miércoles, 13 de mayo de 2009

¿Y si J. J. Abrams fuera el mejor narrador vivo?


Esto va a tomar un tiempo. Pónganse cómodos. Pero una cosa: si creen que este es un post sobre Star Trek, se van a llevar una sorpresa.


Episodio piloto

Michael Chabon, Maps and Legends. Reading and Writing along the Borderlands; Harper Perennial, New York, 2009.


Ignoro si Mondadori ha realizado ya o tiene pensado realizar la traducción y publicación de este hermoso y fascinante conjunto de ensayos de Michael Chabon (me refiero a Mondadori porque ha publicado otros libros de Chabon y también The Road -La carretera-, de Cormac McCarthy, objeto de uno de los ensayos de Chabon), pero creo que los lectores españoles deberían poder disfrutar de las maravillosas horas de lecturas que Maps and Legends me ha deparado. La habilidad de Chabon para hablar sobre la experiencia literaria a partir de sus libros y de los libros de los demás (“Diving into the Wreck”), su nada evidente erudición (“The Recipe for Life”, un delicioso texto sobre el Golem), su buen gusto, su exquisitez a la hora de abordar temas escabrosos, su escabrosidad a la hora de tratar temas exquisitos (“My back Pages”), su sensibilidad, su capacidad para transmitir pasiones y sensaciones de vida y de lectura (y de vida lectora), tienen pocos parangones en ese sector de la literatura –el de libros sobre libros– más abundante que cualesquiera otros. Chabon tiene algo que le falta a los demás ensayistas: Lethem es igual de inteligente, pero resulta más frío; Coetzee es asombroso y quizá ha leído más y mejor que Chabon (también es 23 años mayor, seamos justos), pero requiere ser leído desde cierta formación, mientras que Chabon puede ser apreciado por lectores adolescentes (por unos motivos) y por lectores ancianos (por otros). Y así podríamos ir revisando autores, hasta llegar a comprender que Chabon tiene un don natural, algo muy complicado de encontrar y –quizá– imposible de enseñar y de aprender: sabe ser complejo sin ser difícil, profundo sin dejar de ser ameno, erudito sin ser pedante, estilista sin ser engolado, ameno sin ser superficial, grande aparentando tener un tamaño normal. Este justo ganador del Pulitzer en 2001 por su novelón Las asombrosas aventuras de Kavalier & Clay, que les recomiendo vivamente si no lo han leído, es uno de los más destacados representantes de uno de los más destacados grupos de escritores actuales: ese grupo difuso de narradores norteamericanos que de David Foster Wallace a Dave Eggers, de George Saunders a A. M. Homes, de Tristam Egolf al citado Jonatham Lethem, han renovado la literatura estadounidense convirtiéndola, a día de hoy, en una de las más innovadoras y vitales de nuestros tiempos.

Una de las claves interesantes de este libro, que nos permitirá acercarnos a Abrams, es su expansión del concepto de entretenimiento (que Chabon ensancha hasta el disfrute del ensayo sobre prisiones de Foucault, por ejemplo) y su lucha contra un concepto restrictivo y alienante de género. A su juicio, un entendimiento estanco de lo que sea un género literario nos sitúa ante perplejidades insalvables como lectores (pp. 8-9), ya que o bien no hemos entendido correctamente los grandes libros o éstos crean, de alguna manera, un género propio, pero que no deja de tener sus propias, y muy estrictas, reglas, del Ulises a En busca del tiempo perdido. Chabon critica a quienes sostienen gratuitamente que “a genre implies a set of conventions –a formula– and conventions imply limitations (the argument goes), and therefore no genre work can ever rise to the masterful heights of true literature, free (it is to be supposed) of all formulas and templates” (p. 8). Estoy de acuerdo con Chabon en que estas premisas son reductoramente simples y casi no requieren refutación. Por si acaso –y por la tremenda resistencia de algunos críticos y, sobre todo, de muchos libreros– Chabon hace dos refutaciones; una, teórica, global, en “Trickster in a suit of lights”, el ensayo de apertura, y una concreta, a partir de The Road, de Cormac McCarthy, en “Dark adventure”. Esta última novela es perfecta para demostrar, como Chabon hace, que se puede entrar en un género (la variante de la ciencia ficción llamada “postapocalíptica”, a la que pertenecería el libro de McCarthy, Leviatán de Arno Schmidt, o La tierra permanece de George G. Stewart, entre otros grandes ejemplos), sin abandonar no sólo la alta literatura, sino otros géneros, aparte de la ciencia ficción: por ejemplo, la épica disfrazada de aventura negra (p. 105). Con lo cual, como vemos, no importa lo que un artista toque, no importan los temas, personajes o códigos genéricos que aborde. Lo que importa es qué hace con ellos, dónde los toma y a dónde los lleva. Y de esta forma llegamos al lugar correcto para hablar de Abrams sin dejar de hablar de alta narración.


Episodio 1

Hay mucha gente que se pone nerviosa cuando hablo de “alta literatura”, pero cuando les pregunto que si son lo mismo las novelas de Beckett que las de Dan Brown me dicen que por supuesto que no. Cuando les pregunto: Bien, ¿y cuál es la diferencia? me miran con cara de fastidio y se dividen entre quienes rehúyen la respuesta –la mayoría– y quienes mascullan un engolado y soberbio “no pretenderás que te lo explique ahora y aquí”. En realidad sí pretendo que me lo expliquen en ese momento y en ese lugar, porque creo que bastan 40 segundos para hacerlo; pero lo que interesa no es repetir esa obviedad (que Beckett es un genio y Dan Brown una fábrica de basura elaborada y amena), sino qué ocurre en aquellos supuestos maravillosos en que un autor toma un género derrelicto y condenado al pulp y lo eleva a la categoría de arte. Como cuando Cervantes aglutina todos los géneros-basura de su época (habrá a quien le gusten las novelas bizantinas y las pastoriles del Renacimiento, mis disculpas a ellos) y las recicla en el Quijote. O cuando Stevenson sublima la novela de aventuras, Poe el relato detectivesco o Lorca la canción popular. O cuando Alan Moore o Neil Gaiman dan una nueva dimensión a la novela gráfica. O cuando Lem, Tarkovski, Kubrick, Ballard o Ridley Scott retoman las historias de naves estelares y hacen cosas como Solaris, 2001, Blade Runner o algunos relatos cortos inolvidables. En ese momento, para Chabon, los trickster (embaucadores, embusteros) consiguen el milagro de trabajar las fronteras y habitar en varias regiones a la vez “del mapa de la ficción” (p. 13). Chabon cita ahí a Borges, Kelly Link, Elizabeth Hand, Aimee Bender, Jonathan Lethem, Benjamin Rosenbaum; y antes había mencionado a Pynchon, Vonnegut o Cowley. En esa escogida compañía de embaucadores-cruzadores de géneros me gustaría insertar, sin solución de continuidad, a J. J. Abrams. En un artículo sobre nueva literatura que aparecerá tras el verano estudio a Abrams dentro de la nueva narrativa, y no quiero dar ahora pistas, pero sí decir otras cosas que ayuden a explicar la pregunta que titula este post. Con esto sugiero que tengo mucho que decir sobre Abrams, y que no todo va a aparecer en este post. En realidad, los hechos me invitan a pensar que voy a tener que escribir acerca de Abrams toda la vida.



Episodio 2

I realize that that blank page is a magic box
J. J. Abrams





J. J. Abrams con George Lucas






Me gustaría apuntar algo que viene preocupándome desde hace algún tiempo. Estamos asistiendo a la volatilización de los espacios de debate en temas estéticos en general y literarios en particular. La devaluación de los suplementos semanales –y de la propia prensa escrita, en cierta forma–, de las revistas en papel y la inexistencia de programas televisivos referenciales (como pudo serlo La Mandrágora en su momento) como Petronios líderes de las tendencias y de las discusiones, han provocado que surjan un cúmulo de alternativas, los blogs entre ellas, que han democratizado la voz y han fragmentado las conversaciones dentro de la Gran Conversación de la blogosfera, pero a costa de hacer imposible el seguimiento de lo que está pasando. Eso es bueno por un lado –la tiranía de algunos detentadores de esos centros impedía el verdadero diálogo, acabó siendo un monólogo a varias voces–, pero produce cierto escepticismo, porque no ha habido una sustitución real, sino una desintegración (lo cual no es intrínsecamente malo, sólo diferente). Ahora, dándole la razón a Ibn Arabí y Nietzsche, el centro está en todas partes, sí, pero… ¿quién tiene tiempo de ir a todas partes para saber qué se cuece? Hace poco encontré un texto de Diedrich Diederichsen que sintonizaba con esta preocupación mía: tras explicar cómo, paradójicamente, en los tiempos de la cultura visual todo es más oral, explicaba como la circulación de información producida en el mundo del arte de forma conversacional en exposiciones, simposium, bienales, encuentros, conferencias y espectáculos, generaba un incremento notable en la producción de discurso sobre el arte contemporáneo; “la consecuencia –explicaba Diederichsen– es el correspondiente incremento en el número de historias relacionadas con el arte y de anécdotas sobre obras de arte que circulan de forma no escrita”[1]. Si a esta dispersión que ocurre en el mundo del arte –central para la estética de nuestro tiempo, mal que pese a algunos escritores que llevan mal esto de ser estructurales segundones en la política cultural– unimos la atomización existente en materia literaria, donde para estar “al día” hay que leer algunas cosas de las de antes y, además, innumerables blogs y páginas literarias, el resultado es que entre lo nunca-escrito y lo nunca-leído es complicado leer nuestra época. Paliar esa dificultad, en mi caso, me supone dedicar bastantes horas semanales a viajar por la iconosfera, en dos idiomas, tres formatos (textual, visual y audiovisual) y cuatro continentes. A mí me merece la pena, pero entiendo que pueda resultar un desgaste innecesario para muchos, que no pueden ir a todas partes. Para estos últimos mantengo este blog, por si puede ayudarles a estar al día sin sufrir ese desgaste y sin pagar por ello. Para mí es un placer ayudar y hacerlo gratis, en unos tiempos donde da la impresión de que hay que cobrar por todo.

Pero volvamos al tema. La estética artística de Abrams, que con ello demuestra su inteligencia y su habilidad, es ir a todas partes. La historia de Cloverfield (sobre cuyos recursos narrativos ya escribimos aquí) no podía leerse por entero si uno no iba al cine a ver la película, a internet a buscar los trailers ocultos y los falsos, a ciertas revistas y fanzines y a páginas webs falsas creadas al efecto por Abrams. Desde otra perspectiva, esto significa que desde muchos sitios diferentes podía disfrutarse de la creación de Abrams, planteada como un espejo roto, donde los fragmentos esparcidos permiten ver la imagen global.





Episodio 3

Lo cuento tal como lo relata el New York Times, no sólo porque es espectacular sino porque narrativamente explica mejor las cosas. Hace apenas unos días un supervisor de postproducción televisiva llamado Steven Bevacqua compró el número de mayo de la revista Wired (que sigo desde hace años), y comenzó a hojearla en su casa. Conforme pasaban las páginas, se dio cuenta de que había algo raro. En varios lugares diferentes de la revista le pareció advertir pistas enterradas. Claves. Señales que iban desarrollando una historia paralela, de la que no se hablaba en el número. Como cuenta en su
blog, le tomó un tiempo encontrar las quince pistas (resolver algunas requería conocimientos de morse, de criptografía básica y de electrónica), pero al final lo logró. Se fue a internet y tecleó una dirección que había obtenido como resultado. Se trataba de una web oculta, indetectable por los buscadores normales. Allí dejó un mensaje. Poco después le llegaba le respuesta: había sido el primero en encontrar, mucho antes de lo esperado, todas las claves que J. J. Abrams había diseminado a lo largo de la revista para ocultar un misterio.

Corrí a buscar el Wired y, en efecto, J. J. Abrams era el editor invitado por la revista en este número de mayo (en ocasiones anteriores se ha ofrecido ese honor a personas como Rem Koolhaas, James Cameron o el creador de videojuegos Will Wright). Todo el ejemplar está editado por Abrams como un homenaje al misterio, a la necesidad de descubrir historias ocultas y luego contarlas ocultando otras dentro, y así hasta el infinito, en una variante de mise en abyme no demasiado estudiada todavía y sobre la que Dällenbach pasó de puntillas. Es uno de los procesos creativos más antiguos de la humanidad, sin embargo. Buena parte de la mejor poesía occidental y oriental, por poner un ejemplo, está construida sobre la idea del enigma. El enigma como misterio y apertura simbólica a la vez está presente en Pitágoras, en Heráclito, en los Upanishads, en Swedenborg, en Mallarmé y en la idea misma de poesía, según Gamoneda: “será un signo legible, aunque permanezca indescifrable, es decir, un enigma. Y el enigma es una suplencia eficacísima, una significación plenaria, infinitamente abierta, ante la que nos manifestamos intensamente receptivos”
[2]. Abrams es sólo la vía en que el enigma adquiere una poética contemporánea y utiliza los diversos medios formales a su alcance para retorcerse y esconderse aún más, a pesar de la mal mentada evidencia de las pantallas. Abrams hace caso al Poe de La carta robada y demuestra con series televisivas como Lost o Fringe o películas como Cloverfield, o editando revistas, que la mejor forma de esconder algo es ponerlo ante los ojos de millones de personas. Lo enigmático, lo escondido, alude siempre a otra cosa que es ofrecida “en sustitución”; Gamoneda habla de “suplencia”. El enigma –Abrams preferiría el misterio, pero es el mismo concepto– enseña otra cosa para escamotear aquella que se desea ocultar. Lacan, que estudió el relato de Poe, escribió en otro ensayo que “los libros que pueden llamarse canónicos en materia de inconsciente (…) no son sino un tejido de ejemplos cuyo desarrollo se inscribe en las fórmulas de conexión y sustitución”[3]. Bingo (lo siento, pero me encanta Lacan, qué le vamos a hacer. Dice más en una frase que algunos libros en cientos de páginas). Abrams, como Kubrick, único artista con el que me parece comparable, juega a recrear historias conscientes de forma inconsciente. Ha detectado la verdad que subyace, por ejemplo, bajo películas como Eyes wide shut: si quieres interesar al lector, cuéntale algo; si quieres dejarle sin dormir, escóndeselo. No es el momento ahora de entrar a examinar cómo lo hacía Kubrick, quizá otro día lo hagamos; lo que interesa ahora es la forma de hacerlo de Abrams. Lo hace como apunta Lacan: estableciendo un tejido de pistas, unas textuales y otras visuales, cuyo desarrollo se inscribe mediante las fórmulas de conexión y sustitución.

En el interesante artículo que añade de su propia mano al número, titulado “The magic of mistery”, Abrams critica el hecho de que vivamos en la “Edad de lo Inmediato”, donde puede saberse, gracias a Google y otros buscadores, casi cualquier cosa al instante. Se muestra partidario de la tecnología, pero detesta que pueda ser usada para desvelar aquello cuya averiguación lenta y con algo de esfuerzo nos produciría placer. Cree que uno de los males de nuestra era son los spoilers (p. 79); palabra intraducible que podríamos asesinar vertiendo como destripe, y que hace referencia a esa información que arruina un libro o una trama. Por ejemplo, es un spoiler decir que Romeo y Julieta mueren al final, o que en El sexto sentido el protagonista está muerto, o que este post acaba con la palabra “nosotros”. Explica Abrams cómo su poética consiste, en esencia, en contar historias de modo que sea imposible plantear un spoiler porque lo sustancial está aplazado, oculto o diferido en la trama (sustituido por un tejido de elementos o por un tejido de tiempo, en consecuencia). Por eso, explica Abrams, es impertinente la pregunta de cómo acaba Lost. Porque puede que no acabe… Es su manera personal de luchar contra Lo Inmediato, contra la falta de paciencia, contra el apresuramiento de lo real y contra nuestra infantil –Konrad Lorenz dixit– e inmadura tentación de dejarnos llevar por el impulso de gratificación instantánea. El sociólogo Zygmunt Bauman ha demostrado cómo una de las formas actuales de demostrar jerarquía es la de poder disfrutar inmediatamente de las cosas, con el poder paralelo de hacer esperar a los demás
[4]. Abrams combate esa jerarquización y obliga a la contraria: el que más disfruta sus historias y complejas tramas es el que más tiempo les dedica, no el que menos. De ahí que Abrams escriba –traduzco–: “quizá por eso el misterio, ahora más que nunca, tiene un especial signficado. Porque es la anomalía, la deslumbrante afirmación de que la Edad de lo Inmediato tiene un significativo lado maléfico. El misterio demanda que te detengas y reflexiones –o, al final, reduzcas tu velocidad y descubras–. Es un desafío llegar allí por ti mismo, según sus condiciones, no las tuyas. (…) Lo importante es que no debe nunca subestimarse el proceso. La experiencia del hacer lo es todo en realidad. El final debe ser el término de la experiencia, no la experiencia misma” (p. 80).

Abrams ha sido actor. Ha compuesto la música de las series Fringe y Felicity, ambas creación suya, y un par de temas de Misión imposible III, de la que fue director. Ha sido guionista de varias películas y de muchas series de televisión. Creó, produjo y escribió Lost (Perdidos), una de las series más exitosas y premiadas de los últimos años. Fue el factótum principal de Cloverfield. Ha producido cine y televisión en solitario o acompañando a gente como James Cameron o Steven Spielberg.

En sus ratos libres hace películas excelentes y pobladas de momentos e imágenes memorables como Star Trek.

Puede ser uno de los mejores contadores de historias porque sabe aprovechar todos los recursos artísticos de su época. En su momento se dijo eso mismo de Dante, Miguel Ángel o Leonardo da Vinci, si recuerdan.

Si Abrams es o no el mejor narrador vivo, depende de la amplitud con la que ustedes consideren la palabra narración.

Por mi parte, conforme pasa el tiempo, creo que los narradores y críticos literarios debemos de ir dejando de perdonarle la vida a J. J. Abrams, y comenzando a rezar para que él nos la perdone a nosotros.









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Notas
[1] D. Diederichsen, On (Surplus) Value in Art; Witte de With Publishers / Sternberg Press, Reflections 01, Rotterdam / New York, 2008, p. 27.
[2] Antonio Gamoneda, “Lectura parcial de José María Navascués”, Los Cuadernos del Norte, nº 0, enero-febrero de 1980.
[3] J. Lacan, “La instancia de la letra”; Escritos; Siglo XXI, México D.F., 1989, p. 502.
[4] Z. Bauman, Vidas desperdiciadas; Paidós, Barcelona, 2005, pp. 135-36.

134 comentarios:

El Miope Muñoz dijo...

Excelente post. Bravo porque es uno de tus textos más lúcidos en todo. Así que a construir debate. Pues vamos por partes:

1) Estoy parcialmente de acuerdo con lo de Ridley Scott y Blade Runner. Pienso no ya en Philip K. Dick sino en Dan O'Bannon que escribió The long tomorrow un tebeo que ilustró, ala, Jean Giraud Moebius y había trabajado con Scott en Alien. Es cierto que Scott ha admitido en muchas ocasiones que para hacer la película se basó en influencias visuales, en Heavy Metal , la revista donde publicaba habitualmente Moebius.

2) Kubrick admiraba muchísimo a Spielberg, como sabremos. El asunto es que Spielberg hace una de sus obras maestras con En busca del arca perdida que, escrita con Phil Kaufmann y Lawrence Kasdan, es la sublimación no ya del personaje perfecto, diseñado por Jim Steranko, el dibujante del mejor Nick Furia y el escapista que Chabon homenajea en Kavalier / Clay, artistazo, sino de la propia estructura de serial que él y Goerge Lucas tanto admiran.

No olvidarse de Indiana Jones y el templo maldito y el Anything Goes de Cole Porter como motor de la narración y como síntesis de la misma: Todo vale. La canción se canta en el club Obi Wan (a buen entendedor....).

3) José Luis Guarner citaba como heredero de Poe y Kafka a Hitchock. Nos hemos fijado que Vértigo, atrapa un ladrón, encadenados, la soga: el principio Hitchockiano brutal vuelve a estar en el cine preciso de Abrams y en sus narrativas.

4) Rod Serling es otro genio a la altura de los citados. The twilight zone lo empezó todo. Abrams le cita como maestro en una entrevista y no es casual. Serling empezó escribiendo proyectos muy críticos con la guerra de Corea y siguiendo hablando de la problemática de América y vio rechazado miles de sus historias.

Creó The twilight zone y siguió hablando de lo mismo: sólo tuvo que cambiar los rusos y afroamericanos por aliens. Y no tuvo ningún problema artístico.

Lo mismo con Abrams y el mismo dominio que Serling y no olvidarse de que Hitchock inventó con north by northwest la aventura nonstop de la que Abrams se declara seguidor fiel y apasionado.

5) De vuelta a Indiana Jones, pasando por los tebeos recientes como el Tom Strong de Alan Moore o la línea Ultimate de Marvel, con los Ultimate Fantastic Four de Warren Ellis (autor de un tebeo tan underground como transmetropolitan). Los personajes y sus propiedades icónicas, fundacionales. La conciencia de estar (re)creando nuevos mitos, cuidandolos al máximo, sofisticando cuando toca (en star trek hay toques de humor que no repararán los prejuiiciosos) y sabiendo volver al sense of wonder, pero conducido por un dominio absoluto de la narración.

Si quieren les pongo un ejemplo literario de esto: La casa de Asterión, ese cuento maravilloso del Aleph de Jorge Luis Borges, en el que el viejo mito del Minotauro siendo asesinado por Teseo es leído en clave de pesadilla metafísica, rarísima, porque el Minotauro es un lector que no se sabe monstruo.

Abrams toma una historia vieja (la de la tripulación de la Enterprise, icono de la era sixties, famoso por capítulos grandes como city on the of forever, pero también sobrevalorados en la mayoría de sus películas, abusivas de citas cultas y de razas y novelas-canon para fans) y un dispositivo sofisticadísimo de las paradoajs temporales, tener en cuenta el tebeo Flash y sus aportaciones al asunto, creando universos paralelos y haciendo ahí su relectura. This is not your father's Star Trek.

El Miope Muñoz dijo...

Ah y que no se nos olvide el McGuffin. Abrams ha descubierto la bondad eterna e interminable de un buen McGuffin y en esto volvemos al mejor director, a Alfred Hitchcock. Misión Imposible 3 empieza con "la pata de conejo" y dicho sea de paso que Cruise fichó a Abrams después de ver una de sus grandes series, Alias, en la que aprendimos que la vida del espía es el simulacro way of life.

Rizando el rizo, Sidney Bristow, la protagonista de Alias (serie que además es cien por cien obra de Abrams, a diferencia de Lost cuya implicación a medida que ha crecido la serie ha disminuido y ahora llevan el show, de un modo excelente, dos buenos colegas de Abrams, Damon Lindelof y Carlton Cuse) ve a su novio morir por revelarle su identidad de espía (es estudiante de día y trabaja en un banco que en realidad oculta el SD6 una supuesta rama de la CIA). Pero ese mismo día descubrirá, toma ya, que el SD6 es la Alianza de los Seis, una asociación que busca el fin de la CIA y que se dedica al tráfico ilegal de armas. Y que Jack Bristow, su padre, la ha estado mintiendo. Él....ejerce de agente doble para el SD6 y para la verdadera CIA: en Alias el espía nunca descansa y todo esto además lo ligará Abrams con el asunto de Rambaldi, un homenaje a DaVinci, que convertirá a su protagonista en algo parecido a una superheroína.

Dicho queda.

Abrazote.

Vicente Luis Mora dijo...

Toca usted muchos puntos, Mr. Singer, así que permítame elegir uno, antes de perderme el partido de los Lakers, el del McGuffin. Cierto es que toma el motivo de Hitchcock, pero lo exaspera y ese es parte del misterio diferido: ¿qué esconde esa caja que Felicity abre pero no muestra durante toda la serie? Es tan misteriosa como la que utiliza Buñuel en Belle de jour, cuando menos. Está la pata de conejo de Misión imposible III, bien visto; está el personaje misterioso de Fringe y está el número 47 en Alias... y los que nos quedan por llegar. En el descanso sigo. Gracias, señor Singer.

El Miope Muñoz dijo...

Si, lo de los homenajes es una constante estilística a partir de los cineastas posmodernos de los años ochenta (me baso en Carlos Losilla y su el cine de terror para aplicar ese término al cine que empieza, en el terror, con la noche de halloween) que además deviene en complicidad: en 1997 y en La Niebla de John Carpenter hay personajes acreditados como Nick Castle, Cronenberg y Romero (el primero un guionista y amigo, los segundos los grandes renovadores del fantástico con los que Carpenter quiso demostrar su gratitud). O la omnipresencia de Robby el Robot en cada una de las películas de Joe Dante (buscad, buscad) a partir de Gremlins y más allá.

Hay detalles, sin embargo, que forman parte de un estilo que Abrams ha hecho único y lo ha ligado al misterio. Por ejemplo, el Club Obiwan de Indiana Jones o E.T. en el consejo del Episodio 1. O el See You Next Wednesday que se emite en todos los cines de la mayoría de películas del juguetón y fundacional John Landis.

Pero en Abrams esto se lleva al juego para avanzados: en Star Trek Uhura se pide un slusho en el ar, la bebida que sólo conocemos por ser una clave dentro la campaña viral de Cloverfield, el arma roja ya se había usado en Alias, la voz del padrastro la pone Greg Gumberg y los flashes de la nave, los destellitos, han aparecido en Fringe. El número 47 recorre toda la obra de Abrams.

Vicente Luis Mora dijo...

El partido se está poniendo aburrido, los Lakers ganan de calle, así que vuelvo a esta cancha, en la que usted y yo, Sr. Singer, estamos en el mismo equipo.

Todos los detalles que usted apunta son ciertos, of course, y habrá más que no sabemos, bromas privadas de Abrams con sus amigos e incluso consigo mismo. Pero no me gustaría detenerme en el mero anecdotario. Esto, en realidad, son cosas menores. Los homenajes nos interesan a los friquis, y usted y yo somos freaks -a mucha honra- de uno o varios tipos de cine, pero hay más cosas -y más tipos de espectadores-. De todos esos homenajes, a mí lo que me interesa es el modo en que los proyectos de Abrams trascienden la anécdota; me interesa cómo resuelve el artista sus influencias, por ejemplo.

Hay un aire de familia a Tarantino -todo lo que viene a continuación es un cebo para que usted decida picar y sigamos hablando- en cuanto a la gestión de las influencias en Abrams. Pero mientras que en Tarantino todo el virtuosismo técnico se pone al servicio de un mero recuento de víctimas, en el de Abrams se pone al servicio de un cuento tras cuento, de un recuento de historias. Por eso me parece más interesante (por no entrar en otros aspectos más espinosos, como la ética artística de uno y otro). Tarantino ensucia el mundo con su brillantez -está a punto de estrenarse la del escuadrón de judíos matanazis, agarrémonos-, mientras que Abrams amplía el mundo. Las referencias de Tarantino son giros vacuos sobre el cine anterior que, tras miles de referencias ocultas y explícitas nos acercan a la nada. Las de Abrams, menos y quizá no tan evidentes, más cómplices con los espectadores que con la violencia gratuita, nos insertan en una maravillosa historia paralela del cine, que tan bien ha esbozado usted.

Entonada la blasfemia, espero humildemente su castigo, Sr. Singer.

S. K. Caplan dijo...

Bueno, pues entro yo en la discusión. Me parece exagerado, Vicente. Abrams es una mago que conoce cuatro o cinco trucos. Es fácil deslumbrarse.

S. K. Caplan dijo...

Bueno, a ver, puede parecer un juicio apresurado. Y conste que también sigo a Abrams y estoy enganchado a Lost. Pero, como tú dices en el post, todo es cuestión de la amplitud que otorguemos al concepto de narrativa. Recuerdo una crítica del Tiburón de Spielberg -siento no poder darte la referencia, porque vale la pena- en la que el crítico caracterizaba el filme como una narración intensa, magníficamente interpretada, con una factura visual impecable, una tensión que cosía al espectador a su butaca, una banda sonora inolvidable... pero nada más. A ese "nada más" me refiero.

Lucas Manlieb dijo...

A propósito de Abrams y el enigma/misterio al que nos tiene tan acostumbrados, os linkeo la conferencia que dio para el TED, en la que además deja clara su deuda con Spielberg:

http://www.ted.com/index.php/talks/j_j_abrams_mystery_box.html

Namaste!

Anónimo dijo...

-Perdone mi curiosidad, pero ¿qué lleva en esa maleta tan grande?
-Es un MacGuffin.
-¿Y qué es eso?
- Una herramienta para cazar leones en las montañas Addirondack.
-Pero en las Addirondack no hay leones...
-Ah, entonces tampoco es un MacGuffin".

Movimientos sin dirección aparente.

“No hay solución porque no hay problema”
"Evidentemente, yo creía que era algo sin sentido pero en el fondo, todo acaba teniendo uno" MARCEL DUCHAMP.

Sigo más adelante, porque hay miga, pero ¿no se podría decir también que Abrams es el Chris Carter de nuestro tiempo? El aspecto viral de su propuesta no es sino parte de la tecnología de la época: la multiplicidad de enfoques, la simultaneidad reciben una retroalimentación sinérgica impensable años atrás. La historia de siempre, los héroes de mil caras (mirrormasks, si así lo preferimos)acaban siendo criaturas acorazadas por la aportación entusiasta exterior.

En cierto modo, es muy lógico que Abrams esté en lo más alto, pues es quien dispone de los medios para registrar -en estos momentos- la materia de la que están hechos los sueños, incluso su apariencia. Un saludo y hasta pronto.
--
c.m.

El Miope Muñoz dijo...

No hay que olvidar(se) que JJ Abrams ama, como todos, a Tarantino. En Alias Quentin Tarantino aparece como el genial McKennas Cole (y adelantándose a lo que Sawyer bautizaría como "pecas" con su "coletas") que no duda en comparar a la combativa Jennifer Garner con Ava Gardner (intuyo que idea de Tarantino).

Pero son distintos. Tarantino aspira, creo, a hacer algo que ya ha conseguida: igualar a Godard en su ampliación del lenguaje cinematográfico. Death Proof es la visita de Godard al autocine y los referentes, desde Jackie Brown, ya no son nunca más recuentes de víctimas, habrase visto, sino construcciones con una entidad propia y una sobriedad que sobrepasan ese virtuosismo que SI se da en Pulp Fiction.

JJ Abrams viene de Spielberg y Serling, él se mueve en los terrenos del virtuosismo técnico, de las grandes ideas y va a usar todos los dispositivos para llevarnos más allá, pero Tarantino que viene del rompedor e inclasificable Godard, de ese día en el que vio acojonado Week-End y su vida cambió como se explica en sus biografías.

Y ya entonces se comparaba a Godard con Truffaut y no es justo por mucho que ambos puedan ser amigos. Inglorious Bastards va a ser otro triunfo del cine y, he leído el guión, una película muy comprometida con el medio y con una ironía espectacular. Si en Death Proof el modelo era Psycho pero con el epílogo fuera de lugar (algo muy significativo en una película en la que las aportaciones al lenguaje vienen fuera de lugar) y uniendo dos historias, en Inglorious el modelo será esa exploit de la segunda guerra mundial para hablar, ya verá, de eso que Hitler y Goebbels usaban tanto como medio de propaganda y que Quentin ama: el cine. Pues por dudar ya verá qué sorpresón se va a llevar.

Germán dijo...

Hola Vicente, Alvy,

Interesantísimo post. Creo que has señalado algunos de los aspectos esenciales de la narración contemporánea y abierto un debate que debería dar para mucho. Con tu permiso y el del Sr. Singer, voy a intentar abrir nuevas bifurcaciones.

1. La lectura no tiene fin.
Esto es algo en lo que he insistido en otras ocasiones. La expansión de los medios electrónicos tiene como consecuencia la aparición de "lectores-en-red" que no se limitan a seguir una historia serial, sino que, en cierto modo, crean sus propias historias enlazando elementos que no se encontraban asociados antes de su lectura. Estas redes, por supuesto, no sólo se refieren a internet, sino a cualquier tipo de medio y ya existían, aunque eran mucho menos complejas y mucho menos universales. En efecto, tal y como dices de Abrams, resulta imprescindible saber aprovechar los diferentes recursos artísticos de la época (decir "todos" me parece excesivo), pero, en muchos casos, independientemente de las "pistas" que proporciona el "autor", es el lector quien puede convertir la obra más convencional en parte de una red. Se hace camino al andar, y ahora vamos, como también apuntas, a todas partes.

2.. Es necesario controlar la ansiedad ante lo incalculable.
Los discursos de la modernidad están llenos de límites. Los procesos tienen un principio y una final y los estados sucesivos están relacionados lógicamente entre sí, a menudo por relaciones de causalidad. Estamos tan habituados a mirar el mundo de este modo, que la incapacidad de localizar el origen o de predecir el final de algo nos produce una tremenda ansiedad. De ahí el éxito de los spoilers, las teorías de la conspiración, el reduccionismo e incontables supersticiones. Cuando hablamos de arte en red (e insisto, no me refiero con ello a arte electrónico o net-art, sino a un concepto reticular del arte), no es posible rastrear orígenes, ni predecir finales, ni, en muchas ocasiones, definir relaciones lógicas. Esto se parece mucho más al mundo real y, en mi opinión, aporta una experiencia mucho más interesante.

3. El arte no tiene por qué parecerse a la realidad, pero es lícito buscar maneras de representar nuevas dimensiones de la realidad.
Podríamos hablar de una "hiperperspectiva" que, como sucedió con la perspectiva pictórica en el Renacimiento o con el cubismo a principios del siglo XX, nos permite representar y observar el mundo en más dimensiones. Esta hiperperspectiva incluye y acoge lo indeterminado (lo que no supone hablar de ello, sino producir obras que sean indeterminadas o que pongan en marcha procesos indeterminados), aquello que no puede ser anticipado (aunque no tiene por qué ser inverosímil) porque el espacio de posibilidades es muchísimo mayor que el presente de la realidad.

4. No se trata, en efecto de descubrir el secreto que se oculta tras el misterio. El misterio actúa exclusivamente como motor de un proceso cuyas consecuencias son imprevisibles. No se trata de que un número de lectores o espectadores lleguen a la vez a las mismas conclusiones, sino de "sincronizar" una actividad, de que ese número de individuos esté reflexionando o investigando el proceso, independientemente de que cada cual pueda ir alcanzando conclusiones parciales diferentes. El "sentido" (en términos lacanianos, si quieres) de la obra no se produce en el autor ni en el lector, el "sentido" es la red de conexiones que se genera, el "ongoing dialogue" inducido tras la exposición del misterio.

5.Esto, en efecto, dificulta, si no imposibilita, la aparición de "comentarios autorizados" acerca de una obra. Por eso muchas de estas obras (aunque he de reconocer que Lost nunca me ha enganchado...) sólo pueden existir como obras de culto y requieren una dedicación rayana en la obsesión: esta "adicción" forma parte de su sentido.

Un saludo,
Germán

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Muy bueno el post y, sobre todo, abriendo vías a la creación y la crítica en direcciones que a muchos sorprenderán. Ayer mismo vi Star Trek en un IMAX y la experiencia fue memorable. A Abrams lo vengo siguiendo desde MI3, confirmando a través de las series que el maridaje televisión-cine con el fin de producir un nuevo concepto de imagen y narración funciona con magníficos resultados. Me pasa lo mismo con Michael Mann desde Collateral y Miami Vice. Abrams es un creador transmediático, así que no puede comparársele con Kubrick ni con Tarantino (yo, por si acaso, me aventuro a decirte que la belleza sublime de Kill Bill no ha sido valorada como debería, y discutiría que Tarantino sólo difunda suciedad: Tarantino es tan violento como lo era Shakespeare, otro autor que encarnaría perfectamente esa hibridación de entretenimiento y creación diseccionada en tu post). Abrams hereda toda una cultura del entretenimiento y el misterio que viene de la literatura de género (policial y ciencia ficción) y se prolonga en el cine y la televisión americanos (cuánto me han gustado, Alvy, tus menciones a Dante y Landis, este último tan olvidado, siendo como bien dices uno de los fundadores de la manera actual de concebir la narración cinematográfica en la comedia delirante y el cruce intergenérico).
En Star Trek se le nota a Abrams el agón con muchos directores, pero me reí mucho en especial con el que sostiene con Lucas (en este sentido, una de las fotografías elegidas para ilustrar el post es relevante de este deseo de superación de un maestro veterano por un maestro más joven, como entre los Jedi, compartiendo ambos una idéntica visión del negocio). Como recordaréis, ya en uno de los últimos episodios de la quinta temporada de Lost Hugo se propone reescribir el guión de El Imperio contrataca, aprovechando su "regreso al futuro" (broma de la serie con Zemeckis, otro modelo estético-narrativo), con el fin de evitar los errores que darían lugar, entre otros desmanes, a los Ewoks (es Abrams quien habla en ese momento o alguno de sus cómplices más afines). Es por tanto irónica la inserción en la trama de Star Trek de una visita del joven Kirk a un planeta helado, como el Hoth de El imperio. Así como el hecho de que sea perseguido, primero, por una bestia peluda similar al Yeti ideado por Lucas como amenaza contra Luke en el principio de ese episodio y luego ya por un monstruo gigantesco (cruce de los insectos de Starship Troopers y los dinosaurios de Parque Jurásico) que ataca al primer perseguidor, lo destroza y luego prosigue la persecución de Kirk hasta conducirlo a la gruta donde se encontrará con el viejo Spock. Así que este monstruo hiperbólico y voraz, diseñado a imagen y semejanza de la idea del cine de su creador y que recuerda mucho al de Cloverfield (dirigida por Matt Reeves y sólo (!) producida por Abrams), indicaría con toda claridad lo en serio que Abrams se toma a sí mismo y a su papel en el mundo del espectáculo de masas contemporáneo.
En cualquier caso, los fundadores literarios de esta concepción que vindicas, serían Borges y Pynchon, su mejor discípulo. En la cultura americana, sin duda Pynchon ES el gurú de todo esto, desde V, sin duda, pero sobre todo desde La subasta del lote 49. Vineland es una cima de cultura audiovisual y narrativa, digan lo que digan los ortodoxos...
En cuanto al libro de Chabon, que leí hace unos meses, cuando salió en Hardcover, mientras esperaba la salida de un vuelo en el aeropuerto de Chicago (para dar una idea de su "facilidad"), comparto todo lo que dices, pero me parece injusto o discutible, en cualquier caso, el trato que confiere a No es país para viejos, novela para mí muy superior a la sobrevalorada La carretera: un plomizo artefacto modernist concebido para granjear(se), como así ha sido, la atención del mid-cult literario (¡Pulitzer!) y muchos escritores y lectores despistados que hasta ahora no se habían acercado a McCarthy...

Manuel G. dijo...

La lectura del artículo me sugiere dos tipos de misterio:

- El misterio de piezas que faltan; misterio mecánico (que es sobre lo que creo te centras)

- El misterio de la ambiguedad, de lo simbólico, lo polisémico, lo no explicable.

El primero me parece un tipo de motor de la ficción más infantil, y quizás más efectivo como entretenimiento; el segundo me parece más adulto, más difícil como entreteniemiento, más doloroso, incontrolable... y como la vida misma.

Quizás Spielberg usa más el primero, Kubric el segundo. Usar exclusivamente el primero es lo fácil.

Jorge Carrión dijo...

Saludos.
Vicente: ¿Dónde sale tu artículo largo después de verano? Hay que leerlo.
Lo del McGuffin, efectivamente, parece un antecedente importante de esa forma que Abrams tiene de plantear el suspense, es decir, la dilatación del tiempo. Particularmente, no me importan los intertextos y las pistas ocultas, en clave de desciframiento o de arqueología filológica, pasto de freaks, sino la teoría general, que tú muy bien diseccionas y comentas. Precisamente creo que es nuestro "deber" pensar en eso, para que el detalle no oculte el conjunto, para que esas obras se sitúen en el contexto de la cultura y la sociedad y la política, no en el ámbito de la broma privada y de la tradición minoritaria.
Discrepo sobre Tarantino, Abrams y él me parecen autores gemelos, aunque Tarantino se prodigue menos en televisión (memorable el capítulo de CSI que dirigió), porque los dos sintonizan con nuestra época bastarda y demuestran que esa sintonía puede ser mayoritaria, masiva, y no obstante, elitista global ("Lost", pese a su éxito, no es "Friends").
Como dijo Locke en el último capítulo: vamos a matar a Jacob, nosotros.
Jordi C.

www.jorgecarrion.com

Anónimo dijo...

"5.Esto, en efecto, dificulta, si no imposibilita, la aparición de "comentarios autorizados" acerca de una obra. Por eso muchas de estas obras (aunque he de reconocer que Lost nunca me ha enganchado...) sólo pueden existir como obras de culto y requieren una dedicación rayana en la obsesión: esta "adicción" forma parte de su sentido."(Germán)

Más o menos a mí me pasa lo mismo. Se trata de una ocupación casi a tiempo completo, sin ser como los afables y siniestros millonarios de La música del azar, pero casi.

Hay un entusiasmo extraño, de emoción colectiva, de euforia en el descubrimiento de estar perdido, de no saber y contarlo muy conseguido. Sin embargo, no deja de parecerme que en lugar de emocionarse con las peripecias de los personajes o las ideas de un relato, me de la sensación de ver que las emociones surgen en los espectadores-participantes por el hecho, sobre todo lo demás, de estar "ahí", dentro del juego, dentro de una adrenalina que uno suministra y otros justifican. El deseo no de ser piel roja, sino cola de ratón-león transgenérica no deja de ser sorpresivo.

Un buen recuerdo el de Landis. Cuando llega la noche todavía es un referente palomitero muy disfrutable.Un saludo y hasta más tarde.
--
c.m.

Anónimo dijo...

Veo que es aguda y de nivel tu crítica. Me ha gustado leerte. Saludos.

El Miope Muñoz dijo...

Son amigos, pero no son hermanos. Creerlo es no entender el proceso creativo que influye mucho a la creación. Quentin Tarantino ha escrito y dirigido to-das sus películas, incluso el corto del CSI, incluso la primera película. Cuando ha tenido que quitarse del medio, cuando empezó, escribió Amor a quemarropa (y la luego remakeada y desvirtuada en otra cosa natural born killers).

Atribuir Lost sólo a Abrams me parece muy injusto y como ya lo ha aclarado el propio Abrams voy a decirlo claro: JJ Abrams no está en Lost desde el primero de la tercera temporada. Los guiones que asociáis a JJ son de la quinta temporada y de temas abiertos en la cuarta o en la tercera: Brian K. Vaughan, autor de tebeos como el excelente Ex Machina, Damon Lindelof, Drew Goddard (guionista de Cloverfield y cómplice de JJ) son el equipo que está ahora detrás de Lost y Abrams se ha distanciado absolutamente. Él lo empezó dirigiendo el episodio piloto, pero ya veremos si vuelve para el último.

Tarantino no ha hecho ni un proyecto en equipo. JJ sí y en sus series se trabaja en grupo y no es casualidad (Alias, Lost, Star Trek, Fringe, todas incluyen trabajo en equipo) porque él también lo hace, pero Lost es un trabajo colectivo impresionante y el mérito de adonde hemos llegado es para Damon Lindelof y Cartlon Cuse. Abrams está haciendo Fringe, básicamente. El tipo de autoría de JJ está más cerca de la de Spielberg que no de la de Tarantino y aunque hay cercanías, también me parece que trabajan de un modo muy distinto y no me gusta leer con tanta felicidad que toda Lost es mérito de Abrams, aunque no niego que su toque esté, también recuerdo que en UNA temporada de Fringe , Abrams ha escrito muchos más episodios que en CINCO de Lost. Así que cuidado: Tarantino es un auteur total, tanto que en Death Proof hasta fue director de fotografía.

Dicho esto, no olvidarse del Secreto de la pirámide, supervisada por Spielberg, escrita por Columbus (Gremlins) y dirigida por Levinson: un reboot de Sherlock Holmes en el que todo ocurría sin ocurrir y que nos hace pensar que Star Trek es como toda precuela/remake/reboot algo implícito: una metaficción. En el segundo volumen del Quijote en la ficción ya conocían que existía el primer libro y la continuación ya no era inocente, sino con ese juego incorporado. En los remakes el juego es para el espectador: el espectador ya conoce de antemano al icono, pero asiste a su formación y a su transfiguración, en el fondo.

Un gran comentario está en Indiana Jones y la última cruzada en la que el héroe se forma en el vagón de un circo portátil y allí encuentra su látigo y en su némesis su sombrero: hábil reescritura de Spielberg de un mito que nació del puño de Jim Steranko, el artista circenese y dibujante de Kavalier&Clay. O en la literatura cuando John Updike reescribe Hamlet con Gertrudis y Claudio, updikeizando todo y convirtiendo la tragedia de Shakespeare en una historia de disfuncionalidades amorosas.

Abrams va más allá (Spielberg se permitió ser justo con los que le ayudaron ; Updike es un posmoderno, pero reverente con la genialidad de Hamlet) porque la serie de Gene Roddenberry no era, en efecto, una obra maestra-incontestable y aunque el referente sea el Episodio 1 (Indiana Jones y el templo maldito y El Padrino 2 YA eran precuelas, pero no con este instinto de comentario autoconsciente que he mencionado antes) de Star Wars que estuvo protagonizado por los personajes que existían sin existir (Anakin Skywalker, cuya identidad no conocíamos hasta el quinto y ObiWan Kenobi que moría en el cuarto y devenía espiritu). Allí tuvimos a C3P0 y R2D2 de guía: más estimulante me parece la decisión de Abrams de colocar a Leonard Nimoy para la refundación de unos mitos con unas trademarks que nunca habían estado. Y a partir de ahí, él que se confiesa ajeno al fenomeno trekkie, ha construido su propia obra maestra.

Vicente Luis Mora dijo...

En efecto, Alvy, Abrams recordaba en ese artículo que cuando le preguntan por Lost suele remitir a los actuales responsables, ya que él está fuera de la serie ahora. Está preparando una que comenzará pronto a emitirse, cuyo nombre no recuerdo en este instante. Y me sumo a su opinión, también: Tarantino es un músico virtuoso, Abrams es compositor y director de orquesta. Saludos.

Juan Carlos Márquez dijo...

Lost genera en el espectador la fascinación de los videojuegos, el próximo paso, la siguiente pantalla. A mí, cómo no me gustan los videojuegos, no me seduce especialmente. Yo disfruto más con Dexter o la troupe de Mad Men. De la misma manera nunca me hizo gracia la infantil y predecible Friends, prefiero Seinfield.
Para mí Tarantino es un artista y Abrams, un artesano.

Vicente Luis Mora dijo...

1) Es interesante el post que ha colgado hoy Sergi Bellver en su bitácora. Dice cosas que suscribo por completo, como “un autor profesional de bitácora debería conservar un elevado nivel de auto-exigencia y disponer de un completo margen para su libertad de opinión, algo que en teoría «garantizan» los medios, pero que en la práctica resulta falaz, desde el momento en el que esos medios pertenecen a grupos editoriales, cuando no políticos, y si bien no obligan de manera explícita, si condicionan y empujan a la auto-censura del autor”; Sergi Bellver, “Los siete pecados virtuales”, en http://alasdealbatros.blogspot.com/2009/05/los-siete-pecados-virtuales.html. Si queréis -y tenéis tiempo, porque es un poco largo- echadle un vistazo.

2) Querido Mario, créeme que diferencio el deslumbramiento de otras cosas. Estoy describiendo el dominio -incomparable, a mi juicio, con ningún autor, escritor, cineasta o guionista vivo- de Abrams sobre "las formas de narrar". Creo que hay muchas cosas que podemos aprender de él. Creo que hay que estudiarle. Y como lo creo y soy consecuente, lo estoy haciendo, eso es todo. Cuando vuelva a dar talleres de escritura creativa, la segunda lección será sobre Abrams. Estoy de acuerdo con Mario Bellatin cuando dice que hoy es imposible enseñar a escribir sin utilizar ejemplos de otras artes, desde el cine a la plástica pasando por el teatro y la arquitectura. Algunas de las narrativas más fascinantes se están haciendo fuera de la literatura, es necesario ser humilde y reconocerlo. Ese "algo más" que a tu juicio le falta a Abrams se solucionará cuando colabore con la persona indicada, como le pasó a Kubrick. A ver si nos creemos que Kubrick lo hacía todo solo: el fantástico guión de Eyes wide shut es de Frederic Raphael, por poner un rápido ejemplo. Singer lo ha expuesto claramente: Abrams es un trabajador colectivo, alguien con ideas muy brillantes que sabe transmitir a equipos, a los cuales sabe hacer funcionar. Las obras maestras en todos los sentidos (no sólo en el técnico, que es el único del que yo hablo aquí)llegarán cuando colabore con otros talentos a su altura. Ya verás como tardamos poco en verlo. Abrazos, Mario.

logiciel dijo...

Esta discusión la tengo cada vez que voy a comer a casa de mis padres con mi hermano.
Él es un apasionado de LOST. A mí me deja un poco igual. A él le entusiasma esa forma de narrar. A mí me parece un poco conductista. Pero reconozco que tampoco me lo había planteado demasiado.

Anónimo dijo...

Ya puestos, y dado que hay ejemplos de sobra, ¿cuáles serían esos ejemplos que sí sirven a la hora de hablar de técnicas narrativas? Cine, plástica, teatro, arquitectura...Uno de los problemas que veo a la hora de establecer comparaciones es la semejanza suficiente que comenta Boris Groys en sus escritos y en entrevistas. Acabamos en "lo mismo pero no tanto" de Homi K. Bhabha; y terminamos por hacer uso interesado -y esto es inevitable- de todo aquello susceptible de ser una herramienta eficaz en el otro contexto al que regresamos.

¿Qué dicen sobre contar historias BruceNauman, Juan Muñoz, Tonly Oursler, Laurie Anderson?

Autores ya citados aquí como Steranko (no hay que perderse su impresionante adaptación de Outland/Atmósfera Cero) o Chaykin (Time2)han demostrado una capacidad para la densidad de información "cinética" que se suele pasar de largo. Obras a contracorriente pero no secretas como las de Crepax o Toppi son otras manifestaciones de organización de datos tremendamente actuales.

Es probable que la buena fortuna de Abrams y otros estribe en la nostalgia por un maistream, el de los setenta, que (nos)parece supo mantener el interés y la sensibilidad sin perder de vista la taquilla, la inteligencia o al espectador. Pero sigue siendo una especie de autocelebración bien rara para mi gusto.

Es cierto que depende mucho de los equipos. Las creaciones colectivas suelen presentar muchas más facetas, pero por el mismo motivo (Fred Zinemann asumía la autoría total de sus películas, a pesar del guión ajeno), hasta qué punto se transige con algunos formatos expresivos, mientras no ocurre lo mismo con otros ¿Deberíamos exigir, entonces, un gran tipo de novela actual, realizada por un motivacionista de alta creatividad, ayudado por un gran equipo?¿Si eso ocurriera, serían mejores, estarían diseñadas para gustar en general y seguir siendo interesantes? ¿Wu Ming?

La producción actual suele tener en cuenta todo esto, y lo da muy repartido, es el imperio de los adjetivos: un thriller metafísico, una tragedia tecnológica, etc. Es factible pensar que el torrente de medios personales y técnicos imprescindibles para una gran producción no invalidan la posibilidad de una gran obra "estrictamente literaria", pero ya no invitan a la nostalgia. Porqué a pesar de todo continúan las miradas hacia todas partes es otro asunto, que quizás tiene más que ver con compartir el asombro de una identidad menguante. Un saludo y seguimos.
--
c.m.

Vicente Luis Mora dijo...

Querido Carlos, tu comentario es sugerente, pero creo que me malinterpreta en parte, sé que bienintencionadamente. 1. Abrams es un ejemplo, no un modelo. 2. Creo en la creación en equipo (tú lo sabes bien), como también creo en la creación individual. Esta cadena de comentarios es un buen ejemplo de que puede haber creación dividual -forzando el término de Deleuze-, singularizada por lo colectivo, personal y grupal al mismo tiempo. 3. Todos los casos que citas -salvo el de Chaykin, a quien no conozco, mea culpa- me parecen muy interesantes y se me ocurren infinitos más. Del mismo modo que Chaucer utilizaba las conversaciones de su tiempo y las canciones y leyendas populares de la Inglaterra del siglo XIV, es nuestra obligación estar pendientes de lo que ocurre a nuestro alrededor. Se puede aprender mucho de la televisión, del deporte, de la música pop, de la ópera, de la música dodecafónica, del trash metal, del cómic, del cine, de la publicidad, de las críticas de los puristas, de los artículos de Eugenio Trías, de los artículos de Shangay Lily, de los artículos de Jürgen Habermas, de los artículos de Pitita Ridruejo, de las intervenciones televisivas de Peter Sloterdijk y de las apariciones del Chavo del Ocho o del padre Apeles. Cada cosa citada es una forma de narrar el mundo, de todas podemos aprender -positiva o negativamente-. Pensar que la literatura es algo que viene de sí mismo, algo cuyo cuerpo brota de su propia cabeza, como la diosa Minerva, y que no ha sido influido por nada más que por otros libros, es no entender su esencia y no conocer cómo esos libros han sido escritos. Me voy, pero luego vuelvo. Saludos.

Anónimo dijo...

Cuanta tontería de aspirantes a catedráticos.

Hautor dijo...

Sinceramente, me parece que la dilatación del sentido o la clave de la historia practicada en Lost es uno de los recursos narrativos más antiguos que ha conocido cualquier civilización. Yo diría que es el ur-recurso narrativo por excelencia. De hecho, es el mismo método que usan las religiones para esconder las reliquias. Un templo cerrándose sobre una capilla que contiene un cofre que custodia la reliquia. La reliquia puede ser luego, mirada bajo la lente de la objetividad, una simple astilla de madera, o un desecho anatómico. Eso es lo de menos. Lo de más es que justifica toda la construcción cultural a su alrededor. La reliquia suscita devoción en el creyente, en el que tiene fe. Sólo si uno busca el sentido puede engancharse con este mecanismo narrativo/antropológico. Sólo los 'perdidos' que indagan claves pueden acudir al templo y sentirse sobrecogidos y gratificados por la existencia de la reliquia. Pero, ¿qué ocurre entonces con los que no buscamos sentido, con los que gozamos de escasa vocación paranoica? Que bostezamos ante el truco tan manido, como cuando ante un mago vemos el conejo asomar de la chistera. Creo que el éxito de Lost reside en el aprovechamiento de esa irredimible vocación paranoica del ser humano, una vocación que está en la raíz de todas las religiones y de casi todas las construcciones subjetivas e identitarias.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

Estoy de acuerdo en que es abusivo atribuirle a Abrams todo el mérito de Lost, pero la intersección en torno a Star Wars de ese episodio de Lost y el episodio de Star Trek al que me refería no me parece casual. Abrams es el modelo, no tan frecuente, del creador-empresario. En este sentido, yo empezaría a hablar del “Abrams Touch”, con independencia de su mayor o menor participación en los distintos proyectos, como también se vio en Cloverfield.

En cuanto a Tarantino, en efecto, es un artista cinematográfico de los grandes, desde su primera película a la última (de inminente estreno) o a la penúltima: Death Proof era una joya que muchos han tardado en descubrir, pero insisto en mi idea de que Kill Bill constituye una “summa” estética de la cultura del nuevo siglo difícil de superar. Tarantino, Fincher, Shyamalan, Abrams, los Coen, los Anderson (Wes y Paul Thomas), Rodríguez, ahí está para mí, ahora, lo mejor del cine americano, es decir, del mejor cine espectacular de masas (del que, por cierto, disfrutan con especial placer algunas minorías). Con todo, las series de televisión forman parte de nuestra cultura y diversión cotidiana, pero no estoy seguro de que sean tan creativas, en el sentido estético o artístico del término. ¿Alguien ha pensado lo que habría dado de sí Lost como largometraje?…

En cuanto a que las mejores narrativas son múltiples y proceden de varios medios, es (in)cierto hasta cierto punto. Greenaway lo intentó con Tulse Luper y fracasó. Me interesa más el artista de cualquier medio que dialoga desde el suyo con los demás al artista que trata de tocar tantas teclas que, al final, se dispersa y malogra. Mathew Barney en el ciclo Cremaster acertó porque el código del vídeoarte y sus instalaciones paralelas le permitían todas las libertades que cuando se pasó al cine narrativo se transformaron en limitaciones (por hablar con suavidad). Sin ser nueva, la hibridación, más que la multiplicación, sigue siendo el procedimiento más potente de cuadrar los heterogéneos lenguajes de nuestro tiempo, pero no abundan, en mi opinión, las obras narrativas que la practiquen de modo satisfactorio…

Anónimo dijo...

(Bienintencionadamente) Creo que Abrams es un discutible ejemplo de un buen modelo de creación dividual -continuemos forzando- o multidepartamental. Es un gusto personal, sin duda, el que me hace pensar en otros autores como referencias que valoro algo más. Un gran presupuesto bien asesorado da para mucho si se hace bien, eso por supuesto.

No sé muy bien la razón, pero la sospecha respecto a algunas técnicas de "entretejido" narrativo en varios espacios/formatos simultáneos es la de muchas veces no ver más que un director´s cut ampliado para obligar a compra (o en su defecto, consumo de fórmula, y una vez habituadoss, repetición)Esto ocurre en algunos casos, no en todos, por suerte. Cuando apareció, más que el videojuego, Animatrix me pareció una buena manera de aumentar conceptualmente un universo (muy deudor de Grant Morrison el mago Invisible), igual que los dos Ghosts in the Shell, a su manera, complementan y hasta superan al manga de Shirow. Estoy con Hautor cuando habla de la contagiosa paranoia del sentido y su exploración, pero claro, si funciona no es que lo toquen, sino que ¡lo tunean! Un saludo que seguro seguís.


PS:(De Fresy Mails)Estupor, temblores y fiebres tropicales:

"Perdidos es ahora mismo mi artefacto cultural favorito. Me enganché desde el principio y la sigo al día, a la vez que la audiencia americana. Perdidos está diseñada diabólicamente para enganchar, y como director de cine tengo una fascinación extra. Una de las razones por las que tengo ganas de que acabe es que el equipo creativo cuente por fin cómo fue el proceso creativo que llevan tan en secreto". (Nacho Vigalondo)

Esto es raro, ¿o sólo me lo parece? ¿Valorarías como algo positivo un diseño diabólico expresamente organizado para enganchar? Digamos que sí, que ensalzamos como “bueno” el artificio que produce esa manía de pasar página tras página con los superventas de cada temporada. La cultura como droga o los estragos de la ilustración.
--
c.m.

El Miope Muñoz dijo...

La estética Abrams está en Lost como punto de partida, como bien comentáis, igual que la podía estar la del Steven Spielberg de Amblin, el productor afamado de los ochenta y clave para el cine posmoderno comercial que tanto conocemos, en Poltergeist o en los Goonies, pero al final la brillantez la imponen los que hacen el producto. Así Poltergeist sobrevive como rara convulsión de talentos entre Spielberg y el salvaje Tobe Hooper.

Sin embargo, estaba también en Gremlins y Back to the future y ambas me parecen cien por cien Dante y Zemeckis. Lost ahora se está acercando a los modelos que venera Lindelof, el tebeo Watchmen, Twin Peaks y The STand de Stephen King, para bien o para mal. Veremos donde termina todo, pero insisto, hay que subrayar el nombre de Lindelof, Goddard y K. Vaughan porque todos tienen personalidades propias y esto se está viendo.

Spielberg es un gran director y en Tiburón no hay nada más del mismo modo que en Los pájaros no hay nada más: todo depende de si miremos a Moby Dick o decidamos considerarla "sólo suspense" sin que la magistralidad del lenguaje cinematográfico de ambas nos den a pensar en imágenes inolvidables y estupendas connotaciones.

Star Trek me parece una película asombrosa y excepcional y creo que es todo lo grande (e incluso más) de una película con ganas de asentar una mitología y hacer un film iluminador, inolvidable, cuidado hasta el detalle. La carrera de Abrams es fructífera, pero que su modelo sea Serling indica a un creador saludable y con ganas de darlo todo: en Fringe ha partido de un remix entre x-files y la twilight zone para terminar abramsizarla del todo con connotaciones superheroicas y guiños a Star Trek (SU película) en su season finale en lo visual y en los cameos. Vamos, el misterio nunca para.

Vicente Luis Mora dijo...

Hum... ¿moralinas con el "enganche"? Creo que no, supongo que no, Carlos. Pero hay algo que no entiendo. Entonces, ¿cuando releo a alguno de mis clásicos favoritos, aquellos que tuvieron durante mi juventud sin dormir, porque no podía despegármelos de las manos, estaba siendo poseído por el ardor consumista? ¿no estaba, más bien, sucumbiendo a una experiencia estética de tal intensidad que no quería abandonarla? Si comienzo una novela y me surge la sensación de que no voy a poder dejarla hasta acabar, ¿debo soltar el libro y lanzarlo contra la pared, gritando vade retro? ¿No debería, más bien, de dar gracias? Lo digo porque he olvidado la última vez que me pasó.

¿Cuál es el problema con engancharse de algo -o de alguien- si ese algo es legal, ético y artísticamente bien construido? Lo voy a decir de otro modo: ¿dónde puedo aprender a hacerlo? Porque me gustaría que mis libros experimentales, sin dejar de serlo, produjeran ese efecto mágico. Creo que no hay un solo escritor sobre la faz de la tierra al que no le gustase encontrar la fórmula secreta para, sin renunciar a la excelencia literaria, atraer a millones de lectores. Y no hablo de cobrar derechos, sino de comunicar y compartir cosas. Quien escriba, me entiende.

De adolescente, lo recuerdo bien, me dio esa fiebre con las Obras completas de Borges, estuve una semana de vacaciones leyendo y releyendo una y otra vez los textos. Luego me pasó con muchos otros. ¿Eso era malo? ¿Goethe es un best-seller, un publicista disfrazado, y yo no me he enterado hasta ahora?

¿Somos críticos con todo(s) o somos críticos con aquello que nosotros no somos capaces de hacer? ¿Esto es lo de la zorra y las uvas? ¿Le perdonamos la vida a Abrams a pesar de que sepa atraer la atención del público? No sé, el que está un poco perdido soy yo.

Sólo quiero que algún libro actual me produzca esa sensación que describe Vigalondo. Quiero un libro que me deje sin dormir, como antes. Hay gente que se queda 24 horas despierta, viendo una temporarada de la serie 24 del tirón, sin pausas.

Yo quiero que alguien haga un libro que genere esa relación casi íntima con una historia. Quiero poder decirle a ese escritor que dediqué 24 horas de mi vida a leerle sin interrupción. Por desgracia, no me considero capaz de hacer una obra así yo mismo, de ahí que respete y admire a Abrams, o a Joel Surnow, el creador de 24, capaces de crear algo, de generar una emoción colectiva, que yo nunca podré conseguir.

¿Alguien por aquí puede? Lo digo para escribir sobre él.

Saludos.

Anónimo dijo...

De moralinas nada, qué va, todo lo contrario, Vicente. Lo que intentaba señalar es la cantidad de veces que veo valorar en una obra (serie, libro, cómic)no por la intensidad, ni la información, ni la emoción, sino por el enganche.

Toma, claro que me encantaría ver más autores, sigamos así,"adictivos" (ejemplos variados, siempre)Muy posiblemente, por lo que se colige, un autor único ya no pueda dar cuenta con facilidad del mundo en que vivimos, bien, pero veo mi predisposición a emocionarme con ciertos estímulos y dudo un poco. Está claro que mucha de la literatura actual no puede plantearse el entretenimiento que lleve a una chica a encender una lamparita para continuar leyendo por la noche, entre otras cosas, porque no ha aprendido a quererlo. No obstante, lo permite y valora en otras zonas expresivas. Como Chris Ware, opino que el cómic posee unas posibilidades inmensas, una capacidad de generar capas de significados inusitada, manteniendo el reconocimiento, la visualidad y pudiendo ser literario sin perder especifidad, si ello fuera tan importante (es además, uno de los medios donde un monólogo en ocasiones supera al cinematográfico)Entonces, ¿porqué no está todo el mundo haciendo historietas? Porque se entienden de primeras, peor que una película o una serie, pero es algo que tiene que ver más con el formato. Ahora mismo la visión de lo que debe ser una "novela gráfica" viene por defecto en viñetas cuadradas o rectangulares, que repiten el esquema de pantalla (de cine, tv, psp...)Esa hibridación, ¿para quién es un avance?

Es cierto, la tradición es un plagio de otro origen, pero los híbridos casi siempre son estériles, piezas únicas muy parecidas. Las nuevas formas no son tan capaces de reproducirse. Esquivando la biotecnología animal nos vamos hasta los invernaderos donde semillas de cannabis están catalogadas por las sensaciones que produce su consumo, efectos entre los que se encuentra el de “zumbido cerebral” En un entorno de culturas audiovisuales este zumbido parece darse en intersticios y fisuras, con figuras fronterizas de lo general. Sin embargo, el mundo está lleno de situaciones fronterizas a su pesar, esquinas que conservan el anhelo de ser llanura, o cascotes, como decía Ferlosio, que se conservan enteros. Lo de Matthew Barney es coyuntural además de tratarse de un cruce muy típico entre campos que casi nunca, se diga lo que se diga, son demasiado permeables a los experimentos: cultura o costumbre de los consumidores, etc. Hay propuestas que funcionan por no estar ajustadas a lo habitual en un área, y viceversa. Y hay otras que sólo funcionan por su emplazamiento. Creo que unas cuantos montajes de Bieito, otros de Rodrigo García sólo se asumen desde el marco escenográfico, en su tensión. En un contexto de arte contemporáneo no irían nada lejos, pero ese es su problema. En cualquier mundillo ocurrirá algo muy semejante, la de valorar algo por lo que casi es, o directamente por lo que no es.


Y muchas veces, lo que (me)hace falta es paciencia y atención: puede que una actitud menos vigilante o alerta a lo expresado por uno mismo u otros, que es lo que me hace disfrutar más otras propuestas de las que desconozco en altísimo porcentaje sus códigos compositivos. Otro saludo y buenas noches, hasta más tarde.

--
c.m.

El Miope Muñoz dijo...

El nuevo proyecot de Abrams no lo ha creado él, es Anatomy of Hope y puede estrenarse como director sólo, sin ningún vínculo creativo.

Yo recuerdo pocos autores con ese poder: DeLillo, Fresán, McCarthy, Bolaño (Nocturno de Chile es una titanada), Palahniuk (Rant trata también de SPOILER viajes en el tiempo) y el mismo Chabon que en inglés su Kavalier & Clay es estupendo y muy inteligente. ¿Alguién ha leído la yiddish policemen union de Chabon? Su libro de Sherlock Holmes decepcionó, curiosamente, estaba muy bien escrito y tenía mucha voluntad política, pero era muy aburrido como caso del genial Holmes.

Otra rama del debate Abrams es citar qué os parece que los Coen adapten a Chabon y que Chabon, precisamente nuestro líder teórico, vaya a escribir la adaptación de John Carter from Mars.

Vicente Luis Mora dijo...

Ahora mejor, Carlos, lo había malinterpretado.

Un apunte: sí hay niñas que hacen eso, seguir leyendo con la luz de una linterna. Las que siguen leyendo Harry Potter (lo cual no es un mal comienzo, yo de niño leía hasta las aventuras de Los cinco) y luego pasan -ay- a Twilight...

logiciel dijo...

A mí me parece que el problema, o punto negativo si se quiere - siguiendo con el 'enganche' - no es que se produzca, sino que está previsto para que se produzca, como pasa con los best-sellers, por ejemplo. No tengo nada que objetar, pero yo personalmemte prefiero la sorpresa.

Anónimo dijo...

"yo de niño leía hasta las aventuras de Los cinco) y luego pasan -ay- a Twilight..." A mí me gustaban más los de Torres de Mallory o Los tres investigadores. No me tocó la era Harry Twilight ni conocí, eso es evidente a Jim Yang, pero ese revoltijo me sirvió para querer seguir leyendo. No he leído nada de Twilight, así que paso palabra en este punto. Es curioso, sin embargo, que, a lo mejor por mecanismos psicológicos de reactivación nostálgica, periódicamente surjan ejemplos -no para todos los gustos- de escrituras que "conectan" con una base lectora no tan minoritaria. Un estudio de las claves formativas en períodos temporales recientes nos llevaría a pensar que de aquí a veinte años el mundo estará poblado por expresiones artísticas repletas de internados con vampiros hechiceros. Difícil saberlo, pero todo se irá viendo poco a poco. Por ahora, estos cambios se ven más en los libros infantiles, cada vez más especializados en sus ramificaciones aceleradas.

Estos últimos días, algo en lo que estoy reflexionando bastante es en la cuestión de confianza. Confianza es lo que ponemos sobre la mesa a la hora de asimilar información. Cuando pienso en cómo eran mis lecturas de entonces, no sólo se trataba de cómo estaban escritas, también, sin duda, de cómo las leía, con qué ganas, con qué asombro (dentro de cada uno hay un catedrático de literatura comparada que va seleccionando y discriminando poco a poco, pero eso es otra historia) Esa fascinación se da con más facilidad con lo audiovisual, no hace prescindible lo literario, en absoluto, pero sí crea un extraño vínculo por el cual,demasiadas ocasiones, aquellas obras que "conectan" son las que proporcionan experiencias más parecidas a las que produce una pantalla. Y qué ocurre allí dentro, se podría añadir. Si, como decía Godard, "el cine es el cine negro", si el cine es, en la torsión de Brian De Palma, no la verdad, sino "24 mentiras por segundo", y si a partir de todo ello (la universalización de la experiencia audiovisual en todas sus variantes evolutivas) se ha conformado nuestro imaginario, lo complicado es ir espigando lo que no es del todo parte del mismo.Un trabajo de investigación de texturas, de superficies, pero ya no tanto de espeleología. Nunca está de más intentarlo, a pesar de las dificultades, la magia está en marcha. Un saludo.
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c.m.

Clipman dijo...

El problema de Twilight o Harry Potter es que se leen solamente esos libros. A los que somos un poco más viejos, los libros nos llevaban a otros y creo que eso es lo que falta ahora. Tolkien por lo menos te lleva a darte una imagen de lo que es una mitología y de lo que se puede sacar de ella.

A mí Abrams no me gusta mucho. Me divierte su forma de transformar un Mcguffin en matrioshkas. Desde la segunda mitad del siglo XX, la idea de la recurrencia ha sido una de las más influyentes. Si no me equivoco, Lost no tenía un "final" hasta que la productora dijo que la serie se acabaría el año que viene.

Justo antes de entrar en este blog estaba pensando en otro "narrador": Charlie Kaufman. No sé ustedes, pero a mí me parece casi un genio. Conoce los rudimentos del cine pero los pone patas arriba. Te hace revisar tus propias concepciones que tenías sobre cómo se hace y se ve luego una película. Tengo muchas ganas de ver Synecdoche, New York.

Anónimo dijo...

Yo estoy enganchado a Lost,lo sigo al día, pero no se me ocurre ni por asomo volver a ver tal o cual capítulo de la segunda o tercera temporada para disfrutarlo por sí mismo. Para mí carece de sentido su "relectura",(a parte de algún capítulo aislado como La constante) si no está orientada a comprender lo que está pasando ahora, en el 16 de la quinta. Y eso dista mucho de otros enganches menos "diabólicos". Si me releo, por ejemplo, algún fragmento de Circular 07, difícilmente se producirá ese "efecto mágico", ni falta que hace; producirá otros, porque su interés excede la lógica del "próximo paso, la siguiente pantalla."
Un saludo.
Oche.

logiciel dijo...

¡Por fin! ¡Alguien que leía 'Los tres investigadores'!

Vicente Luis Mora dijo...

Me acabo de encontrar con una cita de Isaac Assimov que viene bien al caso: "una gran obra de arte es grande precisamente porque nos ofrece una clase de estímulo que no podemos hallar en ninguna otra parte". Creo que os estais centrando demasiado en Lost, y para mí eso es sólo la punta del iceberg. Yo estoy hablando de la postura global y total de Abrams ante el problema de lo que es una obra de arte hoy y de sus recursos técnicos para desarrollarla conforme a la nueva realidad social, cultural y tecnológica. Saludos.

Anónimo dijo...

Ellos se lo comen, ellos se lo beben... Cuidado con las indigestiones! La conclusión que saco es que uno ya no es más que un paleto. Perdón, pero tengo prisa, tengo que coger la línea 82. Bye

Luis Ángel Abad dijo...

Comenzaría por confesar que no puedo evitar (querer) ver en el tono lapidario del título, una añagaza a modo de gesto excesivo, propia de un ilusionista enarbolando una técnica distractora. Uno se podría preguntar qué viene a ocultar Vicente mostrándose tan a las claras con una afirmación absoluta (que para más inri, viene disfrazada de interrogación).

Arriesgando una posible respuesta, se podría (jugar a) sospechar que desde el principio hay una declaración de intenciones a modo de alegato práctico, lo que abriría una dimensión metanarrativa en la interpretación de lo que estamos leyendo. Una forma de reivindicar a Abrams mediante una afirmación forzada para proyectar el interés sobre la tesis que se viene a sostener. Reivindicar a Abrams desde un golpe de efecto donde uno corre el riesgo de sacrificar su prestigio como crítico; mediante un truco en definitiva a la Abrams. Demostrar con el ejemplo: un comienzo incendiario para atrapar de antemano al lector, a la manera del propio comienzo de Lost.

Por supuesto no tiene demasiado sentido preguntar directamente al autor por la cuestión. Si la afirmación no contenía dicha intención, una sucinta negación agotará la cuestión. Y si la sospecha tenía sentido, con más razón Vicente nunca confesará tal cosa por respeto a la propia eficacia del truco. Un mago nunca revela sus secretos. Y menos los que se juegan más claramente en el terreno de la aparente evidencia.

Pero el propio el título, con su capacidad para resultar ambiguo, pone de manifiesto esta prevalencia de la sospecha como un signo de los tiempos. Vivimos unos tiempos de sospecha generalizada, lo cual no tiene por qué resultar estrictamente negativo. De alguna manera la sospecha es el reverso del misterio.

Una época dominada por la sospecha es también una época propicia para el manejo del misterio. Eso que nunca debimos perder de vista a la hora de entender qué buscábamos en las posibilidades del arte y la creatividad... (continuará)

Ana dijo...

Yo leí tanto a "los cinco" como a "Los tres investigadores". Guardo un grato recuerdo.

Luis Ángel Abad dijo...

¿Encierra el título una trampa viral (por no decir virulenta)? En la medida en que la respuesta no importa del todo por la propia condición desmedida de la pregunta, el título podría remitir perfectamente a la apreciación de Abrams que Vicente pretende sostener, en tanto "no importan los temas, personajes o códigos genéricos que aborde. Lo que importa es qué hace con ellos, dónde los toma y a dónde los lleva". La afirmación del título es, más que un fin en sí mismo, un medio para apreciar la posibilidad de manejar apropiadamente un territorio creativo nuevo. Aunque esto pueda terminar situándonos en un tipo de propiedad desterritorializada.

O precisamente por eso.

Vicente señala que la estética artística de Abrams "es ir a todas partes". Sacando a la palestra a creadores actuales no puedo evitar pensar en Charly Kaufman. Tanto más si hablamos de gente proclive a ensuciarse en el uso de los tópicos para situarse en terrenos híbridos. Si la estética de Abrams supone ir a todas partes, tal y como nos enseña Kaufman en Adaptation -la cual tengo por teoría estética suya-, supondría "llegar justo a donde se pretende transitando todos los caminos equivocados posibles".

En Adaptation, tanto más intenta evitar Kaufman al tópico en la tarea de crear una "pura" obra de arte, cuanto termina cayendo en todos los errores que pretendía evitar.

Lo que sucede es que no sólo utiliza el tópico, sino que lo sobre-explota, de manera que en la escena final se produce la sencilla película sobre flores que pretendía. Eso sí, lanzada por toda la carga acumulada en un itinerario donde la acumulación paradójica de tópicos, somete al espectador a un carrusel emotivo donde los signos más manidos vuelven a cargarse de contenido simbólico.

El de Kaufman es otro modelo. Quiero decir, que me parece acertada la cuestión tal y como queda planteada por Vicente. Pero si la cuestión pasa por descubrir dónde nos llevan los presuntos objetos de la especulación más allá de su inmediato escrutinio, a mí me asalta otra pregunta, ¿seríamos capaces de asumir como finalidad del arte a la magia sin ningún tipo de aplazamiento metafórico?

...(continuará)

Anónimo dijo...

Los tres investigadores, claro que sí: Jupe, Pete, y, ¿Bob? Ha pasado mucho tiempo que no me introduzco por el tubo que me lleva al centro del parque de chatarra desguazada.

Logiciel, está "diseñado para enganchar", es parte de la gracia, hasta donde lo sepamos ver.

No creo que nos estemos centrando tanto en Lost o en los Niños Perdidos del Sentido, la verdad. Un lugar como Abrams City necesita sus anacoretas, sus tramas secundarias, aunque sea para saquearlas festivamente y regresar con argumentos inesperados. Su capacidad para cavar más hondo en recipientes o superficies tenidos por huecos es un logro casi científico. Habrá quien considere que no más es una visión zoom de una realidad no tan brillante. Habrá quien lo vea como el signo de los tiempos, y como inevitable condición, mejor que se pueda disfrutar. La tendencia es acabar valorando más las estilizaciones, los esquemas revestidos de textura humana, que diría Daniel Torres, antes que la de quienes las consumen. Ningún problema con ello excepto quizá el eterno problema de la (suficiente) verosimilitud. Me interesa más analizar porqué nos parece "menos" algo porque parece carecer de medios, porque no sabe usarlos, eso sucede; y también, está claro, qué pasa cuando se decide trabajar con "menos". Una postura maximalista y barroca se puede dar en muchas direcciones; quizás lo que encuentro discutible es la supuesta obligación/conveniencia de conocimiento de la realidad multiforme que el narrador caleidoscópico ha de reflejar si quiere mostrar el mundo de ahora. Hay muchas caras que están ocultas, y no la más actual(izada) (por Abrams, no sólo Lost) es la que será vigente más adelante. Si el problema es desaparecer o no, que see lo digan a Louise Bourgeois, el fallecido Paul Thek (cuya expo retrospectiva se clausuró hace no demasiado en el MNCARS), o Henry Darger. Visiones paralelas, vías fronterizas. Y por ahí andamos.

Otro asunto es porqué la asimilación de una mitología colectiva y exportable es aceptada en cuanto importación pero es casi imposible de aceptar como adaptación autóctona, caso de los superhéroes como arquetipo, pero extensible sobre todo a la actitud, a la plantilla del camino del héroe que tan poco creíble es en otros idiomas, con sus propios antimodelos y arquetipos.

Dificultades, (no hace mucho vi la última parte de Jerry Maguire y me pareció todo un catecismo)Matthieu Kassovitz decía en una entrevista que L`Haine no había triunfado en EEUU porque había tres amigos: un negro, un magrebí y un judío a vueltas con un grave problema que era llevar la pipa de un policía por la calle...

Si lo vemos bajo el prisma de la seducción funciona algo mejor, porque es muy atractivo algo que también nos hace atractivos, activa el deseo y entonces, nos pierde entreteniéndonos. Si de paso vamos resolviendo enigmas y avanzando entre Klingons y vulcanianos, ni te cuento. Y no lo digo de coña, de verdad. La euforia es contagiosa como la fuga de un escapista. Un saludo y hasta otra.
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c.m.

Jesus Andres dijo...

Bravo.
Bravo!!!
Qué delicia leerles.

De paso que traduzcan el Thrilling Tales, edited by Michael Chabon.

Anónimo dijo...

David Torres en "Tropezando con melones", desde Hotel Kafka:

"La novela catódica
[...]¿Y qué es la novela catódica? Una idea que se me ocurrió cuando terminé de ver la mejor serie de televisión que se haya hecho jamás: A dos metros bajo tierra. La duración de una película viene a ser de dos horas, dos horas y media, con lo que equivaldría a un relato más o menos largo. En cambio, una buena serie de televisión puede durar tres, cinco o siete temporadas, es decir, cincuenta, sesenta y hasta noventa horas de visionado: el equivalente a un novelón de Dickens o Galdós, quienes no en vano muchas veces escribían por entregas.



Hace unas semanas acabé el último episodio de The Shield y desde entonces estoy huérfano. Sólo entonces comprendí cuánto me importaba el destino de esos personajes con los que había convivido durante varias semanas. ¿Qué voy a hacer ahora sin ellos? No podía ni imaginar el desamparo de los telespectadores que tenían que esperar meses y hasta años para volver a entontrarse con el gran hijoputa de Mackey, con el tonto de Shane, o con el bueno de Dutch. La capacidad de los guionistas para rizar el rizo de la tensión y aumentarla capítulo a capítulo nos lleva directamente hacia los aledaños de un nuevo género.

Los Soprano, In Treatment, A dos metros bajo tierra, The Shield, no son series tradicionales más, meras cuentas de collar con personajes planos y conflictos que se resuelven en un solo capítulo, sino estructuras formidables, con protagonistas enormemente complejos y facetados, y conflictos que se ramifican y prolongan en el tiempo. Por cada puerta que se cierra en un capítulo se abren tres. Tony Soprano y Vic Mackey son, probablemente, los malvados más fascinantes, profundos y atractivos que hayan paseado por una pantalla en los últimos tiempos. ¿Y qué personaje conocen ustedes que esté más vivo que Nate Fischer, el hombre que nunca hace lo que quiere sino lo que que piensa que los otros creen que debe hacer?

Vi dos veces A dos metros bajo tierra, es decir, gasté ciento ventitantas horas de mi vida en las alegrías y desdichas de esta familia de enterradores y no doy por perdido ni un solo minuto. He visto casi de un tirón las siete temporadas de The Shield, algunas noches cuatro o cinco capítulos de una sentada, y estoy seguro de que tarde o temprano la veré otra vez, de cabo a rabo. La televisión ha alcanzado la mayoría de edad. Ya no sólo le habla al cine de tú a tú, sino que hoy en día es muy difícil encontrar una sola película que tenga pasajes tan brillantes y personajes tan vivos como los que pueblan la pequeña pantalla (en España, mejor no hablamos).

Algunas de las mejores frases de los últimos años están aquí: “Vamos a encontrar la verdad y ya veremos qué hacemos con ella” dice Vic Mackey a sus hombres. Y David Fischer, el hijo gay de la familia de enterradores, le pregunta a un cura si debe seguir con su novio si ve que la relación no le hace feliz. “No vivimos con alguien para hacer su vida más feliz” replica el cura “sino para hacerla real”."
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c.m.

Unknown dijo...

Pues yo estoy enganchadísimo a este post y a sus comentaristas. ¿Cuál es su McGuffin?

Anónimo dijo...

(Texto de David Pagel para la exposición de Juan Uslé en la galería Soledad Lorenzo. Otros modos de ver. Es largo pero creo que vale la pena mirarlo como un desvío lateral que no deja de reflejar lo real circundante)

En

www.soledadlorenzo.com

en exposición ACTUAL podréis ver imágenes de las pinturas, si queréis comparar lo leído con la pantalla.

Dando color en las líneas

David Pagel

En términos generales, los elementos principales que constituyen los deliciosos cuadros de Juan Uslé son la línea y el color. Asimismo, la forma y la textura contribuyen al impacto visual que sus obras causan siempre en el espectador, pero el papel que desempeñan estas dos técnicas formales es secundario, es decir, dependen totalmente del juego que lleva a cabo el artista entre la línea y el color. En el panorama actual podemos afirmar que este juego ha revolucionado la historia de la pintura situándose al mismo nivel que las extraordinarias maneras en que otros pintores han utilizado estos dos elementos pictóricos. Al mirar sus cuadros el espectador se siente libre para mirar el mundo de nuevas y distintas maneras, como si costumbres raídas y restricciones convencionales hubieran desaparecido para siempre y el mundo fuera un lugar nuevo, curioso, bello. Un mundo imaginativo y atrayente, donde el misterio y la sabiduría no fueran contrarios y el deleite y el análisis fueran compañeros bien avenidos, y siempre hubiera algo más que descubrir, no porque no se apreciara en una primera mirada, sino porque el mundo que se ve en estos cuadros es mucho más rico, denso, fascinante y lleno de matices que los códigos visuales a los que debemos traducirlo para acometer siquiera un atisbo de interpretación oral, mucho menos escrita.

En tiempos anteriores a que Uslé se las arreglara para hacer que línea y color piruetearan una en torno al otro en una danza envolvente y promiscua que les permite intercambiar sus funciones —al tiempo que ella utiliza lo mejor de los dos para abordar sensibilidades múltiples de manera espléndida y brillante—, los fines de estos dos elementos formales se hallaban en claro desacuerdo. Desde la sensibilidad y el impulso se les consideraba distantes, por no hablar de su cruenta oposición desde el punto de vista filosófico y metafísico. En la Francia de finales del siglo XVII surgió una fiera batalla entre la línea y el color, entre los seguidores de Poussin y los de Rubens.

En uno de los frentes se encontraba el dibujo como prioridad. Sus defensores insistían en que la línea separaba el caos del significado, pues obtenía orden, claridad y juicio del vacío y la nada, un punto de vista tajante y devoto. A su parecer, el trazo del artista conducía directamente al espacio más recóndito de su alma, a su ser más íntimo, a su genio y creatividad, donde, a buen seguro, la verdadera belleza de la existencia residía. Esta creencia aún prevalece hoy día, ya que el dibujo es comúnmente considerado la senda más rápida y directa a las ideas e intenciones de un artista.

En el otro frente se hallaba el color, al que los defensores de la línea desdeñaban por creerlo superficial, cosmético, femenino, incontrolable, emocional y desprovisto de esencia. Un elemento apropiado para ciudadanos de segunda y un divertimento para tales personas, pero sin virtud para sostener la solemnidad del arte serio, cuya tarea era transmitir sabiduría profunda y percepciones nuevas e imperecederas. Aun cuando Rubens y sus partidarios no apoyaban estas lecturas excesivamente compartimentadas ni estas posturas maniqueas, los valores culturales que dominaban la época (y hasta hace bien poco la nuestra también) menospreciaban su insistencia en la relevancia del color. El color era tratado como un mero elemento adicional al que era mejor eliminar pues más que clarificar confundía, más que satisfacer seducía, y en lugar de transmitir distraía. Esta oposición fundamental entre la línea y el color nos conduce aún más atrás en el tiempo, pues recuerda una controversia similar que surgió en Italia en el siglo XVI, cuando el arte del dibujo y la linealidad de artistas toscanos como Leonardo, Miguel Ángel y Rafael se contrastaba y enfrentaba a la obra colorista de pintores hedonistas venecianos, como Giorgione y Ticiano. Un debate cuyos ecos todavía nos alcanzan. Los hemos podido sentir en los esfuerzos impresionistas para lograr un arte literalmente extraído de la sensación o impacto visual. También se perciben en el regreso de los post-impresionistas a los contornos pintados con capas gruesas, a la más cruda materialidad de la pintura, a una emotividad trastornada y a menudo violenta, que alimentaría posteriormente al Expresionismo y a su vástago, el Surrealismo. El color desaparecería prácticamente en el Cubismo, cuya prioridad sería un análisis y cálculo mental deliberadamente fríos. No tuvo una gran presencia tampoco en el Dadaísmo y el Conceptualismo, en el Arte Povera o el Nuevo Realismo. Sí que reaparecería con cierta energía en el Expresionismo Abstracto americano, en la abstracción formalista y en la pintura de campos de color, si bien únicamente como antídoto a la predominancia de la línea, la racionalidad y el intelecto, factores esenciales para corrientes como el Minimalismo, Post-minimalismo y gran parte de los formatos mayormente académicos del Post-modernismo.

Las pinturas de Juan Uslé se elevan victoriosas en este escenario dual, pues en ellas la línea y el color son tratadas de igual modo: como cómplices cuyas simpatías y sinergias son más convincentes que sus diferencias, cuyos paralelismos y solapamientos son infinitamente más fascinantes que sus discrepancias, y cuyos bordes permeables y similitudes escurridizas conforman un todo en expansión que es más grande que la suma de sus partes y que acaba convirtiéndose en algo inmenso, contagioso, sublime y acorde con su propia idiosincrasia. La obra de este artista es un brillante ejemplo de esos momentos inesperados y exquisitos cuando todo simplemente encaja de manera accidental y fortuita, pero práctica, pese a nuestras mejores intenciones y no por nuestra culpa. Cuando esto ocurre, la realidad mundana y pedestre, la monotonía tediosa se convierte súbitamente en algo hermoso, emocionante y vivo —sin por ello dejar de ser normal y corriente, realista, por no hablar de inespecífica, llana y siempre accesible. Uslé pincela este equilibrio precario con un aplomo espontáneo, que insufla a sus cuadros ese “no sé qué”, que tanto amamos de la vida, cuadros tan abiertos y difusos que siempre hay algo para cada uno de nosotros en la sencillez de sus composiciones, en sus colores cotidianos y en sus ritmos vibrantes.

Lo primero que Uslé hace en sus pinturas es quitarse de en medio. No hay nada especial en sus líneas. No son expresivas. No son únicas. No son firmas inimitables que expresan la singularidad de su propio ego. Y lo que es más importante, nunca han pretendido transmitir a los espectadores una vista privilegiada de su vida interior, ese maquillaje psicológico exclusivo del ser traumatizado que ha abundado en el arte moderno desde que el Romanticismo priorizara la subjetividad y el Expresionismo alineara al individuo atormentado con cada gesto cargado de significado en su obra, la abstracción popularizase este enfoque profundamente freudiano, interpretando cada seña artística como prueba de trauma infantil, de ansiedad adulta y la combinación explosiva de estos dos potencialmente incendiarios elementos. Por el contrario, las líneas de Uslé son frías, prácticas, libres de todo este drama de altos vuelos, de esta intriga melodramática, operística y pomposa. Ninguna nos lleva a las proclividades de su toque personal, ninguna se esfuerza por convertirse en fetiche o dejar huella.

Una y otra vez, Uslé comienza sus pinturas pequeñas, íntimas y encantadoras, aunque grandes en la experiencia de contemplarlas, haciendo marcas que no se antojan más complicadas, estetizadas o llenas de sentido que las que imprimen los presos en las paredes de sus celdas para contar sus días de confinamiento, como en las películas en blanco y negro, aguardando pacientemente a que suceda algo dramático que altere su rutina. Al mirarlas por primera vez, pinturas como Nilo negro, El fondo de tus ojos, Cerca de los géiser, Again the Cubas y Mambrú, parecen consistir en una hilera tras otra de marcas cortas verticales hechas manualmente y por lo tanto distintas unas de las otras. Sin embargo, lo que les otorga relevancia no son tanto sus diferencias como su efecto acumulativo y global: la sensación de que registran la acumulación del tiempo lentamente construida, la regularidad de una misma cosa hecha un día sí y el otro también, una y otra vez, mientras las semanas se convierten en meses, los meses en años y los años en toda una vida, la cual, súbitamente, nos parece pasajera.

Pero al mirarlas con más atención advertimos que las marcas del artista no se han hecho de manera individual, que ni siquiera registran el movimiento vertical, de arriba abajo, de un instrumento de marcaje (ya sea un bolígrafo, lápiz o pincel) en la mano del artista. Cada fila de marcas de aproximadamente ocho centímetros fue realizada con un enjugador con el que empujaba horizontalmente la carga de pintura en el lienzo, unas veces rápido, otras lentamente, pero siempre aplicando distintas presiones con el fin de obtener las interrupciones inquietas, temblorosas que dividen la línea principal en líneas más pequeñas que, a su vez, atraviesan todo el ancho del cuadro. En resumen, Uslé pinta líneas anchas horizontales que constan de secuencias de líneas verticales cortas. La base de la composición de sus cuadros es una serie de bandas horizontales surcadas o estriadas verticalmente, cada una de las cuales está compuesta por tonos suavemente degradados de colores modulados con sutileza que pierden intensidad de oscuro a claro, o cuya saturación se intensifica, pasando de claro a oscuro. El principio y Rubicón no son diferentes en esencia, los únicos rasgos distintivos que presentan son, en el primero, que las anchas bandas están orientadas verticalmente, y en el segundo en círculo, en forma de arcos concéntricos.

Las bandas estriadas de Uslé generan movimientos en múltiples direcciones. Para seguir una de ellas debemos mover los ojos tanto horizontalmente (en barridos largos y fluidos), como verticalmente (en recorridos rápidos de arriba abajo). No resulta difícil realizar los dos ejercicios simultáneamente. Pero es algo fuera de lo común, un caso emblemático de lo que el cuerpo es capaz de hacer, o de una aptitud física a la cual la mente no está acostumbrada, al menos no a reconocerla, especialmente cuando se usa más para filtrar o simplificar con el objeto de hacerse un pequeño hueco en este bombardeo de estimulación visual que produce el exceso de imágenes en nuestros días. Sin ser ajeno al ritmo desenfrenado de la vida moderna, Usle produce pinturas que no rehúyen este incesante aluvión visual, sino que al contrario, el toque levemente ardiente de sus obras sensibiliza nuestra vista y nuestras mentes a las sutilezas de la estimulación visual, invitándonos generosamente a disfrutar de los distintos matices que se pueden crear al contemplar la cosa en apariencia más simple con una atención perspicaz.

Estos complejos movimientos entrecruzados desempeñan una función prominente en sus pinturas de gran formato, Espía de palabras y Pérdida en Bogotá, conformando, en la primera, una base sólida en naranja fuerte, sobre la cual se asienta una extensión fracturada de filamentos separados, ritmos entrecortados, diagonales disonantes y espacios rotos, y en la segunda una compresión etérea de marrones tierra que constituye el terreno para sus ondulaciones, sus garabatos rojos y blancos, para varios fragmentos descarriados y una abertura que sirve de ventana al espacio profundo.

Las pinturas en que dichas bandas estriadas no son el elemento dominante despliegan, por su parte, un sinfín de otros gestos responsables, una vez más, de la distancia infranqueable entre el significado del trazo que pretende el artista y los efectos ópticos que producen las líneas. Tres de las de pequeño formato, Repliegue(día), Repliegue (noche), y Sinuoso, se asemejan a primeros planos de fotografías o a ampliaciones aumentadas de las líneas surcadas que figuran de forma prominente en el conjunto de la obra de Uslé. En las tres, las curvas o pliegues son exagerados, como si estuvieran enfocados con el zoom, de modo que cada uno presenta la solidez arquitectónica y el efecto ficticio de una forma tridimensional, su peso y volumen, su trama y urdimbre, una fuerza con la que medirse y a la que hay que tener en cuenta. Dos veces mayores que éstas últimas, Las navajas y Bonjour Monsieur Nemo traducen la calidad física, fragmentaria del collage clásico pre-digital que consistía en cortar y pegar, a la pintura abstracta. Para ello utiliza, por un lado, zarcillos delgados de color como si fueran más afines a trozos de papel recortado que a aplicaciones de pintura; y por el otro coloca fragmentos pictóricos como si estuvieran superpuestos, como partes de páginas pegadas unas sobre otras. En la obra de mayor tamaño de la muestra, La novia de Belchite y su espontánea compañera, un cuadro en sentido horizontal llamado El gran patinador, Uslé suelta las líneas y las deja fluir en todas direcciones. El gran cuadro rojo es una suerte de meditación post-digital sobre la ausencia de rumbo y la disolución. Hay en él una cuadrícula que se funde recordándonos la tensión y el orden con el único fin de sugerir que dicha consistencia y estructura son inadecuadas para la tarea de captar la complejidad de los violentos movimientos del mundo virtual, por no hablar de los fallos en la información descargada, que interrumpen la fluidez de la superficie del cuadro como desgarrones en el tejido de la realidad, o muestras de esas cosas inolvidables que no encajan en un programa predeterminado. El gran cuadro horizontal que asoma sobre un fondo blanco opaco que no llega a ocultar aquello que cubre, es un ensayo instructivo sobre las diversas maneras en que Uslé emplea la línea. Se trata de una guía concisa, enciclopédica, que trata los tipos de línea observados en sus otros cuadros, cada una trazada en su propio espacio, revelando sus movimientos escurridizos en múltiples direcciones, su energía garrapatosa, su dinamismo tranquilo y su calor frío.

Basta con decir que en la mano de Uslé, el dibujo ya no es lo que era. El simple hecho de que casi todas sus obras se construyen a partir de líneas anchas que a su vez se construyen partiendo de líneas finas es esencial para la subversión de la idea arcaica de que las líneas son elementos singulares y el dibujo una práctica unificada, o que los dos juntos proporcionan un acceso directo al trazo del artista, a su sensibilidad, a su ser y a su alma. Las líneas de Uslé tienen propósitos muy diversos entre sí que consiguen mucho más que la propia división, definición y clarificación. Complican las cosas de maneras que hacen absolutamente imprescindible el goce visual, sin ser frívolas o triviales, simplemente instan a sentir el placer que todo arte debería proporcionar.

En los últimos siglos el placer visual ha sido un cometido del color. Y Uslé cambia las tornas respecto al color del mismo modo que sabotea todos los supuestos sobre la línea. Sus colores empiezan con la misma normalidad cotidiana que sus líneas. No son chillones o llamativos, extravagantes o dramáticos, tampoco parecen cargados de un significado especial, sino todo lo contrario; son bastante anónimos, alejados de toda singularidad, expresividad y revelación de cualquier interioridad psicológica, como las rudimentarias marcas al alcance de todo el mundo que son sus líneas. Su fría y práctica paleta incluye los blancos y negros, y en medio montones de grises. También están presentes los primarios —rojo, amarillo y azul—, así como los secundarios —naranja, violeta y verde—. Y esto es prácticamente todo. No entran elementos extraños en su lienzo. Todas las sutilezas en los tonos y tintes de las imágenes físicamente resplandecientes de Uslé residen no en las identidades de los colores que emplea, sino en cómo lo hace. El jugo se halla en la translucidez, los cambios en la saturación, y el impacto que causa el movimiento del perfume ligero, apenas perceptible, de los rosas pálidos al refulgente, vivo de los rosas fuertes, deliciosamente físicos, y a los rojos incipientes e intensos, y a los borgoñas suntuosos y empapados; así como el paso de turquesas extrañamente alterados que se antojan formados por nada excepto aire coloreado, a densos y suculentos celestes que parecen algo así como un halo de luz líquida. Uslé es un maestro en electrificar lo etéreo, no mediante sacudidas estridentes de energía y llamativos contrastes, sino por medio de un brillo o resplandor tenue pero constante, de finos rumores y ritmos suaves y ondulantes.

En consecuencia, sus líneas no existirían sin el color. Del mismo modo que cada una de sus líneas esta compuesta de líneas más pequeñas que viajan a través de ellas, estas combinaciones autorreflexivas o autorreferenciales de líneas hechas de líneas se componen de nada excepto vestigios flotantes e intangibles de color. Uslé mezcla sus colores, esforzándose por deshacer pigmentos en polvo y formar soluciones que se evaporan rápidamente, dejando sus “huellas digitales” etéreas suspendidas delicadamente justo encima de las superficies de sus lienzos cuidados. No existe forma, contorno o silueta que perturbe cualquiera de sus cuadros atmosféricos, que se las arreglan para conjugar lo nítido y lo etéreo, la precisión y la ingravidez vaporosa, debido a las ingeniosas maneras en que hacen a la línea y el color trabajar al unísono. Uslé no dibuja en el espacio como hacen los escultores sino con el espacio, como los pintores. Y ésta es la razón por la que sus cuadros pequeños parecen tan grandes, tan despejados y expansivos, tan alegremente indefinidos, lejos de estar restringidos por sus dimensiones reales. Hechos a partir de líneas que no dividen nada salvo a sí mismas, y de colores que convierten los espacios más diminutos en mundos dentro de otros mundos, cada uno de los tremendamente generosos cuadros de Uslé, obras humildes en su elegancia, concede al espectador la libertad para moverse en ellos, no sólo para mirar al mundo con nuevos ojos sino para vivir en él con una actitud saludable, una mente rejuvenecida, y un interés renovado por los detalles aparentemente más pequeños.
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c.m.

Vicente Luis Mora dijo...

La verdad, estoy flipando con las cosas que estáis escribiendo. Hoy tengo un día complicado, pero esta noche entraré a fondo y responderé; de hecho, ni siquiera he podido comentar el interesantísimo primer comentario de Germán. Eso sí, a quien me pregunta cuál es mi McGuffin le recomiendo que lea los dos interesantes comentarios de Abund1@... Saludos y gracias a todos.

Luis Ángel Abad dijo...

Conforme Vicente avanza en la interpretación de Abrams, se dan pasos en un terreno donde salta del enigma al misterio. Y puede que eso vaya suponiendo un cierto avance en un proceso de adentramiento. Pero incluso ante la tentación de reseñar que convendría llegar a hablar más de Misterio que de misterio, quizás todavía se sigue aplazando el momento de tratar directamente con el término que nos aboca inevitablemente a replantear el asunto de raíz: "magia".

Enigma, misterio, truco, ilusionismo... ¿Por qué no hablar claro? Digámoslo abiertamente: "Magia". En realidad el texto es una especie de torbellino semántico que gira hacia un ojo de huracán habitado por la experiencia ilusionante de lo mágico. Sólo que este hecho queda mantenido en secreto por las desastrosas connotaciones que arrastra el término.

Pero en el propio artículo se menciona explícitamente a Alan Moore, de quien sabemos que al proclamarse mago como paso inevitablemente lógico en su evolución artística, no hizo más que demostración de su valentía. Y también cuando Vicente recuerda que Abrams explica "cómo su poética consiste, en esencia, en contar historias de modo que sea imposible plantear un spoiler porque lo sustancial está aplazado, oculto o diferido en la trama", a uno le vuelve a la mente Moore con su voluntad de experimentar narrativas específicas del comic imposibles de trasladar a otros medios dominados por la ortodoxia de un discurso dirigido a las masas.

Puede que desde la tradición ilustrada encontremos en la magia justamente la clave de acceso al terreno de lo irracional y lo inconsciente. Bueno, cuando escuchamos hablar a Alan Moore sobre "el sentido" de la magia, la "razón de ser" de la magia, yo no veo a alguien inconsciente sino todo lo contrario. Veo a alguien superconsciente...

Entendiendo a la magia básicamente como lingüística primordial, entendiendo el quehacer mágico como un manejo de símbolos para provocar alteraciones de conciencia, entendiendo que no otra cosa está al comienzo de la propia noción de conocimiento, que no tenemos más que apropiación del lenguaje para ensanchar los límites del mundo por la capacidad de matizarlo en la visión que de él obtenemos por el uso de palabras, símbolos, imágenes, distintos elementos codificados... ¿cómo no asumir definitivamente que el interés por el arte como principio fundamental de re-creación no puede ser en última instancia más que mágico?

Y entonces, si esto se intuye de la posibilidad de señalar a Abrams como un paradigma narrativo actual, entendiendo la comunicación dispuesta por internet como una suerte de correlato genérico y encontrándonos por medio de nuestros blogs, se me ocurre una pregunta:

¿Podríamos identificar en las soluciones dadas por los modos de comunicación generados mediante las herramientas de internet, algunas características que nos hablaran de condiciones donde pudieran arriesgarse resultados que específicamente propiciaran y fomentasen el manejo del sustrato mágico de la creatividad y el arte frente a la vieja estructura productiva de la literatura moderna, generada por el autor romántico y administrada mediante el libro como formato?

O dicho de forma más sencilla y quizás más escandalosa, ¿podría considerarse la posibilidad de señalar un arte específico llamado "blogueratura" por contraposición a la literatura moderna, en tanto capacitase mejor que ésta para recuperar el sentido mágico de la creatividad?... continuará

Vicente Luis Mora dijo...

Abund1@, tu interesante monólogo, lleno de preguntas que nadie contesta, merece un diálogo por mi parte aunque -como bien sabes- no voy a darte el gusto de entrar en el centro de la cuestión –la de qué me propongo- sino ajustarme a tus bucles y penetrar en la entropía. Es mi modo de darte las gracias.

Comienzo por el final de tus razonamientos y voy hacia atrás, precisamente porque cuando tú hablabas de otros tipo de magia a mí se me ocurrían dos: el misterio -prefiero misterio a magia, esta palabra tiene connotaciones esotéricas inmediatas que no me atraen- de la entropía física y el misterio del azar tecnológicamente convocado. Y perdona por el uso de la palabra "convocado", que también arrastra connotaciones indeseables. Pero caminamos sobre una delgada línea invisible (si fuera roja la veríamos) y es fácil que cuanto hagamos o digamos conlleve reminiscencias del lado oscuro.

Oscuro es una palabra que me gusta. Lo primero que trae a mi cabeza cuando la veo o escucho es a Mallarmé, lo cual es un buen principio, y más para estas cuestiones, si pensamos que Mallarmé utilizó en su obra: 1) la magia a la que te refieres (incluso gotas de esoterismo, también). 2) la magia de la entropía, que convocaba directamenteestableciendo la relación del azar con el golpe de dados. 3) el misterio de adelantarse a la tecnología de su época, revolucionando el código escriturario y la construcción del artefacto libro.

¿Estoy comparando a Mallarmé con Abrams? Ya sabes que no.

La blogoliteratura -que practico conscientemente: soy estudioso de ella y eso me permite saber dónde están los demás y saber qué es necesario para continuar- es una vía, por supuesto. Puedes incluir en ella lo que quieras. También escamotear, dejar atrás, lo que te interese, sea para crear misterio, sea para despistar. ¿Qué hago, despistar u ocultar? Tienes razón: es imposible adivinarlo si yo no lo digo, y aunque lo dijera sería sospechoso... Y estamos en la edad de la sospecha, tienes razón en eso también, desde Nietzsche. Tras él hay toda una escuela de la sospecha en cuyos muros me siento muy cómodo... de vez en cuando. El pensamiento libre y digno del nombre, como sabes, está más allá de los muros y de la idea de muro. Me gusta el blog porque no tiene muros, es un scroll vertical inacabable, lo cual plantea varias preguntas de interés: la blogoliteratura, ¿incluye o no los comentarios de los lectores? ¿Es posible, ético, pertinente, separar los posts de los comentarios? Porque aunque uno escriba los posts sin conocer los comentarios que llegarán, sí conoce a varios de los lectores, y por los comentarios que ellos dejaron en posts anteriores puede prever (¿incluso dirigir? sí, la respuesta es sí, alguna vez lo he hecho, para probar) sus respuestas.

No es inmoral hacer ese tipo de pruebas. Kafka utilizaba a Milena como objeto de experimento para saber si se puede enamorar a una mujer utilizando solamente la escritura de cartas.

Ahí también fue sí la respuesta. Pero yo no termino acostando con los lectores.

Bueno, no de momento ;)

Volvamos al supuesto anterior, no al de provocar la respuesta, sino al de preverla. ¿Ejemplos? Aquí sí puedo darlos, algunos son fáciles. Sé lo que sucedería si me ocurre escribir de algún poeta canario. Me encontraría en breve con uno o varios comentarios anónimos de dureza salvaje, escriba de quien escriba. Si escribo un post donde el tema toca varios géneros, estoy escribiendo ya bajo la mirada atenta de C.M. o de Alvy Singer, a los que imagino a mi lado supervisando mi borrador. C.M. y Alvy son cómplices, pero hay otros casos que son más complicados. Hay gente muy prestigiosa y de bastante edad que consulta el blog de vez en cuando. Lo sé porque ellos u amigos próximos me lo han dicho. Sé que hay filósofos prestigiosos que entran; eso me genera cierta presión cuando escribo sobre temas que rozan esa materia; pensar que L***, por ejemplo, se asoma de vez en cuando me produce un vacío en el estómago terrible; siempre pienso qué cara pondrá L*** cuando lea tal o cual post. Sé que hay hispanistas extranjeros que entran aquí para ver qué se cuece en España, sé que hay editores que echan un vistazo para ver de quién se habla y cómo. Por eso me ha hecho gracia cuando has comentado lo del prestigio. Yo me lo juego cada vez que escribo, y escribo bastante... Este post no es más arriesgado que el que dediqué al poemario de García Román, por ejemplo. En Diario de Lecturas he cometido barbaridades y atrevimientos metodológicos sin cuento. ¿Crees me pregunto el prestigio que me dan o me quitan? Yo soy escritor, hasta cuando escribo la lista de la compra. Escribo sin calcular las consecuencias -y así me va-. Responderás: pero si hace un par de párrafos decías que eres muy consciente de quién va a leer lo que haces y en cierta manera te influye. Si piensas eso, es que no me he explicado bien; lo intentaré de nuevo: es cierto, sé quien va a leerme. Y no dejo que me influya. Cuando me surge algo que sé que puede molestar a alguien, lo escribo, me entra la duda y luego, finalmente, lo dejo tal como está. Cuando pienso en las posibles consecuencias editoriales –o afectivas- que puede traerme poner a caldo un libro, y se me pasa por un momento cambiar mi texto o no publicarlo, recuerdo aquella frase genial del capitán Jack Sparrow en la tercera entrega de Piratas del Caribe: “me gustan esos momentos. Me encanta saludarlos con la mano mientras pasan”. Así que saludo al momento de duda y publico el texto. No pienso si este tipo de elecciones me da prestigio o no. Me dan independencia. A día de hoy, puedo decir que hago lo que me sale de las narices, en todos los géneros. No tengo más libertad aquí que en mis poemarios o en mis otros libros: tengo la misma en todo. En septiembre podrá verse una prueba. Eso no me da prestigio –ni mucho dinero, te lo aseguro, entre otras cosas porque el 93% de lo que hago lo hago gratis-. Pero me da una tranquilidad de conciencia absoluta. Eso no hay dinero que lo pague.

Esta que practico es una filosofía de la exposición que algún día desarrollaré y que me provoca un desgaste enorme. Muchos amigos escritores me lo dicen: ¿qué necesidad tienes de jugártela una o dos veces a la semana, y encima publicando los comentarios vejatorios contra tu persona que escriben anónimamente algunos gilipollas?. No sé qué contestarles. Me pongo en la picota con cada post, y con post como este de Abrams –eso lo has visto bien, Abund1@- todavía más de lo normal. Propongo escenas de ejecución hipotética donde el único ajusticiado, de haberlo, sería yo mismo. ¿Por qué lo hago?

¿Y si no hubiera por qué?

Ahora ya lo ves, ¿no es cierto? Ahora ya entiendes qué es lo que me interesa de la poética de Abrams. A él tampoco le importan las consecuencias. Sujeto a la presión de los presupuestos millonarios, de la atención mundial, de la prensa, de los millones de dólares que le costaría un fiasco como productor, por su cabeza pasa a veces, durante unos momentos, la poderosa tentación de no arriesgar, de no jugársela, de conservar. De ser clásico. Entonces, en esos momentos, Abrams sonríe.

Y luego sigue adelante.

Saludos.

Anónimo dijo...

Hola Vicente:

Uf!!

¿Qué ha sido de la curva de la cafeína ? Con buen ánimo cómplice (con o sin mi pesar)intentaré "ajustarme a tus bucles y penetrar en la entropía. Es mi modo de darte las gracias"

También "prefiero misterio a magia
Oscuro es una palabra que me gusta", si bien el resto, el "adelantarse a la tecnología de su época, revolucionando el código escriturario y la construcción del artefacto libro", son competencias de cada lustro por decir un período mínimo ageneracional.

"¿[...]comparando a Mallarmé con Abrams[...]?"

Porque está fenomenal, "también escamotear, dejar atrás, lo que te interese, sea para crear misterio, sea para despistar.(¿incluso dirigir? sí, la respuesta es sí, alguna vez lo he hecho, para probar)" Pillín, pillín; y no sigo porque no más ha sido alguna vez, dices...

Por supuesto que podemos sentir "un vacío en el estómago terrible", como en los minutos anteriores a un buen examen, pero, ¿tanto?

Esta me ha hecho mucha gracia, por aquello de la prosodia, las rimas internas y el cuadrar números (una vez tuve un ticket de Mercadona de 10`00€ redondos, ¡y se me olvidó guardarlo!): "escritor, hasta cuando escribo la lista de la compra. Y no dejo que me influya".

Instantes: "me gustan esos momentos. Me encanta saludarlos con la mano mientras pasan”, tanto como aquellos que citaba Juan Muñoz cuando decía que le gustaban aquellos en los que no pasaba nada, como cuando alguien se acerca y dice ¿tienes fuego?

El final me ha descolocado un poco. Jacques Tourneur,si no me equivoco a estas horas,dijo que "no se elige hacer cine fantástico", una aproximación al presente nos lleva a "la poética de Abrams. A él tampoco le importan las consecuencias. Sujeto a la presión" [...] resiste "la poderosa tentación de no arriesgar, de no jugársela, de conservar. De ser clásico. Entonces, en esos momentos, Abrams sonríe.

Y luego sigue adelante."

Me alegro por él, cómo no. Pero, considero que tampoco se elige ser clásico, eso no depende de uno del todo. No arriesgar o no jugársela es otra cosa, un trenzado de elecciones que no han de ofrecer un buen resultado que siga a las buenas intenciones, al menos, no siempre, por desgracia.

(Precisamente por eso me gusta la gente que sonríe y sigue adelante)

Pero seguimos hablando que aquí has pillado hueso y tendones, perdidos o no tanto en el hipersepacio. Un saludo y hasta pronto.
--
c.m.

Anónimo dijo...

Abund1@: "Enigma, misterio, truco, ilusionismo... ¿Por qué no hablar claro? Digámoslo abiertamente: "Magia". En realidad el texto es una especie de torbellino semántico que gira hacia un ojo de huracán habitado por la experiencia ilusionante de lo mágico. Sólo que este hecho queda mantenido en secreto por las desastrosas connotaciones que arrastra el término."

Nada termina nunca, la magia está en marcha. Las invocaciones han de tener en cuenta la precisión, saber llegar al límite de sus palabras.

También me interesa muchísimo Moore, o Morrison, pero metidos en fango arcano¿qué diríamos de Sherman Alexie o Jimmie Durham, que a voluntad hablan desde un punto de vista nativo americano o no, según les vaya? ¿Qué puede ser la magia si no es una visión alterada? Seguimos, entre cazadores de sueños y pies enormes.Un saludo.
--
c.m.

S. K. Caplan dijo...

Bueno, Vicente. No es mi intención recriminarte el post. Creo que es muy interesante y estoy seguro de que tu "deslumbramiento" es fruto de la lucidez (nunca mejor dicho) y no del embobamiento. Por otra parte, no creo ser sospechoso de menospreciar el universo de la narrativa fuera del libro. Me interesa Abrams, y me interesa Kaufmann, y claro que Kubrick fue genial, sobre todo cuando se apoyó en los hombros de gente como Nabokov o Tackeray, entre otros. Pero del interés, o el gusto, a la fascinación hay un salto que no tiene que ver con la humildad sino con otros mecanismos. Aunque decir esto es como convencer a un enamorado del sushi de que es pescado crudo. ¿Sólo pescado crudo?, no: es mucho más -dirá-. Si la narrativa fuera un ipod, no te discutiría que Abrams es uno de los más versátiles e interesantes. A mí me falta algo, eso que catapulta el entretenimiento al universo de la obra maestra. Y, repito, no es un prejuicio anti-televisivo, ni anti-visual; el último en trazar una frontera entre literatura "libresca" y literatura "fílmica" sería yo, te lo aseguro. Otro abrazo fuerte y a seguir provocando el debate.

Juan Carlos Márquez dijo...

Uno de los méritos principales de Abrams, creo yo, es el planteamiento narrativo de un enigma en los tres tiempos: presente, pasado y futuro. En Lost, por ejemplo, se plantean al unísono tres intrigas: la del presente, la de la recesión y la del futuro, y todas tiran con fuerza del espectador. Cuando se resuelve una, ya hay al menos otras tres planteadas en el grupo, como generalidad, pero a esas hay que sumar las individuales, que son multitud y también se van produciendo en los tres tiempos, de manera que sobre el tapete hay decenas de enigmas más los que traen consigos los nuevos personajes que van apareciendo o los que dejaron quienes desaparecieron. A eso hay que unir el poder de la doble fantasía. Pese a que no puede ser considerado genéro fantástico en esencia, Lost se sirve del catálogo de personajes del fantástico que recoge básicamente tres categorías físicas o psicológicas:

un ser normal en un mundo extraño. (Los expedicionarios de Alien, por ejemplo)

un ser extraño en un mundo normal. (El increíble hombre menguante o la mosca)

un ser extraño en un mundo extraño.
(el paradigma sería la taberna fantástica de la saga de La Guerra de las Galaxias)La doble fantasía

En Lost los personajes son extraños en un mundo extraño (y además son suficientes personajes para que no se agoten las historias) con lo cual esa veta del fantástico queda aprovechada a la vez que se agota la tritemporalidad a la hora de sembrar la trama de enigmas. Por eso, desde el punto narrativo, es un portento, pero ¿es el portento de un mago o el de un artista? ¿Se ha hecho antes o no?

Luis Ángel Abad dijo...

Ay Vicente, no quisiera alejarme de lo que intento plantear, pero permítase esta breve disgresión antes de volver a mandamiento.

Ojalá pudiéramos trasladarnos hasta los tiempos de Nietzsche al señalar el triunfo de la sospecha. La cuestión es más bien "tremendamente" "actual", o si se me permite: "permanentemente inminente".

Entiéndase lo que quiero plantear a fuerza de establecer una distinción quizás injustificada en sentido estricto, y que desde luego no va contra nadie. "Vivir la literatura" nos permitiría utilizar a Nietzsche para salvarnos de nuestra epoca viajando a su tiempo. "Literaturizando" la vida, se arrastra a Nietsche a nuestra época para verla por sus ojos. ¿Qué diría de una época construida sobre un relato oficial donde dos aviones derrumban tres edificios? ¿No supone tal cosa, la evidencia innegable del poder de la magia para imponer una visión del mundo? ¿Se convertiría de repente el paladín del irracionalismo en el defensor más acérrimo de la lógica cartesiana?

Pero mira, los distintos intentos de establecer ejes que remiten a un principio de sentido se impregnan de sospechas que surgen de la ilógica caída de aquellos "Ejes del Mundo" civilizado. El scroll vertical literario de tu blog ve aflorar sospechas sobre un protagonismo de la sospecha, por donde se abre hasta la cuestión política. "X". E "Y" otro ejemplo de hoy mismo, el nuevo proyecto de Hideo Kojima se anuncia viralmente sobre la sospechosa calma de un scroll horizontal.

Es que hay que asumir definitivamente que estamos abocados a pisar terreno movedizo... continuará

logiciel dijo...

Me parece que Mallarmé prefería el 'coup de foudre' al 'coup de dés', pero seguro que es desviarse del tema.

saludos

El Miope Muñoz dijo...

Ah! Kojima! Ese autor inventado por el periodismo tan amante de los mitos (o peor: tan confidente de los cahierismos mal entendidos) y tan poco conocedor del proceso creativo de sus últimos juegos. Los verdaderos autores estan saliendo ahora, del videojuego independiente y estan programados. Supongo que al periodismo de videojuegos siempre le quedará Kojima.

Como Lost, cuyo estupendo cierre de temporada ha presentado algo que YA estaba en el primer episodio y que han escrito Cuse&Lindelof demostrando la habilidad de estos como guionistas, capaces de cerrar una temporada y abrir un mar infinito de posbiilidades. Los tempos narrativos de Lost son los tempos que hay en uno de los tebeos favoritos de Lidnelof, Watchmen, obra maestra de su medio y que, a diferencia del aburrido y previsible Neil Gaiman (más ocupado en la mera reescritura posmoderna de viejos mitos, viejas estructuras del horror de la EC y mezclado con un guiño culto), tiene una catedral de ambiciones y resultados muy interesante en su medio y que lo hace avanzar: Watchmen es un juego de ecos, tanto como el tiempo que percibe de una forma totalizada nuestro personaje favorito (el Dios melancólico que se bautiza como Dr. Manhattan), en el que la elipsis es vital en su conclusión, su final absolutamente abierto tiene mucho que ver con el abandono del que lo percibía todo y que se suspende en una mano a punto de tomar los Objetos Perdidos mientras el mundo se reconstruye. Lost juega con los ecos, pero la partida ha empezado y mucho me temo que incluso cuando descubramos cuales han sido las reglas del juego, como en Watchmen descubrimos cual es el plan de Ozymandias y el resultado de las generaciones frustradas de superhéroes, no sabremos como terminará. Ya saben, Nada termina nunca, como diría la divinidad azulada (y americana).

O de paso rescato la Abramsmanía de verdad con Fringe, cuyo cierre final implica universos paralelos y a LEONARD NIMOY y a lucecitas en la pantalla, que parece aprovechar esa narrativa en directo (los capítulos se cuelgan en la web - legal - y en la global enseguida) que teje Abrams y que une indefectiblemente Star Trek y Fringe en su idea de los reinicios narrativos. Y Nimoy, viejo vulcaniano y viejo ultracuerpo, ejerciendo de guía, casi de chamán para una generación de ciencia ficción crecida con los míticos guiones (y los de verdad relevantes, los que se perdieron en todas sus entregas menos en la segunda) de Theodor Sturgeon o Harolan Ellison.

En definitiva, la vieja scifi, la vieja guardia de la imaginación contra una nueva, más misteriosa, más heredera del serial y con el porte de Serling, ese que sabía que el monstruo está en Maple Street (y los alienígenas arriba observando y ganando la batalla). Lo interesante del plan del villano de Star Trek es que todo es un error de Spock. Todo forma parte del fracaso de Spock que fue incapaz de hacer que Nero perdiera a su esposa (y qué esposa, nos dice Abrams con un guiño tiernísimo, es su Felicity, la ternura en persona) y el plan del villano no es tanto destruir la tierra, sino cambiar la historia. Separar a Kirk y Spock. Con lo que no contaba es que la historia se ha cambiado, de acuerdo, y Kirk y Spcok nunca van a conocerse del mismo modo, pero siempre hay un margen de elección. El dispositivo de Star Trek , como vemos, es algo más que los buenos contra los Malos. Es algo que implica a toda la narrativa y me parece muy interesante. Hay otros universos, por supuesto, pero la pregunta es si sabremos escoger el nuestro o descubrir cual es. Me gusta la mención a Mallarmé con la palabra magia que han explicado en sus intervenciones VLM y Abund1@, pero hay que rescatar el que le da Alan Moore, que la asocia también con una forma de sabiduría.

Luis Ángel Abad dijo...

En la blogoliteratura puede verse que la tradicional "publicación de la aventura" se somete a un giro radical por el que se convierte en una "aventura de la publicación". Algunas de las intrigas que se abren con ello han sido expuestas por el autor de este blog:

"la blogoliteratura, ¿incluye o no los comentarios de los lectores? ¿Es posible, ético, pertinente, separar los posts de los comentarios?"

"lo del prestigio. Yo me lo juego cada vez que escribo, y escribo bastante..."

"Propongo escenas de ejecución hipotética donde el único ajusticiado, de haberlo, sería yo mismo".

Como se puede ver al señalar estos peligros, subyace una intriga que apunta hacia la propia condición de autoría. Esta situación donde uno se enfrenta a su propia condición de autoría como frente a su némesis, replantea fundamentalmente el proceso creativo. Frente al territorio clausurado de la creación dispuesta por un autor que controla absolutamente los límites de lo que sucede en su relato, sea porque lo presenta una vez terminado y revisado, sea porque la publicación del libro supone asegurarse el sentido de lo que sucede, la aventura de la publicación viene a renovar en cada post la propia conciencia del compromiso del que escribe con el uso de la palabra: como un proceso de conformación vital abierto a los demás.

Hay algo en ello que renueva la posibilidad de convertir el uso comprometido de palabras en un proceso de realización "invocador". Mientras que el autor romántico viene a "evocar" una historia concluída, la publicación en blog nace de una vocación abierta a un diálogo que se completa en un futuro estrictamente trascendente. Cualquier autor celoso del valor de sus palabras y el sentido de su relato, podría sentir que semejante posición viene a limitar su capacidad creativa. Y de hecho, la predisposición a entender el derecho del autor a controlar absolut(ist)amente el producto de su creación, viene fijada por la que resulta ser, la categoría más central e inalienable de la estética moderna: la autonomía.

Pero mira, que algunos de quienes nos está tocando vivir estos de confusión venimos a sentirlo de otra manera, porque Vicente encuentra justamente su independencia en el compromiso que reafirma al ejercer cada vez esta aventura de la publicación según una declarada "filosofía de la exposición":

"¿Por qué lo hago?
No pienso si este tipo de elecciones me da prestigio o no. Me dan independencia".

Así que la cuestión está ahí. Y tocaría arriesgar un cálculo por ver de qué manera esta nueva posición de la persona ante la ejecución de palabra viene a liberar más de lo que limita.

O si, puesto que no hablamos más que de construir una visión compartida aprovechando que disponemos de nuevos medios que están en manos de todos, esta especulación no es más que producto de un engaño autoinducido por parte de quien la defiende, mientras la sospecha sigue su curso de corroer el completo margen de acción en su conjunto.

continuará...

Luis Ángel Abad dijo...

Vivimos tiempos de adiestramiento hedonista donde triunfa una pedagogía seductora, que viene a ver en el compromiso a un enemigo de la libertad. Hasta donde sé, no conozco márgenes de libertad que se ganen sin dar un paso al frente según un posicionamiento categórico, que arranca con un gesto de compromiso personal en una apuesta por uno mismo.

Ante el compromiso que se establece en la aventura de la publicación de donde nace la blogoliteratura, por el contrario, estamos en el trance de liberar la palabra. Y de liberarnos por la palabra.

Frente al modelo de la novela moderna, liberar al autor de la necesidad de contarlo todo. Liberarlo de tener toda la razon. Quien construye en un proceso de publicación abierta, sólo puede alcanzar a arrojarse sobre la consciencia del momento que ocupa, sobre la posibilidad de conformarlo mediante las palabras que utiliza, de manera que al momento de la publicación uno salga transformado por la suerte de su pericia según un proceso que no ha hecho más que abrirse.

Liberar a la palabra de ser el único elemento significativo. En internet la palabra convive con elementos propios de otros códigos. Imágenes fijas, iconos, banners, vídeos, etc.

La palabra no tiene por qué competir sino completar(se) con elementos de otros códigos. En realidad la palabra se libera de la tiranía de la página en blanco. Ante la página en blanco se corre el riesgo de iniciar un proceso de rellenado. Al encontrarnos en un medio que no se vive como vacío a rellenar, se puede evitar la tentación de empezar a "contar" palabras para ponerse a mirar cómo "cantar" -las palabras.

De hecho, si uno quiere realmente dar la versión más unica de sí mismo, en un contexto dominado, no por la página en blanco, sino por una saturación redundante e hiperinflaccionaria de palabras según un escenario de blogs donde se replican los discursos dominantes, se está invitado justamente a utilizar el lenguaje según un escrupuloso uso donde se viene a "secretar" una visión tan personal, que viene a ser conformadora de una manera re-creativa. Poietica como no puede ser de otra manera. La magia del lenguaje ha echado a andar. Para contar las cosas de siempre como siempre, ya están otros. Para construir un mundo nuevo en un diálogo de palabras escogidas, aquí estamos nosotros.

En este proceso abierto, cada fase concluída es un estadio en un territorio propenso a las hibridaciones... según los pequeños logros transformadores que tienen lugar en cada compromiso con la publicación. Un pequeño poema es por sí poca cosa. Una melodía parece insignificante. Una instantánea captura un momento. La mezcla compone una escena. Esa escena sugiere una historia. Esa historia se resume en lo que queda vivida por el sentimiento que la acoge. El sentimiento da pie a nuevas palabras. Si cada pequeño logro surge de un avance de consciencia, todo es suspectible de vivirse en un permanente campo de operaciones según "inversiones" que participan de una economía de lo sublime.

Y así es como puede plantearse la creación literaria desde la blogoliteratura hasta el punto de liberarnos de por la palabra.

"¿Pero liberarnos de qué?"
De nosotros mismos.

"¿Pero hace falta tal cosa?"
¿Pero es que se puede hacer uno esa pregunta sin correr el riesgo de convencerse de que es absolutamente real?... continuará

Anónimo dijo...

El hibridismo es más viejo que yo. Su reinvindicación no

Luis Ángel Abad dijo...

DESENLACE.

Desbloqueo tras desbloqueo llegamos al punto de desmontar el artificio final: la propia identidad.

Así como las categorías cerradas de autor y obra regulan un orden donde prevalece la distinción entre lo público y lo privado, esta distinción todavía resuena sobre una última dicotomía aparentemente incuestionable. La que establece una distincion natural entre realidad y ficción.

Es todo este entramado el que queda en crisis con los medios de producción dispuestos por internet, y a los que puede acogerse por lo tanto una posible blogoliteratura para encontrar su especificidad como medio creativo.

No es fácil romper con el influjo de la jerarquía de categorías subyacentes a la hora de comprender nuestro margen de actuación en medio de lo que sucede. Suele verse cómo, a la hora de participar en distintos foros, incluso aunque la gente se enmascare en nicks, tiende a participar en función de los parámetros dictados por los límites aparentemente razonables de su identidad cotidiana.

En términos prácticos, por el contrario, estamos en disposición de hacer un uso de los medios de internet donde inevitablemente se va a infringir la separación entre lo público y, si queremos, entre la realidad y la ficción. Tenemos la posibilidad de recrearnos mágicamente por un uso de la palabra que surge en un diálogo efectivamente transformador...

No tiene mucho sentido extenderse más en teorizar esa posibilidad. Es preferible intentar demostrarlo con la propia práctica.

Yo quiero pensar que este post albergaba algo más por parte de Vicente, un deseo oculto. Porque lo que no puede esconder el título de este post es un principio de apasionamiento, tan sólo moderado por los signos de interrogación. Supongo que Vicente busca en la literatura lo que otros en el arte y todos en la magia, en definitiva, una vía insospechada de trascendencia. Ir más allá de uno mismo. Superarse.

¿Verse incluso superado por uno mismo?...

Está a punto de suceder por efecto de su propia iniciativa...

Así Vicente Luis Mora va buscando por la vida impulsado por esta pasión desde niño, y recorriendo su vida, llega al punto en que comienza un post sobre Abrams...

El blog es más que un medio vivo. Es un crisol donde, por muchas limitaciones personales que manejemos sus distintos usuarios, las mezclas de valencia nos ponen al filo de ser más de lo que buenamente podemos llegar a concebir. Vicente Luis Mora ama la literatura, y por la magia de la blogoliteratura, está a punto de verse transformado en pura esencia literaria. Un sueño cumplido con el que nunca contó al comenzar este post, por la suerte de un uso mágico de la palabra, su confianza en la literatura, y su natural prestancia al diálogo.

Con el desenlace de esta especulación no sólo se cumplirá esta pasión secreta, sino que además nos acompañará la satisfacción de ver demostrado todo lo que aquí se suponía.

Algunos podrán tacharlo de burdo truco, o que en el fondo no estamos más que ante un ardid parasitario. Otros dirán que semejante juicio responde a las teleologías propiamente superadas por la blogoliteratura tal y como aquí se expuso previamente.

Algunos podrán afirmar que así no se demuestra nada. Hay quien dirá que estamos ante una broma de dudoso gusto. Otros pensarán que lo demuestra todo. Algunos incluso podrán ver en ello un fracaso, al entender que lo que está por suceder responde al guante que arrojó el propio Vicente Luis Mora a la hora de reivindicar una literatura que provoque esa atención inevitablemente urgente propia del deseo infantil. Y que en ese sentido no llegó a surtir efecto...

Habrá quien piense que el hecho de que un fenómeno extemporáneo como éste venga a tener lugar justamente en un post sobre Abrams, demuestra que Abrams tiene algo definitivamente especial.

Habrá quien vea acertadas algunas de estas reflexiones y habrá a quien le parezcan un conjunto de patrañas. Podremos decir lo que queramos y todo estará bien. Porque adoptemos la postura que adoptemos, nada cambiará la posibilidad de comprometerse

apasionadamente

con el hecho de que

en la vida que está por hacerse

nadie va delante

de la propia palabra

logiciel dijo...

La palabra no es más libre aquí, Abundio - me da palo poner la arroba- que fuera. Y si lo es, mal andamos.

Manuel G. dijo...

La polémica mueve, es madre de muchas cosas. Y a este blog hay que reconocerle que mueve. Que tiene una vida que otros no tienen. Para ello creo efectivamente que Vicente se expone, y por todo hay que felicitarle. Por no plantear sólo lo esperable, por no ir a lo seguro, como otros. Todo lo cual se potencia con que se puede discutir y discrepar contigo, Vicente, tranquilamente. A eso voy.

No veo problemas en que una serie de TV resulte un medio de arte narrativo. Yo diría, Vicente, que tu artículo lleva implícito el presupuesto de que habrá gente que niegue esta afirmación; iría dirigido a ellos.

Otra cuestión, que se puede separar de tu planteamiento conjunto, sería si el más grande los narradores es el tal Abrams.

La discusión sobre este segundo punto creo que entra dentro de lo personal, de los gustos etc... sería irresoluble tratar de determinar quien es el mejor en algo tan amplio como la “narrativa en cualquier medio”. Sólo la primera discusión merecería la pena, si alguien no estuviera de acuerdo en que las series de TV pudieran alcanzar el grado de artístico. Yo personalmente estoy de acuerdo. ¿Quién no está de acuerdo?.

Otra cosa es pensar que toda serie per sé vaya a ser una obra de “alta cultura”. En la cultura postmoderna, pop, o como quieras llamarla, hay mucho fetichismo, mucha mixtificación, mucha moda, y va a resultar ahora que cualquier culebrón terminará siendo una obra suprema, lo mismo que terminan siendo el novamás cosas como incluir el fútbol como temática poética, los anuncios de detergente, o los discursos de Obama. Yo creo que perdemos el sentido crítico, inmersos en una cultura de comunicación de masas, donde cosas absurdas acaban adquiriendo un valor inmenso que no tienen, por el mero hecho de ser productos fácilmente reconocibles por el consumidor, que circulan por todas partes. Esa puede ser una definición del típico producto artístico pop.

Vicente Luis Mora dijo...

Precisamente he esquivado la televisión como único referente porque lo que me parece abramsombroso es la capacidad de Abrams para expresarse artísticamente a través de:

-La escritura de guión de cine.
-La dirección de cine.
-La producción de cine.
-La escritura de guiones para televisión.
-La dirección de televisión.
-La producción de televisión.
-La composición de música.
-La actuación.
-La edición de revistas.
-La creación de páginas webs, algunas reales y otras falsas (hoax o apócrifas).
-El márketing viral.
-La creación de enigmas complicados, inteligentes y atrayentes para el público, que a su vez puede transmitir por alguna o algunas de las posibilidades expresivas anteriores, o por todas ellas a la vez.

Por eso creo que es un autor total. Si no hace literatura al uso, amén de los guiones, es porque no le hace falta. Hace narrativa por otros medios (por los medios). Saludos.

Manuel G. dijo...

Pero en la pregunta del título señalas exclusivamente lo de "narrador".

Muchas de estas cosas no las llamaría yo narración:

-La producción de cine.
-La producción de televisión.
-La composición de música.
-La actuación.
-La edición de revistas.
-La creación de páginas webs, algunas reales y otras falsas (hoax o apócrifas).
-El márketing viral.
-La creación de enigmas.

De todas maneras puede considerarse un valor aparte ser un autor polifacético, pero desde el punto de vista de la efectividad de la narración es indiferente que la música la componga un músico que el director. El director es el que hila, y por tanto el narrador (junto con el guionista).

Vicente Luis Mora dijo...

Esta es ya la tercera vez que lo digo, Manolo: Abrams no es narrador por ser una cosa u otra o por utilizar una u otra técnica. Lo es por el modo complejo, simultáneo, articulado y sincrónico con que utiliza todas y cada una de sus diversas potencialidades expresivas para contar una o varias historias. Saludos.

Anónimo dijo...

Abund1@ tose sobre la alfombra peluda:

"No es fácil romper con el influjo de la jerarquía de categorías subyacentes a la hora de comprender nuestro margen de actuación en medio de lo que sucede."

El margen es fronterizo con la mitad de algo con su propia inercia. La corriente nos lleva hacia un lugar como un delta u otra formación. En el peor de los casos, consiste en seguir pensando sin consecuencias visibles, inmediatas en el entorno "de lo que sucede"

"Suele verse cómo, a la hora de participar en distintos foros, incluso aunque la gente se enmascare en nicks, tiende a participar en función de los parámetros dictados por los límites aparentemente razonables de su identidad cotidiana."

¿La identidad cotidiana? Esta es a menudo un formalismo legal, pero deberíamos entonces irnos hasta otros puntos de vista que piensen en una verdad inmanente del individuo que ha de desvelarse (Gurdjieff y teosofías variadas), los parámetros forman parte del hábito, de los patrones y las costumbres. Si consideramos las construcciones de ingeniería como operaciones de transporte, como vehículos, los parámetros de actuación utilizados por nicks o identidades civiles de este "mundo real", son al mismo tiempo atajos de sentido para lo simultáneo.

"En términos prácticos, por el contrario, estamos en disposición de hacer un uso de los medios de internet donde inevitablemente se va a infringir la separación entre lo público y, si queremos, entre la realidad y la ficción. Tenemos la posibilidad de recrearnos mágicamente por un uso de la palabra que surge en un diálogo efectivamente transformador..."

Como decía Max en Días Extraños, "la cuestión no es si estar paranoico o no, sino estar lo suficientemente paranoico". A pesar de todo ello, intentar "ver" y transformar(se)suele ser, desde siempre, lo más procedente. Como decía Saul Bellow, "existence is still the job"


"[...] Es preferible intentar demostrarlo con la propia práctica."

Algo hacemos, mientras tanto. Un saludo y continúa(mos)...
--
c.m.

Anónimo dijo...

(Artesanos. De la mano a la boca y más allá)


La dignidad del artesano


JOSEP RAMONEDA
BABELIA - 16-05-2009

Todo libro cae en un contexto para el que no había sido forzosamente pensado. Su lectura estará siempre sesgada por el trasfondo social y cultural del momento. Richard Sennett acaba de publicar El artesano, el primer volumen de una trilogía dedicada, según sus palabras, a la "cultura material". La palabra artesanía designa "un impulso humano, duradero y básico, el deseo de realizar bien una tarea, sin más". Con lo cual es grande la tentación de ver en este artesano, que actúa con habilidad, compromiso y juicio -sea "un programador informático, un médico, un artista" o, simplemente, un ciudadano-, un contrapunto a la cultura de negación de los límites que nos ha llevado a la crisis actual: la insaciabilidad del especulador, del competidor y del consumidor. El deseo de hacerlo bien que caracteriza al artesano está siempre amenazado por la competencia -que prima la plusvalía sobre la calidad-, la frustración -por la negación del reconocimiento al trabajo bien hecho- y la obsesión- que es el riesgo que amenaza a todo artesano con la marginalidad-.
Sin embargo, el objetivo del trabajo de Richard Sennett es otro: reivindicar una cultura de lo material que ofrezca "un cuadro de lo que los humanos sabemos hacer" y que reconduzca nuestra relación con la naturaleza. Somos materia y accionamos con ella. Y es en esta acción que el artesano es el más hábil, porque consigue la mejor conexión entre la mano y la cabeza. Sennett quiere reivindicar el materialismo, una categoría degradada, "mancillada por el marxismo en la historia política reciente y por la fantasía y la codicia del consumidor en la vida cotidiana". Para ello se propone un trabajo en tres partes: El artesano es la primera de ellas; seguirán otros dos libros: Guerreros y sacerdotes, "sobre la elaboración de rituales que administran la agresión y el fervor", y El extranjero, "sobre las habilidades necesarias para producir y habitar entornos sostenibles".

Sennett hace en El artesano un despliegue de curiosidad -el gran motor del conocimiento- que le lleva por campos tan diversos como la escritura, la arquitectura o la música, siempre a la búsqueda de la habilidad, la peculiar forma de experiencia con que el artesano se encuentra con la materia y actúa sobre ella. Y al mismo tiempo la sensibilidad del violinista frustrado por accidente, que es Sennett, ilumina este viaje antropológico con un inevitable deje de melancolía.

El miedo a la materia, a "los dolores y males" que el accionar sobre ella puedan "esparcirse entre los hombres" es tan viejo como el mito de Pandora. Y deriva de lo que Nietzsche llamaba la voluntad de poder. La pulsión que nos invita a intentar todo aquello que sea posible, nos hace caer a menudo en la inocencia de creer que podemos prescindir de las consecuencias de nuestras acciones. Lo refleja magníficamente una cita de Robert Oppenheimer, director del Proyecto Manhattan: "Cuando ves algo técnicamente atractivo, sigues adelante y lo haces; sólo una vez logrado el éxito técnico te pones a pensar qué hacer con ello. Es lo que ocurrió con la bomba atómica".

Richard Sennett apela al pragmatismo, "reacción americana a los males del idealismo europeo". Del pragmatismo se sirve "para dar sentido a la experiencia concreta". "La idea de experiencia como oficio pone en tela de juicio el tipo de subjetividad que anida en el puro proceso de sentir". Lo que le permite defender, apoyándose en John Dewey, que "el trabajo que se mantiene impregnado de juego es arte". En la palabra juego, en lo que ella contiene de libertad e inspiración en la relación con la materia, está el secreto. Pero es precisamente el secreto prohibido del trabajo alienado, convertido en simple medio para un fin que determinan otros. Es esta humanización del trabajo la que le lleva a decir: "Las capacidades de nuestro cuerpo para dar formas a las cosas físicas son las mismas en que se inspiran nuestras relaciones sociales". Es quizás la mejor síntesis de este libro.

Sennett encuentra también en el pragmatismo la respuesta al problema ético que genera el carácter ambivalente de nuestra relación con la materia: progreso y riesgo, dominación y furia. Hay que introducir la ética en el proceso. El artesano tiene que hacer una pausa y reflexionar sobre lo que está haciendo. La pregunta sobre la finalidad no se puede dejar para después. Y es nuestra imperfección la que nos debe servir para recordar que no todo es posible. La ética siempre es cuestión de límites. De ahí que Sennett escoja a Hefesto como icono: "Cojo, orgulloso de su trabajo, aunque no de sí mismo, representa el tipo más digno de persona a que podemos aspirar".

Jesus Andres dijo...

En las arrugas de un papel dice, el pie de foto, el buenos días apretando los dientes, respirar tres veces y no cuatro entre ser o no ser, el gesto de aprobación del regidor que escucha al director de escena en el inalámbrico mientras el director de la obra está en su casa todavía durmiendo, enviar flores a la corista por orden del productor para fastidiar a la prima donna, no levantarse a aplaudir cuando avisa el script, ocultar noticias en el informativo, aplaudir sin hacer ruido en los aplausos que serán doblados, el plano americano, lo que no se muestra es tan importante como lo que se muestra, abstenerse de votar, añadir pimentón en el borde de la fuente de la ensalada, ¿ir al cine o al teatro?, leer la partitura de Las Variaciones Goldberg, mientras se ven los vídeos, con el sonido apagado, de Gould interpretándolas al piano, la ola que hace que la ñ sea distinta de la n, recitar este texto delante de una cámara cambiando el sonido de la lectura por el de un teclado que lo transcribe mientras aparece el texto en una ventana de conversación, pubicar el montaje en la red, enviarlo a todos los contactos de tus contactos, dar cuerda al reloj, hacer una lista de lo que es narración, hacer una lista de lo que no es narración, hacer cualquier lista, no hacer ninguna lista, decir si, oír decir no, mirar por el visor, ser visto mirando por el visor, fotografiar a alguien que observa a otro cambiando el objetivo por un ojo de pez, salir todos en el ojo de pez, mostrar interés por lo que está inventando quién te lee las líneas de la mano, un guiño en el espejo, escribir este texto, escribir este texto con un pincel sobre un lienzo, escribir este texto a lápiz en papel de estraza, regalar un lingote de tinta china junto con una piedra para desleírla, envueltos con este documento, poner la firma visible fuera del paquete y dejar que el texto quede oculto en las arrugas del papel.

Sergi Bellver dijo...

«―¿Qué le lleva a ir allí?
―Espero a estar allí para saberlo.»

ANDRÉ GIDE, Viaje al CongoA veces tus entradas, Vicente, son como una lomografía [*]. Y me refiero ya a todo el archivo vertical, a tu propuesta y a las respuestas de terceros, a cierta ética y estética común del rollo mecanografiado ―colectivo y continuo, no como el de Kerouac, pero sí con su aceptación del movimiento como motivo y no sólo consecuencia del viaje―. Sé que no eres un gran amante de la literatura de viajes ―eso dijiste una vez, al menos, cuando hablaste de Australia, el libro (de familia, de ruta y de cuentas) de Carrión―. Pero he querido que una cita de un libro de viajes abriera este comentario porque, del mismo modo que Gide siguió en 1925 la estela de Conrad, a menudo tu Diario de lecturas persigue y deja tras de sí un número inmenso de estelas que, sobre todo, incita a la navegación. Río arriba, cuando, como Conrad o Gide, remontamos el conocimiento heredado o rastreamos herencias desconocidas. Porque uno anota y aprende, pero también mantiene ese vértigo del descubrimiento sin mapas, de la aterida incursión en lo oscuro ―te robo la frase: «¿quién tiene tiempo de ir a todas partes para saber qué se cuece?»―, en lo oscuro-Mallarmé, en lo oscuro-Conrad, en lo oscuro-2.0, extraviándose y reconociéndose en todo este caudal selvático de información ―recojo el guante de tu comentario en mi bitácora y creo entenderlo― que satura, sí, pero también nutre la curiosidad y el inconformismo.

Esta entrada tuya/vuestra/nuestra es una lomografía. No sé si te suenan ahora mismo aquellas cámaras rusas (hablo en pasado porque hace tiempo que no las veo) que captaban imágenes distorsionadas. El espíritu de aquel artilugio no perseguía tanto la fijación de dichas imágenes en cada revelado, como la producción de instantes, de posibilidades borrosas ―en movimiento― que parecían hablar con más verdad de lo retratado, tal vez porque respetaban su vitalidad. El verdadero naturalista del siglo XXI ―ese artista que produce directo, como en la cita de Brea que preside tu espacio― no clava mariposas en alfileres, sino que toma apuntes ―incompletos por necesidad― de su vuelo, de la fugacidad de su existencia. Toda reproducción no deja de ser una interpretación del motivo, una forma de muerte del objeto, y si aquellas lomografías parecían contener más vida que las fotos tradicionales era tal vez por la citada sensación de movimiento que provocaban, por la noción de vías abiertas para que el siguiente fotograma produjera cuatro realidades distintas. Tu entrada, como en otras ocasiones en las que se ha reflejado tu motivación como autor y lector ―más allá de la crítica, incluso― es como una lomografía desde ese punto de vista: incluso contando con las vías que morirán en ninguna parte o con los andenes despoblados, incluso con los matices con los que uno no termina de estar de acuerdo, desde ese prisma poliédrico tus propuestas contienen vida, contienen el espíritu de un viaje, y el arte, la cultura o el pensamiento salen movidos en la foto, esto es: borrosos, sí, pero también en avance continuo. La vida no es cartesiana, no avanza en línea recta, sino más bien como raíces aéreas: abortando algunas bifurcaciones, colisionando con obstáculos, pero sin detenerse y sin una sola cabeza de puente a la que seguir.

No doy abasto con todos los puntos que abordan tanto tu entrada como las respuestas de tus lectores, por lo que me vas a permitir que tome mis propias lomografías ―borrosas, pero vivas― del asunto.


(DES)ENFOQUE PREVIO.


Chabon figura hace tiempo en la lista de cola de mis descargas lectoras. Hoy actualizo pendientes y le doy prioridad. Gracias. El verdadero sabio es capaz de comunicar con sencillez lo complejo. Quien complica lo simple no es un erudito, sino un figurante ensimismado. Además, me interesa muchísimo la permeabilidad de cualquier obra literaria, y también creo que no hay compartimentos estancos para las más grandes, y que el género es ―en el sentido que vengo trabajando en este comentario― sobre todo una fotografía, una liturgia de la letra muerta que no tiene nada que ver con la fe, una necesidad de la biblioteconomía, pero no del mejor lector.
Sólo le hago una salvedad a tu episodio piloto: estaría bien que tradujeras siempre las citas, como haces luego con Abrams o al menos incluyendo la versión castellana en las notas al pie, ya que no todos tus lectores tendrán soltura con el inglés. Yo, más o menos, la tengo. Pero imagina el día que quieras citar a Kawabata o a Böll o a Strindberg…
Estoy absolutamente de acuerdo con tu afirmación: «no importa lo que un artista toque, no importan los temas, personajes o códigos genéricos que aborde. Lo que importa es qué hace con ellos, dónde los toma y a dónde los lleva.» Y a partir de ahí, con todas las objeciones que quepa hacerte, tu entrada está completamente justificada.


LOMOGRAFÍA 1.


«Eran sin duda los ejemplares más independientes de la especie, los que nunca se habían preocupado mucho de los hombres.»

GEORGE G. STEWART, La tierra permaneceMe divierten muchísimo esas situaciones. Las provoco de vez en cuando, entre algunos conocidos, para sondear su criterio ―soy un bastardo a veces, lo sé― o entre mis alumnos, para zarandearles un poco, motivarles y hacerles ver la diferencia entre literatura y ocio. Tu lista de chefs de la alta cocina narrativa me evoca sabores bien conocidos. Aunque en el caso de Blade Runner ―película fetiche donde las haya y que uno a veces cree que le fue dictada al señor Scott en estado alterado de conciencia, pues gran parte de su filmografía es inferior― creo que el mérito último es de Philip K. Dick, de quien Scott está a la altura, pero de quien no deja de beber y destilar la verdadera magia de la película, que reside en el tema de fondo de la obra y no sólo en su puesta en escena ―lo que ya tiene mérito, ya, pues resulta maravillosa―. En el caso de Solaris, por ejemplo, la falla entre el original de Lem y la versión de Soderbergh se hace más evidente y por eso la película no ha engullido al libro en nuestra memoria (co)lectiva, ni de lejos.
Por eso, y aunque mi querido Alvy Singer nos contradijera con su proverbial seguridad, tomando cañas en la carriona «capital del mundo» ―Mataró, dice Jordi―, creo que Stanley Kubrick fue un genio ―disiento sin embargo respecto a Eyes wide shut, fallida sobre todo por la salvífica moralina final, tan tramposa, y que ya no sé si fue indicación de Kubrick, una trastada póstuma o una perversión del original por parte del «recadero» que terminó el trabajo―. Al menos en mi cosmogonía, Kubrick es un «embaucador» y un trasgresor de la dimensión que en tu persona ha cobrado J. J. Abrams.


LOMOGRAFÍA 2.


«En lugar de poner de manifiesto los muchos compromisos virtuales del conocimiento social, el debate, aunque vehemente, refuerza […] la búsqueda de una verdad no comprometida; y […] esa verdad será accesible sólo cuando el método para alcanzarla esté suficientemente purificado de contaminaciones terrenales.»

ZYGMUNT BAUMAN, Para una sociología críticaAy, Vicente, esa volatilización de espacios de debate tiene mucho que ver con lo que vomito en mi última entrada ―gracias, por cierto, por dar noticia de ella en tu espacio y participar; «un poco largo», sí, pobres incautos los recién llegados, pero vamos, que nos va la marcha, sólo hay que leer este rodillo de intervenciones; primero quería hacer este comentario, aquí, pendiente tras una segunda lectura, y en otro momento ya te contestaré en mi casa―. Creo que lo que yo llamo «tibieza», como el peor de los siete pecados virtuales de las bitácoras literarias, o lo que tú suscribes al hablar de auto-censura del crítico en particular y del escritor en general, está acabando con esos espacios de debate. En los medios tradicionales, bien por su dependencia económica y política, bien por las limitaciones lógicas del formato, este debate es casi una quimera. Pero en la red disponemos de un espacio impagable ―en todos los sentidos― que a menudo desaprovechamos, por la pereza, por la soberbia o por la prisa, adulterando ciertos debates de manera gratuita ―en todos los sentidos―. Insistes en que la saturación o, como tú la llamas, desintegración, o como podríamos llamarla también, fragmentación o atomización del debate crítico en la red no tiene por qué ser negativa. Hace una semana, antes de publicar mi entrada, no tenía muy claro qué pensar al respecto. No deja de ser significativo que de manera paralela y no conectada a priori, sino sólo a posteriori, dos ―pronto cuatro, ocho, dieciséis…― personas hablemos de estos temas y nos cuestionemos el estado de las cosas: esta sincronía es fruto de una conciencia y ojalá sea la semilla de algo, la antesala de una evolución que, de algún modo y sin perder la absoluta libertad de expresión, clarifique un poco todo esto y convierta los fragmentos en piezas ―no radiales en torno a un centro, ni dentadas, ni «productivas», sino integrantes de un ecosistema, diverso y rico: ese espejo tuyo que refleja sin mentir― y los átomos dispersos en un nuevo material bio/lógico ―lleno de vida/fundado en el criterio―.


LOMOGRAFÍA 3.


«Reproduce la busca siempre renovada de una experiencia única que nos permita ver, bajo la superficie opaca de la vida, una verdad secreta.»

RICARDO PIGLIA, Formas brevesComo ya mencionas a Lacan, y como mi Deseo ―ya lo sabes― navega tras las estelas del cuento, cito a Piglia, porque viene muy a cuento, de veras, tras leer tu reflexión sobre el enigma, la suplencia y la psique de lo subterráneo. Si lo que cuentas de Wired y Bevacqua es cierto ―quiero decir, si lo que cuenta Bevacqua de Abrams es cierto y se produjo de esa manera y no de ninguna otra, o sea, si es auténtico y espontáneo y no una estrategia conjunta de promoción, lo que tampoco sería descabellado: «me invitan a participar en la revista, montamos un juego de laberintos y muñecas rusas, luego tú haces ver que lo descubres y quedamos como Dios»―, me planteo tres cosas: 1) ese nivel de compromiso con la curiosidad de Bevacqua es admirable, titánico; 2) esa estrategia de Abrams sería portentosa, aunque también elitista, al encriptar todo su discurso para los pocos que fueran capaces de reparar en claves tan escurridizas, aunque en todo caso también sería coherente con su discurso y su propuesta; 3) el resultado final, sin embargo, es lo que me importa, lo que debiera importarnos, incluso si Abrams y Bevacqua hubieran sido cómplices a priori: ¿qué más hace falta para que dinamitemos el género, todos los géneros, y para que revienten las gafas de culo de vaso de la crítica institucionalizada?

Sin embargo, estemos alerta: hoy en día no siempre puede saberse todo al instante, no al menos si no se contrasta y se deja reposar para que cobre cuerpo ―sin ese esfuerzo que sabiamente reclama Abrams―. Es verdad que se pueden buscar y anotar mil referencias en cuestión de minutos, gracias a los buscadores y a la inmensa red de nudos que tejen bitácoras y páginas que, por fortuna, no tienen que ver sólo con lo literario o lo cinematográfico y donde a menudo la información es más fresca, nítida y espontánea. Pero también esa red presenta grietas y socavones. Wikipedia, por ejemplo, puede llegar a ser una fuente, pero no es nada saludable que sea LA fuente para muchos, como así está sucediendo. La Enciclopedia Británica también contiene erratas, es cierto, pero estaremos todos de acuerdo en que resulta más fiable que personas formadas y con criterio compilen información de referencia, pero, sobre todo, que junto a la curiosidad los lectores coloquen su sentido crítico y un sano escepticismo ―una fructífera observación, según la etimología de la palabra―. Lo interesante de Wikipedia, de Google y de la red en general es que todos podemos participar y, con ello, un individuo física y geográficamente aislado pero intelectual, científica o culturalmente formado puede aportar/recibir sus conocimientos a/de toda la comunidad. Pero de nuevo nos encontramos ante la saturación y la atomización de las que ya hemos hablado, cuando ciertas informaciones debieran ser reconocibles, identificables, asequibles y sólidas, no monolíticas, pero sí sólidas. Y en narrativa y poesía ―incluyo cualquier soporte: papel, fotograma o archivo adjunto―, si tienen algo de «monolito», que por lo menos sea como el de 2001 ―de nuevo Kubrick―: una proposición viva, no una conclusión clavada con alfiler en el muro de las certezas. Lomografía. Movimiento.


Traduces ―gracias― del artículo de Abrams: «El misterio demanda que te detengas y reflexiones –o, al final, reduzcas tu velocidad y descubras–». Si me permites un burdo juego de palabras, algunos coches deportivos también suelen desplegar un spoiler, cuando la velocidad llega a cierto punto, para que el vehículo no salga volando, literalmente. Literariamente, detesto cualquier spoiler gratuito porque me desbarata el juego, porque rompe la seducción, porque en el fragor de la batalla sexual ya no es hora de que la mujer se quite el ojo de cristal y la pata de palo y las deje en la mesilla de noche. Mejor seguir fingiendo. Pero sí viene bien en algunos textos críticos que al lector se le ayude a destripar la pieza. Que se le ayude con algunas mínimas lecciones de anatomía textual y dándole el instrumental adecuado, pero sin pasarse ni tomar por idiota a ese lector. De todos modos, estoy contigo y no con las críticas carniceras. Una buena crítica ―y la de esta entrada lo es―, a mi entender, ha de tener más de propuesta que de conclusión, más de guía que de juicio, más de mapa inacabado ―con un humilde y generoso territorio en blanco que, como a Joseph Conrad, motive al lector a poner su dedo y desear estar allí, como André Gide― que de manual de instrucciones ―sobre todo si viene en sueco, o sea, encriptado por una dialéctica pedante e insufrible en lo formal, pero tibia y baratita en lo intelectual: una crítica IKEA para nuestro tiempo es una crítica estática, muerta, unívoca―.


LOMOGRAFÍA 4.


«Lo que me es más precioso en la existencia no es lo que me aleja de ti, sino lo que te hace próximo, lo que podemos compartir y poner en común, lo que puedo aportarte.»

LOUIS JANOVER, Poesía y revoluciónLomografía colectiva en progreso.


Alvy. Qué buena la referencia a una de mis series favoritas de todos los tiempos, The twilight zone ―que uno veía en sus años mozos en catalán, aunque la traducción, La dimensió desconeguda, fuera tan butifarrera― y ciertísima la evocación de Moebius para la otra gran obra de Scott, Alien. Sobre Spielberg y Kubrick ya sabes lo que pensamos Carrión y un servidor, Alvy, aunque he de reconocer que tu pasión tiene visos de ser justificada, pero no en los guiños fáciles ―también los hay en sus películas de dinosaurios, pero seamos serios, eso es un divertido anecdotario, como dice Vicente, y poco más―, sino en las ambiciones temáticas bien resueltas de algunas de sus otras películas, como El imperio del sol, I.A., Minority report o, claro, La lista de Schindler. De todos modos, un respeto, vale, que como embaucadores ―Mora sensi― ni Spielberg ni Cameron ―venga, va, aceptamos Titanic como animal de narrativa― son mancos. Pero me permitirás que me quede con Abrams, pero sobre todo con Kubrick.

Apostillas: el Asterión borgiano ―ahí me pones, Alvy, gran apunte― desea de una forma lacaniana ser leído por Teseo y por cualquier otra mirada más allá de los muros de su laberinto. Estoy de acuerdo en que una buena versión ha de traicionar algunos aspectos de la original, o no hay vida de por medio ―recordemos, ya que hablas del gordo genial, el horrendo pastiche que le hicieron al pobre Hitchcok con Psicosis, décadas después―, pero lo que no me convence del Star Trek de Abrams es la estética de «triunfitos» de sus protagonistas, tan americana ―si hasta a ratos parece Top Gun revisada, con tomcruises de las nuevas generaciones y todo―. Lo que me convence de Abrams es la segunda lectura ―la otra, la que vende entradas de cine, no llega a estropear la propuesta, pero sí la mancha un poco―. De todos modos, he de reconocer que nunca fui trekkie, ni tampoco incondicional de Star Wars ―aunque la prefiero en su primera trilogía―, ni gran lector de la Marvel ―mejor Moebius o Hugo Pratt o Milo Manara; uno es como es―. Por lo tanto, a ratos mi subjetividad tiene condicionantes distintos a la tuya o a la de Vicente o a la de Jordi C. o a la de Juan Carlos Márquez o a la de… Y a ratos coincide, claro, como en el cebo sobre Tarantino que lanza Vicente y no es que muerda, sino que trago convencido: demasiado talento desperdiciado cuando se pasa de rosca en su lícito afán de divertirse, aunque en esto creo que hay justo eso, más hedonismo nihilista que mercantilismo. Otra apostilla sobre las éticas y estéticas artísticas que manchan: el continente influye y vehicula el contenido, luego, no puede revisarse el Holocausto o la nouvelle vague de manera gratuita, como no podría hacerse una versión de la ya vieja nova cançó catalana con una (est)ética de Eurovisión o de Operación Triunfo, ni siquiera para cuestionar lo dado. El mejor Tarantino es el que se parece a Tarantino queriendo ser Tarantino, no el que ya lo sabe y se recrea, no sé si me explico.


C. M. Tienes mucha razón al hablar de los medios disponibles para llegar a ese embaucamiento. Aprovecho para añadir algo que olvidé matizarle antes a Vicente: la palabra «embaucador» me sugiere connotaciones equívocas, por eso en arte ―literario, cinematográfico, narrativo, lo que sea― prefiero pensar en un «seductor», que no necesariamente te lleva al huerto con embustes, sino con la estrategia adecuada, con la verdad de las mentiras, etcétera.

Del enganche: estoy con Vicente, no es incompatible con la calidad de fondo. Y estoy a medias con Alvy: cuando dice que «al final la brillantez la imponen los que hacen el producto» pienso que sí, pero que abrillantar una mesa de madera no es lo mismo que armarla como está mandado, ni diseñarla, ni siquiera con ir al bosque y saber elegir el árbol adecuado.

Como mejor narrador vivo yo colocaría a Richard Ford o a Ray Bradbury, que ojalá se hubieran hecho también cineastas, realizadores de televisión ―bueno, algunos guiones hay por ahí― o creadores de videojuegos, pero cada uno aplica su talento donde y como puede y desea. Pero Abrams tiene talento, más allá del truco y el enganche: esas dos primeras temporadas de Perdidos ―para una que traducen bien, hombre―, por ejemplo, podrían contarse y contener lo mismo con menos medios, luego el mérito está en el qué y el cómo, y no tanto en los medios disponibles. De todos modos, como cuando se habla de algunos videojuegos, no olvidemos que el propósito adyacente de esta clase de obras es también comercial, que sin ese aspecto no pueden ser por sí mismas, autónomas, como sí pueden serlo un poema de Rilke ―aunque se venda el libro― o una pieza de Mozart ―aunque el genio (mal)viviera de su trabajo―. Quiero decir que eso no menoscaba su valor artístico, pero sí condiciona y compromete muchas cosas. Sí motiva, por ejemplo, que en todo ardid del ilusionista y en todo oficio del artesano haya un plan maestro, un trabajo dirigido. Y sólo desde este punto de vista pongo siempre en cuarentena todo lo que participa de las grandes cifras comerciales, aunque tenga calidad. Sólo expreso una sospecha razonable, o una enmienda parcial, nada más. Derrida dijo de Deleuze ―tras su fallecimiento― que «no perdió nunca de vista esa alianza de la necesidad con lo aleatorio, con el caos y lo intempestivo». Bueno, pues dicho a lo bestia, a mí me gusta encontrar en toda obra de arte no sé si la deleuziana disolución del sentido, pero sí al menos cierta grieta, cierta fisura, cierto testimonio de lo que la vida tiene de imprevisible.

En fin, puestos a provocar, hasta Andrés Iniesta podría ser bajo ese prisma el mejor artista vivo del planeta… por su técnica, su lírica y su esfuerzo. Como Michael Jordan lo sería, aunque ya inactivo. No es ninguna idiotez. El fútbol o la NBA ―¿no es ocio y negocio también eso que llaman los ministerios «cultura»?― pueden ser tan lomográficos como los cómics, la novela, el cine o los videojuegos, a la hora de crear movimiento y vida. Es mi subjetividad. Es parte de mi torpe y forzada respuesta a ese «asombro por una identidad menguante» que mencionas, mi forma de interpretar y narrar el mundo. Sólo tenemos disponible una memoria RAM para todo el caudal que se nos avecina, y cada uno la gestiona lo mejor que puede, igual que hacemos todos con la nostalgia.


[Ahora entro en modo stand by]


LOMOGRAFÍA colectiva en progreso. Doblemente incompleta, porque seguimos haciendo «blogueratura» (19 comentarios más desde que me llevé copia a casa) y porque hoy ya no tendré más tiempo para llegar a todo(s), me gustaría seguir, recoger algunas cosas que sugieren los comentaristas, empezando por Hautor, Carrión, Ferré y Abund1@, pero hoy no puedo. Otro día.


[*] Ver enlace para consultar la entrada Lomografía en Wikipedia (hayq ue llevarse la contraria, siempre).


Pd: cuando haces la lista de la compra igual eres escritor, Vicente, pero por fuerza has de calcular las consecuencias. O el presupuesto, de lo contrario te quedas sin pasta ―sin dólares o sin tortellini, pero sin algo―. Cuando provocas con el título de esta entrada sé que no es gratuito, y sé que también lo sabes. Por eso me interesa el tema de fondo de la misma, que no es Star Trek, ni Perdidos, ni siquiera Abrams, sino la conciencia de que hay otra manera de hacer crítica y de crear discurso narrativo ―a ver si me echas una mano para encontrar una palabra que recoja literatura, cine, televisión, videoarte, videojuegos, teatro, pintura, fotografía… ah, sí, coño: arte; pero sin la mayúscula decimonónica y contemplativa―. No te acostarás con los comentaristas, pero desde luego, nos desvelamos juntos ―en todos los sentidos―.


Descanso. Me voy a ver si, con suerte, el Madrid espabila y gana hoy, que me motiva más cantar el alirón por una victoria del Barça, sudando un poco la camiseta.

Anónimo dijo...

Alucino con vuestra capacidad de escribir posts larguísimos.
Yo voy a ser mucho más breve, sintetizando, con algunas preguntas o afirmaciones que hay que leer como interrogaciones.
1) La clave es la magia y, en relación directa, el espectáculo (que está en el nacimiento de la literatura, es decir, en las primeras oraciones religiosas chamánicas, en los juglares, en los rapsodas; que está en el nacimiento del cine; que está, en fin, en el nacimiento de los grandes relatos y de la forma de los grandes relatos y que es claramente una narrativa).
2) Kubrick o Tarantino son modelos de Gran Autor del siglo XX; ¿J.J. Abrams lo es del siglo XXI? ¿No es su rol de canalizador de sinergías parecido al del administrador de una página web o blog, como este, donde se irradian hacia muchos otros lugares? El Autor como sampleador; el autor como colaborador; la autoría ampliada, no vertical, sino horizontal (y por tanto no dictatorial).
3) Una idea que está en el post de Vicente que lo ha desencadenado todo (el matriz): "Lost" podría "no acabar"; "Los Soprano" y "The Wire", hasta ahora, en mi opinión, las dos mejores teleseries norteamericanas, "no acaban". Esta narrativa, precisamente, se basa en la idea de inclusión y en su apertura, en su difuminación, es capaz de incorporar materiales absolutamente diversos, desarrollarlos y dejarlos, finalmente, en suspensión. ¿Narrativa inconclusiva? ¿Narrativa exponencial? ¿Narrativa en red?
4) En retransmisión futbolística me molesta la expresión "la pone", para decir "centra"; en comentario literario y televisivo me molesta el verbo "enganchar". Pero parece inevitable. Es inevitable en el contexto de esta discusión. Alguien ha dicho, acertadamente, que la adicción es parte del sentido. Sin duda, es la reponsable de su lectura. No abandono a Mallarmé, pero abandono la segunda temporada de "Kalifornication" porque no me "engancha". No se trata sólo de la resurección de lo folletinesco, que por ejemplo en el tebeo ha existido siempre (no sé qué opinará Pablo, pero creo que ya no funciona tan bien como antes, al menos yo prefiero, será la edad, leer "novela gráfica" o "libro de cómics", los "cómics reunidos"; igualmente prefiero ver la temporada entera, sin esperar semana a semana, aunque con "Lost" no lo he conseguido), sino de una fragmentación del tiempo, de la entrega narrativa, totalmente en sintonía con los formatos digitales, electrónicos y virtuales de temporalidad. La pregunta es: ¿Las 70 horas de una serie completa a qué equivalen en términos literarios o cinematográficos? ¿Podemos pensar las nuevas narrativas televisivas desde el concepto "novela" o "película"?
Jordi C.

Anónimo dijo...

Pd. Mucho se ha hablado de Shakespeare/Los Soprano y de Dickens/las teleseries; pero en sus relatos es impensable el final abierto, no conclusivo. Esa idea de orden ya no existe. Pero sobre todo esa idea de narración de cabos atados, de deus ex machina, de masacre final, de final feliz... Y sin embargo, el final de la quinta temporada de "Lost", con sus planos melodramáticos, con su insistencia en la love story, con su fundido en blanco... Habrá que esperar un año...

Jordi C.

Anónimo dijo...

De momento (propuesta de relato con secuencias anónimas).

Aquí. Algo más adelante, otros pasos que llevan algo menos allá, no tan lejos, más dentro. Ser un experto en las juntas, en las fisuras, en la cola o en las soldaduras. La transfiguración de los estigmas nos hace perder la sensación del tacto biológico. La sensibilidad comienza a valorar lo imposible representado, lo imaginario como si fuese esa moneda de la que habla Woolf en una habitación propia.

Entonces. La vida como una conspiración de cansancio, un juego de la oca infinito en el que las transiciones son intervalos, intercambios fugaces con otras estructuras ficcionales de la vida lateral de otras escaleras de caracol. La espiral nos mantiene en tubos de encuentros diagonales y sucesivos.

Consulta núm. 2. Si la experiencia vital es más cinematográfica que nunca, esto ha de verse como una enorme limitación. Si la experiencia vital, en lugar de eso está multiplicada en formatos, terminales, filtros, habría de pensarse como inasible, pero no es el modo como sucede. Estamos entre objetos-obstáculos (atajos, abreviaturas o resúmenes) que van corrigiéndose en tiempos cada vez más breves.

Pero los cuerpos envejecen, y no saben pararse por dentro. Si existe la hiperrealidad del hipercine, ¿existe la hiper-vida? Ficción como exo-conciencia de las alternativas, de las puertas batientes.

Un cuarto trastero. Excedentes arrinconados sin fecha de caducidad. Perlas de tiempo libre o bolas de pelo a medio pensar. Reflexiones como carreteras secundarias, como dientes de los engranajes de esas máquinas rodantes.

La superviviencia, lo vigente de la obra actual en cuanto conectada. Mientras exista una relación con el resto del mundo, con su modo de ver, con las lentes de ahora mismo, ese territorio renovado a golpes de teclas, de clics, de naves sin puertos se mantiene en suspensión animada.

La brevedad y Pascal. De la imposibilidad de estar en una sola parte. La casa es un encierro doméstico a varias pantallas de distancia de la cola del pan. A varias nuevas y viejas ventanas de apagar un monitor, de dejar de esperar algo más que renueve la espera, el bloqueo y la incapacidad de sólo hacer una cosa a la vez, o intentarlo.

Tiempo. Una conspiración del sentido toma su razón de ser en el curso de los acontecimietos, como narración casi aleatoria, que va puntuando lo narrado, cubriendo el espacio de fragmentos inexistentes a los que hay que dotar de verosimilitud no trivial, pero tampoco admonitoria. Esto ha de permanecer permanentemente inconcluso.

Meta y ficción.

Ahora comienza otra historia. La reconocemos enseguida, y esperamos que diga algo premeditadamente inesperado, tal y como nos gustaría. Agradablemente inesperado. Inmensamente vitral.

Reparto de personajes siguiendo unas tipologías descritas por Juan Carlos Márquez:

La impaciencia: un ser normal en un mundo extraño.

Las respuestas: un ser extraño en un mundo normal.

La verdad: un ser extraño en un mundo extraño.
--
c.m.

Anónimo dijo...

¿Y si en realidad estamos hablando del fuego?

Pete y Repeat (Repite), los payasos de un vídeo de Bruce Nauman, van dando vueltas palabra a palabra:"Era una oscura y tormentosa noche", Pete y Repeat estaban sentados alrededor de un fuego, cuando Pete abrió la boca y comenzó a decir "Era una oscura y tormentosa noche..."

No sé que hora es, si llueve o no, o cuál es el color de las llamas (¿fósforo verde tipográfico? ya veremos...), pero no dejamos de arrojar palitos de toda condición a la hoguera, para continuar contando(nos)motivos para que no se extinga el calor. Otra ramita.
--
c.m

Vicente Luis Mora dijo...

"En cuanto a la forma, no conozco ninguna que determine grandes diferencias. Lo esencial en la forma es ser libre, no importa la técnica que se use. Una forma libre no asegura libertad. Como forma, es sólo una forma más"; Wallace Stevens.

logiciel dijo...

Ahora voy a decir una gorda - no tireis muy fuerte - pero es que vengo de comer de casa de mis padres....
¿Y si Almodóvar fuera el mejor narrador vivo?

Jesus Andres dijo...

Me parece que falta por nombrar expresamente la palabra industria.
En el VI Foro de análisis de Ficción Televisiva que se celebró en el Valencia el pasado diciembre, uno de los ponentes era director de rodaje de una serie de ficción en antena diariamente, en una televisión local en española. Explicaba como él era uno de los directores de rodaje, pero que prácticamente todo el equipo estaba duplicado excepto los actores, con varios guionistas en cada grupo. Él dirigía un rodaje de cada dos. Había dos máquinas en funcionamiento guión-rodaje-montaje-emisión, como dos cilindros en un motor de cuatro tiempos.
Creo recordar que trabajaban cuatro días a la semana y podían grabar dos capítulos al día, en el mismo decorado, un equipo por la mañana y otro por la tarde.
Todo en un complejo engranaje que incluía la coproducción de la televisión y la adaptación de los guiones a la respuesta del público.


Medio en serio, medio en broma, ¿y si el mejor narrador vivo fuera Pep Guardiola?

Creo que es otro buen ejemplo de narrador y de industria. Además es líder de audiencia.

Vicente & Cía, felicidades por poner hacer funcionar esta máquina-blog.

Manuel G. dijo...

Es que ese es el peligro de entender narración en sentido amplio...¿y si el mejor narrador vivo fuera el torero José Tomás?

¿Y si hubiera que acotar en algún momento lo que es narración y lo que es un narrador?

Vicente Luis Mora dijo...

Yo no he hecho más que acotarlo, Manolo, hasta límites concretísimos, pero parece que, salvo Jordi Carrión, nadie quiere entrar en los últimos días al trapo. No sé si Abrams "samplea" contenidos, Jordi, al modo en que Fernández Porta describe alguna línea de fuga del arte / cine / literatura contemporáneos en Homo sampler; a mi juicio, lo que utiliza es un sampleado de formas expresivas, o de canales expresivos, con notable acierto. Sobre los últimos ejemplos propuestos por varios comentaristas como alternativas no me pronuncio, porque detecto en ellos el agotamiento del sentido del humor, el chiste al final de una conversación que se extingue. Ésta se acaba, sí (cuatro años después ya detecto con facilidad cuándo el debate remite), pero deja algunos coletazos sin resolver, inteligentemente planteados aquí por varios lectores. Estoy con Carrión en que las narrativas cross-media (este es el término resumidor que alguien me pedía: no es mío, se utiliza ya desde hace tiempo) no son una puerta de llegada, sino de salida hacia otra cosa. Sé positivamente que algunos estamos trabajando en eso desde la literatura, como otros lo hacen desde lo visual o desde lo artístico (Fontcuberta, por ejemplo, a quien organicé una exposición antes de irme de España y que también es muy citado por Carrión). Lo que suceda en ese camino, en ese cruce de caminos expresivos, es uno de los futuros de la narrativa, del mismo modo en que las novelas que se publiquen en 2020 (sea en papel o en libro electrónico, seguramente se publicarán en ambas versiones) serán otro de los caminos de la narrativa.

Si uno u otro son más interesantes depende en exclusiva del talento, inteligencia e imaginación con que sean utilizados. En el mejor de los futuros posibles, ambas formas de narrativa serán válidas, buenas, estarán bien utilizadas y nos darán a todos satisfacción suficiente. Los clásicos tendrán sus novelones, y los demás tendremos de todo para poder elegir. Saludos a todos y gracias por este interesante debate.

Manuel G. dijo...

Lo de José Tomás no era broma. Se puede concebir un sentido amplio, en el que un torero puede considerarse un narrador.

Bueno, ¿pero qué es un narrador?... Si los que discutimos no estamos de acuerdo en una misma o parecida definición, suficientemente acotada, entonces estamos condenados a no entendernos.

Para mí narrador podría ser el que “hila” una historia que siguen los “lector-espectadores”. Me parece buena esa imagen tan antigua de “tejer”.

Y además...¿qué es una historia?. Esto es otra cosa importante, porque podemos concebir cadenas articuladas de muchas cosas, y de palabras, que no serían historias. Historia, para mi es lo que tiene sentido biográfico, referente a una persona, ser, objeto, sujeto o conjuntos de ellos.

Narración en sentido amplio puede ser cualquier conjunto de elementos encadenados con un sentido previo (incluso sin intención previa, si concluimos que el lector-espectador puede darle tal hilo). Pero si no queremos que narración sea cualquier cadena o recorrido, entonces tendremos que acotar, y para mi esa acotación tendría que ser la del sentido biográfico. Es decir, narrar es tejer una historia con sentido biográfico: “alguien o algo vive o protagoniza sucesos”.

El que hila todo eso y lo combina, el que crea el sentido, sería estrictamente el narrador, no necesariamente el que confecciona los elementos aislados. En eso consiste la cualidad estricta para practicar la “narración”. Podemos diferenciar o separar lo que es un narrador, de lo que es un creador de otro tipo.

Crear una web y llenarla de contenidos no es narrar. Una serie de enigmas encadenados en distintos medios, o una serie de datos enmascarados en distintos sitios no me parece una narración. Inventar enigmas no es narrar. Pero los enigmas pueden formar parte de una narración, eso sí.

Juan Carlos Márquez dijo...

No habría que desechar la influencia de las telenovelas en la nuevas series, ese sucederse de enigmas de Lost no está tan lejos del de "Machos", un telenovelón chileno, por poner un ejemplo.

Juan Carlos Márquez dijo...

Al hilo de mi comentario anterior, Vicente, una pregunta:
¿Los autores de las telenovelas o culebrones son también narradores "por el modo complejo, simultáneo, articulado y sincrónico con que utilizan todas y cada una de sus diversas potencialidades expresivas para contar una o varias historias"?

logiciel dijo...

Bueno, no sé los demás, pero yo lo decía completamente en serio, aunque ya lo sabía.
Almodóvar cruza vidas e historias como nadie y además a momentos es poético, imprevisible y genial como pocos.

saludos

Luis Ángel Abad dijo...

Antes de que este interesante debate se extinga definitivamente me interesaría dejar constancia de la necesidad de contextualizarlo aportando un sencillo ejemplo.

En primer lugar se me hace necesario señalar, según lo planteado Christian Salmon, que nos encontramos en una época dominada por el Storytelling. Es decir, estamos en un escenario integral donde se produce un cruce de relatos que viene a ocuparlo todo, o si se quiere, a conformarlo.

La distinción entre realidad y ficción comienza a carecer de sentido cuando la "información" que aludiría a la realidad viene filtrada por el interés expreso de (re)presentarla a través de relat(i)os donde adquiere un significado inducidamente desplazado por mecanismos expresamente recogidos de géneros presuntamente pertenecientes a la ficción. Los telediarios hacen storytelling. Las corporaciones hacen storytelling. La política hace storytelling. Y todo ello según una diáspora de elementos en distintos ámbitos, que vienen a adquirir un sentido integral en la propia mente del espectador+consumidor+votante(=ciudadano?). En este contexto, intentar reducir la tarea de narrar a un formato o a una manera de hilar los acontecimientos, es un poco hacer la del avestruz. Y no ya en términos exclusivamente estéticos, sino si me apuras, políticos.

Como consecuencia, el juego de una construcción identitaria supera los propios intereses del afectado. Digamos que los propios ARGs como escenario expreso de narrativas ampliadas a la propia vida, resultan redundantes. La vida es un ARG.

Pongamos lo que cuenta hace poco Michael Jackson, según lo que cree que va a suceder. Michael Jackson dice dejar el mundo de la música.

http://www.youtube.com/watch?v=MAW5jRObYjk&feature=related

Pero conforme Michael Jackson dice que deja la música, en un contexto de sinergias provocadas por cruces de medios y relatos heterogéneos, se produce un movimiento donde Michel Jackson sigue haciendo música...

http://www.youtube.com/watch?v=NVhPcc9gaEY

Michael Jackson o en lo que quiera que se haya convertido Michael Jackson...

Creo que las implicaciones de un ejemplo como éste son radicales a la hora de entender qué se cuenta, cómo se cuenta, y quién cuenta lo que cuenta, en un proceso donde sostener los parámetros modernos de narración es como intentar que no se escurra el agua en nuestras manos.

Un saludo a todos.

Anónimo dijo...

Seamos serios: Usted no diría estas cosas si en lugar de apellidarse Mora se apellidase Fresa.

Sergi Bellver dijo...

Algo más sintético. Otros narradores-embaucadores-seductores-prestidigitadores ("buenos o malos", pero narradores en muchos sentidos y sin coñas): Magritte, Hideo Kojima (Konami), Bansky, los guionistas de Callejeros, los redactores de noticias de Telemadrid, muchos publicistas...

¿Qué es una vivienda?

Un chamizo, una cabaña, un cobertizo, un tenderete de uralita; para millones de personas en el mundo eso es "una vivienda". Eso cumple la función, completa el símbolo, eso vale como "vivienda".

¿Qué es un narrador?

¿Qué es literatura?

¿Qué es arte?

Cuidado, o nos estalla en las manos, o se nos escurre como arena de los dedos.

Seamos audaces pero al tiempo coherentes, delimitemos un (amplísimo, pero delimitado) campo de acción: narrativa cross-media, cross-over, todoterreno, integral o como queramos llamarla.

Bien, desde ese punto de vista, Abrams me parece un gran narrador, un buen prestidigitador, un buen gestor del enigma, un esteta notable y un tipo muy listo. Como Spielberg, por ejemplo, si hablamos de vivos. Como muchos otros.

Sin embargo, desde mi parcela de subjetividad (leo cómics pero no de la Marvel, juego a videojuegos pero no a Half Life y mucho menos a Second Life, no veo demasiado la tele... luego estoy en el mundo, ahora, intenso, al día, sólo que en otras caras del poliedro), y aceptando la oportunidad (y la necesidad de adoptar esa perspectiva) que ofrece abrir el campo de visión, no me parece Abrams el "mejor narrador vivo". Para mí, hoy, sería Richard Ford. Y no lo digo porque se quede en el papel. Creo que la cualidad de narrador (una potencia que se podría desarrollar en mil ámbitos pero que Ford circunscribe a la prosa) se cumple en este escritor norteamericano.

¿Vale así?

Vicente Luis Mora dijo...

Bien, parece que se ha reactivado la cosa. Eso es bueno, porque creo que este tema, el de configurar qué sea la narrativa a estas alturas del 21, no es baladí. Sumo a la discusión el ensayo que acaba de publicar Agustín Fernández Mallo, "Postpoesía" (Anagrama, 2009). Aunque acabo de empezar a leerlo y en principio hablaría de poesía -o de postpoesía, más bien-, hay cosas que pueden valernos para el debate; las iré subiendo.

Podría entrar más en el meollo de lo que hablamos, pero entonces me pisaría algunas cosas que voy a publicar o leer en los próximos meses. Este junio andaré de charla en charla por varios lugares y se me invita para que diga cosas nuevas, no cosas que ya he dicho en el blog. De forma que no puedo contestar -de momento- a algunos desafíos que se me envían, pero sí puedo entrar a aspectos concretos. Ni las telenovelas, ni José Tomás, ni Richard Ford, ni un creador de videojuegos ni un artista de cómic pertenecen a la narrativa cross-media, porque incumplen la primera de sus leyes: ser cross-media, utilizar diversos instrumentos formales cruzadamente para contar una historia. Todos ellos serán buenos en lo suyo -de la telenovela no hablo, porque no he visto ninguna-, pero no tienen la cosmovisión expresiva de la que yo estoy hablando aquí, esa en la que Abrams es, a día de hoy, un maestro sin parangón posible. No es el único, pero sin duda es el mejor, porque es capaz de brindar obras excelentes (Star Trek) o incluso maestras (Lost) en cada uno de los géneros individualmente utilizados, y de coronar los resultados parciales en un asombroso cruce medial o formal superior. Que un artista haya tocado puntualmente varios géneros (actuación, guión y dirección, incontables; música, guión y dirección, como Amenábar; novela tradicional y gráfica; novela y cine, como Loriga, etc., etc., etc.), no es creación cross-media. Lo que hace Abrams es infinitamente más ambicioso. Saludos a todos.

El Miope Muñoz dijo...

Estimado Bellver insiste usted en considerar a Kojima un narrador-embaucador y me pregunto si conoce su verdadera implicación en los videojuegos. El trabajo de Kojima es muy vago, muy limitado y muy ausente: puede más la fama, la marca que alguna implicación en lso videojuegos. Conozcamos los procesos y no bebamos de los titulares. En superjuegos xtreme han explicado muy bien cual es el rol de Kojima en los dos últimos MGS.

Y volviendo a Abrams: el clímax final de Fringe. Es lo más memorable que ha hecho y es lo que le conecta con Star Trek. Multiversos, Leonard Nimoy. Ese es el tag. El alcance de su discurso me parece grandioso, como dice Pepo, y creo que está llegando a los cross media. Dicho de otro modo: Abrams ha conseguido que el season finale de su última serie, en la que está implicado totalmente, y de Star Trek sean parte de una misma lectura. La suya. Kurtzman y Orci, los dos cocreadores de Fringe son los guionistas de Star Trek. Como ven, nada al azar.

http://io9.com/5255881/what-is-jj-abrams-trying-to-tell-us?skyline=true&s=i

Vicente Luis Mora dijo...

Interesante, Alvy: "nada al azar", y que parezca azar. Es una de las claves de la poética de Abrams, en efecto. Saludacos,

Vicente Luis Fresa

Juan Carlos Márquez dijo...

Alvy, coño, que mi mujer y yo nos hemos dormido más de una vez viendo "Fringe".

Anónimo dijo...

Caray, ¿sigue la curva de la cafeína?

Cito por extenso porque no se puede resumir mucho más:

"Ni las telenovelas, ni José Tomás, ni Richard Ford, ni un creador de videojuegos ni un artista de cómic pertenecen a la narrativa cross-media, porque incumplen la primera de sus leyes: ser cross-media, utilizar diversos instrumentos formales cruzadamente para contar una historia. Todos ellos serán buenos en lo suyo -de la telenovela no hablo, porque no he visto ninguna-, pero no tienen la cosmovisión expresiva de la que yo estoy hablando aquí, esa en la que Abrams es, a día de hoy, un maestro sin parangón posible. No es el único, pero sin duda es el mejor, porque es capaz de brindar obras excelentes (Star Trek) o incluso maestras (Lost) en cada uno de los géneros individualmente utilizados, y de coronar los resultados parciales en un asombroso cruce medial o formal superior. Que un artista haya tocado puntualmente varios géneros [...]no es creación cross-media. Lo que hace Abrams es infinitamente más ambicioso."

De nuevo, uno lee esto y sigue sin creerse que no haya centenares de artistas haciendo cola para ser autores de cómic, si lo quisiéramos ver por el lado más despectivo que le suele caer, la manera más barata y al tiempo asequible de ser "crossmedia" dentro de una escala reducida. Porque también se trata de dimensiones, de escala, de territorios. Y presupuestos. Abrams es crossmedia porque se lo puede permitir, no lo olvidemos. Se trata la suya de una gran utilización creativa de los medios y sus posibilidades, eso es innegable, pero cross-media define un conjunto, no demarca calidad específica a unas prácticas en según que zonas expresivas.

Y tampoco deberíamos obviar que, por continuar con la denominación, la expresión cross-media no es narrativa por obligación. Los orígenes bastardos de la encrucijada deberían alertarnos sobre los peligros de buscar bordes afilados a todo. ¿Cuál sería, entonces la diferencia entre la página web de Oursler o la de Los Torreznos?¿La intención? Es cierto que las inclinaciones insinúan sentidos de lectura.

Pero ya que nos encontramos en lo casualmente inevitable, volveremos sobre el asunto. Un saludo y hasta más tarde.
--
c.m.

logiciel dijo...

A ver, en algo que sí te doy la razón es en el hecho de haber modificado ligeramente el concepto mayoritario de un medio 'basurillas' como es la TV. Twin Peaks no vale porque nadie entendió un carajo.

Jesus Andres dijo...

Otros medios y formas de narración además del novelón en papel y con tapa dura (ur-novelón):
- El guión de la radionovela y su transmisión en podcast.
- El storyboard de una película muda y en color.
- El marketing viral.
- El boca a boca sin guión.
- Una obra de arte electrónica que se llama “Lienzo”, y que llena toda la pantalla de color gris.
- Los anuncios robapágina que aparecen en la web.
- Los anuncios de product placement que aparecen en las teleseries.
- Las melodías de musical placement que aparecen el las teleseries.
- El envoltorio de un chicle.
- El fútbol y su retransmisión.
- El acta del árbitro.
- El toreo y su retransmisión.
- El informe médico de la cogida.
- Donde esté una buena corrida que se quite el fútbol.
- No me diga que ese chiste (narración) no lo sabe.
- El monólogo del vecino del quinto que mientras baja en el ascensor le cuenta como han ganado la liga.
- El monólogo de la vecina del quinto que a la noche siguiente da repetidamente gracias a su dios, sobre el quejido de un somier, episodio en el que usted reconoce planteamiento, nudo y desenlace.
- El arte.
- La historia del arte.
- La literatura.
- La historia de la literatura.
- La religión.
- La réplica a la viñeta de un señor con turbante.
- Todas las historias. Todas las Historias.
- Dora García.
- Los informativos en la tele, la radio, la red y el móvil.
- Los informativos accesibles para sordos y para ciegos.
- Los argumentarios políticos.
- Los recursos a las imputaciones.
- Cinco mil folios de sumario secreto que todo el mundo conoce.
- Cinco mil versiones distintas del sumario secreto.
- Yes we can y todo el merchandising que lo financia.
- Ferran Adrià en la Dokumenta Kassel.
- Los fuegos artificiales.
- Nam June Paik in the sky with diamonds.
- La procesión, el bastón de mando, las mantillas negras, los capirotes, el tamborileo y la saeta.
- El toro, el león y la mandorla.
- El as de copas.
- Las cartas al director en la prensa y los comentarios en los blogs.
- La subvención de las corporaciones mediáticas para cobertura de telefonía móvil en el metro encaminada a crear nuevos hábitos de consumo bajo el lema “Libertad bajo tierra”.
- Valdano retransmitiendo un gol: “Como definiste...”
- Las comillas.
- El testamento.
- La Net Gallery de la Withney.
- El mural de David Cerny.
- Las críticas al mural de Barceló.
- http://wwwwwwwww.jodi.org/ (es inocuo pero solo para atrevidos).
- La obra de Santiago Sierra: Una línea de 250 cm. tatuada sobre seis personas remuneradas.
- El contrato que firma un autor y envía por fax a su editor autorizando a publicar su obra en cualquier medio incluyendo prensa escrita y por fascículos, internet y otros medios electrónicos, teléfono, telegrama, tam-tam, señales de humo y cualquier otro medio que estime oportuno o inoportuno, y si fuera necesario también en formato de libro.
- La expresión etcétera, etcétera,...

Podemos entendernos sin necesidad de hacer concordar nuestras narraciones.
No sabría decir el mejor narrador. Me gusta DeLillo.

Que le pongan apellido a la narración, como cross-media, o postpoesía, lo veo más apropiado que negarla.
Prefiero ampliar que limitar.

Muy oportuna la mención de Stoytelling. ¿VLM?

Anónimo dijo...

(Recuperando palabras de Abund1@)

"según lo planteado Christian Salmon, que nos encontramos en una época dominada por el Storytelling. Es decir, estamos en un escenario integral donde se produce un cruce de relatos que viene a ocuparlo todo, o si se quiere, a conformarlo."

"La distinción entre realidad y ficción comienza a carecer de sentido cuando la "información" que aludiría a la realidad viene filtrada por el interés expreso de (re)presentarla a través de relat(i)os donde adquiere un significado inducidamente desplazado por mecanismos expresamente recogidos de géneros presuntamente pertenecientes a la ficción.[...]Y todo ello según una diáspora de elementos en distintos ámbitos, que vienen a adquirir un sentido integral en la propia mente del espectador+consumidor+votante
(=ciudadano?)"

Intentaría explicarme, a partir de estos dos párrafos, que, del mismo modo que ya se habló de lo fragmentario como algo casi imposible de evitar -entre otros asuntos, porque así es como entendemos la continuidad, reordenando datos parciales-, el concepto cross-media, se podría ver más como "condición" que transgénero. De este modo, se resuelve el asunto y quedan -destacan- aquellos artefactos que mejor reflejan el momento del cruce mediático. Así, una telenovela según Lispector, un cómic de Ware, un musical de Robert Wilson se encontrarían ya inscritos en una voluntad o intencionalidad que los transporta hacia una interzona difusa. Una duda, no sé si razonable: ¿David Lynch, ahora mismo, es cross-media, puntualmente, por haber hecho uso en Inland Empire de material aparecido en su web? Hasta más tarde...
--
c.m.

Manuel G. dijo...

Pienso en las filmaciones que he visto sobre los aborígenes australianos contando sus historias, para a continuación pintar esas mismas historias (o figuras y episodios sacadas de ellas; o como complemento a ellas) en cuevas y rocas; y finalmente ser representadas en rituales y danzas por toda la tribu.

Repartidos por lo que llaman los occidentales “lugares sagrados”, se hayan, pintadas de manera dispersa, trozos de las historias; en otros puntos, sus personajes, criaturas mágicas, dioses...Dichas pinturas están relacionadas y coordinadas con los rituales y los cuentos, de manera que, por ejemplo, un lugar concreto con una pintura remite a la historia contada que explica lo que representa; lo mismo que la historia remite a donde hay que acudir para encontrar al ser del relato, o donde se generará el suceso que propicia el ritual: la caza, la lluvia, la miel...etc.

Los aborígenes australianos, como se ve, llevan quizás muchos milenios practicando lo que hace Abrams, pasando de un medio a otro de manera coordinada con plena naturalidad. Quizás un tal Mudrooroo Nyoongah cualquiera podría ser el mejor narrador vivo.

Luis Ángel Abad dijo...

La última aportación de Manuel G. me parece esclarecedora. Efectivamente, esto que estamos intentando comprender tiene que ver con una desintegración de las estructuras productoras de sentido modernas para, ya se ha dicho, reintegrar la narración en un ámbito mágico que de entrada se vive en términos de con-fusión, que resulta ser colectivo se quiera o no, y que está "pegado a la vida", entendiendo esto último como un modo de experiencia efectiva, en tanto inevitablemente comunicante entre lo real y lo ficticio, entre lo lógico y lo mítico. En definitiva, asumiendo la reactualización del logos en el interés de cada palabra emitida. Tenemos la oportunidad de responsabilizarnos con nuestra existencia a ese nivel.

Puede que suene como demasiado místico, pero en realidad ya está en curso y remite a un proceso bien simple. Pongamos que, de estar aislados de espaldas a los demás mirando sombras a la manera del mito de la caverna, consiste en darse la vuelta y reunirse de nuevo en torno al fuego de campamento para construir una visión común de lo que sucede al hilo de lo que se comparte en una conversación donde cada cual viene a contar lo sucedido durante el día. El peligro de cazar un animal que, en ese trance, cobra una dimensión de mítico enemigo... etc.

Las nuevas estructuras productivas nos están dando la vuelta. Conviene recordar que el fuego de donde surge el auténtico espacio de la cultura que nos permite recrearnos vitalmente a partir de principios de seguridad y comodidad, lo hacemos las personas. Y nosotros estamos tan acostumbrados a vivir la vida por sombras, que reclamamos el derecho a defender la posición despótica del creador de sombras chinescas, mientras intentamos advertir quién podría seguir ocupando esa posición incluso cuando ya nos hemos dado la vuelta. Da igual quién es el mejor narrador vivo. Creo que se trata de una pregunta retórica para replantearnos radicalmente cómo vamos a vivir la narración y por la narración, en estas circunstancias.

A mi modo de ver, esto va de magia en ese sentido. Y me he tenido que morder la lengua para no traer a colación hasta ahora a otro mago declarado del arte del siglo pasado. Me refiero a ese Orson Welles que en F for Fake, lanza básicamente el desafío de recordarnos la responsabilidad de cada generación con respecto al arte de su tiempo: la de seguir tejiendo una trama histórica de mentiras colectivas(verdades relativas o parciales) frente a un único principio metafísico (mentira absoluta) cuyo sentido está detentado por una élite de especialistas (críticos, sacerdotes...). Welles defiende esta "ética del mentiroso" frente a la posición del genio. A esto me refiero cuando señalo que no tiene sentido contener el poder del relato de manera estanca como si fuera agua que se derrama entre las manos. Ya estamos sumergidos en los nuevos medios de producción. Tocaría tener
agallas.

Se me ocurre que habría que acometer por ejemplo, un análisis del marketing como nueva categoría artística. Si queréis puedo intentar la herejía. De hecho... ahora que lo pienso... creo que ya estaba en ello.

Alfredo J Ramos dijo...

Quizás ya se haya señalado (¿como controlar todos los caminos en un neopapiro de estas dimensiones?) pero me parece sugerente, y no sólo en el nunca casual terreno de las coincidencias, que el truco final de la magia sea, precisamente, el "prestigio". Mallarmé, ensayando su coup de dés para lograr un coup de foudre, quizás se desvió por el camino de la completa autonomía de la mente (texto) y puede que sea ahí donde siga viviendo su conciencia. Después de mucho leer (y aplazar para leer) se me reafirma la convicción de que «estos juegos no acaban con la muerte». En ambos sentidos. O sea, en ninguno. La confesión del anfitrión (VLM), por otro lado, es digna de memoria. Y de agradecimiento.

Unknown dijo...

Hola, Vicente. Un par de cosas:

1. Este blog necesita de un mejor sistema de comentarios porque muchas veces lo mejor está ahí.

2. Le das un peso excesivo, muy excesivo, a Abrams. La estructura de Lost no es otra que la de la telenovela (culebrón, creo que le dicen por allá) y Héroes hereda todos los ridículos de su género padre, el cómic de superhéroes. El resultado es que Abrams hace increíbles primeras temporadas, cuando todo lo que escribes es cierto, pero después se vuelve Dan Brown. O lo que es lo mismo, existe la misma distancia entre Beckett y Dan Brown que entre Lynch y Abrams, justo como apuntas.

Vicente Luis Mora dijo...

Qué lástima, me apetecía escribir el comentario número 100, pero os lo dejo a vosotros. René, no estoy de acuerdo contigo, entre otras cosas porque Abrams deja Lost en la segunda temporada, de modo que la retorsión a la telenovela hay que achacársela a otros; el gran sabio Singer ya alertó de eso. Abrams puede ser cualquier cosa menos vulgar, no puede ser un Dan Brown ni aunque lo intente, no le sale (siempre y cuando, ojo, tenga el control del proceso; si no lo tiene, no es culpa suya si se frustra). Ando un poco liado y me he saltado algunos comentarios, pero a ver si esta noche puedo volver y apuntar algunas cosas más.

Otra cosa: a lo mejor hay alguien que discrepa, pero estoy de acuerdo contigo, o voy más allá: para mí lo mejor está siempre en los comentarios; sois vosotros los que habéis levantado este blog, no yo. Mi papel aquí es apuntar al árbol: sois vosotros los que construís el barco y quienes lográis que se mantenga a flote. Saludos, René.

Jesus Andres dijo...

¿Saben aquel que dice...?

- ... ya está. He creado la cuenta y el blog.
- Te mando yo el primero y lo publicas, ¿ok?
- Dale.
- ...
- - ¿Has visto lo que contestan?
- Venga, yo opino a favor y tu en contra.
- ...
- Tío, no has cambiado casi el estilo, te van a pillar. Se van a dar cuenta.
- Bueno, ¿se trata de eso no? Bah, no creas.
- ...
- ¿Cómo que eres tú? Yo también quiero participar.
- Pues seremos tres entonces.
- Él también!
- Claro...
- Pues yo te mando un texto para el próximo y tu lo publicas.
- ...
- Pero como te pasas... eso es pura carnaza, si lo de el otro era una ironía.
- Dale, va.
- ...
- Parece que esos otros también se pusieron de acuerdo y no están tomando el pelo a nosotros. Entran al trapo sólo para que sigamos jugando...
- ¿Quiénes?
- Bueno yo, ... también juego con esa baraja...
- ¿Cómo? Pero es que no puede fiarse uno de nadie!
- Pues anda que tú. Mira que ponerse de nick IMPOSTURA.
- ¿Y tu qué? ENIGMA.
- Si ya...SIMULACR@
- Pero si yo pensaba que eras un tío!
- ¿Tu también eres una chica?
- ¿Lo dejamos correr o lo desvelamos? ¿Nadie se habrá molestado?, ¿cierto?
- Con todo respeto, en la red todo es simulacro. Va en el precio.
- ...

Listo. Deja de grabar. Lo colgamos en youtube.
Ok. Lo tengo. Con tanto portátil conectado al chat privado esto parece un ciber café. Voy cerrando. Pensaba que nos darían problemas las ip...
Salió bien. Cerrando ventanas... ¿Tu crees que esto pasa en realidad?

Vicente Luis Mora dijo...

Sí que pasa, Jesús, y mucho... pero en otros blogs. Aquí, por fortuna, no necesito de esos juegos para que haya debate. ¿O es que acaso eres una creación mía? ¿O de Abrams...? Porque ahora que lo pienso, tu página web...

El Miope Muñoz dijo...

Comparar Lost con un culebrón y reducir Héroes a los ridículos del tebeo superheroico dice mucho, y no muy bien, de la peligrosidad del aforismo que al final deviene en pura y dura boutade.

1) Héroes hereda, precisamente, los defectos del melodrama, ese género adulto y respetable en el audiovisual de hoy en día. (cfr: basuras escritas por paul haggis como crash o million dollar baby). Cualquier conocedor sabe que en tebeo de superhéroes actual quien marca la batuta ha sido Millar, Morrison, Ellis y el Moore de Top Ten, las historias de Superman, Tom Strong o así.

2) Lost tiene cosas de melodrama de derribo (telenovela), pero la estructura no. A no ser que Vonnegut, Watchmen y demás historias con un componente temporal sean culebrones. Entonces SÍ, claro.

3) Comparar a Lynch y Abrams es como tratar de devaluar a Rod Serling sacando a colación a Resnais. No es sólo feo, sino que en mi idea de la cultura no está la competición futbolística o la jerarquía, sino el intercambio de ideas. Y con esot no quiero decir que no exista la buena y la mala calidad sino que Dan Brown nunca escribiría diálogos tan talentosos, dispositivos tan inteligentes en su medio, ni misterios tan atractivos. Incluso el juego con Rambaldi en Alias, lo más parecido a un misterio a la Brown (en este caso más deudor de Umberto Eco) y el inventor tenía más que ver con convertir a Sidney Bristow en una superheroína anunciada por el profeta de la humanidad que con polémicas de chichinabo con la Iglesia o con revelaciones, pero esta vez de verdad, de culebrón.

Y como siempre, os recuerdo a Updike: juzgar la obra, nunca la reputación. Que la mayoría de estos comentarios van demasiado dispuestos a "poner en su sitio a JJ Abrams" cuando, precisamente, lo que hace Vicente es juzga su obra, sus constantes.

Vicente Luis Mora dijo...

Tengo que confesar, Alvy, que estoy un poco sorprendido. Entre los 102 comentaristas que ofrecen sus reflexiones en la columna izquierda hay escritores, matemáticos, dibujantes de cómics, artistas multimedia, pintores, filósofos y críticos culturales, literarios y de cine. Algunos han venido disfrazados , aunque conozco ya sus seudónimos (ellos luego me escriben al mail), y precisamente por eso me sorprende aún más el conservadurismo -en un sentido cultural- que advierto en este debate. Estoy algo perdido, pensaba que esto podía pasar en cualquier parte, pero... ¿precisamente aquí, en este blog? ¿Qué esperaban encontrar? ¿Que yo dijera que la narración es Maruja Torres? ¿Que la narración son Skármeta o Manguel? ¿O quien sea? ¿En qué punto os he engañado sin querer para haceros pensar que realmente creo que alguien que se dedica a llenar papeles, por bueno que sea, puede parecerme el colmo de la ambición artística? Hum. No, lo siento, estoy en otra parte, mis intereses están en muchos sitios -la literatura es uno de ellos, el más constante de ellos, de acuerdo-, pero el arte (y en esto estoy muy de acuerdo con el ensayo de Fernández Mallo, Poesía postpoética, que repite esto hasta la saciedad) es otra cosa.

Voy a decir algo tan obvio, tan obvio, que hay muchos que no se han dado cuenta. El arte de nuestra época no puede ser el mismo arte del siglo XIII, del siglo XVII, del siglo XIX, ni del XX. El arte de un tiempo debe de observar su entorno y debe hacerse con los medios de su tiempo; decir que el arte del siglo 21 puede hacerse con un cálamo, con una pluma, tal y como lo hacían Gonzalo de Berceo o los poetas de las jarchas, es tomar el pelo al respetable. La literatura del siglo 21 puede escribirse con pluma (yo prefiero la pangeica, la que se hace como obra de arte literaturizada, pero este es otro debate y no quiero mezclar), por supuesto. Hay grandes escritores actuales que escriben con pluma y, además, el teclado no es más que una sustitución o actualización de la pluma: sirven para escribir palabras. Pero yo entiendo el arte como algo superior, algo de lo cual la literatura es sólo una (¿pequeña?) parte. Y ese arte del 21 sólo puede hacerse con los medios propios del 21, lo siento, es algo tan lógico y obvio que se cae por su propio peso. Es como si Leonardo, en su momento, en vez de diseñar artefactos submarinos, se pusiera a diseñar ruedas. Como si Einstein se pusiera a resolver la resistencia del plano inclinado, en vez de la teoría de la Relatividad. En fin, un despropósito.

No sé qué ocurre, estoy perdido. Umberto Eco, que escandalizaba a los culturetas de su época diciendo que el cómic puede ser también alta cultura, saca ahora un libro titulado No esperéis libraros de los libros (ver http://www.elpais.com/articulo/cultura/Eco/cerrada/defensa/papel/elpepucul/20090519elpepucul_4/Tes). Por lo visto es una "cerrada defensa" del libro frente a las "amenazas" del libro electrónico. ¡¡¡Aguanta el percal!!! El antiguo pirómano, bombero; este es el triste signo de los tiempos.

Será que llevamos poco siglo recorrido, pero que a estas alturas de civilización, de historia de la Estética, de pensamiento teórico, de avances tecnológicos y científicos, podamos escandalizarnos de que haya narración más allá de la literatura, de que haya literatura más allá del papel, y de que haya cosas que escapen a nuestra imaginación y en vez de fascinarnos con ellas les atizemos con un hierro candente, no deja de sorprenderme. Y mucho. Estoy asombrado, Abramsombrado. En fin, saludos.

logiciel dijo...

Puede que el problema sea simplemente que no has elegido bien, Vicente. Tampoco dramatices.

saludos

Anónimo dijo...

Lost ha sido una de mis mayores depecciones televisivas de todos los tiempos. Bostezo ante sus trucos narrativos de peli de sobremesa de sábado, mil veces vistos en el cine conservador, el guión de cómic conservador, y en la literatura estéticamente reaccionaria. Sólo puedo entender su tirón a través de mecanismos como el fetichismo o la telepredicación (el predicador, -como el guión de Lost- siempre pospone el milagro mientras los fieles entran en un estado de masturbación infusa).

Vicente, muy interesante este post.

Agustín

logiciel dijo...

Además, tú preguntabas si es 'el mejor'. Bueno, 'el mejor' es un superlativo, e implica que sólo haya uno.

Anónimo dijo...

(entre árboles pudimos ver un archipiélago de claros del bosque)

"Estoy algo perdido, pensaba que esto podía pasar en cualquier parte, pero... ¿precisamente aquí, en este blog? ¿Qué esperaban encontrar?"

¡Pues claro! Según cómo lo pienses, eso es inevitable. Y no dejemos de lado que se trata de una serie de opiniones, eso hay que repetirlo.

"El arte de un tiempo debe de observar su entorno y debe hacerse con los medios de su tiempo; decir que el arte del siglo 21 puede hacerse con un cálamo, con una pluma, tal y como lo hacían Gonzalo de Berceo o los poetas de las jarchas, es tomar el pelo al respetable."

Esto es complicado porque creo entender el fondo de lo que afirmas, pero no estoy de acuerdo con la superficie (y no es que rechace plumas o cálamos, que no va por ahí)No son los medios, es lo que hacemos con ellos. No es el soporte, es como pensamos la realidad y cómo decidimos representarla. Por otra parte, y aquí ya nos iríamos hasta los cornudos dalinianos, poco se puede hacer. Ni siquiera la nostalgia a lo viola de gamba nos haría pensar "como antes" Cada uno tiene su lista de autores entre los que estarán algunos reaccionarios de su tiempo. Sin pensar en cuánto se parecen en sentido transversal, se trata de opciones personales que no pueden evitar reflejar una parte de su tiempo, ese que rechazan, precisamente. No sé, no creo que sea necesario ni tomar el pelo al respetable ni dejar de saber tocar unos cuantos botones. Se puede con ambas posibilidades, ¿o no¿

"Pero yo entiendo el arte como algo superior, algo de lo cual la literatura es sólo una (¿pequeña?) parte. Y ese arte del 21 sólo puede hacerse con los medios propios del 21"

Pero es muy pronto!

"El antiguo pirómano, bombero; este es el triste signo de los tiempos."

Ahí me parece que hablas más de la imagen de Eco que de su obra en conjunto. No creo que haya cambiado tanto desde entonces, porque nunca ha sido un enamorado de los incendios, ¿la última línea del frente vuelve de su propio límite, o busca continuamente zonas marginales, a costa de la coherencia? Retomando uno de sus últimos libros, Eco dice casi siempre lo mismo. Eso sí, nunca entenderé cómo puede ser fan de Dylan Dog, pero bueno...

"Será que llevamos poco siglo recorrido, pero que a estas alturas [...]haya cosas que escapen a nuestra imaginación y en vez de fascinarnos con ellas les aticemos con un hierro candente, no deja de sorprenderme."

Cosas que escapan a nuestra imaginación. La respuesta es secundaria, y no hay una que sea "buena".El hierro candente es un simbionte metamorfo, tiene tantas caras como espectadores. La fascinación es una más de las reacciones, no la adecuada (tiro piedras a mi tejado, pero me parece que en los comentarios se ha hablado más del "cómo" de Abrams que del "porqué" Abrams)

La ambivalencia del concepto cross-media es sugerente, sobre todo por todo lo que abarca sin "ser", si estar escrito, ni representado. Se trata más de una manera de ver, de comentar narrativamente otras realidades, de prestar atención.

El triunfo o fortuna del cross-media, si existe, es su multiplicidad, a pesar de los otros medios pero utilizándolos, describiendo círculos, estableciendo trayectorias imaginarias que son completadas en la retina y la memoria.Es un espejo con trampa, pero sirve.

Un saludo y hasta pronto.
--
c.m.

Luis Ángel Abad dijo...

Hola Vicente.

Mi impresión es que tú andas poniendo al día un cierto desplazamiento "de los medios a las mediaciones", que diría Jesús Martín Barbero. Y mira que en ese (con)texto se intenta matizar un valor de la telenovela por su capacidad de introducir aspectos críticos de la cultura popular en los medios de masas, pero aquí de manera general se tiende a utilizar el término "culebrón" de manera categóricamente peyorativa.

Uno gusta de sentirse acompañado en sus aventuras personales, pero ante tu extrañeza de última hora conviene recordar que tu esfuerzo tiene lugar en un sistema consumista. Esto es, no ya la dificultad para abandonar la prevalencia de la cosa como medio frente a un protagonismo de la mediación como principio de una experiencia colectivamente transformadora, sino un predominio de la categoría de producto de consumo donde la cosa pasa a constituirse en fin en sí mismo. Sea un coche, una guitarra eléctrica, un libro, o el uso "apropiado" de un determinado autor.

A ti te puede pasar en tu blog. A mí me pasa en mis clases, incluso con gente joven especialmente predispuesta a las Bellas Artes. Le pasará a cualquiera que quiera venir a poner en juego su vida por el uso del lenguaje. Porque el lenguaje está secuestrado cada día por un abuso redundante de los medios, haciendo pasar nuestras posibilidades de actuación por un embudo en cuya parte estrecha se sitúa una estricta acción de consumo. A mi me resulta difícil encontrar en el manejo de referencias que surge por el uso general que aquí se hace de las palabras, ideas capaces de impulsar opciones vitales más allá de su uso consumista, por cuanto parecen agotarse en la certificación de un valor que remite a sí mismo. Los debates intelectuales no tendrían que reducirse a ser la versión adulta de un cambio de cromos. Pero en fin, somos una generación cuyo tiempo de recreo venía enarbolado por el taco más gordo de Panini, con la admiración por el que mostraba tener a los demás aquel futbolista que nunca salía. Y las nuevas generaciones ni te cuento. El lema de Pokemon es "hazte con todos", que se repetía como un mantra al final de cada capítulo. ¿Cabe pedagogía más evidente?

Te diría que disfrutaras de la extrañeza que manifiestas por la suerte de este debate. Eso podría ser que la cuestión a diálogo te ha removido después de todo, lo que daría muestras de su eficacia. Por el camino, quizás no has reparado suficientemente en un truco por el cual, un desdoblamiento llegó a convertirte paralelamente en un personaje de ficción. Ahora estamos hablando más del debate que de su objeto inicial. Cuando la faceta metanarrativa de un discurso se muestra con inevitable evidencia, el desenlace parece inminente. Tú veras si compartes lo que hay después de esa niebla. Y si descubres que el bucle de blogs rompe las limitaciones de vivir nuestra existencia por los demás como una forma de subordinación, por suponer que no contamos más que con formatos cerrados -libro o el que sea -, al extender el relato de lo que somos en gestaciones vivíparas a la manera de una nivola.

Anónimo dijo...

Pablo: no se puede saber todo.
Jordi C.

Anónimo dijo...

¿Literatura del Siglo XXI? ¿Eso qué es es? Estás peor que Eco,pero a la inversa, haciendo de futurólogo. Deja que escribamos y tú, como crítico, escribe sobre lo que escribimos y las maneras de escribirlo. No pongas patrones antes que obras mnmnmnm. No creo que tu mente dé para tanto.

Anónimo dijo...

(Un apocalípitico de la integración, un amante del papel)

Eco y la cerrada defensa del papel

http://www.elpais.com/articulo/cultura/Eco/cerrada/defensa/papel/elpepucul/20090519elpepucul_4/Tes

Anónimo dijo...

Mermelada comunicativa. Más ecos, extractados de El País.:

"los nuevos medios de expresión que han surgido a lo largo de la historia, no han matado, no han eliminado a los anteriores". Así pues ni el cine terminó con el teatro ni la televisión obligó a desaparecer a la radio. "Es cierto", señaló el autor de El nombre de la rosa y de otro medio centenar de títulos, tanto de narrativa como de ensayo, "que desconocemos todavía la dimensión del fenómeno de Internet. Ahora bien, en un libro o en una obra de teatro sabemos quién es el autor o la tendencia ideológica, mientras que Internet se presta a una especia de mermelada comunicativa en la que todos hablan igual como sucedió con las emisoras de radio hace unos años". No se mostró tan seguro el filósofo italiano, catedrático de Semiótica durante décadas en la Universidad de Bolonia, sobre el futuro de los periódicos en papel.

"El libro electrónico", afirmó, "no sustituirá a los libros en papel, pero es probable que los soportes digitales releven a los diarios. Está claro que los periódicos ya sufrieron una crisis con la irrupción masiva de las televisiones. A partir de ese momento los informativos de televisión ofrecen las noticias en forma de telegrama, mientras el diario del día siguiente proporciona los temas con la extensión de una carta. Una de las alternativas que se abren para los diarios pasa profundizar en las noticias y generar un debate sobre ellas. Hegel dijo que la lectura de los diarios por la mañana eran el rezo matutino del hombre moderno, pero no sé si mi nieto querrá rezar de esa manera".
--
c.m.

logiciel dijo...

"Io non sono il predicatore della forma visual" -Eco's dixit-

Jesus Andres dijo...

Les propongo un experimento:

Examen:
“100 artistas españoles reúne una selección de los más destacados artistas españoles en activo, propuestos a partir de la consulta a un comité formado por dieciséis prestigiosos críticos y comisarios nacionales. Cada artista cuenta con cuatro páginas en las que podemos encontrar: un texto (español/inglés) que analiza su obra y trayectoria, escrito por reconocidos especialistas en arte contemporáneo, y una amplia selección de imágenes. En el apéndice final se recogen los datos biográficos más relevantes de cada artista”.
Los 100 artistas españoles incluidos son:
Antoni Abad, Rafael Agredano, Pep Agut, Pilar Albarracín, Lara Almarcegui, Chema Alvargonzález, José Ramón Amondarain, Eugenio Ampudia, Daniel G. Andújar, Ibon Aranberri, Txomin Badiola, Eugènia Balcells, Jorge Barbi, Miquel Barceló, Elena Blasco, Isidro Blasco, Rosa Brun, Cabello/Carceller, Carmen Calvo, Miguel Ángel Campano, Eugenio Cano, Victoria Civera, Chema Cobo, Javier Codesal, Jordi Colomer, Carles Congost, Nacho Criado, Rufo Criado, Ángela de la Cruz, Elena del Rivero, Pep Durán, Jon Mikel Euba, Evru, Esther Ferrer, Alicia Framis, Dora García, Ferran García Sevilla, Iñaki Garmendia, Curro González, Luis Gordillo, Federico Guzmán, Juan Hidalgo, Cristina Iglesias, Prudencio Irazabal, Pello Irazu, Concha Jerez, Menchu Lamas, Francisco Leiro, Carlos León, Guillermo Lledó, Eva Lootz, Maider López, Rogelio López Cuenca, Enrique Marty, Mateo Maté, Miralda, Miquel Mont, Juan Luis Moraza, Joan Morey, Manu Muniategiandikoetxea, Antoni Muntadas, Paloma Navares, Marina Núñez, Itziar Okariz, José Antonio Orts, Mabel Palacín, Esther Partegàs, Antón Patiño, Carlos Pazos, Javier Peñafiel, Alberto Peral, Perejaume, Juan Pérez Agirregoikoa, Jaume Plensa, Txuspo Poyo, Ana Prada, Sergio Prego, Fernando Renes, Juan Carlos Robles, Pedro G. Romero, MP & MP Rosado, Francisco Ruiz de Infante, Manuel Saiz, Simeón Saiz Ruiz, Fernando Sánchez Castillo, Néstor Sanmiguel Diest, Soledad Sevilla, José María Sicilia, Santiago Sierra, Fernando Sinaga, Susana Solano, Francesc Torres, Juan Ugalde, Darío Urzay, Juan Uslé, Isidoro Valcárcel Medina, Eulàlia Valldosera, Azucena Vieites, Darío Villalba, Virginia Villaplana.

¿Menos de 20?

Recuperación:
Jenny Holzer.
Sophie Calle.
Chapman & Chapman.
Santiago Sierra.
David Cerny.

¿Menos de 4?

Trabajo para casa:
El mapa de Jodi http://map.jodi.org/

Otras propuestas de la carta: Hay un “100 artistas latinoamericanos” y un “Art at the turn of the millenium”.

Jesus Andres dijo...

Y para apoyar la tesis de Vicente, ahí va una narración:

http://artcontext.net/art/02/hypnoTechno/

Un saludo a todos.

JUAN FRANCISCO FERRÉ dijo...

La raíz viciada quizá de la equívoca recepción de tu post entre algunos surja de un problema de comprensión cultural. Si explicamos cómo es la cultura actual (tanto en lo que anticipa el futuro como en lo que hereda o liquida el pasado), empezaremos a comprender en qué consiste ser un narrador en tal situación, o a qué llamamos narrativa y no sólo narración. En suma, una vez que se explica y entiende en qué se diferencia la cultura contemporánea de aquella en la que nacimos o nos educamos, se verá de inmediato qué "narradores", en cine, televisión o literatura, responden a los desafíos del tiempo, con todos los riesgos que ello acarrea, y cuáles prefieren esconderse de ellos disfrazando su temor tras una pantalla formal prefabricada.
Copio y pego aquí una cita de Lipovetsky de su último libro (no traducido aún) porque me parece que aclara bastante a qué podríamos referirnos al hablar de una cultura en la que Abrams actuaría como narrador privilegiado:

“La era hipermoderna ha transformado en profundidad la relevancia, el sentido, la superficie social y económica de la cultura. Ésta no puede ya ser considerada como una superestructura de signos, como el aroma y la decoración del mundo real: se ha convertido en un mundo, una cultura-mundo, la del tecnocapitalismo planetario, las industrias culturales, el consumismo total, los medios y las redes digitales. A través de la proliferación de los productos, las imágenes y la información, ha nacido una especie de hipercultura universal, la cual, trascendiendo las fronteras y borrando las antiguas dicotomías (economía/imaginario, real/virtual, producción/representación, marca/arte, cultura comercial/alta cultura), reconfigura el mundo en que vivimos y la civilización que viene” (Gilles Lipovetsky y Jean Serroy, La Culture-monde. Réponse à une société désorientée, Odile Jacob, París, 2008).

Ayer, estando de viaje y con algo de prisa, me senté en un McDonalds a deglutir a deshora un Menú Big Mac grande con una hamburguesa de cuarto de libra (homenaje a Pulp "Glup" Fiction). En la mesa de al lado, dos chicas encantadoras discutían sobre (perdona, Agustín!) Perdidos/Lost. Ellas sí que estaban perdidas, con todo, en el laberinto insular algo metafísico de la serie. A todas luces, preferían Mujeres desesperadas. Era comprensible, dada su desesperación con los bucles anacrónicos de Abrams-Lindelof & Company, y al mismo tiempo admirable su insistencia en tratar de resolver y explicar sus (¿banales? Habría que preguntarle a Einstein o a Schrodinger o, en su defecto, a Resnais o a Charlie Kaufman (enorme Synecdoche) y Michel Gondry, ya puestos a interrogar a los sospechosos habituales) misterios una y otra vez. No obstante, no tenía tiempo de ayudarlas a salir de sus dudas de ciudadanas muy ancladas todavía en los modos de creación y consumo del siglo veinte. Lástima, habría sido divertido...

Coda:

¿Y si "Abrams", me atrevo a postular, fuera al final el nombre hipostático que conferir a un equipo de "narradores" contemporáneos homólogos, mutatis mutandis, de lo que supusieron los "Oméridas" en su remoto tiempo y cultura? Colectivos de alta (Abrams) o baja (Homero) tecnología que reciclan mitos, leyendas, estructuras mentales y antropológicas, sucesos extraordinarios, etc. destinados para el consumo de una gran mayoría de espectadores que aspira a construir una lógica de sentido (Deleuze dixit) y no sólo sentido partiendo de una experiencia real que carece de él, así como de referentes ciertos. Por descontado: yo también prefiero a Lynch como narrador en Inland Empire o Mulholland Drive, por la misma razón que prefiero a Pynchon o DeLillo a otros escritores que no nombraré, pero en su(s) medio(s) Abrams es potente y altamente representativo, y no sólo sintomático, de todo punto de vista...

Manuel G. dijo...

Vicente, me ha gustado tu última regañina, jeje...aunque no veo tanta resistencia en este blog; pero llevas bastante razón en general en cuando a la existencia de una especie de puritanismo.

El cambio de medio no va a acabar con la literatura; se seguirá leyendo en otros formatos, y el cambio sucederá con toda normalidad, como estamos viendo. Los periódicos, la narrativa, la poesía, continuarán en internet y otros medios igual que en papel. No tiene tanta importancia ese cambio en el núcleo de la literatura en sí. Pero precisamente por eso quizás no haya que trascendentalizarlo tanto, como algo que trastocará todas las concepciones de cómo hacer arte y literatura. No veo que los cambios de formato supongan tanto efecto a un nivel interno. Ya ves a los aborígenes usando los mismos materiales narrativos a través de cualquier medio que se les ponga a tiro. Y lo que hace Abrams, no lo creo a lo mejor tan trascendentalmente diferente. Es más o menos lo de siempre.

Además, me hago unas preguntas:

¿Hacer “arte de nuestro tiempo”, por qué ha de consistir única o necesariamente en un asunto de envoltorio o aspecto exterior, en cuanto a medios, formatos, integración de tecnologías? ¿no puede concebirse también, o más bien, como una cuestión “interior”?

¿Es algo tan radicalmente nuevo cruzar una narrativa por distintos medios? ¿no se lleva haciendo desde siempre?

¿Por qué internet y la TV han de ser los medios predominantes de referencia a la hora de considerar algo como “de nuestro tiempo”?

¿Por qué, seguir escribiendo relatos, etc... a través de los medios y contextos tradicionales, no ha de ser necesariamente “de nuestro tiempo”? ¿no puede ser concebido otro aspecto a la hora de valorar lo “de nuestro tiempo”?

¿No son, en cierta manera, las series de televisión que se han mencionado aquí, bastante clásicas en cuanto a forma de narrar, por mucha novedad que tengan en cuando a su contexto de presentación, medios, marketing?

¿No puede ser el material que se escriba por ejemplo en un blog tan tradicional y rancio como es posible en otros medios, por mucho que usemos internet, o por mucho cruce de medios?

¿No estamos dándole demasiada importancia a aspectos superficiales, muy relumbrantes y llamativos, pero no esenciales, ajenos al corazón de las obras artísticas, literarias etc...?

¿Qué pasará cuando el uso de todas estas tecnologías y envoltorios resulte algo completamente normal (o existan otras nuevas), cuando pase la moda, y ya no tengan ese excesivo prestigio de lo nuevo que le dan ahora su valor? ¿No quedarán esas narrativas multimedia como viejos artefactos vacíos de contenido, cáscaras huecas?

Vicente Luis Mora dijo...

REFUTACIÓN DEL UMBERTO ECO DE 2009 POR EL UMBERTO ECO DE 1964 (De integrado a apocalíptico, I)

"(...) la industria cultural (...) se nos presenta como un sistema de condicionamientos con los que todo operador de cultura deberá contar, si quiere comunicarse con sus semejantes. (...) Ocupar una posición dialéctica, activa y cómplice, respecto a los condicionamientos de la industria cultural, se ha convertido para el operador de cultura, en el único medio con el que poder cumplir su misión (...) el sistema de condicionamientos llamado industria cultural no presenta la cómoda posibilidad de dos niveles independientes, uno el de la comunicación de masas y otro el de la elaboración aristocrática, que la precede sin ser condicionada por ella. El sistema de la industria cultural extiende una red tal de condicionamientos recíprocos, que incluso la idea de cultura se ve afectada (...) la actiud del hombre de cultura, ante esta situación, debe ser (...) elaborar una nueva imagen del hombre en relación al sistema de condicionamientos; un hombre no liberado de la máquina pero 'libre en relación a la máquina' (...) Aquello que (...) se reprocha al apocalíptico es no intentar nunca, en realidad, un estudio concreto de los productos y de las formas en que verdaderamente son consumidos. El apocalíptico, no sólo reduce los consumidores a aquel fetiche indiferenciado que es el hombre masa, sino que (...) él mismo reduce a fetiche el producto de masa. Y en lugar de analizarlo caso por caso para hacer que emerjan sus características estructurales, lo niega en bloque. Cuando lo analiza, traiciona una extraña propensión emotiva y manifiesta un complejo no resuelto de amor-odio; hasta tal punto que surge la sospecha de que la primera y más ilustre víctica del producto de masas sea el propio crítico" (U. Eco, Apocalípticos e integrados)

[Felicidades, maestro Eco versión 1964.0. Sustituya en esos extractos "máquina" por "libro electrónico", actualice 45 años el reloj, admita que los soportes de difusión son parte -nuclear- de la industria cultural y vea el berenjenal en que se ha metido. Respecto al hombre masa, vea lo que ha dicho hace dos días en Madrid el androide Eco versión 2009.0: "desconocemos todavía la dimensión del fenómeno de Internet. Ahora bien, en un libro o en una obra de teatro sabemos quién es el autor o la tendencia ideológica, mientras que Internet se presta a una especie de mermelada comunicativa en la que todos hablan igual". Provoca un poco de sonrojo, ¿no? Vamos por partes: "desconocemos todavía la dimensión del fenómeno de Internet" Hable por usted, señor Eco. Algunos llevamos 15 años estudiando el fenómeno y, créame, algo conocemos del mismo. "Ahora bien, en un libro o en una obra de teatro sabemos quién es el autor o la tendencia ideológica, mientras que Internet se presta a una especie de mermelada comunicativa en la que todos hablan igual". Bueno, da un poco de risa leer esto, que por cierto leí en Internet, de modo que su corolario le incluye a usted también, entiendo. Mejor dicho, a su versión 2009.0, porque la de 1964 era intachable, e implacable con usted mismo: "por otra parte, la objeción era algo trasnochada. Recuerda a la de aquellos que, considerando sólo digna una ciencia si operaba sobre realidades incorruptibles (como las esferas celestes o las quidditates, tildaban de inferior la investigación dirigida a todo cuanto esté sujeto a corrupción. De tal forma, el saber no quedaba valorado en razón de la dignidad del método, sino de la dignidad del objeto".

Amén, señor Eco.

logiciel dijo...

Después de darle muchas vueltas y dejar reposar las cosa un poco, la sensación que tengo es que las expectativas son muchas, y en la mayoría de casos los resultados serán un fiasco. Las nuevas narrativas acabarán estando en manos de unos pocos privilegiados -como siempre, por otro lado - y el resto no serán más que simples comparsas, además sin contar con el indulto de la atemporalidad. Las posibilidades son inmensas, pero hay que saber aprender de los errores del pasado reciente y aprovechar lo mejorcito del mismo para salir airoso. Si no, nos vamos a aburrir la hostia.

saludos

Vicente Luis Mora dijo...

Damián Tabarovsky (Buenos Aires, 1967), además de un narrador excelente (véase la excelente Autobiografía médica publicada por Caballo de Troya), es un interesantísimo pensador sobre temas literarios. Repasando un número pasado de Quimera me he encontrado esto, que suscribo desde el principio hasta el final:

“La literatura –o al menos el tipo de literatura que a mí me interesa– se encuentra hoy en pleno combate contra un tipo de relato al que se puede llamar ‘narración plana’ (…) no es una disputa por la posibilidad de la novela de dar sentido a un orden social (…) sino de un combate por algo más profundo: por el sentido mismo de lo que entendemos por narración. Es una meta-discusión (no discutimos por contenidos, sino sobre procedimientos) en donde está en juego la capacidad de la literatura para poner en cuestión la sintaxis cristalizada, la conversación cotidiana, la jerga massmediática y el habla asexuado de la política. No se puede pensar la literatura fuera del sistema de referencias a los que se enfrenta: el relato del noticiero, el bricolaje informativo, Internet, la fragmentación del blog, el mensaje de texto. Son todas formas de la narración instaladas en un después de las grandes narraciones, en la post-narración. Si la literatura reproduce esa episteme, pierde su capacidad crítica”; Damián Tabarovsky, “El combate invisible”, Quimera nº 303, febrero 2009, p. 63.

Manuel G. dijo...

De una entrevista reciente a Jesús Ferrero:

“-¿En qué sentido nuestra cultura es fetichista?
-En todos los sentidos, y ahora más que nunca. Si entendemos por fetiche un objeto que representa una ausencia y cargado de un poder que no tiene, llegaremos pronto a la conclusión de que nuestra vida cotidiana está saturada de fetiches, de objetos que representan ausencias, y que son sustituciones de algo que no tenemos. Internet sería ahora el gran fetiche representando un mundo que está ausente para el internauta y que ha sido sustituido por la red. En el mismo universo fetichista se incluiría el teléfono móvil y todo lo que gastamos en ropa, perfumes, aparatejos, cosas.”

Manuel G. dijo...

"Si la literatura reproduce esa episteme, pierde su capacidad crítica”"

¿A qué episteme se refiere Tabarovski, a la antigua tradicional o a la postmoderna?

Vicente Luis Mora dijo...

A la episteme que sostiene la narrativa plana, Manuel. Por cierto, me encanta esa expresión de narrativa plana. Saludos.

Manuel G. dijo...

Vale, pero... ¿no serviría la afirmación para ambas epistemes?: si el narrador se limita a reproducir la episteme de los nuevos medios entonces también tendríamos narración plana, sin profundidad crítica. ¿O no?

Hablas de los nuevos lenguajes de los medios (si es que son nuevos). Pero me pregunto: ¿Si se trata de una postura defensiva - es decir, entrar en el ámbito de esos lenguajes, como nuevo campo de batalla donde se libra la verdadera guerra a todas las manipulaciones, para no quedarse fuera y ejercer mejor defensa- entonces, puede ser Abrams ¿?, adalid de la industria del entretenimiento, un candidato adecuado para representar ese papel de crítico de tales lenguajes? ¿No estará Abrams haciendo precisamente lo contrario?

¿No hay una diferencia entre tomar conciencia de internet y los nuevos medios, como forma de defensa contra los nuevos lenguajes, y , por otro lado, lanzarse en sus brazos entusiásticamente?

Además... ¿no sería también un deber de todos seguir avanzando en el máximo de propuestas narrativas, y no sólo en las que surgen de los medios de comunicación de masas, como forma de luchar contra la hegemonía absoluta de esos medios, que al final, terminarían por imponer la realidad si no hay alternativas?

Manuel G. dijo...

¿No se pueden concebir caminos para otras narrativas fuera del contexto de los medios que señala Tabarovski, y sin quedarnos además anclados en el pasado – fuera del contexto “del relato del noticiero, el bricolaje informativo, Internet, la fragmentación del blog, el mensaje de texto”?

¿No sería un horror imaginar, dentro de unos años, que al abrir cualquier texto narrativo uno sólo se vaya a encontrar allí nada más que “el relato del noticiero, el bricolaje informativo, Internet, la fragmentación del blog, el mensaje de texto”?. ¿No son la Variedad, el acerbo artístico y literario del pasado, las especifidades culturales... también nuevos puntos de partida para otras narrativas conscientes y críticas del mundo actual y sus cambios, sobre todo contra la uniformización que supone la globalización?

Esos caminos y líneas de evolución para la narrativa podrían ser:

- Por ejemplo ¿no hay hoy día una pujante literatura multicultural? (se puede echar un vistazo al suplemento Babelia, para ver la invasión que sufre Francia)

http://www.elpais.com/articulo/semana/Francia/
reinventa/lengua/elppgl/20090523elpbabese_5/Tes

- La línea de novela (narrativa) negra y policíaca.

- La línea de la narrativa fantástica, Dick-Ballard-Murakami...

- La línea de la literatura de “los territorios míticos”, Faulkner-Rulfo-García Márquez- Maccarthy...

- La línea de la literatura experimental, Becket, Pinter, Kafka, Vila Matas... etc etc...

He ahí una serie de ramas del tronco que no se quedaron ancladas en el pasado, sino que siguen evolucionando. Sería un error desdeñar todo el acerbo narrativo del que irán surgiendo las narrativas críticas más modernas, no sólo desde los medios que señala Tabarovski. No por ello estas líneas narrativas serán menos modernas y menos críticas con aspectos del mundo. Y no estoy hablando de “reproducir” lo antiguo, hablo de continua evolución.

Por ejemplificar en unas de estas líneas que siguen evolucionando, ¿cómo puede entrar en la lucha la narrativa de los “territorios míticos” (Faulkner-Rulfo-García Márquez- Maccarthy)?. Aquí veo claramente para mí un campo de batalla contra el lenguaje de la industria turística (de la mano de disneyworld, los parques temáticos...); como una forma de mostrar en su profundidad la realidad de la vida en muchos lugares (realidad de horror muchas veces), frente a la visión turística idílica y su lenguaje falseador. Fíjate en la labor crítica que puede ejercer esta línea contra los lenguajes manipuladores de los medios y poderes económicos.

¿No crees que es un error despreciarlas y considerarlas “narrativas planas”, simplemente por no pertenecer al campo -el de los medios de comunicación- que vosotros, Tabarovski y tu, exclusivamente señaláis; por lo que a lo mejor se os oculta un poco todo lo demás?

Vicente Luis Mora dijo...

No, Abrams no está haciendo eso, está retorciendolas posibilidades de los medios, ampliándolas, cruzándolas con otras cosas. Seguir borreguilmente a los medios es reproducir una episteme plana y mercantilista, en esto tienes toda la razón, Manolo, pero yo hablo de otra cosa -y Tabarovksy también, claro-. Lo importante es cuestionar(nos), someter a cuestión los medios, sus capacidades expresivas y oponerlas o juntarlas o contrastarlas o ajustarlas con la planitud anterior, en aras de una expresividad no necesariamente nueva, sino más compleja, más acomplejante, más inquieta, más inquietante, que vaya a la almendra de qué significa contar una historia en el siglo 21. Por ahí van los tiros -al menos, los que a mí me interesan-. Saludos.

julio dijo...

Estoy de acuerdo contigo,sabe llevar la historia desde la perpectiva del que esta del otro lado siempre con su estilo y talento marcado.

Vicente Luis Mora dijo...

Dos años después, Abrams me obliga a volver a esta entrada, puesto que este número de Wired sigue creando historias:
http://www.elpais.com/articulo/cultura/jugada/marketing/brillante/historia/elpepucul/20110125elpepucul_7/Tes

Adri dijo...

Excelente!

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias, Adri, saludos.

Andres dijo...

Muy bueno!!
Felciitaciones!

Estudio contable dijo...

El sindicato de policías judíos, de Chabón, es de lo mejor de la literatura norteamericana de los últimos 20 años.

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias por este tardío comentario. Chabon es una verdadera referencia de nuestro tiempo. Un cordial saludo

Estudio contable dijo...

Muy buen blog. Llegué acá buscando a Chabon. Un abrazo!