jueves, 12 de junio de 2008

Cuestionario de Fruela Fernández

El poeta Fruela Fernández, uno de los mejores traductores de poesía alemana que tenemos, me ha enviado el siguiente cuestionario para su tesis doctoral, que está examinando, según creo, perspectivas de relación entre la traducción y la crítica literaria. Me han parecido unas preguntas interesantes, y creo que las respuestas divertirán a unos y enojarán a otros, como siempre. Como le decía el escorpión a la rana, después de picarle en el lomo, y mientras ambos se hundían, lo siento, es mi carácter.


1) Quería hacerle una primera pregunta de carácter algo más «abstracta» que el resto: ¿cuál cree que puede ser la función (o el objetivo) de la crítica literaria en este momento?
Hace diez años le hubiera dicho que su función era poner orden en el caos, pero ahora, ante la funesta normalización cultural, creo que su función debe ser la contraria: subvertir los procedimientos de canonización mercantil establecidos; revisar continuamente lo que se considera literario o de valor literario; arramblar con los libros entronizados por el mercado como literatura, cuando son puro entretenimiento; introducir la entropía en los modos establecidos y archifijados por la filología de analizar los textos y, en fin, cualquier tipo de agitación intelectual activa que contribuya a entender la literatura como algo que puede aparecer en cualquier parte, menos justo en aquella donde se le espera: la sacrosanta lista de los diez libros más vendidos.

2) Usted ha publicado buena parte de sus críticas y reseñas en distintas revistas de literatura, así como en su blog, bastante conocido entre los escritores españoles jóvenes. Lógicamente, de esa manera ha podido seleccionar las obras que deseaba tratar. Ahora bien, en las ocasiones en que ha colaborado con suplementos literarios, ¿ha seleccionado también las obras que ha reseñado o han sido estas publicaciones quienes le han propuesto las obras?
Como bien apunta, tanto desarrollar el blog como hacer crítica desde ciertas revistas eran modos de escapar de la trampa mortal de los suplementos: criticar lo que quieren las editoriales, y no lo que uno quiere. Acepto que, de vez en cuando, leer libros por encargo me ha generado alguna sorpresa agradable, pero eso pasaba una de cada cien veces, por desgracia. Por ello, ahora mismo no colaboro con ningún medio que me imponga los libros: lo normal es discutir las posibilidades con el/la coordinador/a, llegando a un acuerdo razonable. Eso sí: también es muy sano y necesario para el crítico leer cosas que no están en su natural gusto de lector.

3) ¿Cómo ve el panorama de la traducción en España, tanto por calidad como por diversidad? ¿Echa algo en falta? ¿Nota aspectos mejorables? (Ciñéndonos a la traducción al castellano, quiero decir.)
Creo que el panorama de la traducción en España ha mejorado espectacularmente desde hace veinte años, no sólo por la cantidad de traductores y libros publicados, que también, sino por la calidad, en términos generales excelente, de las traducciones. Hay colecciones, tanto en poesía como en narrativa (en narrativa incluso editoriales enteras, como El Olivo Azul), dedicadas exclusivamente a traducciones, y algunas editoriales, como Hiperión, son ahora más leídas y conocidas por sus traducciones que por los libros publicados en castellano.

Echo en falta las sagas persas, como comentaba recientemente en el blog; he oído que hay sin traducir como cuatro tomos de poesía persa antigua, que sin embargo puede encontrarse en otros idiomas. A ver si Zara Behnam y Jesús Munárriz se animan, ya que ya hicieron en su momento una excelente versión del farsí de Jayyam (o Khayyam, según transcripción). También me gustaría ver traducido el A de Louis Zukofsky. Y el Finnegans completo, claro, a pesar de su archisabida intraducibilidad.

4) Al tratar una obra traducida, ¿cree usted necesario que el crítico opine sobre la calidad de la traducción que está leyendo? ¿Y en aquellas ocasiones en que reseña obras cuya lengua de origen desconoce? En este último caso, ¿cuáles podrían ser las normas o procedimientos mediante los que se guiase el crítico para dar un juicio fundamentado?
Esa es una cuestión muy interesante, que motivó una polémica en mi blog con el excelente traductor Miguel Martínez-Lage. Él, que sabe de estas cosas más que yo, como profesional del tema que es, me recriminaba mi “obligación” de hablar en mis reseñas de la traducción, aunque no conociera el idioma a quo, porque el texto ad quem o de llegada al castellano tiene que ser un buen texto literario. En esos términos, lo acepto. Es decir: puede hablarse de que la traducción es buena o mala en función del texto final generado, pero siempre me quedará una duda razonable, y voy a explicarle por qué. Le pongo un ejemplo, enrevesado pero plausible: imagine que se hace realidad el maravilloso supuesto planteado por Leonardo Sciascia en El archivo de Egipto (1963), y un traductor que no tiene ni idea de una lengua extraña presenta un texto de su invención como si fuera la traducción literal de un texto real. Y ahora imagínese que todos los críticos dicen que nos encontramos ante una “maravillosa traducción”, al aparecer el libro publicado. Y luego imagine que la falsificación se descubre: ¿en qué lugar queda el prestigio de los críticos que alabaron las bondades de la traducción? Cada vez que voy a opinar de un libro cuyo idioma original no conozco o no puedo comprobar, pienso en ese abstruso casual y me paralizo. Como Bartleby, prefiero no hacerlo. En realidad, si soy sincero, sólo suelo hablar de la traducción en las publicaciones bilingües, donde tengo los dos textos y puedo compararlos, o cuando se trata de nuevos libros de un autor al que ya he leído en su idioma original. Es lo que me parece más honesto. Porque si tengo que elegir entre perjudicar al traductor o al autor del libro, ustedes los traductores me perdonarán (o no), pero prefiero defender a mis compañeros, los escritores.


5) Usted siempre ha mostrado bastante «insatisfacción» (llamémoslo así) con el tipo de crítica literaria que es habitual en España desde hace tiempo. Uno de sus argumentos principales es que una parte importante de la crítica carece de la formación y de las referencias necesarias para juzgar muchas de las obras que se publican actualmente. Por analogía con esta idea, ¿cree que la crítica española está «preparada» para valorar la literatura extranjera que se va traduciendo?
Esa es una buena pregunta, y ya sabe usted la respuesta. Por supuesto que no; los mismos parámetros que generan la literatura actual en España son los que la generan, al menos en Occidente, en el resto de países cuyas traducciones o publicaciones suelen llegarnos. Por lo tanto, cuando la crítica es ignorante lo es universalmente: si desconoce por completo temas elementales como unas nociones básicas de biología molecular, tecnología, filosofía, teoría del lenguaje, astrofísica, música contemporánea, cultura popular posterior a 1980 o informática, no se va a enterar de nada, esté escrito donde esté escrito: por desgracia y desde hace tiempo, los escritores (de cualquier lugar) tienen una cultura mucho más amplia y completa que la de la inmensa mayoría de los críticos, algo que nunca pasaba hace cien años. Suelo hablar de los críticos españoles porque son los que más leo, aunque tengo que reconocer que lo que estoy leyendo de críticos norteamericanos “medios” tampoco me está complaciendo mucho. En cambio, en las publicaciones inglesas suele haber un nivel muy interesante, y unas perspectivas de lectura bastante abiertas.


6) En relación con lo dicho antes: ¿cree usted que la literatura traducida es una influencia importante para la literatura que se hace actualmente en España (en cualquiera de las distintas lenguas)? ¿Cree que la actitud de los escritores actuales hacia la literatura extranjera es distinta de la que tuvieron «generaciones» anteriores?
Responderé en dos partes, primero en lo tocante a poesía y luego en narrativa. En lo referente a las traducciones y la lírica patria, comparto la ya célebre opinión que diera Miguel Casado en el prólogo a su antología Mar interior. Poetas de Castilla-La Mancha (Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, Toledo, 2003): los poetas españoles suelen citar unos maestros y unos referentes internacionales, cuyos versos colocan en el pórtico de sus poemarios, sin que luego la poesía propia demuestre tener nada que ver con aquélla ni haber aprendido aspecto estético alguno de los presuntos maestros rectores. En este sentido creo que el último grupo de poetas fiel a las tradiciones estéticas que citaban y a las que se adscribían fue el de los novísimos, entendido el término en un sentido amplio, más allá de los seleccionados por Castellet: cultos y leídos en varias lenguas, eran capaces de entender lo que los versos citados decían y su potencia simbólica y significativa. También eran capaces –con excepciones, es un grupo irregular– de crear poesía en castellano a la altura de los modelos citados. Hay ramalazos de auténtico surrealismo francés en Martínez Sarrión (no en vano lo ha traducido), hay esquirlas de Wallace Stevens en cierto Gimferrer, hay Leopardi puro en Colinas (otro traductor), hay auténtico Beckett en Talens (también traductor), etc. Lo que vino después, salvo las pertinentes excepciones, da un poco de grima en términos generales.
En narrativa, sin embargo, ha ocurrido justo lo contrario. Son los más jóvenes los que, por fin, han sabido destilar lo mejor de la tradición extranjera (por lo común, norteamericana), y aprender de sus lecciones sin copiar necesariamente sus modelos. En esto, todo sea dicho, hay mucho que agradecer a Anagrama y Mondadori, ambas con una cuidadosa colección de literatura extranjera desde hace muchos años.

7) Una última pregunta: ¿podría señalar algunas editoriales que, en su opinión, se caractericen por ofrecer traducciones de calidad y por prestar atención a la literatura en otras lenguas?
Pues amén de las ya citadas Mondadori, Anagrama, El Olivo Azul e Hiperión, sería una estupidez no alabar el trabajo de El Acantilado, DVD Ediciones, Ediciones del Bronce, Ediciones del Cobre, Pre-Textos, Ediciones de Oriente y el Mediterráneo, Siruela, Berenice, Trotta, Cátedra (Letras Universales), Círculo de Lectores / Galaxia Gutenberg, Igitur, Melusina o Sexto Piso, entre otras.


21 comentarios:

Anónimo dijo...

Ranas, tengan cuidado con los arácnidos: en otro momento hablamos de estas cosas, y de comer plástico. Seguro que ya los conoces, pero si no, son dos de los libros más interesantes que he leído estos meses, puritita food for thought. Un saludo.

(Hablando del asunto, dos libros recientes muy recomendables, pero no te olvides de los cómics)

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Rendir el sentido. Filosofía y traducción.
Juan Arnau
Editorial: Pre-Textos
ISBN: 9788481918656
Fecha de Edición:02/2008
Tamaño: 150 X 190 mm.
Encuadernación: Tapa Blanda
Páginas: 192

Sumario: ¿Se encuentra el sentido ligado a la lengua o es precisamente la necesidad que todas las lenguas comparten? Los filósofos de hoy ya no se ocupan tanto de consolidar un lenguaje propio como de establecer parentescos entre diferentes lenguajes. Las relaciones entre filosofía y traducción son cada día objeto de mayor interés. Hoy, más que nunca, se cumple la promesa de Walter Benjamin: “Hay un genio filosófico que aspira a ese lenguaje que se anuncia en la traducción”. Cada lengua es un singular intento de alcanzar un sentido colectivo; la traducción rinde el sentido para otorgarle validez más allá de sus límites acostumbrados. Ella es la representación, siempre provisional,del transitar de las lenguas hacia una “lengua pura” (reine Sprache).
Descripción: Históricamente, la aspiración a un significado universal ha tomado cuerpo en la búsqueda de una lengua perfecta; en la que el significado no dependiera ya de los rasgos distintivos de una cultura sino que fuera algo común a todas ellas. Una idea de tal amplitud, tan superior a mezquinas necesidades y obligaciones particulares, que los que se plegaron a ella la siguieron hasta los confines del sentido. La filosofía reciente nos ha despertado de ese sueño: la lengua perfecta supondría la dominación perfecta y la supresión de las diferencias. Pero el delirio de la lengua perfecta y el ideal peregrino de la traducción han seguido siendo aliento de la filosofía, que no ha renunciado a la locura de entendernos ni a la inspiración de un significado universal.
Anotaciones:Juan Arnau (Valencia, 1968) es astrofísico y doctor en filosofía sánscrita. Durante el último sexenio ha sido investigador en la Universidad de Michigan y actualmente es profesor de la Universidad de Barcelona y miembro del Consejo Asesor de Casa Asia.

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DECIR CASI LO MISMO: LA TRADUCCION COMO EXPERIENCIA
de ECO, UMBERTO
EDITORIAL LUMEN, S.A.

14.0x21.0 cm 592 pags
Lengua: CASTELLANO
Encuadernación: Tapa dura
ISBN: 9788426415752
Nº Edición:1ª
Año de edición:2008
Plaza edición: BARCELONA


Biblioteca
Decir casi lo mismo. La traducción como experiencia.
Un libro de Umberto Eco



Umberto Eco publica ’Decir casi lo mismo’ (editorial Lumen), sobre su experiencia como traductor de ’Exercises de style’, de Queneau, y ’Sylvie’, de Gérard de Nerval, así como sobre la labor de quienes ’interpretan’ obras diversas para otras lenguas.

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"Qué quiere decir traducir? La primera respuesta, "decir lo mismo en otra lengua", sería una buena respuesta, y también consolatoria, si no fuera porque, en primer lugar, tenemos muchos problemas para establecer qué significa "decir lo mismo", así como tampoco sabríamos dar una respuesta satisfactoria para todas esas operaciones que llamamos paráfrasis, definición, explicación, reformulación, por no hablar de las pretendidas sustituciones sinonímicas. En segundo lugar, porque no sabemos qué es el "lo", esto es, ante un texto no sabemos lo que debemos traducir. Y, por último, porque en algunos casos abrigamos serias dudas sobre lo que quiere decir decir.
Lo cual no quiere decir que nos vamos a poner a buscar (para subrayar la centralidad del problema de la traducción en muchas discusiones filosóficas) lo que debería traslucirse o resplandecer más allá y por encima de toda lengua que lo traduzca o, por el contrario, lo que no conseguirá aprehenderse jamás por muchos esfuerzos que haga la otra lengua, es decir, ir a buscar si hay una cosa en sí en la Ilíada o en el leopardiano Canto nocturno de un pastor errante de Asia. Nos conformamos con volar más bajo, y lo haremos muchas veces en las páginas que siguen.
Supongamos que en una novela inglesa un personaje dice It’s raining cats and dogs. Sería un simple el traductor que, pensando que está diciendo lo mismo, lo tradujera literalmente como Llueve perros y gatos, y no como Llueve a cántaros o Caen chuzos de punta. Ahora bien, ¿qué pasaría si se tratara de una novela de ciencia ficción, escrita por un adepto de las denominadas ciencias "fortianas", que relatara que, de verdad, llueven perros y gatos? Se traduciría literalmente, de acuerdo. ¿Y si el personaje estuviera yendo a ver al doctor Freud para contarle que sufre una curiosa obsesión por perros y gatos, por los que se siente amenazado incluso cuando llueve? Seguiría traduciéndose literalmente, pero se perdería el matiz de que el Hombre de los Gatos también está obsesionado por las expresiones idiomáticas. ¿Y si en otra novela el que dice que están lloviendo perros y gatos fuera un estudiante de inglés de la academia Berlitz que no consigue sustraerse a la tentación de adornar su discurso con deplorables anglicismos? Si hubiera que traducirlo literalmente, en este caso al inglés, el lector profano no entendería que se está usando un anglicismo. ¿Cómo se vertería esa pose anglicanizante? ¿Debería cambiársele la nacionalidad al personaje y hacer que se convirtiera en un inglés con poses italianizantes?, ¿o en un obrero de Londres que ostenta sin éxito un acento de Oxford? Sería una licencia insoportable. ¿Y si It’s raining cats and dogs lo dijera, en inglés, un personaje de una novela francesa?, ¿cómo se traduciría al inglés?
Ven ustedes lo difícil que es decir qué es lo que un texto quiere transmitir, y cómo transmitirlo.
He aquí el sentido de los capítulos que siguen: intentar entender cómo, aun sabiendo que no se dice nunca lo mismo, se puede decir casi lo mismo. A estas alturas, lo que constituye el problema no es tanto la idea de lo mismo, ni la de lo mismo, como la idea de ese casi. ¿Cuánta elasticidad debe tener ese casi? Depende del punto de vista: la Tierra es casi como Marte, en cuanto ambos planetas giran alrededor del Sol y tienen forma esférica, pero puede ser casi como cualquier otro planeta que gire en otro sistema solar, y es casi como el Sol, puesto que ambos son cuerpos celestes, y casi como la bola de cristal de un adivino, o casi como un balón, o casi como una naranja. Establecer la flexibilidad, la extensión del casi, depende de una serie de criterios que hay que negociar preliminarmente. (...)
Me he dado cuenta de que en mi vida he tenido que controlar muchas traducciones ajenas, ya sea en el transcurso de una larga experiencia editorial, ya sea en calidad de director de colecciones de ensayo; he traducido dos libros que requieren gran dedicación: los Exercises de style, de Queneau, y Sylvie, de Gérard de Nerval, dedicando a ambos muchos años; y, como autor, tanto de obras de ensayo como de narrativa, he trabajado en contacto directo con mis traductores. No sólo he controlado las traducciones, al menos para las lenguas que de alguna manera conocía, y por eso citaré a menudo las traducciones de William Weaver, Burkhart Kroeber, Jean-Noel Schifano, Helena Lozano y otros, sino que he tenido largas conversaciones con los traductores (previamente y durante la elaboración), de suerte que he descubierto que, si el traductor o la traductora son inteligentes, pueden explicar los problemas que surgen en su lengua incluso a un autor que no la conoce, y también en esos casos el autor puede colaborar sugiriendo soluciones, es decir, sugiriendo qué licencias se pueden tomar con su texto para sortear el obstáculo (me ha pasado a menudo, por ejemplo, con la traductora rusa Elena Kostiukovich, con Imre Barna para el húngaro, con Yond Boeke y Patty Krone para el neerlandés, con Masaki Fujimura y Tadahiko Wada para el japonés).
He aquí por qué he decidido hablar de traducción partiendo de problemas concretos que en su mayor parte atañen a mis escritos, limitándome a esbozar soluciones teóricas sólo sobre la base de experiencias in corpore vili.
Esto podía exponerme a dos peligros, el del narcisismo y el de sostener que mi interpretación de mis textos tiene más valor que las de los otros lectores, entre los cuales figuran in primis mis traductores, principio con el que he polemizado en libros como Lector in fabula o Los límites de la interpretación. El primer riesgo era letal, pero en el fondo me estoy comportando como esos portadores de enfermedades socialmente nefastas que aceptan manifestar públicamente su estado y los tratamientos a los que se someten para ser útiles a los demás. Por lo que atañe al segundo riesgo, espero que en las páginas siguientes se pueda apreciar cómo les he señalado yo a mis traductores puntos críticos de mis textos que podían generar ambigüedades, aconsejándoles que pusieran atención, sin intentar influir en su interpretación; o he respondido a peticiones precisas cuando me preguntaban cuáles de las distintas soluciones habría elegido yo si hubiera tenido que escribir en su lengua; en esos casos mi decisión era legítima, visto que a fin de cuentas era yo el que firmaba el libro.
Por otra parte, en el curso de mis experiencias como autor traducido, fluctuaba continuamente entre la necesidad de que la versión fuera "fiel" a lo que había escrito y el descubrimiento excitante de cómo, en el instante en que se decía en otra lengua, mi texto podía (es más, a veces debía) transformarse. Y si algunas veces notaba imposibilidades -que de alguna manera había que resolver-, más a menudo aún notaba posibilidades: es decir, notaba cómo, en contacto con la otra lengua, el texto exhibía potencialidades interpretativas que yo desconocía, y cómo a veces la traducción podía mejorarlo (digo "mejorar" precisamente con respecto a la intención que el texto mismo iba manifestando de improviso, independientemente de mi intención originaria de autor empírico).
Puesto que mi punto de partida son mis experiencias personales y dos series de conversaciones, este libro no se presenta como un libro de teoría de la traducción (ni tiene su sistematicidad) por la sencilla razón de que no toma en consideración un sinnúmero de problemas traductológicos. No hablo de las relaciones con los clásicos griegos y latinos simplemente porque nunca he traducido a Homero y nunca he tenido que juzgar una traducción homérica para una colección de clásicos. Hablo sólo fugazmente de la denominada traducción intersemiótica, porque nunca he dirigido una película sacada de una novela o transformado una poesía en ballet. No toco el problema de las tácticas o estrategias poscoloniales de adaptación de un texto occidental a la sensibilidad de otras culturas, porque no he podido seguir y discutir las traducciones de textos míos al árabe, persa, coreano o chino. Nunca he traducido textos escritos por una mujer (no es que por costumbre traduzca sólo a hombres, es que sólo he traducido a dos en mi vida) y no sé qué problemas habría tenido. En las relaciones con algunas traductoras mías (rusa, española, sueca, finlandesa, holandesa, croata, griega) encontraba tal disponibilidad por su parte a adaptarse a mi texto que no he podido experimentar voluntad alguna de traducción "feminista".
Le he dedicado algún párrafo a la palabra fidelidad porque un autor que sigue a sus traductores parte de una implícita exigencia de "fidelidad". Entiendo que este término puede parecer obsoleto ante las propuestas críticas según las cuales, en una traducción, cuenta sólo el resultado que se realiza en el texto y en la lengua de llegada y, por añadidura, en un momento histórico determinado, allá donde se intente actualizar un texto concebido en otras épocas. Pero el concepto de fidelidad tiene que ver con la convicción de que la traducción es una de las formas de la interpretación y que debe apuntar siempre, aun partiendo de la sensibilidad y de la cultura del lector, a reencontrarse no ya con la intención del autor, sino con la intención del texto, con lo que el texto dice o sugiere con relación a la lengua en que se expresa y al contexto cultural en que ha nacido.
Supongamos que en un texto norteamericano alguien le diga a otro You’re just pulling my leg. El traductor no lo vertería con Me estás tirando sólo la pierna, y ni siquiera con Me estás tomando sólo la pierna, sino con Tú me estás tomando el pelo o incluso con Te estás quedando conmigo. Si se tradujera la expresión literalmente, una expresión tan poco corriente en la lengua de llegada dejaría suponer que el personaje (y con él, el autor) está inventado una osada figura retórica, lo cual no es cierto, visto que el personaje usa algo que en su lengua es una frase hecha. Si sustituimos la pierna con el pelo, en cambio, ponemos al lector de la lengua de llegada en la misma situación en la que el texto quería que se encontrara el lector inglés. He aquí por qué una aparente infidelidad (no se traduce a la letra) se manifiesta al final como un acto de fidelidad. Lo cual es un poco como repetir con san Jerónimo, patrón de los traductores, que al traducir no hay que verbum e verbo sed sensum exprimere de sensu (aunque veremos cómo también esta afirmación puede generar muchas ambigüedades).
Así pues, traducir quiere decir entender tanto el sistema interno de una lengua como la estructura de un texto determinado en esa lengua, y construir un duplicado del sistema textual que, según una determinada descripción, pueda producir efectos análogos en el lector, ya sea en el plano semántico y sintáctico o en el estilístico, métrico, fonosimbólico, así como en lo que concierne a los efectos pasionales a los que el texto fuente tendía. "Según una determinada descripción", significa que toda traducción presenta unos márgenes de infidelidad con respecto a un núcleo de presunta fidelidad, pero la decisión sobre la posición del núcleo y la amplitud de los márgenes depende de las finalidades que se plantea el traductor."

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El autor con el que todos los traductores sueñan

HELENA LOZANO MIRALLES
En las notas que acompañan a mis traducciones suelo referirme a un estado de desasosiego que se apodera de mí antes de ponerme a traducir: por una parte, me inquieta la idea de pasar muchas horas solitarias dialogando con mi texto, con los enfados y satisfacciones que eso conlleva; por la otra, todo texto nos impone estrategias particulares, decisiones que implican al traductor en primera persona aunque deba permanecer invisible en todo momento detrás del texto. En este cuerpo a cuerpo con el texto es fundamental saber que el autor (aunque de lejos) nos acompaña, nos anima, y Umberto Eco lo hace. Es el autor con el que todos los traductores sueñan: siempre nos presta la máxima disponibilidad posible, y la discusión es abierta y creativa, tanto en la resolución de las dudas como en la búsqueda de soluciones posibles. Claramente, eso entraña que uno puede tomarse la libertad de adoptar determinadas elecciones de traducción que podríamos definir arriesgadas. Si textualmente funcionan y se corresponden de alguna manera con lo que a él le habría gustado escribir, a Eco le encanta acogerlas.
En Decir casi lo mismo, mis dificultades de traducción residían en el hecho de que no se habla sólo de teoría, sino también (y profusamente) de prácticas traductoras, con ejemplos en muchas lenguas. ¿Tiene sentido ofrecer una traducción de esas traducciones? Desde mi punto de vista, no; por lo cual decidí añadir experiencias afines o contrastantes realizadas en nuestra lengua. Pero eso llevaba a construir un texto ampliado que planteaba numerosos problemas de ritmo de lectura y, además, rompía el tono general de amable conversación del libro, así como el peculiar estilo narrativo que adopta Eco en todos sus ensayos.
Así pues, en un camino traductor bastante tortuoso, decidí hacer toda una serie de interpolaciones textuales (implícitas o explícitas) orientadas a mantener los ritmos del texto, pensando en dos tipos de lector: un primer lector interesado en saber qué es lo que dice Eco sobre la traducción, presumiblemente sin la intención de demorarse en los ejemplos, pues se fía de la bondad de los ejemplos mismos; en definitiva, un lector de consumo rápido -sin que esto implique ningún juicio de valor-. Y un segundo lector, interesado en profundizar y evaluar los modos de traducir que se le presentan, que desea poder volver sobre el texto.
Y una vez más, Eco me ha acompañado en estas decisiones, observando divertido cómo cada traducción de un libro suyo se convierte en un nuevo libro. -
El País

2 marzo 2008

http://www.aulaintercultural.org/article.php3?id_article=2853

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'Traduttore, traditore', dice un refrán italiano; sin embargo, antes que juzgarlo como un traidor, Umberto Eco prefiere considerar al traductor un artesano de la palabra. Después de interpretar un texto extranjero y tener en cuenta todos sus matices, el traductor negocia con su propio idioma para que la palabra traducida sea capaz de incorporar los valores, y no solo los significados, de una cultura ajena. Traductor él mismo, Eco no se limita a la teoría, sino que compone este libro basándose en ejemplos prácticos y proponiendo incluso una divertida versión del Génesis, tal como la ofrece el traductor automático de Altavista.

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c.m.

Oscar Sáenz dijo...

No he leído el comentario anterior todavía porque era muy largo para el formato en que estamos. Sin duda debe de ser muy interesante por los libros y autores que cita, y en otra ocasión le dedicaré todo el tiempo que merece.

En otro orden de cosas, y hablando del tema de las traducciones. Jordi Llovet, que ha recibido el premio de traducción catalana 2007 por su obra "Les flors del mal" de Charles Baudelaire, tiene un artículo precioso en el que habla sobre todo de que una buena traducción a parte de hacer justicia al autor y al texto en sí, está haciendo un gran favor a la lengua en que es volcado, de esta manera, Llovet opina que obras como la Odisea, el teatro de Shakespeare, Kafka o las novelas de Dickens y Flaubert, vertidas al catalán se convierten también en obras de la literatura catalana, ayudando a mejorar y engrandecer una lengua. Me parece una bonita labor la del traductor vista con estos ojos. Engordar el cánon de obras en un idioma con las buenas traducciones, las reescrituras con el alma de la lengua de acogida, como si fuesen nuevas obras que podemos recibir cada cierto tiempo.

Anónimo dijo...

Hola Oscar:

No conozco el artículo que citas, pero si pudieras indicar dónde lo encontraste, o copiarlo en los comentarios, me harías un favor. Me encantaría leer lo que dice Llovet. Un saludo.
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carlos maiques

Oscar Sáenz dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Oscar Sáenz dijo...

Hola Carlos, encantado de compartir contigo el artículo. He tratado de pegar el link, pero no sale entero, así que lamentándolo mucho, me veo obligado a copiar el artículo entero -que es largo-. Ahí va:

EL SUEÑO DE SER UNIVERSAL
Jordi Llovet

Según dicen, fue Goethe quien acuñó por vez primera el término de Weltliteratur (literatura universal, o mundial) en las famosas entrevistas con su fiel secretario Eckermann, recogidas luego en uno de los mejores libros que puedan leerse de todo el periodo clásico-romántico alemán: Conversaciones con Goethe en los últimos años de su vida. En uno de los pasajes en los que el consejero de Weimar se refiere a esta cuestión, se lee: "El concepto de literatura nacional ya no tiene mucho sentido; ha empezado la época de la literatura universal, y todos debemos esforzarnos por colaborar al despliegue de esta literatura". Goethe añadió que los alemanes no debían apropiarse con excesiva devoción de ninguna literatura extranjera -"ni de la literatura china, ni de la serbia, ni de Calderón"-, aunque, si existía un modelo en la historia de las literaturas de Occidente que debía ser considerado inigualable y permanente, éste era el modelo ofrecido por las literaturas "de la Antigüedad": las de Grecia y Roma, por encima de todas.

La mejor novelística catalana del siglo XX no puede entenderse sin la influencia de los grandes autores ingleses, franceses o italianos de los siglos contemporáneos
Pero en este mismo contexto,

a Goethe se le deslizó la idea de que, si bien todas las naciones de Europa debían hermanarse en la producción de esa gran "literatura universal", Alemania "podía ejercer y tenía la obligación de ejercer la más grande influencia: en esa gran confluencia de literaturas, Alemania deberá jugar un papel de excelencia". Quizá cometió ese desliz a consecuencia del legítimo orgullo que sentía por la literatura en lengua alemana que se había escrito en el largo periodo que ya he citado -aunque admiró lo suficiente las letras francesas como para traducir a Diderot, y las inglesas como para cartearse con Carlyle-; en cualquier caso, se trata de una afirmación más "nacionalista" que "internacionalista", que ha sembrado muchas dudas en torno al propósito ilustrado, y de supuesta gran generosidad, que parece desprenderse de la más famosa y citada de las alusiones del autor alemán relativas al tema que nos ocupa.

En efecto, las naciones generan una literatura propia, escrita en una lengua particular, y se sienten orgullosas, ante todo, de esa literatura cimentada en la lengua que todos heredamos del habla de las madres, cultivamos en familia y en sociedad, y llega a convertirse en el verdadero núcleo de la concepción del mundo de todo ciudadano en esa vasta, en cierto modo utópica realidad que denominamos universo. Es bella y eficiente la comunión entre las literaturas de todos los pueblos, pero -salvo que dos comunidades lingüísticas conozcan una pax romana tan ejemplar como la catalana y la castellana- la realidad es que cada pueblo siente como propia la literatura escrita en su lengua, y sentirá siempre como relativamente ajena la literatura escrita en la lengua de los demás.

La única posibilidad verosímil de congeniar con una literatura "extranjera" es, ante todo, que esta literatura sea traducida a la lengua "propia". Esto, que en el caso de las relaciones entre la literatura escrita en catalán y la escrita en castellano cae de lleno en la paradoja -pues todos los ciudadanos de Cataluña conocen el castellano, pero muy pocos hablantes del resto de España conocen la lengua catalana-, se convierte en un asunto de pura evidencia en todos los demás casos: sólo gracias a la traducción, sólo gracias al intercambio lingüístico que significa verter una literatura de una lengua a otra, se ha consolidado, y permanecerá segura, la validez del concepto de "literatura universal" -a falta, por lo menos todavía, de una koiné utilizada por todo el orbe alfabetizado, como fue el caso, en su momento, de la lengua latina o el francés-. Siempre fue mi opinión -que no comparte conmigo casi nadie en Cataluña- que el día que Josep Carner tradujo al catalán Las aventuras del club Pickwick; Lleonart, el Fausto, y Andreu Nin, Crimen y castigo, esos libros de Dickens, Goethe y Dostoievski pasaron a convertirse en literatura catalana; o, para volver al hijo de la ciudad de Francfort, también aquel día se universalizó automáticamente nuestra literatura en la medida en que se ofreció a Cataluña, a menudo en la prosa y los versos autóctonos más admirables que se hayan escrito en el siglo XX, piezas capitales del legado de la literatura universal originariamente ajena.
En este sentido, es obvio que al

gunas naciones, a causa de los avatares de su historia y de los destinos de su lengua, necesitan, más que otras, que se produzca la rara transustanciación que significa ver traducida su literatura a otras lenguas, y a su lengua a los autores que escriben en una que les resulta incomprensible; y Cataluña, más en otros tiempos que en nuestros días, se preocupó con denuedo, por lo menos, de que los lectores del país se familiarizaran con las literaturas extranjeras más diversas, y sacaran de esa varia lección, de paso, un estímulo y unos modelos de los que andaba más bien escasa su propia producción. En este terreno, el esfuerzo de las generaciones modernista y novecentista en Cataluña -en el tránsito de los siglos XIX al XX- fue admirable, extraordinario y enormemente fecundo: ahí están las traducciones de la Odisea a cargo de Carles Riba (más sus versiones de Hölderlin, de Grimm, de Poe, de Cavafis y de tantos otros, además de los clásicos griegos); las de la Biblia entera en dos versiones impresionantes -la que patrocinó Francesc Cambó y la que elaboraron los biblistas de Montserrat-; la Eneida de Miquel Dolç, además de otras versiones más recientes; la Divina Comedia de Josep Maria de Sagarra (que, de hecho, ya había sido vertida íntegramente al catalán por Andreu Febrer en el siglo XV, sólo un año después de que fuera traducida en prosa castellana por Enrique de Villena); el Canzoniere de Petrarca, cambiado al catalán en diversas ocasiones; la obra dramática y poética de Shakespeare -que no ha cesado de ser traducida y retraducida, desde el siglo XIX hasta la actualidad-; las versiones de muchos autores continentales de los siglos XVIII y XIX a cargo de multitud de traductores; las versiones de poesía china -por la vía intermedia del inglés- de Marià Manent; y centenares, miles de otras muchas obras de la literatura de todos los tiempos, escritas en las lenguas más dispares y remotas, empezando por el enorme legado de Grecia, Roma y los autores paleocristianos, al alcance de todos los catalanes en la casi incomparable -y sobre todo insólita- Fundació Bernat Metge.

Gracias a este magnífico cuerpo de traducciones, la literatura catalana alcanzó una categoría perfectamente homologable con lo mejor del resto de las literaturas peninsulares y continentales: las Elegies de Bierville, del ya citado Riba, no existirían sin los poetas elegiacos antiguos, sin las Elegías Romanas de Goethe -traducidas por Joan Maragall- o sin las elegías de Hölderlin o Rilke; la mejor novelística catalana del siglo XX no puede entenderse sin la influencia de los grandes autores ingleses, franceses o italianos de los siglos contemporáneos; y las diversas corrientes de la poesía catalana de los últimos ciento cincuenta años no pueden concebirse sin la presencia eficiente (directa, o por vía de traducción) de la poesía romántica, simbolista, neoclásica o "de la experiencia" del continente europeo. La literatura catalana sólo ha obtenido beneficios, especialmente en el siglo XX, de esa actividad tan sumamente generosa, aunque diabólica para el intérprete, que es la traducción.

A la inversa, es otra cosa: las literaturas de nuestro contexto no han actuado con la literatura catalana con la misma dosis de interés, de admiración y de respeto con que los catalanes han actuado en relación con las literaturas extranjeras. Ahí se plantea uno de los aspectos más espinosos de la presencia de las letras catalanas en la Feria de Francfort, que no es más que el reflejo de una desatención secular de todos nuestros vecinos hacia los más altos logros de nuestra literatura. Desde Cataluña, consideramos "clásicos", "canónicos" y "ejemplares" a centenares de autores de los países más diversos y los tiempos más variados: desde Homero y Sófocles hasta Kafka, Thomas Mann o Virginia Woolf, por ejemplo, pasando por Cervantes, Valle-Inclán o Cernuda. En el resto de Europa -algo menos en España, donde el buen entendimiento con los catalanes puede remontarse a la amistad entre Jordi de Sant Jordi y el marqués de Santillana, o a la que se profesaron Boscán y Garcilaso-, en el resto de Europa, decía, la literatura catalana sigue siendo una enorme desconocida, cuando, por su propia dignidad literaria, Riba podría aparejarse con Valéry, Carner podría ser la envidia de muchos países, J. V. Foix iría del brazo de los grandes experimentadores del XX, Salvat-Papasseit se compararía con los poetas vanguardistas más notables y Llorenç Villalonga o Mercè Rodoreda (ella, la más afortunada al respecto) no serían eclipsados por la mayor parte de los grandes novelistas de España, Francia, Alemania o Inglaterra. La dura realidad es que el único autor catalán considerado canónico por los lectores del mundo entero sigue siendo, en estos momentos, Ramon Llull: y ello, posiblemente, gracias a su obra latina más que a la catalana.
La cuestión, pues, es tan senci

lla como esto: cuando una literatura nacional, como la catalana, ha dado sobradas muestras de estar a la altura del baremo universal de la "literatura de recibo", lo único que hay que hacer, en un gesto de deseada reciprocidad, es intentar promocionar su traducción al mayor número de lenguas posible, empezando por las de mayor difusión en todo el mundo. Como Goethe ya intuyó -blindándose en cierto modo ante la amenaza de universalidad que significaba la lengua francesa en sus días-, en el debate de la Weltliteratur intervienen no sólo factores estéticos, sino también factores geopolíticos, históricos, económicos y de potencia social y divulgativa de una lengua. Estos factores, más que la calidad intrínseca de nuestra literatura, son los que han convertido secularmente en opaca a nuestras letras.

Eso sí: haber sufrido largos periodos de sequía literaria e incluso de persecución de nuestra lengua no justifica la oportunista pretensión de colocar hoy en el mercado internacional cualquier bagatela o improvisación de las que generan todas las literaturas nacionales. No se trata de "canonizar", a toda costa, cualquier muestra de nuestros literatos "a la violeta" (Cadalso), cuya dimensión pública en su patria se ha conseguido solamente a fuerza de ponderar el mero hecho de que están escritas en lengua catalana. En Francfort se trata -o debería haberse tratado- de establecer previamente el canon de lo que en Cataluña ha alcanzado, por mera tradición, marchamo de calidad literaria indiscutible, de modo que su feria se convierta en la gran oportunidad para que nuestra mejor literatura se incorpore, de pleno derecho, a los anales de la literatura universal. Folclore les sobra a todas las naciones del mundo -mal hemos empezado con las exhibiciones veraniegas de castellers y sardanistes-; literaturas de andar por casa o por los aeropuertos, también: lo que resulta apremiante es que el mundo se entere de que nosotros también estamos viajando, y lo hemos hecho durante siglos, aunque sea con grandes lagunas, en el tren de la literatura provista de vocación universal.

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De paso, para los que no pudieron acudir anoche en Barcelona a la presentación del libro "Mutantes. Narrativa española de nueva generación." he colgado en mi blog un reportaje del encuentro. Saludos a todos.

Vicente Luis Mora dijo...

He leído el comentario en tu blog sobre la presentación de Mutantes, Óscar. Creo que si hubiera estado presente hubiera compartido la opinión que, según recoges, expresó Jordi Carrión. Un saludo.

Fruela dijo...

Los dos libros que ha mencionado Carlos -el de Arnau y el de Eco - son bastante interesantes, pero también -y lo digo sin maldad- son anticuados, poco innovadores... Podría decirse que funcionan como estupendas panorámicas de lo que OTROS han hecho; los autores aportan bien poco.
Al hilo de esto, no puedo evitar una mención a un autor poco conocido y, en mi opinión, fundamental: André Lefevere. Su libro "Translation, rewriting and the manipulation of literary fame" me parece imprescindible (está traducido al castellano, por cierto, aunque no recuerdo qué editorial lo publicó). Lefevere analiza distintas traducciones de distintas obras emblemáticas -la Ilíada, una de las Mu'Allaqat, etc.- y va mostrando cómo las traducciones se van adecuando a las expectativas y a los intereses (ideológicos, literarios, etc.) de cada época. Recuerda en ocasiones a Bourdieu, pero Lefevere resulta más intuitivo y menos partidista...

Vicente Luis Mora dijo...

Interesante recomendación, Fruela. Voy a buscar ese libro en Abebooks ahora mismo. Saludos.

Anónimo dijo...

¿por dónde empezar? Al principio fue el verbo (no en todas partes) Con esto me refiero, a la propia traducción.

Hay verbo en el Taiji tu si bien el origen no es el fiat [sobre Juan Arnau, sin maldad también: Sor Citröen, pocos Juan Arnau. Estudios sobre Asia del Este aquí, in the land of the 1000 dances, si no recuerdo mal (y recuerdo mal a menudo) acabando 1990's. Lo compruebo en un momento si hace falta.

Salvo excepciones.
Si lo encuentro, [de las contadísimas actividades -esto lo recuerdo bien- Estudios Asia oriental de un lugar] una conferencia de Manel Ollé sobre la literatura asia en la catalana.

Pero pensaba en el mallorquín Joan Mascaró [se exilió después del triunfo de la cruzada en Inglaterra. Tradujo su nombre a Juan, Joan en inglés is like Joan Fontaine. Juan Mascaró]

La respuesta 5) de Vicente.
Totalmente de acuerdo.
No sólo en referencia a la crítica, diría.

Un profesor de arte contemporáneo, por decir algo, no se va a enterar de nada si se toma los pasadizos como las cajas del 1,2,3 ["Qué rechaza? filosofía, biología molecular o teoría del lenguaje?"]

Óscar, mis flores del mal son traducción de Xavier Benguerel
¿Comparamos la primera estrofa de "Au Lecteur"?

[Añado un toque de cm's flow. Más en Really good shit, está destrozado, los exámenes]


"wow



wow


L'estultícia, el pecat, l'error, la cobejança,
ens trasbalsen el cos, torben els pensaments,
i alimenten els nostres gentils remordiments,
tal com els mendicants a la seva menjança



Wow"


Un placer leeros. Uno aprende. Wow

Oscar Sáenz dijo...

Jejeje querido Wilco, no dispongo del libro traducido por Llovet, una pena, es muy caro y soy un triste becario. Así que no sabría comparar que traducción es más bella. Seguro que ambas tienen momentos estelares de lengua catalana para poder gozarlos.

Vicente, gracias por visitar el blog. Juan Francisco Ferré ha dejado un comentario y al fin y al cabo todos estamos de acuerdo en lo mismo: que exista una contra-antología no solo es deseable, si no señal de que algo amenaza a la galaxia. Jedis contra Jedis. Aunque como dijo Calvo, sinceramente los escritores no escribis contra los escritores, son los críticos los que a vecen os enfrentan.

Vicente Luis Mora dijo...

Estoy de acuerdo, Óscar, no se puede escribir a la contra de nada ni de nadie (salvo a la contra de uno mismo). Un saludo.

Kora & Toumani dijo...

Vicente, Vicente, siempre presumiendo de llevar la contraria...y luego acabas haciendo lo mismo que los terroríficos antecedentes... ¿No será que algo debe cambiar para que nada cambie? Alabar a Colinas, a Talens, a Gimferrer, que son la carcoma de la poesía... Alabar las traducciones de Munárriz, un industrial que unifica y destruye cuanto traduce... ¿Así que la poesía actual no ha interiorizado los modelos extranjeros, a diferencia de los Novísimos? Pues ahí están Carlos Pardo, Abraham Gragera, Mariano Peyrou, Guillermo López Gallego, Mercedes Cebrián, Martín López-Vega, Marcos Canteli, Jorge Gimeno, Ana Gorría, Fruela Fernández, Rafael José Díaz, Antonio Lucas, Elena Medel... Por no hablar de la generación anterior: Luis Muñoz, Álvaro García, Ada Salas, Lorenzo Plana...
¡Ay, que se te ve el plumero!

J. A. Montano dijo...

Señores, quizá no viene a cuento con este post de VLM, pero es que acabo de recordar a una señorona malagueña que es, en verdad, lo más parecido que tenemos a Foster Wallace (y que me perdone Juan Francisco Ferré: él iría inmediatamente después de esa señora —y con más calidad literaria, naturalmente). Fue allá por el 2001, y precisamente en la presentación en Málaga del Premio Nadal de Fernando Marías. Éste había pintado un cuadro suculentamente apocalíptico de lo que le esperaba a la Tierra y a la Humanidad, y en el turno de preguntas una señorona encopetada del público (esas sesentonas que van a los actos culturales tras sus meriendas) preguntó desconsolada: "¿Pero entonces usted cree que los hijos de nuestros nietos no conocerán una Naturaleza como la que sale en los documentales de La 2?". ¡Ahí la tienen! ¡Nuestra Pynchon! ¡Con ella y con Chiquito, estamos en vanguardia!

Anónimo dijo...

Kora, estás desbarrando... No me parece a mí que hablar bien de Talens, Colinas, Gimferrer...sea más de lo mismo. Que yo sepa, no se ha mencionado al campeón de lo mismo, García Montero...

Anónimo dijo...

Sin meterme en el ajo, os dejo sencillamente un ensayo de I. Even-Zohar, que viene muy al caso y, para los que no lo hayan leído -claro-, seguro encontraran interesante.

http://www.tau.ac.il/~itamarez/works/papers/trabajos/EZ-Posicion-Traduccion.pdf

Rubén

Fruela dijo...

lo que ha dicho Kora&Toumani me parece una salvajada como un templo (no mezclemos churras con merinas)...
estoy de acuerdo en que los poetas más interesantes de ahora -para mí- tienen una influencia muy profunda de literatura extranjera (Gimeno, Gragera, Mercedes Cebrián, Riechmann, Carlos Pardo, Peyrou), pero esa actitud contranacional tiene un precedente claro en los Novísimos (a pesar, por supuesto, de cierto papanatismo y cierta chusquería), precedente que ciertos popes posteriores quisieron (y quieren) omitir...

Vicente Luis Mora dijo...

Querido Kora & Tounami, repasa mi texto y busca donde pone "salvo las pertinentes excepciones". ¿Sabes lo que esa frase significa o es que querías enseñarme tu mullido plumero? Dicho lo cual, estoy de acuerdo en que varias de esas excepciones son algunos (no todos, desde luego) de los nombres que comentas.

Sobre que la poesía de Colinas o Talens sea carcoma, en verdad lo es: se come la madera podrida que constituye la poesía que (me temo) es la que a ti te gusta.

Y, querido amigo, el movimiento se demuestra andando: si conoces alguna tradición mejor que la de Munárriz de los Rubayyats de Jayyam me la mandas, presto. Y, por cierto, que también me gusta mucho la versión de Munárriz de "Amapola y memoria" y la de aquel libro de Cesáreo Verde cuyo título ahora mismo no recuerdo. No se puede acertar siempre, pero mi tejido sentimental se ha formado con alguna de sus traducciones, que luego no he visto superadas. De modo que digo y repito que me alegro que haya muchos traductores, y que entre ellos esté Jesús Munárriz, al que no soy sospechoso (quedó claro hace tiempo en una entrevista de El Cultural, quizá demasiado claro) de querer hacer la pelota. Ya tengo editorial de poesía desde hace muchos años y mi próximo libro, si todo va bien, saldrá con ellos de nuevo. Saludos a tu plumero.

GASPARD dijo...

Muy interesante este cuestionario.

Para mí, la traducción es sin duda una forma de creación literaria que ha cobrado una especial importancia en el mundo actual, permitiendo que la literatura pueda estar más o menos a la par con otras artes que hablan lenguajes universales y cuyos productos aparecen ya integrados en la nueva cultura global desde su concepción.

En este sentido, distinguiría las traducciones de obras literarias del pasado (aquellas que fueron originalmente creadas para los lectores de una lengua concreta y bajo fuerte influencia de una tradición cultural más o menos geográficamente determinada) de las traducciones de obras contemporáneas, cuyos autores parten de un material cultural global y, aunque escriban en una lengua minoritaria, aspiran, de algún modo, a un público babélico. Una traducción puede ser traicionera desde muchos puntos de vista (como la reproducción digital de una pintura al óleo), pero sólo las traducciones permiten que las obras literarias pasen a formar parte de este continuo "lost-in-translation " en el que vivimos y en el que escribimos.

En cuanto a las influencias "extranjeras" (lo entrecomillo porque, para mí, lo "extranjero" ya ha desaparecido, y no deja de resultar curioso que la literatura sea casi el último refugio de la geografía), cualquier poeta contemporáneo, aunque no lea poesía en otra lengua, está sujeto más o menos a las mismas influencias culturales escriba en la lengua que escriba, lo que creo facilita mucho la lectura de sus traducciones. Cuando se habla, por ejemplo, de la influencia de la literatura norteamericana en los autores jóvenes españoles, se trata casi siempre de literatura norteamericana reciente, o sea, aquella que está en fase con el "mediascape" y que absorbe y representa las influencias culturales que recibimos continuamente, bien sea directamente desde los EEUU o a través de sus diversas interpretaciones desde cualquier otro lugar del mundo (por ejemplo, leemos literatura japonesa contemporánea, fuertemente influenciada por la cultura pop norteamericana, en traducción inglesa)

"Por desgracia y desde hace tiempo, los escritores (de cualquier lugar) tienen una cultura mucho más amplia y completa que la de la inmensa mayoría de los críticos, algo que nunca pasaba hace cien años."

Sí pasaba con la mayoría de los críticos, lo que sucede es que el tiempo es muy puñetero y la única obra crítica que ha sobrevivido es la que estaba a la altura (entonces minoritaria) y lo que opinaban unos escritores de los otros (¡algo que, curiosamente, algunos no dudan en recriminarnos!). Hoy leemos lo que Baudelaire o Mallarmé decían de Poe, no las reseñas de la prensa de Nueva Inglaterra. Es cierto que hubos momentos históricos brillantísimos en los que grandes pensadores se dedicaron a la crítica literaria, pero han sido excepciones.

Un saludo a todos,
Germán

Anónimo dijo...

Ahora que ha aparecido la traducción de "La maravillosa breve vida de Oscar Wao" (The wondrous brief life of Oscar Wao), de Junot Díaz, una novela llena de diálogos, en la que es spanglish es norma de la(s) casa(s, se hace raro ver las palabras originalmente en español en cursiva. En "Australia", por ejemplo, los diálogos están salpicados de expresiones en inglés, algo que no sucede en la traducción de la novela de Díaz. Al margen del esfuerzo de la traducción, me queda la sensación de lo que hubiera sido necesario (puede que haya resultado imposible) para mantener la "sensación" que el cruce idiomático refleja mejor en su original. Pero la particularidad de esta traducción, en fin, es que las cursivas aparecen porque sí se entienden, de otro modo, en otros libros posibles, estaríamos leyendo imprecaciones en frances cajun, discusiones a gritos con gotas de yiddish, o párrafos incomprensibles en cualqier otra lengua. Un saludo.
--
c.m.

Anónimo dijo...

Hola a todos

No pasa nada, Oscar, simplemente era curiosidad.

Sí que son caros, sí. Estas malignas flores de Benguerel, no sé si las recuerdas, tapa dura, Proa, Enciclopèdia catalana. Benguerel ya se moría. Completó satisfecho 3o y algo. Dejó 6, conscientemente seleccionados, en último lugar. La traducción de éstos es literal.

Incluye, "proyectos de prólogo", primera versión de la dedicatoria", proyectos de epílogo a la edición de 1861", "el proceso judicial: notas de mi abogado..."

Editaron tres veces: parcial en 1985, parcial bilingüe 1990, y completa bilingüe -ésta- en 1998. Un pastón.

No recuerdo cuánto me costó robarlo. No he dicho nada XD

[disculpad si me dejo alguna letra, estoy cansado hoy]


No conozco a nadie, que utilice el catalán que allí aparece.
No es que sepa francés, pero al tener el poema en francés, al lado, mucho mejor.


El Gato

"igual que el teu, bèstia xalesta"

xalesta? ni idea, tuve que buscarlo.

en francés
"comme le tien, aimable bête"

Quiero decir, es muy importante un trabajo así. Son pilares.
Ahora, ni dios habla así a su gato. Lo hará en arameo antiguo, supongo.





Justo lo que han escrito germán y cm.

La cursiva, ¿por? Entramos en Mcdonalds y pedimos un mcchicken?

petit suisse?

re mi fa sol la ti

-Hola
-Hola
-Cómo te llamas?
-Me llamo Heidi

Hace unos días, un reportaje [los dan a las 500] Uno explicaba que si no lllega a ser por el uso del inglés como tercer pie se ubiera perdido en la ciudad. Ya había comenzado, no sé qué hacía allí pero no sabía el idioma. Acabó diciendo: soy de aquí, de allí, pero nací en tal.

Esta misma sensación: pasadizo

Y, voy a ser desagradable, lo siento. Jolín. Manía de atacar, de intentar derrumbar al otro para afirmarse. Falta de sentido del humor. No sé. Tanto jimenezlosantísmo.

[calma, inspirar, espirar]

Ayer noche, reportaje sobre Gropius y el edifico de la Bauhaus.
Lo mostraba desde el aire, fotos aéreas, convencido de que, en el futuro, el mundo se comprendería desde el espacio. Al igual que su construcción.

Poco antes, otro sobre la escultura de Degas: la pequeña bailarina.
Curiosamente [?] a) el escándalo (época comienza antropología, Degas la presenta junto a un cuadro de 2 asesinos. Radiografias de la escultura han descubierto modificó la altura y la forma de la cabeza.): "esa pequeña mona" o incluso [esto va doler a Leo] "azteca" ¿Qué hacían la gente sana, de buena moral, con dinero [aparecen en cuadros de Degas] en una sala sin bailarines? Sólo bailarinas. No todas conseguían triunfar. ¿Sería adecuado burdel?

"La pequeña mona debería estar en un museo de curiosidades"


Traduciendo la realidad.

Voy a dormir un rato, cuidaros, un abrazo

Anónimo dijo...

Hola a todos

Finalmente, un montón de cosas, tipo la habitación de Ramón en CD's

Asia Oriental en literatura catalana del Segle XX.pdf

Un poco de todo, traducciones, cuentos, haikús

un saludo a todos