Reproduzco, por su interés, este artículo de Virginia Cosin para el diario bonaerense Clarín. A ver qué os parece.
El escritor como espectáculo
http://www.revistaenie.clarin.com/notas/2008/09/06/_-01753261.htm
Se acerca el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires, que se suma a los muchos ámbitos en que la figura del escritor está bajo los focos. Sacados de su vida de reclusión, se han habituado a una circulación multimediática en festivales, charlas multitudinarias con pantallas gigantes, reportajes abiertos. Algunos se prestan a performances y hasta a escribir en público. El autor ha vuelto al centro.
Por VIRGINIA COSIN
Publicado en CLARIN, Buenos Aires, 2008/09/06
La capacidad de la sala está colmada. El patovica de la puerta no deja pasar a nadie más. Una mujer empuja. Otros, a su vez, la empujan a ella, que no entiende razones. Las personas en la vereda de la avenida Córdoba no estaban frente a la puerta de la última disco de moda, sino a la de la Alianza Francesa de Buenos Aires, minutos antes de que el escritor francés Michel Houellebecq diera su conferencia en diciembre del año pasado.Lecturas de narrativa, performances poéticas, jams de escritura y una cantidad de festivales literarios (desde el Hay Festival hasta el FILBA, que se realizará en Malba en noviembre de este año) abundan en las principales ciudades del mundo.
El escritor, asociado a la figura de quien trabaja en un ámbito de intimidad, replegado sobre sí mismo para producir sus obras lejos del ruido exterior, se asoma a la luz de los reflectores, se sube a una tarima y se deja ver y escuchar. La voz, esa que los lectores modernos se han acostumbrado a interiorizar y reproducir imaginariamente, vuelve a cobrar materialidad sonora y se proyecta hacia afuera. Ya lo dijo la española Rosa Montero: "Los escritores son personas que escriben para esconderse pero cada vez más son obligados a aparecer, hablar, estar en la televisión y en los festivales. Nos convertimos en actores, somos los leones del circo".
Oralidad y escritura
El camino histórico que emprendió la palabra desde su manifestación oral hasta su inscripción en el espacio inmóvil mediante la técnica de la escritura, es a la vez el trayecto de la conciencia del hombre desde un afuera de sí hasta su interiorizació n. Los hombres comenzaron a contar historias mucho antes de que éstas llegaran a plasmarse por escrito. Los primeros relatos de los que tenemos noticia –desde el Antiguo Testamento hasta los poemas de Homero– fueron narraciones orales que describían los orígenes y las gestas heroicas de sus pueblos. Estos relatos, fuertemente vinculados al mito, no escindían la existencia divina de la realidad terrena. Allí los dioses tenían voz y el narrador jamás empleaba la primera persona del singular. Conforme se crea una ley y ésta se pone por escrito, la voz de Dios se apaga. Se convierte en huella. Es susceptible de ser interpretada.Las tecnologías –y la escritura, como afirma el académico estadounidense Walter Ong en Oralidad y escritura, es una de sus manifestaciones más primarias– "no son sólo recursos externos, sino también transformaciones interiores de la conciencia y mucho más cuando afectan la palabra". Al historiador francés Roger Chartier, que se encargó de elaborar una minuciosa Historia universal de la lectura , le interesa analizar cómo los distintos modos de procesamiento de la escritura –desde sus formas de producción hasta los de su recepción– fueron modificando, a través de los tiempos, las conciencias sociales. La tesis que sostiene es que en la época actual, en la que el texto se produce y transmite electrónicamente, nos encontramos frente a una tercera revolución luego de la que se suscitara entre los siglos II y IV cuando el códex reemplazó al rollo de la antigüedad primero y, en segundo lugar, la que sobrevino en el siglo XV con el nacimiento de la imprenta. Fue a partir de la época moderna, con la aparición de los grandes centros urbanos y la producción en serie de –entre otras cosas, libros– que se produjo el gran salto desde los espacios públicos hacia la esfera de la intimidad. En La muerte de la tragedia, George Steiner rastrea las causas por las cuales la tragedia como género teatral desapareció por completo después de Shakespeare. "La historia de la decadencia del teatro serio es, en parte, la del desarrollo de la novela. El siglo XIX es la época clásica de la impresión, a gran escala y bajo precio, de los folletines y la sala pública de lectura". El hombre burgués ya no estaba cómodo entre el murmullo de la gente y la cercanía de los otros en las butacas contiguas de un teatro. Si hasta el Renacimiento las representaciones teatrales funcionaron como un gran espejo que reflejaba, siempre de manera defectuosa, el vasto mundo, el nuevo hombre de ciudad contaba con un periódico informativo con el que podía retirarse cómodamente a leer en su propia casa. El cuarto propio que la narradora británica Virginia Woolf reclamaba para las mujeres que escribían, era aquél que los hombres habían ganado hacía ya tiempo: un lugar silencioso y aislado del ruido frenético, en el que reconcentrarse para escuchar el dictado de su conciencia interior. La modernidad asiste, por tanto, a un cambio de registro: abandono de la oralidad en virtud de las publicaciones impresas, repliegue del espacio comunitario al ámbito privado, constitución de un nuevo género literario, configuración de la subjetividad. El Yo hace su aparición. Y a medida que la novela evoluciona, más hondo intenta calar en él.
Escenarios literarios
Pregunta: ese "Yo" que aflora juntamente con el nacimiento del psicoanálisis y las vanguardias de principio del siglo XX, ¿es el mismo que constituye el objeto de los relatos confesionales, los diarios íntimos en Internet, los videos en la Web, los autorretratos en los fotologs y un amplio etcétera de manifestaciones autorreferenciales? La respuesta, probablemente, sea no. La irrupción de Internet (y el auge de la web 2.0) se traduce en un nuevo cambio de paradigma, aun más radical que el que constituyó en su momento la invención de la imprenta. Como propone Paula Sibilia en el libro La intimidad como espectáculo, en realidad ya no estaríamos hablando del Yo, sino de Todos Nosotros. La multiplicació n de sitios en los que la producción de contenidos es un aporte de los mismos usuarios de Internet ya sea en los blogs, en los sitios para compartir videos como YouTube, o en las redes de relaciones sociales como Myspace y Facebook es subrayada por los grandes medios masivos tradicionales como un fenómeno que está transformando las artes, la política y la manera de percibir el mundo. "En virtud de ese estallido de creatividad –y de presencia mediática– entre quienes solían ser meros lectores y espectadores, habría llegado la hora de los amateurs", apunta Sibilia. Cualquiera puede tener un blog. Desde el más reconocido y prestigioso escritor editado y premiado hasta un poeta ajeno a cualquier otro tipo de circulación en el mercado convencional de bienes culturales. Los narradores, principalmente jóvenes, se han apropiado de las nuevas reglas impuestas por la democratizació n que posibilita la publicación de su obra en Internet. Ya no dependen del anzuelo del mercado para emerger hacia un lugar de visibilidad.El investigador argentino Reinaldo Laddaga, en la introducción a su ensayo sobre la nueva narrativa latinoamericana Espectáculos de realidad, llama la atención acerca de una tendencia que se profundiza –particularmente en las prácticas de los más jóvenes– en los últimos años: "En Buenos Aires, en Río de Janeiro, en México, un número creciente de individuos interesados en las letras parecen ocupar sus mejores energías menos en la composición de libros destinados a ser puestos en circulación en medios (editoriales, bibliotecas) cuya constitución no controlan y cuyo destino es la lectura solitaria y silenciosa, que en otras cosas. ¿Qué cosas? En primer lugar, en realizar performances. No sólo en realizar performances si no en realizarlas en condiciones particulares: en situaciones de celebración, en fiestas o en exposiciones en donde se encuentran articuladas a la música o a la moda". La proliferación de lecturas de narrativa y poesía gestionadas por los mismos autores da cuenta de ello. A su vez este tipo de iniciativas comienzan a ser abordadas por instituciones que cuentan con un aval de prestigio y reconocimiento. El escritor Carlos Gamerro le propuso al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aire (Malba) realizar "La voz propia", un ciclo de lecturas que partiera del ejemplo de los readings que se realizan en otros países y en el que ya participaron autores como Pablo de Santis y Pedro Mairal, entre otros. Allí, opina Gamerro, se produce un encuentro entre autor y público de un modo diferente y más rico que el de las conferencias, las presentaciones de libros o las firmas de ejemplares. "Por otra parte –continúa– hay un retorno de la oralidad a la literatura, que encabezaron los poetas, y a formas de circulación colectivas y ya no solitarias de la literatura. Acá hace rato que distintos grupos, generalmente de jóvenes autores, venían haciendo readings de poesía y cuento: me pareció que era hora de apostar a una difusión mayor".
Del autor al actor
A fines de los 60, Roland Barthes y Michel Foucault dieron un batacazo a la figura del autor con dos artículos que resultaron decisivos para pensar el tema de la producción y la recepción de la obra. Ya no se trataba de atribuir importancia a las marcas de identidad del autor, cuya figura quedaba opacada por la escritura. Ahora la pelota quedaba en el campo de juego del lector, quien se apropiaba del texto y lo construía mediante el acto singular de la lectura y la interpretación. Hay quienes plantean, frente a su alto nivel de exposición pública, que nos encontramos ante un renacer de la figura del autor. En el año 2005, el grupo de artistas neoyorquinos "Flux Factory" organizó un experimento que consistía en encerrar a tres escritores en cubículos de vidrio para que cada uno de ellos escribiera una novela a la vista del público. Algo así como un reality show al que denominaron Novel: a living installation . Según sus organizadores, lo que escribieran no era tan importante como su manera de vivir mientras escribían. A la larga, la reflexión más evidente, no sobreviene a partir de una cosa –la obra que allí se produjo– ni de la otra –el modus vivendi del escritor– sino de la voluntad expositiva que pareciera ser una marca de época. Esta tendencia se distingue claramente a partir de los festivales de literatura que se realizan en centros urbanos y turísticos y convocan una gran cantidad de público: la Fiesta Literaria de Parati, los Hay Festival de Inglaterra, Cartagena y Segovia y ahora el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA). No se trata ya de las clásicas ferias del libro, sino de un nuevo concepto, más afín al de los grandes festivales de rock, en los que las figuras adquieren más rutilancia que los libros, y las actividades combinan intereses culturales, mediáticos y turísticos. Si el escritor se ha transformado en aquella figura que se muestra, da charlas, habla de su vida privada, lee en público, juega partidos de fútbol, asiste a programas de televisión, cabe preguntar: ¿cuándo escribe? Pareciera –opina Martín Kohan– que hay más ansiedad por mostrarse que deseo de escribir. Sí, dice el autor de Ciencias morales , hay una tendencia general de la cual los artistas no quedan exentos: todos quieren ser "estrellas". Pero, "si querés ser una estrella dedicate al rock, o al fútbol. No a la literatura". Para Kohan, leer en público tiene más sentido que hablar de sí mismo – "nada más aburrido que yo", dice– porque lo que se pone en juego es la escritura, la circulación de ideas. La entonación, la cadencia de la voz y la expresión de un texto propio leído en voz alta tienen sentido cuando constituyen un valor agregado a la literatura. De otro modo, se transforma en un espectáculo vacío. Si de escritores-estrella se habla basta con recordar las visitas de Paul Auster, Julian Barnes, David Lodge o Michel Houellebecq. Auditorios repletos y pantallas gigantes frente a las escaleras. O también de cameos cinematográficos (Salman Rushdie en El diario de Bridget Jones , 2001) o televisivos (Thomas Pynchon en Los Simpsons , con el rostro cubierto, claro). Estas movilizaciones podrían compararse –para Sibilia– con las suscitadas por consagrados escritores del siglo XIX que eran figuras ilustres, seres destacados en la sociedad en la que vivían y actuaban. Aunque –aclara– en la actualidad no se trata de un culto a la obra, gracias a la cual el artista recibía el reconocimiento popular, sino al carácter de esa "curiosa invención contemporánea que es la celebridad". Hoy es la vida privada o la personalidad de las figuras mediatizadas lo que despierta el interés del público (ya no, necesariamente, del lector). En palabras de Barthes, veinte años después de La muerte del autor : "Los estudiosos se ocupan del autor que, por ende, 'retornó'. Pero, deformación cruel y errónea, el autor que volvió es el autor externo: su biografía exterior, las influencias que sufrió, las fuentes que pudo conocer, etc. Retorno que no estaba tomado en la perspectiva, en la pertinencia de la creación: no era el YO el que volvía, sino solamente el EL: el 'Señor' que escribió obras maestras: sector particular de la historia fáctica."
Ver para leer
"Nos encontramos en el centro de una vasta transformació n", escribe Reinaldo Laddaga, que propone a la producción de tres autores latinoamericanos contemporáneos –César Aira, João Gilberto Noll y Mario Bellatin– como ejemplos de un nuevo paradigma literario. "Estos libros se escriben en una época en que, por primera vez en mucho tiempo, no está claro que el vehículo principal de la ficción verbal sea lo impreso: en la época de Internet, de la televisión por cable, de la transmisión televisiva durante 24 horas, de la diversidad de lenguas en las pantallas (y en las calles también) de la extensión de las pantallas en todos los espacios, de la emergencia de un continuo audiovisual, una atmósfera de textos, visiones y sonidos que envuelve el menor acto de discurso. En estos universos contemporáneos la letra escrita no está enteramente aislada de la imagen (de la imagen en movimiento) y del sonido sino siempre ya inserta en cadenas que se extienden a lo largo de varios canales. Esta es la literatura de una época en la cual un fragmento de discurso está siempre ya atravesado por otros."Un ejemplo curioso de convivencia entre escritura, autor y lector en un mismo tiempo y espacio, es el jam de escritura. La terminología es jazzística y se refiere a la instancia de improvisación que, a partir de un standar , los músicos interpretan sin ensayo previo. Ideado y puesto en práctica desde fines del año pasado por el narrador argentino Adrián Haidukowski, el evento se desarrolla en el bar Podestá, ubicado en el "glamourizado" barrio de Palermo. En una de las paredes, una pantalla. En el otro extremo, una computadora portátil. "El jam no está separado de la música ni del ambiente", explica Haidukowski, quien, por otro lado, no reniega del componente de frivolidad que algunos le reprochan. El escritor invitado elige una selección musical que será mezclada por el dj que lo acompaña. La idea es improvisar un texto que es proyectado mientras la concurrencia lee y toma un trago. El primero en realizar la experiencia fue José María Brindisi. "¿Por qué los escritores no podemos ocupar el rol de entretenedor? ", se pregunta la escritora Florencia Abbate, que participó en una de las fechas. "Para mí era importante que el texto fuese fluido, no detenerme demasiado a pensar, porque de otro modo, para el público que estaba leyendo podía ser muy aburrido". Con el criterio de que la literatura puede ser un entretenimiento más, el canal Telefé apostó desde abril de 2007 a Ver para leer . En el programa, el escritor Juan Sasturain compone a un personaje que se enfrenta a diversas peripecias frente a las cuales debe salir airoso, siempre con la ayuda de los libros y de sus amigos escritores. Por otro lado, están los escritores que han dado un salto desde la producción convencional de literatura hacia el show con todas sus letras (y sus plumas), incluidas. Gaby Bex –seudónimo de la poeta Gabriela Bejerman– y el autor uruguayo Dani Umpi son los dos ejemplos más destacados en esta región: letras y música se conjugan en espectáculos con espíritu pop y una iconografía perteneciente al glamour del star system . ¡Disponibles en YouTube! Espontánea, instantánea, mutante. Condiciones a las que la literatura actual, según Reinaldo Laddaga, aspira y cuya práctica es cada vez más evidente. Ya no: autor o lector, sino ambos, adheridos al aquí y ahora del proceso de producción. Pantallas, escenarios, actuaciones, performances. Aunque resulta tentador hablar de un "retorno" a ciertas prácticas orales, es claro que ya no se trata de eso. De un giro, sin duda.
11 comentarios:
Yo he tenido la suerte de conocer de primera mano las jam del podestá y a su organizador, y creo que es una opción más que interesante si se va más allá del mero "espectáculo". No se trata de un autor escribiendo delante de la gente, sino de cómo jugar desde el escenario con ese público, en vez de interpretar con su cuerpo o con la palabra, el escritor juega con su escritura, y es una opción más que interesante. Jordi Carrión podría hablar mejor que yo sobre todo esto, porque él estuvo allí de protagonista.
Saludos
Cuando leo este tipo de cosas me acuerdo de aquella frase de Fresán que decía que querer conocer al autor de una novela era lo mismo que desear que alguien te presentase a la vaca de donde viene la hamburguesa que tanto te ha hecho disfrutar. Como frase no está mal, pero es cierto que asistimos a un retorno -más que de la oralidad- del anhelo de la 'presencia'. Sufrimos el vértigo de la huida de lo real, algo en lo que internet y su proliferación de simulacros digitales tiene algo que ver, y necesitamos apoyarnos en la solidez de lo analógico (el autor de carne y hueso, con sus virtudes y sus vicios). Frente al autor simbólico (Pynchon) o el icónico (Blanchot) se impone cada vez más un tipo de autor indicial, es decir, un autor en el que el lector pueda proyectar su obra, pensar que ha producido sus libros del mismo modo en que la vaca ha producido la hamburguesa. Yo llevaría la idea de Fresán más lejos todavía y diría que el espectador/lector lo que quiere es realmente comerse al autor, en el sentido de apropiárselo, de lograr una comunión con el ídolo e impregnarse de su aura. E imagino al autor exclamando en el último momento, antes de sentir el colmillo del fan hundiéndose en su pellejo: 'yo soy la vaca de Fresán, que quita el tedio del mundo'.
"Pareciera –opina Martín Kohan– que hay más ansiedad por mostrarse que deseo de escribir."
(¿Desgraciadamente?) Se vienen algunos nombres a la cabeza, ¿no?
Saludos
Y yo me pregunto, al hilo del comentario de hautor, si eso no significa un terrible salto hacia atrás.
La personalización de una obra literaria me parece negativa, por lo que tiene de interferencia con el resultado.
¡Si Barthes levantara la cabeza!
En una famosa entrevista a Paris Review William Faulkner hizo esa distinción de "personas que quieren ser escritores, y personas que simplemente escriben". Creo que hay demasiado de lo primero, y muy poco de lo segundo. No eres escritor si no sabes hablar delante de las cámaras u opinar sobre cualquier tema. El escritor como personaje mediático que dedica tanto tiempo en actividades secundarias (debates, charlas, blogs, columnas, entrevistas...) que al final tiene que colocar su escritura en último lugar. Abogo por el anónimato, o por colectivos literarios como Wu Ming, y por abolir las aburridas presentaciones de libros.
Esta claro que Internet hace que cambie todo rápidamente, el Yo ya no asalta sólo la Literatura, http://www.elpais.com/articulo/semana/asalta/literatura/elpepuculbab/20080913elpbabese_3/Tes/ sino que ha llegado a los escenarios:
El propio autor hace acto de presencia ante la demanda... ¿de quién?
Como lectora puede que no me interese nada que el autor me cuente su libro, con el que he disfrutado y mi imaginación se ha disparado. Además ¿quien dice que lo hará bien?
No todos los escritores son Paul Auster y creo que, incluso su guapura, me distraería de lo que importa y no me enteraría de la misa la media.
Pienso que el escritor y el mundo que le rodea, temeroso, ante esta tremenda influencia que es la red, se ha lanzado a la palestra con el objetivo de decir "esta obra es mía y no quiero perder protagonismo".
Si pudiera tener delante al escritor que adoro por su forma de escribir preferiría que fuera en un grupo minoritario, a la manera de los talleres de lectura, donde pudiera satisfacer mi curiosidad sobre las preguntas que le formularía.
Aunque claro, otra cosa sería que esta tendencia sirviera para que surgieran muchos Dylan Thomas.
Saludos
Yo estoy de acuerdo con Hautor cuando dice “sufrimos el vértigo de la huida de lo real, algo en lo que internet y su proliferación de simulacros digitales tiene algo que ver, y necesitamos apoyarnos en la solidez de lo analógico (el autor de carne y hueso, con sus virtudes y sus vicios)”. Para mí está claro que asistimos a una revalorización del directo en todos los ámbitos, y prueba es la imparable proliferación de espectáculos (festivales de música, de teatro, conciertos, performance y teatro de calle en fiestas patronales, deportes, etc). El live show es un producto en alza y como tal se prolifica la oferta. Es actualmente, parte indisociable del sistema cultural.
Gracias a que cada vez más público acude a los conciertos, el establishment musical ha dado un giro de 180º donde los perjudicados son los intermediarios y los favorecidos los artistas en activo, quienes apenas percibían ingresos por copia vendida y casi todos los beneficios les entran por los bolos. Eso ha llevado a muchos a ir más allá y directamente regalar el disco, ganando prestigio, fidelidad ante un público. Nuevo público, para el que la copia digital del objeto artístico se haya tan devaluada que poco o nada están dispuestos a pagar por ella.
Pronto se generalizarán los gadget de lectura digital (e-reader, kindle, etc) y el mercado editorial de toda la vida tendrá que convivir con una nueva realidad que, por lógica histórica, tenderá a imponerse como en los demás ámbitos, de forma aplastante. Al margen de lo que nos parezca, en breve el formato digital y el formato papel convivirán en nuestras vidas. ¿Habrá nacido ya el escritor de éxito que no vaya a publicar una sola copia de su obra en papel? Yo creo que sí.
Igual que en la música, el mercado editorial se escindirá en varias alternativas; de la tradicional de papel a una enteramente digital. Es muy complicado saber cómo se van a configurar las cosas y cuáles serán los nuevos roles, y qué agentes serán los implicados. Pero desde luego una fórmula pausible será la de el escritor que regale su obra, igual que Radiohead o Portishead regalan hoy su música. Ya regalamos nuestra obra, de un modo u otro, todos los que escribimos en blogs. Muchos de los escritores del futuro se están forjando en esa cultura y para ellos regalar la obra no será cambiar nada, sino seguir con lo de siempre.
Para ese escritor, digamos, freeware, la existencia de un circuito de eventos literarios puede resultar muy útil para su subsistencia. Igual que a los músicos, los bolos pueden suponerle la principal fuente de ingresos proporcionada por su literatura. (Este blog lo leen escritores que podrían opinar bien sobre este asunto, ojalá lo hagan, aunque a casi nadie le gusta hablar de su dinero). Si los amantes de la música acuden cada vez más a los conciertos. ¿No es natural que los amantes de la literatura nos interesemos cada vez más por este tipo de eventos? ¿No sería una buena forma de apoyar economicamente a los escritores que nos gustan? Quizás nos gustan porque son independientes, porque mantienen su obra pura, sin condicionantes dados por la búsqueda del beneficio comercial, habitualmente exigidos por las editoriales tradicionales, de las que han querido prescindir al regalarnos su obra. Acudir al evento (como al concierto) se convierte en la forma de re-compensación.
El evento literario además entra en la lógica de la web 2.0. Lo que se cuece aquí es la socialización de minorias agrupadas en torno a pasiones comunes, ya sean artísticas o de cualquier otro tipo. Hace poco en La Riviera, en Madrid, se celebró la primera reunión en España de usuarios Face-book. Y ya son rutinarias las grandes quedadas de los apasionados de la informática como la Campus Party de Valencia. La socialización física de las minorías que operan en Internet no es más que un paso más del movimiento, una alternativa a explorar que tiene toda lógica porque en el fondo a todo el mundo le gustan esas historias, conocerse, beberse unas cervezas, en fin, somos humanos.
Personalmente, creo que dentro de esta (hipotética) nueva dinámica, una de las cosas que hace falta es la evolución del evento literario. La mera lectura de las obras, el coloquio polémico, las presentaciones académicas o la clásica sesión “tengo una pregunta para usted”, están muy bien pero hacen falta nuevos formatos, más adaptados a lo que un ciudadano del Siglo XXI espera de un directo. Y muy resumidamente, lo que un ciudadano del Siglo XXI espera de un directo es un poco más de... show. (Y que conste que de lo que estoy hablando es de una alternativa, de un camino posible que se abre a los escritores que quieran explorarlo).
En ese sentido me pareció providencial el espectáculo de video-jockey Afterpop, del colectivo artístico Fernández & Fernández (Mallo y Porta). Ojalá se generalizaran esa clase de propuestas, que unen la hibridación de las artes al directo y además podrían llegar a suponer una forma de financiación alternativa. ¿Por qué no? En un futuro próximo puedo imaginar a una clase de escritor, más interdisciplinar, con intereses y competencias en lo escénico, lo performativo, cuyos beneficios cerativos provengan exclusivamente de los eventos literarios. Literatura on live. Lectores y escritores, de la red a la calle, directos, sin pasar por caja. No estaría nada mal. Un saludo.
Venga a escribir y menos blog, chiquillos
"La literatura, sobre todo en Latinoamérica, y
sospecho que también en España, es éxito, éxito social,
claro, es decir es grandes tirajes, traducciones a más de
treinta idiomas (yo puedo nombrar veinte idiomas, pero
a partir del idioma número 25 empiezo a tener problemas,
no porque crea que el idioma número 26 no existe
sino porque me cuesta imaginar una industria editorial y
unos lectores birmanos temblando de emoción con los
avatares mágico-realistas de Eva Luna), casa en Nueva
York o Los Ángeles, cenas con grandes magnatarios (para
que así descubramos que Bill Clinton puede recitar de
memoria párrafos enteros de Huckleberry Finn con la
misma soltura con que el presidente Aznar lee a Cernuda),
portadas en Newsweek y anticipos millonarios.
Los escritores actuales no son ya, como bien hiciera
notar Pere Gimferrer, señoritos dispuestos a fulminar la
respetabilidad social ni mucho menos un hatajo de inadaptados
sino gente salida de la clase media y del proletariado
dispuesta a escalar el Everest de la respetabilidad,
deseosa de respetabilidad. Son rubios y morenos hijos
del pueblo de Madrid, son gente de clase media baja que
espera terminar sus días en la clase media alta. No rechazan
la respetabilidad. La buscan desesperadamente.
Para llegar a ella tienen que transpirar mucho. Firmar libros,
sonreír, viajar a lugares desconocidos, sonreír, hacer
de payaso en los programas del corazón, sonreír mucho,
sobre todo no morder la mano que les da de comer,
asistir a ferias de libros y contestar de buen talante las
preguntas más cretinas, sonreír en las peores situaciones,
poner cara de inteligentes, controlar el crecimiento demográfico,
dar siempre las gracias."
Roberto Bolaño, "Sevilla me mata"; en VVAA, Palabra de América, Seix Barral, Barcelona, 2004.
Disculpad el error; el título del texto de Bolaño es "Los mitos de Cthulhu". Saludos.
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