jueves, 13 de marzo de 2008

Dinero

Pablo García Casado
Dinero; DVD, Barcelona, 2007

“El dinero, cuya significación metafísica quizás no ha sido aún calculada (...), al corromper la voluntad por la potencia que le ofrece, es el término medio por excelencia. Mantiene a los individuos fuera de la totalidad, ya que disponen de él, y, al mismo tiempo, los engloba en la totalidad, ya que en el comercio y la transacción el hombre mismo es vendido y comprado: el dinero siempre es salario en un determinado grado”
[1]. Esta asombrosa frase del filósofo Emanuel Levinas pone sobre el tapete la complejidad de un tema que, aun contando a sus espaldas con nutrida tradición novelística, en términos poéticos suele ser rozado sólo de pasada, o abordado apenas satíricamente, desde Quevedo o Villon a Tony Harrison. El dinero es una preocupación universal, “existe desde que existen los garbanzos, y andará por el mundo hasta que dejen de crecer” (Max Aub, Espejo de avaricia), y no hay día en que nuestro presuntamente irrebasable modelo económico ultracapitalista no nos recuerde que sin él no hay salud, no hay crédito (social ni financiero), no hay felicidad y no hay un buen puñado de cosas. Pero lo peor es que, como nos enseña el poemario de Pablo García Casado, sin dinero no hay dinero. Esa aparente tautología esconde la verdadera metafísica del tema, hace visible de pronto su terrible omnipresencia en nuestras vidas.

No se deben mezclar en las reseñas anotaciones personales, pero como estoy en los agradecimientos de este poemario (p. 55) y por lo tanto mi lectura no es, no puede ser pura y es justo que ustedes lo sepan, creo que una anécdota personal puede esclarecerles algo la comprensión del poemario, mucho más que una lectura aséptica. Un día estaba hablando por teléfono con Pablo García Casado. Me comentó que había comenzado a leer La conquista del aire, de Belén Gopegui, pero que tuvo que dejar la novela, porque la angustia y tensión constantes producidas por el dinero en los personajes era tan descarnada, y se vivía tan íntimamente, que no pudo soportar una dosis tan fuerte de realidad crujiente. De metafísica, diríamos nosotros, porque el dinero se hunde en las condiciones de existencia del ser, las materiales –ya lo vio Marx– y las espirituales –ya lo vio Derrida, de modo negativo, al estudiar el don, lo donado gratuitamente–. Levinas lo dice claramente, el dinero es un estado intermedio, es un tercer estado de la existencia, entre el material y el espiritual, es la puerta a los dos mundos. Con razón dice Jon Kortázar en un trabajo aún inédito sobre Dinero que “bien podría haberse titulado Alma”. De hecho, como señala el crítico vasco, las referencias o resonancias bíblicas o religiosas están presentes a lo largo de todo el poemario. También en la Biblia, claro es, abundan por doquier las referencias al óbolo, a los ricos fariseos, al camello por el ojo de la aguja, a la necesidad de ganar el pan con el sudor de la frente, a los denarios, al humilde establo, a las treinta monedas. “Potencia de mi día, sangre / de lo ecuménico, dinero, / te acato reverencialmente”, escribía Ramón de Basterra en Vírulo. Mediodía, y para un personaje de González Sainz el dinero es una de las formas de Dios[2]. El dinero es supraterrenal, es metafísico, porque establece un orden ontológico: tienes = existes. No tienes = no existes. Tienes más = eres visible. No tienes = perteneces al grupo de los invisibles, estás más allá de las pantallas. Cambia nuestro modo de ser, habla por nosotros[3], nos enfrenta siempre a nuestras miserias y a lo peor de nosotros mismos: recordemos que en Robinson Crusoe, el náufrago se queda con unas monedas que encuentra, aunque cree estar solo en la isla y sabe que no hay posibilidad de intercambio. Un modelo de intercambio imposible, que diría Baudrillard.

De su estrecha radicación en nuestra vida cotidiana es de lo que habla Dinero, de su forma de marcarnos el tiempo. El extracto de la cuenta corriente era para Agustín Fernández Mallo “el diario contemporáneo”
[4], y esa temporalidad diaria y constante es una de las líneas de trabajo del poemario de García Casado. Nuestro sistema económico elimina la piedad, los cálculos de hipotecas los hacen los ordenadores, y ya no son necesarios los hombres vestidos de frac, ni los cobradores: con una simple factura impagada se abre, mecánicamente, un proceso monitorio que puede dar en el embargo preventivo de los bienes del mal pagador. Se elimina lo personal, es el sistema es que deja caer todo su peso sobre el económicamente débil, sobre el discapacitado pecuniario, en plazos judiciales breves, en un proceso dirigido a que “tenga protección rápida y eficaz el crédito dinerario líquido de muchos justiciables y, en especial, de profesionales y empresarios medianos y pequeños”, según la Exposición de Motivos de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil. Las citas legales son importantes en las críticas literarias, cuando quiere demostrarse que una idea expuesta en un poema tiene aplicación real en la vida, y por tanto garantiza que el autor ha sabido huir del realismo ingenuo tan habitual en cierto sector de la poesía española actual. Ahora leamos el poema de Pablo García Casado “Trampas”, para ver si ha captado que en la caída del Sistema sobre el discapacitado económico no hay nada personal: “Lleva dos meses fuera, le he dejado mensajes al móvil, pero no responde. Los niños preguntan por su padre (…) y yo no sé qué decirles. Todo eso está muy bien, señora, pero ahora hablemos de dinero” (p. 34). Parece que sí.

Mucho se ha discutido sobre el género de este libro, sobre si es poesía, o poema en prosa, o microcuentos, o narración poética… Jon Kortázar habla de narracines, y Luis García Jambrina, en una excelente reseña, ha defendido la esencialidad poética de la expresión poética de Dinero. Hace poco leía una opinión de Fernando Aramburu que me parece aplicable a este libro. Aramburu la expresaba en el prólogo a otro libro reciente de poemas en prosa, El hombre intermitente (Hiperión, 2007) de Francisco Javier Irazoki: “El autor, que antaño lo era sobre todo de versos, se ha desdoblado a la hora de crear Los hombres intermitentes en un narrador y un lírico. El primero se ejercita en la concadenación de retazos autobiográficos que aquí y allá componen secuencias de relato breve; el segundo ha puesto las imágenes, así como una especial intensidad en la expresión”
[5]. Me parece entender que Aramburu se refiere a una alternancia entre esas dos voces en los poemas de Irazoki. Yo creo que en Dinero se dan las dos, superpuestas, al mismo tiempo, en el mismo espacio textual. Casi prefiero hablar de textos que de poemas o de narraciones, porque el propósito de las piezas de Dinero es llegar al fondo del lector, apelar a su propia situación ante el problema metafísico del dinero, dejarle desnudo ante su situación en el engranaje capitalista. El género del medio no es tan importante como el hecho de que el medio se haya despojado de retóricas (entre ellas, quizá, las genéricas) para convertirse en un instrumento literario puro, refinado, exquisito, dirigido como un misil a la consecución de su objetivo. Los textos de Dinero duelen, porque aluden, nos aluden, en tanto que alienados ciudadanos necesitados de vil metal para llegar a fin de mes.

Frente a la visualidad de El mapa de América, que se apoyaba, incluso constructivamente, en técnicas del lenguaje narrativo y cinematográfico, creo que Dinero se sustenta más bien en el oído. En casi todos los textos, y destacados en cursiva, leemos las voces de los protagonistas, frases que hemos oído muchas veces y que ahora, colocadas en el contexto de relaciones con dinero por medio, se vuelven más descarnadas. García Casado demuestra ser un eficaz ladrón de oído, capaz de sublimar conversaciones sólo en apariencia intrascendentes, muletillas telefónicas, frases hechas, para cargarlas de significación emocional o sociológica. Dinero es un libro que se oye, aunque sigue siendo notable la capacidad del autor para que veamos de un fogonazo, apenas con un detalle, a la persona que pronuncia esas palabras, como el vendedor que conduce con una gorra de Ferrari, o la mujer va los domingos a un guardamuebles en las afueras, con una bolsa llena de productos de limpieza. Hay menos imágenes que en otros libros anteriores, pero son más logradas y su papel ya no es decisivo, sino descriptivo: ponen la escena donde los actores declaman sus cortos pero demoledores diálogos. Diálogos de poder, como los de Kafka, donde una de las partes ostenta siempre la posición fuerte: la que debe recibir el dinero, y la otra, siempre la débil, aquella que lo debe. Con evidente acierto, García Casado ahorra titubeos y ternurismos; quienes oponen las excusas saben de antemano que no están siendo escuchadas, que son parte del protocolo, como la referencia al buen tiempo en los ascensores o a la garantía en las compras. El lenguaje es realista porque no genera énfasis innecesarios: el lector sabe perfectamente que las cosas son como son, y no se dan rodeos retóricos para llegar a la almendra de las situaciones. Muchos de estos diálogos pueden oírse en cualquier calle, y estamos seguros que de ahí es de donde vienen. Por ello el proceso de revitalización de la lengua popular, algo que muchos incluyen en su poética pero sólo a beneficio de inventario, sí tiene un lugar en la poesía de Pablo García Casado, que hace eso que todas las renovaciones literarias, de Wordsworth a Eliot, intentan hacer, escribir poesía con el lenguaje de la calle, casi siempre sin conseguirlo. Y sin embargo, y ahí está el milagro, sin salirse un momento de la exquisitez constructiva, de la complejidad superior que supone haber exprimido todos los medios visuales y verbales de expresión hasta llegar a esa “pureza”, a esa economía del lenguaje.

En realidad, aunque el lenguaje sea realista, el resultado global no lo es, hasta cierto punto, ya que se logra algo más, una poematicidad realista: se incorpora una historia, una experiencia, sin limitarse a una imagen o anécdota concreta. No hay un acontecimiento exento, del que el lector deba esperar o suponer una parábola, sino una historia entera, contada a partir de uno de sus detalles. Por eso algunos de estos textos recuerdan al cine negro, o a la literatura detectivesca (en “Atlantic City” la influencia es clarísima), que trabajan de un modo parecido. En este sentido, hay que hacer notar el acierto de la elección del viajante, del vendedor a domicilio, como protagonista de buena parte de los poemas: el viajante de comercio tiene algo en común con las prostitutas: allí donde llega es otro por dinero, debe transformarse en alguien seductor. Y García Casado sabe sacarle partido a ese extrañamiento, generado por la distancia y por la necesidad de hacer atractivo un producto mil veces visto. El dinero es una tercera mano, decía Toulet, es un tercer estado, según Levinas, pero sabe ponernos también en tercera persona, en alguien capaz de hacer por él lo que no lograríamos sin su necesidad: “Escucho la voz de mi hija a más de cuatrocientos kilómetros de distancia. Brillan los catálogos, es más bello el producto y hay dinero, mucho dinero esperando en cada nave del polígono” (p. 28). El dinero y la fantasía del éxito por venir, de la reinvención del yo. Todo eso, y muchas cosas más, podemos encontrar en este delgado libro que vale por muchos tratados de sociología, por varios ensayos sobre expresión poética, por varias monografías sobre micronarrativa. Un libro que abre una puerta a la poesía española, tan necesitada de aire puro.


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Notas
[1] Emanuel Levinas, “El yo y la totalidad”, Entre nosotros, Pre-Textos, Valencia, 1993, p. 50.
[2] Merece la pena la larga cita: “Cosas, objetos, cachivaches, están ahí, nos cercan y abruman, pero es como si no estuvieran, nos pasamos la vida con ellos, nos pasamos la vida tras ellos y por ellos y también para ellos, y sin embargo en realidad ya no están, sólo los necesitamos, nos faltan o avasallan o sentimos su deseo, su número o su operatividad y su precio, sólo son yo y yo es el dinero. Dinero –significado–, nada más que dinero y capacidad de consecución, la forma y el fondo de cada palabra, el nombre de cada palabra y la palabra de cada cosa. Digo casa, y pronuncio el nombre del dinero –me dije–, digo cocina, comedor, el lecho en el que reposo y devaneo, y vuelvo a pronunciar su nombre; digo padre, madre, digo hermano y es lo mismo que decir trabajo, esfuerzo, voluntad, lo mismo que decir descanso y decir domingo u holganza o que deletrear el nombre propio de todos mis amigos y todos mis amores, es como decir también luz o sombra, como decir día o noche (…) y sobre todo es igual que decir tiempo y decir futuro, porque el futuro es la fecha de las monedas que tintinean en mi bolsillo y de los billetes que guardo en mi cartera, de los números que se suman y restan en mi cuenta corriente del Banco de la Plazuela y en los Bonos del Tesoro yo los Fondos de Pensiones de mis padres, es la fecha de nuestro crédito y la fecha de nuestra caducidad porque todo ello es ya igualmente dinero y capacidad de consecución, y es también como decir mi nombre y el nombre de mi esfuerzo, uno más de los nombres o los esfuerzos de Él”; José Ángel González Sainz, Un mundo exasperado; Anagrama, Barcelona, 1995, p. 201.
[3] “Sin saber por qué, canturrea una vieja canción: ‘No seré yo quien lo niegue / El dinero no tiene voz / Lo escuché hablar una vez / Me dijo adiós’”; Damián Tabarovsky, Autobiografía médica; Caballo de Troya, 2007, p. 67.
[4] A. Fernández Mallo, Creta lateral travelling; La Bolsa de Pipas, Esporles, 2004, p. 10.
[5] Fernando Aramburu, “Prólogo” a Francisco Javier Irazoki, Los hombres intermitentes; Hiperión, Madrid, 2007, p. 14.

12 comentarios:

Juan Carlos Márquez dijo...

Los extractos bancarios son como un diario, sí:

http://www.escueladeescritores.com/article695.html

bydiox dijo...

"Dinero es un libro que se oye" y muy contrariamente a lo que yo pensaba, la lectura en público de Dinero gusta (y mucho).

Prefiero no preguntarme qué es, ese papel les corresponde a otros. A mí me gusta. Y, además, funciona en sí mismo, cosa que no se puede decir de otros textos.


P.D: Cómo me gusta 'Trampas'... y qué bien queda leído por su autor.

Anónimo dijo...

"El dinero no existe, sólo existen los gastos."
(frase encontrada en el wc de un bar)

"porque el futuro es la fecha de las monedas que tintinean en mi bolsillo y de los billetes que guardo en mi cartera, de los números que se suman y restan en mi cuenta corriente del Banco de la Plazuela y en los Bonos del Tesoro yo los Fondos de Pensiones de mis padres, es la fecha de nuestro crédito y la fecha de nuestra caducidad porque todo ello es ya igualmente dinero y capacidad de consecución, y es también como decir mi nombre y el nombre de mi esfuerzo, uno más de los nombres o los esfuerzos de Él” (José Ángel González Sainz)

No lo conocía, pero me ha impresionado. Aqui os paso algunas cosas que complementan tangencialmente al tío Gilito.

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Sobre La conquista del aire, a partir de entonces la obra de Belén Gopegui no se ha despegado del dinero como fuente de conflictos, y lo ha estado tratantdo desde varios ángulos: Lo real, El lado frío de la almohada, El padre de Blancanieves, sin contar los guiones cinematográficos. Al igual que Casado, me resulta incómodo leer estos libros, su sujeción constante a asuntos que intento ver como un fluido no vital de mi cuerpo. Me recuerda, de otra forma, a El año que tampoco hicimos la revolución (Colectivo todo a zen, Ed. Caballo de Troya). Eso sí que son escalofríos en la noche.

La preocupación monetaria de la sociedad actual está reflejada también en el arte contemporáneo; artistas como Cildo Meireles (reciente premio Velázquez, por cierto), con su performance de desaparición del dinero mediante un proceso de cambio de la suma original -en cruzeiros- pasando por cambios progresivos en monedas de otros países. Los aranceles o comisiones van mordiendo hasta no dejar ni el hueso y vaciar el bolsillo. Un juego, el de las inserciones en circuitos, porque eso ya ocurre tan a menudo con las cuentas corrientes que ni nos inmuta. Desde un lado más áspero Santiago Sierra da muchas vueltas al dinero como última realidad definitoria del mundo. Casi es más deprimente que lo expuesto por Gopegui, al menos en el método. ¿Echamos dados y hacemos juego?

Y lo dejo por ahora, que tengo que ganar algo del innombrable trabajando. Un saludo.



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Belén Gopegui

http://www.escritoras.com/escritoras/escritora.php?i=143

http://arteleku.net/4.1/zehar/57/Gopegui_es.pdf


Santiago Sierra

http://www.santiago-sierra.com/index_1024.php

Cildo Meireles

http://www.ndmoa.com/PastEx/Disappeared/Meireles/index.html

http://www.encuentromedellin2007.com/?q=node/2966


Una reseña sobre una exposición reciente

http://www.elpais.com/articulo/cultura/Excrementos/otras/bellas/artes/elpepucul/20071129elpepicul_6/Tes


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c.m.

Vicente Luis Mora dijo...

Juan Carlos, qué relato tan interesante, enhorabuena. Saludos.

Anónimo dijo...

Juan Carlos, me ha gustado mucho contar los postes desde los vagones que has escrito.
Un saludo. carlos maiques

Oche Zamora dijo...

Sí, se oye, retales de conversaciones omnipresentes. Dicen que el dinero posee los atributos de Dios. Dicen que es voluntad objetivada (el "ven, aquí, ahora." del Buen Samaritano) También da voz al gusanillo interior que no te deja tranquilo, más letal que el de aquel anuncio anticocaína ... He tenido que dejar de releerlo. La imagen es la de un ninja español con este libro en la mano. Himno es brutal. Felicidad es para que te lo lea el actor sevillano Antonio Dechent ¿que no? Y "la pregunta", en el fondo bienintencionada, que todos tendrán que responder tarde o temprano: ¿Has pensado prepararte unas oposiciones? (una vez que metes la cabeza...) Se ve que ha estado despierto el poeta. Dinero es de los libros que a Leolo le gustaría leer, un libro que invita a la acción, acción que puede ser interpretada a la inversa como la "revolución fría" que propone Houellebecq en el Mundo como supermercado, "basta con hacer una pausa; apagar la radio, desenchufar el televisor; no comprar nada, no desear comprar. Basta con dejar de participar, dejar de saber; suspender temporalmente cualquier actividad mental. Basta, literalmente, con quedarse inmóvil unos segundos."

Saludos.

Oche Zamora dijo...

Mejor un perro que se alimeta de caricias y de pienso que un acuario en el que nos hemos convertido en peces consumidores de tiempo ajeno. Me ha encantado leerlo.

Anónimo dijo...

Vivimos tiempos insólitos y sin línea de horizonte... Resulta una toda una experiencia leer desde aquí -su blog- una voz que conociste allí -uno de sus libros-. Más o menos igual de desconcertante que leer uno de sus libros y al par de meses estar intercambiando correos con él...

Tiempos de hiperexperiencia. Unas enlazan con otras que conducen a tantas otras, todas unidas y entretegidas mediante el enebrado de la página impresa o la letra digital. En mi caso le debo a sus "Singularidades" la experiencia de haber descubierto al autor de "Las afueras" y "El mapa de América". Hace bien poco, cómo no, me acabé asomando al "Dinero" de Casado. Sólo puedo decir que, además de "Trampas", textos como "Puerta Fría", "Víveres", "Colmenas" y "Felicidad" ilustran mejor que cualquier ensayo sesudo o nivola, no sólo la "dureza" que vivimos, también los calvarios y cinturones estrechos que se nos vienen encima.

Un cordial saludo.

Anónimo dijo...

Quièn es aquel que està apartado, açiendose pedaços con estos tres, con tantas caras y figuras? Èse es (dixo la Muerte) el Dinero, que tiene puesto pleito a los tres enemigos del alma, diçiendo que se aorre de enemigos, y que donde èl està no son menester, porque èl solo es todos los tres enemigos, y fundase para deçir que el dinero es el diablo en que todos decìs: El diablo es el dinero, y que, Lo que no hiziere el dinero, no lo harà el diablo; Endiablada cosa es el dinero. Para ser el Mundo, dice que bosotros deçis: No ay màs mundo que el dinero, Quien no tiene dinero, vaiase del mundo; al que le quitan el dinero deçìs que le hechais del mundo, y que El dinero es el mundo, y que todo se da por el dinero en el mundo, y que todo se alcança por el dinero. Para deçir que la Carne es el dinero, diçe el Dinero : Digalo la Carne; y remitese a las putas. No tiene mal pleito el Dinero (dixe yo), segun se platica por allà.

azarfram dijo...

Me ha gustado mucho el fluido viajecito en tren, Juan Carlos. Enhorabuena.

Tampoco me ha gustado menos el otro viajecito del anónimo c.m. Un relato de terror real.

Cuán claro lo vió Vd., Don Francisco:

Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.


Salú-2.

Anónimo dijo...

(De Letras Libres, Marzo 2008)

La catástrofe del mercado de bienes raíces
El escándalo de las hipotecas subprime

Hasta el verano de 2007 el mercado de bienes raíces en Estados Unidos parecía un prodigioso acorazado que navegaba con estabilidad las aguas turbulentas de los mercados financieros. La fiebre de la construcción afectaba a prácticamente todas las ciudades de la Unión y los agentes inmobiliarios no se daban abasto para atender a los compradores potenciales.
Todo mundo quería ser parte de este milagro económico y en un sorprendente cambio de mentalidad ciertos bancos e instituciones decidieron que estaban tan interesados en abrir las puertas de este mercado que incluso podían hacer a un lado los viejos criterios y las exigencias mínimas para considerar préstamos. De tal manera comenzaron a ofrecer hipotecas a miles de consumidores con créditos menos que impecables. Esto dio lugar a una epidemia de préstamos e hipotecas denominados subprime, es decir, enfocados a clientes de alto riesgo, con bajos ingresos o historiales de crédito poco alentadores. Entre 1996 y 2006 las hipotecas subprime pasaron de ser nueve por ciento del total a más de veinte por ciento. Numerosos prestamistas empezaron a competir dando condiciones atractivas a un público de bajos recursos. Se ofrecían inicialmente tasas de interés muy pequeñas que supuestamente podrían ser renegociadas cuando subieran a sus niveles flotantes normales, así como términos de pago de “sólo interés” que mantenían las mensualidades muy bajas.
Así, miles de personas adquirieron casas que en su gran mayoría no podían pagar. Como suele suceder en un mercado en ebullición, súbitamente la oferta era demasiada para el mercado y los precios de las propiedades comenzaron a bajar. Esto propició que dejara de ser rentable para los bancos renegociar las tasas de interés. Los propietarios que ya padecían de mensualidades altas de sus propiedades descubrieron que estas se depreciaban vertiginosamente. Entones la recomendación lógica para muchos de estos era: perder la propiedad es más rentable que seguirla pagando a una tasa alta de interés.
Para octubre de 2007 los problemas ya eran inocultables y dieciséis por ciento de estos préstamos tenían retrasos de hasta noventa días o ya se encontraban en procedimientos jurídicos de embargo. Cuando esto se escribe ese porcentaje se encuentra cerca de veinticinco.
Ahora bien, esto es una catástrofe personal para quienes invirtieron sus ahorros en casas que no pudieron pagar, pero la crisis de las hipotecas subprime es mucho más compleja y tiene consecuencias planetarias debido a que provocaron un efecto dominó. Algunas instituciones de crédito se vieron afectadas de inmediato al no poder cobrar las mensualidades que se les debían, pero muchos prestamistas ya habían transferido los derechos de esas hipotecas a terceras partes en forma de documentos de inversión MBS (Mortgage-Backed Securities) o bonos respaldados por hipotecas. Estos bonos diseminaron el riesgo en los mercados internacionales y al declinar de valor precipitadamente fueron provocando que numerosas empresas y fondos en todo el mundo quebraran.
Las partes involucradas en el proceso de autorizar los préstamos se beneficiaron en grande en el proceso, llegando al extremo de no verificar información para no negarle a nadie la hipoteca. Una vez concedida ellos pasaban el riesgo a grandes corporaciones de Wall Street como Merrill Lynch y Bear Stearns, que recortaban las deudas y las vendían a sus clientes como si se tratara de propiedades valiosas. En el centro del desastre se encuentran unos misteriosos instrumentos financieros llamados CDO (Collateralized Debt Obligations) u obligaciones colateralizadas de deuda. Estos CDO contenían pedazos de préstamos estudiantiles, automotrices, corporativos, deudas de tarjetas de crédito e hipotecas subprime. Las agencias valuadoras, como Standard and Poor’s, Moody’s Co. y Fitch Ratings, dieron a los CDO la valuación AAA. Hoy quienes tienen estos instrumentos no saben cómo deshacerse de ellos. Resulta inquietante que los expertos no encontraran sospechoso que un mecanismo hecho de docenas de deudas diversas, algunas de origen desconocido o cuestionable y casi todas difíciles de rastrear alcanzara una valuación comparable a los bonos del tesoro de Estados Unidos.
Una de las más graves y reveladoras consecuencias de esta debacle ha sido una seria crisis de credibilidad. Una de sus manifestaciones más escandalosas tuvo lugar el 10 de agosto de 2007 cuando por veinticuatro horas bancos europeos y estadounidenses se volvieron tan desconfiados que se negaron a realizar cualquier préstamo interbancario, con lo que obligaron a los bancos centrales a intervenir masivamente. El Banco Central Europeo (ECB) tuvo que inyectar 230,000,000,000 de euros al mercado mientras la Reserva Federal estadounidense hizo algo equivalente. Pero este bombeo de liquidez no resolvió el problema, ya que el 13 de diciembre siguiente esas instituciones, junto con el Banco de Inglaterra, el Banco de Canadá, el Banco Nacional Suizo y el Banco de Japón, tuvieron que volver a inyectar más fondos al mercado interbancario para impedir un colapso mundial.
Los mercados financieros han demostrado ser sorprendentemente robustos, pero la frágil estructura de deudas acumuladas y documentos en proceso de desintegración en que se apoyan parcialmente ponen en peligro su estabilidad. Esta fue otra de las consecuencias de veinte años de desregular mercados siguiendo al pie de la letra los principios chiflados de Milton Friedman y sus Chicago Boys. La crisis de las hipotecas subprime tendrá sin duda consecuencias a largo plazo y millones de dólares de los contribuyentes seguirán siendo desviados al mercado para enmendar los excesos y seguir sosteniendo los experimentos de los especuladores de Wall Street. ~

– Naief Yehya.

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c.m

Anónimo dijo...

El dinero tambien es tratado como objeto de reflexión en el teatro: el autor y actor Muten (Rodrigo Mariscal), por ejemplo, habla de dinero en su solo Dinero amor-amar y tabú, una performance del Laboratorio de Barcelona.

Allí donde se trata de mi dinero que se haga tu silencio, que, como decía Heidegger, es una de las posibilidades del habla.

¿No os parece adecuado? ¿Funciona el dinero como tabú en nuestras sociedades liberadas?


José R. Zamora.