lunes, 16 de junio de 2008

Para que la máquina funcione

Para satisfacer algunas peticiones, cuelgo el texto que leí en Málaga durante el encuentro de nueva narrativa Mutaciones, organizado por el Instituto Municipal del Libro y coordinado por Juan Francisco Ferré.


Para que la máquina funcione


Comienzo leyéndoles el principio de un artículo publicado recientemente en El País por un biólogo: “Los avances y descubrimientos de la biología y biomedicina actual se deben en gran medida al empleo de metodologías y técnicas modernas que ha desarrollado la comunidad científica. La convergencia de las aproximaciones experimentales en ciencia con las nuevas tecnologías de la información ha permitido establecer un bagaje de conocimiento que no ha tenido parangón a lo largo de la historia de la humanidad[1]. Bien, esto es una obviedad en el campo de la investigación sanitaria, también en el de la investigación biológica, climática, matemática, espacial, quirúrgica, medicamental, y un largo etcétera. Es curioso que las mismas personas que reivindican tecnología punta para su coche, que exigen ciencia de primera y tecnología punta para el tratamiento contra el cáncer de su esposa, que buscan en la farmacia tecnología punta y medicamentos de última generación para sus males, se conformen luego culturalmente con producciones culturales anacrónicas, desfasadas, deslegitimando la vanguardia como concepto y las creaciones de tecnología literaria punta. Es contradictorio que personas que lleven un móvil tribanda en el bolsillo y se comunican por correo electrónico lean novelas con tecnología del siglo XIX, como si intentasen echar gasolina a un carro de heno. Creo que si esas personas quieren “lo último” en las cosas importantes (medicamentos, tratamientos médicos, etc.), y en cultura se conforman con cualquier cosa preñada de retraso temporal es porque, en el fondo, no valoran demasiado la cultura.

Como todos ustedes saben, el fundador del método científico moderno fue Francis Bacon, una de las mentes más prodigiosas de la modernidad europea, que quizá nació con él, desde que propuso en el Novum Organum “una razón obtenida de los hechos por medio de procedimientos metódicos” (I, cap. xxvi). A pesar de que no era, ni mucho menos, lo que hoy entenderíamos por un hombre humilde, en un momento de sus obras reconoce que pudo crear el método científico por estar de acuerdo con su naturaleza, pero que no había sacado todo el provecho posible a su creación, trabajando como científico aplicado. En uno de sus escritos, reconoce: «I hold it enough to have constructed the machine, though I may not succeed in setting it to work». (Bacon 1955: 152-153)
[2]. Evidentemente, serían los científicos posteriores a él quienes se encargaron de que la máquina funcionase, creando la ciencia moderna, incuestionable hasta finales del siglo XIX. Como recuerda Germán Sierra en su excelente novela Efectos secundarios, el matemático Landau llamaba a la ciencia aplicada, y en general a todo pensamiento que albergase una utilidad práctica, “grasa de motor”, una especie de lubricante intelectual para hacer que el motor rodase a la perfección (Sierra 2000:205). Por ello, la de Bacon es una lección importante, nos dice que tener los principios técnicos no significa que seamos capaces de poner la máquina novelesca en marcha, hace falta algo más para que se convierta en grasa del motor de la novela. El teórico de la ciencia Ian Hacking combatía la tesis de Popper por la cual si después de un apocalipsis en la tierra los hombres se encontraran máquinas perfectas pero no tuvieran libros, no sabrían cómo poner en marcha aquéllas. Hacking combate esta visión popperiana, diciendo que la gente leída a veces no podría poner a funcionar las máquinas ni leyendo cómo hacerlo –doy fe, porque es mi caso; ni siquiera sé montar solo un mueble de Ikea–, pero que las personas habilidosas entienden, intuitivamente, el funcionamiento de la máquina[3]. Quizá la solución maximalista no existe: el diseño de esas máquinas requiere de una escritura, de un pensamiento; no sólo para que produzca el resultado adecuado, sino para que no se deshaga en pedazos al ponerse a funcionar o para que no electrocute a su usuario. Toda máquina, hasta el más simple horno de pan, tiene unos principios de funcionamiento que han supuesto el atento estudio y las notas de construcción de alguien. La técnica sola no basta, pero la simple intuición tampoco. Una y otra se alimentan. Y tratándose de novelar un tiempo tan complejo como el nuestro, la técnica de la novela, en cuanto artefacto dirigido a producir literatura, debe estar compensada, debe iluminar al lector, pero no electrocutarlo. La ciencia y la tecnología no deben saturar el libro, sino completarlo; exactamente en la misma medida en que la tecnología suele completar la vida cotidiana del lector, y no la satura. La regla debe ser la naturalidad: el otro día escuché una brillante conferencia de Juan Francisco Ferré donde recordaba que Cervantes, en la segunda parte del Quijote, aborda con naturalidad el hecho tecnológico decisivo de su tiempo: la imprenta, aludiendo a la publicación tanto de la primera parte de su obra, como al otro Quijote, al de Avellaneda, incluyendo alguna reflexión sobre la distribución. ¿Cervantes es admisible como modelo, o estoy siendo muy vanguardista y mutante? Creo que nos puede valer la hermosa metáfora formulada por Deleuze y Guattari en Rizoma: “un libro es una pequeña máquina” (2005:11), una máquina productora de posibilidades narrativas, un libro conformado por un rizoma de significaciones, una rizomáquina creativa. Así podría ser la estructura, el continente. Pero, ¿y el contenido?

Respecto a eso, al contenido, hace poco leía unas declaraciones de Eduardo Mendoza sobre literatura que me dieron mucho que pensar. En ellas decía Mendoza que su generación tuvo que inventarse sobre qué escribir, porque no tenía “temas”, no había –a su juicio– ningún tema social lo suficientemente importante como para escribir de él. No quiero entrar ahora en la relatividad de ese juicio, sino en el hecho de que me hizo pensar en la cantidad de temas importantes, por no decir trascendentales, a los que se enfrenta el mundo en estos momentos, y que raramente aparecen en las novelas actuales. Mientras que, curiosamente, la poesía y el ensayo literario españoles están últimamente muy preocupados por el ultracapitalismo y los graves problemas ecológicos a los que vamos a enfrentarnos en los próximos años, raros son los novelistas (con algunas excepciones) que están abordando las contradicciones culturales del capitalismo (Bell), y sus numerosas injusticias estructurales, en la forma paroxística y globalizada en que este capitalismo está operando en la actualidad. La genética y la investigación molecular suelen tratarse en novelas más bien detectivescas, en thrillers dirigidos al mercado de best-sellers, donde las grandes corporaciones han sustituido a los taciturnos criminales solitarios que Ballard veía como característicos de la novela negra del XX. El cambio climático, o las dudas sobre la existencia del cambio climático, la extinción de cientos de especies animales al año, el deterioro de la capa de ozono, la brecha digital, la descompensación económica norte-sur, la inmigración masiva, la posibilidad de una catástrofe informática mundial, el agotamiento de las reservas combustibles fósiles, las nuevas tensiones geopolíticas, el avance de ciertas formas increíbles de ultraconservadurismo como la teoría religiosa y pseudo-científica del “diseño inteligente”, la clonación humana, la epidemia mundial de cáncer y la aparición puntual de nuevas y fulminantes enfermedades contagiosas, son temas, creo, de suficiente relevancia para que esta generación no pueda decir, dentro de treinta años, que no tenían “tema” para escribir. Casi todos estos temas tocan la tecnología y la ciencia, en mayor o menor medida. El otro día alguien dejaba en mi blog esta frase del mismo e ínclito Ballard: “Ciencia y tecnología se multiplican alrededor de nosotros. En un grado creciente dictan los lenguajes con los que pensamos y hablamos. O utilizamos estos lenguajes, o nos callamos
[4]. Bueno, no creo que la opción sea tal, no creo que haya que escribir sobre o con términos científicos o tecnológicos, pero Ballard tiene razón en la primera parte. Ciencia y tecnología están creando el lenguaje de lo que somos, y seguramente, bien para estar a favor o para estar en contra, deberíamos conocer al menos esos lenguajes, ser conscientes de su incidencia en nosotros.

No se trata de reflejar el mundo. No se trata de poner un espejo simple colocado delante de las cosas. No tiene sentido dedicarse a lo que se dedican la televisión y el periodismo, los espejos del reino (Lynch 2000). La novela ya no es, como quería Stendhal, un espejo a lo largo del camino, sino el camino, el espejo, el movimiento horizontal y también quien mira, desde fuera, la escena entera. La novela es el sistema completo, no una parte, ni siquiera la suma de las partes. Siguen diciendo Deleuze y Guattari: “cuando se escribe, lo único verdaderamente importante es saber con qué otra máquina la máquina literaria puede ser conectada, y debe serlo para que funcione” (2005:11). La novela de hoy es o debe ser más compleja y requiere para su ejecución de más saberes y elementos, porque el mundo es más complejo, porque incluye más saber y lo estructuran más elementos, porque el conocimiento global se incrementa a tal velocidad que las enciclopedias están desfasadas a los veinte minutos de publicarse, y sólo wikipedia, en constante renovación, puede dar una imagen -no exacta, pero sí fiel- de lo que está pasando. La novela de quizá debería ser wikipédica, no en el sentido de que deba actualizarse a cada segundo, sino que debe ser consciente de que el mundo lo hace, y de que ese conocimiento es inasible. No estaría mal que la novela de hoy fuera tecnológica y operativa, no hablar de tecnología, sino contenerla; ser alta tecnología literaria, tener fuerza, corriente eléctrica continua, alto voltaje, caballos de potencia acumulados en sus frases; la novela de hoy debe ser un engranaje consciente, debe ser un continuo entre las piezas y la mano del operario, debe tener el engrase del tiempo, medir su ritmo con los púlsares, debe sentir la longitud de onda, debe imitar mareas; la novela de hoy debe contener tensión, fluido alimenticio, rabia, esperanza magnética, la novela de hoy debe ser energía en estado puro, relámpago y láser, para que la máquina funcione.



Bibliografia
Bacon, F., Selected Writings of Francis Bacon; The Modern Library, New York, 1955.
Deleuze, Gilles, y Guattari, Félix, Rizoma (Introducción); Pre-Textos, Valencia, 2005.
Lynch, Enrique, La televisión: el espejo del reino; Plaza & Janés, Barcelona, 2000.
Sierra, Germán, Efectos secundarios; Debate, Barcelona, 2000.

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Notas
[1] J. M. Palma Martínez: “Proteómica: un nuevo palabro”, El País, 30/04/2008.
[2] Debo la cita de Bacon a una interesante ponencia de Melció Mateu en el IV Congreso Transatlánico de Brown University, abril de 2008.
[3] “Por cierto, estoy en desacuerdo con los resultados del experimento mental de Popper en sus escritos sobre el 3er mundo. Imagine una catástrofe universal con dos posibles resultados. (i) Los supervivientes humanos quedan con un mundo lleno de máquinas que no comprenden, pero sin libros ni manuales. (ii) Quedan con un mundo las con bibliotecas intactas, gran parte de las cuales pueden leer. Según Popper, en (ii) la gente averiguaría cómo fabricar las máquinas, pero en el mundo (i) nunca sabrían para qué servían las máquinas; sobrevendría una edad oscura. Éste es un ejemplo de la filosofía dominada por la teoría contra la que despotriqué en la segunda parte de Representing and Intervening. Creo que personas con una cultura meramente libresca y ningún conocimiento sobre maquinaria lo pasarían pero que muy mal para hacer que algo funcionara. También creo que teniendo máquinas en buen estado, las personas con el tipo de habilidad innata que hoy tienen los obreros y artesanos acabarían por averiguar qué hacen las máquinas y cómo lo hacen”; “Entrevista con Ian Hacking”; Cuaderno de materiales nº 17, enero-abril 2002, accesible en http://www.filosofia.net/materiales/num/num17/Hacking.htm; realizada por A. Álvarez Rodríguez.
[4] http://vicenteluismora.blogspot.com/2008/04/ballard-es-asombroso.html.

36 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé cuantas contresañas (por no decir password [dudo: en cursiva? [dudo: ¿interrogante inicio? ¿voy atrás o sigo?] ]que estamos en spain y no se pierda y como ya no me acuerdo de cuántos corchetes he abierto]] y uno más, por si acsaso] y nombres de usuario.

El tiempo que pierdo porqué no sé cómo unir todas. Total, para aparecer bajo un mismo nombre.

Y claro, el nombre. Y la realidad. Si ves un ángel...te encanta. Te encantará.

Anónimo dijo...

Tengo algún problema con el texto. Creo que entiendo el tipo de literatura "mutante" que propones, Vicente. Me parece un modelo válido y francamente atractivo. Sin embargo, no me parece el único modelo posible. De hecho, ni siquiera me parece el único modelo necesario. La literatura que llamas "tardomoderna" está dando frutos más que interesantes, que cuestionan nuestras relaciones con lo real mediante otros procedimientos. Si no hubiera más que Fernández Mallos no tendríamos Orejudos.

Por otro lado, lo de que el mundo de hoy es más complejo , no lo veo tan claro. No me parece más complejo que, por ir al ejemplo de Ferré, el de Cervantes. Internet es una tontería de nada comparada con el descubrimiento de América. Lo más parecido que se me ocurre es que mañana encontráramos, sin saber muy bien cómo, vida extraterrestre. Por otro lado, estaba la descomposición reticente de unas relaciones de producción (feudales). Si tenemos que creer a Negri (Fin de siglo), nosotros ya la hemos vivido (subsunción real) sin mayores percances. O el nacimiento de una clase sin antecedentes jurídicos o raciales: el criollo, su carácter translaticio, difícilmente reducible a esquemas binarios de hegemonía / subalternidad.

Además, recuerdo que hace un tiempo se debatía aquí sobre videojuegos y, un poco antes, del interfaz como "máquina que habilita el contacto entre dos máquinas", si se me permite pervertir a Guattari & Co. Adonde voy es al sistema operativo, cada día más simple. Probablemente la programación es más compleja, pero el usuario dispone de menos complicaciones que mi añorado MS-Dos (también de, por supuesto, menos posibilidades de intervención sobre el sistema: piénsese en lo sencillo que era, con unos conocimientos básicos, hacer un menú con formato .BAT). El sistema operativo en el que estoy pensando es Mac OS X, por ejemplo. Es enormemente intuitivo. Pero siempre recuerdo con cierta sorna, dice poco de las expectativas que Windows tiene de nosotros que si llevas el cursor hasta el botón de inicio, pero no pulsas el botón, sale un letrerito que amablemente te indica "haga click aquí para empezar". Muchas gracias. En este sentido, Vicente Verdú escribía hace unos meses sobre la tendencia al diseño (que representan bien los productos Apple) en la que se busca ante todo la simplicidad y la suavidad en las formas.

Dices que hay modos nuevos de comunicación y que a esos modos debe corresponder una literatura nueva. Bien, estamos de acuerdo. Pero por mucho spam que recibas no has dejado de recibir el correo publicitario de toda la vida. Internet no ha desplazado a la imprenta, sólo se ha hecho con su propio ámbito y, es cierto, ha transformado a aquélla. Pero en el fondo el formato libro, personalmente, me parece insustituible por ninguno de los sustitutos que le conozco en el momento de la lectura (ya se lo ha superado ampliamente en capacidad de almacenamiento).

Toda esta respuesta tan larga, viene a decir eso, que sí, pero que no me parece que te pasas un poco, quizá por la renuencia de algunos ámbitos (no me da la impresión que de tantos) a admitir los cambios. Pero no por ello vamos a olvidar, primero, que hay cosas (buenas y malas) que todavía no han cambiado y, después, que quizá haya cosas que merezca la pena conservar.

Vicente Luis Mora dijo...

Querido Carlos, esta noche me has pillado reflexionando sobre el concepto de lista (habló Germán Sierra sobre eso en Málaga y sigo dándole vueltas al tema), y por ello algo me impulsa a contestarte en una lista.

1) Escribes: "Creo que entiendo el tipo de literatura ‘mutante’ que propones, Vicente. Me parece un modelo válido y francamente atractivo. Sin embargo, no me parece el único modelo posible" ¿Quién ha dicho lo contrario, Carlos, dónde he escrito que los demás dejen de escribir? Te recuerdo que en "La luz nueva" dedicaba el mayor espacio y atención a un autor tardomoderno. A veces se le olvida a la gente, por eso lo recuerdo: son los hechos -los escritos- lo que cuentan.

2) "Por otro lado, lo de que el mundo de hoy es más complejo, no lo veo tan claro". Madre mía, pues yo lo veo clarísimo. Comprender (y descubrir, y recorrer, y cartografiar, y estudiar) América ha llevado más de cinco siglos, Carlos, descubrirla por casualidad tomó cinco minutos. Toda esa nueva complejidad se añade a la existente, eso es lo que creo que no has entendido de mi texto. La complejidad es acumulativa, se multiplica geométricamente cada día. La NASA produce todos los días 2 terabytes de datos sobre nuestro mundo y nuestro universo. Todo ese ingente caudal de información se suma al anterior, Carlos. El mundo sigue un formato wikipédico (perdona por lo vulgar de la comparación, pero es bastante clarificadora): cada vez hay más información, no menos. Por supuesto que no toda es necesaria, pero lo necesario también crece... quizá no geométricamente, pero sí de forma aritmética. Piensa "sólo" en los libros. 60.000 novedades en España cada año. Quítale 59.000. Quítale 59.600. Te quedan 400 libros necesarios (no te engañes, los hay, se editan auténticas maravillas a cientos: yo tengo en casa los 400 libros imprescindibles de 2007, no me ha dado tiempo de momento a leer más que 150. Y ahora piensa: súmale los editados en Latinoamérica, los editados en Francia, Italia, Inglaterra, EEUU). Hay más científicos, más artistas, más escritores que nunca, por un sólo hecho incuestionable: como sabes por Malthus, la población también se multiplica aritméticamente, Carlos. Calculo a bote pronto que unos cuatro mil millones más de personas que en tiempos de Cervantes. Piensa eso. Piensa eso y luego dime que no hay más complejidad, que están todos muertos, que esos cuatro mil millones no viven, no escriben, no investigan, no aportan nada valioso a la humanidad. Dime que son basura. Dímelo.

3) La simplicidad en los sistemas operativos sólo indica que la complejidad ha crecido en los formatos de hardware. Se están diseñando ya ordenadores cuánticos, Carlos. En tiempos de Cervantes no tenían ni puñetera idea de lo que era la física cuántica. Los científicos de hoy saben absolutamente todo lo que sabía Kepler… y cientos de miles de cosas más.

4) No restes importancia al diseño, sobre todo después de citar a Negri, a quien conozco muy bien. El diseño forma parte del espectáculo, y “Cuando estás en una nación en que ya no hay representación política real, sino simplemente formas más o menos adecuadas de publicidad y de estrategias de comunicación, ya no hay lucha, ya no hay política, ya no hay cuerpo. (…) Todo ocurre a través del espectáculo, por televisión”; Toni Negri, Del retorno. Abecedario biopolítico, Debate, Barcelona, 2003, p. 57. El diseño forma parte del Biopoder (ver Tiqqun, Teoría del Bloom; Melusina, Barcelona, 2005, pp. 33ss), y por ello es una forma especialmente oblicua, temible y poderosa que hay que conocer bien. A fondo, diría yo, del mismo modo que hay que tener unos rudimentos sobre publicidad, semiótica y teoría de la información audiovisual. Cosas que no existían, por cierto, antes del siglo XX, y que se han sumado a la brutal complejidad a estudiar.

5) Diario El País de hoy: cada trabajador pierde 3 minutos al día borrando Spam. No creo que nadie perdiera hace sólo 15 años tres minutos al día rompiendo correo publicitario (incluidos sábados y domingos, porque no se repartía correo esos días; el Spam llega también el fin de semana). El Spam es un fenómeno que proviene de la exasperación de otro antiguo, sobre el que ha dado un salto, permíteme la inaplicable metáfora, cuántico. Es tan grande la diferencia como las tesis de Mendel con respecto a la genética de Crick y Watson. Es uno de los símbolos de nuestro mundo que ahora mismo más me fascinan, y por eso considero una obra maestra a jPod, de Douglas Coupland, por ser la primera novela que, entre otros hallazgos, entiende el Spam como la metafísica social del siglo XXI.

6) Coincido: de momento, no hay sustituto para el libro. Pero comienza a haber alternativas: según datos de ayer del diario El Mundo, este mismo 2008 se han vendido en Estados Unidos 50.000 Sony Reader (entre ellos, el mío). Cincuenta mil equipos, teniendo en cuenta que cada uno puede almacenar 200 libros, sustituyen o son alternativa a ¡diez millones de volúmenes! Vamos a ver qué pasa en los próximos años, aunque suscribo por entero la opinión de mi admirado José Antonio Millán: ambos formatos coincidirán en el tiempo sine die, porque ambos tienen ventajas irrenunciables.

7) “Toda esta respuesta tan larga, viene a decir eso, que sí, pero que no me parece que te pasas un poco, quizá por la renuencia de algunos ámbitos (no me da la impresión que de tantos) a admitir los cambios”. Lo acepto, Carlos, puede ser. “Pero no por ello vamos a olvidar, primero, que hay cosas (buenas y malas) que todavía no han cambiado y, después, que quizá haya cosas que merezca la pena conservar”. Jamás he dicho lo contrario, busca el sitio donde yo haya dicho que hay que quemar los libros o escupir sobre Shakespeare. No pongas en mis palabras barbaridades que no hay.


Siempre tengo presente que hay fórmulas, escasísimas pero indeclinables, que funcionan siempre. Lo decía el poeta José Hierro: “los siglos pasan, pero la sopa se toma con cuchara”. Creo que era su metáfora para explicar por qué pasan los siglos y se siguen escribiendo sonetos. Bien. Hierro tiene razón. Lo que hay que identificar es las cucharas. Cuántas cucharas literarias hay. Cuáles son. Seguiremos tomando sopa con ellas, siempre.

Lo único que yo digo es que de un tiempo para acá, digamos diez años, se fabrican en España unas maravillosas cucharas de acero inoxidable, que no envenenan, como algunas antiguas de plomo.

Saludos

Anónimo dijo...

(De un mundo muy distinto, con muro, torres, etc. Una ya nada provocadora reflexión, no obstante con su interés)

http://www.elpais.com/articulo
/opinion/Elogio/analfabeto
/elpepiopi/19860208elpepiopi_8/Tes/
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El País, 08/02/1986

Elogio del analfabeto

HANS MAGNUS ENZENSBERGER

(El analfabeto clásico no sabe leer ni escribir. Tiene, por tanto, que contar cosas. Ahora bien, contar cosas es el comienzo de la literatura. El analfabeto moderno sabe leer y escribir. Pero ya no es capaz de contar cosas. Se ha convertido en un consumidor atolondrado. Hans Magnus Enzensberger, el autor de estas reflexiones, es poeta y ensayista y ha escrito reportajes políticos e ideológicos, como el que publicó en este periódico a finales del pasado año, titulado Cristales rotos de España. El texto que se publica en estas páginas fue escrito para su lectura en la recepción del Premio Heinrich Böll que le otorgó la ciudad alemana de Colonia.)

De los periódicos que en estos meses me han acompañado en el desayuno saco la deducción de que las culturas literarias o documentales, las culturas no ágrafas, se hallan amenazadas de decadencia. Y ello no sólo en nuestro país, sino en el conjunto del globo. A alguien que como yo vive de escribir, y por tanto de leer, no puede dejar indiferente semejante noticia amenazadora.¿Puede prescindirse de la palabra escrita? Ésa es la cuestión. Y quien la suscita se ve obligado a hablar del analfabetismo. Pero el asunto tiene un inconveniente. El analfabeto no se halla nunca presente allí donde se habla de él. Ni se presenta ni se da por enterado de nuestras afirmaciones. Guarda silencio. De ahí que yo quiera asumir su defensa, aun cuando, desde luego, él no me lo ha pedido.

Uno de cada tres habitantes de nuestro planeta se las apaña para vivir sin el arte de leer y sin el arte de escribir. Redondeando la cifra, son 850 millones los que se encuentran en esa situación, y su número va a seguir aumentando con toda seguridad. Se trata de una cifra impresionante, pero equívoca, pues el género humano se compone no sólo de los vivos y de los que aún no han nacido, sino también de los que ya han muerto. Y si se los tiene en cuenta hay que sacar la conclusión que saber leer y escribir no es la regia, sino la excepción.

Solamente a nosotros, a esa minúscula minoría que constituimos las gentes que leemos y escribimos, podía ocurrírsenos tomar por minoría minúscula a quienes no suelen hacerlo. Semejante idea revela una ignorancia con la que no quiero conformarme.

Muy por el contrario, cuando contemplo al analfabeto se me presenta éste como una figura digna de todo respeto. Envidio su memoria, su capacidad de concentración, su listeza, sus dotes de invención, su tenacidad y su exquisito oído. Por favor, no vayan a pensar que estoy hablando del buen salvaje. No estoy hablando de una fantasmagoría romántica, sino de seres humanos con los que me he encontrado en la vida. Lejos de mí la intención de idealizarlos. También veo lo estrecho de su horizonte, su error, su obcecación, su extravagancia.

Se preguntarán que cómo es que precisamente un escritor toma partido por los que no pueden leer... Pues está muy claro. Porque los analfabetos fueron los que inventaron la literatura. Sus formas elementales, desde el mito a las rimas infantiles, desde el cuento a la canción, desde la plegaria al acertijo, son todas ellas mucho más antiguas que la escritura. Sin la tradición oral no habría poesía; sin los analfabetos no existirían los libros.

Pero ¿y la Ilustración?, me responderán... De acuerdo... ¡La insensibilidad de una tradición que excluía a los pobres de todo progreso!... ¿Y a quién se lo cuentan ustedes? La desdicha social tiene su base no sólo en los privilegios materiales, sino también en los inmateriales. Fueron los grandes intelectuales del dixhuitième los que lo descubrieron. Que el pueblo no pueda emanciparse, pensaron, no se debe únicamente a su sometimiento político y a la explotación económica de la que es objeto, sino también a su ignorancia. Generaciones posteriores dedujeron de estas premisas que leer y escribir son parte de una existencia humanamente digna.
Esta idea, preñada de consecuencias, sufrió con el tiempo, es cierto, una serie de curiosas interpretaciones. Casi imperceptiblemente el concepto de Ilustración se vio sustituido por el de instrucción. "La segunda mitad del siglo XVIII", dice Ignaz Heinrich von Wessenberg, pedagogo alemán de los tiempos napoleónicos, "hizo época por lo que se refiere a la instrucción del pueblo. El conocimiento de lo que se consiguió a este respecto llena de satisfacción al filántropo, alienta al sacerdote de la cultura y es de lo más aleccionador para el gestor de los asuntos públicos".

No todos sus coetáneos estuvieron de acuerdo con él. Otro educador del pueblo, Johann Rudolph Gottlieb Beyer, escribía en torno a la lectura de libros: "¿No es de ahí precisamente de donde surgen siempre la revuelta y la revolución? Al menos crea descontentos e insatisfechos que miran siempre torcidamente cuanto emprende el poder legislativo y ejecutivo y que no sienten inclinación por la Constitución de su país".

La argumentación nos suena. El miedo a la Ilustración ha sobrevivido a ésta. Inverna no sólo en las dictaduras del siglo XX, sino también en la democracia alemana occidental. Al menos siempre hemos tenido entre nosotros algún cretino de legislador o ejecutivo que ha preferido dejar en suspenso la Constitución para preservarla de los nocivos efectos de determinados escritos.

Pero también es poco lo que ha conseguido aprender la crítica de la cultura de signo conservador durante los últimos 200 años. En ningún momento ha dejado de alzar el dedo en señal de advertencia. "¿Por qué?", se pregunta ya en tiempos de Goethe Georg Heinzman. "¿Por qué (ha de) escribirse e imprimirse preferentemente para lo más depravado del género humano, para quienes eternamente no quieren otra cosa que diversión, para quienes no quieren sino que se les adule y se les engañe?".

"Las consecuencias de semejantes lecturas, carentes de gusto y de sentido, son ( ... ) el derroche insensato, el rechazo insuperable de todo esfuerzo, la afición sin límites al lujo, la tendencia a acallar la voz de la conciencia, el tedio vital y la muerte prematura", se quejaba Johann Adam Bergk.

Cito estos textos largo tiempo olvidados porque sus tesis andan aún como duendes por nuestra época. Quien escuche los sermones y las discusiones sobre política cultural tendrá la impresión de que en el curso de estos dos siglos no se nos ha ocurrido ningún argumento nuevo.
Ahora bien, por lo que respecta al proyecto de alfabetización, nuestros avances han sido considerables. En esto han alcanzado notables éxitos, a lo que parece, los sacerdotes de la cultura y los dirigentes de la cosa común. Quién contradiría a Joseph Meyer, uno de los principales editores del siglo XIX, que acuñó el lema: "¡La instrucción hace libre!". La socialdemocracia elevó este lema a exigencia política y ha luchado hasta hoy incansablemente por la igualdad de oportunidades y contra el privilegio en la educación. ¡El saber es poder! ¡Cultura para todos! Desde Bebel y Bismarck se han sucedido las buenas nuevas. Ya en 1880 la tasa de analfabetismo había descendido en Alemania por debajo del 1 %. Y en más de un país europeo se tardó más tiempo. Pero también en el resto del mundo se han hecho enormes progresos desde que, en 1951, la Unesco inscribiera en su bandera el lema de la alfabetización. En una palabra: es el triunfo de la luz sobre las tinieblas.

Nuestra alegría por este triunfo se mantiene dentro de ciertos límites. El mensaje es demasiado hermoso para ser verdad. Los pueblos no han aprendido a leer y escribir porque tuvieron ganas de hacerlo, sino porque se les ha obligado. Su emancipación ha sido al tiempo una incapacitación. A partir de ese momento, el aprender ha quedado sometido al control del Estado y sus agencias: la escuela, el ejército, la justicia. Los niños de Ravensburg que en 1811 participaron en la adjudicación de un premio cantaban ya:

"Trabajador y obediente / es lo que el buen ciudadano / debe ser honradamente. / La escuela, cual debe ser, / forjará en la juventud / el sentido del deber. / Sólo la escuela consagra / a esta virtud eminente / y presta conocimientos / que enriquecen nuestra mente. / Para siempre agradezcamos: / ¡Viva el Rey! ¡Viva el Estado / donde de escuelas gozamos!".

La finalidad que perseguía la alfabetización de la población nada tenía que ver con la Ilustración. Los filántropos y los sacerdotes de la cultura que la propagaron fueron únicamente los instrumentos de la industria capitalista, que exigía del Estado que pusiera a su disposición una mano de obra cualificada. Nunca se trató lo Bueno, Bello y Verdadero de que hablaran los patriarcales editores del Biedermeier y que todavía hoy gustan de citar sus epígonos. Nunca se trató de allanar el camino a la cultura escrita y mucho menos aún de liberar a los hombres de su minoría de edad. El progreso del que se hablaba era un asunto muy diferente. Consistía en amaestrar a los analfabetos, a "la más baja entre las clases de hombres", en arrebatarles su fantasía y su obstinación para, en adelante, no explotar solamente la fuerza de sus músculos y la habilidad de sus manos, sino también su cerebro.

Para terminar con el hombre ágrafo había que empezar por definirle, detectarle y descubrirle. El concepto de analfabetismo no es antiguo. Su invención puede datarse con bastante precisión. La palabra aparece por primera vez en un escrito inglés de 1876 y se extiende velozmente por toda Europa. Casi simultáneamente inventa Edison la lámpara incandescente y el fonógrafo, Siemens la locomotora eléctrica, Linde la máquina frigorífica, Bell el teléfono y Otto el motor de gasolina. La relación está clara.

LOS CONSUMIDORES CUALIFICADOS

Por lo demás, el triunfo de la educación popular en Europa coincide con el desarrollo máximo del colonialismo. Lo cual tampoco es ninguna casualidad. En las enciclopedias de la época puede leerse que el número de analfabetos "comparado con población total de un país (constituye) un índice de la situación cultural de un pueblo". "Este estado de cultura (es) mínimo en los países escandinavos y entre los negros de Estados Unidos de América. ( ... ) En el escalón más alto se encuentran los ( ... ) países germánicos, los blancos de Estados Unidos de América y el tronco finés". Tampoco había de faltar la indicación de que "los hombres ( ... ) están por término medio por encima de las mujeres" (Meyers Grosses Konversationslexikon 1905, Brockhaus 1894).

Aquí ya no se trata de estadísticas, sino de discriminación y estigimatización. Tras la figura del analfabeto se dibuja ya la del hombre inferior. Una pequeña minoría radical usufructúa la civilización y discrimina a todos los que no bailen al son que ella toca. Esta minoría puede determinarse con exactitud: los hombres dominan sobre las mujeres, los blancos sobre los negros, los ricos sobre los pobres, los vivos sobre los muertos. Lo que los gestores de los asuntos públicos no podían sospechar había de quedar claro para sus bisnietos y víctimas: que la Ilustración desemboca en persecución y la cultura puede convertirse en barbarie. Se preguntarán por qué les vengo aquí con problemas que sólo tienen ya un interés histórico. Pues bien, porque esta prehistoria nos ha tomado la delantera. La venganza de lo excluido no carece de una negra ironía. El analfabetismo, del que nos habíamos desinfectado, ha vuelto, y lo ha hecho en una forma en la que ya no queda nada de digno.

La figura que hace ya tiempo que domina la escena social es la del analfabeto secundario.Le va bien, puesto que no sufre por la atrofia de memoria que le aqueja; el carecer de obstinación le sirve de alivio; aprecia su propia incapacidad para concentrarse en nada; tiene por ventaja el no saber ni entender lo que ocurre con él. Es activo. Es adaptable. Posee una considerable capacidad para abrirse camino. No tenemos, así pues, que preocuparnos por él. Contribuye a su bienestar el hecho de que el analfabeto secundario no tiene ni la menor idea de que es un analfabeto secundario. Se tiene por bien informado, es capaz de descifrar las indicaciones para el uso de los objetos que compra, los pictogramas y los cheques, y se mueve en un mundo que le aísla herméticamente de todo cuanto pueda inquietar a su conciencia. Es impensable que naufrague en el mundo que le rodea. Es él el que le ha producido y formado para garantizar su estabilidad y permanencia. El analfabeto secundario es producto de una nueva fase de la industrialización. Una economía cuyo problema ya no es la producción, sino la forma de darle salida, no necesita ya ningún ejército de reserva disciplinado. Lo que necesita son consumidores cualificados. Al mismo tiempo que el obrero productor y el empleado clásicos se ha vuelto superflua la preparación rígida a que se sometía a éstos, y el analfabetismo se convierte en una traba que conviene quitar de en medio lo antes posible. Nuestra tecnología ha desarrollado la solución adecuada a la vez que planteaba el problema. El medio ideal para el analfabeto secundario es la televisión.

Es probable que la mayor parte de las teorías que se han puesto en pie en tomo a este fenómeno sean falsas. Sé de lo que hablo, pues no hace aún 20 años que adscribí maravillosas posibilidades emancipatorias al medio electrónico. En todo caso, aquella esperanza, aunque fuera infundada, tenía la ventaja de la audacia. No puede decirse otro tanto de las consideraciones que hace el sociólogo norteamericano Neil Postman, de las que hoy tanto se habla: "Cuando un pueblo se deja distraer con trivialidades, cuando se define de nuevo la vida cultural como una serie interminable de representaciones de diversión, como gigantesca empresa de espectáculos, cuando el discurso público se convierte en palabrería indiferenciada; en suma, cuando los ciudadanos se convierten en espectadores, los asuntos públicos se degradan hasta devenir en números de variété, la nación está en peligro y la muerte de la cultura se toma un peligro real".

Tan sólo ha variado la terminología. En todo lo demás, la argumentación del norteamericano de 1985 es idéntica que la del buen suizo que en 1795 dirigía una Llamada a su nación para advertir de la amenaza del hundimiento de la cultura. Es evidente que Postman tiene razón con su afirmación central de que la televisión es una majadería con salsa. Lo curioso es que vea en ello un inconveniente. Al hecho de ser retrasada mental es a lo que debe la televisión su encanto, su irresistibilidad, su éxito. Todavía más extraño es otro tic que puede observarse en los apologetas de la cultura lectora. Antójaseles que de lo que se trata primordialmente es de los medios con los que se produce la imbecilidad. Si aparece en letra impresa se considera sin más que constituye un bien cultural. En cambio, si se difunde a través de antenas o cables, "la nación está en peligro". En fin, la culpa es de los que toman la crítica cultural por moneda de ley.

A mí al menos se me hace cuesta arriba creer en una Casandra cuyos presagios sirven para hacer apología de su propio negocio, máxime cuando simultánea y ciegamente echa mano de nuevos mercados de salida. Vamos a hacer memoria: fue con un producto impreso, con el periódico sensacionalista Bild-Zeitung, profético producto con el que se demostró que es posible vender como lectura el destierro de la lectura y fabricar un medio impreso para analfabetos secundarios. Y son naturalmente editores los que se aprestan a cablear toda la nación, a imponer los satélites y cubrir el continente con programas de los que se ha borrado todo vestigio de programa. Lo mismo que hace 100 años, cuando el propósito era alfabetizar a la población, también hoy, cuando de lo que se trata es de hacer esa alfabetización reversible, pueden confiar en la ayuda del Estado. El actual proyecto para hacer obligatoria la instalación de la televisión por cable se corresponde exactamente con la escuela obligatoria a la que aludían entonces las leyes. Resulta muy oportuno que la industria disponga como interlocutor de un ministro que encama con encomiable claridad el tipo del analfabeto secundario.

CAJONES CULTURALES

También la política educativa del Estado tendrá que adaptarse a las nuevas prioridades. Ya se ha dado un primer paso reduciendo el presupuesto previsto para las bibliotecas. Y también en la escuela se detectan novedades. Es sabido que hoy día puede asistirse durante ocho años a la escuela sin aprender alemán y que también en las universidades este dialecto germánico se va convirtiendo poco a poco en un idioma extranjero que sólo se domina imperfectamente.

Por favor, no vayan a creer que me anima la intención de polemizar contra una situación de cuya inevitabilidad me doy perfecta cuenta. Tampoco me propongo lamentarla. Lo único que quisiera es exponerla y, en la medida de lo posible, explicarla. Sería locura negar la razón de ser del analfabeto secundario, y lejos de mi intención está el negarle su lugar al sol o desaprobar sus diversiones.

Séame permitido en cambio dejar constancia de que el proyecto de la Ilustración ha fracasado a este respecto. Por lo que se refiere al lema "Cultura para todos", su fracaso resulta cómico. Y aún menos tenemos a la vista una cultura sin clases. Muy por el contrario, es previsible una situación en la que se formen ambientes culturales cada vez más marcadamente separados y que ya no conozcan un ámbito público y una opinión pública comunes.

Estoy incluso dispuesto a arriesgar la afirmación de que la población se va a dividir en cajones culturales de manera cada vez más clara. (Este término lo utilizo desde luego con intención descriptiva, sin pretensiones sistemáticas.) Los cajones ya no pueden describirse con ayuda del modelo marxista tradicional, según el cual la cultura dominante es la cultura de los dominadores. Clase económica y conciencia se separan cada vez más.

En este proceso la regla será que los analfabetos secundarios ocupen las posiciones más elevadas en la política y la economía. Baste con señalar al actual presidente de Estados Unidos y al actual canciller de la República Federal de Alemania. En contraste, tanto en nuestro país como en Estados Unidos es fácil encontrar grandes cantidades de taxistas, obreros sin cualificar, vendedores de periódicos y receptores de ayuda social que, con superior conciencia de los problemas, sus normas culturales y sus amplios conocimientos, hubieran llegado lejos en cualquier otra sociedad. Pero incluso una yuxtaposición semejante no refleja exactamente la situación, una situación que ya no permite ninguna clasificación unívoca. Pues también entre los maestros en paro pueden encontrarse zombies, y en la oficina del presidente, gente que no se limita a saber leer y escribir, sino que es capaz de pensar de una manera productiva. Pero también implica esto que el determinismo social ha agotado también sus posibilidades para la interpretación de los problemas de la cultura. Cuando los padres son en ambos casos analfabetos secundarios, el hijo de personas prominentes ya no tiene ventaja alguna sobre el hijo del obrero. La casta cultural a la que se pertenezca dependerá en adelante más de la propia opción que del origen.

De todo ello deduzco que la cultura se encuentra en nuestro país en una situación totalmente nueva. Podemos olvidar la pretensión de obligatoriedad general de la que siempre ha hecho gala pero que nunca ha cumplido. Los dominadores, analfabetos secundarios en su mayoría, han perdido todo interés por ella. Lo cual tiene como consecuencia que ya no tenga que servir a ningún interés dominante ni pueda hacerlo. La cultura ya no legitima nada. Es libre como los pájaros. Lo que también es al fin y al cabo una forma de libertad. Una cultura semejante queda reducida a sus propias fuerzas, y cuanto antes lo comprenda así, tanto mejor.

Ah, sí, falta por mencionar la cuestión de si han distinguido ustedes a un anacronismo... ¡Casi lo habíamos olvidado! Por lo que se refiere a la literatura, los cambios que acabo de señalar la han afectado menos de lo que podría parecer. En el fondo siempre ha sido un asunto minoritario. Es probable que el número de los que viven con ella se haya mantenido relativamente constante durante los últimos dos siglos. Tan sólo ha cambiado la composición de sus adeptos. Hace ya tiempo que no constituye un privilegio de ningún estamento, pero tampoco una obligación estamental, ocuparse de la literatura. El triunfo del analfabetismo secundario no puede hacer sino radicalizar la literatura: hace que sobrevenga una situación en la que ya sólo se leerá por propia decisión. Cuando haya dejado de ser un símbolo de status, un código social, un programa de educación, sólo se ocuparán de la literatura los que no pueden dejarla.

Y eso que lo denuncie quien tenga ganas de hacerlo. Yo no las tengo. También la mala hierba constituye una minoría, y todo jardinero sabe lo difícil que es terminar con ella. La literatura seguirá viva mientras disponga de una cierta tenacidad, de una cierta astucia, de la capacidad de concentrarse, de una cierta obstinación y de buena memoria. Y como recordarán, son éstas las cualidades del verdadero analfabeto. Quizá sea él el que tenga que decir la última palabra. Pues no necesita de ningún otro medio más que una voz y un oído.

--
c.m.

cgamez dijo...

Interesante la propuesta narrativa que se extrae de la comunicación. Sin embargo, conectando complejidad (sí tal vez el mundo siempre ha sido complejo, pero ahora no disfrutamos del optimismo de los modernos para resolverla con un método sencillo de causa efecto como Bacon, o como en El siglo de las luces. Ni mucho menos con 7 000 millones de personas) con los acuciantes problemas contemporáneos que comenta Vicente, me gustaría recordar el posicionamiento de Bacon frente a la naturaleza. Afirmaciones como "la naturaleza [está] para ser tomada como una mujer pública", "hay que hacerla esclava y dócil", "atormentarla hasta que revele sus secretos" muestran esa perspectiva tan anglosajona sobre la explotación de los recursos hasta sus últimas consecuencias (relación ciencia-tecnología-industria) que nos ha llevado hasta el debate actual sobre el cambio climático entre otros (también es cierto que en el mundo anglosajón encontramos a los ecologistas más radicales, más complejidad, por tanto). Y, para ser justos con Francis, recordemos que también afirmó: "la naturaleza, para transformarla, hay primero que obedecerla" (cosa que no hacemos). Ahí quiero ir precisamente: la ciencia ha creado progreso, desarrollo económico, pero tiene daños colaterales. Es algo complejo. No quiero ser maniqueo, no digo que la ciencia sea mala (yo estudié físicas, o sea que...) pero es un producto humano y, como todos, tiene aspectos positivos y negativos. Y no son nítidos y, además, cambian con el tiempo como es el caso del cambio climático. Complejo. Es donde creo que pueden entrar la literatura, el ensayo, la poesía. Tratar estos matices, esta complejidad, trabajar con ellos. Supongo que esta es una de las sugerencias que presentas en tú comunicación, aunque asumo que haya otras que, seguramente, a mí se me escapen.

Un saludo y perdón por el rollo.

Vicente Luis Mora dijo...

Lo has clavado, carlos gámez. Precisamente ayer leía un párrafo monumental de Félix Duque justo en la dirección que apuntas sobre la explotación de la naturaleza en relación con el modo burgués capitalista de extraer beneficio de todo, apoyado en una cierta cultura protestante (Weber, ya sabes). A ver si lo copio más tarde. Un saludo.

Jordi Roldán dijo...

En primer lugar gracias por colgarlo Vicente, un lujo para pensar y reflexionar sobre el tema, das desde mi punto de vista en el blanco (http://www.alfaguara.santillana.es/
blogs/elhombre/2/blog-post/88/
texto-del-congreso-de-malaga-
mutantes/)
Interesante la reflexión de Carlos Gámez. Hay una cosa en la que estoy en desacuerdo, y es en la segunda frase de Bacon (la primera no me gusta nada por cierto) y es esa de que hay que obedecer a la naturaleza. No la entiendo muy bien. La naturaleza no es sabia, hace lo que puede, no es teleológica, evoluciona según lo que va encontrando en el camino. Hay que obedecer qué, ¿a los tornados? ¿a los volcanes? ¿a los terremotos? ¿dónde está ahí el tan manido cambio climático? Es que el clima, si hablamos de eso, es en sí mismo cambiante, sino no sería clima, cambio climático es una doble afirmación. Faltan datos para pontificar sobre este tema, y no sería extraño que algunos dogmas cayeran dentro de x años (pienso en lo malo que era el aceite de oliva hace décadas y hoy mismo se sabe que es cojonudo para la salud cardiovascular. Por cierto, del mito de la dieta mediterránea habría mucho de lo que hablar)
En menuda deriva me he metido…disculpa. Quería decir, como bien apuntas e hilando todo, que la literatura es la pregunta, y las preguntas hoy en día se generan con los elementos tecnológicos y científicos que forman parte de nuestra cotidianeidad, elementos por supuesto, necesarios que no suficientes.

Un saludo.

Anónimo dijo...

He recordado eso que debió enfadar bastante a Fichte, de un alumno aventajado y traicionero, que venía a decir que el yo es el ojo con el que la naturaleza se mira a sí misma. Asomarse a Schelling a estas alturas ¿por qué no?

Anónimo dijo...

Muy bueno el texto de la ponencia, Vicente, mucho mejor aún de lo que lo recordaba (y gracias por lo que me toca).
Me interesa mucho el asunto de la cuchara de Hierro (pun intended). De hecho, lo que ha cambiado radicalmente es la sopa, no la cuchara, y si queremos, por seguir jugando con el símil o la metáfora, seguir tomándola, o lo que sea, habrá que inventar nuevas cucharas, o lo que sea. No se olvide que hoy la sopa a veces es un caldo sobrecargado de aditivos, otras un mejunje procedente de la disolución de concentrados, la sopa en polvo, la sopa en lata y hasta las latas de sopa de Mr. Campbell inmortalizadas o no por Mr. Warhola...
En fin, que las mutaciones de la sopa y la inadecuación de la gama de cucharas disponible es el asunto, según lo veo a estas horas. Más que cucharas necesitamos nuevos instrumentos con los que negociar nuestra relación con la sopa, que ya no pasa preferentemente por la ingestión, y nuestro conocimiento de la sopa, si esta función sigue valiendo algo, tal y como están las cosas, frente a los desafíos contenidos en la sopa.
Así que la cuchara de Hierro, pasados los siglos, se queda algo obsoleta, en mi opinión. Y uno de los grandes aciertos del "territorio Nocilla" consiste en eso, precisamente, en haber llamado la atención sobre las metamorfosis materiales de la sopa tanto como sobre la fragilidad histórica de la cuchara.
Se puede seguir discutiendo...

Vicente Luis Mora dijo...

Ahora tengo que irme, pero a ver si esta noche tengo tiempo e intento un camino intermedio entre tu interesante propuesta de debate, Juan Francisco, y la que proponen los otros comentaristas. Algo así como la cuchara como sobrenaturaleza. Gracias por todas vuestras ideas.

Anónimo dijo...

Sobre el tema de las listas

Publicidad spam en correo gmail: "¿Quierés saber las 25 mujeres mas sensuales según playboy?"


tic tac

Anónimo dijo...

Leí en rumano: tan simple como la vida. cuando la vida es compleja, vuélvete complejo.



Si aparece en letra impresa se considera sin más que constituye un bien cultural. En cambio, si se difunde a través de antenas o cables, "la nación está en peligro". En fin, la culpa es de los que toman la crítica cultural por moneda de ley.


Fijaos:

Óscar Nebreda, el de "El Jueves". Sobre el jaleo que se montó cuando la portada con felipe y leti.
Dijo, más o menos: la que nos cayó. En cambio, Peñafiel, [lo imita, es decir: con distinta voz y un solo corazón] "con el debido respeto a la monarquía" las suelta peores que nuestro dibujo cuando sale en la tele y no pasa nada

sí, cm, analfabetismo secundario. Lo mismo consideran a "letra impresa sin más un bien cultural si se difunde a través de antenas o cables, 'la nación está en peligro'" que a la inversa.

Osti, sí que es tarde. Voy a dormir. Un abrazo a todos

Esther Cabrales dijo...

Porque da miedo, simplemente. Porque da miedo aprender un nuevo lenguaje. No comprender ese lenguaje. No asimilar. Porque tememos que sea excluyente. Cerramos puertas. Creemos que no seremos capaces de hacer lo que ni siquiera hemos probado hacer. Aceptamos como válida toda la tecnología punta, móviles, televisiones, coches, maquinaria, éso es progreso, y sin embargo rechazamos cualquier avance en literatura. Pero es el miedo el que ejerce de puerta compresora.

Oche dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
cgamez dijo...

Para Jordi Roldán:

La afirmación de Bacon: "la naturaleza, para transformarla, hay primero que obedecerla", está fuera de contexto. La utilicé para ejemplificar la complejidad y la existencia de opiniones contrapuestas. En su contexto, el inicio de la modernidad como comenta Vicente, Bacon pretendía hablar (creo) de lo importante que era comprender el lenguaje de la naturaleza para poder explotarla. Más o menos, algo parecido a lo que decía Galileo afirmando que la naturaleza hablaba en lenguaje matemático. Bacon era empirista, inductivista y poco idealista (nada que ver con Galileo, Copérnico o, sobre todo, Kepler), pero en la idea de encontrar un lenguaje que permitiera comprender la naturaleza parece estar de acuerdo. Por otro lado, respecto al cambio climático, hablo de "debate", no estoy en disposición de afirmar si es un hecho fehaciente o no (para eso hay expertos que, curiosamente, son científicos, aunque también hay intereses). En todo caso, deberíamos ser prudentes con este asunto porque no sabemos que nos vamos a encontrar en adelante (un ejemplo más de complejidad. Precisamente el clima, la meteorología, es el campo perfecto para los físicos que estudian la complejidad y las teorías del caos).

A otra cosa:

Muy sugerente el debate que se está creando sobre cucharas, tradiciones y perspectivas literarias que coexisten (o deberían coexistir) en este momento. Sólo un apunte: Tolstoi, el más clásico de los clásicos rusos, el enemigo del progreso, el místico (cuidado, a mí me encanta). Alguien poco moderno, y sin embargo, sus novelas están plagadas de trenes (la tecnología punta del siglo XIX), teorías psicológicas (límite de la ciencia/pseudociencia entonces) o nuevas técnicas agronómicas. También están plagadas, claro, de sentimientos universales ajenos a la tecnología, pero creo que la literatura puede englobarlo todo.

Por cierto, Vicente, me muero de ganas de leer el texto de Félix Duque.

Jordi Roldán dijo...

C Gámez, estoy de acuerdo en esos matices que has apuntado, y entiendo que la frase de Bacon era para poner un ejemplo de la complejidad.
Un lujo entablar estas discusiones.
Un saludo Carlos.

Lo de la cuchara es acojonante...lo dejaré para otro momento.

Jesus Andres dijo...

El rechazo a la creación de vanguardia viene dado por la falta de preparación para comprenderla. Cualquiera que sea su soporte: papel o vídeo. Que la sociedad acepte y use la tecnología contemporánea no quiere decir que esté preparada para aceptar y usar literatura de su tiempo. Los que se quedaron en Picasso, que ya era conocido antes de cerrar el XIX, no intentarán leer Mantra de Rodrigo Fresán y si leen jPod no percibirán el excelente retrato de la sociedad de consumo que realiza Douglas Coupland –imprescindible VER las ediciones originales, son la mitad de su éxito-, como tampoco apreciarán la película Babel.

Mucho me temo que no baste con saber leer para entender literatura de vanguardia, como no basta con mirar arte contemporáneo para comprenderlo. Ni tampoco cualquiera está capacitado para innovar, por mucha intención artística que le ponga, diga lo que diga Beuys. Su “cualquier hombre es un artista” es ininteligible para la mayoría. En cuanto a la creación, cinco minutos de imágenes filmadas, realizadas con el último invento, pueden ser totalmente clásicas. O a menudo inaguantables. Eso sí, en alta definición. Llenar cinco cuartillas es más difícil. No se escriben solas apretando un botón. Que además sean capaces de transmutar (¡!) lo efímero de su tiempo en eterno, es tan complicado como elogiable.

Mientras las videocámaras ocupan su lugar en el museo, dentro de la vitrina y vigilando -la cámara antigua vigilará a la más moderna que desde su nacimiento yacerá en el museo-, el guardia de seguridad sigue llenando su crucigrama con un lápiz. Y alterna su entretenimiento con la lectura de un libro. Ya se que pronto sustituirá ambas cosas por un gadget, pero ambos son inventos perfectos y perdurarán sobre nuevas generaciones de aparatos. Escribir incorporando esas mutaciones y convivencias, conscientemente de que el progreso no siempre significa progreso, creo que es el mérito de esta generación de nuevos narradores. Cuando los lectores de libros electrónicos sean de uso común, habrá que buscar esta generación en el modo avanzado.

Ah! La querella…

Vicente Luis Mora dijo...

LA CUCHARA COMO SOBRENATURALEZA, EL PARQUE HUMANO, EL HUMANISMO RESTRINGUIDO Y LAS LEYES DE LA LITERATURA CUÁNTICA

Sí, el título es para llamar la atención. Ahora vamos a la almendra del asunto.

No es casual, me temo, que diversos pensadores hablen de naturaleza al hablar de humanismo, y de humanismo al hablar de naturaleza. Son como dos códigos (¿sucesivos? ¿paralelos?) que se han ocupado el terreno de lo real (entendamos aquí por tal concepto el planeta en que vivimos, denominado planeta Tierra por el humanismo), y que por tanto han de vivir ya para siempre (al menos mientras existan hombre y humanismo), esclareciendo de continuo sus relaciones de dependencia mutua.

Dos ejemplos serían el Peter Sloterdijk de Normas para el parque humano (Siruela, 2000), al que no me referiré porque me lo he dejado en Córdoba y no puedo releerlo para la ocasión, como debiera. Pero quiero que conste que ese interesante y polémico librito hablaba también de lo “natural” en relación con el “humanismo”. El otro ejemplo, que tengo delante y por tanto puede hablar por sí mismo, mediante citas, es el interesantísimo ensayo de Félix Duque “Habitar la tierra” (Abada, 2008), que entra de lleno en todas estas cuestiones. Hay que tener en cuenta que Duque abunda en cuestiones –tanto la de la naturaleza como la del humanismo- de las que ha hablado en libros anteriores (vgr., Filosofía técnica de la naturaleza, Contra el humanismo, o En torno al humanismo. Heidegger, Gadamer, Sloterdijk, donde por cierto hablaba de las Normas para el parque humano de Sloterdijk). Hecha esta observación, importante porque su pensar es un iter, y Habitar la tierra no es un punto de llegada sino de continuación, Duque plantea dos realidades incontrovertibles:

1. Desde el momento en que aparece el primer hombre dotado de cierta inteligencia, la naturaleza deja de ser algo “puro” para convertirse en el potencial “instrumento” de ese hombre. De ser algo “neutro” pasa a ser algo que puede “ser utilizado”. Esto no es ni bueno ni malo, es simplemente inevitable, desde el punto en que esa nueva inteligencia lo permite. Otros animales también utilizan la naturaleza como instrumento (pienso en las aves que utilizan las rocas para despedazar contra ellas a sus presas), pero el hombre es capaz de hacer una “alteración sustancial” de su entorno físico que ningún animal, con la escasa excepción de algunas razas de hormigas, puede hacer.

2. Sin embargo, esta operación “intelectual”, que consiste en que el hombre pueda utilizar la Tierra o la naturaleza, ha sido entendida a menudo, sobre todo por el modelo económico protestante (voy por Weber y Duque también), como una coartada para apropiarse de esa naturaleza, hacerla nuestra y justificar cualquier alteración de la misma como válida, a la mayor gloria del mercado (o incluso del arte, como algún caso de bio-art citado por Duque).

Duque se pregunta por el dificilísimo camino intermedio que, filosóficamente, puede existir entre A y B. Hablar hoy de “lo natural” es una especie de utopismo conceptual. Una “reserva natural” es más reserva que natural, es decir: su excepcionalidad en un entorno civilizado la convierte también en algo deliberado y, por ende, artificial. Lo natural es un “paraíso perdido”, como todos los paraísos, según dice el propio Duque, con bastante tino. Los parques naturales –disculpen la broma, pero tiene algo de realidad– son otra forma de los parques temáticos. Pero hay una opinión de Duque que me ha interesado mucho (sobre todo, porque va en la línea de mis reflexiones en Pangea, no lo niego), y es que en los últimos años “nos hallamos aquí ante un ‘salto’, ante una discontinuidad dentro de la historia de las relaciones entre naturaleza y técnica. Por vez primera, la técnica incorpora dentro de sí la teoría y los lenguajes que la programan y dirigen, dándose de este modo la capacidad de reorientar constantemente sus directrices, de autocorregirse y aprender de los desvíos y errores anteriores. En una palabra, la técnica se está absolutizando como Tecnología (con la correspondiente inserción del lógos en su núcelo más íntimo. Estamos empezando a sufrir en todos los órdenes de la vida cotidiana esta gigantesca mutación (…)” (pp. 37-38). He disfrutado también mucho el empleo de la palabra “mutación”, lo reconozco. El proceso descrito por Duque es muy similar al que describía Javier Echeverría en cuanto a la aparición de la tecnociencia en La revolución tecnocientífica (FCE, 2003), aunque no es exactamente el mismo, ya que el espejo teórico final que tiene siempre Duque al fondo es Kant, mientras que Echeverría parte en ese ensayo más bien de teorías provenientes del espectro CTS (estudios sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad). Sólo hecho de menos una dimensión que no cita Duque, y es que la elección entre las mismas palabras “técnica” y “tecnología” tiene un delicado componente ideológico, como ya apuntamos en la “Aclaración tecnoideológica” que incluimos en Singularidades (Bartleby, 2006: más modestamente, también el proceso editorial de uno es un iter o camino de perfección). La cuestión es que el planteamiento de Duque me interesa precisamente por poner sobre el tapete la interrelación entre cierto tipo de ver la Naturaleza y cierto tipo de entender la vida como modelo económico; así, en una demoledora opinión sobre el discutible artista Eduardo Kac, escribe Duque: “Kac, por el contrario, con su afán de intervenir en el código último de lo viviente para transformarlo, car tel est son plaisir (o el de sus clientes), lleva al último extremo un movimiento iniciado ya en la Ilustración y perseguido ad nauseam en el siglo XIX: la conversión de la naturaleza en un conglomerado de fuerzas y energías puestas al servicio del hombre moderno (mejor dicho: al servicio del gran capital, enmascarado tras ese cómodo constructor ideológico a prueba de protesta: ¿quién va a estar en contra de la ‘modernidad’?). Como si el hombre, todos y cualquiera, en y por su vida desnuda, no estuviera velis nolis enraizado en lo natural” (p. 62). Ahí queda eso.

Por tanto, y enlazando con la teoría de la cuchara, en cuanto símbolo de plausibles modelos de perpetuación de lo artístico-utilitario, el tema es bien sencillo: lo natural tampoco existe en arte. Decir que lo natural en novela es recurrir al narrador omnisciente, o a la trama no fragmentaria, o a los personajes sólidos, es tan gratuito y hacedero como sostener lo contrario. No hay leyes naturales. Las formulaciones son todas artificiales, y seguramente todas válidas aunque –eso sí– unas más que otras, claro. La tradición puede ser entendida como queramos (yo tengo bastante con entenderla como hipotexto, como conjunto de discursos que pueden –o no, coincido ahí con Juan Francisco- utilizarse como campo de juegos interior del libro por venir), pero la tradición no es lo natural, no es un territorio virgen y puro, sino algo que podemos explotar porque, en este caso, no hay daño medioambiental por medio ni, necesariamente, escrúpulo económico. Es decir, se puede -o no- estar en el ámbito del gran capital al hacerlo: ahora mismo, aquí, en estos comentarios de un blog de libre acceso, estamos por completo fuera de ese campo económico, no hay plusvalía ni beneficio dinerario en lo que hacemos. Pero tampoco, por supuesto, sucedería nada si así ocurriera. Lo que quiero decir es que lo que no podemos hacer libérrimamente en el medio físico (por no utilizar la palabra natural, o naturaleza), por justa necesidad cívica de medir las consecuencias, podemos hacerlo en lo artístico. El propio Duque apunta que las categorías modernas o, si queremos, recientes, del Arte, lo entienden (consciente o inconscientemente) como un modo de completar la naturaleza (p. 59), de añadir orden o desorden al orden o desorden existente. Es decir: que podemos formular como creadores una expansión de la naturaleza existente (arte conservador, tradicionalismo), una naturaleza paralela (arte de vanguardia, experimentación: literatura entendida como un salto cuántico ante lo existente, sólo ligeramente basado en lo anterior, sólo conteniendo de una forma parcial la información preexistente) o incluso una antinaturaleza (arte de combate, transgresión crítica de la tradición, dadá, etc.). Sí, tiene razón Juan Francisco, el problema puede estar en la sopa, no en la cuchara, aunque también la cuchara es la que aporta la visión utilitaria, la mecánica de acceso a la sopa macrobiótica de lo cultural.

En mi caso, mi modelo preferido es el sistema Obélix: tirarme dentro de la marmita Gutenberg. La cuchara es mi cuerpo.

Creedme: me hace muy feliz poder escribir para gente inteligente, gracias por venir aquí. Le dais sentido a todo esto.

Vicente Luis Mora dijo...

Más sobre mutación y complejidad: dice en una entrevista hoy el ingeniero Subra Suresh, que trabaja junto a biólogos en soluciones nanotecnológicas para la malaria:

"El País. ¿Es la primera vez que los biólogos moleculares piensan en términos de forma de las células, de rigidez...?

Suresh: Es que hace sólo cinco años que físicos, ingenieros y biólogos pueden trabajar así, porque la nanotecnología es relativamente nueva. Las técnicas que usamos para medir la deformabilidad de las células son recientes, y hace poco que las universidades tienen departamentos grandes de bioingeniería. No es casual: necesitamos la genómica, por ejemplo, que tampoco existía hace una década. Es la vanguardia de varias disciplinas que confluyen".

http://www.elpais.com/articulo/futuro/Hacemos/ingenieria/celular/nanoescala/elppgl/20080618elpepifut_4/Tes

Anónimo dijo...

Jordi,

Sobre cambio climático y dogmas. vi algo al respecto en una página que está muy bien, muy muy bien.

Si os fijáis en el esquema estructural de la entrada hacia el blog de agustín que [Jordi, again, gràcies mestre] nos ha puesto, me recuerda al reportaje que he visto esta noche. La Mediateca de Sendai, edificio de Ito Soyo.

El primer diseño era un cuadrado de 50x50 y circunferencias concéntricas. El centro próximo a la esquina derecha superior del cuadrado.

Modificado según usuarios hasta forma definitiva: sin paredes para que puedas ir dónde te lleve la curiosidad. Los muebles conforman el mapa.

Ito: cuando hablo, espacio entre palabra y palabra. Este espacio me interesa.

Las líneas rectas son falsas, algo forzado.
En la naturaleza [entendida aquí paisaje no urbano] 100 personas, 100 caminos diversos. no uno sólo y recto. Vagabundear fiándose de su instinto animal, por eso, no línias rectas [escribe recto, pinta dentro, no te salgas, el sol no es azul, lo que dices es mentira...] Una arquitectura que se difumina ante la acción asociativa.

Sala de conferencias, pensada expográficamente. Paredes de situación efímera, como en las casas japonesas: desplazo hacia aquí: abro un espacio comedor cerrando otro. Exterior-Interior.

No recuerdo, otro piso, forma de célula, falsa naturaleza orgánica, refuerzada por el uso del color verde.

Importancia a los espacios blancos: pasadizos...

También ha pensado en las ciudades invisibles. El acceso a la información de la gente en sus casas.

"Pero es el miedo el que ejerce de puerta compresora" qué bueno, esther

Muy muy interesante la entrevista con Subra Suresh, Vicente

"En física o ingeniería haces algo en un sistema pequeño y tratas de generalizarlo; esperas que las ecuaciones sean universales, no sólo para este material o esta situación. Pero la biología es tan complicada que la gente estudia un problema, una proteína en particular... Además, la biología es muy cualitativa, porque es muy difícil medir las cosas y hay variaciones. Nosotros aportamos una perspectiva distinta del problema."

Sobre la cuchara:

The simple things you see are all complicated
I look pretty young, but I'm just back-dated, yeah

Substitute your lies for fact


fact. Jordi Carrion tiene excelentes ideas. Factibles. Sin duda. Con gente como él, vosotros. Sin duda.
Sois geniales.


I can see right through your plastic mac
I look all white, but my dad was black
My fine looking suit is really made out of sack

I was born with a plastic spoon in my mouth
The Who.

Abrazos a todos

josé luis molinuevo dijo...

La cita de Bacon me parece muy oportuna, y merecería mucho la pena profundizar en ella,pues lleva el debate en una dirección distinta (Smithson) a la de los bienpensantes, cuando se trata de plantear la relación del hombre con su/la naturaleza.
Las grandes metafísicas de la naturaleza son cosa de domingueros ciudadanos. Incluida la del Señor Oscuro de la Selva Negra. Recordad la figura de espaldas de Friedrich, un caballero peripuesto que contempla en lo alto de la montaña el mar de niebla; o la delicada damisela que se abre al sol del ocaso.
El pobre labrador que trabaja duramente la tierra y mira con temor al cielo, no ve en el sol enrojecido del atardecer más que el anuncio de la traidora helada. En estas ccondiciones, lo de "reserva natural" es otra de las paradojas con las que nos entretenemos en esta cultura de sampler.
Vicente, tienes a Agustín contigo: creo que alberga unos sentimientos sublimes sobre la distinción entre lo natural y lo artificial.

Vicente Luis Mora dijo...

He aquí un ejemplo real sobre límites entre realidad y representación, artificialidad y naturaleza: "Lleida, 19 jun (EFE).- Un joven con las facultades mentales perturbadas se coló ayer en los vestuarios de la comisaría de los Mossos d'Esquadra de Lleida y, tras conseguir un uniforme, salió a 'patrullar', sin armas, por las calles de la ciudad hasta que fue detenido, ha confirmado hoy la policía autonómica".

Genial.

Vicente Luis Mora dijo...

José Luis, razón tienes. Sobre el concepto de naturaleza en el Señor Oscuro no sé si recuerdas un vibrante debate que hubo en el ABCD, hará unos cuatro años, entre Jorge Riechmann y Julián Jiménez Heffernan. Me hubiera gustado que Jorge opinara sobre esto aquí, pero anda muy liado y no quiero molestarlo. Pero ha pensado mucho sobre esto, en una dirección contraria a la aquí mayoritaria. Ay, si tuviera tiempo de repescar alguno de sus textos, pero no puedo. Gracias, José Luis.

cgamez dijo...

Vicente, muchas gracias por el suculento comentario sobre el libro de Félix Duque (que devoraré ipso facto). Lamento haberte pisado un post con mi impaciencia, pero es que me parece que estáis (Duque, Molinuevo y tú, y por extensión AFM) poniendo los puntos sobre las ies a uno de los debates (humilde opinión) más trascendentes de los tiempos que nos vienen encima (verdad incómoda, posmodernidad, dominio del medio ambiente?, dependencia del medio ambiente?). Lástima lo de Riechmann aunque miraré su bibliografía.

Al respecto, me pareció muy interesante el punto de vista de los expertos británicos consultados por Blair que, herederos de Bacon, plantearon el problema climático en términos de pérdidas económicas y erosión del liderazgo mundial (algo que por aquellas lares y por los USA entienden muy bien) y que, curiosamente, sí les ha hecho recapacitar. Para que se vea que las tradiciones están para tergiversarlas (volviendo a Tolstoi, era normal que sus tramas fueran continuas, esa era la visión del mundo que se tenía entonces, lo anormal sería ahora).

Jordi, el placer (y por tanto el lujo) es mío.

Un saludo.

Anónimo dijo...

No creo que esa indiferencia con respecto al medio ambiente sea sólo propio del pensamiento protestante. Los católicos dejaron de tener naturaleza -de sentirse naturaleza- y pasaron a se sujetos históricos, a tener historia (más o menos sagrada, segun casos particulares). La tierra pasó a ser tierra maldita y lo maldito no se cuida.

Un saludo.

Jordi Roldán dijo...

La ficción es la representación de la realidad
lo natural son los datos crudos de lo artificial
la ciencia ficción es una redundancia

Como una curva asintótica [que sabe que no llegará nunca]
nos acercamos cada vez más,
y al igual que las fronteras, la proximidad hace a los límites borrosos
[de ahí que prefiera el google earth a un GPS]

las disecciones se hacen hoy en escala de grises
con escalpelos de espines o radiaciones ionizantes
ni una gota de sangre ni de olor
más que a película Kodak o Fuji
la naturaleza no tiene forma de parques naturales [una realidad virtual]
diría más bien que se asemeja a una rotonda en construcción

en tiempos de incertidumbre hay al menos una solución posible:
mutar

Vicente Luis Mora dijo...

No me he expresado bien; me refería a que los protestantes tienen una "coartada" en su propia religión, que justifica teológicamente esa apropiación, les ahorra sentirse culpables por cualquier actividad productiva. A eso me refería, claro está que ni los católicos, ni los judíos, ni los árabes, ni los confucianos están libres de culpa en delito ecológico, por desgracia es universal y lo practican creyentes de todos los credos.

Anónimo dijo...

Normas para el parque humano en la red:

http://www.heideggeriana.com.ar/comentarios/sloterdijk.htm

Un saludo.

Oche.

Anónimo dijo...

Me he acordado de la peli de los Monty Python: El Sentido de la Vida.

Palin el padre, Terry Jones la madre, irlandeses católicos, montones de niños en su casa,
cantando "every sperm is sacred"

A veces soy, muy pero que muy memo.

Como si me faltara algo.

No veo.
Ciego de whiskas, si supiera dónde venden perros lazarillos del tipo 1001. Chorradas. Pero jo, que me pierdo [con voz de IB] que me pierdo, tíos, lux, chequeraut!

Un abrazo a todos

Anónimo dijo...

Men In Space.

Spoon Theory: ¿Nunca hubo cucharas?

El mundo sin nosotros

http://www.worldwithoutus.com/index2.html

http://es.wikipedia.org/wiki/El_mundo_sin_nosotros

En nuestra naturaleza

http://www.jose-gonzalez.com/

http://en.wikipedia.org/wiki/In_Our_Nature

curiosa (pero ¿inútil como un mal chiste?)

http://curiosoperoinutil.com/

para que la máquina funcione como hace dos años

http://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/
noticias/109240/11/06/La-maquina-funciona.html


--

“El hombre es un ser no natural” (Bhagwan Rajneesh A.K.A OSHO)


Capitalismo líquido.

Peter Sloterdijk en el mundo interior del capital: selección de textos a cargo de

http://lector-malherido.blogspot.com/2008/06/
en-el-mundo-interior-
del-capital-de.html


“La empresa es la poesía del dinero. Así como la miseria vuelve
inventivo, el crédito vuelve empresario.

Quién podría aún mantener la defensa de los soldados americanos que con
intención criminal contra un pueblo enviaron al campamento de sus enemigos
indios mantas de lana infectadas de viruela? ¿Quién podría defender a los
comerciantes de seres humanos, a quienes se les echaba a perder a veces un
tercio de la mercancía en transportes transatlánticos de reses humanas? ¿Quién
asumiría la defensa de Leopoldo II de Bélgica, que había convertido su colonia
privada, el Congo, en el "peor campo de trabajos forzados de la Edad Moderna"
(según una expresión de Peter Scholl-Latour), con diez millones de masacrados?
(...) Entretanto, la tribunalización del pasado ha alcanzado a la época heroica
de la globalización terrestre en su totalidad. El dossier de la Edad Moderna se
nos presenta como una gigantesca acta de acusación frente a incorrecciones
imperiales, abusos y crímenes, y el único consuelo que transmite su estudio es
la idea de que esos hechos y malechos se han vuelto irrepetibles. Quizá sea la
globalización terrestre, como la historia universal en general, el delito
que sólo se puede cometer una vez.


Se sabe ahora, de una vez por todas, que nadie entra ya en ningún lugar del
mundo como el primero; también ya que tener en cuenta explícitamente que nadie
puede manifestarse con independencia discursiva sobre ningún tema del
mundo.

Del capitalismo, por el contrario, puede decirse ahora que desde siempre significó más que una mera relación de producción; su fuerza de troquelaje llegó siempre mucho más allá de lo que consigue designar la figura teórica "mercado mundial". El capitalismo implica el proyecto de trasladar la vida entera de trabajo, deseo y expresión de los seres humanos, captados por él, a la inmanencia del poder adquisitivo.

El clima de miedo, mantenido cuidadosamente, en el espacio mediático
garantiza que la gran mayoría de mimados consumidores occidentales de seguridad se junte en la comedia de lo inevitable. Los viajeros que tras el 11 de septiembre sacrifican en los aeropuertos sus tijeras de uñas en el equipaje de
mano para la aminoración del riesgo de la navegación aérea tienen una prueba ya
de a dónde lleva eso.

Mientras que el ejército americano en Irak -apoyado marginalmente por
británicos, polacos, italianos y otros aspirantes a propinas que toquen a los
camareros de la mesa de la historia, puesta de nuevo-anuló en pocos días a las
tropas desmoralizadas de Sadam Husein, el enorme resto de los no-amigos de
hechos bélicos en todo el mundo se alineó con nueva autoconciencia, como si sólo
hubiera comprendido del todo por el espectáculo ofrecido cuáles son los valores
propios.


El fraude psicopolítico de balance, que soporta enteramente el sistema,
pretende, en primer lugar, hacer invisible la cifra gigantesca de los perdedores
que hubieron de quedar rezagados en el salón de juego de la pursuit of
happyness. No obstante, los datos están tan a la vista que incluso para los
admiradores del sistema americano no es fácil ignorarlos. Hay en Estados Unidos
más pobres sin esperanza que habitantes tiene Irak, hay más consumidores
crónicos de psicofármacos que en ningún otro país de la Tierra, hay más seres
humanos con sobrepeso grave que en todo el resto de los países del mundo, hay
políticamente más grupos no representados y más gente que no vota que en
cualquier Estado democrático, hay proporcionalmente diez veces más presos en
Estados Unidos que en Europa y entre seis y ocho veces más que en la mayoría del
resto de naciones del mundo.

Quizá ha llegado el momento de tomar al pie de la letra las grandes frases.”
--
c.m.

_-_ dijo...

Hola a todos

Voy a dormir un poco

Hasta pronto

_-_ dijo...

En el edificio de Ito havbía una zona privada. Cortinas.

El edificio de la Bauhaus, todo a la vista (excepto los profesores (llamados "maestros" casas inidividuales, Paul Klee se agobiaba en la suya, Kandinsky también) Todo a la vista para controlarlo todo? Gropius en el puente central - puente de mando - o todo a la vista porque nada a esconder.

Orientada de manera que el sol freía a los estudiantes que primero lo recibían - cortinas oscuras - y casi no iluminaba en los últimos edificios.

Llegados los nazis, uno de los proyectos fue extender comosellame, desde el aire se veía una cruz gamada.


Zhuangzi no sabía si soñó una pesadilla o estaba en una pesadilla algo así debían sentir estudiantes, Klee y Kandinsky.

¿Gropius no sabía preguntar?
Ganas de hacer complejo lo sencillo, simplemente por hacerlo complejo.

Vicente, no hagas caso, creo que hablo solo.

Anónimo dijo...

Más sobre simulacros:

"Una empresa catalana ofrece secuestros simulados a toda persona que quiera experimentar lo que se siente al ser secuestrado. El precio ronda los 400 euros y el cliente firma un contrato donde se establece que en un plazo de veinte días sufrirá el secuestro."

Dios mío.

¿Alguien sabe dónde está ahora el blog de _-_?

Saludos.

Oche.

Anónimo dijo...

Antes, como ahora, para que otras máquinas de guerra funcionasen, se necesitaban figuras, justificaciones. Vuelvo a traer los estudios de Bartra y la exposición del CCCB sobre la identidad y los salvajes, que no dejo de ver muy vinculados con el progreso:

--

Posturas escépticas ante la temperatura:

http://www.crichton-official.com/

http://www.crichton-official.com/
essay-nytimes-patentinglife.html

http://www.crichton-official.com/
speech-ourenvironmentalfuture.html

--

Combates inesperados contra amenazas invisibles:

http://www.elincidente.es/

http://es.youtube.com/watch?v=UK3hXPZ9D9M


Grupos salvajes:

El salvaje europeo. CCCB.
http://www.cccb.org/es/exposicio?idg=12960

(Hay edición en Pre-Textos, pero no la he encontrado ahora mismo)

Bartra, Roger
El salvaje en el espejo
Editorial Era
Páginas 219
Año 1998
Precio 36,30 €
EAN9789684113459

El salvaje artificial


EL SALVAJE ARTIFICIAL
de BARTRA, ROGER
EDICIONES ERA

19.0x26.0 cm 270 pags
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9789684113831
Nº Edición:1ª
Año de edición:1997
Plaza edición: MEXICO



Entrevista

http://www.letraslibres.com/index.php?sec=8&art=9542



http://www.elcultural.es/HTML/20080612/arte/arte23383.asp

Joan Fontcuberta y Daniel Canogar, hablando sobre tecnología e imagen en los Encuentros de PHotoEspaña:

Los Encuentros de PHotoEspaña se han centrado este año en el futuro de la fotografía. Bajo el lema

¿Soñarán los androides con cámaras fotográficas?

se han reunido en Madrid importantes teóricos y artistas. Dos de ellos, Joan Fontcuberta, director además de este ciclo, y Daniel Canogar, firman aquí sus impresiones de presente y futuro.


"La fotografía sin cuerpo"
por Joan Fontcuberta

Los indicios apuntan que la tecnología electrónica ganará en velocidad y miniaturización. Las operaciones serán tan vertiginosamente rápidas y los aparatos tan extremadamente minúsculos que dejaremos atrás a la ciencia-ficción de hoy. Asistiremos a la edad de oro de la nanotecnología y con ello al nacimiento del hombre biónico.

Pero, ¿qué suerte deparan a las imágenes estos avances? Sin tener que irnos a un futuro muy futuro, simplemente doblando la esquina, advertimos ya ciertos cambios de rumbo. Las imágenes no tendrán cuerpo, serán pura información visual: es la victoria del corpus misticum (el ingenio creador) sobre el corpus mechanicum (el resultado material). Este vaticinio coincide con la previsible desaparición del papel como soporte. Alberto Manguel: “Nuestra futura sociedad sin papel (definida por Bill Gates en un libro impreso sobre papel) será una sociedad sin historia”. Aún resultará que Francis Fukuyama tenía razón, aunque fuera por razones que a él se le escaparon.

La fotografía ha estado tautológicamente ligada a la memoria. El futuro quebrará ese vínculo. En lo ontológico, se ha desacreditado la representación naturalista de la cámara. En lo sociológico, se han desplazado los territorios tradicionales de los usos fotográficos. Tanto estudios de mercado como investigaciones académicas demuestran que antaño el grueso de la producción de instantáneas registraba escenas familiares o de viajes: era una forma de salvaguardar vivencias felices, oasis en el desierto de una existencia tediosa. Hoy quienes más fotos hacen ya no son los adultos sino los jóvenes y los adolescentes. Y las fotos que hacen no se conciben como “documentos” sino como “divertimentos”, como explosiones vitales de autoafirmación; ya no celebran la familia ni las vacaciones sino las salas de fiesta y los espacios de entretenimiento. Constituyen la mejor plasmación de las imágenes-kleenex: usar y tirar. Ojalá más adelante trasciendan la fivolidad insustancial y apunten hacia lugares de experiencia y reflexión críticas.

Quedaremos inmersos en un universo de imágenes virtuales convincentemente fotorrealistas. La fotografía habrá perdido así, ya definitivamente, el aval de sus raíces tecnocientíficas: su credibilidad pasará a depender de la propia credibilidad de los fotógrafos. Entonces, desde la distancia, entenderemos que la fotografía (sólo) ha sido una (prodigiosa) anomalía histórica en el curso de la comunicación con imágenes.


"Fotografía y objeto fotográfico"
por Daniel Canogar

La fotografía es una herramienta fundamental para registrar nuestras memorias. Pronosticar el futuro del medio no es tanto un ejercicio de adivinanzas tecnológicas, sino algo mucho más interesante: intentar definir quién y de qué forma se va a escribir nuestra memoria colectiva en los años venideros. Ese futuro ya existe en estado germinal en el presente. Hoy se crea una radical tensión entre usos populares de la fotografía y su circulación como objeto de arte. Las cámaras compactas electrónicas de bajo coste y las incorporadas a los teléfonos móviles han democratizado el medio; el ciudadano toma miles de fotografías de los aspectos más cotidianos de su realidad. Esto parecía prometer la diversificación de memorias colectivas que normalmente pasan a la historia.

Sin embargo, la democratización de la fotografía que ha traído la tecnología electrónica paradójicamente parece instaurar la desaparición del medio. La fotografía se usa para constatar el presente, que es observado a través de la pantalla LCD de la cámara durante breves segundos. Tras esto, parece haber ya cumplido su misión de autentificar el acontecimiento retratado y por lo general desaparece para siempre. Si sobrevive más allá de este lapso, es de forma totalmente desmaterializada como código binario que circula por redes informáticas: imágenes enviadas por internet a los compañeros, o colgadas en blogs o páginas de uso comunitario tipo Flickr. Sólo un pequeño porcentaje llega finalmente a materializarse como copia.

Todo lo contrario ocurre con los usos creativos de la fotografía. En este caso el medio no sólo ha adquirido una predominancia incuestionable en los circuitos artísticos, sino que además los formatos fotográficos son enormes. Más que fotografía, deberíamos hablar de objetos fotográficos de grandes dimensiones, con vivos colores, grandes marcos y montajes que ensalzan su lado más objetual. La fotografía ha tomado el lugar que una vez ocupó la pintura para el coleccionismo. Este coleccionismo, tanto privado como institucional, es el que está escribiendo la memoria de nuestro presente para generaciones venideras. La fotografía artística nos presenta una versión estilizada, escénica y dramática de la realidad. Busca escaparse de la banalidad de lo cotidiano, de esos usos sociales que tanto han cambiado el medio fotográfico en los últimos años.

Al final, quien está escribiendo nuestra memoria colectiva son los coleccionistas de estas fotografías contemporáneas artísticas, que pertenecen a los estratos más privilegiados de la sociedad. La obsolescencia acelerada de la fotografía electrónica popular permite que desaparezca para el futuro un valioso documento de nuestras costumbres y hábitos más cotidianos. La historia oficial de nuestra cultura visual siempre ha sido escrita por los ricos, y en el futuro me temo que lamentablemente seguirá ocurriendo lo mismo.
--

Man in space en construcción

http://www.fontcuberta.com/

http://es.wikipedia.org/wiki/Joan_Fontcuberta

Daniel Canogar

http://www.danielcanogar.com/

--

c.m.

Anónimo dijo...

De Surplus Matter, dado que también se habla de Francis Bacon, he traducido parte de la entrevista (otra más) a Tom McCarthy. Si encuentro tiempo me pongo con el resto. De momento os dejo con este intercambio de ideas. Un saludo.

http://surplusmatter.com/
interviews/interviews-with/
the-importance-of-being-encrypted/


BLVR: Ha habido esta locura en Inglaterra, y parece que también en Estados Unidos, por los libros con mensajes secretos. No sé si los has visto. Hay un libro muy grueso sobre matemáticas y códigos que surge de las primeras transformaciones alfabéticas del desciframiento de Turing de ENIGMA. ¿Cómo explicas este interés del público, por lectores más generales, por los códigos y mensajes secretos?

TM: Creo que básicamente es una manifestación populista de la cultura calvinista. Para los calvinistas, estamos viviendo en un mundo de signos. Como dijo Francis Bacon “la naturaleza es el segundo libro de Dios”. Es un texto –necesita ser interpretado. Quiero decir, ya lo tienes en los griegos, en Virgilio –todo vuelo de un ave, movimiento de una hormiga sobre un montículo de tierra es un mensaje. Es un signo, que necesita una interpretación. En una literatura más moderna se percibe mucho esa sensibilidad en las obras de Thomas Pynchon o William Burrroughs, la sensación de estar viviendo en un mundo de signos, que existe un orden tras lo visible que necesita extraerse con la interpretación.
Y creo que esto se manifiesta de muchas formas, en más formatos subculturales. Incluso en la paranoia de los padres cristianos de Estados Unidos que intentan escuchar al revés los discos de Iron Maiden y encontrar los mensajes satánicos ahí contenidos. Por supuesto, uno de cada cien “mensajes” casuales que surja podría ser interpretado como satánico –los otros son cosas como “Dame una peppermint”, o “Huele a pez”

BLVR: ¿Quiere decir esto que hay una neurosis global actuando detrás de nosotros? Eso es lo que afirma Jameson en su último libro sobre paranoia y capitalismo. Has hablado de Burroughs, esto es algo en lo que estaba muy metido.

TM: Burroughs fue una gran influencia en este proyecto del ICA, también. Su idea del cut-up y los media virales… Para él, los cut-ups , los recortes de periódicos y su reordenamiento no eran sólo para conseguir algo bello o hermoso. Creía genuinamente que no era político, si no también un subversivo acto metafísico. Dios realmente existe para él, y es un cabrón. Se manifiesta a través de la CIA, el FBI, las compañías, las juntas, los sindicatos, lo que producen los media. Time-Warner, y así, que controlan nuestro planeta. Y para matar a Dios, que ha sido la gran intención de la vanguardia desde el Letrismo, necesitamos hacer cut-up con los media. Necesitamos cortarlo y reorganizarlo. Y esto traerá un colapso, una especie de cortocircuito. Creo que esto es absolutamente encomiable.

--

c.m.

Anónimo dijo...

Took me time to read the whole article, the article is great but the comments bring more brainstorm ideas, thanks.

- Johnson