jueves, 19 de julio de 2007

¿Generación? ¿Nocilla?


¿Generación? ¿Nocilla?


Bueno, este va a ser un post largo, de hecho va a tener hasta índice:

A. Vicente Luis Mora: ¿Generación? ¿Nocilla?
B. Respuestas de Eloy Fernández Porta
C. Respuestas de Jorge Carrión


A. Vicente Luis Mora: ¿Generación? ¿Nocilla?
El Cultural de El Mundo de hoy (19/07/07) publica un artículo titulado “La generación nocilla y el afterpop piden paso”. Desde el suplemento se nos propuso la semana pasada una serie abierta de preguntas a una serie abierta de personas (hay algún escritor a quien ni siquiera conozco), que intentamos contestar cada cual como pudimos. Me parece muy interesante el artículo, que demuestra una muy saludable curiosidad (sólo compartida por Culturas, de La Vanguardia) por intentar adentrarse en una serie de jóvenes y valiosos narradores (me excluyo) que tienen en común… Bueno, pospongamos qué puedan/podamos tener en común. Desde luego, avanzo que tienen en común el hecho de que casi todos acaban o acabamos de publicar un libro, y teniendo en cuenta que un periódico es una estructura editora de actualidad, ese hecho debería tranquilizar a algunos no citados. Como digo, la postura del artículo es muy saludable. Lo que ocurre es que, como es natural, no es posible acertar de pleno en todas las cosas, sobre todo cuando se quiere hablar de muchas cosas en muy poco espacio, y eso va tanto por el suplemento como por los mismos autores consultados. Quizá aquí, con más espacio, es el lugar de explicarse. A mí me toca puntualizar algunas cosas con las que es normal que esté en desacuerdo, porque ya las he manifestado antes, porque ya había expresado la opinión en (disculpen la publicidad) La luz nueva (Berenice, 2007), mi ensayo sobre narrativa española actual. Ahí había dicho cosas que se enfrentan a otras postuladas en el cuestionario, de modo que es normal que las recuerde:

a.a) No soy posmoderno. No he dicho eso nunca y, si alguna vez me he metido a mí mismo en alguna de mis etiquetas críticas, ha sido en la de “pangeico”. Si la pregunta es: “¿entre escritor tardomoderno o posmoderno, qué preferiría que le considerasen?”, la respuesta sería: “escritor”.

a.b) En el artículo se habla de que estos autores publican en editoriales independientes. Bueno, en parte es así, pero se aclara más la situación global si se dice que hasta seis de los quince escritores citados, casi la mitad, han sido publicados por Berenice. Creo que ése es un dato que dice, por sí solo, bastantes cosas.

a.c) No es exacto decir que en el Atlas literario celebrado en Sevilla “los autores de este grupo arremetieron, según los presentes, con ironía e incluso violencia, contra los otros narradores tardomodernos”. Lo hicieron algunos. Yo no sólo no lo hice, sino que en La luz nueva hablo, creo que muy elogiosamente, de no pocos de estos escritores tardomodernos.

a.d) ¿Por qué no aparecen mencionados Diego Doncel, Mercedes Cebrián, Robert Juan-Cantavella, Salvador Gutiérrez Solís o Manuel Vilas? Tienen tantas o tan pocas razones para estar como cualquiera de los citados.


a.e) Me alegro de que por fin términos como “afterpop”, de Eloy Fernández Porta, o “tardomodernos”, concretado para este sector de la narrativa actual por un servidor, comiencen a cobrar carta de naturaleza. Los considero más exactos y abiertos a posibilidades críticas que “nocilla”.

a.f) Precisamente he dejado esa cuestión, la de fondo, para el final. ¿Generación? No, gracias. El otro día tuve el privilegio de hablar con uno de los mejores y más respetados filósofos orteguianos, o conocedores de Ortega, de este país, y decía que la categoría de generación literaria no tiene, en este momento, ningún sentido. Ni en otro tampoco, añado. ¿Nocilla? Hay dos posibilidades de uso de este término: si es sociológico, en el sentido de hablar de autores que de jóvenes tomaron nocilla, me parece una tontería, sin más. Si se usa, como creo y además parece deducirse de uno de los destacados del artículo, en relación a Nocilla Dream (Candaya, 2006), la novela de Agustín Fernández Mallo, entonces creo que deberíamos hablar más despacio. Repaso los nombres y no creo que varios de ellos tengan mucho que ver –por no decir nada– con las categorías estilísticas, referenciales o estructurales de Nocilla Dream. Esta novela, lo dije en este mismo blog, me parece demasiado singular hasta para parecerse a sí misma. Estoy deseando ver Nocilla Experience, la próxima entrega de la trilogía, para ver qué demonios se inventa el bueno de Agustín, porque cada libro suyo que he leído de poesía no se parecía en nada al anterior. Será curioso ver la nueva novela –o lo que sea, sigo sin tenerlo claro– y compararla con la anterior. De modo que el rótulo nocilla tampoco me parece apropiado.

a.e) ¿Pero hay algo? Es decir, ¿con otra denominación, con la palabra grupo en vez de generación, habría algo que uniese a estos –u otros– nombres? Bueno, creo que a esto contestaré en los comentarios. Ahora mismo me parece más interesante dejar la pregunta abierta. Veamos lo que piensan Agustín y Jorge:



B. Respuestas de Eloy Fernández Porta
1. ¿Existe la generación nocilla? (O, si lo prefieres, porque el término generación no te guste, el grupo...)
Lo que existe es un paradigma estético que responde a una condición social. Esta condición se ha llamado "implosión mediática", en el sentido de "exceso simbólico creado por los medios". El "afterpop" es la respuesta creativa a ese fenómeno. Este término designa un conjunto de fenómenos históricamente posteriores a la cultura pop, y también estéticamente superiores y estratégicamente oposicionales. El pop ha muerto: lo que queda ahora es una reconstrucción de la alta cultura realizada a costa de sus ruinas. Huelga decir que ese término no es nacional ni generacional.

2-¿Cómo surge, cuál sería su fecha de creación/fundación/ detección?
Surge por coordinación de actos e instituciones underground. Congresos de literatura como el de la Fundación Torrente Ballester, el Mapa Poético o Neo3 y revistas como Quimera, TBR o el antiguo Lateral.

3-Eres considerado uno de los del grupo Nocilla: ¿te sientes identificado? ¿Por qué?
Me gustan las líneas transversales, los conjuntos en intersección y las citas a ciegas. Me siento identificado con antologías de narrativa plurales como Golpes, Tripulantes o Mutantes, y con ideas como el "I+D literario" de Carrión o la "neopangea" de Mora. Ese membrete no lo había oído hasta ahora.

4- ¿Y con la etiqueta de Literatura zapping?
La idea más importante no es "cultura de masas" sino "archivo". La información que nos rodea constituye un archivo inestable; el autor afterpop lo cuestiona por medio de des-informaciones narrativas. El desinformador usa recursos como el terrorismo informativo, la erudición falaz o la histerización de datos aberrantes. El zapping, como operación sobre los datos, lo uso para saltar del anuncio de Master Card a Slavoj Zizek y explicar el primero a partir del segundo. No me dice nada, en cambio, si sólo sirve para pasar de un programa de cotilleo a un documental sobre bichos.

5-¿Qué rasgos distinguirían a esta generación?
Usar la crítica cultural contra el espectáculo, la abyección contra el kitsch, el sarcasmo contra el formalismo, la pornografía del dinero contra el erotismo del bienestar y el punk contra cierta cultura oficial de mal gusto. El punk nos interesa en el mismo sentido en que a Picasso le interesaba el arte tribal, es decir, como reacción pseudo-primitivista contra lo peor de la modernidad.

6-¿qué os diferencia de vuestros mayores?
Algunos creen que somos poppys. No es cierto. Yo sólo soy un puto intelectual europeo que encontró la nueva vanguardia en la superación crítica del pop. Conozco bastante gente que piensa igual. Los verdaderos poppys son algunos de nuestros mayores, que creen estar en los bosques de Heidegger cuando de hecho habitan las praderas de Disney.

7- Y de vuestros contemporáneos?
Prefiero buscar parecidos con artes afines a caer en el narcisismo de las pequeñas diferencias. Disfruto con el trabajo de músicos como 12Twelve, artistas como Francesc Ruiz, dibujantes como Keko y medios como Mondo Brutto.

8- ¿Tienes miedo de que los medios de comunicación intenten sólo convertiros en una etiqueta más de consumo?
Esa sería una preocupación demasiado humanista. Yo ya soy un objeto de consumo: vendo ideas, consumo relaciones, cotizo al alza o me devalúo, según. La sociedad de consumo es un conjunto de ficciones sobre el valor (económico, literario, personal). Yo añado a esas ficciones las mías propias, y procuro hacerlo con cinismo y salero.




C. Respuestas de Jorge Carrión
1-¿Existe la generación nocilla? (O, si lo prefieres, porque el término generación no te guste, el grupo...)
Los periodistas y los escritores trabajamos con palabras, tenemos que ser cuidadosos con ellas. El "boom" ya fue una etiqueta lamentable, no creo que poner "nocilla" en circulación sea una buena idea. Para comprender la literatura española actual se pueden encontrar términos bien definidos en los últimos libros de Vicente Luis Mora y de Eloy Fernández Porta. Que los lectores, y entre ellos los periodistas, encuentren esos términos, los comprendan, los analicen. Y después decidan cuál o cuáles usan. Como en cada momento histórico, en el nuestro hay creadores que tienen una sintonía "generacional", porque comparten referentes culturales, porque usan de modos parecidos las herramientas tecnológicas, porque han vivido experiencias históricas parecidas, y porque pese a todo eso apuestan por una escritura seria.
¿Cómo surge, cuál sería su fecha de creación/fundación/ detección?
La atención mediática a los autores nacidos en los años 70 que han empezado a publicar a principios de este siglo es reciente, pero las conexiones entre esas personas han sedimentado durante años.

2. Eres considerado uno de los del grupo Nocilla: ¿te sientes identificado? ¿Por qué?
Ese "eres identificado" me suena a "la gente dice". Difícilmente alguien que haya leído mi libro de crónicas de viaje La brújula o mi tesis doctoral sobre Sebald y Juan Goytisolo dirá que pertenezco al mismo "grupo" que otros escritores que sobre todo escriben ficción y leen literatura norteamericana. Me interesa el aire fresco que ha inyectado en nuestra atmósfera enrarecida la novela de Agustín Fernández Mallo, he escrito artículos sobre algunos autores de mi edad o un poco mayores, comparto espacios con ellos (como la revista Quimera o como el blog de Vicente Luis Mora), pero eso no nos conduce al concepto de “generación” (eclipse, círculo cerrado), sino que nos lleva al concepto de red. Red de amistades, red de interlocutores, red de cómplices, pero nada de grupos ni de generaciones, porque no hay ni puede haber nómina cerrada, al contrario, debe haber apertura, búsqueda incesante de nuevos links, dentro y fuera de “España” (sea eso lo que fuere). En mi caso, mi búsqueda me ha llevado a una comunidad personal integrada por personas de Argentina, México o los Estados Unidos, además de “españoles”.

3.-¿Y con la etiqueta de Literatura zapping que dice que es la propia de la GN?
El zapping es una forma de lectura ya clásica, basada en el fragmento y en la consecutividad, con no menos de treinta años de vida. Era ya posible antes de que yo naciera. Las lecturas del sistema Windows, potenciadas por las plataformas de la red (YouTube, Google, Hotmail, etc.) me parecen algo que sí singulariza al modo de leer de la gente que nació en los setenta, que no ha conocido otra forma de enfrentarse a la realidad que no pase por la imagen y el textos simultáneos, en el televisor y, sobre todo, en la pantalla del ordenador. Horizontalidad y simultaneidad se unen a la fragmentación del zapping. En el zapping los canales siguen transcurriendo, aunque no sean visibles; en cambio, en los videos de youtube o en los e-mails, encontramos textos cerrados, brevísimos, nuevas formas de temporalidad que lo son de lectura.

4-¿Qué rasgos distinguirían a esta generación?
Esa conciencia tecnológica es realmente nueva, diferencia nuestro momento histórico de los precedentes. También es nuevo el posicionamiento respecto a la política, que ha superado la dicotomía en partidos de izquierda o de derecha, pero que en los escritores que me interesan, por lo general, es progresista, por decirlo de algún modo. La crítica al poder de la imagen y de los media es otro elemento que me interesa, porque para mí la literatura sólo puede ser una forma de crítica. Obviamente, por haber vivido la juventud en la misma época, antes de que cada uno formara su propio mundo de lecturas, compartimos series de televisión, iconos pop, una cierta forma de vivir la sentimentalidad, la posibilidad de viajar fácilmente (con lo que ello ha conllevado de transformación de coordenadas tempo-espaciales), la frecuentación de países e idiomas, una formación académica interdisciplinar, etc. De eso se habla continuamente en los blogs. Sólo hay que molestarse en buscar los lugares de encuentro y tertulia más estimulantes. Todo eso, como he dicho al principio, separa a cada momento histórico, a cada “generación”, de las precedentes y las siguientes. Pero eso no significa que cada autor, por su cuenta, no busque formas de diálogo intergeneracional. Como en la vida. Nadie puede hacer abstracción de todo eso cuando se pone a escribir. Lo que cuenta, al cabo, es como uno configura un mundo artístico a partir de los imputs que ha recibido durante toda su vida. En mi caso, el viaje y la experimentación con formatos de no-ficción, mediante las técnicas de la ficción. En GR-83, un libro de artista cuya edición fue íntegramente regalada, intenté reflexionar precisamente sobre eso: cómo conviven Google Earth y la memoria histórica, Walter Benjamin y Los Simpson.

5.-¿Qué os diferencia de vuestros mayores? ¿Y de vuestros contemporáneos?
En el Atlas Literario de Sevilla se produjo una amalgama, generacional y artística, como intenté explicar en una carta de respuesta a Rojo en su blog de El País. A mí me interesan más los autores que consideran el lenguaje literario un problema que los que lo utilizan como una simple herramienta, o como una simple solución a la cuestión irresoluble de lo real. Si los lectores invierten cierto tiempo en leer las novelas, libros de cuentos o ensayos que se publican actualmente de autores como Juan-Cantavella, Ferré, Rosa, Bosch, Navarro, Moreno, Fernández, Sierra, Vilas, Doncel, por ejemplo, ellos mismos se darán cuenta de a qué me refiero.


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Comentarios
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(Para verlos pincha sobre ellos o cliquea ahí abajo sobre la palabra "comentarios" en verde)

Más documentación sobre este tema en:
http://generacionnocilla.blogspot.com/


202 comentarios:

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Vicente Luis Mora dijo...

Me marco yo mismo el primer comentario, para responder a este otro, que se ha colgado hoy mismo en otra entrada, y que creo responder mejor aquí:

"No te excuses. Has abierto el blog porque es un arma de poder. Precisamente, y entre otras cosas, es uno de los pilares de los "nocillas"... Lo que podía ser más hermoso lo habéis convertido en pan untado con nocilla: ahí lo habéis jodido todo, todas las posibilidades de que lo que despuntaba pudiera ser entendido de otra manera. Pero lo habéis cercado -bien cercado y atado con unos cuantos nombres- y lo que era y es en realidad más general lo habéis convertido en algo particular. Ya la pregunta no será si es cribes o no y qué escribes, sino si tienes blog o careces de él. Lamentable, amiguito. O muy empobrecedor.

mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm..."


Este blog, ¿¿¿un arma de poder??? ¿Un blog de crítica literaria? ¿Gratuito? ¿Sin dinero ni grupos mediáticos detrás, un arma de poder? Ojalá. Eso significaría que, por una vez, el poder permitiría al enemigo, al opositor, a quien disiente, opinar en igualdad de condiciones. ¿Dónde has visto un poder así? ¿Dónde has visto un "poder" que en vez de asesinar o manipular o censurar al opositor, le dé voz y espacio?

Ay, qué candor.

Por cierto: el inventor de las nocillas ha sido el suplemento, yo escribo donde libros donde caben todas las tendencias literarias, la mía y la de los demás. Léelos.

Saludos.

Anónimo dijo...

Si es cierto que este blog es un arma, debe tratarse de un "arma de construcción masiva". Las reseñas y debates que veo publicados en él son, en la inmensa mayoría de los casos, comentarios analíticos, con fundamentación teórica, acerca de libros que, en muchos casos, no aparecen en los suplementos -y cuando lo hacen se echa en falta el aparato conceptual que aquí abunda. Ojalá hubiera más.
Este, es en efecto, uno de los problemas de la crítica. Llevo años oyendo decir que faltan reseñistas de narrativa reciente que sepan describir los textos de nuevo cuño con criterios apropiados a su época -o, cuanto menos, con ideas posteriores al estructuralismo, o a la Segunda Glaciación. Y cuando por fin salen autores que se toman ese trabajo, entonces empiezan la suspicacias: ¿de quién se habla y quién queda fuera? La lista de autores comentados, ¿es una nómina o un ghetto? Toda relación es limitada y, por tanto, injusta: lo es la que acaba de publicar "El Mundo", como también deben serlo, en alguna medida, las que yo mismo he ido proponiendo en artículos, congresos y alguna antología. El trabajo de crítico tiene sus placeres, pero, en conjunto, no es agradecido: mucha gente que espera que hables de ella; más gente que considera que es tu obligación moral hablar bien de sus libros; más gente aún que jamás ha leído un libro tuyo ni piensa hacerlo pero que, en cambio, cree merecer que tú leas, difundas y elogies todos los suyos. Si alguna vez os habéis sentido "ninguneados" por algún crítico, sugiero que hagáis el siguiente ejercicio: imaginad que estáis rodeados de personas que consideran que todo lo que hacéis para apoyarlas es lo mínimo que merecen -¡qué menos!-, y cualquier cosa que no escribáis exactamente como ellos quieren justifica que os critiquen a vosotros. Si a alguien le parece divertido, ya sabe: que abra un blog y empiece a llamar a las editoriales. Ya está, ya lo he dicho: esta es mi modesta apología de la crítica, y en ella caben Nuria, Vicente, y, si procede, yo mismo, con todos los reproches que sean del caso.
Dicho esto, hay tres aspectos del artículo de "El Cultural" que, con toda cordialidad y fair play, me gustaría puntualizar. El primero ya lo veo apuntado en los cuestionarios, que se colgarán mañana viernes en la web de el periódico: el término "Grupo Nocilla" nadie lo había oído antes; cada cual ha propuesto su propia alternativa, y en general el vocabulario con que se ha hecho es el de la afinidad electiva, y no el del grupo cerrado. Así pienso yo. En mi opinión el fenómeno que se intenta describir aquí es un cambio cultural, y no estrictamente literario, que se puede formular en términos históricos, pero no propiamente generacionales. No veo una distinción tajante entre "autores nacidos en los setenta" y "autores nacidos en los sesenta". Algunos de los que figuran en el artículo en calidad de "hermanos mayores", como Juan Francisco Ferré o Germán Sierra, han jugado, desde hace años, un papel clave en el intento de definir y elaborar la escena literaria independiente en España. Este es el terreno en el que yo quiero jugar: un espacio abierto, inclusivo y transversal, en que se manejen ideas y discursos que la mayor parte de las grandes editoriales no conciben. Un espacio en que coinciden los que piden notas para una ficción suprema y los que piden anarquía y cerveza fría. Llamadlo idealismo o sociopatía: yo soy hijo único, y los hijos únicos cuando salimos al mundo exterior no nos contentamos con un segmento de la vida social, no la organizamos en forma de grupo; intentamos pasar por alto las diferencias -y nos equivocamos en ello- buscamos afinidades a toda cota -y aún nos equivocamos más. Ojalá alguna vez me haya equivocado para bien.
Mi lista de autores que "deberían haber salido en ese artículo y no están" la he ido elaborando a lo largo de estos años; no creo necesario repetirla. Sí hay dos nombres que me parece indispensable mencionar en este contexto: Robert Juan-Cantavella, como escritor ("Proust Fiction"), como periodista cultural (actualmente en "The Barcelona Review" y "El Mundo") y, antes, como redactor jefe de Lateral, ha sido una figura decisiva en todo este proceso; también lo ha sido Vicente Muñoz Álvarez, con libros como "Los que vienen detrás", proyectos como "Vinalia Trippers" y diversas antologías. Sin duda hay muchas otras personas importantes que no he sabido reconocer; a todas ellas, mis saludos y mis excusas.

Anónimo dijo...

He estado investigando y creo que la inspiración del artículo del Cultural (como se ha visto recientemente con el "tema" Second Life, que ha germinado en todas las revistas y periódicos, en un efecto dominó que es el del periodismo actual) está en la nómina del artículo de Elena Hevia de El Periódico sobre Sevilla. Casi todos los nombres coinciden. Me parece muy bien que haya esa heterogeneidad (yo tampoco conozco a varios de ellos). Que el lector lea y se posicione.
Jordi C.

GASPARD dijo...

Hola Vicente, Eloy, Jordi, y demás visitantes del blog.

(Un texto breve, que son las tres de la madrugada)

¿Generación?

En literatura se sigue recurriendo a clichés muy anticuados. A estas alturas a nadie se le ocurriría hablar de una "generación" de científicos porque numerosos investigadores de aproximadamente la misma edad se dediquen al estudio de, pongamos, la dinámica de sistemas complejos. Simplemente se organizan congresos, se crean nuevas revistas, se editan libros colectivos, se construyen institutos interdisciplinarios, etc... Se establecen redes de comunicación que añaden valor conceptual al trabajo individual de cada uno. Se proponen hipótesis y se intentan elaborar teorías.
En este sentido, conceptos como el "afterpop" de Eloy o el "poshuman" de K. Hayles son mucho más fructíferos y adecuados a la realidad actual, ya que añaden auténtico valor conceptual a las propuestas estéticas del momento.


¿Nocilla?

La última vez que los media españoles se atrevieron a hablar de una generación de escritores la llamaron "Kronen", si recordáis. Desbordante imaginación.

Anónimo dijo...

Sobre el poder. Claro que es un espacio de poder. Pero en nuestra época, afortunadamente, el poder se construye desde el yo, en plataformas democráticas como puede ser blogger; ya no hace falta que nadie con poder ejecutivo y económico te diga: yo te nombro crítico de, coordinador de, director de, representante de. Vicente se ha construido su espacio desde el yo y desde O. El mérito es enorme. Sobre contra opinadores "anónimos".
Sobre el poder (II). De lo que se trata no es de "colocarse" ni de "aparecer". Se trata de cambiar el paradigma de lectura. Se trata de conseguir que los autores más comprometidos con el lenguaje y el riesgo puedan publicar y tener un público. Se trata de que los jóvenes lean a sus contemporáneos y de que entre todos construyamos un espacio (un contra-espacio) nuevo. Abierto. Todo aquel con una propuesta sólida tendrá cabida. No hay grupos prefigurados ni fronteras estables.
En Quimera, por ejemplo, estamos atendiendo los textos interesantes y solventes que nos llegan, al ritmo que podemos, aunque quien lo firma nos sea totalmente desconocido.
Jordi C.

Juan Carlos Márquez dijo...

Se está hablando últimamente de una nueva generación de escritores (a ese encuentro de Sevilla hay que sumarle un reportaje en "Qué Leer" dedicado a Lolita Bosch, Fernández Mallo y Menéndez Salmón y el de ayer de "El Cultural", aparte de otras muchas alusiones).

Quizá hablar de una nueva generación sea demasiado (de hecho a ese encuentro sevillano asistieron escritores que poco o nada tienen que ver entre sí, salvo que comparten cierta franja de edad, caso por ejemplo de Hipólito G. Navarro y Espido Freire, por citar dos autores en las antípodas).

Leí en "El País", entre otras lindezas, que esos "jóvenes" escritores estaban muy preocupados por el parné y que solo hablaban de cine (entiéndase ese comentario último como algo despectivo, según lo entendió el firmante de aquella crónica), pero afortunadamente Menéndez Salmón me transmitió en privado otra idea del encuentro (al menos yo me quedo con esta): que hay autores muy meritorios, que están haciendo cosas interesantes y tienen proyectos de mucho fuste, y que además son buenas personas. Seguramente, faltan autores en esa selección, siempre faltan, porque los nuevos escritores siempre están (estamos) un poco por detrás, casi inéditos, de manera que cuando a uno le llaman nuevo casi se le está colgando la etiqueta de asentado, cuando no de viejo.

El caso es que, sea bajo la etiqueta de Nocilla o no, hay una nueva forma de entender la literatura porque hay un nuevo tiempo, una nueva era donde la imagen y la atomización se imponen, y eso, como es natural, se está imponiendo en la estética y la estructura narrativa literarias. Pero no se trata de una rabiosa novedad,lo que ocurre es que el mercado está copado por autores extemporáneos, del siglo pasado o del anterior, por eso el mercado digiere estas tendencias razonables y necesarias como revolucionarias, cuando no lo son en sentido estricto.

Bueno, no me enrollo más. En cuanto a los blogs, son medios de comunicación alternativos, frescos; pero no sé por cuánto tiempo, porque se están empezando a oficializar: no hay grupo de prensa que no tenga ya los suyos. Nos van a joder el invento: si no puedes con ellos, únete a ellos. Esa parece ser su filosofía. La batalla por preservar la independencia va a ser dura.

Salud para todos.

J. A. Montano dijo...

Manda cojones. Ahora que podía haberme yo enganchado a una generación, van y escogen el único producto que me repugnaba (¡y que nunca probé!). ¡Podían haber escogido el Tigretón o el Bony! ¡El Bollicao, el Phoskitos, la Pantera Rosa! ¡O los chicles Kosmos o Bazooka, que hubieran sido grandes nombres para una generación! ¡Pero no: han escogido la Nocilla! ¡Y yo me quedo fuera nuevamente, más solo que la una! ¡Aislado como el agujero del Donut!

Anónimo dijo...

¿Pero hay algo?

Por supuesto que hay algo. Eloy y Jordi ya lo han descrito bastante bien. Existe un diálogo en curso que es producto del interés recíproco de algunos escritores y críticos en lo que están haciendo otros. Existe la conciencia, por lo menos entre algunos, de que el único modo de romper el monopolio de los reseñistas al uso en los medios de comunicación mayoritarios es trabajar desde otros medios, sean blogs como éste y otros, revistas como Lateral o Quimera, reuniones periódicas o libros como Afterpop y La Luz Nueva. Existe la intuición de que por ahí hay muchos más lectores interesados en propuestas contemporáneas arriesgadas: no sólo las de los citados o implícitos en el artículo, sino las de muchos otros autores vivos y muertos, nacionales y extranjeros, que sólo conocemos por haberlos leído.

Lo que no existe es ningún club, camarilla o catálogo de escritores cool, ni intención alguna de monopolizar el discurso literario contemporáneo desde ningún punto de vista particular o colectivo, que yo sepa. Lo que se ha venido gestando durante estos últimos años es, creo, un embrión de "red literaria" lo más abierta posible en la que cada cual es responsable de sus opiniones críticas y estéticas. Las actividades de los participantes en dicha red han ayudado a transmitir un contexto sociocultural y literario al que parece que ahora intentan referirse los medios mainstream con eso de la Nocilla. Bueno, que hablen, aunque sea incorrectamente. No me va a preocupar ahora esa atención "suplementaria", cuando no me preocupaba antes su falta de interés. Ya pueden ir poniéndose las pilas, porque me temo que cada vez se nota más que se les mueren los lectores.

¿Es este blog un arma de poder? Sin ninguna duda. La definición de Eloy como "arma de construcción masiva" me parece muy exacta. Creer que no necesitamos "armas de poder" es una ingenuidad. Si poco a poco se ha ido extendiendo la idea de que existe una escena literaria "nueva" e "independiente" es gracias a que en lugar de habernos infiltrado en los medios tradicionales y aceptado sus condiciones, hemos trabajado por crear nuestros propios medios sin tener en cuenta la política de los grandes grupos editoriales.

Continuará...

Un saludo a todos,
Germán

Anónimo dijo...

GENERACIÓN PANTERA ROSA

Como decía Carlos Edmundo de Ory: “Con una rana de estanque no se puede hablar del mar”. Así que mientras cada uno de estos escritores más o menos jóvenes no se pronuncie claramente en cuestiones estéticas, está claro que en un sistema de valores literarios donde triunfan de manera sectaria el populismo carverista, la austeridad brooklyniana o el derrothismo pequeñoburgués, yo me quedo solo con los que lo han hecho ya de modo inequívoco (no daré, como diría Saramago, todos los nombres por ahora, aunque muchos son evidentes…), y que cada quien elija a los suyos. La política del cajón de-sastre (o del compromiso de-Sartre, como algunos rezagados) solo engendra mayor confusión, y esta solo puede favorecer los intereses de siempre. La bancarrota del sistema se demuestra con contundencia y convicción no con amalgamas oportunistas. A riesgo de que la operación lo sea de salvamento, y le estemos proporcionando un balón de oxígeno al moribundo…
Non serviam fue siempre más revolucionario que Preferiría no hacerlo (digan lo que digan Agamben o Deleuze). Algún día habrá que elaborar unas instrucciones para olvidar a Bartleby y a sus secuaces, pero no a Melville, por supuesto…
Lo que me interesa de la narrativa, y de la novela en particular, es su poder de intervención en las tecnologías de la realidad y el modo en que aborda los problemas de los mundos de vida y hace suyos, al mismo tiempo, los problemas de representación del mundo; en que se atreve a ser el metalenguaje de todos los lenguajes vigentes o desfasados, el metadiscurso de todos los discursos, incluidos los discursos formales de la tecnología, disputando en esto la primacía a todas las demás disciplinas, incluida la filosofía y la poesía, a las que desborda por todas partes, incluido el lenguaje (ese gran fetiche de los poetas…). En suma, se trata de esto y nada más que de esto: de saber si un escritor, haya nacido en los cincuenta, en los sesenta o en los setenta, es el contemporáneo mental de Pynchon, DeLillo, Houellebecq, Wallace o Pelevin, entre otros, o bien lo es, como la mayor parte de nuestros narradores en ejercicio, de Auster, Roth, Murakami, Updike, Marsé, Carver & CIA, inter alia…

Juan Francisco Ferré

Anónimo dijo...

Después de haber leído varios ensayos sobre el tema (el de Vicente y el de Fernádez Porta) me da la impresión que si existiera esa generación, su característica más sobresaliente sería la imposibilidad de entrar en una clasificación general; aun con elementos comunes cada autor es muy sui generis.. digamos que esta generación no encaja en ningún cliché o corsé aglutinador.

Joseph B Macgregor
Friqui andaluz

Anónimo dijo...

NOTA BENE SOBRE PROMOCIÓN Y PRENSA

Tras leer el reportaje de Nuria Azancot algunos autores pueden pensar que han sido injustamente excluidos de un panorama con el que se sienten más o menos identificados. Esto es muy comprensible, y merce comentario. En los posts anteriores hemos sido varios los que hemos procurado ampliar la nómina propuesta por "El Mundo". El "name-dropping" de autores, que sin duda irá aumentando, prueba que toda esta historia tiene un planteamiento abierto, y no sectario. Dicho esto, me gustaría explicar cómo veo el asunto de "la promoción de nuevos autores".
Los medios de comunicación se ocupan de la actualidad; en el mundo liteario, de los libros que acaban de ser publicados. Una novedad editorial suele merecer algunas reseñas, algunas entrevistas; en todos esos casos, la atención se focaliza, en exclusiva, sobre el autor, y sólo alguna vez, sólo en nota a pie de página, se le relaciona con otros. Esto es lo que suele pasar, porque también es lo más conveniente desde el punto de vista comercial: bien lo saben los editores, las agentes, los distribuidores.
Pero hete aquí que en los últimos meses hemos asistido a un cambio sensible en los protocolos de promoción. De pronto, cuando se publica un libro los medios no se limitan a reseñarlo, sino que lo relacionan con otros, hacen experimentos de literatura comparada; no hacen "críticas" sino "reportajes". Todo ello por tres razones:
- Se han celebrado congresos de literatura reciente que permiten hablar de varios autores en plural.
- Los periodistas ven/intuyen/quieren suponer nuevas tendencias.
- Hay escritores que, al promocionar nuestros libros, no sólo decimos "yo", sino también "nosotros", en el sentido de "otros autores", "otras formas de expresión artística.
Todo ello explica fenómenos tan insólitos -casi milagrosos- como el siguiente: en "El Periódico" aparece escaneada la portada de "La fiesta del asno" de Ferré, que se publicó hace tres años; en "El Mundo" se habla de autores cuyo último libro publicado tiene dos años de antigüedad. Todo esto es muy de agradecer: implica que se han dicho y hecho cosas que permiten poner en suspenso, siquiera por un momento, lo que Argullol llamó "la dictadura de la actualidad", en favor de una perspectiva más extensa y más rica. Lo cual no quita para que, en efecto, en todos esos textos haya ausencias importantes.
Digo esto como réplica amistosa y bienintencionada a algunas suspicacias del tipo: "¿Y por qué no salgo yo?" La inmensa mayoría de los autores que salimos en "El Cultural" hemos publicado libros en los últimos meses. Esos libros no han sido reseñados, al menos por ahora, sino que se han comentado en conjunto, dedicando algún párrafo a cada uno de ellos. Yo acepto de muy buen grado que en el proceso de promoción de un libro mío se hable de otra gente; no sólo lo acepto, sino que lo propicio en las entrevistas que doy. Lo que pasa, amigos, es que la gente que cree estar diciendo "En este reportaje tendría que salir YO", lo que realmente dice es "En el proceso de promoción de TU libro tendrían que hablar de MÍ /tendrían que hablar todavía más y mejor de MÍ". ¡Un poquito de pofavó! Yo me he pasado dos años sin publicar y no me consta que en los procesos de promoción de otros libros se haya hablado de los míos, o muy rara vez. E insisto en lo que decía antes sobre la crítica: cuanto más autores menciones o comentes, más habrá que consideren que les has dejado fuera. Haya peace.

Anónimo dijo...

My dearest Eloy,
Una puntualización amistosa. La fiesta del asno se publicó hace solo dos años (mayo 05), y, como sabes, no es mi libro más reciente (Metamorfosis @ ocupa ese dudoso lugar...). Pero entre las portadas escaneadas la que sí tenía bastante más de tres años era la de Fresán. No trato de decir que las portadas son como los buenos vinos, que cuanto más antiguas mejor salen en el escaneo, pero supongo que Elena al elegir dos libros de otras temporadas quería mostrar que la estética plural a la que dedicaba su reportaje no era un simple fenómeno de temporada, sino un armario con fondo y trasfondo. Si hubiera escaneado la portada de Caras B (mostrando tu Cara A, la de narrador y no la de VJ de la teoría y la crítica), yo habría aplaudido con las orejas, ya que las manos las tengo siempre ocupadas (y la de Efectos secundarios y Proust Fiction, puestos a escanear que nos escanee a tutti quanti, de verdad, como en la película de Cronenberg)...
En todo caso yo también eché de menos los nombres de Robert Juan-Cantavella y Manuel Vilas en el reportaje de El Periódico, mucho más certero, pero no sé si los echo de menos en la nómina de la Nocilla De-Generation, teniendo en cuenta que casi echo el mío (y el tuyo, y el tuyo, y también el tuyo...)de más...
Todos los nombres, como bien sabes, Eloy, no caben ni en una de Saramago, el gran maestre, el chantre de la contemporanciedad (sic!)...

Anónimo dijo...

Ahhhh, se me olvidaba, ¿alguno de vosotros ha tenido la fortuna de comprar El jueves de esta semana? No os lo perdáis...

Anónimo dijo...

Hola amigos. Me veo obligado a decir algo porque nos conocemos todos y compartimos inquietudes más o menos comunes. De no ser así no diría nada ya que lo de etiqueta “generación nocilla” es evidente que viene de la publicación de mi novela, y resulta un poco petulante y al mismo tiempo peligroso, incluso para mí, que el “origen de este disparo mediático” vierta opiniones.

Quizá sean obviedades , pero bueno,

1)Encuentro que El Cultural de El Mundo está haciendo una labor encomiable: es el único suplemento de ámbito nacional y masivo que se plantea nuestra existencia como una investigación periodística, y no como una serie de hechos probados llenos de prejuicios para machacarnos. De hecho, por lo que vi de las preguntas que os plantearon, no se da por supuesto que existe una Generación Nocilla, sino que se trata de saber y rastrear su posible existencia. Bien, esto es un acto periodístico de investigación. En este sentido, me quito el sombrero ante la periodista que ha parido la criatura, Nuria Azancot.

2)a mí el cuño Generación Nocilla no me parece adecuado. No creo que mi novela sea representativa de las otras estéticas de otros autores, ni mucho menos. Para empezar porque todos los autores que se citan ya habían publicado antes de que yo publicara mi novela, ya que yo antes había hecho siempre poesía, ergo es imposible que Nocilla Dream les haya influido en algo. Se podría hablar de Generación Nocilla si dentro de unos años se palpase que hay novelas influidas por ella. De momento eso es una incógnita tan vacua como hablar de Generación Proust Fiction, o Generación CarasB. El tiempo dirá. Eso sí, si mi novela ha servido para que autores cojonudos, pero hasta ahora más ocultos, se hagan visibles, pues fenomenal.

3)se me hace bastante evidente que como habéis ya apuntado no existe una generación sino una red. Esa es para mí una buena palabra. Si de algo valió el Congreso de Sevilla fue para constatar que cada cual tiene su estética, que cada cual tira por su lado, que a cada cual entiende el proceso de creación como un acto de pura individualidad, y que además, esa individualidad se reivindica. Yo el primero. Lo que sí hay es esa red que se fundamenta en un estrato sociológico común: cómo nos afecta y cómo nos ha educado la sociedad que nos rodea. No somos más que un reflejo de esa sociedad, ultraindividualista, y no polarizada en términos políticos izquierda/derecha, como muy bien apuntó J. Carrión, aunque sí más o menos liberales. Todo eso parece que nos hace percibir que los tiempos de las generaciones y los manifiestos no son ya los nuestros, y así, inconscientemente, lo manifestamos en nuestra relación con la literatura. Hubo en el congreso de Sevilla algunas actitudes por parte de algún público bastante incomprensibles en incluso infantiles: se quejaban de que no tuviéramos conciencia de grupo, queja tan absurda como quejarse de que mi vecino tenga los ojos verdes y no marrones. Lo que es, es, y punto, y habrá que buscar las razones si interesan, pero no se puede pretender que un muro blanco se haga negro porque toda la vida haya sido blanco, “pues no, mire, resulta que, por razones varias, ahora es negro, y acepta usted la realidad o tendrá que pegarse un tiro”. Pues eso.

4)Abundando en eso: los escritores de generaciones anteriores vivían mucho más puteados que nosotros en todos los sentidos (una vez más: reflejo de su sociedad), incluso en muchos casos perseguidos por sus ideas; lógicamente esto conformaba una conciencia de grupo. Hoy somos todos unos niños mimados por la sociedad de consumo, lo tenemos todo, y vivimos como nos da la gana si nos comparamos con otras generaciones, así que, “¿para qué crear generaciones? Yo soy mi propia generación”. El Hágaselo Usted Mismo. Y a quien no le guste ya tiene un problema.

5)Como persona fundamentalmente individualista que creo que soy, no me gusta que me metan en un grupo o generación alguna. Ahora bien, como decía el otro día un periodista, “podéis los autores poneros las etiquetas que queráis, las más variadas, ocurrente y bonitas, ahora bien, llegaremos los periodistas, inventaremos otra etiqueta, y tendréis que aguantaros”. Eso es importante porque creo que da a entender que es un acto bastante inútil patalear demasiado. Los medios ahí mandan. A mí, personalmente, lo único que me importa es mi obra y mi compromiso con mi obra, dicho de otra manera: “SÓLO SOY RESPONSABLE DE LO QUE YO FIRMO”. Si el resto teorizan, bien o mal, da igual, a costa de mi obra, es su responsabilidad, no la mía. Que los medios hablen de nosotros es publicidad inevitable, y además, gratis, que tendríamos que saber utilizar en nuestro beneficio, y siempre con la calma y la conciencia tranquila: si hablan ellos, ellos son responsables de sus opiniones, no nosotros.

6)Lo que saco en limpio de todo esto que hay dos teóricos que están dado forma a todo esto, Vicente Luis Mora y Eloy Fernández Porta (yo espero aportar mi grano de arena con un ensayo que llevo cuatro años preparando de Poesía Postpoética, que si bien es de poesía se puede extender en partes a la narrativa)
Y que el escritor/periodista Jorge Carrión ha sido quien en sus artículos a cartografiado y dicho quién es quién .

7)Si a la fuerza tuviera que poner un nombre a una supuesta generación de autores entre los que me incluyo, barajo varias disparatadas:
Generación Atómica (por lo de atomizados, individualistas)
Generación Nodal (porque cada uno es un “nodo” de una red horizontal)

8)termino como empecé: creo que deberíamos los ahí citados dar las gracias de que una publicación masiva como El Cultural nos haya prestado atención de una manera seria y honesta. Con los tiempos que corren, eso es una pasada. Otro tipo de actitudes, no serían más que quejas de niños malcriados. Seguramente hace no muchos años todos hubiéramos dado los dos brazos y un pie por que alguien nos sacara en un medio así. Es que si yo soy la periodista de turno, y saco ese artículo, y los muchachos se me mosquean en base a sutilezas y menudencias que forman parte de los clichés del periodismo, tengo claro que no les volvería hacer caso en mi puñetera vida. “¿Lo quieres todo, chaval? Pues va a ser que no, la vida es asín no la he inventado yo. Y si no te gusta vuelve a las faldas de mamá, que es la única que te comprende”.

Ejemplo, ayer me dejé caer por un evento literario de “alto copete”, en el que había desde pringaos como yo a Premios Nobel. Bien, todo el mundo, (y cuando digo todo digo todo el mundo), hablaba en algún momento del artículo de El Cultural. Si eso no está bien, que baje quien tenga que bajar y lo vea, ¿no?

Saludos a todos y perdón por tanta voraz extensión para no decir más que obviedades. Agustín Fernández Mallo

GASPARD dijo...

Como adenda a los últimos comentarios de Juan Francisco y Eloy:
No deberíamos darle demasiada importancia a qué autores en concreto se citan o se dejen de citar en tal o cual artículo, o a la interpretación que el periodista de turno pueda hacer del fenómeno. De la prensa, lo más que se puede esperar, es que reconozca que "algo pasa"; lo que pasa lo tendremos que seguir definiendo entre todos los que queramos hacerlo, como hasta ahora. Si alguien cree que por haber sido citado en un par de articulillos sus libros van a empezar a volar de las estanterías, va listo. ¿Cuanto creéis que va a durar esto de la GN? ¿Un par de semanas? ¿La temporada de verano? Yo ya empiezo aquí a definirme como postnocillista.

Anónimo dijo...

Me mola eso del postnocillismo, Germán, porque indica alguna clase de supervivencia. Apúntame ahí, por favor, contigo. Es curiosa esta ansiedad de lo individual que veo, más o menos, en todos. Egos aislados en red. A mí esto suele importarme menos, porque yo no escribo los libros solo: están poblados de citas, como crítico tengo muy en cuenta lo que han/habéis hecho los demás antes, y me considero a mí (quiero decir, a nosotros), como una pluralidad metamórfica de yoes. Como decía un poema de Eduardo Moga muy científico, a Germán le gustaría, cada siete años soy otro porque todas mis células se renuevan, salvo las neuronales y algunas del oído. Y como tardo más de siete años en escribir los libros, pues no puedo ser individualista sin mentir en parte. Prefiero lo de la red, lo de los Nodos de Agustín me ha conquistado. Una red sobre otra. Eso es este blog, creo, así intentamos que sea: una red de nodos, abierta, donde se deslizan algunos amigos, algunos visitantes muy esperados, algunos curiosos, algún trol disfrazado de Nuria Azancot (lástima, no ha colado, Nuria escribe mejor), y un largo e indefinible etcétera. Ser un etcétera: un objetivo. Creo que en vez de con mi nombre voy a firmar con otro, para hacer peña. ¿Qué tal Nodo?

Anónimo dijo...

Desde luego: de todo lo que leo en esta serie de posts lo que me parece más importante, a todos los efectos, es el secuestro del último número de "El Jueves". Ahí hay una confrontación real entre el poder ejecutivo y su contradiscurso.

Anónimo dijo...

Como me habéis pillado la primera, lo intento a la segunda, a ver si cuela: sois míos.
Mi invento.
Venid a mí.
Nosotros somos la tostada para extender la nocilla.
Juntos nos lo comeremos todo.

La otra Nuria Azancot

Anónimo dijo...

Creo que el debate generación es siempre el mismo. Cuando estudias en el instituto las generaciones literarias en el siglo XX te las crees todas, y cuando te lees a los autores de esas generaciones te das cuenta que las diferencias son enormes y muchas. Pero para estudiar viene muy bien, la verdad. Supongo que es una cuestión de orden. Si no ordenáramos la literatura sería un océano de nombres, y al final tendríamos que ordenarlos alfabéticamente, y creo que por generaciones es más fácil. A partir de aquí que cada cual lea todo lo que pueda, y piense en ese grupo como le dé la gana. Creo que las generaciones no las ponen los escritores, sino los estudiosos futuros, y atendiendo siempre a un orden cronológico (luego se intenta que tengan cosas en común, que como todo, si uno quiere, el mar puede ser océano y charco al mismo tiempo), y los escritores bastante tienen con escribir y ser ellos mismos (libres especialmente). El nombre de la generación es siempre un motivo casual, y si se cita el de “Nocilla” es pura casualidad. Para lo que sirve es para hablar del presente, de los autores del presente, qué tienen en común, qué no, qué buscan, qué quieren. A nadie le da gusto que lo metan en un grupo, porque nuestra época es individual (y parece que estar en un grupo es como quitarte parte de tus superpoderes), y yo quiero colaborar con la literatura actual desde mi individualidad, no desde un grupo que en el fondo es como la familia: la misma sangre pero cada cual de su padre y madre (incluso si somos gemelos). Ahora mismo no se puede hablar de generación, pero de esa generación de enseñar a los chavales en el instituto. Así que hay que esperar, y mientras tanto todo este tipo de debates sirven para que hablemos de todo, de lo que sí y lo que no, de si yo estoy o no estoy, de si me importa o no me importa. El artículo del Cultural está muy bien, con sus pros y sus contras, porque posiciona, y eso siempre viene bien en la obra de cada uno.
Y si el debate se refiere al término en sí de esta generación todavía a priori, pues podía hacerse por primera vez en la historia de la literatura una encuesta masiva para que entre todos los escritores, sin esperar a los críticos y eruditos, pusieran el nombre de la generación. Nocilla es una primera opción. A partir de aquí cada cual podría elegir la suya.
Vicente, todavía no he leído tu ensayo, así que espero que me perdones si he dicho alguna cosa que tú ya has escrito. En ese caso no sería ni plagio ni intertextualidad. Sería casualidad (esta es la palabra más maravillosa de nuestro diccionario, sin duda).
Saludos a todos.

Vicente Luis Mora dijo...

Ay, las generaciones, pensaba yo ayer, mientras presentaba un congreso sobre el 27 con el que mi Fundación colabora, que se celebrará en Córdoba después del verano. De todas formas, está bien que haya congresos, que uno pueda decir en la rueda de prensa que se desmarca del término "generación", que pueda alabar a Andrew A. Anderson (que vendrá al congreso y que demuestra en El veintisiete en tela de juicio, Gredos, todo lo que de montaje tuvo la construcción de la g. del 27). Lástima que algunos errores -ni los orteguianos creen ya en el concepto de generación- perduren y perduren, del mismo modo que hay gente que piensa que las lentejas tienen mucho hierro o que si te muerdes la lengua no te pican las avispas. En fin, que el concepto de "generación" no es más que una de esas supersticiones que se incorporan al inconsciente colectivo y se deshacen en él como azucarillos más tarde o más temprano. Que Góngora era un mal escritor era una de ellas, y se disolvió, como era lógico, precisamente en parte gracias a aquellos chavales (también a Amado Alonso y otros, que quedaron excluidos del homenaje por... sudacas, tócate las narices).

Quedan los textos, las etiquetas mal puestas se deshacen solas. Preocupémonos, como han dicho varios escritores aquí, de escribir bien, lo demás se nos dará (por los periodistas) por añadidura... Gracias por tu habitual sensatez, Julián.

Anónimo dijo...

Pues yo coincido con Germán en que "algo hay". Sin haberlos leído hasta hace poco, voy y descubro ciertas afinidades entre lo que hago yo y lo que hace Harkaitz Cano, Vicente Luis Mora o Fernández Mallo, siendo cada uno, como dice Agustín, de su padre y de su madre (la metáfora atómica, que ni pintada). ¿Por qué? ¿Es cosa de serendipia? No, la explicación debe andar más por lo sociológico que por lo puramente estético. Por otro parte, en su humildad Agustín equivoca los términos: no es que haya influido a otros (seguramente lo ha hecho), sino que se toma la publicación de su novela como hecho simbólico. Y esto, lo admita o no porque la modestia obliga, creo que es indiscutible. Que la crítica haya aplaudido una novela como la suya y que vaya ya por la nosecuanta edición me aparece un síntoma claro de que algo está cambiando. ¿o no?
Una duda final: alguien sugería por ahí que la lista que maneja El Cultural procede del artículo de El Periódico. No es exacto; la lista no coincide por completo. Un servidor aparece en El Cultural y no en El Periódico. Con lo cual, la inquietante cuestión de "quién elaboró la nómina" sigue en pie. Por no añadir otra: ¿por qué rayos salgo yo ahí y no salen otros? Un saludo a todos.

Anónimo dijo...

Alucino con el rollo psicoanálitico de Fdez Porta y me pregunto: Calvo es hijo único?
Por qué habláis como si él no hubiera hablado?
Joder. Que lo que dijo es muy fuerte.

Anónimo dijo...

Calvo nocilla - no.

Calvo Reba-nada (nada)

Anónimo dijo...

¿Mora has leído el artículo de Andrés Ibáñez en abc sobre realidad virtual?

GASPARD dijo...

Anónimo: Es que no hay nada que comentar acerca de las declaraciones de Javier Calvo. Como cualquiera, tiene todo el derecho a definirse como le apetezca, a sentirse o no parte de cualquier grupo o generación o a preferir que su obra sea entendida desde un punto de vista más individual. También tiene todo el derecho a expresarlo con su habitual sentido del humor.
Personalmente creo que Javier, por su obra, por sus críticas, por sus traducciones y por su participación en varios de los congresos que se han celebrado, aporta mucho a la narrativa española actual y eso me basta. Tampoco rehuye el diálogo con escritores más o menos afines.
Lo que no hay aquí es un colectivo artístico, no hay consignas ni proyectos comunes. Precisamente lo que señala esta mini-eclosión de "nueva" literatura (ojo que, como señalaba Juan Francisco Ferré más arriba, hay mucha "vieja" literatura joven) como un fenómeno real y posiblemente duradero es que desde puntos de vista, formación y objetivos estéticos muy diferentes, "sin instrucciones previas", por decirlo de algún modo, hayamos llegado a converger en bastantes aspectos. Cuando empezamos a ponernos en contacto no fué para decidir cómo íbamos a escribir para ser modernos, sino porque cada uno había descubierto (con no poca sorpresa) que, a un tiro de piedra, existían escritores a los que no conocía y con los que merecía la pena entablar un diálogo acerca de la literatura actual.

Saludos

Anónimo dijo...

El respuesta al post de Anónimo: no sólo Javier Calvo, sino que todos me parece que somos hijos únicos. A Javier los medios le meterán bajo la etiqueta que les apetezca, y a mí y a todos, y podemos patalear un poco, sí, pero me temo que nada más. No cunda el pánico. El tiempo dirá. Las obras hablarán.

Yo quería hablar de otra cosa que aún no se ha citado, o se ha hecho de pasada. Se trata del término Generación AfterPop, cojonuda palabra acuñada por Eloy Fdez Porta, que no hay que olvidar que es otra de las que sale en el título del artículo “la generación Nocilla y el AfterPop piden paso”.
Tal como lo plantea inteligentemente Eloy en su libro, y en lo que a mí respecta, no sé si mis textos podrían caer dentro. Yo, como individuo sí, en efecto, “sólo soy un puto intelectual” occidental que ha encontrado en la inteligencia de sus predecesores y contemporáneos una herramienta para superar el pop, pero también para de alguna manera mantenerse dentro de él. Es, en efecto, una perversión del pop, una derivación metastásica y a lo mejor hasta hipertrofiada, o si se me permite hasta una perversión freak, pero muy muy freak. Me parece que en cierto modo todos los que hoy escribimos estamos ahí, ya que evidentemente nos empapamos de la “baja cultura pop” que nos rodea y la sublimamos o la utilizamos para hacer un producto de una supuesta “alta cultura pop” (si es que admitimos que a escribir libros hoy con referencias que el gran público no conoce se le podría llamar “alta cultura”). En ese sentido veo bien el término, como refugio de estos “inadaptados” que queramos o no somos. Evidentemente, sólo alguien muy enfermo y muy tonto se encierra hoy en día varios meses en una habitación a escribir novelas. Las novelas tienen un impacto social mínimo comparado con otros medios. Tenemos que asumir que o somos García Márquez o nuestros productos no los lee ni cristo. Y como de momento ninguno somos García Márquez, habrá que asumir que somos marginales. Pero como lo son también reputados y conocidos escritores como, se me ocurre, Javier Marías. Haced a pie de calle un encuesta y veréis cuánta gente conoce el nombre de Javier Marías; casi nadie. La gente normal, es decir, la gente sana, sale a la calle, se divierte, ve la tele, hace barbacoas y no se preocupa por cubrir pantallas en blanco ante un PC ni por leer suplementos culturales. Y eso que, ejemplo del propio Eloy, Marías es un pop puro. ¡Pies imaginaos a los AfterPop!: no nos conoce ni cristo. Juntando un poco todas estas coordenadas, sí que quizá creo el término AfterPop podría encajar en nosotros. Obviamente, después cada cual lo rechazará por aquello de preservar la individualidad, y eso es por lo que si me fijo en mí, si vuelvo a mí, no veo muy claro que se me pueda meter en esas coordenadas, quizá sí como persona, ya que insisto, sólo soy un puto intelectual occidental que usa el pop como perversión, pero no tanto a mi obra. Para mi obra yo ya inventé un nombre, Poesía Postpoética, y de momento creo que sigo ahí. A lo mejor esa poesía postpoética es un subconjunto de lo afterpop, o a lo mejor viceversa, o a lo mejor nada tienen que ver, o a lo mejor son la misma cosa, no lo sé. En cualquier caso, creo que el término AfterPop habría que tomárselo en serio y darle un par de vueltas al asunto.

Anónimo dijo...

En términos de construcción de un discurso público, obviamente vinculado a cierta imagen, las declaraciones de Javier Calvo, al menos las reproducidas en el artículo, me parecen muy interesantes. En cuanto a cómo las formula, me refiero. De algún modo están en sintonía con las de Lolita Bosch.
SIn embargo, el contenido me parece insostenible. Y no hay más que mirar la nota "tipo agradecimientos" del final de su última novela, donde incluye en su "club" por ejemplo a Robert.
Jordi C.

Vicente Luis Mora dijo...

Sí, he leído lo de Ibáñez. Es normal que cualquier escritor inteligente -e Ibáñez lo es, y mucho- se interese por la RV, los entornos digitales y las nuevas tecnologías. Sólo una cosa... Ibáñez sitúa en el 2015 cosas que van a ocurrir en un par de años, todo lo más cuatro. Seguimos hablando de futuro sin darnos cuenta de que el futuro está aquí. ya tenéis en las tiendas unos e-books de philips, algo caras (más o menos 600 euros), que no dañan la vista y donde podéis descargaros decenas de libros en pdf. Echad un ojo a http://www.philips.com.uy/About/News/press/article-2544.html. Seguramente muchos creen que el libro electrónico está por llegar. Y ya ha llegado. Hasta a las tiendas. Saludos.

Sir Alsen Bert dijo...

Me ha gustado el post pero tengo que reconocer que no pertenezco a la generación "Nocilla". Sí, en cambio, me considero integrante de esa otra mal llamada "Leche, Cacao, Avellanas y Azúcar".
¿Escritor? ¿Lleva implícita esta palabra el hecho de publicar? Lo digo porque tengo cientos de relatos salvaguardados en un cajón de mi mesa ya que me aterra la fama. Sí, lo digo así, la fama me acongoja y por este hecho, por guardar todos mis escritos y no decidirme a publicarlos, ¿no soy escritor? Cuánto escritor hay que no publica. El día que decida a publicarlo todo estaré borracho pero se me reconocerá, mi prosa retumbará. En fin, y volviendo al principio, me ha gustado el talante del post. Hasta otra, sigo escribiendo -a mano porque se siente más- y con pluma que exuda tinta negra, tan negra como el azabache y el gagate juntos.
Un saludo, Vicente.
Desde Jaén y como tú, nacido en el 70.

Por cierto, ¿Y Jesús Tíscar, ¿dónde lo encasilláis con su realismo sucio y existencial?

Vicente Luis Mora dijo...

La red mejor cuanto más tupida, mejor cuantos más nodos. Mi idea de Literatura es la de un blog colectivo donde cientos de escritores distintos son respondidos por miles de lectores y críticos. Ese tejido es la literatura de nuestro tiempo. Algunos de ellos son pulsados, leídos, cliqueados, más veces: son los atractores. Organizan ese caos y le dan sentido. Todos bienvenidos.

Carmen Fernández Etreros dijo...

Me encanta este caos. Me encanta este blog y las puertas que se están abriendo a la literatura. El nombre quizás no sea el adecuado pero como he escrito en mi blog creo que hable puertas a la literatura y a la experimentación y como leo al debate.

Anónimo dijo...

Lo que yo hago se llama pising. ¿Me integro en la generación Nocilla?

Anónimo dijo...

"Dónde has visto un "poder" que en vez de asesinar o manipular o censurar al opositor, le dé voz y espacio?" - pregunta el mismo Vicente.
- Pues aquí. Se supone que las nuevas tecnologías traen consigo nuevos "poderes", ¿o hay que ser de derechas para no entenderlo? Qué raro todo esto mmmmmmmmmmmmmm

Vicente Luis Mora dijo...

Anónimo 1: en todo caso, lo que haces se llama phising. Y puedes integrarte donde quieras, incluso en esa generación que citas, que no existe.

Anónimo 2: el que tiene poder en el mundo de las nuevas tecnologías es Bill Gates, no yo. Pero bueno, si crees que tengo poder, mándame un cheque y hablaré bien de ti. Saludos.

Anónimo dijo...

Recojo la noticia de "Generación Nocilla" del blog de Carmen F. Etreros, Un universo de cosas mínimas:

¿Generación Nocilla?

El pasado jueves en El Cultural de El Mundo se hablaba de la Generación Nocilla??. Reconozco que la primera vez que escuché el nombre me quedé sorprendida. Para mi generación y por lo tanto para la de estos escritores la nocilla recuerda tardes de merienda, de bicicleta y de "polis y cacos".

Quizás el nombre no sea el adecuado, ni sus miembros se sientan parte de una generación ni estén de acuerdo con el nombre, quizás sería más lógico llamarles "generación del setenta". Por otro lado el concepto generación se suele adoptar más por motivos pedagógicos y prácticos que reales. Pero lo cierto es que cada vez oigo hablar más de esta generación que toma su nombre del libro de Fernández Mallo editado el año pasado por Candaya Nocilla Dream. Además en el artículo de Nuria Azacot se cita el reconocimiento de esta generación en "Atlas. I Encuentro de Nuevos Narradores" celebrado en Sevilla el pasado mayo.

Dicha "Generación Nocilla", entresaco de todos los comentarios del artículo, compartirían quizás las siguientes características: Un tipo de novela fragmentaria muy influido por la novela nortemamericana, una gran influencia de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías (no en vano somos la primera generación que ha comido y cenado con la tele puesta), una tendencia hibridar géneros literarios, una falta de interés por las editoriales comerciales y la "vida literaria", una preferencia por la sociología más que por la política,...

De entre todos los comentarios lo que sí me gusta es que en su mayoría los miembros de esta generación son bloggers y no los utilizan como arma comercial o propagandística sino como medio para reflejar sus piruetas literarias. Por citar algunos destacan el de Vicente Luis Mora, Doménico Chiappe, Jorge Carrión, Mario Cuenca, Javier Fernández, Menéndez Salmón, Álvaro Colomer, Javier Calvo, Gabi Martínez, Lolita Bosch, Haikaitz Cano, Fernández Mallo, Eloy Fernández Porta, Milo Krompotic,...

Un puerta abierta a la literatura, una puerta abierta a la experimentación literaria.

Publicado por Carmen F. Etreros los 1:09 PM

Anónimo dijo...

karamba, con lo mal que se hablaba aki de los suplementos de los periódicos centrales y mira ahora... en kuanto sale uno la kosa kambia?

Vicente Luis Mora dijo...

Aquí hemos puesto, y seguiremos poniendo, graves reparos a los suplementos como medios poco democráticos, donde se hacen juicios sin posibilidad de réplica ni recurso (en El Cultural, incluso, explícitamente, a través de las a veces divertidas Sentencias de Rafael Reig). Hemos criticado que hay en ellos -en todos- muchos críticos antediluvianos y academicistas, que examinan los textos a la luz de visiones reductoras y exclusivistas, como la Estilística, utilizándolas como única linterna. Hemos dicho que limitan el espectro de lo literario y de lo artístico, que son poco multidisciplinares y que copian demasiado, que en algunos casos siguen patrocinando y defendiendo la poesía de la normalidad y la prosa de la normalidad, que defienden el mercado como criterio rector, a través de la perenne inclusión de las listas -manipuladas- de libros más vendidos, y un largo etcétera de acusaciones. También hemos señalado que en su enorme numeral de críticos hay algunos nombres salvables, prestitigosos e incluso, puntualmente, imprescindibles. Y terminaremos apuntando que cuando alguno de ellos, como es el caso del último número de El Cultural, nos señala a varios narradores jóvenes interesantes, cada uno de su padre y de su madre, pues lo que hay que hacer es saludar su oportunidad y su inteligencia ;), :))), -¿cómo coño se pone aquí el smiley?-.

Fuera bromas: en El Cultural está esa o ese ignorante de Sainz de Zaitegui, capaz de leerse un libro sin enterarse de nada, pero también está Jaime Siles. Está José Antonio Marina, pero también está Eugenio Trías. No sé si me explico.

Me parece que sí.

Saludos.

Anónimo dijo...

Lamentable lapsus, Vicente: Siles ya no está en El Cultural... supongo que te referías a Jacobo Muñoz.

Vicente Luis Mora dijo...

Sí, eso quería decir. ¿No?

Anónimo dijo...

Sobre el poder de un blog lamento decirte, Vicente, que pecas de ingenuo y que esa contesta que has dado es soberanamente facha. No sé si de ahí se deriva esa tendencia manifiesta como "posible" grupo a borrar las diferencias entre política de derechas y de izquierdas. Si bien yo estaría de acuerdo en que en la práctica las delimitaciones se han fusionado, ideológicamente no. De ahí también esa importancia manifiesta también a ese encuentro de narradores auspiciado en gran parte por un gigante de la "literatura" en España, precisamente al que tanto se ha criticado por poseer unos objetivos marcadamente mercaderes de la literatura. Quizá de ahí también esa exposición tuya en tal encuentro poniendo a parir a escritores de la izquierda fascinados por la atracción del euro sin hacer mención a qué suelen hacer los que no son de la "izquierda". Quizá también a que el pising (veo que lo desconoces, lo cual me lleva a entender entre líneas que hasta tu sentido de la sexualidad es "supermodosa") lo reconviertas en phising (término bancario) como único modo de entenderlo. Y quizá también -y en eso estoy con Kako- a que cuando nos sea favorable olvidamos lo dicho sobre los suplementos literarios periodísticos y de repente todo sepa a gloria. Recuerda que eres más conocido por tu blog que por tus libros, que apenas llegan a alguna parte (mal de casi todos). Y recuerda que en esta literatura nacional hay muchísimas cosas por hacer, entre las cuales no es urgente, ni mucho menos, vociferar en favor de una manera de llevar a cabo la acción literaria cuando se desconoce, se ignora, la mitad de la literatura hecha en España con sus correspondientes componentes diferenciales, propuestas, que son más variadas y que de esta manera, con lo defendido aquí, simplemente se pretende seguir ignorando y eliminar de un plumazo. Lo que no es lícito es destacar de la mitad de lo que se conoce, a su vez otra mitad (la cuarta parte de la totalidad) correspondiente a una aún por consolidarse enrarecida escritura nocillera (no entro a juzgar las obras, pues sí que me resultan interesantes) cuando prácticamente todos los escritores españoles hemos probado la Nocilla. Sólo falta que entre en juego la marca internacional Nestlé para darle tintes globalizadores. Entonces la habremos cagado, que indirectamente es lo que ya se ha hecho (cagarla, por supuesto; porque Nestlé está ahí, se quiera o no).

Anónimo dijo...

Sobre el comentario de Koke:
Para bien o para mal, la mayor parte de los autores que se mencionan el "El Cultural" ya habíamos aparecido en ese suplemento o en otros. Lo que es más "preocupante": no nos habían roto la cara ni nada. Si eso nos desautoriza para algo, informo de que yo ya llevaba diez años desautorizado: desde que se publicó la reseña de mi primer libro en "Babelia", allá por el 97. Y sí, ya lo creo que el contenido y la orientación de los medios va cambiando en función de los libros que se comenten, y del sentido que se les quiera otorgar, si alguno. El poder, si de eso se trata, no es un espacio vacío que va siendo ocupado y desalojado por cuerpos sucesivos: es un espacio que se construye con sucesivas apariciones -y que te puede destruir en cualquier momento.

Vicente Luis Mora dijo...

Para anónimo:

1) ¡Pero qué asco! Sabía lo que era el pissing (lo has vuelto a escribir mal, por cierto, a ver si mejoramos el inglés), pero ni se me pasaba por la imaginación que estuvieras hablando de eso. ¿Te lo haces solo o en compañía? ¿Mientras lees el blog? Qué habilidoso. Cuélgate en youtube, que te veamos. Sí, mi sexualidad es supermodosa, no me voy meando por ahí encima de nadie, triste que es uno.

2)Respecto a lo de las denuncias a la gente no-de-izquierdas, ya entiendo que, como mis libros no te llegan, o más bien no los compras, no has leído Singularidades. Ahí tienes la parte que te falta, bien denunciadita, lo que ocurre es que tú también lees sólo parte de la literatura española, la que te interesa, y criticas por el todo. Y te recuerdo que lo de nocilla no es mío -ni nuestro-, y que nosotros no nos reconocemos por las multinacionales, sino más bien por el cachondeo y/o crítica a costa de las multinacionales. Y te recuerdo que por aquí escribe Ángel Zapata de vez en cuando. ¿Sabes quién es? ¿Y de qué parte está, de tu décima parte o de la cuarta mía? Ay, qué cruz.

Y besos. Y no salpiques. Saludos

Juan Carlos Márquez dijo...

La generación Pixie y Dixie: ese sí que sería un nombre animado; o si no, la de la hormiga atómica (¿algunos hablamos de atomización, no?)

Un poco de calma: se empieza con el pissing y se termina en el fist fucking. Yo por lo pronto no pienso mover mi culo de la silla.
Por cierto, ¿por qué todas estas palabrejas vendrán del inglés?

Un debate interesante mientras duró el respeto, que es la tónica habitual en esta bitácora.

Vicente Luis Mora dijo...

Un trol no hace verano, Juan Carlos. Lo que pasa en estas ocasiones es lo siguiente: cuando un cobarde entra disfrazado de nadie para introducir basura en el blog, siempre me pregunto si merece la pena colgar el comentario, o no. Hay algunos posts (los excesivos, los injuriosos, los estúpidos) que dejo fuera, pero de vez en cuando los dejo caer en el blog, porque la vida es en parte basura también, y un blog exquisitamente al margen de la vida sería falso, ¿no crees? Cuando vas a la lectura de un poeta excelso, a veces el micrófono falla o alguien hace una pregunta fuera de lugar. La vida es imperfecta, y la presencia de este tipo de gente me lo recuerda. No pasa nada. El debate hace puente sobre ellos y continúa.

Volviendo al tema: ¿y si no ponemos nada? ¿y si no llamamos a ningún grupo ni Pixie/Dixie ni nocilla, y simplemente nos dedicamos a leer sus libros y comentarlos, buscando si tienen -o no- puntos de contacto? Bueno, pues en eso estoy, leyendo a Doménico Chiappe, el único autor citado en el artículo del que no había leído nada. Pronto en sus pantallas. Saludos, Juan Carlos. Por cierto: yo tampoco he movido el mío. Ya sabes qué.

Juan Carlos Márquez dijo...

Eso sí que me parece sensato, nada de etiquetas: dejémoslo en escritores o, mejor aún, en hombres y mujeres que escriben.

Con los anónimos ya se sabe.

Me has recordado que tengo pendiente la lectura de un cuento de Chiappe que apareció en la revista EÑE hace ya casi un año. A lo mejor cae esta noche.

Salud

Anónimo dijo...

de aki viene todo

http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=419986&idseccio_PK=1026

Anónimo dijo...

Lo de Julián Herbert.
Almuzara, la editorial de Pimentel, se desmarcó el año pasado con la publicación del libro al que hacía referencia en otro comentario. "Cocaína, manual de usuario". Fue premio Juan José Arreola en México.

Vitorino

Miguel Espigado dijo...

Quiero defender el concepto Generación Nocilla a pesar de que estoy completamente de acuerdo con Vicente Luis Mora y su pugna deconstruccionista para desechar el término “Generación”. Lo más riguroso (y complejo) es cuestionar las formas heredadas de conocimiento, por muy productivas que hayan resultado para vertebrar el discurso convencional. Para analizar la realidad nueva se necesita desestabilizar los viejos sistemas conceptuales, o de otra manera, nuestra comprensión quedará sometida a la cosmovisión del pasado. El deconstructivismo crea desconocimiento como forma de conocimiento; investiga e identifica todo lo que creíamos conocer y en realidad desconocemos. El deconstructivista no tiene miedo al vacío; está dispuesto a no conocer como se ha conocido siempre. Antes prefiere afrontar el análisis en toda su complejidad que perpetuar un prejuicio. Así veo yo la denuncia de Vicente Luis Mora sobre “Generación” y “Generación Nocilla”, y se la agradezco.
Ahora bien, creo que estos vacíos e incertidumbres solo son habitables para aquellos que trabajan en el problema. Para todos los demás, resultan confusos y decepcionantes. Es probable que estos últimos traten de defenderse rechazando lo que relativiza aquello que consideran categórico. Y sería una pena que una excesiva suspicacia crítica abortara las posibilidades que el concepto “Generación Nocilla” tiene en el ámbito no téorico. Que dicho concepto sea dudoso para la crítica literaria no significa que no tenga una enorme utilidad para otros fines, como el publicitario. Creo que si los escritores aludidos mostraran una actitud positiva hacia el término, les sería más fácil moldearlo a su conveniencia.
Al margen de cuestiones teóricas, Generación Nocilla es para mí un tag, un término de búsqueda. Está tan vacío de significado como un link. Generación Nocilla es una puerta de acceso a un grupo de obras y escritores, y ese es su único sentido. Quizás la solución no sea rechazar la etiqueta sino simplemente aclarar que no significa nada más que eso; un logo que representa a un sindicato difuso de escritores que, al menos, comparten una cosa: el deseo de publicar y ser leídos. En cine y en teatro son muy comunes los Star System: grupos de artistas que se apoyan y promocionan mutuamente. Eso no indica que su forma de crear refleje influencias recíprocas, sino que, simplemente, están dispuestos e interesados en ver su nombre relacionado con el nombre de otros. Generación Nocilla también podría funcionar como un sindicato de escritores que han decidido poner su nombre en relación con otros nombres. Igual que un lector lee una novela porque le gustó una anterior del mismo escritor, un lector llegará a una obra nocillesca gracias a otra obra nocillesca, igual de que uno va de Kerouac a Burroughs, de Borges a Bioy Casares, de Juan José Millás a Manuel Vicent, etc.
No hay que despreciar el inconmensurable valor de un logo. Si los escritores aludidos se sienten afines, no deberían rechazar la marca “Generación Nocilla”, ya que les puede proporcionar un intercambio constante de lectores. Es una manera de promocionarse mutuamente y volverse más visibles, creo que sin engañar a nadie. Es mi humilde opinión.
Por lo pronto yo voy a abrir un blog (generacionnocilla.blogspot.com). Todo el mundo está invitado a participar.
Actualmente generación nocilla tiene 1350 entradas en Google.

Anónimo dijo...

Ya sé que lo de "generación nocilla" no es una autodenominación, pero esto de las generaciones tiene su peligro. ¿No era José Ángel Valente quien dijo que las generaciones servían para salvar a los mediocres?

Anónimo dijo...

Qué poco sentido parece tener hoy la palabra Generación que no define más que a un grupo de personas que han nacido en un determinado momento, ni siquiera define un conjunto de intereses comunes o de espacios compartidos debido a que esta globalización mediática ha causado dos efectos: uno ha sido crear una cultura estándar y la otra posibilitar el conocimiento de culturas lejanas. Ambas tendencias subsisten pero da la impresión de que tienen a la confrontación.Y cada autor muestra tener un universo propio. En realidad es tan poco afortunada la denominación nocilla que no habría de tomarse más en serio que si se hubiera preferido el término cola cao como en su momento se habló del Kronen.

Saludos.


luisveagarcia.blogia.com

Anónimo dijo...

Supongo que si el concepto de "generación" en literatura está desfasado, como algunos de los autores de la mal llamada generación nocilla consideran, la idea de que existan "literaturas nacionales" debe ser ya prehistórica.

Si, como explica el post de Miguel Espigado, el concepto de generación resulta muy productivo como reclamo publicitario (y eso tiene también sus peligros), el concepto de literatura nacional (ñiteratura española en lengua castellana excepto la Bosch, que también escribe en catalán) conlleva asociados los peligros del ombligismo y el aislamiento. Lo digo porque hay un anónimo que sigue hablando en términos de literatura nacional. Y parece que sólo existan ésta y la norteamericana que sí, es cierto, es la predominante y la más fructífera hoy en día. Pero, como señala Jorge Carrión en su cuestionario, existen otras cosas, como la increíble vitalidad de la literatura argentina, también en castellano por cierto.

A mí, personalmente, me interesa mucho la literatura japonesa por su drástica renovación de las últimas décadas que le ha llevado a romper con su milenaria tradición hacía una literatura más cibernética incluso que la norteamericana.

Comprendo que la prensa escrita, por sus relaciones con los grupos editoriales, necesite hablar en términos generacionales y de literatura nacional. Pero los escritores no deberían caer en esa perspectiva porque, según afirman ellos mismos, sus influencias literarias, muchas de ellas foráneas, son muy distintas. Y, a día de hoy, el mundo no es tan pequeño como para hablar de literaturas nacionales.

Anónimo dijo...

Perdón.

Error de transcripción en la última frase. Debería decir: A día de hoy el mundo no es tan estanco como para hablar de literaturas nacionales.

gregorioecologista dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

El pop fue antes llamado neo-dada, igual que existió un Neo Geo al tiempo que un neo conceptual, un postminimalismo, y toda suerte de etiquetas, más, menos, o nada afortunadas, que habitan páginas en archivos de las hemerotecas de los departamentos de Historia del Arte.

¿Acaso la proliferación de editoriales independientes, poco conocidas, sin ninguna imagen reconocible a priori por los lectores de suplementos, empuja a sus redactores a crear nuevas etiquetas? La variedad, singular o no, de propuestas no pide o exige una clasificación de las mismas, ni siquiera que las nuevas "marcas" (links,porqué no) sean más o menos atinadas. Esto dice más de la sociedad que del ánimo de quien clasifica o es clasificado. Vivimos en un entorno lleno de listas, rankings, "shares"; al margen del interés que despierten los allí presentes se trata de algo evitable, pero de difícil escapatoria. Si, como afirma Jean-François Fogel en 20 apuntes sobre el Leviatán,(www.letraslibres.com) "Un discurso coherente sobre internet tiene que renunciar a la coherencia de la retorica clásica: tiene que ser discontinuo, ignorar la relación entre la causa y el efecto, acumular elementos, datos y pensamientos cuya mayor parte se ubica de manera provisional en la memoria RAM. El lector honesto de un discurso como éste tiene que prescindir del miserable orden de presentación utilizado por el autor y navegar sin huir de las contradicciones ni buscar una explicación única. Aunque nunca tocó el ratón de una computadora, Jorge Luis Borges ya sabía que “el lector escribe la obra una y otra vez”. En "un espacio abierto, inclusivo y transversal, en que se manejen ideas y discursos que la mayor parte de las grandes editoriales no conciben. Un espacio en que coinciden los que piden notas para una ficción suprema y los que piden anarquía y cerveza fría." No es poca cosa, claro que se comprende el cansancio ante el "name-dropping" perezoso... Lo importante es leer a los autores, como siempre, y ver qué nos dicen. Un saludo.

Anónimo dijo...

Me parece que ha surgido en el debate un componente importante: ¿"joven" "narrativa" y, sobre todo, "española"? Lo de joven es meramente biológico y lo cura el tiempo. Lo de narrativa es más acertado, pero son sobre todo "narrativas" y en muchos casos implica discursos ensayísticos y poéticos, cuando no directamente transgenéricos; "literatura" es la única palabra que nos salva, aunque en los diarios y programas de televisión, mezclar géneros supone complicar demasiado el asunto. Y lo de "española" es lo más discutible. No sólo Bosch es bilingüe, también lo somos en otros grados Manel Zabala, Robert Juan-Cantavella, Eloy Fernández Porta o yo mismo. Pero eso no importa, lo que importa es que la "españolidad" es poco más que una convención en una red de influencias, préstamos y diálogos transculturales y sobre todo internacionales. De nuevo estamos ante una cuestión de límites periodísticos y no literarios o de otra índole: para un diario, hablar de joven narrativa en español es inabarcable, de modo que fragmenta en regiones o países, o franjas de edad, o supuestas tendencias, o supuestos géneros. La fragmentación periodística de lo real no debe ser más que eso: periodismo. Sin embargo, también en la docencia debemos agarrarnos a algún tipo de selección, de grandes hits, de obras maestras, e incluso de generaciones cuando de explicar en una única clase treinta años de literatura se trata.
El problema es irresoluble. Pero está bien plantearlo. Particularmente el de lo "nacional". En Barcelona, por ejemplo, convivimos escritores colombianos (como Juan Gabriel Vásquez), franceses (como Mathias Enard), norteamericanos (como Jonathan Littell) o mexicanos (como Guadalupe Nettel), entre miles más, que también son "jóvenes", "literatos" y "residentes in Spain", si no ya "españoles" adoptados. Una guía de escritores residentes u autóctonos, qué más da, de todo el territorio "español", con circuitos de diálogo, sería una política cultural más que deseable a este respecto.
Perdón por divagar.
Bona nit,
Jordi C.

Anónimo dijo...

Al final de todo esto me voy a quedar con lo de "soy un puto intelectual"....

enlejaniadesoles dijo...

Uno que llega tarde a todo, ahora está leyendo Nocilla Dream, la tenía desde hace meses y fuí retrasando la lectura. Creo que voy a dejar de leer cosas sobre ella si no quiero acabar loco.

Inciso I: creo que Jaime Siles escribe en ABC de la Letras.

Inciso II: me pueden llover tortas pero a mi Prados no me parece ni de lejos lo flojo del 27, y bastante mejor que otros más consagrados de la generación.

Inciso III: si Fernández Mallo pasara por aquí: sonrisa enorme al leer al peculiar gasolinero. Firma: Otro fan de Alfaro.

Un saludo.

Vicente Luis Mora dijo...

Yo también pienso que Prados no es un poeta menor, en realidad me gusta más que Jorge Guillén, por ejemplo. Pero mucho más, de hecho.

José Ignacio Montoto dijo...

Tampoco creo yo que haya que sacar las cosas de quicio, supongo que la etiqueta de "Generación nocilla" viene dada por unas afinidades, entendidas así por parte de la persona que ha escrito el artículo, que lo mismo hubiesen sido llamados como la "generación gafipasti"la "generación postpopera" o la "generación Kinder Sorpresa",entiendo que se han servido del título del libro de Agustín Fernández Mallo para abanderar un artículo y querer reunir a algunos autores que trabajan en ideas estructurales novedosas. Quizá la falta de ideas en cuanto a la crítica literaria les lleve a algunas personas a crear este tipo de artículos. Tampoco vamos a volvernos locos a estas alturas de la película con este tipo de cosas ¿No?

Saludos al personal

Anónimo dijo...

[Aviso: siguiendo las normas publicadas en su momento en el blog antiguo, el comentario que sigue ha sido censurado por el administrador: se ha quitado un insulto por venir aparejado a un nombre propio. Donde se ha cortado se avisa; el resto del comentario está completo]

Siempre ocurre igual, no escarmentamos. Tres desocupados que regentan un blog (o una revista, una editorial, una tertulia...) se inventan una etiqueta (o dos o tres: una para los "buenos", otra para los "rechazables" y "caducos", etc.) y si tienen la suerte de que haya un [… censurado por el administrador] que les dé cancha, a quien le haya caído en gracia la jugada (aquí Azancot parece haber venido de perlas para la cosa), ya tienen montada una generación, un grupo con tirón, una etiqueta que vender. Luego se le añade un corpus teórico (lo puede hacer un Mora cualquiera, un Rodríguez Jiménez o cualquier otro con ínfulas medio ensayísticas y cuatro ideas hilvanadas tras el paso por la facultad), que no tiene que ser gran cosa sino sólo colar, y hala. El grupo pondrá los aplausos, el amplificador, las loas mutuas, etc.
Me encanta leer vuestros comentarios llenos de autocomplacencia sobre temas tan fascinantes como ¿Seremos una generación, LA GENERACIÓN? o ¿Habéis visto que El Cultural habla de mí, como ya hizo en el 97? o ¡Modestia aparte, somos los que privamos, eh! Peligrosamente os deslizáis hacia lo que se llama (perdón por la expresión) chupadura mutua de pollas (como decían los matones de "Reservoir dogs") y, aunque parece haber mucho aparato crítico por aquí y por allá, la ausencia de autocrítica y de pudor es sonrojante. Dentro de 10 años daréis la vida por esconder muchas de las cosas que ahora escribís llenos de adolescente fatuidad pero de momento el asunto da para ir tirando. Me han encantado sobre todo las respuestas al auto-test: ¿Somos guays, hablan de nosotros? ¡¡Sí, sí, sí!! ¡¡Y estamos encantados de habernos conocido!!
Ahora en serio, parece que hablo con acritud pero no es cierto: asisto al espectáculo con interés y regocijo, esperando a ver qué va a salir de todo esto. Si os soy sincero, creo que la cosa tiene futuro. La gente, el mercado, los periódicos... están ávidos de fórmulas fáciles de deglutir y clasificar. Generaciones Kronen, Nocilla, post-pop (especialmente afortunado este ticket de la compra porque volverá loquitos de felicidad a los redactores del País de las Tentaciones y similares), poesía de la diferencia, nueva (otra vez más) narrativa, nueva (otra vez más) poesía, etc. son los títulos de crédito que pide con verdadera sed la película del mercado.
Alguien dijo aquí, con tino, que los grupos y las generaciones sirven para el realce y para que los mediocres figuren al calorcito de los buenos, que siempre los hay, aquí también, como en todas partes.
Sentiré que no se publique este comentario por borde, por sincero y por cachondo. Pero si se publica, prometo corresponder firmando el siguiente con mi nombre.
Mientras tanto, seguid siendo felices.

Vicente Luis Mora dijo...

No sólo hay autocomplacencia, también estáis personas de prestigio como tú, que nos ilumináis con vuestra infinita sabiduría. Y no hace falta que nos digas tu nombre, no te molestes, porque no suelen interesarnos los que vienen desde el futuro a perdonarnos la vida. Déjanos en nuestra inconsciente felicidad. Hay un sol tan bello... Saludos.

Juan Carlos Márquez dijo...

A otro anónimo de esos: Lo de la chupadura mutua de pollas lo decía con otras palabras el señor Lobo (“Soy el señor Lobo, soluciono problemas”)en "Pulp Fiction":

"Tranquilícense caballeros. No empecemos a chuparnos las pollas todavía".

Anónimo dijo...

Sorprenden algunos posts últimos. Sólo me "quedo" con los primeros de Eloy Fernández Forta, que parece algo más lúcido, o bastante más lúcido que el resto; lo que dice tiene sentido, hasta su libro sobre al afterpop, con sus errores y algún exceso, es interesante; pero no entiendo los posts de Agustín Fernández Mallo sobre el papel del autor, la visibilidad de sus propuesta o la que otorga El Cultural, etcétera, etcétera: ha sido como un jarro de agua fría leer todo lo que decían sus posts; me ha sorprendido negativamente, ahora me parece, lo dice él mismo, preocupado por lo contrario de lo que aparente, increíble. No he entendido tampoco el tono autosuficiente de algún otro post, como dos de Anónimo o Jordi C., que parecen la misma persona. Tienen un tono de autoestima demasiado elevado, yo, mí, me, conmigo; lo que sorprende en gente que es aún joven y está en sus inicios como autor.
El reportaje de El Cultural suena a lo que suele hacer El Cultural siempre: rollo mainstream total, siempre en la misma línea, siguiendo la ola; y sorprende que haya tantos posts dando las gracias, dándoles las gracias. ¿Pero alguien lee ese suplemento habitualmente? Es increíble lo vacuo que es por lo general, lo retro de sus reseñas -sean del tipo que sean-, lo oportunista de cada tema de portada.
Soy profe de filosofía y a veces hago escarmiento con mis alumnos, el otro día lo hice obligándoles a leer el Especial Nocilla. Analizándolo a partir de otras teorías de la recepción ya viejas; no voy a seguir por aquí porque ocouparía yo solo este blog, ahora lo que quería era manifestar mi perplejidad ante algunos posts, mi rotundo cabreo con otros tan fariseicos, con perdón, y tan autoindulgentes, y agradecer su existencia. Hasta ahora nunca me había puesto a escribir aquí, pero, oye, me ha desconcertado ver que algunos autores que en apariencia se quejaban aquí a menudo de esto y lo otro, caen en los mismos pecados.
Me ha dado pena tanto ese egocentrismo y vanidad como el entusiasmo mal disimulado ante el protagonismo de un día en unos medios, sobre todo porque ahora tengo la sensación de que tras todo esto no hay verdadera pasión literaria, sea lo que sea esta, sino sobre todo ansias por "colocarse" y por crear una generación, y eso, como lector a ratos ingenuo, duele.

Anónimo dijo...

Pero mal que nos pese, Guillén lleva décadas en los manuales de Lázaro Carreter y compañía dentro de la G27. Tuvo suerte, supongo. Y sin embargo nuestro sistema educativo -y académico- deja fuera a un contemporáneo suyo, León Felipe, que me parece más interesante. Este no tuvo suerte, porque no había manera de encorsetarlo en ninguna generación.
Vicente, estoy de acuerdo contigo, Prados ofrece más que Guillén.

Pregunto en general: quién estuvo antes: ¿La generación sin nombre o el crítico que convirtió a una serie de escritores en una generación?

Anónimo dijo...

Lo de Fernández Porta es increíble; leerle, escucharle...joder si es el Iker Jiménez de la blogosfera, el Tristanbraker de la prensa literaria. Cazador de autores postpop, ideólogo postpop, escritor postpop.
Vamos a dejarnos de gilipolleces y a leer más, hombre. Realmente el sr. Lobo estaría muy disgustado con todos ustedes. Pero alguien sabe lo que significan en ventas estas migajas publicitarias que os ha ofrecido "El cultural"? Alguno de ustedes visita librerías normalmente? Sabéis el espacio que ocupan vuestros libros? Sois de los que os dejáis la nuca entre estante y estante intentando ver el lomo de vuestro esfuerzo y firmáis con los dos apellidos porque el primero es demasiado vulgar?
En fin, de peores hemos salido. De aquí a cuatro días algunos estarán discutiendo con J.M de Prada sobre Luisito Rosales, Vivanco, Pemán etc... O eso querrían.
Matamoros

Anónimo dijo...

Dice el Sujeto Anónimo: “La gente, el mercado, los periódicos... están ávidos de fórmulas fáciles de deglutir y clasificar.”
Digo Yo, Sujeto Nominal: Efectivamente, no sé por qué nos rasgamos las vestiduras ahora. Ávidos, desde los ochenta, de coronar la mediocridad literaria, con o sin excusa generacional. Eso es lo que nos ha pasado y no hay que andarse con tantas florituras de espadachín (¿no serás un alicaído avatar de Alatriste?). Una literatura normalizada y anodina, que triunfa desde entonces en todas las cancillerías del país, y a la que le salen defensores como éste de última hora. Que se acuse a nombres incluidos en esa lista de haberse vendido al mercado y a la comercialidad o la promoción editorial sólo me lo puedo tomar a risa en un contexto donde todos los premios están negociados de antemano. Venga ya, hombre, a ver si aprendemos por lo menos a dirigir bien los tiros, que hay mucho mediocre encumbrado y mucha mediocre encumbrada y forrándose a costa de la estupidez del sistema constituido por público y crítica como para que se ataque a nombres que lo único que defienden es otro concepto de la literatura. Y otra actitud ante el mundo, también. Así que, por favor, discusiones fundadas en cuestiones literarias o estéticas, que son las que hacen falta en un sector profesional donde triunfa la indigencia intelectual y el facilismo mercadotécnico, bienvenidas sean. Ataques generalistas en defensa del status quo, vale, estamos preparados para defendernos, pero antes dinos quién te paga, Sujeto Anónimo, porque si no no hay quien entienda tu absurda posición…

Anónimo dijo...

Hola a todos. Yo, la verdad, soy muy poco receptivo con este tipo de estrategias sobre etiquetajes. Pero confieso -y no sé muy bien por qué- que lo de "Nocilla" tiene su gracia. Y tirando del hilo no sólo su gracia, también su atrevimiento. El elemento problemático, me parece a mí, se encuentra en el vocablo anexo o de compañía a "Nocilla": "generación". Estoy de acuerdo con los tintes problemáticos e incluso de desface que se han vertido aquí sobre tal concepto, pero me siguie pareciendo a mí que precisamente ahí es donde hay que innovador, es decir, cómo rellenar de contenido lo de "generación". En este sentido creo que habría que olvidar lo de "joven", toda referencia que haga mención a edades y cosas por el estilo, porque precisamente de lo que se trata es registrar las intenciones literarias, esa manera nueva y de mscolanza relacionada con los nuevos medios -por sus formas, por sus princios o/y por sus travesuras relacionales con ellos-. Apunto -y siguiendo el juego que propone "Nocilla" tener en cuenta los ingredientes precismaente de la "Nocilla": leche, caco, avellanas y azúcar. Eso es, entonces cada uno de esos ingredientes debería re-convertirse en en esos principios nuevos que conformarían una generación. Ahí estaría el arte de todo el asunto, la solución posible y un alejamiento real de lo aceptado y por tanto criticado hasta entonces en teoría literaria.
Aquí es a donde deben dirigirse todos los esfuerzos y no al propio nombre identificativo. Es una idea, mía y algo vaga, pero supongo que se me entenderá lo que pretendo manifestar.

Toto

Vicente Luis Mora dijo...

Para Luis Márquez: vamos a ver, señor Márquez, creo que aquí, desde que apareció el artículo, no se le han puesto más que peros, reperos y reparos -por lo menos, un servidor, y hay más peros aún que me callo, porque uno es dueño de sus silencios-. Hemos dicho que "no" a la idea de generación, y que "no" al término nocilla; también hay quienes han dicho
"no" a este modo de intentar resumir periodísticamente lo irresumible. ¿Dónde pone "sí", que me he perdido? ¿Qué más debemos hacer? O en, mi caso, porque tampoco sé si debo utilizar el plural -esto es: que cada uno mire por sus fueros, una conclusión bastante clara de este debate-, ¿qué es lo que debo hacer?

He insistido hasta la saciedad en que hay que repensar el modelo de suplemento literario: todos, no sólo el de El Cultural. ¿Quiere que lo repita? Bien, lo repito. ¿Acaso bastaba simplemente con decirlo, sin hacer nada más? Pues además de decirlo, he abierto un blog que incita al debate, un debate en el que usted ha podido entrar y dejar patente su indignación, precisamente porque alguien se ha tomado la molestia de crear esta plaza pública, que es tan de usted como de cualquiera de nosotros, y en la que es usted bienvenido.

Se lo diré de otra forma:

Me alegro de que pueda criticarme, diciéndome, creo que injustificadamente, que caigo en los mismos errores de los suplementos: gracias a no haberlos cometido, puede usted expresar sus quejas.

En un suplemento jamás podría haberlo hecho.

Lamento no haberme ganado aprobar el examen de su clase de filosofía; humildamente seguiré intentándolo. Me hago cargo de sus críticas -y de todas las demás-, no caen en saco roto y les daré vueltas, porque si no me importase su opinión... no hubiera creado un espacio para escucharla.

En todo caso, le agradezco el tono reflexivo e inteligente, como verá por algunos comentarios anónimos, no siempre es el caso. Gracias y bienvenido.

Anónimo dijo...

En los últimos quince o veinte posts este debate parece haberse polarizado en torno a dos extremos. Por una parte, se habla con respeto de "los libros en cuanto tal", de "la obra sin adjetivos", del "escribir sin más" -y se reprocha a los interesados un supuesto descuido de estos aspectos. Por otra, se habla con desdén de "la prensa", "la moda", "las etiquetas", "los montajes" -y se acusa a los interesdos, con más o menos cortesía, de dar una importancia desmesurada a tales cuestiones. En fin: el Arte contra la Notoriedad. Petrarca quería a Laura y al Lauro; los autores modernos quisieron el Oro y el lauro; al parecer algunos de los actuales sólo tenemos ojos para lo segundo.
Esa distinción entre "la obra en cuanto tal" y la Vanitas Vanitatum que la rodea, ¿es tan definitiva? ¿Acaso no responde a lo que Juan Carlos Rodríguez llamó "el mito del poeta puro"? ¿Acaso la Historia de la Literatura desde mediados del XIX no es, en buena medida, la historia de los que han estado en la catedral y repicando? El Realismo literario ya dedicó la mayor parte de sus esfuerzos a cuestionar, en la letra y en el espíritu, los presupuestos románticos sobre el artista como Puro Espíritu Incondicionado. Después de ello, Mallarmé dirigió una revista de modas, Wilde fue en su día la moda personificada, Max Ernst trabajó en publicidad, Faulkner escribió guiones para películas policiacas y de aventuras -en una época en que éstas no eran "clásicos noir"-, Orson Welles renunció al papel de niño prodigio shakespereano para ir a hacer gamberradas a la radio -y quien crea que eso agradó a los representantes de la alta cultura, se equivoca. Caiga sobre todos ellos la acusación de "haber prestado demasiada atención a los medios", fueran periodísticos o cinematográficos.
Si dijera que me disgusta salir en la prensa, que no me hacen falta términos para designar lo que hago y que me deja frío que leer insultos en un blog, ¿sería mejor escritor o mejor persona de lo que soy? Si eso es cierto, entonces Salinger, que rehuyó toda forma de exposición pública, debe ser bastante más importante que Joyce, que hizo todo lo posible por dar publicidad al "Finnegans Wake" y siempre consideró que la Segunda Guerra Mundial había sido un contratiempo para la promoción de su obra. No: la diferencia no está entre los autores que gustan de ver su foto en los medios y los que se hacen invisibles. La diferencia está entre los que creen ocupar una posición de legitimidad moral exterior al Consumo y los que asumen que el Consumo determina su manera de relacionarse, de follar y de escribir -y procuran elaborar sus ficciones a partir de esa certidumbre crítica. Sí, a mí me gusta salir en la prensa, y nunca me he negado a conceder una entrevista. No me inspiran confianza los escritores que actúan como si las cámaras, las reseñas y los premios fueran un castigo indeseado que ha caído del cielo contra su voluntad. Me recuerdan a Vito Corleone salmodiando "Renuncio al diablo / a sus obras / a sus pompas" mientras, en montaje paralelo, sus secuaces van liquidando a todos su enemigos. Sin duda algunos lo dicen de veras; eso sí: suelen decirlo con una grabadora delante.
¿Cómo se relaciona un escritor con la interiorización del consumo? Es un tema más extenso que el que puede tratarse aquí, pero, a bote pronto, se me ocurren tres maneras. La primera consiste en "histerizar" los criterios e instintos que se derivan del consumo, en sacarlos de quicio y mostrar su parte animal, construyendo una autobiografía abyecta del dinero; esa es la vía del último Cortázar, la de Ballard, la de Aylett. La segunda consiste en asumir de manera provocadora todos esos rasgos: en eso consistía, a decir de Mark Dery, el movimiento punk: no tanto en decir "No a la Reina" como en decir, desde una peculiar posición underground, "Sí al dinero" -que es la frase tabú en la sociedad de consumo. Esa es la vía de autores como Leyner. En su cuento "Eat At Cosmo's" Leyner cuenta cómo unos publicistas le proponen diseñar un método para hacer más acceesibles los textos clásicos; él elabora un sistema para trufar las obras de Shakespeare con publicidad encubierta. Su propuesta es rechazada. Ese momento, en que los mismísimos publicistas le dicen al escritor: "¡Oye, te estás pasando!", es el instante en que la literatura ha logrado revertir la lógica del consumo. Eso se puede hacer desde dentro de ella; no desde fuera.
La tercera vía posible consiste en mostrar la contrafigura del comercio desde dentro. Ahí lleva mucha razón mi estimado Matamoros cuando me compara con Iker Jiménez: en efecto, el consumo está recorrido por espectros, fantasmas y figuras de otro mundo: es un espacio gótico que hay que exorcizar, mostrando su trasfondo sexual (como hace Kathy Acker) o su proyección televisiva (como en algunos relatos de Ferré). Y sí, a todo esto he decidido llamarlo "afterpop"; qué se le va a hacer: soy un poco más nominalista y algo menos modesto que los que insultan desde el anonimato, que es la superación total del nominalismo. Nada me interesaría más que leer una crítica, constructiva o no, de este término y de sus implicaciones.

Miguel Espigado dijo...

Para quien realmente le interese el debate incialmente propuesto por Vicente Luís Mora y no solo despotricar a lo bestia, he dejado un pequeño resumen de lo dicho por los escritores aludidos en generacionnocilla.blogspot.com. Espero que a nadie le moleste que yo haya concedido importancia a lo que aquí se ha dicho. Creo que merece la pena escuchar a los autores.
Nota: el nombre del blog es precipitado y pienso cambiarlo en cuanto comprenda mejor que relaciona a estos autores entre sí y que los relaciona con todo lo demás. Mientras tanto disculpen las molestias.

GASPARD dijo...

¡No, si ya decía yo que esto iba a ser la hostia! Por lo de pronto ya me han ofrecido el Planeta (el premio, no el dominio del mundo, por más que mi vocación esté más en la línea de Stewie Griffin que en la de Juan Manuel de Prada), la dirección del Cervantes y la oportunidad de presentar el Tomate el próximo otoño. Hasta Isabel Preysler me ha invitado a unos Godiva, consciente como es de que la Nocilla y los Ferrero Rocher no son más que inmundos sucedáneos del auténtico chocolate. Se rumorea, asimismo, que Google acaba de lanzar una OPA sobre este blog y que el grupo Nutrexpa ha presentado una querella contra el uso indebido de su marca registrada.

Me autocritico y entono el mea culpa. En realidad yo no quería salir en El Cultural, sino en el Hola, bajando la escalerilla de mi jet privado. Quería haber fundado Zara, no escribir libros, pero la vida es muy jodida.

Por eso, y aunque nuestro primer objetivo era el asalto del castillo escocés de J.K. Rowling para abrir un burdel de inspiración victoriana, hemos tomado posesión, por ahora, de la redacción de El Cultural. Pero no cejaremos en nuestro empeño hasta haber ocupado primero las redacciones de los otros suplementos, después los estudios de televisión y finalmente La Moncloa. Si salimos derrotados siempre nos queda la posibilidad de emigrar a California, fundar una secta (como Hubbard, el de la Cienciología), y obligar a nuestros seguidores a comprar nuestros libros.

Un saludo a todos.

Anónimo dijo...

Por alusiones: Anónimo y Jordi C., cuando al final del post firma Jordi C. son la misma persona: Jordi Carrión o Jorge Carrión. Opción nominalista -por buscar coherencia terminológica en este debate o lo que sea- un poco sui generis. Me explico. Hace dos años que escribo en el blog de Vicente cuando me apetece y creo que tengo algo que decir, me parece odiosa e innoble la opción del anonimato, y no quería tampoco aparecer con mi nombre real para que éste "sonara" en el "mundillo" "español", así que desde el primer día firmé Jordi C. y punto.
Por alusiones: es la primera vez en dos años que hablo de mí, de mi obra y de mi nombre: Vicente me invitó a publicar las respuestas de El Cultural y eso hice. Siento ser un ególatra, pero el mundo me hizo así.
Y siguiendo con lo que comenta Eloy: efectivamente, la figura del "escritor maldito", al margen de los nombres que siempre se mencionan (Blanchot, Salinger y alguno más) y de algunos perfiles que responden a claros motivos de lo que consideramos "problemas" psicológicos o de sociabilización, tiene que ser puesta sistemáticamente en tela de juicio. El rechazo verbal a la repercusión mediática, en aras de cultivar un espacio "real" de la "verdadera vida de la literatura", en los casos de autores "malditos" que yo conozco, viene acompañado de un conciente trabajo de una network, vía e-mail o por teléfono o por carta, para estar adentro del supuesto espacio alternativo. Y de un claro cabreo cuando se podría haber hablado de ellos pero no se hizo. Por no hablar de la teoría de la conspiración: estoy vetado en tal suplemento, mi crítica no es digerida por tal cacique, mi calidad no es entendida porque hace veinte años me negué a participar en el complot de la generación Chupachup, etc.
No tiene nada malo hablar de dinero, ni conceder entrevistas, ni intentar que se hable de tu obra. Siempre y cuando eso no signifique que descuidas la lectura y tu escritura y que dejas de defender -a muerte- tu independencia crítica.
Jordi C.

Vicente Luis Mora dijo...

Bueno, creo que después de las intervenciones de Eloy y Germán algunas hipocresías, por no decir muchas, quedan al descubierto y comprobamos que ocurre con la visibilidad mediática lo que le decía Cabrera Infante a Juan Bonilla en una entrevista: "con el ingenio pasa como con el sexo, sólo lo critican los que no pueden tenerlo". Sustituyan "visibilidad" por "ingenio" o "sexo", y las cosas van bien encaminadas. No escribe uno por eso, pero a ver quién es el guapo que le dice al editor que se niega a hacer entrevistas o a publicitar el libro; además, ¿han oído a un fontanero, un ejecutivo o un abogado hablar mal de su trabajo o no hacerse publicidad en cuanto pueden? ¿Los escritores somos de otro planeta, y nos dan de comer gratis, y yo no me he enterado? Pues inscríbanme en esa sinecura y retírenme, porque estoy bastante quemadito de trabajar doce horas al día, si lo sé no vengo. Por cierto, ahora que caigo: ¿si digo que Eloy o Germán tienen razón en algo, estoy siendo demasiado autocomplaciente, estoy haciendo eso que decía el señor Lobo? ¿Sí? Eso tiene arreglo:

Eloy, Germán, no tenéis razón, sois unos capullos y no sé cómo os permito entrar en el blog. Por mi parte, yo mismo soy gilipollas y mis críticas una mierda.

Hecho el ejercicio de contra-autoindulgencia y la severa autocrítica, me gustaría entrar en el debate estético, porque Juan Francisco tiene razón en algo, y es que se debería hablar más de estética y desde un punto de vista literario. Por cierto, Juan Francisco, como también eres amigo, y no puedo alabarte sin desprestigiar el blog, pues aplícate a ti mismo un calificativo duro, el que quieras, pero contundente. Sigo, a ver si puedo:

Dentro de las respuestas al cuestionario incluidas al principio del post no incluí la mía, esto es, mi respuesta a la pregunta de Nuria Azancot sobre si existía o no una generación nocilla. No lo hice porque no fue mediante mail, sino por teléfono. Pues bien, parte de esa respuesta ya está dicha: no hay tal generación, y no tengo nada claro que haya un grupo. Respecto a lo de Nocilla, le dije a Nuria que si lo de Nocilla, como creía, tenía alguna relación con la novela de Agustín Fernández Mallo, pues eso requeriría una compleja definición de unos mínimos comunes denominadores donde insertar, o no, unos nombres. Cuanto más precisa fuera la definición, más nombres quedan excluidos, porque la literatura de Agustín es muy personal. Evito calificarla porque si no también debería insultar a Agustín, ya lo hice en su momento en este blog (calificarla, no insultarle). De modo que el único autor con características idénticas a Agustín es, obviamente, Agustín, pero también es el único con características similares a él, así de singular entiendo yo su obra. A partir de ahí, y si tomamos como referencia estas características de Nocilla Dream:

1) Discontinuidad
2) Disolución de los personajes en máscaras.
3) Interpolaciones científicas, musicales y filosóficas(código cultural pop alto).
4) Interpolaciones de publicidad, series de TV, películas de serie B, telefilmes y merchandising (código cultural pop bajo, según distinción de E. Fernández Porta en Afterpop y que suscribo)
5) Ruptura del esquema del tiempo novelesco pero preocupación acendrada por el elemento espacial frente al temporal.
6) Hibridación, intergenericidad, inclusión de largos pasajes citados, perspectivas sociológicas y fragmentarismo.
7) Y estilo "bruto", que transita por igual entre la prosa, el poema en prosa y la anotación a vuelapluma,

tenemos un sistema escriturario que permite que muchísimos autores sean "afines" a Nocilla Dream si utilizamos uno solo de los caracteres; ninguno si los pedimos todos, salvo el propio AFMallo, y una lista intermedia -variable, no cerrada, flexible- si apelamos a dos, tres o cuatro de los siete. Entonces, si las diferencias entre Agustín -o su novela- y los escritores son tantas, ¿por qué utilizar Nocilla Dream como reclamo, como título o como epígrafe conductor de afinidades?. Si el criterio ha sido: "escritores de edad parecida que han coincidido en una serie de encuentros de narrativa y que están cómodos -por las razones que sean, literarias o no- cuando están juntos", pues entonces creo que sería más propio llamar a este grupo Grupo Neo3 o, mejor aún, no denominarlo de ninguna manera, no hacer grupos, y seguir hablando de libros y literatura. Me cuesta mucho explicar por qué hay afinidad entre gente tan diferente, por ejemplo, como AFMallo, Jordi Carrión o yo, pero el hecho es que la hay, y hay un sentimiento de "cordialidad creadora", no sé bien cómo denominarlo. O quizá sí: en el encuentro de Sevilla, la mayoría de los autores reconocía que no se leían entre ellos. Quizá esa es la diferencia: Juan Francisco, Gabi, Eloy, Jordi, Agustín, Robert, Germán, Javier, y otros más, espero no olvidarme de nadie, sí nos hemos leído. Y, perdonen la autocomplacencia: en general, salvo las pertinentes excepciones, nos ha gustado lo que hemos leído en los otros. Suelo recordar aquello que le escuché una vez al poeta Eugenio Montejo y que tanto me impresionó: hay escritores que te gustan, pero que no son de tu grupo sanguíneo: disfrutas con ellos, pero no "te dan sangre". No sólo ellos, pero a mí estos tipos indeseables, malvados y ansiosos de dinero y fama (no como los espíritus puros que a veces nos visitan) me dan sangre.

Me voy, que tengo que trabajar, a pesar de ser las nueve de la noche: mis ventas, mis infinitas colaboraciones televisivas y mis numerosos premios internacionales no me dan lo suficiente para vivir. Abrazos a todos.

Anónimo dijo...

¿Están locos o qué?

Dice Fernández Porta: "¿Acaso la Historia de la Literatura desde mediados del XIX no es, en buena medida, la historia de los que han estado en la catedral y repicando?"

Dice Jordi C.: "algunos perfiles que responden a claros motivos de lo que consideramos 'problemas' psicológicos o de sociabilización, tiene que ser puesta sistemáticamente en tela de juicio"

Yo como lector no puedo permitir eso ni que tengas que componerme lo que a mí me interesa leer. ¿De qué váis? Lamentable, lamentable, lamentable... Terriblemente lamentable.

¿Respeto a ustedes? Ni siquiera son boutades sino soberbia pura por los cuatro costados, colegas.

Toto

Anónimo dijo...

Lo siento, pero a mí esto ya no me gusta nada!!!!!!

Toto

Anónimo dijo...

Vicente Luis, veo que no has recibido o admitido un comentario que envié hace dos días, porque quizá no aportaba nada y caía en el insulto. Así que gracias por evitar mi autodescalificación. No se asusten: sólo era un comentario impertinente y gratuito sin maldad, frívolo y machista.
Impresionado por la cola que ha traído el reportaje de Nuria, quisiera comentar:
1. Lo que tienen en común los autores interrogados por Azancot es mucho: haber sido interrogados por Azancot. A partir de ahí todo serán parabienes para los escritores que el ojo de la periodista ha identificado. El mencionado que se queje, es tonto (sólo un poco, no me vayas a censurar), y el no mencionado, tal vez envidioso.
2. Sobre lo dicho por VLM, que "nosotros sí nos hemos leído y nos hemos gustado", creo que hay que tener cuidado. Les das a quienes busquen criticaros un argumento a su favor: "éstos no son un grupo ni una generación, son una capilla que vienen dando fuerte y por fin han conseguido relevancia". En cualquier caso, hay que daros la enhorabuena: con capilla o sin traéis reflexión, madurez crítica, debate, y sangre nueva.
Salud.
Román Piña

Anónimo dijo...

Vicente,
Ya que se ha mencionado Pulp Fiction, de Tarantino, autor de referencia, te digo que, cuando quieras elogiarme sin tapujos, llámame con el calificativo que el personaje de Sam Jackson lleva inscrito en la cartera: MOTHERFUCKER...
Así todos contentos. Pero no vuelvas a decir que tengo razón en algo sin decir en qué no la tengo. Desgracaidamente el contenido de mi post es íntegramente cierto hasta que se demuestre lo contrario, aunque no tienes que alabarme por ello, todo lo contrario, insúltame...
Por cierto, gran noticia: he conseguido, gracias al affaire Nocilla, colarme en la lista de espera del Nadal 2017. A ver si hay suerte...

José Ignacio Montoto dijo...

Yo, lo que observo desde mi rincón de 1979,"la generación perdida", es que hay mucho anónimo por estos lares buscando su sitio en la "generación petazetas", mucho ruido en la boca y poco más.

Anónimo dijo...

Gracias, Vicente. Tu lema sigue siendo sostenello y no enmendallo, tal como esperaba, pero te agradezco la hospitalidad. Cumplo mi promesa y firmo con mis transparentes iniciales (pero tú ya sabías que era yo, eh viejo zorro, y esto lo digo con simpatía).
Lamento (pero acato) la prudente censura. Tengo que decir que la expresión "tonto útil" no la usé como un insulto. Es algo semantizado, como decir "cabeza de turco". Pero vale.
Lo que yo pretendía decir lo ha dicho mucho mejor Luis Márquez, de quien entresaco este interesante párrafo:
"Me ha dado pena tanto ese egocentrismo y vanidad como el entusiasmo mal disimulado ante el protagonismo de un día en unos medios, sobre todo porque ahora tengo la sensación de que tras todo esto no hay verdadera pasión literaria, sea lo que sea esta, sino sobre todo ansias por "colocarse" y por crear una generación."
Fin de la cita. No se puede expresar mejor en menos espacio.
Me han llenado de asombro algunos comentarios posteriores al primero mío, como ese en el que se me pregunta quién me paga, como insinuando que soy parte interesada en este asunto. Yo ni soy narrador ni quiero serlo ni soy amigo de Pérez Reverte ni me dedico a la edición ni conozco personalmente a ninguno de los implicados en este asunto ni me caen bien ni mal ni todos los "nis" que quieran añadirse. Yo aquí soy un lector, aunque tenga labores literarias que nada tienen que ver con lo que aquí se discute.
Pero lo más pasmoso es que otros se defiendan con la consabida historia de que Oscar Wilde era muy famoso y aún así un grandísimo escritor o que Joyce se mataba por ser conocido. Y justificándose por dar entrevistas y salir en El Cultural. ¿En qué momento yo negué la legítima aspiración del escritor de tener muchos lectores? ¿Cuándo dije que un escritor conocido que vende muchos libros y sale en los suplementos se ha vendido a algo? ¿He dicho yo que Faulkner hiciera mal por intentar el éxito?
De lo que yo he hablado es del infantilismo patente en el debate en este blog al respecto de "la cosa". Esa transparente vanidad por el reportaje de un suplemento, ese inflarse el pecho con el protagonismo y la publicidad ("somos niños traviesos y se habla de nosotros"), ese contemplarse el ómbligo tras la buena comida... Y todo mal disimulado en algún caso con "no, no, yo no me siento parte de esto, son los medios", etc., para marcar el territorio de la individualidad, y a renglón seguido entrar a saco en el juego y ejercer de representante de la generación y de la afortunada etiqueta porque está claro que vendrá bien para el tironcillo. Todo lo cual no tiene nada que ver con la calidad literaria, porque de todo hay en esta viña del Señor, ya lo dije anteriormente. Lo infantil y lo ridículo es dejarse enredar en ese juego. ¿Dejarse enredar? Miento, miento: no es algo casual, no obligan a nadie. El que juega es porque quiere y porque le conviene.
Los niños y los adolescentes son gregarios y en eso algunos nunca abandonan la infancia y la adolescencia. Hay aquí muchos que se cobijan en el plural como en una cueva cálida y confortable. Les da identidad, les ayuda a conseguir su puesto en el mundo. Y creen que la individualidad les será dada graciosamente de igual modo. Pues no.
Mucho me temo que el titular de este blog es quien más se ajusta al retrato que acabo de hacer (aunque no el único). Su propensión a la creación de etiquetas arbitrarias y grotescas le avala desde hace mucho y estoy convencido de que se dejará la piel en la labor de popularizar esta. Pero va a tener que hacer algo más que una lista de la compra como la de su último comentario para que cuele. El buen Vicente es también experto en crear teorías y luego forzar la realidad (aunque tenga que torturarla cruelmente) para que encaje en el esquema previo. ¿Cuántos os vais a dejar pillar en ese juego por otra parte halagador y reconfortante? Yo sé que es un gusto enseñarle a la novia la página del ABC pero la escritura es otra cosa. ¿O no?
¿Eera la disconformidad, el malestar? ¿O era la aquiescencia?
Saludos y que haga sol.

Vicente Luis Mora dijo...

1) Román, a veces, según la conexión, los comentarios pueden perderse. Te recomiendo que los hagas en word y luego los pases a la cajita de arriba a la derecha. También puedes enviármelos al mail y los cuelgo yo, como prefieras. Respecto a tu comentario: si es que eso es lo que queremos, "no" ser considerados como grupo y mucho menos como generación. Porque no lo somos.

2) Toto, no has captado algunas ironías, creo. No es para tanto, hombre, se defiende la postura de uno, y punto. Como la conozco, creo que es interesante que expongas tu postura sobre la responsabilidad ética del escritor, muy parecida a la de nuestro común amigo Ángel Zapata. No les ataques insultando, sino argumentando.

3) Querido José Luis Piquero, un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Toto: me encantará hablar sobre nuestra locura.
La escritura auténtica (Kafka, Celan, Sebald, Goytisolo, por ejemplo) nunca ha estado reñida con la voluntad de publicar en las mejores editoriales ni de ser leído por un público amplio.
Creo que es mejor admitirlo, y te lo dice alguien que trabaja conscientemente a esos autores y que defiende una ética literaria, y que apuesta por la vigencia de discursos alernativos y underground, respecto del mainstream.
Leyendo a Juan Goytisolo desde sus orígenes he visto claramente que siempre se ha visto respaldado y ha respaldado a su vez a Julián Ríos, Carlos Fuentes o José Ángel Valente, en todo tipo de actividades para-literarias. ¿Le quita eso quilates a su extraordinaria obra? No: pero tampoco hay que negarlo ni ocultarlo.
Yo leo y releo con frecuencia a Kafka, Sebald, Celan o Goytisolo, me interesa muchísimo cómo construyen sus textos y cómo problematizan lo que Sebald llama el miedo "a la impostura". Esa lectura es íntima, no publicable en un debate como este que no es sobre literatura, sino sobre todo lo demás que la envuelve y que es intrínseca a ella (que se lo digan a Shakespeare y a Cervantes).
Charlar en este blog nos quita veinte minutos al día; el resto del tiempo que cada cual lo invierta en lo que crea que debe hacerlo.
Esa es la ética.
Aquí hablamos de moral.
Jordi C.

Anónimo dijo...

¡Cuánta razón, Piquero!

Anónimo dijo...

Este comentario para los “puristas”, que nos acusan de “vendidos” y otras lindezas tan antediluvianas como descacharrantes:
Hace poco les preguntaban a los inteligentes componentes del grupo Astrud si se consideraban freaks y demasiado preocupados por el mercado. Y respondían (cito de memoria):
“Lo que nos parece freak son cantantes como Rosana, que llega a sus conciertos como diciendo, “no, si yo pasaba por aquí, venía de mi huerto del plantar unas lechugas y me encontré esto ya montado… ””,

Pues eso.
En mundos mucho más evolucionados socialmente que la literatura, como el de la música, es obvio que cuanto más salgas en los medios, pues mejor, ya que una obra mala no la salva ni el cristo por mucha promoción. Sin embargo en la literatura no paran de salir extraños ecos del pasado, gente que aún se cree Cioran en su buhardilla. Cuando no Diógenes, o cuando no algo peor: un censor de comportamientos ajenos que en principio nada le afectan. ¡Menudo atraso!
Yo, por mi parte, ojalá estuviera cada día saliendo en Tele5, TV1, El País, ABC, y el Canal Fox y, como dice Germán, fuera el dueño de Zara.
Deducir de una presencia mediática la poca calidad de una obra es el típico rasgo del censor, siempre purista y puritano. Y sobre todo del moralista. De curas y moralinas ya tuvimos bastante. Escriban, señores censores, publiquen, y ya veremos sus obras. Tranquilos, les juzgaremos únicamente por la calidad de las mismas, somos gente justa, no por las calenturas pueblerinas y religiosas que demuestran en este blog.

Anónimo dijo...

Hombre, Vicente, hay cosas y cosas. Admito que uno pueda evidenciar sus gustos, pero yo no tengo relación con ellos y no los conozco y veo eso plasmado ahí y me quedo patidifuso. Visto así entenderás que yo vea al mismo que dice lo del medio siglo XIX para acá incluyéndolo a él, no tenddría por razones por ahora para dejarlo fuera. Con lo cual esa forma de exponer es más peligrosa que cuando yo aparento ser violento, pues al fin y al cabo mi violencia es por mi convicción y me pierdo expresivamente, pero esto está hecho desde una argumentación literaria y es terrible escucharlo. Luego el otro con la literatura motivada por problemas enfermizos y de sociabilidad ya es mucho, dígase con la ironía que se diga. Me acuerdo cuando Krawietz me consideró, entre otros, diciendo que "no son poetas en ninguno de los modos posibles". Y yo le contesté públicamente que estaba dispuesto a regalarle un abrelatas para su pensamiento monotemático y reiterativo. Y luego me acusaba de que lamentaba que no le contestara con juego teórico, y yo pensado qué autoridad me permitía para hacerlo cuando de entrada "no soy poeta en modo alguno". Expuesto este ejemplo pretendo insinuar que hay exposiciones que cierran los planteamientos y que se toma a la ligera no ya la crítica literaria sino la vida problemática de cualquier ser humano, sea escritor o no. En este sentido, digo, me parecen declaraciones lamentables, y de ninguna manera ayuda a tener en cuenta a quien opina así, y es más, a perder cierto sentido y cordura ante el hecho literario y su poder expansivo, que una generación o grupo o lo que sea, no pude poner verjas al campo así como así, por muy snob que se sea, porque entonces el territorio de la posible Nocilla que quí se pretende delimitar pierde gracia y estos comentarios, para mí lamentables, no ayudan a ver claro su propio territorio. Que a uno le gusta jugar, sí, yo soy el primero. Pero jugar requiere sus reglas y cortar cabezas a tutiplén no hace más que presagiar que tarde o temprano te corten la tuya. Creo que si algo nuevo tiene que venir no ha de ser de este modo, sino por el peso que impongan las propias obras, por mucha nocilla que contenga el trozo de pan. Hay que tener cuidado con los empachos. Digamos lo que se diga la última palabra la tiene el lector, el buen lector. Y enfermos estamos todos, psíquica, física o socialmente. De ahí a que yo soy el mejor sólo hay un paso. Y eso sí que me parece infantil, y en mí no suscita ningún interés sino huida y espantada.

Anónimo dijo...

Este último comentario es mío. Se me escapó firmarlo. Toto

Anónimo dijo...

Dice ExAnónimo: “Yo sé que es un gusto enseñarle a la novia la página del ABC pero la escritura es otra cosa” (sic!)…

Dice MOTHERFUCKER: Ah, te pillé! No sabes nada de gustos ni de escritura, Exanónimo algo exánime. Es obvio. Primero: es de muy mal gusto enseñarle a la novia el ABC, cualquier página del ABC, a ver si te enteras, a cualquier novia (incluida la novia cadáver). Segundo: prueba a enseñarle la novia al ABC, si es eso lo que te mola, por cambiar las modas. Pero escribir, si es que sabes lo que es, carezco de pruebas por ahora, se parecería más a renunciar de una vez por todas a la masturbación lírica y convertir la página del ABC, todas las páginas del ABC (y de El Mundo, El País, Le Monde, el New York Times y hasta Libération o Le Monde Diplomatique si te ponen o puedes leerlos) y el abecedario entero, en tu única novia, y hacerle a esta nueva novia más prosaica toda clase de guarrerías, por delante y por detrás, y que ella te las haga a ti después, hasta que ya no se sepa quién hace qué a quién, ni quién es quién, como en algunos cuadros de Picasso, ni importe lo más mínimo ya qué sea el ABC, la novia, los solteros, las páginas, las pajas, la prosa, el verso, los desnudos y la puta de la gramática, incluso. Eso es escribir, una orgía a múltiples bandas, quien lo probó, en la vida y en el arte, lo sabe. No se puede enseñar, desde luego. ¿Lo sabes tú, o es que sólo te divierte ser el aguafiestas de una fiesta que no existe más que en tu cabeza?…
Que yo sepa, además, nadie se esconde, ni de sí mismo ni de los otros, por entregarse al reconocimiento público de sus semejantes. No hay grupo, no hay generación, no hay nada de nada más que un puñado de obras que todavía darán mucho que hablar, y otras por venir que confirmarán o no las sintonías estéticas, las filiaciones culturales, las genealogías literarias ya acreditadas. Nada más y nada menos, la pasta de que está hecha la mejor literatura desde siempre, digan lo que digan lo agoreros y los enterradores que, discúlpame la franqueza anterior, si no cobran su sueldo de alguien, lo hacen de la muerte, la gran niveladora.
En suma: Que los muertos entierren a sus muertos y los vivos celebren la nueva cosecha como corresponde (¿se nota que ando releyendo a Eliot?)…

A mi novia, antes que enseñarle las obscenas “pajas” del ABC y otros, prefiero cantarle en voz baja estos versículos de amor:

“Vamos entonces, tú y yo,
cuando la tarde se tiende en el cielo
como un paciente anestesiado en una mesa…”; etc.

Anónimo dijo...

UNA PROPUESTA AUGUSTINIANA PARA ESCRIBIR SOBRE EL CONSUMO

En un post reciente el poeta y periodista cultural José Luis Piquero emplea la expresión "la cosa" para referirse a un reportaje y a sus eventuales consecuencias. Este modismo lingüístico resulta muy revelador: en efecto, en la sociedad de consumo concebida como Babilonia del gasto, los factores centrales de la Ciudad (prensa, dinero, ¿celebridad?) rara vez se describen a las claras. Su forma expresiva es el circunloquio. "La cosa" es "Das Ding", en el sentido freudiano de "lo que no debe ser expresado: aquello que resulta obsceno y vergonzante". El circunloquio, la alusión, la perífrasis: tal es la retórica indirecta con que la sociedad de consumo intenta dar cuenta de sus factores centrales -y ocultarse así su propia condición, sustrayéndose de sí misma.
Este extremo puede comprobarse con referencias infinitamente más relevantes que el tema con que empezó estre trackback. En efecto, quienes ocupan el centro la sociedad de consumo siempre usan perífrasis para referirse a su condición; siempre eluden "la cosa". Jenniffer López dice que "el dinero no cuenta" y que sigue siendo "Jenny la del bloque"; Master Card nos enseña que las cosas importantes no se pagan; Penélope Cruz afirma que su vida es corriente y moliente; La Caixa es un ONG. La retórica del circunloquio se articula por medio de la falsa modestia, llevada al extremo de lo ridículo o inverosímil. Son muy pocos los personajes célebres que se resisten a este modo expresivo; que yo sepa, sólo algunos cantantes de gangsta rap osan decir "tengo un montón de dinero / soy muy famoso" / "me tiro a todas las groupies". Pero incluso en estos casos la "honestidad verbal" tampoco es percibida en su sentido literal, sino que suele interpretarse, con cristiana comprensión, como un modo retórico de sublimar el conflico de raza que es uno de los temas del rap: "Yo (como heredero de la tradición afroamericana oprimida) por fin tengo derecho a decirte a ti (blanquito pobre de los cojones) que soy más rico". Tiene un pase.
Como puede comprobarse en los posts anteriores, la mera mención de "la cosa" funciona como un Gran Atractor que solapa todos los demás argumentos y los anula. Si alguien menciona a Joyce, es sólo una excusa para justificar su vanidad; si se intenta pasar del debate sobre política literaria al debate sobre estética, no hay manera: todas las críticas vuelven al inicio -obsérvese, en los posts anteriores, el "descarte" de las propuestas de debate en favor de la discusión sobre "la cosa": "vosotros vais de...", "lo que os pasa es que...".
El escritor es quien debe decir Verdad, que se define por oposición al circunloquio; ¿cómo puede, pues, afrontar el imposible retórico al que me he referido? Mi propuesta ya la he apuntado en el post anterior, pero creo oportuno precisarla: las referencias a la "histerización", al "exorcismo" y al "sacar de sí" (el Consumo) podrían agruparse en una sola fórmula: el autoexamen. Este recurso se encuentra en el centro de mi encrucijada (la de todos) como "sujeto del siglo XXI". En tanto que ciudadano actual, asumo la necesidad de definirme en relación con los medios y el dinero, sé que es inevitable; pero en tanto que "humano" (si es que aún puede hablarse así), "en el fondo" sé que eso es malo. Debo usar, pues, ese sustrato moralista o incluso cristiano, tan extemporáneo como pueda parecer, para interrogarme y "sacar de mí el Diablo del Consumo". Cuando he mencionado a Joyce, ¿lo he hecho para justificar mi vanidad? No tengo derecho a hacerlo: mi vanidad no es un efecto retórico; ninguna referencia a la retórica ciceroniana ni al carácter joyceano puede atenuarla. Así que debo preguntarme, como hace Leopold Bloom en el capítulo XVII del "Ulises": "¿Por medio de qué reflexiones él, reaccionando conscientemente contra la vacía incertidumbre, justificaba ante sus propios ojos sus sentimientos?" En ese capítulo, que era el favorito de su autor, hay una clave para afrontar el tema. Si Artaud definía la literatura como "el acto de arrojar a Dios de sí", yo prefiero, en la misma línea, identificar y arrojar fuera, si ello es posible, el Dios del mercado. ¿Puedo aspirar, como Leopold Bloom, a tener "más abnegación que celos, menos envidia que ecuanimidad"? ¡Así lo quiera el Dios del dinero!
Si a alguien le sorprenden las referencias de este post, le propongo, modestamente, que relea los diez anteriores: allí encontrará, más o menos explícitos, una larga serie de comentarios de carácter inequívocamente moralista que hablan de pecados como la vanidad, la soberbia, la ira, el egoísmo -y de los castigos terrenales que pueden merecer. En efecto, el sustrato cristiano sigue muy presente en nuestros días. ¿Cuántas noticias -sobre la guerra, sobre la pobreza, sobre la corrupción generalizada o sobre un fallo mecánico- terminan con la frase augustianiana "Esto debería hacernos reflexionar (y hacer examen de conciencia)"? El artista contemporáneo no puede sino intentar ajustar cuentas con esa contradicción entre lo hipermoderno y el cristianismo primitivo, entre la creencia en el texto mondo y lirondo y la voluntad de figurar en los medios, entre la autoafirmación consumista y el examen de conciencia. Quisiera terminar este apunte con una cita del poema de Piquero "Oración de Caín": "Gracias, odio; gracias, resentimiento; gracias, envidia: os debo cuanto soy. Lo peor de nosotros mantiene el mundo en marcha y la ira es un don: estamos vivos."

Anónimo dijo...

De momento el Primavera Germán, el Planeta te queda grande. Te ha de salir una cosa neoclásica, apañadita...Con romance tórrido en la Provenza, que se pueda filmar, con gancho, con mucho gancho.
Pero hombre, que aún no he visto a ninguno mojando pastitas en los charcos parisinos.
De qué va esto? O eres mi amigo y me pones Nutella en la tostada
-la Nutella es realmente lo alternativo-; o eres un anochecido literario que escribe novelitas lineales, casposas etc...
Como no tenemos vela en los grandes medios los ponemos a parir en nuestro foro, y cuando nos hacen caso, donde dije digo... Nadie comenta, por cierto, que Mallo que se ha ido a Alfaguara a publicar el resto de las cremas. A que ahora no parece tan malo el coco? En fin, que hay que ser más coherente coño.
Matamoros

Vicente Luis Mora dijo...

A eso me refería, Antonio, a que además de enfadarte sabes y puedes dar argumentos. Sabes que estoy de acuerdo con parte de tus ideas, sobre todo esta: "Creo que si algo nuevo tiene que venir no ha de ser de este modo, sino por el peso que impongan las propias obras, por mucha nocilla que contenga el trozo de pan". Desde esa postura escribí La luz nueva, del que te quedan por comprar, si no recuerdo mal, 497 ejemplares :)). A mí me interesan como crítico las obras. A los periodistas las etiquetas no reflexivas, los movimientos de grupo, las disonancias. Cada uno en su terreno debe hacer su trabajo. Y nosotros -me refiero a todos los que estamos hablando aquí, tú también- debemos dedicarnos, además a escribir, lo mejor que sepamos. Son las obras las que harán el camino, no nosotros. En esa responsabilidad literaria última creo que tú y yo estamos muy de acuerdo. Lo que pase después de escribir (cómo vender, cómo vender/se, cómo valer, cómo hacer valer, cómo pre/valer/se) ya es problema de cada uno. Un abrazo, Antonio.

Áreo Lórima dijo...

Menuda se ha montado. ¿A quién se le ocurre titular un libro bajo el sueño de la nocilla? Agustín, si es que no puede ser, siempre mirando el marketing, ni que el libro fuese algo original, ni interesante, todo se reduce a lo llamativo del título que ha dado hasta para abanderar una generación, ni queriendo te sale mejor Agustín. :-)

Mira que marcarte tú mismo el primer comentario VLM, luego te tildarán de narcisista, incluso algunos dirán que utilizas el blog para encrespar y enervar al personal, mira que servirte del blog para hacer Luz Nueva, te dirán que si estás falto de ideas, etcétera.

Por cierto ¿Qué fue dela generación del chorizo y la morcilla? Aquella generación que eructaba poemas casi sin querer.

Saludos y a seguir bien.
Una lástima que gente que trabaja 25 horas al día, que actúa bajo el rigor y la investigación y horas y horas de lectura y elaboración tengan que verse metidas en estos berenjenales.

Quizás todo este hilo tenga que derivar en el estrepitoso momento por el que está pasando el periodismo, y el periodista español, sobre todo los que se dedican a cultura

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=MsziSppMUS4

Anónimo dijo...

piquero... a quién quieres engañar, hablando de autobombos y publicidad, si tú vienes al blog de V L Mora porque es el único sitio en el que se ten menciona, y lo haces tú mismo. ja ja

Vicente Luis Mora dijo...

"yo no sé pensar, pensar duele, se sufre, resulta poco elegante"

Eloy Tizón, Parpadeos, Anagrama, Barcelona, 2007, p. 28. (Un tardomoderno que me encanta).

Anónimo dijo...

Bueno, Jordi C., me has serenado con tu último post, que lo sepas.

Toto

Anónimo dijo...

1. Pensando, pensando... sobre la problemática de fondo -el no entendimiento- del tema propuesto en este blog me parece que es la presencia -voz y voto- de los propios autores aludidos en El Cultural. Eso crea suspicacias y los halcones y cernícalos se tiran sobre las posibles presas. Claro, para tirarse sobre Joyce tenía que ser a través de carta -y no a través de un medio tan directo e instantáneo como éste- y cuando ésta (la carta) llegaba ya Joyce estaba en "otra provincia" (jajaja)

2. Decir que el título de Fernández Mallo, Nocilla Dream, es una fallida ocurrencia es tener el sentido de la síntesis en el culo. Sólo eso, Nocilla Dream, lo cambio por toda mi obra poética. Siento hasta envidia, vamos.

Toto

Anónimo dijo...

Lo veía venir. Sabía a ciencia cierta que acabaría saliendo. Lo ha dicho Mahorí pero más de uno se habrá quedado con las ganas.
Para Mahorí exclusivamente, y con mi desprecio por su tosquedad: a mi último libro (y ahí están las hemerotecas) Babelia le dedicó una página completa y otro tanto hizo el Cultural.
Liquidado este penoso asunto, pero a vuelapluema del mismo, lo que acabo de decir lo he tenido que decir para que no se desvirtúe mi posición en este debate (o llamémosle mejor intercambio de pareceres). Pero no me gusta comentarlo, no es algo que yo use y jamás lo hubiera mencionado salvo como cortafuegos, que es lo que hecho.
Y la expresión "comentarlo" no es casual. Hay un chiste (no digo que sea correcto ni apropiado ni de buen gusto) en que una vieja de 80 años va a confesar y le dice al cura:
-Padre, me acuso de que me han violado.
-¡Mujer! -dice el cura- Pero eso sería hace muchos años...
-Sí, pero es que me gusta comentarlo...
Bien, la impresión que yo saqué del debate (y que me hizo intervenir) fue que aquí de lo único que se hablaba era del artículo famoso porque "nos gusta comentarlo": no de literatura, no del libro de Pepito o de Juanito, no de ideas o de creación. Sólo de "¡Hemos salido en El Cultural, chachi!", "¡Dicen que somos una generación; ayudémosles a creerlo porque será pa bien!" y, en definitiva, "¿Nos habéis visto en el Cultural? Oui, c’est moi! (comme Lulu)".
Algunos han hablado de censura, no sé si lo decían por mis comentarios. Si el término "censura" se refiere a restricción de lo que dicen los demás, evidentemente no es el caso, porque yo no tengo el menor interés en impedir que la gente diga las cosas que dice, ni tengo poder para ello (y si lo tuviera no me imagino ejerciéndolo). Si a lo que se refieren es a la corrección o reprobación de algo, a la emisión de juicios, evidentemente yo ejerzo la censura. O llamémosle por su nombre: opino.
En otro sentido, Eloy Fernández Porta se extendía al respecto de que yo llamara “la cosa” a todo este tingladillo. Y despliega un montón de teoría al respecto, con abundantes citas autorizadas (Penélope Cruz, etc.), lo cual era totalmente innecesario: sólo pretendía resumir con ironía algo que de mencionarlo me hubiera supuesto dos o tres líneas, que ahí van: la cuestión de una nueva narrativa tal como la ha visto El Cultural y tal como se ha debatido en este blog a partir del propio reportaje y de las respuestas a unos tests, con todo lo cual se ha levantado (o continuado levantando) toda una teoría con unas premisas, una nómina, unas características, etc. Arf, arf! He llegado agotado al punto final.
Mejor decir “la cosa” y todos sabemos de lo que estamos hablando. ¡Y además es que realmente es “una cosa”! Pero bueno... De verdad, Eloy, no hacía falta tanto aparataje crítico ni tanta cita (Penélope Cruz, Jennifer López, el cantante ese que se tira a todas las grupies... Cada uno cita a sus clásicos) sólo por una palabra, “cosa”. Lo doy por bueno. Y rellenaré mis lagunas culturales leyendo a Penélope y a Jennifer.
Sigo atento, con mis dos orejas retráctiles extendidas y mis mejores deseos para todo il mondo lirondo.
JLP

Juan Carlos Márquez dijo...

"a mi último libro (y ahí están las hemerotecas) Babelia le dedicó una página completa y otro tanto hizo el Cultural."

Cuánta incoherencia: Para criticar una, a tu juicio, presunción, te bañas en tu propia presunción.

No perdamos el norte: Bobelia y el Cultureta incluyen libros muy buenos, buenos, regulares y nefastos (sobre todo nefastos).

El valor crítico de ambos suplementos es equiparable al de la revista Fotogramas en lo que concierne al cine: no es posible criticar como dios manda una película si la página siguiente está ocupada por publicidad de esa película.

Una cosa es el contenido del anuncio (el libro) y otra, muy distinta, el tablón de anuncios (el suplemento).

Parece mentira que haya que recordar estas perogrulladas. Si se trata de ver quien la tiene más grande (la reseña), mal vamos, porque puestos a presumir yo soy de Bilbao.

Juan Carlos Márquez dijo...

Me gustaría contar un anécdota que viene poco al caso, la verdad, pero me apetece por aquello de quitarle un poco de hierro a este asunto generacional.

Tengo una novela por ahí concurseando y en ella sale la Nocilla (es parte de una contraseña secreta: un personaje dice leche, cacao, avellanas y azúcar; y el otro da el santo y seña: Pralín) y aparecen también los chicles Cosmos, Uri Geller, el profesor Jiménez del Oso, etc.

Yo no pertenezco a ninguna generación de escritores, pero sí a una de hombres que hemos crecido en un contexto idéntico o al menos muy similar, y eso al final acaba saliendo por algún lado, porque las primeras obras suelen ser un reflejo de la infancia que a uno le tocó vivir. Y yo nací en 1967, qué le voy a hacer. Compartimos vivencias y eso es inevitable, por encima de cualquier otra consideración literaria. Lo que acabo de decir es una simpleza, vale, pero alguien tenía que decirla.

Anónimo dijo...

Amen,
Eloy Fernández Porta. Slavoj estaría orgulloso de tí. Pero que clarividencia, que elocuencia, que contemporaneidad. Está visto que lo suyo no es la poesía. A que viene ese barroquismo expresivo, esas filigranas para explicar algo -continúa la cuestión elidida-
evidente a ojos de todos. En qué quedamos: nos gustan o no nos gustan los medios? Ahora un poco más y antes no tan poco? Intuyo una tímida apertura por parte del personal.
Es evidente que no hay generación, coño! Como también lo es que no tendría credibilidad que sus propios integrantes se autoproclamaran como tal y quisieran por voluntad propia marcar un antes y un después en la historia de la literatura pátria. Y creo que esto es lo que escuece. No la ética, la estética. Las formas remiten a la roncha de la que ustedes mismos huyen. Actitudes más modernas mostraban autores hoy marginales, hace 30 años. Al menos Fdez Mallo tiene claro que lo que quiere es vender, tener lectores, cuantos más mejor, y ocupar el lugar de la caterva dominante. En ustedes hay una inquietud, buscan relevancia, eso se huele de lejos. Pero hombre escriban cosas, publiquen donde sea -sin despotricar que luego queda feo- y aprendan de la lección de Nocilla. "Mañana" saldrán las nuevas cremas y ya veremos en que queda todo.
Matamoros

Anónimo dijo...

Leyendo algunos posts me da la impresión de que hay quien cree que el origen de todo esto es artículo de El Cultural de la semana pasada, y que ha partir de ahí se ha montado a toda prisa un rollo teórico para justificar la existencia de una generación, de un grupo o de una pandilla de amiguetes que se creen muy modernos. Intentaré aclarar un par de cuestiones que creo están confundiendo mucho este debate:

1. No veo por ninguna parte que alguno de los citados en el artículo que han escrito aquí haya defendido la existencia de tal generación ni se haya autoproclamado miembro de ella.

2. El artículo del El Cultural no es más que una anécdota menor en un diálogo en curso desde hace al menos una década en España y desde principios de los noventa en otros países (sobre todo en los anglosajones) acerca de la literatura en las postrimerías de la postmodernidad. En este diálogo han participado y participan ALGUNOS de los citados en dicho artículo, OTROS no citados, y MUCHOS que llevan escribiendo 30 años a más. Para quien el Cultural y el Babelia son sus únicas o principales fuentes de información, esto puede parecerle muy raro.

3. No creo tampoco que nadie pretenda marcar un antes y un después en la historia de la literatura patria. Las corrientes estéticas y poéticas en las que ALGUNOS de los citados y MUCHOS no citados podríamos enmarcarnos están ahí desde hace mucho tiempo, en muchos países y en muchas disciplinas artísticas y científicas. Otra cosa es que la aplicación de esos principios estéticos y poéticos a la realidad actual pueda dar lugar a obras más o menos representativas de la cultura contemporánea, que sí presenta una serie de características claramente distintas debido a fenómenos sociales y tecnológicos que todos conocemos. Si eso es así, ya se verá.

4. Probablemente uno de los mayores errores del artículo del El Cultural y otros que han salido por ahí, es tratar "la cosa", si queréis llamarla así, como un fenómeno local y presente en lugar de enmarcar la obra de ALGUNOS de los citados y no citados en un contexto global y temporal mucho más amplio. Esta no es una "cosa" propia de la literatura española, ni siquiera de la literatura, sino que responde a una problemática de la expresión artística contemporánea en un mundo en el que, entre otras cosas, han desaparecido las fronteras geográficas, idiomáticas y metodológicas.

5. A veces, se dan circunstancias por la que el éxito de un libro u otra obra de arte "de culto" puede llegar a representar, más o menos "injustamente", un tiempo y un lugar concretos del diálogo estético en curso. "My cousin, my gastroenterologist" de Mark Leyner o "Infinite Jest" de David Foster Wallace son dos ejemplos de los años 90 en Norteamérica. En otras ocasiones no es así, y se las trata como obras singulares ("House of Leaves" de Danielwski). Pasado al tiempo, no creo que esto tenga importancia para la obra en sí o para las tendencias con las que se la hubiese relacionado en su momento.

6. Invitaría a todos aquellos que no están de acuerdo con que la obra de cualquiera, citado en el artículo o no, sea relevante en el contexto de la cultura contemporánea, a que expliquen por qué y pongan ejemplos alternativos.

7. Acerca de los media: En mi opinión los suplementos culturales están obsoletos como medios de difusión de la literatura y otras artes. Como las páginas de "ciencia" de los periódicos. Lo seguirían estando aunque me dedicasen un número monográfico con mi fotografía en la portada.

Saludos para todos.

Anónimo dijo...

He seguido este debate desde el principio, aunque no había intervenido. La verdad es que resulta bastante demencial: está claro que el hecho de que haya una serie de autores válidos que han salido en un suplemento cultural pone de los nervios a otra gente que no sale. Esa gente que no sale no se da cuenta de que con sus críticas, de una puerilidad que asusta, y sus comentarios injuriosos, lo único que ponen de manifiesto es que les encantaría salir a ellos. No dudo que los que están rabiosos sean muy buenos escritores, habría que leer sus obras, pero está claro que la envidia los corroe, y que solamente por la mala leche que tienen contra sus compañeros de “profesión” se merecerían no salir jamás en esos suplementos. De verdad, es que visto desde fuera, se ve a la legua, es un caso típico de libro.
Realmente esto de la literatura es de patio de colegio. Como dijo el Mallo por ahí arriba, este debate en contextos más evolucionados de las artes sería impensable. Yo, que me muevo en un ámbito de las artes plásticas, jamás he visto algo igual. Cuando otro artista prospera, lo que hacemos es ver cómo lo ha hecho, qué teclas ha tocado para estar ahí además de que su obra sea de calidad. Pero jamás tiramos piedras; francamente, y sin querer ofender a nadie, me parece del género tonto. Tendrían que ver el espectáculo que están dando. Desde luego, me convence mucho más la argumentación serena y respetuosa de Eloy Fernández Porta, o de Vicente , o de J. Carrión, o de Mario Cuenca, o Mallo, y otros, aunque muchas veces no los entienda, porque no soy una experta en filosofía, que la batería de argumentos falsamente éticos de los otros. Creo que se dijo ya varias veces por aquí: aún hay mucha ética cristiana suelta, pretendiendo que los que salen adelante se flagelen. Si esta es la literatura que tenemos, de lado vamos.
Un saludo a todos y todas, y perdón por la intromisión.

Miguel Espigado dijo...

Señor José Luís Piquero; con todos mis respetos, me está usted recordando a un genio del mal. Lo imagino al otro lado de la pantalla, lápiz entre los dientes (a falta de alfanje asesino), esperando el próximo comentario alusivo para lanzar una nueva ondanada de aldabonazos contra ya este maltrecho debate hundido en los procelosos mares de la inquina. Como no puedo escuchar sus maléficas risotadas (sangre fresca, se relamerá usted) permítame recurrir a mi archivo sonoro de villanos de la historia para autogesionarme los temblores y sudores fríos que sin duda me provocará su próxima intervención (que solo sea desprecio, imploro para mis adentros, eso no ha matado a nadie). O concédame, al menos, tal y como conceden los nobles malos a sus secuestrados antes del tiro de gracia, expresar una última voluntad, que no nunca es otra que la de la absolución. Señor José Luís Piquero ¡Perdóneme! Ice esa inflada vela suya tejida con las páginas de todas las reseñas que le han hecho en los suplementos nacionales y, en gesto supremo de desprecio a nuestro destino intelectual, ponga rumbo al ancho ciberespacio, busque otras víctimas dignas de su grandeza, Sr. Piquero. A mí, le advierte una moribunda, no me queda más bazofia que derramar.

Firmado: la Sra. Conversación.

Anónimo dijo...

Entonces, según Germán, ¿qué hacemos parloteando aquí sobre Nocilla Sí, Nocilla No, Nocilla Sí/No?

Lo que planteas es otro cantar.

Pero, respecto a tu último párrafo: ¿qué es lo que no está obsoleto desde el punto de vista de tu planteamiento?

Toto

Vicente Luis Mora dijo...

DEFENSA DE UNA CRÍTICA RED

Bien, cuando uno considera un debate estancado, tiene dos opciones:

1) Sentenciar que está estancado, y abandonarlo.
2) Activarlo.

La literatura española, y esto va por buena parte de sus críticos, un buen número de autores y no pocos lectores, se caracteriza (en general y con excepciones, ojo), por elegir la primera opción, lo que contribuye, inevitablemente, a dejar morir los debates en cuanto comienzan, y depauperizar o depauperar -discúlpenme los filólogos por no saber bien cuál es el término correcto- el concepto mismo de debate.

No creo que este debate esté terminado, porque nunca creo que ningún debate lo esté. Si, como alguien decía, un poema no se termina, sino que se abandona, un debate no acaba, sino que se le deja morir, cuando sus participantes se niegan a aportar ideas, dedicándose sólo al lamento o al panegírico, según casos. Ni este post ni ninguno de los otros se ha terminado, sólo que hay quien cree que, al enfangarse la situación, es buen momento para salir, en vez de arremangarse y añadir discusión o teoría o argumentos o posturas, según la capacidad (y la voluntad) de cada uno. Tampoco creo que la periódica presencia de troles dedicados sólo a añadir mierda o estupideces deba ensombrecer un debate; la vida es así y esta gente pulula por todos lados. En mi trabajo hay gente así y no por eso dejamos de trabajar. Me imagino que a vosotros os pasa igual, ¿no? Pues eso, la estupidez viene sola y lo que hay que hacer es dejarla pasar con elegancia y hacerla brillar negativamente limitándose a aportar la inteligencia propia (quien la tenga, no digo que sea mi caso).

La cuestión es que este modelo de debate, con sus altibajos, me sigue pareciendo el modelo correcto de pensamiento, porque es... el que tengo antes de escribir crítica. Me explico: estoy leyendo un libro, y debo hacerle la reseña. Entonces, en mi blog mental, cuelgo un comentario cuando voy por la página 21, que dice: "este libro promete". A la altura de la 70, el trol que hay en mí lee un párrafo fallido o una descripción absurda, y escribe un post incendiario y faltón: "vaya cagada, no vales una mierda. Dedícate a otra cosa, tío". Cien páginas más tarde veo que el tono es bueno, y que sólo hay minúsculos errores puntuales, y escribo un post largo, la crítica, sopesando mesuradamente las cosas buenas y malas. Pues este debate de los comentarios es más o menos eso, y lo importante no es tal o cual comentario, sino la suma total. Esto es: no negamos que hay comentarios chorras, estúpidos y malintencionados, pero entre ellos, como perlas valiosas, se esconden líneas, ideas, apuntes, reflexiones, que merecen la pena. Y algunas de ellas vienen motivadas como respuesta a un comentario desafortunado: si no existiera éste, quizá nunca hubiéramos conocido aquéllas. Vamos, que tiene razón Toyo Ito cuando escribe:

"En la sociedad flotante actual es absolutamente esencial suprimir los límites basados en la simplificación de funciones y establecer una relación de superposición de espacios. Se requiere un espacio que pueda añadir lugares de cambio, como el remolino en un río que fluye uniformemente"; Arquitectura de límites difusos, Gustavo Gili, Barcelona, 2007, p. 29.

Por eso leo a los arquitectos y pintores: porque su pensamiento suele alimentarme más que el de los ensayistas literarios. Ven más allá. Y sus razonamientos podemos utilizarlos en nuestro provecho. Repitamos el párrafo, haciendo las sustituciones oportunas:

"En la crítica literaria actual es absolutamente esencial suprimir los límites basados en la simplificación de funciones, como el reseñismo normalizado de las publicaciones al uso, y establecer una relación de superposición de espacios críticos paralelos. Se requiere un espacio que pueda añadir lugares de cambio, como el remolino en un río que fluye uniformemente".

Eso me suena bien. CAda vez tengo más claro que ese "espacio que pueda añadir lugares de cambio" es Internet, y en concreto los blogs, por lo que tienen de cambio incesante, de debate casi instantáneo -no es totalmente instantáneo porque los descerebrados no lo permiten, ya hicimos la prueba-, de mezcla, de mestizaje de ideas, de intercambio, de confrontación, de flujo, de intersección de líneas estéticas, de conversación-río. Por eso, digo, insisto: con sus interrupciones, con sus crisis, con sus gilipollas incluidos, la crítica del futuro es la crítica-red, la crítica hecha entre todos, cuyo resultado no es la suma de sus partes sino el tejido completo.

Y ello por una sola razón: porque la sociedad ya es una sociedad-red.

Y la literatura como sistema, lo que incluye a la crítica literaria, es una realidad social.

La escritura es individual, sí -y todavía podríamos hablarlo-, pero aquí no se hace escritura creativa. Se debate sobre ella.

Abrazos a todos, porque todos sumáis.

GASPARD dijo...

Hola Toto,
tienes razón, lo que planteo es otro cantar, pero es como yo veo la situación.

Bueno, no me resulta muy fácil responder a tu pregunta porque creo que estamos en un momento de transición y los nuevos medios están todavía empezando a tomar forma, como lo demuestra este mismo blog. Que yo considere obsoletos los suplementos no los deslegitima, simplemente creo que no son el "spotlight".
Personalmente, prefiero buscar información acerca de los libros que me interesan en la red, aunque es cierto que escasea la información de calidad en español. Hay algunas revistas culturales que hacen un excelente trabajo, pero son insuficientes. Fíjate, por ejemplo, en la cantidad de revistas y webs que existen sobre variadísimos estilos musicales, algunos muy, pero que muy minoritarios.

Tomo prestada una frase de un excelente comentario sobre ND en un blog recién abierto (http://generacionnocilla.blogspot.com/):
"Su sustento serán otros creativos que operan como espectadores recíprocos, agrupándose en minorías cada vez más autónomas gracias a Internet. Estas minorías han atomizado el consumo cultural: se producen cada vez (más) productos, y cada producto es consumido por menos personas. La organización en minorías culturales permite la emancipación, pero combate la soledad"
La cita se refiere a los artistas que aparecen en la novela, pero es perfectamente aplicable al problema de la difusión de las obras literarias. Se publican cada vez más libros y, con contadas excepciones, cada libro llega cada vez a menos lectores (¿o no?). Sin embargo, amazon.com obtiene el 60% de sus beneficios gracias a los libros de difusión minoritaria.

El inconveniente de los suplementos culturales y otros medios al uso es que están pensados para dirigirse a un público muy general cuando en realidad son leídos por una pequeña porción del público especializado. Algo como si los científicos tuviésemos que depender de revistas tipo "Muy Interesante" para dar a conocer nuestro trabajo. Necesitamos construír otros medios de difusión más "direccionales", donde el lector interasado pueda buscar información detallada y diversa, lo que debe incluír reseñas académicas, opiniones de lectores, etc. Cuantos más mejor, cuanto más variados mejor, cuanto más participativos mejor.


Saludos.

Anónimo dijo...

INSTRUCCIONES PARA UN BUEN ETIQUETADO DE LA MERCANCÍA

Bueno, bueno, ya va centrándose el debate. Ya dije desde el principio que o se planteaba esta cuestión en términos estéticos (más que literarios) o no llegaríamos a ninguna parte. Suscribo en gran parte el planteamiento último de Germán y me propongo partir de él para introducir algunas precisiones generales:

1 Desde el principio, insistí, como hace Germán, en que es evidente que algunos de los nombres citados en el manido reportaje compartían sintonías estéticas, filiaciones culturales y genealogías literarias desde hace mucho tiempo, y no porque lo diga un suplemento o lo callen otros. Las individualidades que conforman esta red ya tuvieron ocasión de conocerse gradualmente en muchos lugares, alrededor de numerosos encuentros y congresos, y de ir reconociéndose desde hace algunos años. Así que nada nuevo ha sucedido que no supieran quienes (citados o no citados) han compartido ideas en Málaga, Barcelona, Santiago, París, Madrid o Córdoba.

2. Otro problema es que no todos los citados, como también dije en mi primer post, comparten la misma estética, por lo que hablar de grupo (no de generación) funciona mejor en unos casos que en otros. Que yo sepa hay muchos que todavía no han abierto la boca para decir cuáles son sus principios u opiniones en estas materias. Y, lo siento, pero las obras todavía no avalan en todos los casos un proyecto reconocible por sus planteamientos. Si hiciéramos caso de los términos de Vicente, algunos de ellos son tardomodernos y sólo algunos postmodernos. Estos últimos son mayoritariamente los que se conocen y reconocen desde hace años, con entusiasmo creciente.

3. Las terminologías son siempre hábiles y, en este caso, quizá más imprecisas de lo deseable. “Tardomodernos” no acaba de convencerme ya que se lleva utilizando en la crítica anglosajona desde hace más de una década para referirse a autores como Nabokov o Faulkner que en algunas de sus obras se mostraron postmodernos avant la lettre mientras regresaron a planteamientos modernos (o modernistas) en otras posteriores o coetáneas. Lo mismo pasa con los postmodernos (o postmodernistas, entre los que Vicente nos cuenta a Eloy, a Germán y a mí, entre otros, como representantes españoles actuales), si se piensa que determinadas obras de Julián Ríos, Juan Goytisolo o Ramón Buenaventura ya merecían ese calificativo hace más de una década. Vivir en la sociedad postmoderna nos hace a todos, nos guste o no, súbditos inconscientes de ella. Otra cosa es que la estética a que nos adscribamos al crear corresponda literalmente a los dictados del tiempo. Tan postmoderno, en el sentido general, es Javier Marías como Julián Ríos, Juan Manuel de Prada como Ray Loriga. Distinto es que en sus obras se distinga una voluntad de diferenciación estética o intelectual, de asimilación descarada o de crítica creativa, respecto de los estereotipos culturales que pasan por postmodernos.

4. El término “Afterpop”, acuñado por Eloy, tiene la ventaja de reinscribir el concepto de “avant-pop” en el filo de la actualidad española. Si hace una década Larry McCaffery acuñó ese concepto para englobar a un grupo constituido por gente tan dispar como David Foster Wallace, DeLillo, Auster, Marcus, Leyner, White, Coover, Easton Ellis, Sukenick, Vollmann y muchos otros, como se ve, apenas vinculados por edad o generación, pero unidos por filiaciones y afinidades, especialmente, una nítida voluntad de dejar atrás el postmodernismo y, al mismo tiempo, seguir afirmando algunas de sus cualidades. Se trataba de proponer una estética puesta al día que permitiera a los creadores literarios seguir contando para el público en un contexto cultural dominado por la producción audiovisual y el consumo masificado. Una estética absolutamente contemporánea que aglutinara el deseo de innovación formal de la vanguardia con la conexión con lo real mediatizada por la cultura de masas y la tecnología. Se trataba, en suma, de impedir que la literatura se transformara en un complemento decorativo y renunciara a sus ambiciones creativas e intelectuales. Importar al contexto español una propuesta como esta y readaptarla a los especimenes reales y conceptuales que la pueblan es un logro que Eloy ha sabido realizar brillantemente en sus ensayos (algunos de ellos, lo recuerdo por si alguien piensa que todo esto ha surgido en un día, publicados individualmente a comienzos de este siglo). Pero no sé tampoco si la categoría basta para definirnos, o habrá que seguir buscando (en pos del post) a medida que las nuevas obras se hagan más visibles…

5. Como muy bien dice Foster Wallace en ese video de YouTube que alguien ha tenido la amabilidad de recomendarnos, solo podemos considerar como una enfermedad (típicamente americana, dice el bueno de Wallace) el que las singularidades no puedan reconocerse entre sí como corresponda siempre y cuando haya, como dicen los sindicalistas, un acuerdo de mínimos (estéticos, literarios, políticos, sociológicos, tecnológicos, culturales, etc.). En este caso, algunas de las singularidades nombradas y otras no nombradas sostienen mucho más que un acuerdo de mínimos, sostienen un programa de acción, constituyen, sin exagerar, una máquina de guerra contra el status quo que todavía ignora su existencia…

6. Los narradores españoles nacidos en los sesenta y los setenta que a mí me gustan (muchos están en la lista, otros desgraciadamente no, yo mismo estoy preparando una Antología de Narrativa Española de Última Generación que se publicará este otoño en Berenice y aclarará algo más el tema, o lo confundirá definitivamente) podrían escribir igualmente en cualquier otro idioma cultural que yo frecuente en directo (inglés, francés, italiano) o en traducción (todos los demás, incluido el ruso, el japonés y el alemán cuyas lenguas por desgracia ignoro, pero cuyas literaturas me apasionan, y especialmente sus avatares postmodernistas) y son los estrictos contemporáneos de los narradores en todos esos idiomas que más me ponen. Suelen ser narradores que por supuesto hablan de literatura, y mucho, pero no sólo: hablan mucho de cine y de televisión, de deportes, de arte, de música, de videojuegos, de sexo, etc. Suelen estar más informados de todo que la media estadística, y no precisamente porque se lean todos los suplementos culturales (ya se ha visto que, a pesar de todo, son una de sus bestias negras, y eso que algunos hemos sido bien tratados por éstos).

7. Los narradores españoles de los sesenta y setenta que más me gustan han tenido la mala suerte de encontrarse un mercado que es más conservador y mediocre que otros. Desde luego mucho más que el americano, el francés o el italiano, donde hace tiempo que estos narradores ocuparían el lugar que les corresponde y no la discreta marginalidad que han conocido hasta ahora.

8. Resulta ridículo, por tanto, que se intente disminuir el alcance de su actitud y su seriedad, a pesar del sentido del humor del que la mayoría de los que conozco emplea también para hablar de literatura, por haber comparecido o sido mencionados en el suplemento de marras. Los medios han tardado en fijarse en la existencia de la red, no en algunas de las singularidades que la conforman, pero al fin lo han hecho y eso parece irreversible.

9. Sé que ninguno de los narradores de los sesenta y setenta que me gustan me va a decepcionar. Sé mucho más, diciendo esto, de lo que saben la mayoría de los editores españoles sobre sus catálogos. Lo siento por ellos.

Bienvenidos al debate.

Anónimo dijo...

Fe de erratas Ferré:

Paso por encima de algunas concordancias fallidas y preposiciones ausentes, debidas a la prisa y el trasnoche de cuando escribí este Post sobre el Post-, pero me presto a ser malentendido si no corrijo la enmienda que el puto programa de Word me infligió al comienzo del párrafo 3 sin que me diera cuenta: Donde quise decir "Las terminologías son siempre lábiles", la larga mano de Bill Gates y sus secuaces, que no saben nada de español, modificó "lábiles" por "hábiles" convirtiendo la frase en absurda. Pido disculpas en nombre de Microsoft por los cortocircuitos neuronales que se hayan podido causar.
Sigan debatiendo.

Anónimo dijo...

En su libro de conversaciones con Eisner, Frank Miller confiesa que le fascina la relación que un creador de cómics establece con la maquinaria de Hollywood. Una relación sobre todo comercial, con un alto grado de glamour (comenta que cuando vivía en Los Ángeles,las chicas espectaculares, las fiestas y los coches caros constituyeron su horizonte existencial, un oasis que duró solamente lo que duró su trabajo en la meca cinematográfica). La fascinación de Miller está marcada por la temporalidad: son casi unas "vacaciones laborales", para ganar el dinero que necesita para ser independiente en su "trabajo real", que es la concepción y el diseño de cómics de alta calidad artística.
Al final de la entrevista, el maestro Eisner le pregunta sobre "Sin City". Miller dice que no ha autorizado su adaptación cinematográfica porque le importa demasiado. Ya sabemos lo que pasó después de esa entrevista. Tanto le importó que lo hizo a su manera y consiguió que toda una industria se doblegara al impulso egocéntrico y poderoso que le daba la fuerza para proteger su obra a costa de todo y de todos.
Te puede gustar más o menos el cómic (que lleva al mainstream comercial del género tanto la historia de cine negro como el manga y otras contaminaciones globales) y su versión fílmica (que es cómic filmado, lenguaje cinematográfico de alguna forma violado), pero no hay duda de que Miller, pese a sus tics fascistas y su peculiar visión del American Dream, es un creador.
La pérdida de complejos respecto a cierta "pose" que se le supone a cualquier "literato" sería una de las conclusiones que yo extraería de este debate. Como ha dicho Eloy, Faulkner o Joyce, cada uno a su manera, lidiaron con el sistema. Todos los autores norteamericanos que interesan hoy en España están instalados en una más o menos cómoda relación con sus agentes y editores, que les permite crear a un nivel cuanto menos aceptable. Posiblemente la incomodidad con nuestro sistema literario, tanto en lo que respecta a la industria como en lo que respecta a las instituciones públicas (becas, subvenciones, etc.) es la razón por la que "la cosa" todavía no forma parte de la discusión cultural normalizada. Tampoco las malditas hipotecas están presentes en nuestra narrativa mayoritariamente.
Eso nos lleva a lo que comentan Agustín o Germán: efectivamente, lo que en música, cómic, cine o artes plásticas es asumido como indispensable para la autonomía de la creación (un flujo económico favorable), en literatura sigue viéndose como algo que de algún modo te pone en compraventa.
Eso nos lleva a lo que Germán y Ferré también señalan: que ya hace décadas que hay escritores en España que están trabajando en la construcción de "la red" que veo que se impone en este debate como mejor vocablo para definir la situación actual. Pero ha sido un trabajo en solitario o minoritario, que los que hemos llegado después hemos podido reconocer y alimentar gracias precisamente a nuestra juventud. De modo que quedaría por analizar por qué en el resto de manifestaciones artísticas España se ha desarrollado con cierta y relativa normalidad, en lo que respecta a mecanismos extra-artísticos (que quizá ya son artísticos), y en cambio la literatura ha quedado rezagada. En ese sentido, la observación de cómo los escritores españoles se han relacionado con las adaptaciones fílmicas de sus obras es desesperanzadora. Ni glamour, ni defensa con uñas y dientes de la obra propia, ni chicas espectaculares, ni grandes películas.
Efectivamente, otro público se configura en estos momentos en Internet. Un público parcializado pero con gustos contundentes y gran poder de convocatoria y de difusión de información. Entre los trabajadores adolescentes de Decathlon Mataró, por ejemplo, se ha puesto de moda ponerse como "nickname" del Messenger nombres o frases de Nocilla Dream.
Un amigo me dijo el otro día que todos somos freaks. La ficción de un "público estandard" debe ser puesta en entredicho. O ya lo ha sido, si tenemos en cuenta que este debate internáutico puede estar teniendo más lectores que el reportaje que lo provocó (o lo pretextó).
Jordi C.

Miguel Espigado dijo...

Es verdad que la fantasmal Generación Nocilla debe contextualizarse en una tendencia cultural muchísimo más amplia que transgrede fronteras nacionales, generacionales y disciplinares, como señala Germán Sierra. Aportar una visión de conjunto del movimiento corresponde a la Historia, que reunirá todos los fragmentos para construir una visión totalizadora, que para mí, que vivo inmerso en pleno proceso, es inalcanzable (desde la montaña no se ve la montaña, etc).

Por supuesto, no puedo renunciar a tratar de comprender el mundo en el que vivo, aunque sepa que solo la Historia podrá asentar las explicaciones estables de mi época. Ahora corresponde elaborar los fragmentos, las microvisiones de conjunto, que en el futuro servirán para crear esa explicación global. Si uno cree en el avance de las áreas humanísticas de conocimiento, debe creer en la utilidad de cierta estructura constructiva formada de textos que expresan concepciones cada vez más sintéticas gracias precisamente al esfuerzo sintético del estrato textual anterior. Por supuesto, toda comprensión implica pérdida de información, pero, como dice Borges en Funes el memorioso, pensar es olvidar diferencias.

Todas estas obviedades para decir por qué a mí me ha interesado la Generación Nocilla. Para mí el artículo de Azancot es un primer intento de teorizar sobre la realidad misma, que es una realidad no textual, en este caso, formada de libros y escritores (los libros aquí no como explicaciones textuales de sí mismos, sino como fenómenos observables, igual que una guerra o un comportamiento). Un intento periodístico, necesariamente precipitado y falto de extensión, gracias al cual yo he conocido en este blog que ya existían dos textos referenciales (Afterpop y La luz Nueva), y que Agustín Fernández Mallo y Juan Francisco Ferré preparan sendos libros que abordan el temas paralelos. La buena noticia es que desde varios frentes se ha comenzado a abordar una realidad que, por decirlo de alguna manera, aún no había saltado al texto.

Al final, el artículo de Azancot quedará como la explicación más simplista, pero a mí me ha servido para identificar una de esas microvisiones de conjunto que me resultan accesibles desde mi modesta posición en pleno medio de la montaña. No me importa reconocer que yo, personalmente, carezco de perspectiva. Si quiero estudiar lo que está sucediendo, me gusta pensar que tengo un papel analizando pequeños conjuntos que luego otros utilizarán para la sugestiva tarea de explicar el mundo.

Por eso no voy a renunciar a la Generación Nocilla. Me olvido del desafortunado nombre y de la lista propuesta por Nuria Azancot, y me quedo con la idea de que existe en España un grupo de escritores u obras que pueden comprenderse desde la postmodernidad, el Afterpop o como queramos llamar lo que mal que bien todo tenemos en mente. Esa acotación me sirve y debo nombrarla; Red Afterpop podría ser el nombre más consensuado según este foro (en fin, tema complicado el del nombre); una red dinámica dentro de un sistema cultural muchísimo más amplio que solo la Historia estabilizará casi definitivamente. Quizás algunos les parezca que tal conjunto es ficticio, que viene dado por la necesidad, que mayores son las diferencias. En este caso, me ciño a Borges.

Alejandro Rivero dijo...

Por cierto que los nacidos en los ultimos 60 y primeros 70 son mas bien la generacion "lavate las manos antes de comer", anuncios de las ultimas guerras publicitaria contra el cólera (la del 71 y la del 79) que se simultaneaban con imagenes de lechugas a las que se les añadia dos gotitas de lejia para desinfectarla. Especialmente la del 71 fué una campaña de lavado de cerebro (y de lechugas) digna de La Naranja Mecanica y muchos acabamos con la traba psicologica de no poder comer si no nos habiamos mojado previamente las manos. Asi que si os parece, y pidiendo perdon a Gabo 1985, aqui os propongo otro etiquetado: la generacion del último cólera.

Vicente Luis Mora dijo...

Querido Juan Francisco, cuando hablamos por teléfono sobre La luz nueva me comentaste que había algunas cosas que querías puntualizar y/o rebatir, lo que creo has empezado a hacer en tu último e interesantísimo comentario. Si te parece, y aunque me imagino que nos veremos por Málaga en un par de semanas, mejor comenzamos aquí el debate y así cuando nos veamos podremos comer arroz en la playa sin aburrir mortalmente a nuestra compañía -aunque C. es también del gremio-, limitándonos a destripar críticos jurásicos y dejar sus cabezas mezcladas con las cáscaras de gamba. Después de esta introducción, que parece un poema de nuestro común amigo Manuel Vilas, pasamos a la utilización de los términos tardomoderno y posmoderno. Tardomoderno, en los términos de este debate, es una rúbrica mía, tal y como se utiliza en La luz nueva y también, sorprendentemente, en el artículo de Azancot, y nada tiene que ver, en efecto, con el uso norteamericano del término, del mismo modo que cuando hablamos aquí de modernismo no estamos hablando del modernism, sino de Rubén y Valle-Inclán. Sabes que hago lo posible por conocer y valorar la crítica y literatura norteamericanas, pero no creo extrapolables sin más sus teorías a la realidad española o hispana –que es la que examino en La luz nueva, y no otra-. Cuando en mi ensayo utilizo éste u otro concepto, como el de posmodernidad, siempre aclaro antes los términos de cierre conceptual, para no hablar sobre o desde el vacío, sino poblando de referencias las etiquetas. Otro proceder invitaría a la confusión y creo que no es el caso. Los conceptos son lábiles, sí, pero sólo si se dejan flotar a su antojo, sin amarrarlos. Entre las páginas 25 y 27, citando por cierto a dos críticos norteamericanos precisamente para distinguir mi postura de las suyas, concreto con bastante exactitud a lo que me refiero cuando hablo de tardomodernidad. No intento explicar “qué sea universalmente” lo tardomoderno, sino de qué habla un servidor cuando utiliza el término.

Lo de la posmodernidad es más complicado. Tú y yo llevamos hablando de eso desde el año 2005, si no recuerdo mal, desde aquella mesa redonda del Mapa Poético en que estábamos ambos, bien acompañados por Fresán y Jiménez Heffernan en la mesa, y por Eloy Férnández Porta desde el público. Desde aquella conversación, no exenta de polémica y debate, por cierto, quedó claro que es imposible hablar no ya de una sola posmodernidad, sino tampoco de un solo posmodernismo literario (en el sentido de aplicación textual de procedimientos narrativos y técnicos recipiendarios de la lógica cultural posmoderna), y que hay dos categorías básicas de acercamiento a lo que fuere la posmodernidad: la Histórica (la de Jameson, que tú utilizas en tu post cuando dices que “vivir en la sociedad postmoderna nos hace a todos, nos guste o no, súbditos inconscientes de ella”, según la cual es posmoderna toda la lógica cultural del capitalismo tardío), y la Estética, que intenta buscar una línea de pensamientos, referencias, estilos y claves que, de la arquitectura –donde nace el término- a la filosofía, pasando por la literatura y las artes plásticas, establezca un modo de hacer distinto del de la Modernidad, ya adopte este modo de hacer un sentido de continuación de (Hassan), de agotamiento de (Barth) o de enfrentamiento a (Habermas) lo moderno. En este último sentido se habla de posmodernidad en La luz nueva, y para no confundirlo le otorgo una terminología especial, la “mutante”, tomada de un cuento de Fresán, precisamente para saber de qué hablamos (o hablo) cuando hablamos de posmodernidad en La luz nueva. De modo que si tú ves la posmodernidad desde el punto de vista histórico (algo perfectamente defendible, de hecho yo lo estoy haciendo en mi tesis doctoral, porque según para qué análisis aclara mucho las cosas) y yo desde el estético, mal podremos entendernos. Desde esa perspectiva historicista, por supuesto que estoy de acuerdo que gente como Ríos, Goytisolo y Buenaventura utilizaban técnicas posmodernistas avant la lettre, también Gimferrer, Espinosa o Merino, por no ir más lejos. Pero no eran “narradores mutantes”, que es de lo que yo estoy hablando. Fíjate hasta dónde es difusa toda terminología: como recojo en una nota al pie del libro, tú también hablaste de “narrativa mutante” en un artículo de Quimera (de 2005, creo), sobre narrativa norteamericana última. No pasa nada, tú dejabas muy claro en tu artículo a qué te referías. Creo que en mi ensayo también queda muy claro (dedico 39 páginas a eso, nada menos), a qué me refiero yo. Es decir, que tu visión (inatacable) y la mía, insegura pero no errática, no son antitéticas, sino complementarias. Y esta convivencia es lo que creo más saludable, porque cuantas más visiones paralelas tengamos, mejor veremos.
Un abrazo, Juan Francisco.

Anónimo dijo...

Tengo la impresión de que tras haber atravesado este debate una “fase crítica”, y tras los clarividentes últimos posts de Carrión, Ferré, Vicente, Espigado, Germán, Eloy, etc, la cosa se va perfilando y el debate se va centrando.
Saco en conclusión que, obviamente, el debate no está en si nos llamamos generación nocilla o generación pepito, eso, insisto, lo harán los periodistas y los críticos y nada podremos hacer para remediarlo. Lo interesante, queda claro, es reconocer que si la prensa se está haciendo eco de todo esto es porque hay una demanda de nuevas formas de contar historias por parte de la gente (público, escritores…), y que hay una cantera de escritores que llevaban años haciéndolo. Eso es lo único que es verdad en todo esto. Lo que también está claro es que ese fenómeno, como se ha apuntado, excede el ámbito de la literatura y hay que mirarlo encuadrado en el marco de por dónde va la sociedad en su conjunto y los medios que esta sociedad articula para intercambiar información.
En Sevilla dije algo, que después se recogió en las conclusiones del Congreso que elaboraró la editorial Seix Barral, y era que “antes se creaba desde el conocimiento, y hoy creamos desde la información”. Para mí, si no se tiene claro esto a la hora de hacer cualquier análisis amplio del fenómeno, se fracasará. Con esa especie de sentencia lo que quise decir en su momento, y que mantengo, es que hasta hace pocos años no se concebía un escritor que no fuera un erudito en alguna materia, por supuesto siempre literaria, y además se le presuponía una alta cultura más o menos extensa. Hoy es justo lo contrario, se crea a partir de la masiva información que se nos viene encima, reflejo de una sociedad en la que estamos embebidos. Y eso da lugar a otras formas de contar historias, las mismas historias de siempre, sí, pero el cambiar la forma también cambia el fondo ya que, como sabemos y admitiremos si no somos ingenuos, “la forma no es más que la parte visible de un fondo”.
O dicho de otra manera: antes el flujo “energético” era: desde la intimidad del autor (su erudición y sus psique, mito romántico) a la exterioridad de los lectores y la sociedad (la información). Un caso paradigmático sería Kafka Y hoy el flujo sería en cierto modo inverso: desde la exterioridad de la información (publicidad, red, cine, etc) a la interioridad del autor que rehace a su antojo toda esa información que después devuelve transformada, muy transformada.
Es decir, que para mí el asunto está en que hay una serie de gente que se ha puesto a trabajar desde la “información” sin prejuicio alguno, y la ha usado a su conveniencia. Y lo que es mejor, que hay un público amplio que lo estaba esperando. Para mí esa es no la única, pero sí la “realidad principal”, digamos, de la que hay que partir si se quiere debatir y analizar con algún sentido. Lo demás, sólo es “música y gaita gallega”.

Anónimo dijo...

Querido Vicente,
Aprecio tus amables puntualizaciones y paso a discutir con ellas desde la convicción de que apenas si nos separan un par de denominaciones.

A. Mis objeciones al concepto “tardomoderno” no lo son, sin embargo, a los rasgos que tú le atribuyes en las páginas citadas de tu libro (por cierto, ¿puedo elogiarlo sin que alguien me achaque estar practicándote una fellatio simbólica? La sombra de Mr. Wolf es tan alargada que casi deberíamos hablar de Tarantino más que de Goytisolo). Los rasgos que atribuyes a la corriente que consideras mayoritaria en la narrativa española contemporánea me parecen muy acertados, y se podría considerar uno de los mejores diagnósticos de la ideología media de los editores, críticos y periodistas culturales en materia narrativa, pero podrían considerarse atributos de una narrativa realista, de formato más o menos convencional y estética ajustada a los criterios de un público mayoritario. Otra cosa es el nombre, que no creo que se pueda justificar sólo por los autores citados como autoridad (a pesar de mis discrepancias con Navajas, “neomoderno”, me convencería más quizá, o ya puestos, el de “retromodernos”, y así se enfatiza su anclaje en el pasado cultural)). El problema principal, y ahora entramos en materia, es que la lista de autores supuestamente tardomodernos que proporcionas incluye autores que ni siquiera son modernos. Para ser tardomoderno, y ese era mi argumento al referirme al uso anglosajón del término, por lo menos se ha de participar de la modernidad estética o intelectual. Y muchos de los narradores que citas (con excepciones, por supuesto, muy significativas) se apuntan al realismo reciclado, al pastiche seudo-postmoderno o al subgénero con ínfulas, sin haber dado pruebas de compartir principios estéticos diferentes del mercado. Yo creo que retromodernos o tardomodernos, en el mejor sentido de la expresión tal como tú la usas, son los que estudias en otra sección del libro: Vila Matas, Eduardo Lago, Merino y González Sáinz (y yo añadiría, Molina Foix, Alberto Méndez y Javier Marías). Escritores que por edad y formación y también por gusto, evidentemente, representan una concepción de la narrativa que asimila rasgos modernos o modernistas como paradigma de un discurso literario clásico, que yo respeto pero que, como tú, encuentro algo demodé. El problema español es que, por miedo a la invasión de la cultura de masas y por rechazo al experimentalismo de los sesenta y setenta, se constituyó a partir de los ochenta una ideología estética, como diría de Man, que evitaba profilácticamente ambos extremos, la vanguardia experimental y la contaminación del pop, o, aún peor, un acoplamiento de ambas, y establecía un ecosistema literario dominado por la literatura más ligera, inofensiva o anodina, o aquella que mostrara rasgos literarios acreditados por la historia y la tradición entendida en su aspecto más restringido, o por el discurso crítico más conservador.
B. No me caracterizo por tener una aproximación "histórica", mucho menos "historicista", al postmodernismo o al postmodern. Suscribo críticamente la perspectiva de Jameson desde que publicó su blockbuster teórico (que, por cierto, adquirí en la librería de la Universidad de Riverside en 1994, lo que me permitió utilizarlo como instrumento crítico en mi primera inmersión en ese avatar intensivo de la cultura norteamericana que es la cultura californiana) para lo que es la producción cultural, singularmente, arte, vídeo, arquitectura y cine, con objeciones y diferencias serias respecto de muchos de sus juicios, pero agradeciéndole la riqueza del “mapa cognitivo” de una totalidad fragmentada que proporciona con sus análisis y comentarios. En literatura, en cambio, sus planteamientos son más problemáticos: postmodernos para él son el Sollers telqueliano o el Becket tardío, Robbe-Grillet y Pynchon, así lo dice literalmente, del mismo modo que lo serían, de haberlos conocido, Goytisolo o Ríos (o Riera de Leyva, Sánchez Espeso y demás). Por tanto, el concepto postmoderno se podría usar para hablar de narradores contemporáneos como categoría de orden general, pero a la hora de precisar una estética más acorde a las sucesivas herencias y genealogías que ya implica el concepto de postmodernidad o postmodernismo habría que ajustarse más. No sólo tú, yo también, y cualquiera que quiera entender el presente, la tarea más difícil y la más apasionante (por eso estamos aquí, entre otras cosas). Me entenderás enseguida si te pongo un ejemplo: ¿si Cortázar ya era postmoderno, podríamos decir que Fresán lo es también?
C. No me resisto a introducir una precisión en un dato que mencionas: suele argumentarse que el concepto de postmoderno procede de la arquitectura, y no es demasiado exacto; si mi erudición no me engaña, el primero en utilizar ese concepto con ese sentido (excluyo al español Onís, por esto mismo) fue el crítico literario Irving Howe en un artículo publicado en la Partisan Review en 1959 y titulado “Mass Society and Postmodern Fiction”, que además a pesar del punto de vista conservador expresaba la asociación sustancial, postmodernidad=sociedad (cultura) de masas, que si quieres se remontaría a Ortega, pero sin la pertinente denominación estética. En aquel momento cronológico, postmodernos eran solo Barth, Borges, Nabokov y Beckett, y no recuerdo ahora si Howe citaba o no a este cuarteto prodigioso. ¿Serían estos nuestros directos antepasados? Claramente, no. Hemos tenido de por medio generaciones de escritores, nacionales e internacionales, que perturban la secuencia de las filiaciones. Si Foster Wallace es el hijo espurio, como él ha reconocido, de Pynchon, Barth y Coover, ¿de quién puede decirse hijo un escritor postmoderno español nacido en los sesenta o los setenta?...
D. Efectivamente, uno de esos otros nombres de lo postmoderno es lo “mutante”. Como dices, yo traté de precisar en mi artículo de Quimera otra comprensión de lo postmoderno literario o ficcional con el término metafórico “narrativa mutante”/ “narrador mutante” (escrito a finales de 2002 y leído como conferencia, en una versión diferente que no incluía las referencias norteamericanas, en el Ámbito Cultural de Málaga en enero de 2003). Si no me equivoco, además, Eloy y Germán fueron los primeros lectores de esta primitiva versión. Paradójicamente, yo no formulaba en ella una estética válida para la comprensión de la literatura postmoderna norteamericana sino una tentativa de aclimatación del avant-pop al ecosistema español, un intento de definir una línea narrativa autóctona que pudiera emparentarse con ese fenómeno transnacional. Mi estrategia performativa consistía en utilizar textos paradigmáticos de la narrativa americana postmodernista y avantpop con la finalidad de fundamentar teóricamente la existencia de una narrativa española que, por emplear la biología neodarwiniana, yo consideraba “mutante” por razones evolutivas respecto de ese ecosistema de especimenes algo agotados. He tenido ocasión en otros artículos e intervenciones de sostener la necesidad de superar el concepto de postmodernismo sin por ello buscar deshacerme irreflexivamente de algunas de sus constantes estilísticas o estéticas más productivas (“En pos del post”, Lateral, 2004)
E. La “narrativa mutante” constituye para mí, por tanto, cinco años después de haber acuñado el concepto, la oportunidad más provechosa de renovación narrativa para un sistema literario como el español que se caracteriza por su discontinuidad y conservadurismo. Y me complace que para ti también, y por eso en tu libro has enriquecido el concepto con un caudal de aportaciones valiosas. Lo más irónico, y sé que estarás de acuerdo, es que algunos de sus practicantes más acreditados hayan tenido que constituirse en sus mejores críticos y teorizadores, señalando con ello no sólo el vacío estético dominante sino también la normativa incompetencia de la crítica en ejercicio.
F. Durante mucho tiempo, el retromodernismo y la “mode rétro” (como la denomina Jameson) serán, desde un punto de vista estético, lo “mejor” que tenga que ofrecer un mercado mayoritario donde triunfan el realismo más pedestre o la evasión pura y dura. Creo definitivamente que la literatura española vive atrapada en un bucle melancólico que la condena a mirar atrás cada vez que se hace la ilusión de avanzar…

Un abrazo, Vicente.

PD: Espero que consideres como yo que la paella es un plato postmoderno en toda regla. El postmoderno mediterráneo, todavía por descubrir…

Anónimo dijo...

Esto se pone interesante.
Vicente y Juan Francisco, permitidme una pregunta: en términos de genealogía, historicistas si se quiere (Cortázar: posmoderno, Fresán: ?), ¿quiénes son los que sentaron las bases de la red de la que estamos hablando? ¿quiénes son los "padres" o "padrastos", de entre los nacidos en los treinta, cuarenta y cincuenta? En tres ámbitos: España, América Latina, Estados Unidos / Europa.
O por el contrario pensáis que, desde el punto de vista de la circulación de información actual, ciertamente transcultural y transgenérica, ya no se debería hablar de genealogías estrictamente literarias (¿Tarantino, Almodóvar, Kiefer o Miller en vez de cuatro escritores?)
Jordi C.

Vicente Luis Mora dijo...

Caro Juan Francisco:
1) Ah, claro, así si que nos entendemos. Esto es lo bueno del debate terminológico, en cuanto las partes aceptan sentarse a la mesa –coman o no después paella, de acuerdo contigo en su posmodernismo, no menor que el del gazpacho cordobés-, lo normal es que rápidamente lleguen a un acuerdo. Y mira, lo del término “retromoderno” me viene bien, creo que, citando siempre la fuente, lo utilizaré no para aquellos que continúan las estructuras literarias del XIX o principios del XX, a quienes seguiré denominando tardomodernos, sino a aquellos que, como bien apuntas, no han pasado por el filtro de la Modernidad en absoluto, como buena parte de la poesía de la normalidad española, por ejemplo. Gracias por el regalo terminológico, Juan Francisco, te debo una.

2) No, no podemos, por eso he aceptado que si Cortázar, según tu planteamiento, ya es posmoderno, Fresán es mutante. También puede decirse que es afterpop, por supuesto, quizá un día Eloy y yo pudiéramos dedicar un seminario interno (no creo que la cuestión sea tan interesante como para dedicarle el típico seminario universitario), en una playa catalana, con otro arroz por medio, preferiblemente negro, ya que ambos vestimos de oscuro, a esclarecer si su afterpop es conciliable del todo con las categorías de La luz nueva; a mí -a bote pronto- me parece que sí, entendiendo el afterpop como una categoría estética más amplia, dentro de la cual habría al menos dos direcciones: una de posmodernismo consciente y transgresor (narrativa mutante) y otra de filiación más tecnológica y preocupada por los problemas del espacio (narrativa pangeica).

3)No estoy de acuerdo contigo, está bien establecido que el origen del término posmodernidad –y de la cosmovisión cultural que entraña– es arquitectónico, ya aclaré por aquí que los ensayistas artísticos suelen ir por delante. De hecho, no es baladí en la construcción de mi idea de tardomodernidad el libro de Charles Jencks, Arquitectura tardomoderna y otros ensayos (Barcelona, Gustavo Gili, 1982). Desgraciadamente, no encuentro ahora mis notas sobre los críticos de arquitectura norteamericanos que llevaron a cabo una construcción casi completa del concepto a mediados de los sesenta en Estados Unidos, refiriéndose a cierta arquitectura nueva en términos estéticamente muy próximos a los de nuestro debate, en cuanto las encuentre lo cuelgo. Pero incluso aunque no fuera arquitectónica, la carta de nacimiento literaria o cultural del término sería anterior a la de 1959 que apuntas; Howe no es un punto de partida, sino de llegada, como ahora veremos. Calinescu, en su conocido ensayo Cinco caras de la modernidad, escribe: “Quizá fue Jarrell el primer norteamericano que habló de posmodernidad cuando, en 1946, caracterizaba la poesía de Robert Lowell como posmodernista o antimodernista, y como tal ciertamente influyente. Es muy posible que Jarrell acuñara el término de forma independiente al historiador inglés Arnold Toynbee, quien por la misma época (...) anunciaba a un amplio público lector una nueva edad en la historia de Occidente llamándola ‘Posmoderna’ y sugiriendo que podría ser la última”; (Tecnos, Madrid, 1991, p. 259). Amalia Quevedo, en De Foucault a Derrida (Eunsa, Pamplona, 2001), establece la siguiente cronología: “• 1870: «postmodern» es empleado por primera vez por el artista británico John Watkins Chapman. / • 1917: el término aparece en el libro de Rudolf Pannwitz: Die Krisis der europáischen Kultur (La crisis de la cultura europea), sobre nihilismo y colapso de valores en la Europa de la I Guerra Mundial. Siguiendo a Nietzsche, Pannwitz habla del nuevo «hombre postmoderno»: nacionalista, militarista, elitista. / • Después de la II Guerra Mundial: D. C. Somervell, en un sumario de A Study of History de Arnold Toynbee, habla de un rompimiento «postmoderno» con la modernidad. Toynbee adopta el término en posteriores volúmenes de esa misma obra, cuando se refiere a cuatro eras distintas en la historia de Occidente: La Edad Oscura (675-1075), la Edad Media (1075-1475), la Edad Moderna (1475-1875), la Edad Post-Moderna (1875-). Caracterizan la Edad Moderna la estabilidad social, el racionalismo, el progreso y la clase media burguesa. Características de la Edad Post-Moderna son en cambio la ruptura con la moderna, las guerras, la turbulencia social, la revolución, la anarquía, el relativismo y, en general, el colapso del racionalismo y del éthos de la Ilustración. (Para Toynbee, post-moderno es un concepto negativo: regresión deplorable, pérdida de valores tradicionales, de certezas y estabilidades). / • 1957: Peter Drucker, en su obra Landmarks of Tomorrow. A report on the New Post-Modern World, llama «sociedad postmoderna» a lo que hoy se llama «sociedad postindustrial». Con el optimismo propio de los teóricos de la sociedad postindustrial, Drucker creía entonces que el «mundo post-moderno» vería la eliminación de la pobreza y la ignorancia, el final de la ideología y de la nación-estado, y una modernización universal. / • Años sesenta y setenta: Reciben el calificativo « postmoderno» nuevas formas de arte anti- o post-modernas como el arte pop, la cultura del cine, los happenings, los conciertos de rock. Se borra la distinción entre arte de élite y arte popular, entre crítico y aficionado, entre artista y público, y aparecen las formas culturales de masas. Se declara la muerte de la vanguardia y de la novela, de los valores tradicionales, del victorianismo, del racionalismo, del humanismo. Es la época de la «nueva sensibilidad» (Irving Howe), lamentada por el mismo Howe, celebrada en cambio por Susan Sontag” (p. 17-22).

4) Estoy de acuerdo contigo en todo lo demás. Lo mutante, desde tu adscripción o desde la mía, representa buena parte del futuro. Respecto a que tengan o tengamos que ser los propios escritores practicantes los teóricos, ello habla muy mal y muy claramente de la patética dejación de funciones que la crítica española supuestamente más lustrosa está revelando, al par que hace aguas teóricas por todos lados. Los críticos culturales más interesantes de hogaño (solemos comentar Eloy y yo a veces, incluso sin paella por medio) vienen del mundo de la estética, del videoarte, la pintura, la arquitectura, la tecnología, la filosofía, el cómic o el cine. Son los únicos que han hecho los deberes. Todos son muy sensibles al brutal impacto (físico, mental y teorético) que la tecnología está teniendo en todos nosotros y en nuestra forma de pensar, algo que tú y tu literatura, por cierto, tenéis también muy claro, lo que explica muchas cosas (no las explico yo ahora por lo de Mr. Wolf, Juan Francisco). Y, en efecto, el realismo trasnochado e ingenuo, como apuntas, y el bucle melancólico amparado a medias en el “no hay nada nuevo bajo el sol” y el “que inventen ellos (los japoneses)” secuestran y asfixian a la cultura, la escritura y la crítica españolas, durmientes sin fin en su ensueño decimonónico de éter, ambrosía y tafetán. Lo que se dice en Córdoba, a principios del siglo 21, mal que a algunos les pese, a las 19.41 horas del vigésimo octavo día de este julio de todos los demonios. Abrazos, Juan Francisco.

Vicente Luis Mora dijo...

Jordi, qué putada de pregunta. Me he quedado exhausto después de responder a Juan Francisco, alguien que le pone las pilas hasta al lucero del alba. Déjame que lo piense, pero esa cuestión creo que no se responde con un post, sino con un ensayo...

Anónimo dijo...

Calladitos andan los botarates, ahora...

Anónimo dijo...

¿Y si tanta atención a lo tecnológico hay en estos autores, por qué no denominarlos colectivamente como Grupo Mozilla, como el navegador de Internet?

Anónimo dijo...

Escribo desde Inglaterra y no tengo tildes ni otros simbolos espaçoles en este teclado, disculpad. Es evidente que dicho a su manera, algo abrupta,JLP tenia parte de razon, es evidente que eloy fernandez porta tenia tambien razon en su intervencion: el resto me parecen mas interesadas y peregrinas. Vicente Luis Mora combina sus aciertos teoricos con otros que son mas bien fruto de su grandilocuencia: ahi estan los problemas de su libro, algunos nacidos del atrevimiento, pues confunde algunos elementos de la filosofia post-, como dijera el misimismo lyotard, y de la filosofia pre-
Pero no es eso lo peor: en el libro, los hallazgos son muchos, y desde aqui mi enhorabuena, pero se contraponen con aportes poco razonados y solo intuidos, pero fallidos, porque las categorias que emplea han sido dinamitadas ya hace tiempo por parte de la filosofia de los ultimos 30 aços... Y ahi es donde fallan las teorias "esenciales" de Mora. Lo mismo que cuando cita a algunos teoricos del arte o de la critica de arte: generalmente se sirve de nombres banalizados, de nombres de segundo grado, desprestigiados hace mucho tambien en el "mundo" de la critica de arte: como parte de sus teorias se sustentan en esas "postlecturas" deberia estudiar con mas coherencia esos planteamientos, y leer no solo a los teoricos del arte espaçol o afines: se esta dejando fuera la principal discusion sobre el arte y la narrativa otra del presente que se esta produciendo ahora mismo en, sobre todo, canada e inglaterra.
Lo mismo le sucedia al ultimo ensayo, mencionado aqui tambien, de Fernandez Porta: es desgraciada la "mezcla" Julian Rios/Eduardo Arroyo, y aunque es previa a la teoria de Fernandez Porta no se sostiene en su libro esa parte del estudio: Arroyo es, y se sabe ya en el ambito del arte actual, un "retrogrado". Y lo digo sin insultar, que quede claro. Es un artista a estas altura demode que pretende -veanse sus ataques contra algunos centros de arte espaçoles diferentes, como el MUSAC de leon- una correccion en la historiografia del arte que es peor que la correccion politica.
Lo que quiero decir es que su simbiosis con Rios no le beneficia a Rios, que es un escritor sin duda interesante. Pero que ha elegido mal su compaçia.
Lo que queria seçalar en este momento es que parte del debate organizado en torno al asunto Nocilla nace de una confusion terminologica evidente, y que el debate esta lastrado por ello: este discusion no pasaria de aprobadillo en un seminario sobre teoria del arte y estetica minimamente serio. Es un aviso para navegantes que creen que tienen la razon en todo esto y que basan sus teorias en elementos que no conocen bien del todo. Mejor seria discutir con otra "claridad" ajena al discurso dominante en el blog, porque este quedara desactivado ante cualquier lector que conozca bien lo que hoy se esta cocinando realmente en la cocina de la teoria moderna. Y digo moderna porque aun es termino que tiene validez en el ambito de alguna postcritica.

Vicente Luis Mora dijo...

He aquí, en este Alfonso C., un perfecto ejemplo de los males epidémicos de la crítica literaria patria:
1. decir que un libro tiene fallos, sin señalarlos;
2. decir que un libro utiliza mal unas categorías, sin apuntar cuáles, ni señalar cómo se haría bien -ni, por supuesto, hacerlo él en un ensayo de réplica-;
3.criticar los usos sin aportar alternativas;
4.hablar desde un púlpito inexistente y virtual, para combatir el lugar que otro ha sustentado con algo material: un ensayo argumentado;
5.arrogarse una situación de preeminencia que nadie le ha conferido y hablar desde ella con una patética condescendencia;
6.adoctrinar desde una postura intelectual desconocida, porque no hay libros ni artículos de Alfonso C. -si existe- que se citen, donde podamos acudir para ver qué piensa o qué sabe el replicante;
7. hablar, es un decir, desde el ciberespacio de la opinión, sin dar un solo argumento, un solo nombre, una sola teoría válidad de referencia.
Esto, ya sea desde Inglaterra o desde Oviedo o desde Murcia, es la crítica española que se estila, señores.

Aquí, mejor o peor, se intenta otra cosa. Dé datos, dé sus datos; dé nombres, dé sus nombres, estimado Alfonso C.: oponga a nuestros libros y artículos los suyos, para que podamos ver qué férrea teoría y que altísima estética sustentan. Hasta entonces, todo es humo, y pajas. Atentos saludos.

Anónimo dijo...

Sobre lo que dice Alfonso C.: pon ejemplos, por favor, cita a los supuestos grandes teóricos actuales, critica ideas concretas, porque tu crítica es tan vaga que no se entiende. Cuando estuve en la Universidad de Chicago, si les hubiera dicho a mis colegas que la gran teoría estética actual se cocía en Canadá e Inglaterra, se hubieran reído si no lo hubiera sustentado con nombres, apellidos, centros concretos de discusión y títulos de referencia. El supuesto reproche sobre Arroyo y Ríos es tan marginal en el cuerpo de "Afterpop" que tampoco tiene demasiado sentido.
Sobre mi pregunta anterior: lo que quería plantear es lo siguiente. Si estamos ante una Red y por tanto ante el asesinato o la superación del trasnochado concepto de "generación", si cada cual va por su lado y cada cual tiene su marco referencial y sus padres, padrastros y abuelos, por no hablar de prostitutas o amantes o colegas puntuales (la información circulatoria) la cartografía de la paternidad debería empezar por el análisis particular de la obra y las afinidades de cada autor. Desde él, se podrían ver, a posteriori, las coincidencias. El problema es que quizá el caso de la influencia de Hunter S. Thompson se puede limitar a un solo autor joven (Robert Juan-Cantavella, quizá), pero la de Ríos, Vila-Matas, Foster Wallace, Piglia o DeLillo, en cambio, se puede constatar en muchos autores. Lo mismo se puede decir con Tarantino o con Lars von Trier, seguramente. El problema, siempre a posteriori, sería que si realmente se certifica una lectura poderosa de un grupo limitado de autores coindidentes, tal vez uno de los rasgos "generacionales" sí podrían ser demostrados...
Quién sabe.
Jordi C.

Anónimo dijo...

A mí también me ha dejado perplejo la intervención de Alfonso C. Y lo digo sin acritud (con más sorpresa que desagrado). Porque, a ver, igual ando yo un poco despistado con la filosofía de los "últimos treinta años". Me encantaría que Alfonso señalara algunos de los filósofos de los últimos treinta años que él considere relevantes, vaya, sobre todo porque yo soy filósofo e igual me estoy perdiendo algo. El único que se nombra en su comentario es Lyotard, y, que yo recuerde, La condición postmoderna (siento no poder ponerlo en cursiva) es como del año setenta y tantos. p.d.: Yo sí he estado en seminarios de estética y teoría del arte mínimamente serios (o eso me parecía a mí).

Vicente Luis Mora dijo...

Se me ha olvidado apuntar algo: el único debate intelectual posible , no hay otro, no puede haber otro, es el que propone Juan Francisco Ferré. Juan Francisco no se limita a decir: "Vicente, te equivocas". No, en absoluto; Juan Francisco dice: "Vicente, te equivocas en tu uso del término 'tardomoderno' en la página tal de tu libro, por este motivo y por este, y hay estos autores en USA que han aplicado de este modo el término". Así sí se puede debatir. No hay otra manera, insisto, lo demás son zarandajas vertidas desde la nada convertida en púlpito atronador y tonante. Una actitud, por cierto, muy acrisolada y de luenga tradición en las esencias hispánicas de hace un tiempo. Raro que se permitan en Inglaterra. Saludos.

Anónimo dijo...

¿Cómo qu eno ha citado autores? Ha citado al gran intelectual y esteta Piquero. Piquero, que se te ve el plumero jajajaja

Vicente Luis Mora dijo...

No, mahorí, no creo que sea Piquero. Siempre he dicho que a Piquero hay que reconocerle, al menos, que va de frente y firma con su nombre cuando ataca, no como otros.

Anónimo dijo...

1. En efecto Jordi, ya no existen, creo yo, las genealogías estrictamente literarias sino una consciente transversalidad de los discursos, aunque desgraciadamente sí existen las genealogías estrictamente cinematográficas, videográficas, pictóricas, etc. Quizá porque la mayor parte de los escritores creativos (al contrario que muchos directores o artistas) ya no reconocen la influencia de la literatura como una monogamia estética o formal. En mi caso, en particular, como ya he dicho otras veces, podría sentirme tan marcado por la narrativa renovadora, europea, norteamericana e hispana de los años, sobre todo, sesenta, setenta y ochenta (entre otros: Borges, Cortázar, Cabrera Infante, Goytisolo, Ríos; Robbe-Grillet, Perec; Bernhard, Kis; Ballard, Coover, Pynchon, Barthelme, Abish) que por el cine, el arte, la música o la televisión de los últimos 25 años.
2. Es muy fácil, en efecto, descalificar unos libros o un debate sin aportar una sola idea o referencia alternativa. Con todos mis respetos, me carcajeo de esa supuesta teoría moderna que tendría su origen en enclaves no especificados de “Canadá e Inglaterra”, of all places! Si hay algo que desde luego se ha dinamitado desde hace treinta años es la autoridad de la teoría y la crítica sobre la creación, y si hay algo que se ha probado en los libros citados y en este debate condescendientemente menospreciado es que los discursos los sostienen ahora los creadores, fundándose en su práctica y en el conocimiento de la práctica de otros colegas o pares. Esto es tan radicalmente distinto a lo habitual que no me extraña que sorprenda. Ningún profesor universitario (y yo lo soy ahora, además, en una Universidad como la de Brown, donde se gestó el hipertexto y se practica la escritura electrónica y de la que han salido avanzados cineastas y artistas desde hace dos décadas al menos) ni ningún crítico ni mucho menos teóricos aficionados están en condiciones hoy de dictar normas o reglas a los creadores. Así que se equivoca quien desautoriza un debate como este sin caer en la cuenta de que quienes lo sostienen gozan de la autoridad que les da su confrontación con la actividad creadora propia y ajena. Algo muy distinto a quienes hablan de oídas (en Canadá, Inglaterra o donde sea) sobre lo que desconocen, que es lo que muchos críticos y teóricos han hecho siempre, faltos de humildad en esto, sin atender al pulso creativo, que es lo que cuenta de verdad y aquí se trata de dirimir sin concesiones.
3. La discusión más o menos teórica que se ha tenido en este foro, o en cualquier otro, responde, por tanto, a las necesidades intelectuales derivadas de la existencia de unas obras que cuestionan el lenguaje crítico establecido con el que se pretende hablar de ellas. Como siempre ha ocurrido, por otra parte, cada vez que una novedad se erguía en el horizonte de la expectación pública. Desautorizar a los escritores que esbozan una tentativa de comprensión teórica y crítica de estas obras dentro de un marco construido con materiales más o menos acreditados, bien sea por exceso o por defecto, me parece una actitud cómplice de un sistema que lo único que exige al creador es que se convierta en un buen servidor del amo y cumpla sin rechistar con sus obligaciones. Por otra parte, ojalá que el debate doctoral en tantos departamentos españoles o internacionales, o el diálogo en tantos congresos de escritores, tuviera el nivel que aquí se ha exhibido, modestia aparte (Borges dijo que no existe la falsa modestia, ya que todas lo son)…
4. Una puntualización en cuanto a las obras “tardomodernas” citadas por Vicente en su libro: dije que las respetaba, y así es, y que algunas me gustaban, unas más que otras, desde luego, pero que en todo caso las leía con aprecio y, en ocasiones, con gran placer. Que pueda considerar, al mismo tiempo, que no se sitúan en el filo más avanzado de su tiempo, no indica en absoluto menosprecio de mi parte hacia sus propuestas y logros. Simplemente, como todo conocedor de los movimientos literarios de los últimos dos siglos sabe de sobra, las obras que se sitúan en la proa de su tiempo, que dan un paso en el vacío o se atreven a adentrarse en la niebla, por utilizar expresiones metafóricas que en Canadá e Inglaterra entenderán fácilmente, nos fascinan y atraen de un modo muy diferente. Mucho más pasional y estimulante…
5. Gertrude Stein (a quien no sé si leen todavía en Canadá o Inglaterra) solía decir que la obra nueva viene al mundo con una fealdad que solo el tiempo consigue limar. Y esto es lo que suele rechazar el lector en su primera aproximación a ellas. Esta es la experiencia central del arte y la literatura desde el siglo XIX al menos.
6. Roland Barthes, que quizá esté desacreditado en la tierra del admirable David Cronenberg o en la provincia de mi querido Ballard, pero que a mí me sigue pareciendo, a pesar de lo que haya podido envejecer de su pensamiento, uno de los críticos y teóricos más solventes y perdurables, distinguía claramente entre textos de placer y textos de goce. La cultura y el mercado se abastecen desde siempre de textos más o menos placenteros (el consumidor siempre tiene la razón). Los textos de goce, digan lo que digan en departamentos ignotos de Canadá o Inglaterra, suelen ser muy malentendidos, si acaso, por los participantes en esos altos seminarios estéticos y literarios a los que debe estar acostumbrado nuestro interlocutor viajero, ya que suelen dedicar el grueso de sus tesis y demás pronunciamientos curriculares a obras convencionales y de consumo. Y esta es otra desgracia con la que tienen que cargar sus creadores...
7. Por cierto, Vicente, sin ánimo de polemizar sobre un detalle, en mi opinión no demasiado relevante: si cité a Howe, en contra de mi voluntad, pues era opuesto a toda postmodernización, fue porque, nos guste o no, es el primero en emplear esa categoría para hablar de ficción narrativa (no de poesía, cultura occidental o modos de producción). Entre los novelistas postmodernos de fines de los cincuenta que cito como ejemplo eché en falta enseguida al que yo considero el más importante (William Gaddis), ya que produce la novela que tematiza toda esta discusión: “Los reconocimientos” (1954).
8. ¿Se lee a Gaddis en Canadá o en Inglaterra? ¿O es que estamos incurriendo en el pecado intelectual de darle autoridad suprema a profesores universitarios reconocidos únicamente en su feudo académico y se la quitamos a los creadores, esos diletantes? La impugnación de la autoridad emprendida en los últimos veinticinco años no creo que deba afectar solo a la cuestión del autor literario. Me han hecho siempre mucha gracia esos académicos que han escrito profusos ensayos para negar la autoridad sobre el texto de un novelista o poeta y se han negado a cuestionar su propia autoridad académica (e incluso planteaban problemas sobre cómo debía figurar su nombre al frente de sus elocuentes ensayos o monografías)…
9. No me queda claro tampoco si esas encumbradas teorías “modernas” surgen en el Canadá francófono, o en el anglófono, o en algún suburbio inuit (ojalá, por lo menos serían originales)...

Anónimo dijo...

Con todos mis respetos y todas las posibles dudas razonables, no me parece que el amigo Alfonso esté tan descaminado. Me parece entenderlo -su runrún de fondo, siempre que cuando se defina algo más yo continúe aceptándolo-. Tampoco es tan tremendo lo que intenta expresar.
Pero sí, Vicente, me extraña tu modo de proceder, esa contesta que le has dado ejemplificándolo a modo de la crítica patria. Bueno, nunca he entendido por qué te pones así cuando alguien te lleva la contraria o propone algo distinto (ahora entiendo por qué lo has hecho a veces también conmigo). Tampoco creo que sea para tanto. Para hacer comentarios tipo los de tu amigo Ferré se necesita comer previamente paella contigo. Y por favor entiende lo que digo, no hay guaza. ¿Por qué en vez de animar a que el desconocido Alfonso desgrane su apunte de discurso os tiráis al cuello del pobre? Parece que la herejía no está permitida entre ustedes, lo que a mí ya sería un motivo de desconfianza en vuestra teorización, pues encierra una pretensión a no innovar, por contrario que parezca a lo que intentáis hacer... no sé.

¿Un nombre por mi parte? Rodríguez Magda, sin salir de casa.

Toto

Anónimo dijo...

No puedo sino sumarme a las voces que, cordialmente, invitan a Alfonso C. a hilar más fino en sus comentarios -y en particular en los de orden metodológico. Por ejemplo: cuando dices, "Canadá", ¿te refieres, por ventura, a Arthur Kroker y la escuela de Ctheory o a otras hierbas? En tu post creo ver o quiero ver algo que venía buscando desde hace un buen rato: la opinión de alguien que, viniendo de otro espacio conceptual -¿la teoría del arte, quizá?- se avenga a leer libros de teoría literaria con espíritu crítico. ¿Podemos tirar del hilo?

Vicente Luis Mora dijo...

Pero bueno, Toto, a veces no entiendo tus salidas, a lo mejor es que vía red parezco más agresivo de lo que soy en realidad. Todos los que hemos respondido al viajero hemos opuesto, sin hablar previamente ni tomar paella por medio, el mismo argumento: ¿pero de qué está hablando? ¿qué es exactamente lo que ataca y con qué argumentos / nombres / hipótesis lo defiende? Eso es todo. También creo que tú y yo hemos estado discutiendo razonablemente por estos lares, incluso sin arroz. Y para terminar, la obra de Rodríguez Magda no solamente fue examinada en este blog, sino que, lo que son las cosas, está citada en La luz nueva, dos veces nada menos. Creo que esto no es castrar ni impedir discursos ni innovación, sino más bien incluirlos. Pero yo sé dónde están tus libros, Antonio (en mi casa, de hecho), sé dónde están los de Rodríguez Magda, y puedo discutirlos. Con otros no puedo hacer eso, es lo único que estoy diciendo. Les estoy pidiendo que hagas lo que tú has hecho. ¿De verdad es pedir demasiado? Si eso es lo quiero, justo lo que tú dices, "que desgrane su discurso"... Saludos, Toto.

Anónimo dijo...

(Venga, estimado Alfonso, te imploramos hagas el favor de descender a la tierra. Desgránate, nene)

Por cierto, por aquí (Canarias) hay un grupo desgranándose a través de Enrique Dussel. Y a mí me parece interesante.

Saludos.

Toto

Anónimo dijo...

Perdona, Eloy, pero si el tal Alfonso se estuviera refiriendo a Arthur Kroker y demás seguidores de la PaniC-Theory, a estas alturas, todavía sería más motivo de risa...
Por cierto, amigo Toto, nadie se echa al cuello de nadie, ni atragantado de paella ni con el estómago ayuno. Me pareció percibir en la según tú tan razonable intervención del tal Alfonso una desacreditación del debate que tampoco, la verdad, resultaba muy simpática. Aporta tus razones y no critiques a los que solo tratan de debatir cuestiones sin ser insultados. Si no me equivoco, el debate en el que intervino el tal Alfonso no buscaba zaherir a nadie sino solo intercambiar puntos de vista, hasta que alguien empezó su ataque descalificándolo...

Anónimo dijo...

Perdón de antemano si Alfonso existe,pero creo que más bien es alguien que se está riendo de nosotros: un trol que, para saltar el control del blog, ha fabricado un discurso aparentemente serio, pero con puntas de iceberg (Canadá, Inglaterra, perdón por el teclado foráneo) que permitían al lector avispado (por ejemplo yo) darse cuenta de que todo era una farsa.
Internet nos hace más perversos.
Obviamente, la pista para detectarlo era Inglaterra: las mejores películas distópicas de los últimos tiempos se ambientan allí (V de Vendetta, Hijos de los hombres, Veintitantas semanas después).
Si "Alfonso" existe y proviene de las artes plásticas, estoy con Eloy: que tire del hilo y dé nombres y argumentos.
Y que perdone mis supsicacias.
Jorge C.

pd. Juan Francisco: si los autores que enumeras como importantes para entender tu proyecto son compartidos por un alto porcentaje de miembros de la Red, ¿habría que hablar de una coincidencia "generacional"? ¿dónde acabaría la generación y empezaría la Red?

Anónimo dijo...

Veo que no les interesa Dussel. Pues nada, sigan entre ustedes, que la unión hace la fuerza.

Toto

Anónimo dijo...

No soy yo. Que conste, por favor. Me he descolgado del debate. De momento.
JLP

Anónimo dijo...

Hola, Toto. Perdona: no sé quien es Dussel, quizá si hubieras planteado mínimamente algo sobre él podrías haber generado interés.
Empiezo a sospechar que Canarias está en el triángulo (con Canadá y con Inglaterra).
Yo me retiro, señores, que me voy de viaje.
Saludos y gracias por estos días de debate realmente interesante.
J.C.

Anónimo dijo...

Hola Jordi C.
Pues sí, no sería nada raro que estemos con Canadá y con Inglaterra. Pero tampoco muy raro que con Turquía y Namibia... ¿Y?

¡Buen viaje a Canadá!

Toto

Anónimo dijo...

Perdón, madre mía cómo empiezo la mañana. El mensaje anterior era para J.C.

Feliz viaje igualmente (todos estamos de alguna manera siempre de viaje)

Toto

Anónimo dijo...

Digresión nº1: “Referente a la noción de “grupo” que creo que es la adecuada en este caso”.

Tengo la creencia de que a los que estamos en este juego nos une lo que vemos, no las creencias previas fruto de una construcción literaria. Los integrantes, necesariamente “difusos”, de este grupo, que es idéntico a otros millones de grupos del Planeta, percibimos un flujo de imágenes e iconos del mismo tipo, eso es lo que hace establecer cierta relación de parentesco entre nosotros. En otras épocas, menos visuales, lo que unía a las “generaciones“ no era lo que veían, sino las creencias preexistentes que venían más o menos heredadas del ámbito fundamentalmente literario (los otros ámbitos equivalían a herejías).

Ahora bien, una pega: si yo vivo en el mismo tiempo que, pongamos por caso, (es un suponer), mi querido Javier Marías, si ambos vemos las mismas imágenes, si estamos sometidos al mismo flujo de iconos (es otro suponer), ¿por qué no estamos en esa relación de parentesco antes señalada? Pues porque para ese tipo de narrador, (llamémosle en terminología de Vicente, tardomoderno, si no es así que me corrija, o en términos de Eloy, pop) las creencias preexistentes filtran lo que ve, de manera que recalcula, rediseña, redibuja ese flujo de imágenes que le llegan para acomodarlo a envolvente fundamentalmente literaria que modula ese contenido fílmico. Nosotros creo es más bien al revés: son las imágenes, ese flujo constante, lo que rediseña y redibuja nuestras creencias previas, preexistentes, de manera que estas creencias van mutando (¿narrativa mutante?) a medida que el flujo de información visual va cambiando, porque hemos asumido que ese flujo informático, televisivo, social, y/o virtual es una naturaleza con la misma categoría que el bolígrafo que estoy ahora mismo mordiendo o el árbol en el que ayer me apoyé mientras esperaba el bus. Digamos que en el primer caso, el sujeto tardomoderno queda atrapado en una especie de fe que sabe que no “puede” ni “debe” modificar sin que caiga sobre él cierto sentimiento de culpa (reflujo de pensamiento religioso, estructura arbórea), y en el segundo caso, el sujeto sencillamente fluye en una red horizontal de la cual él no es más que un nodo al que llegan a cada instante multitud de links. Quizá esa diferencia se pueda resumir en lo siguiente: para el tardomoderno, el mundo de la imagen compulsiva, de la publicidad, de la novela fragmentada, es algo que sencillamente se observa, se mira. Para los segundos es algo que se vive, que constituye una verdadera 3ª Naturaleza (en caso de que llamemos a la vida rural la 1ª naturaleza; a la vida ciudadana, la 2ª Naturaleza; y a la vida en la que lo internauta y lo televisivo se confunde con lo orgánico, la 3ª naturaleza). Digamos que nuestros referentes más primarios, los que realmente hemos vivido, son esos, y no recordamos ningún estadio anterior porque no lo hemos vivido. De ahí que, insisto, más que en términos de generación, habría que hablar en términos de simultaneidades sociológicas “fuertes”, de red social. (Esto es algo que, por ejemplo, en Norteamérica tiene su germen en el pop de los años 50, y aquí, debido a nuestro famoso retraso, en la posmodernidad “a la española” de los años 80. Hablo del germen, no del desarrollo).

Los detalles son importantes, creo. Con los detalles no solo se hacen novelas sino que, inductivamente, se ponen de manifiesto las estructuras mismas de la realidad de cada cual. Por ejemplo, la postura y la dirección de la mirada son importantes: cuando varias personas posiblemente menores de cuarenta años se reúnen hoy en día lo más probable que se sienten todos en paralelo para mirar en una misma dirección, la de una pantalla. En tanto en esa pantalla están todos embebidos por igual, no hay jerarquías entre los espectadores, que por un momento dejan de ser simples espectadores para comenzar a ser constructores críticos de una personalidad a través de esa pantalla. Por el contrario, los autores tardomodernos, lo más probable es que se sentaran en círculo, para mirarse a la cara, para dialogar, para, en definitiva elegir de una manera más o menos velada a un jefe de la tribu, alguien que salga victorioso de todo tipo de afrentas intelectuales.
Algo que quedó claro en el congreso de Sevilla es que los allí presentes pertenecíamos a esa primera clase de narradores, algo de lo que, por ser totalmente natural para mí, no fui totalmente consciente hasta que parte del público afín a la visión tardomoderma (no ya sólo en la literatura sino lo referente a la propia visión del mundo), se quejó de que no debatíamos, de que no dialogábamos, de que no había sangre. En efecto, no había una mentalidad de mesa redonda, habíamos sido educados para sentarnos en paralelo y mirar una pantalla, no para dibujar un círculo. Eso obviamente, no quiere decir que no se dé el debate, sino que ya no tiene la trascendencia que tenía hasta hace pocos años. Estamos acostumbrados a no debatir: con la pantalla no se debate, al menos en el sentido clásico, con la pantalla se establece una complicidad casi siempre libidinal, y cuando esto no es posible, la relación es de abandono, pero no para volver al “mundo real”, sino para cambiar de canal, para ir a otra pantalla. En esa amalgama se va formando el discurso crítico de esa nueva naturaleza.
En este sentido, a la pregunta, ¿si Cortazar es posmoderno, Fresán qué es?, 1) que Cortazar no es posmoderno porque no se puede pertenecer a algo que aún no está calificado ni constituido como tal, ya que no existe. Lo que sí es es un “precursor”, un “adelantado, al igual y en mucha menor medida que Borges, de lo que después se llamaría posmodernidad. 2)Dicho esto y olvidándolo, es decir, asumiendo que Cortazar sí pudiera calificarse de posmoderno, lo que creo es que Cortazar es un posmoderno “literario-literario”, y que Fresan es un posmoderno “literario-visual”. Y quitad estas denominaciones últimas si no os gustan, porque lo que quiero decir es que se puede escribir literatura posmoderna desde muy diferentes ópticas, modos y maneras, y sin embargo tener el mismo aire de familia, como de hecho percibo en Fresán y en Cortazar.
Aparte: En algo puede que tenga razón Alfonso C, si es que no lo he entendido mal. Creo percibir en su discurso, igual me cuelo, que la teoría estética siempre suele comenzar en el ámbito de las artes plásticas y después pasa al ámbito literario. Quizá tenga algo que ver que las artes plásticas mueven muchos más millones de euros al año que la literatura, y eso, en los tiempos que corren, no sé si por suerte o desgracia, es signo de mayor evolución. Ya sé que esto último a muchos os parecerá una barbaridad, pero estoy firmemente convencido en base a mi experiencia.

Anónimo dijo...

Absolutamente de acuerdo en cuanto al planteamiento de Agustín en lo que se refiere a la dependencia visual (¿audiovisual?) de la nueva narrativa. Ahora bien, discrepo en la cuestión de las artes. Creo sencillamente que sobrevaloramos el discurso estético que procede de ese ámbito. Hay que darse cuenta de que el debate postmoderno tuvo su origen en la existencia de obras literarias y arquitectónicas mientras el discurso de una cierta modernidad (sobre todo Greenberg) seguía vigente hasta bien entrados los setenta (Danto lo expone bien en sus libros). El artista del que surge realmente la línea conceptual que marca el devenir del arte más contemporáneo es Marcel Duchamp. Si el paralelo Picasso-Joyce suele engañar a muchos sobre la identidad de desarrollos históricos, el caso de Duchamp arruina todo paralelismo: es imposible parangonar a Duchamp con ningún escritor ya que es impensable en este un gesto artístico que equivalga a colar un urinario en una exposición o fabricar objetos artísticos con materiales prefabricados, entre otras audacias bien conocidas, por no hablar de una obra inasimilable como “La mariée” (con todo, mucho más inspirada en singularidades excéntricas y casi ajenas al decurso histórico literario como Jarry y Roussel, por cierto, que en ningún artista o movimiento coetáneo).
Por más que pretendamos buscar equivalentes en la literatura no es fácil, más que en algún experimentalismo no totalmente logrado que, en todo caso, no ha dado figuras de la relevancia de Duchamp ni tampoco de Warhol. Porque después de la ruptura gestual de Duchamp vino el gesto definitivo de Warhol con sus famosas “Brillo Boxes”, que hicieron descarrilar definitivamente los principios estéticos de la modernidad al asimilar el objeto artístico con la mercancía, punto culminante, dirán algunos, de la reflexión sobre ésta que desde Marx y Baudelaire, pasando por Benjamín, llega a Duchamp y luego a Warhol. ¿Se puede hacer una narrativa literaria que incluya estas derivas? Creo que no, además, por otra razón, y es que la propia materialidad del objeto artístico y su puesta en valor inmediata en un mercado no tan disímil del otro mercado favorece un desarrollo conceptual que es mucho menos practicable en literatura (donde el mercado existe pero la obra es de consumo simbólico o inmaterial). Por supuesto que hemos aprendido a movernos por el tablero de las artes y las letras como el alfil, lateralmente. Pero esto no valida una homogeneidad conceptual entre ambos campos. El discurso crítico y la teoría de las artes (o del audiovisual) sirven para ponernos al día en cuestiones esenciales respecto del propio arte, el mercado y la cultura, pero resultan absolutamente equívocos cuando se aplican a la literatura, que siempre ha respondido a otras exigencias y coordenadas a pesar de todas sus contaminaciones. Repito: no hay un Duchamp en la literatura del siglo XX ni tampoco un Warhol ni un Beuys (y, por tanto, tampoco críticos como los de Duchamp, Warhol o Beuys). ¿Podríamos aplicar a la literatura los planteamientos de un Craig Owens, Hal Foster, Danto, entre otros, o, en España, José Luis Brea? Por desgracia, me temo que no mientras no aceptemos que la única literatura absolutamente contemporánea es la que asume con total conciencia su condición minoritaria. Por otra parte la noción de internacionalidad está totalmente arraigada en el arte mientras en la literatura seguimos asfixiados en la pecera nacional. Cualquier fotógrafo ambicioso de los últimos años parte de Jeff Wall y de los que en su momento partieron de Jeff Wall, por poner un ejemplo, y ése es el nivel medio con el que se dialoga en ese ámbito. ¿Estamos seguros de que pasa lo mismo en la narrativa literaria española? ¿Por qué? O, más bien, ¿cómo pasa esto, o cómo no acaba de "pasar"?...
Así, habría que leer la recuperación de Paz en sus ensayos de la obra y el gesto de Duchamp como una alegoría sobre la “incomposibilidad” de ambos discursos y prácticas. La historia de las relaciones entre arte y literatura es la historia de una multitud de malentendidos, desde Alberti-Picasso hasta Ríos-Arroyo, por supuesto, y más adelante todavía. Tampoco existió nunca un equivalente del “pop” literario, y eso que autores tan distintos como Barthelme, Cabrera Infante, Robbe-Grillet o Pynchon integraron en sus obras desde los años sesenta las referencias y no sólo los procedimientos de la cultura de masas. Pero todos ellos, al igual que Cortázar, fueron considerados representantes de la narrativa postmodernista, esto es, la narrativa más innovadora de los años sesenta y setenta fundamentalmente por su impureza flagrante y su ruptura con los parámetros estéticos más puristas de la modernidad. Si narradores posteriores decidieron dar un paso atrás habría que entenderlo también por cuestiones sociológicas tanto como cognitivas, de recepción y también, no conviene olvidarlo, de capacidad personal, del talento digestivo y el talento creador de cada cual. Que hemos sufrido una regresión desde los años ochenta en narrativa es un hecho flagrante, pero conviene tomar nota de que esta regresión aparece condicionada también por la relativa marginación del discurso literario en la esfera cultural contemporánea y su normalización como discurso social por el poder, esto es, su reconversión en tecnología “espiritual” de baja intensidad para consumidores anómicos…
La cuestión de Cortázar, por tanto, se podría plantear de otro modo si lo hiciéramos en la literatura norteamericana, y creía que quedaba clara esta línea en alguno de mis posts: si Pynchon era postmodernista, ¿lo es también Foster Wallace? Pues no. O al menos, no exactamente. Una comparación de “Infinite Jest” y “Gravity´s Rainbow” (o, en español, de “Mantra” y “Rayuela”, "Señas de identidad" y "La saga de los Marx"), para la que no habría lugar en este blog, nos llevaría a conclusiones muy interesantes en este sentido. Pero para mí la fundamental, retomando la importancia de las imágenes en la nueva narrativa, consistiría en la sustitución de un procedimiento característico del postmodernismo de primera generación, la metaficción o la metaliteratura (esto es, inscripción de la reflexión sobre los mecanismos de la literatura en el cuerpo de la ficción), por la presencia de simulacros virtuales (audiovisuales, cibernéticos, etc.) que se confrontarían o hibridarían con la ficción literaria, obligándola a redefinir sus estrategias (esto lo expliqué mucho mejor, si a alguien le interesa, en un ensayo publicado en Anthropos nº 208, titulado “Zona Cero: El simulacro virtual como sucedáneo metaliterario en la narrativa contemporánea”). Si se quiere, para no negar ciertas filiaciones reconocidas, esto se podría llamar postmodernismo de última generación.
En cuanto a la metáfora del televisor y la peña televisiva reunida frente a ella: cuidado con esta idea platónica; a veces las jerarquías son invisibles y si cada sujeto construye su identidad más atento al aparato tecno(ideo)lógico mediador que a las individualidades circundantes se podrían producir bucles autoritarios no percibidos por el grupo pero sí padecidos por algunos de sus miembros. Este quizá sea uno de los principales peligros que afectan a la redefinición que la razón tecno-capitalista está infligiendo a la democracia contemporánea. Pero ésta es otra historia, ¿o no?…

Anónimo dijo...

Sólo soy un lector aficionado, pero creo que están cambiando cosas, y que entorno a este grupúsculo de nombres aparecerá algo valioso. Mi admiración para Ferré y Fernández Porta, desde Valencia.

Anónimo dijo...

Vaya por delante mi aprecio por tu exposición, Ferré; también mi acuerdo. Pero preciasamente por ambas cosas me planteo algo para el debate al hilo de aquella frase de Feuerbach: "Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo". Cambiemos "filósofos" por "escritores": ¿Dónde, pues, la transformación? ¿O esta cuestión no se contempla en tu discurso?

No lo planteo desde militancia alguna, que conste.

Toto

Vicente Luis Mora dijo...

Toda escritura es transformación en sí misma, Toto. Cambia a quien la escribe y, si es buena, a quien la lee. Ese cambio no es menor, y además toda operación -auténtica- de lenguaje tiene un contenido social. Si no te vale que lo diga yo, también lo dicen Jorge Riechmann y Antonio Méndez Rubio. Saludos.

Anónimo dijo...

Bueno, bueno, Vicente...
Me ha encantado tu respuesta (cómo se nota que te has mejorado de los ojos jeje). Nada que objetar.

Toto

Vicente Luis Mora dijo...

Ya veo algo mejor. En su último comentario, Agustín -no sé si sabiéndolo o por mera intuición-, ha llegado con su hipótesis de las tres naturalezas a las mismas conclusiones que fijase Javier Echevarría en su excelente ensayo Los señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno (Destino, 1999, creo que ganó el Nacional de Ensayo de 2000 con este libro). El filósofo configura en este libro nuestra realidad como la suma de tres entornos: el de la naturaleza (E1), el urbano (E2) y el Tercer Entorno del mundo digital (E3), que poco a poco va alterando la percepción antigua del ambiente que nos rodea. Lo que me interesa del post de Agustín es esto: “para el tardomoderno, el mundo de la imagen compulsiva, de la publicidad, de la novela fragmentada, es algo que sencillamente se observa, se mira. Para los segundos es algo que se vive”. En efecto, así lo creo, y la forma de vivirlo estéticamente es reproducir sus referencias y medios narrativos (autores posmodernos mutantes o afterpop) o incluso sus estructuras visuales y técnicas (autores pangeicos) en sus obras, lo que los diferencia de los tardomodernos. En La luz nueva doy algunos ejemplos: mientras que el citado Marías puede hablar de alguien viendo la televisión en sus relatos o novelas, Javier Calvo construye un relato de Risas enlatadas, en concreto “Un arco iris de levedad”, como una película para televisión, con sus cambios de plano, su secuencialidad, su montaje de “tomas” y sus demás recursos tomados del cine, la publicidad y la propia televisión (digo propia porque un programa televisivo es precisamente el argumento del relato). Un autor pangeico lo habría hecho reproduciendo la estructura de un guión televisivo, intercalando quizá imágenes falsas del rodaje o dibujos de la secuencia de escenas. A tal cosmovisión, esa es mi hipótesis, tal aplicación de estructuras y técnicas narrativas. También coincido con Agustín en su crítica a la “poligénesis”: las referencias están en el ambiente, sí, pero no todos habitan el mismo ecosistema audiovisual (semiosfera, diría Lotman), ni lo aprovechan por igual, del mismo modo que no todos los animales que pasan por una charca aprovechan los recursos de su ecosistema de la misma forma. Eso implica, como apunta Juan Francisco, que la percepción de quienes rodean al aparato –como creo que pasó en Sevilla, donde unos queríamos debatir y otros no tanto- no es exactamente la misma, y que en efecto es peligroso generalizar. Mi postura en la dicotomía propuesta por Agustín (un grupo de personas frente a una pantalla) es mirar alternativamente a la pantalla y a los rostros de quienes la miran. La razón es clara: ¿cómo estudiar el impacto de las TICs sin observar a los impactados? No haremos semiótica de andar por casa, pero un estudio sistémico de las nuevas tecnologías implica el del medio, el del mensaje y el del receptor. Y cabe hacer literatura de los tres elementos, no sólo a partir del mensaje.

Anónimo dijo...

La cuestión que planteas, Toto, es delicada. De hecho, es el mayor problema que me planteo como escritor, y no sólo como escritor, ¿cómo reinscribir en un proyecto de generación plenamente postmoderna lo que fue el gran mandato de la modernidad expresado por Rimbaud ("Il faut changer la vie")? Ahí estamos, y no es fácil, y tampoco nos lo ponen fácil...
Trataré, en todo caso, de responder en otro post más adelante a esta importante cuestión. Voy a decir una cosa que enlaza con las últimas palabras de Agustín sobre el mercado: lo que debería preocuparnos no es si se vende mal o bien la literatura o el arte, lo que debería preocuparnos es cómo el mercado se ha convertido en la postmodernidad en la instancia reguladora del flujo y circulación de las obras y, no importa finalmente cómo te vaya en él, lo que importa es su poder para neutralizar esa dimensión si se quiere utópica que el arte y la literatura han expresado desde la modernidad (e incluso antes). El problema está en si aceptamos con mejor o peor humor pagar ese precio que el sistema impone a nuestras obras. En esto la novela de Gaddis que mencionaba en otro post sigue siendo insuperable por haber reescrito el mito de Fausto (el gran mito de la modernidad artística occidental) en el contexto devaluado del mercado artístico más o menos coetáneo...
Gracias en todo caso por tu aprecio. Y muchas gracias también a Amadeo...

Anónimo dijo...

Sólo un par de cosas rápidas: 1)tendré que leer, Vicente, el libro de Echevarría. Lo cierto es que recuerdo cuando salió, y estaba muy interesado en él, pero entre una cosa y otra…
Por otra parte, pones en tu post:

“La razón es clara: ¿cómo estudiar el impacto de las TICs sin observar a los impactados?”,

para decir que tanto hay que mirar las pantallas como a los espectadores para poder estudiar la influencia de aquellas en éstos, (inciso: bueno, presupongo que por TICs quieres decir, Tecnologías de la Información y la Comunicación, o algo así, ¿no?) . Vale. Totalmente de acuerdo. Pero yo cuando decía lo de mirar sólo la pantalla no lo decía desde el punto de vista del investigador social, quien en efecto, tiene que atender a todos los puntos de vista, sino desde el del simple ciudadano, al que le da igual todo eso, y que simplemente llena sus ratos de ocio mirando pantallas. Tal es, más o menos, mi caso.

2)Juan Francisco: Bueno, tu post es muy extenso y da para mucho. Sólo una cosa sobre Duchamp, la madre de todas las batallas. Creo haber entendido que dices que no ha habido o no es posible un correlato, en el ámbito de la narrativa, del gesto de Duchamp. Corrígeme si me equivoco.
Bueno, creo que sí que puede haber una forma de ver o trasladar el gesto duchampiano a la literatura. Yo, de hecho, es lo que he intentado hacer desde hace años, tanto en poesía y ahora en narrativa; con mayor o menor fortuna, da igual, el caso es que creo que sí se puede, (es algo que sobre lo que teoricé un poco en un artículo de Lateral, del año quizá 2001, titulado, “Ciencia posmoderna, ciencia pagana. Reivindicación de cierto urinario”. O algo así, no recuerdo exactamente el título)
Para mí, el hallazgo de Duchamp, por decirlo en pocas palabras, es que algo que hasta entonces era un “objeto”, él, con un gesto, con una recontextualización, lo convirte en “sujeto”. Por ejemplo, el conocido urinario en el museo. Es decir, que lo que descubre es que el contexto es el que transforma al objeto “en sí”, probando de esta manera que todo objeto, por sí mismo, no significa nada, es una mera masa informe, inculta y sin filiación, y que sólo es su entorno quien de la “forma” y significado. El urinario en la ferretería poseía una filiación determinada: el mundo de la construcción, el mundo de la higiene, etc. En el mueso, cobra otra totalmente distinta.

Y esto no es otra cosa que lo que la posmodernidad lleva haciendo muchos años, algo que yo he repetido en este blog hasta la saciedad y por lo cual espero no caer como pesado: “la cita fuera de contexto”. Por ejemplo, la arquitectura, primera disciplina que se tomó muy en serio lo de la posmodernidad (inciso: vuelvo a lo del otro post, ¿se la tomó muy en serio quizá porque en ella hay mucho dinero en juego?), ya en los 80 mezclaba un capitel romano con un bloque de cemento, introducía una “cita” al pasado, (o al futuro, da igual en qué referencia quiera uno posicionarse), en un contexto casi opuesto. Y eso es lo que hizo Duchamp: el urinario en el mueso no es más que una “cita fuera de contexto”, y entonces esa cita cobra otro sentido.
¿Qué tiene que ver esto con la literatura? ¿Se puede establecer una escritura que sea correlato de esto? Creo que sí. Pienso, sin ir más lejos, en lo que intento yo: coger, por ejemplo, una cita científica e insertarla, tal cual, en un contexto literario, de manera que aparece una sinergética (o sinergia como dicen los teóricos del arte) que provoca que esa cita fuera de contexto se promocione a otro nivel de significación y que, si se es lo suficientemente hábil, aparezca una corriente subterránea metafórica que ensamble al conjunto. De esto en poesía hay ejemplos a patadas. Seguro que en narrativa también, pero como no soy experto en narrativa (bueno, en nada soy experto) quizá vosotros podáis encontrar esos ejemplos fácilmente. Sólo eso.
Saludos.

Anónimo dijo...

mmmmmmmmmmmmm... bueno.

A mí me parece, Agustín, que el gesto de Duchamp (el urinario, su urinario) y la cita científica en tu texto (la obra, tu obra) son dos cantares distintos.

Toto

Anónimo dijo...

Bueno, a mí me parece que sí, en el sentido de lo dicho, no en otros, claro. Pero bueno, como siempre ocurre con estas cosas, son más bien castillos en el aire para entretenerse. A todo se le pueden dar tantas vueltas...

Anónimo dijo...

De acuerdo, Agustín, pero, pero, pero...

Si aceptamos el acto de Duchamp como un atrevimiento que consiste en coger un urinario y en vez de ponerlo aquí ponerlo allí, la verdad es que no tiene gracia ninguna. Lo realmente importante tampoco es el cambio de significación que haya podido conseguir, aunque lo sea. Su gran atrevimiento consiste en que en base a un atrevimiento básico nos haya hecho "ver" las posibilidades infinitas del arte, y por tanto haya conseguido que "podamos ver" más allá y no tanto que "veamos" más allá. Una vez conseguido esto (y ya estamos en la tesitura de las resonancias artísticas que su elemental gesto ha conseguido), te decía que no es lo mismo lo que tú haces que lo que hizo él porque tú ya tratas de aplicar simplemente algo que él te ayudó a que tú entendieras que puedes coger una fórmula matemática o química e incrusturla en tu escritura y trasformando su sentido estricto en un sentido imprevisto y lleno de "ontenido" nuevo y distinto. Supongo que entiendes dónde sitúo la diferencia. Perdón si me he enredado. Pero por supuesto que, aunque hasta lo tuyo pueda ser un mero remedo de la actitud de Duchamp reconforta que haya gente así y no se dedique a poner floreros en medio de un poema con la misma intención. Comparativamente, eso te honra y sí me parece que te convierte en un atrevido, que no es poca cosa para empezar. Duchamp no puede ser "lo último". Lo último está por venir. Tienes esa posibilidad, y lo mejor es que apuestas por ella. Mientras tanto no está nada mal lo que haces ni carece, ni mucho menos, de interés.

Un saludo.

Toto

Vicente Luis Mora dijo...

Internet como resistencia ante las dictaduras de todo tipo:

El presidente de Bielorrusia considera que Internet es hostil
http://es.noticias.yahoo.com/rtrs/20070802/tpl-internet-bielorrusia-hostil-553508c_1.html

Reuters - jueves, 2 de agosto, 20.08
MINSK (Reuters) - El presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, manifestó que Internet está llena de páginas hostiles hacia su país, y que se necesita una ley que ponga fin a tal anarquía, informó el jueves la agencia local de noticias BelTA.
"Es hora de detener la anarquía de Internet. No podemos permitir que este gran logro tecnológico del hombre se convierta en un montón de información basura", dijo Lukashenko a los periodistas en un evento para la prensa en el que no se admitía a medios extranjeros.
Lukashenko, criticado en Occidente por su mano de hierro sobre la antigua república soviética, continuó: "Es un enorme altavoz, no sólo de la oposición, sino un altavoz de voces hostiles hacia nosotros, de estados hostiles".
No nombró qué estados.
Manifestó que este tipo de páginas deberían ser reguladas por leyes similares a aquellas que castigan la pornografía o la difamación.
El mismo jueves, un partido comunista de la oposición informó de que ha sido sancionado por seis meses por irregularidades en su documentación.
Estados Unidos ha calificado a Bielorrusia como "la última dictadura de Europa", y la Unión Europea ha financiado la creación de emisoras de radio independientes como la polaca Radio Racja, dirigida a los bielorrusos, que puede ser escuchada por Internet.
Las páginas web de la oposición bielorrusa también se han popularizado desde que el presidente tomó medidas drásticas contra la prensa independiente tradicional.
"Hay más libertad de la necesaria en Bielorrusia, hoy en día, y no menos que en otros países", defendió Lukashenko. "Si hay límite de libertades en algún lugar, no viene de las autoridades, sino del pueblo".
El Partido Comunista Bielorruso en la oposición, que cuenta con 4.000 miembros, mantiene que sus actividades fueron suspendidas durante seis meses porque no había sido inscrito en los registros del Ministerio de Justicia.
"Consideramos esto como un acto político", dijo a Reuters el líder del partido, Sergei Kalyakin.

S. K. Caplan dijo...

Me encanta lo de "no hay más libertad de la necesaria". ¿Cuánta es necesaria? Paternalismo en plan "con esto tenéis bastante".

Anónimo dijo...

Algo parecido está leyendo Cortázar sobre Argentina. ¿Si es posmoderno es nocilla?

GASPARD dijo...

Hola de nuevo.
A propósito del discurso estético que proviene de otras artes:
En un universo de espectadores, los libros son las únicas obras de arte (quizás junto con los videojuegos) en las que la incorporación estética se realiza mediante un esfuerzo activo y continuo. Es cierto que el disfrute de cualquier obra requiere en todos los casos alguna participación del espectador, pero el esfuerzo y el tiempo medio que deben dedicarse a una fotografía y a una novela no son comparables. Incluso el grado más elemental de lectura sólo puede entenderse hoy como un metaentretenimiento, una evasión (novedad) del entretenimiento (estado medio actual de los habitantes de cualquier país desarrollado) que nos acosa por todas partes.
Todo esto viene a cuento de la permanente discusión acerca de si los mecanismos de difusión de de la literatura y las artes audiovisuales contemporáneas deberían ser los mismos (aquí se produce otra confusión, ya que cuando hablamos de arte contemporáneo no solemos incluír , por ejemplo, a los pintores de paisajes estilo impresionista en ejercicio cuyos cuadros cuelgan mayoritariamente en restaurantes y salones de familias de clase media, pero cuando se habla de narrativa contemporánea no se acostumbra a realizar la distinción equivalente y se considera “autores contemporáneos” a quienes practican una literatura de receta del siglo XIX), sin apercibirnos de que el lector no es como quien pasa por delante de un cuadro en una galería, escucha una canción en la radio o sigue su serie favorita en la televisión, sino, más bien, como el aficionado que copia un cuadro en un museo, interpreta la música o intenta repetir el éxito de The Blair Witch Project con su digital camcorder. Más que el espectador de eventos deportivos, es el deportista amateur.

En mi opinión, el gesto de Duchamp está también bastante sobrevalorado. Creo que sí se ha intentado trasladar a la literatura, al menos parcialmente, y que se ha convertido en un recurso común para los modernos experimentalistas y numerosos postmodernistas. La inclusión de "objetos textuales" como listas de la compra, carteles, slogans etc. va por ahí, pero también todos aquellos procedimientos técnicos que "objetizan" el texto, como escribir una novela sin emplear determinada vocal. Puede, evidentemente, llevarse mucho más allá suprimiendo todo aspecto narrativo y simplemente trasladando un "objeto textual" a las páginas de un libro sin añadir nada, como en algunos libros de poesía concreta. Creo que se trata de un recurso más que muchos de nosotros utilizamos con mayor o menor frecuencia, pero que sólo cobra sentido en determinados contextos: no es lo mismo una lista de objetos en El libro de la almohada de Sei Shonagon que en el Ulises o en las novelas de Sorrentino (un feliz ejemplo reciente de "objetización literaria" sería la novela Re-La-Vir, de Jan Ramjerdi, escrita como un programa de ordenador, con munerosas "subrutinas" y repeticiones).
Otra cosa, y en esto estoy de acuerdo con Juan Francisco, son las diferentes consecuencias de tales procedimientos cuando se aplican a la literatura o a las artes plásticas. Desde el momento en Duchamp sustituye el objeto artístico por su contexto, la carga simbólica se desplaza hacia el exterior de la obra, a aquello que le aporta significado, al "cubo blanco", pero el efecto no es el mismo en todas las artes. Incluso los remedos musicales del gesto de Duchamp, que han sido quizá más célebres que los literarios —pensemos, por ejemplo, en mi admirado John Cage—, no han tenido el mismo impacto ni las mismas consecuencias.

Los medios electrónicos están cambiando un poco las cosas, ya que el arte digital es en muchos sentidos más próximo a la literatura, o al menos a cierta literatura. La percepción de las obras de arte digitales se aproxima cada vez más a una forma de lectura, puesto que las imágenes digitales no pueden ser entendidas como “representaciones” o "señales de contexto", sino como procesos activos de construcción similares a la lectura.
Según Lev Manovich: “Los nuevos medios cambian nuestra idea de lo que es una imagen —porque convierten al espectador en un usuario activo. Como resultado de ello, una imagen ilusionística ya no es algo que el sujeto simplemente mira, comparándola con sus recuerdos de la realidad representada para juzgar su apariencia de realidad. La imagen producida por los nuevos medios es algo en lo que el usuario penetra activamente, haciendo zoom o cliqueando sobre partes individuales bajo la suposición de que contiene hipervínculos”. Para Mark Hansen, no se trata simplemente de que la imagen proporcione un instrumento para que el usuario pueda controlar el “paisaje informático” de la cultura material contemporánea, sino más bien que la imagen “se ha convertido a sí misma en un proceso y, como tal, se ha ligado irreductiblemente a la actividad corporal”. “Por lo tanto”, continúa Hansen, “más que abandonarla a su propia obsolescencia o transformarla en un vehículo para interactuar con la información, debemos reconfigurar los fundamentos de la imagen. Específicamente, debemos aceptar que la imagen, más que encontrar su instantaneidad en una forma tecnológica privilegiada (incluyendo el ordenador), ahora demarca el proceso por el cual el cuerpo, en conjunción con los diversos aparatos que hacen la información perceptible, da forma o in-forma la información. En suma, la imagen no puede ya restringirse al nivel de su apariencia superficial, sino que debe ser extendida para incluír todo el proceso mediante el que la información es perceptible a través del proceso de incorporación."

Es probable que las mutaciones digitales del arte aproximen un poco más las posturas y nos den acceso a críticas cruzadas más eficaces. El libro citado de Mark Hansen (Bodies in Code: Interfaces with Digital Media) es un ejemplo de ello.

Intentaré continuar.
Un saludo a todos, en especial a los internautas bielorrusos para que sigan actuando con más libertad de la necesaria.

Vicente Luis Mora dijo...

SPAM POETRY

Buscando cosas sobre el Mark Hansen que cita Germán Sierra, descubro que hay no menos de doce personas en el ciberespacio haciendo cosas con ese nombre. Se puede hacer un buen relato con esto, ya que uno es un eminente filósofo de Princeton, otro es un hoax que se dedica a timar a los internautas bajo el nombre de una empresa llamada Opera Sofware (ver http://www.fernandogomez.es/2006/08/22/mark-hansen-y-el-timo-de-comprar-tus-dominios), hay un tal Mark V. Hansen que escribe unos libros de autoayuda con títulos patéticos como Chicken Soup for the Soul o The One Minute Millionaire, y un astrofotógrafo (no sé lo que es) homónimo; además, en la australiana Mark Hansen First National Real State podréis compraros casas en Sidney por un pico, y no dejéis de saber qué escuchan los jóvenes mormones de Utah gracias a markhansenmusic.org. Hay otro Hansen que estudia cine y medios desde la Chicago University y hay varios estudiosos más de temas artísticos y tecnológicos. El que cita Germán, que es muy pijo para estas cosas es, desde luego, el primero, el filósofo. Pero he descubierto otro Hansen muy interesante, un profesor de estadísticas de la UCLA (universidad californiana de donde venía, si recordáis, Michael Jordan), que entre otros proyectos políticos y artísticos, tiene este de Spam poetry. Para vosotros:

Spam Poetry
By Mark H. Hansen,

A new job, a new spam filter. While the setup at UCLA is effective, I've had a few important emails banished to an inaccessible quarantine area. Paranoid fool that I am, I decided to live life outside the the protective cushion of the Department's spam filters. Mistake. But I did start to appreciate a rhythm to my unsolicited email, a kind of poetry. Here are a few patterns that I've found strangely poignant.

My troubling decline
[12 subject lines, VIC0D1N e-mails, 10/04]

how is my brother hurting
your son hurting
your mother hurting
pain is killing you
assist your brother in pain
assist your brother with his suffering
is his sister in pain treatment
are you in pain
your father needs to cope with the pain
is her father suffering
is my boyfriend hurting
how is my boyfriend hurting


Berlioz's uncle
[15 subject lines, "mo r t gage" ads, 11-12/04]

the splash of waves
by blue night-lights. Out
Thoughts raced, short, incoherent
window-sill with his hand,
up still more...
Well, who knows, who
sang out. His eyes
more. But I pity
the woman meanwhile, without
Drink! said the executioner
water-soaked cloth of his
that the professor was
right out of you!
You see, Poplavsky began
the next door bore


Spam Waugh
[Senders of pornographic spam, ads, 2/15-3/20/05]

Giggler C. Gilgamesh
Axiom M. Isolationism
Insinuations P. Ability
Strowe L. Transmuted
Archaeologist A. Machs
Punched O. Vilification
Sedatest Q. Sushing
Forced Q. Sadness
Unimpressive U. Counterfeited
Generalities S. Gnaw
Chastity J. Misleads
Insemination D. Solitaries
Fortyfying F. Shipwright
Muddiest E. Ladybird
Detected I. Pitchmen
Unknowable S. Easiness
Dixon D. Gurgles
Demand R. Tautly
Sourpuss I. Translator


[Mark H. Hansen
Associate Professor of Statistics ]

Co-PI, Center for Embedded Networked Sensing

Courtesy appointments in the Departments of
Desgin|Media Art and Electrical Engineering, UCLA

8951 Mathematical Sciences Building
University of California, Los Angeles
Los Angeles, CA 90095


e-mail: cocteau@stat.ucla.edu

gregorioecologista dijo...

Pues yo siempre había entendido el gesto de Duchamp de un modo distinto.

Cuando Duchamp introdujo el inodoro en un museo, convirtiéndolo sólo por eso en una obra de arte, lo que entiendo que pretendía decir, era que el arte no es más que una mentira. Nada hay detrás de él, más que una gran falacia desarrollada y sustentada por aquellos a los cuales les conviene para poder proyectar sus egos en objetos que los enalteciesen y sobreviviesen. De ahí la firma con un nombre inventado, y de ahí su silencio posterior: No se puede seguir ofreciendo obras de arte después de mostrar que éste no existe; no se puede denunciar de semejante manera tal egolatría, y pretender después continuar uno mismo participando de la tómbola. Así el silencio de Duchamp no estaría sobrevalorado, ya que es lo único que después de tales gestos podría hacer sin resultar incoherente; en ese silencio estriba su credibilidad.
De ese no creer en el objeto artístico, viene su vinculación e influencia en el dadaísmo, cierto surrealismo, fluxus o en el conceptualismo.
Tras esto, John Cage y allegados, Joseph Beuys, creadores de performances, happenings e instalaciones, renunciaron a la obra como apéndice de un Yo, para centrarse en el proceso creativo, en el vivir más que el arte ofrece, que era lo único factible después de Duchamp.

Atreviéndome un poco también con los discursos estéticos, creo que el caso de la literatura no es comparable con el de las llamadas artes plásticas. Por lo mismo que los postulados estéticos, y sobre todo su puesta en práctica, salvo excepciones, no proliferan tanto en la arquitectura, pues los edificios deben no caerse, la literatura debe resultar “entendible”. Los materiales con los que el escritor trabaja con respecto a un pintor, lo limitan en cuanto a variedades texturales, formales, etc. pero le ofrecen en contrapartida una mayor precisión y profundidad.

Disculpad mi intromisión en el debate. Disfruto y aprendo.

Saludos.

Pd: entiéndase que mis comentarios parten siempre de la duda.

Anónimo dijo...

"De ese no creer en el objeto artístico, viene su vinculación e influencia en el dadaísmo, cierto surrealismo, fluxus o en el conceptualismo.
Tras esto, John Cage y allegados, Joseph Beuys, creadores de performances, happenings e instalaciones, renunciaron a la obra como apéndice de un Yo, para centrarse en el proceso creativo, en el vivir más que el arte ofrece, que era lo único factible después de Duchamp."

Con el orinal, Duchamp, ¿no ofrecería lo único factible, el proceso creativo, el vivir más que el arte ofrece? A lo mejor esa era su declaración: ha muerto un tipo de consideración, la válida hasta entonces. Ese arte ha muerto. Ese dios. Piss off.
Expresó con el orinal, belleza en lo cotidiano. Fondo en forma perfecta (orinal público indidividual, de pared, no un barreño) asociados con espacio/tiempo.

Leemos una muerte en un objeto visual. No sabría decir porqué, al igual que ahora, se acordó mayoritariamente la muerte del arte significando poca utilidad. Aquello de lee ni idea de para qué, no leas cómics sé que son spam ;)

Hay poesía en el spam. No es un urinario pero se lee. Integración belleza con lo cotidiano. Universalidad (origen de los correos, los temas. El tipo de meadero) Más rigor. Sabemos interdependencia lingüística, psicologia, sociologia, filosofia, tecnologia.

Con Duchamp acaba un arte, el arte anterior. Las respuestas antiguas. Ha cambiado la expresión.
Guerra en Bielorrusia. Otra guerra. No sirvió de nada. Tanto libro.

No sirvió lo que no sirvió. No lo repitamos.

No es una guerra nueva -ni lo sugerido por los poemas de Mark H. Hansen, diría- las nuevas respuestas se observan en la expresión -> sentirlo <- vivir más
Nuevas respuestas a la guerra, no se observan.

Aquí me explican mejor
http://web.mit.edu/cms/People/henry3/complete.html



Recuerda famosa frase de Peter Falk, la incluyeron en un Colombo "no es ojo de cristal porque tú lo veas; es ojo de cristal"

Buenas noches caballeros (voy a dormir, dispensen lo qué habré escrito de más)

Anónimo dijo...

Una cuestión capcionsa por mi parte:

¿Cómo encajan y se sitúan ustedes ante la recomendación política biolorrusa y la censura española al Jueves?

Me interesa cualquier respuesta teniendo en cuenta toda esta argumentación y proposición del arte que han expuesto hata ahora?

Toto

Anónimo dijo...

Respondiendo a Toto.

Intento encajar las recomendaciones según aporten solución eficiente, de acuerdo a mi punto de vista, a un determinado conflicto.
Me sitúo observando situaciones parecidas. Me parece haber visto muchas más. Resultados respecto al problema, nulos.

¿Por qué siguen recomendándolo?
Arte en respuestas diferentes. Por ejemplo. Innecesario : )

Teorías ante fracaso escolar parecen variaciones respecto falta de interés, "todo el día junto a una máquina" hace pensar: a) la máquina tiene algo que le interesa, estudios no. b) no tienen interés/ sí tienen c) la convergencia de culturas (como videojuegos material de enseñanza) dónde cultura explota de significados c.1) algún cambio es posible c.2) creatividad es propaganda de la creatividad d) distancias y muertes e) ¿por qué siguen dándose la razón sentados en un columpio "no se esfuerzan pegado al ordenador gandules a la tele a tu edad meneando la sardina no saben lo qué quieren es verdad cierto aquel va a saltarse la clase se lo diremos a la señorita gandules cierto "

El Juez acaba de explicar que el secuestro del Jueves, era una performance.

quotationsbook.com: performance :
"It is hard to go beyond your public. If they are satisfied with cheap performance, you will not easily arrive at better. If they know what is good, and require it. you will aspire and burn until you achieve it. But from time to time, in history, men are born a whole age too soon." Ralph Waldo Emerson

Podemos conocer lo que es bueno más facilidad, más rapidez, saltando eras.

La pregunta era arte y política?
La he leido principalmente como relación arte-vida (urinario) y actualidad Duchamp o Cortázar.
Es que leo muchas preguntas en la pregunta capciosa Toto. No te ha pasado? No os ha pasado, leer un artículo, ir leyéndolo, verlo como dos, aparecer un spin-off mientras vas leyendo? Hay días en los cuales un artículo te ha alimentado como dos petit suisse. Una vez en el metro me encontré a John Lennon leyendo de reojo mi diario. Y va me dice "I read the news today oh, boy
about a lucky man who made the grade" ¿Quién se lo había preguntado? Me iba a chafar la lectura. Me explicó todo el diario. Entraron ganas de pegarle un tiro. Era el año 80 o así del siglo pasado.

¿La censura en relación a la crítica, a la opinión pública, diferentes niveles juez local/publicación local - políticos / globales - fan/famoso global.

Ocurriendo local/global varían también. Portada jueves, secuestro revista local, portada global.

Presión fama?
Intervención política?
No se pueden permitir inmoralidades?
Por eso he privilegiado una lectura.
Anacrónico, me parece Pero ya es eso. Según el Papa es cierto, Dios murió en la cruz. Una verdad como un templ.

Si no dejan buscar la verdad, prefiero no hacer nada a repetir lo mismo. ¿Como encajo y me sitúo ante la censura? Creo que ya lo estamos, de la individualidad, de la experiencia, de la vida. Ocurren los dos casos y no me parecen reales. Distancia. Firmas, no movilización. No emociona. Las teorías conspiratorias llenan. Si censuran lo que digo, no digo nada. Mejor a repetir lo no funciona. Eso sí podemos saberlo. Comparar situaciones, pienso.

Tengan muy buen día caballeros

Vicente Luis Mora dijo...

Toto, no respondas aquí. Acabo de colgar un post sobre este tema de la censura y otros temas, que creo será de tu interés, y prefiero centrar este debate allí. Saludos

x dijo...

No me importa bajo qué etiqueta se difunde mi literatura. Ni en qué espacios se lee. No creo en el poder de la época que pregona la Teoría de los Polisistemas, sino en la magia que permite que un buen texto perviva inmutable y estremezca a lectores de diferentes tiempos y naciones. “Generación Nocilla” me parece un término como cualquier otro en el ámbito literario. Desde el punto de vista periodístico, inmejorable. Es provocador (más que provocativo) y ha generado discusiones como esta, a la que me sumo con tardanza.

Refrendo las posiciones de varios de los que han intervenido, acerca de la individualidad y de la imposibilidad de hablar de “generación”. Pero, sí, algo sucede con la literatura, no ya española, sino universal. La máquina de confinamiento que la impulsó, el libro códice, vive una escisión. O una rebelión tecnológica. Roger Chartier habla de la tercera revolución de la lectura: los medios digitales. Inevitable: afecta en la manera de narrar. No creo que afecte, o deba afectar también, al contenido narrado, así como el cambio de papiro a códice no censuró tampoco los temas literarios.

La evolución narrativa tiene dos vertientes, que se compaginan. La primera, la literatura hipermedia (o multimedia o digital o electrónica o como quiera que le llame). Hay cada vez más autores que indagan en la retórica que el medio exige a las nuevas formas de literatura, y cuyos resultados sería muy largo comentar aquí (Para los lectores de AfterPop: alguna mención existe sobre el trabajo de Mark America).

En todo caso, en lengua española hay algunos autores que trabajan en cuentos, poesías, novelas y ensayos de calidad desigual. Existen trabajos muy interesantes: Rodríguez de las Heras, Ardévol, Escalonilla, Gutiérrez, Rodríguez Ruiz. Como investigador, es el tema que me interesa. Como escritor, aporto mi grano de arena desde 1996, cuando comencé a martillar una novela multimedia (Tierra de Extracción, en: http://www.newmedios.com/tierra/ ). Aquí el texto no podría clasificarse, para nada, de Tardomoderno ni AfterPop. Adrede, intento mostrar que en los nuevos medios no importa qué se cuenta, sino cómo se cuenta.

La otra vertiente sería la que agrupa, dolientes mediante, a los escritores que hemos sido incluidos en el reportaje de El Cultural (sin ningún complejo, agradezco haber sido mencionado) y a muchos otros autores, de aquí y del otro lado del océano. Y es el traslado de esa retórica aún amorfa, pero omnipresente, al papel. La convivencia de la tradición y la ruptura. ¿Fernández Mallo, por ejemplo, hizo lo mismo que Cortázar en Último Round y Rayuela? Hay una diferencia abismal entre la actual vanguardia literaria y aquellas que nos han precedido: todo intento anterior estaba sujeto al papel. Ahora las reglas básicas de juego ya no son básicas, ya no son reglas.

No creo que hoy exista un esfuerzo por romper con la tradición. Creo que el esfuerzo está, o al menos yo lo intento, en utilizar todo lo útil que ha dejado la literatura en códice (incluyo aquí a las antiguas vanguardias) para conquistar un espacio ocupado por la nada: el ciberespacio. La búsqueda es heterogénea; un rizoma, una diáspora escéptica e individual. Manifestaciones sin manifiestos. Una realidad inabarcable en un nombre, así que cualquier título funciona igual de bien o de mal. Lo único que podría agruparnos, supongo, es una búsqueda, a veces insaciable y otras poco hambrientas. Cada uno con sus métodos, sus temas, sus influencias, poses, éxitos, afinidades, amistades, cifras de venta, hipotecas.

GASPARD dijo...

Hola Vicente,
Muy interesante lo de la "spam poetry". Es curioso las bifurcaciones a las que nos lleva Google. El Hansen que yo citaba es Mark B.N. Hansen. Fué profesor en Princeton y ahora creo que está en la Universidad de Chicago. Es fácil localizar sus libros en amazon.com

Un saludo.

Vicente Luis Mora dijo...

Para Doménico Chiappe:

Doménico, encantado de recibirte. Te conocí, precisamente, a raíz del reportaje nocillesco, y de ahí pasé a buscar tus libros. Leí tu nouvelle "Entrevista a Mailer Daemon" y aparecerá reseñada uno de estos meses en Quimera. Enhorabuena, por cierto, me ha gustado. Saludos y bienvenido.


Para Germán:

Sabía que te gustaría, Germán. Estos romanos están locos... Gracias de nuevo por la pista, así da gusto. Un abrazo.

Anónimo dijo...

¿Hasta qué punto el resultado de lo de los Spam tiene que ser necesariamente conseguido vía Spam?

Si en literatura lo importante es el resultado , el "producto", no veo la novedad, excepto que alguien exitado por lo nuevo sea incapaz de suponer que tales resultados no podrían ser conseguidos a través de otros medios.

Toto
Toto

Anónimo dijo...

Ahora que parece que este debate está tocando a su fin, celebro mucho tu aparición, Doménico Chiappe, que, a mi modo de ver, ponderas lo expuesto en un post con el que estoy prácticamente al 100% de acuerdo.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Me ha encantado la carta -las puntuaclizaciones que hace en ella-, que no había leído, de Jorge Carrión publicada en El País. Bien, bien...

Toto

Anónimo dijo...

Sea grupo, generación o colectivo libre, creo que aquí se están reuniendo los que dirán algo en el futuro. No se pongan nerviosos los demás. Délen!

Anónimo dijo...

“La imagen puede ser el nuevo opio del pueblo. Vivimos en un mundo de reconocimiento, no de conocimiento. Se vive realmente a través de la pantalla. Los medios de comunicación deben ser objeto de educación, no sólo un canal de información. Sólo entiendes la manipulación de las imágenes al hacer una película. Hay que aprender a leer y a escribir y también a leer y a hacer imágenes”; Marc Augé, entrevistado por El País, 23/06/2007, p. 52.

Anónimo dijo...

Vicente, me gustaría saber tu punto de vista sobre el comentario anterior que tengo aquí sobre los Spam...

Toto

Vicente Luis Mora dijo...

Es que no entiendo demasiado bien lo que intentas decir en él, Toto.

Anónimo dijo...

la generación nocilla ya tiene spot...

http://www.youtube.com/watch?v=oACDsJI85_s

Vicente Luis Mora dijo...

En el sentido apuntado por Juan Francisco Ferré del término "retromodernidad", que creo oportuno y hacedero para sintetizar algunas posturas escriturarias y/o filosóficas recientes, ahí va eso:

"Por ejemplo, las discusiones desencadenadas en Francia en 2005 y 2006 ante determinadas leyes y acontecimientos sociales, que han repercutido también en España, en las que viejos ilustrados se convierten ahora en nuevos reaccionarios. Sirva como ejemplo el libro de Finkielkraut Nous autres, les modernes, en el que apoyándose en Heidegger y Benjamin concluye: 'hay que hacer descarrilar Internet'"
José Luis Molinuevo, La vida en tiempo real. La crisis de las utopías digitales (Biblioteca Nueva, Madrid, 2006, p. 98).

x dijo...

Celebro el debate y celebro que los derroteros literarios comiencen a exponerse.
Vicente Luis, coincido contigo en la crítica que hiciste al ensayo de Fernández Porta, en La Tormenta en un Vaso [ http://latormentaenunvaso.blogspot.com/2007/07/afterpop-la-literatura-de-la-implosin.html ]
Me sumo al aplauso al libro, con otra reseña:
[ http://www.jazztelia.com/libros/post/2007/08/14/afterpop-brujula-batidora-las-tendencias-actuales ]

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias a ti, Doménico. Espero que no te importe, pero por su interés reproduzco una entrada de tu blog "Crónicas y otras naranjas", de fecha 08/07/2007, sobre este debate. Un cordial saludo.


"Generación Nocilla, algún apunte

Hay un cambio de paradigma en lo literario. Vive una escisión. O una rebelión tecnológica. Roger Chartier habla de la tercera revolución de la lectura: los medios digitales. Todo debido a que ya no existe sólo una máquina de confinamiento, el libro códice. La literatura se consolida en un nuevo espacio, el digital, que, de manera inevitable, incide en la manera de narrar. No creo que afecte, o deba afectar también, al contenido narrado, así como el cambio de papiro a códice no censuró tampoco los temas literarios.

El cambio de paradigma sucede en ambos contenedores. En el ciberespacio se indaga en la nueva retórica. En el papel, los autores realizan un esfuerzo por violentar las reglas sin escapar del códice, propugnan por violentar las fronteras, en un intento por trasladar la retórica multimedia, aún amorfa pero omnipresente, al folio. Una lucha que existe desde muchísimo tiempo antes que el auge de las nuevas tecnologías y que tiene, como precursores recientes, a Cortázar, Pavic, Apollinaire, Italo Calvino, Perec, Queneau. No es casualidad que las obras completas de estos escritores se hayan reeditado en los últimos meses.

¿Por qué la crítica se ha interesado ahora por este tipo de literatura? Por una parte, la cultura de la fragmentación y brevedad se ha popularizado, con el zapping y la navegación de internet, y los lectores pueden “consumir” más fácilmente los contenidos de las estructuras fractales o de rizoma. Por otra parte, se ha intensificado la presión de autores emergentes que escriben rompiendo las reglas de los manuales de literatura. Y sus libros empujan, a codazos, para acercarse al núcleo del canon. Quizás gracias a la existencia de nuevos canales de difusión como los blogs, la presión ha surtido efecto. La crítica se ha interesado por el fenómeno. En algún momento tenía que ocurrir. Toda historia necesita un protagonista. En este caso, se eligió, por diversas razones editoriales y por su alta calidad literaria, Nocilla Dream de Agustín Fernández Mallo, editado por la independiente Candaya.

Si lo que sucede con la literatura actual necesita un nombre, Generación Nocilla puede ser tan útil como cualquier otro. Y ha generado interesantes debates. Prefiero el sabor del cacao al sonido de un estallido (boom), por ejemplo.¿Me representa el libro de Fernández Mallo? ¿En su literatura coexisten las claves narrativas que ensayo en cada texto que escribo? Hasta hace un par de días no había leído Nocilla Dream; es decir, hasta mucho después de que se publicara el artículo de Nuria Azancot enEl Cultural que me incluyó en la “Generación Nocilla”, quizás por la publicación de mi novela Entrevista a Mailer Daemon.

Si pertenezco a un grupo, será al de autores que practican la polifonía dentro y fuera del texto, la fragmentación, la sugerencia, la mezcla de artes y que se empeñan en darle protagonismo al lector, desean convertirlo, casi, en autor, coautor. Curiosos que buscan nuevas retóricas, influenciados por las técnicas multimedias, más que por lo audiovisual. Que experimentan con este lenguaje tanto en la interficie de la pantalla como en el papel, que no se avocan en exclusiva a un formato ni a un estilo ni a un género.

Es esta la literatura que intento desde la independencia absoluta. A pesar de mi individualidad, de mi reticencia a suscribir manifiestos, de mi negativa a pertenecer a ningún club o asociación, podría retratarme con cualquiera que haya emprendido esta búsqueda. Creo en mis textos y sobrevivirán si poseen la magia capaz de estremecer a un lector, sin importar su época o su cultura. Por lo tanto no me importa, porque no me influye, bajo qué nombre se etiqueta mi literatura; ni en qué espacios se lee."

Doménico Chiappe, tomado de http://cronicasyotrasnaranjas.blogspot.com/search/label/Generaci%C3%B3n%20Nocilla.

Catalina GG-H dijo...

LA ANTIGÜEDAD TRANSNACIONAL DEL FENÓMENO “NOCILLA”
Un llamado epistolar a la revisión de los antecedentes
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http://garciagarciaherreros.blogspot.com/
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Respetado señor:
Vicente Luis Mora

Antes que nada, y porque prefiero evitar la intervención anónima, me presento para respaldar lo que al debate sobre la “Generación Nocilla” quisiera añadir. Mi nombre es Catalina García García-Herreros y mi pasaporte es colombiano. Soy Licenciada en Física, máster en Física del Estado Sólido, actualmente estudio Filología Hispánica en la Universidad de Salamanca y, de manera simultánea, adelanto cursos del doctorado en Literatura Hispanoamericana en la misma universidad.

La razón por la que escribo este comentario es porque, habiendo rastreado con minuciosidad de física investigadora todas las aristas de este debate generado en torno a la reciente apodada “Generación Nocilla” —tanto en la entrada del 19-07-07 de su bitácora (vicenteluismora.blogspot.com) y los 173 comentarios anexos, como en la creada por Miguel Espigado con diversas etiquetas sobre el tema (generacionnocilla.blogspot.com)—, me he encontrado con sintagmas como «narrativa mutante», «embrión de red literaria» y con afirmaciones como la siguiente: «Estos autores son cosmopolitas, han viajado, tienen una gran familiaridad con la televisión, están sometidos a influencias muy diversas -y casi ninguna tiene que ver con la palabra escrita-, conocen y se sirven de las nuevas tecnologías» (José Andrés Rojo, El País, 30-6-07). La cuestión tratada y contenida en frases como éstas me ha resultado familiar, repetidamente familiar. La familiaridad es tan contundente que mi curiosidad, atizada por el temor de que se esté dejando en el olvido algo importante, exige de mis vacaciones y de mi memoria el esfuerzo de traer a la superficie del teclado algunas de las claves que explicitan este llover sobre mojado. Paciencia y barajar. Aquí están ellas expuestas, documentadas y ordenadas.

1. Sobre el término “mutante”

Lo primero que me llama la atención en los textos de tan provechoso debate es la constante aparición del rótulo “mutante” asignado a la representación de una tendencia narrativa de actualidad que, a diferencia de la que usted ha llamado “tardomoderna” tomaría sus referencias y sus recursos narrativos de un mundo mediatizado por la tecnología y por las estrategias de mercado. La cuestión sobre la delimitación de lo que dicho rótulo expresa se articula en torno a las ideas que usted ha desarrollado en su último libro y los puntos de vista que, sobre el particular ha comentado el escritor y crítico literario Juan Francisco Ferré. Para los dos «lo mutante representa buena parte del futuro» y ambos han dedicado una buena cantidad de su estudio a sistematizar el contenido de dicha nueva categoría. La conversación que sostienen en el debate aludido es encomiable por su prolijidad y precisión. Sin embargo, llega un momento del diálogo en el que mi entusiasmo se detiene. Ponderando las intuiciones que ustedes han seguido para emplear el calificativo “mutante”, Juan Francisco Ferré expresa que lo suyo correspondió a «una tentativa de aclimatación del avant-pop al ecosistema español, un intento de definir una línea narrativa autóctona que pudiera emparentarse con ese fenómeno transnacional» y luego afirma que: «La “narrativa mutante” constituye para mí, por tanto, cinco años después de haber acuñado el concepto, la oportunidad más provechosa de renovación narrativa para un sistema literario como el español que se caracteriza por su discontinuidad y conservadurismo». Es el reclamo de autoría terminológica contenido en esta aserción lo que provoca mi total desconcierto. Yo creo que compete también a esta crítica del siglo XXI indagar cuánto de inédito y cuánto de reciclado hay en las nuevas denominaciones, antes de que éstas resulten en categorías. Un trabajo de investigación tiene el requisito de ser exhaustivo en el seguimiento de los posibles antecedentes y es en este último sentido en el que me pronuncio.

Teniendo en cuenta que usted se ha mostrado interesado en el uso bien delimitado de los rótulos que nombran los conceptos —como cuando dice en su conversación con Juan Francisco Ferré: «siempre aclaro antes los términos de cierre conceptual, para no hablar sobre o desde el vacío, sino poblando de referencias las etiquetas», antes de extenderse en una genealogía admirablemente rastreada del marbete “posmoderno” aplicado a la arquitectura, las artes y la literatura— y considerando que comparto con usted ese interés en la claridad conceptual y en el conocimiento de los avatares de las etiquetas, me parece relevante aclarar que el término “mutante”, usado para describir una peculiaridad nueva de la producción literaria actual, se acuñó con anterioridad a la fecha que usted menciona.

En el año 2002 el escritor y médico colombiano Orlando Mejía Rivera, autor de Pensamientos de guerra [Barcelona, Littera, 2003], publicó un libro titulado La generación mutante: nuevos narradores colombianos [Manizales, Editorial Universidad de Caldas, 2002]. Como el título lo indica, en su texto, Mejía Rivera propone la existencia de una generación en Colombia de narradores mutantes en la que incluye, de modo preliminar, a siete novelistas contemporáneos menores de 50 años quienes, por una parte, representan una «estética de ruptura con respecto a la narrativa colombiana tradicional» (2002, 31) y, por otra, comparten «cierta afinidad estética, temática y formal en sus narraciones» (32).

El libro contiene una serie de entrevistas realizadas por el autor a los narradores mutantes y reseñas sobre algunas de las obras más representativas. Incluye, además, un enjundioso prólogo en el que Mejía Rivera enumera los rasgos temáticos y estructurales que le animan a considerar a los mutantes como grupo (él los reúne como “generación” aunque, al igual que usted, considero inapropiado el uso actual de una palabra que ha perdido contundencia y brillo conceptuales) y explica las razones por las que propone acuñar la rúbrica “mutante” para dichos novelistas. Es importante señalar que, según Mejía Rivera, el grupo de estos narradores incluiría a muchos más escritores de los que se cuentan dentro de su libro . Mejía es cuidadoso al respaldar su denominación con la explicación de cuatro de los significados que pueden sustentar dicho concepto y la manera como estos son aplicables tanto a la obra como a los autores de dicha generación. Así, según este autor, el adjetivo “mutante” apela de manera concomitante a 1) la hibridación de géneros; 2) la influencia en la nueva novelística de los cómics, el cine, la televisión y los subgéneros literarios de la cultura popular (novela policíaca, novela negra, novela de terror y fotonovelas románticas; 3) la combinación de “literatura experiencial [sic]” (48) o autobiográfica con los códigos de la intertextualidad; la tendencia pluridisciplinaria en cuanto al oficio y preferencias de los autores y 4) el desarraigo geográfico y cultural.

Pero la antigüedad de dicho uso de la palabra mutante —que recuerda al Universo Marvel de Stan Lee—, me refiero a la aplicación específica del término para calificar un modo peculiar de creación literaria, no se remonta sólo hasta Mejía Rivera. En uno de mis trabajos sobre la novela Rosario Tijeras de Jorge Franco Ramos (trabajo tutelado de doctorado que ha sido aprobado por el comité de evaluación de la Universidad de Salamanca) he señalado que, antes que Mejía Rivera, el sintagma “generación mutante” había sido acuñada por el crítico uruguayo Hugo Achugar quien, en su reseña de 1994 “Humanismo en época de mutaciones: 18 años de poesía de Rafael Courtoisie” publicada en Brecha, [2 de septiembre de 1994, p.22] dice:

/"Artísticamente bautizados en plena dictadura, los hombres y mujeres de esta generación han vivido y sobre todo han creado en una de esas épocas en que las transformaciones culturales, sociales y políticas se concentran con una fuerza inusual. [...] Es posible que en unos años más se les pueda llamar la “generación de los mutantes” pues su época es la de una mutación civilizatoria y no simplemente la de un cambio mayor en la cuenta de los siglos o la del tránsito de la dictadura a la democracia"./

Al leer detenidamente el libro de Mejía Rivera (2002) y la reseña de Achugar (1994) asistimos a uno de esos momentos en los cuales se concreta el excesivamente aludido Zeitgeist hegeliano. Los dos refieren el mismo fenómeno mediático, tecnológico y global que está marcando de una manera peculiar la producción literaria de sus respectivos países. Y en tal intento de comprensión continúa Achugar leyendo su contexto, acotando un concepto y definiendo:

/"El mutante es el que muda, el que cambia, el que se mueve, el que inventa inventándose. Y esta época de grandes migraciones, de traslados planetarios y simultaneidades telematizadas tiene como personaje central aquél que se desplaza y cruza fronteras cambiando de estados y de estado. El cambio, la mudanza, la mutación y la invención como signo del tiempo y del vértigo de estos tiempos: eso vive, real y sobre todo simbólicamente esta generación"./ (ibíd., 22).

Así pues, virtualidad —«la realidad de esta generación es cada vez más virtual y menos empírica» (Mejía Rivera: 2002, 48) — y cosmopolitismo —«se genera una nueva narrativa cosmopolita nacida, en buena parte, de la sensación de pertenecer a cualquier lugar del planeta y, a la vez, no ser de ningún lado» (ibíd.)—, considerados como fuentes temáticas, referenciales y estructurales de una narrativa mutante hispanoamericana, encuentran, poco tiempo después, su correlato idéntico en la crítica literaria de la Península cuando Juan Francisco Ferré, según apunta en el debate, trata de precisar «otra comprensión de lo postmoderno literario o ficcional con el término metafórico “narrativa mutante”/ “narrador mutante”» en su artículo “El relato robado. Notas para la definición de una narrativa mutante” publicado en Quimera 237, 2003.

Entiéndaseme bien. Yo no pretendo reclamar autorías terminológicas haciendo alardes de anacrónicos orgullos nacionales. Mi intención es establecer precisiones que nos sirvan a todos. Es incorrecta la afirmación de Juan Francisco Ferré sobre su acuñación del término mutante si aquélla es enunciada sin añadir que tal término ya estaba acuñado en otro ámbito de producción literaria y que Ferré, al igual que usted en fecha posterior, han recuperado dicho rótulo y lo han redefinido para el territorio español.

Coincido con casi todos los participantes del debate en la certeza de que el fenómeno de la “Generación Nocilla”, asociado a las distintas narrativas mutantes, es un síntoma generalizado y transnacional. Suscribo a Germán Sierra cuando dice que «esta no es una “cosa” propia de la literatura española, ni siquiera de la literatura, sino que responde a una problemática de la expresión artística contemporánea en un mundo en el que, entre otras cosas, han desaparecido las fronteras geográficas, idiomáticas y metodológicas» y a Jordi Carrión cuando se pregunta y contesta « ¿"joven" "narrativa" y, sobre todo, "española"? […] la "españolidad" es poco más que una convención en una red de influencias, préstamos y diálogos transculturales y sobre todo internacionales». Considero que la crítica de la literatura hispana actual debe considerar todos los eslabones que, atados por influencias explícitas o por analogías contextuales, la han traído hasta aquí y la pueden seguir llevando en una dirección que nos revele esa «visión del conjunto del movimiento» por la que aboga, en el mismo debate, Miguel Espigado. El trabajo posterior, una vez especificada la diversa procedencia de la categoría “narrativa mutante”, consistiría en verificar cuánto se parecen las obras de los mutantes colombianos y españoles, establecer relaciones entre estos y otros autores de novela en español y unificar el concepto.

2. Los antecedentes inmediatos

A la pregunta que a usted y a Juan Francisco Ferré les expone, en el diálogo aludido, Jorge Carrión: « ¿quiénes son los que sentaron las bases de la red de la que estamos hablando? ¿Quiénes son los “padres” o “padrastros” de entre los nacidos en los treinta, cuarenta y cincuenta? En tres ámbitos: España, América Latina, Estados Unidos/Europa», pregunta a la que usted, con acierto y amabilidad, contesta: «esa cuestión creo que no se responde con un post, sino con un ensayo», yo aventuro una respuesta parcial que no informa sobre los “padres” o “padrastros” sino sobre “hermanos” coetáneos hispanoamericanos: McOndo y el Crack. Y los postulo como “hermanos” por dos razones:
1) El manifiesto del “Crack” mexicano —firmado en 1996 por Jorge Volpi (1968), Ignacio Padilla (1968), Vicente Herrasti (1967), Eloy Urroz (1966) y Ricardo Chávez Castañeda (1961) — en su reclamo por un regreso a la “novela profunda” participa de la tendencia avantpop (superación del pop), concepto que ha sido adaptado para la literatura en español por Eloy Fernández Porta (AfterPop).
2) En el prólogo del texto McOndo: una antología de nueva literatura hispanoamericana [Barcelona, Grijalbo-Mondadori, 1996], sus editores, los chilenos Alberto Fuguet y Sergio Gómez, ya proponen la existencia de una mega red literaria en concordancia con la universalización, por vía mediática y tecnológica, de los referentes culturales.

Pero vamos por partes. En 1996 vieron la luz, en México y Chile, dos manifiestos literarios que le tomaban el pulso a una situación latente y, en aquel momento, apenas desvelada. Los escritores mexicanos agrupados bajo la rúbrica “Crack” hablaban en el suyo de la necesidad de eclipsar, de manera definitiva, «la literatura de papilla-embauca-ingenuos, la novela cínicamente superficial y deshonesta» e insistían en la recuperación de la literatura como medio de indagación y de renovación formal independiente que no se moldea según las imposiciones del mercado.
Ahora bien, encuentro un paralelismo notable entre aquel empeño de los escritores del Crack y el propósito de los narradores posmodernos quienes, según el estudio que usted ha realizado en su libro La luz nueva, han evitado conscientemente los atajos formales de la producción “tardomoderna”; han repudiado esa reticencia experimental tardomoderna cuyos autores, en opinión de Juan Francisco Ferré, «se apuntan al realismo reciclado, al pastiche seudo-postmoderno o al subgénero con ínfulas, sin haber dado pruebas de compartir principios estéticos diferentes del mercado», este «mercado mayoritario donde triunfan el realismo más pedestre o la evasión pura y dura».
La aspiración de una novela que cuide más la elaboración idiomática y al lector inteligente (y menos a los listados de más vendidos) expresada hace once años por los miembros del Crack mexicano entronca, según mi parecer, con esa vertiente de superación del pop que lleva señales de un saludable regreso a una especie de estética de la dificultad, tan acorde con este posbarroquismo en el que navegamos. [Digresión mínima: ¿Por qué no pospop en lugar de afterpop? Así podríamos evitar el anglicismo prefijoide.]

El otro manifiesto, a la manera de prólogo de la mencionada antología McOndo, firmado por Fuguet y Gómez, anticipa, de manera casi literal, algunas de las opiniones expresadas en el debate sobre la “Generación Nocilla”. Cito a continuación un fragmento de dicho documento:

/"El verdadero afán de McOndo fue armar una red, ver si teníamos pares y comprobar que no estábamos tan solos en esto. […] Comprobamos que cada escritor ha elegido el camino que más le acomodaba, con los temas que consideraba más adecuados. ¿Trabajo inútil entonces? Creemos que no: debajo de la heterogeneidad algo parece unir a todos estos escritores, y a toda una generación de adultos recientes. El mundo se empequeñeció y compartimos una cultura bastarda similar, que nos ha hermanado irremediablemente sin buscarlo. Hemos crecido pegados a los mismos programas de la televisión, admirado las mismas películas y leído todo lo que se merece leer, en una sincronía digna de considerarse mágica. Todo esto trae, evidentemente, una similar postura ante la literatura y el compartir campos de referencias unificadores. Esta realidad no es gratuita. Capaz que sea hasta mágica."/ (Alberto Fuguet y Sergio Gómez, Santiago de Chile, marzo de 1996).

El debate sobre Generación Nocilla colgado en su bitácora es unánime en la noción de red literaria. Agustín Fernández Mallo expresa que «no existe una generación sino una red», en el que cada uno de nosotros funciona como un «nodo de una red horizontal». Germán Sierra apunta que «lo que se ha venido gestando durante estos últimos años es un embrión de “red literaria” lo más abierta posible en la que cada cual es responsable de sus opiniones críticas y estéticas». Y luego usted hace una elogiosa defensa de la crítica-red que yo no puedo menos que aplaudir. La simetría de los enfoques en el Chile de 1996 y la España de 2007 es evidente. Los conceptos se desplazan como una función continua en la isotropía del espacio-tiempo. Se habla de una red de referencias individuales homogenizadas por un sustrato virtual y mediático común. El sentimiento de reiteración es inevitable al comparar el fragmento citado de Fuguet y Gómez con la siguiente afirmación de Fernández Mallo:

/"Se me hace bastante evidente que como habéis ya apuntado no existe una generación sino una red. Esa es para mí una buena palabra. Si de algo valió el Congreso de Sevilla fue para constatar que cada cual tiene su estética, que cada cual tira por su lado, que a cada cual entiende el proceso de creación como un acto de pura individualidad, y que además, esa individualidad se reivindica. Yo el primero. Lo que sí hay es esa red que se fundamenta en un estrato sociológico común: cómo nos afecta y cómo nos ha educado la sociedad que nos rodea."/

Todos, de una manera u otra, situados ante el mismo canal. El fenómeno Nocilla me ha resultado una forma clonada de lo que, en su tiempo, suscitaron la antología McOndo, el manifiesto del Crack y el libro de Mejía Rivera sobre los narradores mutantes colombianos. Todos los creadores incluidos en dichos grupos comparten el ser cosmopolitas, el derribar la verticalidad de las jerarquías y la fuerte predilección por el abandono de etiquetas nacionales para sumergirse en un nuevo mundo de homogeneidades indistintas e indiscriminadas: esa homogeneidad virtual cuya posibilidad más ambiciosa reside en la red.

Estamos vislumbrando un cambio. Asistimos a una superación de ciertas proclamas sobre el “fin de la historia” que, por un instante, nos convencieron del estancamiento. Nuestras elaboraciones artísticas están desbrozando uno de los cantos de la realidad que, gracias a este ejercicio, se ha vuelto más visible.

Jorge Carrión, en su carta a José Andrés Rojo a propósito de la “Generación Nocilla”, dice que «superado el compromiso con un partido, queda el compromiso con una cierta idea de progreso». Lo creo. Aunque el progreso en el que creo no es la utopía que consiste en la sustitución lineal de tiempos históricos. Mi creencia en el progreso es mucho más moderada y humilde: creo en una superposición de órdenes coexistentes que, en una lucha de fuerzas, se debaten por dominar el espacio de un determinado lapso temporal. Una vez puesta alguna de esas tendencias en circulación, y siguiendo la democrática ley de la entropía, se extenderá por todo el espacio libre que encuentre hasta llegar al equilibrio.

Hasta aquí mi contribución a la anhelada visión de conjunto. Otras consideraciones, espero, serán parte de nuevos diálogos. Agradezco enormemente la posibilidad de interlocutores.

Gracias a usted y a Miguel Espigado por las ventanas-bitácora que han dispuesto para que los interesados hagamos oír nuestro teclado en este debate.

Muy atentamente,

Catalina García García-Herreros
(Bucaramanga, 15 de agosto de 2007).

http://garciagarciaherreros.blogspot.com/

Anónimo dijo...
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Vicente Luis Mora dijo...

Estimada amiga Catalina, gracias por venir y gracias por su largo, meritorio e interesante comentario, que aporta elementos de debate muy valiosos. Esto no quiere decir, por supuesto, que esté de acuerdo en las puntualizaciones que hace, respecto a las cuales me coloca o nos coloca –a mí y a J. F. Ferré- en un lugar de impracticable defensa. Me explico: como usted comprenderá es absolutamente imposible que yo pudiera conocer, en modo alguno, un libro publicado en 2002 en la Universidad de Caldas, por Orlando Mejía. Igualmente, me es imposible conocer una reseña publicada en una revista (¿uruguaya?) llamada Brecha en 1994. Como usted dice, mi trabajo sobre la rúbrica “mutante”, que yo utilizo en un sentido más biológico que sus referencias, no desactiva las propuestas anteriores; coincidirá conmigo en que éstas tampoco desactivan las mías; son simplemente paralelas en el espacio y consecutivas en el tiempo, lo que es normal porque es imposible leernos todo y todos, sobre todo cuando lo que se cita ni siquiera se distribuye en el ámbito geográfico de uno. Los trabajos que usted cita me parecen interesantes, pero para mí mutante no es el “nómada libre” (terminología y semántica de Milenio, de Attali, de 1991, de donde seguramente lo ha tomado el autor, sin citar) descrito en la p. 22 del trabajo de Achugar, sino una persona que precisamente no necesita moverse para que su narrativa mute, ya que los medios de comunicación y especialmente Internet le dotan de la “movilidad mental” suficiente para incorporar su discurso audiovisual, elaborando lo que Fernández Porta llamaría una “revisión afterpop” y yo una revisión posmoderna epistemológicamente amparada en el nuevo paradigma comunicativo de la globalización. Esto no desactiva, repito, las propuestas de Achugar y Mejía, es simplemente otra cosa, en la que desde luego la poesía de Courtoisie no tiene cabida ni por asomo, ya que para mí el interesante poeta y no tan interesante narrador uruguayo es claramente tardomoderno, y no tiene ajuste ni en mi propuesta ni en la de Juan Francisco Ferré –que seguramente consideraría a los cuentos de Courtoisie como retromodernos. Y por cierto, que la acuñación de Juan Francisco, en contra de su opinión, no depende de que haya o no anteriores usos del término: la definición completa de su espacio discursivo en el momento de su planteamiento le da carta de naturaleza suficiente.

Le agradezco muchísimo sus aportaciones de crítica colombiana, estimada señora García, porque toda contribución al debate suma, pero creo que ha dejado fuera algunos nombres hispanoamericanos cuya inclusión en el debate hubiera sido mucho más interesante: el boliviano Edmundo Paz Soldán, por ejemplo. No estoy de acuerdo con usted en que mis buenos amigos Volpi y Padilla simbolicen el avant-pop a que se refiere Fernández Porta (dudo mucho que el propio Fernández Porta coincida con usted; si quiere buscar mexicanos afines, tiente más bien a Bellatin o a Julián Herbert, de quien acabo de colgar una reseña en este blog). Respecto al parecido que ve entre lo que sería la inexistente generación nocilla (“grupo Mozilla”, diría yo; o, más bien, no diría nada), es decir: la red generada alrededor de algunos congresos, el artículo de El Cultural, el catálogo de la editorial Berenice y este blog, y su relación con el grupo McOndo no puedo opinar, porque no conozco demasiado bien aquel movimiento o fenómeno editorial, y no sé qué tipo de parecido ve usted entre ellos. Usted, Catalina, parece habernos leído a unos y a otros y si ve usted líneas y tendencias similares, lo acepto, aunque no me siento demasiado cómodo viéndome asociado a un grupo que incluye ciertos autores, cuyos nombres aparcaremos de momento (otros nombres, como el citado Paz Soldán o Fresán, son sistemáticamente incluidos por los recuentos de Fernández Porta y los míos). Tampoco me siento muy próximo –e imagino que Ferré tampoco– al facilón discurso sociologista del prólogo de Fuguet y Sergio Gómez, que acabo de leer completo ahora mismo. Pero bueno, del mismo modo que nos han asimilado a la nocilla y no podemos hacer nada, creo que tampoco podemos hacer mucho ante una nueva asociación a McOndo. Toda asociación es por naturaleza heterogénea –y Bretón añadiría: y libre-.

Espero que mi respuesta a su comentario no parezca agresiva, no la vea así porque no es mi intención. Lo que ocurre es que antes de coincidir, hay que disentir en lo que a uno le parece importante. Hechas las anteriores puntualizaciones –imagino que Ferré hará las suyas-, le felicito por su talante inquieto, por su curiosidad, por su inteligente exposición y por su sana vocación de mezclar ramas del conocimiento. Ay, ya me gustaría a mí ser especialista en Física del Estado Sólido, en vez de licenciado en Estados de Derecho. Le agradezco mucho que haya venido por aquí, que nos dé esa oportuna clase de crítica colombiana, ya que aporta nuevos elementos de juicio que me parecen muy interesantes –tienen razón Jordi Carrión, Germán y usted en la naturaleza transnacional, o global, o pangeica, de muchas cosas que están pasando en la literatura actual-, y le ruego que siga visitándonos, y comentando con nosotros sus lecturas e impresiones. Muchas gracias y hasta pronto.

Catalina GG-H dijo...

Estimado amigo:

Agradezco su respuesta y estoy de acuerdo con algunos de sus asertos. Para empezar, aplaudo, sin ninguna reticencia, el crédito que usted otorga a los beneficios de la saludable dialéctica —oposición y superación de la oposición— cuando afirma que «antes que coincidir, hay que disentir en lo que a uno le parece importante». En principio, es esa creencia —que yo suscribo— lo que ha motivado mi trabajo. La refutación es una máxima del arte del diálogo y, por tanto, el fundamento de cualquier forma de conocimiento.

También coincido con usted en que es prácticamente imposible leer toda la información a la que estamos expuestos. Sin embargo, como todos sabemos, la revisión exhaustiva del estado de la cuestión es, en cualquier investigación, un punto de partida ineludible. Usted tendría razón en objetar que es precisamente para evitar un proyecto inabarcable, en cuanto a la desmesura de la documentación, que se trazan los límites del objeto de estudio, y yo consentiría. A pesar de esto, también es cierto que llega un momento en el que la generalización —la ampliación de un concepto que, siendo funcional en un campo reducido, puede hacerse pertinente en un ámbito mayor— es deseable. (En física, las llamadas teorías de unificación, inalcanzables en su aspiración de una fórmula total, han permitido enormes avances en el desarrollo de las explicaciones y, de una manera lúdica —por el reto que comportan— justifican todos los esfuerzos investigativos). Es posible que nuestra capacidad de comprensión exija este ejercicio de síntesis, un ejercicio que no discrimina la cantidad de información que se hace necesario sintetizar.

Puestos todos a buscar una homogeneidad deseable en la crítica de la literatura en español, repito lo que ya dije en mi comentario anterior con respecto al término “mutante”: El trabajo posterior, una vez especificada la diversa procedencia de la categoría “narrativa mutante”, consistiría en verificar cuánto se parecen las obras de los mutantes colombianos y españoles, establecer relaciones entre estos y otros autores de novela en español y unificar el concepto. Mi intención, como también lo expresé en aquel comentario, no ha sido reclamar autorías terminológicas sino establecer precisiones que nos sirvan a todos en esta construcción de una crítica global. Suscribo su idea de que las diferentes propuestas —Achugar, Mejía Rivera, Ferré y la suya— de uso de dicho término, tanto en España como en Hispanoamérica, no se desactivan mutuamente y, al contrario, creo que aquéllas se enlazan y se complementan. Aún así pienso que si de alguna manera se puede extraer un beneficio de una “crítica pangeica” es logrando, antes que nada, cierta unidad en las denominaciones.

En cuanto a lo que usted afirma sobre la imposibilidad de leernos «todo y todos, sobre todo cuando lo que se cita ni siquiera se distribuye en el ámbito geográfico de uno», sólo tengo que añadir que si esta falta de documentación en el ámbito geográfico propio fuera una excusa aceptable, la investigación de una gran cantidad de latinoamericanos estaría abocada al fracaso. La mayoría de nuestros países no se caracterizan por su ejemplaridad en los procesos de importación y distribución de material bibliográfico y, de hecho, si algo tenemos que agradecer a las bases de datos y a las opciones de compra por Internet es habernos facilitado el trabajo. Para nadie es un secreto que, en Latinoamérica, el proyecto pangea sigue cojeando por casi todos sus canales de distribución física y, a pesar de esto, ¿no están las nuevas tecnologías para ayudarnos a superar tales contratiempos? En este caso en particular, una búsqueda rápida por palabra clave —“mutante”— en el catálogo electrónico de la biblioteca de la AECI en Madrid arroja, como primer resultado, el libro de Mejía Rivera con todo y que ha sido publicado en la ignota Universidad de Caldas.

En cuanto al cotejo entre la producción narrativa de la inexistente “generación Nocilla” y la de los antologados en 'McOndo', sé que queda bastante trabajo por hacer. Es indudable que, diez años después de ese manifiesto de intenciones que fue aquella antología, los allí incluidos han recorrido caminos muy dispares y, en la mayoría de los casos, la producción posterior se ha separado bastante de lo que apuntaba ser. Ya la antología fue bastante desigual en cuanto a temas y recursos narrativos. Sin embargo, ese «malhadado libro» (en palabras de Paz Soldán y del mismo Fuguet), a pesar del abuso simplificador de su prólogo, cumplió con un propósito. El intento de cambio de un estereotipo latinoamericano por otro, igualmente falso pero diferente, era justo el eje de tensión que se necesitaba para empezar a buscar un término medio. McOndo, hasta cierto punto, hizo visible una dialéctica que llevaba años tratando de ser reconocida: Macondo (pero no el Macondo de los Buendía sino el “Macondo for export” de 'La casa de los espíritus' y sucedáneos) requería un exceso ruidoso de McOndo para que los lectores empezaran a consumir escenarios narrativos contemporáneos y formas narrativas distintas. Es en esa intención de reconocimiento —similar a la del (llamémoslo así) grupo Nocilla— de literaturas más experimentales, en el propósito de conformar una red de individualidades creativas, y en el proyecto de encontrar las similitudes que ponen en relación escrituras novedosas y distintas entre sí, en donde yo he percibido un punto de encuentro que, como todo punto de intersección, no exime de las divergencias. Algunas de las trayectorias de escritura McOndiana no pueden, ni en las temáticas ni en los recursos formales, compararse con la literatura que están produciendo los autores reunidos, con o sin acierto, bajo el marbete “generación Nocilla”. Tengo muy claro que un texto como 'Subterráneos' no tiene un solo punto en común con algo llamado 'La mujer que tenía los pies feos' (y creo que mi participación en su blog informa de mi preferencia). Soy consciente de que nombres asociativos como Nocilla o McOndo tienen, principalmente, una función mediática. Sin embargo, y aunque tales movimientos o generaciones sean inexistentes, los rótulos aparecen como icebergs o síntomas de peculiaridades más profundas que son, imagino, lo que nos interesa indagar y conocer.

Agradezco que halague mi sana vocación de mezclar ramas del conocimiento. Al menos en el nombre, el Estado Sólido no es menos pomposo que el Estado de Derecho y, sin duda alguna, los Estados de Derecho son más deseables que el ordenamiento molecular de un cristal. A pesar de esto, comprendo que le hubiera gustado cursar una especialidad como la mía. El desarrollo de nanotecnologías —semiconductores de dimensiones que se miden en ångstroms— es lo que, en buena medida, ha permitido que podamos comunicarnos con un ordenador portátil vía Internet. Bromas aparte, imagino que, tanto a usted como a mí, la interdisciplinariedad nos ha equipado con una buena dosis de algo que, según mi parecer, es indispensable en cualquier juicio crítico: perspectiva. Esa perspectiva que permite mantener la mente abierta a toda posibilidad, preparada para el cotejo de los datos divergentes, y libre del peso de doctrinas estancas y conceptos absolutos.

Mi clase de crítica colombiana, como usted la llama, ha pretendido ser mucho menos una lección que una contribución a la visión de conjunto. Y espero que, como tal, pueda ser considerada no sólo crítica colombiana sino crítica de literatura en español. Un proyecto pangea real podría intentar olvidarse de los rótulos nacionales para empezar a construir desde todos los frentes geográficos. Esta es, en todo caso, mi aspiración a una crítica del siglo XXI. Esa crítica que usted ejerce con una constancia y profundidad ejemplares. Ésa que usted ha promovido en beneficio de todos los que, acaso por ser más jóvenes, buscamos puntos de referencia alternativos.

Anónimo dijo...

Copio este texto: "Mutantes", post del 18 de agosto de 2007 aparecido en el blog EN UN BOSQUE EXTRANJERO: santosdominguez.blogspot.com
Responsable del blog de crítica literaria http://encuentrosconlasletras.blogspot.com/
¿Qué hay detrás de todo esto, de este ataque?

Mis pesadillas favoritas más recientes las protagonizan legiones narrativas de tardomodernistas, pre-posmodernos, post-posmodernos, posmodernos a secas, pangeicos, no-modernos y mutantes que pasean por mi sueño con el aspecto que tienen los condenados del infierno de Dante.

Son algunas de las subespecies de novelistas que distingue un reciente ensayo sobre singularidades de la narrativa española actual. Un libro polémico salvo en ese subtítulo. Talento no habrá mucho, pero singularidades hay por allí en abundancia.

Sin ir más lejos, la de un mutante (la descripción taxonómica lo ubica en la categoría de los posmodernos) que tiene el poco curriculable mérito de haber publicado una sola novela y de haber logrado con ella el indeseable título de peor novela del año.

Igual es problema de una crítica venal, desfasada y vendida al mercado, como denuncia el ensayista, pero el mérito es innegable.

Y la singularidad, de lo más lamentable y singular.

Vicente Luis Mora dijo...

Detrás, a mi juicio, hay una patética rencilla cacereña, sustentada en la envidia hacia un extremeño notable de quien hablo en La luz nueva. Fíjate qué tristes, miserables y minusculillos son los debates literarios patrios, Patxi. Saludos.

Anónimo dijo...

Todo es posible jejejeje

Pero sinceramente no entiendo la falta (ausencia) de diálogo con la amiga Catalina García.

Toto

Vicente Luis Mora dijo...

Lo que hay es una falta (ausencia) de tiempo por mi parte, Toto. A ver si este fin de semana puedo. De todas formas, a su primera intervención sí respondí. Ojalá tuviera tiempo para todo. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Me alegra saberlo, Vicente, que sea por eso.
Porque estimo que es muy interesante lo que expone la amiga. Aporta matizaciones muy iluminadoras, a no desperdiciar. Amplía -conectando con ese "más allá" latinoamericano, tan activo y tan desconocido- las perspectivas planteadas aquí. A mí al menos me lo parece. Y es más, pienso en este sentido que allí les llevan a ustedes -nos llevan- la delantera. A veces el desconocimiento de lo demás nos hace a nosotros nuevos. Y se supone que las nuevas tecnologías -tan defendidas aquí- deberían subsanar este tema en gran parte y reducir nuestra ignorancia.

Ánimo con esa tesis, Vicente.

Toto.

Vicente Luis Mora dijo...

Estimada Catalina, le he estado dando vueltas a lo que dices, y he llegado a una serie de conclusiones sobre tu razonamiento, que a lo mejor incluso suponen puntualizaciones a mi propia primera respuesta.

1º) Si uno quiere hacer un ensayo (no una monografía universitaria ni tesis doctoral, y mucho ojo a la diferencia, porque La luz nueva es un ensayo), tiene que marcar, en efecto, cuál es el círculo de la tradición crítica sobre la que se asienta, y no ignorarlo ni desconocerlo.
2º) Dicho lo anterior, si lo que quiero hacer es un ensayo sobre los cambios que veo en la última narrativa española, ni por asomo tengo obligación de leer crítica colombiana, ni filipina ni malaya, y mucho menos cuando esta crítica es sobre poetas y mucho menos cuando se refiere a autores, como Courtoisie, en las antípodas de lo que estoy estudiando. Tampoco tengo que teclear “mutante” ni en el buscador de la AECI, ni en el buscador de tesis del Centro Virtual Cervantes, ni en bases de datos universitarias inglesas o alemanas, ni en wikipedia, ni en el Google: lo que tengo es que defender argumentadamente mi idea de lo que yo entienda por mutante. El ensayo, como bien sabes, es discursivo, y no tiene reglas o normas internacionales de “conducta”; es libérrimo, gamberro y va por libre desde Montaigne, y así debe ser.
3º) El círculo de la tradición anterior, en el caso de La luz nueva, se constituye por aquellas escasas obras que estudian ese momento de cambio en la narrativa española. Y, dado el temor y resistencia que la universidad española -no conozco la colombiana, si no tiene esos miedos, créeme que os envidio-, me encontré con que había muy poco escrito desde la Academia sobre el particular, apenas algunos libros o artículos de Mainer (citado), Navajas (citado), Jordi Gracia (citado), Senabre (no citado, porque su visión no me servía para nada), Valls (citado) y así hasta unos pocos textos y autores, que pocas veces, por no decir ninguna, utilizaban visiones o técnicas parecidas a las mías (sólo Gracia, supongo que por edad), o que pudieran dialogar con ellas. No suelen mencionarse en dichos textos algunas técnicas (entendidas en el sentido tecnológico, pero también en el literario) que, como el blog, no existían siquiera en 1994, fecha de alguno de los artículos que citas en tu post. Y así todo. Lo que intento decir es que:
4) Cuando un ensayo intenta estudiar fenómenos próximos o de plena actualidad, su sistema referencial se abre, tiene licencias que no tienen los monografistas universitarios, y sobre todo debe explorar y trabajar el material ofrecido, más que recuperar pequeñas frases de pequeñas o desconocidas reseñas de países lejanos, en revistas inencontrables. Dicho de una manera algo más cruda, a mí se me puede criticar que no hable en La luz nueva de un joven narrador colombiano que haya publicado en España libros posmodernistas, pero no que no haya leído una reseña lejanísima donde se habla de Rafael Courtoisie, simplemente porque en ella el autor utilizó el término “literatura mutante” para hablar de realidades nómadas que no tienen absolutamente nada que ver con lo que yo estoy planteando. Ahí acaban, a mi juicio, los términos de mi “investigación”, para este caso; lo sé bien porque en lo tocante a mi tesis doctoral, para mi desgracia, tengo que sufrir esas inexorables leyes universitarias a las que te refieres, y que me están obligando a leer centenares de artículos desenfocados, anacrónicos y estúpidos en revistas españolas, para encontrar apenas un par de perlas o pepitas de valor en un mar académico anclado en la Estilística que, madre mía, casi prefiero no calificar, porque me pongo atómico. Sólo cuando salgo a otras tradiciones críticas (y en efecto, la crítica hispanoamericana es muy útil y puntualmente muy acertada, precisamente por su falta de correajes o celajes o carruajes o ceporrajes estilísticos), se respira un poco.
5) Lo que me ha dado algo de pánico, o casi terror, de tu comentario, Catalina, es esta frase, precisamente por españolísima y por poco hispanoamericana: “Puestos todos a buscar una homogeneidad deseable en la crítica de la literatura en español…”. ¡¡¡¡Paul de Man que estás en los cielos, pero quién quiere eso!!!! ¡Por Jung bendito, normalidad y homogeneidad crítica, también, no! Ahora sin bromas (aunque no bromeo: combato la normalidad en todos sus frentes, como jurista díscolo y traidor que soy), Catalina: huir de eso como del demonio es justo lo que intenta cualquier crítico con un mínimo de prestigio; si recuerdas bien, Vattimo decía en El fin de la modernidad que la culpa de la aparición del pensamiento filosófico débil radicaba, precisamente, en el establecimiento de una kooiné hermenéutica o lenguaje crítico común y estandarizado que lo había devaluado todo. Por favor, no caigamos en la crítica débil. Tú utiliza tus paradigmas críticos, que yo utilizaré los míos; no pretendas que nos homologuemos mutuamente, porque entonces sólo hace falta leernos a uno de los dos, del mismo modo que en la poesía española de la normalidad basta leer a unos pocos autores para darte cuenta de que ya los has leído a todos. Una “crítica pangeica”, como dices, no es una crítica uniforme, sino todo lo contrario; entiendo que no has leído Pangea, ni falta que hace, pero bucear hoy en lo universal supone hacerse consciente del poder de lo misceláneo y heterogéneo, como demuestra David Weinberger en un libro recién salido en USA del que pronto hablaremos aquí. Y así debe ser, por favor, cómo una colombiana defiende los uniformes (es una broma, no te enfades)…
6) Sobre lo de McOndo vs. Nocilla, esto que apuntas sí me parece bien: “Es en esa intención de reconocimiento —similar a la del (llamémoslo así) grupo Nocilla— de literaturas más experimentales, en el propósito de conformar una red de individualidades creativas, y en el proyecto de encontrar las similitudes que ponen en relación escrituras novedosas y distintas entre sí, en donde yo he percibido un punto de encuentro que, como todo punto de intersección, no exime de las divergencias”. Bien, si exploramos caminos comunes en ese sentido, no tengo ningún problema, siempre que no olvidemos esos cuatro términos que tan acertadamente utilizas: red, individualidades, novedosas, divergencias. Así vamos donde quieras.
7) Y otra cosa que comparto contigo, es esa tendencia a lo suprageográfico, al hablar de crítica. En La luz nueva, como verás, se citan tanto o más otras tradiciones y otras visiones que la patria (lo que me provoca la crítica desde la Universidad española, tan celosa de su chauvinismo, quiero decir de su visión intocable de la tradición española, que se basta a sí misma), se busca la inserción de otras ramas del conocimiento, algo que tú haces y que valoro mucho, y se intenta hacer una lectura global o pangeica de los asuntos literarios, y del impacto de lo global en ellos. Creo que ahí tenemos un inmenso terreno, Catalina, donde nuestras visiones pueden encontrar, si no han encontrado ya, campo común por delante. Muchas gracias de nuevo por tu interesantísima aportación, y un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

Muy buena la respuesta a Catalina, Vicente. Ahora, para echar un poco de leña al fuego, cuando colgaste la crítica a Nocilla dream, hacías referencia a dos obras conectadas con la de Fernández Mallo. Una, recuerdo, era El mapa de América de Pablo García Casado, la otra no estoy seguro pero creo que era de Thomas Bernhard. Después de que Agustín te comentase que no conocía esas dos obras, tú respondiste que tú habías hecho los deberes y él no.

Anónimo dijo...

Catalina aporta. Vicente desplaza a Catalina.

No me interesa esta carrera de caballos.

Toto

Vicente Luis Mora dijo...

Caramba, Toto, parece que mi postura debe ser decir: "Sí, bwana", ante cualquiera que me corrija. Hago lo que todo el mundo cuando le puntualizan: aclararse. Tú lo has hecho cuando otros blogueros han venido a responder a tus comentarios, no me impidas lo que tú (y cualquiera) haría.

Del mismo modo lo hago -aclararme, tranquilamente y sin querer desplazar a nadie- con el extraño comentario anónimo anterior al tuyo. No es lo mismo. Los ensayos no suelen parecerse ante ellos, porque el pensamiento suele ser propio y no intercambiable. Pero con las obras de creación hay que tener cuidado. Ahí sí que hay que leer mucho y cuidadosamente, sobre todo a los de la propia tradición, porque mientras que en la obra ensayística y en la académica, el lenguaje tiene cierta importancia, no tiene la importancia esencial que tiene en la creación, y uno se disciplina en su idioma leyendo a los maestros anteriores. Lo que dije no lo dije sólo por Agustín, también cité un caso de un cuento de Cortázar que yo no había leído y, en consecuencia, había repetido algunos elementos de ese relato cortazariano, sin saberlo. Me dio mucha vergüenza en su momento y me la sigue dando. Eso es todo. Saludos y paz, hermanos.

Vicente Luis Mora dijo...

Caramba, qué casualidad, mirad lo que he encontrado esta mañana, sobre lo que apunté en mi post anterior:

"estamos «presos» y «dados a nosotros» en una red, que es la red de la tradición, de aquello que en el lenguaje nos es trans-mitido y que condiciona y hace posible cualquier experiencia nuestra del mundo."; Gianni Vattimo, Más allá del sujeto. Nietzsche, Heidegger y la hermenéutica.

El narrador y el poeta están mucho más presos de esa red que el ensayista, eso es lo que intento decir.

Miguel Pérez dijo...

Vaya ganas de complicarse la vida colega...

Anónimo dijo...

Ayer leí el artículo de Javier Calvo en La Vanguardia sobre "la nocilla". Introduce nuevos elementos para debatir, y es muy crítico en algunos puntos. Como protagonista, incluso citado, del mismo, y de otros muchos textos y reportajes sobre este tema, ¿que te pareció ese extenso artículo? ¿Qué puedes decir sobre él y sobre las tesis que maneja Calvo en torno a "la generación Nocilla"?

Vicente Luis Mora dijo...

No he podido leerlo, no pude comprar La Vanguardia y me lo comentaron ayer a última hora de la noche. Por favor, si alguien lo tiene en formato digital, que lo cuelgue aquí como comentario, y así podría opinar. Saludos.

Anónimo dijo...

Pongo yo el artículo de La Vanguarida que Jaume mencionaba, que mi padre es suscriptor, a ver si se reanuda el debate. Aquí hay ahora mucha tela que cortar, con todo lo que dice y acusa Calvo. ¿Por qué será? ¿Por qué se quiere distanciar? Teorías, por favor. Qué culebrón.

"La historia de la nocilla"
JAVIER CALVO, LA VANGUARDIA

A principios de la década de 1920, el poeta escocés Hugh MacDiarmid reaccionó con aplomo a la indiferencia con que eran recibidos sus libros de poemas. Desde las páginas de varias revistas editadas por él mismo, y usando incontables pseudónimos en la prensa, se dedicó a reseñar docenas de veces sus propios libros, lamentando una y otra vez el despiste de los lectores y explicándoles por qué su obra tenía que liderar el modernismo internacional. Su deliciosa histeria didáctica es un prototipo no sólo de lo que medio siglo más tarde se llamaría Cultura DIY (Do It Yourself),sino también de las disfunciones del escritor moderno frente al patio de butacas vacío: coprolalia, infantilismo, síndrome de Napoleón y esa cosa negra que los franceses llaman le cafard.

Asociada en sus inicios con el punk y con la ética anticonsumista, la Cultura DIY se vigoriza, como es natural, en los momentos de mayor ostracismo de la escena cultural. O sea, cuando productores, editores y agentes no encuentran posibilidad de beneficio material en la creación emergente. La Cassete Culture de los ochenta, el movimiento Guerrilla Girls o Bomb The Music Industry son algunos casos clásicos. En la escena literaria española, donde casi hay que remontarse a la antología de los Novísimos para encontrar un programa literario colectivo que no se apoye en insulsas proclamas de diversidad, resulta asombroso ver aparecer un foco de energía y de actitud allí donde parecía imposible que brotara algo. El grupo literario bautizado este año como Generación Nocilla por las periodistas Nuria Azancot y Elena Hevia puede carecer de impulso punk (y a veces dar cierta impresión de reunión de empollones), pero está claro que esa energía y esa actitud son reales.

Sus señas de identidad como grupo pueden parecer confusas a tenor de lo escrito sobre ellos, pero en realidad son bastante claras. Su asociación con editoriales minúsculas (aunque en muchos casos después de intentar publicar en editoriales más grandes, lo cual contradice su pathos anticomercial); el blog como forma de comunicación interna; la reivindicación del experimentalismo español de los setenta y del americano de las últimas décadas; y la influencia de la teoría literaria, así como la conexión con el mundo académico y su afición por celebrar congresos para discutir sus teorías. Puede que estos cuatro elementos sean revulsivos o puede que no, pero está claro que suponen una ruptura con el panorama literario existente. ¿De dónde ha salido la Generación Nocilla, entonces? La respuesta requiere un poco de historia reciente.

Cierto afán maximalista, a menudo promovido por sus propios integrantes, ha construido una nómina desproporcionada de integrantes de la Generación Nocilla. Pese a su nombre, el grupo tiene poco de generacional: al fin y al cabo, gente tan dispar como Espido Freire o Nicolás Casariego también nacieron en los 70, mientras que otros como Kiko Amat, Lolita Bosch, Isaac Rosa o yo mismo no compartimos realmente la mayoría de sus preceptos, aunque a veces la Generación Nocilla haya buscado la fuerza en los números. En su origen, el grupo se aglutina en torno a la publicación de La fiesta del asno (2005) de Juan Francisco Ferré, continúa con Proust Fiction (2005) de Robert Juan Cantavella y Subterráneos (2006) de Vicente Luis Mora, y tiene sus obras más representativas en Nocilla Dream (2006) de Agustín Fernández Mallo y Afterpop (2007) de Eloy Fernández Porta, cerebro indiscutible del grupo. La rabiosa anticomercialidad del quinteto es a la vez la causa de la escasa circulación de su obra y el resultado de la indiferencia editorial y mediática durante los años larvarios del grupo. Es en esa indiferencia donde encontramos la verdadera génesis y razón de ser de la Generación Nocilla.

Cuesta encontrar un momento más deprimente para iniciarse como escritor en España que los últimos cinco años: las ventas bajan todos los años, el thriller histórico devora el mercado y el establishment cultural cierra filas en torno a lo consolidado y en contra de cualquier cosa que huela a nuevo. Editores como Jorge Herralde proclaman a los cuatro vientos que no hay autores jóvenes interesantes. En este entorno, los proto-integrantes de la GN, liderados por Fernández Porta, desarrollan las bases de su beligerancia. Las puertas cerradas de las editoriales los llevan a la autogestión, a través de internet, de sellos como Berenice, Plurabelle y DVD y de órganos como la revista LateralydespuésQuimera.A la desatención responden con endogamia orgullosa y con aridez: el desapego por la narración y por los personajes es una de sus señas de identidad, incluso en Nocilla Dream,la obra más leída del grupo. Su entramado de blogs teje densos argumentos de teoría literaria en torno al tema favorito, y a veces obsesivo, del grupo: la diferencia con las generaciones precedentes, así como sus propios rasgos de identidad como grupo. Es cierto que los artículos de Hevia y Azancot son miradas desde fuera, pero solamente hace falta rascar un poco para ver que no se apoyan tanto en análisis propios como en las premisas propuestas por la propia gente Nocilla.

¿Y en qué se cimenta esa diferencia con los predecesores? Ahí radica paradójicamente uno de los puntos flacos del ataque Nocilla.El problema está en que, mientras que casi toda vindicación histórica del experimentalismo suele ser la reacción a una generación previa anquilosada, esto dista mucho de ser cierto en el caso de los Nocillas. Autores como Ray Loriga, Rodrigo Fresán, Francisco Casavella o Luis Magrinyá son de todo menos conservadores, y es evidente que han asimilado en su obra a Ballard, Burroughs, los posmodernos americanos y otros muchos referentes reivindicados por Fernández Porta y compañía. Resulta difícil defender que la GN esté introduciendo en la literatura española, tal como se puede leer en alguna parte, cosas como la fragmentariedad, la influencia americana, la cultura pop o la mezcla de géneros, que ya hace tiempo que estaban por aquí. Por otra parte, la idea de que la literatura considerada seria en realidad es pop y que la literatura poppy es la verdadera crítica cultural, presente en el ensayo Afterpop,el principal documento teórico del grupo, es tan compleja que requiere un libro entero para ser explicada, y tampoco ayuda mucho a entender el grado de innovación de las obras del grupo. En última instancia, el hincapié continuo en la teoría parece indicar incluso que dichas obras no consiguen transmitir por sí solas el mensaje que el grupo se ha propuesto transmitir.

He dicho antes que la Generación Nocilla es una energía y una actitud, y también un insulto al sistema. Esa es la verdadera diferencia con proyectos literarios anteriores, y es bajo ese prisma que tiene valor su peculiar mezcla de ética DoIt Yourself,desprecio al mercado, histeria teorizante, provocación, histrionismo y amor por la controversia. Como MacDiarmid inundando la prensa de reseñas de sí mismo, la Generación Nocilla reinvindica el síndrome de Napoleón (verte a ti mismo mucho más grande de lo que te ven los demás) y no duda en autopromocionarse en términos mesiánicos. Los cinco libros que he mencionado antes, mi canon nocillero personal, son el inicio de algo probablemente efímero, en la medida en que probablemente sus autores irán pasando de forma gradual al mainstream (el primero Fernández Mallo, que ya ha fichado por Alfaguara). Sin embargo, hasta que eso pase, vale la pena disfrutar del momento de forma de estos angry youngmen,ya un poco creciditos pero todavía dispuestos a dar mordiscos y patadas.

Anónimo dijo...

Este Calvo no era el que se consideraba a sí mismo, en el artículo de el Cultural, el más representativo de los autores de la G. Nocilla?

Anónimo dijo...

sí es el mismo. huele a pelusilla o a cuerno quemado.

Anónimo dijo...

En el blog de José Andrés Rojo...


21 septiembre, 2007 - José Andrés Rojo

La buena nueva
La buena nueva es que no hay buena nueva. Lo dice Javier Calvo en la primera línea de La historia de la nocilla, el texto que publicó en Culturas de La Vanguardia, y que amablemente un lector (José Antonio) volcó en un comentario de este blog hace unos días (muchas gracias): “Su obsesión ha sido diferenciarse de sus predecesores. ¿Cómo, si estos (Loriga, Fresán…) no eran conservadores?”. ¿Entonces? Pues que no puede haber en sus propuestas un vuelco muy grande, que esa generación (la llamada Generación Nocilla) no clausura, rechaza, revoluciona, aparta, cuestiona, machaca, se mofa, liquida ni hace trizas una estética consagrada para ofrecer una radicalmente distinta. Y eso es la buena nueva porque, a estas alturas, el afán de crear una supuesta capilla heterodoxa que venga a cerrar una época para inaugurar una nueva, amén de pretencioso y solemne, sería sobre todo un latazo.

El artículo de Javier Calvo es tremendamente respetuoso, conoce de lo que está hablando, se atreve a acotar algunos nombres que han irrumpido en el previsible panorama literario español con una voluntad beligerante (“un foco de energía y de actitud allí donde parecía imposible que brotara algo”, escribe, y eso es algo que merece celebrarse) y, sobre todo, dice algunas cosas que merecen tomarse en cuenta. La primera, que son malos tiempos para la literatura: “Cuesta encontrar un momento más deprimente para iniciarse como escritor en España que los últimos cinco años”, afirma rotundo. La segunda, que los hermanos mayores de los novilleros les sacan varios cuerpos de ventaja: “Autores como Ray Loriga, Rodrigo Fresán, Francisco Casavella o Luis Magrinyá son de todo menos conservadores, y es evidente que han asimilado en su obra a Ballard, Burroughs, los posmodernos americanos y otros muchos referentes reivindicados por Fernández Porta y compañía”. Y, por último, que el fenómeno es efímero y que tanta bulla acabará cuando estos autores vayan “pasando de forma gradual al mainstream”.

Hay un peligro cuando estos tres elementos se combinan. La falta de visibilidad de los escritores que empiezan y la indiferencia con que los trata la industria editorial, volcada en sacar petróleo de los nombres consagrados y de las modas, son las que generan esa rabia y esa querencia por desenfundar y disparar. Como no son tontos, los de la nocilla saben que para que sus propuestas resuenen tienen que disfrazarse con una marca, sea la que sea. Así que han tirado por el camino de “la buena nueva”, y ahí hacen un flaco favor a los que los preceden que, con mayor elegancia y maneras, evitaron formar la pandilla de patio de colegio para hacerse notar.

“La buena nueva”: ser innovadores, reclamar como una influencia más la que procede de la televisión u otros medios de masas, ser sensibles a la ciencia y a la crítica literaria, celebrar a los escritores estadounidenses más recientes y despreciar a los cercanos, defender caminos alternativos y no los consagrados, etcétera. Nada nuevo. Pero, insisto, hay un peligro. Hoy mismo, media hora después de medianoche, llegaba un cable de Efe que recogía las declaraciones que hizo Agustín Fernández Mallo, el autor de Nocilla Dream, en la Bienal de Literatura Picón Salas, en Mérida (Venezuela): “La literatura norteamericana está a años luz de lo que se hace ahora en Europa”, “encuentro en las ciencias lo que espero encontrar en la poesía”, “el exceso de peso de la tradición (…) a veces no nos permite avanzar”, “la tele me ha inspirado cantidad de poemarios, de escritos”... Bien, está bien. ¿Pero no ha llegado ya la hora de decir algo distinto?

http://blogs.elpais.com/el_rincon_del_distraido/2007/09/la-buena-nueva.html#more

Vicente Luis Mora dijo...

Es curioso: tantos artículos y post escritos, tanta retórica utilizada para intentar demostrar que no pasa nada; cuánto se ocupan algunos para declarar que no hay de qué ocuparse; cuántas molestias tomadas; cuánto esfuerzo de observación sobre algo que -según algunas voces- ni existe ni merece ser observado.

Cuánto ruido para pedir silencio, ¿verdad?

Anónimo dijo...

La fórmula de la Nocilla y unas cuantas risas enlatadas

Vicente, como a ti, está empezando a cansarme el modo en que se está recibiendo el artículo de Calvo. Había guardado silencio porque al principio, como sabes, no me pareció tan mal. Visto el filón que algunos han encontrado en el artículo para tratar de neutralizar nuestra propuesta literaria, nuestra actitud y nuestra energía, si aceptamos llamarlas así, me veo obligado a intervenir para expresar mi asombro ante el hecho de que a Calvo se le dé tanto crédito cuando comete varias contradicciones, no pocas facilidades y uno o dos errores conceptuales. Si le hiciéramos caso habría que creer que la historia de la Nocilla es uno de los grandes relatos cuya desaparición Lyotard celebró al principio de lo que a muchos les duele la boca llamar postmodernidad.
Lo explicaré, si me lo permites, en seis apuntes rápidos:
Primero, no creo de mal tono recordar que Fresán no pertenece a la literatura española, lo siento mucho, y sus aportaciones deben ser consideradas en el contexto latinoamericano más que en el español, aunque evidentemente lo considero un escritor respetable y admiro ciertos textos suyos.
Segundo, declarar que Loriga, Casavella o Magriñá tienen asumida la herencia postmodernista, leído a Ballard, controlado a Burroughs y sabido de memoria a Warhol, a Pynchon o a Duchamp y a todo el que Calvo quiera, dentro de su estrategia de falseamiento de la realidad, es una tomadura de pelo como pocas. Él lo sabe tan bien como yo. No hay asunción ni en ellos ni en ningún otro escritor español contemporáneo que de un modo u otro no esté ligado al falso Grupo Nocilla de ninguno de estos autores. Y ése es, entre otros, uno de los problemas más acuciantes de cara, sobre todo, a la recepción. Dicho sea con todos mis respetos hacia esos tres escritores contra los que, desde luego, no tengo nada, ni en lo personal ni en lo literario. Como contra Calvo tampoco, por cierto, aunque su figura de Edward Scissorhands, patética criatura burtoniana incapaz de acariciar tu piel sin hacerte unos cuantos arañazos, al parecer involuntarios, por momentos me canse un poco.
Tercero, si los libros individuales señalados con acierto por Calvo valen por algo, aparte de sus méritos intrínsecos, es por señalar los límites reales del sistema editorial y literario español. Lo quieran o no lo quieran los que desde la publicación del artículo se han dedicado a descalificarnos o despreciarnos, esos libros (y otros no mencionados, de esos y de otros autores) no es que estén por debajo o por encima de los demás publicados durante el último quinquenio, es que se sitúan radicalmente aparte, en un territorio creativo que construyen y se apropian al mismo tiempo. Si se han visto obligados a cuestionar el ecosistema circundante ha sido más que nada por defenderse, guiados por un instinto de supervivencia que los fue reuniendo, no por un deseo de destrucción de la ciudadela literaria.
Cuarto, lo que quizá moleste a Calvo y a todos los que se apoyan en sus palabras para desautorizarnos es que esos libros no han hecho ninguna concesión al estado de cosas, si han sido publicados en las editoriales que se mencionan y han sido más o menos reseñados en los medios mayoritarios es producto de su singularidad estética y no de una resentida voluntad de marginación. En el sistema de hoy caben autores como Calvo y otros nombrados por él a costa de aceptar ciertas condiciones impuestas por éste. Mantener una línea personal indiscutible pero con una mirada puesta en el mercado para preservar la posición ganada. Si hay algo que molesta a Calvo y compañía de los cinco autores mencionados es que han empezado a ser tomados en serio por un medio literario y periodístico al que no han buscado seducir con sus propuestas. Han conseguido que se les haga caso no gracias a una conspiración sino a algo mucho más raro en el medio literario contemporáneo: el valor real y la novedad de sus obras en un panorama amortecido, la inteligencia de sus discursos y la validez de sus planteamientos críticos. Si no aceptáramos con tanta facilidad la mediocridad del entorno nos daríamos cuenta de esto sin esfuerzo. Lo que Calvo con notoria ingenuidad denomina nuestro pathos anticomercial es otra de sus falacias. Haber escrito lo que uno ha escrito y haber querido publicarlo en Mondadori, Alfaguara, Anagrama o Seix-Barral es un acto de perfecta coherencia. En el caso de los cinco autores mencionados por Calvo lo es especialmente porque aspiraron a esa publicación sin renunciar a su exigencia literaria, no como otros que para publicar estarían dispuestos a todo tipo de concesiones.
Quinto, así que a todos aquellos que han usado a Calvo para atacarnos parcial o totalmente en razón de nuestro sectarismo y nuestro deseo de entrar en el umbral de la fama, les pediría antes de juzgarnos que miren un poco a su alrededor y antes de lapidarnos lo consideren bien. Hay muchos otros, llegado el caso, no daré nombres, por supuesto, que han merecido mucho más que nosotros ese dudoso honor.
Sexto, y último, no es este quinteto de autores el que constituye un insulto al sistema, aunque desde luego me gustaría pensarlo así. Es el sistema en sí, tal y como se ha constituido desde hace al menos una década y media, el que es un insulto a la inteligencia. Y no sólo a ella, por desgracia. Y ya era hora de que se hiciera sentir la hora del cambio. Lo siento mucho por los que vean amenazado por ello su burdo negocio...

PD: He leído por ahí que alguien se atreve incluso a descalificar nuestro español, la lengua prostituida que utilizamos en nuestros libros en lugar del "castollano", como lo llamó Julián Ríos en un momento de inspiración. Este país siempre será un país de dómines casposos y críticos de medio pelo, menuda lacra nos ha tocado en suerte. No tiene remedio...

Anónimo dijo...

He colgado una adaptación de mi post anterior en el blog de José Andrés Rojo para trasladar allí también la polémica alopécica (dedico este retruécano con simpatía a todos los dómines y dominós de la lopesca escena española)...

Vicente Luis Mora dijo...

Juan Francisco, tienes mucha razón en las cosas que dices. Pero, en realidad, si lo piensas: ¿de verdad creías que si alguien viene, como es legítimo, a intentar introducir la cabeza -con la frente bien alta y sin hacer concesiones estéticas, como otros...- en el mercado editorial, apoyándose en cierto conocimiento teórico y con unas estructuras y técnicas narrativas alejadas del convencionalismo tradicional, le iban a dejar franca la entrada, libre la puerta, le iban a mullir los almohadones?

No me preocupa la resistencia, me hubiera preocupado no encontrar. Significaría que la propuesta no era significativa. Nosotros a escribir, Juan Francisco, y los demás a lo suyo. Un abrazo.

Anónimo dijo...

carrión ha colgado un comentario en el blog de Rojo, MOra.

Anónimo dijo...

A mí no me molesta la controversia ni la polémica, como sabes. Pero creo que el silencio no es la mejor opción. De todos modos, yo no lo llamaría resistencia. Se me ocurren otros nombres más adecuados...

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