Transcribo dos de las cuatro partes de mi conferencia sobre blogs y literatura en el I Encuentro Iberoamericano de Blogs, celebrado esta semana en Managua:
1. Ver y leer. Literatura para un mundo desarticulado
The blog it’s a broadcast, not a publication. If it stops moving, it dies.
Matt Drudge
A pesar de encontrarnos en el marco de un encuentro Iberoamericano sobre blogs, en cuya organización se juntan instituciones respetables como las diplomáticas y las universitarias (lo cual animaría a pensar que los blogs hispanoamericanos son una realidad incontestable de nuestro tiempo), creo que no peco de alarmista o de desconsiderado si comienzo situándome en una posición algo pesimista. A mi juicio, quienes sostenemos que los blogs son hoy una de las formas más interesantes y vivas de comunicación, interlocución e incluso creatividad literaria nos encontramos con todo tipo de resistencias. El de resistencia es un concepto muy conocido por los psicoanalistas, por los físicos especialistas en mecánica y por quienes han contraído matrimonio, de modo que no requiere mucha explicación, pero no debemos olvidarlo si queremos situar de algún modo el lugar alrededor del cual funciona la blogosfera literaria y sus posibilidades de consideración como una alternativa artística real.
Comencemos con un ejemplo. En el marco del XI Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación Social “Comunicación, democracia y ciudadanía”, celebrado en Puerto Rico (octubre 2003), el profesor e investigador sobre medios de comunicación Omar Rincón disertó sobre la “narrativa light” de los mass media, explicando que “lo light representa el modo de pensar de esta época y es el horizonte donde toda la felicidad es posible (…). La profundidad es aburrida, la superficialidad es toda una emoción”[1]. Uno de los agudos indicadores de narrativa light detectados por Rincón en los medios de comunicación de masas sería el empleo de narrativas basadas en “lo breve, el clip, el fragmento y lo efímero”. El certero diagnóstico de Rincón, que se refería sólo a las narrativas generadas por los media, ha sido utilizado o es imitado por quienes entienden que los mismos vicios sacuden a la literatura influenciada por ellos o generada desde los medios de comunicación de masas (e Internet, por supuesto, es uno de ellos). De esta manera, se considera por algunos que la literatura que comienza, aflora o acaba en los blogs es también superficial, fragmentaria y efímera. Es cierto que el blog es necesariamente superficial, porque como dice el escritor y blogger Andrew Sullivan, “por superficial me refiero, simplemente, a que el blog permanece breve e inmediato, porque nadie quiere leer un tratado de 9000 palabras en línea”[2]. El mismo autor añade otra distinción con la narrativa convencional: “un novelista puede gastar meses o años antes de comprometer palabras al mundo. Para los blogueros, la fecha de entrega es siempre ahora”[3]. Es cierto que es un peligro de lo fragmentario caer en la superficialidad (tampoco, desde luego, la narrativa extensa asegura la profundidad; la novelística española de unos años a esta parte quizá sería buena prueba de lo contrario, salvo las escasas y consabidas excepciones), y ese peligro debe evitarse desde su consolidación como una apuesta de sucesivos ahondamientos en las distintas capas de lo real, una suerte de catas arqueológicas o prospecciones petrolíferas en las profundidades de nuestra sociedad. No se trata de ir “picando” en la superficie de nuestro entorno, sino de excavar en multitud de hechos que, bajo su aparente inocuidad, son representativos de los fenómenos sociológicos o psicológicos de alcance en nuestros días y que aquellos medios (y buena parte de nuestra literatura) ignoran por completo, por distintas razones que ahora no vienen al caso.
La experiencia literaria (por utilizar una expresión de Alfonso Reyes que me parece muy hermosa) de los blogs es fragmentaria, porque todo lo es. La narrativa de una época viene atravesada por los condicionantes socioeconómicos de su tiempo pero, aún en mayor medida, también por las formas de percepción de sus autores y lectores. Por el modo en que éstos reciben y generan la información. La novela decimonónica, que triunfó en el siglo XX y que extiende, para mí de forma inexplicable, sus raíces de modo generalizado en las librerías del 21, era fruto de un tiempo lineal, de una sociedad donde no había más medio de comunicación de masas que el periódico, escrito por un sujeto de la Modernidad ignorante aún de su condición postcartesiana y de su estado crítico como unidad subjetiva inamovible. Era una novela que sirvió muy bien a los objetivos y los parámetros filosóficos de su época y que nos ha regalado numerosas obras maestras. Pero la nuestra es una época muy distinta. Es una época donde los medios de comunicación son casi incontables, no son poseídos por unos pocos millonarios sino que todos tenemos acceso creativo a ellos por muy pocos dólares al mes, o incluso gratis en aquellos lugares donde se ofrece gratuitamente Internet; es una época donde la idea de distancia ha cambiado, donde el sujeto es consciente de su dispersión identitaria y de su nomadismo geográfico, y todos esos son factores que la literatura de nuestro tiempo no debería olvidar si pretende ser igual de útil al 21 que la novela convencional fue al XIX.
La literatura del 21 parte de la noción de fragmento, tanto la novela blog como la novela superviviente, como luego veremos. Y ese fenómeno es normal porque el fragmento se está implantando en todas las artes como unidad mínima de comunicación y creación artística. Como ha señalado Lawrence Dreyfus,
“Another form of narrative is established here, the exploration of that of cinema and that of the universe of video games. Now, those researches on other narrative forms draw from the narrations of past facts, and also from abandoned techniques and technologies one re-animates in the contemporary world. Facing a reality increasingly assertive, mediatically telling and more and more fantasized, the notion of fragment takes on all its meaning. The fragment allows the reversal of an order, to disconnect the rules of the game. It favors the multiplicity over the sum as the artist, bringing into play other processes of editing for new offers in reality, put forward”[4].
No puede ser de otro modo, porque nuestro mundo ya no es lineal sino discontinuo; no está regido por la idea, de raíces modernas, de un proceso dirigido a un destino, sino por una serie inverosímil de procesos informáticos de fines diversos, prácticamente uno por usuario. No puede haber un fin de la historia porque la historia no es un camino. Vivimos en un tiempo presente, sincrónico y no diacrónico, en un instante de 24 horas de duración donde la característica esencial es la continuidad entre los fenómenos, la conexión entre las personas, la contigüidad entre los principios y la comunicación entre las ramas del arte y el conocimiento, y entre éstas y la tecnología. Vivimos en un tiempo que en otro lugar hemos denominado Pangea, un planeta interconectado donde todas las cosas están relacionadas por varios factores, desde la globalización a las pandemias, pero sobre todo por la tecnología. Como escribí hace no mucho tiempo, “nuestro mundo es ahora más amplio, interior y exteriormente; la Tierra se ha convertido un planeta cyborg, recubierto de una carcasa metálica o digital, pero orgánica, formada por una red espinosa interminable, donde cada punta es un ordenador, que llega a varios miles de millones de hogares, a lo que hay que añadir la gran capa de edificios inteligentes, centros comerciales, espacios públicos cubiertos y homogeneizados por la digitalización y el aire acondicionado (lo que Rem Koolhaas llama el Junkspace, el Espacio Basura[5]). El resultado es una coraza metálico-electrónica que unas partes del planeta no existe más que en la delgada e invisible forma de la cobertura de los teléfonos móviles y el alcance de las ondas de radio, pero que en otros sitios tiene consistencia matérica y una altura de muchas plantas”[6]. Vivimos en un mundo que es el mismo que el del siglo XX en cuanto a sus circunstancias físicas, pero que ha mutado mucho en las demás. Vivimos en un mundo nuevo. Vivimos en un mundo que ya no siente, por fortuna, la necesidad de la verdad única, de la idea solitaria triunfante. En un mundo consciente de su estatus contingente. Sabemos, por haberlo visto, que las cosas cambian en veinte minutos. El mundo entero cambió en los 20 minutos que separaron las nueve menos diez y las nueve y diez, hora local de Nueva York, del 11 de septiembre de 2001. Somos o debemos ser conscientes de que incluso cuando pensamos sobre arte, literatura o blogs, operamos sobre un sector de la realidad esencialmente mutable y cambiante. Ya escribía Umberto Eco en 1977, haciendo autocrítica de su Apocalípticos e integrados, que “el territorio se modifica, desde dentro y desde fuera. Y si se escriben libros sobre las comunicaciones de masas es preciso aceptar que son provisionales. E incluso que, en el espacio de una mañana, pierdan y vuelvan a recobrar actualidad”[7]. La realidad siembre ha sido el espacio de lo mutable, y el hombre es un mutante naturalmente adaptado a los cambios. El problema es que la literatura no siempre ha sido consciente de ello.
Los blogs son el mejor testimonio imaginable de esa consciencia. Tienen presente la inmediatez y la contingencia de lo que somos y del tiempo en el que somos. Son ricos en posibilidades, entre ellas la posibilidad de respuesta. Se produce un fenómeno y los blogs son capaces de opinar en tiempo real sobre él, se produce una novedad y los blogs pueden hacer opinión o arte sobre él en cuestión de minutos. La revolución que los blogs suponen no hace referencia a la calidad de esa respuesta o de ese arte, sino a la potencialidad de que existan, al hecho casi increíble de que un suceso pueda ser transmutado en literatura en cuestión de minutos u horas. Ocurrirá en poquísimos casos, de acuerdo, pero nadie me negará que puede ocurrir, y que cualquier habitante del planeta que entienda la lengua en que está escrita esa entrada puede disfrutarla casi al instante. Una catedral tardaba en el siglo XV entre treinta y cien años en construirse. Una novela del siglo XIX tardaba varios años entre su escritura y su publicación. Un cuadro de pop-art podía pintarse una semana y exhibirse la siguiente. Pero el paradigma comunicacional ha cambiado, como casi todo, impulsado por una aceleración histórica cercana al paroxismo, frenética. Ahora todo es instantáneo, para bien y para mal. Hubo miles de novelas decimonónicas malas (y las sigue habiendo), y hay millones de entradas de blog literariamente deficientes. Esto no significa que la fórmula del XIX fuera mejor que la del 21, sólo que había apenas unos pocos de miles de literatos a comienzos del XX y que hay millones de blogueros en todo el mundo en nuestros días.
Cambian los modos de generar información. Cambian los modos de recibirla. Aumenta de forma exponencial el número de personas que desean comunicarla. La proporción de escritores amateur es quizá la de siempre, pero ahora tienen medios de expresión globales. Cambia la percepción de nuestras posibilidades como artistas, como escritores, como lectores. Comprendemos que hoy estas tres realidades, antaño estancas, pueden ser la misma cosa, al mismo tiempo. Un joven escritor español, Agustín Fernández Mallo, ha publicado hace muy poco su ensayo Postpoética, donde defiende los márgenes de una nueva cosmovisión creativa: “la postpoética (…) tiene como uno de sus soportes fundamentales, un material que puede ser visto/leído, y pocas veces contado/dicho, en consonancia con esa tercera naturaleza constituida ya hoy por las posibilidades que ofrecen los ordenadores personales. Éstos, con aperturas de ventanas inactivas, hacen imposible una ‘declamación’ de lo que la pantalla muestra. Iconos, mensajes en móviles, e-mails, hipertextos, Internet, etc. Más que nunca, hoy la lectura es entendida como acto genérico de la comprensión en solitario de lo visto/leído, haciéndose inseparable del soporte en que nos viene dada”[8]. Esto tiene incalculables consecuencias. Nos sitúa en una experiencia escrituraria muy diferente de la del siglo XX. La página no es ya algo donde se puede escribir, sino un espacio que se puede reordenar, donde se puede leer e inscribir textos, pero también enlaces, imágenes, sonido, dibujos, movimiento. Hegel decía que es filósofo quien acierta a poner su tiempo en palabras, y artista quien acierta poniendo en imágenes su época; los blogueros son, en los mejores casos, artistas, porque el blog ya no es una página en blanco; es una página con colores, con posibilidad de gráficos, con movimiento, con vídeo, con imagen, donde el texto, como en algunas experiencias de Derrida, es sólo una de las partes del encuadre material, existiendo otros discursos en los laterales. La atención del lector es continuamente distraída por referencias a otros posts, a comentarios, a enlaces a otras páginas, a imágenes, a canales de Youtube, y un imaginable etcétera. Es un espacio que llama constantemente a otros, un lugar compuesto de lugares. Mientras que la novela del siglo XX es aún el espacio egocéntrico del negro sobre blanco y la caja única, la literatura del blog es un espacio generoso, abierto a otros (a otros autores y a otros espacios), que ha cambiado la caja por el scroll y el movimiento lineal de derecha a izquierda y de arriba abajo por un movimiento libre, una deriva psicogeográfica por la pantalla y por esas otras pantallas invisibles, que aún no están ahí pero a las que puede accederse con un simple golpe de ratón. La página del XX era un templo, nos decía que no había sentido más allá de sus blancos muros. La página del 21, la página del blog, es una elección, una selección, una lección, que nos hace ser humildes y nos explica que somos parte de una colectividad y nuestro arte sólo una minúscula tesela móvil en el mosaico del nuevo milenio.
4. Conclusión
Para ir concluyendo, me gustaría decir que la blognovela es sólo un paso dentro de un mundo que ya admite la novela robot creada desde plataformas digitales y atisba o que Doménico Chiappe ha llamado la novela Wii[1]. Estamos en un mundo en pleno proceso de cambio y, si su narrativa está pendiente del mundo en torno, es normal que también esté sufriendo profundas transformaciones. No todas ellas serán necesarias, no todas ellas son igual de valiosas, no todas ellas permanecerán. Nos acercamos a un momento muy similar a los comienzos del siglo XX. Ahora estamos entrando en un período de crisis artística que conducirá, en la segunda década del 21, a las nuevas vanguardias: un nuevo Surrealismo, un nuevo Dadaísmo, un nuevo Cubismo, etc. Es normal que esto suceda, porque las estructuras narrativas y poéticas se esclerotizan y necesitan reinventarse. Es muy sano que eso ocurra, aunque sólo sea para ver qué fórmulas convencionales y preñadas de tradición merecen permanecer. Lo que ocurre es que las nuevas líneas de fuga del arte y la literatura del 21 tenderán a ser diferentes que las del XX, porque el mundo en que se desenvolverán es pangeico, ramificado, interconectado, continuo. En otro texto más afortunado que el anterior, Ricoeur aduce con sabiduría que “como toda obra poética, la ficción narrativa surge de la epoché del mundo ordinario de la acción humana y de las descripciones que hacemos habitualmente del mismo mediante nuestros discursos”[2]. En este panorama, la literatura blog no debería aspirar, no hay por qué, a sustituir a la literatura publicada, sino a ser una alternativa válida, tanto para los lectores como para los propios escritores. Un escritor no debería tener que optar entre ambas, debería poder elegir las dos al mismo tiempo, como hacen los autores antes citados. Internet es un mundo sin fronteras, y no debiéramos crearlas artificialmente. Se trata de añadir libertad, no muros.
Como ha expuesto el filósofo José Luis Pardo, “necesitamos una dosis adecuada de globalidad para no asfixiarnos en contextos sin ventanas (la obra de arte, creo, es la dosis exacta de globalidad que nos permite soportar nuestra existencia local –nuestro contexto- sin ahogarnos)”. Esas ventanas pueden ser las del sistema Windows, desde luego, o las ventanas verticales de los blogs. Lo importante es no perder la conciencia de qué es lo que buscan, de aquello que persiguen. Y lo que persiguen los blogs es la intensidad. Lo hemos dicho antes: la clave de la blogoliteratura es triádica: elección, lección, selección. Se trata de quedarse con lo importante, no de fragmentar lo contingente. Como recordaba otro filósofo, Juan Arana, cuando se hicieron estudios sobre las mentes de los mejores ajedrecistas del mundo, sorprendió la conclusión de que los genios no estudian más posibilidades que el resto de jugadores de ajedrez, simplemente “no pierden el tiempo contemplando las malas opciones y tienen el olfato de considerar sólo las mejores (…) Así que todo se resume en una cuestión de énfasis”[3]. Frente a la “odiosa deliberación de la novela”, como decía Borges, el blog se alza como una síntesis operativa, como una red cuyos nodos son las partes imprescindibles de la historia, a ser posible contadas con la misma majestuosidad que en la literatura convencional. Elección de una forma fragmentaria, lección de humildad democrática, selección de aquello que es importante sabiendo dejar al margen lo no fundamental, eso debería o podría ser la literatura blog. En una reseña de Diferencia y repetición de Deleuze, exponía Foucault que había que pensar desde la intensidad, como conciencia de lo múltiple. Defendía el pensador francés que era mejor pensar “movimientos de individuación en lugar de especies y géneros; y mil pequeños sujetos larvarios, mil pequeños yos [moi] disueltos, mil pasividades y hormigueos allí donde ayer reinaba el sujeto soberano. (…) Pensar la intensidad –sus diferencias libres y sus repeticiones– no es una pobre revolución en filosofía. Es recusar lo negativo (…) a cero, al vacío, a la nada (…) Es recusar finalmente la gran figura de lo mismo que, de Platón a Heidegger, no ha dejado de anillar [boucler] en su círculo a la metafísica occidental”[4]. Disculpen que cite a tantos filósofos, pero es que son quienes se han molestado en enseñarnos el camino más inteligente. En nuestras manos está ahora seguirlo o no. El futuro es de los blogs, siempre que caminemos por la senda de la intensidad renovadora y rigurosa. Seamos conscientes del esfuerzo que eso requiere de nosotros. Disfrutemos de esa exigencia, y no nos rindamos ante la misma. Que la resistencia quede siempre fuera de nosotros, fuera de los muros de esta universidad, y no en nuestro interior. Gracias a todos por su atención.
Notas parte 1.
[1] Recogido en O. Rincón, “La profundidad de la televerdad: lo light, lo new age y lo reality como filosofía del entretenimiento”, Comunicación, democracia y ciudadanía, Puerto Rico, 2005, p. 139.
[2] A. Sullivan, “Why I blog”, Atlantic Review, November 2008, p. 109.
[3] A. Sullivan, op. cit., p. 108.
[4] Laurence Dreyfus, “Art at stake or the diversion of Time”, en René Audet (et. al.), Narrativity: How Visual Arts, Cinema and Literature are telling the World today; Dis Voir, Paris, 2007, p. 88.
[5] R. Koolhaas, Espacio basura; Gustavo Gili, Barcelona, 2007.
[6] V. L. Mora, “Pangea, el nuevo mundo”, Cultura/s de La Vanguardia, 21/11/2007.
[7] Umberto Eco, Apocalípticos e integrados; Tusquets, Barcelona, 2006, p. 23.
[8] Agustín Fernández Mallo, Poesía postpoética; Anagrama, Barcelona, 2009, p. 87.
Notas parte 4
[1] “El narrador robot inaugura una etapa que ya ha comenzado a colarse en Facebook, donde se ‘publican’ novelas como The Fugue o The Architects are Here, cuyos capítulos se transmiten desde esta plataforma como mensajes para el afiliado. En estas obras se aplican cuestiones simples de programación que generan gran eficacia narrativa, como cambiar los nombres propios de los personajes por el del lector y sus amigos, obtenidos de esta información pública que son los perfiles y los listados de amistades”; D. Chiappe, “El narrador robot y el lector Wii”, Letras libres, mayo 2009, accesible en http://www.letraslibres.com/index.php?art=13814.
[2] P. Ricoeur, “Para una teoría del discurso narrativo”, Historia y narratividad; Paidós Ibérica, Barcelona, 1999, p. 143.
[3] J. Arana, “Formas y patologías de la creatividad”, en José Luis González Quirós (ed.), Los rascacielos de marfil. Creación e innovación en la sociedad contemporánea; Lengua de Trapo, Madrid, 2006, pp. 133-34.
[4] Michel Foucault, “Ariadna se ha colgado”, Entre filosofía y literatura. Obras esenciales, vol. I; Paidós, Barcelona, 1999, p. 328.
12 comentarios:
Que tal Vicente, te dejo algunos enlaces de blogs opinando desde Nicaragua sobre el encuentro
http://www.penalba.info/blog/2009/06/11/del-i-encuentro-de-blogs-en-la-uca/
http://juanortega.info/una-de-vaqueros-ley-para-regular-el-contenido-de-los-blogs/
http://ungaman.wordpress.com/2009/06/11/proponen-ley-para-regular-el-contenido-en-los-blogs/
http://blog.jotadeveloper.com/2009/06/12/a-proposito-del-encuentro-de-blogs/
y los ultimos posts de Jacinta Escudos en
http://filmica.com/jacintaescudos/
gracias por la charla sobre Pangea, molto interesante =D
Bravo hermano blogero. No me imaginaba que su presentacion iba a ser tan ambiciosa y a la vez concreta. Lo felicito. Quiza me parece un poco anticipado predecir una nueva vanguardia, aunque me parece sumamente tentadora. Por ejemplo, el ultimo bienal de Venecia me parecio sumamente conservador y hasta patetico. Creo que lo que vendra es un "call to order" postcartesiana.
Saludos
Tiene gracia: esto me lo voy a imprimir en papel, precisamente esto, porque tengo los ojos fritos de correcciones, maquetas, ejercicios de alumnos y otras bitácoras. Ya te diré, pero tras una primera cata en diagonal tiene una pinta cojonuda.
cansadito leer este culebron, y muy aburrido. en fin...
Vicente,
Gracias por colgar parte de tu intervención. Se me ocurren muchos comentarios pero sólo diré que es un texto muy sugerente y que te plantea interrogantes.
Dices que se trata de excavar en multitud de hechos que bajo su aparente inocuidad son representativos de los fenómenos sociológicos o psicológicos de nuestros dias. Mi pregunta es ¿cómo se sabe que son representativos? ¿Todos podemos llegar a esa conclusión?
Saludos,
Pues, al igual que Bellver, recurriré a la impresora: esta disertación sobre los blogs, en uno de los más característicos ejemplos del nuevo medio y sus argumentos, me lleva, curiosa pero no contradictoriamente (palabras con Eco elidido!!), a rendirle un tributo a los viejos artilugios que aún exhiben, quizás con orgullo de gay saber, la herencia de Gutenberg. ¡Los medios son siempre simultáneos! (por eso son medios). Muchas gracias por crear esta sugerencia de que estamos presentes en la reunión.
No dejo de preguntarme, con todo el respeto y un punto de cuasi-aquiescencia hacia tus tesis (al menos en lo referente a la defensa del blog como literatura), si no opera aquí una reformulación del proyecto moderno, necesariamente historicista, en clave tecnológica: ¿es sólo la pertinencia epocal del blog lo que constituye su legitimación? ¿Es el blog "pluscuammoderno" y, por tanto, "mejor"? ¿Desde qué coordenadas? ¿Es universalizable esa interpretación del tiempo histórico como "un único" tiempo que atraviesa linealmente la discontinuidad de las formas expresivas? ¿Cuál es la instancia que juzga, aquí? ¿No estaremos a veces siendo rehenes de ese mismo logocentrismo que se supone tan "demodé"?
Insisto: no es por tocar las narices, son cuestiones que no veo (al menos en mi caso) del todo resueltas.
Me permito recomendar a Papasseit, por si hubiera alguien que lo conocía. Con las nuevas tecnologías hubiera sido el amo del mundo.
saludos
Leyendo tu post me han venido a la cabeza unas palabras de Amoz Oz, que decía algo así como...”las imágenes bonitas y espectaculares, como otras muchas cosas, ya las muestra el cine y la TV, así que yo escribo sobre las cosas interiores que no pueden ser mostradas visualmente ni de otra manera”.
¿No podría ser esta, otra alternativa para la narrativa, tanto o más válida que otras? En vez de ser redundantes con lo que ya hacen los medios, un día quizás la narrativa de calidad se dedique a cubrir los lenguajes que estos medios no alcancen.
Por eso no veo claro que la narrativa del futuro vaya a estar basada necesariamente en el lenguaje de los medios e internet, porque podría darse una reacción en el sentido que dice Oz, para posibilitar expresar lo que no consigue expresar ni el cine, ni los medios, ni los blogs... Esta puede ser otra estrategia opuesta a la que planteas para encarar la narrativa del siglo 21. ¿No?. ¿Y si el verdadero reto fuera encontrar este camino?.
Internet (y otros medios) no debería ser el único horizonte posible.
Curiosamente las novelas de Amos Oz son lentas,
meditativas, “interioristas”, íntimas, estáticas... de una sensibilidad opuesta a las características que planteas para los nuevos lenguajes, como la agilidad, la movilidad etc...
Hola, Vicente, ¿hay alguna manera de acceder a la versión completa de tu conferencia?
Estimado Oliverio, me temo que de momento no; está subsumida y actualizada en un texto mucho mayor con el que estoy trabajando. Mis disculpas. Un cordial saludo.
¡Qué lástima! Espero saber pronto de ese nuevo texto. Un saludo y gracias por responder!
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