lunes, 2 de enero de 2023

Esperanza López Parada, Eduardo Moga, Juan de Salas

 


Eduardo Moga, Hombre solo. Madrid: Huerga & Fierro. Colección Rayo Azul, 2022.

Eduardo Moga plantea cada libro como un proyecto con retórica, tono y estética propias, de modo que una poética de la variación parece regir su ya larga trayectoria lírica, acrecentada por este último título, Hombre solo, publicado por la interesante colección Rayo Azul de Huerga & Fierro. En esta nueva entrega de la obra en marcha de Moga la semántica desolada, casi nihilista, produce una crisis discursiva que pronto parece una transposición de una crisis vital. Moga emplea un arriesgado verso largo y libre, despojado y descarnado, prosaico no pocas veces, que simula deliberadamente un desahogo furibundo, vibrante en el marco de resonancia de una escritura desatada, donde la única esperanza que encontramos reside en la clara existencia de una pulsión, la de escribir. Y mientras hay pulsión, hay deseo, y mientras hay deseo hay vida y esperanza. El torrente frondoso de Hombre solo es a menudo es enunciado por un flanêur solitario y triste que deambula alucinado, intentando escapar, urbe mediante, de una soledad omnipresente en el poemario. Un punto más en una línea estética tempranamente descrita por Tomás Sánchez Santiago en un artículo de Cuadernos Hispanoamericanos de 2004: “una radicalidad que sigue invistiendo a Eduardo Moga de un alto grado de presión expresiva y de veracidad, rasgos por los que ya se reconoce su escritura. Su personal fuselaje enunciativo y su imaginería rodante en torno a una severidad existencial golpea con mandobles implacables y simultáneos la conciencia indefensa del lector”. Hombre solo entra dentro de esa línea y a la vez la sacude; es un libro singular en la trayectoria de Moga, quizá un poco lastrado por la minúscula tipografía, que dificulta la lectura pero que, al mismo tiempo —y supongo que esa ha sido la razón de tan difícil decisión editorial—, permite mantener la disposición textovisual de los poemas y su lectura sin rupturas versales.

 

Esperanza López Parada, Un tiempo de gracia. Valencia: Pre-Textos, 2022.

Este extraordinario libro de Esperanza López Parada debería ser asignatura obligatoria en cualquier taller literario, para analizar los hábiles y talentosos recursos con los que la autora convierte sutilmente un tema en un hallazgo. Tiempo de gracia confirma la coherente y singular trayectoria de esta poeta, a mi juicio una de las más brillantes de nuestro panorama, cuya discreción quizá es parte de la razón de que no sea tan conocida como merece. Otra causa puede ser que la suya no es una poesía elemental y, en consecuencia, requiere de cierta atención lectora —no es una poesía difícil, sino compleja, algo muy diferente—.

El libro se organiza sobre un año contado entre dos fechas luctuosas: un tiempo de gracia. La primera tarea sería entonces esclarecer el posible sentido de gracia en este contexto. La expresión “tiempo de gracia” tiene su propio sentido dentro de la religión católica, aunque creo que la minúscula invita a entender este término, gracia, no tanto o no solo en un sentido religioso, sino en un sentido trascendente —si bien no dentro de la inmanencia, como la Olvido García Valdés en Confía en la gracia (2020)—. Aunque hay referencias religiosas dentro del poemario de Esperanza López Parada, parecen destiladas o recontextualizadas, porque un entendimiento literal de la gracia entendida como “ayuda sobrenatural concedida por Dios al hombre para el ejercicio del bien y el logro de la bienaventuranza” (María Moliner), parece bastante contradictorio con el tenor de los poemas de libro, donde son el mal, el dolor y la malaventura de la muerte los que presiden el sentido —junto a la confianza puesta en una futura reunión simbólica—. No obstante, el vocabulario religioso, bíblico y litúrgico es omnipresente en el poemario, por más que esté resignificado hacia la minúscula, rebajando sus resonancias a la vez que se busca la inserción en un espacio intemporal y de lucha entre sentido y sinsentido. También hay en Tiempo de gracia otra re-simbolización, la del mar como muerte (lo oceánico como pathos, en vez de como ethos) en el poema “Agosto”, una de las secciones más notables del libro, y también una retorsión del tiempo bajo una perspectiva de relatividad emocional, como un cronoespacio que puede ser sacudido, expandido o alterado por el trauma (lo que trae a la mente el “time is out of joint” de Shakespeare). Algunos poemas desbordan la emoción, pero es su contención y su elipsis parcial lo que los hace realmente estremecedores. López Parada explica a la perfección cómo hacer del dolor una experiencia universal, en vez de convertirlo en una exhibición pornográfica individualista, como es tan corriente en estos días. El resultado es un libro esperanzador, técnicamente impecable, emotivo, demasiado humano, filosófico y destinado a periódicas relecturas. En suma, si algún jurado del próximo premio nacional de poesía está leyendo estas líneas, le animo a que recorra detenidamente este libro.

 

Juan de Salas, Los reales sitios. Barcelona: Ultramarinos.

Lo que viene a continuación no es una reseña, sino un diálogo. Es subjetivo en extremo y por ello debe ponerse en cuarentena, aunque yo no conozca de nada a Juan de Salas.

 

Los reales sitios trabaja con un elemento que me resulta muy querido, y que he utilizado en la parte Centro de Circular 22 —por esto decía que esto que leen no es una reseña, sino un diálogo—: la descripción de las zonas y normas invisibles de la ciudad: aquellas normas urbanísticas y de planificación que, sin saltar a la vista más que para los expertos, determinan la ciudad, conforman sus posibilidades arquitectónicas y espaciales y, sobre todo, son la materialización de los poderes en una encarnadura tan indetectable a simple vista como poderosa e inamovible —o extremadamente rígida y resistente al cambio—. La habilidosa poética de Juan de Salas, que mezcla una mirada afectiva no normada, un poso teórico de historiador del arte, un compromiso político y una retórica original y arrojada, ofrece a quien lea Los reales sitios una experiencia singular de lectura de conceptos que damos por (archi)sabidos como paisaje, espacio, afueras o ciudad, resemantizándolos y haciéndolos aparecer, si no como nuevos, sí al menos tan renovados que ya asemejan otra cosa, una realidad distinta y más próxima a la nuestra. En especial, me han parecido de notable inteligencia las tres piezas que parten del género de la zarzuela para lograr la superposición estratigráfica de tiempos y espacios que revela la pertinaz raigambre de lo rancio y lo casposo en la hipermodernidad pangeica de nuestros días. Estamos ante una completa deconstrucción de lo que significa mirar en el siglo XXI y ya lo dije en El lectoespectador: lo que caracteriza la modernidad de una literatura es su forma de mirar. Juan de Salas está aquí, entre nosotros, pero ya está en otro tiempo: más adelante. No es que sea un nombre promisorio para el futuro, es que es el futuro ahora. Si no me entienden, lean Los reales sitios, y creo que coincidirán conmigo.

 

[Relación con los autores: cordial con Moga, he intercambiado correspondencia con López Parada sobre su obra, ninguna con Salas. Relación con las editoriales: he publicado varios libros en Pre-Textos; ninguna con Huerga y Ultramarinos]

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