Percival Everett, Cancelado. Trad. Javier Calvo. Madrid: De Conatus, 2024.
Rachel Cusk, Desfile. Trad. Catalina Martínez Muñoz. Madrid: Libros del Asteroide, 2025.
La escritura era la más reacia de todas las artes a la disociación de la identidad. Una novela era una voz, y una voz tenía que ser de alguien.
Rachel Cusk, Desfile
Si el objetivo del realismo literario, tras su consolidación decimonónica, es en buena medida la reproducción exacta e inconfundible de cierta idea de realidad que tiene su autor/a (un absoluto disparate teórico, como intenté demostrar en Singularidades, 2006, pp. 62-69), penetrar en la médula de esa supuesta reproducción no intercambiable, para ponerla en solfa, tiene dos virtudes: la primera, demostrar que quien parodia el procedimiento comprende la falacia conceptual del realismo ingenuo y la combate; la segunda, producir obras por lo común sugestivas, artísticamente inteligentes y ambiciosas, porque son, a su manera, manifiestos de lo que el arte y la literatura deberían ser: construcciones intelectuales complejas capaces de asombrar, interesar y divertir a quien lee, puesto que ver discurrir un pensamiento ingenioso ante los ojos es siempre tan fértil como divertido.05
Estas cualidades están presentes en dos obras recientemente traducidas: Cancelado, de Percival Everett (en versión de Javier Calvo) y Desfile, de Rachel Cusk (traducción de Catalina Martínez Muñoz). Las dos novelas combaten la literatura realista: Cancelado, de un modo explícito, riéndose abiertamente de un modo “magnetofónico” de reproducir la realidad a través de un lenguaje mimético excesivamente forzado; Desfile, a través de la desactivación minuciosa del propósito realista de identificar a la perfección a cada personaje, escenario o hecho: Cusk borra las identidades y hace de la ambigüedad psicológica y argumental el eje de su trama narrativa.
Cancelado es una novela muy compleja; un análisis completo de sus planteamientos requeriría varias páginas, y no tengo tiempo de acometerlo ahora, pero bastará con apuntar que el protagonista es un escritor que se venga de su falta de éxito perpetrando una parodia de una exitosa novela magnetofónica que renuncia a cualquier profundidad o estilo para reconstruir, discutiblemente, una psique marginal afroamericana a través de la jerga de sus personajes (algo similar, por buscar una analogía patria, a lo que hizo Greta García en Solo quería bailar). Su réplica irónica generará una cadena de hilarantes consecuencias en cascada que no quiero revelar, pero que actúan en tres frentes: la memorable crítica del realismo ingenuo, la discusión sobre qué significa ser un escritor afroamericano, y una honda cavilación sobre los límites de la traición estética a uno mismo. El resultado, configurado como novela experimental crítica a su vez con ciertos experimentalismos, a lo mejor no es tan impactante como Los árboles (DeConatus, trad. Javier Calvo, 2023), una de las novelas más salvajes y desasosegantes que he leído en los últimos años, pero desde luego Cancelado es una obra sólida, desafiante y de recomendable lectura, que nunca olvida que “el arte halla su forma y que nunca es una simple manifestación de la vida” (p. 59).
También es experimental Desfile, pero no en la estructura ni en los juegos de lenguaje, como en la novela de Everett, sino en el plano subjetivo, mediante una dilución posmoderna de los caracteres de tal grado que coquetea con su completo borrado (en una entrevista al New Yorker, Cusk declaró que no creía en los personajes). Una serie de artistas, mujeres y hombres, todos llamados simplemente “G” –algunos son fáciles de reconocer, como George Baselitz o Louise Bourgeois; otros han sido identificados como Paula Modersohn-Becker o Éric Rohmer–, comparecen a lo largo de las cuatro partes del libro, a veces descritos en tercera persona y otros apelados por una narradora intradiegética que no está claro que sea siempre la misma –de hecho, en la cuarta parte se pasa a un nosotros elocutorio–. Este desafío a dos de las leyes básicas de la literatura comercial, la claridad argumental y la reconocibilidad de narrador y personajes, lleva a Cusk a un vertiginoso discurrir por psiques y hechos que muestra acaso que esos artistas recreados no son importantes, sino que lo nuclear es la continuidad de ciertas experiencias de insatisfacción, secreto, dolor, silencio y la imposibilidad de distinguir entre éxito y fracaso. Un tema este último, por cierto, que también aborda el narrador Monk de Cancelado de Everett.
Me parece muy original que Cusk trabaje más el impacto de las obras de arte sobre los familiares de los artistas que sobre el mito del genio y la gestación creadora de las piezas, como suele ser habitual en “novelas de artista”. En Desfile se desplaza el enfoque tradicional de la atención, aboliendo las personalidades arrolladoras: aunque hay someros análisis de las obras de arte, el énfasis narrativo se sitúa en las personas cercanas, en la interpretación que estas realizan de las obras, en cómo sufren la actividad creativa de la esposa, del marido o del padre o madre, en los devastadores efectos familiares, afectivos y sentimentales del arte, mostrando la creación a la vez desde dentro y desde fuera.
En resumen, dos novelas valiosas, diferentes, antirrealistas, destacables por su valentía y por ir de frente contra todo tipo de convencionalismos.
[Relación con autores y editoriales: ninguna]