lunes, 13 de julio de 2009

Firma invitada: Ramón Román Alcalá

El pasado sábado se publicaron en Cuadernos del Sur estas páginas del filósofo y especialista en Filosofía antigua y Estética Ramón Román Alcalá, que llamaron mi atención por ser una persona tradicionalmente defensora de la imagen y el estudio de los media. En este argumentado artículo Román Alcalá defiende un concepto de imagen que va más allá de la superficialidad convencional con que es tratada, y que intenta ahondar en las relaciones entre lo que llama la educación logocéntrica con la peligrosa educación imagocéntrica. Creo que su lectura puede resultar de interés.


CONTRA LA IMAGEN POR LA IMAGEN MISMA
Me la juego: titular un artículo y decir “estoy contra la imagen”, parece hoy insensato y anacrónico (por no decir, arcaico, viejo, decrépito, caduco etc.). Soportaré también ante su lectura (espero que se lea y que no se vea sólo) sonrisas arrogantes o jactanciosas y comentarios impíamente desdeñosos antes de leerlo. Pero nadie duda que en esta era de la mirada, la imagen, destructora de la forma escrita como expresión global, goza de un poder de sugestión considerable y fascinante que ha rendido y humillado a la crítica del discurso, inane, estúpidamente callada frente a la revolución falaz y mentirosa de la apariencia. Me interesa el debate sobre la imagen, frente a su embestida fascinante e hipnotizadora, que ha impedido la reflexión ante un fenómeno global que ha enmudecido a la mayoría de los humanos ante su poder.

Bajo el signo de la imagen en las revistas, el cine, la televisión, la política o la Universidad, la imagen ha sustituido a la forma escrita como modo de expresión global con un poder de sugestión irresistible. Esto tiene unas consecuencias que son necesario resaltar: la era de la razón está siendo sustituida por la era del sueño, al albor de una nueva cultura en la que la imagen, superponiéndose absolutamente al discurso, ha terminado por reemplazarlo. La imagen que imitaba el mundo, que era copia y representaba al objeto, se ha convertido en sustancia en sí misma, determinando el contenido, imponiendo una visión que no hace referencia a nada, invirtiendo el esquema tradicional, convirtiendo lo imaginario en real. La imagen, así, tiene un poder nuevo que no se transfiere al mundo, sino que escapa mágicamente a nuestro juicio y control.

El espíritu espectador se ha instalado entre nosotros, fenómenos como youtube o el power point en la educación, terminan por anular, sin quererlo, el pensamiento. Se supone que son nuevas metodologías, de enseñanza, de relación con los contenidos, etc., pero es algo más y no nos hemos dado cuenta, se nos ha escapado: es la sustitución de un modelo en el que pensar o conectar conocimientos y contenidos era necesario y tenía interés, a un modelo en el que la fascinación por la imagen colapsa el pensamiento. Nos hace menos originales, más limitados ya que el espíritu crítico se pierde en la imagen, convertida en pura pasión inmovilista. La fascinación, en definitiva, no es más que una extraña parálisis de actividad. Esto desde mi punto de vista es bastante negativo, pero advierto que este juicio me condenará al mundo “antiquii” de la cultura dialogada y crítica, sin analizar lo que digo. Por favor, sigan leyendo.

Por ejemplo, es sorprendente como el mundo de la educación se ha rendido al efecto PowerPoint, desde hace tiempo vengo advirtiendo que la educación “logocéntrica”, ha sido sustituida por otra “imagocéntrica”, llevándonos hacia el silencio, hacia un mundo en el que la sola palabra pronunciada es de un mundo muerto, inaudito, innecesario e inaudible. Nos han convencido de la necesidad de introducir nuevas tecnologías relacionadas con la imagen para transmitir “el nuevo conocimiento”, y no nos hemos dado cuenta que cuando se dice “una imagen vale más que mil palabras” hay que entenderlo literalmente, y esto no significa que sea positivo.

El triunfo, extensión, uso y abuso del Powerpoint amenaza el espíritu crítico porque es pre-lógico. Edward Tufte profesor de la Universidad de Yale de “Estadística, Diseño de la Información y Política económica” (es decir, que no es de letras) escribió hace tiempo un artículo en la revista Wired (la revista más interesante sobre el análisis de la tecnología), titulado “PowerPoint es el diablo” en el que criticaba la presentaciones típicas que ponen el formato por encima del contenido, facilitando la apariencia de interés para algo que puede estar perfectamente hueco. El argumento que utilizaba demostraba que una clase dada con transparencias con usualmente unas 40 palabras por cada una de ellas, y con 18 segundos de lectura, nunca completaba un razonamiento. Ello implicaba que los alumnos tenían dificultades en apreciar el contexto y valorar las relaciones entre unos aspectos y otros, separados entre sí por varias transparencias. Y afirmaba que una clase dada con este sistema de imagen y colorines aportaba a las mentes de los alumnos 100 veces menos de conexiones que otra en sentido tradicional y trivializaba los contenidos. Si el contenido no tiene interés y está mal estructurado animarlo o ponerlo en colores no lo va a arreglar. Si en la cultura, en las letras, los contenidos se han vuelto irrelevantes y hay poco interés hacia ellos, el PowerPoint está haciendo más daño que beneficio.

Dicho sesudamente (esto es un problema porque hay que pensarlo), la enunciación inmediata de lo real en la imagen, modifica la existencia imaginaria de los seres humanos. Me explico, la imagen siempre ha sido una representación de las cosas del mundo, pero al convertirse la imagen en una enunciación en sí misma, anula todas las miradas y representaciones del mundo, y ella se convierte en el mundo mismo (no existes y eres famoso para salir en televisión, sino que por salir en televisión existes y eres famoso). A través de la imagen como única forma de comunicación es el mundo mismo el que deviene, se convierte en imagen. Esto quiere decir, que las imágenes no son impresiones que el ser humano tiene a partir de lo exterior, y por lo tanto creadas y filtradas por él, sino que está habitado, abducido, secuestrado por imágenes que no son suyas. Somos más participados que participantes de la realidad, condenándonos a un mimetismo que anula lo personal. La política es un ejemplo significativo de este fenómeno, ¿qué significa que los políticos se han separado de los ciudadanos?, pues que unos y otros han sido mediados por la imagen, las campañas publicitarias, los mítines, los debates, la política misma se transfigura, se convierte en imagen, en sugestión. Me frustra lo que aparentemente me llena, y esa frustración es sobre todo alienación porque la imagen no dialoga, no escucha, no responde, es sutilmente autosuficiente en sí misma. Los políticos no son seres humanos, son imágenes de ellos mismos, son impersonales, objetivos y fascinantes. En la televisión no hay periodistas, no hay políticos, no hay intelectuales son imágenes, por eso no dialogan, no escuchan, no tienen opiniones razonables sobre diferentes problemas, son estereotipos, imágenes de sí, cautivos por saturación de ella, en ellos el discurso, el enunciado, lo que media, no se distingue del mediador, de la imagen que tiene que dar y da (el programa 59 segundos es un ejemplo contundente de esto, no hay debate múltiple y dialogado, hay posiciones sin matices -imágenes fijas- parecen pertenecer todos a partidos políticos con doctrina preestablecida). Aquí esta la inversión, el discurso está abierto a infinidad de matices, es palabra que va y viene escuchada por otro, filtrada y transformada, metamorfoseada en un nuevo pensamiento, la imagen, por el contrario, reabsorbe todos los sentidos, los anula es a-logos, aplana, no escucha, no oye, no ve, no crea. Solo muestra pasivamente lo mandado y obedecido que hay que transmitir.

Ahí está lo indecente de la imagen objetiva que fija el instante y deviene espectáculo, figura y figurantes mecánicamente incrustados sobre la película y repetidos ante la mirada. Aquí está también la extraordinaria fortuna de la imagen objetiva en movimiento, que es un reflejo mágico del mundo ya que transforma el juicio crítico en truco mediático visual, en el que el contenido es irrelevante. La indecencia, pues, está en la imagen y esta amenaza no ha sido desactivada por la educación, a nadie se le ha enseñado a leer las imágenes, a enjuiciar las imágenes, a cribar las imágenes. De la misma forma que enseñamos a distinguir el Romeo y Julieta de Shakespeare, del Mein Kampf de Hitler (libro muy difícil de encontrar, y en algunos sitios prohibido por su natural peligro), no hacemos lo mismo con la imagen (a la mayoría de los educadores o padres se nos escapan los videojuegos, lugar común de formación actual), la creemos neutral, la aceptamos sin darnos cuenta de la inmoralidad que algunas de ellas conlleva. Esta es una de las paradojas fascinantes de este mundo mecánico y consumista en el que estamos atrapados como engranajes bien engrasados.

¿Debemos pues de poner límites a la imagen? Un nuevo mecanismo tecnológico se ha instalado, pero todo mecanismo es un útil más complejo con un plan más profundo, y me da la impresión que en estos temas de la imagen, paradójicamente, andamos a ciegas. Y el logos que es el único que puede aportar cierta luz a los problemas, parece que se ha exiliado finalmente, expulsado por el prestigio de la imagen con una energía que, proveniente del mundo de las máquinas, se ha convertido en poder. Roger Munier en un libro escrito hace casi 50 años advertía de los peligros de la imagen, acababa el libro en 1960 con un párrafo terrorífico: el mundo real será sustituido por una imagen cada vez más perfecta técnicamente, y cada vez más difundida en los hogares con la televisión, en las escuelas, en las calles… a una humanidad pasiva y extasiada, que se conformará con este sustituto del mundo y sus diferencias.

Hay que integrar la imagen en una nueva forma del decir, hay que dominar a la imagen, no dejar que nos domine salvajemente como hasta ahora. La imagen debe ser transparente, debe reenviarnos al mundo, no debe ser un muro que nos impida crear e interactuar con el mundo; sólo es peligrosa en la medida en que como pura repetición, reproducción maquinal del mundo, anula el cambiante y rico mundo real. Si la imagen anula al mundo, nosotros quedamos mudos, incapaces de trascenderla se convierte en un símbolo cínico encerrado en sí mismo que nos reenvía a la inmediatez de su propia apariencia.

Sólo hay una forma de trascender la imagen y es integrarla en el discurso, en el decir, hacerla pensamiento también, hablar sobre ella, criticarla, no pensar que con su mera exposición todo está dicho (la mayor parte del cine -para adolescentes- sigue esta mentira visual, todo empieza y termina en la imagen y no hay discurso posterior, y por ahí se va a desarrollar el cine en tres dimensiones, con un objetivo económico –evitar la piratería- no cultural). Instaurar este nuevo lenguaje sin precedentes debe ser prioritario, para evitar que la imagen sea su propio fin. Si no lo conseguimos, y hasta ahora estamos perdiendo la partida, la imagen de ser un vehículo mediador y mecánico, se convertirá cada vez más en estructura significante en sí misma (ya lo es, algunas series televisivas modifican lo real), y su poder de alienación será magnífico y terriblemente eficaz. Hay que dignificar la imagen, sacarla de manos de mercaderes mezquinos y miserables que ven solo su valor en sí misma, y convertirla en algo más humano. Efectivamente, una imagen puede valer más que mil palabras, pero solo si consigue que a partir de ella se escriban esas mil palabras, si no la imagen no vale nada, la imagen no es más que imagen técnica, reproductiva, mecánica, inhumana al servicio de oscuros y bastardos intereses.
Ramón Román Alcalá
Profesor Titular de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Córdoba, ha publicado los siguientes libros: Pirrón como culminación de la tradición escéptica griega (Servicio de Publicaciones, Universidad de Granada, 1993); El escepticismo antiguo: posibilidad del conocimiento y búsqueda de la felicidad (Servicio de Publicaciones, Universidad de Córdoba, 1994); Filosofía (Ed. Edebé, Barcelona, 1998); Averroes y la Córdoba de su tiempo (en colaboración, Servicio de Publicaciones, Universidad de Córdoba, 1998); Hermenéutica de la obra de arte, diez miradas virginales (Coordinador, Servicio de Publicaciones, Universidad de Córdoba, 2000); Lucrecio: reflexión filosófica contra superstición religiosa (Ed. UNED, y UCO, Córdoba, 2003); Semblanzas del escepticismo (Tecnos, Madrid, en prensa).

16 comentarios:

logiciel dijo...

Es que una imagen vale más que mil palabras cuando representa más de mil palabras. Si no, no vale ni una. O sólo una, si me apuras.

Saludos

cgamez dijo...

Una reflexión muy interesante.

Lo cierto es que con las imágenes pasa como con la tecnología, que son neutras pero no así su uso.

A veces pienso que con la cultura de las imágenes puede suceder como con la cultura escrita al inicio de la era cristiana. Que sólo unos pocos están capacitados para analizar en profundidad el verdadero mensaje que conllevan y esto las hace altamente manipulables para los miembros del gran público (como yo).

Un abrazo.

Manuel G. dijo...

Tambien hay que ser muy excépticos con ese paraiso de un logos puro.

Según cierta teoría, que yo llamo "teoría del chismorreo", el lenguaje surgió entre los homínidos en medio de un "ambiente conspiratorio" con el fin de engañar y manipular.

Sea como sea, quizás no haya escapatoria.

Vicente Luis Mora dijo...

Muy interesante el apunte, Manolo. Cito al respecto, y contra la pureza, esta cita de una de mis autoras favoritas:

“La pureza me parece todavía más execrable que lo siniestro pues se ejerce sobre ella misma y termina por lacerar inevitablemente al corazón humano atentando contra su inalienable particularidad”; Diamela Eltit, Los trabajadores de la muerte; Planeta Chilena, Santiago de Chile, 1998, p. 65.

Ahí va eso para el logos puro. Saludos, Manolo.

Ramón Román Alcalá dijo...

Hoy en día nada es puro, ni siquiera la mezcla, todo exceso de luz y la pureza lo es, vuelve opaco el mensaje. Por eso me rebelo contra la imagen pura, que se dice neutral, objetiva y hermenéuticamente abierta, ya que al ser tan pura ciega a la mayoría.

Anónimo dijo...

En muchas ocasiones el valor de una imagen depende de la capacidad del receptor-espectador para sacar de ella ese plus de sentido, no de la imagen en sí misma.

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Prefiero pensar en que la génesis del lenguaje fue más bien motivada por lo que Bickerton llama altruismo recíproco.

Un texto muy interesante.

Saludos.

Oche

Ana dijo...

Gracias Vicente por colgar un texto tan interesante.

Me ha gustado mucho esa reflexión sobre la parte negativa de la imagen. Me parece acertado. Me ha recordado un poco a los clásicos de la teoría sociológica, los cuales además de establecer lo que consideraban específico de la sociedad moderna fueron capaces de ver también el lado obscuro de esa modernidad: Marx y la "alienación", Durkheim y la "anomia" y Weber y "la jaula de hierro".

Estoy totalmente de acuerdo con la crítica a utilizar power point de una manera mecánica y sin relación con los contenidos. Me ha gustado especialmente lo de integrar la imagen en una nueva forma del decir y lo de que hay que enseñar a leer imágenes. En estos dos elementos es donde está la clave pero claro al profesor-docente se le abre ante sí un escenario de mucho esfuerzo.

Finalmente, no sé si la razón está siendo sustituida por la era del sueño o yo diría por la era de la ignorancia. No sé me preocupa la parte negativa de este cambio que puede afectar al incremento del analfabetismo funcional.

Lo dicho muy interesante y sugerente,

Saludos,

Manuel G. dijo...

Efectivamente, Vicente, la obsesión por la pureza, encarnada casi siempre detrás de apariencias viginales y angelicales, no me cabe duda que esconde como poco la imposición, la mentira, o cosas peores.

Tras los detentadores de lo puro, tendremos siempre a una cuadrilla de enterradores.

Respecto a la imagen...me parece que esta no puede ser pura tampoco, porque siempre está inmersa en un discurso previo que permite la interpretación, y este discurso también es "chismorreo", manipulación de unos y otros.

Si la alternativa a la imagen es la palabra, apañados vamos también.

logiciel dijo...

A ver, se me ocurren varias cosas:
cuando se muestra una imagen siempre existe un fin detrás. La imagen es lo se muestra y lo que se intuye. Lo mostrado y lo intuído no tienen por qué coincidir, y este tipo de imágenes son, a mi modo de ver, las imágenes interesantes, las poliédricas, las que no necesitan ningún discurso detrás para sostenerse, aunque a menudo son las utilizadas para manipular, cuando una de esas múltiples facetas es la utilizada para transmitir un mensaje concreto y dirigido. Por lo tanto, estas son las imágenes interesantes, tanto por su peligro como por su atractivo.

Y luego están las imágenes planas, que no puras, las anodinas, las que esas sí que necesitan un soporte detrás y que no transmiten absolutamente nada. Y estas son, a mi modo de ver, las imágenes que más abundan y que están sustituyendo al discurso, pero que siempre van acompañadas de una aparente justificación. Pero estas me parecen menos peligrosas.

Anónimo dijo...

Una cita de Debord que viene al caso y que pone de manifiesto la actualidad de su pensamiento:

"Allí donde el mundo real se transforma en meras imágenes, las meras imágenes se convierten en seres reales, y en eficades motivaciones de un comportamiento hipnótico." Y sigue luego: "El espectáculo no debe identificarse con la simple mirada, ni siquiera combinada con la escucha. Es más bien aquello que escapa a la actividad de los hombres, a su reconsideración y a la corrección de sus obras. Es lo contrario del diálogo. El espectáculo se constituye allí donde hay representación independiente"

Un saludo.

Oche.

logiciel dijo...

Ah! Y se me olvidaba que a veces una imagen también puede ser un signo (icónico, simbólico, indicio...), un lenguaje tan válido como cualquier otro.
Ya está.

Anónimo dijo...

El ilustrador y dibujante de historietas Raúl ha hablado en más de una ocasión de las imágenes "sin tiempo", como las de la señalética: instrumentos poderosísimos a la hora de crear conexiones de significados "fuertes". Depende de la carga previa de sentido y de la adecuada re-carga o despojamiento que la reutilización de las imágenes sea fructífera. No olvidemos que todo requiere, además de sencillez, insistencia, que suele ser la base de al menos la mitad del éxito de las marcas.

Christoph Niemann ha desarrollado gran parte de la gramática iconográfica de la ilustración en prensa y en su obra personal y en el blog Abstract City, que sigue siendo muy recomendable. En un número de Print Magazine proponía un eje cartesiano con cruces de conceptos (guerra, amor, economía: "guerra económica", "amor armado", por ejemplo) como excelente broma (sin dejar de ser útil) con la que reír ante la ausencia de ideas innovadoras y la recurrencia de otras mucho más gastadas:

Christoph Niemann

http://www.christophniemann.com/

Abstract City

http://niemann.blogs.nytimes.com/

--

c.m.

Anónimo dijo...

Un texto de Sergio Barrera (1 de 2):

Pintura contra Imagen (danza de recuerdos)


Hablemos en la pintura, no de la pintura, no del objeto físico, tampoco del objeto de estudio;
olvidémonos, si es posible y sin darnos cuenta, de la idea de ‘objeto’, es decir, de la fijación.

¿Es posible hablar en la pintura? ¿Y se puede hablar de algo sin convertirlo en cosa, en objeto? Hablar de algo convirtiéndolo así en cosa, ¿no es condición indispensable para la percepción, para la interpretación, para la traducción? ¿Se puede hablar de algo sin hacerlo ser lo que no era? ¿Podemos acercarnos a “algo”, dejar que se nos acerque, sin la intromisión de la noción de ‘objeto’?

Si hablamos en la pintura, ¿la acción de la vida nos recupera? ¿La recuperamos nosotros? ¿Nos devuelve el sentido y nos arropa bajo un cielo donde el decir y el hacer sean inseparables, inconcebibles como cosas separadas? ¿ Por qué separamos la inmediatez en decir y hacer? ¿Lo hacemos nosotros o es la mentira la que nos obliga a hacerlo? ¿Acaso somos de mentira o es sencillamente que somos la mentira misma?

Cuando hablamos de pintura, ¿estamos hablando de pintura o de otra cosa? ¿Acaso la echamos de
menos, y por eso hablamos de ella? ¿Es la nostalgia la que nos obliga a hacerlo? ¿Es la imagen hija de la nostalgia?

¿Y por qué digo imagen? ¿No tratábamos de hablar de la pintura? No, tampoco era eso. Intentábamos hablar en pintura, aunque... ¿es eso posible? ¿Es Real o es imposible hablar en pintura? ¿Está necesitada la Realidad de cosas posibles e imposibles al mismo tiempo o simplemente oculta su propia imposibilidad a través de la constante sustitución de las cosas por las palabras? Pero, ¿no son las palabras las cosas?
No, tan sólo hacemos uso de las palabras para referimos a las cosas. Si hablamos de algo, ¿no estamos re- presentando? Y la representación y eso que llamamos imagen, ¿son cosas distintas o tienen en cierto sentido el mismo significado? Representación, imagen y pintura ¿son la misma cosa? ¿Por qué decimos imagen o representación cuando hablamos de pintura? ¿Es posible que no podamos hablar en verdad de pintura y por eso la convertimos en imagen o representación?

Pero decimos pintura, entonces, si no podemos hablar de ella..., ¿por qué nombramos algo de lo que no se puede hablar? ¿O es que inventamos algunos sonidos, algunas palabras, para saber precisamente que no podemos decir nada de ellas? ¿O será que sencillamente las cosas nos devuelven la mirada, es decir, la imagen que lanzamos sobre ellas?

(continúa)

Anónimo dijo...

(2 de 2)

Pintura contra Imagen (danza de recuerdos)




Aún así, a los ojos de la Realidad, pintura e imagen se refieren, cómo no, al mismo objeto, tienen el
mismo significado. ¿Pero acaso coincide el sentido de ambas... cosas?

Y si la pintura no es una cosa, no es un objeto y tampoco es imagen, ¿qué es la pintura? ¿No existe, tal vez? ¿Y a quién le interesa saber qué es la pintura, y por qué? Si es algo que no existe, ¿por qué
preocuparse? Pero si está ahí, ¿cómo podemos decir que no existe? Acaso la existencia sea tan sólo una condición real y su única conclusión posible sea la muerte. Algo así será, por eso la imagen muere y la pintura, como no existe, no muere nunca. ¿No será la muerte el sentido de la imagen y el sentido de la pintura el tiempo sentido?

Y el tiempo sentido ¿es aquello que pasa pero que no doy cuenta de que pasa? ¿Es el tiempo sentido un no-tiempo que provoca la aparición de un recuerdo no sabido, y, por esta razón, vivo? Tiempo
sentido..., ¿es sentimiento fuera del Tiempo ideado y computable? Y el Tiempo ideado ¿no es la idea de las ideas, graduable gracias a la memoria ideativa, construida, manipulada? ¿Somos nosotros una mezcla conflictiva y delicada de un Tiempo ideado y un tiempo sentido, un no-tiempo?

¿La pintura es un espacio sin tiempo, o un tiempo sin espacio, que la Historia ha convertido en cosa, y por ende, en imagen?

¿Por qué no dejamos que la pintura nos mire, o mejor, que nos vea? ¿Por qué no nos dejamos sentirla?
No decimos que nos pinte, no, que ya la imagen durante muchos siglos nos ha perfilado bastante, sino que nos dejemos pintar. No le permitimos ni el más mínimo de los silencios, ni una sola pausa, nada.

Escuchemos su silencio, que no su mutismo; ignorémosla, olvidémosla si es necesario, que nos olvide ella también. Que podamos tener, sea cuando sea, no importa, un encuentro del que nada sepamos, donde nuestro sentido ya no sea “varios”, y por ello enfrentados, ni tampoco Uno, sino que sea el tiempo sentido, es decir, el no tiempo, el sin fin, nuestro sentido: el sentido de la pintura.

Luis Ángel Abad dijo...

Interesante reflexión, recorrida no obstante por una dicotomía no resuelta al final del texto, y que a mi modo de ver viene a ser una de las raíces del problema que señala. Me refiero a que la mistificación provocada actualmente por la cultura audiovisual mediante la presencia protagonista de una imagen "subyugante", es el resultado entre otras cosas, de un vaciado progresivo del influjo mágicamente invocador de la palabra, en beneficio de un modelo de conocimiento cartesiano.

Mientras planteemos que el modelo óptimo de conocimiento pasa por un ejercicio estricto de descripción ex-plicativa que recae en un uso denotativo de la palabra, el audiovisual seguirá teniendo todo el campo abierto para re-clamar y con-vocar im-presionantemente la atención del individuo.

Decir más cosas quizás para ocuparnos personalmente frente al influjo de la pantalla. Pero decir más cosas en cada cosa. Y sugerir más cosas todavía en cada cosa dicha por las más cosas dichas. Y entonces sí, pelear de igual a igual contra el monopolio fascinador de la imagen en nuestra cultura. ¿Se capta la imagen?

ángel dijo...

Los haikus, muy bien medidos, me parecieron de forzada provocación.

Un gusto estar en tu espacio.


Saludos...