Agustín Fernández Mallo, Postpoesía. Hacia un nuevo paradigma; Anagrama, Barcelona, 2009
[Esta reseña es la extended version de la aparecida en el número de octubre de la revista Mercurio]
Déjame seguir. Hay sistemas que no funcionan en absoluto. Otros sirven para explicar un hecho en relación con muchas verdades posibles, surgidas de otros sistemas. Otros son sistemas de espectro muy cerrado, hasta unívocos. Hay sistemas de comunicación entre dos relaciones preexistentes y otros que realizan lo que solo podemos llamar creación.
Enrique Prochazka (1)
En la ciencia se trata de explicar lo que no se sabía de manera que se entienda. En la literatura uno se comporta justo al contrario.
Paul Dirac
Los jóvenes están buscando el arte en las conexiones cerebrales que se dan en las calles. En las sinapsis. Rizomas. En esos espacios que quedan en los procesos de conexión. Ellos están conectándose. Ellos son ellos, no son uno. Ellos están marcando haciendo ahí la literatura, la escritura. Ellos están en las redes colgados todo el día y conectados entre ellos (…)
Claudia Apablaza (2)
Frente a la apatía teórica de sus mayores, parece que la mayoría de los poetas nacidos con posterioridad a 1960 afrontan sin complejos la necesaria tarea –a mi modesto juicio– de explicitar en una poética sus claves constructivas, los rudimentos de su arte; y ese propósito afecta a autores muy distintos y de prácticas muy diferentes o casi opuestas entre ellos (Riechmann, Santamaría, Álvaro García, Méndez Rubio, Falcón, Eduardo García, Bagué, entre muchos otros). Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) se suma a esta sana tendencia con Postpoesía, un interesante ensayo de poética que participa de unas claves (un “nuevo paradigma”, explica el autor, en términos kuhnianos) inéditas en todos los demás.
Comenzando del final hacia el principio (siguiendo una de las reglas de la propia postpoética que el libro defiende), Mallo sostiene, sobre una tesis de Nicolas Bourriaud, que vivimos en la Altermodernidad, entendiendo como tal el espacio artístico que ha seguido a la posmodernidad. La tesis de Bourriaud, que es más una red para unir artistas muy distintos en una exposición que una auténtica teoría en el sentido duro del término, le viene bien a Mallo para tejer su propia red conceptual, que parte precisamente de la teoría de las redes complejas para presentarse como una alternativa a la poesía tradicional u Ortodoxa. Es poco frecuente plantear una poética a partir de un ataque a los demás (disfrazado de comparación), y me parece un modo tan bueno como cualquier otro de plantear una poética, ya que todo planteamiento estético individual es un ponerse al margen del resto. Pero si el ataque –como sucede en Postpoética- es frontal, directo y general, debe estar bien articulado, debe conocer a fondo aquello que combate. “Es el nombre de aquello que destruyes / lo menos que debieras saber”, decía Aníbal Núñez, en un poema significativamente titulado “Derribo”. Y quizá el problema es que el punto de partida del ataque de Fernández Mallo es, sin embargo, discutible: considera el autor que “una mayoría abrumadora de la poesía publicada en todas las lenguas oficiales de este país parece no haberse enterado del cambio operado no sólo por el resto de las artes antes descrito, sino por el conjunto de lo que damos en llamar sociedades técnico-desarrolladas” (p. 25), lo cual es cierto, siempre que nos atengamos, como él hace, al dúo terminológico “poesía publicada”, pero no es en absoluto así si nos referimos a una poesía en sentido amplio, que en ocasiones sucede fuera de lo “publicable”: la holopoesía, la poesía fractal, la poesía visual, la cinepoesía, el videopoema, los poetubes (videopoemas pensados para el formato Youtube), la e-poetry (que tiene, gracias al impulso continuo de Laura Borràs, un festival anual ya clásico en Barcelona), la slam-poetry o spoken word, la hiperpoesía, la poesía experimental, la polipoesía, la unfinished poetry (cf. http://theunbook.com/), la poesía objetual y un largo etcétera de posibilidades expandidas sobre las que Mallo pasa por encima, y que son practicados desde hace tiempo por un enorme numeral de poetas españoles. Mallo sólo se refiere a “ciberpoesía y holopoesía” aunque añadiendo que no entran dentro del ámbito de la postpoesía porque “no tienen por qué utilizar metáforas contemporáneas para articular sus obras. La poesía postpoética habla más bien de la naturaleza de las metáforas que sirven de soporte al poema” (p. 32). Esto mueve a preguntarnos: ¿y qué ocurre cuando –como suele suceder– la ciberpoesía o la holopoesía sí se interesan por las metáforas contemporáneas? Por no hablar del hecho de que estas ramas, en sí mismas, son metáforas de la contemporaneidad. Pero, yendo más allá, incluso en la poesía “publicada” hay ya bastantes ejemplos de lo que sería para Mallo postpoesía, y desde luego contamos desde hace lustros, por no decir decenios, con un sector de la poesía española muy consciente de los cambios tecnológicos, científicos y filosóficos; un sector que cita u utiliza –explícita o indirectamente– a los mismos científicos, artistas, filósofos y pensadores estéticos a los que Mallo hace referencia en su ensayo (3). También es injusto e improcedente que diga el autor que “en cualquier tratado o revisión de poesía actual todas las referencias anteriores son mínimas o sencillamente no existen (…) las referencias a filósofos de la ciencia, a físicos cuánticos, a semióticos, a escritores de ciencia-futura (…) a metafísicos, a filósofos del lenguaje” (p. 26); ignoro qué tratados sobre poesía actual lee Fernández Mallo, pero desde luego en los que han escrito autores como Antonio Méndez Rubio, Fernando R. de la Flor, Jaime Siles, Jenaro Talens, Alberto Santamaría, Germán Labrador, Julián Jiménez Heffernan, Alfredo Saldaña, Eduardo García, Luis Bagué Quílez, Jordi Doce, Jordi Ardanuy, J. M. Cuesta Abad y un largo etcétera, no sólo están presentes esas referencias sino que esos ensayos (o los de un servidor) sobre poesía española no se entienden sin ellas. Estas tajantes aseveraciones traen causa de que Fernández Mallo no es –ni quiere ser– crítico literario ni crítico cultural (en la p. 14 se nos advierte que en Postpoesía “no encontrará el lector constantes referencias a pie de página ni fracturas academicistas”), y por lo tanto hay un gran y lógico hueco en su conocimiento, tanto del territorio poético español como de las lecturas críticas sobre el mismo: su propósito, en realidad, es más bien aportar creación que aportar mapas o panoramas, y su conocimiento parcial del panorama poético español (tanto tradicional [4] como alternativo) limita su punto de partida. Los momentos más brillantes e interesantes de Postpoesía, por tanto, no tienen lugar cuando su autor habla de lo que no hay o más bien cree que no hay, sino cuando plantea su propuesta concreta: cuando el libro deja de describir un estado de cosas para lanzarse a lo que tiene de poética, de propuesta estética propia. Entonces entramos en un territorio fascinante.
La propuesta de Fernández Mallo es muy sugestiva; planteada como un método intuitivo, como soft theory, propone un entendimiento de lo estético que va más allá de lo tradicional, que amplía su marco de referencias y también su modo de asociarlas: “sólo hay ideas conectadas por procesos analógicos, metafóricos, que creo que son los pertinentes si de poesía estamos hablando; mucho pegamento. Una investigación por inducción analógica, en absoluto científica al uso” (p. 14). En otras palabras, la condición de físico nuclear del autor no implica que quiera crear una nueva “ciencia poética”, sino más bien la de aprovechar cualesquiera metáforas (artísticas, literarias, mediáticas, pero sobre todo científicas) en aras del entendimiento de lo poético como algo tan amplio que, a la vista de la definición habitual que se tiene de la poesía, no queda más remedio que considerarlo como postpoético, como aquello que viene después de la poesía concebida en términos ortodoxos. Apelando a la filosofía pragmatista de Rorty y a las teorías de Prigogine, Postpoesía busca crear un espacio de generosidad, donde no sólo el autor pueda escribir, sino donde muy diversos autores y modos de concebir lo poético puedan encontrar un fructífero campo de conexión creativa. Para Mallo los infinitos elementos posibles para hacer creación están ahí, y se trata de mirarlos de otra forma y de acercarse a ellos sin prejuicios, siempre que el resultado funcione metafóricamente (p. 36). De ahí que para Mallo el poeta no sea ni un médium ni una persona normal, sino un laboratorio (p. 38), un lugar de experimentación libre cuyos resultados justifican su trabajo. Este cambio de actitud es necesario porque hemos pasado de una era de “escasez de información y el exceso de conocimiento” a una sociedad donde sea crea “desde el exceso de información y la escasez de conocimiento” (p. 78), lo que altera el status quo epistemológico. Mallo se coloca en el lugar no de un escritor al uso, que intenta responder preguntas universales, según leemos hasta la saciedad en los antiguos manuales canónicos de literatura, sino en el lugar del artista, que se propone algo más original y, quizá, más importante, como ha señalado Georges Didi-Huberman: “ciertamente, los artistas no resuelven ninguna cuestión de ese tipo. Ahora bien, por lo menos saben, desplazando los puntos de vista, invirtiendo los espacios, inventando nuevas relaciones, nuevos contactos, encarnar las cuestiones más esenciales, lo cual es mucho mejor que creer que se responde a ellas” . Quizá debamos entender postpoética en el sentido de que “después de la poesía, está el arte”.
En la concepción de Mallo, por tanto, el artista se hace nómada, destierra cualquier idea de identidad convencional (p. 184) y la creación se identifica con una red del tipo “libre de escala” (p. 158), con nodos muy conectados en cuanto a las ideas y de escasa conexión en cuanto a las personas, lo que garantiza la singularidad de la obra dentro de una nueva cartografía. Me ha llamado la atención la sintonía –obviamente casual– de este pensamiento con el expuesto en otro libro reciente, Leerescribir (2008), de la profesora Milagros Ezquerro, que busca desde la semiótica una complejidad semejante a la perseguida por Fernández Mallo, y que también se apoya en la física para conseguirla. Escribe Ezquerro:
Lo que propongo es una visión diferente, más interactiva y comunicacional, en la cual la energía libidinal –pues de eso se trata– circula incesantemente del ideotopo alfa hacia el semiotopo del texto, y de ahí hacia el idiotopo omega, y de vuelta hacia el idiotopo alfa, pasando por el semiotopo. (…) No se trata de una circulación en circuito cerrado ya que son tres sistemas complejos, abiertos y auto-organizadores, que, a su vez, están relacionados con sus propios contextos, que son asimismo sistemas complejos, abiertos y auto-organizadores. Los contextos alfa y omega están en mutación constante, modificando los ideotopos alfa y omega: ninguno de estos sistemas es estático y fijo, todo se mueve, todo fluye. (5)
La semejanza se extiende a los gráficos con que ambos autores explican sus ideas. Este es el de Ezquerro:
[Esta reseña es la extended version de la aparecida en el número de octubre de la revista Mercurio]
Déjame seguir. Hay sistemas que no funcionan en absoluto. Otros sirven para explicar un hecho en relación con muchas verdades posibles, surgidas de otros sistemas. Otros son sistemas de espectro muy cerrado, hasta unívocos. Hay sistemas de comunicación entre dos relaciones preexistentes y otros que realizan lo que solo podemos llamar creación.
Enrique Prochazka (1)
En la ciencia se trata de explicar lo que no se sabía de manera que se entienda. En la literatura uno se comporta justo al contrario.
Paul Dirac
Los jóvenes están buscando el arte en las conexiones cerebrales que se dan en las calles. En las sinapsis. Rizomas. En esos espacios que quedan en los procesos de conexión. Ellos están conectándose. Ellos son ellos, no son uno. Ellos están marcando haciendo ahí la literatura, la escritura. Ellos están en las redes colgados todo el día y conectados entre ellos (…)
Claudia Apablaza (2)
Frente a la apatía teórica de sus mayores, parece que la mayoría de los poetas nacidos con posterioridad a 1960 afrontan sin complejos la necesaria tarea –a mi modesto juicio– de explicitar en una poética sus claves constructivas, los rudimentos de su arte; y ese propósito afecta a autores muy distintos y de prácticas muy diferentes o casi opuestas entre ellos (Riechmann, Santamaría, Álvaro García, Méndez Rubio, Falcón, Eduardo García, Bagué, entre muchos otros). Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) se suma a esta sana tendencia con Postpoesía, un interesante ensayo de poética que participa de unas claves (un “nuevo paradigma”, explica el autor, en términos kuhnianos) inéditas en todos los demás.
Comenzando del final hacia el principio (siguiendo una de las reglas de la propia postpoética que el libro defiende), Mallo sostiene, sobre una tesis de Nicolas Bourriaud, que vivimos en la Altermodernidad, entendiendo como tal el espacio artístico que ha seguido a la posmodernidad. La tesis de Bourriaud, que es más una red para unir artistas muy distintos en una exposición que una auténtica teoría en el sentido duro del término, le viene bien a Mallo para tejer su propia red conceptual, que parte precisamente de la teoría de las redes complejas para presentarse como una alternativa a la poesía tradicional u Ortodoxa. Es poco frecuente plantear una poética a partir de un ataque a los demás (disfrazado de comparación), y me parece un modo tan bueno como cualquier otro de plantear una poética, ya que todo planteamiento estético individual es un ponerse al margen del resto. Pero si el ataque –como sucede en Postpoética- es frontal, directo y general, debe estar bien articulado, debe conocer a fondo aquello que combate. “Es el nombre de aquello que destruyes / lo menos que debieras saber”, decía Aníbal Núñez, en un poema significativamente titulado “Derribo”. Y quizá el problema es que el punto de partida del ataque de Fernández Mallo es, sin embargo, discutible: considera el autor que “una mayoría abrumadora de la poesía publicada en todas las lenguas oficiales de este país parece no haberse enterado del cambio operado no sólo por el resto de las artes antes descrito, sino por el conjunto de lo que damos en llamar sociedades técnico-desarrolladas” (p. 25), lo cual es cierto, siempre que nos atengamos, como él hace, al dúo terminológico “poesía publicada”, pero no es en absoluto así si nos referimos a una poesía en sentido amplio, que en ocasiones sucede fuera de lo “publicable”: la holopoesía, la poesía fractal, la poesía visual, la cinepoesía, el videopoema, los poetubes (videopoemas pensados para el formato Youtube), la e-poetry (que tiene, gracias al impulso continuo de Laura Borràs, un festival anual ya clásico en Barcelona), la slam-poetry o spoken word, la hiperpoesía, la poesía experimental, la polipoesía, la unfinished poetry (cf. http://theunbook.com/), la poesía objetual y un largo etcétera de posibilidades expandidas sobre las que Mallo pasa por encima, y que son practicados desde hace tiempo por un enorme numeral de poetas españoles. Mallo sólo se refiere a “ciberpoesía y holopoesía” aunque añadiendo que no entran dentro del ámbito de la postpoesía porque “no tienen por qué utilizar metáforas contemporáneas para articular sus obras. La poesía postpoética habla más bien de la naturaleza de las metáforas que sirven de soporte al poema” (p. 32). Esto mueve a preguntarnos: ¿y qué ocurre cuando –como suele suceder– la ciberpoesía o la holopoesía sí se interesan por las metáforas contemporáneas? Por no hablar del hecho de que estas ramas, en sí mismas, son metáforas de la contemporaneidad. Pero, yendo más allá, incluso en la poesía “publicada” hay ya bastantes ejemplos de lo que sería para Mallo postpoesía, y desde luego contamos desde hace lustros, por no decir decenios, con un sector de la poesía española muy consciente de los cambios tecnológicos, científicos y filosóficos; un sector que cita u utiliza –explícita o indirectamente– a los mismos científicos, artistas, filósofos y pensadores estéticos a los que Mallo hace referencia en su ensayo (3). También es injusto e improcedente que diga el autor que “en cualquier tratado o revisión de poesía actual todas las referencias anteriores son mínimas o sencillamente no existen (…) las referencias a filósofos de la ciencia, a físicos cuánticos, a semióticos, a escritores de ciencia-futura (…) a metafísicos, a filósofos del lenguaje” (p. 26); ignoro qué tratados sobre poesía actual lee Fernández Mallo, pero desde luego en los que han escrito autores como Antonio Méndez Rubio, Fernando R. de la Flor, Jaime Siles, Jenaro Talens, Alberto Santamaría, Germán Labrador, Julián Jiménez Heffernan, Alfredo Saldaña, Eduardo García, Luis Bagué Quílez, Jordi Doce, Jordi Ardanuy, J. M. Cuesta Abad y un largo etcétera, no sólo están presentes esas referencias sino que esos ensayos (o los de un servidor) sobre poesía española no se entienden sin ellas. Estas tajantes aseveraciones traen causa de que Fernández Mallo no es –ni quiere ser– crítico literario ni crítico cultural (en la p. 14 se nos advierte que en Postpoesía “no encontrará el lector constantes referencias a pie de página ni fracturas academicistas”), y por lo tanto hay un gran y lógico hueco en su conocimiento, tanto del territorio poético español como de las lecturas críticas sobre el mismo: su propósito, en realidad, es más bien aportar creación que aportar mapas o panoramas, y su conocimiento parcial del panorama poético español (tanto tradicional [4] como alternativo) limita su punto de partida. Los momentos más brillantes e interesantes de Postpoesía, por tanto, no tienen lugar cuando su autor habla de lo que no hay o más bien cree que no hay, sino cuando plantea su propuesta concreta: cuando el libro deja de describir un estado de cosas para lanzarse a lo que tiene de poética, de propuesta estética propia. Entonces entramos en un territorio fascinante.
La propuesta de Fernández Mallo es muy sugestiva; planteada como un método intuitivo, como soft theory, propone un entendimiento de lo estético que va más allá de lo tradicional, que amplía su marco de referencias y también su modo de asociarlas: “sólo hay ideas conectadas por procesos analógicos, metafóricos, que creo que son los pertinentes si de poesía estamos hablando; mucho pegamento. Una investigación por inducción analógica, en absoluto científica al uso” (p. 14). En otras palabras, la condición de físico nuclear del autor no implica que quiera crear una nueva “ciencia poética”, sino más bien la de aprovechar cualesquiera metáforas (artísticas, literarias, mediáticas, pero sobre todo científicas) en aras del entendimiento de lo poético como algo tan amplio que, a la vista de la definición habitual que se tiene de la poesía, no queda más remedio que considerarlo como postpoético, como aquello que viene después de la poesía concebida en términos ortodoxos. Apelando a la filosofía pragmatista de Rorty y a las teorías de Prigogine, Postpoesía busca crear un espacio de generosidad, donde no sólo el autor pueda escribir, sino donde muy diversos autores y modos de concebir lo poético puedan encontrar un fructífero campo de conexión creativa. Para Mallo los infinitos elementos posibles para hacer creación están ahí, y se trata de mirarlos de otra forma y de acercarse a ellos sin prejuicios, siempre que el resultado funcione metafóricamente (p. 36). De ahí que para Mallo el poeta no sea ni un médium ni una persona normal, sino un laboratorio (p. 38), un lugar de experimentación libre cuyos resultados justifican su trabajo. Este cambio de actitud es necesario porque hemos pasado de una era de “escasez de información y el exceso de conocimiento” a una sociedad donde sea crea “desde el exceso de información y la escasez de conocimiento” (p. 78), lo que altera el status quo epistemológico. Mallo se coloca en el lugar no de un escritor al uso, que intenta responder preguntas universales, según leemos hasta la saciedad en los antiguos manuales canónicos de literatura, sino en el lugar del artista, que se propone algo más original y, quizá, más importante, como ha señalado Georges Didi-Huberman: “ciertamente, los artistas no resuelven ninguna cuestión de ese tipo. Ahora bien, por lo menos saben, desplazando los puntos de vista, invirtiendo los espacios, inventando nuevas relaciones, nuevos contactos, encarnar las cuestiones más esenciales, lo cual es mucho mejor que creer que se responde a ellas” . Quizá debamos entender postpoética en el sentido de que “después de la poesía, está el arte”.
En la concepción de Mallo, por tanto, el artista se hace nómada, destierra cualquier idea de identidad convencional (p. 184) y la creación se identifica con una red del tipo “libre de escala” (p. 158), con nodos muy conectados en cuanto a las ideas y de escasa conexión en cuanto a las personas, lo que garantiza la singularidad de la obra dentro de una nueva cartografía. Me ha llamado la atención la sintonía –obviamente casual– de este pensamiento con el expuesto en otro libro reciente, Leerescribir (2008), de la profesora Milagros Ezquerro, que busca desde la semiótica una complejidad semejante a la perseguida por Fernández Mallo, y que también se apoya en la física para conseguirla. Escribe Ezquerro:
Lo que propongo es una visión diferente, más interactiva y comunicacional, en la cual la energía libidinal –pues de eso se trata– circula incesantemente del ideotopo alfa hacia el semiotopo del texto, y de ahí hacia el idiotopo omega, y de vuelta hacia el idiotopo alfa, pasando por el semiotopo. (…) No se trata de una circulación en circuito cerrado ya que son tres sistemas complejos, abiertos y auto-organizadores, que, a su vez, están relacionados con sus propios contextos, que son asimismo sistemas complejos, abiertos y auto-organizadores. Los contextos alfa y omega están en mutación constante, modificando los ideotopos alfa y omega: ninguno de estos sistemas es estático y fijo, todo se mueve, todo fluye. (5)
La semejanza se extiende a los gráficos con que ambos autores explican sus ideas. Este es el de Ezquerro:
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Como vemos, hay una división triádica de fenómenos, unidos por una circulación constante de vectores que indican líneas de fuga / fuerza. Diferentes esferas de lo real que se conectan mediante la fuerza entrópica del lenguaje creativo. Los fenómenos quedan enlazados por la energía textual de Ezquerro o por la postpoiesis de Mallo. Ambos insisten en la idea de sistema complejo bajo la forma de red abierta. No utilizaremos las teorías de la poligénesis, pero parece que soplan buenos tiempos para la visión compleja y sin puertas del hecho literario, frente a las angosturas que lo han sometido durante décadas a visiones bidireccionales autor / lector. Hasta los científicos comienzan a abandonar las organizaciones arbóreas del conocimiento y elegir las redes como modelo explicativo (6). En el caso de Fernández Mallo, además, hay que tener en cuenta que esta construcción teórica soporta y nutre a una obra poética, dándose la circunstancia de que esta obra es una de las más interesantes e innovadoras, a nuestro personal juicio, de nuestro panorama actual. Y esa voluntad de no cerrar, de dejar la poiesis abierta para que creación y sociedad se retroalimenten continuamente en un proceso de mutuo enriquecimiento, tiene mucho que ver en el resultado obtenido.
Como vemos, hay en Postpoesía ideas de sobra, no siempre bien formuladas desde el estilo, algo irregular, de su escritura; pero ni eso ni las carencias de conocimiento sobre el campo literario deben hacernos olvidar lo importante de este ensayo, que es la nueva lectura estética de nuestro tiempo que nos ofrece, y de los requerimientos que vindica para la creación literaria, que necesita una actualización urgente de su software constructivo. Desde ese punto, Postpoesía es un ensayo importante porque desvela las carencias de parte de la poesía actual, acota su generalizado anacronismo y plantea interesantes y no exclusivistas formas de salir adelante, de encontrar caminos para seguir camino. Y eso no tiene precio.
Como vemos, hay en Postpoesía ideas de sobra, no siempre bien formuladas desde el estilo, algo irregular, de su escritura; pero ni eso ni las carencias de conocimiento sobre el campo literario deben hacernos olvidar lo importante de este ensayo, que es la nueva lectura estética de nuestro tiempo que nos ofrece, y de los requerimientos que vindica para la creación literaria, que necesita una actualización urgente de su software constructivo. Desde ese punto, Postpoesía es un ensayo importante porque desvela las carencias de parte de la poesía actual, acota su generalizado anacronismo y plantea interesantes y no exclusivistas formas de salir adelante, de encontrar caminos para seguir camino. Y eso no tiene precio.
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[Relación personal del crítico con el autor del libro: excelente
Relación del crítico con la editorial: ninguna]
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Notas
(2) Claudia Apablaza, Diario de las especies; Jus, México D.F., 2008, p. 125.
(3) Así, Gilles Deleuze es homenajeado en El fugitivo por Jesús Aguado, los artistas conceptuales por Chantal Maillard, los teóricos del píxel y la imagen por Javier Moreno o Alberto Santamaría, los filósofos franceses como Foucault o Barthes son utilizados con abundancia desde los novísimos, los pintores no figurativos por Olvido García Valdés, Jordi Doce, Ana Gorría o Francisco León, los científicos que Mallo llama posmodernos por Félix de Azúa, Fernando Fortuny, Sofía Rhey, Andrés Neuman, Raúl Alonso, María do Cebreiro o un servidor, y otros autores como Peyrou, Canteli, del Pliego, Sandra Santana o Riechmann han utilizado muy sabiamente muchas o todas de las referencias anteriores, oblicua o explícitamente.
(4)Confunde Mallo, por ejemplo, el término “poesía de la diferencia”, ampliándolo a todo aquello que, desde finales de los ochenta del pasado siglo, no era poesía de la experiencia. La poesía de la experiencia era un sector muy limitado caracterizado por su oposición a ésta, mientras que algunos autores que Mallo denomina “cercanos a la poesía de la diferencia como Valente, María Victoria Atencia, Claudio Rodríguez o cierto Gamoneda” estaban en órbitas muy diferentes. En realidad, eran los poetas de la diferencia quienes intentaban ser cercanos a esos nombres citados, o podían ser considerados como tales, y no al revés.
(5) G. Didi-Huberman, Ser cráneo. Lugar, contacto, pensamiento, escultura; Cuatro Ediciones, Valladolid, 2009, pp. 32-33.
(6) Milagros Ezquerro, Leerescribir; Rilma 2 / ADEHL; México D.F. / París, 2008, p. 21. Para los no familiarizados con semiótica aclararemos que el idiotopo son “los elementos vinculados al productor del texto (…) que definen sus relaciones al texto: circunstancias biográficas, peculiaridades psicológicas, situación socio-histórica, motivaciones, etcétera” (ibídem, p. 23), mientras que el semiotopo sería “el sistema de las relaciones específicas que mantiene el texto con el campo semiológico en el que se inscribe” (p. 24).
(7) “claro que se pueden realizar árboles de primates, o de vertebrados, o genealógicos entre familias, pero si somos estrictos (…) debemos aceptar que la historia de la vida no puede ser representada como un árbol. En los últimos años esta idea ha perdido todo su sentido. Lo que ahora construimos no son árboles, ni siquiera arbustos, sino redes” Eugene Koolin de la National Library of Medecine del National Institutes of Health, citado por Pere Estupinya en http://lacomunidad.elpais.com/apuntes-cientificos-desde-el-mit/posts.
67 comentarios:
¿Se menciona en el libro a alguna poeta mujer?
Es que por los nombres citados me ha dado la sensación de que no.
Un saludo
Pues ahora mismo no lo recuerdo, Cordelia. Creo recordar que sí se habla de algunas artistas y críticas de arte conceptual actuales. Saludos.
Saludos, Claudia, espero que te guste el libro.
Hola Vicente:
Te agradezco la mención y referencia, pero en mi breve, invisible y aquí citada -más gracias- obra no hago referencia, creo, a ningún pintor no figurativo, ya que el diálogo que hay con las artes plásticas en las páginas que he firmado remite a escultores e intervenciones en la mayoría de las ocasiones.Por si acaso, me he repasado.
Es una pequeña puntualización, pero creo que importante para mí, porque me interesan sobre todo las posibilidades de las artes espaciales y la fotografía.
¡Manías mías¡
Un beso y muchas gracias por nombrarme y avisarme.
En tu caso, apareces mencionada por tu estupenda relectura poética o variaciones a partir de Louise Bourgeois, que es una pasión común que tenemos; pero me pareció innecesario abrir un hueco específico para hablar de escultura. Quizá debí utilizar otra expresión más amplia y abarcadora, gracias por la precisión. Saludos, Ana.
Una de las cosas que me 'echan', por decirlo así, de los argumentos de Fernández Mallo son precisamente los juicios sobre el resto de la poesía española, así que se agradece que aquí se aborde y afronte esto sin tapujos. Quiero echarle un vistazo al libro, me ha llamado poderosamente la atención lo del pegamento. También y me pregunto qué hueco quedaría para plantearse la 'función social' --algo con lo que nos han vendido el debate poético en sus términos más 'coloquiales' y reiterados durante medio siglo-- dentro de esta postpoesía.
A ese tema social, Javier, se ha referido reiteradamente en los últimos meses Fernández Mallo en su blog, creo que ahí encontrarás respuestas suficientes. Saludos.
Lo que más sobresale en este su último comentario es que "los amigos de los amigos son mis amigos", y que si le nombro a usted en el texto -amigo o amiga- venga pronto a darme la gracias..... ¿Renovación de la literatura o amiguismo renovado en la literatura? Ahí le dejo la interrogación abierta.
Cada uno es muy libre de pensar lo que quiera. Yo tengo mi propia respuesta. Saludos.
Al anónimo:
Si usted lo dice por mí, yo doy las gracias porque soy muy educada y puntualizo porque soy muy rigurosa. Ni Vicente es mi amigo ni me importa demasiado a título personal ser citada por él o por San Carlos Bousoño.
¡Y yo que creía que lo de postpoética tenía que ver con el posteo y los blocs estos de cibernotas! Pero ya veo que más bien circula por el raíl de lo póstumo (habrá que leer el libro). Con todo, no convendría olvidar que ya Carlos E. de Ory puso un ladrillo en ese muro. (Junto con Chicharro júnior. Y Sernesi.)
Hay más fuentes. "Partículas con belleza desnuda", se titulaba un revelador artículo de SC (IC), hacia 1983). Ahí empezó todo. Creo. O postempezó.
AJR
Para mí el leer esta reseña ha sido un ejemplo de profesionalidad. Me ha sorprendido gratamente la objetividad de la misma. Esa objetividad se refleja claramente en el párrafo conclusión donde a pesar de todo lo que dices respecto al estilo, escritura, carencias de conocimiento del campo literario señalas la aportación que realiza dicho ensayo.
A mi como simple lectora que no conoce la teoría literaria me ha ofrecido la información suficiente para en función de mi tiempo, ganas y otras incumbencias personales decida leerlo o no.
Sólo alguien que no haya tenido que emitir una opinión intelectual sobre un documento, artículo, libro tiene una venda en los ojos para no apreciar esta reseña.
Saludos a todos,
Me parece que se confunde a los poetas que hablan de la "postpoesía" con los que la practican (si es que tal término es sugerente y oportuno).
En todo caso, parace que citar a un autor (por ejemplo Deleuze) equivale a asumirlo estilísticamente, que es como decir que la publicidad supera al producto.
Hola Vicente Luis.
tengo escrito lo que se me vino a la cabeza leyendo postpoesía aquí:
http://www.lacasatransparente.net/?p=327 (Postpoesía: una lectura despiezada, y perdona, de verad, la autoreferencia).
A mí quizás me pasa un poquito al revés de lo que comentas tú,quizás porque parto de carencias similares a las de AFM y tengo una visión algo reducida del panorama poético hispano. Para mí Postpoesía es más un manifiesto ( o una poética con voluntad de acogida) que un ensayo; como manifiesto, poco que decir, la propuesta es interesante y está bien que un autor explicite su poética (no creo que deba ser obligatorio, pero un poquito sí...), pero es en la parte de "ensayo" donde veo más lagunas, precisamente donde trata de darle una base "tecnocientífica" a sus propuestas que, en principio, debería ser su punto fuerte... En todo caso, me pareció un libro interesantísimo. No me dedico a escribir diez folios o por ahí sobre algo que no me lo parezca.
Un abrazo. Daniel
Se me ocurre una pequeñísima puntualización: ¿no habría primero que diferenciar entre 'lugares comunes' y 'metáforas' y, a partir de aquí, seguir hablando?
Pues yo creo que la critica de un crítico que a su vez participa como crítico de la crítica de un amigo poca validez puede aportar de cara a la galería. Ojalá fuese este texto del señor Luis Mora fruto de alguien que no estuviera involucrado en la propuesta del señor Fernández Mallo (o que más bien incluso a veces parece más que nada sumarse al carro suntuoso de la mercantilidad). No siendo esto así, flaco favor se le hace a un "ensayo" (que precisamente como ensayo cojea bastante) a cuya atención debían sumase otros y no minguno de los mismos involucrados. Dicho de otra manera, queriendo o sin querer, de renovación de la crítica demuestra el texto del señor Luis Mora que hay poco y, por ende, de la renovación de la literatura (analizado el supuesto ensayo del señor Fernández Mallo) poco hay también de renovación. Me parece -y no creo que esté tan desencaminado- que del crítico al objeto criticado hay demasiada poca distancia, por lo que se mire por donde se mire, la propuesta de "renovación de la literatura hispana" -intencionalidad tan boceada en este blog y en otras partes- queda en entredicho y hay que comenzar a buscarla en otra parte. Ningún "grupo literario" o "generación" de toda la historia de la literatura nunca tuvo otros objetivos: fortalecer al mismo grupo y dejar en la cuneta como "inservible" o "tardomoderno" a todo lo demás que surge sin nadie a quien le preocupe las consecuencias de una ignorancia crítica preocupada en enfatizar -por muy buen crítico que se sea- la validez de las obras de los amigos y de los afines: ¿dónde la novedad? Que alguien me lo aclare. ¿o acaso estamos apoyando que aquello que más se difunde es lo que vale? Entonces apoyemos Babelia, El Cultural, etc., y dejémonos ya de presuntas cajas chinas.
Dice usted textualmente: "la condición de físico nuclear del autor no implica que quiera crear una nueva “ciencia poética”, sino más bien la de aprovechar cualesquiera metáforas (artísticas, literarias, mediáticas, pero sobre todo científicas) en aras del entendimiento de lo poético como algo tan amplio que, a la vista de la definición habitual que se tiene de la poesía, no queda más remedio que considerarlo como postpoético, como aquello que viene después de la poesía concebida en términos ortodoxos"... Y yo le pregunto quién con dos dedos de frente no pretende lo que usted afirma en este párrafo... ¿No podrá usted estar dando a entender indirectamente que que el señor Mallo es el rey de lo que comúnmente pretendemos la mayoría de los escritores hispanoamericanos? Entonces le preguntaría por qué? ¿Qué suma esta afirmación suya, qué aporta, cuál es la especificidad que usted pretende esclarecer con este fraseo?
No sé, esto me recuerdo a la época en que se creía que la jerga científico-técnica era imprescindible para escribir una gran novela de ciencia-ficción. La literatura, el arte, la poesía no puede estar dependiendo del lenguaje tecnocientífico ya que éste de por sí envejece cada cierto tiempo, un término es superado rápidamente por otro... Y está claro que Homero,Virgilio, Rilke, Shakespeare Proust siguen siendo actuales e insuperables. Además, la vinculación de las ciencias con la poesía ya viene de los griegos antiguos, desde Heráclito y Parménides, por no hablar de Valery, Lewis Carrol, Swift,etc...El mismo Proust fue el primero en utilizar en narrativa las teorias de Einstein sobre la relatividad.
Me parece que, desde "Tel Quel", se está teorizando demasiado sobre la poesía, que si postpoesía, o alterpoesía o tecnopoesía...pero los buenos lectores de poesía seguimos creyendo que para escribir un buen poema sólo hace falta sentir y pensar como Rilke o como Whitman o Vallejo.
Lo demás, son "ensayos"...
Más que un ensayo importante, me parece un ensayo original, porque realmente presenta lagunas imperdonables para un libro que pretende ser una poética. La distinción simplista entre poesía ortodoxa y poesía heterodoxa es tremenda. Tal vez para iniciados pueda ser útil, pero quien quiera leerlo desde el rigor crítico encontrará tan sólo un ejercicio aproximativo a algo que queda en el aire, a veces sin definir, otras mal definido. Hay aciertos, por supuesto, yas los has comentado tú, Vicente. También sus errores, así que me parece una reseña justa. Creo que F.M. pretende más de lo que logra. Lo prefería en el Nocilla Dream. A partir de entonces parece el abanderado de algo que no termina de cuajar, como ese huevo frito a manera de esquema que abre su ensayo. Ahí está bien fritito, con sus corteza cuscurrosa y todo, pero a poco que mojas la yema, te das cuenta de que le falta un poco más de aceite hirviendo. Saludos a todos.
Anónimo de las 4.09: entiendo de su comentario, dificultosamente redactado -por decirlo con elegancia- que 1. no puedo hacer reseñas de alguien de cuya estética participe (lo que no ocurre en este caso, AFM tiene su estética y yo la mía), por supuesta "involucración", según sus palabras. 2. Tampoco puedo, por razones similares, reseñar otro tipo de ensayos, por demasiada falta de involucración -esto es, por estar en otra estética y por tanto interesado en que esa no fructifique-. Con eso usted parece decir que la crítica es una cuestión de intereses en la que sólo se puede criticar... a nadie. Curioso razonamiento.
Por otra parte, la novedad o no de las propuestas de AFM o de las mías o de las de terceros, no depende ni de mi voluntad (por fortuna) ni de la suya (para más fortuna todavía). Los lectores juzgarán y, por lo que parece, ya lo están haciendo. Saludos.
Efectivamente, Chema, sus parcas palabras bastan contra todo un discurso disfrazado de novedoso... Ciencia/Poesía: ¿Habrá algo tan antiguo como eso?
Para el anónimo de las 6.59, en el supuesto que sea diferente del anterior: deduce usted incorrectamente algo de mis palabras. No es lo que yo digo, sino lo que deduzco de lo que el autor dice. No sé si me entiende. Puedo ponérselo más claro, si quiere.
Conozco a la perfección lo que hacen los poetas latinoamericanos, será porque los leo muy a menudo. No deduzca ineresadamente de mis palabras lo que no está en ellas, por favor. Saludos.
Para Chema: Chema, de verdad que no creo que se pueda reflexionar demasiado sobre nada. La teoría nunca viene mal. Viendo el patio, parece más necesaria que nunca, en realidad. Si hay más teoría que práctica o si la teoría es más interesante que la práctica no es algo criticable a los teóricos, sino a los poetas. Los teóricos hacen sus deberes.
Decir que hay mucha teoría en el mundo es como decir que hay mucha salud en el mundo o muchas zonas verdes. Es no decir nada o hacer un oblicuo alegato a favor de la ignorancia. Supongo que no es eso lo que estás haciendo, ¿verdad? Supongo que quieres más poetas de calidad. Bien, yo también. Pero los teóricos no tienen culpa de eso... Saludos.
Vicente, decir que hay muchas zonas verdes sería la teoría. Que las haya, sin que nadie lo diga, equivale a la práctica. Me parece que lo que piden los anónimos -y yo como un anónimo más- es que la publicidad no se coma al producto. Como conocedor de la poesía latinoamericana que se hace ahora -perdona que me sonroje ante semejante afirmación, abstracta y omniabarcadora, vamos, que te ha salido el crítico omnisciente que llevas dentro-, sabrás que hay multitud de poetas que han hecho eso que pretende Mallo, pero quizá con mayor conocimiento de causa y menos voluntad de guerra civil. Ejemplos... ya los conoces: el argentino Fabián Casas, el mejicano Gerardo Deniz.
Por citar a dos autores, sólo dos, de dos edades, de dos estilos distintos.
En cuanto a los poetas españoles... me parece que hacen sus ejercicios, y bien, a juzgar por la obra de alguno que citas y alguno que no.
El autor como laboratorio de experimentación continua... bien, pero en la ciencia el experimento no es un fin en si mismo, sino que se enfoca a obtener un resultado positivo o a conseguir una demostración.
Si la postpoesía defiende como objetivo experimentar por experimentar, el proceso no tiene fin, ni pies ni cabeza, y termina loco.
Si el experimento poético no se enfoca a un resultado positivo -en poesía lo positivo podría ser... "obtener fórmulas de expresión más efectivas en los lectores actuales"- la experimentación sirve para poco, es como una pirotecnia inútil. Nunca nos pararemos a ver si hay algo "positivo" en cada efecto pirotécnico.
La experimentación, en el sentido científico, apunta a, o conlleva el aprovechamiento posterior, el perfeccionamiento y la repetición como técnica útil de cada descubrimiento. En el sentido que parece establecer Mallo, donde se absolutiza la experimentación, parece no haber tiempo ni espacio siquiera para determinar el fin del experimento, tampoco su resultado... experimento sin fines ni resultados; y eso no llevaría a ninguna parte; terminamos agotados sin obtener nada.
Así que... ¿uso real de la ciencia o estética postiza?
Por favor, no seamos condescendientes, ¿ok? La ciencia y la poesía se utilizan juntas desde Lucrecio (sobre quien en unos meses colgaremos aquí un post, a raíz del nuevo libro de André Comte-Sponville sobre el poeta latino). El tema es el muy diferente modo en que se utilizan en cada época. El uso de la ciencia en Dante no tiene nada que ver con el de Colerigde ni este con el de Ashbery. Ni éste con el de Mallo. Así que, please, pensemos un poco antes de escribir los comentarios. Saludos, anónimo.
Manolo G.: ¿conoces algún experimento poético que busque un resultado negativo? ¿Qué sería un resultado negativo, la no-poesía, el folio en blanco? ¿la prosa? Saludos.
En general esta es la paradoja de todo vanguardismo extremo. Si nunca nos detenemos, ¿cómo sabemos si algo merece de verdad la pena?. Si no hay espacio para trazar nuevas tradiciones exitosas (en el sentido literario), ¿qué sentido tiene la pirotecnia sin fin?.
Al rechazar toda tradición, los vanguardistas en realidad están matando el único posible sentido de su labor, encontrar formas mejores, para inmediatamente perfeccionar y convertir a su vez en tradición. Experimentación y tradición, para tener sentido, han de ir unidas. Se experimenta para crear nueva tradición. Pero los vanguardistas tomaron el sentido parcial de su labor - buscar novedades- por el todo, sin tener en cuenta el sistema completo, en realidad: "buscar novedades para renovar la tradición".
Pero bien pensado, los vanguardistas trabajan para la tradición, aunque ellos no lo saben.
Apodíctico te veo, Manolo. Dictando sentencias sin discriminar. Por ejemplo, ¿la aportación de Dadá ha sido igual que la de los Surrealistas? ¿Quiénes "tomaron el sentido parcial de su labor - buscar novedades- por el todo, sin tener en cuenta el sistema completo"? ¿Lo hizo Hans Richter o lo hizo Breton? ¿Lo hicieron los dos? El Alberti de Sobre los ángeles, el Louis Aragon de Chambres, acaso no crearon formas nuevas y válidas que han permanecido hasta hoy? ¿No es el surrealismo lo mejor que le pasó a la poesía mundial en el siglo XX? ¿No le debemos lo mejor o un buen tanto por ciento de lo mejor desde entonces en cualquier lengua poética?
La vanguardia, como ya dije en otro lugar, no es un movimiento histórico, es una actitud ética y estética, rastreable en muchas épocas, incluidas aquellas anteriores al siglo XX. Autores como Góngora o Sterne son reconocidos como vanguardistas -yo prefiero experimentalistas- hasta por la más conservadoras y tradicionalistas universidades del mundo. A ellos les debemos el progreso de cualquier rama del arte. Saludos, Manolo.
¿también ha hecho Mallo la portada de este libro?
Creo que todas sus portadas son malas o, al menos, muy mejorables.
¿Por qué no pospoesía?
Gancho de izquierda
Gastamos demasiado tiempo y dinero en intentar superar a la velocidad de la luz, sólo para que al final nos veamos otra vez desplazándonos en carretas de bueyes. La ciencia se inventó para descubrir qué hay más allá del velo que oculta el gran misterio. El arte, la poesía se inventó para que nunca desaparezca del todo ese velo, ese gran misterio.
Hola Vicente,
Gracias por la reseña. Me han parecido muy loables algunas de las críticas que haces al libro sabiendo la relación de amistad que mantienes con AFM. Se supone que la crítica debería ser siempre así, pero no lo es casi nunca.
Coincido con casi todo lo dicho por ti; el libro lo leí hace un par de meses y no lo tengo muy fresco, pero recuerdo la sensación de omisión o carencia en muchos de los temas a los que Agustín se aproxima. Cuando habla de poesía ortodoxa muestra grandes lagunas sobre el tema y es excesivamente simplista; la justificación inicial hablando de pragmatismo me parece más una excusa ante lo que pueda decir después que otra cosa. Ya antes de haber nacido AFM, algunas visiones poco modernas se juntaron para constituir Problemática-63 que pretendía ofrecer “una visión conjunta de las artes y las ciencias, e informar sobre la evolución y los problemas del arte” (La escritura mirada una aproximación a la poesía experimental española Alfonso López Gradolí, Calambur 2008) y en la actualidad, como tú bien indicas hay demasiadas tendencias omitidas como para no sonrojarse.
También creo que no explica apenas nada algunas otras cuestiones que aborda en el libro, así como no argumentar sus argumentos. Al hablar de cristianismo lo hace de una manera muy somera y tiene el lector que completar los huecos, yo me fui a Subirats, pero era a eso a lo que se refería?
Además, por momentos chirría de mal redactado.
Luego, si se entiende como una propuesta se le pueden extraer ideas muy interesantes, aunque me pregunto si existe una gran diferencia entre estos cientos de páginas y lo dicho en los dos textos que ya publicó sobre postpoesía en Lateral y Quimera.
A raíz de este libro me han llamado la atención algunos de los comentarios y reseñas que sobre él se han vertido desde páginas americanas. En casi todos se habla de lo localista del libro, de lo mal que anda la poesía española para que el debate sea el propuesto por AFM y de cómo la poesía en latinoamérica goza de una salud mucho mejor y está más avanzada que la española. Tristemente, esos comentarios siempre apuntan al desconocimiento que se tiene en el otro lado del océano de lo que realmente se está haciendo en España, igual que casi todos los españoles, entre los que me incluyo, conocemos muy poquito de lo que allí se cuece.
Un saludo
Estoy de acuerdo en que los españoles no conocen o conocemos demasiado lo que se cuece en esta orilla, y también concuerdo contigo, gdsm, en que los latinoamericanos desconocen lo que se hace en España. Pero creo que ambos colectivos tienen un motivo de peso importante para descargar, en cierto modo, su culpa. Y ese motivo es la dificultad de acceso. Incluso estando en las dos orillas a la vez, como es un poco mi caso, es complicado estar al día. Tengo la suerte de que hay personas de mi confianza en Latinoamérica que me avisan de novedades interesantes, de nombres jóvenes, etc., pero aún así está el enorme problema de la distribución de libros. Si en España nos quejamos que poemarios muy interesantes de editoriales como Ave del Paraíso, Idea, La Garúa, Igitur, Icaria, El Gaviero, Baile del Sol, y un por fortuna largo etcétera, son difícilmente accesibles en la península, ¿cómo van a poder conseguirse en Latinoamérica? Y lo mismo pasa entre países del cono Sur; no hace mucho hablaba con un poeta peruano que me explicaba las dificultades para estar al tanto de lo que sucede poéticamente en Argentina o México. Internet ha venido a ayudar un poco, pero no palía el hambre, sólo estimula el apetito. Conocemos más nombres gracias a la red, a ciertos blogs, a revistas digitales, etc., pero apenas podemos acceder a algunos poemas. Sólo quienes tienen la suerte de trabajar en universidades con presupuesto para compra de libros pueden tener acceso regular a novedades de cualquier país. Los particulares no podemos acceder a eso, y sólo quienes recibimos libros por tener algún nombre como críticos podemos tener una pequeña idea del mapa total. Digo pequeña porque soy consciente de que mi conocimiento de la poesía latinoamericana es casi de iceberg, de una de cada nueve partes, pero ¿cuántas personas no adscritas a universidades tienen acceso a más y, de ellas, cuántas además conocen bien el panorama poético español o el escrito en español en los Estados Unidos -otra realidad bastante desconocida, tanto en España como en Latinoamérica-? Nuestro idioma es, por fortuna, cada vez más grande; eso sólo tiene un problema: lo difícil que es cartografiar de forma fiable ese mapa cada vez mayor. Si este blog sirve para que, por lo menos, gentes de las dos orillas tengan mutuo conocimiento de lo que se publica en la otra, de algo habremos servido. Saludos.
¿Exp. poético de resultado negativo?...Estamos saliéndonos de lo "positivo en sentido científico", pero supongo que "experimento poético" de resultado negativo, podría ser sencillamente lo que "no resulta efectivo para seducir a los lectores de poesía". ¿Encadenar versos sobre detergentes, fútbol y sociología cuántica sería efectivo?. Si no lo fuera, se podría intentar otra vez, esta vez con la etnobotánica, la teología sufí y la náutica moderna, y si no con...
Me refería a una actitud vanguardista extrema, con pretensiones de romper con todo valor o tradición anterior...efectivamente, no creo que los surrealistas fueran unos vanguardistas locos sin freno, como tampoco los expresionistas...sí bastante más los Dadá, o los futuristas etc... y Mallo, a lo mejor lo parece... como si pedalearan en una bicicleta sin cadena.
No sé que poemarios has leído de Mallo, Manolo, pero te aseguro que su bicicleta va mejor y más lejos que la mayoría que conozco. Y lo digo desde Joan Fontaine Odisea, que leí y defendí un año y medio antes de conocerle en persona. Saludos.
Lo tengo pendiente todavía, sí, lo reconozco, así que gracias a todos por el empujoncito. Leeré el librito del amigo Mallo, a ver eso de las lagunas y demás, de si es manifiesto, ensayo o lo de más allá. Por lo menos, y así desde lejos, provoca, que no es poco.
Por cierto, Vicente, ya tenemos el libro de Eduardo Milán, no sé si él te ha dicho algo. Distribuido y todo me parece que está ya. Te lo mando donde siempre. Abrazos.
Buenas noticias, Francisco. Un saludo.
Si de lo que se trata es de provocar, pues animémonos todos y dediquémonos a provocar... No sé si este es el objetivo último de la postpoesía. Si fuera este todo estaría claro. Mucho más que claro.
A mí el libro de Mallo también me parece valioso, sobre todo por lo que tiene de sugestivo, de invitación, de entusiasta. Quizá haya que contemplarlo más como una obra “práctica” que como una “teórica” y, en este sentido, se podrían señalar varias metáforas o comparaciones tan atractivas como inexactas, donde parece dejarse llevar por la “emoción creativa” más que por el “rigor crítico” (cito, al azar, el primer párrafo de la página 31). Otras veces tiene intuiciones interesantes que, sin embargo, fracasan en su desarrollo, y que podrían haber llegado a algo mucho mejor (me pareció muy significativa la del tiempo en las páginas 52 y 53).
Pero el mayor problema teórico que le encuentro es su cortedad de miras, que le lleva muchas veces, en mi opinión, a descubrir Américas centenarias. Gran parte de su discurso (por ejemplo lo del artista como “laboratorio”) está perfectamente expuesto en algún artículo de Eliot (por ejemplo “Tradition and the Individual Talent”, de 1919), y no me parece casual que Mallo coincida con este “modernista”. De hecho, su ensayo, por lo general, me parece una simple revitalización del proyecto moderno, y la mayoría de las ideas que exalta como novedosas las podemos hallar en el siglo XIX. Lo de experimentar mezclando materiales diversos y, hasta entonces, incompatibles, lo tenemos en Victor Hugo (“tout a droit de cité en poésie”, concluye) y en Baudelaire, por ejemplo.
El “súmmum” de esta cortedad de miras lo encontramos en el resumen que hace en las páginas 73 y 74 comparando las diferencias entre “poesía postpoética” y “poesía ortodoxa” que podría utilizarse, en la gran mayoría de los puntos, en un manual escolar para comparar la “poesía clásica” (siglos XVI al XVIII) de la “poesía moderna” (siglos XIX y XX). Para no extenderme más, citaré sólo el primero de los puntos: la sustitución de lo “heroico” por lo “feo, bonito, ordinario, original” se produce en el siglo XIX, como mínimo desde Baudelaire, y no es en ningún caso una novedad “pospoética”.
Siento haberme extendido tanto... Un abrazo!
Bueno, Guillermo, no creo que todo sea tan simple. La vuelta a lo prosaico que hace Mallo no puede ser tan fácilmente reducible a la vuelta a lo prosaico o cotidiano -formulada por Wordsworth antes que por Baudelaire- de Baudelaire. Hay sustanciales diferencias entre ambas; amén de las referencias de uno y otro (de arte figurativo, en el francés, de arte conceptual y de ciencias físicas, en Mallo), está el muy diferente resultado poético que ambos logran a partir de sus presupuestos. Si nos ponemos esencialistas, todo el arte literario universal no ha salido de Homero, o de Simmias, porque es poner una palabra detrás de otra. Acabáramos. Toda tendencia en una dirección tendría antecedentes, y así hasta el principio último, si me permites el oxímoron. No, el realismo pictórico antes del renacimiento no tiene nada que ver con el posterior, por la aparición de la perspectiva (hoy recordaba esto Germán Sierra en un debate digital); el realismo de Zola no tiene nada que ver con el de Döblin ni éstos con el de Mallo, que es un realismo aumentado. A pesar de que todos son realismos, ninguno es comparable al otro, porque están hechos desde coordenadas epistemológicas distintas. Un saludo.
Sí, tienes razón en que he sido muy simplista, y reconozco que tal y como lo he escrito es bastante injusto para la propuesta de Mallo.
Pero lo explicaré mejor (espero). Lo que quería decir hablando de Baudelaire y demás, es que Mallo pertenece a un mismo "paradigma" y que, por lo tanto, la "postpoética", tal y como la explica, no supone un "nuevo paradigma", como insinúa el subtítulo del ensayo. No es que el gallego haga lo mismo que el francés, por supuesto, ni que su obra sea reductible a la de aquél, lo que quiero decir es que Mallo profundiza en la "mina" que descubrieron los iniciadores de la modernidad (lo que no es un mérito menor). La mezcla de géneros o el fragmentarismo, por ejemplo, son novedades absolutas en el siglo XIX, es entonces cuando se produce una auténtica “discontinuidad”, pero no ahora. Por supuesto que hoy no se hace lo mismo que entonces, y que la citada mezcla se entiende de una manera más radical y profunda, pero el camino ya estaba abierto, y no puede decirse, como se hace en las citadas páginas, que eso sea novedad respecto a la “poesía ortodoxa” (que, en otro lugar el autor califica de “poesía moderna”). Efectivamente, el realismo pictórico a partir del renacimiento no tiene que ver con el anterior… pero sí tiene que ver con el realismo pictórico del siglo XVIII.
Me parece una laguna teórica muy importante, por poner otro ejemplo similar, decir que la poética de García Casado (un poeta al que admiro muchísimo, como admiro muchísimo al poeta y novelista Fernández Mallo) que cita en las páginas 71 y 72 es “postpoética”, en contraposición a la “poesía moderna”, cuando los 10 puntos son una exacta descripción de la poesía moderna (se podría ejemplificar sin problema).
Otra cosa es decir que algunos proyectos que se desarrollan en la actualidad corresponden a un nuevo “paradigma”, que en eso podría estar de acuerdo, pero habría que explicarlo mejor. Es en ese sentido que dije que alguna interesante intuición de Mallo podría haberse desarrollado de manera más sólida e interesante, y hablaba de la del tiempo. Si la poesía “clásica”, como la tradicional, parece moverse en un “tiempo circular”, y la “moderna” refleja un “tiempo lineal”, se podría defender que la “posmoderna” (o como se la quiera llamar) se mueve en un “tiempo espiral”, y eso ya sí que sería un argumento profundo que la diferencia de la moderna
En fin, de todas formas reconozco que hace demasiados meses que leí (con mucho interés, eso sí) el ensayo de Mallo, y que seguramente me pierde mi tendencia a “sintetizar” (o “simplificar”, según se mire), casi tan grande como mi tendencia a enrollarme. En todo caso, un placer debatir contigo. Un abrazo.
Bastante de acuerdo con la recensión –buen texto, por otra parte–, especialmente con lo que allí se señala respecto a las omisiones y la tendencia al adanismo. No abundo en lo que afirman gdsm y willyimagine sobre el libro, opiniones que, en general, aunque con algún matiz, comparto. Aparte: España y latinoamérica se miran de reojo y no se ven (soy de aquí).
Es interesante que en "Nocilla Lab", libro con una importante carga autobiográfica AFM se defina a sí mismo como un "paleto", un acto, me parece, de honestidad, y que se reconozca como un "mediocre", bien que en una frase de corte racionalizador: "así que creo que puede decirse que soy un mediocre, algo que nunca agradeceré lo suficiente porque me ha dado la oportunidad de explorar muchos ámbitos diferentes, de ir de órbitaa en órbita, nada hay peor que un genio especializado" (p. 52). Me interesa AFM como poeta y creador, me gusta menos como teórico. Considero que su mejor libro es "Creta lateral travelling", reeditado el año pasado por Sloper (1ª ed. 2004).
Por último, hay una anécdota que debo (o me creo obligado a) contar. El otro día, precisamente en el blog de AFM, traté de hablar de los descubrimientos del mediterráneo en la narrativa española contemporánea (mi nick: pablo m.). Usé, ciertamente, un tono algo engorilado, escribiendo rápido y mal. En una entrada posterior respondí (sin que nadie me lo pidiera) a un participante llamado "luis". Dado que sigo este blog, me pareció que por la forma y el contenido de aquél comentario, eras tú el que lo había escrito. De modo que respondí a "luis" llamándole "Vicente Luis Mora". Resultó que el tal luis era otra persona. En fin, me la envainé y punto. Parafraseando el título de Monod: el azar y la identidad. Saludos.
Clement / Pablo, salvo rarírimas excepciones, yo doy siempre la cara y firmo siempre con mi propio nombre. No me escudo bajo un luis, y menos cuando se trata de hablar de literatura española contemporánea. Entrando en tu comentario, no creo que haya que tomarse al pie de la letra lo que dice Mallo en Lab sobre el protagonista, porque el protagonista no es Fernández Mallo. Es alguien que se llama igual que el protagonista, según los protocolos habituales de la autoficción, pero Mallo no es un paleto ni es un mediocre. De hecho, si lo fuera, tú no entrarías a opinar en su blog, por ejemplo. Nadie pierde su tiempo con los mediocres. He señalado algún defecto en el conocimiento de Mallo sobre poesía actual, pero él sabe mucho sobre muchas y muy diversas cosas, y yo daría mi brazo izquierdo por saber lo que él sabe sobre ciencia o música, por poner un ejemplo. Hay que tener cuidado con las condescendencias, y con las lecturas "ad pedem litterae" de los libros como si fueran confesiones autobiográficas de los autores. La autoficción, como han visto autores como Manuel Alberca, es tan ficción como auto. Un saludo.
De acuerdo, pero creo que no he sido bien entendido. No pienso que Mallo sea paleto ni mediocre, ni mucho menos. Siento simpatía hacia él y, efectivamente, visito con frecuencia su blog porque me interesa. Como he dicho, me parece un buen escritor. No creo haber sido condescendiente, al menos no he pretendido serlo en absoluto. Será la forma de expresarme, o la falta de habilidades sociales, como se dice ahora, no lo sé. Por otro lado, no he dicho que te escudes en nicks ni nada por el estilo. Sólo quería comentar una confusión mía porque me sentía en cierto modo obligado a ello (a matter of principle). Mi nombre real es pablo, pero el ordenador no me deja comentar con mi cuenta de google (no sé por qué); tengo un blog que se llama Clément Cadou, de ahí el nombre de mi comentario. Seguiré leyendo tu blog (que, evidentemente, también me interesa), aunque me temo que tendré que hacer un cursillo de habilidades sociales para hacer el próximo comment. Te agradezco la referencia. Un saludo.
Pablo, no había reproche en mi comentario; me limitaba a explicarte por qué era improbable que yo interviniera en un blog -y más en el de Agustín, donde he opinado varias veces- con un nombre diferente al mío. ¿Por qué iba a esconderme? Nunca lo hago. Dar la cara es parte de mi ética, es lo que me diferencia de muchos, que sólo critican desde el anonimato. Sólo te explicaba la situación, no te "reñía".
Y te pido perdón si he malentendido tus palabras. Parecía que usando esa frase de Nocilla Lab justificabas algo, pero habré leído yo mal. No tienes que seguir ningún cursillo, ojalá todos los que llegan aquí discrepasen con la elegancia y educación con que tú lo haces. No tienes más que ver lo que llega por aquí a veces, y el tono con el que llega. Eres bienvenido tal y como eres. Lo que no significa, como es lógico, que vaya a estar de acuerdo contigo siempre, ni tú conmigo, por supuesto. Un cordial saludo.
Hola a todos,
En primer lugar, deciros que es un verdadero placer leer vuestros comentarios.
En el interesantísimo debate sobre si la postpoesía ya había sido descrita con anterioridad, a mí sí me parece ver en los presupuestos de Fernández Mallo algo que, y si estoy equivocado seguro que sabréis corregirme, es absolutamente novedoso: su adaptación al medio natural en el que nace. Es decir, la Postpoesía (como de hecho ejemplifica perfectamente la totalidad de la obra de Fernández Mallo), por encima de todo, se fija en el lector de hoy: se fija en cómo lee, en cómo recibe la información, en cómo ve la televisión, en cómo escucha música, en cómo recicla su basura... La Postpoesía es en realidad un acto de sincera desnudez, en el que nos descubre: hay más metáforas escondidas en el amanecer que las presupuestas en la lírica tradicional, y son amaneceres que el hombre las estudia en laboratorios, en estudios fotográficos, en museos, en las imágenes de google o simplemente en casa a través de un elemento denominado ventana de vidrio.
Hay muchos amaneceres ahí fuera, y eso es lo que Fernández Mallo y su Postpoesía (creo) tratan de explicar.
¿Acaso no se encuentra escondido en la postpoesía el hombre de hoy y la sociedad de redes y los elementos que la conforman?
Un saludo a todos!
Sergi
Tienes razón en lo que dices, Sergi; Mallo ha expuesto en numerosas ocasiones que el proceso dialéctico información / conocimiento y sus diferentes posibilidades es uno de los elementos clave de su trabajo. De esto ya hablé al referirme a una de las dos nocillas anteriores, por eso no me detendré ahora. Y también creo muy interesante, y me parece que nadie lo ha apuntado ni para criticarlo ni para encomiarlo, el uso que hace de la teoría de redes, a la hora de configurar su estrategia estética. Eso también es una novedad, entre otras cosas porque la propia teoría de redes y sus aplicaciones extracientíficas son relativamente recientes (salvo la teoría de redes sociales, que se lleva estudiando desde los años cuarenta del siglo pasado). De todas formas, no toda red teórica ni toda teoría sobre red es aplicable a lo que define Mallo, que concreta muy bien ahí su espectro teórico de operaciones. Saludos.
También habría que discutir si, como siempre, los españoles no nos dedicamos a mimetizar ruidosamente, con la vehemencia de los catetos de pueblo ante las modas de USA, todos los conceptos con los que ya llevan experimentando los poetas y narradores americanos hace tiempo, y en la teoría, la filosofía francesa, por ejemplo... pero algo que, como llevamos en nuestros genes, debe vivirse como la gran revelación, si no no nos vale. Como con la fiebre romántica, o el Krausismo, en España si hay que ser algo, somos los más exagerados, pero siempre con retraso y manteniéndonos en nuestros trece cuando ya en todo el mundo se ha desechado la moda... Mallo adopta la postura de la gran revelación, cuando a lo mejor no estaría de más un poco de escepticismo, o el modo de ensayo individual... ¿No resulta demasiado grandielocuente todo esto?.
De todas formas creo que eso de el señor Mora diga que es "improbable que yo interviniera en un blog -y más en el de Agustín, donde he opinado varias veces- con un nombre diferente al mío. ¿Por qué iba a esconderme? Nunca lo hago. Dar la cara es parte de mi ética, es lo que me diferencia de muchos, que sólo critican desde el anonimato" es una forma de demostrar que está en contra del simulacro, de la ficción, e incluso de la postpoesía... Ese manifiesto sin más demostración que su sentido "ególatro" es tardomoderno al cien por cien... Defendiendo lo que usted ha defendido hasta ahora sobre las posibilidades de las nuevas tecnologías, no olvide así como así -sobre todo aplicado a su persona y lo que podría llevar a cabo, de igual manera que yo mismo- que da igual el nombre que le dieron sus padres, el seudónimo que utilice o el anonimato en el que se refugie. Lo importante es lo que se dice y las maneras que las nuevas tecnologías permiten.. ¿O ya hemos olvidado que la ficción supera a la realidad? ¿no era una de las argumentaciones que en el fondo y tomado genéricamente ha aportado sobre la obra de Mallo? ¿De qué ética habla? Hable de juegos de rol, de la confusión entre la mentira y la verdad... Y si alguien cree que usted puede ser quien no es no se lo eche en cara. Asuma esa posibilidad, porque "la realidad" por ahora y ssiguiendo sus viejos planteamientos está todavía por descifrarse.
Uy, qué poco me conoce usted, sr. anónimo, y de qué modo tan torpe confunde la ética de un crítico con la de un escritor... pero no se preocupe, para estas mismas fechas del año que viene tendrá usted pruebas documentales más que claras de lo equivocado que está. Saludos.
Estimado Manuel G,
disculpe la intromisión:
¿No será que confunde usted mimetismo con convergencia adaptativa?
[Ya que nos gusta mezcla ciencia y literatura, uno es ecólogo ;)]
Me entrometo otra vez por aquí para seguir el debate que propone “Manuel G.” y “gdsm”, porque fue una de las cosas que más me chocó del libro de Mallo. En él se parte del principio (irrefutable) de que cualquier forma de arte tiene que estar de acuerdo al tiempo de donde surge y que, por tanto, resultan ridículas formas de escritura anacrónicas al presente siglo XXI. De acuerdo.
Ahora bien, él propone para la poesía española un tipo de estética basado en un tiempo “posmoderno” radical, pero… ¿es que realmente vivimos los españoles de a pie en un tiempo totalmente “posmoderno”? Un dato curioso: en un lugar del ensayo se critica lo que él llama posmodernismo “a la española”, entonces ¿es que debemos desarrollar un posmodernismo “a la estadounidense”? A este respecto, me gustaría recordar una crítica del gran Manuel Vilas (amigo y fan de Mallo, porque una cosa no quita la otra) respecto a “Nocilla Dream”: “Hay algo naïf en esta literatura, cuyo sustento es la mitología degradada de la civilización norteamericana y su capacidad para que veamos el mundo a través de esa mitología (se llega a nombrar en la página 91 a Albacete y Almería como estados en vez de como provincias)”. El artículo completo en: http://manuelvilas.blogspot.com/2007/05/agustn-fernndez-mallo-nocilla-dream.html
Desde luego que nuestra realidad cotidiana está surcada por elementos “posmodernos” que nos hacen muy distintos de generaciones anteriores, pero eso no nos debe hacer admitir como propios los rasgos de un determinado grupo social de un determinado país americano (extendidos, eso sí, en las clases altas de todo el mundo, y en la mayoría de intelectuales). Eso sería igualmente anacrónico. Y a veces parece que se valoran las obras según la mayor o menor cercanía a modelos distantes, porque se considera como un valor el ser más “moderno” (o más “a la moda”). Y esto no va por Vicente (cuyas peculiaridades vitales –cambios de lugares de residencia, así como el hecho de cambiar- y culturales, por otro lado, sí le colocan en un “tiempo” distinto al de mis amigos y familia, por ejemplo), ni tampoco va por la mayoría de los críticos de suplemento, cuyo sistema de valoración parece el contrario (el que las obras tengan más valor cuanto más se asimilen a modelos nacionales de otra época).
En España en los años 20, había quienes escribían según modelos nacionales del XIX, y quienes se sumaban entusiasmados a las modernidades del centro del mundo, entonces París. Y quienes tomaron nota de esas novedades, así como de los viejos recursos, y supieron utilizarlos para expresar sus propias realidades (y lo hicieron “a la española”, e incluso “a la andaluza”). Y a estos últimos son a quienes recordamos.
No descubro nada cuando digo que nuestras coordenadas espacio temporales son completamente diferentes a las de cualquier generación anterior, por eso aquí han dejado comentarios personas que viven a miles de kilómetros. Y la información es instantánea también, no hay que esperar a que traigan noticias de lo que se está haciendo en París o en USA.
El juego de referencias ya no tiene porque estar encuadrado en unas coordenadas geográficas dadas, a menos que uno quiera insertarse deliberadamente en una tradición por aquello de ser continuista y epigonal.
En otras modalidades artísticas esto es una evidencia grandísima, y con una conexión a Internet uno puede estar perfectamente informado de los nuevos movimientos artísticos que se desarrollan en cualquier parte del mundo, desde cualquier parte del mundo.
En poesía es diferente por cuestiones idiomáticas, y es cierto que existen lagunas informativas muy grandes, como las ya mentadas entre España y el resto de los territorios de habla hispana, o incluso dentro de la península, entre las diferentes lenguas.
Pero el hecho de que un autor esté más influido por literatura procedente de otros estados no tiene porque suponer que el suyo sea un intento de remedar estilos foráneos o de sorprender a los propios con lo ajeno desconocido, sino que ahora su conjunto de referencias puede ser completamente diferente de un modo totalmente natural.
La capacidad exploratoria por nuevas vías de expresión e indagación que las nuevas tecnologías nos proporcionan muda por completo la concepción nacional de la tradición y de las influencias, el mismo juego de difusión de límites que se da entre encajonadas modalidades artísticas, y es que como el mundo ha cambiado, la poesía también.
Juan Ramón (aunque se refiera usted a otros, lo uso como ejemplo), no escribía a la española ni a la andaluza, escribía juanramonianamente, y de él también nos acordamos.
Más reflexiones. Aunque se quisiera escribir exactamente como en el siglo XIX, no se podría. El siglo XXI se colaría inconscientemente en el texto.
Nadie puede promulgar como se tiene que escribir en nuestro siglo. Las circunstancias sociales, tecnológicas etc... no marcan obligatoriamente como se debe escribir. Se escribe de muchas maneras, también como rechazo a muchas cosas, o como imitación de otras formas ya antiguas o siguiendo las tradicionales, y todo por igual será propio de la manera de escribir de nuestro momento. Hasta imitando seremos de nuestro siglo, no del XIX.
Me da que la naturalidad, y no el artificio exagerado, perdura, y por tanto será lo que marcará en el futuro qué era lo propio del siglo XXI, no los postizos.
Manolo, créeme, hay muchos escritores muy capaces de borrar todos sus rastros inconscientes y contemporáneos. Si no me crees, ve corriendo a la librería más cercana y abre ocho de cada diez novelas nuevas...
Puedo entender lo que dices de manera irónica, pero no literal. Si fueran capaces de situarse en el siglo XIX con tal grado exacto de mimetismo, engañándonos a todos, dime quienes son, porque serían genios como no ha habido. Dime alguna obra de la historia de la literatura que haya conseguido mimetizar exactamente las mentalidades del pasado... ¿Los cantos de Ossian?, ¿Salambó?, ¿Meridiano de sangre?...Todas son de su época, no puede esconderse, imposible.
Me temo que tan de nuestra época es Ángeles Caso como Mallo.
A “gdsm”: estoy básicamente de acuerdo con lo que dice. Aunque usted quizá haya pensado otra cosa, creo que nuestros apuntes son, en general, complementarios. El escritor puede usar referencias foráneas, o incluso inventadas (“Macondo”, por caso), puede estar influido por corrientes múltiples y lejanas (las literaturas “modernistas” europeas, y no la tradicional colombiana) y, sin embargo, hacer una obra maestra que, como todas las obras maestras universales, esté indisolublemente asociada al contexto cultural del que surge (entendiendo lo de “contexto cultural” de una manera amplia, pero profunda). Por supuesto que García Márquez escribe “garcíamárquezmente”, pero esa individualidad está forjada en unas circunstancias espaciotemporales muy concretas, que se encarga de reflejar magistralmente, con recursos y referencias que pueden venir de mil lugares distintos, por supuesto.
Quiero decir que Kafka, por ejemplo, podrá ser usado como referencia por Kadaré para transmitirnos el ambiente opresivo de la burocracia comunista, pero sería ridículo que el neoyorquino Paul Auster decidiera hacer una obra siguiendo los modelos de la novela pastoril española (como no fuera en forma de parodia, claro). Es decir, siguiendo su ejemplo, no es lo mismo que se produzca una “convergencia adaptativa” de una parte del modelo (las alas) entre un insecto y un murciélago (o que el insecto aprenda a volar más eficazmente gracias al murciélago), que el insecto se ponga el traje de Batman y pretenda patrullar por las calles de Cuenca. Aunque tenga a su disposición todas las tiendas de vestidos y disfraces.
Sí, es irónico: me refiero a la que la visión del mundo y los tratamientos narrativos son decimonónicos y atrasados. Por supuesto, la contemporaneidad es el lugar donde forjamos nuestra experiencia, y de ella se nutre el prosista para adensar la obra. Pero hay novelas que aunque tengan personajes con iPhone o que ven la tele o viajan a Disneylandia, son del siglo XIX. Saludos.
A Willyimagine,
No creo que estemos demasiado alejados, ni lo pensaba antes. Pero dice usted que toda obra maestra universal, esté indisolublemente asociada al contexto cultural del que surge, ¿pero cuál es ese contexto social del que surge? ¿Son siempre inseparables las circunstancias espaciotemporales como usted sugiere? Yo creo que no, y menos ahora.¿Es Cirlot un escritor de su época indefectiblemente? ¿Y Hugo Mugica? ¿Ferdydurke no sería, si se publicase, hoy una novela totalmente actual siendo escrita hace más de 70 años?
Le mentaba a JRJ precisamente porque su poesía, sobre todo la perteneciente a la última época, la recogida en Animal de fondo, no puede ser encuadrada tan fácilmente en una época y un tiempo concretos, atendiendo sólo a la obra y no a anécdotas vitales conocidas. Galdós era un escritor de su tiempo y Zola y tantos otros porque ellos deliberadamente así lo pretendían (o no lo evitaban deliberadamente).
Es cierto lo que dice de Paul Auster, pero es que cualquiera que “decidiera hacer una obra siguiendo los modelos de la novela pastoril española”, sería ridículo aunque fuera de Cuenca “(como no fuera en forma de parodia, claro)”.
Ejemplo de convergencia adaptativa: De Stijl y el suprematismo.
¿Quién fue el primer pintor abstracto: Kandinsky, Kupka, Ciurlionis? ¿Se conocían entre ellos?
Si el romanticismo nació en Alemania a finales del XVIII (hay quien dirá que fue en Inglaterra, tampoco interesa ahora demasiado) al ser readaptado en otros países fue por imitación, o porque ya tocaba. Esto es una tosquedad pero la respuesta no es nada fácil.
Más: Greenaway y Damien Hirst (? Pienso en Z00 y el tiburón disecado).
Sería como pensar que Nabokov tenía rasgos pederastas por escribir Lolita, el pensar que toda obra de un autor se debe a las circunstancias vitales y espaciotemporales en las que se mueve. Si uno se aproxima a gran parte de la literatura actual de esa manera estaría cometiendo un error e incurriría en un sesgo muy grande durante su lectura.
Como apunta Vicente: “hay muchos escritores muy capaces de borrar todos sus rastros inconscientes y contemporáneos”. Que esa manera de escribir también es fruto de una época? pues sí... conque todo lo que estoy diciendo quizás no tenga sentido...
o sí.
No sé, hablo de periferia. De las susodichas redes y la falta de centros y de no ser más que nodos de información que ya no está verticalizada tanto en el tiempo como en el espacio. En España estamos en una crisis económica brutal, pero yo tengo trabajo y me paso 12 horas al día encerrado en un laboratorio, y las noticias sobre los despidos, Eres y las manifestaciones del metal en Vigo vibran en mí en un plano muy próximo a la información que recibo, por ejemplo, de este blog, o de las marchas indígenas en Perú, ya que la facilidad de acceso y los medios de acceso, son los mismos.
Llego tarde y no le veo mucho sentido a volver a abrir ciertas vías de discusión que nadie ha querido seguir, pero sí quería decir que me han parecido muy oportunas y acertadas las intervenciones de Manuel G. (menos en lo de poner punto después de interrogación, un detalle que a los maniáticos nos daña bastante la vista).
Lástima que no haya tenido respuestas a la altura (al menos eso me ha parecido), porque los temas que iban saliendo eran muy interesantes.
Sólo una cosa que siempre me llama la atención: por lo que veo, lo más "actual" (lo muy siglo XXI, digamos) son las teorías posmodernas de los años 60 y 70 del siglo XX. La paradoja (para quienes que se acogen a esa dialéctica de lo viejo/lo nuevo, lo anticuado/lo moderno, etc) es que hace bastante tiempo que ese discurso se ha agotado, seguramente por inflación (quizás ha muerto de éxito), al menos en filosofía, y como mínimo se ha podido llegar a la conclusión de que pocas cosas hay más fáciles, confusas y arbitrarias que el comodín de lo “post”, que vale para todo.
A este paso, la época "post" amenaza con hacerse infinita. Hasta el apocalipsis y más allá. Es algo invencible, inatacable, infalsable (como decía Popper del marxismo o del psicoanálisis). Lo peor de todo es que no permite el debate racional con quien está fuera de ese planteamiento. Habrá que irse resignando, quizás.
Un saludo.
Conde-Duque, bienvenido de nuevo. Es interesante lo que dices. Pero da la impresión de te quedas en la puerta de tus planteamientos, sin avanzar. Es como si te asomases a la habitación del debate y dijeras: "hum, esto no me gusta, pero mejor no entro a dar mi opinión". En resumidas cuentas: ¿desde dónde quieres discutir, cuáles serían esos otros planteamientos que superan lo 'post' y desde los cuales quieres hablar de otras cosas, o de las mismas cosas de otra forma? Yo estoy de acuerdo contigo, y estoy intentando construir otros modos de mirar y de leer, pero los míos los conozco, cuéntanos algo de los tuyos. Un saludo.
Buenas. Llego al debate. Tarde. Mal. Algunos apuntes.
Creo que mucha gente no entiende los propósitos de Mallo, es posible que yo mismo lo haga, y crea que el post implica muerte, cuando, en realidad, lo pone abajo: nuevo paradigma. Para mí, PostPoesía más que como ensayo, que tiene unas carencias muy evidentes ya señaladas ahí arriba, me funciona como manifiesto. Uno personal e intransferible, pero para mí el ensayo es otra cosa, esto es un manifiesto para placer de todos. De todos modos, es un manifiesto que ya estaba comprimido en Creta Lateral Travelling y aquí se limita a estar un poco más extenso, con todo lo bueno y lo criticable que ello conlleva. Pero, insisto, creo que cuando Mallo escribe post-poesía no escribe que la poesía no exista, sino que no existe la forma antigua de obtener la poesía. Como cuando Jordi Costa escribe que Sin City se trata de poscine, en realidad lo que describe son de trabajos de síntesis. En el caso de Mallo creo que su definición se ajusta perfectamente a las teorías que proponen Vicente Luis Mora (Pangea; La Luz Nueva) y David Foster Wallace (E Unibus Pluram). El desafío es interesante porque Creta Lateral Travelling, las dos primeras Nocillas, desvelan una importancia en el origen poético ya que casi todas, en su propuesta del ‘realismo aumentado’ usan escenas con esa voluntad. Lo que tiene de post-posmoderno, Fernández Mallo es que pasa de ensamblarse un pensamiento hilado en un elogio de la superfície que no se entiende sin Wittgeinstein hasta una poética que mezcla los rastros, los despojos de los maestros posmodernos (Borges y Cortázar como espíritus sobre los que se construyen monumentos extraños o incluso sus obras) y, en definitiva, una tentativa por detenerse en nuestro mundo. Y nuestro mundo exige a un poeta que se fije en Lo Ballardiano. Ahí está lo interesante de Fernández Mallo. Un fragmento de un poema (de Joan Fontaine Odissea, encontrado aquí http://elblogdeenriqueortiz.blogspot.com/2007/03/un-poema-de-agustn-fernndez-mallo.html):
Hay una aparente paradoja en todo esto:
el agua es transparente pero oscurece la ropa,
hacemos cola en el fast food
(graffiti-comida), nos gusta la Nocilla,
el café aguado, el aire
que revuelven tus dedos y no vuelve, la vista
de la calle a través del cristal manufacturado.
Nos gusta lo que, existiendo,
no existe,
comprar camisetas blancas y zapatos caros,
silbar aquella canción de Roxy
fue la señal, nos gusta, sobre todo,
pensar el cielo en la tierra,
saber que tenemos razón para que
nos traiga sin cuidado tenerla.
Nos gusta comprar discos repetidos
de Esplendor Geométrico, vivir
una manzana más abajo de la cabeza de Newton,
(llovió y no quiero secarte el pelo, árbol de navidad de agua)
nos inquieta la pregunta: por qué los aviones
toman tierra y no derrapan, por qué los libros
son más altos que anchos, por qué el amor
(solución de una ecuación irresoluble) finge
su existencia.
Acotemos la discusión. Porque toda la ética de Agustín es una exploración de un mundo en el que solo quedan estéticas. Máscaras. En realidad el problema no está en decir post (variación negativa del feliz “No hay moderno que por bien no venga”), el problema está en qué tipo de lecturas exigimos a nuestros poetas y artistas. A mí, por ejemplo, en Carne de Píxel me fallaron detalles en el paisaje que no parecían de píxel. El poemario, muy coherente con el resto de la obra de Mallo, no parecía encontrar en su galería variada espacio o lugar para los videojuegos que son, ehem, el medio que ha expandido al píxel como arte y textura. Pero ya está: el universo personal de su autor seguía intacto. ¿Entonces? ¿Por dónde tiramos la discusión? ¿No lo llames ensayo si te vistes de manifiesto? (esto yo creo que es disculpable).
A pensar.
Una puntualización: Ya sé que Mallo usa, en Carne de Píxel, el píxel refiriéndose, seguramente, a la fotografía digital. La idea es estupenda, encaja con la idea de que todos estamos hechos de lenguajes, de simulacros que tanto sostiene Mallo. Pero creo que en la historia pixelada el videojuego y la construcción del avatar han sacado otros provechos del píxel que ningún poeta debería dejar de mirar o escapar. Los creadores del siglo XXI, cuando en teoría el 3D y su hiperrealismo poderoso lo son todo, no lo hacen. Hay un pozo de metáforas ahí.
¿Sería ridículo que Paul Auster hiciera una novela siguiendo los modelos de la literatura pastoril? Pero si leí hace poco el "Palacio de la Luna" y hay partes, por ejemplo, la experiencia de vagabundo en Central Park, que podrían ponerse en una antología de la literatura pastoril... por sus ingredientes, el mancebo enamorado perdido por un lugar remoto, las penas en el campo, los encuentros y personajes selvícolas, al final la salvación en el amor y el idilio. Aunque hay que fijarse en la estructura, no en el atrezzo y escenario de cada época.
Por no hablar de que los elementos que usa Auster en el "Palacio de la Luna" podrían estar ya perfectamente en la obra de Calderón de la Barca (gran autor pastoril a su vez), como la búsqueda y el misterio de la identidad, la soledad y aislamiento extremos, la exclusión de la sociedad humana y la reintegración, la influencia del azar o el equívoco... ¿Auster, autor barroco del siglo de oro? ¿un nuevo Calderón?
No lo sé, Vicente, supongo que no tengo un planteamiento fijado, y tampoco tengo claro que sea imprescindible tenerlo de antemano. En principio me conformaría con más humildad teórica (algo que yo asociaría al rigor e incluso a la honestidad intelectual), al menos para que sea posible plantear el debate a partir del análisis de cosas concretas. Por supuesto, la teoría (la teoría literaria en este caso) debe forjar conceptos o categorías para ordenar, clasificar, relacionar…, en definitiva, entender aquello que está analizando, pero no hace falta crear conceptos tan maximalistas ni escenificar una revolución a cada minuto, un “pre” y “post” constante (casi dividiendo la historia de la humanidad en dos mitades, como Nietzsche, pero cada fin de semana; la sociología best-seller, creadora de eslóganes más que de conceptos, ha hecho mucho daño en este sentido, creo yo). A mí eso no me aporta nada. Y lo peor es que parece que si uno se muestra escéptico con esas supuestas revoluciones acto seguido es un anticuado o un reaccionario o algo por el estilo, aunque se pase el día entero sobrevolando continentes en Google Earth (qué vicio, oye). Es una dinámica que no entiendo, de verdad; eso enlaza con lo del dogmatismo infalsable.
Otra cosa es hacer un manifiesto, como algunos estáis apuntando; pero eso no es teoría, sino otra cosa, más cerca de una toma de posición voluntarista y atrincherada (o lo que sea, que no lo sé en este caso) que de una reflexión profunda.
Iría aún más lejos (es una idea que me ronda últimamente): la teoría no puede ser sólo producción de ensayos. Ésa no puede ser su (única) finalidad. Y me parece que en los últimos tiempos ocurre mucho eso, que se supedita la teoría a la producción de ensayos, desvirtuándola.
No sé si me explico, aunque a estas horas de la madrugada, con alguna copa en el cuerpo y un extraño insomnio postsalida (precisamente post), no doy más de sí. Pero me comprometo a pensarlo y escribirlo mejor algún día.
Saludos.
Es muy gracioso lo de los diagramas. Lo de los isotopos y mediotopos tampoco está mal.
Hola,
sé que esto es ya carne de hemeroteca en internet, pero acabo de llegar a esta entrada. El asunto es que ver cómo has argumentado en contra de algunos aspectos de la obra me ha encantado. Estoy con Damaso en eso de que más vale reseñar sólo lo que nos parezca valioso (sea nuestro amigo, nuestro primo, nuestro enemigo o un desconocido) pero para que algo sea creíble (Groys) hace falta que se reseñen también los defectos. En todo caso, es muy saludable para el panorama de la crítica española. Mi personal enhorabuena, porque hay que tener mucho oficio para escribir ciertas cosas sobre lo que ha publicado un amigo,
Alberto
Vicente,
Luminoso análisis.
La conexión con Leerescribir de Ezquerro es/será imprescindible.
Gracias
Un abrazo
Sandra
Copio la entrada de Víctor Gómez Pin en su blog (fecha 2 de diciembre):
"Literatura versus nihilismo
Todos aceptamos que la imaginación tiene en los en los niños este papel primordial, que no se halla en ellos sometida a realidad empírica, sino que se sirve más bien de la misma. Mas a la vez tendemos a pensar que ahí reside precisamente la razón de que la vida infantil no sea paradigma de la vida cabalmente humana, y asimismo... la razón de que la vida literaria no pueda ser tomada con excesiva trascendencia. Es muy generalizada la convicción de que de alguna manera el arte empieza allí dónde acaba aquello realmente en lo que, por así decirlo, nos la jugamos. Hay incluso en la actualidad escritores que parecen llevar esta convicción hasta sus últimas consecuencias, proponiendo una literatura cuya misión sería en cierto modo extirpar todo rescoldo de trascendencia. Y así, tomando más o menos pretexto, en el manido tema de la decadencia de la novela y hasta del agotamiento de la poesía (lo cual obligaría a apostar a una suerte de post-poesía), ideas que son casi tomadas como axiomas, se exacerba el peso de nomenclaturas sin excesiva significación (indie etcétera) y se estruja el desecado concepto de post-modernidad (quizás estéril desde su origen). Que eventualmente ello se haga con talento, no mueve sino a lamentar que ese talento no se despliegue en proyectos más fértiles, proyectos menos marcados por el nihilismo. Pues la reducción de la literatura a un análogo de los juegos de diseño no hace en efecto otra cosa que manifestar esa ausencia de confianza en la potencia del rasgo que caracteriza al hombre en el seno de la naturaleza y de la animalidad. Pues sólo la confianza en que la palabra constituye efectivamente ese verbo en el que la naturaleza y la vida superan su inmediatez, posibilitaría el responder a la exigencia que se halla en la base de la obra literaria: exigencia de no subordinar, no reducir y sobre todo no traicionar esa misma palabra que, en el seno de la determinación natural, sería potencia de apertura, es decir, de libertad.
La concepción radical de la literatura (y en general la obra de arte) como una suerte de búsqueda del Grial, equivale a una apuesta por la posibilidad de una reconciliación; reconciliación que no consiste en otra cosa que en retornar a aquello que se ha perdido cuando los árboles dejaron de hablar, cuando los árboles se escindieron del mundo "interior", es decir, del mundo de esa singular alma animal que es el alma humana; singular en razón de su porosidad, de su permeabilidad absoluta a los efectos del lenguaje. En la literatura habría pues un elemento de revivificación que no se da mientras permanecemos anclados en la cotidianidad del presente, por un lado, en la memoria ordinaria del pasado, por otro lado. La literatura permitiría que la imaginación juegue plenamente la función de efectuar síntesis que constituye su nota primordial. Pero no se trata de una síntesis con elementos dados, sino una síntesis en la que la operación sintética no se halla subordinada a otra cosa que no sea la síntesis misma."
[Publicado el 02/12/2009 a las 09:00]
Aquí el enlace:
http://www.elboomeran.com/blog-post/6/8062/victor-gomez-pin/literatura-versus-nihilismo/
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