jueves, 19 de marzo de 2009

La pregunta más respondida






Antoine Compagnon,
¿Para qué sirve la literatura?; El Acantilado, Barcelona, 2008

Este librito contiene la lección inaugural de la cátedra de Literatura Francesa Moderna y Contemporánea del Collège de France, que leyera Compagnon el 30 de noviembre de 2006. Traducido exquisitamente por Manuel Arranz, este ensayo propone dar cuenta de la ambiciosa poética crítica de Compagnon, que intenta compatibilizar la secular división entre teoría e historia a la hora de abordar el estudio de la literatura. Comienza el autor describiendo la génesis (tan histórica como teórica) del problema para luego avanzar su personal intento de síntesis, del que sería tan buena muestra su excelente Los antimodernos (El Acantilado, 2007). Su síntesis parte de una redefinición de los términos: “teoría no querrá decir ni doctrina ni sistema, sino atención a las nociones elementales de la disciplina, crítica de los perjuicios de toda investigación, o incluso duda metodológica; por su parte, historia significará menos cronología o calendario de la literatura que preocupación por el contexto, por el otro, y por consiguiente: prudencia deontológica” (p. 19). Compagnon recuerda la imagen de Albert Thibaudet, que comparaba la escalera de doble espiral del Castillo de Chambord (foto inferior) con la debida complicidad entre historia y crítica literarias. Para Compagnon, el ADN de la literatura tendría un modelo de triple hélice: teoría, historia y crítica (p. 20).

A la luz de esta última, el autor se hace la pregunta más interesante de estos tiempos, sobre todo después del proyecto Bolonia: ¿Por qué es importante leer? ¿Para qué es útil la literatura? Compagnon parece verlas venir: “la universidad atraviesa un momento de incertidumbre sobre las virtudes de la educación general (…) de manera que la iniciación al estudio de la literatura y de la cultura humanista, menos rentable a corto plazo, parece peligrar en la escuela y la sociedad del futuro” (p. 25). En nuestro país, estamos comenzando a sufrirlo: en la Universidad del País Vasco, por el
manifiesto que nos ha llegado, parece que quieren suprimirse cuatro títulos de Filología, ni más ni menos. El hecho mismo de tener que explicar la importancia de la literatura ya dice mucho de su decadencia en nuestros días, desde luego. En ello la posición privilegiada de la ciencia, presentada como la explicación de la vida (antes se consideraba tal a a literatura), ha tenido mucho que ver. Compagnon cita al escritor francés del XIX Louis de Bonald, si no me equivoco tatarabuelo de nuestro Caballero Bonald (en la primera parte de sus memorias se refiere Caballero a esta ascendencia), que ya en 1859 anunciaba que “todo anuncia la rendición próxima de la República de las Letras y el dominio universal de las ciencias exactas y naturales”. De ahí a la manida guerra de las “dos culturas” ya hay un paso, y todos los que hemos abogado por su conciliación, que hemos sido muchos en todo el mundo durante todo el siglo pasado y el presente, comprobamos ahora nuestro fracaso (no el fracaso en los medios, sino en la obtención del Fin, la propia conciliación).

Compagnon recuerda las tres explicaciones clásicas del poder de la literatura: su capacidad para instruir de forma amena; la formación crítica que procura frente al engaño, la tiranía o el oscurantismo; y su poder para mejorar y completar la insuficiencia del lenguaje común. Añade a continuación cómo las letras son el caldo de cultivo del cual se sacan más enseñanzas para ramas tan distintas como la historia de la cultura o la ética. Termina el ensayo con una encendida defensa de la necesidad de la literatura para el autoconocimiento, y para el cabal entendimiento de la historia de nuestra Modernidad, profundamente arraigada en la práctica literaria. Por poner algún defecto, quizá se hace algo pesado el excesivo chauvinismo cultural de Compagnon, que le lleva a citar, salvo rarísimas excepciones como las de Musil o Aristóteles, exclusivamente a autores franceses; hasta la única ópera que cita en cierto punto del ensayo es francesa y no italiana. Cuando cita historiadores de la cultura sólo parecen existir galos, y dentro de la filosofía moral no están mencionados Tugendhat, Rorty, Habermas ni MacIntyre, sino un tal Bouveresse, no demasiado conocido internacionalmente, salvo por sus pullas a Derrida y Debray. Por lo demás, es un texto muy recomendable, firmado por uno de los pensadores literarios más interesantes de la actualidad.


Otras razones para defender los estudios humanísticos

Todas las razones apuntadas por Compagnon para justificar la literatura acaban volviendo, fatalmente, al territorio de las humanidades. Eso no es malo, por supuesto, pero genera el problema de ser comprendido por los de fuera, por los bárbaros. Frente a los cerriles ecónomos que consideran que las Humanidades en general y la literatura en particular no tienen sentido en el mundo actual, y teniendo en cuenta que ellos no creen en las evidentes bondades apuntadas, habría que hablarles en su lenguaje, en términos que puedan entender, ya que el abandono de la lectura les ha vuelto imbéciles (o, en realidad, no les ha permitido dejar de ser bebés de chupete). Por eso planteo estos argumentos, en los que late cierto economicismo, no lo niego, pero creánme que he tratado con ellos y razones este tipo de son las únicas que escuchan. Alabo el espíritu utópico de quienes creen que no se deben mezclar razones prácticas en la defensa de las humanidades, pero me parece que no conocen bien a quienes tienen delante. Se sorprenderían de lo que esta gente piensa de ideas como “cultura”, “formación de la personalidad”, “patrimonio cultural humanístico”, “forja de la capacidad crítica” y conceptos similares. Por lo tanto, y con los pies muy en el suelo, otras posibles razones, infinitamente menos importantes que las alegadas pero tan o más necesarias por la obcecación economicista de los estúpidos detractores de los estudios de letras, podrían ser:

1. La literatura estimula el uso y el desarrollo de la imaginación, de manera mucha más efectiva que el cine, donde la imaginación se mutila al estar todos los recursos de la narración puestos en escena, salvo escasos supuestos de elipsis, cada vez menos utilizada por los cineastas actuales. En cambio, la literatura sólo presenta verbalmente esos recursos
[1], teniendo que hacer el lector el esfuerzo de completar las letras con su imaginación, para visualizarlas en su mente. La literatura es mucho más compleja que el cine (con muy pocas excepciones), precisamente por operar sobre abstracciones racionales. Por esa razón, el territorio de lo imaginable en ella es muy superior al existente en los lenguajes audiovisuales. Y la imaginación tiene un poder pragmático incuestionable: permite los razonamientos individuales (o brainstorming colectivos) apropiados para hallar soluciones imprevistas a los problemas, alienta a los creativos publicitarios, ayuda al pensamiento lateral de los gestores y directivos, está detrás de las ocurrencias de los auténticos estadistas y es lo único que permite crear, casi de la nada, patentes industriales. Los grandes estadistas, de Marco Aurelio a John Fitzgerald Kennedy, eran grandes lectores y ocasionales escritores de libros; también los grandes científicos que ayudaron a construir el conocimiento tal y como hoy lo entendemos, desde Newton a Einstein o Niels Bohr (Atomic Theory and the Human Knowledge, 1958), leyeron y escribieron libros, que desarrollaron su creatividad y contribuyeron a dar sentido a lo que estaban haciendo. La conclusión es que cualquier cosa que estimule la imaginación, y nada lo hace como la literatura, es buena para el desarrollo de la sociedad.

2. Para entender el mundo actual, algo que deben hacer quienes quieren insertarse laboral o profesionalmente en él, las humanidades son necesarias porque son las que dotan al cerebro de la complejidad intelectiva necesaria no sólo para entender el funcionamiento de las cosas (algo que hacen también los sistemas científicos), sino para darles un sentido, un alcance humanista: saber no sólo cuándo las cosas son lógicas, sino además cuándo son justas, adecuadas a su fines o proporcionales. Hay que hacer hincapié en que el Derecho, aunque sea parcialmente una ciencia no exacta, es también una rama de las humanidades, es una carrera “de Letras”. El desaparecido sabio Eugenio Montejo escribía: “Me río de los políticos que quieren ordenar las cosas de los hombres sin tocar su lenguaje. Tratan de ignorar adrede que la falacia de sus leyes es de índole lingüística más que jurídica”
[2]; y con ello hizo énfasis no sólo en la importancia de la lingüística, de la Filología, sino en el hecho innegable de que para conocer las repercusiones sociales de cualquier medida (jurídica o económica) hay que conocer bien a la sociedad sobre la que se opera. No niego que las matemáticas complejas puedan darnos datos importantes sobre el movimiento de una muchedumbre, pero entender una sociedad no puede hacerse sólo desde la ciencia, sino desde la conciencia: desde una lectura humanística global del grupo humano, que una lo científico y lo cultural. Las dos cosas a la vez, no sólo una de ellas. Sobre los grupos humanos y sobre las personas que lo forman, nada dice tanto como la literatura, de la que han tomado infinitos ejemplos los sistemas psicológicos, incluido el psicoanálisis de Freud, montado sobre clásicos de la literatura mundial.

3. La cultura es uno de los bienes económicos de mayor crecimiento en Europa durante los últimos años; algunos estudios hablan de que el mercado cultural produce hasta un 13% del PIB de algunos países. En el caso de España, la lengua española (que, mientras nadie me demuestre lo contrario, requiere de Facultades de Filología para formar a los profesores de español), es un valor económico en alza en nuestro país y en todo el mundo. Aquilatar ese rico patrimonio multisecular sólo puede hacerse si hay lugares donde la enseñanza del idioma pueda hacerse a conciencia, a partir de sus resultados culturales, entre los cuales tiene la literatura un papel único, por ser el mejor modelo de uso del idioma. Esos lugares son las Facultades de Filología, en los cuales la enseñanza de la literatura, española y ajena, tiene un lugar determinante. [Nota para quienes me conocen: imaginaos cómo tiene que estar el ambiente para que yo, con lo que he sido y lo que he dicho, tenga que salir a defender la Filología]

4. El sistema editorial español produce o genera, directa u oblicuamente, miles de millones de euros a la economía española todos los años, por no hablar de un número enorme de puestos de trabajo, directos o derivados (imprentas, industrias papeleras, empresas de logística y distribución). La existencia de licenciados en Filología es absolutamente necesaria para esta industria, bien porque escriben los libros (muchos escritores son filólogos, por afinidad profesional, y también son filólogos los redactores de manuales de enseñanza del español, por ejemplo), bien porque desempeñan el trabajo de corrector de originales, bien porque realizan los informes de lectura o porque proponen, gracias a su pericia técnica económicamente valuable, los libros que deben publicarse. Sin ellos el sistema editorial está condenado a la mediocridad y, de producirse ésta, a su rápida extinción.

5. Los escritores de discursos, a sueldo de políticos europeos refractarios a las humanidades que hacen caso a tecnócratas memoboloñeses, necesitan leer libros, para que los discursos que preparan a esos políticos sean convincentes y persuasivos, según las leyes ya expuestas por un tal Aristóteles (un personaje de los Simpson) en su Retórica (capítulo de la segunda temporada). Hasta para engañar a las masas hace falta literatura.

6. La única forma de que la literatura sea conocida y difundida, para mantener cubiertas las necesidades anteriores, es que haya en las educaciones primaria y secundaria un grupo amplio de profesores de literatura, que transmitan ese importante conocimiento a los niños. Y para que esto sea posible se requieren Facultades de Filología que formen a estos profesores (a ser posible, abierta, amplia y rigurosamente). Así que dejen de hacer el ganso antes de que todos volvamos al mono por la vía rápida.


Addenda sobre la doble hélice y las escaleras de espiral

Antes he dicho que soy partidario de una idea de Cultura que incluye, indispensablemente, a la ciencia, no sólo a las humanidades más pegadas a la letra. Y me alegro de trabajar en una institución, como el Instituto Cervantes, que tiene eso muy claro y que en su programación cultural incluye, de manera obligatoria, actividades científicas, desde conferencias hasta exposiciones. La mención de Antoine Compagnon a Thibaudet, las escaleras de caracol y las dobles hélices me llevan a hacer una comparación (ya habitual) entre algunas escaleras de caracol y los modelos de reproducción del ADN humano.

Algunas reproducciones de estos modelos visuales, donde se pueden ver en colores los componentes del ácido desoxirribonucleico, son incorrectas por estar orientadas hacia la izquierda, cuando en la realidad las dobles hélices giran hacia la derecha. El modelo válido es el reproducido en el lateral (aclarando que se trata de una representación aproximada). Se ruega no sacar insostenibles conclusiones ideológicas de este modelo científico.

El modelo válido coincide con el de estas dos escaleras que incluimos a continuación.


La escalera de Bramante de los Museos Vaticanos es la más conocida; en la actualidad sólo está abierta una de las dos hélices.













La otra escalera, que no es de doble hélice, es de un edificio de Sidney; en realidad la he puesto porque me parece muy elegante.













En la fotografía que incluimos debajo de estas líneas, del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe (Valencia), el modelo de reproducción está orientado correctamente. Pero, y termino con esta pregunta para científicos o para alumnos de la Universidad de Alicante: ¿cuál es el error que tiene este modelo?

















Solución en los comentarios.




Notas
[1] Con las numerosas excepciones que pueden citarse: hipertexto, poesía visual, holopoesía, escritura electrónica, y un largo etcétera que hemos estudiado en otra parte.
[2] Eugenio Montejo, El cuaderno de Blas Coll; Pre-Textos, 2007, p. 38.

61 comentarios:

logiciel dijo...

¡Vaya! Toda la vida creyéndome a Jonathan Culler y ahora resulta que la literatura sirve para algo...

Estimulante el post.

Saludos

Vicente Luis Mora dijo...

Gracias, Logiciel. Saludos.

Isabel dijo...

Muy interesante, señalo aquí estas frases del post que me parecen esenciales:
"el esfuerzo de completar las letras con la imaginación y nada lo hace como la literatura,
entender que una sociedad no puede hacerse sólo desde la ciencia, sino desde la conciencia: desde una lectura humanística global del grupo humano, que una lo científico y lo cultural.

Las dos cosas a la vez, no sólo una de ellas.

Hasta para engañar a las masas hace falta literatura".

Esta última es muy buena y cierta.

Y hablando de la imagen, me parece que la más dañina es la de la televísión por lo que tiene de intromisión y de atontamiento.

Muchas gracias por este post.
Un saludo.

Lucas Manlieb dijo...

Hola,

Soy estudiante de Humanidades. Hace poco me preguntaron para qué sirve esta carrera. Supongo que a estas alturas la pregunta no debería extrañarme.
Creo, por una cuestión generacional, que las Humanidades son el mejor camino para huir de la barbarie. En este sentido, comparto con algunos compañeros nostalgia por un tiempo que no he vivido (y que quizá nunca existió como yo lo imagino), cuando el interés humanista no era sinónimo de desamparo u indiferencia.

Me ha interesado mucho lo que dices sobre la relación entre lenguaje y humanismo. Supongo que este es el meollo de la cuestión. Hoy en día te encuentras con jóvenes cuya capacidad para sentir y experimentar el mundo está mermada por su incapacidad para expresarse.

Creo que algunos sentimos vértigo ante la situación que deparará a los humanistas el s. XXI. Para empezar, todo va tan rápido que uno tiene la sensación de que nunca podrá, en plabras de Ortega, estar a la "altura de los tiempos". Por otro lado, intuyo que los Humanistas tendrán cada vez más responsabilidad si se quiere ahuyentar a la barbarie. Otra cosa es que se les escuche.
Pero ¿cómo explicarles esto a los de afuera, como tu dices? Uno puede entender grosso modo para qué sirven la economía, la medicina, el derecho o la arquitectura sin un previo estudio. Contrariamente, sólo desde dentro del Humanismo podremos atisbar para qué sirve el mismo... ¿entonces, qué hacer con los otros, que son al fin y al cabo mayoría? Para saber para qué sentido tiene el conocimiento primero hay que saber qué significa conocer. Para saber para qué sirve el dinero no hace falta saber qué es el mercado...

Saludos (y siento el atropello, pero estoy en fase de examenes bolonieses y uno se contagia del caos)

Sergi Bellver dijo...

Collons, Vicente (ando rabioso por los modos fascistoides de los Mossos d'Esquadra y me salen improperios en catalán -la literatura sirve también para terminar con el fascismo, al hacer a los lectores menos domesticables-), por entradas como esta no puede dejar uno de regresar a tu Diario de lecturas. Uno a veces discrepa, otras asiente, pero se da cuenta de que siempre aprende y de que este espacio es necesario.

Vengo de leer el último número de Quimera, no sólo el Dossier sobre surrealismo (¿¡Maruja Torres bretoniana!? jajaja), sino también la muy interesante entrevista a Constantino Bértolo, con la excusa de La cena de los notables, que recomiendo encarecidamente a pesar de no estar de acuerdo en un par de cosas.

En fin, mucho acumulado hoy, voy a releer esta entrada con calma y tiempo (acabo de hacerlo en diagonal) y regreso.

Abrazos.

Vicente Luis Mora dijo...

Alguien me ha enviado esta noticia de El País, que no conocía, y que va por lugares similares a los del post:

"ARISTÓTELES ES DIRECTOR ESTRATÉGICO

Las empresas valoran la inteligencia crítica de los licenciados en Humanidades

ELISA SILIÓ - Madrid - 02/03/2009

Hoy no sólo hay que saber cosas sino saber cómo hacer las cosas y en esa tarea los licenciados en Humanidades (124.000 alumnos), siempre a la cola en índice de ocupación laboral o de reconocimiento social, tienen mucho que decir en pleno proceso de Bolonia. Más aún cuando cada vez la tecnología es más manejable y las exigencias del mercado son otras.

Hoy no sólo hay que saber cosas sino saber cómo hacer las cosas y en esa tarea los licenciados en Humanidades (124.000 alumnos), siempre a la cola en índice de ocupación laboral o de reconocimiento social, tienen mucho que decir en pleno proceso de Bolonia. Más aún cuando cada vez la tecnología es más manejable y las exigencias del mercado son otras. "Un filósofo tiene capacidad de enfrentarse a problemas muy abstractos y genéricos y eso hace falta. Tiene capacidades para plantearse problemas nuevos que desconocemos. Por ejemplo, qué hacer cuando una musulmana quiere llevar pañuelo a clase, o casos como el de Eluana Englaro y la muerte asistida", sostiene Vicente Sanfélix, catedrático de Filosofía de la Universidad de Valencia.

Decía el pensador Ortega y Gasset que una de las misiones universitarias era "crear y difundir cultura" y, sin dejar de hacerlo los gerentes de las facultades de Humanidades buscan una aplicación a sus estudios. "No se trata de aprender sólo los contenidos del título, sino competencias. Es decir, identificar un problema, buscar las fuentes de información, resolverlo, explicarlo por escrito y ser capaz de defenderlo oralmente", subraya Juan Manuel Cortés, vicerrector de Docencia y Convergencia Europea y profesor de Historia Antigua de la Universidad Pablo de Olavide.

"Aristóteles hablaba de 'la función gimnástica de la dialéctica'. Por ejemplo, traducir del latín, que es construir un rompecabezas, sirve para desarrollar facultades intelectuales. Y ello a un médico le sirve para usar mejor su inteligencia crítica", asegura Sanfélix. Por eso se valora a los filósofos como directores de estrategia, además de ocupar un lugar en los consejos éticos de los hospitales y de empresas con responsabilidad social corporativa.

"El ministerio nos dice que seamos imaginativos en los posgrados, pero también tiene que apoyarnos en sus convocatorias. Por ejemplo, que para determinados puestos de recursos humanos haya que tener doble grado: Económicas y Humanidades, que te dan un pensamiento crítico", propone Cinta Canterla, presidenta de la Sociedad Académica de Filosofía.

"Resulta más rentable un gestor cultural con una preparación humanista amplia y que aprenda en cuatro meses el mecanismo, que alguien formado sólo para eso. En Reino Unido con el título universitario ya se presuponen las capacidades", asegura Sanfélix. Hay, sin embargo, quien apuesta por grados que integran historia, arte, macroeconomía, contabilidad y organización. Como la Universidad Antonio de Nebrija de Madrid, que se ha inspirado en las School of Fine Arts para Creación e interpretación en artes escénicas y Gestión cultural.

La primera experiencia laboral de los egresados en letras suele ser traumática. El Observatorio Ocupacional de la Universidad de A Coruña publicó un informe demoledor en 2008. Los novatos encuestados reconocían sus carencias en informática e idiomas, y, sobre todo, su desconocimiento sobre cuál debería ser su papel en una compañía privada y cómo trabajar en equipo. Y los contratadores destacaban también su falta de "cultura empresarial".

Esta limitación es común a todos los grados. Curiosamente el Consejo Social de la Universidad del País Vasco (UPV) ha puesto en marcha un plan que pretende crear nuevas empresas. Éstas no van a ser ideadas por los estudiantes de Economía o ingenierías sino por los de Humanidades.

La Pablo Olavide (UPO) de Sevilla ofrece tres itinerarios curriculares: archivos y bibliotecas, patrimonio histórico y natural y enseñanza de español. Y los resultados llaman al optimismo: el 70% encuentra un trabajo en el ámbito de su carrera. "No hemos mercantilizado las Humanidades. Rotundamente no. Se trata de saber qué puede tener una aplicación práctica", continúa Cortés.

El 77% de los licenciados en Humanidades ha estado en paro tras graduase, frente al 40% de las técnicos, según la última encuesta de la Aneca (Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación). La entidad estima que tardan 5,7 años en graduarse, 11,2 meses en encontrar trabajo -cinco más que los de las técnicas-, y que el 62% completa estudios tras la titulación. Un 15% tiene contrato indefinido en su primer trabajo, con un sueldo medio de 694 euros, y el 64% se siente satisfecho con su empleo.

"Humanidades va a tener problemas de financiación privada. Es difícil que una empresa invierta en una investigación que no tiene visibilidad", predice Sanfélix. Cortés no comparte esa idea: "Hay entidades culturales y turísticas que pueden estar interesadas. Que haya riqueza del patrimonio es rentable para el sector turístico".

Los MBA se humanizan

Hace un par años, el consejo rector de IE Business School -formado por altos directivos de grandes empresas- llegó a la conclusión de que sus Master in Business Administration (MBA) debían de tener un sesgo más humanista. "En un mundo globalizado hay que conocer el pensamiento, la cultura o la historia de los mercados con los que se trabaja (Japón, China, países árabes o Brasil). Es una ventaja para negociar", cuenta Arantza de Areilza, decana de IE School of Arts and Humanities. Y decidieron que lo mejor era incluir un temario de letras puras de 45 horas. "Las Humanidades fomentan la imaginación, desarrollan la razón crítica, perfeccionan la estética y ayudan a apreciar los valores éticos". En todos los grados de la universidad de IE es una asignatura obligatoria.

Giuseppe Tringali, consejero delegado de Publiespaña y miembro del consejo rector, no sólo apoyó el proyecto sino que propuso que se organizase un curso formativo en Humanidades para sus directivos, incluido Paolo Vasile, consejero delegado de Telecinco. La calidad comunicativa de los empleados es tan pobre que grandes despachos de abogados han adoptado libros de estilo elaborados por la Fundación del Español Urgente (Fundéu). Al fin y al cabo, Humanidades."

Jesus Andres dijo...

Asistí en el teatro a una representación basada en textos de Beckett. En escena, un premio Nacional de Teatro. Fui con dos amigas. Los tres, invitados. A mi me gustó tanto como a ellas les disgustó. Una, “oooghf”, “para esto no me llames más”, la otra. Fue fantástico. Me encantó.
Lo diré de otro modo. Acto I: Una organización escogió a un grupo de expertos para elegir de entre los actores locales, los que creyese mejores, y públicamente honrarlos con premios. Acto II: Uno de estos actores participó en una representación. Acto III: El texto de la obra es reconocido como magnífico, aunque haya a quién no le guste. Acto IV: El actor, además de ser reconocido como magnífico, hizo una memorable representación, pero hubo a quién no le gustó.
Bien, entrando ya al problema. ¿Es posible un criterio para calificar cualquier elaboración artística? ¿Es posible un único criterio? ¿Es posible admitir todo como elaboración artística? ¿Es posible, admitiéndolo todo, clasificarlo de más a menos bueno, o simplificando, más alto y más bajo? ¿Es posible clasificar los opinadores? ¿Qué doctores tiene la iglesia cuando ya no hay iglesia?

+ El teatro si no es subvencionado no sobrevive.
+ Hay algunas creaciones artísticas que producen rechazo. A menudo no sólo estético, sino también ético. Y algunas veces, no se trata de una muestra de lo que epata al creador burgués, sino de concienzudos análisis que obligan al público a replantearse su escala de valores.
+ A veces la escala tiene grises, pero otras sólo admite blanco o negro.

Mi opinión es que:
1. Sí.
2. No.
3. No queda más remedio si el creador así lo decide.
4. Sí. Pero no sería una diferenciación universal.
5. Sí. Pero no sería una diferenciación universal.
6. “Doctores”. Con las comillas quiero decir que no poseen la verdad absoluta.
¿Y quién escoge a los "doctores"?
Eso es labor de cada uno, y para ello hay que crearse una opinión.

Estoy de acuerdo con Vicente que para luchar en la economía de mercado tienes que utilizar sus las mismas armas:
Lobbys, grandes sumas de dinero privado destinadas a sostener equipos de profesionales que promuevan las ventajas de un modelo de vida frente a otro, marketing que modifique las pautas de conducta desde la infancia, especialistas en ver la paja en el ojo ajeno, spin doctors, artículos en revistas, movilizaciones, reuniones, puestos de poder, generación de flujos de fondos, captación de recursos, series de televisión que promocionen la lectura, asesoría legal, marketing, blogs, etc.
Herramientas similares a las que utilizan el PNAC o Exxon.

La literatura, además de ser una fuente de placer inabarcable, puede servir para formar criterio, y esto puede servir para obtener un modelo de vida más justo. Pero es muy posible que expuesto el libro comentado junto a otro de Fukujama, se venda antes el segundo. El éxito de Bolaño en EE.UU. es para quitarse el sombrero ante su editor.

"Nulla aesthetica sine ethica. Ergo apaga y vámonos."

Gracias por estos debates.

Jesus Andres dijo...

Quise decir Fukuyama.

Anónimo dijo...

"la obcecación economicista de los estúpidos detractores de los estudios de letras"
qué bella frase

Anónimo dijo...

http://www.ua.es/fgm/divgen/genetica/izquierda.html

Más tarde entraremos en la discusión.

Anónimo dijo...

Y yo a punto de abrir una librería ¡ay, madre!

Ana dijo...

Vicente,

¡Cómo eres! Yo estoy muy atareada, llevo ya días y días entrando en el blog y recitándome cuál mantra: “sólo leer, sólo leer”. Y de repente escribes algo tan sugerente que me provoca contestar, a pesar de no tener mucho tiempo. Definitivo, ¡ya soy una adicta a tu blog!

Me ha gustado tu post, coincido en casi todo y quería hacer algunos comentarios al respecto. Estoy muy de acuerdo contigo en la importancia de las Humanidades. Tú lo verás allí en EEUU, donde un universitario puede estar estudiando ciencias y cursar dos asignaturas de humanidades. Vamos que no es incompatible que alguien quiera ser médico y curse una asignatura de cine o de literatura. Yo aquí en Madrid conozco dos Universidades (una pública y otra privada) que te ofrecen esa posibilidad como en EEUU.

Es ahora donde quiero matizar algunas cosas. Defiendes en tu comentario que la literatura estimula el uso y el desarrollo de la imaginación. Muy de acuerdo pero yo precisaría más. La imaginación no es sólo importante para ayudarte a razonar y encontrar soluciones imprevistas a los problemas como tú dices (capacidades o destrezas cognitivas). Yo he entendido lo que decías dentro del ámbito laboral. Yo añadiría que la imaginación y los “libros nos salvan del horror de la existencia” como tu dijiste hace ya unos meses. Esto último no sólo se referiría al espacio laboral sino al más íntimo y personal de cada uno. Todos atravesamos por diversos problemas y vicisitudes a lo largo de la vida y la literatura te ayuda a sobrellevarlos mejor. Y por supuesto, que esas pequeñas acciones individuales representan una ganancia colectiva para la sociedad en términos de una población con menor número de problemas mentales. Este último punto tiene que ver con las necesidades emocionales (capacidades sociales, afectivas).

Una vida emocional sólida, segura y positiva nos hace fuertes psicológicamente y resistentes a las tensiones y contrariedades. Por el contrario, una vida emocional frágil y dominada por la inseguridad nos debilita y nos deja a merced de las tensiones y contrariedades. La literatura y su hábito nos ayudan a mejorar nuestra vida emocional. Es aquí donde la literatura se utiliza en el campo de la intervención social. Por ejemplo, en el ámbito de la educación no formal (tú citabas en tu artículo el ámbito de la educación formal: educación obligatoria). Voy a poner algún ejemplo, todos los programas de Animación a la lectura que ofertan las distintas políticas de servicios sociales y de organizaciones no gubernamentales van por ese camino: las aulas hospitalarias donde se ofrece educación formal y no formal a los niños allí hospitalizados (que llevan a cabo tanto maestros como educadores sociales, animadores socioculturales que trabajen en una ong o fundación dedicada a temas de exclusión social). Las actividades de animación a la lectura que se realizan en las bibliotecas tanto públicas como por ejemplo de la Casa Encendida. En el ámbito municipal hay ayuntamientos que destinan dinero a programas de apoyo a la lectura, etc.

Y para que estos programas funcionen tienen que ser realistas. Que quiero decir con realistas, pues que si yo diseño un proyecto de Animación a la lectura lo primero que tendré que hacer al fundamentar dicho proyecto serán analizar las características socioeducativas de la población con la que voy a trabajar. Si el colectivo al que va dirigido mi intervención está formado por personas mayores de 65 años, por ejemplo, que viven en una población grande de una gran ciudad y que proceden de otras zonas de España y tienen estudios primarios pues tendré que escoger las lecturas en función de estas características. En líneas generales uno de los objetivos de un proyecto de Animación a la Lectura es inculcar el hábito de la lectura en los receptores, no que entren en el blog de VLM y se pongan a opinar sobre la literatura de Murakami (por cierto, qué interesante fue ese post), qué sería un objetivo para el que se necesitaría unos mínimos intelectuales. A veces efectos no buscados en esos proyectos es que las lecturas pueden ser un revulsivo en las vidas de esas personas. Me comentaban hace días profesionales que trabajan en programas de Animación a la lectura de un ayuntamiento de una población grande de Madrid lo revulsivo que fue por ejemplo, un taller en el que se trabajó con algunos capítulos del libro de Martín Gaite “Usos amorosos… “con mujeres mayores de 55 años. Fue revulsivo porque tendía a ser una terapia de grupo de sus respectivas vidas cuando el taller formaba parte de un proyecto de animación a la lectura. ¡Consecuencias no queridas de la acción!
Resumiendo este punto, a lo que tú comentabas yo añadiría que la literatura (como otros ámbitos de la cultura) es una excelente herramienta para desarrollar programas y proyectos de intervención social y con ello conseguir una mayor integración de los individuos en estas sociedades tan complejas en las que vivimos.

En otro de los puntos decías que la única forma de que la literatura sea conocida y difundida es a través de la educación primaria y secundaria. No estoy del todo de acuerdo, como te decía antes te basas sólo en la educación formal. Esa diferenciación que ha existido hasta ahora entre la educación formal (sistema educativo, familia) y educación no formal yo creo que funcionaba en el XIX o el XX. Pero en este siglo XXI se necesita otra forma de dirigirse a las necesidades educativas, culturales, etc. ¿Por qué planteo esta duda? Pues porque el gran Bourdieu (representante de la corriente de Sociología de la Educación, reproducción social) yo creo que está más vigente que nunca. Ya ha pasado un tiempo desde su gran libro “la reproducción social” pero el concepto que introdujo en el ámbito de la Sociología “capital cultural” está más vigente que nunca. En los últimos datos educativos que ofrece el Instituto de Evaluación del Ministerio de Educación (están en la pg web) “… en el apartado de lengua castellana y literatura, cuánto más elevado es el nivel educativo de los padres, mayor es el rendimiento medio de los alumnos” (Sistema estatal de indicadores de la educación. Prioritarios, 2006: 171). Y esto ¿por qué? Pues como decía Bourdieu el nacer en una determinada familia nos ofrece no sólo la ventaja de tener un mayor nivel económico sino más importante que eso el acceso a un capital cultural (traducido de múltiples formas desde la utilización por parte de esa familia de un vocabulario más rico y variado hasta la existencia de libros en casa). Creo que no iba desencaminado el Ministerio de Cultura o Educación (no recuerdo bien cuál) cuando hace unos años hizo una campaña de publicidad de fomento de la lectura de niños y adolescentes pero dirigida a los padres que decía algo así como “si tu lees tu hijo leerá”.

Finalmente, yo creo que el gusto por la literatura te ayuda a gestionar el aburrimiento. Me sentí tan identificada en el post de Murakami cuando la joven María relacionó su hábito lector como forma de combatir el aburrimiento. Creo que el aburrimiento es tan necesario en el campo de la literatura como en cualquier otro del arte, o de la producción intelectual en general. Una persona con hábito lector jamás estará aburrida, no se sentirá pérdida si sus cercanos (pareja, amigos, familiares) no pueden quedar con ella. Siempre tendrá como aliado un libro.

Bueno ya me despido porque esto se está haciendo eterno. Espero no cansar con un comentario tan largo.
Repito, me gustó mucho tu post pero por favor, Vicente, “no me provoques, no me provoques” que estoy muy atareada.

Saludos,

Anónimo dijo...

Manuel Barrios en un artículo de 2005 defendía así a las asignatura de Filosofía en el contexto de la educación secundaria: "Es, sin embargo, algo más que un conocimiento sistemático de materias o un conocimiento histórico de autores esenciales de nuestra cultura lo que promueven las asignaturas de Filosofía. Es algo más que un conocimiento de los elementos que componen nuestro ordenamiento social y jurídico lo que suscita la Ética. Estas disciplinas generan un reconocimiento, un aprendizaje, a un mayor nivel de autoconciencia por parte del alumno, en un momento de su formación en que ya ha adquirido las competencias básicas en áreas instrumentales, de los fundamentos teóricos en que se basan nuestras concepciones de la realidad y de las razones para pensar y obrar del modo en que hemos llegado a hacerlo en las actuales sociedades democráticas. Sin la capacidad para elaborar con criterio propio los saberes críticos del presente, éstos corren el riesgo de adquirir la condición de mitologías, esto es, de saberes ideológicos."
Saludos.
Oche

Vicente Luis Mora dijo...

Nunca, creo, me he referido a Barrios aquí, pero es uno de los autores españoles más interesantes. Saludos, Oche.

Anónimo dijo...

Y es un buen profesor además de una gran persona , lo tuve en un par de asignaturas en la facultad y lo recuerdo con mucha simpatía.

Anónimo dijo...

Por si fuera necesario decirlo así, hay versiones, apuntalamientos a las preguntas:

12 tesis sobre capitalismo cognitivo, por Andrea Fumagalli

En Salonkritk

http://salonkritik.net/08-09/2009/03/doce_tesis_sobre_el_capitalism.php#more

Y antes, en Caosmosis

http://caosmosis.acracia.net/?p=1315

un saludo.
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c.m.

blumm dijo...

Rizando el rizo: Fractal.

Suculenta entrada, yo, Licenciado en Humanidades.

Kafka nos defendía, a nosotros, los licenciados en humanidades.

Llevo dos días buscando una cita en sus diarios pero no la encuentro. Es un coraje retorcido el que tengo.

Lo siento.

Toca relectura.

Anónimo dijo...

¿Para qué sirve? muy fácil... Cuando yo era niño, había en mi casa un libro. Se titulaba El ruido y la furia y mi madre lo usaba para anular la cojera de la mesa a la hora de la comida. Gracias a la literatura no se derramaba la sopa.

Anónimo dijo...

La Universidad en tiempos de crisis

Juan José Lanz
UPV/EHU

Leo con cierta preocupación el artículo de Don Juan Carlos Rodríguez Ibarra titulado “La crisis y la Universidad”, publicado el pasado 21 de febrero en El País. El planteamiento fundamental del señor Rodríguez Ibarra es si la Universidad, en su actual situación, “tiene fórmulas que vayan más allá de la coyuntura y si está pensando en la nueva sociedad y en la formación de sus alumnos para la era digital”. “Lo que se espera de la Universidad –señala el señor Rodríguez Ibarra– es que la persona preparada académicamente no pida, sino que ofrezca. Que ofrezca su capacidad de contribuir a una economía más competitiva y productiva, que añada valor y genere empleo”. Es decir, según añade el ex¬-presidente de la Junta de Extremadura, “el universitario no puede limitarse a cambiar fuerza de trabajo manual por capacidad intelectual”.
En el fondo, lo que subyace en la reflexión del señor Rodríguez Ibarra, positiva y de enorme valor en muchas de las cuestiones que plantea, es una pregunta que se hacen muchos de nuestros ciudadanos en estos momentos: ¿cuál es la respuesta de la Universidad a esta crisis?, ¿qué soluciones propone la institución? Y más aún, y ésa es la pregunta que late en las palabras del citado articulista: ¿cuál debe ser la función de la Universidad?
Tal como plantea la Ley Orgánica de Universidades de 2001, en el artículo 1 de su “Título preliminar”, las funciones de la Universidad “al servicio de la sociedad”, más allá de realizar “el servicio público de la educación superior”, son cuatro: “a) La creación, desarrollo, transmisión y crítica de la ciencia, de la técnica y de la cultura. b) La preparación para el ejercicio de actividades profesionales que exijan la aplicación de conocimientos y métodos científicos y para la creación artística. c) El desarrollo de la ciencia y de la tecnología, así como la difusión, la valoración y la transferencia del conocimiento al servicio de la cultura, de la calidad de la vida y del desarrollo económico. d) La difusión del conocimiento y la cultura a través de la extensión universitaria a lo largo de toda la vida”. En fin, la Universidad atiende, tal como la define la LOU, a dos presupuestos básicos: 1.º) a la formación y preparación de los estudiantes para las futuras actividades profesionales que desempeñen al final de sus estudios universitarios; 2.º) a la formación de investigadores y al apoyo al desarrollo científico y técnico. La pregunta sobre la función de la Universidad debería pasar, por lo tanto, por la pregunta subsidiaria de si la Universidad actualmente cumple con las funciones que la LOU le otorgó, y, si no lo hace, cuáles son las causas de esa dejación de funciones.
Efectivamente, una de las funciones principales de la Universidad es la “preparación para el ejercicio de actividades profesionales”, pero no ha de olvidarse que entre las funciones que se definen para la institución universitaria se encuentran también “la difusión del conocimiento y la cultura”, “el desarrollo de la ciencia […] así como […] la transferencia del conocimiento al servicio de la cultura, de la calidad de la vida” y la formación de una actitud “crítica”. Sin duda, la pregunta sobre el fracaso de la función de la Universidad en cuanto al primer aspecto, que se da por sentado en buena parte de las reflexiones actuales de nuestros políticos y en una buena parte de nuestra sociedad, impulsada en muchos casos por aquéllos, debería llevar a cuestionarnos si el resto de funciones tampoco se han cumplido y cuáles son los motivos. ¿Cumple la Universidad actualmente su función de transferencia y difusión del conocimiento y la cultura? ¿Qué “conocimiento” y qué “cultura” difunde? ¿Contribuye al “desarrollo de la ciencia” puesta al servicio de la cultura y de una mayor calidad de vida? ¿Forma la Universidad verdaderas conciencias críticas? Me temo que muchos nos planteamos serias dudas ante estas cuestiones, por lo que deberíamos preguntarnos por las causas últimas que las motivan.
En primer lugar, la institución universitaria, bastante debilitada ya tras los cuarenta años de dictadura, ha sufrido en los últimos veinticinco o treinta años un progresivo y constante desarme ideológico, social, político y económico. A las primeras alegrías del nacimiento de las diversas universidades autónomas, que sirvió para contemplar un cierto florecimiento intelectual y cultural en los centros universitarios, ha seguido una decepción más o menos grande. Es evidente que, haciendo caso a esa determinación, plasmada en la LOU pero latente en la LRU, de que la Universidad debe estar “al servicio de la sociedad”, entendida ésta, como quería Aristóteles, como una comunidad civil, se ha entendido que las instituciones universitarias deberían estar al servicio de las comunidades en que se encontraban instaladas y esto, que ha provocado indudables beneficios en el desarrollo social y cultural de dichas comunidades en su especificidad, también ha causado un perjuicio casi irreparable, por un efecto sinecdóquico: el servicio a las comunidades se ha entendido muchas veces como el servicio a los poderes públicos que las representaban. Estos males no se derivan exclusivamente, por supuesto, del sistema de la autonomía universitaria (bajo la dictadura, la Universidad centralista y autocrática, fiel reflejo del régimen que la sustentaba, sólo pudo sobrevivir intelectualmente en los márgenes), sino de su empleo perverso en algunos casos. La dependencia económica de las diversas instituciones universitarias de las instituciones políticas que las gobiernan en última instancia, no cabe duda de que ha restado radicalmente independencia a la propia Universidad como institución. El control económico, lógicamente, se ha transformado en una forma de control político e ideológico, que ha hecho que vaya aumentando la tensión a medida que las diferencias aumentaban. Porque no hay que olvidar que si, y de nuevo evoco las palabras de Aristóteles, el fin último de toda comunidad es actuar “mirando a lo que les parece bueno”, parece lógico que la clase política y la universitaria no siempre coinciden en aquello que “parece bueno” para la comunidad. Los rendimientos de la clase política han de sentenciarse a más corto plazo que los de la comunidad universitaria; o, al menos, así se entendía hasta hace unos años. Lo cierto es que, si una de las principales funciones de la Universidad es la formación de una conciencia “crítica”, ésta no puede sino referirse al poder y sus formas de instauración en una comunidad; se trata de crear y fomentar una conciencia alerta, vigilante con respecto a lo que las instituciones (y la propia institución universitaria) desarrollan a fin de lograr el “bien común” de la comunidad en que se inserta, “bien” que evidentemente no puede definirse en valores absolutos, sino en términos históricos, sociales e ideológicos, y se redefine, como el saber, desde distintas posiciones. Poca labor crítica puede desarrollar una institución que depende de aquella a la que debe vigilar. El resultado, todos lo conocemos, consiste en la retirada de ayudas y el progresivo ahogamiento económico de la institución universitaria en aquellas facetas en las que el rendimiento político (bajo la máscara del rendimiento social) no resulta adecuado. La autonomía universitaria raramente ha repercutido en una verdadera autonomía económica de la Universidad, que ha dependido de la aprobación anual de los presupuestos económicos, más o menos flexibles según la ideología de los respectivos gobiernos políticos y universitarios.
Evidentemente, mucho menos puede desarrollar esa función crítica una Universidad dependiente del patrocinio de los poderes económicos, de las empresas e industrias, que les suministran un aporte dinerario a cambio de la formación de trabajadores. La “preparación para el ejercicio de actividades profesionales” es, no lo olvidemos, una de las funciones de la Universidad, pero no la única, y me atrevería a decir, que ni tan siquiera la más importante. No debe olvidarse que la Universidad debe contribuir al “desarrollo de la ciencia” y a la “difusión del conocimiento” todo ello puesto “al servicio de la sociedad” y a la consecución de una “mayor calidad de la vida” de sus ciudadanos, que la LOU vincula, erróneamente desde mi punto de vista, al “desarrollo económico”.
Para muchas de las instituciones políticas que la sufragan, y de los núcleos económicos que la sustentan, la Universidad se ha convertido en una institución “sospechosa”. Y cautamente, buena parte de nuestros poderes políticos y económicos, han transferido esa sospecha a la sociedad a la que la Universidad sirve. ¿Para qué sirve la Universidad? ¿Qué rendimientos sociales otorga? ¿Merece la pena sostener una institución con tan alto coste económico? Son preguntas que vuelven a hacerse treinta años después para responderse de modo inverso a como se hizo en el período de la Transición. Son preguntas que tratan de desviar otras cuestiones quizás más profundas que podrían derivarse hacia la inoperancia de una parte de la clase política o hacia los detentadores ocultos de un poder económico esquivo pero omnipresente.
Insisto en que la función principal del Sistema de Educación Superior (y aquí debería incluirse el Sistema Europeo) no ha de ser tanto la “preparación para el ejercicio de actividades profesionales”, sino la formación de espíritus críticos, de ciudadanos conscientes y libres capaces de construir una verdadera sociedad democrática que avance hacia la resolución de las desigualdades sociales y que profundice en la solidaridad, y que ha de hacerlo contribuyendo al desarrollo y difusión de la ciencia, la técnica y la cultura en aras de una mayor calidad de vida, que sólo puede concebirse en un mundo más igualitario y en una sociedad en constante construcción y transformación en la que esos ciudadanos son elementos indispensables. En una sociedad tan fuertemente tecnificada y capitalizada como la de nuestro entorno tal vez resulte más cómodo hablar de la formación de futuros trabajadores de nuestros universitarios, transfiriendo a la Universidad una responsabilidad (y los costes económicos que ello conlleva) que tradicionalmente desempeñaban y deberían seguir desempeñando las empresas que contratan a esos trabajadores. Como en otras facetas de nuestra economía de capitalismo avanzado, los costes empresariales se distribuyen entre el cuerpo social, mientras que los beneficios se capitalizan en unas pocas manos. Así, la acusación al sistema universitario aparece diáfana: la Universidad no cubre las necesidades que le demanda la sociedad, vistas éstas, desde una óptica netamente economicista, como la aportación de trabajadores técnicamente cualificados para lograr un mayor desarrollo cuyo beneficio recaiga básicamente en las manos de los que administran dicho desarrollo. Hace más de setenta años Ortega y Gasset se preguntaba si la formación científica y técnica debería integrarse dentro de las funciones que debería desarrollar la Universidad.
Pero lo que resulta paradójico es que quienes escenifican ese aparente divorcio entre la Universidad y la sociedad, entre la institución universitaria y los beneficios económicos que ha de traer una sociedad más tecnificada, son precisamente aquellos que han apartado espacial e intelectualmente a la Universidad de los centros de decisión del poder político y social; los que temerosos de que pudieran reproducirse las revueltas estudiantiles de hace cuarenta años, comenzaron a construir los centros universitarios lejos de los núcleos sociales, apartados e incluso incomunicados (o mal comunicados) con el ágora, con los centros de convivencia cívica. Es un rasgo más de la geografía urbana posmoderna al que nos hemos acostumbrado, pero que no deja de ser llamativo. Frente al elitismo que esa dislocación de las sedes universitarias tenía para el modelo del humanismo tradicional, esa nueva desubicación o deslocalización (por utilizar un léxico que participa del sistema que critica) de los núcleos universitarios, característica de los años setenta y ochenta, ha hecho de ellos una especie de nuevos no-lugares, como los definió Marc Augé, espacios de tránsito donde se cultiva el anonimato, lugares que no pueden definirse ni como espacio de identidad, ni como relacional, ni como histórico. Los modernos núcleos universitarios participan de esas características del no-lugar, y su esencia se define, no por su ser relacional o por su historicidad, que contribuirían a la definición de su identidad, sino por su sentido de tránsito, tal como lo quiere el sistema económico, del mismo modo que los aeropuertos o los grandes centros comerciales, en que los ciudadanos se transforman en futura masa trabajadora tecnificada, se forman como futuros trabajadores especializados y contribuyen al sostenimiento del propio sistema. Los no-lugares universitarios eximen de toda responsabilidad a sus usuarios; son lugares de tránsito que no fuerzan la conciencia crítica ni el compromiso. Las modernas universidades no forman parte ya del perfil visual de la ciudad, porque han sido cuidadosamente apartadas del perfil social de la comunidad que en esas ciudades habita; son lugares de paso para futuros productores-consumidores y, no lo olvidemos, colchones de protección social frente al fracaso del propio sistema económico, manifiesto en las crecientes cifras de desempleo. En un no-lugar así definido no cabe lógicamente ni la formación de un pensamiento “crítico”, ni el desarrollo de la ciencia, ni la difusión de la cultura, ni, por supuesto, la mejora de la calidad de vida. Porque evidentemente tampoco la Universidad, en ese estado actual, ha contribuido a la permeabilidad social deseable en una sociedad democrática, en la que supuestamente ha de valorarse no tanto la posesión del conocimiento, sino la posibilidad de transformarlo y difundirlo. En este sentido, también se muestra indiferente, desposeída de toda operatividad social, y buena parte de los centros universitarios privados que proliferaron a lo largo de los años noventa y primeros años de este siglo, han venido a certificar la negación de ese papel discriminatorio que venía ejerciendo la Universidad pública en las sociedades democráticas.
Zygmunt Bauman, el filósofo de la modernidad líquida, recordaba una idea de Claus Offe donde apuntaba que las sociedades complejas “se han vuelto tan rígidas que el mero intento de renovar o pensar normativamente su orden […] está virtualmente obturado en función de su futilidad práctica y, por lo tanto, de su inutilidad esencial”. Efectivamente, el mero hecho de pensar desde un espacio teórico el papel de la Universidad en una sociedad altamente tecnificada es rechazado por su “inutilidad esencial”, y sin embargo dicho pensamiento supone una profunda crítica contra la practicidad de dicha sociedad tecnificada. Se pregunta ahora una y otra vez, qué respuesta da la Universidad ante la crisis del sistema social y económico que estamos viviendo, cuál es el papel de la Universidad en tiempos de crisis como los que nos toca vivir (sin tener en cuenta que la crisis, concebida como cambio continuo, es el estado en que se desarrolla nuestra existencia). La Universidad lleva enunciando su respuesta de modo machacón desde hace por lo menos medio siglo, si no mucho más, pero la sociedad tecnocrática del capitalismo avanzado ha preferido borrar los espacios teóricos desde donde esa respuesta se enunciaba, por su “futilidad práctica”, mediante un progresivo desarme ideológico (la Universidad está habitada por utopistas que muerden la mano que los alimenta), un desarme social (no cumple el papel social para la que se formó) y económico (sus enseñanzas no son rentables económicamente). Frente al rodillo de los beneficios económicos a corto plazo, en un sistema que está demostrando a las claras que resulta insolvente para manejarse con el mundo contemporáneo, para construir un mundo más justo y solidario, la Universidad lleva años clamando en el desierto con un pensamiento crítico, con un constante “no, no era esto”, que reivindica el lugar y la importancia de los espacios teóricos, de los espacios de reflexión teórica, frente a la supuesta practicidad de un mundo altamente tecnificado, que no trata de formar ciudadanos sino de instruir a trabajadores alienados, productores-consumidores con una conciencia acrítica, que inmolar, como en Metrópolis, la película de Fritz Lang, al gran dios Moloch, al gran dios de la productividad y el consumo, que sustenta su propio sistema. A la Universidad se la ha recluido tácticamente al margen de la sociedad, y se la ha acusado del escaso rendimiento social de los saberes que impartía. Quizás haya llegado ya la hora de demostrar el verdadero rendimiento social de ese conocimiento, que el valor del espacio teórico que construye la Universidad consiste en intentar no participar directamente de la dinámica mercantilista que sustenta una sociedad tecnocrática basada en el beneficio económico cortoplacista, que olvida la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos, los valores de solidaridad e igualdad en que ha de construirse una verdadera sociedad democrática; definir el saber desde perspectivas que no se pliegan a esos valores económicos, sino que invocan otros: los de la posesión democrática del saber y de la cultura; los del derecho a participar en las redes de desarrollo, transformación y transferencia del conocimiento; los del derecho democrático a definir el saber desde otros lugares. Marcel Gauchet se quejaba hace unas semanas de la vacuidad de una reforma universitaria, como la emprendida en Francia por Sarkozy, que no atiende a las verdaderas cuestiones de fondo. Quizás sea hora, como planteaba Gauchet en sus palabras, de cuestionar la redefinición del saber que se lleva a cabo desde el neo-liberalismo. El saber no debería definirse en términos de desarrollo y beneficio económico, de productividad social medida en términos dinerarios, puesto que ya hemos visto el fracaso del sistema que sustenta dicha definición del saber; el saber debería definirse en términos de construcción de una sociedad verdaderamente democrática, donde la productividad económica no sea un valor absoluto, sino un elemento más para la integración social. El saber no debería entonces vincularse a la generación de empleo y a la productividad económica, sino al reparto más equitativo de la riqueza, a la racionalización de los medios de producción en un sistema de desarrollo sostenible y ecológico, al reparto del ocio, a la responsabilización colectiva en la construcción de un modelo social equilibrado y no al reparto de sus despojos y a la culpabilización colectiva de un desastre cuyos responsables exportan el modelo de explotación a otros lugares, más allá del brazo de la justicia. No deberíamos plantearnos si la Universidad está pensando en la nueva sociedad, sino el modo en que contribuye a construirla y transformarla, no sólo con la formación técnica y científica de sus alumnos, sino con la generación de ideas, de espacios teóricos resistentes, de un pensamiento crítico. Las ideas de Marx o de Adam Smith han contribuido a transformar nuestro mundo tanto como los descubrimientos de Marie Curie o Albert Einstein.
Hace más de sesenta años, se quejaba Pedro Salinas, en el contexto de la II Guerra Mundial, del estado de desdén y menosprecio hacia los fines de conservación, transmisión y creación del saber que caracterizan a la institución universitaria, que se había instaurado en la sociedad de la época, para llegar, según indicaba, “a una perversión de conceptos, que yo llamaría satánica”. Y concluía señalando: “Porque se ha introducido en la Universidad el principio de destrucción de la misma: la indiferencia o la falta de respeto al saber puro y a la cultura desinteresada”. Esa indiferencia y esa falta de respeto siguen siendo hoy en día los elementos que marcan el principio de destrucción de la institución universitaria.

Anónimo dijo...

Otras razones para defender el desarrollo militar

Todas las razones apuntadas por Compagnon para justificar la industria armamentística acaban volviendo, fatalmente, al territorio de las tecnología militar. Eso no es malo, por supuesto, pero genera el problema de ser comprendido por los de fuera, por los bárbaros. Frente a los cerriles pacifistas que consideran que la industria armamentística no tiene sentido en el mundo actual, y teniendo en cuenta que ellos no creen en las evidentes bondades apuntadas, habría que hablarles en su lenguaje, en términos que puedan entender, ya que el abandono de reflexión sobre los argumentos a favor de las armas les ha vuelto imbéciles (o, en realidad, no les ha permitido dejar de ser bebés de chupete). Por eso planteo estos argumentos, en los que late cierto economicismo, no lo niego, pero creánme que he tratado con ellos y razones este tipo de son las únicas que escuchan. Alabo el espíritu utópico de quienes creen que no se deben mezclar razones prácticas en la defensa de las naciones, pero me parece que no conocen bien a quienes tienen delante. Se sorprenderían de lo que esta gente piensa de ideas como “paz”, “identidad nacional”, “beligerancia transfronteriza”, y conceptos similares. Por lo tanto, y con los pies muy en el suelo, otras posibles razones, infinitamente menos importantes que las alegadas pero tan o más necesarias por la obcecación economicista de los estúpidos detractores de la carrera armamentística, podrían ser:

1. La industria armamentística estimula el uso y el desarrollo de la imaginación, de manera mucha más efectiva que cualquier otro tipo de ingeniería, donde la imaginación se mutila al estar todos los recursos de la ciencia puestos en escena a favor de la paz, salvo escasos supuestos de diseño, cada vez menos utilizados por los ingenieros actuales. En cambio, la ingeniería armamentística sólo presenta fácticamente esos recursos -debido al caracter de urgencia de ciertos conflictos-, teniendo que hacer el usuario el esfuerzo de los efectos con su imaginación, para visualizarlas en su mente. Las armas son mucho más complejas que los puentes(con muy pocas excepciones), precisamente por operar sobre abstracciones racionales e ideales de bella factura. Por esa razón, el territorio de lo imaginable en dicha industria es muy superior al existente en otras industrias civiles. Y la imaginación tiene un poder pragmático incuestionable: permite los razonamientos individuales (o brainstorming colectivos) apropiados para hallar soluciones imprevistas a los problemas políticos, alienta a los redactores de telenoticias, ayuda al pensamiento lateral de los gestores y directivos, está detrás de las ocurrencias de los auténticos estadistas y es lo único que permite crear, casi de la nada, patentes industriales. Los grandes estadistas, de Marco Aurelio a John Fitzgerald Kennedy, eran grandes conocedores y benefactores de la industria armamentística; también los grandes científicos que ayudaron a construir el conocimiento tal y como hoy lo entendemos, desde Newton a Einstein o Niels Bohr (Atomic Theory and the Human Knowledge, 1958), leyeron y escribieron libros, que desarrollaron su creatividad y contribuyeron a dar sentido a lo que estaban haciendo. La conclusión es que cualquier cosa que estimule la imaginación, y nada lo hace como la ingeniería militar, es buena para el desarrollo de la sociedad.

2. Para entender el mundo actual, algo que deben hacer quienes quieren insertarse laboral o profesionalmente en él, las armas son necesarias porque son las que dotan al cerebro de la complejidad intelectiva necesaria no sólo para entender el funcionamiento de las cosas (algo que hacen también los sistemas científicos y políticos), sino para darles un sentido, un alcance humanista: saber no sólo cuándo las cosas son lógicas, sino además cuándo son justas, adecuadas a su fines o proporcionales. Hay que hacer hincapié en que el Derecho Militar, aunque sea parcialmente una ciencia no exacta, es también una rama de las humanidades, es una carrera “de Letras”.[...]
No niego que las matemáticas complejas puedan darnos datos importantes sobre el movimiento de una muchedumbre, pero entender una sociedad no puede hacerse sólo desde la ciencia, sino desde la conciencia: desde una lectura militar global del grupo humano, que una lo científico y lo cultural. Las dos cosas a la vez, no sólo una de ellas. Sobre los grupos humanos y sobre las personas que lo forman, nada dice tanto como el desarrollo militar de un país, de la que han tomado infinitos ejemplos los sistemas psicológicos, incluido el psicoanálisis de Freud.

3. Las armas son uno de los bienes económicos de mayor crecimiento en Europa durante los últimos años; algunos estudios hablan de que el mercado armamentístico produce hasta un 13% del PIB de algunos países. En el caso de España, la industria militar (que, mientras nadie me demuestre lo contrario, requiere de Facultades de Ingeniería para formar a ingenieros y diseñadores), es un valor económico en alza en nuestro país y en todo el mundo. Aquilatar ese rico patrimonio multisecular sólo puede hacerse si hay lugares donde la enseñanza del idioma pueda hacerse a conciencia, a partir de sus resultados culturales, entre los cuales tiene la literatura un papel único, por ser el mejor modelo de uso del idioma. Esos lugares son las Facultades de Ingeniería y los Cuarteles.

4. El sistema militar español produce o genera, directa u oblicuamente, miles de millones de euros a la economía española todos los años, por no hablar de un número enorme de puestos de trabajo, directos o derivados (fábricas de explosivos, industrias del metal, empresas de logística y distribución internacional). La existencia de ingenieros industriales es absolutamente necesaria para esta industria, bien porque diseñan las armas (muchos políticos y militares son ingenieros, por afinidad profesional, y también son ingenieros los redactores de manuales de arte marcial, por ejemplo), bien porque desempeñan el diseñador de pruebas, bien porque realizan los informes de balística o porque proponen, gracias a su pericia técnica económicamente valuable, los estándares militares que deben utilizarse. Sin ellos el sistema militar está condenado a la mediocridad y, de producirse ésta, a su rápida extinción.

5. Los escritores de discursos, a sueldo de políticos europeos refractarios a las humanidades que hacen caso a tecnócratas memoboloñeses, necesitan comprender que si "vis pacem, para bellum", para que los discursos que preparan a esos políticos sean convincentes y persuasivos, según las leyes ya expuestas por un tal Aristóteles (un personaje de los Simpson) en su Retórica (capítulo de la segunda temporada). Hasta para engañar a las masas hace falta literatura.

6. La única forma de que el uso lógico de las armas sea conocida y difundida, para mantener cubiertas las necesidades anteriores, es que haya en las educaciones primaria y secundaria un grupo amplio de profesores que transmitan ese importante conocimiento a los niños. Y para que esto sea posible se requieren Escuelas Militares que formen a estos profesores (a ser posible, abierta, amplia y rigurosamente). Así que dejen de hacer el ganso antes de que todos volvamos al mono por la vía rápida.

Anónimo dijo...

La cultura como los demás, o no se sabe. En El País:

http://www.elpais.com/articulo/opinion/cultura/sector/elpepucul/20090323elpepiopi_11/Tes

TRIBUNA: JAIME OTERO ROTH
¿Es la cultura un sector como los demás?
La recesión económica está afectando de manera profunda al mecenazgo y a las donaciones privadas. Tanto los poderes públicos como los artistas tendrán que hacer ajustes y afrontar las nuevas circunstancias
JAIME OTERO ROTH 23/03/2009

La recesión afecta también al sector de la cultura. Mientras que la demanda de bienes y servicios culturales registra descensos en la mayoría de los países industrializados, la pérdida de valor de los activos financieros afecta al mecenazgo y las donaciones privadas al tercer sector. Museos, teatros y festivales cancelan producciones y ajustan plantillas. El Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles ha estado a punto de cerrar o fusionarse con otro museo. El Rose Art Museum quizá tenga que vender su colección para salvar las cuentas de la Universidad de Brandeis (Nueva Inglaterra). En diciembre, la Ópera de Baltimore se declaró en bancarrota.
Los grupos de presión se han movilizado. Durante el paso por las Cámaras del primer paquete de medidas de estímulo del presidente Obama, pidieron un significativo apoyo a las artes. Una campaña reunió firmas para asignar el 1% de los fondos a la cultura (lo que hubiera supuesto una cantidad de 7.870 millones de dólares) alegando los efectos positivos de los programas WPA (Works Progress Administration) del presidente Roosevelt en la década de 1930, que incluyeron también ayudas para artistas. Otra iniciativa promueve la creación de un departamento federal de Cultura de rango ministerial.
Finalmente, las asignaciones tuvieron que sufrir recortes para recibir el necesario apoyo parlamentario. El National Endowment for the Arts (agencia creada por el presidente Johnson en 1965) recibirá 50 millones de dólares adicionales, lo que aumenta su presupuesto en más de un tercio, pero la Smithsonian Institution sólo dispondrá de 25 millones de dólares, lejos de los 150 inicialmente propuestos. Al aprobarse, de vuelta en la Cámara de Representantes, la Ley de Recuperación y Reinversión, el congresista demócrata David Obey ha recordado que 5,7 millones de personas trabajan en la industria de la cultura y que sufren un desempleo del 15%.
Tampoco hay, por el momento, incentivos suplementarios al patrocinio privado, aunque ya es evidente que la crisis está afectando negativamente a la filantropía. Los senadores Grassley (republicano) y Bingaman (demócrata) intentaron sin éxito introducir medidas para ayudar a fundaciones acreedoras de administraciones públicas que se retrasan en sus pagos o para mejorar la fiscalidad de donaciones corporativas y organizaciones sin ánimo de lucro. Algunos advierten que si se congelan o reducen los salarios de los altos ejecutivos, una de las mayores fuentes de donaciones individuales probablemente se resentirá. Aunque en las encuestas la mayoría de los donantes asegure que la fiscalidad no influye en sus decisiones, está por ver si la crisis les impulsarán a mantener o aumentar sus aportaciones.
Otra cuestión es el destino de esas donaciones. Los expertos en marketing aseguran que el atractivo del patrocinio en deporte y cultura orientado al negocio seguirá siendo alto para las empresas, pero cuando aumentan las necesidades básicas el gasto en cultura puede parecer superfluo. En 2007 crecieron en EE UU las donaciones destinadas al medio ambiente, ciencia y tecnología y acción social mientras que se redujeron ligeramente las donaciones en cultura y asuntos internacionales; educación y salud siguieron siendo su principal destino. Esta tendencia concuerda con experiencias como las de Caja Navarra, en España, que al someter el empleo de su obra social a la opinión de sus clientes ha comprobado que crecen las preferencias hacia la salud, el medio ambiente o las discapacidades y bajan las de cultura, ocio o deporte.
Doble crisis, por tanto, para las artes: la misma que afecta a todos, y la derivada de la percepción de la cultura como una prioridad secundaria tras otras necesidades más urgentes. Los defensores de las ayudas federales a la cultura argumentan que las artes contribuyen a la economía generando renta y empleo (no sólo de artistas, sino también de electricistas o carpinteros) y adicionalmente a través del fomento del turismo. Docenas de estudios sobre el impacto de las inversiones en cultura en distintas comunidades (ciudades, condados, Estados) respaldan este argumento. Lo mismo puede decirse del sector exterior: la atracción del turismo internacional depende en buena medida de la efervescencia cultural de las grandes capitales, y la reputación artística de un país impregna sus productos de exportación. Las propias exportaciones culturales representan una fuente de ingresos nada desdeñable, como prueba la posición de Hollywood en la balanza externa de EE UU.
Entonces, ¿es el sector de la cultura un sector especial que merece recibir ayudas o estímulos públicos? Quizá no tanto en lo segundo (al fin y al cabo, Hollywood siguió generando enormes beneficios en 2008), pero en lo primero parece todo el mundo, quién más y quién menos, estar de acuerdo. En The Wall Street Journal, el crítico Greg Sandow reclama mejores argumentos para el arte, que tendrán que venir "del propio arte, de los beneficios que aporta el arte, en un mundo en el que la cultura popular -que se ha vuelto inteligente y seria- también contribuye a dar profundidad y sentido a nuestras vidas". Michael Kaiser, presidente del John F. Kennedy Center for the Performing Arts, advierte en The New York Times que esta "tormenta perfecta" ya ha debilitado "el ecosistema artístico nacional" y que "estamos perdiendo la inspiración que necesitamos más que nunca. Cuando intentamos reconstruir la imagen de EE UU en el mundo, estamos perdiendo nuestros embajadores de buena voluntad más eficaces".
Para los más optimistas, esta crisis debe interpretarse como una ocasión para la innovación y las reformas estructurales. Como en EE UU, es probable que en España el paisaje haya cambiado después de la batalla de la recuperación económica, pero las condiciones que hacen a las artes necesarias en una sociedad democrática y aconsejan que el Gobierno tenga un papel en la cultura se mantendrán. Junto con la educación y la investigación, las artes se han revelado como uno de los componentes de una economía basada en el conocimiento y la creatividad: la economía a la que nos encaminamos o deberíamos encaminarnos. No deben olvidarse los activos intangibles que proporciona el sector cultural en términos de imagen exterior. Después de dos décadas de internacionalización con éxito de muchas empresas españolas de distintos sectores, empieza a anunciarse la salida al exterior de lo que podrían ser otros motores del desarrollo económico en el futuro: la música, el cine, el libro, las artes plásticas, el diseño, la arquitectura, los servicios educativos, los medios de comunicación. Algunas de estas industrias atraviesan un momento crítico de adaptación a las nuevas tecnologías, caracterizado por la capacidad sin límites de Internet y por la falta de una regulación internacional en materia de propiedad intelectual.
Tanto los poderes públicos como el sector cultural tendrán que realizar ajustes para hacer frente a las circunstancias. El Gobierno deberá tener en consideración el papel social de la cultura y su potencial económico e incluirla en sus esfuerzos por la innovación. Será conveniente proporcionar a las empresas culturales, en su mayoría pequeñas o medianas, posibilidades de incubación y respaldo en su salida al exterior, y propiciar que crezcan en tamaño. Reforzar la educación artística es crucial a medio plazo para establecer las condiciones adecuadas para la creación. Mejorar la fiscalidad de las fundaciones y el mecenazgo ensancharía los cauces a la participación privada en la financiación de la cultura. El entorno normativo debe procurar que sean sostenibles las organizaciones culturales que demuestren su utilidad social. Las buenas prácticas culturales, ya introducidas por algunas administraciones públicas españolas, han probado en otros países su pertinencia como una garantía más -nunca perfecta- de la neutralidad del gestor de los fondos públicos y de la autonomía del creador. Por su parte, los artistas y las organizaciones culturales tendrán que aplicarse en mejorar su transparencia, calidad y eficacia, y en adaptar su oferta al mercado global.
¿Merece el sector de la cultura una protección especial? Argumentos hay a favor y en contra. Lo que parece cierto es que, ni por su peso económico ni por su valor simbólico, debiera ser (negativamente) discriminado.
Jaime Otero Roth es investigador principal del área de Lengua y Cultura del Real Instituto Elcano.

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c.m.

Anónimo dijo...

Otra pregunta:

Tarkovski lo resume bien: «¿Por qué no importa a donde llega (el innominado (no) protagonista de Stalker)? Porque el camino es infinito. Y el viaje no tiene fin».

Extraído de La materia espiritual, por José Manuel Costa. ABCD

Andrei Tarkovski. La imagen total.Pilar Carrera.Fondo de Cultura Económica. México, 2008,102 páginas, 6,80 EUROS

http://www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=11692&num=895&sec=35
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c.m.

Clipman dijo...

c.m. Gracias por la referencia. El libro parece interesante.

Como el artículo del señor Vicente se expande en varias vertientes, yo voy a centrarme un poco en el tema universitario.

Parece ser que el famoso Plan Bolonia ya está aplicado en Alemania desde hace tiempo. Desde el 2005, si no me equivoco. Lo mismo en Italia y un par de países más.

En Italia han empezado con ciertos "recortes" y pondrán en práctica la diabólica idea que quieren implantar en España.

Yo estudio Traducción, que es algo así como la hermana menor de la Filología y que, en teoría, es "más útil". Voy recogiendo estereotipos, así que vaya por delante que yo no coincido con esos pareceres.

El caso es que yo estoy en una facultad donde se estudia ruso, polaco y árabe, además de las tan manidas lenguas inglesa alemana y francesa de toda la vida.

Ahora hacen un grado de ***** y quitan las lenguas "raras" porque no vale la pena costearse tantos gastos para pocos estudiantes.

Ojo, y en Italia tienen finlandés, chino, etc. En Alemania hay grados y posgrados de iranología, estudios árabes, etc.

Otro día les puedo contar, si quieren, otra cosa distinta que se desprende del post. Hay países donde se lee poco, otros donde se lee "algo" y otros en los que se lee bastante. No podré aportar algo más allá de la experiencia personal(sea porque he estado en esos países o bien porque conozco gente de allí), pero es algo muy curioso.

Saludos

La independiente dijo...

Estimado Vicente,
¿A usted no le escama tanta unanimidad sobre las bondades de la literatura?

A veces pienso que soy un paranoico, pero la experiencia me ha enseñado que cuando todo el mundo está de acuerdo en algo es que o bien no lo han meditado en profundidad o bien es algo con una cara oculta por mostrar. :-)

(disculpe la boutade, era solo por crear polémica).

Un saludo cordial,
X

Vicente Luis Mora dijo...

Ahora que lo dices, Xavie, acabo de darme cuenta de que la salud y la paz son también, como la literatura, herramientas del Maligno para tenernos a todos distraídos. Saludos.

logiciel dijo...

Bueno, Xavie, piensa que se trata de una lección inaugural de una cátedra de literatura... ¿qué quieres que digan? ¿dejaros de tonterías y estudiad ingenería si no os queréis morir de hambre?

saludos

logiciel dijo...

ingeniería, digo.

Anónimo dijo...

Hola, siendo esto un "Diario de lecturas", y continuando con la sospecha, lógico es pensar que "cuando todo el mundo está de acuerdo en algo es que o bien no lo han meditado en profundidad o bien es algo con una cara oculta por mostrar." ¿Será que les gusta de todo?: estar sanos, sin zurrarse, y encima, ¡leyendo! Qué escandalo, he descubierto que en este local se juega...

:-)
--
c.m.

Vicente Luis Mora dijo...

No sólo se juega, Carlos, sino que además se apuesta!! ;)

Anónimo dijo...

Para defender la utilidad de la literatura desde una perspectiva económica, menciona usted, concretamente en el punto 4, el "número enorme de puestos de trabajo, directos o derivados (imprentas, industrias papeleras, empresas de logística y distribución)". ¿Por qué siempre nos olvidamos de los traductores? Sí, de acuerdo, no se trataba de una enumeración exhaustiva; seguramente, usted fue mencionando posibles puestos de trabajo tal como se le iban ocurriendo. Pero precisamente por eso es interesante (y significativo) que no figuren, entre otros, los traductores.
Por cierto, sería interesante saber cuánto dinero generan las obras traducidas en el sistema literario español. A ver si resulta que los traductores son los que más dinero generan.
Saludos

Vicente Luis Mora dijo...

Caramba, estaba completamente seguro de haber incluido a los traductores en ese número 4, me acuerdo perfectamente de haber querido meterlos. Mis disculpas porque es cierto que afectan de modo importante al proceso. Saludos.

Juan Carlos Márquez dijo...

Lo de la salud y la paz no está tan claro, ahí tenéis a Benedicto, que pide la paz mundial y se caga en la salud del prójimo.

Juan Carlos Márquez dijo...

Los traductores son muy importantes, sí, pero tampoco deberían quedarse fuera esas señoras, por lo general maduras, que después de ir a la peluquería, con su cardado en todo lo alto, van en pandilla a las presentaciones de libros que no piensan leer y dejan temblando los canapés. :)

azarfram dijo...

¿Por qué es importante leer? ¿Para qué es útil la literatura?

Desde un punto de vista lejano y frío, una respuesta posible sería que por lo mismo y para lo mismo que el amor. Una persona (lo dice la psicología) puede vivir su vida sin ser amado, el amor no es necesario en sentido estricto.

Ahora bien, amar y sentirse amado puede engrandecer el bienestar de la conciencia del individuo (emocionalmente, afectivamente, intelectualmente) y hacerlo más eficaz como persona.

Del mismo modo, la literatura, para los que leen, produce una dilatación de la conciencia y el pensamiento que convierten a ese individuo en una persona más eficaz. (Ojo, los nazis leían lo suyo, y eran eficaces a su manera).

La literatura es pues necesaria para quien la necesite, valga la perogrullada. Mientras exista esta raza, la literatura existirá. Si esta raza se extingue, pues seguirá el camino de los dinosaurios.

Ahora más que nunca, hemos entrado en una etapa denominable como "Resistencia". La sociedad se inclina por la mediocridad cultural, y en su evolución hacia la hybris, apuesta claramente por aplanar las humanidades, y convertir a la universidad en una fábrica de técnicos expertos en el beneficio y la crematística. Tampoco es que en los últimos tiempos fuera una fuente de librepensadores -lo escribo por experiencia-, y sí mayormente una "fábrica de licenciados".

Quizás nos espere un mundo bradburyano al estilo Farenheit, un mundo monopolizado por la cultura del audiovisual. No es lo deseable para quienes amamos el silencioso texto de los libros, pero la historia del mundo es una historia de apariciones y extinciones.

PD: y a ver si sueltas ya la solución sobre el modelo de reproducción del Museo de las Ciencias, Vicente, que yo soy de humanidades.

Vicente Luis Mora dijo...

¿Que tú eres de letras? ¿Y yo no? La respuesta es que, según los genetistas de la Universidad de Alicante, las bases nitrogenadas (generalmente representadas en azul) han de ser perpendiculares al eje de la molécula. Como en el modelo que he reproducido en el post. Saludos, Fram.

Anónimo dijo...

Yo tengo 29 años, soy licenciado en Historia, lo cual a efectos del plan Bolonia y del mercado laboral puede ser similar a la situación de un filólogo o un licenciado en Humanidades (¿un humanista?). Por trabajar, trabajo precariamente en una cadena de librerías, tan precaria como temporalmente. Bien, no soltaba ésto por si ésta era la ventanilla del Inem, sino porque a cierta edad uno ya buscaba salidas laborales estables que ya tocan tras pasarte la vida estudiando. No conozco el Plan Bolonia a fondo, entiendo gravísimo que se recorten titulaciones o ramas de las mismas por puro pragmatismo económico, pero, por otro lado, también creo (repito, con un conocimiento parcial del Plan) que puede ser una buena oportunidad para las Humanidades. Me explico, y vuelvo otra vez a lo personal. Cuando uno procede de las clases medias bajas obtener con bastante esfuerzo un título universitario llena de orgullo a tus padres, pero es, y lo es desde hace años, no es nuevo, francamente insuficiente en el mundo laboral. Ahora, a la vejez viruela y con el panorama laboral cerrado (y vivo en la cuarta o quinta ciudad de España) para un historiador, veo la posibilidad de volver a formarme. Y aquí vuelvo al Plan Bolonia. Si miro la oferta de Doctorados de la universidad en la que estudié, a mí personalmente no me interesa. Me encantaría, en algunos casos, poder por simple placer acercarme a esos temas, profundizar... pero laboralmente, y por muy triste que me sea decirlo la imagen que me dan es la de un anquilosamiento anterior a las glaciaciones. Sin embargo, observo Masters y otro tipo de formaciones de más corta duración, con un perfil interdisciplinar, una mentalidad más abierta y un carácter mas enfocado a lo laboral y lo social, y eso mismo, desde el punto de vista de las Humanidades, sinceramente, sí me parece positivo. No desdeño, ni mucho menos, el carácter de los Doctorados ni de la profundización en los conocimientos a traves de ellos, pero creo que también puede ser el momento de que las Humanidades se abran, y quizá con más razón en el contexto globalizador actual. Tan útil puede ser un profesor universitario o de enseñanza media como un gestor cultural.

Vicente Luis Mora dijo...

Como gestor cultural, coincido contigo, claro. La cuestión es que por qué un modelo más flexible -ahí podemos concordar- ha de hacerse a costa del otro, mediante sustitución y no como complemento. Porque eso es lo que parece. No soy un experto en el plan Bolonia, pero por artículos de todo tipo que he leído veo que vamos (ahí también, ahí también) hacia el modelo economicista, dirigido al rendimiento del bolsillo, y sólo en último caso al rendimiento neuronal, cuando no sea incompatible con lo primero. Se quiere implantar un modelo no muy lejano al estadounidense en un país (España) donde los sueldos no tienen nada que ver con los norteamericanos, donde no hay una cultura de créditos flexibles a los jóvenes, y donde no hay un cerro de cosas que hacen posible un sistema universitario economizado. Aquí en EEUU la universidad es prohibitiva, pero hay multitud de becas y apoyos para afrontarla, si se es un estudiante ejemplar. Si no lo eres, puedes estudiar, pidiendo un crédito al banco que te ahorcará de por vida, pero que te permitirá tener a los 21 años tu carrera, tu propia casa y tu propio coche: a ver cuántos jóvenes españoles de 21 tienen esas tres cosas. Esos créditos se devuelven trabajando, de modo que los jóvenes son responsables de su propia vida, de su carrera y de sus apuestas personales. Este sistema no me parece malo (no han sido precisamente estos créditos ni las hipotecas a jóvenes los que han provocado la crisis aquí; más bien, son los que ahora más la están sufriendo). El europeo tampoco me parece mal. La cuestión es: ¿no deberíamos aplicar la doctrina Monroe y dejar América para los americanos? O, dicho en otras palabras, ¿no deberíamos plantear un sistema economizado sólo cuando el sistema económico lo permita y no antes? ¿no deberíamos plantear cualquier sistema como complementario y no como sustitutivo? ¿no deberíamos pensar, durante bastante años, lo que queremos implantar? ¿no deberían hacerse experiencias piloto en diversas universidades europeas antes de hacer cambios generales de este tipo? En fin, muchas preguntas. Me parece bien que se cuide el paso del aula al trabajo. Pero la universidad era más cosas, así fue durante muchos siglos, que una variante del INEM. Saludos.

logiciel dijo...

Creo que también hay que reconocer que la planificación universitaria que se ha llevado a cabo aquí (como mínimo en Cataluña, que es lo que yo conozco)ha sido nefasta. Se han creado nuevas facultades como churros sin ningún tipo de previsión, sin tener en cuenta si se iba a producir un exceso de licenciados, sobretodo en carreras humanísticas - Traducción e Interpretación sería un buen ejemplo - que la sociedad no sería capaz de absorber.

No creo que Bolonia vaya a arreglar nada, más bien al contrario, pero en términos pragmáticos la universidad española necesita un tipo de atención diferente al que se le ha prestado hasta ahora, y urgente, además.

Anónimo dijo...

Unas notas a algunos comentarios:

Lucas Manlieb escribe: "Creo, por una cuestión generacional, que las Humanidades son el mejor camino para huir de la barbarie. En este sentido, comparto con algunos compañeros nostalgia por un tiempo que no he vivido (y que quizá nunca existió como yo lo imagino), cuando el interés humanista no era sinónimo de desamparo u indiferencia."

¿En base a qué la literatura salva de la barbarie? Y sobre todo: ¿qué literatura y de qué barbarie? Como han mencionado más abajo, incluso los nazis eran leídos; no hay que llegar tan lejos, cualquier gestor cultural o político del mundo occidental(-izado) se le suponen ciertos conocimientos y ello no le impide, por ejemplo, mandar tropas a la guerra, prohibir la publicación de una revista (caso de El Jueves o periódicos con caricaturas), etcétera. La literatura no salva de nada por sí sola, salvo que el libro se llame la Biblia, el Corán o quién se ha llevado mi queso. Por otro lado: ¿en qué parte de la historia hubo un momento más dulce para la creación que el de ahora? Es cansado escuchar la cantinela de "cualquier tiempo pasado fue mejor". Hoy hay subvenciones a la creación, acceso a la universidad, residencias para artistas, publicaciones financiadas por ayuntamientos, etcétera. Se puede achacar que el artista hoy sea un burócrata o un funcionario, pero no un desarrapado que no disponga de herramientas para la creación ni de que la sociedad, esa señora abstracta omniscente y omnipotente y cargadora de todas las culpas, se olvide de ellos.

Jesús Andrés
"El teatro si no es subvencionado no sobrevive.
Hay algunas creaciones artísticas que producen rechazo. A menudo no sólo estético, sino también ético. Y algunas veces, no se trata de una muestra de lo que epata al creador burgués, sino de concienzudos análisis que obligan al público a replantearse su escala de valores."
Por favor, dejémonos de una vez por todas de esas concepciones sesentayochistas del artista burgués o contraburgués. Si hay característico del poder es su capacidad para absorberlo todo. El sesentayocho está muerto. El proletario está muerto. Tres ejemplos de teatro subversivo: Angelica Lidell, Juan Mayorga y Rodrigo García. La primera, enfant terrible de los escenarios españoles se llevó el año pasado el premio Valle Inclán, otorgado por El Cultural. El segundo se lo llevó este año. Al poder le interesa la democratización de lo subversivo, precisamente para anularlo.


Ana
"Tú lo verás allí en EEUU, donde un universitario puede estar estudiando ciencias y cursar dos asignaturas de humanidades. Vamos que no es incompatible que alguien quiera ser médico y curse una asignatura de cine o de literatura. Yo aquí en Madrid conozco dos Universidades (una pública y otra privada) que te ofrecen esa posibilidad como en EEUU."
Esto no es un invento americano y me extraña que se dé en solo dos universidades. En el sistema universitario español existe una parcela de créditos llamados "de libre configuración" en los que un estudiante de cualquier ingeniería puede estudiar literatura, lenguas foráneas, y esos créditos cumplimentan el currículo de la titulación. No sólo eso, el acceso a recursos bibliográficos y audiovisuales, por ejemplo, en la complutense, es libre para cualquier alumno.

Fram
La sociedad se inclina por la mediocridad cultural, y en su evolución hacia la hybris, apuesta claramente por aplanar las humanidades, y convertir a la universidad en una fábrica de técnicos expertos en el beneficio y la crematística. Tampoco es que en los últimos tiempos fuera una fuente de librepensadores -lo escribo por experiencia-, y sí mayormente una "fábrica de licenciados".
Se habla mucho de la responsabilidad de la Sociedad, de la Universidad, de los políticos; pero nunca se habla de la responsabilidad de los estudiantes. A esto me refiero: ¿en qué piensa un estudiante cuando se decide a estudiar o a continuar estudiando Humanidades o Filología o Filosofía o Ingeniería? ¿Qué es lo que espera él hacer en la vida, con su título? ¿Cuál es su propósito en el paso por la Universidad? Porque de un tiempo a esta parte da la impresión de que la institución de la universidad se ha convertido incluso para el propio estudiante en una Formación Profesional, es decir, un título que proporcione un puesto de trabajo. Y para conseguir un puesto de trabajo ya hay carreras mejores que las las humanidades. Si le preguntamos a un Ingeniero Civil responderá: quiero hacer puentes. Pero 125000 filólogos, ¿qué quieren? ¿Una inserción laboral inmediata, como en el caso de los telecos? Hay industria para 125000 telecos pero no para 125000 filósofos. ¿Esperan que papá Estado les dé un trabajo? ¿Que el mercado tenga conmiseración con ellos? El mercado no entiende de ética, funciona por rentabilidades y plusvalores. Es de una ingenuidad casi infantil: uno debe asumir la responsabilidad de lo que hace: o hace filosofía o se dedica a hacer ética new age para el brainstorming de los CEOs, que es de todo, menos filosofía.

Ya indicaba arriba que las mismas razones expuestas para defender la literatura sirven para defender el desarrollo armamentístico, los sudokus, o la guía de teléfonos. Una literatura puesta al servicio de un fin es una literatura que no nos interesaba, según creo recordar, todo eso de que la literatura sirve para pagar traductores, editores e imprentas es muy bonito y muy positivista pero solo encauza la labor de la escritura hacia los terrenos del best-seller y el manual de autoayuda, que es lo rentable. Una literatura que no está amenazada constantemente por el peligro de desaparecer o de ahogarse, una escritura que no se hace desde la desaparición o lo efímero en definitiva, una literatura que no es consciente de su propia vacuidad es una literatura de postín.

Anónimo dijo...

Claro, lo negativo de ésto es plantearlo de una manera sustitutiva. Evidentemente, no estoy de acuerdo con eso. Si yo tuviera más tiempo y dinero, estaría encantando en hacer un Doctorado, pero más bien por puro placer personal. El problema creo que está en que las escasas salidas laborales que han tenido hasta ahora las Humanidades no absorben el número de licenciados que éstas mismas proporcionan a la sociedad. Incluyendo en ellas la investigación y la docencia. Y ya sería un tema a abordar el apoyo a la investigación en estas materias y el apoyo a la investigación (también pauperrimo, claro) científica.

Lo triste, y mucho, es que te ves con cerca de 30 años inútil laboral y socialmente, aunque evidentemente no lo seas. Cuando hace unos meses, los tertulianos mainstream decían que las huelgas y desordenes que ocurrían en Grecia se debían a falta de horizonte de los jóvenes y al descontento con la democracia, yo me puse por la antigua Hispalis a buscar los vestigios de la nueva Atenas, porque aquello me sonaba tan cercano. Y la realidad, lejos de bromas, es de franca desesperanza.

Entonces, anteriormente lo que quise decir es que quizá el Plan Bolonia renueva un poco las cosas. Y algunas, muchas, no estarían mal ser removidas. La impresión que me dejó mi paso por la Universidad, ya visto con perspectiva es el de una institución corrupta, pero en el sentido de un cuerpo enfermo y en fase de descomposición. Y a aquella universidad sinceramente pocos soplos de aire nuevo le daba yo. Si el Plan Bolonia supone hacer una limpia brutal de un profesorado desmotivado, egocéntrico y poco conectado con la realidad social y estudiantil, bienvenido sea. Aunque sólo sea en eso. Si a la vez sirve para limpiar unos planes de estudios irracionales y trapicheados a veces en acuerdos entre departamentos, igualmente bienvenido. Y lo digo con una fea contradicción. El único departamento que he visto funcionar bien, trabajar con los estudiantes y estar abierto a ellos, el departamento de Historia de America de Sevilla, creo que único en España, es desgraciadamente uno de los damnificados de todo esto. Te ilustro un ejemplo de una frase dicha por una profesora para explicar la literatura de Sor Juana Inés de la Cruz: " escribía ni muy repollo ni muy verdulera, ustedes me entendeis" (sic). Genio y figura. Desde Luego, no se me borrará en la vida de la cabeza esa frase.



En fin, no sé si he aclarado algo de lo que dije ayer o lo he liado más. Un saludo.

Anónimo dijo...

Variaciones a partir de un comentario de Raúl:

"Una literatura puesta al servicio de un fin es una literatura que no nos interesaba, según creo recordar, todo eso de que la literatura sirve para pagar traductores, editores e imprentas es muy bonito y muy positivista pero solo encauza la labor de la escritura hacia los terrenos del best-seller y el manual de autoayuda, que es lo rentable. Una literatura que no está amenazada constantemente por el peligro de desaparecer o de ahogarse, una escritura que no se hace desde la desaparición o lo efímero en definitiva, una literatura que no es consciente de su propia vacuidad es una literatura de postín."



"Una catástrofe puesta al servicio de un fin es una hecatombe que no nos interesaba, según creo recordar, todo eso de que la destrucción sirve para pagar traductores, editores e imprentas es muy bonito y muy positivista pero solo encauza la labor de la munición hacia los terrenos del best-seller y el manual de autoayuda, que es lo rentable. Una guerra que no está amenazada constantemente por el peligro de desaparecer o de ahogarse, un exterminio que no se hace desde la desaparición o lo efímero en definitiva, una batalla que no es consciente de su propia vacuidad; es una escaramuza de postín."

Estoy de acuerdo con gran parte del argumento tecnófilo de Raúl, en lo que se refiere al rendimiento y hallazgo de soluciones bajo presión. Son situaciones extremas, en todos los ámbitos. -no olvidemos que sin Albert Speer y su plan de mantenimiento de la actividad fabril y febril del armamento alemán, la II Guerra Mundial habría durado bastante menos- Para qué, es bien distinto, la técnica es la posibilidad, nunca una moral. Samuel Colt comenzó a pensar en su modelo de revólver al observar el mecanismo de una cadenas de barco al levar anclas. Pero entre un diseñador de bombas de racimo, de minas antipersona diseñadas para mutilar, y convertir a los ejércitos -o civiles, principales víctimas en el mayor porcentaje, casi siempre- en prisioneros de sus heridos, me quedo con el diseño de transporte de huevos de ave para acantilados del Japón antiguo, la verdad.

En una entrevista a André Ricard, el diseñador, le preguntaron cuál pensaba que había sido el primer diseño. Enseguida dijo el hacha -ahora resulta que además de los palos para atrapar hormigas, también los chimpancés pulimentan guijarros antipersona-, pero Ricard se quedó reflexionando y se corrigió: acabó diciendo que lo más probable es que fuera el cuenco, el que hacen las dos manos cruzadas para beber agua. Un diseño sin objeto, pero con una forma a encontrar, buscar, o acabar por crearla. No sé si la literatura es un cuenco para nuestra sed, pero sería interesante pensarlo de esa manera. Por eso está siempre en presente, cuando los dedos se separan, vuelve a desaparecer. Un saludo.
--
c.m.

Marta dijo...

Creo que la base de todo el problema está en la manera de afrontar los estudios. Hace muchísimo tiempo que se ha perdido de vista la finalidad única y esencial del estudio: aprender. La gente estudia para ganar más o menos dinero, para tener una vida más o menos cómoda o para darle a su familia la alegría de tener un hijo ingeniero (eso viste mucho ante el vecindario). Pero ya no se estudia para aprender.

Yo estudié Filología Hispánica y trabajo como profesora en un instituto. Cuando estudié Filología en Oviedo éramos quince alumnos en 5º. Algunos trabajan en agencias de viajes, en periódicos cubriendo conciertos, dos se quedaron en la facultad, alguna de mis compañeras ha puesto un bar. Hay de todo, cada cual se dedica a lo que quiere y/o puede, pero lo que aprendimos no nos lo quita nadie. Por eso desaparecen las Humanidades, porque hoy ya no se valora ningún estudio que no sirva para construir un puente, trasplantar un corazón, sacar a un tipo de la cárcel, etc. El Estado fomenta los estudios que le interesan y barre de un plumazo los que no le convienen. Y las Humanidades no le convienen. El hecho de que se reduzcan cada vez más los cursos en los que se imparte la asignatura de Filosofía es una de las grandes aberraciones de nuestro sistema educativo. Es cierto lo que dice Raúl de que la literatura no salva de la barbarie, la literatura por sí misma no, pero las Humanidades en general nos ayudan a ser menos estúpidos, menos manipulables. No sólo la literatura, también la historia, el arte, la filosofía… Nos ayudan a no olvidar el pasado, ese pasado que, es cierto, tantas veces se repite, y si no, pensemos en los focos conflictivos del mundo, que llevan siglos siendo conflictivos.

La filosofía nos ayuda a reflexionar sobre todo lo que nos rodea, a preguntarnos por qué. Y la literatura casi siempre ha sido un espejo de la sociedad en la que se gesta, unas veces un espejo crítico, otras veces un espejo complaciente. Lope apoyaba el orden quasi jerárquico de su tiempo, los cantares de gesta fueron auténticos anuncios publicitarios para incitar a los hombres a que fuesen a la guerra en una época de constantes guerras y algunas obras de Berceo fueron tremendamente manipuladoras y trataban de conseguir beneficios para su monasterio de los fieles y los peregrinos. Las novelas de adúlteras del XIX (Ana Ozores, Karenina, Bovary) mostraba el castigo a las mujeres que se desvían del camino establecido para ellas en un época en la que muchos hombres miraban con horror que el orden establecido entre sexos estaba peligrando después de los movimientos feministas que se habían iniciado tímidamente desde el XVIII. Todas estas obras expresaban muchas más cosas, pero también mostraban ese mundo en el que habían sido escritas. Para eso sirven las Humanidades, para abrir los ojos, para descubrir la manipulación en el mundo que nos rodea. Las matemáticas, ingenierías y demás son imprescindibles, pero ni más ni menos que las Humanidades porque éstas no se ocupan de puentes ni órganos humanos, pero nos enseñan a saber cuál es nuestro lugar en el mundo y en la historia del mundo. La historia de la humanidad es una historia de manipulaciones continuadas: la Iglesia, el Estado, todo el mundo nos ha manipulado siempre y lograron hacerlo gracias a nuestra ignorancia. En los países democráticos se dice que el pueblo es soberano, de ahí que algunos se esfuercen tanto porque ese pueblo además de soberano sea también ignorante.

En las dictaduras no se persigue a las raíces cuadradas o a los planos para construir edificios, se persiguen determinadas obras literarias, libros de historia y de filosofía y se secuestran los medios de comunicación. Eso nos da una idea de qué va todo esto del menosprecio a las Humanidades.

Vicente Luis Mora dijo...

Sobre la falta de relación entre la literatura y la salvación frente a la barbarie ya constestó Steiner en "La barbarie de la ignorancia", pero leí ayer este microcuento de Manuel Moyano que no me resisto a copiar:

LUNA PÁLIDA

Tras contemplar el delicado paisaje que se extiende más allá de su ventana, el emperador remoja el cálamo de su pluma en el tintero y escribe: "bella flor de loto bajo la luna pálida". Mientras relee su propia composición, una sutil lágrima se desliza por su mejilla y cae sobre el fino papel de arroz. Lo seca cuidadosamente con la manga de su vestido. Poco después, comprueba que queda suficiente tinta en el cálamo y firma con trazo elegante la sentencia a muerte de doce campesinos que esta mañana osaron pedir una reducción de los tributos a las puertas de palacio.

Manuel Moyano, El Imperio de Chu; Ediciones Tres Fronteras, Consejería de Cultura, Juventud y Deporte, Murcia, 2008, p. 61.

logiciel dijo...

Creo que fue Sartre - curioso, últimamente sólo me salen citas de Sartre- que decía que antes que alimentar el espíritu había que alimentar el estómago.

saludos

Anónimo dijo...

Bueno, si a esas vamos, no es necesario estudiar para alimentar el estómago. Eso sí, si decidimos estudiar, hagámoslo bien y ojalá nos sirva también para comer. Yo no critico que se estudie para obtener un trabajo, lo que critico es que ese sea el único fin, que se pase de puntillitas por encima de los estudios, que estos importen poco por sí mismos, y que su única finalidad sea echarnos un título al bolso.

Anónimo dijo...

"primun vivere deinde filosofare”, claro. Me viene a la cabeza todo el tiempo el título del poema de García Casado "¿Has pensado prepararte unas oposiciones?"
El planteamiento del post me ha recordado al de un libro de Ramón Queraltó llamado Etica, tecnología y valores en la sociedad global: el caballo de troya al revés, en el que se aconsejaba vestir a la ética con los mismos ropajes con los que se viste a la tecnología, para que así el discurso ético pueda entrar de algún modo en un terreno tan reacio a cualquier tipo de limitación como es el tecnológico.
Un saludo

Oche

logiciel dijo...

¡Ey! ¡Que no es a mí a quien tenéis que convencer!

Vicente Luis Mora dijo...

Estremecedora coincidencia: estoy viendo Edge of Darkness (1943), de Lewis Milestone. Hay un escena donde el oficial nazi saca a golpes de su casa al hombre de más edad del pueblo, el más sabio. Un hombre digno que media hora antes había dicho que no era sabio, porque lo único que había hecho es leer libros.

El oficial nazi, después de golpearle, le arrastra de la levita, lo lleva hasta la puerta y lo arroja contra el suelo. Da la orden a su sargento de que vacíen inmediatamente la casa.

"We don't have room for philosophers", grita el oficial nazi.

Nosotros no tenemos sitio para los filósofos.











Buf.

logiciel dijo...

Díselo a mi hermano, que estudió filosofía, se doctoró en literatura francesa y trabaja de recepcionista en una clínica por las noches...
Con el estómago vacío no se puede pensar bien.

saludos

Jesus Andres dijo...

Al enterrador:

¿Cuando dice “poder” se refiere a gobierno, a economía de mercado, o al ranking de la revista Fortune?
¿Enterró al proletario junto con los que mueren de hambre? ¿Los enterró en la brecha cultural? ¿O en la brecha económica? ¿Con su propia patera? ¿Los echó con un clic a la brecha digital?
¿Cómo consiguió negar la existencia de diferencias sociales y afirmar la existencia de un poder?
¿Estuvo usted pidiendo dinero en la calle para poder aprender a leer y escribir y luego
entrar en una ciberfavela y opinar en este blog? ¿O ya nació en una clase acomodada?
¿Cuándo relaciona sesenta y ocho y burgués, a que siglo se refiere?
¿Qué no haya puesto de trabajo para filósofos cree que significa que no son necesarios?
¿Cree que es correcto enriquecerse fabricando o vendiendo productos que matan (no necesariamente me refiero a las armas)?
¿Cómo sabe si es correcto o no?
¿Por las razones que dan las matemáticas?
¿Se limita a cumplir la ley?
¿Si el mercado no tiene ética, hay que mantenerlo así?
¿Si el mercado no entiende de ética puede usted dispararme por no compartir su opinión?
¿El problema es mío por no haber disparado yo antes?

Ese premio que menciona a una obra de teatro, ¿fue por un análisis económico de la rentabilidad de la misma?
¿Cree usted que escritores muertos de hambre producirán mejores obras?
¿Ha llegado a encontrar la relación exacta entre mínimo de comida y máximo de calidad?
¿Cómo valora la calidad de la literatura? ¿Por el número de palabras sin faltas de ortografía?
¿Puede usted establecer un modelo matemático para la ética?
¿Si no puede, es por ello una cuestión irrelevante?

¿Usted es de los que creen que este mundo es perfecto y que no hay nada que mejorar o de los que creen que es imperfecto pero no se puede mejorar? ¿Si cree lo segundo por qué se molesta en opinar?

¿Qué la fabricación de minas antipersona dé de comer a algunos, quiere decir que es ética su fabricación?

¿Ha visto esa película en que un tipo casi se mata comiendo hamburguesas? Ese tipo es un filósofo. Y esa película es necesaria.

No necesitamos menos filósofos y más ingenieros sino más filósofos trabajando de ingenieros. Y eso no se consigue con unos cuantos créditos de libre configuración.

Yes, we can utilizar ÉTICAMENTE las herramientas de la economía de mercado para promover un cambio de CRITERIO, proponiendo otras RAZONES.

Este post puede ser un documento tanto cultural como bárbaro, claramente subversivo (y por ello espero que le guste y lo disfrute), pero no mata.

No me conteste todavía, hágalo después de la publicidad.

Anónimo dijo...

Una propuesta en diez puntos sobre el tratamiento interdisciplinar. Extraído de un texto del filósofo Juan Arana:

1. Eliminación de toda la jerga especializada y de todos los usos semánticos
restrictivos. Como primera aproximación, elaboración de léxicos que traduzcan en
términos del lenguaje natural de toda terminología más relevante de cada ciencia,
y como objetivo final, la posibilidad de discutir sus problemas centrales y últimos
avances en términos sencillos y comprensibles para la generalidad del público
culto.
2. Eliminación de algoritmos, formalizaciones, cálculos, etc., y traducción de los
mismos a esquemas teóricos basados en la lógica natural.
3. Confección de "estados de la cuestión" para cada campo donde, sin entrar en
detalles enojosos, se muestre cuáles son los grandes problemas abordados por la
investigación, los puntos donde se ha alcanzado consenso, las conclusiones que se
consideran firmes, los puntos donde los progresos son más claros y los que
presentan dificultades y estancamientos, los enigmas más recalcitrantes, las
dificultades que se oponen a su resolución y las conjeturas sobre las soluciones
más prometedoras.
4. Confección de "desiderata" en los que se enumeren las contribuciones relevantes
que, a juicio de los investigadores más cabales, podrían ser aportadas a la
disciplina en cuestión desde las otras disciplinas y perspectivas epistémicas.
5. Esfuerzo de teorización para mostrar por qué son insuficientes, simplistas o
desenfocadas -en el caso de que lo sean- las sugerencias que se formulan desde
fuera desde la disciplina para contribuir a su desarrollo, en términos y desde los
puntos de vista de los proponentes, y no desde los términos y puntos de vista de
los recipiendarios. Esta cláusula sirve como salvaguarda para evitar que el
desarme lingüístico y metodológico aliente el intrusionismo de los ignorantes.
6. Realización de esbozos de articulaciones globales del saber, superando el
particularismo de limitar la discusión interdisciplinar a los intereses de la
disciplina de la que se parte.
7. Formulación de sugerencias aplicables a otras disciplinas que asuman en la
medida de lo posible las coordenadas mentales de las mismas, renunciando a
colocarse en una óptica particularista.
8. Depuración de todos los datos, experimentos, resultados, teorías, interpretaciones
y orientaciones doctrinales que no resulten indispensables para discutir con
profundidad, pero sólo al nivel de principios, los problemas teóricos de cada
especialidad. Evitar por todos los medios que los árboles impidan ver el bosque.
9. Elección como punto de encuentro y terreno común de discusión el plano
ontológico y no el lingüístico, metodológico o epistemológico. Las discusiones
terminológicas son a la larga estériles y extenuantes. El estudio y comparación de
los métodos respectivos sirve más para distanciar que para unir. Las
especulaciones sobre el tipo de evidencias, certezas, fundamentos, alcance y valor
de cada una de las ciencias -sin descender a los contenidos- resultan demasiado
abstractas y provocan malentendidos sin término. En cambio, cuando se habla de
las cosas mismas, de los núcleos temáticos contemplados por cada ciencia por
separado y a menudo por varias de ellas a la vez, no es tan difícil llegar a
conclusiones significativas, a pesar de los inevitables malentendidos e
incomprensiones.
10. Aceptación como un hecho positivo y no como una molestia el solapamiento
temático de varias disciplinas sobre un mismo objeto o problema. Evitar
sistemáticamente los "puenteos" de disciplinas, porque es natural, pero no
positivo, encontrar más fácil el diálogo entre disciplinas alejadas que entre las que
son vecinas.
Para terminar, añadiré que soy muy consciente de lo utópico de esta propuesta, no por su
imposibilidad intrínseca, sino por el enorme esfuerzo que requeriría en detrimento de
nuestras ocupadas y "especializadas" vidas.

Oche.

Anónimo dijo...

¿Cuando dice “poder” se refiere a gobierno, a economía de mercado, o al ranking de la revista Fortune?
Un poder dentro de un marco posmoderno, como no puede ser de otra manera: por elegir un modelo, le diría, así a bote pronto, el propuesto por Foucault. El poder ya no está localizado en una institución particular, ni es cedido por los individuos a unos entes superiores y abstractos: es ejercido de manera transversal.

¿Enterró al proletario junto con los que mueren de hambre?
El "proletario" sesentayochista está extinguido. Usted es responsable de las conclusiones que obtenga por su cuenta de esa afirmación.

¿Cómo consiguió negar la existencia de diferencias sociales y afirmar la existencia de un poder?
Ojalá lo hubiera conseguido, pero me temo que no lo encuentro en mi texto.

¿Donde he dejado dicho eso? No confunda su opinión con un argumento. Que el concepto "proletario" esté desgastado no significa que se hayan acabado las diferencias sociales. Solo indica que las herramientas y condiciones del análisis han cambiado.

¿Estuvo usted pidiendo dinero en la calle para poder aprender a leer y escribir y luego
entrar en una ciberfavela y opinar en este blog?

Precisamente porque he tenido acceso a una educación puedo ser consciente de ciertas realidades y concretizar mis opiniones. De otra manera, difícilmente lo haría.

¿O ya nació en una clase acomodada?
Déjeme que le responda con una pregunta: ¿deslegitima la condición social de uno la validez de una opinión en ambos sentidos? Es decir, ¿es usted de los que piensa que sólo los pobres pueden opinar sobre su pobreza? Interesante.

¿Cuándo relaciona sesenta y ocho y burgués, a que siglo se refiere?
Me refiero al siglo en el que unos estudiantes, bajo la premisa de un mundo nuevo y alguna soflama libertaria, se encargaron de ocupar los poderes públicos y privados y repitieron los mismos esquemas anteriores con distinto discurso.

¿Qué no haya puesto de trabajo para filósofos cree que significa que no son necesarios?
Tampoco he dicho eso. Pero a esto le puedo sugerir: a nadie le han pagado nunca por filosofar. En todo caso, por actividades tangentes a la filosofía.

¿Cree que es correcto enriquecerse fabricando o vendiendo productos que matan (no necesariamente me refiero a las armas)?
No. Pero tampoco considero correcto enriquecerse vendiendo leche o libros o ropa.

¿Cómo sabe si es correcto o no?
Por una cuestión de distribución de la riqueza y los recursos.

¿Por las razones que dan las matemáticas?
Las matemáticas no entienden de razones.

¿Se limita a cumplir la ley?
¿Qué ley?

¿Si el mercado no tiene ética, hay que mantenerlo así?
Es que usted piensa, ingenuamente, y siempre a mi parco entender, que existió en algún momento la posibilidad de controlar el mercado. Y yo pienso que eso iría en contra de la ley del mercado: la concurrencia y el azar. Si no, ¿a cuénta de qué habría crisis? ¿Por que unos tipos muy sombríos y poderosos así lo han querido? El sistema se colapsa por sí mismo para autorregenerarse.

¿Si el mercado no entiende de ética puede usted dispararme por no compartir su opinión?
El mercado no entiende ética porque no es un ser vivo, y no, no puedo dispararle. Eso sería un homicidio y no veo qué relación tiene eso con el mercado.

¿El problema es mío por no haber disparado yo antes?
A eso tendrá que responder usted.

Ese premio que menciona a una obra de teatro, ¿fue por un análisis económico de la rentabilidad de la misma?
No, y en cualquier caso no invalida el trabajo realizado por los autores. Lo que quise dar a entender es que no hay parcela que el capital no vaya a cubrir, en un momento a otro. Animalario estrenó el Marat-Sade hace un par de años y los críticos se burlaban de Weiss. La resistencia, que existe y se encuentra en las grietas del propio sistema, debe ser continuada y heterodoxa.

¿Cree usted que escritores muertos de hambre producirán mejores obras?
Si están muertos, ¿cómo piensan escribir?

¿Ha llegado a encontrar la relación exacta entre mínimo de comida y máximo de calidad?
Ni me lo había planteado. No soy antropólogo. Y ¿la calidad de qué?

¿Cómo valora la calidad de la literatura?
La valoro por la visión que me ofrece del mundo. Y sobre todo por cómo puede transformar la que yo tenía.

¿Por el número de palabras sin faltas de ortografía?
Eso lo podría hacer un ordenador.

¿Puede usted establecer un modelo matemático para la ética?
No me considero positivista. ¿Usted sí?

¿Si no puede, es por ello una cuestión irrelevante?
Sí la considero irrelevante. Reducir la ética a la matemática (o a la lógica) es como poco delirante.

¿Usted es de los que creen que este mundo es perfecto y que no hay nada que mejorar o de los que creen que es imperfecto pero no se puede mejorar?
Tendría que preguntarme que significa "perfecto", "imperfecto" y "mejorar". Si "mejorar" es lo que hoy entienden los gobiernos por "desarrollo", tiendo a la suspicacia.


¿Si cree lo segundo por qué se molesta en opinar?
No sabría decirle. ¿Por qué debería molestarme en callarme?


¿Qué la fabricación de minas antipersona dé de comer a algunos, quiere decir que es ética su fabricación?


Es una pregunta tan interesante como saber si el cosido de balones, que da de comer a unos y fútbol a otros, es ético. Son partes del mismo todo. Al mercado le da igual vender armas que globos, siempre que haya demanda.


¿Ha visto esa película en que un tipo casi se mata comiendo hamburguesas? Ese tipo es un filósofo. Y esa película es necesaria.


¿Necesaria para quién? ¿O necesaria "porque sí"? Le voy a dar mi opinión: es tipo es un imbécil. ¿Qué trata de demostrar, que McDonald's es mala? ¿Que McDonald's engaña? Qué gilipollez. McDonald's es demandada, McDonalds implementa controles de calidad, McDonalds se vuelve buena y se acabó el problema: todo sigue igual que antes, podemos seguir comiendo hamburguesas. Es tan sumamente idiota que hasta resulta insultante.

Y jugando a su juego infantil: ¿es ético que ese tipo se atiborre de hamburguesas mientras hay niños muriéndose de hambre? ¿Eh? ¿Eh? ¿Cree que el fin justifica los medios? ¿Eh? ¿Eh? ¿Hola?


No necesitamos menos filósofos y más ingenieros sino más filósofos trabajando de ingenieros. Y eso no se consigue con unos cuantos créditos de libre configuración.

Usted dirá lo que quiera, pero un filósofo trabajando de ingeniero trabajará de ingeniero, no de filósofo. Además, no veo cómo la ingeniería podría beneficiarse de un filósofo. Un filósofo no es una autoridad en ética, si van por ahí los tiros. Quizá sea el más capacitado para hacerse preguntas sobre los modos de vivir en comunidad pero en ningún caso (salvo que se llame Fernando Savater) sabrá darle una respuesta práctica a un dilema ético. Y en todo caso, la ética no es problema de índole exclusivamente filosófica: nos incluye a todos.


Yes, we can utilizar ÉTICAMENTE las herramientas de la economía de mercado para promover un cambio de CRITERIO, proponiendo otras RAZONES.


Un filósofo no habría afirmado "podemos" habría preguntado "cómo", "qué", "cuándo", etcétera..


Este post puede ser un documento tanto cultural como bárbaro, claramente subversivo (y por ello espero que le guste y lo disfrute), pero no mata.

Me agrada saber que no me desea ningún mal.

azarfram dijo...

Raúl:

Cuando escribí que la universidad en los últimos tiempos no era una fuente de librepensadores y sí mayormente una "fábrica de licenciados", no pretendía eximir de responsabilidad a los estudiantes, sino todo lo contrario. Los estudiantes forman parte de la sociedad, así que cuando escribí anteriormente que "La sociedad se inclina por la mediocridad cultural, y en su evolución hacia la hybris, apuesta claramente por aplanar las humanidades", también estoy incluyendo a los "estudiantes" que se decidían por alguna carrera "agradable" o "con salida", como un trámite burocrático para acceder a un cómodo puesto remunerado. Demasiados "artistas" he conocido yo que iban a hacer arte en su tiempo libre después del trabajo, que era naturalmente lo prioritario. Quizás no maticé mi argumento suficiéntemente, pero lo hago ahora a propósito de tu comentario. Saludos.

Vicente: tú para mí no eres de letras, eres PANGEICO. Saludos.

Vicente Luis Mora dijo...

Todos lo somos, Fram. No es una elección metafísica o estética, sino que Pangea es donde vivimos. Saludos.

Anónimo dijo...

Sr. Raúl, coincido con usted en su última frase. Y aunque discrepo en una cuantas cosas (no sé si con usted o con el mercado en los términos que usted lo entiende), le agradezco su interés.
Tal vez todas nuestra diferencias quepan en el espacio que hay entre la palabra homicidio y el muerto real.
Un saludo.
Jesús.

logiciel dijo...

"Un poder dentro de un marco posmoderno, como no puede ser de otra manera: por elegir un modelo, le diría, así a bote pronto, el propuesto por Foucault. El poder ya no está localizado en una institución particular, ni es cedido por los individuos a unos entes superiores y abstractos: es ejercido de manera transversal"

Y Foucault hubiera añadido: "Y por eso es más peligroso y hay que estar mejor preparado para combatirlo con sus propias armas"

" (...) No confunda su opinión con un argumento. Que el concepto "proletario" esté desgastado no significa que se hayan acabado las diferencias sociales. Solo indica que las herramientas y condiciones del análisis han cambiado"

Yo: Sólo indica que ha cambiado el término.

"(...) Tendría que preguntarme que significa "perfecto", "imperfecto" y "mejorar". Si "mejorar" es lo que hoy entienden los gobiernos por "desarrollo", tiendo a la suspicacia.

Yo: Pregúnteselo, pregúnteselo.

"(...) Es una pregunta tan interesante como saber si el cosido de balones, que da de comer a unos y fútbol a otros, es ético. Son partes del mismo todo. Al mercado le da igual vender armas que globos, siempre que haya demanda"

Yo: El Mercado no piensa. Usted se supone que sí. Pero eso usted ya lo sabía, ¿no?

"Y jugando a su juego infantil: ¿es ético que ese tipo se atiborre de hamburguesas mientras hay niños muriéndose de hambre? ¿Eh? ¿Eh? ¿Cree que el fin justifica los medios? ¿Eh? ¿Eh? ¿Hola?"

Yo: ¡Jajajaja! Eso ha estado bien. Siga practicando el bello recurso estilístico de la ironía, que no es tan fácil de usar como parece.

"(...)La valoro por la visión que me ofrece del mundo. Y sobre todo por cómo puede transformar la que yo tenía"

Yo: Siga leyendo. A veces hace efecto deprisa. Otras no.


Saludos

Anónimo dijo...

La cultura tradicional -sale Foucault a colación- no era más que una forma de legitimación, de estatus, de posición de poder. El literato, como el médico, como el científico... se colocaba en una posición o rol de cuya figura emaba poder.

Ahora, con el plan Bolonia, el poder cultural se va a transparentar explícitamente como más dependiente del dinero. Quizás eso ganamos. Eliminamos la posición sacerdotal del literato y figuras semejantes, supuestamente iluminadas por la divinidad. Y sabremos que estamos ante simples técnicos de la cultura.

Probablemente, como alternativa, surjan nuevos roles culturales más limpios de la relación con el dinero, una relación también existente en la cultura tradicional por caminos menos visibles.

Si con el nuevo plan Bolonia conseguimos clarificar qué tiene relación con el dinero y qué no, nos puede venir bastante bien.

Digo todo esto, pensando en escritores como Kafka o Pessoa, que en su vida vendieron un libro, ni lo pretendieron, y sin embargo...

Anónimo dijo...

No solo a los de humanidades: segando la hierba univeritaria. Artículo en El País.

GENERACIÓN CERO
Somos la generación Cero


Tienen menos de 30 años. Pero están condenados a seguir formándose, a vivir con sus padres aún más tiempo y a esperar. Porque terminan sus estudios en plena crisis. Y sin oportunidades

SILVIA BLANCO
DOMINGO - 29-03-2009

Una de las primeras cosas en las que se fija un seleccionador de personal tras escudriñar un currículum vitae es en los huecos. En los periodos en blanco, interrumpidos. En lo que no se ha contado de esa más o menos organizada relación de diplomas, títulos, cursos y cargos encabezada por una foto. Si los encuentra, en algún momento de la entrevista preguntará al candidato: "¿y aquí qué pasó?".
Para miles de jóvenes -al menos, 200.000 personas buscan su primer empleo en España-, lo que pasó empezó mientras se consumía, lentamente, el verano de 2008. Entonces, los universitarios hicieron sus últimos exámenes de la carrera, los graduados en FP obtuvieron sus títulos, los becarios recibieron su palmadita en la espalda. Ellos, junto a los que en unos meses acabarán su formación, podrán dar al entrevistador esta, aunque exacta, improbable respuesta: "Hubo una contracción mundial del crédito interbancario. En apenas seis meses, las empresas dejaron de pagar a sus proveedores. Los proveedores y las empresas dejaron de pagar a sus empleados. Se alcanzó la cifra de 3,5 millones de parados; un tercio de ellos, jóvenes. Sin saberlo, yo formé parte de una generación cero, no por perder mi puesto; simplemente, no pude empezar a trabajar".

Jorge Sánchez llega en su bici. Vive en Madrid, tiene 29 años y terminó Arquitectura en mayo de 2008. Los licenciados en esta carrera llevaban tiempo desafiando aquello de que los comienzos siempre son difíciles. Por muy burbuja, o delirante, o insostenible que fuera el crecimiento urbanístico español, lo cierto es que seguía engullendo promociones enteras de arquitectos año tras año. Ahora no. "En nueve meses no me han llamado de ningún sitio, cuando hasta hace poco era terminar, chasquear los dedos y tener ofertas", cuenta perplejo. "Vivo con los ingresos de mi novia y he mandado solicitudes a todos los estudios, constructoras, organizaciones de voluntariado... incluso para trabajar en Dubai, Marruecos, China, Rumania, Argelia... y nada".

Jorge no tiene sólo un título. Dilató sus estudios -la media son siete años, él acabó en 10- para poder vivir un año en Marruecos mientras hacía el proyecto; estuvo seis meses becado en el Illinois Institute of Technology de Chicago; ganó un concurso en la Bienal Iberoamericana; ayudó a instalar programas de ordenador durante un mes en Australia. Eso también es formación. Y hablar inglés y francés. Y ser inquieto. Y participar en programas de desarrollo sostenible con asociaciones de barrio. Pero al mercado le da igual. Comparte la sensación de incredulidad con Bárbara Aguado-Muñoz, también arquitecta, de 27 años. "Ha sido una sorpresa brutal", cuenta ella. "Dejé pasar el verano, confiada en que en un mes como máximo encontraría algo. Pero lo que encontré fue una gran escasez de ofertas, con 300 candidatos para cada una. Me he planteado opositar, pero no salen plazas. Parezco la chica de los cursos. He hecho cinco en seis meses, gratuitos, claro, porque no tengo un euro. Busqué para trabajar con ONG en reconstrucción tras desastres naturales y proyectos, y tampoco. Y en todas partes te piden tres años de experiencia, que no tenemos. Además, para esos puestos ahora compites con gente que tiene 10 años de trabajo, porque lo han perdido".

España es el país de la Unión Europea con mayor número de jóvenes en paro. El último dato oficial, el que proporciona el Instituto Nacional de Estadística (INE), es de octubre a diciembre de 2008. En ese momento ya había 1.206.000 menores de 30 años desempleados, con una tasa del 22,17%. En el caso de menores de 25, que es la horquilla de edad que Eurostat (la agencia estadística europea) utiliza para hablar de paro juvenil, la tasa era del 30,4% en enero. El porcentaje alcanzará el 31,5% ahora en marzo, y para el segundo trimestre de 2009, el 33,2%. Ésta es una proyección del IESE-Adecco, pero la mayoría coincide en que el panorama es así de crudo. El problema es que ahora mismo, lo que más preocupa ya no es cobrar los 762 euros al mes brutos que la Agencia Nacional de Evaluación de Calidad y Acreditación (ANECA) estima que percibe de media un recién titulado; preocupa que ni siquiera vaya a haber la oportunidad de ser el becario del becario. "No va a haber reactivación hasta 2011 o 2012. Los jóvenes ya acusan el problema de la temporalidad y de los bajos sueldos. Pero este año no va a haber puestos de trabajo precarios; es que no va a haber", pronostica José Ramón Pin, experto del IESE.

María José Almarcha se levanta todos los días a las nueve. Tiene 25 años. Con la taza de café aún en la mano, enciende el ordenador e inicia el meticuloso ritual que ocupa sus mañanas desde que acabó la licenciatura en Matemáticas en noviembre. "Tu nueva vida te espera", dice en un portal de empleo. Clic. Buscar puestos: por comunidad autónoma: Madrid (849). Clic. Sin experiencia (94). Con experiencia (438). Va a ser sin experiencia. Clic. Licenciados o ingenieros (6). Clic. "Hasta las 11.30 me dedico a entrar en todas las páginas de ETT y de trabajo que existen. Luego miro en las de cada comunidad autónoma por si sale una bolsa de trabajo o se ofrece algún puesto de profesora, de programadora, de lo que sea. Incluso veo la de AENA, para controlador aéreo, o la del ICEX, para becas de comercio en el extranjero. Resolución por aquí, solicitud por allá... es para volverse loca, no hay un servicio público centralizado, hay que ir mirando casi pueblo a pueblo", critica. "Además, cuando ya llevas tiempo, como yo, casi te las aprendes. Aunque ponga que hay 43 puestos en una categoría, en realidad llevan meses ahí. A la semana salen una o dos nuevas como mucho".

Cero empleo, cero perspectivas. Hace cuatro meses, María José vivía en un piso con otras estudiantes en Alicante y estaba a punto de acabar una carrera con buenas expectativas de empleo. "Es dura, cuesta mucho esfuerzo, pero puedes trabajar en un banco, o en optimizar recursos para grandes empresas, la rama de programación... ofrece versatilidad", cuenta. Ella es la primera licenciada de su familia. Y lo último que se le pasaba por la cabeza entonces era que, en vez de iniciar su vida profesional, se vería a sí misma pidiéndole 20 euros a su madre para salir un sábado. Aún hoy lo encuentra "ridículo". "En poco tiempo cambian tus esperanzas y tus opciones de futuro. Desde que empezó la recesión no sólo no contratan, sino que despiden. Lo que más me agobia es la incertidumbre. ¿Hasta cuándo va a durar esto? ¿Un año, dos, dependiendo de mis padres? ¿Renunciando a irme de vacaciones con mis amigos este verano a Ámsterdam? No sé".

Es mediodía. Empieza la primavera. En medio de la calle, un grupo de chavales celebra algo entre risas y una litrona de cerveza colectiva. "¡Nosotros nos vamos de España!", responden dos de ellos cuando se les pregunta de qué va la fiesta. Hace diez minutos que Cristina Blanco, de 20 años, y su novio, Samuel Sesén, de 25, han terminado sus estudios -FP de grado superior- de fotografía en la Escuela de Arte 10, en Madrid. Samuel explica su renovada y personal versión de Vente a Alemania, Pepe: "Me fui a Hamburgo el 15 de diciembre. La idea era llevar mi book por varias empresas, y allí, a la primera, me contrataron. Voy a cobrar 500 euros a la semana, algo impensable aquí. Antes de Alemania me pateé todas las agencias de publicidad donde pudieran necesitar fotógrafos, he visto todas las ofertas en Internet. Aquí no hay proyección, no se apuesta por la ambición y el talento", comenta. Cristina no va a trabajar como fotógrafa. Ella no habla alemán, como su novio. Pero está convencida de que en Hamburgo va a tener más oportunidades. "Allí ya tengo empleo y me dan cursos gratis de alemán. Voy a trabajar en un hotel. Aquí te pedirían un máster hasta para hacer camas. El trabajo me lo encontró otra española, una mujer que emigró allí por otra crisis, en los setenta. Es bonito, ¿no?", dice.

"La economía del conocimiento se plasma en las personas". Esto es un aula. Pequeña: mesa, tarima y un montón de sillas con reposabrazos para escribir. Al otro lado de la mesa escucha una treintena de chicas. Él, el que habla, es Javier Morales, responsable de proyectos de la Fundación de la Universidad Politécnica de Madrid. Un ingeniero que conoce las exigencias de un mercado global. Ellas son menores de 28 años y tienen poca o ninguna experiencia laboral. Asisten a un programa extraordinario de orientación para el empleo. Extraordinario porque es la primera vez que se pone en marcha específicamente para ingenieras superiores o arquitectas. "Estamos desbordados. La previsión era atender a unas 300 chicas. Pero en sólo 18 días, entre el 22 de enero y el 11 de febrero, se apuntaron 124 más", comenta más tarde Morales. "Los que salen de carreras técnicas no se plantean el paro, y es dramático, porque no lo entienden: han hecho los deberes, han terminado una carrera larga en la que han invertido muchos años", agrega.

Vanesa Iino, de 26 años, es una de las asistentes. Terminó hace cuatro meses, en diciembre, cuando la desaceleración era ya toda una recesión. "No estaba desanimada, los compañeros que se habían licenciado en septiembre se iban colocando, pero sólo hay puestos en los que te piden tres años como mínimo de experiencia. ¿Cómo lo voy a hacer? Ahora he conseguido un empleo como gestora telefónica: llamo a morosos. La gente de mi entorno se sorprende, y me dice: '¿Una ingeniera química trabajando de telefonista?'. Así puedo ahorrar para hacer un máster en energías renovables y estudiar idiomas por las mañanas, para completar currículo", explica.

Puede que a algunas ramas de ingenieros, como los industriales, la precariedad del mercado laboral juvenil no les haya estado afectando demasiado antes de la crisis. Pero en otras carreras, más que sorpresa hay resignación. Aída López, de 22 años, es estudiante de quinto curso de Periodismo en la Universidad Complutense. En enero estaba en su última semana de prácticas después de seis meses en un periódico digital. Descubrió que aquello le gustaba, que estaba aprendiendo. Días después, ADN.es cerró. A la calle. "Ni el jefe lo sabía, porque me había ofrecido renovar", cuenta. Éste fue su primer contacto con el mundo laboral, trabajaba cinco horas diarias por 300 euros mensuales. Ella había decidido rechazar la continuidad en la empresa para poder terminar la carrera sin agobios, antes de saber que, una vez se licenciara, esa posible puerta abierta, "porque ya te conocen", iba a acabar en un portazo.

Una lógica perversa del sistema llevaría a pensar que, en época de brutal destrucción de empleo, los jóvenes sin experiencia constituyen una mano de obra muy barata y cualificada. Esto funciona así sólo en parte. "Junto a los mayores de 55 años, quienes buscan ahora su primer empleo son los más afectados por la crisis", afirma María Benjumea, directora de Infoempleo. "Aunque no hay parálisis, se contrata lo mínimo posible. Y lo que se busca es productividad. A los jóvenes hay que enseñarles, pasa un buen tiempo hasta que empiezas a ser rentable".

Hace un mes hubo una feria del empleo para estudiantes y graduados de formación profesional. Sólo en el primer día, hubo 15.000 visitantes; el año pasado, en los dos días, 16.000. Las empresas han hecho lo contrario, han acudido 70 en vez del centenar del año anterior, y han reducido el número de ofertas.

David Toro, de 19 años, es uno de los miles de chavales que peregrinaban con su currículo por una inmensa sala habitada por stands, rebosantes de lemas como "Queremos gente como tú" y toda variante de futuros, porvenires y mañanas. Está a punto de acabar el grado superior de Administración y Finanzas. "Esto de la crisis lo veía como algo lejano, pero ahora no hacen más que decirme que gracias por venir, que estoy en su base de datos, que más adelante ya se verá y, como mucho, que igual me llaman para un pico de trabajo, para ayudar los fines de semana", explica mientras hace cola para que apilen su currículo en un stand. Él es un pragmático, casi un optimista: "Bien mirado, mejor que mi primera crisis me pille ahora, que vivo con mis padres y no pago piso ni coche". Está haciendo prácticas en unos grandes almacenes, "una oportunidad", dice. Marta Tejero, de la misma edad, está decepcionada. Ha estudiado para ser auxiliar de farmacia, y acabó "en diciembre, en plena crisis". "Nos lo pintaron muy bonito, nos dijeron que había muchas salidas, pero ahora veo que no. Así que casi he dejado de buscar de lo mío, y miro de todo, camarera o lo que sea, pero nada. Si el año que viene sigo igual, me pongo a estudiar otra cosa", cuenta.

La opción de Marta es el gran plan B de toda una generación. La formación se ha convertido en una trinchera que permite evitar el temido socavón en el currículo mientras ahí fuera se refunda el capitalismo. Por eso se ha duplicado el interés por acceder a una carrera universitaria, según datos de Emagister, uno de los principales portales de formación de la Red en España. O en los posgrados, cuya demanda ha subido un 25%, la mayoría de ellos solicitados por recién titulados, con poco más de veinte años.

Como Marta, María José y todos los demás que se plantean seguir estudiando pueden hacerlo porque su familia les apoya. Porque María José depende de sus padres, excepto los 200 o 300 euros que consigue dando clases particulares a niños para sus gastos. Pero otros no van a poder. Porque uno de los efectos de la crisis es que ahondará en las desigualdades sociales. Ya era una tendencia el año pasado que "los hijos de las familias de clases acomodadas, si el mercado no les ofrece unas buenas condiciones laborales, prefieren seguir estudiando. Además tienen contactos, redes de conocidos que les pueden ayudar, y esto sigue siendo muy importante", explica la socióloga Almudena Moreno, coautora del informe Juventud 2008. Un dato de ese estudio: sólo el 8,4% de los hijos de padres sin formación universitaria accede a la Universidad.

-¿Qué tal ha ido hoy?

-Pues me he inscrito en 16 ofertas de trabajo. No me llaman nunca, pero en fin.

-Bueno, paciencia. Iremos tirando. Si hemos salido adelante cuando sólo trabajaba tu padre, ahora con los dos irá mejor. Tú sigue intentándolo.

Ésta es una de las conversaciones estelares en casa de María José a la hora de cenar. Y se repite en la familia de Bárbara, la arquitecta: "A veces te dicen: '¿pero estás buscando, haces lo suficiente?', y otras te comprenden y te apoyan, porque ven lo que hay". O en la de Jorge, el arquitecto: "Los padres están como si volvieras a tener 10 años, en plan 'algo saldrá, hijo, no te preocupes".

En España, la idea de emancipación tiene más que ver con colocarse que con iniciar un proyecto vital de forma autónoma como sí ocurre en los países nórdicos. La crisis va a reforzar la independencia tardía. "Los hijos de clases acomodadas estudian más, se preparan para salir y crean un hogar dentro del hogar. Los demás adelantan las decisiones y se van de casa muy pronto. En una crisis, los que pueden se quedan, pero es que pueden porque la casa es más grande, tienen dos baños, una habitación propia, ADSL. En cambio, en casas más pequeñas hay más conflictos y se sale antes", explica Andreu López, coordinador del informe Juventud 2008.

Muchos no han salido. Pero otros están teniendo que volver a casa. Marta Orihuel, de 24 años, es licenciada en Ciencias Ambientales. El año pasado hizo un máster en Bilbao en cooperación internacional. Al acabar, en noviembre, quería quedarse allí y trabajar. "La crisis me ha machacado, porque mis padres me tienen que pagar ahora el crédito que pedí del máster. Entre vivir allí un año y el precio del curso son más de 10.000 euros. He vuelto a casa, a Madrid, para no gastar más que lo justo". No es derrochadora. Se mueve en bici, cena y come en casa, va a fiestas en casas en vez de a discotecas. "Quiero emanciparme poco a poco y estoy en una cooperativa apostando por el autoempleo, aunque aún no es rentable. Me niego a entrar en la rueda de 'consigo un trabajo, pago una hipoteca, un coche,tengo hijos y 30 días de vacaciones'. Y si eso es lo que está en crisis con esta crisis, pues bienvenida sea".

La previsión es que en 2011 la economía mundial comience a recuperarse. Para entonces, los recién titulados de ahora, o los que van a serlo este año, sabrán mucho de flexibilidad. Tendrán unos cuantos cursos, másteres y posgrados más. Habrán vivido más tiempo con sus padres. Puede que hayan cambiado sus hábitos de consumo. El objetivo final de una entrevista de trabajo es saber quién hay detrás de ese currículo. Está por ver cómo responderán esos miles de jóvenes a aquello de "¿y aquí qué pasó?". Ya no será su primera crisis. Al menos en eso tendrán experiencia. -





España tiene el desempleo juvenil más elevado de la Unión Europea


La letanía de males que aquejan a quien busca su primer empleo, incluso en época de crecimiento económico, no es nueva: salarios mínimos, relaciones laborales disfrazadas de becas, sobrecualificación y contratos provisionales (un 50,8% entre los menores de 30 años, según el Observatorio de Empleo del Consejo de la Juventud). Pero la crisis lo va a agravar. Los que acaben este año se van a encontrar con la herencia, gestada en los últimos diez años, de "un mercado totalmente desregularizado, en el que sí, se ha generado mucho empleo, pero sin valor añadido. Los jóvenes están en puestos de trabajo muy baratos, son los más vulnerables y sustituibles por otras personas. Muchos están en categorías inferiores aunque asuman responsabilidad y cubran puestos de trabajo estructurales", dice Pilar Duce, secretaria de Juventud de UGT. Además, se derrocha talento. "El desajuste entre la formación de los jóvenes y el primer empleo es muy alto, no se aprovecha la inversión educativa para el mercado y crea frustración", comenta Almudena Moreno, coautora del informe Juventud 2008. En el resto de Europa, la situación también es preocupante. En Reino Unido, el Gobierno se propone rescatar, junto a los bancos, a los licenciados de 2009. Ha creado un fondo específico de 149,23 millones de euros para crear puestos de prácticas. En España, el director del Injuve, Gabriel Alconchel, destaca que se ha aumentado la cuantía destinada a becas en un 6%, se ha reformado la FP y se ha ampliado la red de oficinas de empleo y emancipación joven. Porque el paro juvenil "es una de las principales preocupaciones del Gobierno".
--
c.m.

Clipman dijo...

Se me olvidó poner una cosa aquí. Espero no molestar. Dije que pondría algunos ejemplos de cómo se lee en otros países.

España es muy grande y yo vivo en la periferia, en las islas. Así que no podría dar una opinión exacta de cómo una persona afronta una obra y su posterior lectura en la península, pero aquí en Canarias hay cierto pasotismo en la gente joven. Por leer, no se leen ni a Sierra i Fabra en sus años mozos.

No obstante, en Italia nombrar a Calvino o a Moravia delante de cuatro personas ya supone una conversación bastante larga sobre lo que han leído, lo que le parecieron y si tenían razón o no. No es que pase con todo el mundo. Pero era curioso ver a un chico de 20 años, aficionado al tuning y al techno con varios libros de Baricco en su cuarto. Un estudiante de ingeniería conocía bien la obra de Andrea di Carlo. Otros habían leído a Eco en la escuela pero después de ella lo seguían leyendo. Y lo que es más importante, compartían sus opiniones con los demás.

El caso de Rusia es más extremo. Una estudiante de derecho leía a Dan Brown y también las obras completas de Dostoievski. Mucha gente de San Petersburgo leía a Gogol por voluntad propia. Si les preguntaba por literatura contemporánea, me podían hablar de Pelevin o de Erofeiev.

Pero claro, en Rusia la historia es otra. Ahí los escritores aparecen en debates, casi sin moderación (ahora pienso en "Sobre la televisión" de Bordieu y lo que se decía ahí de estos debates con moderador).

Esto pasaba en Italia, donde tenían un programa en los ochenta en el que sentaban a dos poetas y los ponían a discutir sobre muchas cosas, a comentar su propia obra y la del otro, etc. Ahora en Italia la cosa es distinta. Lutazzi fue despedido por meterse con Berlusconi.

En España estas cosas solo pasan en La 2 y en un horario absurdo. Lejos quedan los tiempos en los que Soler Serrano entrevistaba a Onetti, Borges y otros más.

Perdonen el ladrillo. He pensado que a lo mejor esto les resultaría interesante.

Anónimo dijo...

Hola!!!!En el modelo de doble hélice del DNA en el Museo Prícipe Felipe hay dos errores, uno es que las bases nitrogenadas no están perpendiculares al eje!Y el otro???

Vicente Luis Mora dijo...

¿Que va en la dirección inversa del modelo normal? No sé, me rindo.