viernes, 24 de abril de 2009

La alquimia del lenguaje (digital)



Francis Pisani y Dominique Piotet, La alquimia de las multitudes. Cómo la web está cambiando el mundo; Paidós, Barcelona, 2009[1]



Señalaba Néstor García Canclini cómo los mismos antropólogos que en 2002 decían que no se podía hacer un “trabajo de campo” en Internet, entienden ahora que una investigación científica de su rama sin utilizar la Red es un error de concepto. Esto es buena muestra de que Internet es hoy el lugar clave para detectar tempranamente tendencias sociológicas que acaban afectando, en poco tiempo, a las demás realidades que nos rodean.

El periodista Francis Pisani y el empresario y asesor Dominique Piotet han llevado a cabo en La alquimia de las multitudes un exhaustivo trabajo que recoge los cambios importantes que, desde la Red, comienzan a afectar la realidad no virtual. El título del libro hace referencia a la evolución que han sufrido los antiguos destinatarios de la tecnología WWW, ahora convertidos en rectores de su destino. Para Pisani y Piotet, los antiguos internautas han devenido webactores, palabra que a su juicio explicita el cambio del estatismo navegador de la web 1.0 a la dinamicidad relacional de la red social o “web 2.0”. Lo que hoy conocemos por Internet no es ya sólo, como antes, creación de empresas, sino y sobre todo de los propios internautas, gracias a la facilidad de uso de las nuevas aplicaciones, accesibles a quienes no tenemos conocimientos de informática, y a la democratización de cierto tipo de saberes y herramientas de trabajo. Esto ha provocado que la antigua WWW que conectaba páginas se utilice ahora como instrumento para conectar contenidos o informaciones (p. 264), que la interacción haya devenido alquimia
[2] y que el “crowdsourcing” o externalización a las masas sea un modo de trabajo práctico para las empresas: según el New York Times, la palabra “crowdsourcing” fue de las más buscadas en Google el pasado enero. La importante economía generada en Internet se basa en la transmisión de datos (p. 118), en los que la facilidad de acceso y la gratuidad de las aplicaciones ha sido un dinamizador considerable. Curiosamente, los internautas contribuyen, mediante lo que Bricklin ha llamado la “cornucopia de la comunidad”, a la incorporación de los datos, ya que al final son ellos (y no sólo las empresas a las que ayudan) quienes se aprovechan del resultado. Las empresas ahora tienen fans, personas dispuestas a trabajar gratuitamente por ellas, siendo el caso prototípico el de Appel. Las empresas informáticas abren su código para que los internautas lo usen y/o mejoren, como ha ocurrido recientemente con bitácoras.com. El proceso responde a una aplicación radical de la división platónica del trabajo: si todos ponemos un poco de esfuerzo, se logra un resultado mucho más completo y rápido que el producido por una o pocas personas trabajando toda la vida. Aunque no deja de resultar curioso que esa pasión se vuelque no sobre ideas o instituciones públicas, sino sobre empresas privadas.

Siguiendo el modelo de ensayo claro, los autores explicitan sus objetivos: “nuestra hipótesis es que, desde 2004, la web ha dado lugar a la emergencia de una nueva ‘dinámica relacional’. Ésta adquirió visibilidad gracias al éxito de empresas como Google, YouTube, MySpace o Facebook, y la mantiene gracias a la participación de millones de individuos y de pequeños grupos muy informales. La tecnología estaba ahí. Y los webactores empezaron a usarla de forma masiva” (p. 52). Los autores oponen con agudeza esta dinámica (movimiento no lineal, rápido e incontrolado) a la anterior mecánica (movimiento lineal, lento y controlado) que regía la web hace sólo seis años. Esa dinámica relacional, que definen con el nombre de “alquimia de las multitudes”, se basa en cinco puntos esenciales: acumulación de datos -producida por los internautas-, apuesta por la diversidad, capacidad de compilación y síntesis de los datos, puesta en relación de los mismos, y deliberación grupal sobre las consecuencias del proceso (págs. 154-56). En efecto, sucesos posteriores a la salida del libro dan la razón a Pisani y Piotet: fijémonos lo que ha pasado con Facebook. Después de los cambios propuestos unilateralmente por los administradores el pasado año, el revuelo de los usuarios fue tal que, en una medida inédita, Facebook decidió que en el futuro serán los propios usuarios los que decidirán sobre los desarrollos y normas. Mark Zuckerberg, el director de la empresa, aseguró su idea era crear una democracia formada por 175 millones de ciudadanos. En unas interesantes declaraciones, apuntó que “lo que pasó la semana pasada nos recuerda que los usuarios cultivan un verdadero sentimiento de propiedad, no sólo sobre las informaciones que comparten, sino también sobre Facebook. Las empresas como las nuestras deben desarrollar nuevas formas de gobernarse”
[3]. Esto tiene importancia si tenemos en cuenta que un reciente estudio ha señalado cómo el 74% de los internautas españoles (lo que arroja la nada desdeñable cantidad de 13 millones de personas) visitó en diciembre de 2008 algún sitio perteneciente a redes sociales[4], sobre todo Facebook.

Una de las tesis más sugestivas del libro es que el mapa que puede hacerse de Internet en la actualidad es dinámico. La vieja idea de la cartografía fija no es válida para la Red. Siguiendo la metáfora de Google Earth, los mapas sólo son válidos si los satélites disparan fotografías una vez por minuto y la información se actualiza cada poco. En la Red los enlaces que vinculan nodos, según el libro de Barabási Linked (2003), no pueden entenderse como puntos fijos, sino que “los enlaces no son más que la representación de flujos, de intercambios, de interacciones y de los movimientos complejos que resultan de todos ellos” (citado por Pisani y Piotet, p. 57). Esto lleva a los autores a colegir que los símiles con que se intenta hacer una definición plástica de Internet, sacados casi siempre de la terminología de los transportes (“autopista de la información”, “conducto”, “canales”), no son realmente operativas para un sistema que funciona basado en flujos. Bauman diría: de forma líquida. Las palabras nodo y enlace deben entenderse, pues, de una manera dinámica: “Todo ocurre como si el término, más bien estático, de ‘enlaces’ nos impidiera ver de lo que realmente se trata: la red está hecha de flujos que transitan por esos nodos” (p. 58).

Uno no piensa en la importancia que ha ganado Internet en tan poco tiempo hasta que los datos le confrontan con la realidad: la red sólo existe desde hace 25 años, y en la forma en que hoy la conocemos (como web o WWW), sólo 15. Google salió a bolsa no hace ni cinco años. Los autores plantean cómo se han producido los cambios que han cambiado una parte del mundo (o una gran parte de nuestra visión sobre el mundo), pero no al modo de otros expertos o digeratis en tendencias digitales, aportando su mera opinión, sino examinando esas revoluciones con ejemplos y consecuencias mesurables económicamente. Primero los autores examinan el proceso gradual hacia la empresa “líquida”, apuntando decenas de casos que demuestran cómo cada vez más compañías utilizan los instrumentos accesibles en línea para abaratar costos y agilizar los procesos (hace poco leíamos que algunas comunidades autónomas españolas van a comenzar a utilizar en sus sistemas informáticos programas de código libre para no invertir en licencias de uso), para a continuación examinar el impacto que estas nuevas tendencias de los usuarios han tenido en los medios tradicionales de comunicación. Que el New York Times o El País tuvieran que hacer de libre acceso en 2007 todos sus contenidos en línea no fue una decisión debida a la generosidad de sus responsables, sino una técnica de supervivencia al ver que sus contenidos –y la publicidad que los acompaña– se quedaban fuera de las listas de los buscadores, reservadas a información de libre acceso. Los internautas no pagan por lo que pueden conseguir gratis en otro sitio, lo que está alterando sustancialmente los modos de consumo y producción. Asimismo, los internautas son cada vez más activos en la participación, de modo que están comenzando a integrarse en situación de horizontalidad en los medios tradicionales. El País, por ejemplo, tiene en su versión digital una sección titulada “Yo periodista” donde los internautas que han presenciado un hecho concreto pueden enviar sus imágenes, lecturas o comentarios de los mismos. Los medios refractarios a estas políticas de aceptación de “lo amateur”, mal que le pese a Andrew Keen y otros nostálgicos, están destinados a desaparecer con el tiempo o a volverse absolutamente minoritarios
[5]. A la posible democratización se unen factores económicos: “Los medios de comunicación tradicionales han entreabierto la puerta a la participación de los periodistas aficionados al menos por tres buenas razones: estos últimos poseen información que los profesionales no tienen; eso les permite ahorrar dinero; y con ello intentan desarrollar su relación con las audiencias” (p. 248). Como se ve, no son razones para ignorar fácilmente.

El libro de Pisani y Piotet ahonda en algo a tener muy en cuenta: el poder de los ciudadanos y de su actuación, cuando deciden moverse. Y se mueven por lo que les interesa: por sorprendente que pueda parecer, cualquier ganador del programa American Idol (modelo del que surgió Operación Triunfo, entre otros) recibe más votos de los que recibió George W. Bush en su última elección. Por encima de lecturas sociológicas superficiales, hay en este ejemplo una verdad de fondo que es la que se han propuesto estos autores investigar en su excelente ensayo.






Notas.
[1] Esta reseaña es una versión extendida de la aparecida en Mercurio nº 110, abril 2009, p. 40.
[2] “A los usuarios de MySpace, Facebook o Bebo les resulta más atractivo establecer relaciones en la medida en que son decenas de millones que si fueran un puñado. Cada actuación de los webactores conectados entre ellos con datos añade algo, un valor que no estaba y cuyo conjunto desemboca en lo que algunos han sentido la tentación de llamar ‘inteligencia colectiva’ o ‘sabiduría de las masas’. Términos quizá demasiado ambiciosos, que prometen mucho y que corren el peligro de decepcionar tanto como prometen. Por nuestra parte, preferimos hablar de ‘alquimia de las multitudes’; Francis Pisani y Dominique Piotet, La alquimia de las multitudes. Cómo la web está cambiando el mundo; Paidós, Barcelona, 2009, p. 22.
[3] http://es.noticias.yahoo.com/12/20090227/tts-en-una-medida-inedita-en-internet-fa-3c8ed92.html.
[4] Estudio realizado por ComScore, difundido en El País, 25/02/2009. El estudio coloca a España en el segundo lugar entre los países europeos más asiduos a redes sociales.
[5] “La web ha puesto de manifiesto que el concepto de lo que constituye la actualidad difiere en función del grupo social, del país y de la generación. Los medios tradicionales aún no han asumido todas las consecuencias de este hecho”; Francis Pisani y Dominique Piotet, La alquimia de las multitudes. Cómo la web está cambiando el mundo; op. cit., p. 38.

8 comentarios:

logiciel dijo...

Mira, desde que me enteré de que las empresas se camuflan para ver los perfiles de sus posibles contratados en Facebook he decidido pasarme a la vida ermitaña.
saludos

Vicente Luis Mora dijo...

Con Facebook hay que tener mucho cuidado. Activé mi página pero la tengo "congelada", por no estar seguro de si todo lo que cuelgas (información, fotos, etc.) es cedido generosa y gratuitamente a la empresa por una cláusula de las condiciones en letra pequeña que nunca se leen... Por si acaso es así, me abstengo.

No sólo las empresas lo utilizan para saber quién eres: también lo hacen algunas universidades y algunos enemigos para tener fotos en apariencia inocentes pero que sacadas de contexto pueden dar lugar a equívocos...

Anónimo dijo...

Pues gracias por el enlace entrante del que Wordpress se ha encargado de informarme a la velocidad de la web 2.0. Por supuesto, muy de acuerdo con lo que dices. De hecho, preparo algunas reflexiones sobre el estado actual de la red, conclusiones a las que he llegado por experiencia propia en la interacción con los llamados "gurús 2.0" o simplemente "Gurulollas" (te recomiendo meter este último palabro como término de busca en Google y verás a lo que me refiero).
Un saludo.

Jesus Andres dijo...

Líquido es una etiqueta seductora, con la que no me queda más remedio que convivir, pero prefiero el término fluido, que Berman señala en Baudelaire.
Bauman, tiene análisis interesantes pero me parece un tramposo. Utiliza las mismas estrategias líquidas que él señala.

Precisamente sobre Bauman publiqué esto el lunes:
http://cecinestpasuncahier.blogspot.com/2009/04/todo-lo-liquido-se-desvanece-en-el-aire.html

Recogido por salonKritic
http://salonkritik.net/08-09/2009/04/todo_lo_liquido_se_desvanece_e.php#more

Hago referencia a tu Pangea. Tu tesis me parece mucho más honesta e interesante que lo líquido, de Berman.

Envié un comentario a salonKritic para que recoja las notas donde se detallan más ampliamente las citas. Espero que lo acepten.

Lo digital, a menudo va más rápido de lo que uno es capaz de asimilar y muchas veces uno utiliza argumentos caducados. Por ejemplo, hace poco (me) señalabas acertadamente que no era necesario republicar una entrada, puesto que podían ser leídas todas simultáneamente.
Por otra parte, encuentro en la ficción, análisis tan interesantes como en el ensayo, (que también). Cuando decía en otra entrada que para mi Ballard era un manual de autoayuda me refería a eso. A su capacidad para hacerme entender el mundo, mostrándomelo desnudo. Bauman juega a lo contrario, a adaptar la visión del mundo a su tesis. Tal como hace la publicidad.
Espero que esa capacidad de diálogo que aporta la web 2.0, sea capacidad de decisión a partir de información independiente. Cómo la que tu crítica aporta sobre este libro.
Como siempre, se agradece la reseña.
A propósito, estupendo Kazbek.

Un saludo.

Jesus Andres dijo...

Digo: ... más honesta e interesante que lo líquido, de Bauman.

Perdón...

logiciel dijo...

Me gusta la permutación de 'Tentación' (Apple) en 'Llamada' (Appel)...

Anónimo dijo...

Os dejo aquí este link cuya información me ha dejado helado:
http://blackouteusp.wordpress.com/

¿Podría pasar esto?

Oche.

Vicente Luis Mora dijo...

Pues espero que no sea verdad. Sólo faltaba tener que pedir permiso para navegar por la Red. Se creó abierta precisamente para impedir eso.