5 Visiones sobre nueva narrativa
Yo quizá vivo en 1908; mi vecino, sin embargo, hacia 1900; y el
de más allá, en 1880.
Adolf Loos, Ornamento y delito (1908)
El pasado lunes, la FNAC Triagle de Barcelona nos reunió al escritor y crítico Eloy Fernández Porta, la poeta Miriam Reyes, el joven crítico Pablo Muñoz (administrador del blog El Rincón de Alvy Singer http://elrinconalvysinger.blogspot.com), rellenando la mesa con un servidor. El objetivo era aclarar qué era eso de la Generación Nocilla y el tema se aclaró pronto: los cuatro convinimos en que el concepto de “generación literaria” es una chorrada anacrónica y que, a partir de ahí, todo lo demás es un invento periodístico. La cuestión, una vez dejado eso claro, ahondó en terrenos más interesantes. Por ejemplo:
1) Eloy Fernández Porta abordó los mecanismos de transversalidad que, a su juicio, se están produciendo en varias ramas de la literatura y el arte contemporáneos, y que en lo literario afectan a una serie variable de autores. Apuntó las posibles claves de esta narrativa, en la estela de su ensayo Afterpop (2007), y que hemos desarrollado en otro lugar de este blog. En otro momento abordó un tema interesante, que denominó “La popización imperativa del escritor joven”. A su juicio, y basándose en las experiencias que sufrieron en sus principios tanto Javier Calvo como él mismo, al ser abordadas por la crítica sus primeras obras, el establishment literario nacional tiende a normalizar las propuestas estéticas alternativas o arriesgadas de los más jóvenes. Lo hacen buscando en los libros cuatro referencias pop, sacándolas de contexto (esto es, sin explicar si están ahí como modelo o como estereotipos culturales a destruir) y encajando rápida y fácilmente la obra bajo el marchamo “pop joven fresquito”. A su juicio, así fue laminado, entre otros, el primer libro de cuentos de Calvo, desactivando lo que de renovador, afterpop y crítico con el sistema de referencias habituales tenía, precisamente, la propuesta. Algo parecido sucedió con su Caras B de la música de las esferas (Debate, 2001), un libro de relatos magnífico, deconstruccionista y ambicioso que apenas fue entendido como un satélite excéntrico del pop de finales de los noventa. Así se escribe, así se ha escrito, la crítica literaria en este país.
2) Miriam Reyes mostró su preocupación, precisamente, por la falta de entendimiento que el corpus crítico muestra ante manifestaciones literarias que superan la letra impresa y que se insertan en dinámicas multidicisciplinares, digitales o próximas a las artes plásticas. A su juicio hay una resistencia evidente ante cualquier forma de novedad, lo cual parece algo paradójico en una sociedad que deglute semanalmente varias novedades científicas o tecnológicas -radicales y muy avanzadas-, sin apenas pestañear. Agradeció la renovación que esos autores, mal agrupados bajo la rúbrica de marras, están aportando a la narrativa actual, y dijo algo que me pareció muy interesante: “recibimos señales de todos los medios, y es natural que intentemos devolverlas de la/s misma/s forma/s”. Se mostró partidaria de un arte poético libre, y defensora de una renovación de la crítica que permita la asimilación natural y la completa comprensión de estas nuevas formas de producción artística.
3) Pablo Muñoz, A.K.A. Alvy Singer, fue el gran descubrimiento de la noche, imagino, para quienes nunca hubiesen hablado antes con él. Quienes sí lo habíamos hecho nos admiramos de que fuera capaz de hilar tan bien en la que era su primera intervención en público. Asistimos al nacimiento de una gran promesa de la crítica cultural, ya que Pablo es capaz de hablar, al alimón e indistintamente, de cine, literatura española o norteamericana, y teoría crítica de ambas estéticas, siguiendo caminos muy originales y personales. Dio una lección hermenéutica sobre la última película de Quentin Tarantino, a partir del problema de entendimiento de las referencias planteado por Fernández Porta. Más tarde hizo una interesante comparación con la recepción de la literatura de Don DeLillo y de los autores agrupados bajo la rúbrica comercial “next generation”, que produjo –tanto en USA como en España– idénticos fenómenos de misreading o mala lectura crítica. Se marcó dos frases bastante sustanciales: sobre la mayor parte de la crítica literaria en blogs, apuntó como, por desgracia, “la blogosfera convierte las tesis en síntesis”. Y en otro momento, sobre las cuestiones estéticas, sentenció: “una discusión sobre formas no puede ser constituir un debate serio”. Ahí queda eso. En fin, asistimos al nacimiento público de alguien que dará mucho que hablar en los próximos años por su bulimia lectora pero, sobre todo, por su capacidad de hilar y trazar lecturas transversales entre ámbitos epistemológicos muy distintos, que es lo difícil.
4). Mi explicación de lo que está ocurriendo en la nueva narrativa discurrió por los términos ya vistos en La luz nueva, completados por esta maravillosa cita que había encontrado esa misma mañana, leyendo Mensaje a los estudiantes de arquitectura de Le Corbusier:
Y discierno que la vida, actualmente, en esa cuestión de viviendas que nos interesan, no se expanderá sino donde encuentre un equivalente arquitectónico de la ventilación totalmente nueva traída por el libro (…), el disco, el periódico, la revista. (…) La investigación de nuestros espíritus es otra, por consiguiente también la elección de nuestros compañeros, deseo hablar de estos objetos con los cuales nos gusta rodear nuestra vida cotidiana, manteniendo con ellos una conversación constante. Objetos compañeros que pueden ser objetos poéticos. Tendremos el placer de reunir series de objetos que declararemos contemporáneos a nuestra sensibilidad, aunque en el tiempo de alguna manera lo sean. Aquí, el anacronismo no se mide con la escala del tiempo: sólo surge en el hiato de las cosas dotadas de almas extrañas. En este plano de la sensibilidad, lo contemporáneo es el reencuentro de las almas gemelas.[1]
Este párrafo (¡de 1942!) nos pone en la pista de dos cosas que venimos sosteniendo. Una, que en lo contemporáneo se dan anacronismos. Libros publicados en 2007 pueden, perfectamente, ser antiguos, y de hecho lo son la mayoría de la lista de los más vendidos: utilizando otra metáfora de Le Corbusier, sus autores podrían decirse: “comenzamos a construir en hormigón, pero continuamos pensando en la piedra” (p. 49). Por otro lado, libros de Juan Goytisolo, Miguel Espinosa o Julián Ríos publicados hace décadas, son coetáneos nuestros. Dos: ni hay generación, ni hay grupo, ni hay nocilla: lo que hay es una agrupación, no de “almas gemelas”, que es un poco cursi, sino de inquietudes intelectuales parecidas, que sin embargo generan obras de estéticas distintas e incluso contrapuestas. Sin embargo, entre nosotros estamos cómodos, desde ahí podemos sentirnos cómodos con obras que en principio no son demasiado asociables a las nuestras: en mi caso, me siento fraternalmente próximo a obras de Menéndez Salmón, de Ángel Zapata, de Iban Zaldua, de Elvira Navarro, de Julián Herbert, de Miriam Reyes, de Krompotic, de César Aira, de Rober Juan-Cantavella, de Jesús Aguado, de Nagarjuna, de Homero, de D. F. Wallace, de Melville, de Francis Bacon, Dubuffet y otros pintores de la metamorfosis, de Grosz, de Cage, de Satie, de Tarkovski, Soderbergh o von Triers, de Eisenman, Frank Miller o Ito. Si la nueva narrativa tiene una característica común, es su ausencia de límites: se plantea todo, sus referencias son globales y cualquier cosa, estructura, tratamiento temporal y planteamiento subjetivo son posibles en ella. Por eso me parece rica, y por eso me parece válida: porque encarna a su tiempo, que es lo que suele decirse de todas las obras que, con los decenios, alcanzan el valor de clásicas.
Pues eso.
Y para que no digan que aquí no hay tensiones, disensiones o puntos de vista contrapuestos, copio a continuación un texto del escritor Iban Zaldua, que responde parcialmente al post escrito por Fernández Mallo en septiembre, “La otra historia de la nocilla”. Creo que es un texto interesante no sólo por sus disensiones, sino porque también se plantea otros modelos –estructurales y hasta geográficos– de hacer nueva narrativa. Aquí os lo dejo:
Una nota (muy) marginal y periférica en torno al asunto nocilla
5). Por Iban Zaldua
He seguido con mucho interés algunos de los vaivenes de las respuestas al artículo de Fernández Mallo en el blog Diario de Lecturas. Y, por otra parte, acabo de terminarme Nocilla Dream, cuya lectura me ha parecido, como poco, sugestiva; por lo menos me la he leído de cabo a rabo, que no es algo que me suceda muy a menudo con muchas novelas contemporáneas. Aunque no todo el libro me ha convencido, pienso que hay algo ahí, algo que no sé si es futuro o pasado pero que, en todo caso, creo que tiene que ver con la literatura en el sentido más duro de la palabra; me alegro de haber leído Nocilla Dream. La proclama “La otra historia de la nocilla” de Fernández Mallo, por otra parte, cumple todos los requisitos de un manifiesto más o menos generacional: altas miras, nada de concesiones a los matices, ambición y asesinato de los padres, de los abuelos y de unos cuantos primos; por ese lado, nada que objetar.
Parece que la Novela tiene dificultades para cumplir el papel que se autoasignó en los siglos XVIII y XIX, el de dar una visión, más o menos cabal, más o menos crítica, pero en todo caso estructurada y unívoca de la nueva sociedad burguesa que se estaba construyendo sobre los cimientos del primer capitalismo. Puede que esa posibilidad, la de que la novela así entendida siga sirviéndonos para hacernos una idea de la marcha de la sociedad actual (que no me atrevo a definir) haya saltado en mil pedazos por las causas históricas que todos conocemos. Y que el hecho de que la propia literatura haya dejado de ser central a la hora de entender el mundo (porque le ha surgido mucha competencia: el cine, la televisión, el cómic, internet, los juegos informáticos, la música pop, la misma ciencia que cada día deviene más literaria…) lleve a quienes intentan seguir escribiendo a beber de todas esas fuentes y también de algunas más que seguro me estoy olvidando.
Sin embargo, todo esto conduce a Fernández Mallo a escribir una novela, todo lo distinta que se quiera, pero que sigue valiéndose del mismo armazón de sentido de la novela decimonónica, como puede observase en la función de las ideas centrales del mapa de Nocilla Dream y, sobre todo, o eso me ha parecido a mí, en el eje del shoe tree de Nevada que atraviesa todo el libro. Y mi pregunta es: ¿por qué una novela y no, por ejemplo, un libro de poemas? Y, sobre todo, y barriendo para casa, ¿por qué una novela y no un libro de cuentos?
No me vale mucho lo de la ruptura del concepto de género, o que Nocilla Dream sea un proyecto que vaya a tener continuación en alguna otra cosa, porque de lo que disponemos por ahora es de Nocilla Dream. Y del mismo modo que algo es Economía (ciencia económica) desde el momento en que lo hace un economista, un libro es novela, con toda la carga que eso supone, si así se define en su contraportada (lo mismo que una blog-novela es novela desde su misma denominación: las entradas de un blog, de por sí, sin calificación añadida, serían más bien cuentos…)
Con la cuestión nacional –que es otra de las cosas que ha saltado en mil pedazos con la postmodernidad o como queramos llamar a esto– ocurre algo parecido. Me acuerdo de lo que decía Rodrígo Fresán sobre los Países Cuento y las Naciones Novela, donde por ejemplo –recreo rápido y sucio– Estados Unidos, con su sólida trayectoria histórica, sería una Nación Novela (que tendría sus honorables excepciones, claro está) y Argentina, con su esquizofrénico e interrumpido pasado (y presente), sería un País Cuento (cfr. la poética de Fresán en el primer volumen de la serie de antologías Pequeñas resistencias). En el País Vasco, por ejemplo, me da la impresión de que no hay una novela que acabe de reflejar bien lo que nos está pasando, aunque haya acercamientos muy interesantes, como los de Ramón Saizarbitoria (Los pasos incontables), Bernardo Atxaga (El hombre solo), Anjel Lertxundi (Felicidad perfecta), Juanjo Olasagarre (Ezinezko maletak) o Joseba Sarrionandia (Lagun izoztua). Sin embargo, pienso que libros de relatos como Letargo de Jokin Muñoz o Eta handik gutxira gaur de Eider Rodríguez nos ofrecen, desde su naturaleza escindida, rota de por sí –son, efectivamente, libros de cuentos–, una visión más completa (más compleja) de lo que nos está pasando en este país, nación, autonomía, provincia, cuadrilla post o preternacional, o como demonios queramos denominarlo/la. Pero me doy cuenta de que esto, la verdad, apenas si nos interesa a nosotr@s, las vascas y los vascos (y ni siquiera a todos): mil perdones.
Haciendo una traslación espacio-temporal de la propuesta de Fresán, y siempre en el terreno de la narrativa, quizá los nuestros sean más Momentos Cuento, que Tiempos Novela.
Iban Zaldua
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Notas.
[1] Le Corbusier, Mensaje a los Estudiantes de Arquitectura; Ediciones Infinito, Buenos Aires, p. 47-48.