viernes, 23 de noviembre de 2007

Pangea, el nuevo mundo

[Este artículo, en una versión abreviada y sin notas, apareció publicado en el suplemento Culturas de La Vanguardia el pasado miércoles 21]

Hay algo de conquistador en todo aquel que mira un mapa
Rodrigo Fresán, Mantra

Tienes que aprender a ser adulto, abrir bien los visores y
enfrentarte a la realidad virtual.
Eloy Tizón, Parpadeos


Cuando en una sociedad sus habitantes ya no son los mismos, su concepción del tiempo ha cambiado, su visión del espacio es más amplia, sus potencialidades físicas y mentales son superiores, la ética y la política de sus relaciones internas han mutado, el antiguo arte ha sido superado por formas de crear que jamás habían existido antes y la idea misma de sociedad ha reventado, haciéndose más amplia y global, ha llegado el momento de repensar si esa sociedad es la misma. Y la respuesta es no. En apenas quince años, desde 1992 hasta hoy, el mundo ha sufrido una serie de cambios tan drásticos y profundos y que afectan a tantos ámbitos, ya sean sociológicos o íntimos, políticos o literarios, jurídicos y económicos, que es imposible mantener que el nuestro sea el mismo mundo que conocíamos hace dos decenios. Ha llegado el momento de detenernos a pensar qué puede haber ocurrido, y elegir un nombre cualquiera para definir esa nueva realidad, porque el nombre antiguo se ha quedado desfasado.

En un ensayo denominé Pangea a ese “nuevo mundo”, porque es un término que no excluye nada ni a nadie. En realidad, es una vuelta a un pasado geológico muy lejano, anterior a la deriva de los continentes, cuando toda la tierra de la Tierra estaba unida. Pangea fue la denominación del geólogo Wagener a aquella etapa, que incluyó la era Paleozoica y Mesozoica, y esa imagen de un planeta unido de nuevo, gracias a la tecnología y los medios de comunicación de masas, me pareció especialmente fértil para explicar el cambio que, en cierta forma, no es más que un retorno a aquella situación originaria. Aunque quizá en algún momento Pangea (Fundación José Manuel Lara, 2006) hacía demasiado hincapié en una especie de diferencia entre Pangea y el mundo real, a lo largo del libro se notaba que la interrelación es estructural; en La luz nueva (Berenice, 2007) ya dejé más explícito que Pangea es el nuevo espacio conformado por todas las realidades, viejas y nuevas; no podía ser de otra forma. Como bien explica José Luis Brea, “no existen este mundo y el otro
[1]. Así pues lo que había que hacer era explicar las circunstancias del proceso de cambio. El cambio ha sido provocado por la aparición de varias tecnologías, en especial Internet, que han definido un nuevo espectro político, algo que no es inédito, porque como explicaba Marcuse “el a priori tecnológico es un a priori político, en la medida en que la transformación de la naturaleza implica la del hombre y que las creaciones del hombre salen de y vuelven a entrar en un conjunto social. Cabe insistir todavía en que la maquinaria del universo tecnológico es ‘como tal’ indiferente a los fines políticos; puede revolucionar o retrasar una sociedad (…) sin embargo, cuando la técnica llega a ser la forma universal de la producción material, circunscribe toda una cultura, proyecta una totalidad histórica, un mundo[2]. Una prueba contundente de esa relación entre lo tecnológico y lo político la apunta el filósofo José Luis Molinuevo, en La vida en tiempo real. La crisis de las utopías digitales (Biblioteca Nueva, 2006): “con motivo de los atentados en Londres de julio de 2005, se puso de relieve que algunos de los jóvenes islamistas habían recibido su educación más extrema a través de la Web” (p. 56). Del mismo modo, algunos ingenuos hablan de la “nueva libertad” de Second Life y espacios virtuales similares, sin apreciar, como bien ha recordado Gerfried Stocker, Director Artístico del Ars Electronica Center de Linz, “el control absoluto que Linden Lab –la compañía norteamericana que posee y gestiona Second Life– ejerce sobre todos y cada uno de los bytes y píxeles de sus tres millones y medio de usuarios[3]. En realidad, como hemos intentado explicar en nuestro citado ensayo, el sustrato de Pangea y la auténtica raíz del éxito desmedido y global de la Red es su alto contenido económico, que por una vez ha aunado las voluntades de los anacrónicos Estados territoriales y de las dinámicas e implacables multinacionales empresariales, con la aquiescencia, sea por comodidad o desconocimiento, de los ciudadanos.

Por ser el medio electrónico, gracias al flujo constante de bytes
[4], esencialmente fluido, hay una relación de continuidad entre todas las partes de Pangea, que se extiende a una nueva visión de lo técnico en relación con lo corporal y humano. Sophia de Mello escribió en El nombre de las cosas que “La civilización en la que estamos está tan equivocada / que en ella el pensamiento se desligó de la mano”. Si aún viviera la poeta portuguesa su angustia acabaría, porque parece que la tecnología está devolviendo al hombre a esa civilización donde la segunda mano técnica es también la primera: un estudio sobre el impacto de las tecnologías en los jóvenes publicado a finales de julio, encargado conjuntamente por Microsoft, Viacom, MTV y Nickelodeon, nada menos, llegaba a algunas conclusiones que deberían hacernos pensar, por ejemplo ésta: “Young people don't see ‘tech’ as a separate entity -it's an organic part of their lives”[5], según Andrew Davidson, vicepresidente de MTV. Este cambio brutal de percepción del entorno (lo tecnológico como orgánico, sin separación; lo digital entendido ya sin distinción como lo relativo a los dedos y a la instrumentación de medida de números, al mismo tiempo), es uno de los síntomas claros de ese nuevo mundo que es Pangea. Por cierto, que los publicistas de Coca-Cola, auténticos radares de cambios, emitían hace un poco un anuncio donde una chica tomaba la bebida y su brazo se convertía en una extremidad cyborg, bajo el lema “saca tu mano” (http://www.youtube.com/watch?v=phTuIEn3gAU). La metáfora apunta a un nuevo monismo, a través de la ampliación del concepto de cuerpo[6]. De la misma manera, nuestro mundo es ahora un planeta cyborg, recubierto de una carcasa metálica o digital, pero orgánica, formada por una red espinosa interminable, donde cada punta es un ordenador, que llega a varios miles de millones de hogares de la Tierra, a lo que hay que añadir la gran capa de edificios inteligentes, centros comerciales, espacios públicos cubiertos y homogeneizados por la digitalización y el aire acondicionado (lo que Rem Koolhaas llama el Junkspace, el “Espacio Basura[7]). El resultado es una coraza metálico-electrónica que unas partes del planeta no existe más que en la delgada e invisible forma de la cobertura de los teléfonos móviles, pero que en otros sitios tiene consistencia matérica y una altura de muchas plantas.

Pero al cambio del espacio ha sucedido también un cambio de la percepción del tiempo. Uno de los gurús estéticos de Pangea, el ciberautor Mark Amerika, apunta en META/DATA. A Digital Poetics (2007) que el tiempo de la literatura digital es un “tiempo real asincrónico”, término que denomina “un indeterminado espacio de la mente que te hace parecer que vives en un permanente estado de jet-lag –un oscilante y antípoda ahora que desafía el ‘aquí, ahora y en todas partes’ mientras acoge la pasión de los momentos que te atraviesan cuando continuas creando tu obra en marcha online
[8]. Estas nuevas coordenadas dimensionales (o más bien su eliminación) están cambiando el arte y la literatura. El escritor pangeico Agustín Fernández Mallo apuntaba en mi blog Diario de Lecturas un frase que había hecho popular en un encuentro de narradores en Sevilla: “antes se creaba desde el conocimiento, y hoy creamos desde la información”, aclarándola de este sugerente modo: “O dicho de otra manera: antes el flujo energético era: desde la intimidad del autor (su erudición y sus psique, mito romántico) a la exterioridad de los lectores y la sociedad (la información). Un caso paradigmático sería Kafka. Y hoy el flujo sería en cierto modo inverso: desde la exterioridad de la información (publicidad, red, cine, etc.) a la interioridad del autor, que rehace a su antojo toda esa información que después devuelve transformada”. Es una forma de verlo; otra es pensar, como Marc Augé, que el conocimiento ha sido sustituido por el reconocimiento de la imagen[9]; una tercera es la visión del escritor mexicano Adrián Curiel Rivera, que imagina una distopía llamada “Urbarat 451” donde “las imágenes y la información indiscriminada habían sentado sus reales en la vitalidad del presente del hombre; se habían impuesto de una manera tan eficaz y apabullante sobre cualquier otra forma de comunicación y entendimiento que persistir en actitudes socialmente estériles, como la lectura de textos literarios constituía, además de una necedad intolerable (…) un retroceso histórico[10]. Una cuarta mirada es la de autores como José Luis González Quirós y Karim Gherab Martín, quienes exponen en El templo del saber. Hacia la biblioteca digital universal (Ed. Deusto, 2006) que más que elegir entre información y conocimiento, la tecnología nos ha creado el problema de que asistimos a “la creación de un espacio lógico en el que coexistan todos los documentos que han sido escritos con voluntad de saber” (p. 9), lo que implica “plantear con nuevo vigor algunas de las preguntas esenciales en relación con qué es el conocimiento, cómo se organiza, cómo se refina y cómo se extiende” (Ibíd.). Lo que me interesa de estas visiones es que la de los escritores son tan sensatas y profundas como la de los filósofos, lo que implica que algo ha cambiado, y es que todos los involucrados activamente en Pangea saben que su interactividad, su acción y su preocupación (su preocupacción) sobre el tema, ayuda de cierta forma a conformarlo, porque las interpretaciones sobre algo que es a la vez realidad y simulacro son también parte de su esencia[11]. Quiero decir que en una era de muchedumbres electrónicas y votos instantáneos, la opinión cuenta a veces tanto como un antiguo poder de facto.

Estamos en un momento de cambio, lo que se advierte en ciertas resistencias incomprensibles. Cuando un dictador político, como el de Bielorrusia, y un conocido filósofo francés coinciden en que “hay que hacer descarrilar Internet” (Finkielkraut, Nous autres, les modernes), es que hay algo que provoca un colapso de la razón, una misreading o mala lectura o mal entendimiento de la naturaleza o de la profundidad de los fenómenos que están ocurriendo. Y otro dato que revela que nos encontramos en un momento de cambio es que los escritores han vuelto a las utopías negativas, como se aprecia en el cuento citado de Curiel Rivera, pero también en algunos textos de Jonathan Lethem, en Globalia (2004) de J.-C. Rufin, en el Cero absoluto (2005) de Javier Fernández, o en la reciente Entrevista a Mailer Daemon (2007) de Doménico Chiappe. La perspectiva no es nunca demasiado positiva en las distopías, pero Internet puede ser muchas cosas. Puede ser la “mercancía total” de la que hablaba Guy Debord, que debía regresar “fragmentariamente a un individuo fragmentado
[12], para cumplir su objetivo de mercado; también puede ser algo peligroso, pero es obvio que estamos ante un instrumento que tiene infinitas ventajas sobre sus inconvenientes; y el mero hecho de que algunos gobiernos, como el chino, el venezolano y ciertas agencias de inteligencia estadounidenses ejerzan un control más o menos directo de Internet debería convertirnos, casi instantáneamente, en sus valedores. Todo lo perseguido políticamente desde ciertas instancias tiene que ser democráticamente sano. Y también, desde una visión menos negativa, quizá la Red sea la consecución de un nuevo proyecto del saber occidental, quizá sea esa “red común del pensamiento” que Nietzsche preconizaba en El nacimiento de la tragedia. Hanna Arendt hablaba del “viejo sueño de la metafísica occidental, desde Parménides a Hegel, de un ámbito atemporal, no espacial, suprasensible, como la verdadera región del pensamiento” (De la historia a la acción). Quitémosle la referencia a lo suprasensible, sustituyámosla por inmaterial y tenemos ante nosotros un hermoso horizonte de posibilidades metafóricas.

.

Notas
[1] “No existen este mundo y el otro. El arte no puede seguir reivindicando habitar una esfera autónoma, un dominio separado. Ni siquiera para argumentar la operación ‘superadora’ de su estatuto escindido. La clase de los objetos es única, todos ellos gozan del mismo calibrado y adolecen de la misma carencia ‘objetiva’ de fantasmalidad”; José Luis Brea, “Redefinición de las prácticas artísticas s.21”, Debats nº 84, “Lo virtual”, Valencia, primavera 2004, p. 69.
[2] Herbert Marcuse, El hombre unidimensional; Seix Barral, Barcelona, 1971, p. 181.
[3] Gerfried Stocker, “Del punk al mainstream”, en el catálogo Lab_Ciberespacios; LABoral Centro de Arte y Creación Industrial, Gijón, 2007, p. 15.
[4] Unidad mínima de almacenamiento digital, compuesta de 8 bites. El diccionario de la R.A.E. ha admitido esta definición bajo el término “octeto”, en su tercera acepción: “Carácter o unidad de información compuesto de ocho bites”.
[5] The New York Times, 24/07/2007. El mismo estudio citado antes mostraba que las tecnologías se integran en cada cultura de modo diferente (los chinos tienen de media 37 amigos on line a quienes nunca han visto, en Japón la libertad individual del teléfono móvil suple la escasez de espacio físico), y que las dos palabras más utilizadas por los jóvenes eran “descarga” y “quemar” (grabar en un CD). De modo que podemos decir que hemos pasado del Quemando cromo de William Gibson al “quemando policarbonato” de las promociones más jóvenes.
[6] “a comienzos de este siglo no advertimos en la vida cotidiana las escisiones planteadas por el anterior entre cultura tecnológica y vida (…) Y sin embargo, esto todavía no se ha trasladado al imaginario de nuestras sociedades tecnológicas, que en el arte y la literatura sigue manejando tópicos neobarrocos y posmodernos”; José Luis Molinuevo, La vida en tiempo real. La crisis de las utopías digitales; Biblioteca Nueva, Madrid, 2006, p. 28. En efecto: veamos cómo Fogwill sigue manejando conceptos pangeicos con criterios tardomodernos: “Es como si el espacio electromagnético de la telefonía, al excluir la realidad de los cuerpos y del espacio que los contiene, librara a las cosas de los efectos discursivos del mundo. Pero sin ellos, claro, ya no está el mundo y no siempre resulta fácil explicarse por qué a toda esta información sin mundo se le asigna más valor que al magma de las cosas y acontecimientos que componen el mundo”; Fogwill, Urbana, Mondadori, 2003, p. 131.
[7] R. Koolhaas, Espacio basura; Gustavo Gili, Barcelona, 2007.
[8] Mark Amerika, META/DATA. A Digital Poetics; MIT Press, Massachussets, 2007, p. 203.
[9] “La imagen puede ser el nuevo opio del pueblo. Vivimos en un mundo de reconocimiento, no de conocimiento. Se vive realmente a través de la pantalla. Los medios de comunicación deben ser objeto de educación, no sólo un canal de información. Sólo entiendes la manipulación de las imágenes al hacer una película. Hay que aprender a leer y a escribir y también a leer y a hacer imágenes”; Marc Augé, entrevistado por El País, 23/06/2007, p. 52.
[10] Adrián Curiel Rivera, “Urbarat 451”, en VVAA, Día de muertos. Antología del cuento mexicano; Plaza & Janés, Barcelona, 2001, p. 70.
[11] “No puede haber una estrategia de lo virtual porque ya sólo hay estrategia virtual”; Jean Baudrillard, “La impotencia de lo virtual”, Pantalla total; Anagrama, Barcelona, 2000, p. 75.
[12] G. Debord, La sociedad del espectáculo; Pre-Textos, Valencia, 2003, p. 55.

35 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias, Vicente, por ponernos aquí esta versión más completa que la del Culturas de la Vanguardia. Ambos artículos son muy interesantes, están llenos de asociaciones medulares.

Ibrahim B. dijo...

Hete aquí, Vicente, lo que a mi juicio es un reto próximo para que los pangeicos, y con ellos la literatura, terminen por subirse al carro de la sociedad de la información:

http://ibrahim-berlin.blogspot.com/2007/11/desafo-para-los-pangeicos.html

Por cierto, precisamente esta semana estuve leyendo 'La luz nueva'. Fue una buena inversión. Saludos.

Anónimo dijo...

¿Qué es eso de "Nuevo Mundo"? mmmmmmmm

x dijo...

El territorio de Internet no sólo se conquista: se tiene que crear antes. Es infinito gracias a esa inexistencia. Tiene formas absolutamente democráticas, siempre que no empleemos, por ejemplo, Google para navegar: sus logaritmos de búsquedas y jerarquización imponen un sistema que privilegia a los capitales que invierten continuamente en posicionamiento y en publicidad.

Pero Internet existe sin los google's: así como es un territorio que necesita ser creado antes que conquistado, también es un espacio absolutamente democrático, como señalas, Vicente, para quien componga su plataforma y luche por mantenerla independiente. Porque Internet es un espacio de lucha. Y aquí resulta muy acertado el comentario a Second Life y otras novedades embriagantes.

La lucha se traslada a los artistas. Y aquí también ha cambiado algo. La defensa contra las imágenes vacías, la propaganda, la violación de la intimidad recae en los hacedores de contenidos, los usuarios del ciberespacio, los ciudadanos virtuales de esta Pangea. Ya no en ejércitos prefabricados y entrenados para la destrucción. Es un espacio de lucha que también se gana por medio de la creación.

Se impone la lengua como patria.

x dijo...

Vicente, me quedé pensando en Mark Amerika y su definición el tiempo. En una ocasión publiqué un artículo sobre el tratamiento del espacio y el tiempo en la narrativa multimedia.

Creo que lo que expongo allí puede extrapolarse a la realidad virtual, aunque con matices. No sé si es réplica o afirmación a lo que expone Amerika (cuya literatura digital me parece muy interesante). En todo caso, es parte del debate.

El artículo está en:
http://www.cibersociedad.net/congres2006/gts/comunicacio.php?id=178&llengua=es


Y dice cosas como:

Aunque "el sistema de enlaces" sirve para "ofrecer descripciones detalladas o información básica de los personajes y de los lugares" (Ryan, 2004: 113), lo que define a lo hipermedia no es tener que hacer "clic", para pasar de uno sitio a otro fácilmente (como si de pasar la página o buscar el siguiente capítulo se tratara), o de dejar al azar el orden de lectura (como si leyéramos abriendo las páginas al tacto), sino la cualidad de comprimir todas las visiones en uno solo espacio, lo que obliga a concebir otra idea del tiempo. "¿Cómo es un texto plegado? Porque es el texto el que se pliega, no es soporte, con en el caso del libro (…) Ya no hay página, insisto, y lo que la sustituye, la pantalla, es un espacio… de tiempo en el que se sostienen las palabras (y las imágenes); un espacio de tiempo definido por la acción del lector: entre un clic y otro clic el texto se mantiene en pantalla" (R. de las Heras, 2004: 170). Un espacio de tiempo que no tiene necesaria vinculación cronológica, pues no existe la referencia de algo anterior o posterior, porque no hay un antes ni después prestablecido, sino un conjunto que flota en este "espacio… de tiempo en el que se sostienen las palabras". Un tiempo que en vez de presentarse con un orden lineal, se visiona como un cubo tridimensional, donde un ángulo se ramifica hacia varias líneas, por lo que desaparece la concepción del antes y el después. La posibilidad de que el contenido sea transmitido por distintas artes, como la declamación, la escritura, la música, la plástica, la animación, permite que el lector fije su atención en varios discursos a la vez, lo que rompe con la verdadera rigidez del papel: la imposibilidad de transmitir con algo que no sea la palabra escrita.

La nueva idea del tiempo es que estamos en varios momentos durante el mismo lapso, sin movernos en el espacio físico, sino en el virtual para, así, explorar, hacer avanzar el tiempo por medio del movimiento. En el mundo real, el reloj se activa con el movimiento del péndulo; en el hipermedio, el transcurrir del tiempo depende del movimiento del reloj. La fragmentación, pues, permite la presencia de todo junto, aunque resulte paradójico. Y allí radica la importancia del discurso fragmentado, no en las múltiples entradas de lectura ni en la estructura del rizoma.

Anónimo dijo...

No sólo tiene las formas democráticas, las necesita. No le veo ningún sentido a pasearse con una actitud de "tengo las respuestas"

Quiero decir, si en en el territorio presencial estamos mirando de encontrarlas, incluso cuestionando las preguntas, ¿qué hace uno dictando en el virtual? Los hay. Y es otra forma de no democracia. Imponerse como autoridad de mando cerrada al diálogo.

Pero en el peor de los lugares. Porqué aquí el error se constata en cantidades inimaginables. ¿Para qué trasladar lo que ha llevado a la muerte de la realidad, al desconocimiento de la vida al territorio dónde podría ser posible reencontrarla?

Creo que sabéis de mi mosqueo con cierta Universidad Virtual. ¿Qué hacen dictando cuando exploramos?

Respuesta de la Jefa de Estudios: es un hecho puntual en un curso.
Falso por dos motivos. No es la primera vez y, ¿hechos puntuales? ¿en internet?

Exacto Domenico, comprimir todas las visiones en un solo espacio, lo que obliga a concebir otra idea del tiempo

Una Jefa de Estudios de una Universidad Virtual considera que el tiempo se mide entre curso y curso. Un hecho puntual es literalmente eso. Sin más.

Si, en mi opinión, hasta "literalmente" se tendría que reconsiderar a partir de internet. Lo mismo que "virtual". Virtual puede ser la posibilidad de volver a la realidad (sea lo que sea)


La información que me llega es: a quejas parecidas, respuestas similares.

En cada hecho puntual, al considerarlos de ese modo, (optando por dejar que se acaben al acabar el curso) se puede leer el fracaso del pensamiento occidental hasta hoy. Asoma allí la nariz. Y más. Muchos más. Evidencia la verdad del verso de Paul Éluard y tantas otras referencias a mundos y mundos y ...

de nuevo, replantear la relación interior-exterior, conciliar ciencia-arte pero no como hasta ahora (esa especie de tratado de no agresión por indiferencia: mercantilmente un éxito; vitalmente ya es otro asunto)

En cierta manera, oficializar, validar sólo uno en internet, sería como infinitos genocidios.
Por eso siento tanto mosqueo
Por (o no sólo con los previsibles) hechos puntuales sino más con la falta de estrategias -en un espacio dedicado al conocimiento sin/con paredes empapeladas de lo que significan las nuevas tecnologías y su impacto- que los integren y los reconduzcan a algo más positivo como sería, por decir algo, que cada uno pinte las paredes: son a la vez realidad y simulacro. (igual que unas cuantas paredes exteriores, me parece)


resistencias incomprensibles
En una Universidad que lleva en su nombre la palabra Abierta, todavía más incomprensible. Demasiado.

me voy a boxear un rato. A hacer sombra(s)

PS: Hoy he visto la repetición de un fragmento de un programa. El periodista regañaba a un matrimonio joven con un hijo por fumar en la calle. "¿No sabes que es malo? ¿Te parecerá bien que tu hijo lo haga?"
Salta el peque "oye chico, que no soy payo, que soy gitano, ya sé todo eso"

Anónimo dijo...

Muy bueno el artículo, señor Vicente, pero... Debería añadir a "cuando en una sociedad sus habitantes ya no son los mismos", su concepción de la lectura ha cambiado. Usted habla del nuevo mundo, muy bien, pero su escritura -es decir, la suya- no se adapta a ese nuevo mundo y no se le entiende. ¿De verdad piensa que el público le ha entendido? ¿A qué habitantes se refiere, a los que visitan su blog, a los que lo leen? Lo siento, pero en sus artículos hay una gran contradicción: mucho "nuevo mundo", mucha "luz nueva" pero su escritura sigue sin adaptarse a los nuevos tiempos, está llena de oscuridades. Saludos.

Vicente Luis Mora dijo...

Póngame un ejemplo de oscuridad, Marlowe -aunque con ese nombre deberían gustarle-, porque usted apunta oscuramente a mis opacidades, ni siquiera yo sé a cuales se refiere. Atentos saludos.

Jordi Roldán dijo...

Lo dijo Wagensberg, hace ya algunos años, si la naturaleza es la respuesta cuál es la pregunta. Añado, si internet es la respuesta, ¿cuál sigue siendo la pregunta?

Anónimo dijo...

Muy buenas.
Tener en cuenta que desde los años cincuenta el a priori tecnológico es un a priori político me parece de sentido común. Ahora bien, y también con Marcuse, pero sobre todo con Agustín García Calvo, creo que la tecnogía actual ha devenido lo contrario de aquello, que por sentido común otra vez, debería ser la función propiamente tecnológica, esto es, liberar al ser humano del insoportable peso del principio de realidad. La continua creación de chismes nuevos que uno tiene la (falsa, inducida, puede que como decía Horkheimer, ya no introyectada)

Anónimo dijo...

El ejemplo es sencillo: ¿por qué hay tan pocos comentarios en su blog esta vez? La respuesta también lo es: no hay nada que comentar porque no se le entiende. Lo siento, Vicente, si es usted humano reconocerá sus errores posmodernos. La era Pangea es extraña, Vicente, muy extraña. Para rellenar huecos puede ir escribiendo algunos comentarios con diferentes estilos, que parezca que no los escribe usted.

Vicente Luis Mora dijo...

Wagensberg ha seguido preguntándose sobre la naturaleza de la realidad y sobre la realidad de la naturaleza, mucho y muy profundamente, después de lanzar ese excelente adagio. Si usted buen lector suyo, entenderá que lo único importante, al final, tanto en Internet como en la naturaleza, no es responder las cuestiones, sino seguir formulándolas, eternamente, de maneras distintas. Un cordial saludo.

Vicente Luis Mora dijo...

Para Marlowe> menudo argumento de oscuridad, el que el post tenga pocos comentarios. El de la novela de Azpeitia no tiene ninguno, creo recordar. ¿También ese es oscuro?

Para Anónimo marcusiano> había empezado usted muy bien, no se pare. Da la impresión de que su comentario se ha colgado a la mitad. Complételo, porque su lectura me ha dado una idea de respuesta que a lo mejor le sorprende.

Jordi Roldán dijo...

Tienes toda la razón, lo importante y fundamental es seguir preguntándose cosas y averiguando el como. Aprovechando de nuevo a Wagensberg: a más cómo, menor por qué. otro saludo

Anónimo dijo...

necesidad de poseer, creyéndose que "ha salido un chisme nuevo" y que dicho aparatejo le servirá para algo, que se identificará casi siempre con el futuro de... la conducción, la informática... (¿la lectura?). Por otro lado esto ya va sonando a trasnocheamiento ¿no es cierto? No, no creo que sea cierto: Derrida poco antes de su muerte hablaba de la necesidad de volver a leer a Marx, (yo digo Adorno, y digo Horkheimer y García Calvo también) desmontándolo sí, pero sin sonrisita irónica.
Otra cosa: No soy tan optimista con las posibilidades que usted llama metafóricas que devienen de ese carácter inmaterial de Pangea, puede que por un romántico y filofenomenológico deseo de realidad(César Moreno)por mi parte.
Tampoco creo que este Universo sea Pangea para todos, estaría mejor hablar de multiversos y aceptar que uno de ellos, con intención de hacerse con todos, es Pangea, sólo uno: aquel que pese a todo sigue el destino de la Metafísica según Heidegger, llámalo Cristiandad u Occidente, aquél en el que sus pioneros preguntaron Qué, y que ahora no puede escapar de ese error fatal.
Por esto es necesario pararse y preguntarse "¿era necesario tanto, era necesario todo, era necesario así?"
Un saludo a todos.

Jose R. Zamora

Ibrahim B. dijo...

No sé si van por donde yo sospecho los tiros de Marlowe acerca de la "oscuridad" de tus artículos; pero lo que a mí se me viene a la cabeza, Vicente, cuando releo este ensayo, o 'La luz nueva'; u otros de tus contemporáneos tipo 'Afterpop' o aquél otro artículo fundamental de Mallo publicado en Quimera cuyo título era 'Poesía postpoética', es la abrumadora disparidad de fuentes e influencias. Quiero decir que, a muy, MUY grandes rasgos, cuando uno se expone a ensayos clásicos sobre literatura sabe qué referencias se va a encontrar. Uno sabe que va toparse con una cita de Borges, otra a Eliot y otra referencia final a Hegel, por decir algo. Sin embargo, esas referencias clásicas, con vosotros, dejan paso a otras que por lo común no componen el área-intersticial-cognitiva entre emisor y receptor. Recuerdo que en muchas partes de 'Afterpop' se me abrió un inmenso interrogante en el cogote dado mi desconocimiento en el mundo del comic o en la música eléctronica (yo, claro, había comprado el libro pensando que SOLO iba a hablar de literatura), del mismo modo que me causó risa la ironía del comienzo de 'La luz nueva', explicando una misma idea a través de una serie de televisión, una película y un libro. En el caso de 'Pangea, nuevo mundo', tenemos referencias que van desde Marcuse al byte pasando por The New York Times o 'Del punk al mainstream' (texto que, por supuesto, desconozco, pero cuyo título me parece sugestivo).

Paréntesis: ¿recuerdas cuando en La parte de Archimboldi, de 2666, dicen del autor apócrifo algo así como que su conocimiento es esquizofrénico o su aprendizaje desordenado? Pues eso opino yo de vosotros, pero con un matiz positivo.

Las influencias crecen de forma exponencial. Aprendemos ahora a mirar y dar con ideas que teníamos delante de nosotros y nos negábamos a aprehender. Ocurre, en definitiva, la disrupción. Pero claro, el coste de oportunidad de esta eclosión es que el público, irremediablemente ha de perderse en éste o aquel punto del discurso.

Saludos.

Vicente Luis Mora dijo...

Luminoso comentario, Ibrahim; pero si esa es la oscuridad que se me achaca, la de unir en un texto diversas ciencias e impredecibles citas, entonces no es insulto sino piropo. La vida actúa así, Ibrahím, y se nos presenta con esa multiplicidad quizá desordenada, señor Marlowe: vas por la calle y a un edificio (cita arquitectónica) le sigue un panel luminoso de propaganda (cita publicitaria), que esconde una tienda de televisores (cita televisiva, porque las imágenes que proyectan los veinte reproductores a la vez se te meten por los ojos e interrumpen, discursivamente al menos, tu paseo). Más adelante pasa un coche con altavoces leyendo un texto circular e inextinguiblemente; las conversaciones se te cruzan, te invaden, las palabras de los otros -sus citas- se te cuelan; si te montas en el metro de Madrid citas de Nada de Carmen Laforet, o de Conget, cuelgan de las paredes, mientras que las imágenes de Canal Metro te sacan mentalmente del túnel y te colocan en Barcelona, en París o en el Congo belga. Esto es la realidad, discursos mezclados, esquizofrenia de fuentes, multiplicidad, distinta información que pide, que va pidiendo, libros distintos para reflejarse. Entiendo que a alguien puedan no gustarle mis textos, pero nadie negará su honestidad con lo que está pasando ahí, en la misma calle. Hagan lo que yo: asómense.

Anónimo dijo...

¿Y el que se asoma y ve 3 vacas y un árbol?

Vicente Luis Mora dijo...

Los pocos que se asoman a su ventana y sólo ven 3 vacas y un árbol irán de vez en cuando a la ciudad, supongo; pero en todo caso si esas personas pueden leer libros de peripecias marineras (como Moby Dick, Lord Jim o La isla del Tesoro), si pueden leer literatura fantástica y ciencia ficción, también podrán leer este blog y literatura pangeica: todo les pilla lejos, tanto los mares del sur como el mar azul de la pantalla, pero con buena voluntad uno puede situarse mentalmente en cualquier lugar, y suspender de manera voluntaria y pasajera su incredulidad, como decía Colerigde. ¿Verdad?

Saludos a las vacas, pronto estarán en mi mesa.

Anónimo dijo...

Me gustaría hacerle una pregunta, señor Mora: la necesidad de escribir, en ese Pangea, un "Gran Relato", ¿acaso no es una prueba de que la modernidad a lo mejor no se ha terminado? Enhorabuena por el blog.

Anónimo dijo...

Jose R. Zamora, aquél en el que sus pioneros preguntaron Qué, y que ahora no puede escapar de ese error fatal.

VLM, l'habitació, Wagensberg el cómo

[un aparte. L' habitació d'Arlés, gracias por tu blog]

Ibrahím transmite su felicidad: yo, claro, había comprado el libro pensando que SOLO iba a hablar de literatura

José R. Zamora Por esto es necesario pararse y preguntarse

marlowe ¿De verdad piensa que el público le ha entendido?

Jorge Wagensberg lo he entendido , puedo intentar explicarlo, no es necesario aceptar, discrepancias bienvenidas, necesario escuchar, sin prejuicios


liraminan,
(caray, me cuesta casi tanto de pronunciar como digo el mío) Si tomamos como inicio de la modernidad el de la escritura y consideramos a esta cualquier marca de intención comunicativa, la modernidad se nos presenta como aquello que no tiene ni principio ni fin.

Vicente Luis Mora dijo...

Bueno, pero la pregunta de Liraminan es interesante, _-_. Vamos a pensar sobre ella.

Precisamente una de las cosas que siempre me han molestado de la posmodernidad, o de la condición posmoderna, era precisamente ese punto, ya citado por Lyotard en 1962, nada menos. ¿Por qué renunciar al gran relato, a la posibilidad, no de explicación de todo -algo irrealizable incluso en la prehistoria-, pero sí a un resumen ambicioso? ¿Está prohibida la Tesis, y además la síntesis? Hum, no, creo que no, no entiendo por qué. Además, no soy el único que camina por esos complicados andurriales: ¿no es un gran relato también la trilogía de Castells, La sociedad red? ¿Y las Esferas de Sloterdijk? ¿Y la trilogía de Javier Marías, desde una perspectiva psicológica?

En realidad: este regreso a las trilogías -por favor, ahorrémonos chistes sobre Matrix o la saga cinematográfica de El señor de los anillos-, ¿acaso no es en sí mismo un síntoma de que el final de la posmodernidad ha llegado, y que la entronización brutal del Gran Relato es la muestra más clara de ello?

¿Trinos y unos? Bueno, ese chiste sí, vale. Pero si alguien tiene algo que decir sobre el particular, incluso en serio, me interesa.

Abrazos y bienvenido, Liraminan.

Anónimo dijo...

En la sorpresa por considerar exclusivo rasgo de modernidad el gran relato, en esa exclusividad me ha parecido ver el concepto de dios muerto -el que saludamos en misa, es raro que no devuelva el saludo.

O la pregunta, crees en dios? entendiendo dios cuando está muerto -por quién pregunta? por el único principio? Se podría empezar de otra manera? Sí, sí pienso es posible.

Si te he parecido poco cortés Liraminan, disculpa.

Me pareció del tipo marlowe. últimamente tengo mal genio. En plan Cyrano, mis enemigos, los prejuicios, las tonterías, los compromisos, combatir contra lo que retiene. Se me olvida la importancia de la construcción , el control, la observación.


Quiero decir. Del mito al logos (otro mito así que) del logos al mito. Las verdades de los dos conviviendo, abre perspectivas, diría.

Es posible un gran relato, también lo pienso.

3 es un número mágico. 3 deseos. Un trio con (sólo iniciales) L.Wtlng y Krstn Dnst sería uno. El último, según cuentan, fue no volver a sentir esta manera de desear. Te quedan dos deseos, escoge, ¿qué pides? Un 3 para poder tener 3 centros. Una arquitectura diferente. Esferas. 3 pisos. El Yijing, por ejemplo.

Se acabó, pienso, aquello que se creía capaz de afirmar el final del gran relato.
Si se puede, hablar del final de ese aquello, a lo mejor es porqué aquello acabó. Pienso que significa más eso que la continuación de un aquello más lejano. Como un salto, sobre de longitud pasando por encima lo que se llamó posmodernismo, después del modernismo. Si se habla de la fin del post, me parece no se vuelve al ayer, el final de un final, el final del final del modernismo vuelve a ser el modernismo?

Mi respuesta, no lo creo. Algo nuevo.

Desde aquí, se me apareció la pregunta como crees en dios, el que no devuelve el saludo los domingos, no estuve despierto, me equivoqué.
Gracias.

Jugando, podemos hacer, dirigir, nuestra realidad un poco. Trae consecuencias. Importa qué o cómo. El qué ya lo probamos.
Final del posmodernismo seguir con Gran Relato basado en qué? Regreso al hogar destrozado? mmmmm

Anónimo dijo...

Quiero decir, sí, me parece posible comprender el mundo, mantener, encontrar algo estable, esto sería algo de esperanza o realizable? es fe o se puede? Quizás el interés por la ética, sea otro rasgo del fin de la posmodernidad, quizás las tecnologías ayuden a que por aquí los trenes lleguen a su hora, por nada, por lo que imagino, al ser rasgos y no mandamientos, sino movimientos de sentido, responsabilidad como productores/emisores

Sí que es interesante

Abrazos

Vicente Luis Mora dijo...

No, _-_, en ningún momento he hablado de regreso al hogar destrozado. Esa postura (que sostienen desde Habermas a mis amigos canarios de Syntaxis) es respetable, pero yo creo que los tiros van por otra parte; en realidad los tiros van contra o hacia el cuerpo de la modernidad, posiblemente en su idea de "mejora continua" de las cosas, de "progreso". Quizá ahora se adelanta más socialmente porque hay menos preocupación por hacerlo, y la tecnología espolea los mecanismos y los engrasa. Ya sé que me estoy explicando fatal, pero son las ocho de la mañana aquí, es fiesta para mí también, no me he tomado el café y estoy algo espeso. Pero creo en lo que digo, de momento por mera intuición, tendré que armarlo. Siempre hay que seguir armando; creo como tú en la construcción, en el lento movimiento edificatorio. Eso quizá podría parecer moderno, pero así se levantaron las pirámides y se diseñó Internet: con paciencia y pensando mucho. Yo ahora no puedo. Quizá luego, quizá otro día. Saludos.

Anónimo dijo...

Detecto, diga usted lo que diga, varias pervivencias de lo Moderno es usted, con o contra su voluntad, Mora.

Anónimo dijo...

Quise decir "en" usted, evidentemente.

Vicente Luis Mora dijo...

Estimado amigo, ¿era posible lo contrario? Tiene usted que ver, por fuerza, herencias griegas, romanas, medievales, renacentistas, barrocas, románticas, naturalistas y/o positivistas, modernas y posmodernas en mí, porque mi formación (como la suya, como la de cualquiera) ha recorrido, por fortuna, todas esas etapas. Es que eso es la Tradición, todo eso es justamente lo que hay que violar, destrozar y laminar para construir por encima: no hay otra forma de avanzar en cultura que a partir de una exigente selección de ruinas.

saludos

Anónimo dijo...

Selección de ruinas, arqueología ¿del sujeto? ¿de Occidente? ¿de la modernidad? ¿de la gente? (el comentario me está saliendo rapero, las ruinas no seleccionadas a veces se levantan y te aplastan... sigo) Habrá que pensarlo. De todos modos interpreto el comentado fin de la fe en los grandes relatos a lo Lyotard como el fin de las ideologías legitimadoras de romper los huevos para hacer la tortilla, esto es, el fin de la creencia en la bonificación del mal, el fin de toda Teodicea. En este sentido, quizás no habría habido una pérdida de la que debamos lamentarnos demasiado con esta despedida de la modernidad.

Hay otras maneras de entender el gran relato. Está ahí por ejemplo el esfuerzo metafísico de Sloterdijk, que en realidad tiene muy poco que ver con una vuelta al cauce moderno tipo Habermas- no se ve a Kant por ningún lado- pero que sin embargo sí tiene que ver con una decisión en lo político de no quedarse del lado de un pragmatismo ironista y liberal a lo Rorty y demás variantes.

Lo que yo quería decir al principio, era que el avance en cultura requiere tanto de una exigente selección de las ruinas, una arqueología, como de una idea regulativa, un telos al que tender, al que dirigirse, por el que valga la pena trabajar, jugar, leer, ¿luchar? :una teleología, y esto es, quizás, lo que nos pondría en la órbita de una verdadera y deseada postpostmodernidad (a la que habría que bautizar de otro modo, sin duda).

Un saludo y enhorabuena por el blog.

Vicente Luis Mora dijo...

Interesante opinión, que agradezco. Lo que no tengo claro es si no es demasiado temprano, aún, para forjar ese telos, esa teleología o panoplia de fines. Andamos a trompicones en este nuevo espacio, es difícil armar un sistema para una realidad que cambia cada día. Se requiere (creo, a lo mejor me equivoco) cierta distancia temporal para hacer leyes. Me lo explicaron en la Facultad de Derecho, y creo que tenían razón. En eso. Abrazos y bienvenido.

Anónimo dijo...

Para empezar valdría con cierta voluntad de sistema ¿no crees? Uno se asoma desde donde puede viendo lo que ve; no somos mónadas leibnizianas sin ventanas, vemos esto y aquello y lo lanzamos al balcón del otro.Siempre están ahí la perspectiva la circunstancia y los prejuicios dando verdad, una verdad que se abre precisamente a los demás en la medida en que es parcial.La integración de las perspectivas como fin al que tender no estaría mal. Esfuerzo desmesurado para cualquiera,sin duda,lo que no justifica el abandono del anhelo de síntesis, de comprender el mundo. Los márgenes son también zonas privilegiadas, piezas clave para entender. Desde el barrio de las Margaritas se da una versión necesaria de Pangea, desde El Brillante también. Desde una ventana que daba a tres árboles y una vaca, Heidegger se convirtió en uno de los filósofos más importantes del siglo XX. No hay la inmaculada percepción, que criticaba Barlin, mas sí debe haber voluntad entender.

Un saludo.

Vicente Luis Mora dijo...

Bueno, en ello estamos. De hecho Pangea, el libro, camina en esa dirección, con humildad y prudencia. Saludos.

Anónimo dijo...

Transcribo noticia del discurso de la premio Nobel Doris Lessing, que contiene interesantes reflexiones, alguna de ellas, para meditar bien, sobre Internet:

La Jornada, de México
http://www.jornada.unam.mx/2007/12/08/index.php?section=cultura&article=a08n1cul

Doris Lessing denuncia la falta de oportunidades en los países pobres
“Nunca nos preguntamos cómo cambiaremos con Internet, que seduce con nimiedades”

Dpa

Estocolmo, 7 de diciembre. El hecho de recibir el Premio Nobel de Literatura a una avanzada edad no templó el carácter de Doris Lessing.

Con una dura denuncia de la falta de oportunidades de las personas en los países pobres y la mentalidad de desechar todo rápidamente que rige en la parte occidental rica del mundo, la escritora británica de 88 años presentó hoy su discurso poco antes de la entrega del galardón en Estocolmo.

Lessing no participará en la ceremonia de entrega de premios el lunes por problemas de salud e hizo leer su texto en la capital sueca por su editor británico Nicholas Pearson.

“Somos un montón sobresaturado, nosotros en nuestro mundo, en nuestro mundo amenazado. Somos muy rápidos con la ironía y el cinismo”, señaló en el discurso que lleva el sarcástico título No ganar el Premio Nobel.

“Estamos en una cultura que se está fragmentando, donde nuestras certezas de hace apenas algunas décadas son cuestionadas y donde es común que hombres y mujeres jóvenes que tuvieron años de educación no sepan nada acerca del mundo, no hayan leído nada, y sepan sólo de alguna especialización u otra, por ejemplo, de computadoras”, indicó.

Hambre de lectura y formación

Lessing destacó una y otra vez el hambre de lectura y formación que tienen los alumnos en países pobres como Zimbabwe, donde vivió un cuarto de siglo hasta 1949. Dado que en una escuela normal de ese país no hay dinero ni para tiza, y mucho menos para libros, las consecuencias son previsibles: “No creo que tantos alumnos de esa escuela puedan recibir premios”.

Por el contrario, afirmó, se puede estar “bastante seguro” de que sí puede ser ése el caso de una conocida escuela de varones con bonitos edificios en el norte de Londres, que ella visitó en su calidad de escritora conocida. Según aseguró, allí no percibió ningún hambre por saber: “Seguramente todo aquel que da discursos recuerda ese momento en que mira y sólo ve rostros inexpresivos”.

En Londres, cuando aparece una escritora nueva sólo se pregunta: “¿Es guapa?” Y en el caso de los hombres: “¿Carismático? ¿Atractivo?” “Hacemos bromas, pero eso no es gracioso”, sostuvo Lessing.

“Cuando después de un año se les pregunta qué piensa él o ella, dice: ‘Nunca me pasó nada peor’: lo escuché varias veces. Después de tanta publicidad, muchos escritores no escribieron nunca más, o no escribieron aquello que querían, lo que se proponían”.

La autora de El cuaderno dorado (1963), tampoco tuvo piedad para Internet. “Nos estamos enfrentando a una increíble invención, las computadoras e Internet y la televisión, una revolución. No es la primera revolución que enfrentamos nosotros, la raza humana. La revolución de la imprenta, que no sucedió sólo en un par de décadas, sino en mucho más, cambió nuestras mentes y formas de pensar (...) Y nunca nos preguntamos cómo nosotros, nuestras mentes, cambiarán con la nueva Internet, que sedujo a toda una generación con sus nimiedades, de manera que incluso las personas más o menos razonables admiten que es muy difícil desprenderse cuando uno se vuelve adicto”.

La premio Nobel 2007 lamentó que, en el pasado, “leer libros formaba parte de la educación general”.

Con su discurso, Lessing se sumó a una singular serie de ganadores del Nobel de Literatura que se quedaron en casa enfermos y enfadados y no acudieron a la ceremonia en Estocolmo.

En 2005, lo hizo el compatriota de Lessing Harold Pinter (77 años) y antes la austriaca Elfriede Jelinek (61 años), que cancelaron su participación por enfermedad y enviaron sus discursos grabados en video a la capital sueca, ambos marcados por el enfado y la amargura.

Anónimo dijo...

Escribe Piglia que los músicos saben mejor que nadie que no vivimos en la cultura de la imagen, vivimos en la cultura del ruido.

La aparición de internet, parece cerrar un círculo en torno a la idea del "global village", pero nunca como imaginó Mc Luhan. La prolongación del cuerpo en los medios tecnológicos posibilita la aparición del "sedentario-nómada" que viaja sin moverse por esa oscilante antípoda del citado Mark Amerika, o bien el domo-espacio enunciado por Paul Virilio en el cada uno vive en estado de implosión.

La desaparición de la modernidad y el fin de los metarrelatos, fué establecida por Danto en el mismo momento en que Warhol demostró que una cosa puede ser una obra de arte siendo exáctamente igual a otra cosa que no lo es. Pero lejos de que el fin del arte supusiera la muerte del arte, Danto habla de un nuevo espíritu desprovisto de lo que en la modernidad había sido el, digamos, dogma esencial de toda obra de arte, una estética plástica autoreferencial al propio arte (no a la realidad, de ahí que Greemberg reprimiera al surrealismo del relato de la modernidad). La cuestión es que se sigue haciendo arte, pero no desde los mismo presupuestos, ni siquiera parece haber un centro en los discursos o un discurso que establezca alguna dirección (salvo tal vez, la asunción de las prácticas terroristas como estrategia artística: Los hermanos Chap,man)

Trasladando esta tesis (naturalemente discutibles) a la literatura, tengo la sensación de que uno de los rasgos elementales de un nuevo modo de entender la escritura, es la interrupción, como constante de nuestra realidad a día de hoy. Como bien dice Vicente, caminamos por la calle y escuchamos las palabras de conversaciones ajenas, nuestros ojos chocan con carteles publicitarios, luminosos, pegatinas en farolas, el sonido (ruido) de lo carnal y lo maquinal, los olores (no precisamente la magdalena de Proust), etc. Una agresión continua que provoca el acorazamiento de los haitantes urbanos como única forma de supervivencia (los rostros inexpresivos en el metro, como maniquíes). Es legítimo pues, como de hecho han prácticado los artistas, la asimilación y translación de estos cambios fenomenológicos de la realidad a la literatura.

Y me veo obligado a interrumpir hic et nunc mi comentario porque la interrupción ha hecho aparición.

Salú-2 a todos.

Anónimo dijo...

Como soy un zote en estas cosas
-también en vacas y ventanas- no sé cuándo escribió anónimo su defensa dde la teleología sin sentido. Plenamente de acuerdo, me gusta mucho tu comentario. A eso apunta Davidson cuando estudia la proyección de sentido: somos incapaces de interpretar los motivos psicológicos de, pongamos, un puñetazo, pero proyectamos un sentido, casi un juicio. También Odo Marquard, que es menos sistemático que Sloterdijk, haba de esa carencia qu lleva a inventar metáforas. ¿He dicho inventar? Qué de tópicos, perdón.