sábado, 14 de marzo de 2020

Poliantea 3


En este país hay una secular tendencia a pedir la dimisión de cualquiera que cometa una gorda. Especialmente, somos recalcitrantes peticionarios de dimisión cuando se trata de cargos que no suelen tener importancia para la marcha particular de nuestras vidas aunque sí para el bien general de la sociedad. Fíjense en la cantidad de entrenadores de fútbol que dimiten en cuanto fracasan los equipos que dirigen. En cambio, considérese el caso de los escritores. Publican novelas. En su mayoría malas novelas. Fracasos absolutos. En buena lógica, los lectores, al igual que hacen los forofos del fútbol, deberíamos pedir su dimisión como escritores, ¿no?

Víctor Moreno, Fuera de lugar (2009)

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Sí, esta novela es un abismo sin fondo; dondequiera que la toquemos, se abre ante nosotros una infinidad de caminos (la sistemática de las comas en el capítulo VI, por ejemplo, corresponde al trazado del mapa de Roma). 

Stanislaw Lem, Vacío perfecto (1971)

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El pobre Greg [hijo de McEwan] tuvo que estudiar Enduring Love en el colegio. Tenía una maestra. Y tu tuvieron que escribir una redacción: ¿quién es el centro moral del libro? Le dije a Greg: “Bueno, creo que Clarissa lo entendió todo mal”. Suspendió. La profesora pensó que Joe era demasiado varón en su modo de pensar. Bien, quiero decir, yo sólo escribí el maldito libro.

Ian McEwan, en New Yorker[i]

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Os voy a contar una anécdota que no conoce nadie y que es una preciosidad. [...] Se refiere a Chagall. [...] un día estábamos sentados él, Baba, su mujer, Pili  y yo, en la entrada de la Fundación de Saint-Paul-de-Vence, que es como un puentecito con dos pequeños muros. Y de repente aparece un individuo extrañísimo. Un tipo de una edad intermedia e indefinible, y se pone de rodillas delante de Chagall. Chagall le miraba con extrañeza y le dice el individuo: “Maître, maître”. “Maître” es maestro en francés, pero se pronuncia casi igual que “mètre”, que quiere decir metro. Y Chagall le miró con una cara de falsa modestia tremenda y le dijo: “Pas mètre, centimètre”.

Eduardo Chillida, Elogio del horizonte


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El caballo clama por el ojo del amo.

Rafael Pérez Estrada

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-Sí, doctor –dijo el director con orgullo–, el cuerpo está bien elegido. Aquí no hay ni un solo cuerpo agradable, simpático, normal y humano, son sólo cuerpos pedagógicos, como ya ve, y si la necesidad me obliga a tomar algún nuevo maestro, siempre me cuido mucho de que sea profunda y perfectamente aburridor, estéril, dócil y abstracto.

Witold Gombrowicz, Ferdydurke (1937)

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            El enemigo está en todas partes. Sólo es necesario poner algo de buena voluntad y ya se los encuentra uno.

Theodor Fontane, Antes de la tormenta (1878)


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En nuestra Unión Soviética, por supuesto, sólo se puede ser apolítico de la manera más entusiasta y militante. Se dice que, en una ocasión, Vlásov, cuando acababa de criticar la brutalidad hipócrita e insufrible de determinado artículo del Pravda, fue interrumpido por la visita de un apparátchik del Partido. En un santiamén se puso a elogiar el mismo artículo. Cuando el invitado se hubo marchado por fin, la esposa de Vlásov, de pie y aturdida en el umbral de la cocina, le dijo: “Andrei, ¿de verdad puedes vivir así?”.
William T. Vollmann, Europa Central (2005)

 
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Los perezosos representan lo más bajo de la existencia en el orden de los animales de carne y sangre: un sólo defecto más y su existencia hubiese sido imposible.

Georges Louis Lecrerc, Conde de Buffon

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Estos días pensaba que es una estupidez por parte de todas estas mujeres temer tanto a la muerte ya todo cuanto tiene que ver con ella, hasta el punto de ocultarles todo y llevar el Santo Sacramento a los moribundos cuando ellas están comiendo. ¡Eso es pueril! ¿A ti no te gusta ver un ataúd? A mí me encanta ver alguno de vez en cuando. Me parece que un ataúd es un mueble hermoso, incluso cuando está vacío [...]

Thomas Mann, La montaña mágica (1924)

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La cuarta vez que recogemos dinero en la taberna, el camarero me dice:
-Vosotros, los extranjeros, siempre estáis haciendo colectas para las coronas, vais a entierros sin parar.
Yo le respondo:
-Cada uno se divierte como puede.

Agota Kristof, Ayer (1995)

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Los antiguos no han existido nunca, porque también los antiguos tenían, a su vez, sus propios antiguos.

Ardengo Soffici
                                             
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Conservamos todavía un ejemplo divertido de la actualidad que seguía teniendo la idea de la teofanía de los hombres. Un grupo de agrigentinos beodos, a los que les daba tales vueltas la casa donde se encontraban que creían hallarse en un barco, en medio de la tormenta, arrojaron toda la basura de la casa a la calle, y cuando los estrategos (es decir, los agentes de policía) llegaron para imponer orden, los tomaron por tritones, y les prometieron honrarles en lo futuro como a las demás divinidades marinas.

Jacob Burkhardt, Historia de la cultura griega (1898-1902)


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            Todos los traductores llevaban puesto un auricular y un micrófono, y parecían haber adquirido, a lo largo de su carrera, o quizás de su vida entera, un tinte verdoso semejante al de las pantallas de computadora que tenían delante.

Daniel Alarcón, The King Is Always Above His People (2009)

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¿En qué momento la poesía se convirtió en una repostería deliciosa, en un manjar? ¿Se han vuelto las lecturas de poesía la forma canónica de la animación de fiestitas infantiles? ¿Será ése su nuevo lugar? ¿Será que la suerte del poeta ya no se juega en el texto, sino en integrar elemento estable de la festividad? ¿Acaso se equivocan los diarios cuando cada seis meses publican una nota llamada “La movida de la poesía”? Que cada semana haya en Buenos Aires decenas de lecturas de poesía, ¿es estimulante o simplemente una desgracia? ¿No tiene el poeta joven que va de lectura en lectura algo en común con el visitador médico que va de consultorio en consultorio? Al menos al visitador le cabe la figura del explotado, en cambio el aspirante a poeta del momento parece adherir al discurso de la servidumbre voluntaria.
Damián Tabarovsky, Autobiografía médica (2007)

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¿Dante?, aventuró Plotzbach sin demasiada ilusión de haber disimulado su ignorancia. No, D’Annunzio, dijo el capitán. Y añadió: Créame, amigo Plotzbach, nunca confíe en un pueblo capaz de dar al mundo tan buenos poetas.

Ignacio Padilla, La Gruta del Toscano (2006)

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[...] y me encaminé hacia la literatura inglesa, a la que tantos poetas frustrados acababan dedicándose como profesores vestidos de tweed con la pipa en los labios.

Vladimir Nabokov, Lolita (1955)

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            Tanta ciencia sólo podía desembocar en la hambruna.

Víctor Hugo, El hombre que ríe (1869)

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Tiene facilidad para crearse relaciones personales, y suspira por el amor como un poeta suspira por un auditorio.

Iris Murdoch, Bajo la red (1954)

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Entre los viajantes de comercio, los industriales errantes, los promotores de negocios y comandita y los poetas absorbentes hay una sola diferencia: aquella que existe entre la propaganda y la prédica; el vicio de estos últimos es absolutamente desinteresado.
Charles Baudelaire, La Fanfarlo (1847)

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            Verdugo era, si va a decir la verdad, pero un águila en el oficio; vérsele hacer daba gana a uno de dejarse ahorcar.

Francisco de Quevedo, El Buscón (1626)

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            El notable telegrama que Dorothy Parker envió a su agente, que por desgracia pierde la genialidad al ser traducido: “Tell the editor I’ve been too fucking busy –or vice versa”.

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Una mujer apareció por la tienda. Compró unos cables para el teléfono y nos dijo que los militares habían destituido al Presidente. “A lo mejor lo que viene es una guerra”, dijo la mujer. “Coño, va a empezar una guerra justo el día en que consigo trabajo”, pensé yo, y me vi de nuevo en la casa mirando la televisión y escuchando los gritos de mi mamá y de mi esposa.

Juan Carlos Méndez Guédez, Hasta luego, míster Salinger (2007)

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            Ceslaw Milosz escuchaba en sus lecturas californianas las preguntas post-estructuralistas de los estudiantes estadounidenses sobre reificación y objetividad y respondía, según Robert Hass, de forma muy calmada: “eso es muy sofisticado para mí, prefiero leerles un poema de Li Po”.

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Uno que antes de morir reparte su dinero entre quienes le caen bien a primera vista. Sale a la calle y los va eligiendo. En cuanto alguien le agrada, le da al instante lo que otro sólo legaría. Esta ocupación, que lo hace feliz, lo llena durante un tiempo; él la prolonga y se vuelve más ahorrativo. Le hace falta mucho tacto para no herir a la gente. Las mujeres le creen enseguida, y algunas se decepcionan de que no espere nada de ellas a cambio del dinero. Pero en líneas generales sus candidatos desaparecen pronto, por miedo a que pueda volver a pensárselo.

Cuando el azar vuelve a llevarlo al mismo sitio, todos fingen no conocerlo.

Elías Canetti, Hampstead (1994)

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            Me acordé de Tom Sawyer en el extranjero cuando el negro Jim cree que Virginia tiene que ser eso que abajo de porque Virginia en uno de los pocos mapas que está pintada de rosa.

Luis Chitarroni, Peripecias del no. Diario de una novela inconclusa (2007)


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Vista a cierta distancia, cualquier vida es de pena.

Francisco Brines






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[i] En Daniel Zalewski, “The Background Hum”, 23/02/2009, traducción nuestra, accesible en http://www.newyorker.com/reporting/2009/02/23/090223fa_fact_zalewski

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