lunes, 15 de octubre de 2007

Poéticas críticas, resistentes o de la otredad


Enrique Falcón (coor.), Once poetas críticos en la poesía española reciente; Baile del Sol, Tegueste (Tenerife), 2007

Enrique Falcón (coor.), Once poéticas críticas; Centro de Documentación Crítica, Madrid, 2007

José Luis Falcó Gens y Antonio Méndez Rubio (coor.), Prosopopeya, nº 5, otoño-invierno 2006-2007

La editorial tinerfeña Baile del Sol está publicando, desde hace un par de años, un extenso catálogo de poesía, donde acuden regularmente varios vates españoles que conforman un grupo muy interesante; además de los incluidos en la antología Once poetas críticos, de la que ahora hablaremos, se han publicado en ese sello versos de autores como Jorge Riechmann, David González, Roque Dalton, Vicente Muñoz Álvarez, Antonio Jiménez Paz o Daniel Bellón. También es cierto que en los 335 libros publicados por el sello hasta la fecha hay muchísima distancia entre estos autores y la mayoría del resto. Ahora publica la antología coordinada por el poeta Enrique Falcón: Once poetas críticos en la poesía española reciente. El volumen ha encontrado un inesperado complemento en Once poéticas críticas, editado en la colección Contratiempos del Centro de Documentación Crítica con ocasión de una de las presentaciones de la antología en Madrid, y que recoge poéticas escritas en torno a septiembre de 2001, a modo de discurso de respuesta alternativa a las consecuencias geopolíticas del acto terrorista, según la presentación de Enrique Falcón, coordinador también de este librito.

Once poetas críticos agrupa a los siguientes autores: Jorge Riechmann, Daniel Bellón, Isabel Pérez Montalbán, David González, Antonio Orihuela, Antonio Méndez Rubio, Enrique Falcón (un grave error, a mi juicio, el de incluirse el autor entre los antologados, error que no es nuevo en las antologías de poesía española hechas desde Canarias), Miguel Ángel García Argüez, y los más jóvenes David Franco Monthiel, David Eloy Rodríguez y José María Valero, estos tres últimos nacidos en 1976. Como puede verse, la antología agrupa a dos líneas muy activas de la poesía española última: los que ya estaban incluidos en el grupo Alicia Bajo Cero, con origen valenciano y muy influidos por el pensamiento de la primera etapa de Jenaro Talens, y los agrupados bajo el nombre de La Palabra Itinerante, de localización principalmente sevillano-granadina, y que en los últimos años han desarrollado una importante labor de dinamización poética, en numeral abierto que agrupa a los cuatro últimos poetas citados de la antología junto a otros nombres como los de Luis Melgarejo o Miriam Reyes. Estas dos líneas, junto con la centralizada en Zaragoza bajo el amparo del poeta, generoso editor suicida y gestor cultural Nacho Escuín en la editorial Eclipsados, serían el núcleo central (una vez sumida en horas muy bajas la colección valenciana Germanía) de lo que sería la poesía crítica o la poesía de resistencia en España, cuyas características serían, establecidas no como ley universal aplicable a todos los casos –muy diferentes entre sí–, sino como plausible mínimo común denominador, las siguientes:

a) Entendimiento de la labor poética como algo más que un ejercicio estético, convirtiéndola en vehículo transmisor de pensamiento alternativo al de los medios de comunicación de masas[1]. Se sustituye el número posible de receptores por el acercamiento al lector y la independencia del mensaje, y cada poeta se ve a sí mismo como un pequeño altavoz, que en conexión con los demás hace red social (a redes cómplices hace referencia la poética de Antonio Orihuela en Once poéticas críticas).

b) Compromiso político o ideológico de los textos (todo texto, como decía Orwell, es ideológico
[2]; aquí se habla de una explicitación constante de esa dimensión en las obras).
c) Concepción de la literatura como un arma cargada de presente.
d) Intento de unir indisolublemente vida y obra, entendiendo aquélla como un reflejo de ésta y ésta como una actitud activa, dirigida al cambio, transformación (Falcón, véase Once poetas críticos, p. 9) o trastorno (Riechmann) de la sociedad, con propósitos más o menos revolucionarios.
e) Intento de ahondar en las posibilidades expresivas del lenguaje, a través de un auténtico realismo no ingenuo, en la órbita de Bertold Brecht –lo que por supuesto, sólo se consigue en los mejores casos, o en los mejores poemas de varios poetas de esta línea de resistencia–.
f) Voluntad de aherrojamiento teórico de la poética y, en general, cuidado minucioso de ésta, ya que se considera –como no sería de otra forma, en un contexto intelectual próximo a lo revolucionario– el discurso como operación fundamental para lograr un auténtico cambio social, y como una ayuda en el convencimiento público.
g) Estilísticamente, esta poesía se caracteriza mayoritaria –pero no totalmente– por acomodar el realismo no ingenuo que apuntábamos antes a una expresión directa, próxima al lenguaje real (todas las revoluciones o intentos de revoluciones literarias, lo dijo Eliot, comienzan declarando su búsqueda de acercarse a la lengua de la calle), muchas veces despojado; prosaísta, incluso. En los mejores supuestos, ese estilo viene mezclado o sustituido por un trabajo en la imaginería irracional, intentando provocar un efecto de choque o conflicto entre lo poético y la realidad que convoque en la mente del lector, instantáneamente, las injusticias sociales de fondo (Pérez Montalbán). Otras veces se eligen formas experimentales (Antonio Orihuela), collages (Riechmann) o apropiacionismos de los medios formales de la comunicación de masas (publicidad, noticias, etc.), para criticarlos con sus propias estructuras, y denunciar su voluntad persuasiva o manipuladora.

En buena medida, y descendiendo ya sólo a los autores incluidos en Once poetas críticos, la poética común estaría representada a la perfección en la cita de Pierre Bordieu inteligentemente colocada por Falcón en la apertura de la antología:


Los escritores y los artistas podrían desempeñar, en la nueva división del trabajo político (…) un papel absolutamente insustituible: otorgar fuerza simbólica, a través del arte, a las ideas y los análisis críticos, y dar una forma sensible a las consecuencias invisibles de las medidas políticas inspiradas en las filosofías neoliberales (Contrafuegos 2; Anagrama, Barcelona, 2001)

Poética que se aproxima más, desde luego, a la explicitada por Antonio Méndez Rubio en dos ensayos absolutamente esenciales, La apuesta invisible (Ediciones de Intervención Cultural, 2003) y Poesía sin mundo: escritos sobre poética y sociedad (Editora Regional de Extremadura, 2004). Méndez Rubio plantea una apuesta por la oscuridad; no en el sentido hermético o difícil de la palabra (el “poetas, sed oscuros” del clásico), sino en su oposición al relumbrón cegador y omnipresente de las luces de la posmodernidad del espectáculo y las pantallas: “en este sentido, lo no visible no es un fenómeno morbosamente paranormal ni frívolamente místico, sino aquello que, por principio, no puede ser traducido a los códigos de la propaganda ideológica o de la comercial” (Poesía sin mundo, p. 15). Estamos ante una apuesta, como la de Jorge Riechmann o Enrique Falcón, tan ética como estética ante el hecho poético: si anteriores generaciones plantearon el silencio como antítesis del ruido indistinguible, la poética de Méndez Rubio sugiere la ceguera frente al resplandor destellante, la palabra que palpa con cuidado las cosas y las ideas en medio de la noche, para intentar recuperar su sentido originario. Es decir, una poesía de la revervelación, del “volver a velar” (Levinas), para “ocultarse de la determinación no pedida de la luz, de la vocación de ésta por la averiguación y de la presencia” (Poesía sin mundo, p. 86). De modo que esas “consecuencias invisibles de las medidas políticas inspiradas en las filosofías neoliberales” que apunta Bordieu están, desde luego, dotadas de forma más que sensible en varios de estos poetas, especialmente en dos en los que hemos insistido tanto en este blog y en nuestros ensayos que no será necesario volver más a ellos: el propio Méndez Rubio y Jorge Riechmann, presencias incontestables en la antología.

La perspectiva de la mayoría de los autores, se ve bien claro en Once poéticas críticas, está sustentada en planteamientos marxistas, más o menos veladamente presentados. Bajo su auspicio se intenta aquello de Ernst Bloch demandase en Derecho Natural y dignidad humana: “l’homme no representa ya el individuo egoísta, sino el individuo socialista, el cual, según la profecía de Marx, ha transformado sus forces propres en fuerzas político sociales. De tal suerte que le citoyen, que en la revolución francesa vivía en un más allá abstractamente moral, es ahora rescatado de dicho más allá y retrotraído a la terrenalidad de la humanidad en sociedad” (Aguilar, Madrid, 1980). Sí, se puede criticar a esta postura de utópica, de confiar en la posibilidad de otro socialismo real, de confiar en ideas paleocapitalistas (¿Derecho natural? ¿Transformación social?), pero la cuestión es que: 1) Tales propuestas, al menos en los mejores casos, no son en absoluto ingenuas ni románticas: basta leerle a Riechmann en Once poéticas críticas: “No creo en paraísos (…) No tengo una concepción escatológica de la revolución, no creo en la síntesis donde se resuelvan todas las contradicciones, no espero del comunismo la redención de la condición humana, y sé que seguirá siendo necesario el trabajo de duelo: el desconsuelo de la poesía” (pp. 15-16). Sus objetivos son eminentemente prácticos, políticos, la utopía es el marco pero la acción (poética en algunos, poética + social en otros) es el método. 2) Quienes combaten estas posturas no suelen ofrecer, ni teórica ni prácticamente, posibilidades de mejora de la sociedad, ni utópicas
[3] ni de otro tipo. 3) En principio, y después de siglo y medio de nihilismo radical, prefiero cada vez más los planteamientos basados en algún tipo de esperanza, por difíciles, poco practicables o ingenuos que puedan parecer: nos conceden una oportunidad y nos muestran la puerta abierta[4]. Dicho de otra forma: si tengo que elegir entre los planteamientos de esta poesía de resistencia crítica y los posibilistas cantos al capitalismo rampante de la poesía de la normalidad, cuya desideologización (o falsa ideología) coincide con la del aparato multinacional, financiero y comunicacional triunfante, me quedo con la primera, desde luego, aunque sólo sea porque no se ha rendido, y porque sus lecciones de ética civil pueden sostenerse con la conciencia tranquila. En realidad no tenemos que elegir, porque entre una y otra poética hay muchas posibilidades intermedias, cada vez más, y podemos encontrar o construir la nuestra propia sin dificultad.

Me hubiera gustado completar la lectura de estos libros con la lectura total y correspondiente comentario al último y necesario número de la revista Prosopopeya (peticiones a manuel.asensi@uv.es), que tiene artículos de -por orden alfabético-: Marta Agudo, Marcos Canteli, Miguel Casado, Susana Díaz y Jenaro Talens, Enrique Falcón, Concha García, Julián Jiménez Heffernan, Francisco León, José Enrique Martínez Fernández, Antonio Méndez Rubio, Eduardo Moga, Rafael Morales, Pedro Provencio, Alfredo Saldaña, Manuel Asensi Pérez y Beatriz Ponce Lorente. Sólo me ha dado tiempo a leer el artículo de Alfredo Saldaña, significativamente llamado “Utopía sí es un lugar”, porque he visto que hablaba, precisamente, de los poetas y las estéticas que abordamos en este post. Habla Alfredo Saldaña de una “estética de la otredad”, que significa “ya no la pérdida o el desprestigio de determinados materiales artísticos, sino la inclusión de otros nuevos que adquieren a partir de entonces valores históricos y culturales que intervienen en la configuración de un nuevo canon de belleza (…) que se presenta como una oportunidad para la exposición de conflictos y la confrontación de intereses diversos” (p. 269), algo que me parece bien apuntado. No estoy tan de acuerdo cuando dice que “con un lenguaje a veces desinflado de retórica innecesaria, vaciado incluso de signos de puntuación, deliberadamente coloquial sin caer en el prosaísmo, alguno de estos poetas han percibido la necesidad de responder a los conflictos que plantea el mundo contemporáneo con nuevas sensibilidades e ideas y, de este modo, han logrado actitudes insumisas y rebeldes” (p. 268); creo que, por desgracia, no siempre esta poesía es “deliberadamente coloquial sin caer en el prosaísmo”: a veces, no pocas, varios de estos poetas caen en la facilidad del coloquialismo, y olvidan la tensión. Intento explicar el término tensión con dos poemas del mismo autor:



LA REVISTA BLANCA (1935-1936)

Las miradas que se afilan
en la inmóvil piedra de los silencios
en el metro. Equidad de vejaciones.


De David Franco Monthiel, no tiene tensión.


LAVORO NERO, V

No es que ellos tensen la cuerda,
los nudos de
hierro.

Sucede
que tú aflojas
Y aflojas.
Y no dejas de aflojar

Y ellos la van recogiendo.

De David Franco Monthiel, sí tiene tensión. ¿Más ejemplos?


No permitas que pase el cazador.
No dejes que se acerque a tu hacienda
ni que roce tu cuerpo ni a tus hijos.
No le abras la puerta de tu risa
ni le digas el sitio donde guardas tu dolor.
No concedas que se instale en tus huellas,
que anide en tus ojos o que susurre en tus gestos;
que no ponga en tu boca sus palabras.
No le hagas espacio, no le invites a tus días.
No permitas que pase el cazador.


De David Eloy Rodríguez, carece de tensión por completo.


MARAT-SADE, 1998

El problema ahora
es que hay muchos
vigilantes
y pocos locos.
El problema ahora
es que la jaula está
en el interior del pájaro.

De David Eloy Rodríguez, tiene una tensión asombrosa, es de hecho uno de los mejores poemas del libro y explica como pocos “el proceso de pacificación global que (…) acentuaba una serie de señales de tranquilización social en la conciencia de tantos ciudadanos, y el paralelo proceso de naturalización de las violencias estructurales que (…) recorren el cuerpo político de nuestros espacios de convivencia” (E. Falcón, Once poéticas críticas, p. 6) después del 11/S. Es decir, el modo en que la ciudadanía ha aceptado, con no poca falta de sentido crítico, cambiar seguridad por cualquier otra cosa, a cualquier precio. Creo que eso no se puede decir mejor, más brevemente y con una metáfora más afortunada que como la expresa D. E. Rodríguez, y por eso hablo de tensión, palabra que está en el nacimiento de la lírica europea medieval, y que implica la cortesía mínima que el coloquialismo debería tener con los lectores de poesía. Todo lo demás es ruido (hablo de lo coloquial no tensionado, que es sólo una parte de Once poetas críticos), y no se distingue demasiado del ruido de fondo que se pretende combatir.

Termino con un breve apunte sobre la selección de nombres y poemas. No vamos a descubrir ahora a Falcón, Riechmann (ojo a Conversaciones entre alquimistas; Tusquets, 2007, candidato desde ya a Premio Nacional de Poesía 2008) o Méndez Rubio. Sobre el citado Rodríguez ya hablamos aquí, y bien, con ocasión de su interesante Asombros (Imagoforum, Sevilla, 2006). Miguel Ángel García Argüez, a quien seguimos desde sus primeros pinitos en los premios a la creación joven de la Comunidad de Madrid, va sedimentando su voz, e incluye buenos poemas aquí; tengo que decir que hay otros, como “La revuelta de los conejos”, que me parecen muy inferiores a los demás. David Franco Monthiel es un nombre a seguir, aunque debería decidirse por alguna de las varias voces que pululan por su lírica, ya que no todas funcionan. De Antonio Orihuela me ha sorprendido su autoselección, que ha dejado fuera algún poema ya casi clásico, como este:


Cada vez veo más gente
con una venda
puesta en los ojos.

Incluso he visto gente a las que,
habiéndoseles movido un poco

se la vuelven a colocar correctamente.


Ausencias compensadas con otras piezas tan duras como eficaces, del tipo de “Edgar”, que le convierten en una de las poéticas de referencia, tanto de la “estética de la otredad” como de la antología. David González, duro y puro, me parece una de las voces más valientes y solitarias de la poesía española contemporánea, una lírica difícil, basada a medias en la verdad biográfica y a medias en la ficcionalización de la experiencia marginal, que sólo admite furibundas adhesiones o rechazos absolutos. Yo, discúlpenme, me apunto. Con sus excesos y con sus reiteraciones, es una de las pocas líricas en las que detecto algo de verdad poética, lo que el poeta asturiano sabe transmitir perfectamente en sus lecturas en público. Isabel Pérez Montalbán es una poeta menos conocida de lo que debiera, firme, mas sólida cuanto más irracional, mejor cuanto menos cerca del suelo. El avance de lo que será pronto Siberia propia (Bartleby, en prensa) nos hace concebir enormes expectativas sobre este poemario. Daniel Bellón incorpora poemas notables junto a otros que quizá se pierden en su retórica. José María Gómez Valero es una voz en formación, aunque sus penetrantes dotes psicológicas (“Círculos concéntricos”, “La tormenta”) nos depararán buenas cosas cuando logre ajustar su indudable capacidad a su aún dubitativa expresión.

En suma, con sus visiones y sus cegueras, con sus poemas magníficos y sus hondas caídas, Once poetas críticos es una antología que merece ser leída, y que representa un espacio cada vez mayor y más consistente dentro de la poesía española actual, dando la razón al magnífico verso de García Argüez: “está la resistencia al rojo vivo”.


.Notas.
[1] En su texto dentro de Once poetas críticos, “Poesía que no cede a la hipnosis”, Riechmann intenta mostrar cómo puede vencerse la contradicción entre una poesía al-servicio-de y una poesía libre, pero que llega a resultados comprometidos; como el mismo poeta reconoce, la diferencia es un hilo muy delgado (p. 14), que puede romperse en cuanto falte el talento suficiente.
[2] De acuerdo con Orwell, la poética-manifiesto de La Palabra Itinerante incluida en Once poéticas críticas: “toda poesía es social. Toda poesía es política. Todo acto de discurso parte de unas premisas, de un marco, de unas circunstancias históricas y vitales, de unas intenciones” (p. 59).
[3] Obsérvese, por cierto, que los últimos escritos de poética de Luis García Montero, sin ir más lejos, son significativos ataques frontales contra la idea de Utopía y cantos a la gestión de la utopía “modesta” o “tranquila”.
[4] Sobre la imagen de la “puerta abierta” en la poesía de Riechmann, véase el trabajo de Julián Jiménez Heffernan “Las puertas mal cerradas: intemperie y utopía en Riechmann y Méndez Rubio”, Prosopopeya nº 5, otoño-invierno 2006-2007, pp. 145ss.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Dos apuntes para una hipotética fe de erratas: sin conocer la fecha de escritura (¿y publicación?) de la reseña, Siberia propia, un monumento a la intertextualidad bien entendido, se publicó antes del verano. Y, salvo error garrafal mío (me apunto al mea culpa, en ese caso), García Argüez escasa relación guarda con la Red de Arte Joven de la Comunidad de Madrid, pues es gaditano de La Línea. Perdón, por lo demás, al irrumpir como un corrector cualquiera en esta bitácora.

Vicente Luis Mora dijo...

Caramba, pues el libro de Pérez Montalbán no ha llegado a Córdoba, o se lo llevaron de las librerías al llegar. Espero sea lo segundo, pido disculpas. Respecto a lo de García Argüez, por algo lo he tenido que decir, rastrearé en mi memoria (donde nombre y lugar están unidos, por algún motivo) o en las catacumbas de mi biblioteca. No digo que no sea un error mío, pero ¿por qué inventar algo tan peregrino? En fin, buscaré. Y no te disculpes, marianne, por corregir, porque aquí estamos -yo al menos- para aprender y enmendar errores. Saludos y gracias.

José Ignacio Montoto dijo...

Habrá que hacerse con la antología. Hay muchos libros que no llegan a Córdoba, o que tardan en llegar. Es curioso que todavía existan esos "graves" problemas de distribución.

Saludos.

José Mari dijo...

Vicente, soy un nuevo lector. Me gustaría mandarte un email pero no consigo la dirección. Aquí va el mío. kaluitas@yahoo.es.
Me gustaría consultarte sobre un asunto de literatura y nuevas tecnologías.
Un saludo.
FAntástico trabajo este blog y Luz nueva. Felicidades

Vicente Luis Mora dijo...

Parece ser que me he inventado lo de García Argüez, yo soy así, me invento cosas absurdas. Perdón al afectado y -por si acaso- a la comunidad de Madrid.

Otros nombres del colectivo sevillano-gaditano-granadino La Palabra Itinerante: Pedro del Pozo (sevillano, autor de “Todas las puertas abiertas”), Iván Mariscal (cantautor y poeta jerezano), Juan Antonio Bermúdez (acaba de salir su primer libro: “Compañero enemigo”), Manuel Fernando Macías (que también estrena en estos días poemario: “La criminal pasión de poseer”). Saludos.

Raúl Pérez Cobo dijo...

El poema de Marat-Sade es impresionante, impresionante porque "impresiona" y sorprende, que es lo que toda poesia autentica debe hacer.

Anónimo dijo...

Efectivamente, "Siberia Propia" está en las librerías desde el mes de junio, al menos. Ignoro por qué las librerías de Córdoba ignoran a una buena poeta nacida en dicha ciudad.

Vicente Luis Mora dijo...

Lo dices como si ignorar a varios de sus hijos notables no fuera una característica esencial de la ciudad. No hablo por mí, ojo, que no tengo queja, sino por otros, entre los cuales se encuentra, desde luego, Isabel. Aquí se dice mucho que Córdoba "tiene las tetas de vinagre". Es una buena imagen.

Buscaré Siberia propia. Saludos y gracias, Lupin.

Ernesto Suárez dijo...

Hay un aspecto que creo relevante de esta antología y es que permite por fin efectuar una cierta labor de lectura comparada entre lo ocurrido en la poesía peninsular española y la de algunos ámbitos poéticos latinoamericanos en los últimos diez o quince años. Digo que permite por fin esa lectura en la medida que agrupa autores que "arman" poéticas en diálogo explícito con aquel lado atlántico. Pedro Montealegre, excelente poeta chileno afincado en Valencia, ya apuntaba en su blog algo en este sentido. En cualquier caso, me permito recomendar una lectura de "poetas críticos del otro lado". Busquen por ejemplo algo de Martín Gambarotta y del resto del grupo de Bahía Blanca -Argentina- o en Venezuela los textos de María Antonieta Flores, Martha Kornblith, por citar algunos. Un saludo.

José Mari dijo...

Buena antología, la de Once poetas críticos. Sólo una pequeña pega. El libro está sostenido sobre el peso de tres voces , como son las de Isabel Pérez Montalbán, Antonio Orihuela y Jorge Riechmann. La intensidad de sus planteamientos, de la poética que puede adivinarse, pues toda antología esconde más de lo que muestra, se va diluyendo conforme avanza la lectura, tal vez debido al criterio que se ha seguido para confeccionar el libro. Los autores aparecen ordenados por fecha de nacimiento, lo cual es muy común en este tipo de obras, pero se incluyen escrituras que aún están haciéndose, y la diferencia entre unos y otros es demasiado evidente.
Esto por ponerle una pega, porque es cierto que me he bebido el libro y he podido resarcirme del tiempo que perdí leyendo hace una semana el último de Maillard.
Un saludo a todos.

Anónimo dijo...

Vicente Luis, acabo de descubrir esta reseña en tu blog sobre la antología Once poetas críticos. Varios meses después de que la publicaras, por cierto, y siento no haberla visto antes. Quiero darte las gracias por ocuparte de ese libro y, sobre todo, quiero agradecer algunos comentarios tuyos y de tus interlocutores (Marianne Dashwood,José Mari)acerca de mí. Siberia propia, mi último libro, salió en mayo del año pasado y no sé cómo se distribuyó en "mi" Córdoba. Es un libro collage que espero que algunos leáis. No te lo he mandado poque no tengo tu direción postal, pero te lo mando si me la haces llegar, porque además apareces citado en él.
Aprovecho para decirte que me encantó tu libro Singularidades publicado en Bartleby, aunque digas en él que soy poeta "sólo a veces" (se me parte el corazón). Eso es lo de menos, lo digo en serio, porque se trata de un ensayo atípico y espléndido sobre algunas cuestiones de la literatura actual, en el que te mojas con mucha valentía. Un abrazo. Isabel Pérez Montalbán

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias, Isabel, y bienvenida. Te he escrito una mail a la dirección que tengo, tuya, de correo electrónico. Espero que siga valiendo. Un abrazo.