sábado, 15 de agosto de 2020

Poliantea 8



Más tarde estudiamos los poetas contemporáneos, y en poco tiempo se familiarizó con ellos. Su memoria era felicísima, y a lo mejor le sorprendía recitando con admirable sentido trozos de poemas modernos, de leyendas famosas y de composiciones ligeras o graves. Razón había para esperar que mi discípulo, que de tal modo se identificaba con la poesía, fuera también poeta. Cierto día me trajo con gran misterio unas quintillas; las leí, pero me parecieron tan malas, que le ordené no volviese a tutear a las musas en todos días de su vida, y que se mantuviera con ellas en aquel buen término de respeto y cariño que imposibilita la familiaridad. Yo le convencí de que no era de la familia, de que son cosas muy distintas sentir la belleza y expresarla, y él, sin ofensa de su amor propio, me prometió no volver a ocuparse de otros versos que de los ajenos.

Benito Pérez Galdós, El amigo manso (1882)

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Mi tío era un hombre tan concienzudo que cada vez que necesitaba afeitarse, no vacilaba en ir personalmente a la barbería.
Lawrence Sterne

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            [...] a los cincuenta y dos años, y a pesar de su permanencia en la capital, conservaba todavía su virginidad.

Gustave Flaubert, Bouvard y Pécuchet (1881)

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            No parecía en ningún caso extraterrestre, aunque la verdad es que tampoco parecía valenciano.
Miguel Serrano Larraz, Réplica (2017)

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–El slish es un parásito que procede de Bakab –explicó–, como una garrapata grande. Los míos tienen casi un centímetro de largo –añadió con orgullo–. Penetran muy hondo en la carne y segregan una sustancia extremadamente venenosa.
–¿Son mortales?
–Los míos sí.
–¿Me podrías prestar uno? –le pregunté.
–¿Para qué?
–Para ponérselo a cierto individuo en la espalda. Pensándolo bien, préstame un par de docenas. Tengo muchos amigos.

Robert Zelazny, Tú, el inmortal (1965)

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Lady Astor: si yo fuera su esposa le pondría veneno en el café.
Churchill: Si usted fuera mi esposa yo me lo bebería.

María Moreno, Subrayados (2013)


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Mi reloj atrasaba, pero lo mandé componer y adelantó de tal manera que no tardó en dejar muy atrás a los mejores relojes de la ciudad.

Mark Twain

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-¿No nos hemos visto ya en Cincinati?
-Yo nunca he estado en Cincinati.
-Yo tampoco. Deben haber sido otros dos.

Diálogo recogido por Max Eastman, en Enjoyment of laughter (1936)

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Hasta después del llanto más sublime siempre acaba uno por sonarse.

Heine

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Otro (espacio) más, mucho más grande y vagamente hexagonal, ha sido rodeado de una línea de puntos (innumerables acontecimientos, algunos de ellos particularmente graves, han tenido su única razón de ser en el trazado de esa línea de puntos) y se decidió que todo lo que se encontraba dentro de esa línea de puntos estaría pintado de violeta y se llamaría Francia, mientras que todo lo que se encontraba fuera de esa línea de puntos estaría pintado de un color diferente (pero fuera de dicho hexágono no se tendía a colorear de un modo uniforme: tal trozo de espacio quería su propio color y tal otro quería uno distinto, de ahí el famoso problema topológico de los cuatro colores, todavía sin resolver en nuestros días) y se llamaría de otra manera (de hecho, durante no pocos años, se ha insistido mucho en pintar de violeta al mismo tiempo que se les llamaba Francia- trozos de espacio que no pertenecían al susodicho hexágono, e incluso a menudo estaban muy lejos, pero en general no se han consolidado demasiado).

Georges Perec, Especies de espacios (1974)

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Se parecían extrañamente entre sí, como sucede con los matrimonios que se han odiado lentamente durante muchos años.

Sara Mesa, El incendio invisible (2011)

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            Qué detalle maligno el de la Providencia, hacer contemporáneos al marido y la mujer.

César Aira, Yo era una mujer casada (2010)

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[Törless, intentando leer a Kant] “Pronto comprobó que no entendía palabra de lo que estaba encerrado entre paréntesis y de lo que decían las notas a pie de página, y por más que seguía concienzudamente con los ojos las frases, tenía la sensación de que una vieja mano huesuda le revolvía el cerebro y le introducía en él un tornillo. Cuando al cabo de una media hora, ya agotado, levantó la vista, no había pasado de la segunda página y el sudor perlaba su frente”.

Robert Musil, Las tribulaciones del estudiante Törless (1906)


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[De una entrevista con Oscar Wilde]:

   - El otro día dijo usted que sólo había dos críticos teatrales en Londres. ¿Puedo preguntarle...
   - Debieron de sentirse enormemente gratificados por semejante admisión por mi parte, pero me veo obligado a decir que desde la semana pasada he eliminado a uno de ellos de la lista. (...)
   - ¿Cuál sería para usted la crítica teatral ideal?
   - Por lo que a mi trabajo se refiere, la aclamación incondicional.

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            Querido Tzvetan:
            No hay nada que me produzca tanto placer, y me imagino que así les sucede a los demás autores, como que me tengan en cuenta los críticos, salvo, quizá, tener la oportunidad de decir cuánto han dejado estos críticos de hacer justicia a mis méritos.

Carta de Ian Watt a Tzvetan Todorov[i]

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[...] el reverendo Sidney Smith, que reseñaba novedades para el Edinburgh Review a principios del siglo XIX, afirmaba no leer nunca el libro antes de escribir su crítica, para que no le creara un prejuicio.

Eduardo Moga, Bajo la piel, los días (2010)

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El crítico vive mal, su mujer no lo aprecia como debería, sus hijos son ingratos, los finales de mes difíciles.

Jean Paul Sartre, Qu’est-ce que la littérature? (1948)


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Será un perro, pero se ha convertido en el mejor de mis críticos.

Mariano Antolín Rato, Mar desterrado (1988)

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Las palomas andan un poco confundidas porque no distinguen a los poetas pobres de los heroinómanos.

 Ismael Grasa, De Madrid al cielo (1994)

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La reputación de Platón se ha visto menoscabada a causa de su proyecto de expulsar de la ciudad a los poetas cuando, en realidad, se trata de una propuesta bastante sensata, al menos desde mi experiencia en la ex Yugoslavia, donde los peligrosos sueños de los poetas (entre otros, el líder serbo-bosnio Radovan Karadzic) fueron los preliminares de la limpieza étnica.

Slavoj Zizek, “Arte e ideología en Hollywood”

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 O quizá se trate únicamente del pasado mismo, que siempre es más pequeño que lo que uno hubiese creído.

 

Desearía que esta última frase tuviese algún sentido, ya que, desde luego, estuvo a punto de impresionarme durante unos instantes.

 David Markson, La amante de Wittgenstein (1988)

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 Quien tenga algo que decir, que dé un paso adelante y calle.

Karl Kraus.

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 Un día, de improviso [...] vi a un conductor que reparaba por el retrovisor de su coche en una raya o un cosque, no sé, una pequeña marca en la pintura algo saltada o desportillada de la chapa. [...] Y entonces lo vi, lo vi con mis propios ojos y es como si todavía lo estuviera viendo ahora mismo. Se puso en cuclillas –¿se echó cuerpo a tierra?– y llevándose un dedo a la boca lo ensalivó y lo acercó de inmediato a la raya –al cosque o la desportilladura– para limpiarlo y apreciar así íntimamente la entidad del desperfecto. Ya no me cabía duda. Como hace una madre con la cara de su hijo o uno mismo con la sangre de una herida, de un rasguño propio o de una persona cercana, de un amante, ese hombre se humedeció de saliva el dedo para aplicar apurada y amorosamente esa saliva a la chapa de su coche. Igual que la piel reciente de un niño para una madre, igual que la carne tersa de una amada para el enamorado o la sangre propia para un herido –me dije–, así es la carrocería de un coche para un conductor.

 José Ángel González Sainz, Un mundo exasperado (1995)

 

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El demonio. A veces es él en persona; otras veces se manifiesta a través de la desintegración universal. Actualmente ya no existe como individuo, sino como universo.

 Arno Schmidt, Leviatán (1949)

 

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 Robert Browning era un gran poeta. La belleza verbal de sus poemas es extraordinaria, y de él aprendió Mallarmé, en cuanto a oscuridad, a ponérsela al poema. Él lo dijo primero y, a este respecto, se cuenta una anécdota significativa. Cuando publicó Sordello, le envió a Tennyson un ejemplar, y éste le acusó recibo con unas letras, diciéndole que de todo el poema sólo había entendido la primera línea y la última. Browning contestó diciendo: “Cuando escribí Sordello sólo Dios y yo sabíamos lo que estaba diciendo. Hoy, ya únicamente lo sabe Dios”.

 Juan Ramón Jiménez[i]

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             Gorgias, al preguntarle alguien “¿por qué son los tesalios los únicos a los que no engañas?”, respondió: “porque son demasiado ignorantes para que yo los engañe”.

 Plutarco[ii]

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El tráfico ha vuelto imposible el adulterio en las horas punta.

 Ennio Flaiano

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 Mi esposa es, sin lugar a dudas, la mujer más vieja con la que me he acostado.

 Kurt Vonnegut, Un hombre sin patria

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El antiguo presidente del MIT, Jerome Wiesner, cuenta que Zworykin lo visitó un sábado en la Casa Blanca cuando Wiesner era asesor científico y amigo íntimo de John F. Kennedy. Le preguntó a Zworykin si conocía a presidente y como contestó que no, lo llevó a su presencia. Wiesner lo presentó al presidente con estas palabras:

 

- Este es el hombre que hizo posible su elección.

- ¿Cómo es eso? -preguntó sorprendido JFK.

- Este hombre inventó la televisión. -le explicó Wiesner. JFK comentó que su invento era extraordinario.

 

Pero Zworykin respondió con ironía:

 

- ¿Ha visto televisión últimamente?

 

Nicholas Negroponte, El mundo digital (1998)  



[i] Citado en Ricardo Gullón, Conversaciones con Juan Ramón Jiménez; Sibila / Fundación BBVA, Sevilla, 2008, p. 86.

[ii] Citado en Gorgias, Fragmentos y testimonios; Aguilar, Madrid, 1966, p. 74.








[i] Tzvetan Todorov, Crítica de la crítica; Paidós, Barcelona, 2005, p. 127.