viernes, 10 de junio de 2022

Adalber Salas

En el último número de la revista Nayagua se puede leer mi reseña de Nuevas cartas náuticas (2022), de Adalber Salas Hernández. 

Aquí la versión en línea de la revista: https://issuu.com/hellen544/docs/nayagua_34_fundaci_n_jos_hierro

 

MARES ENUMERADOS

Adalber Salas Hernández, Nuevas cartas náuticas. Valencia: Pre-Textos, 2022.

En un libro de poemas anterior de Salas Hernández, La ciencia de las despedidas (Pre-Textos, 2018), la pieza conclusiva elaboraba los motivos del viaje personal y continuo, en el que no es difícil atisbar la huella autobiográfica de Adalber Salas, y se podía leer: “desde hace años sueño con una ballena que me traga […] para finalmente escupirme en costas extrañas”. El mito a medias religioso y a medias náutico de Jonás y la ballena anunciaba estas espléndidas y eruditas Nuevas cartas náuticas, un volumen extenso, trufado de poéticas diversas —propias y ajenas— y referencias culturales, cuya complejidad vamos a esclarecer por lo menudo, tras brindar un poco de contexto.


Adalber Salas Hernández (Caracas, Venezuela, 1987) es una sola persona, pero por su actividad varia y constante opera como un colectivo: poeta, traductor incansable, antólogo, agitador poético y cultural, ensayista, investigador y nodo de enlace entre numerosos terminales de la poesía escrita en castellano, mundo al que a su vez contribuye, no sólo con su propia lírica, sino con las continuas versiones de otras lenguas. Esta última dimensión es indispensable para entender Nuevas cartas náuticas, donde numerosas lenguas se mezclan en interesantes hibridaciones con la castellana. En alguna entrevista ha declarado Adalber Salas que “cuando nos movemos entre lenguas surge una mirada desplazada muy enriquecedora”, y en efecto este libro presenta ricos desplazamientos casi rousselianos entre lenguas que contribuyen, en su extrañamiento, a fertilizar la expresión poética y darle aires y sonidos novedosos. Trazas de latín, de griego clásico, de español antiguo, de inglés, de francés, de catalán o de portugués reordenan la logomaquia convencional, invitando a quien lee sus páginas a entender la lectura de poesía como un desentrañamiento, a incardinarse en un juego entre los términos entrañar y extrañar que en su sístole y diástole riegan de sangre feraz al cuerpo del poema.

Ya desde el título, estas Nuevas cartas náuticas declaran a la vez un vínculo con la tradición y un modo de renovarla o reencaminar mediante brujuleos distintos a las esperables. Los antiguos modos literarios de referirse al mar están presentes (la carta de navegación, el arte de marear, la famosa repetición de la Anábasis de Jenofonte, con la que se abre el poemario), como también hallamos mencionados los oficios ligados a la tradición marina (el pescador, el arponero, el piloto, el buzo), o sus satélites (el clavadista, el nadador), pero la novedad comparece en la forma de estructurar el libro y en el amalgamamiento de lenguajes, estilos y voces con que los temas se estructuran. Para un lector español, la sorpresa puede ser menor, puesto que estas Nuevas cartas náuticas pueden traerle reminiscencias del culturalismo novísimo de los 70, en especial de libros como Arde el mar o L'espai desert de Pere Gimferrer, pero la referencialidad de Adalber Salas es quizá más comunicativa, o más identificable, de modo que su discurso siempre resulta próximo al lector, que se siente aludido.

Otro aspecto interesante de este libro es su polimetría, su trabajo en la construcción de distintos metros y estrofas que no siguen los caminos transitados: “mi trabajo de escritura va en dirección contraria: a prosificar o a desmusicalizar el verso. Las enciclopedias me encantaban”, ha declarado el autor alguna vez, en una yuxtaposición que no resulta en absoluto fortuita, cobrando más bien la forma de una declaración de intenciones. Esto no quiere decir que nos hallemos frente a una antipoesía, como la de Nicanor Parra, sino una parapoesía, a ratos narrativa y a ratos lírica, que busca su voz propia a través del desmantelamiento de los cánones tradicionales. El resultado de un trabajo de escritura tan meditado e intelectualmente bien construido es, como suele suceder, una voz poética singular, que consigue numerosos hallazgos.

Como también anuncia con claridad el título, el tema marítimo es el central de Nuevas cartas náuticas, y lo es desde los acercamientos más diversos. Así, encontramos lo que parecen reelaboraciones de mitemas antiguos, con numerosas apoyaturas textuales, que son más un punto de partida que de llegada. Los textos clásicos sobre singladuras y largas epopeyas marinas, ligadas a las épocas de descubrimientos científicos y colonizaciones sangrientas, se alternan con estampas de guerras en el mar y con mitologías antiguas que cifran su doloroso imaginario en el barco o en la necesidad de buscar el sustento —o el prestigio épico— en el ponto vinoso, aventuras casi siempre materializadas en un alto coste de vidas humanas. Por ese motivo, no debe entenderse que estamos ante un libro escapista, sino todo lo contrario: un conjunto de poemas que pone en el centro del escenario al ser humano y su experiencia de lucha y supervivencia en el mar, sin excluir textos de extrema dureza sobre el transporte marítimo de esclavos (un tema tocado también en la reciente novela Azucre, de Bibiana Candia) o sobre la violencia desatada antes, durante y después del viaje por mar.

De los varios diálogos intertextuales inclusos en Nuevas cartas náuticas, quizá el más interesante es el sostenido con Tristia, de Ovidio. Dejando al margen la posible relación semántica entre el exilio ovidiano y la larga estadía neoyorkina de Salas, destacan las diferentes capas de lectura del original latino; si algunos poemas se decantan por la traducción progresiva (p. 44), y otros parecen constituirse en fugas u homenajes, algún caso, como el poema XXXI, comienza siguiendo fielmente la elegía XI de Tristia, para luego truncarse y pasar al presente inmediato de Salas, después de la quinta estrofa: “Tenía la voz flaca, sí. Como un hilo / titubeante sobre el papel. Voz de sismógrafo” (p. 55). Pasado y presente se sueldan así en un diálogo interlingüístico, interpoético e intertemporal, generando, como decíamos al principio, un estilo a medias innovador y a medias increíblemente respetuoso con la tradición. Y este es solo uno de los muchos ejemplos reseñables.

El resultado de todos estos estimulantes procederes y recursos prosódicos es un libro rico, sólido, erudito, notable, comprometido con la sociedad y con el arte, a la vez inmemorial y profundamente incrustado en los problemas de nuestro tiempo.

 

[Relación con el autor: ninguna. Relación con la editorial: Pre-Textos publicó varios de mis anteriores libros de poesía.]

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