domingo, 16 de febrero de 2020

Poliantea 2



El literato inglés Porson, al escuchar a alguien que decía que ciertos poetas modernos serían leídos y admirados cuando Homero y Virgilio estuvieran olvidados, contestó: “Y no hasta entonces”.


*

[...] habiendo visto la innumerable multitud de poetas que Dios ha enviado a España por castigo de nuestros pecados, mandamos que se gasten los que hay, dando término de dos años para que se consuman, y que ninguno lo pueda usar sin ser examinado por las personas que más eminentes sean en este arte…

Francisco de Quevedo, Pragmática de aranceles generales


*

            El invitado tenía el aspecto menos poético del mundo, ya la presentación que le había hecho Jürgass no le hacía precisamente ningún favor, como te puedes figurar. Así que cuando le vimos sacar de su bolsillo un manuscrito de un volumen considerable, creo que la angustia se apoderó de todos nuestros corazones.

Theodor Fontane, Antes de la tormenta (1878)


*


La mayoría de los donantes maneja un vocabulario de no más de cien palabras, preposiciones y artículos incluidos, y bajo esas condiciones es difícil no incurrir en la poesía.

Roque Larraquy, La comemadre (2014)


*

Escribe Manuel con seriedad española, con esa soberana seguridad y aplomo con la que los grandes idiotas realizan sus tareas, ajeno por completo a los destrozos que causa en su obra y en su propia vida. [...] Manuel procura escribir, y se puede intuir que detesta hacerlo. Lo único que sabemos a ciencia cierta, lo único que destilan sus poemas, es el profundo odio inconsciente que su autor tiene hacia su poesía. El desprecio que siente por sus propios poemas, por las mujeres y por la literatura en general. Repugnancia que le hace leer libros y más libros compulsivamente, y acostarse con mujeres y más mujeres, para ver si acaba de una puta vez con todo. [...] Manuel, el gran poeta contemporáneo español, fabrica ataúdes. Por cierto: todas las mujeres que se han acostado con él han acabado en psiquiátricos, medicadas o con profundas crisis nerviosas. Bravo, Manuel.

Carlo Padial, Erasmus, orgasmus y otros problemas (2012)

*

Estoy satisfecho, en especial, del comienzo del poema:

            Quien llega a los cuarenta sin tener hemorroides…

André Gide, Los monederos falsos (1925)

*

            El crítico profesional puede ser -como sin duda lo era Sainte-Beuve- un escritor de creación fracasado, y en el caso de Sainte-Beuve vale la pena sin duda leer sus poemas, si se es capaz de soportarlo, porque ayudará a comprender la razón de escribiera mejor sobre autores pretéritos que sobre sus contemporáneos.

T. S. Eliot, Criticar al crítico (1965)

*

Tst, yo aquí nomás estoy de paso.
¿Pues cuánto lleva?
Voy para cincuenta años…

Yuri Herrera, Señales que precederán al fin del mundo (2009)

*

Los ingleses tienen una individualidad tan acentuada, que son los mismos en todas partes, y verdaderamente no sé por qué viajan, pues llevan consigo sus costumbres y transportan su interior al hombro como si fueran caracoles. En cualquier parte que se halle un inglés, vive exactamente como si estuviera en Londres.

Teófilo Gautier, Viaje por España (1843)

*

            Un inglés simpático es una curiosidad, pensé para mí [...]

Thomas Bernhard, Maestros antiguos (1985)

*

-En realidad soy inglés.
-Lo siento.

De la película Austin Powers (Jay Roach, 1997)

*

Ella dijo que también los ingleses pueden manifestar su dolor por los muertos, y me dio muchos ejemplos de duelo por perros.

Elías Canetti, Hampstead (1994)

*

Un ejemplo supremo de esta comedia ontológica ocurrió en diciembre de 2001 en Buenos Aires, cuando los argentinos ocuparon las calles para protestar contra el gobierno y especialmente contra Cavallo, el ministro de economía. Cuando la multitud se reunió ante el edificio en el que vivía Cavallo, éste se escapó usando una máscara con su propia cara (que se vendía en casas de disfraces para que la gente pudiera burlarse de él poniéndose su máscara). Pareciera como si finalmente Cavallo hubiera aprendido algo del difunto movimiento lacaniano argentino: el hecho de que una cosa es su propia y mejor máscara.

Slavoj Zizej, Visión de paralaje (2005)

*
Ella le dijo:
-¿Querría usted ser ministro?
-¿Ministro de qué?
-De cualquier cosa. Se lo digo porque la alija de Obras Públicas quedará vacante en breve. Su titular se retira.
-Se retira de los negocios.
-Después de haber amasado una fortuna. Se me ha ocurrido que, ya que usted no sirve para nada, podrían ponerlo en su lugar.

Princess Safo, El tutú (1891)

*

[Jacques Derrida en un debate público]

Derrida: En cuanto al Logos, ¿qué quiere usted decir con Logos en este caso? “Logos” es un término griego muy específico utilizado a veces en los Evangelios, pero ¿qué quiere usted decir con él en esta situación, por ejemplo con respecto a la lingüística?

Liddelow: Por decirlo de forma simple, quizá de forma simplista, en realidad me refiero simplemente a la presencia de la palabra representando la cultura, representando la expresión. Veo en la relación entre lo que usted ha dicho sobre la teología negativa y nuestra presencia aquí hoy una deliciosa ironía. Pensé que el reconocimiento de esa ironía le podría interesar.

Derrida: La única analogía que se me ocurre entre la escena de la teología negativa cristiana y esta escena son mis padecimientos aquí...

En VVAA, Lingüística de la escritura (1989)

 
*

            En el curso de mi visita a Vuguzzolo, un pueblo del Piamonte, la joven guía me señaló un monumento cívico que rememoraba el fin de la Primera Guerra Mundial. Como sólo veía el pedestal, le pregunté dónde estaba la escultura. “Se la llevaron a la Segunda Guerra Mundial”, me contestó con semblante serio. “Tuvieron que fundirla para hacer cañones”.

Miguel Catalán, La nada griega (2013)

*

Durante la Campaña de Ochakov el príncipe Potiomkin estaba enamorado de la condesa ***. Logró obtener una cita, y estaba tête-a-tête con la mujer en su cuartel general cuando de repente estiró sin darse cuenta el cordón de la campana y tronaron todos los cañones que había alrededor del campamento. Cuando se supieron los motivos de aquel cañoneo, el marido de la condesa ***, hombre mordaz e inmoral, dijo, encogiéndose de hombros: ¡Cuánto ruido para nada!

Carta de Pushkin a Delwig, 1828

*

Hoy hace exactamente cien años durante los cuales ha transcurrido un siglo.
José Luis Coll, Diccionario de Coll (1975)

*

            El enamorado es como el paranoico, cree que todo le habla a él.

Pedro Mairal, La uruguaya (2016)

*

No hace mucho, un artista plástico francés se lamentaba de los derroteros que estaba tomando el arte moderno. Su amargura venía de una exposición a la que había sido invitado en España. Ocurrió que el día de la inauguración el público se apelotonaba para contemplar una obra que presidía el centro de la sala principal. La obra en cuestión era un carrito de la limpieza con su fregona, bayetas, cepillos y demás intendencia. El interés del público por la obra parecía desproporcionado, e incluso los artistas terminaron por integrarse en la multitud de curiosos que daban explicaciones existenciales o simbólicas a aquella especie de performance. Pero el encanto terminó en el momento en que la mujer de la limpieza, que había tenido que ir al servicio por culpa de un apretón inoportuno, se acercó a su carrito y se lo llevó ante la mirada incrédula del respetable.
Luis Leante[i]

*

El artista creador de los cubos de basura carecía de nombre. Era japonés y tenía unas interesantes teorías sobre la identidad. Durante un tiempo, al comienzo de su carrera, cambió de nombre cada mes, pues creía que la identidad era líquida y no debía estar constreñida por algo tan rígido como un nombre, pero como al parecer, tras una temporada cambiando de nombre mensualmente, la gente primero le perdía la pista y a continuación el interés por conocerlo o recordarlo, eliminó los nombres por completo. Creo que la irritación de mi madre por la nueva postura de Gillian con respecto a su nombre tenía que ver con la experiencia que había vivido con ese artista. Al principio había pensado que un artista sin nombre que trabajaba con cubos de basura y textos sagrados conseguiría mucha publicidad, pero el hecho de que no tuviera nombre dificultaba su promoción y el entusiasmo inicial de mi madre había derivado en frustración.

Peter Cameron, Algún día este dolor te será útil (2007)


*

Dize un filósofo, en su libro se nota,
que pesar e tristeza el engenio enbota.   

Arcipreste de Hita, Libro del buen amor (s. XIV, circa 1330)

*

Yo no pregunto de qué raza es un hombre, basta que sea un ser humano, nadie puede ser nada peor.

Mark Twain, The Man That Corrupted Hadleyburg (1899)







.


[i] Luis Leante, “El Gázquez y las vanguardias”, El Noroeste, Murcia, 1-15 de julio de 2006.

domingo, 2 de febrero de 2020

El crítico como viajero del tiempo



Sabe mal terminar el libro de un coetáneo, poner el punto final a la última publicación de una escritora actual y viva; personas quizá conocidas y/o bienllevadas del crítico, quizá asistentes a los mismos espacios, acaso amistades, y darse cuenta de que esa novedad editorial, incluso aunque “esté bien”, y suele estarlo —porque el crítico de cierta edad ya se equivoca poco al escoger los libros—, no acaba de ser un libro excelente; sabe mal entender que el leído no es un libro reseñable; ser de inmediato consciente, en el mismo momento de cerrar el volumen, que no es un libro a destacar, ni a elogiar en exceso.


El motivo de esa indiferencia instantánea es que la lectura crítica, sobre todo cuando viene asistida por cierta experiencia, no es sincrónica (perteneciente a un tiempo concreto), sino diacrónica, y de un modo consciente se realiza desde la futurible trayectoria completa del autor leído. El crítico lee a esa novelista o a ese poeta desde el futuro de su carrera, se anticipa mentalmente unos lustros o décadas, y desde allí, con una frialdad más objetiva que la que permite el presente, juzga de forma “retrospectiva”, comprendiendo con claridad que ese reluciente libro de hoy será mañana un simple jalón más en la bibliografía autorial, un hito de mediana valía, intercalado entre otros mejores y otros peores. El futuro, ese jardín congelado, es el distante emplazamiento desde el que emite (o no emite) el crítico su veredicto, veredicto o silencio que siempre le resultan fríos, por no decir gélidos, al escritor ardientemente enamorado de su última creación.