustión interna y Faulkner, la democracia representativa.

Pueden buscar ejemplos y se encontrarán con que el género de novela no ha sido especialmente empático con el mundo que le ha tocado vivir.

Más aún, con bastante frecuencia lo más revolucionario ha sido volver la vista atrás para argumentar contra el presente. Kafka no hubiera existido sin el cuento de sabiduría oriental y sin las parábolas. Ni Emily Brönte sin la Biblia. Lampedusa y Proust restituyen un pasado con rasgos de Antiguo Régimen. Mann torna a Goethe, y la ultimísima novela a fuentes naturalistas.

Es decir, estamos ante una forma literaria más bien conservadora en su trato con la actualidad, aunque adopte posturas críticas. Hay que señalar, por lo demás, que los estrictamente reaccionarios (Céline, Drieu La Rochelle) no son los que peor se han llevado con el género.

A lo que íbamos es que sugerir que las novelas deben impregnarse de las modas y formas de su tiempo (chats, blogosfera, YouTube, MySpace) es pedir que vaya contra su natura. Por otra parte, la materia de que está hecho este arte, la palabra, implica un diálogo profundo y continuado con la propia historia de la lengua y con cuantos precedieron en la tarea de dibujar el mundo con ella. Es distinto tener que contar con lo que existe (algo inevitable) que hacerle caso y hasta fundirse con ello.

Estar obligado, además, a conciliar con la novela al sujeto interactivo e intercomunicado de nuestros días, en cuanto tal y sin mayores dimensiones, es probable que sea la manera más rápida de acabar con esa clase de literatura y con la demás, bastante refractaria a tipos que sobreviven enchufados a toda clase de plasmas.

En cuanto a otros temas:

Las novelas no pasan al cine, al cine pasa lo que es del cine, que puede inspirarse sin temor en narraciones, dado que él lo es. La fragmentación narrativa y tal, y otras secuelas de fulgurante contemporaneidad, son más viejas que las sandalias de Homero. Lo mismo vale afirmar para la exploración interior y la experiencia personal (Charlotte Brontë), con el agravante de que hoy en día cualquiera se echa a contar, justificado por el hecho de que a él le parió su madre.

No existen ni el estilo en primera persona ni el estilo en tercera persona. En tercera persona cuenta Bernhard su autobiografía y en primera cuentan el espacio los objetivistas (Butor, Baker). La distinción entre narradores se mide por la distancia entre la voz narrativa y el objeto narrado, no por el empleo de las personas del verbo.

La belleza de un texto no está relacionada con el paladar del lector (que depende de lo que acostumbre a comer), sino con el conocimiento, la experiencia y la capacidad de recrear en la propia lengua. La realidad no supera a la ficción, porque la ficción no es lo contrario de la realidad. Lo contrario de la realidad es la literalidad.

Y en cuanto a la ironía y el humor: ¿son la misma cosa? "Los novelistas más serios son los más tediosos": esto no sé qué quiere decir, ni a qué clase de criterio literario o existencial se refiere.

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias, Elvira, aunque obviamente no estoy de acuerdo con ninguno de los dos, ni con Verdú ni con Gándara. Saludos.

Vicente Luis Mora dijo...

A modo de ejemplo, me parece mucho más interesante, enriquecedor, necesario, inteligente e inspirador lo que dice Agustín Fernández Mallo en esta interesante entrevista para Deriva.org, que imagino realizada por Javier Moreno:

http://www.deriva.org/entrevistas/entrevistas.php

Ahí se dicen algunas cosas que valen para el futuro, mientras Verdú y Gándara siguen viendo la cosa (y quizá es lógico que lo hagan, por edad o formación sentimental) en pasado. Saludos a todos.

Anónimo dijo...

A mí me parece un artículo el de Verdú muy valiente, extremadamente valiente, diría yo, eso ya capta mi simpatía. Si somos sinceros, como a nosotros, al cambio, no nos conoce ni cristo, a veces no nos damos cuenta de la valentía que hay que tener para, siendo tan conocido y prestigiado, y en un medio de tanta difusión, escribir algo así, que es un tirón de orejas al grueso de los novelistas de su generación en activo, y a no pocos de nuevas generaciones. Si alguno de nosotros llegase algún día a estar en un puesto literario así, ya veríamos si mantendría sus posturas, ahora tan en apariencia valientes. Ser intelectualmente valiente es eso, precisamente, piar cuando eres conocido, no cuando no te conoce ni dios. En ese sentido simpatizo de entrada con el texto. Porque arriesga y se mete en una cuerda floja.

Por lo demás, el contenido me parece bastante lúcido, lógico e inteligente. Hay cosas que no comparto, pero eso no quita para que aprecie en él muchos puntos de valor. Una buena parte de lo que dice son asuntos que hemos tratado en este blog y en los que una amplia mayoría estuvimos y estamos de acuerdo.
Dejando aparte, el obvio e irónico chiste que hace Verdú al llamarle Decálogo, desde luego que me parece un artículo medular. Ya en el 2001 hizo uno titulado "¿Vivir o leer novelas?", que al menos para mí fue un referente a la hora de encarar otra forma de narrar. Cojonudo Verdú!

Anónimo dijo...

El valor del texto de Gándara radica precisamente en situarse en el mismo plano que Verdú, de ahí, a mi entender, su eficacia no a la hora de adelantar nada, sino en rebatir a Verdú. No sé si me explico.

Por lo demás, yo no tengo una postura definida con respecto a este debate, excepto la de que me parece mal planteado. No creo que haya que poner normas porque no hay normas. Habría que preguntarse, en todo caso, por qué buena parte de la narrativa que se escribe hoy no nos satisface, sin limitarse a responder que la razón estriba en que se repiten formas caducas, o en que no se cuenta con myspace. Eso es una soplapollez. Se contará con myspace si surge la necesidad de escribir algo a partir de ahí, pero no como premisa.

En un sentido amplio, todas las formas están caducas. La cuestión es cómo se utilizan y para qué.

Saludo:

Elvira.

Anónimo dijo...

La sequía de auténticas novedades en el panorama literario español se hace evidente en cierta ansiedad esnob por ver surgir algo supuestamente distinto, para así poder celebrarlo y aclamarlo como esas fans de los Beatles que se tiraban de los cabellos. La prueba más clara fue la bendición unánime que recibió Nocilla Dream por parte de la crítica especializada. Libro de prosa contenida (más bien desapasionada) que configura un catálogo de postales excéntricas y curiosidades varias. Según su prologuista, la novela se aventura por caminos no trillados. Como si hasta hace poco el cine no hubiera estado dando el coñazo con Babel. Qué obsesión con el efecto mariposa, con el marco global, con vincular historias que transcurren en sitios remotos, y qué fácil resulta si Internet sirve como enlace. No hay nada de novedad, más bien es todo una gran obviedad: este libro en estos tiempos, las críticas que ha tenido y reacciones como ésta insinuando que está sobrevalorado. En fin, para propuestas literarias elaboradas con conocimiento científico y artístico, cultura pop y mucha información, quisiera recomendar Las partículas elementales y La velocidad de las cosas, obras explosivas e imaginativas que además apuestan acertadamente por la más lúcida reflexión. Sin duda para apreciar un libro como Nocilla Dream hace falta un mínimo de inteligencia y conocimiento, del que probablemente carezco. Sin duda para elogiar esta novela sin el menor reparo, hace falta mucho, muchísimo esnobismo. No es un prejuicio, es un postjuicio: me he leído el libro hasta el final. Prejuicio-postjuicio, ya ves, no sólo Delleuze puede masturbarse con palabritas. (Laura Egarter)

Vicente Luis Mora dijo...

Deleuze, desde el otro lado (como diría bidyox, y Fernández Mallo, desde Mallorca -supongo-, estarán encantados con su condescendencia, Sra. Egarter. Yo, modestamente, le agradezco que les perdone usted la vida, y les permita vivir, y permita reediciones a Deleuze (porque se las permite, ¿verdad?) y ediciones a Mallo (¿le permite seguir escribiendo, o debe de pedir perdón antes?). Gracias por su generosidad, seguiremos aprendiendo.

Anónimo dijo...

necesito saber quienes el autor y el titulo de la opbra donde cuya frase ("seres laminados de la angustia") aparece
los datos que se me dan son
idioma: Castellano
Buscara a partir de 1900
Area : Literatura
y la fecha de la muerte aproximada : cerca de 1950
gracias quisiera saberlo lo mas pronto
me gustaria contar con sus ayuda