viernes, 4 de julio de 2008

Videovigilancia: la edad de la cámara





[Grafiti de Banksy: "¿Qué estás mirando?"]

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En el condado de Orange, Nueva York, los SWAT (una especie de cuerpo especial de la policía, conocido en España por las películas), llevan desde hace poco una cámara incorporada a la pistola. Para evitar encañonamientos innecesarios, un dispositivo titulado PistolCam, adherido al cañón por debajo, graba todo lo que ocurre desde que el agente desenfunda. La justificación del sheriff es predecible: “será una herramienta efectiva para una protección fiable”. Puede grabar una hora de vídeo y audio, lleva flash incorporado para grabaciones nocturnas y la información es encriptada para que no pueda ser manipulada por agentes bajo investigación[1].


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“Para quienes hayan visto las urbanizaciones valladas y estrictamente vigiladas de las clases acomodadas californianas, no parece demasiado inverosímil el llamado Securitree, del mexicano Raúl Cárdenas, un conjunto de cámaras de vídeo en forma de árbol. En realidad, es una escultura crítica. Fue montada en San José (California) para averiguar hasta qué punto los residentes acomodados de la ciudad más segura de Estados Unidos estaban dispuestos a sacrificar su intimidad en el nombre de la seguridad”[2].

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La edad de la cámara


Nietzsche en Also spracht Zarathustra habla de un hombre que era "un enorme ojo"; Suso del Toro en La sombra cazadora nos planteaba un aterrador imaginario de la Imagen omnipresente; y nos vienen a la cabeza imágenes de Cíclopes y de ojos dentro de triángulos para intentar describir la sensación de observación, de pérdida de soledad, de alienación (alienus, "lo otro") que nos embarga. Frente a los programas de formato Gran hermano o parecido hay otra experiencia de convivencia social transparente, en el que somos nosotros diariamente los protagonistas. Luis Ignacio Parada destripaba hace tiempo, a lo largo de un ingenioso artículo, a este respecto[1] diez o quince emplazamientos conocidos de cámaras desde las cuales se graba nuestra actuación de modo más o menos consciente por nuestra parte; Luis Joyanes, en Cibersociedad, se hacía eco del amplio debate que provocó un proyecto del gobierno español de videovigilancia, que se saldó, en uno de sus ensayos, con varios agentes contemplando y grabando cómo una pareja hacía el amor en presunta intimidad. En otro lugar, hacemos referencia a otros emplazamientos de los que se ha tenido conocimiento accidentalmente, pero que además de secretos son prohibidos. Y sin embargo, ese recuento no es más que un flaco redondeo. Un grupo norteamericano de intelectuales, resistente a las violaciones del derecho de la intimidad y llamado Surveillance Camera Players, se fundó en noviembre en New Cork en 1996. Sobre esquemas del teatro de la crueldad de Artaud, protestan desde entonces contra la instalación de cámaras en sitios privados por la violación que suponen de la privacidad de los individuos. Dice Bill Brown, su creador y máximo activista:



Muchos americanos están preocupados por su vida privada de cara al exterior (...) y yo no creo que los americanos o la mayor parte de la gente entienda qué significan las cámaras de vigilancia, creo que significan algo del futuro para ellos, y lo que nosotros intentamos es que se den cuenta de que su vida privada en público es menos importante de la que tienen frente al ordenador, porque sólo la gente con dinero tiene un ordenador, pero todo el mundo se mueve por la calle (...) Ahora debe haber cinco o seis mil cámaras sólo en Nueva York y no es lo peor... la pionera de la vigilancia es Londres, ya que en Londres no sólo hay cámaras independientes, sino que están unidas en un sistema integrado. Así que si salgo de mi casa, cojo el coche y conduzco hasta el trabajo, puedo ser seguido por todas las cámaras. Y esto es lo que puede empezar a pasar en Nueva York; que todos los sistemas de vigilancia, que ahora son independientes, se unan en un gran sistema donde todos puedan estar controlados, sin que importe dónde estén.

Es decir: es ya inimaginable la cantidad de cámaras a la que puede ser sometido en la actualidad, consciente o inconscientemente, con o sin su consentimiento, cualquier ciudadano medio de una gran ciudad, o todos
[2], en recintos públicos y aún privados[3]. En esta observación también participan, como en 1984, los propios ciudadanos, mediante las nuevas tecnologías: ya hay páginas web llamadas "Famosos a la vista" mediante las cuales quien vea a un famoso paseando por Nueva York puede ponerse en contacto por teléfono móvil con los otros miembros del club para localizarlo al instante por toda la ciudad; mediante el programa televisivo America’s most wanted, pueden localizar y coadyuvar a la detención de los delincuentes más buscados. Si esto les parece surrealista, esperen a leer lo siguiente: en enero 2001, gracias a la colaboración de los televidentes, se detuvo a siete evadidos de una cárcel de máxima seguridad del Estado del presidente Bush, Tejas. Dos de los fugados se rinden con la condición de aparecer en la televisión para denunciar el sistema penitenciario, “tan corrupto –dicen– como nosotros”. La emisora se llama KKTV. Genial. A esta conversión del público en periodista, puede añadirse, gracias a los nuevos teléfonos móviles con cámara de fotos o vídeo, en la conversión en chismosos o periodistas rosas: en 2005, la modelo Kate Moss fue el objeto de un escándalo periodístico por haber sigo fotografiada consumiendo cocaína… mediante el móvil de un amigo; en 2006 expertos en blogoperiodismo como Enrique Dans alertan de la tendencia de los medios de comunicación a alimentarse de grabaciones privadas, que convierten a cualquier ciudadano en insospechado free lance[4].

Sherry Turkle relacionaba esta situación con el Panopticum de Jeremías Bentham, un sistema penitenciario (bien estudiado por Foucault) basado en una curiosa arquitectura que "posibilitaba a un guardia de prisión ver a todos los prisioneros sin ser visto. En cualquier momento, podía ser o no que un prisionero fuera observado. Los prisioneros tendrían que asumir que estaban siendo observados y por consiguiente tendrían que actuar de acuerdo con las normas que el guarda impondría, si estuviese mirando". En la novela de Ricardo Menéndez Salmón Panóptico, el psicópata le dice al director de la prisión: “Todo son hoy panópticos, doctor. Donde quiera que uno reposa la vista, se encuentra con la infección del utilitarismo: manicomios, hemiciclos, púlpitos, el unvierso dispuesto de modo y manera que el inmenso policía que ustedes tienen por sosias puede ver, oler y tocar la fibra más íntima de cada hombre”
[5]. Bentham vuelve a cobrar protagonismo recientemente, desde que un sheriff norteamericano ha decidido prevenir el crimen grabando veinticuatro horas a los presos de su condado y colgando en Internet las imágenes en directo[6]. Análogamente Orwell, en 1984, narra cómo Winston tiene que sonreír cada vez que pasa por delante de la telepantalla, para no despertar sospechas (ambas ideas pueden estar influidas por la idea cristiana del Dios omnisciente que siempre está contemplando cada uno de nuestros actos). Sin embargo, como ha apreciado Ramón Román Alcalá, desentrañando el texto de Reg Whitaker El fin de la privacidad, no pocas veces el control surge, para más inri, de la propia petición de los ciudadanos, alarmados ante la pérdida de seguridad y el incremento exponencial de la violencia. Como apunta este autor, "los beneficios son directos, reales y tangibles. Mientras que los inconvenientes son menos tangibles, más indirectos y complejos". Pero el poder esgrime siempre el mismo falaz argumento: las personas decentes no tienen nada que temer. Y, por otro lado, “el conformismo oculta el mundo en que se vive. Es un producto del miedo”, según Benjamin; al conformismo habría que añadir la comodidad[7]. El escritor joven David Eloy Rodríguez ha expuesto el fenómeno en un excelente poema:



El problema ahora
es que hay muchos vigilantes
y pocos locos.

El problema ahora
es que la jaula está
en el interior del pájaro.

El personaje de Terapia, la novela de Ariel Dorfman, utiliza para defenderse del miedo el mismo medio: "Estoy forzado a filmar secretamente el mundo secreto que me amenaza (...) ahora me paso el día devorando imágenes, pensando cómo pudo presenciar lo que hacen, todo lo que hacen, los que me rodean" (Seix Barral, Barcelona, 2001, p. 109). Lo que viene a decir Luis Ignacio Parada, con quien concordamos, es que no tiene sentido criticar los programas televisivos de tipo Gran Hermano cuando nosotros participamos todos los días en programas parecidos, sin cobrar, y quizá para nuestro perjuicio. Protestamos –yo el primero– ante hechos que otros asumen de forma voluntaria, sin percatarnos de la viga en nuestro ojo, de nuestra existencia publicada y grabada, de nuestras voces registradas, de nuestra biografía en ficheros flotantes
[8], de nuestras líneas pinchadas por la ASN, de nuestros móviles atrapados en el aire por el CESID, de nuestros desnudos ocasionales, de nuestras aventuras en hoteles y prostíbulos convenientemente recogidas por policías, morbosos o Dios sabe quién. Siempre creímos que no estamos solos en el Universo. Ni en nuestro dormitorio (sonría, quizá le estén grabando), ni en nuestro dormitorio.



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[El Roto: Vigilancia vigilada]
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Emmanuel Carrère: “la trama del libro (se refiere a Una mirada a la oscuridad, de Philip K. Dick) se decanta cuando sus superiores encargan a Fred que investigue a Bob Arctor, o sea, aunque ellos lo ignoran, que se autoinvestigue. Dócil, Arctor esconde en su casa cámaras y grabadoras que funcionan continuamente. Era el sueño de Dick, pero no sólo el suyo: el 16 de julio de 1973, en uno de los momentos cruciales del Watergate, un asiduo de la Casa Blanca reveló que, desde hacía muchos años, el presidente grababa todas sus conversaciones sin que los interlocutores lo supieran. Apenas resonaba una voz en el despacho oval, las grabadoras se ponían en marcha. (...) este episodio, que horrorizó a los Estados Unidos, no asombró mucho a Dick y hasta despertó en él una corriente de simpatía por su viejo enemigo. Lo que para la opinión pública era una técnica de extorsión, para Phil era el signo de una inquietud que él conocía bien: Nixon, en su opinión, no quería conservar un rastro de lo que decían los que le visitaban, sino de lo que podía llegar a decir él. Se espiaba así mismo tanto como espiaba a los demás”; Emmanuel Carrère, Yo estoy muerto y vosotros estáis vivos. Philip K. Dick 1928-1982; Minotauro, 2002, p. 215.


*

En 1999, una empresa japonesa puso a la venta cámaras de vídeo dotadas de infrarrojos, muy caras y de las que se vendieron pocas unidades... hasta que se supo que utilizándolas de día podía contemplarse desnudas a las personas vestidas. Los fabricantes ni siquiera habían pensado en esa posibilidad de uso. Se vendieron cien mil cámaras en tres días, hasta que fueron retiradas de las tiendas. Sospeche si le graba un turista japonés.



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Notas:

[1] Información tomada del artículo de Vince Beiser “Ready, Aim, Say Cheese”, Wired, julio 2008, p. 34.
[2] Andy Robinson, “Diseños para la era del miedo”, La Vanguardia, 18/10/2005.
La edad de la cámara
[1] Luis Ignacio Parada, "La otra historia de Gran Hermano", ABC, 25-4-2000.
[2] Desde 1998 está en el mercado (pero funcionaba antes) la cámara japonesa Jai, que puede tomar fotografías de todos los participantes en una manifestación, uno a uno y en segundos. Cámaras parecidas permitieron a las autoridades chinas detener a los manifestantes en Tiannamen.
[3] Y con aquiescencia judicial, por lo menos en nuestro país. En 12/2000, el Juzgado de lo Penal nº 3 de Barcelona admitió el uso de cámaras de vídeo ocultas en un quirófano de un centro sanitario para controlar a los empleados, calificando el ámbito como un "espacio privado de uso público", jocosa denominación tratándose, como parece por el nombre de la clínica (Platón) de una empresa privada, lo que va en contra del concepto de bienes de uso público del 339 del Código Civil. V. Noticiario Jurídico Aranzadi, nº 91, 21/12/2000. Los atentados del 11/S/01 han contribuido a flexibilizar aún más la resistencia contra las vigilancias.
[4] Y en 2007 el narrador Javier Azpeitia se hace eco del hecho: “Se vieron las imágenes de la catástrofe. Me quedé embobado, buscándome entre los espectadores que salían en tomas de videoaficionados. ¿Por qué había tantos vídeos, tanta gente filmando, tantas tomas de la propia explosión desde todos los puntos imaginables?” (Nadie me mata; Tusquets, Barcelona, 2007, p. 39).
[5] R. Menéndez Salmón, Panóptico; KRK Ediciones, Oviedo, 2001, p. 109.
[6] Cf. www.crime.com. El 84% de sus vecinos aprueba los métodos del sheriff.
[7] Se están creando medios de control del ciudadano mucho más peligrosos e invisibles, que comienzan –astucia de los institutos tecnológicos como el MIT– con la apariencia de una revolución beneficiosa para la humanidad. Por ejemplo, los ordenadores adheridos a la ropa, las zapatillas deportivas, broches o dispositivos que almacenan nuestros datos de salud y pueden ponerlos en contacto con otras personas. Independientemente del jugoso partido que puede sacar la policía de tales datos, del abuso que las compañías médicas y de seguros pueden patrocinar, imaginamos cómo se frotan las manos las empresas pensando en utilizar del modo que fuere unos datos tan interesantes como, por ejemplo, la esterilidad de una mujer joven, la fácil dependencia al trabajo de un chico prometedor, etc.
[8] Denunciaba con tino Xavier Duran que quienes habían alzado la voz contra la Ley de Seguridad Ciudadana (1992) no lo hubieran hecho contra la LORTAD, más peligrosa para las libertades civiles (Las encrucijadas de la utopía; Labor, Barcelona, 1993, p. 110).

27 comentarios:

GASPARD dijo...

Hola Vicente,
Iba a felicitarte por la reseña de esa magnífica novela que es "La soledad de las vocales" y me he encontrado con este nuevo texto sobre un tema que me interesa muchísimo y aparece repetidas veces en mis últimas novelas y en varios relatos (por ejemplo en "Aeropuerto", que comentaste en este blog).
En mi próxima novela recurro al término "panoptofilia" (no tengo constancia de que haya sido utilizado antes) para definir el reverso de la paranoia; o sea, el deseo de que alguien observe cada instante de nuestra vida y la ansiedad que se genera cuando no tenemos conatancia de ser observados. Si el discurso ontológico de la modernidad se fundamenta en el "sé que me miran, luego soy" de los psicoanalistas, la tecnología postmoderna ha sustituído la mirada del otro por una nueva "mirada en red", volando por los aires el componente especular de la subjetividad. Los efectos que produce en el yo contemporáneo esta rotura del espejo en millones de fragmentos son uno de los temas esenciales de la ficción actual, a mi entender.

Un abrazo,
Germán

Vicente Luis Mora dijo...

... Y uno de los temas esenciales de mi tesis doctoral, Germán. En efecto, es el tema de la época, está en el Zeitgeist. Un abrazo, Germán.

Ale_M-F dijo...

Se escucha:
"¿Defendernos de lo que nos defiende?
¡Es absurdo!"

Peor:
¿Estamos cansados de este tema?
Lo peligroso es la forma aburrida, repetitiva y con aspecto de rebeldía de pose que toma este asunto en el momento en que nos posicionamos contra él. Parece una fórmula cuyo resultado es la apatía.

Puedo pensar que la ambición sumisa de una gran parte de la sociedad por formar parte de la élite, poder, les lleva a emplear la denuncia visual en espera de su comisión o reconocimiento también público; todo debe evidenciarse con imágenes.
Otra gran parte de personas se defiende en esta guerra del miedo impuesto empleando los métodos de vigilancia-mirada.
También los hay que gozan de la mirada hacia el otro.
Está el poder con sus métodos de control enriqueciendo a las empresas que suministran el material necesario para esos fines.


Pero sigo sin entender qué hacemos, como masa social, contra la intromisión en la vida privada, o más grave, contra la aceptación de estas ceremonias, un juego infantil donde todos podemos participar.

Mientras termino el comentario, otro me pregunta: Pero, ¿es que no existe ninguna virtud en la video vigilancia?

Vicente Luis Mora dijo...

Yo sólo digo que las cosas son complicadas. Pongo un ejemplo de la prensa de hoy:

"La extraordinaria publicidad que está recibiendo el problema de los homicidios en la capital británica, por la muerte de numerosos jóvenes a manos de otros jóvenes, pero también por la cuantía general de los casos y por el horror que acompaña a algunos de ellos, como el de los dos estudiantes franceses asesinados el domingo pasado, está convirtiendo esta última oleada en un problema político.

Un problema para el primer ministro, Gordon Brown, que el mes pasado convocó una cumbre para abordar en especial la cuestión de los jóvenes que llevan consigo armas blancas o pistolas, sin que los resultados del encuentro encandilara a nadie. Pero también un problema político para los conservadores porque Londres se ha convertido en el foco de atención de la violencia y el nuevo alcalde, Boris Johnson, apostó con cierta demagogia por poner el tema de la seguridad ciudadana en primer plano" ("Navajazos en las calles de Londres"; El País, 05/07/2008).

¿Por qué pongo este ejemplo? Porque Londres es la ciudad más monitorizada del mundo. Miles de cámaras repartidas por toda la ciudad no han evitado que siga siendo una jungla de delincuentes. La pregunta, entonces, es: si las cámaras indiscriminadas (es obvio que hay sitios donde debe haberlas, como en los estadios de fútbol, por ejemplo) no son efectivas contra la delincuencia, ¿para qué están? ¿qué se persigue con ellas? ¿por qué no se quitan las existentes? Esas son las preguntas importantes.

Ale_M-F dijo...

Comparto tus preguntas Vicente, las respuestas serán inciertas aunque seguramente contendrán algo oscuro sobre los intereses que las determinan, y éstos irán modificándose según vayamos descubriendo sus motivos, al igual que sus formas, según la tecnológía las modifique o renueve.
Una partida de ocultación y descubrimiento continuo desde hace siglos.
Fascinante y aterrador.

Anónimo dijo...

Sólo por escrúpulo bibliómano, es "Also sprach Zarathustra".

Jordi Roldán dijo...

Algo de esto que comentas Vicente, está en el NOEVI de Manuel Vilas en su libro España, pero en la esfera de lo auditible en lugar de lo visual.
Estamos como en la mayoría de inventos humanos, se paren para el "bien" común, y al final, ya se sabe, el bien común es el interés de unos pocos, o sea, del poder.
"Me temo" que el miedo está detrás de todas estas medidas.
El último post que ha colgado Agustín, USA TRAVEL 7 (http://www.alfaguara.santillana.
es/blogs/elhombre/), desgrana algunas cosas sobre el miedo, el miedo americano, que actualmente es el "gold standard occidental", y que tarde o temprano acabará llegando a este lado del charco, desgraciadamente, si es que no ha llegado ya.

Jordi Roldán dijo...

Disculpa el error en la referencia, era el post USA TRAVEL 6 cuando habla de la obesidad en EEUU.

Vicente Luis Mora dijo...

Cierto es, corregido el error. Saludos y gracias.

Jordi Roldán dijo...

Acabo con las erratas: audible.

Hay un fenómeno psicológico curioso en esto del mirar, una paradoja, es el efecto "bystander". Se define por el hecho de que es más difícil que te presten auxilio si hay mucha gente en el sitio donde te pasa algo que si hay poca. Es decir, si tienes un infarto en Las Ramblas y te quedas tirado en el suelo, es más probable que la gente no se interese por ti que si te pasa en una calle poco transitada. Digo yo si con tantas cámaras, al final no conseguirán el efecto contrario...

Anónimo dijo...

Hola, me conecto un momento y veo este interesante post.
Pienso en el siguiente argumento que podría esgrimir el vigilante en su descargo: "sí, tú ciudadano crees tener el derecho a registralo todo, a verlo todo, a grabarlo todo con cuatro cacharros de ocasión que te compras en una tienda, si exiges hasta "ver" la composición de cada alimento, de cada prenda de ropa en una etiqueta, ¿por qué no, en justa correspondencia, podemos nosotros registrar con nuestros cacharros todo lo que haces, e incluso lo que sientes? ¿No te das cuenta de que tú mismo has generado la idea de que si no te observan no existes?"

Tenemos miedo y ese ojo, esa súper esctructura, parece que nos protege. Sustituye a la extraña y vieja deidad y su ojo sobre un triángulo. El triángulo es el Mundo, pero el triángulo es también una superficie acotada, cerrada, y se vislumbra un mundo frío y solitario más allá de él, en el espacio que lo rodea. Hay vida más allá, en la soledad, pero no queremos probarla.
Saludos a todos.
agustín

Jordi Roldán dijo...

El problema del vigilante es que cuando salga de la sala de cámaras será también él mismo un objeto pasivo y entonces ¿qué podrá esgrimir?
Esto es un ciclo fútil, la única manera de salir de él es evitar la entrada.Creo.

Anónimo dijo...

A este paso no vamos a poder hurgarnos la nariz sin sentirnos vigilados. Digo eso, como también diría sacarnos el slip de entre los dos cachetes del culo con disimulo. ¡Qué chulo!

Benjy, el poeta memo.

Anónimo dijo...

Al hilo de lo dicho por Germán Sierra y por Agustín, puede que la consciencia o el espejismo de cierta consistencia de la mismidad que otorga la mirada del otro se dispare cuando son otros, muchos y a la postre, desconocidos, los que pueden mirarnos. El esquema será en este caso simplificador, una versión de nosotros mismos suave, no problemática, o menos problemática al menos (un hombre que se dirije a la calle principal, una pareja follando...).

.....

Estoy, en todo caso, de acuerdo con el protagonista de Carretera Perdida: prefiero recordar lo que pasa a mi manera.

....

Algo más complejo se pone el asunto, cuando alguien te apunta con una cámara y te pregunta "¿Y tú? ¿Quién coño eres tú?

....

En el Café de Indias los encargados llamaban de vez en cuando por teléfono a los trabajadores deiciéndoles: "ahora hemos conectado la cámara, os estamos viendo"

....

Saludos.

Oche.

Anónimo dijo...

Vigilar para castigar:

http://books.google.es/
books?id=ys43HNrv8jEC&dq=
vigilar+y+castigar&pg=PP1&ots=
VH5ohJy44V&sig=hDuo6A9mQp
FHbSSUfPttaoHV9tw&hl=
es&sa=X&oi=book_result
&resnum=1&ct=result

Dejando a un lado quién vigila a los vigilantes -ojo al Watchmen de Snyder en 2009, ya veremos lo que hace con el material originario- En "la edad de la cámara" (sería interesante reconocer períodos magnetoscópicos, el walkmagdalenienese de los años ochenta, etc.) importa más la deformación de la experiencia vital como marco (o frame, para el caso) a rellenar con insatisfacciones constantes, inevitables por la comparación con los modelos procedentes de destilerías catódicas de mucho mayor presupuesto.

Si habéis ido a algún concierto hace poco, seguro que habréis visto cómo un buen número de personas ponen todo su cuidado en realizar un buen registro, con sus cámaras digitales, o las de los móviles, de lo que sucede en el escenario, más que sentir una experiencia de directo "en tiempo real".

Unos cuantos cientos de brazos estirados como cuando los mecheros en las baladas de hace veinte años.Y un número equivalente de espejos, fragmentos, reflejos de calidad variable, puro joy in repetition. Si hemos convertido la memoria en un archivo, no es de extrañar tan poca confianza ante los cajones vacíos de información. ¿Por eso se pone manos a la obra? un saludo.

(Ah, Vicente, espero que te gustase la entrevista con el necronauta COronel McCarthy)

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Un artículo interesante de JM Costa sobre Juan Muñoz en Salonkritik originalmente en Artecontexto. Una reflexión sobre la experiencia directa del espacio, su alteración, y los cambios sucesivos de cada pieza al pasar a exhibirse en lugares diferentes.

http://artecontexto.com/
www/que_es_frame.htm

http://salonkritik.net/06-07/2008/
07/juan_munoz_y_su_espectador_
jos.php#more


Juan Muñoz y su espectador - José Manuel Costa

Originalmente en ARTECONTEXTO (c)


Algo que siempre ha resultado muy notable en la obra de Juan Muñoz es la cantidad de interpretaciones e ideas que anima a expresar. No es que todos los artistas contemporáneos sean deliberadamente opacos como Lawrence Weiner, ni perfectamente incomprensibles como Franz West. Tanto Jeff Koons como Damien Hirst han dado lugar a un sinnúmero de análisis, muchas veces abusivos, pero en Juan Muñoz el tema es muy diferente. Las interpretaciones de las que hablo vienen no tanto de los profesionales (que también) como de espectadores preparados que no acuden mediatizados por primeras planas de diarios sensacionalistas ni, según parece, se quedan mudos de estupor ante la “propuesta”.

Este fenómeno buscado es una de las grandes ideas rectoras en la obra de Muñoz y quizás pueda rastrearse en su actual gran retrospectiva europea (Tate Modern, Museo Serralves en Oporto, Guggeheim de Bilbao, Reina Sofía de Madrid y quien sabe si algún otro). Aquí, y a pesar de algunas ausencias que duelen, pueden revisarse sus temas recurrentes y bien identificados, piezas de un mosaico que se recompone continuamente hasta unirse en el gran concierto de una hiper-pieza tipo el Double Bind (2000), en la misma Tate Modern que ha impulsado esta exposición.

En la investigación sobre esa idea rectora, no es aconsejable fiarse de Juan Muñoz. No es que mintiera de una manera patológica, es que la mentira, o la impostura, o la deformación de hechos pasados, formaban parte de su estrategia y de su obra. No hay nada cierto, nada externo de lo que te puedas fiar, excepto, quizás, de ti mismo.

En esta exposición se incluye la pieza Primer pasamanos (1987), un buen ejemplo: tras un pasamanos de lo más normal se aloja una navaja abierta y afilada. El espectador confiado que acaricie su superficie puede llegar hasta herirse, pero si lo hace, ya sabe que hasta las obras de arte las carga el diablo. Las reacciones serán diferentes, pero se producirán. Juan Muñoz realiza el truco, la mentira, la impostura. Pero explica el mecanismo del engaño u ofrece datos para corroborar o desmentir la historia que cuenta. ¿Una trampa honesta? Este planteamiento es un primer paso para entender la intención de obras que no están aquí presentes, como todas las relacionadas con los juegos de cartas, desde los trileros hasta los magos de salón. O en esos textos excelentemente escritos y urdidos que habitan algún lugar entre la realidad y la imaginación, esa zona que suele ser el territorio de las artes.

Otra clave debe ser el diálogo. Aunque sólo sea porque “diálogo” es probablemente una de las palabras que más utilizaba Muñoz en sus discusiones sobre arte, sobre todo a mediados de los ochenta, cuando a su regreso a España se encontró con un panorama artístico donde la discusión, tan viva en los últimos años de la dictadura, había sido sustituida por una especie de anemia incapaz, no ya de discernir, sino de mirar siquiera. Menos aún de conversar.

Muchas piezas tratan ese tema del diálogo, pero quizás ninguna mejor que el gran grupo Many Times, (1999 o 2000, según el catálogo del 2001 con motivo de su retrospectiva norteamericana). Este trabajo se ha podido contemplar en instalaciones muy diferentes, desde alguna donde las figuras ocupaban una pasarela a unos cuatro metro de altura o, como ahora en la Tate, en una habitación relativamente pequeña. En todos los casos, también en Plaza del Palacio de Cristal de Madrid (1996), estas Conversation Pieces funcionan de manera que sus figuras, de rasgos chinos, sin pies y siempre sonriendo mantienen conversaciones de las que el resto estamos excluidos… Pero a cambio podemos mirar con un detenimiento imposible si se tratara de personas, no de caracteres esculpidos. Así y de nuevo, es posible imaginar una historia, tan inventada como nos venga en gana, un poco como esos diálogos de los grupos escultóricos barrocos donde quizás hayamos olvidado la relación dramática entre los personajes pero, aún así, interesan e incitan a reconstruirla. A la manera de cada cual. Si no, no hay historia.

Acabamos de hablar de barroco y hay que detenerse un momento. Para Juan Muñoz el barroco no era una simple moda o un recurso formal: formaba parte de esa estrategia ya mentada. Básicamente porque en la sociedad de la comunicación, de la industria de la cultura y de la espectacularización, de Benjamin a Debord pasando por Adorno y McLuhan, el antiguo programa visual jesuítico, fijado a la creación de emociones convincentes y utilizando para ello el ilusionismo, podía ser retomado en otras claves, ya no religiosas, no afirmativas, no verticales…

En su obra, y en estas exposiciones, hay comentarios muy explícitos al barroco, como las referencias a enanos velazqueños, sus columnas, tan helicoidales como su primera “gran pieza”, la mínima Escalera Espiral, (1984). El Double Bind que instaló en la sala de turbinas de la Tate es todo un tour de force de barroco contemporáneo, con sus estratificaciones, sus ilusiones, sus juegos de luz y sombra, sus figuras, sus arquitecturas dentro de la arquitectura.

Arquitectura era Borromini, cierto. Y arquitectura es nuestro paisaje. No sólo eso, es el escenario de nuestras vidas, un decorado del que podemos/debiéramos ser conscientes. Aquí aparece de forma explícita en el Apuntador (1988) y de otra manera, más sutil, en piezas como The Wasteland (1987, donde el espectador no es solamente eso, sino actor) o en Towards the Corner (1998). En realidad la arquitectura está presente desde su primera exposición de Balcones (mínimos) en la galería Fernando Vijande de Madrid (1984). Y se continúa en trabajos específicos para un lugar que fue dejando por medio mundo. En el programa que vamos siguiendo, las esculturas tratan de activar un espacio, como hicieron en los años 30 Naum Gabo y su hermano Antoine Pevsner o, a otra escala y medio siglo después, su admirado Richard Serra. El espacio así activado sólo puede ser arquitectónico o constituir una arquitectura en si misma. Un lugar habitable. Aunque otro.

Con esto no hemos hecho sino espigar algunas constantes que parecen cristalizar en una intención: entablar una conexión con el espectador. Y ello sin caer en lo expresivo, lo descriptivo, lo formal, diseñando vías para la inteligencia, dejando patente el truco, declarando referentes sin ser auto-referencial, impulsando la actitud crítica sin ofrecer una verdad unívoca o una predeterminación conductista. En realidad, Juan Muñoz mismo, aunque no podamos fiarnos, lo explicaba mejor que nadie: “Lo que trato es devolverle al espectador la confianza en su propia mirada”. Eso es. Algo revolucionario en el arte. Y en la vida.

PS. La exposición.

Es complicado montar una obra de Juan Muñoz. Lo era para él mismo. En la exposición Le magicien de la terre (París, 1988), dispuso su enano velazqueño fuera de la sala principal, prácticamente bajo unas escaleras. En Metrópolis (Berlín, 1991), los organizadores habían dispuesto que una de sus piezas se situara en una sala pigmentada en rojo por Katharina Fritsch. Muñoz gritó que eso suponía malograr la efectividad de ambas piezas y acabó colocando la suya en el exterior del Martin Gropius Bau. Por su parte, Juan Antonio Álvarez-Reyes dedicaba su reseña en ABCD sobre la exposición londinense haciendo ver que la tramoya de Muñoz funciona peor sin el escenógrafo. Es una buena llamada de atención porque, en efecto, hay algo de insatisfactorio en este montaje de la Tate. No puede deberse a la capacidad de los implicados. Tanto Nicholas Serota, Director de la Tate, como Vicente Todolí, que lo es de la Tate Modern, James Lingwood, Director de ArtAngel, la misma Cristina Iglesias o la comisaria, Sheena Wagstaff, no sólo eran íntimos del artista, sino que trabajaron con él más que nadie. Esta gran reunión de trabajos facilita atar cabos sobre el conjunto de una obra que también presenta avenidas ciegas. Pero en un caso como el de Juan Muñoz, la abundancia puede ir en detrimento del impacto y efectividad que poseían esas obras instaladas ex profeso. También puede ser el lugar y mientras lo del Guggenheim puede ser una sorpresa, puede que el Reina Sofía sea EL LUGAR. Barroco ya lo es.
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c.m.

logiciel dijo...

¿La edad de la cámara? No creo. La tentación de vivir vidas ajenas no es ninguna novedad.

La película 'la vida de los otros' plasma con una sencillez abrumante - pienso- la perversión que encierra tener al alcance de la mano - o de la vista o el oído- cualquier vida ajena, por más gris que ésta sea.

Saludos

MBI dijo...

No me quedará más remedio que volver por este blog...

Anónimo dijo...

"¿La edad de la cámara? No creo."

(es cierto, casi parece paleosociología, pero algo hay, por ejemplo: Hard-Fi tienen su primer disco con el título de Stars of CCTV, todo es ponerse a buscar coincidencias: treinta años antes, Television Personalities, Altered Images,films como Clave:Omega, Videodrome...)

"La tentación de vivir vidas ajenas no es ninguna novedad." Completamente cierto, Logiciel, no es novedad en absoluto.

'la vida de los otros' (nosotros), y también en ese tremendo documental de Andrew Jarecki, Capturing the Friedmans, nos informan, además, del abusivo coste económico y humano que comporta registrar, analizar este material.

Incluso a los cuerpos y mentes que al fin y al cabo, han de hacerlo por el organismo -sea este democrático o no- que para ello los emplea, se les crea una vida alterada u "otra", una capa más, una excrecencia informativa. Aún así, existen quizás más imágenes sin interés que intención de verlas, y de perder el tiempo en su visionado. Una de las grandes diferencias de las etapas de la fotografía a observar depende casi siempre del coste de producción. A medida que bajaba el precio aumentaba el número de imágenes inánimes. En la actualidad, ya sin negativos. Un saludo.
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c.m.

Anónimo dijo...

Hola a todos. Aporto un recorte de prensa de hoy:

"Una empresa israelí ha diseñado un dispositivo electrónico que puede impedir las fotografías o grabaciones en cámaras digitales, y hacer así las delicias de famosos, maridos infieles y hasta agentes de contraespionaje. EFE El sistema está aún en fase de diseño pero ha pasado "la prueba crítica de laboratorio" como para conseguir una financiación de 900.000 dólares (unos 573.000 euros) de un fondo público de inversión, dijo a Efe Hila Goldman-Aslan, gerente de la empresa PhotoFree.

Diseñado por un equipo de investigadores dirigido por Zeev Zalevsky, de la Universidad de Bar Ilán (afueras de Tel Aviv), el nuevo dispositivo consigue en principio neutralizar cualquier grabación digital en un entorno limitado, impidiendo así ser fotografiado o filmado.

"Estamos en la fase final de diseño", subrayó la gerente, que se negó a desclasificar cualquier información técnica del invento.

En cualquier caso, según sus explicaciones, no se trata de un "escudo" contra fotografías desde largas distancias, sino más bien de un "distorsionador" de alcance limitado.

Pero lo suficiente como para abrir el apetito de los servicios de contraespionaje, que deben impedir la grabación digital de documentos o la toma de fotografías en instalaciones secretas, o de cualquier famoso acosado por los paparazzi.

También podrá ser de gran utilidad a maridos infieles obsesionados por eludir a toda costa a ese detective privado siempre al acecho para pillarles sin pantalones.

"Aún no podemos asegurar que será el terror de los paparazzi, porque todavía no sabemos qué uso tendrá exactamente, pero si lo conseguimos fabricar, creemos que tendrá aplicaciones ilimitadas", aseguró la ejecutiva.

La prueba ha demostrado que la tecnología está al alcance de la mano, y que, al menos en teoría, las imágenes tomadas o filmadas de forma digital quedarían dañadas hasta el punto de no poder ser recuperadas."

Toto

Anónimo dijo...

El tema es muy sugerente.

Aporto dos reflexiones:

1. En una urbanización cercana a donde vivo -una urbanización de pisos baratos, cutres, con ciertas pretensiones porque dispone de zonas verdes (un cuadrado de césped con dos bancos) y piscina (un charco)-, al genial presidente de la comunidad (ex guardia civil)se le ocurrió instalar cámaras de videovigilancia por si a algún chorizo le daba por franquear los decentes límites de sus viviendas. Desde su trabajo rutinario, mientras los expedientes se amontonaban sobre la mesa llenos de polvo, un funcionario que se conectaba a su urba por internet pudo ver a su mujer entrando en casa con otro hombre.
No llegó a matarla, pero la mujer perdió un ojo de una paliza.
Esto es real.
Lo más sorprendentes fue, no obstante, la reacción de algunas personas... habiendo cámaras de videovigilancia, decían, ¿cómo se le ocurrió a la mujer poner los cuernos tan indiscretamente?
Por tanto, la vigilancia no se cuestiona... se cuestiona al vigilado, que no supo burlar el sistema.

2. La otra realidad es la instalación de modernos sistemas de videovigilancia en los grandes almacenes. Claro que esto no es nuevo, pero cada vez son más sofísticados y más precisos. A pesar de eso, cada día se roba más y más. Se roba de todo: perfumes, ropa, comida, discos y libros, cepillos de dientes, preservativos, material de papeleria... Los ladrones han desarrollado fórmulas increíblemente inteligentes para sortear toda esta vigilancia. Los mecanismos para burlar la videovigilancia son tan interesantes como la videovigilancia misma y se basan, de modo cíclico, en vigilar a los que nos vigilan.

Ya había un antiguo proverbio japonés que decía (más o menos) que los ladrones podrán descansar, pero los vigilantes jamás.

Saludines.

Esther Cabrales dijo...

Ya en el vagón del tren uno es víctima de las cámaras de los móviles. ¿Saben que algunos se dedican a grabar o fotografiar por debajo de las faldas femeninas? Eso sin contar los mensajes que llegan cuando el bluethooth ha quedado conectado por un descuido. Desde que salgo de casa hasta que llego a mi trabajo paso al menos por delante de tres cámaras. La de Renfe casi que no existe para mí pues ya forma parte del recorrido. La de la Casa de Ámerica que espera paciente a que dobles la esquina, y entonces te enchufa el escote sin remedio. La de la Comunidad de Madrid, Asuntos sociales, te ve llegar a lo largo de toda la calle. Ésa es quizás la que más me intimide. No puedo evitar siempre colocarme bien la falda, el pelo y entonces, pasar por delante de ella.

Pero no me puedo quejar, porque abro mi ordenador y busco, espío o vigilo a quién ha visitado mi blog.

Cuando llego a casa mi vecina mira a través de la mirilla.


Digamos que nos hemos tendido nuestra propia trampa. El hombre actual es un hombre que quiere controlar, no ser controlado, pero está todo tan alcance de nuestra mano, se ha socializado tanto la tecnología que somos vigilantes y vigilados. Pero ¿quién mueve los hilos?

logiciel dijo...

Esto, como todo, es una cuestión de gustos.

A quien le vaya el rollo narcisista de Baudrillard, aquello de que 'te devuelvan una imagen mejorada a ser posible', pues ningún problema.

A mí es que me va más la invisibilidad a lo Foucault, o la visibilidad sólo cuando apetece.

Saludos

Anónimo dijo...

En el interior de nuestro sistema de creencias se encuentra muy arraigada la idea de que saber es poder. El ejercicio del poder produce placer. Hacer explicito lo que está implícito produce placer. Saber lo que hace la gente cuando va tranquilamente por la calle es poder, puede producir placer, aunque inane, su visionado puede producir placer. Su análisis puede producir dinero, votos, facilitar el control.

Creo que se nos olvida a veces que las cámaras que se encuentran en los lugares públicos no son simples elctrodomésticos. Un buen ejercicio sería imaginar que es un cámara, un hombre con una cámara al hombro, el que nos graba cuando vamos al centro a comernos un helado.

Una pregunta que me ronda ¿Cómo mira el que vigila? Puede que se trate de las modalidades del mirar. No mira igual el vigilante del Corte Inglés que la vecina de Esther.

No sé si os pasa a vosotros pero a mí últimamente me interesa saber de la gente sólo lo que ésta me quiera mostrar.

Un saludo.

Oche

Ale_M-F dijo...

No me gusta que me miren cuando no quiero que me miren, y viceversa.

Pero ante todo, que nadie me robe la imagen; soy como los indígenas, creo en esa magia negativa que intenta destruir, manipular, lo que soy.

Anónimo dijo...

Detrás de cada sistema de vigilancia habitualmente se esgrimen argumentos asociados con la protección y el miedo. En países con herencia totalitaria el acecho es intrínseco al sistema, se usan las cámaras para monitorear objetivos disidentes y el resto de la comunidad es controlada través de la propia vecindad: reuniones y visitas se convierten en informes escritos donde lo público y lo privado se elevan hasta las instancias de poder establecidas a modo de denuncia. Es común entonces asistir en una reunión partidista a un debate sobre las posibles infidelidades matrimoniales de sus militantes. La coacción obliga a la gente a refugiarse en sus casas y a susurrar las verdades solamente con sus más allegados, el miedo alcanza su máxima expresión hasta el punto que cuando se emigra se sigue hablando en voz baja, por si acaso...

En Estados Unidos el sistema de vigilancia es mucho más sofisticado, hay avisos sobre la instalación de cámaras, pero
sigue siendo una imposición disfrazada, ya no es el vecino que viene a husmear, las cámaras de vigilancia son una compañía permanente que obliga a replantearse los límites entre lo privado y lo público. Ahora mismo en mi oficina, el techo está lleno de pequeños artefactos de los que se ignora su utilidad ¿estarán espiándome mientras escribo en el blog de Vicente Luis Mora? Juro que es la primera vez...

Raúl dijo...

Lo considero un fenómeno (la expansión descontrolada de todo este tipo de control... valga la paradoja) propio de sociedades miedosas.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Vivir en la cuerda floja y sólo vivir el único antidoto al miedo.