Foto de una terraza de Nueva York.
Exteriores del Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (LACMA)
1. Las relaciones entre el arte y la ciudad son de doble vuelta, su interpenetración es constante. No hay un espejo entre ambos fenómenos: son azogue uno del otro.
Por lo común es el arte quien se asoma a la ciudad, pero esta escultura de Dan Colen, titulada "Untitled" es un claro ejemplo de lo contrario. Un grafiti inverso.
Lo que siguen son dos muestras de arte "señalético", que reflexiona sobre los modos de simbolizar y marcar la ciudad, ahondando en cómo los ciudadanos somos movidos por estas señales fijas. El primero es de Rogelio López Cuenca. Hate (2003) es una obra de Marcos Ramírez.
2. La ciudad de hoy es, según Antonio Fernández Alba, una ciudad-espectáculo, algo que había apuntado el urbanista Virilio: “la estética de lo edificado se disimula en los efectos especiales de la máquina de comunicación, artefactos de transferencia o transmisión, el arte desaparece incesantemente bajo la intensa iluminación de los proyectores y propagadores. Después de la arquitectura-escultura comienza la era de la facticidad cinematográfica, tanto en sentido literal como figurado. Desde ese momento la arquitectura es puro cine”[1]. Para Iain Chambers, la ciudad es una “pantalla gigante”, y quizá es también el muro total, el hipermuro donde exhibir la obra, donde colgarla o donde pintarla, a modo de fresco contemporáneo. La ciudad es también un soporte; los rascacielos admiten las proyecciones de imágenes y sus azoteas son el lugar ideal para la instalación de las obras de Dan Graham (izquierda). Los muros son intervenidos por el grafiti o por los scribbles de Karl Haendel. El mismo Haendel hizo para la Bienal de California de 2008 un interesante proyecto en las vallas publicitarias angelinas, cuyo resultado podemos ver a continuación de uno de los scribbles.
Máximo Gorki, en un artículo publicado en The Independent el 8 de agosto de 1907 decía sobre Nueva York que “el resplandor está por doquier, no hay ni una sombra. (…) El visitante se queda anonadado; su conciencia se atrofia a causa de los intensos reflejos; sus pensamientos huyen de su mente; se vuelve una partícula en la multitud”.
3. Urbanismáquina
Arquitectura es todo
Le Corbusier, Mensaje a los estudiantes de arquitectura
“Ciudad: éste es el nombre de una enfermedad nerviosa muy grave”, decía Ezequiel Martínez Estrada en La Cabeza de Goliat (1940), quizá pensando en la tumoración. El crecimiento tumoral aparece cuando el cuerpo deja de ser un órgano para convertirse en una Máquina. La asociación de la máquina con la ciudad es conocida. “El alias de toda ciudad –fabril, funcional, audiovisual, informatizada– es Máquina”, escribía Christian Ferrer, y por lo común es una máquina causante de enfermedades, cancerígena. El párrafo más hermoso donde he podido leer esto está en la fantástica novela Tynset de Wolfgang Hildesheimer:
Sólo que allí están las ciudades, las resistentes fortificaciones alargadas, trampas laberínticas, difíciles de penetrar, encajadas unas en otras, enredadas unas con otras en una dura competición perpetua…, debería evitarlas en la medida de lo posible. Al viajar seré testigo ocular de su crecimiento, veré cómo se estiran, cómo se revuelcan por el campo abierto, cómo devoran montañas de escombros para volverlos a vomitar en otro lugar para hacerse enormes, se tragan pueblos, lamen huertos familiares, nivelan el suelo y plantan el minúsculo germen de una ciudad satélite, se adentran en la tierra cavando para volver a surgir desde el agujero que han cavado y crecer a lo largo y a lo ancho para comerse la tierra en las siete dimensiones, de forma incalculable –no, incalculable no, simplemente mal calculada–, de modo que crecen rápidamente, desarrollan en una noche metástasis que hacía dos días todavía no se intuían, ayer no se veían y hoy ya son hinchazón, mañana núcleo de un tejido podrido, se forman cadenas de pequeñas úlceras de hormigón, todas idénticas, y todas rodeadas de lepra plantada, cercada, se forman en pendientes que han sido comidas o a ambos lados de las carreteras de acceso, las carreteras se cierran en redes cuadradas alrededor de las aglomeraciones de úlceras de hormigón, así surge luego la periferia, que luego se convertirá en ciudad, que luego se convertirá en gran ciudad, que luego se convertirá en ciudad madre de una aglomeración de satélites, donde ya nadie sabrá dónde está, ni siquiera aquel que haya crecido en ella, que luego se convertirá en ruinas y en algún siglo, en un futuro calculable pero no calculado, de nuevo en un desierto… [2]
4. Antes y después
3. Found Art
Hace poco escribía Fernando Castro Flórez un interesante artículo en ABCD sobre un montaje casual que un vagabundo había hecho en una calle de Madrid ("Esto no es una performance", 21/03/2009). Allí reflexionaba Castro Flórez –quien llegó a hablar con el “artista” sobre el tema– sobre los difusos límites que la intervención artística puede tener con la intervención casual o azarosa. Una muestra entera sobre esos límites se vio en el neoyorkino New Museum el año pasado; el sugestivo título era Unmonumental, y se planteaba como una reflexión sobre la ciudad de Nueva York como creadora mecánica de arte encontrado. La fotógrafa Joy Garnett también se dedica a subir a su blog fotografías de arte encontrado en Nueva York, algunas de ellas excelentes. A la izquierda tenemos un ejemplo.
Otra propuesta distinta a medias entre el arte encontrado y el fabricado es este interesante proyecto de Rosemarie Flore, Subway Windows Print, una de cuyas obras podéis ver a la izquierda y cuyo proceso constructivo se detalla aquí. Flore tomó varias ventanillas de los vagones 33 y 36 de un tren de metro neoyorkino en desuso, e imprimió las imágenes de grafitis casuales dibujados en ellas, haciendo una especie de negativo impreso de las letras y dibujos vertidos casualmente. La autora intentaba “un registro visual del tiempo gastado en el transporte público de Nueva York”.
mmmm
5. La ciudad como instrumento musical. La ciudad como otro tipo de máquina; una máquina sonora. “Las ciudades se pliegan a los sonidos, de manera bastarda, para ofrecer una armonía que sus habitantes están impedidos de asimilar. Ruidos metálicos o cibernéticos o fibrosos avanzan por los intersticios entremezclándose con un énfasis que ni el más eximio músico podría programar. La fibra es leve”, escribió Diamela Eltit[3]. David Byrne planteó el año pasado la posibilidad de un edificio sonoro, capaz de hacer música. Abajo tienen la foto, tan espectacular como la iniciativa.
6. Grafiti. El grafiti me sigue pareciendo una de las formas más sugestivas, abiertas y creativas de arte contemporáneo. En algún post anterior hablamos de Banksy, uno de los genios del género, pero seguir buscando es seguir descubriendo talento. El número de julio de la alternativa revista Juxtapoz, que sigo regularmente, hace un amplio repaso del arte brasileño actual en general y de su expresión grafitera en particular (fotografía de la izquierda tomada de Croque). Dentro de sus elecciones, me han interesado especialmente Flip (Felipe Yung) y Speto. Flip decora Sao Paulo con sus flipitos, mezcla de juguete y demanda de espacio social artístico. En este vídeo lo veis trabajando, convenientemente disfrazado. En Brasil se está estudiando despenalizar el grafiti, pero de momento sigue estando prohibido.
En el mismo número se recoge una interesante entrevista con Herbert Baglione, un artista que me ha llamado no sólo por el potencial plástico de su obra, sino también por su conexiones invasivas con la ciudad, y por alguna declaración puntual:
I don’t see a lot of difference between the metrópolis now and what happened in the Coliseum in Roman times, for example, in due proportions, of course. The barbarism in today’s world is psychological terrorism be it on the streets or the bombardment of daily information. One hour in the traffic of Sao Paulo may lead the most serene guy to a desire to kill. By the way, anxiety and compulsion for violence are normal characteristics to be seen. Everything comes down to action and reaction.[4]
Os dejo con un par de obras que intentan recuperar espacios perdidos de la ciudad, reactivándola como espacio expositivo. Ambas pertenecen a la serie Icons for now.
[1] Paul Virilio, La estética de la desaparición; Anagrama, Barcelona, 1988
[2] Wolfgang Hildesheimer, Tynset; El Olivo Azul, Sevilla, 2007, pp. 66-67.
[3] Diamela Eltit, Los trabajadores de la muerte; Planeta Chilena, Santiago de Chile, 1998, p. 68.
[4] Herbert Baglione, en Juxtapoz, nº 102, july 2009, p. 54.
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