viernes, 10 de octubre de 2008

Los dioses duermen (dentro)



llueve como siempre

de arriba a abajo, sí, de arriba a abajo.


Aníbal Núñez, Cartapacios [1961-1973]





Andrés Neuman
Mística abajo; El Acantilado, Barcelona, 2008
Gotas negras. Gotas de sal; Berenice, Córdoba, 2008


Los poetas filólogos utilizan la tradición poética con una clara consciencia, y por algún motivo. Esto es algo que no ignoramos los críticos ni, por supuesto, los mismos poetas, que suelen enmarcar con cierto tipo de citas, más o menos ocultas, su proyecto estético respecto a la tradición anterior. En este sentido, si leemos esta cadena de citas: “siente el pensamiento, piensa el sentimiento” (Unamuno); “habito con pasión el pensamiento” (Valente); “me emociono pensando, me emociono” (Neuman, Mística abajo), entendemos a la perfección la línea estética en la que Neuman, tanto por intención, como por derecho, quiere insertarse. Una línea meditativa que intenta engarzarse con la mejor tradición hispánica de poesía, de ascendencias barrocas, y que llevaría de Fray Luis a Juan Ramón, de Sor Juana Inés de la Cruz a Cernuda.

A pesar de la apelación de apertura, mediante una cita de Simone Weil que identifica la alegría con la plenitud del sentimiento de lo real, Mística abajo (El Acantilado, 2008) es un poemario grave, donde la alegría puede encontrarse con cuentagotas, volcado en una honda reflexión sobre aspectos nada superficiales de la existencia. A pensar que algún hecho de su biografía personal puede haber ayudado a este cambio de perspectiva nos invita la indicación solapada de algunos versos: “la juventud no acaba con la edad / sino con la certeza de algún daño” (p. 22). Pero sea cual sea el motivo, lo que importa es la consolidación de una línea poética que ha madurado mucho desde sus libros anteriores. Neuman trabajaba tres líneas poéticas: una intimista, que agrupaba Métodos de la noche y El tobogán; una de minimalismo esteticista, que unía El jugador de billar y La canción del antílope, y una tercera que intentaba retomar al modo occidental la tradición del haiku, y sobre la que luego volveremos. Mística abajo pertenece a otra especie, una nueva en la poesía de Neuman. No quiere esto decir que haya una ruptura total respecto a aquellos poemarios, ni que no se puedan rastrear ecos de los hallazgos de hoy en los libros de ayer; simplemente hay un crecimiento espiritual que hace que, a la luz de Mística abajo, los otros poemarios (con diversos valores, quizá sea el mejor La canción del antílope y el peor, por juvenil y normalizado, Métodos de la noche) parezcan meritorios caminos para llegar a esta primera obra de madurez, personal y poética.

En su último libro, Los libros que no he escrito, George Steiner defiende la imposibilidad de una mística negativa. Yo me alegro por él, debe ser maravilloso tener no ya esa seguridad intelectual, sino esa tranquilidad teológica. Uno, por el contrario, tiene muchos problemas para saber lo que existe y lo que no, y demasiada humildad, o demasiada ignorancia, para declarar terminantemente que algo no existe. Andrés Neuman no defiende exactamente una mística negativa, sino alternativa, en su último poemario. Van siendo bastantes los poetas jóvenes que están intentando lograr lo que Deleuze y Guattari proponían en Qué es la filosofía (1991): “reencontrar una trascendencia en la propia inmanencia”: Jorge Riechmann, Eduardo García, José Luis Rey o Diego Vaya, a los que se suma ahora, desde el título, la Mística abajo de Andrés Neuman. En cierto momento leemos: “trascender: eso intentan los solemnes / como si dominasen el misterio / de habitar hasta el fondo este lugar / sin cederle terreno a las alturas” (p. 73). La voluntad es clara y los rezos, tajantes: “que no desciendan dioses”, sino que “prospere esta lenta melodía / sin más prodigio que su propio verbo” (p. 33), en la estela del Juarroz que Neuman cita y para quien también los cantos interiores eran alimento suficiente. La vida, con su dolor y con su alegría, es más que suficiente, nos dicen los versos de estos poemas por los que late un estoicismo neobarroco para el cual lo pasajero dura y el cuerpo ajeno o el cielorraso son paraíso bastante (véase “El paraíso literal”). El intelecto se presenta como el alimento que sustituye a la creencia, concediéndonos un espacio humanista y afectivo, comprensible y aprehensible: “ningún trance del alma / resiste el merodear del pensamiento / sin un giro final emocionado” (p. 61). Las antiguas moradas teresianas se sustituyen en la tercera sección del libro (“Moradas”) por lugares menos sustanciados pero infinitamente más próximos y reconfortantes: el propio yo (“El huésped de sí mismo”), la casa (“Bienestar con rincón”), el cuerpo de la persona amada. La operación de misreading o mala lectura intencionada de la tradición mística española recuerda a la que hiciera en su momento Diego Doncel en El único umbral (1990), a partir del pájaro solitario de san Juan de la Cruz, aunque en el caso de Doncel el tratamiento era más corrosivo y nihilista. En Mística abajo no hay fatalidad, sólo deconstrucción de las “Moradas” del alma para volverlas lugares habitables.

Sobre Gotas negras. Gotas de sal (Berenice, 2008), no puedo hablar con la debida imparcialidad, ya que fui editor, junto a Javier Fernández, de su primera edición en la ya extinta editorial Plurabelle en 2002. Hecha la aclaración, resumo el poemario diciendo que Neuman une aquí la tradición japonesa del haiku (que no quiere imitar sino adaptar a su mirada occidental) a sus prodigiosas dotes de observación, con el resultado de un buen puñado de imágenes certeras e inspiradas: “Y repentino / cae de la tormenta / un pulpo eléctrico”; “Rubia medusa / flota la cabellera / del nadador”. Gotas negras reúne cuarenta haikus sobre la ciudad, y Gotas de sal veinte de tema marino. Es poesía menor respecto a la de Mística abajo, pero guarda algunas fulguraciones interesantes.
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9 comentarios:

Jorge Riechmann dijo...

"Entre la nada
y la mayor miseria" no es un mal chiste:

es el lugar despojado
de las epifanías...

(Un abrazo grande, Vicente, y ánimo en todos los empeños.)

Jorge dijo...

Hola, sigo de cerca la labor c´ritica que ejerces desde este blog. Aprendo mucho de los post y los comentarios.
Quizá no venga a cuento o este no sea el lugar adecuado, pero quería aprovechar (ya que hablas de un libro editato por esa editorial), para preguntarte, Vicente, si has oído los rumores de que Berenice va a cerrar (tras un cambio de equipo editorial), si es cierto o sólo son habladurías.
Perdona por la desviación del tema.

Vicente Luis Mora dijo...

Jorge 1 (Riechmann): en medio de esa nada, siempre, Jorge.

Jorge 2: Mis noticias al respecto son que Berenice no cierra, aunque sí es cierto el cambio de equipo editorial.

Anónimo dijo...

Por una parte, lo de que Jorge Riechmann es un poeta joven... te pasas.

Por otra, por algún tipo de autoflagelación, he leído métodos de la noche, el equilibrista y el tobogán de Andrés Neuman, y ahora que acabo de leer tu post no entiendo que te ha pasado.

Vicente Luis Mora dijo...

Bueno, lo de Riechmann tienes razón, incluso recuerdo un divertido texto de Jorge titulado "¿Poeta joven de 40 años?", o algo así. Me refería al grupo de "recambio", a esos nombres más jóvenes -no jóvenes en todos los casos, es cierto-, que se postulan para sustituir al grupo de poetas de cierta edad.

Respecto a tu último comentario, no sé qué decirte. Saludos.

Anónimo dijo...

No cito de memoria, copio de Singularidades:
“Joven poeta de cuarenta años, era risible y tú también reíste. Hasta caer en la cuenta / de que esta sociedad puerilizada ha dado en prolongar la adolescencia de todos / hasta mucho mas allá de los cuarenta” ( Jorge Reichmann, Ahí te quiero ver, Icaria, Barcelona, 2005, p.27)
Saludos,
Patricia

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias, Patricia, impresionante. Eres a los libros publicados lo que c.m. es al ciberespacio. Gracias por vuestra precisión y velocidad de búsqueda. Saludos.

Oscar Sáenz dijo...

Hola Vicente. Un NEO3 muy interesante, aunque no todas las mesas redondas mantuvieron un nivel similar -lamento decir. Que pena que te lo perdieras, me hubiera gustado saludarte personalmente. Echaba de menos una de tus críticas sobre libros que me hacen descubrir lecturas nuevas (en todos los sentidos de la palabra lectura), en cuanto salga de casa iré a buscar el nuevo de Neuman. Por cierto, en cuanto esté la revista te mando un mail. Saludos desde Barcelona!

Vicente Luis Mora dijo...

He ido a cientos de congresos y jornadas -no exagero-, sobre todo como oyente, tanto de derecho como de filosofía y literatura, y jamás he visto uno donde hubiera un nivel absolutamente homogéneo entre los diversos actos, mesas, lecturas o debates. Es imposible. Lo importante es que alguna conversación te haya dejado rastro. Como organizador de esas cosas creo que a lo máximo que se puede aspirar, a que dentro de diez años alguien diga: pues en el NEO3 de 2008 tal tipo dijo esta cosa.

Me dio pena no estar, claro, hubiera sido genial escuchar en directo alguna de esas cosas que allí se dijeron, según he visto en la prensa. Pero bueno, otra vez será y en otra ocasión habrá oportunidad de saludarte personalmente, Óscar. Saludos.