jueves, 29 de octubre de 2020

Poliantea 10

 

 

[...] la semana pasada participé en una mesa redonda sobre nuevos medios digitales y, aunque la habitación era preciosa, era regada por luz desde dos de los muros y no había persianas. El proyector era tan débil que fue descrito por los otros participantes como un juguete. El resultado es que el público no pudo ver nada de nuestro trabajo y todos los artistas recurrimos a un medio muy viejo: la tradición oral.

Skawennati Tricia Fragnito

 

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Siempre cito una cosa de Bergamín muy divertida. Iba por el paseo de la Reforma en México con un amigo y se cruza con otro y le dice adiós, pero el otro no le saluda. Y dice a su amigo: “¿Has visto qué grosero, no me ha devuelto el saludo? Y dice el amigo: “Pero, hombre, Pepe, si es que hace una semana le has puesto verde en el periódico”. Y dice Bergamín: “Ah, sí, pero yo ya le he perdonado”.

 

Andrés Trapiello

 

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Es un poeta tan malo que siete ciudades se reprochan el deshonor de haber sido su cuna.

 

Ennio Flaiano

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El dinosaurio estaba hasta las narices.

 

Hipólito Gómez Navarro

 

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–En efecto, lo primero que nota un escritor es que las páginas desafinan, tanto que parece como si las hubiera escrito el crítico que más le persigue.

 

Manuel Vázquez Montalbán

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En un concierto del gran jazzista argentino Mono Villegas, en plena efervescencia del nacionalismo folclórico de los años sesenta, alguien del público se levantó para preguntarle: “¿Por qué no toca algo nuestro?”. El Mono Ie preguntó: “¿Usted qué compuso?”. “Yo, nada.” “Yo tampoco; entonces, ¿cómo quiere que toque algo nuestro?”.

 

Néstor García Canclini, Lectores, espectadores e internautas (2007)

 

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-Mrs. von Regal: Sr. Ravelli, su caso me interesa. ¿Cree usted que las tendencias criminales se las ha transmitido su padre?

-Chico: No señora, mi padre aún conserva las suyas.

 De Groucho y chico, abogados

 

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En una ocasión le preguntaron a Oscar Wilde cuáles eran las cinco mejores novelas del XIX. Él respondió que le resultaba una pregunta difícil, porque sólo había escrito tres.

 

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Johann Heinrich Alsted, en su Encyclopedia de 1630, incluyó el proxenetismo entre las artes, aunque eso sí, oponiéndolo a las artes honestas, como la pintura.

 

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[...] y el buen gusto y la buena educación me impiden mencionar aquí a toda una batería de Kongs japoneses que incluían desde un inevitable duelo con el monstruo nacional Godzilla hasta un megasimio robot y que en su momento me produjo cierto desconcierto evolucionista porque ¿qué sentido podía tener el crear un robot con aspecto de mono?

Rodrigo Fresán, “Apuntes para una teoría de King Kong y sus alrededores”

 

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Justo al principio, se estimó que, como había zonas demasiado contaminadas, se usarían robots. Concretamente, se envió al tejado de la central un robot alemán muy perfeccionado. Pero no quiso obedecer a causa de una radioactividad que incluso perturbaba a las máquinas. Al final, el robot se dirigió al margen del tejado y se precipitó al vacío. Daba la impresión de que había querido saltar. Fue así como se descubrió que ni los robots ni los ordenadores podían hacer nada por nosotros.

 

Igor Kostin, Chernóbil. Confesiones de un reportero (2006)

 

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Voilà justement ce qui fait que votre fille est muette.

 

Sganerelle

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              (De la leyenda de Confucio) Un confuciano subió a una montaña a visitar a un amigo taoísta que vivía en una cueva y mientras estaban conversando vieron abajo por el camino del valle a un caminante que pasaba aprisa, y por los andares inconfundibles que llevaba reconocieron al propio maestro del visitante, y el taoísta, entre admirado y confundido, comentó: “Así que este es aquel de quien decía que sabe que nada puede hacerse y sin embargo continúa”.

 

Rafael Sánchez Ferlosio, Campo de retamas. Pecios reunidos (2015)

 

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ANDRÉ MÜLLER: ¿En quién piensa usted al escribir?

THOMAS BERNHARD: Esa es naturalmente una pregunta muy estúpida.

 

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              -Eso me parece, Sancho –dijo don Quijote–, a lo que sucedió a un famoso poeta destos tiempos, el cual, habiendo hecho una maliciosa sátira contra todas las damas cortesanas, no puso ni nombró en ella a una dama que se podía dudar si lo era o no; la cual, viendo que no estaba en la lista de las demás, se quejó al poeta diciéndole que qué había visto en ella para no ponerla en el número de las otras, y que alargase la sátira, y la pusiese en el ensanche; si no, que mirase para lo que había nacido. Hízolo así el poeta, y púsola cual no digan dueñas, y ella quedó satisfecha, por verse con fama, aunque infame.

 

Miguel de Cervantes, Quijote, II, 8 (1615)

 

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¡Huésped! Mas has hablado y pareces un hombre insensato.

En verdad no reparten los dioses en un hombre solo

sus amables presentes: belleza, elocuencia e ingenio. (...)

Otro, en cambio, aparenta la misma belleza de un numen,

mas la gracia jamás le corona las frases que dice,

como tú, que eres bello, y un dios no te hubiera formado

de otro modo, y, no obstante, se muestra mezquino tu ingenio.

 

Homero, Odisea, canto VIII

 

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              No por eso Bouvard abandonó a Walter Scott, pero acabó aburriéndose por la repetición de los mismos efectos. La heroína, ordinariamente, vive en el campo con su padre y el enamorado, un niño robado, acaba por recobrar sus derechos y triunfa frente a sus rivales. Siempre hay un mendigo filósofo, un castellano huraño, unas muchachas puras, unos criados chistosos y diálogos interminables, una gazmoñería estúpida y una falta total de profundidad.

 Gustave Flaubert, Bouvard y Pécuchet (1881)

 

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Artículo 645, p. 5º, del vigente Código de Comercio español de 1885:

 

“Si la muerte hubiere ocurrido en defensa del buque, el hombre de mar será considerado vivo, y se abonará a sus herederos, concluido el viaje, la totalidad de los salarios o la parte íntegra de utilidades que le correspondieren, como a los demás de su clase”.

 

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Callé durante unos instantes, pero, al fin, le pregunté si le pasaba algo. Me respondió: [...] “Hay otro hombre en mi vida”.

 

En verdad, ésas son palabras feas para los oídos de un marido.

 

Vladimir Nabokov, Lolita (1955)

 

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Reginald Gulliver se presenta al lector en el primer capítulo como filósofo-diletante y bacteriólogo ‘amateur’ que un buen día, hace dieciocho años, tomó la decisión de enseñar a las bacterias la lengua inglesa.

 Stanislaw Lem, Magnitud imaginaria (1973)

 

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Después de haber asesinado a mi madre en circunstancias singularmente atroces, fui arrestado y tuve que hacer frente a un juicio que duraría siete años. El juez del Tribunal de Absolución, al encomendar al jurado su tarea, señaló que mi crimen era uno de los más espantosos que le había tocado resolver en su vida. En ese momento, mi abogado se levantó y dijo:

 

–Con la venia de su señoría, los crímenes son horribles o agradables sólo cuando se los compara. Si usted conociera los detalles del anterior asesinato que mi cliente cometió, el de su tío, apreciaría en su último delito (si es que así puede denominarse) una cierta compasión paciente y filial hacia los sentimientos de la víctima.

Ambroise Bierce, “Mi crimen favorito”, Visiones de la noche

 

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¿O le parece a usted, mi buen amigo, le dije entonces con aire negligente, que hoy en día se está muriendo gente que no se había muerto nunca?

 

Javier Tomeo, Los enemigos (2010)

 

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Al rodar Westerns, empléense indios reales si es posible, pero si no hay indios disponibles, empléense húngaros.

 Manual de iluminación de Hollywood,

citado por Richard Leacock y Eliot Weinberger.

 

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[Al cínico Crates] Los dioses no le preocupaban lo más mínimo; de hecho, rara vez hablaba de ellos, le era totalmente indiferente que los hubiera o no, pues sabía que nada podían hacerle. Por otra parte, les reprochaba el haber hecho desgraciados a los humanos deliberadamente, pues al volverles el rostro hacia el cielo los habían privado de la facultad que poseen la mayor parte de los animales: la de caminar a cuatro patas.

 Marcel Schwob, Vidas imaginarias (1896)

 

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En algún punto puede que alguien le pregunte de qué está hablando. Éste es el riesgo al que se ven expuestos todos los que hablan el posmoderno y debe de ser cuidadosamente evadido.

Steven Katz, “Cómo hablar y escribir en posmoderno”

 

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Si quitamos del epistolario de Stendhal sus cartas a su hermana Paulina, ¿qué nos queda? Porque Stendhal también tenía una hermana Pauline, y esto es lo único en que se parecen él y Leopardi.

 

Alberto Savinio, Nueva enciclopedia (1954)

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Ochenta críticos juntos es algo en lo que Dante no había pensado.

 Joachim Kaiser

 

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-¿Hacéis el amor en París, señor embajador?

-No, Sir, lo compro hecho.

 Stendhal, Lamiel (1889)

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De repente, tal como un tren sale del túnel, de las nubes salió otra vez el aeroplano [...] la barra de humo se curvó tras él y el aeroplano descendió, y se elevó y escribió letra tras letra, pero ¿qué palabra escribía?

Lucrezia Warren Smith, sentada junto a su marido en un asiento de la avenida central de Regent’s Park, alzó la vista y gritó:

-¡Mira mira, Septimus!

-Sí, porque el doctor Holmes le había dicho que debía procurar que su marido (que no padecía nada serio, aunque estaba algo delicado) se tomara interés en las cosas exteriores a su persona.

Septimus levantó la vista y pensó: parece que me dirigen un mensaje.

 

Virginia Woolf, Miss Dalloway (1925)

 

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-[...] Pero he oído hablar de usted –prosiguió la señora–. Conozco sus cuadros y los admiro. Pero creo que usted no se parece a ellos.

-Casi todos son retratos –dijo Lyon–, así que, por lo general, no es mi intención que se me parezcan.

-Entiendo lo que quiere decir. Pero tienen mucho más color.

 

Henry James, The Liar (1888)

 

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compañeros de generación seamos menos comprensibles menos tolerantes seamos menos

Mario Montalbetti, Lejos de mí decirles (2008)

 

 

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SUEÑO MUY ANTIGUO

 Ante una muchedumbre curiosa, de la que formo parte, se lleva a cabo una serie de ejecuciones por las que muestro un gran interés. Hasta el preciso momento en que el verdugo y sus ayudantes se acercan a mí porque es mi turno, algo que no me esperaba y que me horroriza en extremo.

 Michel Leiris, Noches sin noche y algunos días sin día (1961)

 

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Don Blas atribuye el éxito moderno de la prensa a la necesidad creciente de envolver las cosas en papel.

 

Eugenio Montejo, Los cuadernos de Blas Coll (1981)

 

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Muchos fueron los motivos que me llevaron a traducir el Ulises de Joyce al irlandés. “Ya que se niegan a leerlo en inglés”, me dije, “les pondremos en la tesitura de negarse a leerlo también en irlandés”

 Flann O’Brien

 

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¿Cabe ser pobre y, sin embargo, ser inglés?

 

José Ortega y Gasset, Meditación de la técnica (1939)

 

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El pensamiento abstracto me ayuda, por tanto, a obtener la inmortalidad, en cuanto me suprime como individuo aislado, e inmediatamente me hace inmortal. Me ayuda aproximadamente como lo hacía el doctor de Holberg, quien con sus remedios quitaba la vida del paciente; pero también suprimía la fiebre.

Kirkegaard, Post-scriptum final no científico a las Migajas Filosóficas

 

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Un Oidor de aquella Chancillería [de Granada], muy devoto de San Antonio de Padua, mandó hacer al Racionero una efigie de este Santo, como de una vara de alto, con grandes encarecimientos de que echase el resto de su habilidad en esta obra. Hízolo así Alonso Cano, y estando concluído, fue a verla el Oidor y parecióle grandemente, y suponiendo que no tenía precio, instó para que se le dijese en cuánto se daría por servido, y Cano le respondió que diese cien doblones para ayuda de costas. Quedóse atónito el Oidor, y, después de una gran pausa, le preguntó cuántos días había gastado en hacerlo, a lo que respondió Cano que habría gastado unos veinticinco días; pues, según eso, dijo el Oidor, sale a cuatro doblones por día; muy mal contador es V. S., dijo, porque  cincuenta años he estado yo estudiando para saberlo hacer en veinticinco días; yo también, dijo el Oidor, he gastado mi patrimonio y mi juventud estudiando en la Universidad, y hoy, hallándome Oidor de Granada y en facultad más noble, apenas me saldrá a doblón cada día. Alonso Cano, que ya se le apuraba la paciencia, dijo: ¿Qué es esto facultad más noble? Voto a N que Oidores los puede hacer el Rey del polvo de la tierra, pero sólo a Dios se reserva el hacer un Alonso Cano. Y sin esperar más razones aquel intrépido espíritu impaciente tomó la efigie del Santo y tiróla al suelo con tal violencia, que la hizo menudos pedazos.

 

Antonio Palomino Velasco, Museo pictórico (1724)

 

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Ningún poeta o novelista quisiera ser el único que ha vivido nunca, pero muchos querrían ser los únicos con vida y un número apreciable cree gustosamente que este deseo les ha sido concedido.

 W. H. Auden, Escribir

 

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              Paseó los deliciosísimos jardines de la poesía, no tanto para usarla cuanto para gozarla, que es ventaja y aun decencia: con todo eso, ni fue tan ignorante que no supiese hacer un verso, ni tan inconsiderado que hiciese dos.

Gracián, El discreto (1646)

 

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Nunca había trabajado, era cierto, pero, precisamente para no hacerlo había tenido que pasar por mil ansiedades.

César Aira, La confesión (2009)

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cuentan que en la rueda de prensa / a la autora de un diccionario un periodista rezagado / le preguntó cuánto había de autobiográfico en la obra / luego todo el mundo reía el chiste / ella también / pero a mí me parecía una buena pregunta

 

Ángel Cerviño, ¿Por qué hay poemas y no más bien nada? (2013)

 

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Cuando un nasamón se casa por primera vez, es costumbre que la primera noche la novia se acueste por turno con todos los invitados.

Heródoto, IV, 172

 

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Samuel y Daniel se encuentran en una estación de ferrocarril. Daniel pregunta: “¿Dónde vas, a Minsk o a Pinsk?” Samuel responde: “A Minsk”. Y Daniel, irritado, contrarreplica: “Si de todas formas a Minsk, ¿por qué mientes?”.

E. H. Erikson, Insight and Responsibility (1967)

 

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              Creo que la poesía, tal como está organizada la cultura, no sirve para nada. Sospecho que no sirve para nada en ninguna parte. Pero la irregularidad histórica española me obliga a aplazar un juicio universal. Creo que escribir es un ejercicio gratuito que satisface las necesidades de unos 2.000 culturizados progresistas. De esos 2.000 culturizados hay 700 o 800 que no están de acuerdo con lo que uno escribe. Otros 500 le conocen a uno con mayor o menor aproximación y no están dispuestos a tomarle en serio. Los 700 restantes son críticos, vecinos y ex compañeros de colegio. Hay que reservar una plaza especial para Gimferrer que se lo lee todo y otra para Castellet que se lo lee todo para luego hacer antologías. Las antologías sí que se leen. Creo que a partir de ahora sólo escribiré antologías.

 

Manuel Vázquez Montalbán, “Poética” para José María Castellet (ed.), Nueve novísimos poetas españoles (1970)

 

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El poema cómico narrativo “Vert Vert”, del poeta, dramaturgo y crítico jesuita Jean-Baptiste-Louis Gresset (1709-1777) [...] trata de un loro de ese nombre al que en un convento le han enseñado a decir avemarías y padrenuestros tan bien que un obispo, enterado de esa maravilla, ordena que se lo traigan. El loro viaja dentro de una jaula en una barca, donde aprende nuevas frases, de tal suerte que lo que oye el obispo no son avemarías, sino los intercambios picantes de los barqueros, y manda de regreso al loro en desgracia. Uno cambia con los viajes, la experiencia tiñe.

 

Guy Davenport, Objetos sobre una mesa. Desorden armonioso en arte y literatura (1998)

 

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              On étouffe ici, permettez que j’ouvre une parenthèse.

 Alphonse Allais

 

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              Y ya que recurro a este ejemplo, aprovecho para confesarles que pienso que el libro electrónico tiene que ser como el Viagra: sin duda es una maravilla, pero ojalá no tenga que utilizarlo.

 Fernando Iwasaki, Las palabras primas (2018)

 

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 Las películas que ponen en los autobuses son peores que las que ponen en los trenes, y estas peores que las que ponen en los aviones. No sé si los astronautas ven películas en sus viajes espaciales. Podría establecerse una ley según la cual la calidad de la ficción aumenta conforme uno se aleja de la corteza terrestre.

 Javier Moreno, Alma (2011)

 

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No es raro que un tonto llegue a gran poeta.

 

Juan Benet en Jazz y días de lluvia, de A. Martínez Sarrión

 

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Morris leyó de cabo a rabo la carta. ¿No era una pizca demasiado obsequiosa? No, ésa era otra ley de la vida académica: es imposible caer en el exceso al halagar a un colega.

David Lodge, Small World (1984)

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Pedro [Gimferrer], que me había advertido de la conveniencia de echarme al bolsillo unos cuantos poemas por si se presentaba la ocasión de leerlos, propuso su lectura, si a Jaime [Gil de Biedma] no le importaba. “Todo lo contrario”, etcétera, etcétera. Me armé de valor, respiré hondo tratando de que no se me notara el temblor de la voz y ataqué la lectura de dos o tres, no muy extensos. Al callarme, Biedma se quedó pensando unos segundos y dijo después:

- ¿Cómo, coño, puedes ser tan decadente, habiendo nacido en Albacete?

 

Antonio Martínez Sarrión, Jazz y días de lluvia (2002)

 

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Antes de que terminara esa frase, la puerta chirrió y la mitad delantera de Iván Nikiforovich se introdujo en la habitación mientras su otra mitad permanecía en la antesala.

Nikolai Gógol, Por qué se pelearon los dos Ivanes (1835)

 

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De Diodoro, famoso Sofista, refiere Sexto Empírico, que solía probar, que no había movimiento, con este dilema: Si algún cuerpo se mueve, o se mueve en el lugar en que está, o en el lugar en que no está; ni se mueve en el lugar en que está, pues esto es estar, y no moverse; ni en el que no está, pues ningún cuerpo puede hacer cosa en el lugar en que no está: luego ningún cuerpo se mueve. Había molido con este enredo, entre otros muchos al Médico Herophilo. Sucediendo algún tiempo después, que por cierto accidente se le dislocase un hueso a Diodoro, acudió a Herophilo, para que se lo restituyese a su lugar. Halló Herophilo la suya; en vez de curarle, le probó con su mismo argumento, que el hueso no se había dislocado diciendo: O el hueso al dislocarse se movió en el lugar en que estaba, o en el que no estaba, etc. Por consiguiente se volviese a su casa, pues siendo su enfermedad imaginaria, no necesitaba de cura; aunque al fin con ruegos obtuvo Diodoro, que el Médico aplicase la mano a la obra.

 

Benito Jerónimo Feijoo, Teatro crítico universal, 1726-1740, Tomo VIII, discurso 1º, “Abusos de las disputas verbales”, I, 3.

 

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Carmen Isasi, madre de Aldecoa, le preguntó si tenía novio [a Carmen Martín Gaite] y ella le indicó hacia donde estaba Sánchez Ferlosio. A renglón seguido, quiso saber a qué se dedicaba y le respondió con timidez que era escritor. Carmen Isasi se limitó a decir: “¿También? ¡Ay, pobre!”.

José Jurado Morales, La trayectoria narrativa de Carmen Martín Gaite (2003)